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Diseño Inteligente

¿Es ciencia? ¿Es religión? ¿Qué es exactamente?


A medida que ha ido ganando terreno el movimiento del diseño
inteligente, sus provocativas tesis han venido siendo, obviamente,
blanco de las más enconadas críticas. En este libro, William
Dembski aprovecha la ocasión para responder clara y conci-
samente a las más duras objeciones planteadas al programa del
diseño inteligente. Dirigiéndose al gran público en general,
Dembski responde a más de cuarenta cuestiones, unas espon-
táneamente expresadas por muchos de los oyentes no especia-
lizados que asistieron a sus numerosas conferencias públicas, y
otras, más sutiles o más complejas, aducidas por profesionales en
revistas especializadas.
La ciencia y los hombres de ciencia gozan de gran autoridad hoy
en día. Ahora bien, ¿qué es la ciencia? Todo el mundo parece
tener una respuesta. Recientemente un grupo de científicos,
matemáticos y filósofos pioneros del nuevo movimiento del diseño
inteligente han puesto en cuestión cierta concepción de la
ciencia: el enfoque que limita las investigaciones y procedimientos
de ésta a las explicaciones exclusivamente regulares y mecánicas.
Los investigadores del diseño inteligente sostienen en cambio que
no hay razón científica alguna para excluir la inteligencia, su
intervención y el propósito en la genuino investigación científica. Y
en modo alguno debe sorprendernos el constatar que, de hecho,
no es infrecuente que la misma práctica de la ciencia incluya ya
todos estos factores.
La revolución del diseño ha comenzado. Su éxito dependerá del
modo en que acierte a responder a las cuestiones planteadas por
sus detractores. La lectura de este libro proporcionará al lector una
¡dea cabal de las perspectivas y de los desafíos que ha de afrontar
esta revolución del pensamiento científico.

ISBN 84-935182-4-7

9 788493 518240
Diseño
Inteligente
Wílliam A. Dembski
Respuestas a las más graves objeciones al diseño inteligente

HOMO LEGENSISCIENTIA
DISEÑO
INTELIGENTE
RESPUESTAS A LAS CUESTIONES

William A. Dembski

HOMO LEGENSISCIENTIA
HOMO LEGENSISCIENTIA

© Publicado originalmente por InterVarsity Press como The Design


Revolution por William A. Dembski. © 2004 by William A. Dembski.
Traducido e impreso con permiso de InterVersity Press, P. O. Box 1400,
Donners Grove, 1-60515, USA

© Homo Legens, S. L., 2006


Paseo de la Castellana, 36-38. 28046 Madrid
Grupo Intereconomía
info@homolegens.com

© De la traducción:
Carmen García Trevisano

ISBN: 84-935182-4-7
Depósito legal: M. 46.887-2006

Todos los derechos reservados.


Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de este libro
por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia, el tratamiento
informático y la distribución de ejemplares mediante alquiler
o préstamo público sin permiso previ y por escrito del editor.
A John y Dorothy Van Gory,

los padres de mi esposa,

la sal de la tierra

Casi invariablemente, la gente llega a sus


creencias no sobre la base de alguna
prueba, sino sobre la base de lo que en-
cuentra atractivo.

BLAISE PASCAL, EL ARTE DE LA PERSUASIÓN


INDICE

Presentación por Charles W. Colson ............................................................ 11


Prefacio ............................................................................................................. 15
Reconocimientos ............................................................................................. 27

PARTE UNA: DISTINCIONES BÁSICAS

1 DISEÑO INTELIGENTE .................................................................... 31


¿Qué es el diseño inteligente?

2 CREACIÓN ......................................................................................... 37
¿En qué difiere el diseño inteligente de una doctrina teológica de
la creación?

3 CREACIONISMO CIENTÍFICO ....................................................... 40


¿Es el diseño inteligente una forma hábilmente disfrazada de
creacionismo científico?

4 TEOLOGÍA DISFRAZADA .............................................................. 44


Aun cuando el diseño inteligente pretende ser un programa de
investigación científica, ¿no es en realidad una empresa teológica ?

5 MOTIVACIÓN RELIGIOSA ............................................................. 50


¿Acaso el verdadero motivo del diseño inteligente pueda ser el temor
de que las teorías evolucionistas, y el darwinismo en particular,
desplazaran algún día toda necesidad de Dios?

6 DISEÑO ÓPTIMO .............................................................................. 58


¿Por qué colocar la palabra inteligente a continuación de diseño?
Una buena parte del diseño existente en la naturaleza es cualquier
cosa menos inteligente.
7 EL ARGUMENTO DEL DESIGNIO ........................................... 67
¿En qué difiere el diseño inteligente del argumento del designio?

PARTE DOS: DETECTANDO DISEÑO

8 LA INFERENCIA DE DISEÑO ......................................................... 79


¿Qué es la inferencia de diseño? ¿En qué difiere la inferencia de
diseño del argumento del designio?

9 AZAR Y NECESIDAD ........................................................................ 83


¿Cómo concibe la comunidad científica las causas naturales, y por
qué no figuran entre ellas las causas inteligentes?

10 COMPLEJIDAD ESPECIFICADA ..................................................... 87


¿Qué es la complejidad especificada, y cómo se determina si algo
exhibe complejidad especificada?

11 EL FILTRO EXPLICATIVO ................................................................ 94


¿De qué modo funciona la complejidad especificada como criterio de
detección de diseño?

12 FIABILIDAD DEL CRITERIO .......................................................... 102


¿Es la complejidad especificada un criterio fiable para detectar diseño
?

13 OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD .................................................. 110


¿Describe la complejidad especificada una característica objetiva del
mundo o es meramente un estado subjetivo de ignorancia sobre el
funcionamiento del mundo?

14 AFIRMABILIDAD ............................................................................. 117


Dado que la complejidad especificada es un criterio bien definido,
objetivo y fiable para detectar diseño, ¿por qué habría que pensar que
nunca podríamos estar justificados para afirmar que algún objeto
natural exhibe complejidad especificada?

15 EL AZAR DE LOS AGUJEROS ....................................................... 130


¿Por qué ha de ser probabilista toda teoría científica que se proponga
detectar diseño?
PARTE TRES: INFORMACION

16 INFORMACIÓN Y MATERIA..................................................... 145


¿Cuál es la diferencia entre información y materia, y qué papel juega
cada una en la teoría del diseño inteligente?
17 TEORÍA DE LA INFORMACIÓN ............................................... 150
¿Cómo se relaciona la teoría matemática de la información con el
diseño inteligente; y más específicamente, con el criterio que éste
emplea para detectar diseño, es decir, la complejidad especificada?

18 EL PROBLEMA DE LA INFORMACIÓN EN BIOLOGÍA.... 155


¿Cuál es el problema de la información en biología, y cómo tratan los
biólogos de resolverlo?
19 INFORMACIÓN EX NIHIEO ...................................................... 163
¿Es la naturaleza completa en el sentido de poseer todas las
capacidades necesarias para producir las estructuras ricas en
información que icemos en el mundo y especialmente en biología?
¿O hay aspectos informacionales del mundo de los cuales la na-
turaleza no puede dar cuenta por sí sola sino que requiere la guía de
una inteligencia?
20 RECEPTIVIDAD DE LA NATURALEZA A LA INFORMACIÓN ....
169
¿Cómo ha de ser la naturaleza para que una inteligencia diseñadora
interactúe coherentemente con el mundo y genere la complejidad
especificada que vemos en los seres vivos?
21 LA LEY DE LA CONSERVACIÓN DE LA INFORMACIÓN ..... 179
¿Qué significado tiene decir que se conserva la complejidad espe-
cificada o información compleja especificada?

PARTE CUATRO: CUESTIONES QUE PLANTEA


EL NATURALISMO
22 VARIEDADES DEL NATURALISMO ......................................... 189
¿Es el naturalismo compatible de algún modo con el diseño inteli-
gente?
1

23 INTERVENCIONISMO ................................................................... 199


¿Es el diseño inteligente una teoría intervencionista en la que los
casos de diseño interrumpen una historia causal sin cuya inter-
vención sería totalmente natural?

24 MILAGROS Y SUSTITUCIÓN CONTRAFÁCTICA ................ 204


¿Requiere milagros el diseño inteligente? Y de ser así, ¿no situaría
esto al diseño fuera de los límites de la ciencia?

25 LO SOBRENATURAL ..................................................................... 209


¿No será el diseñador al que el diseño inteligente atribuye la
complejidad biológica un agente sobrenatural que se encuentra, por
tanto, friera de los límites de la ciencia?

26 DISEÑADORES CORPÓREOS E INCORPÓREOS ..................... 213


¿Sería el diseño producido por un diseñador incorpóreo accesible a
la investigación científica de la misma manera en que lo es el diseño
producido por un diseñador corpóreo?

27 EL REGRESO AL INFINITO EN EL DISEÑO........................... 219


Si la naturaleza exhibe diseño, ¿quién o qué diseñó al diseñador?

28 ESCEPTICISMO SELECTIVO......................................................... 223


¿Por qué es el escepticismo profesional tan declarado adversario
del diseño inteligente? ¿Qué perspectivas tiene de desmontar al
diseño inteligente?

29 EL PROGRESO DE LA CIENCIA .................................................. 230


¿Reivindica invariablemente el progreso científico al naturalismo
y opera en contra del diseño inteligente?

PARTE CINCO: DESAFÍOS TEÓRICOS


AL DISEÑO INTELIGENTE

30 ARGUMENTO DESDE LA IGNORANCIA ................................. 239


Al atribuir diseño a los sistemas biológicos, ¿no está el diseño
inteligente argumentando a partir de la ignorancia?
31 INDUCCIÓN ELIMINAT1VA ..................... ... ............... ... ......... 246
Si la inferencia de diseño no es cabalmente un argumento desde
la ignorancia, ¿en qué sentido es superior a este tipo de argumento?

32 HUME, REID Y SIGNOS DE INTELIGENCIA .......................... 251


¿Acaso no demolió David Hume no sólo el argumento del designio
en favor de la existencia de Dios, sino también cualquier tipo de
inferencia de diseño basada en aspectos del mundo natural?

33 DISEÑO POR ELIMINACIÓN VERSUS DISEÑO POR COM-


PARACIÓN............................................................................. 261
¿Cómo se infieren adecuadamente las hipótesis de diseño: elimi-
nando sin más las hipótesis de azar o comparando la verosimilitud
del azar y las hipótesis de diseño?

34 LA DEMANDA DE DETALLES: EL TU QUOQUE DEL


DARWINISMO .................................................................................. 281
¿No es el colmo de la hipocresía que los teóricos del diseño acusen al
darwinismo de no ofrecer detalles sobre la emergencia de la
complejidad biológica cuando tampoco los ofrece su propia teoría del
diseño inteligente?

35 EL DESPLAZAMIENTO Y EL PRINCIPIO DE «NO FREE


LUNCH» .......................................................................................... 286
¿Cómo pueden los teoremas del No Free Lunch competir con la
teoría danviniana y apoyar el diseño inteligente?

36 LOS ÚNICOS JUEGOS EN LA CIUDAD ................................... 293


¿No es una actitud burda y simplista plantear el debate sobre la

evolución biológica meramente como un duelo entre el darwinismo


y el diseño inteligente? Con seguridad, la biología evolutiva abre la
puerta a muchas más opciones.

PARTE SEIS: UN NUEVO TIPO DE CIENCIA

37 ASPIRACIONES ............................................................................ 305


¿Qué espera la ciencia obtener del diseño inteligente, y qué puede
hacer el diseño inteligente por la ciencia?
38 MECANISMO .................................................................................... 312
Si el diseño inteligente no es una teoría mecanicista del origen y
desarrollo de la vida, ¿cómo puede ser científica?

39 TESTABILIDAD ................................................................................ 318


¿Es testable el diseño inteligente? ¿Es testable el darwinismo?

40 LA IMPORTANCIA DE MICHAEL BEHE ................................... 331


¿Por qué piensan los biólogos evolucionistas que la obra de Michael
Bebe sobre la complejidad irreducible ha quedado desacreditada?

41 EVALUACIÓN PARITARIA O EL FALLO DE LOS EXPERTOS


341
Si el diseño inteligente es un programa de investigación científica,
¿por qué los teóricos del diseño no publican ni ven citados sus
trabajos en las bibliografías de evaluación paritaria?

42 LA «CUÑA»....................................................................................... 349
¿No será realmente el diseño inteligente una agenda política dis-
frazada de programa de investigación científica?

43 TEMAS A INVESTIGAR .................................................................. 354


¿Qué se supone que deba hacer, por la vía de la investigación
científica, un científico interesado en el diseño inteligente?

44 HACER DEL DISEÑO INTELIGENTE UNA CIENCIA DIS-


CIPLINADA ................................................................................ 364
Aun suponiendo que el diseño inteligente sea un programa de
investigación científica, o que tenga al menos el potencial para serlo,
¿cómo puede evitar verse absorbido como parte de una agenda
política y cultural más amplia?

Bibliografía selecta .................................................................................... 373


índice de nombres ..................................................................................... 380
PRESENTACION
Charles W. Colson

por encima de todo, un revolucionario. Y éste es un libro


BILL DEMBSKI ES,
revolucionario.
Durante años —demasiados años— la evolución darwiniana, la
ortodoxia académica dominante, no se ha enfrentado con desafíos sig-
nificativos. Los que creían en cualquier otra teoría sobre los orígenes
biológicos eran tenidos por chiflados religiosos o locos. Esa situación está
empezando a cambiar ahora.
Bill Dembski está en la vanguardia de un prometedor movimiento de
pensadores, cristianos y no cristianos, que efectivamente sostienen que la
evolución naturalista no puede dar respuestas coherentes a las cuestiones
más vitales de nuestro tiempo. En este libro ofrece Dembski una asombrosa
refutación de la idea de que los hombres vivimos en un universo naturalista
gobernado por el azar, y que el tiempo más el azar más la materia generan
vida en toda su gloriosa complejidad.
Immanuel Kant nos proporcionó unas espléndidas lentes con las que
captar el actual dilema. Kant era un teísta profundamente influido por el
pietismo cristiano. Como filósofo, formuló una radical propuesta que
trastornó la epistemología, la rama de la filosofía que estudia nuestro modo
de conocer lo que conocemos. Lo más sobresaliente de su propuesta era que
había dos tipos de conocimiento: el de aquello que podía ser determinado
como hecho, es decir, el conocimiento de fenómenos, y el de aquello que
sólo era accesible a través de la fe, o sea: el conocimiento de noúmenos. Esta
distinción entre hecho y fe revolucionó y cambió el modo en que el
pensamiento occidental enfocaba la cuestión relativa a lo que se puede y no
se puede conocer.
Antes de Kant, todo el mundo estaba dispuesto a aceptar sin la menor
reserva que puesto que Dios creó el universo, toda la verdad estaba en él y
toda verdad podía ser conocida. Podíamos apoyarnos sin reservas
12 D i ^ F: \ o i \ i r.
u <., r \T i

en la sabiduría y la autoridad de Dios. Sin embargo, con la presión de la


Ilustración aumentando dia a dia, la gente fue abandonando paulati-
namente la idea de que la noción de Dios era necesaria para explicar la
creación. Y tras haber capitulado sobre este punto, se renunció también con
facilidad a la idea de que Dios era necesario para la formulación de la ley
moral o del comportamiento. Y con el paso de los años, la distinción hecho-
fe se afianzó tanto en la mentalidad de la gente, que los intelectuales
occidentales no encontraron apenas dificultad para fundar en el
naturalismo no sólo la ciencia sino también la moralidad.
Al mismo tiempo, los creyentes religiosos, atacados también por el
mismo microbio de la Ilustración, salvaguardaron su fe confinándola en el
ámbito de lo privado. Centrados en una piedad individualista, los
creyentes olvidaron la concepción holista del mundo de las anteriores
generaciones. Al adoptar la distinción hecho-fe, compartimentaron su
propia fe y la aislaron del resto de su comprensión del mundo. El resultado
de todo esto ha sido un abandono total del sentido de compromiso cultural.
Esta «doble historia» del pensar se hizo casi inatacable y dejó el campo
libre para que los científicos naturalistas dominaran el pensamiento
occidental —científicos que ofrecían una explicación naturalista del
universo biofisico sin referencia alguna a un creador o diseñador. Elabía
religión por una parte y ciencia por otra. Y ninguna de ellas se entendió con
la otra.
Aunque ésta era —y sigue siendo— una falsa dicotomía, ha continuado
dominando el pensamiento occidental incluso después de que las
explicaciones naturalistas de la creación de la vida comenzaran a fracasar.
En las escuelas públicas norteamericanas actuales está firmemente
arraigada la idea de que la ciencia ofrece una explicación del mundo
totalmente naturalista y que la fe es meramente una cuestión de religión (o
peor aún, una cuestión de «valores») que debe permanecer alejada del aula.
El movimiento del diseño inteligente, del cual Dembski es parte clave,
está planteando un evidente desafío a ese modo de pensar. Ha atacado la
evolución naturalista presentando argumentos lúcidos y evidencias claras
de diseño.
Cuanto más aprendemos acerca del mundo en que vivimos, más
impresionados deberíamos mostrarnos ante lo que ha sido llamado el
«principio antròpico». Como he escrito en otro lugar, el principio antròpico
establece que, en nuestro propio universo, todas esas características
Presentación 13

del mundo físico al parecer arbitrarias y no relacionadas —la distancia de


la tierra al sol, las propiedades físicas de la tierra, la estructura de un
átomo— tienen una cosa en común: ser precisamente lo que se necesita para
que el mundo pueda albergar la vida. El entero universo biofísico parece
haber sido pensado y diseñado —inteligentemente diseñado.
Muchos científicos siguen manteniendo el modo de pensar de la doble-
historia y preferirían más bien no considerar la posibilidad de un diseñador
clarividente. En lugar de ello, optan por continuar adheridos a ese
naturalismo que afirma un universo que se genera y explica a sí mismo en
el cual todas las cosas proceden del azar y la necesidad, incluyendo la vida
humana.
Dembski y pensadores tales como Phillip Johnson, Michael Behe y
Jonathan Wells han forzado a los científicos a tomar en serio al diseño y a
un diseñador. Su argumentación no se apoya en la Biblia o en la religión,
sino en la evidencia científica. En lugar de evolución naturalista, ellos
proponen una teoría bien desarrollada del diseño inteligente. Puesto que
estamos ante un caso de teoría científica frente a otra teoría científica, los
pensadores seculares no encuentran ahora razones para menospreciar
simplemente al diseño como una idea religiosa.
Dembski es un brillante pensador pionero que está causando un
tremendo impacto. Sus ideas no sólo están sacudiendo los círculos
intelectuales, sino que se van filtrando en la conciencia popular. Como
resultado, Dembski forma parte de un movimiento para volver a capturar
el espíritu de nuestra cultura y reimplantar en las escuelas el equilibrio
intelectual. Ésta será una de las mejores y más esperanzadoras cosas que le
puedan suceder al mundo cristiano durante generaciones.
En Diseño inteligente, Dembski cubrió un amplio abanico de tópicos
respondiendo a las objeciones que se planteaban al diseño inteligente.
Puede decirse que durante sus años de escritor, de docencia y de debate
sobre el diseño inteligente ha escuchado todas las objeciones posibles. En
este libro las vuelve a considerar por separado para responder al lector
confuso, al escéptico y al hostil. Sus argumentos no sólo refuerzan la
confianza de los que ya estamos convencidos del diseño inteligente, sino
que sirven como catalizador del pensamiento para los escépticos
escrupulosos.
Albert Einstein dijo una vez, «En cualquier caso, yo estoy convencido
de que Dios no juega a los dados». Ciertamente no lo hace. Dios creó
cuidadosamente un mundo al que protege con su providencia. En este libro,
Dembski ha hecho aún más clara esta verdad.
PREFACIO

DESDE QUE THOMAS KUHN publicara allá por los años de 1960 La estructura de las
revoluciones científicas, todo tema relacionado con alguna nueva idea en
ciencia ha sido presentado al público como la última revolución científica.
No es de extrañar por tanto que la gran mayoría de las revoluciones
científicas se hayan visto superadas por otras en el curso de unos pocos
años. Yo mismo protagonicé uno de esos movimientos de superación a
finales de la década de 1980 siendo aún estudiante de licenciatura en el
laboratorio de física de Leo Kadanoff de la Universidad de Chicago. La
teoría del caos, también llamada dinámica no-lineal, iba a revolucionar la
ciencia. Diez años más tarde, tanto aquella promesa como las expectativas
surgidas en torno a ella se habían evaporado en su mayor parte. La teoría
del caos ofrecía sin duda algunas perspectivas interesantes sobre la
interdependencia y la sensibilidad relativas a la perturbación de los
procesos físicos. Y aunque la revolución había perdido su empuje, nuestra
concepción científica del mundo continuaba prácticamente inalterada.
Desde aquella experiencia, aplico una prudente dosis de escepticismo a
todas las declaraciones relativas a una nueva gran revolución en ciencia.
Sin embargo, día a día se fortalece mi convicción de que el diseño
inteligente está llamado a revolucionar la ciencia y nuestra concepción del
mundo. Naturalmente, en tanto que proponente activo del diseño
inteligente, mantengo un firme interés en esta apuesta. Pero en cualquier
caso, hay buenas razones para pensar que esta perspectiva cumple
perfectamente los requisitos exigibles a una revolución teórica a gran
escala. Semejante revolución no sólo constituirá un formidable desafío para
el gran ídolo de la biología evolutiva (darwinismo), sino que modificará
también sin duda las reglas fundamentales que gobiernan las ciencias
naturales. Desde los tiempos de Darwin, las ciencias naturales
16 DISEÑO ÍNITUGFNT)

han combatido la idea de que causas inteligentes puedan jugar un papel


sustantivo empíricamente importante en el mundo natural. Es obvio que
un proceso evolutivo ciego podría dar lugar a la emergencia de ciertas
causas inteligentes, pero estas causas no serían en modo alguno
fundamentales para el operar del mundo. El diseño inteligente rechaza esta
exclusión del diseño en las ciencias naturales. Y con ello promete
reconstruir tanto la ciencia como el mundo.
Las revoluciones son un asunto turbio. Tampoco son inevitables. Para
que surja una revolución ha de haber revolucionarios resueltos a colocar las
cosas en su sitio. Tienen que proponerse acabar con los abusos, el ridículo
y la intimidación que la elite dirigente puede y quiere imponer. La elite
gobernante en este caso está formada por los darwinistas dogmáticos y los
científicos naturalistas. Firmemente comprometidos a mantener fuera del
ámbito de las ciencias naturales a la causación inteligente, ofrecen una falsa
representación de ella en cada una de sus etapas al sostener que la crítica
que los defensores del diseño inteligente dirigen al darwinismo (y de
manera más general a las teorías naturalistas de la evolución) está
claramente tergiversada y carece de fundamento. Bajo este subterfugio, la
información que recibe el público es que el diseño inteligente no es más que
religión disfrazada de ciencia. Además se le advierte también que el diseño
inteligente anuncia la muerte de la ciencia, y que proponer este diseño
equivale intelectualmente (si no moralmente) a afirmar, por ejemplo, que el
Holocausto no sucedió nunca.
La aceptación de ideas radicales que desafían el status quo (y el
darwinismo en su condición actual es realmente un status quo) queda
típicamente establecida mediante una serie de diversas etapas. Según
Arthur Schopenhauer, «Toda verdad pasa por tres estadios. En el primero,
es ridiculizada. En el segundo, ferozmente combatida. Y en el tercero,
aceptada como algo autoevidente». En la misma línea, el científico
evolucionista J.B.S. Haldane observaba, «Una teoría pasa por cuatro
estadios de aceptación: «(z) es un sinsentido que carece de valor; (ii) es una
perspectiva interesante, aunque perversa; (iii) es verdadera, aunque
bastante trivial; (iv) yo la he afirmado siempre».
Los cuatro estadios de Haldane pueden ser analizados del siguiente
modo. En el primero, la idea es considerada ridicula: la elite dominante no
se siente amenazada e ignora el desafío mientras puede, pero cuando el
peligro aumenta afirma dogmáticamente que la tal idea es tan absurda que
no merece siquiera la menor consideración. En el
Prefacio 17

segundo estadio se la considera perniciosa: la elite establecida no puede


seguir ignorando la amenaza y se apresta a tomar medidas activas que la
invaliden proclamando dogmáticamente que la tal idea es confusa,
irracional, rechazable, e incluso peligrosa (con lo que añaden una
dimensión moral al debate). En el tercer estadio se la contempla como
posible: la referida elite admite a regañadientes que la idea no es enteramente
absurda, mas continúa sosteniendo que, a lo sumo, su interés es marginal;
mientras tanto, la mayoría de sus miembros va tomando conciencia de que
las consecuencias de la nueva teoría son de muy largo alcance y de que su
importancia es mucho mayor de la que inicialmente se le concedía. Por
último, y en cuarto lugar, se reconoce que la idea es plausible: en este
momento preciso emerge un nuevo status quo, con una elite dominante que
da su total asentimiento a la recién entronizada idea y en el que la mayoría
de los ciudadanos no aciertan a imaginar siquiera cómo el común de los
hombres de épocas anteriores pudo haber pensado de distinta manera. El
diseño inteligente nos sitúa en el momento de transición desde el estadio
dos al estadio tres: desde lo pernicioso a lo posible. Esta es la más dura de
las transiciones.
El propósito de este libro es facilitar esa transición desde el estadio dos
al tres dotando a los defensores del diseño inteligente con el instrumental
adecuado para rebatir con éxito los ataques de sus críticos. Mas también
hemos tenido muy en cuenta la legión de individuos que se muestran
escépticos respecto a futuras revoluciones científicas. Este libro pretende
igualmente rendir un cálido homenaje a tan saludable escepticismo
respondiendo total y sistemáticamente a las cuestiones más arduas que los
críticos hayan podido plantear relativas al diseño inteligente. Los lectores
no tendrán ya que andar a tientas en busca de preguntas o respuestas. Ni
tampoco echarán en falta la discusión de cuestiones realmente difíciles.
A lo largo de los últimos diez años he disertado sobre diseño
inteligente ante numerosos colegas en distintas universidades, tanto en
Estados Unidos como en el resto del mundo. Igualmente he mantenido
regularmente entrevistas con los medios sobre este tema. He introducido
una enorme variedad de cuestiones en todo tipo de lugares, y mi obra ha
provocado una intensa y amplia marea de publicaciones críticas por parte
de los guardianes de la ortodoxia científica. El presente libro reúne en un
solo volumen todas aquellas experiencias, todas aquellas preguntas y
respuestas. La presente obra
1

18 DISEÑO EVÍELIGENTE

puede ser considerada por tanto como un manual capaz de reemplazar un


paradigma científico anticuado (el darwinismo) por otro nuevo paradigma
(el diseño inteligente) perfectamente preparado para poder respirar, crecer
y prosperar.
Cuando hablo de diseño inteligente, se me suelen plantear tres tipos de
preguntas. Con frecuencia una de ellas se limita simplemente a pedir una
clarificación adicional. A veces, sin embargo, una determinada pregunta
pone al descubierto un obstáculo que hay que eliminar antes de seguir
adelante con la investigación. Y finalmente, está la cuestión que no es en
realidad una cuestión, sino más bien una objeción destinada a ahondar más
profundamente en el diseño inteligente. En este libro trataré de los tres tipos
de cuestiones, aunque mi interés se centra más particularmente en la
relativa al obstáculo. El diseño inteligente está sembrado de impedimentos,
sobre todo para los científicos y los teólogos. Lo que más busco en este libro
es eliminar al máximo semejantes barreras. Librarse de ellas es al presente
la tarea más importante en el proyecto de impulsar la revolución del diseño.
Dicho de manera muy simple, el diseño inteligente es la ciencia que
estudia los signos de la inteligencia. Así expresada, la tal revolución parece
rectilínea y aproblemática. Mas dependiendo del lugar en donde la
inteligencia se muestre a sí misma con toda evidencia, es posible toparse
con una feroz resistencia al diseño inteligente. Que los arqueólogos
atribuyan diseño inteligente a las puntas de flecha o a los túmulos fúnebres
no provoca discusión alguna. Pero que los biólogos postulen un diseño
inteligente en las estructuras biológicas provoca una gran ansiedad no sólo
en el seno de la comunidad científica sino también en el de la cultura en
general. ¿Por qué?
En su obra Mímeles, C.S. Lewis acusaba con toda razón al naturalismo.
Según Lewis, el naturalismo es una toxina que impregna el aire que
respiramos y una infección que se abre camino hasta nuestros huesos. El
naturalismo es la concepción que postula que el mundo físico es un sistema
auto-independiente que se gobierna mediante leyes ciegas e inmutables. El
naturalismo no procede de parte alguna y afirma que fuera de la naturaleza
no hay nada. Lo que esta afirmación viene a decir es que fuera de la
naturaleza no puede haber nada que sea concebiblemente relevante para lo
que sucede en ella. La respuesta del naturalismo al teísmo no es el ateísmo,
sino un olvido benigno del primero. La gente se siente bien creyendo en
Dios, aunque no en un Dios que introduzca ni un mínimo de diferencia en
el orden natural.
r-

Prefacio 19

El teísmo (ya sea cristiano, judío o musulmán) sostiene que la sabiduría


de Dios creó el mundo. El origen del mundo y su ordenación subsiguiente
es por tanto resultado de la actividad diseñadora de un agente inteligente:
Dios. El naturalismo, por su parte, no reserva ningún lugar para una
actividad inteligente, a excepción del final de un proceso material que no
tiene propósito alguno. Dentro del naturalismo, toda inteligencia es
inteligencia evolucionada. Por su parte, el mismo proceso evolutivo a cuyo
través se desarrolla este tipo de inteligencia, es a su vez ciego y carente de
finalidad. Consecuencia de todo esto es que el naturalismo no trata a la
inteligencia como una fuerza creativa básica, sino como un subproducto
evolutivo. Lo cual quiere decir en concreto que los seres humanos (los
objetos naturales que máximamente exhiben inteligencia) no son la corona
de la creación, ni el resultado primorosamente diseñado por la voluntad de
un creador, ni por supuesto tampoco las criaturas hechas a imagen y
semejanza de un Dios benevolente. Los seres humanos son más bien un
accidente de la historia natural.
El naturalismo constituye claramente una tentación para la ciencia, y
son ciertamente muchos los científicos que han sucumbido a ella. Esta
tentación consiste en la visión de un mundo sereno y ordenado donde todo
es perfectamente comprensible en términos de una serie de reglas bien
definidas o mecanismos gobernados por leyes naturales. De acuerdo con
esto, el naturalismo mantiene la esperanza de que la ciencia pueda ofrecer
algún día una «teoría de todas las cosas». Pero es evidente que esa
esperanza no ha encontrado aún cumplimiento. El escándalo del diseño
inteligente consiste precisamente en ir más allá y afirmar que semejante
esperanza es un sueño irrealizable. Y esta afirmación es un insulto para la
hybris del naturalismo. El diseño inteligente sostiene que la inteligencia es
un rasgo fundamental del mundo y que todo intento de reducirla a
mecanismos naturales está abocado al fracaso. El naturalismo desea que la
naturaleza sea un libro abierto. Pero las inteligencias no son en absoluto
libros abiertos: las inteligencias crean libros, producen nueva información.
Son agentes libres capaces de vulnerar nuestras más fundadas expectativas.
Tras todo esto se oculta una evidente ironía. El universo del naturalista
— donde la inteligencia no es fundamental y el mundo no es diseñado— es
supuestamente un mundo racional puesto que se mueve según una ley
natural inalterable, o sea, donde la causa precede al efecto con regularidad
inviolable. Por otra parte, el mundo del teórico del diseño, en donde la
inteligencia es fundamental y el mundo es diseñado, no
1

20 D i S HX O IX'ITI
1GHVIF

es supuestamente un mundo racional puesto que la inteligencia puede


hacer cosas inesperadas. Dar cabida en el mundo a una inteligencia no
evolucionada es, según el naturalismo, arrojar al mundo a un espantoso
torbellino. Es sustituir la ley natural eterna por el capricho, y por tanto
destruir la ciencia. Así pues, para el naturalista, el mundo es inteligible sólo
si comienza sin inteligencia y luego la desarrolla. Mas si el mundo
comenzara con una inteligencia y ésta fuera desarrollada por causa de una
inteligencia anterior, ese mundo acabaría siendo ininteligible.
La incoherencia de tal razonamiento es perfectamente evidente. La
ciencia y la comprensión del mundo son de hecho posibles sólo por la
presencia de nuestra inteligencia. Y sin embargo, el naturalista se aferra a
su argumento como a un amigo moribundo. Una situación parecida me
tocó vivir recientemente cuando daba una conferencia en la Universidad de
Toronto. Un biólogo que me escuchaba insistió en que yo debería tomar en
serio que la antigüedad del mundo era de sólo dos minutos mientras
aceptase el enfoque del diseño inteligente. Presumiblemente, cualquier
inteligencia creadora sería capaz de crear un mundo engañoso que
aparentase ser viejo pero que acababa de ser creado dos minutos antes con
la misma verosimilitud con que crea un mundo que parece viejo porque
realmente es viejo. Estamos ciertamente ante una posibilidad lógica, pero
¿nos asiste alguna razón para creer en ella? Cientos de años de afortunada
investigación científica confirman un mundo que está estructurado para
revelar honestamente sus secretos. Si además ese mundo nos presenta la
evidencia de un diseño, ¿por qué la mera posibilidad de un falaz o
caprichoso diseñador debería neutralizar esa evidencia o forzarnos a negar
la existencia de todo diseñador?
Si hemos de tomar en serio la posibilidad de un diseñador falaz, ten-
dríamos que tomar también en serio la posibilidad de ser engañados por un
mundo natural que carece de diseño. Imaginemos un mundo natural
carente de diseño en el que las leyes de la naturaleza cambian radicalmente
de tiempo en tiempo, en donde el tiempo puede volver atrás y reiniciar la
historia con un diferente curso, y donde las masivas fluctuaciones cuánticas
a escala cósmica producen galaxias que parecen antiguas pero que de hecho
son recientes. No sólo los diseñadores pueden ser falaces y caprichosos. Lo
mismo puede decirse de la naturaleza. Mas si la ciencia va a ser posible,
necesitamos asumir, como principio regulativo, que el diseñador hizo que
la naturaleza fuera honesta y segura.
De todo esto se sigue que el argumento del «universo-de-dos-mi-
nutos-de-antigüedad» esgrimido contra el diseño inteligente es un ejer
Prefacio 21

cicio de irrelevancia. Es aplicable tanto al naturalismo como al diseño


inteligente. Y ni siquiera alcanza a rozar la cuestión más importante: si
ciertos sistemas biológicos son diseñados. Para decidir esta cuestión habría
que consultar no a la teología o a la anti-teología, sino a la evidencia que
ofrezca la propia biología. Si esta evidencia apunta al diseño, a él tendremos
que dirigirnos. Sería absurdo contestar a esto diciendo que aunque la
evidencia nos conduce al diseño, seguimos ignorándolo ante la posibilidad
de que un diseñador falaz pueda haber diseñado la evidencia engañosa. Tal
actitud equivaldría a rechazar el diseño basándonos en la presunción
misma del diseño.
Cuando le contesté al biólogo de Toronto que Isaac Newton creía en el
diseño inteligente y no postuló nunca un universo de dos minutos, él
observó inmediatamente que Newton no conocía la evolución. Pobre Sir
Isaac. Es presumible que Darwin lo hubiera convertido en un ateo
intelectualmente satisfecho y eliminado en su ciencia todo vestigio de di-
seño inteligente (el concepto de diseño inteligente figura sustantivamente
en los Principia de Newton —véase, por ejemplo, su General Scholium). Tal
vez la ciencia y nuestro conocimiento del mundo natural pudieran quedar
clarificados cuando admitiésemos que la inteligencia pudiera ser un
principio fundamental que opera en el universo.
La acusación de que el diseño inteligente presagia el fin de la ciencia y
de la racionalidad carece de fundamento. Por el contrario, la verdadera
comprensión del mundo apunta a una inteligencia que subyace a éste. Por
otra parte, la ciencia sería imposible si nuestra inteligencia no estuviera
adaptada a la inteligibilidad del mundo. La unión entre nuestra inteligencia
y la inteligibilidad del mundo no es un accidente. Tampoco puede ser
propiamente atribuida a la selección natural, que premia la supervivencia
y la reproducción, pero que no muestra el menor interés por la verdad o el
pensamiento consciente. Las muñecas sexuales son tan perfectas como el
producto de un proceso evolutivo darwiniano. Ciertamente, las muñecas-
robots son tan perfectas como el resultado de un proceso evolutivo
darwiniano.
Ya he observado que los científicos afectos al naturalismo pasaron
tiempos amargos antes de aceptar el diseño inteligente. Pero lo más
sorprendente es que los teólogos le hayan opuesto una resistencia aún
mayor. La corriente principal de la teología acepta la prevalente opinión de
que el naturalismo es un principio regulativo adecuado para la ciencia —
que la ciencia, para ser ciencia, ha de tratar a la naturaleza como un sistema
cerrado de causas naturales. Incluso sin ser naturalis
1

22 DISEÑO INTELIGENTE

tas metafísicos, los teólogos tienden a manifestarse en su gran mayoría


como naturalistas metodológicos.
Si ésta fuera su única razón para rechazar el diseño inteligente, cabría
esperar que estos teólogos practicaran sin demasiado entusiasmo, y como
una mera hipótesis de trabajo, el naturalismo metodológico. De hecho, la
misma idea de que Dios pudiera actuar no simplemente como una
influencia universal sensiblera sino como el agente que establece una
diferencia entre espacio y tiempo y asume la responsabilidad por las
características del mundo, escandaliza a muchos teólogos como anatema.
A menudo, lo que detrás de esto se esconde es una sensibilidad exagerada
ante los males del mundo y la resultante compulsión a construir una
teodicea hermética. La teodicea trata de justificar los caminos de Dios frente
a los males del mundo. El camino más fácil para conseguirlo consiste en no
permitir que Dios se ensucie las manos con el mundo. En consecuencia, son
muchos los teólogos que tienen que atender a un doble frente en su relación
con el diseño inteligente: no sólo firmar la paz con la interpretación
naturalista de la ciencia, sino atender también a la necesidad teológica de
impedir que la acción divina se muestre de manera demasiado obvia o
personal (p.ej., si Dios interviene en el mundo para hacer el bien, ¿por qué
no debería actuar para prevenir el mal?)
Este libro no pretende tratar a fondo el problema de la teodicea (de
momento acaricio la idea de publicar en un futuro próximo un libro sobre
el Génesis, la teodicea y la doctrina cristiana de la creación). Aunque la
teodicea sea sin duda el problema más espinoso que atormenta a los
teólogos en su afán de dar sentido al diseño inteligente, no es un problema
para el diseño inteligente per se. Lo que al diseño inteligente le preocupa es
comprender la evidencia de la inteligencia en el mundo natural. La
naturaleza y, en particular, las características morales de esa inteligencia,
constituyen una investigación separada. El diseño inteligente tiene
implicaciones teológicas, pero no es una empresa teológica. La teología no
incluye el diseño inteligente. Porque el diseño inteligente no es una
empresa evangélica cristiana, o genéricamente cristiana, y ni siquiera
genéricamente teísta. Todo el que desee liberarse de prejuicios teístas y
considerar la posibilidad de descubrir signos evidentes de inteligencia en
el mundo natural es un amigo del diseño inteligente. Según mi experiencia,
tales amigos se encuentran entre los budistas, hindúes, pensadores de la
Nueva Era, jungianos, parapsicólogos, vitalistas, platónicos y agnósticos
honestos, por mencionar sólo unos pocos. De lo cual
r

Prefacio 23

se desprende que el destino del diseño inteligente no depende de que se


pueda aportar o no una teodicea satisfactoria.
Aunque a lo largo de este libro dejaré de lado el problema de la
teodicea, me detendré sin embargo en la discusión de ciertas críticas del
diseño inteligente motivadas por ella. Según uno de sus críticos, Edward
Oakes, el diseño inteligente hace imposible la tarea de la teodicea. ¿Por qué
razón? Porque, según Oakes, el diseño inteligente está ligado a una burda
concepción intervencionista de la acción divina y a una metafísica de la
naturaleza de carácter mecanicista. Ninguno de estos tipos de crítica es
acertado. El diseño inteligente es justamente compatible con cualquier
forma de dirección teleológica, que no se interesa tanto por el modo de
actuar del diseño inteligente como por verificar si la acción de éste es
discernible. El diseño inteligente no requiere por tanto una concepción
intervencionista del diseño. En cuanto a la cuestión de si el diseño
inteligente requiere una metafísica mecanicista de la naturaleza, dentro del
contexto de la teología esto sería cabalmente la contrapartida de una
metafísica intervencionista de la acción divina. El diseño inteligente no
requiere ni un Dios ni un mundo entrometidos. Para esta cuestión, ni
siquiera requiere que haya un Dios. Volveré a ocuparme de Oakes en el
capítulo veinte («Receptividad de la naturaleza para la información») y en
el veintitrés («Intervencionismo»).
Según Oakes, la tarea de la teodicea cristiana es la de «mostrar que un
Dios omnipotente y benevolente puede coexistir con el mal existente en Su
creación finita» (First Things, carta al editor, Abril de 2001). La clave para
resolver el problema de la teodicea es para Oakes la reflexión de San
Agustín de que Dios no permitiría que existiera el mal a menos que pudiera
extraer de ahí el bien. Sin embargo, hablar de Dios produciendo el bien a
partir del mal podría ser justamente un modo fantasioso de decir que el fin
justifica los medios. Para evitar esta acusación, Oakes requiere que el
mundo sea contemplado «como una totalidad y bajo el dominio de la
escatología». Dicho en otras palabras, la acción divina de producir el bien a
partir del mal debe ser juzgada no sobre la base de un suceso aislado, sino
sobre la base de la totalidad de los sucesos en su relación con los últimos
propósitos de Dios respecto al mundo. Tal como ha sido expuesto, todo esto
suena a simple teodicea cristiana. Desafío a Oakes y sus compañeros a que
demuestren que el diseño inteligente, tal como ha sido desarrollado en este
libro, contradice esa teodicea.
Dejando de lado la cuestión de la teodicea, el modo de relacionar a Dios
con la teoría del diseño inteligente requiere una explicación adicio
24 D i MI ÑO I \ I F I 1G F Ni T í

nal. Tanto los creacionistas como los naturalistas afirman que el uso de los
términos «diseñador» o «inteligencia diseñadora» no es más que un truco
retórico de los teóricos del diseño para evitar la referencia explícita a Dios.
Este ardid les permite decir cuanto sea necesario para atraer la atención de
los escépticos. Pero tan pronto como el escéptico atiende a sus argumentos
en favor del diseño, sus teóricos proceden a identificar, mediante una
manipulación, al diseñador con el Dios de la fe religiosa. Mientras que el
creacionismo es directo y franco en su reconocimiento de Dios, el diseño
inteligente se muestra engañoso y furtivo.
Esta acusación es infundada. Que los teóricos del diseño se muestren
reticentes ante el uso de la palabra Dios, no tiene nada que ver con la
estrategia de esperar una buena oportunidad para introducirla. Si estos
teóricos no sacan a colación a Dios es porque el razonamiento teórico del
diseño no autoriza a introducirlo. Lo que este razonamiento teórico afirma
es que ciertas formas de comportamiento exhibidas por la naturaleza nos
remiten de manera fiable a una inteligencia diseñadora. Pero no hay
ninguna cadena inferencial que conduzca desde esos modelos finitos
indicadores de diseño que la naturaleza exhibe, hasta el Dios infinito,
personal, trascendente y creador de las grandes religiones teístas del
mundo. ¿Quién es el diseñador? Como cristiano afirmo que el Dios de los
cristianos es la última fuente del diseño que se esconde en el universo
(aunque esta respuesta deja abierta la cuestión de que Dios pueda operar
mediante causas secundarias, incluyendo las inteligencias derivadas). Pero
no hay camino alguno para tales inferencias de diseño en física o en biología
que conduzca a esta conclusión. Estas inferencias son compatibles con la
creencia cristiana pero no la presuponen. Lejos de mostrarse tímidos o
fraudulentos, si los teóricos del diseño no nos muestran a Dios es porque
respetan escrupulosamente los límites de su teoría. El diseño inteligente no
es creacionismo ni naturalismo. Tampoco es un compromiso o síntesis de
estas posiciones. Este nuevo enfoque se limita a seguir simplemente la
evidencia empírica de diseño hasta donde ésta conduzca. El diseño
inteligente es una tercera vía.
Cuando la editorial Inter Varsity Press me ofreció un contrato para que
escribiese una continuación de mi anterior libro, Intelligent Design: The
Bridge Between Science and Theology (Diseño inteligente: el puente entre ciencia
y teología) me sentí encantado de firmarlo. Intelligent Design había tenido
muy buena acogida a través de Inter Varsity, y por ello sus editores me
animaron a escribir un nuevo libro en el que se discutiesen a fondo las
cuestiones más importantes esgrimidas contra el diseño
Prefacio 25

inteligente. La más urgente en aquel momento era mostrar que tal diseño
es intelectualmente defendible, y específicamente que las críticas y
objeciones planteadas contra él tienen respuesta fácil. Consideremos por
tanto este libro como un extenso cuestionario de preguntas y respuestas que
allanen el camino para la revolución del diseño.
Los diversos capítulos se abren con una pregunta a la que sigue una
respuesta. He procurado que cada capítulo sea auto-suficiente. Ello exigía
algunas repeticiones, que he procurado reducir al mínimo. Aunque las
cuestiones en ellos contenidas pueden ser tomadas separadamente, me he
cuidado de colocarlas en progresión lógica a fin de que el libro pueda ser
leído coherentemente de principio a fin. He procurado responder a las
diversas cuestiones de la misma manera que lo haría ante una audiencia
pública —es decir, con palabras sencillas, en el lenguaje del pueblo, y por
tanto sin necesidad de extensas citas o de aparato técnico alguno. (Las
escasas notas y referencias aparecen insertas en el texto mismo). Con
seguridad, la escritura de mis respuestas me permite ser más preciso de lo
que yo mismo sería en una conversación. Pero en todo caso he procurado
que esas respuestas sean razonablemente cortas. Los capítulos de muchos
libros tienden a oscilar entre las seis y las ocho mil palabras. La mayoría de
las respuestas en éste se mueven en torno a las dos mil.
A menudo, cuando escribo o hablo sobre diseño inteligente y luego me
paro a reflexionar sobre la feroz resistencia que mi obra despierta, me
acuerdo de esas historias de Kafka en las que alguna desventurada figura
se encuentra atrapada y sofocada en una red burocrática sin fin. La
afirmación fundamental del diseño inteligente es rectilínea y fácilmente
inteligible: hay sistemas naturales que no pueden ser adecuadamente explicados
en términos de fuerzas naturales carentes de dirección y que exhiben rasgos que en
cualquier otra circunstancia atribuiríamos a la inteligencia. Esta declaración
puede ser considerada sobre la base de sus propios méritos. Contemplemos
algunos sistemas reales y efectuemos su análisis. Este libro representa mi
intento de destruir la red, la inercia psicológica y la telaraña mental que
están impidiendo que el diseño inteligente reciba una justa consideración.
En suma, es un intento por mi parte de responder al deseo expresado por
muchos de la necesidad de limpiar la propia casa.
Pero incluso así, las esperanzas que he puesto en este libro quedarían
frustradas si la limpieza de la propia casa fuera su único resultado. Junto a
esto, este libro aspira también a proporcionar una nueva y convincente
visión de la ciencia y del mundo, que la gente deseará cultivar por encon-
F

26 DISEÑO INTELIGENTE

trarla tan atractiva. Al final de su Origen de las especies observaba Darwin


que una persona equipada con su teoría «no necesitaría ya mirar a un ser
orgánico de la misma manera que el salvaje contempla un barco, como algo
totalmente más allá de su comprensión». En su tiempo, Darwin nos ofreció
una poderosa visión para entender la biología y con ello el mundo. Esa
visión se encuentra ahora vacilante, mientras una nueva se está ofreciendo
para reemplazarla. Esta nueva visión nos enseña a ver a los seres orgánicos
tal como una persona civilizada vería un barco: como un producto del
diseño inteligente. Sin embargo, no debemos contentarnos con mirar ese
diseño sólo intuitivamente; hay que saber contemplarlo de manera
objetiva, sistemática y científica, tal como el ingeniero o el arquitecto que
realmente diseñaron el barco. Mantengo la esperanza de que este libro
contribuya a hacer convincente esta nueva visión de la realidad.
Para que las ideas prosperen tienen que producir satisfacción. En su
Arte de la persuasión escribió Blaise Pascal: «La gente llega invariablemente
a sus creencias no sobre la base de la prueba, sino sobre la base de lo que
encuentra atractivo». Pascal no hablaba de la gente que creía simplemente
lo que quería creer, como en la realización de un deseo, sino más bien de
las personas que se dejaban arrastrar por ideas atractivas que cautivaban
su corazón y su imaginación. El darwinismo ha jugado ese mismo papel
ante muchos intelectuales al ofrecerles una visión convincente de la vida y
del mundo.
Mas las visiones perduran mientras pueden encontrar fundamento en
la realidad. La visión darwiniana de la vida está perdiendo rápidamente
contacto con la realidad y específicamente con la idea de diseño que
impregna el mundo a nivel bioquímico —un mundo que Darwin
desconocía absolutamente. Como ocurre con todos los paradigmas mo-
ribundos, la vieja guardia del darwinismo no podrá, parafraseando a
Dylan Thomas, penetrar muy dulcemente en esa serena noche. Muchos de
ellos se revuelven furiosos contra esa luz que se apaga. Pero pese a todo,
la visión darwiniana está en camino de apagarse para ser reemplazada por
una nueva que capture nuestra imaginación y al mismo tiempo esté
fundada en la realidad. El diseño inteligente es esa nueva visión.

William A. Dembski
Baylor University
Waco, Texas
RECONOCIMIENTOS

ESTE LIBRO LE DEBE más


a los enemigos que a los amigos. Tal como la ostra ha
de trabajar más cuando se enfrenta con una amenaza, así me ha ocurrido a
mí en la redacción de este libro. Quiero expresar por tanto mi gratitud a los
enemigos (felizmente, algunos de ellos son también amigos) por haber
dedicado tanto tiempo, esfuerzo y atención a criticar mi obra y la de mis
colegas en el movimiento del diseño inteligente. Aunque a veces poco
inspiradas y mal planteadas, las críticas han sido a menudo constructivas
y penetrantes; y por supuesto instructivas. Abrigo la esperanza de que, en
sus respuestas a esas críticas, este libro resulte del mismo modo ilustrativo.
Entre los enemigos, amigos e instituciones que han contribuido a la
redacción de este libro, quiero expresar explícitamente mis agradecimien-
tos a: Dean Anderson; James Barham; Baylor University; Michael Beaty;
Michael Behe; David Berlinski; John Bracht; Walter Bradley; J. Budzis-
zewski; Jon Buell; Calvin College; el Center for Theology and the Natural
Sciences (CTNS); Bruce Chapman; Robin Collins; Richard Dawkins;
Michael Denton; el Discovery Institute's Center for Science and Culture
(CSC); Mark Edwards; Wesley Elsberry; Barbara Forrest; the Foundation
for Thought and Ethics (FTE); Karl Giberson; Guillermo González; Bruce
Gordon; Billy Grassie; Paul Gross; Stacy Grote; la International Society for
Complexity, Information and Design (ISCID); Inter Varsity Press y mi
editor, Gary Deddo; David Lyle Jeffrey; Phillip Johnson; Steve Jones; Barry
Karr; Rob Koons; Gert Korthof; Paul Kurtz; Neil Manson; Nicholas Matzke;
Timothy y Lydia McGrew; Angus Menuge; Stephen Meyer; Kenneth
Miller; Paul Nelson; Allen Orr; Phylogenists; Massimo Pigliucci; Don Port;
Del Ratzsch; Jay Richards; Terry Rickard; Douglas Rudy; Michael Ruse;
Andrew Ruys; Donald Schmeltekopf; Thomas Schneider; Eugenie Scott;
Michael Shermer; Robert Sloan; Elliott Sober;
28 D ' ■ I \ ■ I \ r I: L I G F. \ T1:

Micah Sparacio; la Templeton Foundation; Howard Van Hill; Richard


Wein; Jonathan Wells; John West; John Wilkins; John Wilson; Jonathan Witt
y Donald Yerxa. Estoy especialmente agradecido a Jonathan Witt por la
excelente tarea realizada en la edición del manuscrito.
Finalmente, deseo elogiar a mi familia por su constante apoyo durante
mi trabajo sobre el diseño inteligente. Sus plegarias, palabras de aliento y
paciencia han sido para mí una enorme fuente de aliento y confort. Quiero
expresar especialmente mi agradecimiento a mi querida esposa Jana, como
también a sus padres John y Dorothy Van Gorp, cuyas vidas de cristiana
devoción y de amabilidad me han dejado profundamente conmovido. Este
libro está dedicado a todos ellos.
PARTE UNA

DISTINCIONES
BÁSICAS
1

DISEÑO INTELIGENTE
¿Qué es el diseño inteligente?

PENSEMOS EN EL MONTE RUSHMORE, ¿qué hay en esta rocosa formación que nos
haga pensar que se debió al designio de una inteligencia, a una inteligencia
diseñadora, y no meramente al viento y la erosión? Los objetos que
obedecen a un diseño como el Monte Rushmore exhiben rasgos o patrones
característicos que nos remiten a una inteligencia. Tales rasgos o patrones
son signos de inteligencia. Los proponentes del diseño inteligente, a los que
se los conoce como teóricos del diseño, no se contentan con considerar estos
signos como simples intuiciones. Por el contrario, insisten en estudiarlos de
manera formal, rigurosa y científica.
El diseño inteligente es la ciencia que estudia los signos de la in-
teligencia. Obsérvese que el signo no es la cosa significada. El diseño
inteligente no trata de introducirse en la mente del diseñador y dar forma
a lo que el individuo está pensando. Su meta no es la mente del diseñador
(la cosa significada) sino el artefacto fabricado por la mente del diseñador
(el signo). Lo que un diseñador esté pensando puede ser una cuestión
interesante, y es posible inferir algo sobre lo que éste piensa a partir de los
objetos diseñados que él produce (suponiendo que el diseñador se está
comportando honestamente). Pero los procesos mentales del diseñador
quedan fuera del alcance del diseño inteligente. En su condición de
programa de investigación científica, el diseño inteligente investiga los
efectos de la inteligencia, pero no la inteligencia como tal.
Lo que hace del diseño inteligente un tema tan controvertido es su
pretensión de detectar signos de inteligencia en los sistemas biológicos.
Según Francisco Ayala, la mayor hazaña de Charles Darwin fue mostrar de
qué modo la organizada complejidad de los organismos podía ser
conseguida sin necesidad de postular un designio de la inteligencia. El
32 D i s K Ñ o i \ 11 : i c i- \

diseño inteligente viene a significar, por tanto, un gran desafío directo al


darwinismo y a otros enfoques naturalistas del origen y evolución de la
vida. El diseño ha tenido una turbulenta historia intelectual. El principal
problema en los últimos doscientos años ha consistido en hallar una po-
tente formulación del diseño que pudiera hacer avanzar fructíferamente a
la ciencia. Lo que ha mantenido al diseño fuera de la principal corriente
científica desde el surgimiento del darwinismo ha sido su ausencia de
métodos precisos para distinguir los objetos inteligentemente causados de
los que deben su existencia a causas aleatorias.
Para que el diseño sea un concepto científicamente fértil, los científicos
han de estar seguros de poder determinar con seguridad si un determinado
objeto ha sido o no diseñado. Por ejemplo, Johannes Kepler pensaba que
los cráteres de la luna estaban inteligentemente diseñados por sus
habitantes. Ahora sabemos que la formación de aquellos cráteres fue el
resultado de ciegos procesos naturales (como los impactos de los
meteoritos). Ha sido este temor a atribuir falsamente algo al diseño para
luego tener que desdecirse lo que ha impedido que el diseño haya sido
incluido en el ámbito de la ciencia propiamente dicha. Mas los teóricos del
diseño afirman haber logrado formular métodos precisos para distinguir
entre objetos que son diseñados y los que no lo son. Y sostienen que estos
métodos les dan la capacidad de evitar el error de Kepler y la de detectar
con seguridad la presencia de diseño en los sistemas biológicos.
En tanto que teoría de los orígenes y de los desarrollos biológicos, la
tesis central del diseño inteligente afirma que sólo causas inteligentes
pueden explicar las complejas estructuras ricas en información de la
biología, y que esas causas son empíricamente detectables. Decir que las
causas inteligentes son empíricamente detectables es afirmar que existen
métodos bien definidos, basados en características observables del mundo,
que pueden distinguir correctamente las causas inteligentes de las causas
naturales no dirigidas. Son numerosas las ciencias naturales que han
desarrollado ya los métodos adecuados para establecer esa distinción —
notablemente la ciencia forense, la criptografía, la arqueología y la
búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI). Rasgo esencial de todos
estos métodos es su capacidad para eliminar el azar y la necesidad.
El astrónomo Cari Sagan escribió una novela sobre la SETI titulada
Contad, que más tarde fue llevada al cine con Jodie Foster como pro-
tagonista. La trama y los extraterrestres eran ficticios, por supuesto,
Diseño inteligente 33

pero Sagan tomó directamente de la práctica científica los métodos de


detección de diseño aplicados por los astrónomos de SETI en su novela.
Dicho en otras palabras: en la vida real, los investigadores de SETI no han
detectado nunca señales diseñadas del espacio lejano, pero si hubieran
detectado tales señales, como sucedió con los astrónomos de la película,
habrían inferido también su diseño. ¿Por qué los radio-astrónomos de
Contad pudieron obtener una inferencia de diseño basándose en las
percusiones y pausas que captaban en el espacio? Los investigadores de
SETI analizaban las señales recogidas en el espacio distante mediante
computadores programados para reconocer modelos preestablecidos. Las
señales que no se ajustaban a ninguno de los modelos pasaban por una
«criba» y eran clasificadas como azarosas.
Tras años de recepción de señales «azarosas» aparentemente sin
sentido, los científicos de Contad descubrieron un modelo de percusiones y
pausas que correspondía a la secuencia de los números primos
comprendidos entre 2 y 101. (Los números primos son aquéllos que sólo
son divisibles por sí mismos y por la unidad). El descubrimiento de aquel
modelo aguzó su atención y no tardaron en detectar un diseño inteligente.
Cuando ha sido captada una secuencia que comienza con dos percusiones
seguidas de una pausa, luego tres percusiones y otra pausa, y continúa
haciendo exactamente lo mismo para retransmitir la serie de números
primos hasta el 101, los científicos están autorizados a inferir la presencia
de una inteligencia extraterrestre.
Y he aquí por qué. No hay nada en las leyes de la física que necesite
unas señales de radio para tomar una forma u otra; por ello la construcción
de la secuencia de los primos es contingente en lugar de necesaria. Por su
parte, la lista de los primos es una secuencia larga y por tanto compleja.
Obsérvese que si la secuencia hubiera carecido de complejidad, podría
fácilmente haber ocurrido por azar. Finalmente, la secuencia no era sólo
compleja, sino que exhibía también un modelo o especificación
independientemente dado. (No se trataba meramente de una secuencia
cualquiera de números, sino de una serie matemáticamente significativa: la
de los números primos).
La inteligencia deja tras de sí una marca o firma característica: lo que
yo llamo complejidad especificada. Un suceso exhibe complejidad
especificada si es contingente y por tanto no necesario; si es complejo y por
tanto no repetible por azar; y si es especificado en el sentido de que muestra
un modelo independientemente dado. Obsérvese que un suceso
meramente improbable no es suficiente para eliminar el azar:
34 DISEÑO INTELIGENTE

arrojemos una moneda un número suficientemente grande de veces y


asistiremos a un suceso altamente complejo o improbable. Pero incluso así,
no tendremos razón alguna para no atribuirlo al azar.
Lo importante acerca de las especificaciones es que son objetivamente
dadas y no impuestas sin más a los sucesos posteriores al hecho. Por
ejemplo, si un arquero lanza sus flechas contra una pared y luego pintamos
ojos de buey en torno a ellas, estamos imponiendo un modelo después del
hecho. Pero si los blancos han sido fijados de antemano («especificados») y
luego el arquero acierta con toda precisión, sabemos que eso ha ocurrido
por designio.
Para determinar si los organismos biológicos exhiben una complejidad
especificada, los teóricos del diseño se centran en sistemas que sean
identificables —tales como enzimas individuales, rutas metabólicas, má-
quinas moleculares y cosas semejantes. Estos sistemas son especificados en
virtud de sus requerimientos funcionales independientes, y todos ellos
exhiben un alto grado de complejidad. Por supuesto, cuando una parte
esencial de un organismo muestra una complejidad especificada, todo
diseño atribuible a esa parte es proyectado entonces sobre la totalidad del
organismo. No es necesario demostrar que cada aspecto del organismo era
diseñado; de hecho, algunos de sus aspectos serán resultado de causas
puramente naturales.
La combinación de complejidad y especificación apuntaba de manera
convincente para los radio-astrónomos de la película Contad a una
inteligencia extraterrestre. La complejidad especificada es la marca
característica o firma identificadora de la inteligencia. Es un marcador
fiable de la inteligencia, de la misma manera que las huellas dactilares son
un marcador empírico fiable de la presencia de una persona. Los teóricos
del diseño sostienen que causas naturales ciegas son incapaces de generar
una complejidad especificada. (Véanse las partes dos y tres de la presenta
obra. Para una justificación completa, véase mi libro, publicado en el año
2000, No Free Lunch).
Esto no quiere decir que los sistemas que ocurran naturalmente son
incapaces de exhibir una complejidad especificada o que los procesos
naturales no puedan servir como canal para la complejidad especificada.
Los sistemas que ocurren naturalmente son capaces de mostrar una
complejidad especificada, y una naturaleza que opere en ausencia de una
dirección inteligente es capaz de tomar una complejidad especificada
preexistente y difundirla en su derredor. Mas ésta no es la cuestión. La
cuestión es si la naturaleza (concebida como un sistema cerrado de causas
Diseño inteligente 35

naturales intactas y ciegas) puede generar complejidad especificada en el


sentido de originarla donde no la había anteriormente.
Tomemos, por ejemplo, un grabado en madera de Durero. Este
grabado surgió por la presión mecánica sobre papel de un bloque de
madera empapado en tinta. El grabado de Durero exhibe una complejidad
especificada. Pero la aplicación mecánica de la tinta sobre el papel mediante
una pieza de madera no explica la complejidad del corte de la madera. La
complejidad especificada del grabado en madera debe ser retrotraída a la
complejidad especificada en el bloque de la madera, que a su vez tiene que
ser retrotraída a la actividad diseñadora del propio Durero (quien, en este
caso, había cincelado deliberadamente el trozo de madera). Las cadenas
causales de una complejidad especificada no terminan en una naturaleza
ciega sino en una inteligencia diseñadora.
El bioquímico Michael Behe conecta la complejidad especificada del
diseño biológico con su concepto de complejidad irreducible (Darwin's Black
Box*, 1996). Behe define un sistema como irreduciblemente complejo si consta
de diversas partes interrelacionadas en las que la eliminación de sólo una
parte destruye completamente la función del sistema. Para Behe, la
complejidad irreducible es un seguro indicador de diseño. Un sistema
bioquímico irreduciblemente complejo considerado por Behe es el
flagellum bacteriano. Este flagellum es un motor rotatorio mecánico con
una especie de cola barredora que gira a veinte mil revoluciones por minuto
y cuyo movimiento rotatorio hace navegar a una bacteria a través de su
entorno acuoso.
Behe muestra que la compleja maquinaria de este motor molecular —
que incluye un rotor, un estator, una serie de arandelas, cilindros y un eje
conductor— requiere la interacción coordinada de al menos treinta
proteínas complejas y en donde la ausencia de una sola de ellas daría por
resultado la completa pérdida de la función del motor. Behe sostiene que el
mecanicismo darwiniano se enfrenta con graves obstáculos cuando trata de
dar cuenta de tales sistemas irreduciblemente complejos. En No Free Lunch
he mostrado que la noción de complejidad irreducible de Behe constituye
un caso especial de complejidad especificada y que sistemas
irreduciblemente complejos tales como el flagellum bacteriano son por
tanto diseñados.

* La caja negra de Dancing: el reto de la bioquímica a la evolución. Editorial Andrés Bello.


Barcelona, 2000.
36 DISEÑO INTELIGENTE

De esto se sigue que el diseño inteligente es algo más que simplemente


el último de una larga línea de argumentos de designio. Los conceptos
relacionados de complejidad irreducible y de complejidad especificada
tornan las causas inteligentes en elementos empíricamente detectables y
convierten al diseño inteligente en una teoría científica totalmente
articulada que es absolutamente distinta de los argumentos de designio de
los filósofos y teólogos, o de lo que tradicionalmente se ha llamado teología
natural. Según el diseño inteligente, el mundo contiene sucesos, objetos y
estructuras que agotan los recursos explicativos de las causas naturales no
dirigidas y que sólo pueden ser adecuadamente explicados mediante
causas inteligentes. El diseño inteligente demuestra esto rigurosamente
tomando una intuición filosófica de larga tradición y sometiéndola al
análisis de un determinado programa de investigación científica. Este
programa utiliza los últimos resultados en probabilidad, en ciencias de la
computación, en biología molecular, en filosofía de la ciencia y en el
concepto de información —por nombrar sólo unos pocos. Que este
programa se muestre capaz de tornar el diseño en una herramienta
conceptual eficaz para la investigación y el entendimiento del mundo
natural, es por ahora la gran cuestión que tiene planteada la ciencia.
2

CREACIÓN

¿En qué difiere el diseño inteligente de una


doctrina teológica de la creación?

CON LA PALABRA CREACIÓN nos referimos siempre a la fuente del ser del mundo.
El diseño inteligente estudia las ordenaciones de los materiales
preexistentes que apuntan a una inteligencia diseñadora. Creación y diseño
inteligente son por tanto conceptos muy diferentes. Puede haber creación
sin diseño y diseño sin creación. Se puede mantener, por ejemplo, una
doctrina de la creación que afirme que Dios creó el mundo de manera tal
que no hay nada en el universo que indique diseño. Richard Dawkins
escribió un libro que lleva por título: El relojero ciego: por qué la evidencia de la
evolución revela un universo sin diseño. Supongamos que Dawkins llevara
razón respecto a un universo que no revela evidencia alguna de diseño. De
esto no se seguiría lógicamente que el universo no fuera creado. Es
lógicamente posible que Dios crease un mundo que no contuviese ninguna
evidencia de su intervención. Pero también es lógicamente posible que el
mundo abundase en signos de inteligencia pero que no fuera creado. Ésta
era la idea sustentada por los antiguos estoicos, quienes afirmaban que el
mundo era eterno e increado, pero que no obstante había un principio
racional que lo impregnaba en su totalidad y producía por doquier señales
de inteligencia.
Hay una historieta que clarifica la diferencia entre diseño inteligente y
creación. Un grupo de científicos se acercó a Dios sosteniendo que ellos
podían hacer todo lo que Dios hiciera. «¿Como qué?», preguntó Dios.
«Como crear seres humanos», contestaron los sabios. «Mostrádmelo», dijo
Dios. Los científicos comenzaron, «Bien, tomamos un poco de barro y
luego...», «Esperad, esperad un segundo», los interrumpió Dios, «tendríais
que fabricar vuestro propio barro». Tal como un carpintero ha de tomar un
trozo de madera ya existente para formar un determinado mueble, así
también el científico tendrá que tomar una porción de barro
38 DISEÑO INTELIGENTE

preexistente para formar un ser humano. Pero ¿de dónde provenía el barro
—el material bruto— para formar un ser humano? ¿De las estrellas? Y ¿de
dónde provenían las estrellas? ¿Del big bang? Y ¿de dónde surgió éste? ¿De
la fluctuación de un vacío cuántico? Y ¿en dónde se produjo esa
fluctuación? En algún punto debe acabar la serie de interrogantes. La
creación está pidiendo a gritos un último lugar inmóvil de explicación: la
fuente del ser del mundo. El diseño inteligente, en cambio, no se pregunta
por la última fuente de la materia y la energía, sino por la causa de sus
actuales disposiciones, particularmente de las de aquellas entidades,
grandes y pequeñas, que exhiben una complejidad especificada.
Aunque la creación y el diseño inteligente son lógicamente separables
(es posible contar con una sin tener el otro), son muchos los que mantienen
una doctrina de la creación a la vez que afirman que la creación muestra
señales claras de inteligencia. Los textos bíblicos utilizados para apoyar la
conexión entre creación y diseño inteligente incluyen el Salmo 19,1 («Los
cielos declaran la gloria de Dios; / el firmamento proclama la obra de sus
manos») y la epístola a los Romanos 1,20 («Pues desde la creación del
mundo, las cualidades invisibles de Dios — su eterno poder y divina
naturaleza— han sido claramente vistas y entendidas a partir de lo que ha
sido hecho»). Así pues, muchos de los que profesan una doctrina de la
creación son también proponentes del diseño inteligente. Para muchos
teístas es perfectamente razonable que un creador crease un mundo en el
cual quedase manifiesta la inteligencia de su creador. Es cierto que ese
creador pudo ser un maestro de la ocultación que borraba sus huellas a fin
de hacerlas indetectables. Pero en su inmensa mayoría, los teístas afirman
que el mundo natural revela la inteligencia, la sabiduría y las intenciones
de Dios.
En cambio, el modo en que el mundo exhibe ciertas trazas de diseño es
materia de disputa. Para los proponentes del diseño inteligente, el diseño
en el mundo es empíricamente detectable: podemos conocerlo cuando lo
vemos, y lo que incesantemente nos ayuda a descubrirlo, es su complejidad
especificada. Frente a este enfoque científico, es posible adoptar también un
enfoque puramente teológico del diseño. Según este último, el mundo
muestra su diseño sólo contra el telón de fondo de la experiencia de la fe
religiosa y de la concepción teológica del universo. Bajo esta concepción, el
creyente descubre el diseño en el mundo sólo a través de los ojos de la fe.
Esta atribución de diseño al mundo se convierte así en una especie de barniz
o capa teológica, no en un hecho
Creación 39

sobre el mundo que sea accesible en general tanto al creyente como al no


creyente.
Así pues, son muchos los teólogos que se oponen a la afirmación
fundamental de los teóricos del diseño de que el mundo natural exhibe
objetivamente un diseño inteligente. ¿Por qué? Para el teísta, el agente
diseñador responsable del diseño del mundo tendría que ser o bien Dios o
bien una inteligencia intermediaria creada por Dios (p.ej., ángeles,
demonios o determinados procesos naturales). Este intermediario tendría
que operar bajo la explícita dirección de Dios o, al menos, con el permiso
divino. En cualquier caso, Dios tendría que estar en último término detrás
de toda actividad diseñadora en el mundo. Así, por ejemplo, todo diseño
evidente en los sistemas biológicos complejos tendría que ser adscrito a
Dios. Para poder ser desarrollado como una teoría científica aplicable a la
biología, el diseño inteligente tendría que tener por tanto unas
implicaciones teológicas inmediatas, sobre todo en lo relativo a la acción
divina.
Los teólogos coinciden generalmente en admitir que Dios actúa en el
mundo. Pero hay también entre ellos un amplio desacuerdo respecto a la
naturaleza de esta actividad y sobre la cuestión de si alguna dimensión de
ella está abierta a la investigación empírica. Mas la teología actual se ve
paralizada ante la presencia de diversas sombras, entre las que se cuentan
una preferencia por la inescrutabilidad divina, una exagerada necesidad de
la teodicea y una teología de la naturaleza que excluya la intervención
divina. (Volveremos a tratar de estos temas en capítulos subsiguientes). En
consecuencia, teólogos y científicos teológicamente informados rechazan
con frecuencia el diseño inteligente pese a sus méritos científicos porque
éste contradice sus preconcepciones sobre la acción divina.
3

CREACIONISMO CIENTÍFICO
¿Es el diseño inteligente una forma
hábilmente disfrazada de creacionismo
científico?

Es NECESARIO SABER DISTINGUIR entre diseño inteligente y ciencia de la creación, o


creacionismo científico. La diferencia más obvia entre los dos conceptos se
encuentra en que el creacionismo científico tiene compromisos religiosos
previos mientras que el diseño inteligente no tiene ninguno. El
creacionismo científico está ligado a dos presupuestos religiosos e
interpreta los datos de la ciencia de manera que encajen con esos
presupuestos. El diseño inteligente, por su parte, no tiene compromiso
previo alguno con la religión e interpreta los datos de la ciencia sobre la
base de principios científicos generalmente aceptados. En particular, el
diseño inteligente no depende del relato bíblico de la creación. Los dos
presupuestos del creacionismo científico son:
• Existe un agente sobrenatural que crea y ordena el mundo.
• El relato bíblico de la creación del mundo registrado en el Génesis
es científicamente riguroso.
El agente sobrenatural presupuesto por el creacionismo científico es
usualmente entendido como el Dios personal y trascendente de las grandes
religiosas monoteístas conocidas, especialmente la cristiana. Se dice que
este Dios creó el mundo partiendo de la nada (o sea, sin utilizar ningún
material preexistente). Se afirma además que la secuencia de acciones que
acompañaron a esta creación de Dios corre en paralelo con el relato bíblico.
El diseño inteligente, en cambio, no trata en ningún momento de identificar
la causa inteligente responsable de este diseño en la naturaleza, ni tampoco
prescribe de antemano la secuencia de sucesos a cuyo través tuvo que
actuar esta causa inteligente.
Además de diferir en sus presupuestos, el diseño inteligente y el
creacionismo científico difieren también en el contenido de sus pro-
Creacionismo científico 41

posiciones y en sus métodos de investigación. El diseño inteligente


comienza con los datos que el científico observa en el laboratorio y en la
naturaleza, identifica en ellos modelos conocidos como indicadores de
causas inteligentes y con ello puede determinar si un fenómeno dado ha
sido o no diseñado. Para los teóricos del diseño, la conclusión de diseño es
una inferencia extraída de los datos, no una deducción basada en una
autoridad religiosa. Por otra parte, el contenido proposicional del diseño
inteligente difiere también significativamente del contenido del
creacionismo científico, puesto que este último está comprometido con las
siguientes proposiciones:
CC1: Hubo una creación repentina del universo, de la energía y de la vida
a partir de la nada.
CC2: Las mutaciones y la selección natural no son suficientes para producir
el desarrollo de todos los tipos de seres vivos a partir de un
organismo único.
CC3: Los cambios de los tipos de plantas y animales originalmente creados
ocurren sólo dentro de unos límites fijados.
CC4: Hay un progenitor separado para humanos y simios.
CC5: La geología de la tierra puede ser explicada por la vía del
catastrofismo, sobre todo por la ocurrencia de un diluvio universal.
CC6: La tierra y los seres vivos tuvieron un comienzo relativamente
reciente (del orden de miles o decenas de miles de años).
El diseño inteligente, por su parte, está comprometido con las si-
guientes proposiciones:
DI1: Complejidad especificada y complejidad irreducible son indicadores o
marcas de diseño fiables.
DI2: Los sistemas biológicos exhiben complejidad especificada y emplean
subsistemas irreduciblemente complejos.
DI3: Los mecanismos naturalistas o las causas indirectas no son suficientes
para explicar el origen de la complejidad especificada o de la
complejidad irreducible.
DI4: Por tanto, el diseño inteligente es la mejor explicación del origen de la
complejidad especificada y de la complejidad irreducible en los
sistemas biológicos.
La comparación de estas dos listas revela que el diseño inteligente y el
creacionismo científico difieren notablemente en sus contenidos.
42
DISEÑO INTELIGENTE

El diseño inteligente es modesto en lo que atribuye a la inteligencia


diseñadora responsable de la complejidad especificada en la naturaleza.
Por ejemplo, los teóricos del diseño reconocen que la naturaleza, el carácter
moral y los propósitos de esta inteligencia son temas que rebasan las
competencias de la ciencia y deben ser abordados por la religión y la
filosofía. En tanto que teoría científica, el diseño inteligente es distinto de
la doctrina teológica de la creación. Esta última presupone un creador que
origina el mundo y todos sus materiales. El diseño inteligente sólo intenta
explicar el ordenamiento de esos materiales dentro de un mundo ya dado.
Los teóricos del diseño sostienen que algunas configuraciones de la
materia, especialmente en los sistemas biológicos, apuntan claramente a
una inteligencia diseñadora.
Además de presuponer un agente sobrenatural, el creacionismo cien-
tífico presupone también la exactitud científica de la exposición bíblica de
la creación. Los proponentes del creacionismo científico tratan los capítulos
iniciales del Génesis como un texto científico y en consecuencia defienden
también literalmente una creación de seis días, la existencia histórica de
Adán y Eva, un literal Jardín del Edén real, un diluvio universal
catastrófico, etc., etc. El creacionismo científico toma el relato bíblico del
Génesis sobre la creación como punto de partida y luego trata de armonizar
el relato bíblico con los datos de la naturaleza.
El diseño inteligente, en cambio, parte de los datos de la naturaleza y
desde ellos argumenta que una causa inteligente es la responsable de la
complejidad especificada que encontramos en la naturaleza. Por otra parte,
al construir este argumento, el diseño inteligente no se apoya en anteriores
suposiciones débilmente fundamentadas, sino en métodos fiables
desarrollados en el seno de la comunidad científica para discriminar las
estructuras que han sido diseñadas de las que no lo han sido. La
dependencia del creacionismo científico de supuestos anteriores pobre-
mente mantenidos socava su condición de teoría científica. En cambio, la
dependencia del diseño inteligente de principios científicos ampliamente
aceptados asegura su legitimidad como teoría científica.
Estas diferencias entre diseño inteligente y creacionismo científico
tienen importantes implicaciones legales para el avance del diseño inteli-
gente en la plaza pública. Al formular su posición sobre el creacionismo
científico en Edwards v. Aguillard, el Tribunal Supremo citó al Tribunal de
Distrito en MacLean v. Arkansas Board of Education. Según el Tribunal
Supremo, el creacionismo científico no es exactamente similar al relato de
la creación del Génesis, sino idéntico a él de hecho, y no existe ningún
Creacionismo cien tífico 43

otro paralalelismo con ninguna otra historia de la creación. Puesto que el


creacionismo científico coincide punto por punto con las narraciones del
Génesis sobre la creación y el diluvio, el Tribunal Supremo declara que el
creacionismo científico es una doctrina religiosa y no una teoría científica.
En cambio, el diseño inteligente está a salvo de tales acusaciones de
contaminación religiosa. El diseño inteligente no es creacionismo científico
enmascarado bajo una nueva y sofisticada terminología. El diseño
inteligente no comparte con el creacionismo ninguno de los compromiso
religiosos de éste. El creacionismo científico describe el origen del universo,
su duración, los mecanismos responsables de las formaciones geológicas,
los límites del cambio evolutivo y los comienzos de la humanidad,
conformando siempre su versión de la creación a los primeros capítulos del
Génesis. En contraste con esto, el diseño inteligente no hace declaración
alguna sobre el origen o la duración del universo, no está comprometido
con ninguna geología del diluvio, puede acomodarse a cualquier grado de
cambio evolutivo, no mantiene ninguna presunción sobre el modo en que
surgieron los seres humanos y no especifica de antemano el modo en que
una inteligencia diseñadora le dio el ser al primer organismo.
En consecuencia, es erróneo e injusto confundir diseño inteligente con
creacionismo científico. El diseño inteligente es estrictamente una teoría
científica vacía de compromisos religiosos. Mientras que el creador
subyacente al creacionismo científico se conforma a una estricta y literal
interpretación de la Biblia, el diseñador que se esconde tras el diseño
inteligente no necesita ni siquiera ser una deidad. Con seguridad, este
diseñador es compatible con el Dios-creador de las grandes religiones
monoteístas del mundo, tales como el judaismo, el cristianismo y el
islamismo. Pero este diseñador es también compatible con el Dios-relojero
de los deístas, el Demiurgo del Timeo de Platón y la razón divina (o sea, el
logos spermatikos) de los antiguos estoicos. Es posible incluso mantener una
postura agnóstica respecto al diseñador, y contemplar la complejidad
especificada como un hecho bruto internamente inexplicable en términos
de azar y necesidad. A diferencia del creacionismo científico, el diseño
inteligente no prejuzga cuestiones como «¿Quién es el diseñador?», o
«¿Cómo se las arregla el diseñador para diseñar y construir las cosas?»
4

TEOLOGÍA DISFRAZADA
Aun cuando el diseño inteligente pretende
ser un programa de investigación científica,
¿no es en realidad una empresa teológica?

LA TEORÍA DEL BIG BANG tiene sin duda implicaciones teológicas, pero eso no
hace de ella una empresa teológica. El diseño inteligente también tiene
implicaciones teológicas, pero eso no lo convierte tampoco en un proyecto
teológico. El diseño inteligente es un programa emergente de investigación
científica. Sin recurrir a ninguna autoridad religiosa, sus cultivadores se
proponen mostrar clara y abiertamente al mundo científico los méritos de
este proyecto. La tesis fundamental del diseño inteligente es directa y
fácilmente inteligible: existen sistemas naturales que no se dejan explicar
adecuadamente en términos de causas naturales indirectas y que exhiben
características que en cualquier otra circunstancia atribuiríamos a la inteligencia.
Esta manifestación puede ser considerada sobre la base de sus propios
méritos. Examinemos la naturaleza, identifiquemos ciertos sistemas
naturales, analicémoslos y veamos si el análisis nos conduce al diseño.
¿Exhiben algunos tipos de sistemas naturales signos claros de inte-
ligencia? Estamos ante una cuestión científica perfectamente legítima, y su
respuesta no se deja descubrir recurriendo a fundamentos filosóficos,
teológicos o ideológicos, sino mediante una rigurosa investigación
científica. Por desgracia, el diseño inteligente tiene el camino cortado, y el
requerido análisis para responder a esta cuestión está sólo en sus
comienzos. Pero en lugar de promover una honesta valoración científica de
este programa, los críticos del diseño inteligente hacen a menudo cuánto
pueden para deslegitimar esta cuestión y conseguir que no se le preste la
atención debida dentro de la comunidad científica. En lugar de prestarse a
evaluar los méritos del diseño inteligente como proyecto
Teología disfrazada 45

científico, los tales críticos lo relegan a los ámbitos «seguros» de la religión


y la teología, donde no puede causar ningún problema (lo cual es ya de por
sí una abierta declaración de la degradación que ha sufrido la teología en
la cultura occidental).
¿Por qué se muestran los críticos del diseño inteligente tan dispuestos
a mezclarlo con la teología — y con una forma de teología tan degradada
como ésta? Darwinistas como Kenneth Millar y Robert Pennock, autores
uno y otro de voluminosos libros sobre diseño inteligente, lamentan que
sea la teología la que lo oculte como ciencia. (Véanse Finding Darwin's God
de Miller, y Tower of Babel de Pennock, ambos publicados en 1999). A lo
cual, teólogos como John Haught y Ian Barbour añaden que el diseño
inteligente no puede ser admitido jamás, ni siquiera como teología. ¿Por
qué? Y ¿por qué escribió Miller un libro con el título Finding Darwin's God
y por qué ha publicado Haught otro titulado God After Darwinl La
yuxtaposición en este caso de Dios y Darwin no es una coincidencia.
Yo sostengo que la preocupación de los críticos del diseño inteligente
por la teología no se debe a que el diseño sea eminentemente teológico, sino
al hecho de que son ellos mismos los que han construido su propia teología
(o anti-teología, como pudiera ser el caso) fundándose en el darwinismo. El
diseño inteligente significa un desafío para semejante fundamento; y por
eso sus críticos asumen que el diseño inteligente ha de ser inherentemente
teológico e igualmente su agenda teológica. De no ser por su propio y
virulento darwinismo, el mismo Freud habría visto instantáneamente esta
proyección. Los críticos del diseño inteligente recurren a un mecanismo de
defensa clásico: proyectar sobre el diseño inteligente la misma cosa que el
diseño desenmascara ante sus propios ojos: que el darwinismo,
especialmente tal como ha sido asumido por la elite intelectual de nuestros
días, se ha convertido en un proyecto teológico.
Consideremos el comentario de Barbour a la reunión de la American
Academy of Religión (Nashville, 19 de Noviembre de 2000). En aquella
reunión Barbour sostuvo que el diseño inteligente era una forma de
teología natural, una designación a la que en el actual diálogo entre ciencia
y religión se le concede un estatuto de segunda clase. Mas ¿cuál es la
alternativa de Barbour a la teología natural? Estas son sus propias palabras:
«Mi propio enfoque no es la teología natural, sino una teología de la
naturaleza en la cual pueda uno preguntarse de qué modo la naturaleza,
tal como la entiende la ciencia, está relacionada con lo divino, tal como
entiende este concepto la experiencia religiosa de una
1

46 D ISEÑO INTELIGENTE

comunidad histórica». Al ofrecer una teología de la naturaleza en lugar de


una teología natural, Barbour se propone capturar el fundamento
intelectual superior.
Mas ¿por qué piensa así Barbour? Y por otra parte, ¿por qué en una
alocución a la American Academy of Religión necesita insistir Barbour en que
los abogados del diseño como Huston Smith «subestiman el peso de la
evidencia que favorece la teoría neo-darwiniana»? ¿Por qué en esa misma
charla subraya Barbour que «la explicación científica es completa en su
propio nivel» y que «los científicos han de asumir el naturalismo
metodológico, es decir, buscar explicaciones en términos de causas na-
turales»? ¿Por qué se empeña Barbour en perpetuar el mito de que «el Dios
de las oquedades ha retrocedido constantemente en la historia de la
moderna ciencia» cuando esta historia está llena de casos en los que los
científicos pensaban haber resuelto un problema sólo para descubrir más
tarde que no era así? En resumen, ¿por qué está tan interesado un teólogo
como Barbour en preservar el darwinismo y la concepción naturalista de la
ciencia que lo acompaña?
Evidentemente, la respuesta es que Barbour ha construido su «teología
de la naturaleza», como él mismo la llama, sobre tales fundamentos
naturalistas. En concreto, Barbour presupone que la naturaleza es un
sistema completo de causas naturales y que el mecanicismo darwiniano es
el instrumento mediante el cual ha emergido la complejidad biológica en el
seno de la naturaleza. Consecuencia de todo esto es que el diseño
inteligente no puede aparecer ante sus ojos más que como una empresa
absolutamente teológica. Pero el diseño inteligente no es en absoluto una
aventura teológica. Si lo parece, es porque en tanto que teoría científica que
amenaza al darwinismo, el diseño inteligente amenaza también al edificio
teológico que el propio Barbour ha construido sobre el darwinismo.
Amenazar los cimientos es amenazar también al edificio construido
sobre ellos. Ese edificio teológico, que Barbour entiende como una teología
de la naturaleza, es correctamente entendido como una teología natural.
Por supuesto, no se trata de una teología natural de la variedad clásica
ejemplificada por la frase «no hay por qué asombrarse de que nuestras
piernas tengan exactamente la longitud necesaria para alcanzar el suelo»,
con la que frecuentemente se ha caricaturizado el discurso de los teólogos
naturales británicos. (De hecho, algunos de ellos, como Ro- bert Boy le,
fueron muchísimo más sutiles de lo que ordinariamente se les reconoce).
Pero la tendencia básica de la teología natural —apoderarse de
47
Teología disfrazada

la ciencia del momento, bautizarla, y utilizarla luego como marcapasos


teológico— está ciertamente presente en la obra de Barbour.
Una buena cantidad de teología y anti-teología ha sido edificada sobre
los cimientos del darwinismo. (El teórico del diseño inteligente Cornelius
Hunter registra con detalle esa producción en su libro Darwirís God). La
anti-teología de Richard Dawkins, Daniel Dennett y William Provine es
bien conocida. Pero habría que explorar también la teología positiva
construida sobre el darwinismo porque su conexión con otras teologías
más tradicionales no es siempre clara. Al describir su teología de la
naturaleza, por ejemplo, Barbour caracteriza la tarea del teólogo como una
investigación sobre «el modo en que la naturaleza tal como la entiende la
ciencia está relacionada con lo divino tal como lo entiende la experiencia
religiosa de una comunidad histórica». Dada la descripción que ofrece
Barbour de su teología de la naturaleza, podemos preguntar ahora: ¿que es
exactamente «lo divino tal como lo entiende la experiencia religiosa de una
comunidad histórica»? Las teologías tradicionales — sea que se trate de la
judía, la cristiana, o la mahometana— toman como dato básico la revelación
divina (p.ej., Dios hablando a Moisés en el Monte Sinaí) y consideran que
la revelación ha sido encapsulada en inspirados y autorizados textos que
tienen un sentido objetivo y que obligan a los creyentes.
Pero la revelación divina no es el factor decisivo para Barbour y otros
que construyen su teología con los resultados de la ciencia. El factor
decisivo para ellos es el modo en que «se entiende a lo divino desde la
experiencia religiosa de una comunidad histórica». Todo el énfasis está
puesto aquí en la comprensión de la comunidad religiosa y no en la propia
revelación divina, que dentro de las teologías tradicionales es
primariamente la razón para la formación de esas comunidades. En última
instancia, lo decisivo para Barbour es la manera en que la comunidad, tal
como está constituida en la actualidad, entiende su experiencia religiosa.
Con esto no pretendo sugerir, sin embargo, que esta fuente de reflexión
teológica sea irrelevante para lo que yo llamo teología tradicional. Pero al
subrayar nuestra actual comprensión de la experiencia religiosa como algo
opuesto a nuestra obligación de alinearnos con una revelación objetiva,
Barbour está abriendo la puerta a un re-entendimiento radical de lo divino
a medida que va evolucionando la experiencia religiosa de la comunidad
de creyentes. Y ésta evoluciona a la luz del darwinismo. Una vez que el
darwinismo condiciona la experiencia religiosa, la teología ex-
48 DISEÑO INTELIGENTE

perimenta una irresistible necesidad de universalizar la evolución como


principio que se aplica incluso a lo divino. Así, el Dios inmutable de la
teología tradicional cede el paso al Dios evolucionado de las teologías del
proceso. Y así también, el teísmo tradicional con su trascendencia rigurosa
abre el camino al panteísmo con su trascendencia modificada, en el cual
Dios es inseparable y dependiente del mundo.
Quisiera subrayar aquí que en modo alguno estoy defendiendo la su-
perioridad de uno u otro enfoque de la teología (aunque, evidentemente,
tengo mis propias preferencias). Mi argumento es simplemente que el
darwinismo tiene implicaciones radicales para la teología, y que con su
recusación del darwinismo, el diseño inteligente presupone igualmente
otra serie de implicaciones radicales para la teología. Pero esto no quiere
decir que el diseño inteligente sea una empresa teológica, como tampoco lo
es el darwinismo. Concebido como una teoría sobre el modo en que la
complejidad ha emergido en la historia, el darwinismo es una teoría
científica. El diseño inteligente, concebido también como una teoría sobre
las limitaciones inherentes a las causas naturales aleatorias para generar
complejidad biológica, junto a la necesidad de la inteligencia de superar
esas limitaciones, es igualmente una teoría científica.
No es de extrañar por tanto que el diseño inteligente sea un tema tan
controvertido. Este enfoque no es solamente un reto para las altas
jerarquías del darwinismo, sino que ahonda también la brecha existente
entre la cultura popular, que se inclina más hacia el lado del diseño
inteligente, y la cultura superior, que lo rechaza de plano en favor del
naturalismo darwiniano. Nuestras intuiciones comienzan invariablemente
por el diseño. Sólo tras ser adecuadamente educados (adoctrinados)
abandonamos esas intuiciones. Incluso el archi-escéptico Michael Sher- mer
lo admite en buena parte en su libro How We Believe. Los norteamericanos
creen abrumadoramente en Dios. Según un sondeo realizado por Shermer
entre diez mil personas, la razón principal que inducía a la gente a creer en
Dios eran el orden y la complejidad que observaban en el mundo natural y
la evidencia de diseño que, supuestamente, todo esto les suministraba.
El problema a resaltar es que nuestras habituales intuiciones relativas
al diseño son incoadas, preteóricas y teológicas. Por su parte, nuestras
razones para rechazar el diseño como resultado del darwinismo han sido
ampliamente desarrolladas y directamente anunciadas sin evidentes
compromisos teológicos anteriores. El diseño inteligente corrige esta
disparidad colocando esas incoadas y preteóricas intuiciones de diseño
49
Teología disfrazada

sobre un fundamento firme y racional, y distinguiendo cuidadosamente


entre el diseño y la teología (especialmente la teología natural).
Es natural que los darwinistas, educados en el mantenimiento del alto
fundamento intelectual, se muestren reluctantes a abandonar su
monopolio sobre la cultura superior. La cuestión es si van a continuar
representando falsamente al diseño inteligente como una empresa teo-
lógica para insuflarle artificialmente su teoría sobre la competición, o si,
motivados por razones morales, decidirán abrir algún día a la discusión
científica las cuestiones que el diseño inteligente plantea. Por no tener una
idea de la naturaleza humana particularmente optimista, creo que los
darwinistas continuarán con su estrategia habitual de representar
falsamente al diseño inteligente y continuar ascendiendo hacia su mo-
nopolio sobre la educación biológica mientras un público intimidado se lo
permita. Así pues, mi esperanza para el éxito del diseño inteligente no está
puesta en los darwinistas, sino en una generación más joven de estudiantes
que pueda considerar despasionadamente las manifestaciones
competitivas del darwinismo y del diseño inteligente.
5

MOTIVACIÓN RELIGIOSA
¿Acaso el verdadero motivo del diseño
inteligente pueda ser el temor de que las
teorías evolucionistas, y el darwinismo en
particular, desplazaran algún día toda
necesidad de Dios?

SEGÚN ALGUNOS CRÍTICOS del diseño inteligente, la oposición que muestran los
teóricos del diseño al darwinismo no es achacable a una preocupación por
la verdad, sino a un temor profundamente asentado de que el darwinismo
pueda destruir algún día la moralidad y las creencias religiosas
tradicionales. Para estos críticos es inconcebible que, una vez informado
adecuadamente de la teoría de Darwin, nadie pueda resistirse a adoptarla
de todo corazón, y mucho menos a ponerla en duda. Es como si la teoría
darwiniana fuera una de esas ideas claras y distintas de Descartes que
inmediatamente provocan el asentimiento. Parece, pues, evidente que la
oposición de los teóricos del diseño a la teoría de Darwin está indicando
alguna motivación oculta, como, por ejemplo, el deseo de reforzar la moral
tradicional o la de ser un fanático fundamentalista.
Quede claro, sin embargo, que la oposición de los teóricos del diseño a
la teoría darwiniana se apoya en razones estrictamente científicas. Sí, los
teóricos del diseño estamos profundamente interesados por las
implicaciones teológicas y culturales que arrastrará consigo el inminente
derrumbe del darwinismo y su reemplazo por el diseño inteligente. Pero la
razón de que nosotros tomemos tan en serio estas implicaciones está en que
el darwinismo es, dicho en sus propios términos, una teoría científica
devaluada por su exceso de propaganda y su ambición ilimitada.
El darwinismo ha alcanzado el estatuto de ciencia inviolable. Por eso,
los teóricos del diseño se topan con un dogmatismo férreo cuando desafían
a la teoría de Darwin. El problema no es que los darwinistas
Motivación religiosa 51

se nieguen a mantener su teoría de manera provisional o tentativa. Ningún


científico con una carrera dedicada a una teoría científica está dispuesto a
abandonarla fácilmente. De por sí, la ausencia de provisio- nalidad en un
científico no supone ningún peligro para la ciencia. Sólo se convierte en tal
cuando esa actitud se torna en dogmatismo. Típicamente, la ausencia de
provisionalidad en un científico respecto a una teoría científica sólo
significa que el tal científico está convencido de que su teoría es
sustancialmente correcta. Los científicos están plenamente autorizados a
mantener tales convicciones. Pero los que mantienen sus teorías
dogmáticamente se empeñan en afirmar que sus teorías no pueden ser
incorrectas. Y lo que es aún peor, los científicos que se aferran a su
dogmatismo piensan que sus teorías son inviolables y que sus críticos son
seres moral e intelectualmente deficientes.
¿Cómo puede un científico evitar caer en el dogmatismo? El único
camino que conozco consiste en plantarse valientemente ante el espejo y
decirse con frecuencia: Soy un ser humano falible. Puedo engañarme. Puedo
estar absolutamente equivocado. Puedo estar desesperada e irremisiblemente
confundido —y ser consecuente con estas palabras. No basta con pro-
nunciarlas. Es necesario tomarlas muy en serio y admitir que pueden ser
aplicables incluso a nuestras creencias científicas más arraigadas. (Este
mandato es válido tanto para los teóricos del diseño como para los
darwinistas). La falibilidad humana es algo muy real y puede acecharnos
en los lugares más inesperados.
Lina simple inducción a partir de fracasos científicos pasados debería
bastar para convencernos de que lo único que no puede hacernos dudar es
la posibilidad de poder estar equivocados. Este escepticismo auto-
destructivo está más profundamente inmerso en nuestro ser que incluso el
escepticismo cartesiano, que siempre admite la existencia de algunos
dominios privilegiados de conocimiento inmunes a la duda. (Para
Descartes, esos dominios son la matemática y la teología). Igualmente está
más profundamente arraigado que el escepticismo selectivo de los actuales
escépticos profesionales, para quienes el darwinismo y el naturalismo son
conceptos no negociables (véase el capítulo veintiocho). Al mismo tiempo,
este escepticismo auto-destructivo es compatible con una firme creencia en
la investigación humana y en su capacidad de hacer inteligible el mundo
en que vivimos. La convicción con la que los estudiosos mantienen sus
teorías científicas es sin duda, y siempre que esté libre de dogmatismo, otra
manifestación de esa fe. La empresa científica es para esta fe una actividad
sumamente valiosa, incluso
52 DISEÑO I X T E L I G E N I I

aunque algunas de sus particulares manifestaciones y teorías pudieran ser


derrocadas. Esta actitud no es en modo alguno el reflejo de una fe arbitraria,
sino, por el contrario, de una fe que sabe mantenerse prudente y cauta.
Admite la posibilidad de error no como un obstáculo para el conocimiento,
sino como una base para la humildad; una humildad que siempre desea
preguntar y comprobar a fin de asegurarse de que no nos engañamos a
nosotros mismos. Es una fe que deja espacio a la duda.
En el lugar de esa fe, el dogmatismo coloca una certeza no razonada en
una serie de afirmaciones y teorías de la ciencia particulares. El problema
con el dogmatismo está en que siempre es una forma de autoengaño. Si
Sócrates nos enseñó algo, fue que siempre sabemos bastante menos de lo
que pensamos saber. El dogmatismo nos engaña al hacernos creer que
hemos alcanzado el dominio definitivo de algo y que la divergencia de
opinión es en este caso vana o inútil. El autoengaño es el pecado original
porque nos miente al hacernos creer que el auto-engaño es imposible.
Richard Feynman lo expresó de este modo: «El primer principio es que no
debes engañarte a ti mismo, y que tú eres la persona más fácil de engañar».
Feynman estaba particularmente interesado en la aplicación de este
principio a la comprensión pública de la ciencia: «No deberías engañar al
hombre de la calle cuando estés hablando como científico.... Estoy hablando
aquí de un tipo específico y más exigente de integridad que es [más
profundo que] no mentir, pero que se vuelve contra uno mismo para
mostrarnos de qué modo podemos tal vez estar equivocados». (Véase la
autobiografía de Feynman, Surely You're Joking, Mr. Feynman!)
Por desgracia, el sensato consejo de Feynman queda casi invariable-
mente olvidado tan pronto como se pone en duda la teoría de Darwin.
Difícilmente puede darse un libre y abierto intercambio de ideas cuando el
biólogo Richard Dawkins afirma, «Es absolutamente inútil decir que
cuando uno se encuentra con alguien que afirma no creer en la evolución,
esa persona es ignorante, estúpida o demente (o perversa, pero he preferido
no considerar esta posibilidad)». (Dawkins hacía esta observación en su
crítica aparecida en 1989 en el New York Times del libro Blueprints de Donald
Johanson y Maitland Edey). Tampoco ayuda mucho el filósofo Daniel
Dennet cuando recomienda en Darwin’s Dangerous Idea poner en
cuarentena a los padres religiosos que prohíben que se enseñe a sus hijos la
teoría de la evolución. Por su parte, el escéptico Michael Shermer promueve
el estudio del mecanismo darwiniano de la selección natural cuando
anuncia en Why People Believe Weird Things: «Nadie, y con
Motivación
religiosa 53

esto quiero decir absolutamente nadie, que trabaje en este campo discute si
la selección natural es la fuerza impulsora de la evolución, y mucho menos
si la evolución tuvo o no lugar alguna vez».
Estas observaciones, y la arrogancia que manifiestan, no contribuyen
en nada a suavizar la actual controversia sobre la evolución darwinia- na.
Las urnas del instituto Gallup indican fehacientemente que sólo
aproximadamente un 10 por ciento de la población acepta el tipo de
evolución defendido por Dawkins, Dennett y Shermer —es decir, esa
evolución en la que su fuerza impulsora es el mecanismo de selección
darwiniano o algún otro mecanismo puramente natural. El resto de la
población se decanta por una forma u otra de diseño inteligente. Recurrir a
una mayoría de nombres americanos o poner en cuarentena a los que no
muestran una suficiente simpatía hacia el darwinismo, no es el camino que
impulsa a la ciencia hacia adelante. No es esta vía el mejor modo de que
una teoría científica se gane adeptos por los méritos de su evidencia.
Innecesario es decir que la ciencia no es asunto que se decida por una
encuesta de opinión. Sin embargo, el aplastante rechazo de la evolución
darwiniana por parte de la inmensa mayoría de la población americana
tiene un peso. Aunque Shermer exagera cuando afirma que ningún
investigador en biología duda del poder de la selección natural, podría
ciertamente llevar razón si aclarara que ésta es la posición mayoritaria entre
los biólogos. ¿Por qué, entonces, no ha logrado la comunidad biológica
convencer al público de que la selección natural es la fuerza impulsora
oculta tras la evolución, y que esta fuerza así concebida (es decir, la
evolución darwiniana) puede dar perfectamente cuenta de la total
diversidad de la vida? La cuestión merece ser tenida en cuenta pues en la
mayoría de las restantes áreas de la ciencia, el público prefiere suscribir el
juicio autorizado de la comunidad científica. (No olvidemos que la ciencia
goza de un considerable prestigio en nuestra cultura). ¿Por qué no se da
aquí este caso? Tan arraigada como está en nuestra cultura la controversia
fundamentalismo-modernismo, la usual respuesta a este interrogante es
que los fundamentalistas religiosos, cegados por sus prejuicios dogmáticos,
se niegan gustosamente a reconocer el abrumador caso de la evolución
darwiniana.
El problema con esta explicación está en que, en el sentido de un es-
tricto literalismo bíblico, el fundamentalismo es una postura minoritaria
entre los creyentes religiosos. La mayoría de las tradiciones religiosas no
considera una virtud el hecho de alejarse de la cultura. Pese a las incur
54 DISEÑO INTELIGENTE

siones de la postmodernidad, la ciencia conserva un prestigio cultural


enorme. Por sus cuatro costados, el mundo religioso vive en armonía con
el mundo científico. Los creyentes religiosos aceptan en su mayor parte que
las especies han experimentado cambios sustanciales durante el curso
natural de la historia y que, por tanto, ha habido evolución en algún
sentido. (Considérese, por ejemplo, la admisión de la evolución en 1996 por
el Papa Juan Pablo II en su escrito dirigido a la Academia Pontificia de
Ciencias titulado «La verdad no puede contradecir a la verdad*»). La
cuestión que preocupa a los creyentes religiosos y al público en general es
el alcance del cambio evolutivo y el mecanismo que subyace a este cambio
—en particular, la de si los mecanismos materiales solos son suficientes
para explicar la totalidad de los seres vivos. Dicho en pocas palabras: la
razón real que empuja al público a continuar resistiéndose a la evolución
darwiniana es que su mecanismo de variación aleatoria y la selección
natural le parecen inadecuados para explicar la exuberante diversidad de
la vida.
Al leer las publicaciones de la National Academy of Sciences, del National
Center for Science Education y de la National Association of Bio- logy Teachers,
se obtiene con frecuencia la impresión de que el rechazo del público a
aceptar la evolución darwiniana proviene de un defecto en la educación.
Pues, más o menos, todas estas publicaciones vienen a decir que si fuera
posible conseguir que el público comprendiera adecuadamente la teoría de
Darwin, estaría dispuesto a suscribirla sin reparo alguno. ¡Qué singular
suposición, dado el virtual monopolio en educación biológica que los
darwinistas mantienen en Norteamérica! De ocurrir así, un
fundamentalismo estúpido no tardaría en apoderarse de las mentes de la
mayoría de los americanos. Pues ¿qué otra cosa podría frenar la inmediata
y calurosa aceptación del darwinismo, excepto el prejuicio religioso?
Así pues, lo que muchos darwinistas anhelan no es justamente una
comunicación más eficaz para promover el darwinismo en las aulas
norteamericanas de biología, sino una política educacional y cultural
reforzada para la total reprogramación mundial y lo suficientemente
agresiva para capturar y convertir al darwinismo incluso a los elementos
más recalcitrantes de una juventud «religiosamente programada». Ésta

* El «Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II a los miembros de la Academia Pontificia de
Ciencias» del 22 de octubre de 1996 puede leerse íntegramente en castellano en
http://www.vatica.va/holy_father/john_paul_ii/messages/pont_messages/1996/ documents/
hf_jp-ii mes_19961022_evoluzione_sp.html
r Motivación religiosa
55

es la razón de que algunos darwinistas como Dennet —según todas las


apariencias un activo miembro y abogado de la democracia— fantaseen
sobre la posibilidad de poner en cuarentena a los padres religiosos. A los
darwinistas convencidos como él, les parece ridículo que la falta pudiera
estar en su teoría y que el público se interesase por descubrir fallos en ella.
Pero esto es exactamente lo que está sucediendo.
El público no tiene por qué avergonzarse de no creer en el darwinis-
mo y criticarlo abiertamente. La mayoría de las teorías científicas actuales
son inicialmente publicadas en revistas especializadas o en monografías
dirigidas a los expertos, quienes, supuestamente, poseen la preparación
técnica y la competencia adecuadas (véase el capítulo cuarenta y uno). No
sucede así con la teoría de Darwin. La fuente clásica para la teoría de
Darwin continúa siendo su Origen de las especies. Con este libro, su autor
puso directamente en manos del gran público su propia teoría. Algunos
darwinistas contemporáneos continúan esta tradición, y así los libros de
Richard Dawkins, Daniel Dennett, E. O. Wilson, el último Stephen Jay
Gould y de una larga serie de biólogos y filósofos obedecen al propósito
de convencer directamente a un público escéptico de los méritos de la
teoría de Darwin. Estos mismos autores alaban al público cuando éste
encuentra convincentes sus argumentos. Mas cuando el público no se deja
convencer, la alabanza se torna en condena e incluso en vilipendio. La
marca del dogmatismo es premiar la conformidad y castigar el
disentimiento. Si la ciencia contemporánea está realmente inserta en la
cultura del discurso racional, entonces tendrá que repudiar el dogmatismo
y el autoritarismo en todas sus manifestaciones.
¿Por qué encuentra el público el caso del darwinismo poco con-
vincente? Dejando de lado al fundamentalismo, la tesis darwiniana de que
la variación aleatoria y la selección natural pueden generar la total
diversidad biológica de los organismos, se le aparece a la gente como una
injustificada extrapolación de los limitados cambios que ese mecanismo
produce en la práctica. La difícil evidencia empírica del poder del
mecanismo darwiniano es realmente bastante limitada (p.ej., la variación
del pico del jilguero, los cambios de coloración en las flores, la generación
por parte de las bacterias de una resistencia a los antibióticos). Por ejemplo,
el pico del jilguero varía de acuerdo con la presión ambiental. El
mecanismo darwiniano opera en este caso y explica los cambios que
nosotros observamos. Pero se supone igualmente que es ese mismo
mecanismo darwiniano el que explica también el modo en que surgieron
los jilgueros por vez primera. Lo cual no es más que
56 57
DISEÑO INTELIGENTE Motivación religiosa

una extrapolación. Los darwinistas estrictos consideran perfectamente Clause el currículum de las escuelas públicas ha de tener un objetivo secular.
plausible este proceder. Pero el público no queda convencido. Mas, por estar religiosamente motivado, se afirma que el diseño inteligente
Mas ¿debería el público disentir de los científicos? Después de todo, tiene un propósito religioso y no debe por tanto formar parte del curriculum
ellos son los expertos. Pero ¿de qué científicos tendrían que diferir? Es científico de la escuela pública.
cierto que la mayor parte de la comunidad científica acepta el darwinismo. El problema oculto en este argumento es que entremezcla motivación
Mas la ciencia no se decide en las urnas, y la aceptación del darwinismo y propósito. La distinción entre motivación y propósito es sumamente clara
entre los científicos no es exactamente universal. La teoría del diseño en el contexto de un tribunal de justicia, pero típicamente se esfuma en las
inteligente está ganando rápidamente abogados en los niveles superiores discusiones sobre diseño inteligente. Si usted entra en casa de su madre y
de la academia, tanto en el campo de las humanidades como en el de las la asfixia con un almohadón, al tribunal que va a juzgarlo no le interesan
ciencias. (Para comprobarlo basta con abrir www.iscid.org, la página Web sus motivos. ¿Eran quizá obtener una herencia más rápidamente, o dar fin a
de la International Society for Complexity, Information and Design). Que una antigua querella, o acceder compasiva y apenadamente a sus ruegos
el diseño inteligente derroque o no finalmente al darwinismo, no es de que pusiera fin a sus actuales tormentos? La justicia no se interesa por
cuestión que aquí se discuta. La cuestión es si la comunidad científica está semejantes motivos (al menos no principalmente). El que usted sea acusado
dispuesta a abandonar el dogmatismo y admitir como posibilidad que o no de asesinato depende de que usted tuviera el propósito de acabar con
incluso sus opiniones más fundadas pudieran estar equivocadas. su vida.
Los darwinistas no se plantearán jamás esta alternativa. En lugar de En esta distinción, la motivación se refiere a las razones que nos
ello, seguirán aferrándose a la lógica circular de definir a los verdaderos impulsan a actuar, mientras que el propósito se refiere al modo en que
científicos como aquellos que aceptan el darwinismo. Habiendo dado por canalizamos o dirigimos nuestras acciones en respuesta a nuestros motivos.
inexistente la oposición científica, hacen pública entonces su dudosa afir- El propósito da expresión a nuestros motivos. De esto se sigue que no es
mación de que cuando una comunidad científica apoya umversalmente necesario que haya una correlación entre la validez de motivos y la validez
una determinada posición, ésta debe ser correcta. Tales manifestaciones de propósitos. Alguien podría tener buenos motivos, pero ser malvado al
son indignas de la ciencia. Los científicos se han equivocado en el pasado y implementarlos y tener de este modo propósitos malignos. Por ejemplo,
continuarán haciéndolo en el futuro, tanto en detalles nimios como en motivado por el deseo de acabar con la violencia urbana, alguien podría
materias ampliamente conceptuales. El darwinismo es una teoría científica hacerse vigilante. Por otra parte, es posible tener motivos malos pero
que intenta explicar la historia de la vida; pero no es posiblemente la única intentar conferirles realidad mediante propósitos que (felizmente)
que pueda hacerlo. Es una teoría ampliamente discutida que se enfrenta a producen más bien que mal. Por ejemplo, motivado por el odio y el temor
las más incisivas críticas y que, al igual que cualquier otra teoría científica, hacia una minoría étnica de compañeros de trabajo, uno podría empeñarse
necesita encararse periódicamente con la realidad. en buscar en otra empresa un mejor empleo y un trabajo mejor pagado.
Un examen de la realidad consiste en determinar si el diseño inte- Así pues, siempre que el National Center for Science Education, la
ligente puede ser legítimamente enseñado en los cursos sobre ciencia de la
American Civil Liberties Union y otras organizaciones afirmen que el diseño
escuela pública. Los oponentes del diseño inteligente tratan de argumentar
inteligente está religiosamente motivado y por tanto no merece el mismo
que puesto que muchos de sus proponentes son creyentes religiosos
respeto que otras ideas que puedan ser legítimamente discutidas en la
deseosos de asistir al triunfo del diseño inteligente como vía de renovación
academia, habrá que distinguir claramente entre motivación y propósito.
científica y cultural, el diseño inteligente está por tanto religiosamente
En la medida en que el diseño inteligente tenga un objetivo secular
motivado y no debe ser legítimamente enseñado en las escuelas públicas.
demostrable —el avance de la ciencia, el enriquecimiento del currículum
Según el Lemon Test, que por vez primera fue enunciado por el Tribunal
científico, la prevención de la discriminación por puntos de vista, la
Supremo en Lemon versus Kurtzman y en el cual se especifica si algo es o no
promoción de la libertad académica— su motivación, incluso si es religiosa,
religioso, para los fines de la Establislvnent
será legalmente irrelevante.
59

6 del diseño manifiesto por una parte y del diseño óptimo por otra. El diseño
inteligente subraya que el diseño es producto de una inteligencia real, pero
deja enteramente abiertos los atributos o cualidades de esa inteligencia.
DISEÑO ÓPTIMO En cambio, el diseño aparente afirma que el diseño no es real. Por
¿Por qué colocar la palabra inteligente a ejemplo, Richard Dawkins comienza su libro El relojero ciego con esta cita:
continuación de diseño? Una buena parte «La biología es el estudio de cosas complicadas que tienen la apariencia de
del diseño existente en la naturaleza es haber sido diseñadas para un fin». Y a continuación emplea Dawkins
cualquier cosa menos inteligente. trescientas páginas adicionales para argumentar que tal diseño es sólo una
apariencia y no una realidad. El diseño aparente es por tanto la negación
del diseño inteligente.
Muchos biólogos procuran soslayar el diseño inteligente y la evidencia
de éste moviéndose entre el diseño aparente y el diseño óptimo. Para
defender el diseño aparente se apoyan simplemente en un darwinismo
puro y no contaminado. Y para atacar al diseño inteligente, sustituyen a
éste por un hombre de paja e identifican el diseño inteligente con el diseño
tiene dos significados. Uno se refiere simplemente a la
LA PALABRA INTELIGENTE óptimo. A fin de hacer el diseño inteligente tan poco plausible como les sea
actividad de un agente inteligente, aun en el caso de que éste actúe de posible, definen entonces el diseño óptimo como un diseño perfecto que
manera estúpida. El otro puede significar que un agente inteligente ha supera a todo posible criterio de optimización. (Es presumible que todo lo
obrado con habilidad y pericia. La ausencia de esta distinción podría que se mantuviese por debajo de este nivel, no sería digno de un diseñador
generar confusión respecto al concepto de diseño inteligente. Esto me inteligente). Puesto que los diseños reales comportan siempre
ocurrió a mí durante el curso de una entrevista por radio. El escéptico transacciones y compromisos, los diseños globalmente óptimos en todo
Michael Shermer y el paleontólogo Donald Prothero me estaban entrevis- respecto no pueden existir salvo en un ámbito idealizado (llamado a veces
tando en la National Public Radio. A medida que la discusión transcurría, mi un «cielo platónico») y absolutamente alejado de los diseños reales de este
sorpresa iba en aumento al comprobar cuán distinto era el sentido que ellos mundo. A diferencia del diseño inteligente, tanto el diseño aparente como
le daban a la expresión «diseño inteligente» del sentido en que nuestra el óptimo se están refiriendo a un diseño que carece de significación
comunidad lo utiliza. práctica.
Shermer y Prothero entendían la palabra inteligente en la expresión La asimilación de todo diseño biológico al diseño aparente o al óptimo
«diseño inteligente» en el sentido de diseño perfecto o juicioso. Ambos soslaya la cuestión central que está exigiendo una respuesta: si hay
presumían por tanto que el diseño inteligente debía entrañar diseño realmente diseño en los sistemas biológicos con independencia de los tipos
óptimo. La comunidad del diseño inteligente, por su parte, entiende la de atributos adicionales que tales sistemas puedan poseer (como la
palabra inteligente en la expresión «diseño inteligente» simplemente como optimalidad, por ejemplo). Los automóviles que salen de las cadenas de
el medio o instrumento utilizado en el diseño (sin presunción alguna de montaje de Detroit están inteligentemente diseñados en el sentido de que
habilidad o maestría), con lo cual separa el concepto de diseño inteligente las inteligencias humanas son responsables de ellos. Sin embargo, aunque
de toda idea de perfección en el diseño. pensáramos que de las plantas de Detroit salen los mejores coches del
Pero ¿por qué colocar entonces el adjetivo inteligente inmediatamente mundo, seguiría siendo falso decir que esos automóviles están
detrás del nombre diseño? ¿Acaso no incluye ya el concepto de diseño la óptimamente diseñados. Pero tampoco sería correcto decir que sólo están
idea de una agencia inteligente, haciendo que la yuxtaposición de las dos aparentemente diseñados (y, sin duda, no por la razón de que no lo estén
palabras resulte redundante? La redundancia queda aquí soslayada porque óptimamente). ¿Se esconde tal vez aquí una razón
la noción de «diseño inteligente» exige que ésta sea distinguida
60 Dis¡:\o ¡ \ • i , :;, i \ i p

mínimamente sensata para insistir en que los teóricos del diseño tengan que
demostrar la existencia de un diseño óptimo en la naturaleza? Los críticos
del diseño inteligente (p. ej., el último Stephen J. Gould) suelen sugerir que
de existir un diseñador cósmico con un propósito, tendría que diseñar sólo
óptimamente. Pero ésta es una afirmación teológica más que científica.
Aunque la atribución de diseño inteligente a los artefactos humanos no
extraña a nadie, es inevitable provocar un gesto de sorpresa o incredulidad
en nuestro interlocutor cuando atribuimos diseño inteligente a los sistemas
biológicos. Aplicado a la biología, el diseño inteligente sostiene que es
necesario postular la presencia de una inteligencia diseñadora para explicar
las complejas estructuras ricas en información de los sistemas vivos. Pero,
al mismo tiempo, el diseño inteligente se niega a especular sobre la
naturaleza de esa inteligencia. Mientras que el diseño óptimo está pidiendo
a gritos la presencia de un diseñador perfeccionista que mantenga la
correcta disposición de todas las cosas, el diseño inteligente se ajusta
perfectamente a nuestra experiencia ordinaria del diseño, condicionada
como está por las necesidades de una situación y la existencia de
negociación e intercambio, lo cual nos fuerza a quedarnos siempre cortos
en comparación con cualquier optimum idealizado y globalizado.
Ningún diseñador real intenta alcanzar la optimalidad en el sentido de
conseguir el diseño perfecto. No existe, sin duda, cosa tal como un diseño
perfecto. Los diseñadores reales se afanan por conseguir la optimización
restringida, lo cual es algo muy distinto. Como Henry Petroski, ingeniero e
historiador de la Duke University, observa acertadamente en Inuention by
Design, «Todo diseño comporta objetivos conflictivos y por tanto
compromiso, y los mejores diseños serán siempre aquellos que hayan
logrado plasmar en la realidad el mejor de los compromisos». La
optimización limitada es el arte del compromiso entre objetivos con-
flictivos. Y esto es lo que hace el diseño. Encontrar defectos al diseño
biológico porque a éste le falta algún idealizado optimum, como Gould solía
hacer de manera regular, es simplemente gratuito. Sin conocer los objetivos
del diseñador, Gould no estaba en situación de decir si éste se propuso un
compromiso erróneo entre todos aquellos objetivos.
Sin embargo, la afirmación de que el diseño biológico no es opcional
ha tenido un éxito tan tremendo que ha abortado toda discusión sobre éste.
Pero es sumamente interesante que el éxito no proviniese del análisis de
una estructura biológica determinada que mostrase de qué
61
Diseño óptimo

modo podría haber sido ensayada una optimización constante para esa
estructura. Tal empresa podría haberse constituido en una investigación
científica legítima, siempre que las mejoras propuestas fueran correcta-
mente implementadas y no degenerasen en proyectos fantasiosos, en los
que siempre es posible imaginar alguna mejora, aunque no se sepa cómo o
si con ella se podrían producir carencias en otros lugares. El hecho ¿e que
podamos siempre imaginar una cierta mejora en el diseño, no significa que
la estructura en cuestión no haya sido diseñada, ni que la mejora pueda ser
llevada a cabo, ni que esa mejora, aun en el caso de ser realizable, pudiera
introducir defectos en alguna otra parte.
En mis conferencias públicas se me suele preguntar sobre las pre-
tendidas deficiencias en el diseño del organismo humano. Entre las cosas
por las que el supuesto diseñador del organismo humano se ha ganado al
parecer el adjetivo de chapucero, se cuentan la convergencia en la faringe
de la laringe y el esófago con la consiguiente propensión al ahogo; la
deficiente construcción de la espalda y el subsiguiente dolor de ésta junto
con la pérdida de movilidad; la desastrosa configuración de la pelvis en las
mujeres con la resultante dificultad para dar a luz; la pequeñez de las
mandíbulas humanas y su consiguiente incapacidad de acomodación del
conjunto completo de los «dientes del primate» (cuya consecuencias más
notables son los problemas que causan las muelas del juicio). Mas en cabeza
de la lista se encuentra sin duda la disposición absolutamente disparatada
del ojo humano. El problema con el ojo humano, según afirman
constantemente los biólogos evolucionistas, es que su retina se encuentra
invertida, y puesto que los fotorreceptores del ojo están alejados de la luz
exterior y situados además detrás de los nervios y los vasos sanguíneos,
éstos obstruyen la luz que les llega de fuera.
Realmente, hay al parecer buenas razones funcionales para esta cons-
trucción. Un sistema visual requiere tres cosas: velocidad, sensibilidad y
resolución. La velocidad no queda afectada por la posición invertida. De la
resolución puede decirse lo mismo (salvo por un pequeño puntito ciego,
que el cerebro se encarga al parecer de soslayar sin dificultad). Por otra
parte, no hay evidencia alguna de que la retina cefalópoda de los calamares
y pulpos, que está «correctamente conformada» con sus receptores situados
al frente y los nervios conectados por detrás, se comporte mejor en la
resolución de objetos dentro de su campo visual. Sin embargo, en lo que
atañe a la sensibilidad, hay al parecer buenas razones funcionales que
favorecen la retina invertida. Las células de
62 63
DISEÑO Diseño óptimo
INTELIGENTE

la retina necesitan mucha más cantidad de oxígeno que cualquier otra nos ofrezca el menor detalle sobre el modo en que pudieran ser perfec-
célula del cuerpo humano. Mas ¿en qué momento necesitan el mayor cionadas. Y en asuntos de diseño, el mal reside en los detalles.
aporte de oxígeno? Las necesidades de oxígeno son máximas cuando la luz Pero incluso aunque tales detalles estuvieran a punto de revelarse, no
entrante es mínima. Y contar con un superávit de oxígeno frente a los afectarían al diseño como tal sino sólo a su calidad (es decir, a sus grados
fotorreceptores garantiza que las células de la retina dispongan del oxígeno de excelencia). E incluso así habría que andar con cuidado. Aun cuando un
necesario para asegurar lo más posible su sensibilidad cuando la luz que diseño pudiera ser perfeccionado en el sentido de potenciar la
afluye es mínima. (Algunos vertebrados cuyos ojos tienen las retinas funcionalidad de algún aspecto de un determinado organismo, eso no
invertidas son tan sensibles que pueden reaccionar ante fotones aislados). significaría que esa mejora fuera beneficiosa también para el ecosistema
Ahora bien, lo que me mueve aquí no es la cuestión de si el ojo humano más amplio en el que se movía ese organismo. La potenciación de la
puede o no ser mejorado o si en último extremo es óptimo. Lo que me guía funcionalidad propia de un predador, por ejemplo, podría ser altamente
más bien es simplemente observar que el hecho de llamar la atención sobre beneficiosa para ese animal, pero también lo haría mucho más peligroso
la inversión de la retina no es una razón para pensar que los ojos que poseen para su presa y por tanto alteraría drásticamente el equilibro del ecosistema
esa estructura están por debajo de lo óptimo. Ciertamente, hasta ahora en que estaba inserto, con el detrimento del propio ecosistema que
nadie ha puesto sobre la mesa una propuesta concreta sobre la posibilidad semejante acto podría acarrear. Al criticar al diseño, los biólogos tienden a
de mejorar el ojo humano en el sentido de que no sufriera la menor pérdida premiar las funcionalidades de los organismos por separado y considerar
el diseño como óptimo en el mismo grado en que las funcionalidades del
en velocidad, sensibilidad y resolución. Pero también se oculta aquí una
individuo son maximizadas. Pero los diseños del orden superior de los
especie de ironía que merece la pena considerar: el mismo sistema visual
ecosistemas totales podrían requerir a su vez el diseño de los organismos
que al parecer ha sido tan pobremente diseñado y que ningún diseñador
individuales de orden inferior a fin de maximizar su propia función.
que se respetase mínimamente a sí mismo lo habría construido así, es sin
Nuestra idea del diseño está máximamente inspirada en el modelo de
embargo un sistema lo bastante bueno para decirnos que nuestro ojo es
las competiciones deportivas. Siempre queremos ir más aprisa, volar más
defectuoso. Estudiamos el ojo valiéndonos del ojo mismo. Y sin embargo la
alto, llegar más lejos y con más fuerza. Mas ¿deseamos realmente correr,
información que éste nos da muestra al parecer la inferioridad del ojo. Es
subir, avanzar y resistir sin límite alguno? Por supuesto que no. Son
éste uno de los muchos casos en los que los científicos muerden la mano
precisamente los límites de las funcionalidades los que hacen interesante el
del que los alimenta.
juego de la vida. (Esta es la razón de la proliferación de competiciones entre
El diseño es un asunto de componendas. No es cuestión de añadir o
discapacitados). Un jugador de fútbol de más de cien kilos y tres metros de
mejorar diseños ya existentes mediante la incorporación de funcionali-
altura con la fuerza de un gorila y la agilidad de un leopardo sería
dades adicionales. Sería muy bonito conseguir toda la funcionalidad del ojo
instantáneamente descartado de todo encuentro deportivo, pues
humano sin el pequeño punto ciego. Sería muy deseable alcanzar la plena
precisamente al emplear en el juego toda su habilidad, semejante jugador
funcionalidad de los sistemas respiratorio y alimentario a la par que se
sería una apisonadora que aplastaría en su camino a todos los jugadores
reducía la incidencia de los ahogos. Sería maravilloso contar con toda la
normales que le salieran al paso.
funcionalidad de nuestras espaldas y una incidencia menor de los dolores
Los admiradores de este animal podrían asistir a tal competición por el
de lumbago. Sería muy bueno obtener toda la funcionalidad de la pelvis acicate de la novedad o por satisfacer una especie de instinto sádico, pero
femenina junto con una mayor facilidad de alumbramiento. Sería deseable un jugador como éste destruiría hasta el drama competitivo del partido. En
alcanzar la máxima funcionalidad de nuestros dientes sin soportar los muy poco tiempo, este super-jugador acabaría con seguridad con todo y
dolores de las muelas del juicio. Mas cuando se nos plantea la objeción de con todos los que deseasen participar en el juego, con lo cual dejaría de ser
la debilidad del hombre, invariablemente nos topamos sólo con las un juego. Del mismo modo, un super-predador en un ecosistema acabaría
funcionalidades adicionales mencionadas, pero sin que se con todas las presas, tras lo cual él mismo acabaría
64
DISEÑO
INTELIGENTE

extinguiéndose. O si la super-criatura fuera omnívora, se reproduciría


óptimamente (¿cómo los conejos o las bacterias?) hasta acabar con todo
vestigio de vida, tras lo cual acabaría extinguiéndose también la tal criatura
(a menos que se tornase autotrofa y pudiera manufacturarse su propio
alimento a partir de un rasguño como hacen algunos organismos
monocelulares).
La biología es, entre otras cosas, un drama. Los dramas interesantes
requieren caracteres que estén por debajo de lo óptimo en algunos res-
pectos. De hecho, los dramaturgos diseñan conscientemente a menudo a
sus personajes con algún defecto y debilidad. ¿Hubiera sido Hamlet tan
interesante si Shakespeare no hubiera diseñado al personaje principal del
drama con ciertos defectos y debilidades, principalmente su irresolución?
No estoy afirmando con esto que el defecto o la debilidad en el diseño
característicos de los organismos o los ecosistemas puedan constituirse con
base en la inferencia para un diseño. Las inferencias de diseño se extraen
identificando características de sistemas que unívocamente constituyen
signos de inteligencia. Al mismo tiempo, la debilidad o defecto en el diseño
característicos de los organismos o ecosistemas podrían ser compatibles con
cambios evolutivos guiados por una inteligencia. Semejante escenario
evolutivo —en el que no todo aspecto de los organismos tomados
aisladamente es óptimo— no entrañaría que toda inteligencia rectora del
cambio evolutivo tuviera que ser necesariamente defectuosa.
Los críticos del diseño inteligente sostienen repetidamente que ningún
diseñador experto hubiera creado la gran cantidad de callejones sin salida
de la evolución que encontramos en los registros fósiles. Uno de mis críticos
pregunta: «¿Por qué habría de estar condenado a la extinción el propósito
inteligente de crear especies? O, ¿por qué un diseñador inteligente creó a
los seres humanos con una espina dorsal tan pobremente adaptada para la
locomoción bípeda?» Si concebimos a la evolución como un proceso
progresivo en el sentido de que las capacidades de los organismos son
perfeccionadas y los falsos indicios son anulados por la selección natural a
lo largo del tiempo, parece muy poco plausible que un diseñador
benevolente y sabio se prestara a liderar semejante proceso. Pero si
concebimos a la evolución como un proceso regresivo, como el reflejo de
una estructura moral distorsionada que toma como punto de partida la
rebelión humana contra el diseñador, entonces es posible pensar en un
diseñador intachable que estuviese utilizando un
65
Diseño óptimo

roceso evolutivo muy imperfecto como medio para corregir los excesos
de un universo pródigo y hacerlo volver a su sentido. Pero ésta es una idea
a explorar en otro libro.
Nos hemos alejado un largo trecho de la ciencia, y por una buena
razón. Al sostener que la naturaleza no podía ser diseñada por con-
tener dentro de sí diversos sistemas biológicos que son subóptimos,
ios oponentes del diseño inteligente han trasladado los términos de la
discusión desde la ciencia a la teología. En lugar de preguntarse ¿cómo
puede ser específicamente perfeccionada una estructura biológica exis-
tente? La cuestión se torna en ¿podría una deidad que se respetase a
sí misma crear realmente una estructura como ésta? Jay Gould era un
maestro en el arte de provocar-y-atacar. Por ejemplo, en El pulgar del
panda escribía:
Si Dios hubiera diseñado una bella máquina que reflejase su
sabiduría y poder, seguramente no habría utilizado una colección
de partes en general diseñadas para otros fines... Antiguos
ordenamientos y cómicas soluciones constituyen la prueba de la
evolución —caminos que un Dios sensible no hubiera jamás
recorrido pero que un proceso natural, obligado por la historia,
recorre forzosamente.

Gould está criticando aquí lo que él mismo llamó el «pulgar» del


panda, una extrusión del hueso que el panda utiliza para arrancar la dura
corteza exterior del bambú y hacerlo comestible. (El dedo del panda, que
es en realidad un alargamiento del hueso sesamoideo, es para el panda un
magnífico instrumento para poder devorar las ramas del bambú con las que
se alimenta).
La primera cuestión a plantear relativa al dedo del panda, al igual que
sobre cualquier estructura biológica, es si esa configuración exhibe signos
claros de inteligencia. El teórico del diseño no está obligado a mantener que
toda estructura biológica sea diseñada. Mecanismos naturalistas tales como
la mutación y la selección actúan en la historia natural adaptando los
organismos a su entorno. Tal vez el dedo del panda se deba a una de esas
adaptaciones. Sin embargo, los mecanismos naturalistas son incapaces de
generar la información sumamente específica y rica en estructuras que
impregna la biología. Los organismos exhiben las marcas de una ingeniería
inteligente que es propia de los grandes sistemas tecnológicos —
almacenamiento y transferencia de la información, códigos de
funcionamiento, sistemas de distribución y de
66 DISEÑO INTELIGENTE

intercambio, bucles de auto-regulación y retroalimentación, circuitos de


transmisión de señales— y, por doquier, complejos ordenamientos de
partes mutuamente interdependientes y bien trabadas que operan al
r
7
unísono para realizar una función. Los oponentes del diseño inteligente EL ARGUMENTO
son aficionados a crear equívocos, a utilizar los ataques ad hominem, a
ridiculizar, a presentar demandas teológicas simplistas a modo de ciencia
DEL DESIGNIO
o simplemente recurrir a la táctica del cerrojo. Lo que ya no les gusta tanto ¿En qué difiere el diseño inteligente del
es encararse abiertamente con la pasmosa evidencia de diseño inteligente argumento del designio?
y tratar de refutarlo punto por punto.

EL ARGUMENTO DEL DESIGNIO comienza considerando aspectos del mundo físico


que parecen apuntar a la evidencia de un propósito. A partir de tales
rasgos o aspectos, el argumento del designio busca establecer la existencia
y atributos de una causa inteligente que pueda ser la responsable de estos
rasgos. Mientras que estos aspectos de las cosas parecen indicar una causa
inteligente, en cambio la naturaleza de esta causa (p.ej., un agente personal
o un proceso télico y la capacidad de tales rasgos mundanos para
establecer de manera convincente la existencia de una causa inteligente,
continúan siendo materia de hondo debate en la amplia variedad de ar-
gumentos de designio formulados a lo largo de los siglos. El argumento
del designio es llamado también argumento teleológico.
Tal vez el argumento del designio más conocido sea el de William
Paley. Según Paley, si alguien se encontrara un reloj en el campo, cuando
observase la perfecta adaptación de sus partes para indicar el tiempo,
podría inferir que el artefacto fue diseñado por alguna inteligencia. Del
mismo modo, y también según Paley, las pasmosas adaptaciones de
medios a fines que se observan en los organismos aseguran que tales
organismos son el producto de una inteligencia. Paley publicó su argu-
mento del designio en un libro suyo de 1802 (cuyo subtítulo es revelador)
Teología Natural: Evidencia de la Existencia y Atributos de la Deidad, Recolectada
a partir de las Apariencias de la Naturaleza. El proyecto de Paley consistía en
examinar aspectos del mundo natural («apariencias de la naturaleza») y
extraer a partir de ellos conclusiones sobre la existencia y

N. T.: Finalista.
69
68 DlSF.ÑO I El argumento del designio
\TKUGb;\TE

atributos de una inteligencia diseñadora responsable de aquellos aspectos teórico del diseño que se propusiese investigar sobre el diseño inteligente
(a la que Paley identificaba con el Dios de los cristianos). real de ese mismo ecosistema podría replicar, «Esa es una intrigante
El campo de estudio de Paley era la teología natural. El del diseño afirmación teológica. Tal vez deba meditar horas y horas sobre ella. Pero
inteligente es mucho más modesto: tratar de identificar signos de in- lo que ahora me preocupa es buscar las fuentes de información para esta
teligencia que generen perspectivas científicas. Así, en lugar de buscar variedad».
signos de inteligencia para obtener resultados teológicos, como hizo Paley, Con vistas a clarificar algo más la distinción entre el argumento del de-
el diseño inteligente se limita a investigar signos de inteligencia como parte signio y el diseño inteligente, repasemos la historia de los argumentos de
estricta de la ciencia. Ciertamente, dentro de la teoría del diseño inteligente, este género. En primer lugar, es preciso que el argumento del designio sea
cualquier recurso a un diseñador inteligente puede ser considerado como distinguido de un compromiso metafísico anterior con dicho designio. Por
un instrumento valioso para entender el mundo. Interpretado de este ejemplo, en su diálogo Timeo, Platón (427-347 a.C.) propuso un Demiurgo
modo, el diseño inteligente no da importancia alguna a cuestiones como la (vale decir, un artesano) que configuró el mundo físico. Esta propuesta de
de si una teoría del diseño es verdadera en última instancia, o la de si el Platón no obedeció a que el mundo físico mostrase características que no se
diseñador existe realmente, o cuáles sean sus atributos. dejasen explicar sin la presencia del Demiurgo. Platón conocía perfec-
El diseño inteligente es compatible con lo que los filósofos de la ciencia tamente la obra de los atomistas griegos, quienes no emplearon ningún
llaman un enfoque empirista constructivo de la explicación científica. El recurso explicativo de este tipo. Dentro de la filosofía de Platón, es el
empirismo constructivo considera a las entidades teóricas de la ciencia de mundo de las formas inteligibles lo que constituye la realidad última, de la
manera pragmática más que realista. Y de acuerdo con ello, la legitimidad cual el mundo físico no es más que un débil reflejo. Platón introdujo, por
de una entidad científica está ligada no a su realidad última, sino a su tanto, al Demiurgo para explicar de qué modo el diseño inherente al
utilidad para promover la investigación y las perspectivas científicas. mundo de las formas intervenía en el mundo físico.
Según esta postura, las entidades teóricas son constructos cuyas Con frecuencia han operado conjuntamente el argumento del designio
consecuencias empíricas son científicamente útiles según el grado en que y un compromiso metafísico con éste. Esto ha sido cierto sobre todo en la
expliquen adecuadamente un dominio de fenómenos. tradición cristiana, en donde se utiliza el argumento del designio para
Los científicos empleados en la tarea de fabricar entidades teóricas establecer la existencia de una causa inteligente, y luego un compromiso
como quarks, cuerdas, y materia oscura fría, podrían considerar por tanto metafísico con el Dios de los cristianos identifica a esa causa inteligente con
al diseñador como una entidad teórica más en el conjunto de su caja de
Dios. El argumento del designio y el compromiso metafísico con éste han
herramientas. Ludwig Wittgenstein adoptó este mismo enfoque. En Cultu-
tendido también a aparecer combinados en la tradición cristiana, de suerte
ra y valor escribió, «Lo que un Copérnico o un Darwin realmente lograron
que el argumento del designio aparece con frecuencia elevándose
no fue el descubrimiento de una nueva teoría, sino un nuevo y fértil punto
directamente desde aspectos del mundo físico hasta el Dios Uno y Trino de
de vista». Si el enfoque del diseño inteligente no consigue conquistar una
la Cristiandad.
nueva y fecunda perspectiva que inspire frescas y excitantes áreas de in-
Argumentos del designio perfectamente construidos se encuentran a
vestigación científica, entonces (incluso aun siendo verdadero) serviría de
nuestra disposición desde los tiempos clásicos. Tanto las causas finales de
bien poco. Mas antes de que se lo descarte, el diseño inteligente merece que
Aristóteles (384-322 a.C.) como las razones seminales de los estoicos fueron
se le otorgue una clara oportunidad de triunfo.
tipos de causación inteligente inferida al menos en parte del evidente orden
Por otra parte, la validez del argumento del designio no depende tanto
e intencionalidad del mundo físico. Cicerón (106-43 a.C.) ofrece un
de la fertilidad de las ideas del diseño teórico para la ciencia como del
argumento de este género en su diálogo Sobre la naturaleza de los dioses, en
caudal metafísico y teológico que sea posible obtener del diseño. Un
donde coloca en boca de un filósofo estoico un argumento en pro del
teólogo natural podría apuntar a la naturaleza y decir, «Claramente, el
designio del universo basado en la precisión mecánica y el orden del
diseñador de este ecosistema premió la variedad sobre la pulcritud». Un
movimiento de los cuerpos celestes. El filósofo estoico de Cicerón atribuye
este diseño a una razón que es «trascendente y divina».
70
DISEÑO INTELIGENTE

A todo lo largo de la era cristiana, los teólogos han sostenido que la


naturaleza exhibe características que ella por sí sola no puede explicar, pues
a este efecto se requiere una inteligencia que esté más allá de la naturaleza.
Padres de la Iglesia como Minucius Félix (siglo III d.C.) y Gregorio
Nacianceno (329-389 d.C.), escolásticos medievales como Moses
Maimónides (1135-1204), y Tomás de Aquino (c. 1225-1274), y realistas del
sentido común como Thomas Reid (1710-1796) y Charles Hodge (1797-
1878) han construido todos ellos argumentos del designio partiendo desde
características del mundo natural hasta llegar a una inteligencia que
trasciende a la naturaleza. La quinta vía de Tomás de Aquino sobre la
existencia de Dios es quizá la argumentación más conocida de este género.
Con el surgimiento de la ciencia moderna en el siglo diecisiete, los
argumentos del designio emprendieron una vía mecánica. La filosofía
mecanicista prevalente en el nacimiento de la ciencia moderna consideraba
al mundo como en ensamblaje de partículas materiales que interactuaban
mediante fuerzas mecánicas. Dentro de esta concepción, el diseño fue
interpretado como una forma externamente impuesta de materia inerte
preexistente. Paradójicamente, el mismo reloj del universo que los primeros
filósofos mecanicistas como Robert Boyle (1627-1691) utilizaban para
apoyar el designio en la naturaleza, fue probablemente más responsable
que ninguna otra cosa del derrocamiento de esa idea. En 1686, Boyle
defendió la filosofía mecanicista porque veía en ella una refutación de la
teleología inmanente de Aristóteles y los estoicos, para quienes el designio
surgió como un resultado natural de procesos naturales. Para Boyle era una
suerte de idolatría identificar la fuente de la creación no con Dios sino con
la naturaleza.
La filosofía mecanicista ofrecía un mundo que operaba por principios
mecánicos y procesos imposibles de confundir con la actividad creativa de
Dios pero que, sin embargo, permitían que la estructura del mundo
mostrase claramente la mano divina y, por tanto, la presencia de designio.
Y lo que es más, los teólogos naturalistas británicos consideraron siempre
a los milagros como un modo de interacción divina que podía prescindir
de los procesos mecánicos. Durante los siglos siguientes, sin embargo, lo
que perduró fue la filosofía mecanicista mientras se arrojaba por la borda
la necesidad de recurrir a los milagros o a Dios como diseñador. A partir
de entonces, los procesos puramente mecánicos serían los únicos
responsables de toda la obra diseñadora para cuya explicación tanto
Aristóteles como los estoicos necesitaron una teleología
Vi ai

£1 argumento del designio 71

natural inmanente, mientras que Boyle y los teólogos naturales británicos


requirieron a Dios. Finalmente, la propia vida dejó de ser considerada
como algo que emergía simplemente de un proceso mecánico y pasó a ser
ella misma contemplada como un proceso mecánico.
Los teólogos naturales británicos de los siglos diecisiete, dieciocho y
diecinueve, comenzando con Robert Boyle y John Ray (1627-1705) y
culminando en la teología natural de William Paley (1743-1805), se
volcaron sobre los sistemas biológicos en busca de la evidencia que mos-
trara la intervención de un diseñador en el mundo físico. Y de acuerdo con
esto, se consideró increíble que los organismos, con su apabullante
complejidad y soberbia adaptación de medios a fines, pudieran ser el
producto de las ciegas fuerzas mecánicas de la naturaleza. La Teología
Natural (1802) de Paley es claramente un catálogo de sistemas biológicos
que su autor consideraba inexplicables sin la presencia de una inteligencia
super-planificadora. ¿Quién era el diseñador para estos teólogos naturales
británicos? Para muchos, el tradicional Dios cristiano, mas para otros sería
un Dios deísta, que simplemente había creado el mundo pero no contribuía
en nada a su gobierno.
Nunca han faltado los críticos del argumento del designio. En los
tiempos clásicos, Demócrito (c. 460-370 a.C), Epicuro (c. 342-270 a.C.) y
Lucrecio (c. 95-55 a.C.) concibieron al mundo natural como un torbellino
de partículas en colisión, que a veces acertaban a formar configuraciones
estables que exhibían orden y complejidad. David Fiume (1711-1776) se
refería a esta crítica del designio con el epíteto de «la hipótesis epicúrea».
Modernas variantes de esta crítica continúan vigentes bajo la forma de
cosmologías inflacionistas, interpretaciones pluri-mundiales de la me-
cánica cuántica y algunas formulaciones del principio antròpico (véase
capítulo quince).
Aunque Hume citó la hipótesis epicúrea, no insistió nunca mucho en
ella. En su Diálogos sobre la religión natural (obra publicada postumamente
en 1779), Hume sostuvo principalmente que el argumento del diseño es
débil como argumento por analogía y también como argumento por
inducción (véase capítulo treinta y dos). Igualmente subrayó el problema
del designio imperfecto, o disteleología. Aunque ampliamente aplaudido
por desacreditar el argumento del designio, la crítica de Hume no es ya tan
convincente como antes solía serlo.
Hume analizó incorrectamente la lógica del argumento del designio,
porque este argumento no es, propiamente hablando, ni un argumento por
analogía ni uno por inducción, sino una inferencia que conduce a
72
DISEÑO INTELIGENTE 1

la mejor explicación. La inferencia que conduce a la mejor explicación


confirma la hipótesis en la medida en que ésta explique acertadamente los
datos bajo consideración. Así un darwinista tan incondicional como
Richard Dawkins (véase el comienzo de su libro El relojero ciego) reconoce
que en los días de Hume el designio era la mejor explicación para la
complejidad biológica.
Mientras que Hume trató de ofrecer una refutación general del ar-
gumento del designio, Immanuel Kant (1724-1804) limitó su alcance. En su
Crítica de la razón pura, Kant sostuvo que lo más que este argumento podía
establecer era un «arquitecto del mundo que está constreñido por la
adaptabilidad del material con el que trabaja, pero no un creador del mundo
a cuya idea todo lo demás está sujeto». Lejos de rechazar el argumento del
designio, Kant criticaba la excesiva amplitud de su interpretación. Para
Kant, el argumento del designio establece legítimamente un «arquitecto»
(esto es, una causa inteligente cuyas estrategias se ven limitadas por los
materiales que forman el mundo), pero nunca puede postular un creador
que origina hasta los mismos materiales que el arquitecto moldea luego.
Charles Darwin (1809-1882) asestó al argumento del designio su golpe
más demoledor, pues se encontraba históricamente situado en una posición
ideal para hacerlo. Su Origen de las especies (1859) encajaba perfectamente
con la emergente concepción positivista de la ciencia que se resistía a
invocar causas inteligentes y buscaba asimilar, en tanto que fuera posible,
la explicación científica a la pura ley natural. De aquí pues, que pese a que
el mecanismo darwiniano de la selección natural fue un tema de disputa
durante toda la segunda mitad del siglo diecinueve, el mero hecho de que
Darwin hubiera propuesto un plausible mecanismo naturalista para dar
cuenta de los sistemas biológicos, fue suficiente para convencer al mundo
anglosajón de que una u otra explicación naturalista tenía que ser la
correcta.
Más incluso que la cosmología, la biología se había convertido, bajo la
influencia de la teología natural británica, en la fortaleza más eficaz del
argumento del designio. Era aquí, más que en ninguna otra parte, donde el
designio podía encontrase más seguramente protegido. Amenazar a esta
fortaleza era, por tanto, amenazar a la legitimidad del argumento del
designio como empresa intelectual consagrada. Dawkins (en El relojero
ciego) resume la situación de este modo: «Darwin abrió la posibilidad de ser
un ateo intelectualmente satisfecho». Dios podría seguir existiendo, pero el
mundo físico no necesitaba ya de su existencia.
73
El argumento del designio

Sin embargo, el argumento del designio no quedó marchito y muerto


con el auge del darwinismo. Por el contrario, ha echado aún más raíces y
desplegado aún más sus ramas por entre las leyes físicas que estructuran el
universo. Para muchos estudiosos de finales del diecinueve y a lo largo de
todo el veinte, concebir el designio en términos de dispositivo biológico ha
dejado de ser sostenible o intelectualmente satisfactorio. El objetivo se ha
desplazado ahora de la búsqueda de instancias específicas de diseño dentro
del universo, a determinar si y de qué modo fue diseñado el mundo como
totalidad.
El principio antròpico está en la base de una buena parte de la discu-
sión contemporánea en torno al diseño del universo. En su formulación
original, el principio antròpico (cuyo término fue acuñado en 1970 por el
astrofísico Brandon Carter) establece meramente que las leyes físicas y las
constantes fundamentales que estructuran el universo han de ser
compatibles con los observadores humanos. Puesto que los observadores
humanos existen, el principio es obviamente verdadero.
El principio antròpico está estrechamente relacionado con el diseño,
pues las condiciones establecidas han de ser totalmente satisfechas para
que el universo permita a los observadores humanos ser tan específicos que
la más ligera variación en esas condiciones no sería ya compatible con los
observadores mismos. Estas condiciones son usualmente expresadas en
términos de las leyes y constantes fundamentales de la física. Por ejemplo,
si la constante gravitacional fuera ligeramente mayor, las estrellas se
tornarían tan calientes que no tardarían en abrasarse arrastrando con ellas
toda posibilidad de vida. Por otra parte, si la constante gravitacional fuera
ligeramente menor, las estrellas se tornarían tan frías que impedirían la
fusión nuclear y con ello la producción de los elementos pesados necesarios
para la vida. En cualquiera de los dos casos, los observadores humanos
serían físicamente imposibles.
El requisito de que estas condiciones tengan que cumplirse riguro-
samente para que sea posible la existencia de observadores humanos,
parece exigir a su vez una nueva explicación, y ello ha obligado tanto a
teístas como a no teístas a la producción de nuevos argumentos sobre el
designio o diseño. (Considérese, por ejemplo, la obra de Robin Collins,
Paul Davies, John Leslie y Richard Swinburne). Todos ellos sostienen que
el diseño es la mejor explicación de la exquisita sintonización entre leyes y
constantes físicas.
Sin embargo, el recurso al designio para explicar el perfecto ajuste del
cosmos (o las coincidencias antrópicas, como también se les llama) está
T
74 75
DISKÑO1\TFLIGENTE El argument0 del designio

sujeto a controversia. La estrategia usual para refutar tales argumentos en universos inobservables y causalmente desconectados, entidades que por su
pro del designio cosmológico es invocar el efecto de la selección. Según esto, misma definición no pueden ejercer ninguna influencia observable sobre
la sintonía cosmológica no necesita explicación puesto que sin ella no nosotros? Su principal misión parece ser la de cortocircuitar el argumento
existirían tampoco los observadores humanos que apreciaran su ausencia. del designio (véase capítulo quince).
Como ocurre en el juego de la lotería, en donde el ganador se ve gratamente Será útil conservar en la mente una distinción final relativa al argu-
sorprendido por haber ganado, del mismo modo los observadores humanos mento del designio. Los argumentos de este género pueden centrarse sobre
se ven gratamente sorprendidos por encontrarse en un universo tan la cuestión de si el universo como totalidad es diseñado. O, alter-
maravilloso. No se requiere designio alguno para explicar el éxito en la nativamente, cabe preguntarse si los casos de designio han tenido lugar
lotería; del mismo modo, tampoco se lo necesita para explicar que los dentro de un universo ya dado. El universo suministra un escenario causal
observadores humanos residan en un universo tan finamente ajustado. bien definido. (Los físicos actuales lo conciben como un campo caracterizado
Así establecido, el argumento anti-designio por efecto de la selección por las ecuaciones de campo). Aunque cabe preguntar si ese escenario es a su
es fácilmente refutable. Lo que hace del azar una alternativa viable contra el vez diseñado, igualmente podría uno preguntarse si los sucesos y objetos
designio en su analogía con la lotería, es la existencia de otros participantes que se den en él son también diseñados. Esta cuestión alberga dos tipos de
en el juego. La razón de que los ganadores en la lotería se sorprendan ante diseño: en primer lugar el diseño del universo como totalidad, y en segundo,
su buena fortuna está en que la mayoría de los restantes jugadores salen instancias de diseño dentro del universo.
perdiendo. Supongamos que esa persona haya comprado sólo un billete y, Para ilustrar la diferencia entre los dos tipos de diseño, consideremos la
por tanto, que la probabilidad de que ese billete salga ganador es analogía de una pintura al óleo. Un cuadro al óleo está pintado de ordinario
infinitamente pequeña. ¿Qué ocurre si esa persona gana en la lotería? En tal sobre un determinado lienzo. Uno puede preguntar a su vez si el lienzo es
caso, se seguiría una inferencia de designio. Y ésta es exactamente la diseñado. Y alternativamente, cabe preguntar si alguna configuración de la
situación en que nos encontramos respecto al universo. Toda nuestra pintura sobre el lienzo es diseñada. El diseño de los lienzos correspondería
evidencia empírica apunta a que hay justamente un solo jugador en la gran al diseño del universo como totalidad. Y el diseño de alguna configuración
lotería cósmica: el universo en donde habitamos. determinada de la pintura correspondería a alguna instancia de diseño
Pero, ¿hay solamente un universo? Para que un efecto de selección dentro del universo.
refute con éxito un argumento de designio basado en una fina sintonía En esta analogía, el universo es un lienzo sobre el cual está representada
cosmológica, necesitamos una enorme cantidad de universos en la que la la historia natural. Cabe preguntar ahora si el lienzo mismo es diseñado.
gran mayoría son perdedores en nuestra búsqueda de observadores Igualmente cabe preguntar a su vez si los sucesos de la historia natural
humanos. Mas esta hipótesis requiere aumentar la propia ontología, con la pintados en ese lienzo son diseñados. En biología, por ejemplo, puede uno
consiguiente opacidad de la física y la metafísica, lo cual es en sí preguntar si una maquinaria bioquímica tan irreductiblemente compleja
problemático. El Dios de la mayoría de las religiones teístas es al menos como el flagellum bacterial es diseñada. Aunque el designio continúa siendo
concebido como un ser causalmente activo dentro de nuestro universo. Pero un tópico ampliamente discutido en cosmología (¿es el universo como
los restantes universos situados más allá del nuestro, no pueden ser totalidad diseñado?), al interesarse el diseño inteligente por la biología, la
observados por definición ni ejercer un impacto de un modo u otro. (Para la mayoría de las discusiones y controversias actuales se centran en ella
ilegítima afirmación de que la infinidad de los mundos ejerce una influencia (¿existe diseño en el universo y, específicamente, en biología?).
causal sobre el nuestro a través de la interferencia de efectos, véase la sección
2.8 de mi libro No Free Lunch). Según ello, estos universos se parecen mucho
más a un objeto de fe que la propuesta de un diseñador que pretendiera
influir en nuestro universo. ¿Por qué proponer algo tan fantasioso como un
conjunto de
PARTE DOS

DETECTANDO
DISEÑO
8

L INFERENCIA
A DI $ E Ñ O
\D ¿Qué es la inferencia de diseño? ¿En
E qué difiere la inferencia de diseño del
i argumento del designio?

EL DISEÑO INTELIGENTE COMIENZA con el planteamiento de la siguiente


posibilidad: ¿Podrían existir sistemas naturales que no fuesen totalmente
explicables en términos de causas naturales y que mostrasen rasgos
característicos de la inteligencia? Es perfectamente legítimo que la ciencia
considere esta posibilidad. Mas para evaluarla científicamente es
necesario contar con una manera fiable de distinguir entre sucesos u
objetos que sean resultado de causas puramente naturales, y sucesos u
objetos cuya emergencia requiera además el concurso de una inteligencia
diseñadora. (Obsérvese que lo que aquí se plantea no es simplemente una
disyunción exclusiva del tipo «o-esto-o-aquello», como ocurre en la
oposición causas naturales versus diseño; lo que aquí nos preocupa es
averiguar si las causas naturales son o no son susceptibles de ser
suplementadas por el diseño). Problema principal en la inferencia de
diseño es, por tanto, el de establecer una clara distinción entre causas
naturales y causas inteligentes.
En concreto, la inferencia de diseño se plantea la siguiente cuestión: si
una inteligencia estuviera implicada en la ocurrencia de algún suceso o en
la formación de algún objeto, y si no tuviéramos evidencia directa de tal
actividad de una inteligencia, ¿cómo podríamos saber en absoluto que
había una inteligencia comprometida en ello? Así planteada, la cuestión es
bastante general y surge en numerosos contextos, entre los que se cuentan
la arqueología, la criptografía, la generación de números al azar, la SETI
(Búsqueda de inteligencia extraterrestre) y la falsificación de datos en
ciencia. Voy a centrarme aquí en el caso de la falsificación
80 DIMÑO IN I I:I ICH NIE

de datos en la que estuvo implicado Hendrik Schön. Este caso pone de


relieve la legitimidad de la inferencia de diseño y lo liga a una cuestión
realmente urgente que afecta a la comunidad científica.
El 23 de mayo de 2002, el New York Times informaba sobre el trabajo de
«J. Hendrik Schön, de 31 años, físico en los Laboratorios Bell en Murray
Hill, N.J., y autor de un extraordinario volumen de trabajo durante los
últimos dos años y medio, que incluía siete artículos en cada una de las dos
prestigiosas revistas Science y Nature». A pesar de tan extraordinarias
credenciales, la carrera de Schön estaba en entredicho. ¿Por qué? Según el
Neiv York Times, Schön había publicado «gráficos que eran casi idénticos
aunque aparecían en artículos científicos diferentes y representaban datos
procedentes de distintas fuentes. En algunos de ellos, incluso los finos
trazos que suelen producir las fluctuaciones azarosas eran exactamente
idénticos». Como consecuencia de aquello, los Laboratorios Bell
contrataron a un equipo independiente de expertos para que determinasen
si Schön «había manipulado impropiamente los datos en sus artículos de
investigación publicados en revistas científicas muy acreditadas». En el año
2002, el equipo concluyó que Schön era sin duda culpable de falsificación
de datos. Los Laboratorios Bell lo despidieron.
Las cuestiones teóricas consideradas en este caso eran precisamente las
referidas a la inferencia de diseño. Para determinar si Schön había
manipulado los números, el equipo de control tuvo que reparar en dos
cosas: que el gráfico publicado primeramente ofrecía un modelo
independientemente dado o especificación para el segundo; y que la
equiparación entre los dos gráficos en el artículo de Schön era altamente
improbable (o «compleja», en el sentido descrito en el capítulo primero de
este libro) bajo la suposición de que los gráficos eran resultado de
fluctuaciones aleatorias. La aleatoriedad no suscitó aquí extrañeza alguna,
cosa que se habría producido si Schön hubiera llevado a cabo el
experimento tal y como dijo haberlo realizado. En consecuencia, el equipo
de control abandonó la búsqueda de un desconocido mecanismo material
o proceso natural para pasar a explicar de qué manera los gráficos de
experimentos independientes realizados sobre dispositivos también
independientes podían haber producido los mismos modelos de
fluctuaciones aleatorias. Y a la vista de todo aquello, los controladores
concluyeron con toda razón denunciando la manipulación de los datos y
del diseño. En otras palabras: llegaron a esta conclusión mediante la
identificación de un modelo altamente
81
La inferencia de diseño

improbable e independientemente dado, o de lo que nosotros llamamos


complejidad especificada.
No es manera de evitar la complejidad especificada cuando se infiere
diseño. Las inferencias de diseño se dan en los casos en los que la evidencia
es circunstancial y carecemos por tanto de certeza directa sobre la presencia
de una inteligencia diseñadora. Cuando falta la evidencia directa, no hay
problema alguno en explicar un suceso como resultado del azar, incluso
aunque éste sea altamente improbable o complejo. Al fin y al cabo, sucesos
altamente improbables y no especificados ocurren realmente por azar en
cualquier tiempo y lugar. Arrojemos una moneda un millar de veces y
apostemos por un resultado. La secuencia precisa de caras y cruces que
puede observarse es increíblemente improbable, y nuestra probabilidad de
acertar se mueve por debajo de 1 contra Pero esta secuencia no está
tampoco especificada. El recurso al azar para explicar un tal suceso sólo se
torna en problema cuando ese suceso no sólo es altamente improbable o
complejo, sino que concuerda también con un modelo o especificación
independientemente dados.
En el caso de los gráficos de Schön, bajo la relevante hipótesis de lo
azaroso que caracteriza a las fluctuaciones aleatorias, la coincidencia entre
los gráficos había de ser necesariamente muy improbable para despertar
las sospechas contra Schön. (Si los mencionados gráficos hubieran sido
simplemente unos histogramas de dos barras con sólo unas cuantas
posibles gradaciones verticales, la coincidencia entre ellos hubiera sido
razonablemente probable y nadie habría dudado nunca de la integridad de
Schön). El equipo de controladores determinó que ciertamente era
altamente improbable que los gráficos coincidieran de una manera tan
precisa. Mas la improbabilidad no era suficiente. Las fluctuaciones
aleatorias de cada gráfico individualmente tomado eran sin duda
altamente improbables. Pero fue la coincidencia entre los gráficos lo que
levantó las sospechas. Esa coincidencia hacía que uno de ellos fuera una
especificación del otro de suerte que ante la presencia de improbabilidad,
una inferencia de diseño estaba justificada.
De por sí, la inferencia de diseño no implica ningún tipo de inteligencia
particular. Una inferencia de diseño habría mostrado que los datos en los
artículos de Schön estaban arteramente manipulados. Pero eso no
mostraría, sin embargo, que Schön era el culpable. La identificación del
culpable real requiere un análisis causal más detallado —análisis que en el
caso de Schön fue realizado por el equipo independiente supervisor
contratado por los Laboratorios Bell. Sobre la base de aquel análisis, el
82 DisrÑo

equipo concluyó que Schón era ciertamente culpable. Por otra parte, Schón
no era sólo el primer autor de los artículos en cuestión, sino el único entre 9
sus coautores que tenia acceso a los mecanismos que producían la
desconcertante coincidencia de los resultados experimentales. Y más aún: AZAR Y NECESIDAD
todos los protocolos experimentales cuya responsabilidad de
1y ¿Cómo concibe la comunidad científica
mantenimiento recaía en el mismo Schón, desaparecieron misteriosamente
\ y ias causas naturales, y por qué
cuando los controladores expresaron su deseo de revisarlos.
\ / no figuran entre ellas las causas
La inferencia de diseño realizada por el equipo independiente en el
inteligentes?
caso de Schón ilustra a las claras la diferencia existente entre la inferencia
de diseño y el argumento del diseño. El argumento del diseño está en la
base de toda argumentación filosófica y teológica. Con él se pretende
establecer la existencia y atributos de una causa inteligente que subyace al
mundo y que está basada en ciertas características del mundo. En cambio,
la inferencia de diseño es un razonamiento genérico para identificar los
efectos de la inteligencia, con independencia de las particulares LA COMUNIDAD CIENTÍFICA ENTIENDE las causas naturales en términos de azar,
características de ésta y con independencia también de dónde, cómo, y por necesidad, y la combinación de ambas cosas. El biólogo Jacques Monod
qué actúa la inteligencia. (Esa inteligencia puede ser animal, humana, escribió un libro, El azar y la necesidad, para subrayar este punto. ¿Por qué
extraterrestre, singular, plural, inmanente o trascendente). La inferencia de la comunidad científica limita las causas naturales al azar y a la necesidad,
diseño se centra en un rasgo particular —la complejidad especificada— y excluyendo así al diseño? Para muchos profesionales de las ciencias
lo utiliza como base para inferir un tipo de inteligencia. Así, cuando un naturales, el diseño, en tanto que acción de un agente inteligente, no es una
suceso, objeto, o estructura del mundo exhiben complejidad especificada, fuerza creativa fundamental de la naturaleza. Lo que más bien se piensa es
uno infiere que tras esa complejidad hay una inteligencia responsable. que las ciegas fuerzas naturales, caracterizadas por el azar y la necesidad,
Dicho en otras palabras, se realiza una inferencia de diseño. son suficientes para realizar toda la obra creativa de la naturaleza.
Tres objetos bastarán para ilustrar lo que está en juego con el azar y la
necesidad: una calculadora, una ruleta y un instrumento agitador. Una
calculadora opera por necesidad. Pulsemos 2 + 2 y la única respuesta
posible será 4. Decir que algo es necesario es lo mismo que decir que ese
algo tiene que suceder y que eso ocurrirá de una sola y única manera. Es
necesario que el agua se hiele por debajo de los cero grados. Es necesario
que los objetos sólidos dentro de un campo gravitacional se atraigan
movidos por las fuerzas gravitacionales. Es necesario que dos más dos
sumen cuatro.
Lo opuesto a la necesidad es la contingencia. Decir que algo es con-
tingente es afirmar que ese algo puede suceder de más de una manera.
Cuando impulsamos la rueda de una ruleta, por ejemplo, la bola puede
detenerse en cualquiera de las treinta y ocho casillas (numeradas de uno a
treinta y seis más el cero y el doble cero). El lugar preciso en el que la bola
se detenga es por tanto contingente. La contingencia presupone un
84 Dist \o I N reí icr\iTE

abanico de posibilidades. Para ejercer un control sobre esas posibilidades,


los científicos les asignan probabilidades. En la rueda de la ruleta, cada
casilla tiene la misma probabilidad de que la bola se detenga en ella. La
situación en la que las posibilidades tienen la misma probabilidad, es
conocida como puro azar o casualidad. El puro azar o la casualidad son por
tanto lo que caracteriza al juego de la ruleta.
El puro azar o casualidad es la excepción más que la regla. La mayoría
de las veces en que entran en juego causas naturales, el azar y la necesidad
actúan conjuntamente más que por separado. Las probabilidades siguen
siendo aplicables, aunque no tan directamente como cuando todas las
posibilidades tienen la misma probabilidad. Consideremos, por tanto, el
tercero de nuestros objetos: un agitador. Un agitador es un contenedor en
cuyo interior colocamos algunas piedras y luego lo agitamos. Esta agitación
constituye un proceso gobernado puramente por el azar que, aparte de
cualquier otra consideración, arrojaría una disposición de las piedras
totalmente desordenada.
Sin embargo, aquí en la tierra contamos con otra fuerza adicional: la
gravedad. La agitación del contenedor en presencia de una fuerza
gravitacional que empuja hacia abajo, hará que las piedras mayores se
eleven hasta la boca y que las más pequeñas se dirijan hacia el fondo del
contenedor. Precisamente cuando a un nivel dado se detiene una piedra
del mismo tamaño que las demás, ese nivel seguirá siendo el reino de la
casualidad. Esta casualidad o puro azar sigue operando horizontalmente,
y la verticalidad en él es claramente un orden impuesto sobre las piedras
que se agitan bajo el efecto de la gravedad.
El objetivo de un agitador es desplazar las piedras de acuerdo con su
tamaño. Para este fin, el azar y la necesidad deben actuar conjuntamente:
la necesidad toma aquí la forma de la gravedad, y el azar la de la agitación
casual. Al agitar aleatoriamente un contenedor lleno de piedras en un
campo gravitacional, el azar y la necesidad producen una disposición
ordenada de piedras con las más pequeñas situadas en el fondo, las
medianas en la zona media, y las mayores en la boca del recipiente.
El ejemplo del agitador es relevante para el darwinismo. La principal
aportación de Darwin que le valió la fama fue proponer una teoría que
explicase el modo en que la acción conjunta de azar y necesidad podrían
perturbar la materia y conducirla hacia la complejidad biológica. Darwin
abrió su Origen de las especies describiendo experimentos sobre alimen-
tación animal. Aunque similares a sus padres, los hijos de los animales
Azar
y nect’bidiiil
........... 8b

sujetos al experimento mostraban sin embargo algunas diferencias con


respecto a sus progenitores. Por todo lo que sabemos, esas diferencias son
controladas por el azar. (Darwin las registraba como variaciones; los
biólogos actuales las achacan a mutaciones en el ADN, que evidentemente
está más sujeto al cambio. Darwin no llegó a especular sobre el modo en
que surgían aquellas variaciones).
Ahora bien, si los ganaderos arrojaran una moneda para decidir qué
animales deberían destinar a la reproducción, entonces toda diferencia
afitre padres e hijos seguiría siendo libre. Pero si, en lugar de eso, los
ganaderos seleccionan a sus animales y permiten que se reproduzcan sólo
aquéllos que, aunque sea por azar, exhiben ciertas características
deseables, entonces a lo largo del tiempo esos rasgos deseables se irán
intensificando y extendiéndose por la población entera. Así pues, el azar,
bajo la forma de variación entre padres e hijos, se vería obligado o
constreñido por el ganadero a exhibir las características preferidas por el
propietario. Conviene observar que el ganadero está limitado respecto a las
características que el azar produce. Un criador de animales con pelo, no
podrá obtener animales con piel suave si todos los individuos de su
explotación tienen invariablemente el pelo hirsuto.
Naturalmente, los ganaderos han brillado sin duda por su ausencia en
la mayor parte de la historia de la vida. ¿Qué ha sido entonces lo que ha
regulado la reproducción de las cosas vivientes en la naturaleza?
Claramente la naturaleza misma. La naturaleza selecciona, por así decirlo,
aquellos organismos que se reproducen bien y elimina a los que se
muestran incapaces. Puesto que, prescindiendo de las regulaciones, la
reproducción de los organismos procede de manera exponencial, y puesto
que la naturaleza no posee evidentemente los recursos para asumir
semejante aumento de población, sólo una pequeña proporción de
organismos conseguirá reproducirse satisfactoriamente en cada genera-
ción. Aquellos cuyas características contribuyan mejor a la reproducción,
serán los seleccionados para dejar descendencia, mientras que el resto
morirá sin haberlo logrado. Así, según Darwin, la naturaleza misma se
constituye en la suprema nodriza capaz de configurar sabiamente el
camino de la vida. En particular se afirma que la necesidad —bajo la forma
de selección natural — , y el azar —bajo la forma de variación aleatoria —
, son capaces de explicar toda la complejidad y diversidad biológicas.
¿Dónde encaja el diseño o causación inteligente dentro de esta
interacción dialéctica entre azar y necesidad? En ninguna parte. A lo
86 DISEÑO
INTELIGENTE

sumo, el diseño se torna en un subproducto del cambio y la necesidad. Si,


por ejemplo, el mecanismo darwiniano de la variación aleatoria y l a
selección natural explican la emergencia de los seres humanos, entonces la
inteligencia humana (con todas sus capacidades para el diseño) es
meramente una capacidad de comportamiento que sitúa al hombre en la
cima de unos ciegos procesos materiales.
Sin duda, existe la posibilidad lógica de que el propósito, la inteli-
gencia y el diseño puedan ser generados meramente por la vía del azar y la
necesidad. Según esto, la inteligencia podría ser un instrumento de
supervivencia sin más otorgado a los hombres a través de un proceso
evolutivo darwiniano que premia la supervivencia y la reproducción y que
no está inteligentemente guiado, sino regido únicamente por el azar y la
necesidad. Las fuerzas creativas básicas de la naturaleza carecerían así de
inteligencia. Mas incluso aunque ésta sea una posibilidad lógica, no es
claramente la única. Otra posibilidad también lógica es que el propósito, la
inteligencia y el diseño sean características fundamentales de la realidad y
que no sean reducibles al azar y la necesidad. ¿Cuál es la actitud correcta?
En lugar de prejuzgar la respuesta como hace el darwinismo, la inferencia
de diseño proporciona un marco lógico para decidir sobre la corrección de
cada una de ellas. El darwinismo destierra el diseño de la biología. La
inferencia de diseño, en cambio, ni lo destierra ni lo exige. Lo que hace más
bien es permitir que sea la evidencia de la biología la que decida.
10

/COMPLEJIDAD
[ESPECIFICADA
\ ¿ Qué es la complejidad especificada,
y cómo se determina si algo exhibe
complejidad especificada?

EL TÉRMINO «COMPLEJIDAD ESPECIFICADA» tiene unos treinta años de vida. Por lo


que yo sé, el investigador del origen de la vida Leslie Orgel fue el primero
en utilizarlo. Este término apareció en su libro de 1973 The Origins of Life,
en donde escribía, «Los organismos vivos se distinguen por su complejidad
especificada. Cristales tales como el granito no pueden ser considerados
como organismos vivos porque carecen de complejidad; las mezclas
azarosas de polímeros tampoco pueden serlo porque carecen de
especificación». Más recientemente, en su libro de 1999 The Fith Miracle,
Paul Davies identificó la complejidad especificada con la clave para
resolver el problema del origen de la vida:
Los organismos vivos son misteriosos no por su complejidad
per se, sino por su hermética complejidad especificada. Para
comprender plenamente el surgimiento de la vida a partir de lo
inanimado, tenemos que conocer no sólo el modo en que fue
concentrada la información necesaria, sino saber también de qué
manera llegó a ser especificada la información biológicamente útil.
Sin embargo, ni Orgel ni Davies ofrecieron una explicación analítica
precisa de la complejidad especificada. Una tal explicación aparece en mi
libro The Design Inference (1998) y su secuela No Free Lunch (2002). Aquí sólo
voy a ofrecer un esquema de aquella explicación sobre la complejidad
especificada. En mi propia investigación la clasifiqué como criterio
estadístico para identificar los efectos de la inteligencia. Tal
como yo la he desarrollado, la complejidad especificada contiene cinco
principales ingredientes:

• una versión probabilista de la complejidad aplicable a los sucesos;


• patrones condicionalmente independientes;
• recursos probabilistas presentados bajo dos formas: de replicación ^ y
de especificación;
• una versión especificacional de complejidad aplicable a patrones
• un límite a la probabilidad universal.

Consideremos brevemente estos cinco puntos.


Complejidad probabilista. La probabilidad puede ser considerada como
una forma de complejidad. Para entender este concepto examinemos una
cerradura de apertura-cierre por combinación. Cuántas más combinaciones
en la cerradura sean posibles, más complejo será el mecanismo y, por tanto,
más improbable que el tal mecanismo pueda ser abierto por azar. Por
ejemplo, una cerradura de combinación cuya esfera esté numerada de cero
a treinta y nueve y que tenga que ser activada en tres direcciones
alternativas admitirá 64.000 (es decir, 40 * 40 x 40) combinaciones posibles.
Esta cifra da la medida de la complejidad de la cerradura, pero también da
una probabilidad de 1 contra 64.000 de que la cerradura pueda ser abierta
por casualidad (asumiendo que anteriormente no se sabía absolutamente
nada sobre la combinación de la cerradura). Una combinación más
compleja cuya esfera estuviese numerada desde cero a noventa y nueve y
que tuviera que ser activada en cinco direcciones alternativas arrojaría la
cifra de 10.000.000.000 (esto es, 100 x 100 x 100 x 100) combinaciones
posibles y por tanto una probabilidad de 1 contra 10.000.000.000 de ser
abierta por azar. Complejidad y probabilidad varían por tanto de manera
inversa: cuanto mayor sea la complejidad, más pequeña será la
probabilidad. La complejidad en la complejidad especificada se refiere a la
improbabilidad.
Patrones condicionalmente independientes. Los patrones o modelos que
ante la presencia de complejidad o de improbabilidad implican una
inteligencia diseñadora han de ser independientes del suceso cuyo diseño
se está investigando. Crucial en este punto es que los aludidos patrones no
se impongan artificialmente sobre los sucesos después del hecho. Por
ejemplo, si un arquero dispara sus flechas contra una valla y luego
pintamos los objetivos que rodean las flechas a fin de que puedan ser vistos
con facilidad, estamos imponiendo un patrón después
J

Oxidad especificada »■ >

(|el hecho. Semejante patrón no es independiente de la trayectoria de Ja


flecha. Por otra parte, si los objetivos o blancos son establecidos de
antemano («especificados») y luego el arquero acierta en todos ellos, sa-
ldemos que eso no ocurrió por azar sino más bien por diseño (supuesto,
¿gsde luego, que dar en los blancos sea lo suficientemente improbable). El
modo de caracterizar esta independencia de los patrones discurre a ttavés
de la noción probabilista de independencia condicional. Un patrón ai
modelo es condicionalmente independiente de un suceso si la adición Je
nuestro conocimiento del modelo a una hipótesis de azar no altera la
probabilidad del suceso bajo tal hipótesis. Lo específico en la complejidad
especificada se refiere a estos patrones condicionalmente independientes. Y
éstos son precisamente las especificaciones.
Recursos probabilistas. Los recursos probabilistas están ligados al
número de oportunidades para que un suceso ocurra o sea especificado. Un
suceso al parecer improbable puede tornarse en algo bastante probable una
vez que se multiplican las fuentes probabilistas. Por otra parte, un tal suceso
puede seguir siendo improbable incluso después de que todas las posibles
fuentes probabilistas hayan sido multiplicadas. Supóngase que en el juego
de póquer estamos tratando de conseguir un «rubor real». Dependiendo de
la cantidad de veces que lo intentemos, ese resultado, que de por sí es
bastante improbable, puede seguir siendo improbable o tornarse en algo
bastante probable. Si sólo se lo intenta unas docenas de veces, es altamente
probable que no veamos nunca esa combinación de cartas. Pero si lo
intentamos millones de veces, es muy probable que lo consigamos.
Los recursos probabilistas se presentan bajo dos formas: la replicativa
y la especificativa. Los recursos replicativos están referidos al número de
oportunidades que comporta la ocurrencia de un determinado suceso. Los
especificativos se refieren al número de oportunidades que necesita la
especificación de un suceso. Para comprender lo que se ventila con estos
dos tipos de recursos, imaginemos una gran valla con un número N de
blancos de idéntico tamaño pintados sobre ella y un número M de flechas
en el carcaj del arquero. Digamos que las probabilidades que éste tiene de
acertar en alguno de esos blancos tomados individualmente con una sola
flecha es p. Entonces la probabilidad de acertar en uno cualquiera de los
blancos N, tomados colectivamente, con una única flecha está ligada a Np
(es decir, la multiplicación de N por p); y la probabilidad de acertar en
cualquiera de esos blancos con al menos una de las flechas del carcaj está
dada por MNp (o sea, la multiplicación de M, N y p). En este
90 DISEÑO I N T E L ÍCENTE

caso, el número de recursos replicativos corresponde a M (la cantidad de


flechas que hay en el carcaj), el número de recursos especificativos
corresponde a N (la cantidad de blancos sobre la valla), y el número total
de recursos probabilistas corresponde al producto MN. Para que un suceso
específico de probabilidad p sea razonablemente atribuido a la casualidad,
el número MNp no debe ser demasiado pequeño.
Complejidad especificativa. Puesto que estamos hablando de patrones
o modelos, las especificaciones exhiben grados variables de complejidad.
El grado de complejidad de una especificación determina el número de
recursos especificativos que han de entrar en la multiplicación cuando haya
que realizar un cálculo del nivel de improbabilidad para descartar el azar
(véase el punto anterior). Cuanto más complejo sea el patrón, mayor será
el número de recursos especificativos que hay que multiplicar. Los detalles
son bastante técnicos y comportan una generalización de lo que los
matemáticos llaman complejidad de Kolmogorov. Sin embargo, la intuición
básica es rectilínea. La complejidad especificativa baja es importante para
detectar el diseño, pues asegura que un suceso cuyo diseño es dudoso no
fue descrito simplemente después del hecho y manipulado luego para
hacerlo aparecer como descrito antes de ese hecho.
Para comprender lo que está en juego, consideremos las dos siguientes
secuencias de diez tiradas de una moneda (donde «cara» y «cruz» están
respectivamente representadas por C y +): CCCCCCCCCC y CC+C+++C+C.
¿Cuál de estas dos secuencias se sentiría usted más inclinado a atribuir al
azar? Las dos tienen la misma probabilidad, aproximadamente de 1 por
1.000. No obstante, el modelo que especifica la primera secuencia es mucho
más simple que el de la segunda. Para la primera, el patrón o modelo puede
ser especificado con la simple frase: «diez caras en una fila». Para la
segunda secuencia, en cambio, el patrón que la especifique requiere una
oración considerablemente más larga, por ejemplo: «dos caras, luego una
cruz, a continuación una cara, luego tres cruces, y finalmente una cara, una
cruz y una cara». Tengamos en cuenta que la complejidad especificativa
(que no hay que confundir con la complejidad especificada) está concebida
como una descripción de longitud mínima. (Para más detalles, véase
www.mdl-research.org).
Para que algo exhiba una complejidad especificada ha de tener una
complejidad especificativa baja (como ocurre con la secuencia
CCCCCCCCCC, que consiste en diez caras en una fila), aunque una com-
plejidad probabilista alta (o sea, que su probabilidad debe ser pequeña).
Complejidad especificada 91

Es esta combinación de complejidad especificativa baja (un patrón fácil de


describir en una secuencia relativamente corta) y una complejidad
especificada alta (algo que es altamente improbable) lo que hace de la
complejidad especificada un instrumento de triangulación enormemente
eficaz para medir la inteligencia. Mas la importancia de la complejidad
especificada no acaba con esto.
Junto a su crucial posición en la inferencia del diseño, la complejidad
especificada aparece también implícitamente en una buena parte de la
literatura de la auto-organización, un campo que estudia el modo en que
los sistemas complejos emergen a partir de la estructura y dinámica de sus
partes. Puesto que la complejidad especificada combina una baja
complejidad especificativa con una alta complejidad probabilista, la
complejidad especificada se asienta en esa frontera entre el orden y el caos
comúnmente conocida como el «límite del caos». El problema con el puro
orden (baja complejidad especificativa) está en que éste es predecible y por
tanto muy poco interesante. Ejemplo de esto es un cristal que repite una y
otra vez el mismo modelo simple. El problema con el puro caos (alta
complejidad probabilista) está en que su tremendo desorden lo hace
también poco interesante. (No hay modelo significativo alguno que pueda
surgir del puro caos. Ejemplo de esto podrían ser los escombros que dejan
tras sí un tornado o una avalancha). Es más bien en el límite del caos,
claramente situado entre el orden y el caos, donde suceden las cosas
interesantes. Y aquí es donde encuentra su asiento la complejidad
especificada.
Límite de la probabilidad universal. En el universo observable, los recursos
probabilistas se encuentran en cantidades limitadas. Los científicos
estiman que el número de partículas elementales existentes dentro del
universo físico conocido se mueve en torno a 10 80. Por su parte, las
propiedades de la materia son tales que las transiciones desde un estado
físico a otro no pueden darse a una velocidad mayor de 10 45 veces por
segundo. Esta frecuencia corresponde al tiempo de Planck, que es la mí-
nima unidad de tiempo físicamente significativa. Finalmente, el universo
mismo es más o menos un billón de veces más joven que la magnitud
representada por 1025 segundos (suponiendo que la edad del universo
oscila entre los 10 y los 20 billones de años). Si suponemos ahora que
cualquier especificación de un suceso dentro del universo físico conocido
requiere al menos una partícula elemental que lo especifique y que tal
especificación no puede ser generada con una velocidad mayor que el
tiempo de Planck, entonces estas limitaciones cosmológicas implican
92
DISEÑO INTELIGENTE

que el número total de sucesos especificados a lo largo de la historia


cósmica no puede exceder la cifra de 10XÜ x 1045 x 1025 = 10l5n. Así pues,
cualquier caso especificado de probabilidad que sea menor que 1 sobre
101511 seguirá siendo improbable incluso después de que todos los recursos
probabilistas concebibles del universo observable hayan sido factorizados
en él. Una probabilidad de 1 sobre 10150 es por tanto un límite universal de la
probabilidad. (Para los detalles que justifican este límite universal de la
probabilidad, véase mi obra de 1998 The Design Inference). Un límite
universal de la probabilidad es impermeable a todos los recursos pro-
babilistas que puedan utilizarse contra él. En efecto, todos los recursos
probabilistas del mundo físico conocido son incapaces de conspirar para
convertir ni remotamente en probable un suceso cuya probabilidad sea
menor que este límite universal de la probabilidad.
Un límite de probabilidad universal de 1 sobre 10 150 es el más con-
servador de la literatura científica. El matemático francés Émile Borel
propuso un 1 sobre 103tl como un límite de probabilidad universal por
debajo del cual el azar podría ser definitivamente excluido. (Es decir, un
suceso especificado tan improbable como éste no podría nunca ser
atribuido al azar). Los criptógrafos calculan la seguridad de los cripto-
sistemas en términos de los ataques de una fuerza bruta que emplea todos
los recursos probabilistas que el universo le pueda brindar para romper
por azar un criptosistema. En su informe sobre el papel de la criptografía
en la seguridad de la sociedad de la información, el Consejo Nacional de la
Información estableció la cifra de 1 sobre 10 94 como límite de la
probabilidad universal para asegurar a los criptosistemas contra los
ataques basados en el azar. (Véase el libro de Kenneth Dam y Her- bert Lin
Cryptography's Role in Securiting the Information Society, 1996). El científico
computacional Seth Lloyd estableció la cifra de 10 120 como el máximo
número de operaciones en bits que el universo podría realizar a todo lo
largo de su historia (Physical Revino Letters, 10 de Junio de 2002). Este
número corresponde a un límite de probabilidad universal de 1 sobre 10 120.
En su libro más reciente, Investigations (2000), Stuart Kauffman aduce una
cifra similar.
Que una cosa exhiba una complejidad especificada significa por tanto
que esa cosa se ajusta a un modelo condicionalmente independiente (o
especificación) de baja complejidad especificacional, pero en donde el
suceso correspondiente a ese modelo tiene una probabilidad menor que el
límite de la probabilidad universal y por tanto una alta complejidad
probabilista. La complejidad especificada es un criterio ampliamente
■pei ifiaiiiiì 93
Complejidad

utilizado para detectar el diseño. Por ejemplo, cuando los investigadores


en su alan de descubrir inteligencia extraterrestre (SETI) se afanan por
detectar signos de inteligencia en el espacio exterior, lo que están
buscando es una complejidad especificada. (Recordemos la película Contad
en la cual SETI detecta un modelo de señal inteligente cuando la secuencia
de números primos les llega desde ese espacio exterior. Una secuencia
como ésta exhibe complejidad especificada).
1

11

EL FILTRO EXPLICATIVO
¿De qué modo funciona la complejidad
especificada como criterio de detección de A diseño?

CUANDO TRATAMOS DE EXPLICAR ALGO, recurrimos a tres amplios modos de


explicación: necesidad, azar y diseño. Como criterio para detectar diseño, la
complejidad especificada nos permite decidir cuál de estos modos
conviene aplicar. Al responder a tres tipos de cuestiones acerca de las
cosas, lo que tratamos de explicar es lo siguiente: ¿Se trata de algo con-
tingente? ¿Es complejo? ¿Es especificado? Si ordenamos secuencialmente
estas tres preguntas como nodulos de decisión en un diagrama de flujo,
podemos representar la complejidad especificada como un criterio para
detectar diseño. Este diagrama de flujo es actualmente conocido como
Filtro Explicativo (véase figura 1).
El Filtro Explicativo opera introduciendo sucesos en el nodulo «ini-
cial» y enviándolos luego a los nodulos de decisión. Supongamos, por
ejemplo, que deseamos explicar por qué es posible abrir una determinada
caja de caudales bien construida con un artificio de cierre basado en una
cierta combinación. ¿Cómo explicaríamos la apertura de la caja?
Supongamos que la combinación del cierre consta de un centenar de
números ordenados de 00 a 99 y que para abrir la caja se requieren cinco
giros en direcciones alternativas. Asumimos que una y solo una secuencia
de giros alternativos es la correcta (por ejemplo, 34-98-25-09- 71). Hay así
10 billones de combinaciones posibles de las cuales sólo una abre la caja.
Introduzcamos ahora en el Filtro Explicativo los datos que podrían
abrir la caja del banco. ¿De qué modo se comporta este acto en el primer
nodulo de decisión? Puesto que no hay ninguna ley o regularidad de la
naturaleza que exija que los datos introducidos se tornen en la combina-
ción que abre la caja, esta apertura ha de ser contingente. Y esta respuesta
r £1 filtro explicativo

Figura 1. El filtro explicativo


96 0 filtro explicativo 97
DISEÑO INTELIGENTE

al primer nodulo de decisión nos lleva inmediatamente al segundo. ¿Qué gecuencias regulares aritméticas que surgen durante el desarrollo de los
ocurre aquí? Ante 10 billones de posibilidades de combinación de las que gistemas biológicos —secuencias que en cambio deberían ser atribuidas a
sólo una es la correcta, sería absolutamente insensato pensar que una larga necesidades naturales. Por ejemplo, la serie de Fibonacci (en la cual cada
serie de giros del dial en una y otra dirección podría llevarnos finalmente número es la suma de los dos anteriores) que caracteriza la ordenación de
hasta ella. En la práctica, descubrir el modo de abrir la caja es las hojas en los tallos de las plantas deriva de un «proceso perfectamente
extremadamente complejo e improbable. (En rigor, la probabilidad tendría natural».
que ser menor que el límite de la probabilidad universal, pero, como ya se La contradicción aquí es sólo aparente. El error no proviene del filtro
dijo en el capítulo anterior, a efectos prácticos esto es más que suficiente). Explicativo sino de un equívoco acerca del término natural. ¿En qué sentido
El procedimiento para abrir la caja llega por tanto al tercer nodulo de la secuencia de Fibonacci deriva de un «proceso natural perfectamente
decisión. Lo crucial aquí es la cuestión de decidir si este suceso es también organizado»? O ¿es natural el origen de ese proceso? El hecho de que la
especificado. Si fuera sólo complejo pero no especificado, la apertura de la operación de algo sea natural, no significa que su origen también lo sea. Es
caja del banco podría entonces ser legítimamente atribuida al azar. (El azar éste un punto ampliamente olvidado. De hecho, el ejemplo de Korthof dice
explica también la absoluta complejidad aparte de la especificación). Pero sólo que los sistemas biológicos son naturales, no que lo sea su origen. Pero
el suceso que nos ocupa es sin duda especificado. Efectivamente, la misma el origen, y por tanto el diseño, de sistemas biológicos que exhiben el
construcción de la cerradura especifica cuál de entre los diez billones de comportamiento de Fibonacci está a su vez en cuestión. El ejemplo de
combinaciones es la que abre la caja. Así pues, este suceso es tanto complejo Korthof es lógicamente equivalente a un programa de computador que
como especificado. Y como tal exhibe una complejidad especificada con lo produce la serie de Fibonacci. Una vez convenientemente programado, el
que pasa al nodulo terminal «diseño». De este modo llegamos formalmente computador opera por necesidad. En consecuencia, cuando sus resultados
a lo que cualquier empleado de un banco reconocería inmediatamente: que alimenten al filtro acabarán desembocando en el nodulo de la necesidad. La
alguien supo y eligió de antemano la combinación correcta del dial. serie de Fibonacci generada por el computador deriva, como diría Korthof,
El Filtro Explicativo ha sido objeto de innumerables críticas tanto en la de un «proceso perfectamente natural». Pero ¿de dónde procede el
prensa como en Internet. Quisiera por tanto responder aquí brevemente a computador que ejecuta el programa? Y ¿de dónde el programa mismo?
las principales objeciones. Una de ellas, expresada por gentes que sólo de Toda la mecánica y la inteligencia del computador en nuestra experiencia
oídas conocen algo sobre el filtro, es que el tal filtro asigna al diseño sucesos ordinaria están propiamente referidas no a la necesidad sino al diseño.
o cosas que son meramente improbables. Pero es evidente que no es éste el Las críticas de Korthof sugieren que las conclusiones extraídas por el
caso en modo alguno, porque además de identificar la complejidad o la Filtro Explicativo dependen de manera crucial de los sucesos que intro-
improbabilidad, el filtro ha de identificar también una cierta especificación duzcamos en él. Para examinar cualquier pretendido diseño que pueda
antes de atribuir diseño al objeto de su examen. Otra crítica consiste en permanecer oculto tras la serie de Fibonacci, el objeto de nuestro interés no
afirmar que el filtro asignará al diseño objetos geométricos regulares como es la programada operación de los sistemas biológicos que produzca la serie
los cristales de hielo en forma de estrellas que se producen en el frío de Fibonacci (que, tratada como tal, acabaría en el nodulo de la necesidad
invierno. Esta crítica es sencillamente inapropiada, pues tales formas no son del Filtro Explicativo). El centro de nuestro interés es, más bien, la
más que una cuestión de necesidad física por la simple razón de las estructuración del suceso que organice los sistemas biológicos de modo tal
propiedades del agua. (Así pues, el filtro asignará los cristales a la necesidad que puedan producir en primer lugar la serie de Fibonacci. Verificar que
y no al diseño). Consideraciones similares son aplicables a los sistemas este suceso conduce al nodulo del diseño en el Filtro Explicativo es sencillo.
auto-organizativos en general. En efecto, el «programa biológico» que produce la serie de Fibonacci es
Según el crítico de Internet Pert Korthof (www.home.planet.nl/ - probablemente bastante simple y podría incluso estar basado en fuerzas
gkorthf/ kortho44,htm), el filtro atribuye erróneamente diseño a ciertas puramente naturales como la presión selectiva. Sin embargo, el «hardware
biológico» más simple para manipular este
98 DISEÑO El filtro explicativo 99
INTELIGENTE

programa es una célula funcional. Y la célula funcional más simple es una mayor que 1 sobre 10 billones. Concedamos que tal cosa podría suceder.
célula asombrosamente compleja que acumula capas sobre capas de Pero del mismo modo podría suceder también que el mecanismo exigiera
complejidad especificada y por tanto de diseño. introducir tan precisa y limpiamente la combinación correcta, que la
La incapacidad de Korthof para distinguir entre la operación legifor- probabilidad de abrir la caja por azar fuera realmente aún menor que 1
me o «natural» de una cosa y su origen diseñado está muy extendida. sobre 10 billones. Un ulterior examen del mecanismo de apertura podría
Desgraciadamente, esta confusión no muestra signos de debilitamiento. por tanto trastocar o reforzar una inferencia de diseño.
Michael Polanyi la retrotrae a los años 1960 cuando distingue entre la La perspectiva de que un conocimiento adicional pudiera trastocar una
operación mecánica de los organismos y sus aspectos maquinistas (véase inferencia de diseño significa un riesgo para el Filtro Explicativo. Pero es
capítulo veinte). Analicemos esta distinción con un ejemplo par- un riego endémico en toda tarea de investigación científica, pues no es más
ticularmente simple. Imaginemos una imagen gráfica en carretera que que un reestablecimiento del problema de la inducción, o sea, que podemos
advierte sobre una intensa nevada caída en el entorno del restaurante Eat estar equivocados respecto a las regularidades (tanto probabilistas como
at Frank dejando al mismo anuncio semicubierto de nieve. A su vez, el necesarias) que operaban en el pasado y que siguen teniendo aplicación en
propio anuncio ha caído al suelo como resultado de fuerzas naturales no el presente. Wilkins y Elsberry se comportan realmente como si ningún
dirigidas. Sobre esta base, el filtro no podría atribuir al diseño la impresión volumen de investigación sobre un fenómeno fuera suficiente para
dejada en el suelo por ese anuncio. Sin embargo, hay en todo esto un suceso desterrar razonablemente las necesidades naturales y los procesos de
relevante cuyo diseño ha de ser afirmado: la estructura de la imagen cambio como causa de ellas. Pero si el diseño en la naturaleza es real, las
grabada (bien sea en la nieve o bien en el anuncio). Este suceso ha de ser recomendaciones de estos autores nos aseguran que nunca lo
referido a la actividad del que construyó el anuncio, y el Filtro Explicativo descubriremos (véanse los capítulos veintiséis y treinta y dos).
lo adscribe correctamente al diseño. Las fuerzas naturales pueden servir de Frente a Wilkins y Elsberry, el riesgo de que un conocimiento posterior
conductos para el diseño. Pero tal vez una simple inspección de esas pueda trastornar la inferencia de diseño, no tiene nada que ver con la
fuerzas no suministre ninguna evidencia de diseño, y en tal caso habrá que fiabilidad del filtro. Esta fiabilidad está referida a su precisión en la
explorar a más profundidad. El uso del Filtro Explicativo para identificar detección de diseño, supuesto que le hayamos introducido con toda
el diseño exige introducir en el filtro los correctos sucesos, objetos y exactitud las probabilidades en cuestión (véase capítulo doce). Wilkins y
estructuras. El hecho de que un determinado dato no revele ningún diseño, Elsberry se proponían criticar la fiabilidad del filtro pero lo que de hecho
no significa que otro mejor elegido tampoco pudiera descubrirlo. están criticando es su aplicabilidad (véase capítulo catorce). Son como una
En un artículo titulado «Las ventajas de la cara sobre la cruz: La persona que tacha de no fiable una calculadora ante un amigo que intenta
inferencia del diseño y la argumentación a partir de la ignorancia», averiguar cuánto son nueve veces nueve y que obtiene una respuesta
aparecido en la revista Biology and Philosoplu/ (2001), John Wilkins y Wesley errónea porque accidentalmente marcó «6 x 6». Si esa persona se empeñara
Elsberry sostienen que el filtro no es un indicador fiable de diseño. Central en seguir negando la utilidad de la calculadora pero se viera obligada a
para su argumento es la idea de que si nos declarásemos incapaces de admitir que su amigo era el responsable del error, entonces podría insistir
caracterizar el entero abanico de necesidades naturales y procesos de en que nadie puede estar absolutamente seguro de que usa correctamente
cambio que pudiesen cooperar en la explicación de un fenómeno, la calculadora. Esto es en esencia lo que Wilkins y Elsberry han hecho con
podríamos omitir con ello toda causa natural indirecta que pudiese el Filtro Explicativo.
aumentar la probabilidad del fenómeno y con ello la posibilidad de una Negar así la aplicabilidad del Filtro favorece indirectamente las causas
explicación adecuada con independencia del diseño. Así, con respecto a las naturales y las torna inmunes a la invalidación. La ciencia es
probabilidades de abrir por azar la caja del banco acabada de considerar, supuestamente una empresa arriesgada. Nos acercamos a la naturaleza
para estos autores sería una construcción muy precaria una caja cuya para descubrir sus secretos porque no sabemos cuáles son hasta que no la
posibilidad de apertura por azar fuera mucho examinamos. De lo cual se sigue que lo que la naturaleza nos revela
1

98 DISEÑO INTELIGENTE

programa es una célula funcional. Y la célula funcional más simple es una


célula asombrosamente compleja que acumula capas sobre capas de
complejidad especificada y por tanto de diseño.
La incapacidad de Korthof para distinguir entre la operación legifor-
me o «natural» de una cosa y su origen diseñado está muy extendida.
Desgraciadamente, esta confusión no muestra signos de debilitamiento.
Michael Polanyi la retrotrae a los años 1960 cuando distingue entre la
operación mecánica de los organismos y sus aspectos maquinistas (véase
capítulo veinte). Analicemos esta distinción con un ejemplo par-
ticularmente simple. Imaginemos una imagen gráfica en carretera que
advierte sobre una intensa nevada caída en el entorno del restaurante Eat
at Frank dejando al mismo anuncio semicubierto de nieve. A su vez, el
propio anuncio ha caído al suelo como resultado de fuerzas naturales no
dirigidas. Sobre esta base, el filtro no podría atribuir al diseño la impresión
dejada en el suelo por ese anuncio. Sin embargo, hay en todo esto un suceso
relevante cuyo diseño ha de ser afirmado: la estructura de la imagen
grabada (bien sea en la nieve o bien en el anuncio). Este suceso ha de ser
referido a la actividad del que construyó el anuncio, y el Filtro Explicativo
lo adscribe correctamente al diseño. Las fuerzas naturales pueden servir de
conductos para el diseño. Pero tal vez una simple inspección de esas
fuerzas no suministre ninguna evidencia de diseño, y en tal caso habrá que
explorar a más profundidad. El uso del Filtro Explicativo para identificar
el diseño exige introducir en el filtro los correctos sucesos, objetos y
estructuras. El hecho de que un determinado dato no revele ningún diseño,
no significa que otro mejor elegido tampoco pudiera descubrirlo.
En un artículo titulado «Las ventajas de la cara sobre la cruz: La
inferencia del diseño y la argumentación a partir de la ignorancia»,
aparecido en la revista Biology and Philosophy (2001), John Wilkins y Wesley
Elsberry sostienen que el filtro no es un indicador fiable de diseño. Central
para su argumento es la idea de que si nos declarásemos incapaces de
caracterizar el entero abanico de necesidades naturales y procesos de
cambio que pudiesen cooperar en la explicación de un fenómeno,
podríamos omitir con ello toda causa natural indirecta que pudiese
aumentar la probabilidad del fenómeno y con ello la posibilidad de una
explicación adecuada con independencia del diseño. Así, con respecto a las
probabilidades de abrir por azar la caja del banco acabada de considerar,
para estos autores sería una construcción muy precaria una caja cuya
posibilidad de apertura por azar fuera mucho
99
£/ filtro explicativo

may°r que 1 sobre 10 billones. Concedamos que tal cosa podría suceder. Pero
del mismo modo podría suceder también que el mecanismo eXigiera
introducir tan precisa y limpiamente la combinación correcta, que la
probabilidad de abrir la caja por azar fuera realmente aún menor que 1
sobre 10 billones. Un ulterior examen del mecanismo de apertura podría
por tanto trastocar o reforzar una inferencia de diseño.
La perspectiva de que un conocimiento adicional pudiera trastocar una
inferencia de diseño significa un riesgo para el Filtro Explicativo. Pero es
un riego endémico en toda tarea de investigación científica, pues no es más
que un reestablecimiento del problema de la inducción, o sea, que podemos
estar equivocados respecto a las regularidades (tanto probabilistas como
necesarias) que operaban en el pasado y que siguen teniendo aplicación en
el presente. Wilkins y Elsberry se comportan realmente como si ningún
volumen de investigación sobre un fenómeno fuera suficiente para
desterrar razonablemente las necesidades naturales y los procesos de
cambio como causa de ellas. Pero si el diseño en la naturaleza es real, las
recomendaciones de estos autores nos aseguran que nunca lo
descubriremos (véanse los capítulos veintiséis y treinta y dos).
Frente a Wilkins y Elsberry, el riesgo de que un conocimiento posterior
pueda trastornar la inferencia de diseño, no tiene nada que ver con la
fiabilidad del filtro. Esta fiabilidad está referida a su precisión en la
detección de diseño, supuesto que le hayamos introducido con toda
exactitud las probabilidades en cuestión (véase capítulo doce). Wilkins y
Elsberry se proponían criticar la fiabilidad del filtro pero lo que de hecho
están criticando es su aplicabilidad (véase capítulo catorce). Son como una
persona que tacha de no fiable una calculadora ante un amigo que intenta
averiguar cuánto son nueve veces nueve y que obtiene una respuesta
errónea porque accidentalmente marcó «6 * 6». Si esa persona se empeñara
en seguir negando la utilidad de la calculadora pero se viera obligada a
admitir que su amigo era el responsable del error, entonces podría insistir
en que nadie puede estar absolutamente seguro de que usa correctamente
la calculadora. Esto es en esencia lo que Wilkins y Elsberry han hecho con
el Filtro Explicativo.
Negar así la aplicabilidad del Filtro favorece indirectamente las causas
naturales y las torna inmunes a la invalidación. La ciencia es
supuestamente una empresa arriesgada. Nos acercamos a la naturaleza
para descubrir sus secretos porque no sabemos cuáles son hasta que no la
examinamos. De lo cual se sigue que lo que la naturaleza nos revela
100 DISK ÑO INTELIGENTE

puede ser inesperado e incluso desconcertante. (Pensemos en las dificul-


tades que encontraron los físicos para dar sentido a la mecánica cuántica
en los años 1920 y 1930). Pero cuando se trata del diseño, Wilkins y
Elsberry desean una ciencia libre de riesgo. Quieren mimar a su ciencia y
mantenerla a salvo bien resguardada en su capullo naturalista que le cierre
el paso al diseño en las ciencias naturales. Mas semejante ciencia sin riesgos
no es ciencia en absoluto. Conoce la verdad sin pararse a mirar. Así,
cuando la evidencia le sale al paso, arbitrariamente decreta que la tal
evidencia es inadmisible.
Otros críticos objetan que al distinguir entre azar y necesidad, el filtro
se muestra incapaz de conjuntar la acción del azar y de la necesidad,
especialmente cuando ambos factores intervienen en el mecanismo
darwiniano de la selección natural (el componente de necesidad) y la
variación aleatoria (el componente de azar). En particular, el mecanismo
darwiniano es supuestamente el dispensador de toda la complejidad
biológica que el filtro atribuye al diseño. De ser correcta, esta objeción
destruiría el Filtro Explicativo. Pero no lo es. Yo enfoco al azar y la nece-
sidad como un probabilista, para quien la necesidad es un caso especial de
azar en el que las probabilidades se reducen a cero y uno. (Pensemos en
una moneda con dos caras: ¿cuál es la probabilidad de que arroje cara
cuando se la lance? Y ¿cuál es la probabilidad de que salga cruz?) El azar,
tal como yo lo caracterizo, incluye así a la necesidad, al azar (tal como de
ordinario es usado) y a la combinación de ambos. Por tanto, el filtro
admitiría ser comprimido asimilando el nodulo de la necesidad a los
nodulos del azar, aunque a expensas de disminuir la facilidad de uso de
los filtros. En cualquier caso, el filtro es sólido y totalmente aplicable a la
evaluación de las pretensiones del darwinismo.
Finalmente, la crítica de Michael Ruse al Filtro Explicativo consiste en
afirmar que el tal filtro convierte a la necesidad, el azar y el diseño en
conceptos mutuamente exclusivos y exhaustivos. Citando a Ronald Fisher,
Ruse argumenta que los tres conceptos no necesitan funcionar
«conjuntamente». Así, en Can a Darwinian Be a Christian? escribe,
[Fisher] creía que las mutaciones ocurrían individualmente
por azar, pero que colectivamente eran gobernadas por leyes (que
indudablemente están gobernadas por las leyes de la física y la
química) y por eso pueden suministrar las condiciones para la
selección (ley) que produce orden a partir del desorden (azar).
Fisher encierra el panorama entero dentro de los confines de su
«teoría fundamental de la selección natural», que esencialmente
0 filtro explicativo 101

viene a decir que la evolución progresa hacia adelante, con lo cual


ignora los procesos degenerativos regidos por la Segunda Ley de
la Termodinámica. Y luego, como medida consoladora, ¡sostiene
que absolutamente todo fue planeado por su Dios anglicano!
Así pues, éste es el modo en que Fisher reúne azar (concebido en
general como mutaciones y desorden), necesidad (concebida en forma de
leyes físicas y selección natural) y diseño (concebido como la planificación
de un Dios anglicano). ¿Es semejante revoltijo compatible con el Filtro
Explicativo? Lo es de hecho.
Ruse está equivocado cuando dice que el Filtro Explicativo separa la
necesidad, el azar, y el diseño en categorías exhaustivas y mutuamente
exclusivas. El filtro imita nuestra práctica ordinaria de utilizar esos tres
modos de explicación; y por supuesto, los tres pueden ser ensayados
conjuntamente. Pero típicamente es uno de esos modos de explicación el
que predomina. ¿Es diseñado el óxido que ha corroído la dirección de su
viejo automóvil? El óxido y el lamentable estado de su coche son debidos
al azar y la necesidad (humedad, temperatura, gravedad y una multitud
de otras fuerzas naturales incontrolables). Pero su automóvil exhibe
también diseño, que típicamente es el punto que interesa. Y lo que es más,
al concentrarse en los aspectos cruciales del automóvil, el filtro detecta
también el diseño. Y en última instancia, el factor que capacita al filtro para
detectar el diseño es la complejidad especificada. Así pues, el Filtro
Explicativo proporciona un modo amigable de establecer la complejidad
especificada. Por esta razón, la única posibilidad de refutar el Filtro
Explicativo consistiría en mostrar que el mismo filtro se apoya en un
criterio inadecuado para detectar el diseño. Mas volvámonos ahora al
análisis de tal objeción.
12
w del criterio

JQS negativos falsos es endémico en la detección de diseño en general. Una


dificultad
fiabilidad
103

para ello reside en el hecho de que las causas inteligentes pueden


mimetizar a las causa naturales no dirigidas, haciendo con ello que sus
FIABILIDAD DEL CRITERIO acciones resulten indistinguibles de las propias de las causas no
inteligentes. Un tarro de tinta cae sobre el pupitre y accidentalmente se
¿Es la complejidad especificada un £
desparrama por una hoja de papel. Alternativamente, un agente humano
criterio fiable para detectar diseño?
vuelca deliberadamente un tarro de tinta sobre una hoja de papel. Las
manchas resultantes pueden parecer idénticas, y ninguna de ellas
suministrar la menor evidencia de designio. Sin embargo una de fes dos se
debe realmente a un designio mientras que la otra obedece a causas
naturales.
Otra dificultad añadida consiste en que la detección de causas in-
LA COMPLEJIDAD ESPECIFICADA tal como queda encapsulada en el Filtro teligentes requiere un conocimiento de fondo. Es propio de una causa
Explicativo (véase capítulo once), es un criterio para detectar ocurrencias inteligente poder reconocer a otra causa inteligente. Pero si no estamos lo
de diseño. Me referiré a este criterio con la expresión «criterio de espe- suficientemente informados, podremos equivocarnos. Considérese a un
cificación-de-complejidad». En general, los criterios tratan de clasificar a espía que escucha un canal de comunicación cuyos mensajes están cifrados.
los individuos por referencia a un determinado grupo que hace de modelo. A menos que el espía conozca el modo de penetrar en el cripto- sistema
El grupo-modelo para el criterio de especificación-de-complejidad engloba utilizado por las partes a las que está espiando (esto es, a menos que
todas las cosas que han sido inteligentemente causadas. ¿Hasta qué punto conozca la clave criptográfica), todo mensaje que atraviese el canal le
es afinado este criterio para asignar cosas a este grupo y omitir parecerá ininteligible y producto del azar más que de un designio.
correctamente otras? El problema de los negativos falsos surge por tanto cuando un agente
Las cosas que tratamos de explicar tienen una historia causal. En inteligente ha actuado (consciente o inconscientemente) para ocultar sus
algunas de estas historias es indispensable la causación inteligente; en otras acciones o cuando un agente inteligente carece del conocimiento suficiente
en cambio es dispensable. Una mancha de tinta se deja explicar sin para poder detectar un determinado diseño. Así pues, el criterio de
necesidad de recurrir a una causación inteligente; una cierta cantidad de especificación-de-complejidad tiene ciertamente sus límites. Se trata
tinta ordenada para formar un texto con pleno sentido, no. Cuando el precisamente de esos límites que no le ahorran al darwinista el trabajo
criterio de especificación-de-complejidad asigna algo al grupo-modelo, crucial que el criterio puede realizar. Este criterio es absolutamente capaz
¿podemos pensar que ese algo pueda ser de hecho realmente causado? Si de detectar causas inteligentes empeñadas en mostrar su presencia — e
no, estamos ante el problema de los positivos falsos. Por otra parte, cuando incluso muchas otras que no lo son. Los maestros del sigilo deseosos de
este criterio se muestra incapaz de asignar alguna cosa al grupo-modelo, ocultar sus acciones pueden acertar a evadir este criterio. Pero los
¿podemos estar seguros de que esa cosa no ha sido inteligentemente profesionales de la auto-promoción utilizan el criterio de especificación-de-
causada? Si no lo estamos nos encontramos ante el problema de los complejidad para asegurarse de que su propiedad intelectual quede
negativos falsos. adecuadamente adjudicada. Por su parte, la propiedad intelectual (como
Consideremos primeramente el problema de los negativos falsos. patentes y protección del derecho de autor) sería imposible sin este criterio.
Cuando la especificación de la complejidad no logra detectar diseño en una Y esto nos conduce al problema de los positivos falsos. Aun en el caso
cosa, ¿se puede asegurar que ninguna causa inteligente jugó el menor papel de que la complejidad especificada no fuese un criterio fiable para eliminar
en su formación? En modo alguno. Para determinar que una cosa no es el diseño, sí es un criterio fiable para detectar el diseño. El criterio de
producto de un diseño, este criterio no es fiable. Los negativos falsos son especificación-de-complejidad se comporta como una red.
un problema para él. Cierto que el problema de
104 DISEÑO
INTELIGENTE

Las cosas que son diseñadas quedarán prendidas en ella. A nosotros nos
gustaría que la red atrapara mucho más de lo que pesca, sin omitir nada
que fuera debido al diseño. Pero dada la habilidad del diseño para
mimetizar causas no inteligentes e incluso la posibilidad de que nosotros
mismos sigamos ignorando cosas que son diseñadas, este problema no
puede ser remediado. No obstante, quisiéramos estar absolutamente
seguros de que todo lo que la red capturase incluiría sólo aquello que
nosotros pretendemos capturar, o sea, cosas que son diseñadas. Si éste es el
caso, podemos confiar entonces en que todo lo que el criterio de
especificación-de-complejidad atribuya al diseño será con seguridad algo
diseñado.
¿Cómo es posible comprobar que la complejidad especificada es un
criterio fiable para detectar diseño? O dicho en otras palabras: ¿cómo
podemos constatar que el criterio de especificación-de-complejidad sabe
desechar sabiamente los positivos falsos? El cumplimiento de esta as-
piración se realiza mediante una generalización claramente inductiva: en
toda instancia que manifieste a las claras la presencia de una complejidad
especificada, y cuya historia causal sea perfectamente conocida (es decir,
cuando no se trate justamente de disponer de una evidencia circunstancial,
sino, por el contrario, cuando se cuente con una cámara de vídeo para que
todo pretendido diseñador pueda ser inmediatamente desenmascarado),
sucede que el diseño también está presente. Esta afirmación es verdadera
aun para el caso en que la persona que estuviera utilizando el filtro no
tuviera acceso a una información de primera mano. Es ésta una
fundamental y valiente afirmación, por lo cual la reestableceré de otro
modo: Cuando sea posible una corroboración empírica y directa, el diseño estará
realmente presente siempre que la complejidad especificada lo esté también.
Aunque esta justificación de la fiabilidad del criterio de especificación-
de-complejidad para detectar diseño pueda parecer un tanto facilo- na, no
lo es realmente. Si alguna cosa exhibe una genuina complejidad
especificada, entonces no se la puede explicar en términos de todos los
mecanismos materiales (no sólo de los que son conocidos, sino de todos
ellos, apoyándose en la probabilidad universal ligada a ese 1 contra 10 150;
véase capítulo diez). Ciertamente, atribuir complejidad especificada a
alguna cosa significa que la especificación a la cual esa cosa se conforma
corresponde a un suceso que es enormemente improbable con respecto a
todos los mecanismos materiales que pudieran dar lugar al suceso en
cuestión. Así pues, elijamos: consideremos al elemento en cuestión como
fiabilidad del criterio 105

explicable en términos de todos los mecanismo materiales, o conside-


rémoslo como diseñado. Pero puesto que el diseño está uniformemente
asociado con la complejidad especificada cuando se conoce la historia
causal subyacente, la inducción aconseja atribuir diseño en los casos en los
que se ignora la historia causal oculta.
Para que la complejidad especificada pueda detectar diseño, no es
■ffltficíente con que la probabilidad sea pequeña en comparación con al-
pina distribución de probabilidad arbitrariamente elegida. Por ejemplo, «i
uno se paseara por un bosque poblado de árboles en donde el musgo más
consistente se concentrara en la cara norte de los troncos, no bastaría con
preguntar al guardabosques: «¿cuáles son las probabilidades de que el
musgo más espeso se encuentre justamente en la cara norte de cada uno de
estos 10.000 árboles?» Sería virtualmente imposible decirlo, y así el
vigilante podría contestar: «alguien podría haber estado arrancando todo el
musgo del lado sur de los 10.000 árboles». Nuestro incompetente
guardabosques habría olvidado en este caso otra distribución de la
probabilidad que tiene en cuenta que el musgo sólo obtiene la suficiente
sombra que lo mantenga fresco y sano en el lado norte de los troncos.
Así pues, para que la complejidad especificada detecte un diseño, la
probabilidad en cuestión ha de ser pequeña en comparación con cualquier
otra probabilidad que pudiera caracterizarlo. Cuando se da este caso, tiene
lugar la inferencia de diseño. El uso del azar es aquí muy amplio e incluye
todo lo que pueda ser capturado matemáticamente por un proceso
estocástico. (Los procesos estocásticos constituyen el modelo más general
para describir la interacción de cambio y necesidad a lo largo del tiempo).
Y esto incluye procesos deterministas cuyas probabilidades se han
reducido a cero y uno (como es el caso de la necesidad, de las regularidades
y de las leyes naturales). Igualmente incluye también procesos no-
deterministas, como los procesos evolutivos que combinan la variación
aleatoria y la selección natural. Ciertamente, el azar así interpretado
caracteriza a todos los procesos naturales no dirigidos. Cuando se elimina
el azar, la complejidad especificada limpia por tanto el campo de todo
proceso que pudiera excluir el diseño. La única posibilidad razonable en
este caso sería el diseño.
Mas todavía sigue en pie el problema de prescindir de las distribu-
ciones de probabilidad inducidas por mecanismos materiales. ¿Puede
hacerse esto con confianza? Si las distribuciones de la probabilidad en
cuestión son las que han sido inducidas por mecanismos materiales cono-
cidos que operan de modos también conocidos, entonces la complejidad
106 DISEÑO INTELIGENTE fiabilidad del criterio 107

especificada puede y ciertamente debe prescindir de tales mecanismos. Jiacer un fertilizante más eficaz que otro en un determinado cultivo. Los
(Una complejidad especificada quedaría inmediatamente trastornada si mecanismos de combinación, sin embargo, son otra historia. Los
alguna distribución de probabilidad inducida por mecanismos conocidos mecanismos materiales conocidos (en este caso las leyes de la física)
que operan a su vez de maneras conocidas tornaran lo que tratamos de prescriben dos posibles movimientos de combinación: rotaciones en el
explicar en algo razonablemente probable. Recordemos el ejemplo del sentido del reloj y rotaciones en contra. Sin embargo, estos mecanismos no
musgo bajo los árboles). Pero puesto que la complejidad especificada exige pueden prescribir el número exacto de giros que abra la cerradura. La
eliminar también toda distribución de probabilidad inducida por geometría y simetría del cierre no permiten que los mecanismos materiales
mecanismos materiales que pudieran ser operativos, sin olvidar siquiera a puedan distinguir una combinación de otra. O sea, que una de ellas es tan
los desconocidos, ¿cómo puede la complejidad especificada prescindir de buena como cualquier otra desde la perspectiva de los mecanismos
éstos? materiales.
La complejidad especificada puede prescindir de mecanismos ma- Las cerraduras de combinación exhiben muchos grados de libertad en
teriales desconocidos supuesto que existan razones independientes para sus posibles combinaciones. De hecho, son precisamente esos grados de
pensar que las explicaciones basadas en mecanismos materiales conocidos libertad lo que garantiza la seguridad de la caja fuerte. Cuanto más grados
no van a ser tergiversadas por mecanismos desconocidos aún no de libertad, mayores serán las combinaciones posibles y mayor la
identificados. Tales razones independientes adoptan típicamente la forma seguridad. Los mecanismos materiales son compatibles con estos grados
de argumentos a partir de la contingencia que invocan numerosos grados de libertad y nos aseguran que cada posible combinación es físicamente
de libertad. A veces toman la forma de argumentos desde el agotamiento: realizable. Mas precisamente porque cada posible combinación es físi-
tras intentar una y otra vez obtener un resultado (digamos la camente realizable, los mecanismos materiales como tales no pueden
transformación de plomo en oro), los investigadores acaban convencidos imponer una combinación con exclusión de otras. Para eso necesitamos
de la imposibilidad de conseguirlo. No es infrecuente que se trate de condiciones iniciales y fronterizas. Estas condiciones describen las
reforzar este tipo de argumento con fundamentos teóricos. La alquimia, por circunstancias precisas bajo las cuales pueden actuar los mecanismos
ejemplo, había sido ampliamente descartada antes de que la química materiales. Por ejemplo, que una cerradura de combinación se abra de una
proporcionara fundamentos teóricos sólidos para su rechazo. Pero fue el manera particular depende del modo en que estén organizados los seguros
surgimiento de la química moderna, con su teoría de los elementos, lo que (es decir, de sus condiciones iniciales).
acabó definitivamente con la alquimia. (Con el término alquimia me Así pues, para establecer que ningún mecanismo material explica un
refiero, por supuesto, a la transformación masiva de una determinada fenómeno, se establece típicamente que ese mecanismo es compatible con
sustancia mediante una serie de toscas intervenciones, como aplicación de los conocidos mecanismos materiales implicados en su producción,
calor y de pociones, y no por reconstrucción átomo a átomo de una aunque esos mecanismos permiten también cualquier número de alter-
determinada sustancia valiéndose de sofisticados aparatos tales como los nativas a éste. (Es decir, que los mecanismos permiten un amplio rango de
aceleradores de partículas). condiciones iniciales y fronterizas, y estas condiciones son las que
conforman los grados de libertad con los que los mecanismos materiales
En cualquier caso, necesitamos contar con una buena base de re-
pueden operar). Por ser compatible con los conocidos mecanismos ma-
levantes distribuciones de probabilidad antes de poder atribuir con cierta
teriales implicados en su producción, aunque no requerido por éstos, un
confianza una complejidad especificada. Que podamos o no hacernos con
fenómeno se torna irreducible no sólo a los mecanismos conocidos sino
semejante bagaje ha de ser establecido sobre la base de casos individuales
también a cualquier mecanismo desconocido. ¿Por qué razón? Porque los
—un punto sobre el que he insistido en The Design Inference. En esta obra
mecanismos materiales conocidos pueden decirnos de manera conclusiva
contrasté el resultado de un experimento en agricultura con la apertura de
que un fenómeno es contingente y que permite muchos grados de libertad.
una caja fuerte con un mecanismo de combinación. En el experimento de
Cualquier mecanismo desconocido tendría entonces que respetar esa
agricultura, nos faltaba simplemente el suficiente conocimiento de los
contingencia y aceptar los grados de libertad ya descubiertos.
mecanismos subyacentes que pudieran
108 DISEÑO INTELIGENTE
1

Michael Polanyi describió este método para establecer la contingencia 1


mediante grados de libertad en los años 1960. Y empleó este método para
argumentar en favor de la irreductibilidad de la biología a la física y a la
química. El método tiene una aplicación muy general: la posición de las
piezas en un tablero de Scrabble es irreducible a las leyes generales í que
gobiernan los movimientos de las piezas del juego; la configuración i de las
manchas de tinta en un trozo de papel es irreducible a la física y ¡ a la
química del papel y de la tinta, la secuencia de las bases del ADN 1 es
irreducible a las afinidades que ligan las bases, etc.
Al establecer un ámbito de posibilidades sobre la base de mecanismos
materiales conocidos, este método excluye la posibilidad de que
mecanismos materiales desconocidos puedan comprimir este ámbito. Las
piezas del Scrabble, por ejemplo, pueden ser alineadas en todas las
ordenaciones posibles. Para que un mecanismo material desconocido
comprima o prefiera una ordenación determinada, debe estar adecua-
damente comprimido por las condiciones fronterizas. Pero entonces esas
condiciones fronterizas deben a su vez permitir al menos tantos grados de
libertad como las posibles ordenaciones de las piezas del Scrabble (de otro
modo, no habría completa libertad en la ordenación de las piezas en el
juego del Scrabble, cosa que sabemos que existe). Es este regreso desde la
respuesta de los mecanismos materiales a su original condición fronteriza,
lo que demuestra lo inadecuado de los mecanismos materiales para
originar complejidad especificada. A lo sumo, los mecanismos materiales
podrían arrastrar consigo la preexistente complejidad especificada oculta
en las condiciones iniciales y fronterizas.
En conclusión: la fiabilidad de la complejidad especificada como
criterio para detectar diseño debe ser entendida en relación con todos los
mecanismos materiales que pudieran estar operando en una circunstancia
dada. Dicho en otras palabras: el criterio es fiable en la detección del diseño
si se da por supuesto que todos los mecanismos materiales que pudieran
ser operativos en la circunstancia dada fueran eliminados. Sin embargo, en
la práctica podemos eliminar solamente los mecanismos materiales que
nos son conocidos. Aunque pueda parecer que la posible divergencia entre
mecanismos conocidos y todos los mecanismos über- haupt (conocidos y
desconocidos) minimiza el criterio de especificación de complejidad,
realmente no lo hace. Si, por ejemplo, hubiera razones independientes para
creer que las distribuciones de probabilidad inducidas por mecanismos
conocidos están aseguradas contra mecanismos
109
del criterio

¿gsconocidos, entonces el criterio limpiaría el campo de todos los me-


canismos que pudieran imposibilitar el diseño.
Al eliminar de este modo todos los mecanismos materiales, no estamos
diciendo con ello que un fenómeno sea inherentemente inexplicable Lo que
decimos más bien es que los mecanismos materiales no lo explican y que el
diseño sí lo hace. Esta conclusión sobre el diseño no producto de una
imaginación superactiva sino simplemente de una obediencia a la lógica
de la inducción que dice: En los casos en los que k subyacente historia
causal es conocida, la complejidad especificada no se presenta sin diseño.
La complejidad especificada proporciona, por tanto, un soporte inductivo
no meramente de lo inexplicable en términos de mecanismos materiales,
sino también de lo explicable en términos de diseño. (Y permítaseme
insistir nuevamente en que no estamos hablando aquí de mecanismos
materiales disyuntivos, del tipo «esto o aquello», contra el diseño. Es más
bien una cuestión de «uno o los dos», de mecanismos materiales opuestos
que trabajan codo a codo con el diseño).
13 V-
Objetividad y subjetividad 111

que ser actualizada a la luz de la moderna física. El color, por ejemplo, es


tratado ahora como una longitud de onda de la radiación electro- juagnética
y considerado como cualidad primaria (aunque la experiencia subjetiva del
OBJETIVIDAD Y color siga siendo tenida por una cualidad secundaria). Pero incluso así, la
SUBJETIVIDAD idea de que algunas propiedades son primarias u objetivas y otras
secundarias o subjetivas, sigue siendo vigente, especialmente en las ciencias.
¿Describe la complejidad especificada una El problema está, por tanto, en que la complejidad especificada puede
característica objetiva del mundo o es ser enteramente una propiedad subjetiva, y que no hay manera de captar
meramente un estado subjetivo de su naturaleza en función de sus articulaciones ontológicas, ni de dotar, por
ignorancia sobre el funcionamiento del tanto, a la ciencia con un instrumento válido para la investigación. Esta
mundo? preocupación está mal ubicada y requiere una nueva formulación. Lo
primero a revisar es que la distinción objetivo-subjetivo no es tan
transparente como podría parecer a primera vista. Consideremos las tres
propiedades siguientes: X es sólido, X está casado, y X es bello. (Las Xs
representan aquí a un sujeto portador de las mencionadas propiedades).
Como ya se ha observado, la propiedad X es sólido es objetiva. Cualquiera
de nosotros puede pasearse por el mundo, tomar una muestra de una roca,
LA COMPLEJIDAD ESPECIFICADA es
una propiedad que las cosas pueden tener o no someterla a un análisis químico y determinar si las conexiones entre sus
tener. Pero ¿en qué sentido es la complejidad especificada una propiedad? átomos y moléculas hacen de ella un cuerpo sólido (en tanto que opuesto a
Las propiedades se presentan de diversas formas. Hay propiedades un fluido o un gas). Por su parte, X es bello parece ser indiscutiblemente
objetivas que existen con independencia de los atributos que suelen subjetivo. Incluso aunque los cánones objetivos de la belleza residieran en
caracterizarlas. La solidez y la fluidez pertenecen a este tipo. El agua a la la mente de un diseñador cósmico o en un cielo platónico, en la práctica, la
temperatura ambiente normal es fluida. El agua por debajo de los cero idea que tiene la gente sobre la belleza difiere drásticamente. Por otra parte,
grados es sólida. Estos atributos son perfectamente objetivos. Por otra parte, ningún objeto singular parece ser umversalmente tan admirado como la
hay también propiedades subjetivas que dependen esencialmente de la belleza. Si la complejidad especificada fuera subjetiva en el mismo sentido
persona que las atribuya. La belleza es una de ellas. Para ser más exactos, la en que lo es la belleza, entonces la complejidad especificada no podría ser
belleza no reside enteramente en los ojos del que la contempla (pueden una propiedad útil para la ciencia.
existir aspectos objetivos de ella), pero la belleza no tendría viabilidad Mas ¿qué puede decirse sobre X es casado? Es ciertamente un hecho
alguna sin el ojo de un espectador. objetivo del mundo el que usted o yo estemos casados. Y sin embargo hay
La distinción entre propiedades objetivas y subjetivas tiene una larga también en esta propiedad un elemento irreduciblemente subjetivo: a
tradición en filosofía. Con René Descartes, esta distinción se tornó diferencia de la solidez de las rocas, digamos, que es simplemente un hecho
importante también en la ciencia. Descartes estableció esta distinción en relativo a la naturaleza y no depende de los sujetos humanos, el matrimonio
términos de cualidades primarias y secundarias. Para el pensador francés, es una institución social que depende íntimamente de los sujetos humanos.
los objetos materiales poseían una cualidad primaria: la extensión. Las Mientras que la solidez es puramente objetiva y la belleza puramente
restantes propiedades de la materia —su color o su textura, por ejemplo— subjetiva, el matrimonio es a la vez subjetivo y objetivo. Esta confluencia de
eran cualidades secundarias que simplemente describían el modo en que la objetividad y subjetividad en realidades sociales como el dinero, el
materia, por causa de los diversos aspectos bajo los que estaba configurada matrimonio y las hipotecas, es el tema del libro de John Searle
o extendida, afectaba a nuestros sentidos. La distinción cartesiana entre
cualidades primarias y secundarias ha tenido
112 DISEÑO INTELIGENTE y subjetividad 113

La construcción de la realidad social. Las realidades sociales son objetivas en ^mOS en una flecha que acierta en el blanco. El blanco es un modelo
el sentido de que regulan los acuerdos intersubjetivos y expresan hechos Independientemente Jado y por tanto una especificación. Pero el blanco
(en lugar de meras opiniones) sobre el mundo social en el que habitamos. lepresenta también un suceso —la flecha que acierta en el blanco— y ^te
Pero estos hechos se dan dentro de una matriz social, que a su vez suceso encierra una cierta probabilidad.
presupone sujetos y por tanto comporta subjetividad. Por ser condicionalmente independientes de los resultados que des-
Searle suplementa la distinción objetivo-subjetivo con una distinción ISHÍbe, las especificaciones son, dentro del esquema de Searle, epistémi-
ontológico-epistémica (ontología hace referencia a lo que existe, epistemo- jgftynente objetivas. Además, una vez que se ha dado una especificación
logía a lo que conocemos). |f>el suceso que representa ha sido identificado, la probabilidad de ese
¡quitado es ontològicamente objetiva. Consideremos, por ejemplo, un
Objetivo sperimento en mecánica cuántica en el cual se envía una luz polarizada a
través de un filtro polarizador cuyo ángulo de polarización es de 45 grados
con respecto al de la luz. Imaginemos que la luz es enviada por el filtro fotón
a fotón. Según la mecánica cuántica, la probabilidad de que un fotón
Ontològico Epistémico atraviese el filtro es de 50 por ciento, y la probabilidad de que cada fotón
logre atravesarlo es probabilisticamente independiente de los otros. Este
experimento de mecánica cuántica sirve de modelo a la tirada de una
moneda bien equilibrada (cara = fotón que pasa por el filtro; cruz = fotón
Subjetivo que no pasa a través de él), aunque sin la posibilidad de un determinismo
subyacente que pudiera eliminar el azar (asumiendo que la mecánica
Figura 2. Realidades sociales de John Searle. cuántica pueda arrojar verdadero azar).
Representemos ahora a un fotón que pasa por el filtro con un 1 (en lugar
Según esto, la solidez es ontològicamente objetiva, pues depende del de cara) y a un fotón que no pasa por el filtro con un cero (en lugar de cruz).
estado ontològico de la naturaleza con independencia de los seres humanos Consideremos la especificación 11011101111101111111..., o sea, la secuencia
o de otros sujetos. Y alternativamente, la belleza es epistémicamente de los números primos en notación unaria. (Donde la serie de sucesivos
subjetiva, pues depende del estado epistémico de los humanos u otros unos separados por un cero está representando a cada uno de los números
sujetos, y su valoración puede variar de sujeto a sujeto. Por otra parte, las en dicha secuencia). Por razones de brevedad consideremos la serie de
propiedades que reflejan realidades sociales como el dinero, el matrimonio números primos situados entre 2 y 101. Esta representación de los números
y las hipotecas, son ontològicamente subjetivas pero epistémicamente primos es ontològicamente subjetiva en el sentido de que depende de
objetivas. Así, el matrimonio es ontològicamente subjetivo en el sentido en sujetos humanos que conocen la aritmética (y específicamente los números
que depende de las convenciones sociales de los sujetos humanos. Pero al primos y su notación a base de unos). Es también epistémicamente objetiva
mismo tiempo, el matrimonio es epistémicamente objetivo: toda disputa en la medida en que la aritmética es un aspecto universal de la racionalidad.
sobre la condición de casado de algún sujeto puede ser objetivamente Además, una vez establecida esta especificación de números primos, la
dilucidada sobre la base de estas convenciones sociales. probabilidad precisa de una secuencia de fotones que pasen por el filtro y
¿Cómo se aplican las categorías de Searle a la complejidad espe- coincidan con él es ontològicamente objetiva. En efecto, esta probabilidad
cificada? En dos partes, que se corresponden con las dos partes que dependerá solamente de las propiedades físicas propias de los fotones y los
componen la complejidad especificada. La complejidad especificada filtros polarizadores. Por tanto, la complejidad especificada es a la vez
comporta una especificación, un modelo condicionalmente independiente epistémicamente objetiva (respecto a la especificación) y ontològicamente
de algún resultado observado; pero incluye también una asignación de objetiva (en lo que concierne a la complejidad una vez que se cuenta con
complejidad (improbabilidad) al suceso asociado con ese modelo. Pen- una especificación).
114 DISEÑO INTELIGENTE
1
La complejidad especificada está por tanto a salvo de la acusación de
subjetividad epistémica, que, de ser cierta, relegaría la complejidad
especificada al capricho, al gusto o a la opinión del sujeto. Pero la
complejidad especificada no se limita a evitar sin más esta acusación. Más
positivamente, muestra también dos formas deseables de complejidad:
especificaciones que son epistémicamente objetivas, y medidas de
complejidad basadas en estas especificaciones que son ontológicamente
objetivas. ¿Sería suficiente esto para justificar la complejidad especificada
como instrumento legítimo para la ciencia? Para responder a esta pregunta
consideremos qué podría suceder con la complejidad especificada si se
prescindiera de ella como instrumento legítimo en la ciencia.
Según David Berlinski, en las especificaciones está el problema. En el
número de Commentary de Diciembre de 2002, en un artículo titulado «Has
Darwin met his match?», escribía Berlinski:
Una especificación es un gesto humano. Puede ser ofrecido o
contenido, aplazado o diferido; puede ser preciso o incompleto,
parcial o único. El reloj de Paley puede así ser especificado en
términos de sus propiedades para medir el tiempo, pero también
puede serlo en términos de la ordenación o enumeración de sus
partes; y a su vez estas partes pueden ser igualmente especificadas
en términos horológicos, mecánicos, moleculares, atómicos, o
incluso sub-atómicos. Cada especificación introduce un cálculo de
probabilidades diferente. El reloj de Paley puede ser improbable
bajo una especificación, pero probable en otra.
Un gesto es la expresión de un pensamiento que centra su atención en
una cosa con exclusión de otras. Bien, demos por sentado que las es-
pecificaciones son gestos. De aquí no se sigue que todos los gestos hayan
sido creados iguales o que ninguno de ellos pueda ser legítimamente
empleado para realizar inferencias de diseño. La crítica de Berlinski
homogeneiza arteramente todos los gestos. Si todo lo que yo pudiera hacer
con el reloj de Paley (véase el capítulo siete) fuera gesticular ante el número
de sus partes, entonces no tendría lugar la menor inferencia de diseño. Por
otra parte, si yo gesticulo ante su complejidad funcional y la integración de
sus partes a fin de marcar el tiempo, entonces estaré realizando una
inferencia de diseño.
El objetivo de Berlinski es mostrar que diferentes especificaciones
pueden producir diferentes resultados de probabilidad. Así, una especi-
ficación podría justificar una inferencia de diseño, pero tal vez otra no.
Objetividad y subjetividad 115

Mas ¿por qué este hecho sobre la especificación tendría que disminuir la
capacidad de la complejidad especificada para realizar una inferencia de
diseño válida? Imaginemos dos blancos con una flecha clavada en el
corazón de los círculos que uno y otro tienen pintado en su centro.
Supongamos que el corazón de uno de los blancos es amplio y el del otro
muy pequeño (lo cual implicaría que clavar la flecha en el centro del
corazón amplio sería razonablemente probable, mientras que la pro-
babilidad de acertar con el pequeño sería mínima). Supongamos además
que los blancos fueron colocados con independencia de la trayectoria de la
flecha. En este caso señalaríamos al diseño como responsable de la
trayectoria de la flecha. Ciertamente, la flecha alojada en el centro del
pequeño exhibiría una complejidad especificada con lo cual desen-
cadenaría una inferencia de diseño. En cuanto a la flecha alojada en el
centro del grande, es irrelevante el hecho de que no haya en este caso
ningún indicio de complejidad especificada. Para extraer una inferencia de
diseño válida es suficiente con hallar al menos una especificación para la
cual el elemento en cuestión exhiba una complejidad especificada. (El
fracaso en otras especificaciones corre en paralelo con este punto).
Tampoco significa esto que, con independencia del elemento en cuestión,
podamos encontrar siempre una especificación para la cual éste exhiba una
complejidad especificada. La complejidad especificada necesita es-
pecificaciones de baja complejidad especificacional, y éstas son escasas y
distantes entre sí (recordemos el capítulo diez).
Pero las especificaciones no son el problema. Es cierto que, aunque
epistemológicamente objetivas, las especificaciones no son ontològica-
mente objetivas. Pero esta carencia de objetividad ontològica, no les impide
sin embargo desempeñar un papel legítimo en las ciencias naturales. En
biología, las especificaciones aportan independientemente modelos
funcionales que describen la conducta orientada a un fin de los sistemas
biológicos. El flagellum bacterial, por ejemplo, es un motor propulsor
bidireccional que situado en la espalda de ciertas bacterias las hace moverse
a través de su entorno acuoso.
Esta descripción funcional es epistémicamente objetiva, pero en cual-
quier interpretación naturalista de la ciencia debe ser considerada como
ontològicamente subjetiva. Si, como el naturalismo exige, la naturaleza es
un nexo cerrado de causas naturales no dirigidas, entonces la naturaleza no
sabe nada sobre semejantes descripciones funcionales. Y sin embargo la
biología como ciencia sería imposible sin ellas. Por su parte, los conceptos
mismos de supervivencia y reproducción, de los cuales
116 DISEÑO INTELIGENTE

depende la teoría evolutiva, son de por sí descripciones funcionales. El


lenguaje funcional es indispensable para la biología. Las especificaciones
clarifican y le dan precisión a ese lenguaje.
Así pues, cualquier problema de justificación de la legitimidad de la
complejidad especificada dentro de la ciencia, hay que buscarlo en otra
parte. Ciertamente, si existe algún problema, se encontrará en la
complejidad. Aunque la complejidad se torna ontológicamente objetiva en
el momento en que se dispone de una especificación, la valoración que
ofrecemos de la complejidad es justamente esto: una valoración nuestra. Y
el problema con las valoraciones es que pueden ser erróneas. Las
especificaciones están bajo nuestro control. Formulamos especificaciones
sobre la base de nuestro conocimiento de fondo. Por otra parte, la
complejidad denotada por la complejidad especificada reside en la
naturaleza. Esta forma de complejidad corresponde a una medida de
probabilidad, y tales probabilidades dependen del modo en que la na-
turaleza esté constituida. Hay un hecho objetivo subyacente al modo en que
se dan estas probabilidades. Pero nuestra captación de tales probabilidades
puede no ser la adecuada. Por tanto, el problema de hallar para la
complejidad especificada un lugar efectivo en la ciencia consiste en tender
un puente entre la complejidad tal como existe en la naturaleza y la
valoración que nosotros hacemos de ella. Y, por otra parte, el problema no
es que la complejidad especificada sea o no una propiedad científica
coherente, sino el de si podemos justificar unas particulares atribuciones de
complejidad especificada a objetos o sucesos particulares en la naturaleza.
La complejidad especificada puede ser elegante como constructo teórico,
mas ¿puede ser aplicada realmente en la práctica? Esta cuestión nos lleva
directamente a nuestro siguiente tópico: la afirmabilidad.
AFIRMABILIDAD
Dado que la complejidad especificada es
un criterio bien definido, objetivo y fiable
para detectar diseño, ¿por qué habría
que pensar que nunca podríamos estar
justificados para afirmar que algún
objeto natural exhibe complejidad
especificada ?

ESTA CUESTIÓN HACE INCONTESTABLES la coherencia, la objetividad y la fiabilidad


de la complejidad especificada como criterio para detectar diseño (y con
toda razón, puesto que como hemos visto en los capítulos anteriores, todas
estas propiedades son diáfanas). Lo que más bien nos interesa determinar
aquí es la cuestión de saber si algo que exhiba una complejidad
especificada es impracticable, tal como lo es la reconstrucción del pasado
de una cosa de la cual se ha perdido toda evidencia relevante. ¿Tenía Julio
César un lunar en la planta de su pie izquierdo? La cuestión tiene mucho
sentido y hay un hecho indiscutible que solucionaría correctamente esta
cuestión (César tenía o no tenía ese lunar). No obstante, la evidencia que
podría ayudarnos a resolverla está absolutamente perdida desde hace
largo tiempo. Lo mismo ocurre con la complejidad especificada, y lo la-
mentable es que en abstracto puede ser un concepto pleno de sentido pero
que no hay manera de aplicarlo en la práctica para dilucidar la cuestión
relativa al diseño. Dicho en otras palabras, la cuestión se centra aquí en la
afirmabilidad de la complejidad especificada.
Afirmabilidad es un término filosófico que se refiere a la justificación
epistémica o racional de una afirmación. Hay otra dimensión en el acto de
afirmar, que se refiere a los factores locales que en la pragmática del
discurso determinan si afirmar algo es o no apropiado. Por ejemplo, como
turista en Irak antes de la guerra de 2003 contra los Estados Unidos, yo
hubiera estado epistémicamene justificado para afirmar que Saddam
118 DISEÑO INTELIGENTE 1

Hussein era un monstruo. (Yo podría haber reunido la suficiente cantidad !


de evidencia convincente que justificara esta declaración, haciéndola con ■
ello afirmable). Sin embargo, una serie de consideraciones pragmáticas
locales hubieran aconsejado entonces no expresar tal opinión mientras
permaneciera en Irak. (Si lo hubiera hecho, habría violado una serie de
expectativas sociales y políticas; por lo cual, lo que yo pensaba allí hubiera
sido inexpresable). Lo que de por sí es afirmable, su expresión, sin embar- ¡
go, puede tener en la práctica unas connotaciones sociales y políticas que I
dañen a los que detentan el poder. Mas lo que aquí nos interesa no es la
afirmabilidad pragmática, sino la epistémica —si una afirmación puede ser
racionalmente justificada, con independencia del modo en que afecte a las
sensibilidades o expectativas propias o ajenas.
Para ilustrar lo que está en juego con respecto a la complejidad
especificada, consideremos una analogía con la matemática. Existen
números cuyas expansiones decimales son tales que cada dígito entre cero
y nueve tiene una frecuencia relativa, exactamente el 10 por ciento a
medida que la expansión decimal se torna arbitrariamente larga (o, como
dirían los matemáticos, la frecuencia relativa de cada dígito en el límite es
exactamente el 10 por ciento). El más simple de estos números es
seguramente el .012345678901234566789... donde el patrón 0123456789 es
justamente el que se repite. Califiquemos de regulares a tales números.
(Típicamente, los matemáticos prefieren una noción más rigurosa de la
regularidad llamada normalidad, que caracteriza el comportamiento
limitativo de todas las cadenas finitas de dígitos y no meramente el de los
dígitos aislados. Mas para los fines de este ejemplo nos basta, sin embargo,
con el concepto de regularidad). Así, la propiedad X es regular es aplicable
al anterior número. La regularidad es sin duda una propiedad matemática
legítima: está perfectamente bien definida, y los números o bien son
regulares o bien no lo son.
Pero supongamos ahora que queremos determinar si el número n (pi)
es regular. (Pi expresa la relación de la circunferencia de un círculo con su
diámetro). La expansión decimal del número pi no es repetitiva. Durante
años, matemáticos y científicos de la computación se han asociado para
calcular tantos dígitos decimales de pi como permitan los actuales métodos
matemáticos y la tecnología del computador. La cifra actual se mueve en
torno a los 206.158.230.000 dígitos decimales de pi calculada por los
investigadores japoneses Yasumasa Kanada y Daisuke Takahashi (La
capacidad de almacenamiento de un disco duro de 40 gigabytes es
demasiado pequeña para almacenar esta ingente cantidad
0¡yrnabilidad

Je dígitos decimales). Entre estos 200 billones de dígitos decimales, cada


^jno de los números entre cero y nueve tiene una frecuencia relativa que
¿onda el 10 por ciento. ¿Es, por tanto, pi un número regular?
De la misma manera que hay un hecho físico oculto que indica ^ un
objeto o suceso de la naturaleza poseen una complejidad especificada, del
mismo modo hay también un hecho matemático subya- jggnte que dice si
pi es regular. El número pi es regular o no lo es. 42n todo caso, la
determinación de que pi sea regular es otro asunto. £ón el número
.1234567890123456789..., su regularidad es evidente mediante simple
inspección. Pero los dígitos decimales de pi no son íepetitivos, y hasta la
fecha no existe ninguna justificación teórica de gu regularidad. Lo más
cercano a una justificación es observar que para la medida de probabilidad
estándar sobre la unidad de intervalo (conocida como medida de Lebesgue),
todos los números, excepto para un conjunto de probabilidad cero, son
regulares. El problema con esta «prueba probabilista» de la regularidad de
pi está, sin embargo, en que no tenemos ninguna base, matemática o de
cualquier tipo, para pensar que pi fue elegido de acuerdo con la medida de
probabilidad de Lebesgue y que por tanto es verosímil que se encuentre
entre los números regulares. En resumen, la teoría matemática no autoriza
a afirmar que pi es regular.
Tampoco ayuda la experiencia matemática. Incluso el descubrimiento
de que los dígitos aislados de pi mostraran aproximadamente la frecuencia
relativa correcta para los primeros 200 billones de cifras decimales, no
ofrecería base alguna para confiar en que pi fuera regular. Por regular que
pareciese la expansión decimal de pi en algún segmento inicial, podría
tornarse absolutamente desordenada a partir de entonces y proceder
incluso a la exclusión total de algunos dígitos. Pero por otra parte, la
expansión irregular de pi presente en algunos segmentos iniciales, y las
frecuencias relativas de los diversos dígitos entre cero y nueve, podrían ser
eventualmente adjudicadas a ese requerido 10 por ciento, con lo cual pi
podría ser regular (y con ello todo segmento inicial se vería inundado por
la infinita expansión decimal propia de esa regularidad). Así pues, para
convencerse de que pi era regular, los matemáticos necesitarían una prueba
matemática estricta que mostrase que cada uno de los dígitos singulares
entre cero y nueve tenían una frecuencia relativa de exactamente un 10 por
ciento.
Ahora bien, los críticos del diseño inteligente demandan este mismo
nivel riguroso de justificación (o sea, una prueba matemática)
120 DISE ÑO INTELIGENTE I Afirmabilidad 121

antes de aceptar la complejidad especificada como herramienta legítima un sistema biológico, por ejemplo, o bien ejemplifica o bien no puede
para la ciencia. Mas la exigencia de una prueba estricta, aunque legítima gjgjnplificar la complejidad especificada. Este último punto merece ser
en la matemática, es absolutamente inviable en las ciencias naturales. Estas subrayado. La atribución de complejidad especificada no es nunca una
ciencias establecen afirmaciones cuya base es empírica, y tales afirmaciones afirmación sin sentido. Bajo el supuesto de que en la producción de algún
son siempre falsables. (Incluso la mecánica de Newton, que durante un suceso no hay implicado el menor vestigio de designio o teleología, ese
tiempo definió a la física, acabó viéndose falsada). Errores en las suceso tiene una cierta probabilidad basada en mecanismos causales. Esa
mediciones, conocimiento incompleto, penetración teórica limitada y el probabilidad a su vez se organiza en una medida asociada de complejidad
problema de la inducción arrojan una sombra sobre las afirmaciones (véase capítulo diez). Que el nivel de complejidad sea lo suficientemente
científicas. La sombra de la falsabili- dad no incapacita sin duda a la ciencia. alto como para cualificar al suceso de instancia de complejidad especificada,
Pero sí se proyecta sobre las pretensiones de la ciencia que (a diferencia de depende de las condiciones físicas que rodeen al suceso. En todo caso, es
la matemática) es sólo experimental. Y por ello nos recomienda un hecho definido de la materia la cuestión de conseguir o no la
constantemente prestar una rigurosa atención al modo en que las complejidad especificada.
pretensiones científicas están justificadas. Así pues, cualquier problema en la adscripción de complejidad
Una breve reflexión nos hará ver que la pretensión de los escépticos especificada a ese suceso no reside, por tanto, en su coherencia como
de eliminar la complejidad especificada, no puede estar justificada sobre la concepto significativo: la complejidad especificada está bien definida. Si
base de la práctica científica. En efecto, el escéptico impone sobre la hay un problema, éste ha de residir, como ya antes se dijo, en lo que los
complejidad unos requisitos mucho más severos que los que se le exigen a filósofos llaman su afirmabilidad pragmática. La afirmabilidad epistémi-
cualquier otro aspecto de la ciencia. Si los niveles de justificación científica ca, tal como fue definida anteriormente, se refiere a nuestra justificación
se hubieran colocado demasiado altos, jamás habría prosperado una obra para afirmar las manifestaciones que hacemos. Una manifestación es
científica interesante. La ciencia equilibra por tanto sus niveles de afirmable si estamos justificados para afirmarla. Así, para afirmar que pi es
justificación con los requisitos de auto-corrección a la luz de ulteriores regular, tendremos que construir una proposición verdadera. Pero sin una
evidencias. Esta posibilidad de auto-corrección , prueba matemática de la regularidad de pi, carecemos de justificación para
a la luz de ulteriores evidencias está ausente de la matemática y los > afirmar que pi es regular. La regularidad de pi es, al menos hasta ahora, no
resultados de ésta exigen el más alto nivel de justificación, a saber: una afirmable. Mas ¿qué decir sobre la complejidad especificada de los diversos
estricta prueba lógico-deductiva. Pero la ciencia no avanza por este sistemas biológicos? ¿Existen sistemas biológicos cuya complejidad
camino. especificada sea afirmable?
La cuestión clave para la presente discusión es, por tanto, el modo ' de Los críticos del diseño inteligente sostienen que una atribución de
justificar la adscripción de complejidad especificada a estructuras | naturales. complejidad especificada a un sistema natural no puede ser afirmable
Para comprender lo que aquí hay en juego, consideremos además la analogía nunca. Su argumentación comienza observando que si algún sistema
existente entre la regularidad de los números y la I complejidad especificada natural ejemplificara una complejidad especificada, entonces debería ser
de las estructuras naturales. Es necesario tener ¡ muy claro dónde se da esta altamente improbable para todos los mecanismos puramente naturales
analogía y en qué momento se rompe. La j analogía está presente en la medida que pudieran encontrarse en estado operativo, producir esa complejidad.
en que tanto la complejidad especi- | ficada como la regularidad muestren Pero eso significaría el cálculo de una probabilidad para cada uno de tales
pretensiones definidas sobre algún hecho objetivo subyacente. En el caso de la mecanismos. Y esto, continúa la argumentación, es una tarea imposible. A
regularidad, lo que subyace es un hecho matemático: las expansiones lo sumo, la ciencia podría mostrar que un sistema natural dado es
decimales de números o bien ejemplifican o bien no aciertan a ejemplificar la enormemente improbable con respecto a los mecanismos conocidos que
regularidad. En el caso de la complejidad especificada, lo que hay detrás es un operan de modos conocidos y para los que la probabilidad puede ser
hecho físico: i estimada. Pero este argumento omite, en primer lugar, los mecanismos
conocidos que operan de modos conocidos y para los cuales no puede
122 DISEÑO INTELIGENTE "

ser estimada la probabilidad; en segundo, los mecanismos conocidos que


operan de manera desconocida; y en tercero, los mecanismos des-
conocidos.
Así pues, incluso aunque fuese cierto que algunos sistemas naturales
ejemplifican una complejidad especificada, nosotros no podríamos nunca
afirmar legítimamente su complejidad especificada, y mucho menos
conocerla. Según esto, la afirmación de una complejidad especificada en
cualquier sistema natural constituye un argumento a partir de la
ignorancia (véanse los capítulos treinta y treinta y uno). Esta línea de
razonamiento contra la complejidad especificada se parece mucho a la
habitual estrategia agnóstica contra el teísmo: no podemos probar el
ateísmo (obsérvese la total ausencia en la naturaleza de complejidad
especificada), pero podemos mostrar que el teísmo (cf. la complejidad
especificada de ciertos sistemas naturales) no puede ser justificado y por
tanto tampoco puede ser afirmado. Así es como los escépticos sostienen
que no hay —ni puede haber— evidencia alguna de Dios o de diseño.
El problema con esta línea de argumentación es que la ciencia tiene
que operar con una evidencia asequible y sobre esta base (y ninguna otra)
formular la mejor explicación del fenómeno en cuestión. Esto significa que
la ciencia no puede explicar un fenómeno apelando a la promesa, la
prospección, o la posibilidad de una futura evidencia. En particular, para
explicar un fenómeno no es posible recurrir a mecanismos desconocidos o
caminos aún no descubiertos por los que pudieran transitar esos ocultos
mecanismos. Si los mecanismos materiales conocidos se muestran
incapaces de explicar un fenómeno, entonces es una cuestión abierta la de
averiguar si cualesquiera otros son capaces de hacerlo. Si, además, existen
buenas razones para afirmar la complejidad especificada de ciertos
sistemas biológicos, entonces el diseño mismo se torna afirmable en
biología.
Tomemos, por ejemplo, el flagellum bacterial. Pese a los miles de
artículos de investigación escritos sobre él, no existe ninguna explicación
mecánica de su origen. En consecuencia, no hay evidencia alguna contra
su ser complejo y especificado. Es por tanto una posibilidad viva el hecho
de que sea complejo y especificado. Pero ¿es honrado afirmar que el tal
flagellum es complejo y especificado? o, dicho en otras palabras, ¿es
honesto afirmar que exhibe una complejidad especificada? El flagellum
bacterial es irreduciblemente complejo, lo cual significa que todos sus
componentes son indispensables para su función como estructura de
Aftrtnabilidad i

movilidad. Y es además mínimamente complejo, en el sentido de que


cualquier otra estructura que realizase la función del flagellum bacterial
como propulsor mecánico bidireccional, tendría que poseer sus mismos
componentes básicos.
En consecuencia, no hay ninguna vía directa darwiniana que pueda
añadir algo a esos componentes básicos y hacer emerger con ello un
flagellum bacterial. Lo que más bien se requiere es un camino indirecto, gn
el cual los sistemas precursores que realizasen diferentes funciones
Solucionaran a lo largo del tiempo debido al cambio de funciones y de
componentes. (Los darwinistas se refieren a este cambio con los términos
coevolución y co-optación). Por plausible que esto les parezca a los
darwinistas, no existe ninguna evidencia convincente para ello (véanse
capítulos treinta y ocho y cuarenta). Y lo que es más, la evidencia ofrecida
por la ingeniería sugiere firmemente que sistemas fuertemente integrados
como el flagellum bacterial no se han formado por un ensayo-y-error
chapucero en el que coevolucionaran la forma y la función. Más bien, los
tales sistemas se han formado mediante una concepción unificadora que
combina componentes dispares en una totalidad funcional, o dicho en otras
palabras: por diseño.
¿Exhibe el flagellum bacterial una complejidad especificada? ¿Puede
afirmarse semejante tesis? El flagellum bacterial es ciertamente especi-
ficado. Una vía para comprobarlo consiste en observar que los seres
humanos desarrollaron propulsores bidireccionales de tipo mecánico
bastante antes de que imaginaran siquiera que el flagellum era una tal
máquina. Esto no quiere decir que para que la función biológica de un
sistema constituya una especificación, los hombres han de haber inventado
antes un sistema que realice la misma función. No obstante, la invención
independiente hace aún más evidente que el sistema satisface los requisitos
de funcionamiento independiente y que por tanto es especificado. En
cualquier caso, no sé de ningún biólogo que ponga en duda que los
sistemas funcionales que surgen en biología son especificados. En el fondo,
siempre está la cuestión de que al utilizar la selección natural, el mecanismo
darwiniano pueda o no superar las enormes improbabilidades que a
primera vista parecen surgir con tales sistemas. Para superar tan ingente
improbabilidad, el mecanismo darwiniano trata de dividirlo en una
secuencia de probabilidades más manejables.
A fin de ilustrar lo que hay en juego en este «divide y vencerás» en el
tratamiento de las improbabilidades, supóngase que arrojamos cien
124 D! S F \ O I \ I H LIG
ENTS

monedas al aire. ¿Cuál es la probabilidad de que las cien muestren cara?


Esa probabilidad depende del proceso aleatorio elegido para su lanza*
miento. Si, por ejemplo, el proceso aleatorio comienza tirando todas 1^ ¡
monedas y no termina hasta que todas ellas exhiban simultáneamente cara,
será necesario calcular un promedio en torno a mil billones d e T billones de
billones para que todas ellas exhiban simultáneamente caía ^ en una de las
tiradas. En cambio, si el proceso aleatorio entresaca sólo aquellas monedas
que hasta el presente no han mostrado cara, entone® después de unas ocho
tiradas, de promedio todas las monedas exhibirá® caras. Los darwinistas
asumen tácitamente que todas las instancias de ■ complejidad biológica son
semejantes al segundo caso, en el cual una improbabilidad al parecer
enormemente grande puede ser dividida en una secuencia de sucesos
razonablemente probables perfeccionando gradualmente una función ya
existente. (En el caso de nuestras monedas, la función perfeccionada
corresponde a la exhibición de más caras).
La complejidad mínima e irreducible viene a ser una especie de reto
para el supuesto darwiniano de que las grandes improbabilidades pueden
ser siempre divididas en probabilidades manejables. Lo que la evidencia
parece sugerir aquí es que tales instancias de complejidad biológica
pueden ser conseguidas simultáneamente (como cuando las monedas son
arrojadas así). En tales casos, el perfeccionamiento gradual darwiniano no
ofrece la menor ayuda para superar su improbabilidad. Así, cuando
analizamos desde una perspectiva probabilística estructuras como la del
flagellum bacterial sobre la base de mecanismos materiales conocidos que
operan de maneras conocidas, descubrimos que son altamente
improbables y por tanto complejos en el sentido requerido por la
complejidad especificada.
¿Es, por tanto, legítimo afirmar que el flagellum bacterial exhibe una
complejidad especificada? Los teóricos del diseño dicen que sí. Los bió-
logos evolucionistas dicen que no. En lo que a ellos respecta, los teóricos
del diseño se han olvidado de tener en cuenta los caminos indirectos
darwinianos por los que el flagellum bacterial pudo haber evolucionado a
través de una serie de sistemas intermedios que cambiaron su función y
estructura a lo largo del tiempo de modos que nosotros no entendemos
todavía. Mas ¿se trata realmente de que nosotros no entendemos aún la
evolución indirecta darwiniana del flagellum bacterial o que realmente
esto no sucedió nunca así en primer lugar? En este punto no hay sim-
plemente evidencia convincente de tales caminos evolutivos indirectos
darwinianos que expliquen unos sistemas biológicos que muestran una
ilidad 125

^tatplejidad mínima e irreducible. Todo lo que los darwinistas han he-


hasta ahora ha sido identificar subsistemas del flagellum bacterial
Lgpudieran cumplir por sí mismos alguna función biológica —al igual
ve e\ motor de una motocicleta podría realizar por sí mismo alguna
pendón (tal vez como un calentador o mezclador). Mas no hay aquí nada
'ppgepcional respecto al diseño; los sistemas diseñados que realizan una
áón están típicamente construidos a base de subsistemas diseñados
vez que tienen su propia función.
■p|j'-¿Es aquí, entonces, dónde se acaba el debate —con los biólogos
^solucionistas reprendiendo a los teóricos del diseño por no haber
^bajado lo suficiente para descubrir esos indirectos (y desconocidos)
caminos darwinianos que conducen a la emergencia de estructuras
biológicas irreducibles y mínimamente complejas como el flagellum
bacterial? O, por el contrario, termina este debate con los teóricos del
.fifceño reprendiendo a los biólogos evolucionistas por engañarse a sí
mismos sosteniendo que esos caminos darwinianos indirectos existen
cuando toda la evidencia disponible sugiere lo contrario?
Aunque esta situación pueda parecer un callejón sin salida, realmente
no lo es. Como los jugadores compulsivos que constantemente esperan el
golpe de suerte que va a cancelar sus deudas, los biólogos evolucionistas
viven de pagarés prometedores que no muestran el menor signo de ser
amortizables. Como ya se dijo antes, la ciencia tiene que extraer sus
conclusiones sobre la base de la evidencia disponible, no sobre la
posibilidad de una evidencia futura. Si los biólogos evolucionistas pueden
descubrir o construir rutas darwinianas detalladas, comprobables e
indirectas que expliquen la emergencia de sistemas biológicos irreducible y
mínimamente complejos como el flagellum bacterial, tanto mejor para dios:
el diseño inteligente caería rápidamente en el olvido. Pero hasta que eso
suceda, los biólogos evolucionistas que proclaman que la selección natural
explica la emergencia del flagellum bacterial no merecen más credenciales
que los jugadores compulsivos que eternamente se están prometiendo
sanear sus cuentas.
Los biólogos evolucionistas no pueden justificar siquiera que buscan
una evidencia futura apelando al actual progreso porque ellos mismos no
han realizado ningún progreso significativo que pudiera explicar la
complejidad biológica. (Si lo hubieran hecho, nosotros no seguiríamos
manteniendo esta discusión). También aquí se muestran como los
apostadores compulsivos, que debiendo millones a los tiburones de los
casinos, les piden un aplazamiento sin ser capaces de mostrar la menor
126 DISEÑO INTEL NTljf
IGE

señal de rehabilitación, de realizar un trabajo serio o incluso de aportar J


una modesta cantidad para aminorar sus deudas. ¿Cuál es el origen t, de la
complejidad biológica, y cómo va a ser explicado? Por todos lqg jl indicios,
la biología se muestra incapaz de responder a esta cuestión y por nuestra
parte haríamos bien en retornar al estado de la biología \ anterior a
Darwin. La biología evolutiva no tiene la más mínima idea tí de cómo
responder a esta pregunta. I
Hay una razón más para mostrarse escéptico respecto a la biob. E gía
evolutiva y tomar partido por el diseño inteligente. En el caso del 7 flagellum
bacterial, lo que mantiene a la biología evolutiva a flote es la posibilidad de
descubrir rutas darwinianas indirectas que pudieran explicarlo.
Prácticamente hablando, esto quiere decir que incluso aunque ninguna
modificación de un flagellum bacterial pudiera continuar sirviendo como
estructura de movilidad, una ligera modificación podría resultar útil para
alguna otra función. Pero en la actualidad aumenta día a día la evidencia de
sistemas biológicos en los que la modificación más ligera no sólo destruye la
función del sistema existente, sino que aniquila también la posibilidad de
cualquier función del sistema. (Consúltese, por ejemplo, la investigación
sobre la exagerada sensibilidad funcional de diversas enzimas y sobre los
caminos metabólicos irreduciblemente complejos que toman las enzimas en
donde cada una de ellas ha de alcanzar un determinado nivel catalítico antes
de que la misma enzima o su camino asociado puedan realizar en absoluto
una función biológica). Para tales sistemas, los caminos darwinianos directos
o indirectos no podrían ofrecer explicación alguna. En este caso tendríamos
que recurrir a un argumento que mostrase no sólo que no hay ningún
mecanismo material conocido que esté capacitado para dar cuenta del
sistema, sino también que cualquier mecanismo material desconocido sería
incapaz de explicarlo. Este argumento se tornaría en un argumento desde la
contingencia y los grados de libertad.
Es posible eliminar de una vez por todas los mecanismos materiales
desconocidos, supuesto que se tengan independientes razones para pensar
que las explicaciones basadas en mecanismos materiales conocidos no
pueden ser sustituidas por mecanismos desconocidos aún no
identificados. Tales razones independientes toman típicamente la forma
de argumentos desde la contingencia que invocan numerosos grados de
libertad. Así, para establecer que ningún mecanismo material puede
explicar un fenómeno, debemos mostrar primero que ese fenómeno es
compatible con los mecanismos materiales conocidos
ibilidad 12 7

\pplicados en su producción, pero que esos mecanismos permiten jjjnbién


otra serie de alternativas para ello. Por ser compatible con los gjgcanismos
materiales conocidos implicados en su producción, aunque requerido por
ellos, un fenómeno se torna irreducible no sólo a jg£ mecanismos
conocidos, sino también a cualesquiera mecanismos jfcaconocidos. ¿Por
qué? Porque los mecanismos materiales conocidos leden decirnos de
manera conclusiva que un fenómeno es contingente permite numerosos
grados de libertad. Todo mecanismo desconocido jpiflría por tanto que
respetar esa contingencia y admitir los grados ¿e libertad ya descubiertos.
Consideremos, por ejemplo, un espacio de configuración que com-
prendiera toda secuencia posible de los caracteres de un determinado
alfabeto. (Tales espacios configuran no sólo los textos escritos, sino también
polímeros tales como el ADN, el ARN y las proteínas). Los espacios de
configuración como éstos son perfectamente homogéneos, y sus cadenas de
caracteres son geométricamente intercambiables con la siguiente. La
geometría, por tanto, imposibilita que cualquier mecanismo subyacente
pueda distinguir o preferir sobre otras una determinada cadena de
caracteres. Tampoco se necesitan mecanismos materiales sino información
semántica externa (cuando se trata de textos escritos) o funcional (cuando
manipulamos biopolímeros) para generar complejidad especificada en estos
casos. Sostener que esta información semántica o funcional se reduce a
mecanismos materiales, es como sostener que las piezas del Scrabble llevan
impresos en su interior los caminos preferenciales que más les gusta seguir.
No los llevan, desde luego. Michael Polanyi diseñó este tipo de argumentos
en pro del diseño biológico allá por los años 1960. Stephen Meyer los ha
puesto al día para el presente.
Así pues, ¿es afirmable la tesis de que el flagellum bacterial exhibe
complejidad especificada? El lector puede apostar. La ciencia opera con la
evidencia disponible, no con vagas promesas de una evidencia futura. La
nuestra apunta a la complejidad especificada (y por tanto al diseño) del
flagellum bacterial. Incumbe, por tanto, a la comunidad científica admitir,
al menos provisionalmente, que el flagellum bacterial es un organismo
diseñado. Tampoco deberían los oponentes del diseño inteligente
consolarse a sí mismos con la falsa idea de que el motor del movimiento del
diseño inteligente es y será únicamente el flagellum bacterial. La
afirmabilidad admite grados, en correspondencia con la evidencia que
justifique una afirmación. Que el flagellum bacterial exhibe complejidad
128 D I S E Ñ O INTELIGENTE 1

especificada es altamente afirmable —pese a la imposibilidad lógica de 3


excluir la infinidad de posibles caminos darwinianos indirectos que p u„
diesen contradecir nuestra tesis. Para otros sistemas en cambio, como lag
enzimas que exhiben una sensibilidad funcional extrema, sería posible aducir
argumentos consistentes que excluyesen también tales caminos indirectos
darwinianos. La afirmabilidad de la complejidad especificada en tales
sistemas podría quedar aún más reforzada. j
La evidencia en favor del diseño inteligente en biología está así ^
destinada a asentarse con más y más fuerza. Hay sólo un camino por el que
la biología evolutiva puede derrotar al diseño inteligente, y ese camino pasa
por la solución del problema que desde siempre se ha pretendido tener
resuelto pero que de hecho no se ha logrado nunca: explicar la emergencia
de sistemas biológicos complejos que constan de múltiples partes
fuertemente integradas (muchos de los cuales exhiben una complejidad
irreducible y mínima) aparte de la teleología o el diseño. Proclamar que el
mecanismo darwiniano resuelve este problema es falso. El mecanismo
darwiniano no es de por sí una solución, sino más bien una plantilla del tipo
de solución con la que el darwinismo espera poder resolver el problema. Sin
embargo, las plantillas requieren detalles, y tratar de encajar los detalles de
su plantilla es algo que los darwinistas no hacen nunca. Esta es la razón de
que el biólogo molecular James Shapiro, que no es un teórico del diseño,
escribiera: «No existe ninguna explicación detallada darwiniana sobre la
evolución de algún sistema fundamental bioquímico o celular, sino sólo una
variedad de especulaciones fantasiosas» (tomado de su crítica de 1996 del
libro Darwin's Black Box aparecida en la National Revieiv).
En resumen, la complejidad especificada es una propiedad bien
definida que puede ser afirmada o negada con pleno sentido de los sucesos
y objetos de la naturaleza. La complejidad especificada es una propiedad
objetiva: las especificaciones son epistémicamente objetivas, y la
complejidad es ontológicamente objetiva (véase capítulo trece). Toda duda
sobre la legitimidad de la complejidad especificada dentro de la ciencia,
está relacionada no con su coherencia u objetividad, sino con la posibilidad
de su afirmación (o su afirmabilidad); o sea, con la cuestión de saber si está
justificada, y hasta qué punto, la adscripción de complejidad especificada
a algún objeto natural o suceso. Todo intento comprensivo de negar la
posibilidad de afirmación a la complejidad especificada da al naturalismo
una enorme ventaja, y asegura además con ello la imposibilidad de
descubrir el diseño aunque se encuentre
ibilidad 129

«resente en la naturaleza. Mientras el naturalismo busca evidencia futura


para derrocar al diseño inteligente, la ciencia puede proceder solamente
sobre la base de la evidencia disponible. En consecuencia, adscribir
complejidad especificada a los objetos naturales y sucesos, y $ los sistemas
biológicos en particular, es algo perfectamente correcto. Y/ Por suPuesto' existen
en la actualidad sistemas biológicos en los que ¡¿'presencia de complejidad
especificada y por lo tanto de diseño, no admiten la menor duda.
15
EL AZAR DE LOS AGUJEROS
¿Por qué ha de ser probabilista toda teoría
científica que se proponga detectar diseño
?

Los CIENTÍFICOS SE SIENTEN realmente molestos ante el Dios de los agujeros,


donde el uso de esta expresión está revelando una manifiesta ignorancia.
Pero el azar puede jugar exactamente este mismo papel. Así pues, la ciencia
elimina el azar cuando la probabilidad de un determinado suceso es
mínima. Si no lo hiciera, podríamos invocar al azar para explicar cualquier
cosa. Por ejemplo, en la película This Is Spinal Tap, el principal vocalista del
conjunto Spinal Tap observa que el anterior encargado de la batería murió
«quemándose espontáneamente». Cualquiera de nosotros podría morir así
si las moléculas de aire inflamadas a nuestro alrededor convergieran
rápidamente sobre nuestro cuerpo. Tal suceso es, sin embargo, altamente
improbable y nadie lo tomaría en serio.
Sin embargo, una improbabilidad alta no es suficiente por sí misma
para excluir el azar. Son muchos los hechos improbables que ocurren
constantemente. Juegue a cara o cruz mil veces y usted estará participando
en un suceso altamente improbable. Un suceso que está a punto de ocurrir
se torna altamente improbable tan pronto calculamos todos los factores que
han de concurrir para que ocurra. Pero la mera improbabilidad no excluye
el azar. Por su parte, la improbabilidad misma necesita ir asociada a un
modelo independientemente dado. Una flecha disparada al azar contra una
gran pared como blanco, es muy improbable que se clave en un
determinado lugar de la pared. Pero tendrá que clavarse en alguna parte.
Y con ello cobrará realidad un suceso altamente improbable. Pero fijemos
ahora un blanco en esa pared y disparemos la flecha; si la flecha acierta en
el blanco y éste es bastante pequeño, entonces el azar no es ya una
explicación razonable de la trayectoria de esa flecha.
gzar de los agujeros 131

\ Los sucesos que son altamente improbables y han sido independien-


Igjuente modelados exhiben lo que yo llamo una complejidad especificada. fa
he mostrado que la complejidad especificada es un fiable marcador
gpipírico de una agencia inteligente (véase capítulo nueve). Sin embargo,
Insiste aún una ligera preocupación respecto a los argumentos que se
Ijggan en una probabilidad pequeña: con un modelo independientemente
Mido, o especificación, ¿qué nivel de improbabilidad habría que alcan- para
que el azar pudiera ser legítimamente excluido? Una pared grande que sea
imposible que pase desapercibida y un blanco tan fcítenso que ocupe la
mitad de la pared, por ejemplo, son insuficientes
para excluir el azar (o «la suerte del principiante») como razón del éxito de
un arquero que acierta en el blanco. Este blanco ha de ser muy pequeño
para excluir que sea alcanzado por azar.
Pero ¿qué es lo que se considera suficientemente pequeño? Para
responder a esta pregunta necesitamos el concepto de recurso probabi-
üsta. De por sí, una probabilidad nunca es pequeña si se la toma aisla-
damente sino sólo en relación con un par de recursos probabilistas: los
replicacionales y los especificacionales. Para comprender lo que aquí hay en
juego consideremos una pared tan grande que el arquero tenga por fuerza
que acertar en ella. A continuación, digamos que sabemos que el arquero
acertó en algún blanco fijado sobre ella. Lo que deseamos saber es si el
arquero pudo razonablemente haber esperado que acertaría en el blanco
por azar. Para determinarlo tenemos que conocer la existencia de otros
blancos a los que el arquero pudiera haber disparado. Igualmente
necesitamos saber el número de flechas que había en su carcaj y de las que
pudieran haber sido disparadas contra la pared. Los blancos de la pared
constituyen los recursos especificacionales del arquero; las flechas del
carcaj son sus recursos replicacionales.
Los recursos probabilistas comprenden el número relevante de modos
en que un suceso puede ocurrir (recursos replicacionales) y ser especificado
(recursos especificacionales). La cuestión importante no es, por tanto, ¿cuál
es la probabilidad del suceso en cuestión?, sino más bien ¿en qué se
convierte su probabilidad después de que todos los recursos probabilistas
relevantes hayan sido contabilizados? Las probabilidades
no pueden ser nunca consideradas de manera aislada, sino que han de estar
siempre referidas a una clase relevante de posibles replicaciones y
especificaciones. Un suceso al parecer improbable puede tornarse en algo
bastante probable cuando se lo sitúa dentro de la apropiada clase de
referencia de recursos probabilistas. Por otra parte, el suceso puede
132 D ISEÑO INTELIG ENTE gl azar de los agujeros 133

seguir siendo improbable incluso después de que hayan sido contabili- dicen que el mundo que nos rodea parece bastante limitado. Ciertamente,
zados todos los recursos probabilistas relevantes. Si el suceso continúa tamaño, duración y composición del universo conocido son tales que JO150
siendo improbable y si es también especificado, entonces el suceso en es un número transfinito en el sentido de Kauffman. Por ejemplo, g¿ el
cuestión exhibe complejidad especificada. universo fuera un computador gigante, no podría realizar más que este
En el universo observable, los recursos probabilistas se presentan en número de operaciones. (Recurriendo a la superposición de estados
cantidades limitadas. De hecho, es posible mostrar que un suceso especi- Cuánticos, la computación cuántica enriquece las operaciones realizables
ficado de probabilidad menor que 1 por 10 150 seguirá siendo improbable por un computador ordinario, pero no puede cambiar su número). Si el
incluso después de que todos los recursos probabilistas concebibles del Universo se dedicara por entero a generar especificaciones, este número
universo observable hayan sido contabilizados (véase capítulo diez). Una ytrfa el límite máximo. Si los criptógrafos se limitaran a los métodos de Jas
probabilidad de 1 por 10150 es por tanto un límite de probabilidad universal. fuerzas brutas para comprobar claves criptográficas, el número de claves
Un suceso especificado cuya probabilidad sea menor que este límite de que tendrían que examinar sería siempre inferior a ese mismo número.
probabilidad universal no podría tornarse en algo razonablemente Pero, ¿qué ocurriría si el universo fuera de hecho mucho más grande
probable aun en el caso de que todos los recursos probabilistas disponibles que el universo conocido? ¿Qué pasaría si el universo conocido no fuera
en el universo conocido se concitaran contra él. más que un punto infinitesimal dentro del universo real? Y alternati-
Implícito en el límite de una probabilidad universal de 1 contra 10150 vamente, ¿qué ocurriría si el universo conocido no fuera más que uno de
está el hecho de que el universo es un lugar demasiado pequeño para los muchos universos, siendo cada uno de ellos tan real como el universo
generar complejidad especificada por total agotamiento de las posibili- conocido pero causalmente inaccesible para nosotros? De ser así, ¿acaso
dades. Stuart Kauffman desarrolla ampliamente este tema en su libro tendrían los recursos probabilistas que eliminar tal vez el azar
Investigations (Oxford University Press, 2000). En uno de sus ejemplos (y masivamente aumentado, y no la validez de ese 1 por 10 150 como límite de
hay muchos semejantes a lo largo del libro), considera el número de probabilidad universal puesto en cuestión? Esta línea de razonamiento ha
posibles proteínas de longitud 200 (esto es, 20 200 o aproximadamente 10260) encontrado amplia acogida entre los científicos y filósofos de los años
y el máximo número de colisiones paritarias de partículas a lo largo de toda recientes. Pero de hecho, esta línea de pensamiento adolece de un fatal
la historia del universo (Kauffman estima en 10193 la cifra total de colisiones defecto. Es ilegítimo intentar rescatar el azar invocando recursos
suponiendo que la tasa de reacción para las colisiones está medida en probabilistas externos al universo conocido. Semejante intento aumentaría
femtosegundos). Y finalmente concluye que el universo conocido no ha artificialmente los recursos probabilistas propios.
tenido tiempo desde el big bang de considerar todas las posibles proteínas Para evaluar las hipótesis del azar, sólo se pueden emplear legítima-
de una longitud de 200 ni siquiera una vez. Para subrayar este punto, mente los recursos probabilistas del universo conocido. En particular, los
observa que construir todas las posibles proteínas de longitud 200 le
recursos probabilistas importados desde el exterior del universo conocido
hubiera costado más de 1067 veces el tiempo requerido para la expansión
son incapaces de alterar el límite universal de probabilidad del 1 por 10 150.
del universo. Kauffman tiene incluso un nombre para designar esos
La razón para esta afirmación es clara: nunca será suficiente postular
números tan enormes que están más allá del ámbito de las operaciones
recursos probabilistas para apuntalar meramente una hipótesis de azar que
realizables dentro del universo: los transfinitos.
se tambalea; lo que se necesita más bien es la evidencia independiente de
Kauffman dice a menudo que el universo es incapaz de agotar un
que existen suficientes recursos probabilistas para tomar el azar plausible.
determinado conjunto de posibilidades. Pero otras veces le añade un
Consideremos, por ejemplo, la lotería estatal. Supóngase que no
adjetivo a la palabra universo y sostiene que es el universo conocido el que es
tenemos la menor noticia del número de billetes vendidos, sino que
incapaz de agotar un cierto conjunto de posibilidades. ¿Hay alguna
simplemente estamos informados de que hay un ganador. Supongamos
diferencia entre el universo (sin adjetivo alguno) y el universo conocido o
además que la probabilidad de que cualquier billete de la lotería pro-
universo observable (con adjetivo)? Con seguridad, no hay ninguna di-
ferencia empírica. Nuestras observaciones científicas más afinadas nos
1

134 D ISEÑO INTELIG ENTE

duzca un ganador es extremadamente baja. ¿Qué podemos concluir de


aquí? ¿Se sigue de esto que fueron vendidos muchos billetes de lotería? De
ninguna manera. Estamos justificados para extraer esta conclusión sólo si
hemos tenido una evidencia independiente de que se vendieron muchos
billetes de lotería. Aparte de esta evidencia, no tenemos modo de asegurar
cuántos billetes se vendieron, y mucho menos de dudar de que el sorteo
fuera celebrado limpiamente y de que su resultado fue debido al azar. Es
ilegítimo tomar cualquier suceso, decidir por la razón que sea que éste tiene
que ser debido al azar, y entonces proponer numerosos recursos
probabilistas porque de otro modo el azar sería implausible. A este
proceder lo llamo yo falacia inflacionista.
La falacia inflacionista preside un buen número de propuestas por
parte de físicos y filósofos para aumentar masivamente el tamaño del
universo conocido. Entre estas propuestas se encuentran los universos
burbuja de la cosmología inflacionista de Alan Guth, la pluralidad de
mundos de la interpretación mecánico-cuántica de Hugh Everett, la auto-
reproducción de los agujeros negros de la selección natural cosmológica de
Lee Smolin, y los mundos posibles de la extremada metafísica modal
realista de David Lewis. Cada una de estas propuestas pretende resolver
algún problema de general interés e importancia para la ciencia o la
filosofía. Los detalles de estas propuestas no importan demasiado aquí. Lo
verdaderamente importante es que ninguna de ellas posee la evidencia
independiente necesaria para la existencia de la entidad o proceso
propuesto.
La evidencia independiente ayuda a establecer una suposición sin
necesidad de apelar a su posible virtud explicativa. La demanda de
evidencia independiente es un requisito necesario en la construcción de
teorías en ciencia, a fin de que esa construcción no degenere en un
declarado juego libre de la mente. Mi historia favorita para ilustrar la
interacción entre la evidencia independiente y la virtud explicativa es de
John Leslie (Universes, 1989). Supongamos que en un bosque se dispara una
flecha al azar y alcanza al Sr. Brown. La explicación de este aleatorio
accidente podría ser que el bosque estaba lleno de gente. La hipótesis del
bosque lleno de gente posee por tanto una virtud explicativa. Mas incluso
así, esta explicación sigue siendo sólo una posibilidad especulativa hasta
que se vea apoyada por la evidencia independiente de otras personas
distintas al Sr. Brown que realmente estaban en el bosque.
Pero en las propuestas de agrandar el universo conocido, no hay in-
dicios de tal evidencia independiente. Y lo que es aún peor, jamás podrá
|/ azar de los agujeros 135

presentarse una evidencia de este tipo. Cada una de estas propuestas


entraña un universo que es efectivamente infinito (aunque la porción
accesible a nosotros sea bastante finita). Ahora bien, el problema con un
nniverso infinito es que los investigadores humanos no pueden tener el
menor acceso empírico a esa infinitud. Ciertamente, nuestro sistema
sensorial sólo es capaz de transmitir muchas experiencias. Considérese un
disco de vídeo digital (DVD) no contiene más que unos 10 giga- de datos
(es decir, 1010 bytes de información) pero puede capturar jazonablemente
dos horas de experiencia visual y auditiva de un ser humano.
Probablemente se puede afirmar que toda la experiencia sensorial de un
ser humano durante una hora (gusto, tacto y olfato además en adición a la
vista y al sonido) puede ser capturada con un alto grado de exactitud y
resolución por un petabyte (o sea, 10l3 bytes). Podemos pensar en un
petabyte como el equivalente a utilizar simultáneamente 100.000 DVDs.
Seguramente esto será suficiente para cubrir el rango de nuestras
experiencias sensoriales durante una sola hora.
Ahora bien, el promedio de vida humana está por debajo de los cien
años. Con veinticuatro horas por día y 365 días por año, esto significa que
los seres humanos tienen menos de un millón de horas para vivir sus vidas
(Hay 876.000 horas en una vida de 100 años sin contar los años bisiestos,
que añaden otras 600 horas). De esto se sigue que la experiencia sensorial
completa de un ser humano puede ser capturada en un zettabyte (o sea,
1021 bytes). Cualquier teoría científica que sea el producto de un único
científico tendrá por tanto que haber sido construida sobre la base de no
más que un zettabyte de información. Y toda teoría científica que sea el
producto de una comunidad de N científicos, tendrá por tanto que haber
sido construida sobre la base de N zettabytes de información. Ahora bien,
la única obligación de una teoría científica empíricamente adecuada es que
sea leal a esos pocos zettabytes de información. Así pues, una teoría
científica que proponga un universo infinito excede necesariamente a todo
lo que haya sido empíricamente justificado. Que se la llame física sin
ataduras con la observación o que se la llame metafísica, carece en absoluto
de importancia. Lo infinito está más allá de la observación empírica, lo cual
significa que todo recurso a lo infinito en nuestras teorías científicas quiere
decir no que nuestra experiencia finita pueda disponer de una ventana
sobre lo infinito, sino más bien que estamos usando el infinito como un
constructo para aproximar nuestra experiencia finita. (Como Peter Huber
del MIT solía decir: «Utilizamos el infinito para aproximar lo finito»).
136 D ISEÑO INTELIG ENI

El único modo de sortear estas severas limitaciones de la finit


sobre la experiencia humana, está para los hombres en trascender
propia biología. La teología cristiana mantiene esa promesa resucitando ¡
y con ello transformando nuestros cuerpos físicos en cuerpos espiritual^i
(véase I Corintios, 15). El materialista, sin embargo, no cuenta con esta
opción. Confinado al entendimiento de toda la realidad en término*
de mecanismos materiales, lo más que el materialista puede hacer «J
entremezclar seres humanos con máquinas y de ese modo aumentar
capacidades procesuales y sensoriales de los hombres. La más radical
de estas propuestas es que trabajemos por transformarnos en un supera
computador, preferiblemente un computador cuántico, y así prescindir
enteramente de nuestra biología (véase The Age of Spiritual Machines de
Ray Kurzweil).
Mas esta propuesta encierra dos problemas. En primer lugar, no hay
ninguna evidencia de que la conciencia y la experiencia sensorial que con
ella va aparejada tengan nada que ver con la complejidad o computación.
Bajo el supuesto del materialismo, la conciencia tiene que ser reducida a la
complejidad. Pero la conciencia sigue siendo un misterio para el
materialismo. La supervivencia y la reproducción biológicas se las
arreglan bastante bien sin ella. Es fácil imaginarse un mundo de robots que
hacen bien todas las cosas sin necesidad de conciencia. El otro problema es
que las máquinas, aun las más rápidas y mejor equipadas con los más
sofisticados procesadores cuánticos en paralelo, siguen siendo finitas. Ya
he comentado que las experiencias sensoriales de un ser humano a lo largo
de toda su vida podían ser capturadas en un zettabyte de información. Mas
incluso aunque todo el universo conocido fuera un computador, no podría
nunca realizar más de 10150 cálculos elementales (por la misma razón por la
que los límites de la probabilidad universal son de 1 contra 10150). Lo que
uno entienda por computación elemental es diferente si se trata de un
computador finito o de uno cuántico, pero no hay escape posible a la finitud
de la computación, cualquiera que sea la forma que ésta adopte. En ningún
punto de la existencia de tal computador se encontrará otra cosa que un
número finito de unidades de información almacenadas en la memoria y
un número finito de operaciones de procesamiento en fase de ejecución.
Así podemos ver que un universo infinito no puede admitir ni siquiera
en principio la evidencia independiente. Mas tal vez la virtud explicativa
de un universo infinito pueda superar su incapacidad para admitirla. ¿Qué
sucede cuando un universo infinito no admite estar
de los agujeros 137

lentado en una base física empírica? Puede ser propuesto sin como
hipótesis metafísica. Realmente como hipótesis metafísica realizando día a
día una obra inmensa, no siendo la menor la impedir toda forma de
designio o diseño trascendente. Un uni- infinito asegura los recursos
probabilistas, y éstos a su vez nos -ten prescindir del designio en la
naturaleza. Por su parte, los -s probabilistas ilimitados nos permiten
explicar absolutamente por referencia al azar —no sólo los objetos naturales
que real- fueron resultado del azar ni tampoco los objetos naturales que
|^ecen diseñados, sino también los objetos artificiales que de hecho Um
diseñados. Y con esto no quiero decir que podamos justificar un Objeto
artificial diciendo que su diseñador fue una mera conjunción 00 átomos de
energía, de entorno y de genética que hicieron que el cerebro y las partes
corporales de ese diseñador se movieran de un modo tal que produjeron
ese objeto artificial. Éste es precisamente el punto en cuestión. En cualquier
caso, seguimos hablando de un diseñador que, desde al menos un punto de
vista práctico, se dispuso conscientemente a crear el objeto artificial.
La idea de un número infinito de universos causalmente separados
permite una posibilidad aún más extravagante. ¿Era Arthur Rubinstein un
gran pianista, o fue justamente eso que cuando se sentaba al piano, sucedía
por azar que ponía sus dedos sobre unas determinadas teclas y producía
una música maravillosa? Podría haber ocurrido por azar, y que existiera
algún rincón de un universo infinito (es decir, algún mundo posible) en el
que todo fuera exactamente como en nuestro mundo, salvo que la
contrapartida de Rubinstein fuese incapaz de leer o apreciar la música pero
que se sintiera increíblemente feliz siempre que se sentase al piano (al igual
que si un mono teclease por azar y en un único intento el Paraíso perdido de
Milton). Los ejemplos como éste pueden ser multiplicados. Hay mundos
posibles en los que yo no supiera una palabra de aritmética y sin embargo
pudiera sentarme ante mi computador y escribir extensos tratados
probabilistas sobre el diseño inteligente. Tal vez Shakespeare fuera un
genio, o tal vez fuera sólo un imbécil que justamente por azar acertó a
conjuntar una larga serie de frases perfectas. Los recursos probabilistas
ilimitados aseguran no sólo que jamás podremos conocer, sino tampoco
poseer, una base racional para preferir una posibilidad sobre otra.
Mas no vayamos tan aprisa. Ante una fuente ilimitada de recursos
probabilistas, hay al parecer un camino para refutar semejante escepti
138 DISEÑO INTELIGENTE?

cismo anti-inductivo que consiste en admitir que, aunque los recursos :


probabilistas ilimitados permitan posibilidades tan estrafalarias como éstas,
esas posibilidades son sin embargo altamente improbables en la pequeña
mota de realidad en la que vivimos. Los recursos probabilistas ilimitados
hacen inevitables las posibilidades extravagantes a gran escala. El problema
está en el modo de mitigar el disparate que éstas entrañan, y el único modo
de hacerlo consiste en que tan pronto es admitida de estas disparatadas
posibilidades, hacerla improbable a escala local. Así, en el caso de
Rubinstein, podría haber mundos en los que alguien llamado Arthur
Rubinstein fuera un famoso pianista mundial y no tuviera la menor noción
de música. Pero es infinitamente más probable que haya mundos en donde
alguien llamado Arthur Rubinstein sea un pianista mundialmente famoso y
un consumado músico. Y más aún: la inducción nos dice que el nuestro es
ese mundo.
Mas ¿puede la inducción decirnos realmente esto? ¿Cómo sabemos que
no estamos en uno de esos extravagantes mundos en donde las cosas que
nosotros atribuimos de ordinario al designio suceden realmente por azar?
Consideremos nuevamente el caso de Arthur Rubinstein. Imaginemos que
estamos en Enero de 1971 y nos encontramos en el Orchestra Hall de Chicago
escuchando un concierto de Rubinstein. Mientras escucha su interpretación
de la Rapsodia Húngara n° 2 de Listz, piensa usted para sus adentros: Sé que
el hombre que estoy escuchando es considerado un gran músico. Pero hay una remota
posibilidad de que él no tenga la menor noción de música y esté justamente
aporreando el piano al azar. El hecho de que la Rapsodia Húngara de Listz
estuviera brotando en cascada de los dedos de Rubinstein sería meramente
un feliz accidente.
Y aún más, el «hecho» de que esa persona haya realizado esto mismo en
muchos otros lugares, de que a menudo haya disertado elocuentemente
sobre música, y que esté perfectamente documentado que ha empleado
muchos años de su vida desarrollando al parecer sus habilidades ..., todo eso
son también partes de la feliz coincidencia aportada por una infinidad de
universos. Él no es más que un afortunado imbécil que aporrea un teclado
de modo tal que casualmente da la impresión de un hombre que
dramáticamente perfecciona sus habilidades, enjaretando cadenas de
sonidos que dan justamente la impresión de un consumado músico. ¡Qué
graciosa coincidencia! Por supuesto que la idea de un Rubinstein
balbuceando ante las teclas de un piano y saliendo airoso es absurda. Pero si
yo admito seriamente la existencia de infinidad de mundos externos al
nuestro, entonces existe alguna contrapartida a mi
de los agujeros 139

MBíideración de esos mismos pensamientos, sólo que esta vez estoy


¿cuchando la actuación de alguien llamado Arthur Rubinstein que es Hit
completo ignorante en música. ¿Cómo puedo estar seguro, entonces, no ser
yo mismo esa contrapartida?
Por otra parte, ¿cómo sabemos que estamos escuchando a Arthur
jtubinstein, el genio musical, y no a Arthur Rubinstein, la afortunada
ggjgona afectada? Para responder a esta pregunta, planteemos primero pía
anterior cuestión: ¿Qué nos llevó a pensar que el personaje llama- Arthur
Rubinstein que actúa en el Orchestra Hall era un consumado jpisico? Su
reputación, su atavío formal y la famosa sala de conciertos son ciertamente
buenos indicadores, pero no son ni necesarios ni sufi
cientes. E incluso así, una condición necesaria para reconocer la maestría
musical de Rubinstein (es decir, el diseño) es que el personaje estaba
ejecutando un programa de concierto especificado de antemano, en este caso
ejecutando nota por nota la Rapsodia Húngara n° 2 de Listz. Dicho en otras
palabras, todos reconocíamos que la actuación de Rubinstein estaba
exhibiendo una complejidad especificada. Además, el grado de complejidad
especificada exhibida por él nos capacitaba para afirmar cuán improbable era
que alguien llamado Rubinstein estuviera tocando la Rapsodia Húngara con
evidente pericia pero no tenía la menor noción de música. Concedido que al
lector le puede faltar el vocabulario pro- babilista necesario para describir la
actuación en estos términos, pero, no obstante, el reconocimiento de una
complejidad especificada era allí necesario; sin ese reconocimiento no
hubiera habido manera de atribuir al diseño y no al azar la ejecución de
Rubistein.
Utilizamos la complejidad especificada para eliminar posibilidades
estrafalarias en las que se asigna al azar lo que nosotros atribuimos al diseño.
Y más aún, utilizamos la complejidad especificada para afirmar la
improbablidad de esa extravagantes posibilidades y para justificar la
eliminación de su ocurrencia por azar. Siendo éste el caso (y ciertamente lo
es para los artefactos humanos), ¿sobre qué base podríamos atribuir al azar
los fenómenos naturales que exhiben complejidad especificada? Obsérvese
que aquí no estamos hablando sobre isomorfismo: la complejidad
especificada en los artefactos es idéntica a la complejidad especificada en los
sistemas biológicos.
¿Sobre qué base, entonces, podríamos atribuir al azar aquellos fenó-
menos naturales que exhiben complejidad especificada? Conviene aclarar
que la exageración de los recursos probabilistas no ayuda a rebajar el límite
de la probabilidad universal y hace más difícil la atribución de
140 D ISEÑO INTELIG ENTE

diseño; la exageración de los recursos probabilistas elimina enteramente ( los


límites de la probabilidad universal: en el momento en que se pro. I ponen
recursos probabilistas ilimitados, algo así como una probabilidad I no-cero
tendrá que aparecer con seguridad en alguna parte y en algún ] tiempo. (Esto es
una consecuencia de lo que los probabilistas llaman ley de los grandes números).
Parece, sin embargo, que en la vida práctica admitimos que sean los í
límites de la probabilidad los que fijen la improbabilidad y con ello la '
complejidad especificada. Una frase o un par de palabras repetidas por otro
autor pueden ser suficientes para merecer la acusación de plagiario. 1 Podría
suceder por azar, y dados los ilimitados recursos probabilistas hay trozos de
realidad en los que esto ha sucedido por azar. Pero nosotros no lo admitimos —
al menos no en nuestro trozo de realidad. En la vida práctica, todos tendemos a
no mostrarnos demasiado conservadores al establecer los límites de la
probabilidad. Dicho en otras palabras, en la vida práctica no pedimos que algo
se aproxime a una cosa tan improbable como el límite universal de
probabilidad de 1 por 10150 antes de eliminar el azar e inferir el diseño.
La dificultad de confrontar recursos probabilistas ilimitados puede
ahora ser expuesta de manera bastante simple: no hay en principio ninguna
manera de discriminar entre el uso de recursos probabilistas ilimitados para
conservar el azar, y utilizar la complejidad especificada para eliminarlo. Se
puede elegir el uno o la otra, pero no se pueden tener ambas cosas. Y el hecho
es que utilizamos ya la complejidad especificada para eliminar el azar.
Quisiera insistir en que no hay ningún camino privilegiado para realizar la
discriminación. Sin embargo, la gente sigue discriminando. Por ejemplo, los
científicos naturalistas invocan con frecuencia el naturalismo como
presupuesto filosófico y los recursos probabilistas ilimitados como
instrumento para retener el azar cuando en la empresa hay implicados
diseñadores que son inaceptables para el naturalismo (p.ej. Dios). Entonces,
dando un rodeo, utilizarán la complejidad especificada para eliminar el azar
cuando haya implicados diseñadores que son aceptables para el naturalismo
(p.ej. el espacio exterior de Francis Crack que inundó la tierra con la semilla
de la vida según su teoría de la panspermia dirigida). Así pues, los propios
naturalistas se muestran dispuestos a atribuir diseño a los objetos artificiales
que exhiben complejidad especificada y en los que plausiblemente pudo
haber estado implicada una inteligencia incorporada; pero ante los objetos
naturales que exhiben complejidad especificada pero que
de los agujeros 141

muestran el menor vestigio de inteligencia incorporada, recurrirían


g los ilimitados recursos probabilistas para poder atribuirles azar (o
simplemente pretextarían ignorancia). ¿Por qué? No porque sea
o. Ciertamente, la maniobra es enteramente arbitraria. Al plantear la
m de la complejidad especificada y la de las inferencias de diseño,
í^woblema de los recursos probabilistas ilimitados coloca bajo cuestión
ituralismo mismo, y no reporta ningún bien invocar al naturalismo
' a resolver el dilema.
(í, Estamos ahora en posición de comprender por qué un diseñador melerior
al universo conocido podría en principio verse apoyado por la mrtdencia
independiente, mientras que un universo infinito no podría hacerlo nunca.
Tenemos ya experiencia de inteligencias humanas y animales que generan
complejidad especificada. Si alguna vez descubriéramos evidencia de
inteligencia extraterrestre, la complejidad especificada tendría que ser una
característica necesaria de esa inteligencia. Así, cuando en la naturaleza
encontramos una complejidad especificada que plausiblemente ninguna
inteligencia evolucionada, incorporada o cosi- ficada, pudo haber colocado
allí, la inferencia obligada es concluir que alguna inteligencia incorpórea
debió haber intervenido. Indudablemente esto obliga a preguntarse cómo es
posible que una inteligencia de este tipo pueda interactuar de modo
coherente con el mundo físico (véanse también los capítulos veinte y
veintiséis). Pero negarse a esta inferencia meramente por causa de un
compromiso anterior con el naturalismo no es defendible. No hay ninguna
vía adecuada para distinguir entre la utilización de la complejidad
especificada para eliminar el azar en una ocasión, e invocar luego en otra los
ilimitados recursos probabilistas para hacer plausible el azar.
El diseño, por tanto, tal como está ejemplificado por la complejidad
especificada, admite la posibilidad de una evidencia independiente; un
universo infinito con recursos probabilistas ilimitados no. La complejidad
especificada puede ser un punto de contacto entre el universo conocido, que
es finito, y una inteligencia fuera de él. Los diseñadores existentes dentro del
mundo conocido generan ya complejidad especificada, y un diseñador
externo a él podría potencialmente hacer lo mismo. Esto es lo que permite que
la evidencia independiente venga en apoyo de los diseñadores incorpóreos.
Supuesto que la naturaleza nos suministre instancias de complejidad
especificada que no puedan ser razonablemente atribuidas a ninguna
inteligencia encarnada en un cuerpo, resulta convincente la inferencia a una
inteligencia desencarnada, y cualquier instancia
142 D ISEÑO INTELIG ENTE ;

de complejidad especificada utilizada en apoyo de esta inferencia puede ^ ser


correctamente considerada como evidencia independiente.
Volvemos, pues, al parecer a nuestro propio y pequeño universo I
conocido, con su muy limitado número de recursos probabilistas per©
también con sus crecientes posibilidades de detectar diseño. Es ésta una
instancia en donde lo menos es más, donde tener pocos recursos probabilistas
y un universo muy pequeño abre posibilidades al conocimiento y al
descubrimiento que de otro modo estarían cerradas. Los recursos
probabilistas limitados enriquecen nuestro conocimiento del mundo al
capacitarnos para detectar diseño donde en otras circunstancias se nos '
escurriría de las manos. A su vez, los recursos probabilistas limitados nos
protegen de la injustificada confianza en las causas naturales que los recursos
probabilistas ilimitados invariablemente parecen engendrar. En resumen, los
recursos probabilistas ilimitados eliminan el azar de los agujeros.
\

P AR TE TR E S

INFORMACIÓN
NFORMACIÓN Y MATERIA

¿Cuál es la diferencia entre información


y materia, y qué papel juega cada una en
la teoría del diseño inteligente?

IMAGINE EL LECTOR QUE es un decorador de interiores. El matrimonio Bill y


Melinda French Gates lo contratan para que decore su mansión. Usted
decide colocar un gran busto de mármol de Ludwig van Beethoven en la
sala de música, y así contacta con un prometedor y excéntrico escultor para
que esculpa el busto y lo entregue en la mansión. Al día siguiente, el escultor
se presenta en la casa y le anuncia que ya lo ha terminado. Naturalmente,
usted se muestra escéptico, pero el escultor arrastra un inmenso embalaje
hasta la sala de música y al toque de trompeta descubre la «escultura». Lo que
usted tiene ante sus ojos es un gran cubo de mármol. Sorprendido le
pregunta al escultor dónde está el busto de Beethoven. «El busto está aquí»,
le contesta éste mostrándole su factura. «Usted no tiene más que retirar los
restos del mármol». Ante su protesta, la cara del joven se pone roja de rabia
y le grita, «¡Le desafío a que descubra una sola y única molécula del busto de
Beethoven que no se encuentre en este bloque de mármol! ¡Contradígame y
yo lo enviaré a usted y a su billonario cliente Mr. Gates directamente al
manicomio!»
La discusión subía continuamente de tono, con cada uno de los con-
tendientes tornándose más y más rojo de ira hasta que entró en la habitación
el mismo Bill Gates. Trató de calmar a los dos y le preguntó primero al
decorador y luego al escultor por el motivo de su discusión. «Dígame cuánto»
dijo Gates tras haber escuchado la versión del escultor. «Estoy tan
impresionado con esta escultura que en lugar de pagarle lo que hemos
convenido, le voy a entregar una copia avanzada de la próxima generación de
Microsoft Windows». En ese momento sacó Gates de su bolsillo un disco
comj«rt^«Tenga, aquí está. Es usted libre de vender el sistema opera-
146 DISEÑO INTELIGENTE Información y materia 147

«¿Está usted loco?», le gritó el joven, usted se está burlando de mí. «Pero esto jltargen de formas, es fundamental para nuestra comprensión del mundo.
vale billones». «Démelo» gritó el escultor, y tomando el disco de la mano de Esta relación es válida igualmente para todos los artefactos humanos. Esto es
Gates se acercó a un computador cercano. Después de algunos intentos y cierto no sólo para los artefactos humanos compuestos de un material físico
golpes de ratón, el escultor se volvió a Gates. «¡Este disco está en blanco! (como los bustos de mármol de Beethoven), sino también para los artefactos
¡Déme el sistema operativo!». «Pero, mi querido amigo» le respondió Gates humanos encarnados en una sustancia más abstracta (como Ja poesía o la
posando su mano sobre el hombro del escultor, «le desafío a que encuentre matemática). Ciertamente, el material bruto para muchas invenciones
una sola y única molécula del sistema operativo que no esté contenida en este humanas no consiste en ninguna sustancia física, sino en un ©bjeto mucho
disco. Usted no tiene más que eliminar el exceso de policarbonato y ahí lo más abstracto, como son los caracteres alfabéticos, las notas musicales y los
tendrá». números. Por ejemplo, el material bruto para un soneto de Shakespeare
Esta historieta ilustra la diferencia existente entre información y ma- consiste en veintiséis letras del alfabeto. Así como el busto de Beethoven está
teria. La materia es la sustancia en bruto capaz de adoptar cualquier número solo potencialmente en un trozo de mármol, del mismo modo un soneto de
de formas. La información es lo que da forma a la materia, fijando una forma Shakespeare está sólo potencialmente en las veintiséis letras del alfabeto.
con exclusión de otras. Ambas palabras, materia e información derivan del Corresponde al escultor actualizar el busto de Beethoven, y corresponde a
latín. El nombre materia se refería en latín a la madera que se utilizaba para Shakespeare organizar adecuadamente esas veintiséis letras para que surja
construir las casas. Más tarde designó cualquier material con el potencial uno de sus sonetos.
para asumir diferentes figuras, formas o configuraciones. Información (del La relación entre materia e información que aquí estamos describiendo
verbo latino informare) significa literalmente dar forma o figura a algo. A es vieja y así fue entendida por los antiguos griegos, especialmente por los
diferencia de la materia inerte o pasiva, que necesita ser actualizada, la estoicos. Y aún más, nada se ha dicho hasta ahora sobre la relación entre
información es activa. La información actúa sobre la materia para darle su materia e información que sea especialmente controvertido. El mundo
forma, figura, configuración o estructura. (Quisiera advertir que utilizo aquí consiste en un inmenso depósito de material en bruto a la espera de ser
estos nombres de manera vaga e intercambiable). Aristóteles habría adecuadamente configurado. Está la materia, la sustancia pasiva e inerte que
distinguido la forma, en el sentido de forma sustancial o esencia, de la mera espera ser ordenada, y está la información, un principio activo o agencia que
figura u ordenación. Sin embargo, para mis presentes propósitos basta con realiza ese ordenamiento. Esta es una manera perfectamente clara y eficaz de
que esa forma o configuración sea correlacionada con la forma en el sentido dividir la experiencia y darle sentido al mundo. Una buena parte de nuestro
de Aristóteles. Así, para que el mármol sea capaz de expresar la forma de la conocimiento del mundo depende de que se entienda la relación entre
apariencia de Beethoven ha de ser esculpido o configurado de maneras muy materia e información.
particulares. Sin embargo, la relación entre materia e información se torna con-
Como decorador de interiores, usted pagaría al escultor para que trovertida tan pronto le añadimos una nueva dimensión. Esto sucede cuando
«informase» un bloque de mármol —para que tomase un bloque de mármol
combinamos materia e información con diseño y naturaleza.
y le diese la forma o figura de Beethoven. Que el escultor le conteste que el
cubo de mármol contiene ya el prometido busto de Beethoven (sólo tendría
Información
usted que eliminar algunos trozos de mármol) es por tanto totalmente
inaceptable. Eso era precisamente lo que usted pagaba al escultor por su
trabajo. Efectivamente, el cubo de mármol tiene el potencial de convertirse
Naturaleza Diseño
en un busto de Beethoven. Pero también tiene el potencial de tomar
incontables formas distintas. Era tarea del escultor dar al mármol la forma
que usted le pedía.
Materia
La relación entre materia, con su potencial para asumir cualquier posible
forma, e información, con su restricción de posibilidades a un estrecho
Figura 3
1
148 D ISEÑO INTELIG ENTE

Los ejemplos de información hasta aquí considerados se han centrado


sobre la actividad de una inteligencia diseñadora (un escultor o escritor) que
informa o le da forma a un determinado material en bruto (un bloque de
mármol, o las letras del alfabeto). Pero las inteligencias diseñadoras no son los
únicos agentes capaces de estructurar la materia y con ello conferir
información. La naturaleza es también capaz de estructurar la materia y
dotarla de información.
Consideremos la diferencia entre unos maderos y una bellota. Para que
los maderos puedan formar un barco es necesario contar con un diseñador que
dibuje la maqueta, que tome luego los maderos y, siguiendo las instrucciones
de esa maqueta, les confiera la forma del barco. Mas, ¿dónde está el diseñador
que haga que la bellota se desarrolle en un espléndido roble? En ninguna
parte. La bellota lleva dentro de sí el poder de transformarse en un roble.
Naturaleza y diseño representan por tanto dos modos de producir
información. La naturaleza la produce, por así decirlo, internamente. La
bellota asume la forma que debe mediante unos poderes internos a ella: la
bellota es una semilla que está programada para producir un roble. Por su
parte, el barco asume la forma que tiene mediante unos poderes externos a él:
una inteligencia diseñadora que impone una estructura apropiada a los
maderos que forman el barco.
Los antiguos griegos no sólo supieron distinguir entre información y
materia, igualmente conocieron la distinción entre diseño y naturaleza. Para
Aristóteles, por ejemplo, el diseño consistía en capacidades externas a un
objeto para producir una determinada forma con ayuda externa. Por su parte,
la naturaleza consistía en capacidades internas a un objeto para transformarse
a sí mismo sin ayuda externa. Así, en el libro doce de la Metafísica, escribió
Aristóteles: «[El diseño] es un principio de movimiento en algo distinto de la
cosa movida; la naturaleza es un principio en la cosa misma». Y en el libro dos
de la Física, Aristóteles se refirió al diseño como algo que completaba «lo que
la naturaleza no podía llevar a término». (Obsérvese que Tomás de Aquino
tomó esta idea y la consagró como la gracia que completa a la naturaleza).
La palabra griega traducida aquí como «diseño» es techne, de la cual
hemos obtenido la palabra tecnología. En las traducciones de la obra de
Aristóteles, la palabra más comúnmente usada para traducir techne es «arte»
(en el sentido de «artefacto»). Diseño, avte y techne son sinónimos. La idea
esencial escondida tras estos términos es que la información le es conferida al
objeto desde el exterior, y que, separadamente de esa infor-
149
formación y materia

pación externa, el material que constituye al objeto es incapaz de asumir


sí mismo la forma que éste tiene. Por ejemplo, las meras piezas de padera
no llevan en su interior la potencia de formar un barco.
En cambio, la naturaleza sí tiene en su interior el poder de expresar
información. Así, en el libro dos de la Física escribió Aristóteles: «Si el ayte
de construir barcos estuviera en la madera, esos mismos resultados ipdan
producidos por la naturaleza». Dicho en otras palabras, si las peras piezas de
madera tuvieran la capacidad de formar barcos, diría- pos que los barcos
proceden de la naturaleza. La palabra griega que nosotros traducimos por
naturaleza es physis, de donde procede nuestra palabra física. El significado de
la raíz indo-europea oculta tras la palabra physis es crecimiento y desarrollo.
La naturaleza produce información no por imposición desde fuera sino
haciendo crecer o desarrollando desde dentro estructuras ricas en
información. Consideremos nuevamente la bellota. A diferencia de la
madera, que requiere ser elaborada por un diseñador para formar un barco,
las bellotas producen robles de manera natural; la bellota no necesita más que
un entorno adecuado en el cual crecer.
La cuestión central en el debate sobre diseño inteligente y evolución
biológica puede por tanto ser establecida como sigue: ¿es la naturaleza
completa en el sentido de poseer todos los recursos necesarios para producir
la información rica en estructuras biológicas que vemos a nuestro alrededor,
o requiere también la naturaleza alguna contribución de diseño para producir
esas estructuras? Aristóteles sostenía que el arte de construir barcos no está
en la madera que constituye el barco. Ya hemos visto que el arte de componer
sonetos no se encuentra en las letras del alfabeto. Del mismo modo el arte de
esculpir estatuas no está en la piedra de la cual están hechas las estatuas. Cada
uno de estos casos requiere un diseñador. Así también, la teoría del diseño
inteligente sostiene que el arte de construir la vida no se encuentra en la
materia física que constituye la vida, sino que exige la presencia de un
diseñador.
TEORÍA
DE LA INFORMACIÓN
¿Cómo se relaciona la teoría matemática de
la información con el diseño inteligente; y
más específicamente, con el criterio que
éste emplea para detectar diseño, es decir,
la complejidad especificada ?

CUANDO PENSAMOS EN LA INFORMACIÓN, nos representamos de ordinario una serie


de oraciones que mutuamente nos comunicamos unos a otros. El vehículo
de la comunicación es aquí el lenguaje, y la información es el significado
comunicado por alguna manifestación o expresión lingüística. Esta
descripción de la información difiere marcadamente de la imagen que nos
brinda la teoría matemática de la información. La idea ordinaria de
información se centra en el significado y trata como secundario el vehículo
lingüístico utilizado para su transmisión. En cambio, la imagen matemática
de la información se centra exclusivamente en el vehículo e ignora
completamente el significado.
Consideremos un espía que tiene que averiguar las intenciones de un
enemigo —con independencia de que ese enemigo pretenda declarar una
guerra o preservar la paz. El espía se ha puesto de acuerdo con su cuartel
general sobre qué tipo de señal indicará guerra y cuál indicará paz.
Imaginemos que el espía envía a sus jefes un mensaje por radio y que cada
transmisión tiene la forma de una cadena de bits (es decir, una secuencia
de ceros y unos). El espía y el cuartel general acordaron de antemano que 0
significaría guerra y que 1 significaría paz. Pero puesto que el ruido del
canal de comunicación podría hacer saltar de 0 a 1 y viceversa, sería
prudente admitir alguna redundancia en la transmisión. Así pues, el espía
y el alto mando podrían acordar que 000 representara
de la información 151

y 111 paz, y que cualquier otra combinación sería considerada


ibmo error de transmisión. O tal vez pudieran acordar que el espía co-
■gunnicara en lenguaje natural utilizando el código Morse si el enemigo
ir a la guerra o mantener la paz.
Este ejemplo ilustra de qué modo la información, en el sentido del
), puede permanecer constante aunque pueda variar el vehí-
que represente y transmita esa información. En la vida ordinaria,
iqiie nos interesa es el significado. Si nos encontramos en un cuartel
Ifteral, queremos saber si vamos a entrar en la guerra o mantenernos
^ paz. Pero desde la perspectiva de la teoría matemática de la infor-
iñación, lo único importante son las propiedades matemáticas de las
Expresiones lingüísticas que utilizamos para representar el significado.
Si representamos guerra con 000 en tanto que opuesto a 0, necesitamos
el triple de bits para representar la guerra, y desde el punto de vista de
la teoría matemática de la información estamos usando tres veces más
información. El contenido informacional de 000 es tres bits mientras que
el de 0 es justamente 1 bit.
Claude Shannon inventó la teoría matemática de la información poco
después de la Segunda Guerra Mundial. La inspiración para su teoría le
vino de su trabajo sobre criptografía durante la guerra. En criptografía,
los mensajes importantes se envían encriptados para impedir que el
enemigo pueda leer el correo de uno. Lo importante en criptografía es
contar con un esquema seguro de encriptación-descriptación: ser capaz
de codificar eficientemente los mensajes como cadenas de caracteres
de algún alfabeto y luego transmitir también de manera eficiente esas
cadenas de caracteres por los canales de comunicación.
El significado real de una cadena de caracteres tiene por tanto
asiento de segunda clase en la teoría matemática de la información.
Pensemos en la teoría matemática de la información como un servidor
de Internet. El servidor de Internet no se interesa por el significado de
sus mensajes por e-mail ni por los productos que usted intenta vender
a través de su página web. Lo que a él le interesa es que las cadenas
de caracteres que usted utiliza para transportar significados en sus co-
rreos electrónicos o en sus sitios web, sean almacenadas y transmitidas
con total seguridad. De esto es de lo que trata la teoría matemática de
la información. Específicamente, se ocupa de cuantificar la información
de esas cadenas de caracteres, de caracterizar las propiedades estadís-
ticas de tales cadenas cuando son transmitidas a través de un canal de
comunicación ruidoso (el ruido es típicamente representado como un
152 D ISEÑO INTELIGENTE

proceso estocástico que rompe las cadenas de modos estadísticamente bien


definidos), de preservar las cadenas a pesar de la presencia de ruido (teoría
de los códigos de corrección de errores), de comprimir las cadenas para
aumentar su eficacia, y de transformar las cadenas en otras para mantener
su seguridad (criptografía).
Aunque la teoría de Shannon empezó como una teoría sintáctica re-
lativa a cadenas de caracteres basada en un alfabeto fijo, rápidamente se
convirtió en una teoría estadística. Los caracteres de un alfabeto tienen a
menudo diferentes probabilidades de ocurrencia. (Las letras de nuestro
alfabeto ordinario aparecen con una amplia variación de frecuencia; p.ej.,
la letra e ocurre en torno a un 12 por ciento, pero la letra q se mueve en torno
al 1 por ciento; en cambio la u a continuación de la q está en el 100 por cien).
Estas probabilidades determinan a su vez la cantidad de información que
una determinada cadena puede transmitir. En general, la cantidad de
información contenida en una cadena de caracteres es función de la
improbabilidad de esa cadena. Así, cuánto más improbable es una cadena,
más información habrá almacenada en ella.
Para comprender lo que acabamos de decir, consideremos la afir-
mación «está lloviendo». Esta proposición será tanto más informativa (en
sentido semántico ahora) cuanto más improbable sea. Si se refiere al tiempo
en el Desierto del Sahara en pleno verano, cuando la probabilidad de lluvia
es bajísima, la afirmación será altamente improbable y altamente
informativa, pues nos está diciendo algo que nunca podríamos haber
imaginado. Pero si la afirmación se refiere al tiempo en Galicia durante la
primavera, cuando la probabilidad de lluvia es muy alta, entonces esta
frase será a la vez probable y poco informativa, pues nos está diciendo algo
que fácilmente podríamos haber imaginado. La teoría matemática de la
información recoge este rasgo de nuestro modo ordinario de entender la
información, y asigna en consecuencia una alta probabilidad a las
manifestaciones con poco contenido informativo, y una baja probabilidad
(alta improbabilidad) a las de alto contenido informativo.
Dada esta caracterización de alta y baja información en términos de
probabilidad, no hay razón alguna para confinar la teoría matemática de la
información a las cadenas de caracteres. Ciertamente, toda referencia a
clases de posibilidades que admiten una distribución de la probabilidad, es
terreno abonado para la teoría matemática de la información. Pues generar
información significa identificar una posibilidad y eliminar el resto.
Cuántas más posibilidades queden eliminadas, y, por tanto, más improba-
ble sea la posibilidad que realmente se obtiene, mayor será la información
Teoría de la información 153

rada. No eliminar ninguna posibilidad equivale a una tautología, que


Jío transmite ninguna información. «Está lloviendo o no está lloviendo» es
una proposición verdadera, pero no contiene información alguna. Por otra
parte «está lloviendo» es informativa porque descarta la proposición «no
está lloviendo». Además, «está lloviendo» es informativa en el mismo en
que la proposición sea improbable. (La afirmación de la lluvia más
informativa en el Desierto del Sahara que en Galicia).
* Generar información equivale por tanto a eliminar posibilidades,
jjfcdemás, la cantidad de información así generada corresponde a la
probabilidad de la posibilidad (o rango de posibilidades) que no ha sido
eliminada. Mas ¿quién o qué elimina esas posibilidades? En la práctica hay
dos fuentes de información: la agencia inteligente y los procesos físicos.
Esto no quiere decir que estas fuentes de información sean mutuamente
exclusivas; los seres humanos, por ejemplo, son a la vez agentes inteligentes
y sistemas físicos. Tampoco queremos decir que estas fuentes de
información agoten todas las fuentes de información lógicamente posibles;
es concebible que pudieran existir procesos azarosos no físicos que
generasen información.
Aunque existen procesos físicos que no son agentes inteligentes pero
que pueden generar información, hay un sentido en el cual la información,
cualquiera que sea su fuente, es irreductiblemente conceptual, lo cual
presupone una agencia inteligente. Esto se debe a que la misma clase de
referencia de posibilidades que establece el escenario para la generación de
información debe invariablemente ser delineada por un agente inteligente.
Así pues, la información, aparte de cualquier otra cosa que pudiera decirse
sobre ella, no puede ser nunca aconceptual o enteramente independiente de
la mente.
No obstante, una vez que un agente inteligente identifica una clase de
referencia de posibilidades, es cuestión distinta preguntarse si la infor-
mación generada desde esa clase de referencia es resultado de un agente
inteligente o de un proceso físico. Un agente inteligente puede identificar
explícitamente un modelo dentro de la clase de referencia de posibilidades
y con ello generar información. Y, alternativamente, un proceso físico
puede producir un suceso, representado como una posibilidad dentro de la
clase de referencia de posibilidades, y con ello generar información.
Llamemos inducida-por-agente o información conceptual al primer tipo de
información e inducida-por-suceso o información física al segundo.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando coinciden la información conceptual
y la información física? Por ejemplo, ¿qué sucede si, como acto concep
154 D ISEÑO INT ELIGENI H

tual, los investigadores de SETI identifican una secuencia de númera^l


primos y luego, como ocurre en la película Contact, esa misma secuendSB
es transmitida, como si fuera un suceso físico, a los radio-telescopios esos
mismos investigadores de SETI controlan? Precisamente una coiij cidencia
como ésta es lo constitutivo de la complejidad especificada.
Mas adviértase que esta coincidencia no juega ningún papel en kfl teoría
de la información de Shannon. Esta teoría se interesa simplementtB por la
generación de información desde una clase de referencia de p<3 sibilidades.
Para la teoría de Shannon es irrelevante que la informacióftí generada sea
inducida por un agente o por un suceso. La complejidad 1 especificada, en
cambio, exige una reglamentación dual de las posibili- 1 dades: una de ellas
por un agente inteligente que identifica un modelo, 1 y la otra por procesos
físicos que inducen un suceso. Cuando las dos 1 coinciden, la probabilidad es
pequeña y el modelo puede ser identificado con independencia del suceso,
decimos que ese suceso exhibe | complejidad especificada.
La complejidad especificada (o información especificada compleja,
como también se la llama) es por tanto una forma de información so-
brealimentada. Con seguridad, la complejidad especificada es consistente
con la idea básica oculta tras la información: la reducción o eliminación de
posibilidades desde una clase de referencia de posibilidades. Pero
mientras que el entendimiento tradicional de la información es unario, por
concebir la información como una reducción de posibilidades única, la
complejidad especificada es una forma binaria de información. La com-
plejidad especificada depende de una reducción dual de posibilidades:
una reducción conceptual (es decir, información conceptual) combinada
con una reducción física (o sea, información física). Por su parte, estas
reducciones duales deben ser coordinadas para que la información física
encaje en los modelos establecidos por la información conceptual.
Este enfoque teòrico-informativo de la complejidad especificada es
exactamente equivalente al enfoque teórico-diseñador de la complejidad
especificada asociada con la inferencia de diseño, al criterio de especi-
ficación de complejidad, y al filtro duplicativo descrito anteriormente
(véase parte dos). Pero lo que aquí nos interesa es la conexión entre diseño
inteligente y teoría de la información: detectar diseño mediante el criterio
de especificación-de-complejidad es equivalente a identificar la
información especificada compleja.
L PROBLEMA PE LA 1

INFORMACIÓN EN
BIOLOGÍA
¿ Cuál es el problema de la información en
biología, y cómo tratan los biólogos de
resolverlo ?

gN UNA CONFERENCIA AMPLIAMENTE CITADA, el Premio Nobel David Baltimore


observaba, «La biología moderna es una ciencia de la infor mación».
Manfred Eigen, Bernd-Olaf Küppers, John Maynard Smith y muchos otros
biólogos han identificado igualmente a la información con el problema
central de la biología. Para que la materia sea viva ha de estar
adecuadamente estructurada. Un organismo vivo no es un mero trozo de
materia. La vida es algo especial, y lo que la hace singular es la disposición
de su materia en formas muy específicas. Dicho en otras palabras, lo que
hace que la vida sea algo único es la información. ¿De dónde viene la
información necesaria para la vida? Esta cuestión no puede ser soslayada.
La vida no ha existido siempre. Hubo un tiempo en la historia del universo
en el que toda la materia carecía de vida. Y luego apareció la vida —en la
tierra y tal vez en otras partes.
La aparición de la vida constituye una revolución en la historia de la
materia. Un inmenso abismo separa al mundo orgánico del inorgánico, y
ese abismo puede ser acertadamente caracterizado en términos de
información. La materia del polvo que pisamos y la materia que constituye
nuestros cuerpos es la misma. Sin embargo, la organización de esa materia
—la información— difiere enormemente en estos dos casos. El problema
de la información en biología es el de determinar si (y en tal caso, cómo)
las fuerzas puramente naturales son capaces de tender un puente sobre el
abismo que separa los dos mundos, el orgánico y el inorgánico, al igual
que el que existe entre los diferentes niveles de
156 D ISEÑO INTELIGENTE

complejidad dentro del mundo orgánico. Y a la inversa, el problema de la


información en biología es el de determinar si (y de qué modo en tal caso)
el diseño es necesario para complementar a las fuerzas puramente
naturales en el origen y subsiguiente desarrollo de la vida.
No todas las estructuras biológicas u organizaciones son igualmente
relevantes para decidir si la vida obedece a un diseño. Por ejemplo, el
mecanismo darwiniano de la selección natural actuando sobre una
variación aleatoria es el responsable de algunas características de los
sistemas biológicos. La resistencia de las bacterias a los antibióticos y la de
los insectos a los insecticidas puede ser explicada fácilmente en términos
de mecanismos darwinianos. Pero ¿puede este mecanismo o cualquier otro
puramente natural explicar de qué modo surgieron las bacterias y los
insectos en primer lugar? Y en caso contrario, ¿qué decir sobre la
información exhibida por unos sistemas que de manera conclusiva nos
están indicando que no fueron formados por medios puramente naturales?
Decir que algo ha sido formado por medios puramente naturales es lo
mismo que decir que ese algo es resultado de la necesidad, del azar o de
una combinación de ambas cosas. Pero la afirmación de que un cierto
sistema biológico es diseñado necesita, como mínimo, la demostración de
que el tal sistema no pudo haber sido formado por los anteriores medios. Y
esto a su vez exige negar la necesidad, el azar y la combinación de ambos
como factores suficientes para explicar el sistema biológico en cuestión. Lo
cual no quiere decir que las fuerzas naturales no participaran en ello. Por
ejemplo, así como un viejo automóvil oxidado muestra los efectos del
diseño (ingeniería) y de las fuerzas naturales (oxidación y corrosión), del
mismo modo los sistemas biológicos pueden exhibir también los efectos del
diseño y de las fuerzas naturales.
Consideremos algo más atentamente el azar, la necesidad y la com-
binación de ambas cosas. Y examinemos primeramente una estructura
biológica que sea resultado de la necesidad. La formación de esa estructura
tendría que obedecer a unas razones tan fiables como el hecho de que el
agua se congela cuando se rebaja adecuadamente su temperatura. Por
tanto, no habría necesidad de explicar esa estructura en términos de diseño;
una regularidad que obedece a una ley de la naturaleza la explicaría
perfectamente. Sin duda, a veces nos gustaría poder atribuir al diseño el
necesario proceso responsable de alguna estructura biológica, pero ésta es
una cuestión diferente. Atribuir diseño en este caso sería como atribuir
diseño a la propensión del agua a congelarse por debajo
Jí problema de la información en biología 157

¿e cierta temperatura. Tal vez el agua haya sido diseñada de este modo.
|>!ero los procesos que se apoyan en una necesidad están considerados
más como hechos brutos de la naturaleza que como productos del diseño,
gl problema no es el de explicar que algún objeto que es resultado de
proceso necesario imposibilita el diseño, sino que decisivamente el
objeto no puede implicar nunca diseño, n . Consideremos ahora el azar.
Si alguna estructura biológica es razonadamente verosímil no hay razón
alguna para invocar el diseño. El azar it.ya se trate del puro azar o del azar
combinado con la necesidad— se ©cupa de este caso sin dificultad alguna.
Del mismo modo, si alguna estructura biológica es increíblemente
improbable pero se resiste a ser especificada, tampoco hay razón alguna
para invocar al diseño como explicación de ella. Por ejemplo, la disposición
exacta de los lunares e imperfecciones en la piel de la espalda es altamente
imprecisa, pero no hay ningún patrón que la especifique. Su modelo no es
independiente, sino arbitrariamente dado.
Acabamos de sostener que la complejidad especificada es una con-
dición necesaria para detectar diseño biológico. Así, para descartar que un
determinado sistema biológico pueda ser un producto de fuerzas
puramente naturales, hemos tenido que mostrar que el sistema es con-
tingente, complejo y especificado. En tal caso decimos que el sistema exhibe
una complejidad especificada. En capítulos anteriores afirmé que la
complejidad especificada era un criterio fiable para detectar diseño. Según
lo que acabamos de decir, se puede afirmar ahora que la complejidad
especificada no es sólo una condición necesaria sino también suficiente
para la detección de diseño.
Ahora bien, según vimos en el capítulo diecisiete, la complejidad
especificada es también un tipo de información. Además, es el único tipo
de información capaz de detectar diseño de manera fiable. Pues a menos
que algo sea contingente, complejo y especificado, tendrá que ser atribuido
a la necesidad, al azar o a la combinación de ambos. Sin complejidad
especificada, toda la explicación biológica queda reducida a mecanismos
naturales (es decir, mecanismos que solamente invocan necesidad, azar o
su combinación). La complejidad especificada es por tanto la clave para
resolver el problema de la información en biología.
En consecuencia, si la complejidad especificada es manifiesta en los
actuales sistemas biológicos, estamos justificados en atribuir al diseño tales
sistemas. Pero esto no quiere decir que todos los aspectos de
1
158 D ISEÑO INTELIGENTE

tales sistemas sean diseñados. (Algunos de ellos pueden ser debidos a


fuerzas puramente naturales). Pero así como los artefactos humanos son
legítimamente atribuidos al diseño incluso aunque muestren sig, nos de
utilización de fuerzas naturales, del mismo modo los sistemas biológicos
que exhiben una complejidad especificada son legítimamente atribuidos al
diseño incluso aunque las fuerzas naturales los hayan modificado también
a lo largo del tiempo. Organismos que exhiben diseño, pero que muestran
igualmente los efectos de la historia y de las puras fuerzas naturales, han
operado siempre a lo largo de la historia.
Una de las principales tareas que ha de abordar el diseño inteligente
en tanto que programa de investigación científica, es la de rastrear la huella
de la complejidad especificada en los sistemas biológicos y mostrar con ello
los puntos en los que el diseño entró decisivamente en la biología. La
complejidad especificada es un indicador empírico fiable de la inteligencia
de la misma manera que las huellas dactilares son un fiable marcador
empírico de la presencia de una persona. La complejidad especificada
detecta por tanto el diseño de manera fiable. Tan pronto un objeto exhibe
complejidad especificada, podemos estar seguros de que el tal objeto es
diseñado. Pero establecer la complejidad especificada de un objeto,
requiere sin embargo que se muestren dos cosas: que el objeto en cuestión
es especificado y que es complejo o improbable.
La especificación no es nunca un problema en la práctica. Muchas
estructuras biológicas son especificadas en virtud de unos requisitos
funcionales independientemente dados que ellas satisfacen. Considérese,
por ejemplo, el flagellum bacterial, un propulsor bidireccional dirigido por
un motor que mueve a ciertas bacterias a través de su medio acuoso. Un
modo de comprobar que el flagellum bacterial es especificado consiste en
verificar que los seres humanos desarrollaron esos mismos propulsores
accionados por un motor mucho antes de que pudieran imaginar siquiera
que el flagellum era una tal máquina. (Estos propulsores fueron de uso
común en la navegación del siglo diecinueve, mas la función del flagellum
no fue descubierta hasta los comienzos del veinte). Pero esto no quiere
decir que la función biológica de un sistema constituya una especificación;
los seres humanos debieron haber inventado independientemente un
sistema que realizara la misma función. Sin embargo, la invención
independiente fortifica aún más a la especificación.
0 problema de ¡a información en biología 159

h En cualquier caso, ningún biólogo se pregunta si los sistemas funcionales


que surgen en biología son o no son especificados. La cuestión gs siempre
la de decidir si el mecanismo darwiniano o cualquier otro juramente
natural pueden superar las enormes improbabilidades que a primera vista
parecen rodear a tales sistemas. Al parecer, ese mecanismo pudría dividir
esa gran improbabilidad en una serie de probabilidades pgs manejables.
Su tarea sería, por tanto, la de tornar probable lo que Jo otro modo parece
ser altamente improbable.
^ Al tratar de explicar la complejidad especificada, los biólogos de
tiaidencia mecanicista acaban siempre justificando la complejidad o la
improbabilidad asociada con sistemas biológicos especificados. Atribuir
complejidad a algo debe ser altamente improbable con respecto a todos los
mecanismos naturales actualmente conocidos. Por tanto, que un me-
canismo natural siga su curso y explique un hecho que anteriormente era
considerado complejo, significa que el hecho en cuestión ha dejado de ser
complejo respecto al mecanismo recién descubierto.
Existen varias estrategias para justificar la complejidad de manera
mecanicista. Y puesto que tales estrategias surgen repetidamente en las
discusiones sobre diseño inteligente, será útil exponerlas aquí.
Estrategia 1: Generación espontánea. Decir que una estructura biológica
ha surgido por generación espontánea es lo mismo que decir que ha
surgido repentinamente por sí misma: en un momento dado no existía, mas
al siguiente sí. Invocar la generación espontánea es recurrir al puro azar. El
término generación espontánea es bastante común. Hace 150 años se pensaba
que las moscas y los ratones podían nacer espontáneamente de la
putrefacción de la carne y de los trapos sucios. Pero la generación
espontánea de organismos pluricelulares complejos como moscas y ratones
ha dejado de tomarse en serio en la comunidad de los biólogos. Sin
embargo, los investigadores del origen de la vida sí se toman en serio la
generación espontánea de estructuras biológicas menos complejas, como
las simples moléculas auto-replicativas. Si son lo bastante simples, puede
que no fuera tan improbable, y por tanto cabría razonablemente esperar
que se formaran por puro azar.
Estrategia 2: Divide y vencerás. A los biólogos opuestos al diseño no les
queda otra opción que la de explicar la emergencia de los sistemas
biológicos altamente complejos en términos de la evolución de otros más
simples. Dado un sistema biológico con un alto grado de complejidad, no
hay ninguna posibilidad de que hubiera podido formarse por gene
160 D ISEÑO INTELIGENTE

ración espontánea: simplemente, es demasiado improbable. Por tanto tuvo


que existir anteriormente algún sistema precursor más simple, y por ello
menos improbable que el sistema en cuestión, del cual pudiera haber
surgido con razonable probabilidad y mediante un ciego proceso evolutivo
el actual sistema. Si el sistema precursor fuera demasiado improbable para
haberse formado por generación espontánea, entonces este mismo sistema
necesitaría a su vez un precursor, que a su vez podría requerir a otro, y así
hasta llegar a un sistema que fuera capaz de formarse por generación
espontánea. El mecanismo darwiniano de variación aleatoria y selección
natural es la principal estrategia en biología de la táctica del «divide-y-
vencerás». De acuerdo con ésta, cada generación en la historia evolutiva de
un organismo representa una reunión de variación aleatoria y selección
natural, y por tanto una etapa infantil en el camino evolutivo del
organismo. El mecanismo darwiniano es una prueba por ensayo-y-error,
donde la selección natural aporta el ensayo y la variación aleatoria el error.
Y, como ocurre con todos los mecanismos de ensayo y error, el darwiniano
avanza a base de progresos lentos y graduales. En la medida en que pueda
decirse que triunfa en absoluto, el mecanismo darwiniano logra triunfar
mediante abundantes divisiones e innumerables conquistas mínimas.
Estrategia 3: Auto-organización. El darwinismo hace del azar, bajo la
forma de variación aleatoria, una fuerza creativa en biología. Al mismo
tiempo, el mecanismo darwiniano no permite que el azar campe por sus
respetos. Para refrenar la variación azarosa, introduce la selección natural
y elige luego aquellas variaciones que confieren idoneidad biológica. De
esto se sigue que el azar es la fuente de la creatividad del mecanismo
darwiniano. En cambio, para la auto-organización es la necesidad, más que
el azar, la fuente de la creatividad biológica. Si la imagen del mecanismo
darwiniano consiste en una serie de pasos infantiles subiendo a una alta
montaña (cf. Richard Dawkins, Escalando el monte improbable), entonces la
imagen de la auto-organización es la de un torbellino que revoluciona un
fluido e inevitablemente lo arrastra hacia abajo. El azar sigue también
actuando con el torbellino. Por ejemplo, el modo en que éste oscile en tomo
a su centro estará determinado por el azar. Pero la auto-organización global
del comportamiento «giratorio» del torbellino es un asunto de necesidad y
no de azar. De acuerdo con el enfoque auto-organizativo de la complejidad
biológica, así como el agua sometida a unas determinadas condiciones
produce un remolino, del mismo modo las leyes de la física y de la química
introducen en la materia
0 problema de la información en biología 161

propiedades auto-organizativas que, bajo las condiciones adecuadas,


producen estructuras biológicas complejas.
Estrategia 4: Pasar la pelota a otro. Suponga el lector que se encuentra
ante un agujero que hay que rellenar. Un modo de hacerlo consiste en cavar
otro agujero, tomar la tierra de éste y llenar el primero. Pero 3$tora tiene
ante sí un nuevo agujero que también tendrá que rellenar. Muchas de las
tentativas para abordar el tema de la complejidad especificada adoptan este
enfoque: rellenar un agujero cavando otro. 0 dicho en otras palabras:
pasando la pelota a otro. Quizá el ejemplo más conocido de pasar la pelota
a otro sea la teoría de Francis Crick sobre la «panspermia dirigida». La
palabra panspermia se refiere a la fecundación de la tierra desde el espacio
exterior con las semillas de la vida. En algunos relatos de panspermia, las
bacterias viajaron hasta los asteroides, los convirtieron en planetas como la
tierra y con ello introdujeron la vida en los planetas (la vida que a partir de
entonces empezó a evolucionar). Las teorías de la panspermia intentan
explicar el problema del origen de la vida (aunque no su evolución). En la
teoría de Crick de la panspermia dirigida, las bacterias no viajaron hasta un
asteroide sino que fueron intencionadamente transportados por unos
habitantes inteligentes del espacio que deliberadamente las dejaron en
planetas semejantes a la tierra. Crick mantuvo esta teoría porque la vida era
para él algo demasiado frágil para poder sobrevivir en asteroides
desplazados a grandes velocidades por el espacio (las naves espaciales son
más seguras) y también porque la vida le parecía demasiado improbable
para haber surgido sobre la tierra. Así pues, Crick pasa la pelota a algún
lugar desconocido del universo donde la vida pudiera haber encontrado tal
vez mejores oportunidades de surgir empujada por fuerzas puramente
naturales. La vida sobre la tierra queda con esto «explicada», pero la vida
en algún desconocido lugar del universo sigue siendo un misterio. Pasar la
pelota no es una solución, pues lo que con esto se intenta es encarar el reto
de la complejidad especificada no mediante una refutación real sino
buscando la posibilidad de una solución naturalista en otra parte. Lo que
con esto se consigue es posponer más que resolver.
Estas son las cuatro principales estrategias que los biólogos utilizan
para burlar el desafío de la complejidad especificada tratando así de
resolver el problema de la información en biología. Estas estrategias son
utilizadas a veces por separado y a veces en combinación. Crick, por
ejemplo, se sirve de la estrategia de «pasar la pelota» para explicar el origen
de la vida y luego pasa a la de «divide y vencerás» para ex
162 DISEÑO INTELIGENTE

plicar su subsiguiente evolución. Stuart Kauffman utiliza la estrategia de


la «generación espontánea» para obtener un simple replicador, l a de
«divide y vencerás» para explicar las operaciones cotidianas de la evolu-
ción y luego invoca la «auto-organización» para obtener la evolución de
ciertos restos que la estrategia de «divide y vencerás» no ha conseguido
explicar. Todas estas estrategias han fracasado en su intento de impedir el
progreso de la complejidad especificada en sistemas biológicos tales como
el flagellum bacterial.
¡INFORMACIÓN EX NIHILO

¿Es la naturaleza completa en el sentido


de poseer todas las capacidades necesarias
para producir las estructuras ricas en
información que vemos en el mundo
y especialmente en biología? ¿O hay
aspectos informacionales del mundo de
los cuales la naturaleza no puede dar
cuenta por sí sola sino que requiere la
guía de una inteligencia?

ESTA CUESTIÓN SE PREGUNTA si la naturaleza, concebida en términos no

teológicos o puramente naturalistas, puede generar por sí misma toda la


variedad de sus diversas producciones. En el contexto de la biología,
podríamos plantearla de esta manera: ¿Posee la naturaleza todo lo que es
necesario para producir la vida, y en caso contrario, qué es lo que le falta?
Es evidente que la naturaleza aporta los materiales brutos para la vida. Pero
lo que aquí se plantea es una cuestión diferente: ¿Llevan estos materiales
dentro de sí el poder o capacidad para producir la vida? Y si no es así,
¿existe algo con una potencia o capacidad tal que en conjunción con la
naturaleza puede producir la vida?
Convendría aclarar en primer lugar que la cuestión que aquí estamos
proponiendo no es en absoluto tan simple como la de preguntar si las letras
del alfabeto tiene el poder de producir un texto con sentido. Es evidente
que las letras no tienen de por sí ese poder o capacidad. Karl Marx solía
decir bromeando que las veintiséis letras del alfabeto eran los soldados con
los que él conquistaría el mundo. Algunos dirían que casi lo logró. Pero
obsérvese que los soldados necesitaban la dirección de Marx (o el
generalato, por continuar con su metáfora militar). Pero por sí mismas, las
letras del alfabeto son inertes. No contienen, por ejemplo, lo fundamental
para producir El Capital de Marx. Pero la conjunción de
164 DISEÑO INTEL
Marx con las letras del alfabeto, lo consiguió sin embargo. Y esto
lleva a preguntarnos cómo surgió el propio Marx.
Desde una perspectiva darwiniana, toda inteligencia diseñadc
como Marx es el resultado de un largo y ciego proceso evolutivo. De
sistida y sin el control de una inteligencia, la naturaleza parte de
tierra inerte y, a lo largo del curso de la historia natural, va producie
do formas de vida que eventualmente evolucionan hacia unos
humanos como Karl Marx, quien entonces escribe tratados de econoi
como El Capital. Dentro del darwinismo, son sólo las fuerzas naturales -
como la selección natural y la variación aleatoria, las que controlan el
proceso evolutivo. Las inteligencias diseñadoras evolucionan dentro de

este proceso, pero no juegan ningún papel en él ni lo controlan.


Mas ¿cómo se puede determinar si la naturaleza posee lo que necesita
para producir la vida? No permitamos que la misma cotidianidad de la
vida nos deje ciegos. Miramos a nuestro alrededor y la vida se nos aparece
por todas partes. Pero hubo un tiempo en el que la tierra no albergaba
ningún organismo multicelular como nosotros. Antes de eso, la tierra no
contenía el menor vestigio de vida, ni siquiera el de las formas unicelulares.
Y aún antes, ni siquiera había tierra, ni sol, ni luna, ni otros planetas. Y
además, si los físicos están en lo cierto, hubo un tiempo en el que tampoco
existían estrellas o galaxias, sino sólo partículas elementales como los
quarks densamente empaquetadas y a temperaturas increíblemente altas.
Este estado debió coincidir con el momento inmediatamente posterior al
big bang.
Supóngase que regresamos a aquel momento. Dada la historia del
universo a partir de entonces, podríamos decir en retrospectiva que todas
las posibilidades para las formas vivas complejas como nosotros estaban
ya presentes de alguna manera en aquel primer momento del tiempo (en
un sentido similar al que nos permite decir que en un bloque de mármol
están presentes muchas posibles estatuas). A partir de aquel primer estadio
del universo, se irían formando eventualmente las galaxias y las estrellas,
luego el planeta tierra, a lo cual seguirían las formas unicelulares de vida,
y finalmente unas formas de vida tan complejas como la nuestra. Pero todo
esto no nos dice aún cómo llegamos aquí ni si la naturaleza tuvo el
suficiente poder creativo para producirnos sin contar con el diseño.
En Genes, Génesis and God, el filósofo Holmes Rolston pone el dedo en
la llaga. Empieza observando que los seres humanos no están invi-
siblemente presentes en los primitivos organismos unicelulares de la
ción ex nihilo 165

manera en que el roble está presente en una bellota. El roble liega


en forma legiforme o programática su procedencia de una Pero no puede
decirse lo mismo de la gran historia evolutiva que . a a los organismos
unicelulares en un extremo y a los hombres en No hay ningún sentido en el
cual los seres humanos e incluso •ganismos multicelulares puedan estar
latentes en los organismos hilares, y mucho menos aún en los elementos
químicos carentes ida. Según Rolston, sostener que la vida está ya de algún
modo ente presente en los elementos químicos inertes, o que los sistemas
lógicos complejos se encuentran también presentes en los sistemas
üplógicos simples, es «un acto de fe especulativa». r En la ciencia no basta
con afirmar meramente una tesis; hay que ^»mostrarla. No es suficiente, por
tanto, contentarse con decir que la na- fjuraleza cuenta con los poderes
causales necesarios para producir formas ^vientes. Hay que demostrar
realmente que la naturaleza posee esos poderes causales. Y lo que es más,
nosotros no nos podemos permitir ya el lujo de pensar, como hicieron
Aristóteles y muchos antiguos filósofos, que la vida y el universo habían
existido siempre. Ahora sabemos que la tierra no ha existido siempre y que
en sus primeros tiempos era tanto inhabitada como inhabitable -una
tempestuosa caldera estéril y

abrasadora.
Mas de alguna manera, a partir de unos simples componentes
inorgánicos en la joven tierra carente de vida, comenzaron a emerger
formas de vida que requerían unas biomacromoléculas increíblemente
complejas. ¿Cómo ocurrió tal cosa? ¿Cómo pudo haber sucedido y cuál fue
la causa de que aquello sucediera? Ahora podemos conjeturar que las ciegas
fuerzas naturales por sí mismas hicieron que sucediera. Pero si realmente
fue así, ¿cómo podemos saberlo? Y si no lo fue, ¿cómo podemos afirmarlo?
Según la teoría del diseño inteligente, la complejidad especificada que
exhiben las formas vivientes demuestra de manera fehaciente que las ciegas
fuerzas naturales no pudieron haber producido por sí mismas aquellas
formas, pues su emergencia requería además la contribución de una
inteligencia diseñadora.
El diseño hallado en la naturaleza demuestra que ésta es incompleta.
Dicho en otras palabras, la naturaleza exhibe un diseño que la propia
naturaleza es incapaz de explicar. Y más aún, puesto que el diseño en la
naturaleza es identificable mediante la complejidad especificada, y puesto
que la complejidad especificada es una forma de información, y dado
además que esta forma de información excede a
166 DISEÑO
INTELIGENTE

la capacidad de la naturaleza, se sigue de todo esto que la complejidad


especificada y el diseño que ésta comporta es información ex nihilo. Es
decir, es una información que no puede ser derivada de unas fuerzas
naturales que actúan sobre una materia preexistente. Ciertamente atribuir
la complejidad especificada de los sistemas biológicos a unas fuerzas
naturales es como decir que las piezas del Scrabble tienen el poder de
ordenarse a sí mismas en proposiciones plenas de sentido. El absurdo es
igualmente palpable en uno y otro caso. Pero en la biología evolutiva ha
sido repetido tantas veces este absurdo que ya hemos dejado de
reconocerlo.
La incompetencia de la naturaleza para explicar el diseño no significa
que el diseño en la naturaleza sea un milagro o que requiera una
intervención sobrenatural. Con el surgimiento de la ciencia moderna, los
milagros han quedado asignados a una intervención sobrenatural que
viola, suspende, o supera las leyes naturales. Atribuir algo a un milagro es
por tanto afirmar que una causa natural estaba a punto de hacer que una
determinada cosa sucediera, pero que en lugar de ésta sucedió otra (el
milagro). El diseño no requiere esta especie de sustitución contrafáctica
(donde lo que no sucedió —lo contrafáctico — tenía supuestamente que
haber sucedido si el curso de las leyes naturales no hubiera sido
interrumpido).
Cuando los seres humanos, por ejemplo, actúan como agentes inteli-
gentes, no hay razón alguna para pensar que se ha transgredido una ley
natural. De la misma manera, si un diseñador actúa para producir un
flagellum bacterial, no hay razón alguna para suponer que el tal diseñador
no ha actuado de manera consistente con las leyes naturales. Es, por
ejemplo, una posibilidad lógica que el diseño en el flagellum bacterial
consistiera en que inicialmente se expresara a sí mismo en el curso de la
historia natural como introducido en el universo en el momento del big
bang y que más tarde se expresara como un motor de propulsión situado
en la espalda del E. Coli. Que esto sucediera realmente, es otra cuestión;
pero semejante posibilidad no supone ninguna contradicción de las leyes
naturales ni atrae sobre sí la usual acusación de milagrosa.
En cambio, aunque el diseño inteligente exige que no haya con-
tradicción de las leyes naturales, muestra sin embargo una limitación
fundamental de estas leyes: que pueden ser incompletas. Consideremos lo
siguiente: las cosas que suceden en el mundo son incontables. Para muchas
de ellas podemos encontrar antecedentes causales que las expliquen en
términos de leyes naturales. Mas ¿por qué habría que someter
Información ex nihilo 167

a este tipo de análisis causal todo lo que sucede en el mundo? Esto no


significa negar que todas las cosas suceden por una razón. Pero esa razón
puede ser distinta de las causas que operan de acuerdo con las leyes
naturales. La razón de algo que sucede podría ser que un agente
inteligente deseara que sucediera. Y lo que es más, esa inteligencia no tiene
por qué violar necesariamente las leyes naturales ni ser reducible a ellas.
(Ciertamente, el teísmo judeo-cristiano sostiene que Dios es un agente
inteligente que actúa con absoluta libertad y que no está condicionado por
ninguna fuerza natural).
La inteligencia es para el diseño inteligente una característica fun-
damental de la realidad. Por tanto, todo intento de sujetar la agencia
inteligente a causas naturales está totalmente desorientado; por su parte,
las leyes naturales que caracterizan a las causas naturales son fundamen-
talmente incompletas. Esto no significa negar la intencionalidad derivada,
en donde los artefactos, pese a funcionar según leyes naturales y operar
igualmente por causas naturales, satisfacen sin embargo los deseos de sus
diseñadores y de este modo exhiben diseño. Pero siempre que una cosa
exhibe diseño de esta manera, la cadena de causas naturales que nos lleva
hasta él resulta incompleta y hay que presuponer la actividad de una
inteligencia diseñadora. Por su parte, la base científica de tal incompletud
es siempre la información ex nihilo, donde la información en cuestión es la
complejidad especificada, que no se deja reducir a la constitución y el
dinamismo del mundo natural.
La idea de que la naturaleza es un sistema cerrado de causas naturales,
y que éstas proporcionan una explicación completa de todo lo que ocurre
en el ámbito de la naturaleza, está profundamente arraigada en Occidente.
En su actual versión es quizá máximamente retrotraíble a Baruch de
Spinoza. Sin embargo, la idea de que las causas naturales son completas no
tiene más garantía que la idea de que la matemática debe ser completa en
el sentido de que toda proposición matemática verdadera debería ser
deducible de un grupo simple de axiomas. Kurt Gódel demolió
efectivamente esta concepción errónea. La teoría del diseño inteligente
desafía a la primera. Pero desafía también a esa concepción errónea
señalando fenómenos en la naturaleza que la naturaleza misma es en
principio incapaz de explicar estrictamente en términos de causas
naturales, a saber: los fenómenos que exhiben complejidad especificada.
Muchos teólogos, incluyendo al fundador de la teología cristiana
liberal (Friedrich Schleiermacher, que tomó su inspiración de Spinoza),
168 DISEÑO INTELI
GENTI

encuentran que la incompletud de la naturaleza es teológicamente t jetable.


Según tales teólogos, que las causas naturales sean incapaces de producir
algunos efectos de la naturaleza podría significar que Dios ive, le había
«dado plenos talentos» a la creación —en expresión de Howar<t Van Till. Y
alternativamente, un creador o diseñador que deba actuar en adición a las
causas naturales para producir ciertos efectos, ha negado; a la creación
beneficios que de otro modo ésta podría poseer. Van Hill pinta a su Dios
como un ser supremamente generoso, mientras que retrata al Dios de los
teóricos del diseño como un miserable. Van Hill se refiere incluso al diseño
1
inteligente como una «manifestación de dones ocultos».

Pero hay un modo diferente de considerar al diseño inteligente bajo


una perspectiva teológica. Efectivamente, si el universo es similar a un reloj
(de acuerdo con los argumentos del diseño de los teólogos naturalistas
británicos), entonces sería totalmente inapropiado que Dios, que
presumiblemente es un consumado diseñador, tuviera que intervenir
periódicamente para ajustar el reloj. En lugar de ofrecer periódicamente al
universo el regalo de «dar cuerda y poner en hora un reloj», Dios debería
simplemente haber creado un universo tal que no necesitara nunca que se
ajustase ni se diese cuerda a un reloj. Mas ¿qué ocurriría si en lugar de esto
el universo fuera simplemente como un instrumento musical? Entonces
sería enteramente apropiado para Dios interactuar con el universo
introduciendo en él el diseño o, siguiendo con esta analogía, tocando
magistralmente un instrumento musical. Lejos de ser caprichosa, esta
analogía, demasiado fantástica para un recién llegado al debate sobre el
diseño, es realmente anterior a la del reloj. Consideremos los argumentos
del diseño de los Padres de la Iglesia, como Gregorio Nacianceno, que
asimilaba el universo a un laúd.
Cambiemos la metáfora del reloj por la de un instrumento musical, y
al punto se esfuma la objeción de que el diseño inteligente requiere
manifestar dones que la naturaleza oculta. Mientras existan pianistas y
compositores consumados, los pianos mecánicos serán siempre inferiores a
los pianos reales. La incompletud del piano real tomada en sí misma es, por
tanto, aquí irrelevante. Los instrumentos musicales requieren un músico
que los complete. Así pues, si el universo es más semejante a un
instrumento musical que a un reloj, parece adecuado que un diseñador
interactúe con él de maneras que afecten a su estado físico. De acuerdo con
este punto de vista, que el diseñador se niegue a interactuar con el mundo
sería algo así como desear mantener sus dones ocultos.
I ECEPTIVIDAD
LA
LA INFORMACIÓN
r
J
¿Cómo ha de ser la naturaleza para que
una inteligencia diseñadora Ínter actúe
coherentemente con el mundo y genere la
complejidad especificada que vemos en los
seres vivos?

CUESTIONES COMO ÉSTA HAN SIDO particularmente inquietantes desde los tiempos
de René Descartes para la comunidad científica. El propio Descartes era una
sustancia dual. Y como tal dividió la realidad en dos sustancias primarias:
la física y la espiritual (o no física). El principal problema que se le plantea
al dualismo cartesiano es el de explicar cómo interactúan coherentemente
lo físico y lo espiritual. Para Descartes, el mundo físico consistía en una
multitud de cuerpos extensos que interactuaban entre sí por la vía del
contacto directo. Así pues, que una dimensión espiritual interactuase con el
mundo físico sólo podía significar que lo espiritual causaba el movimiento
de lo físico. Al sostener que los seres humanos eran un compuesto de
espíritu y materia, Descartes tenía que argumentar en favor de un punto de
contacto entre espíritu y materia. Y situó ese punto en la glándula pineal
pues era éste el único lugar del cerebro en el que, por lo que él mismo
alcanzaba a ver, se rompía la simetría y hacia el que todas las cosas
convergían. (La mayoría de las partes del cerebro tienen contrapartidas
derecha e izquierda).
Aunque los argumentos de Descartes no suelen ser conclusivos, el
problema que trata de resolver sigue teniendo vigencia y aflora regu-
larmente en las discusiones sobre el diseño inteligente. El mundo físico
consiste en materia bruta, y para que un diseñador no físico pueda influir
en la ordenación de esa materia se requiere al parecer que ese diseñador
170
DISEÑO
1
INTELIGENTE

intervenga, manipule, o de alguna manera coaccione a esta materia fígi_ ca.


¿Qué hay de incorrecto en esta imagen de la acción sobrenatural de un
diseñador? El problema no es el de una clara contradicción con log
resultados de la ciencia moderna. Tomemos, por ejemplo, la ley de la
conservación de la energía. Aunque establecida a menudo bajo la forma-
«la energía no puede ser creada ni destruida», de hecho todos tenemos
evidencia empírica de que esta formulación es mucho más débil que la que
afirma que «en un sistema aislado, la energía permanece constante». Así
pues, una acción sobrenatural que mueve partículas existentes o crea otras
nuevas escapa al poder de la ciencia para aprobarla o desaprobarla, puesto
que siempre es posible argumentar que el sistema bajo consideración no
estaba aislado.
No hay aquí la menor contradicción lógica. Ni tampoco hay aquí
necesariamente oculto un dios-de-los-agujeros. Es perfectamente concebi-
ble que un agente sobrenatural pueda actuar sobre el mundo moviendo una
serie de partículas de manera tal que la discontinuidad resultante en la
cadena de la causalidad física no pueda ser nunca restaurada mediante
mecanismos puramente físicos (es decir, por causas físicas completamente
caracterizadas por leyes naturales bien definidas; pero estas leyes pueden
ser deterministas o indeterministas). Los «agujeros» en la objeción que
recurre al dios-de-los-agujeros denotan lagunas de ignorancia relativa a
unos ciertos mecanismos físicos subyacentes. Pero no hay aquí razón
alguna para pensar que todos los agujeros deban conducir a las
explicaciones físicas ordinarias una vez que estamos bien informados sobre
los mecanismos físicos subyacentes. Esos mecanismos podrían
simplemente no existir. No es inverosímil que algunos agujeros
consistieran en discontinuidades ónticas en la cadena de causas físicas y de
este modo quedaran para siempre fuera de la capacidad de los mecanismos
físicos.
En nuestra discusión de la incapacidad de los mecanismos físicos para
generar diseño, conviene aclarar que el diseño inteligente no está casado
con el positivismo mismo ni con la metafísica mecanicista que inspira el
naturalismo darwiniano. No se trata de que los teóricos del diseño y los
naturalistas darwinianos compartan o no la misma concepción de la
naturaleza, sino simplemente de que unos y otros discrepan sobre la
cuestión de que un agente sobrenatural pueda intervenir esporádicamente
en la naturaleza. De hecho, el diseño inteligente no prejuzga el carácter de
la naturaleza — la decisión sobre esto corresponde a la evidencia. Los
instrumentos que utiliza el diseño inteligente para
itividad de la naturaleza a la información 171
&ceP
¿gtectar diseño, por ejemplo, podrían no ser eficaces. Pero incluso así, el
diseño inteligente está tan libre de prejuicios metafísicos, ¿por qué gubraya
continuamente el mecanicismo? ¿Por qué está constantemente i^streando
posibles máquinas moleculares y centrándose en los aspecto mecánicos de
la vida? Si el diseño trata a las cosas vivientes como ai fueran máquinas,
¿no está entonces efectivamente comprometido pp una metafísica
mecanicista, por mucho que, por otra parte, quiera financiarse de ella?
Estas cuestiones confunden dos sentidos del término mecanismo. Mi-
(¿lael Polanyi ya observó esta confusión en la década de 1960 (véase su
artículo «Life Transcending Physics and Chemistry» en el n° de Agosto de
1967 de la revista Chemical and Engineering News):
Hasta hoy se ha hablado de concepción mecanicista de la vida
tanto para designar una explicación de la vida en términos de
física y química [lo que yo suelo llamar mecanismos físicos], como
para ofrecer una explicación de las funciones vitales como una
especie de maquinaria —aunque esto último excluye lo anterior.
El término «mecanicismo» está de hecho tan bien establecido para
referirse a estas dos concepciones mutuamente exclusivas, que me
siento perdido al tratar de encontrar dos palabras diferentes
capaces de establecer una diferencia entre ellas.
Para Polanyi, los mecanismos concebidos como procesos causales que
operan en la naturaleza, no podrían dar cuenta del origen de otros
mecanismos concebidos como «máquinas o características maquinales de
los organismos».
De aquí que, al centrarse en los rasgos maquinales de los organismos,
el diseño inteligente no defiende una concepción mecanicista de la vida.
Atribuir tal concepción de la vida al diseño inteligente es incurrir en una
falacia de composición. El hecho de que una casa esté hecha de ladrillos, no
justifica decir que la casa es un ladrillo. Del mismo modo, el hecho de que
algunas estructuras biológicas puedan ser adecuadamente descritas como
máquinas, no significa que un organismo que contenga esas estructuras es
una máquina. El diseño inteligente se interesa por los aspectos maquinales
de la vida porque estos aspectos son científicamente tratables y además son
precisamente aquéllos que los oponentes del diseño se proponen explicar
por mecanismos físicos. Basándose en la obra de Polanyi, los proponentes
del diseño inteligente sostienen que los mecanismos físicos (como los
mecanismos darwinianos de la selec-
172 D ISEÑO INTELIG ENT J

ción natural y de la variación aleatoria) no poseen la menor capacidad*


interna para generar los aspectos maquinales de la vida.
Pero ¿cómo puede entonces un diseñador desencarnado o incorpóv reo
producir esos aspectos maquinales de la vida, e incluso interactuar,
generalmente con la naturaleza salvo cuando ha de anular los mecanis*?.
mos físicos con los que ésta opera y ser así totalmente capaz de mover*
directamente las partículas? Aunque un diseñador desencarnado qUg
mueva partículas no sea lógicamente incoherente, semejante diseñado©
sigue siendo un enigma para la ciencia. La dificultad está en que los
mecanismos físicos son totalmente capaces de mover partículas. Así pues
un diseñador incorpóreo que también es capaz de mover partículas no
puede ser considerado más que como una intrusión arbitraria. ¿Está
haciendo el diseñador meramente lo que la naturaleza ya ha hecho?, e
incluso aunque él lo hiciera mejor, ¿por qué no mejoró inicialmente la
naturaleza en el sentido de permitir que la propia naturaleza pudiese mover
con más precisión esas partículas?
Mas ¿qué ocurriría si la misión del diseñador no fuera la de mover
partículas sino la de impartir información? En tal caso será la naturaleza la
que mueva sus propias partículas, pero en cualquier caso será una
inteligencia la que dirija la disposición que esas partículas asumen. Un
diseñador cuya misión es mover partículas lo hará de acuerdo con la
siguiente imagen del mundo: el mundo es una gigantesca mesa de billar con
una serie de bolas rodando por su superficie; el diseñador altera
arbitrariamente el movimiento de estas bolas o incluso crea otras nuevas y
luego las interpone entre las bolas que ya estaban sobre la mesa. Por otra
parte, un diseñador encargado de impartir información lo hará según una
imagen del mundo muy distinta: en este caso, el mundo se transforma en
un sistema de procesamiento de información que es sensible a la
información novedosa. Ahora bien, lo interesante de la información es su
capacidad para generar efectos masivos incluso aunque la energía requerida
para representar e impartir esa información sea infinitesimal. Por ejemplo,
los requisitos de energía para almacenar y transmitir un código de
lanzamiento son minúsculos, aunque la obtención del código correcto
puede establecer la diferencia entre enviar al espacio exterior una lanzadera
de varias toneladas de peso o sentarse simplemente sin decir ni pío. Frank
Tipler y Freeman Dyson han sostenido incluso que cantidades de energía
arbitrariamente pequeñas son capaces de mantener el procesamiento de
información y de sustentarlo, de hecho, indefinidamente.
:vidad de la naturaleza a la información 173

Cuando un sistema es sensible a la información, la dinámica de ese


a variará drásticamente con la información que se le suministre y
ljn

ostrará decididamente inmune a los factores puramente físicos (p.ej.,


gp«EI<
carga y energía cinética). Consideremos el caso de un timonel que
erna el barco controlando el timón. La energía impartida al timón
minúscula comparada con la energía inherente al movimiento del
i, y sin embargo el timón sigue controlando el movimiento. Fue
analogía lo que movió a Norbert Wiener a introducir el término
ggpfiética, que deriva etimológicamente del griego y significa «timonel».
$|Q es una coincidencia que en su libro Cibernética, diga Wiener lo que
g¡gue sobre la información: «La información es información, no materia
o energía. Ningún materialismo que se niegue a admitir esto, puede
sobrevivir en el presente día».
¿Cuánta energía se requiere para impartir información? Poseemos
sensores que pueden detectar sucesos cuánticos y amplificarlos hasta un
nivel macroscópico. Y lo que es más: la energía en los sucesos cuánticos
es proporcional a la frecuencia o inversamente proporcional a la longitud
de onda. Y puesto que no hay ningún límite superior a la longitud de
onda de, por ejemplo, la radiación electromagnética, no hay un límite
inferior a la energía requerida para impartir información. En el caso
límite, un diseñador podría por tanto impartir información al universo
sin invertir en ello energía alguna.
Pero los límites son engañosos. Con seguridad, un diseñador encar-
nado podría impartir información empleando arbitrariamente pequeñas
cantidades de energía. Pero una cantidad de energía arbitrariamente
pequeña sigue siendo una cantidad positiva de energía, y todo diseñador
que emplee cantidades positivas de energía para impartir información
sigue empeñado en la tarea de mover partículas. La cuestión del modo en
que un diseñador incorpóreo pueda influir en el mundo natural sin
impartir ningún tipo de energía, sigue aún en pie. Y es aquí donde entra en
escena el universo indeterminista. Aunque hay que agradecer a la mecánica
cuántica el amplio reconocimiento de que el universo es indeterminista, el
indeterminismo tiene una larga historia filosófica, apareciendo en tiempos
y lugares tan diversos como el atomismo de Lucrecio y el pragmatismo de
Charles Peirce y William James.
Nuestra evidencia física más sofisticada confirma que vivimos en un
mundo indeterminista. (Incluso la interpretación plurimundial de la
mecánica cuántica no recupera el determinismo para este mundo sino sólo
para un conjunto de mundos). Y aún más, dada la imprecisión
174 DISEÑO
INTELIGENTE

inherente a todas nuestras mediciones, no hay manera de establecer nunca


determinismo con finalidad. Ahora bien, un mundo indeterminista tendrá
que producir sucesos indeterministas, y éstos podrían funcionar como un
conducto de energía cero para el diseño inteligente (es decir, para sucesos
que exhiben una complejidad especificada que se perfila contra el telón de
fondo de lo azaroso). Puesto que la complejidad especificada es un
marcador empírico fiable del diseño real, y puesto que la mecánica cuántica
insiste enérgicamente en que todos los procesos naturales poseen un
componente indeterminista, nuestra mejor evidencia empírica y la
comprensión científica del mundo confirman así que vivimos en un
universo indeterminista que está abierto a la nueva información. En
consecuencia, esa información podría exhibir complejidad especificada (en
los sistemas biológicos) y ofrecer por tanto una evidencia convincente de
que un diseñador incorpóreo ha impartido información. Obsérvese la
importancia de este último paso. Un diseñador des-encarnado o incorpóreo
se presta mejor que uno encarnado o corpóreo a elaborar el diseño a través
de la indeterminación, pues el diseñador encarnado estaría implicado y
sería a la vez un servidor del mismo proceso indeterminista sobre el que
debería informar.
Para comprender de qué modo una inteligencia desencarnada podría
comunicar información sin comunicar energía, consideremos un aparato
que produce ceros y unos y del cual nuestra ciencia más fiable nos dice que
los bits son independientes y están idénticamente distribuidos, de manera
que tanto los ceros como los unos tienen una probabilidad del 50 por ciento.
(El aparato es por tanto una máquina tragaperras idealizada; obsérvese que
la mecánica cuántica ofrece un artilugio semejante en forma de un disparo
de fotones contra un filtro polarizador cuyo ángulo de polarización es de
45 grados en relación con la polarización de los fotones —la mitad de ellos
atravesarán el filtro y contarán como «uno»; el resto de los fotones no lo
pasarán y contarán como «cero»). Ahora bien, ¿qué ocurriría si
controláramos con este aparato todas las posibles interferencias físicas, y
sin embargo la cadena de bits que el aparato arrojaba era un archivo de
texto inglés en código ASCII que describía la cura del cáncer (con lo cual se
convertiría en una clara instancia de complejidad especificada)?
Dado este montaje, hemos excluido la posibilidad de que un diseñador
hubiese impartido una cantidad positiva de energía (aunque minúscula)
para influir en el resultado del aparato. Sin embargo, no hay manera de
evitar la conclusión de que un diseñador (presumiblemente
Receptividad de la naturaleza a la información 175

incorpóreo o desencamado) habría influido en el resultado del aparato pese


a no haberle impartido energía. Obsérvese que no hay aquí el menor
problema de sustitución contrafáctica. No se trata de que el diseñador
emitiera alguna energía y por tanto hiciera algo físicamente discernióle
para el aparato en cuestión. Todo bit tomado aisladamente es resultado de
un proceso dirigido por el azar. Sin embargo, la disposición y la
.coordinación de los bits en la secuencia no pueden ser razonablemente
atribuidas al azar, y de hecho apuntan de manera inequívoca a un di-
rseñador inteligente.
Es aquí donde los críticos del diseño se desesperan y acusan a los
teóricos del diseño de soslayar meramente la cuestión del modo en que el
diseñador introduce el diseño en el mundo. Con seguridad tiene que haber
algún mecanismo físico mediante el cual se imparta la información. Con
seguridad hay limitaciones termodinámicas que gobiernan el flujo de
información. Las limitaciones termodinámicas son aplicables si se trata de
diseñadores encarnados que necesitan emitir energía para transmitir
información. Pero los diseñadores desencarnados que participan en los
procesos aleatorios y los inducen a exhibir complejidad especificada no
necesitan emitir energía alguna. Para ellos, el problema de consumir
energía para mover objetos materiales, simplemente no existe. Igualmente
están absolutamente libres de la acusación de sustitución contrafáctica, en
la cual las leyes naturales dicen que los objetos materiales tendrían que
moverse en un sentido, pero acaban moviéndose en otro cuando interviene
un diseñador desencarnado. El indeterminismo significa que un diseñador
desencarnado puede influir sustantivamente en la estructura del mundo
físico al impartir información sin impartir energía.
Tampoco significa un rechazo del principio de razón suficiente el
hecho de ligar el indeterminismo a la acción de un diseñador desen-
carnado. El principio de razón suficiente establece que existe una razón
suficiente o causa para la existencia de una determinada entidad. Se dice
que el indeterminismo niega este principio por sugerir una ausencia de
causalidad, donde se considera que un suceso atribuido a un proceso
aleatorio o indeterminista no tiene causa, o a lo sumo la tiene incompleta (o
sea, que lo que llamamos causa no suministra una explicación completa del
suceso en cuestión). Si se contempla el azar como fundamental y la
complejidad especificada como una anomalía del azar, entonces se sigue
esta concepción.
Pero también cabe considerar al diseño (es decir, la actividad de una
agencia inteligente) como fundamental y tratar al azar como un
176 DISEÑO
INTELIGENTE

subproducto del diseño. Para comprender cómo podría funcionar esta


disposición, obsérvese que los agentes pueden hacer cosas que se ajustan a
unas distribuciones bien definidas de la probabilidad. Por ejemplo aun
cuando yo actúo como agente diseñador al escribir este libro, la distribución
de las frecuencias de las letras que aparecen en él se atienen a una
distribución bien definida de la probabilidad: la frecuencia relativa de la
letra e en torno al 13 por ciento, la de la t al 9 por ciento, etc., etc. El libro
mismo es el resultado del diseño, pero también exhibe azar en la
distribución de sus letras. Incluso así, el diseño es aquí más fundamental
que el azar: la hipótesis de diseño que me identifica como autor de este libro
—un autor de comienzos del siglo veintiuno de habla inglesa sin tendencia
observable a utilizar excesivamente una determinada letra en su obra-
confiere una cierta distribución de la probabilidad relativa a las frecuencias
de las letras en la obra. Así pues, la agencia inteligente proporciona en este
caso una razón suficiente para los sucesos azarosos.
Es posible prolongar esta línea de razonamiento sosteniendo que el
azar y la casualidad no confieren sentido separadamente del diseño.
(Defendí esta tesis en un artículo titulado «Randomness by Design»
aparecido en Nous en 1991). Consideremos que para todo proceso basado
en el azar como el de arrojar al aire una moneda, si se arroja la moneda
indefinidamente, toda secuencia finita aparecerá no sólo una vez, sino
también indefinidamente. (Esto se sigue de la Ley de Strong de los Grandes
Números). Consideremos además que sólo podemos tener experiencia de
secuencias finitas de tiradas de moneda. Supóngase que llego a un punto
arbitrario a partir del cual se repite indefinidamente un mismo resultado.
¿Sobre qué base puedo confiar en que esta secuencia finita sea de alguna
manera «representativa del azar»?
Por ejemplo, ¿sobre qué base debería esperar ver aproximadamente el
mismo número de caras y cruces? Puesto que la moneda está siendo
arrojada indefinidamente, si yo presenciara un millón de tiradas, podría
contemplar una secuencia de un millón de caras. ¿Qué me impediría llegar
al inicio de tal serie y asistir a la aparición de un millón de caras? Con
seguridad, se me podría replicar que sería altamente improbable que yo
llegara en el preciso momento en que se iniciaba la serie de un millón de
caras. Esta respuesta no hace más que replantear meramente el problema.
Pero no lo resuelve. Decir que el azar será siempre representativo del azar
porque las probabilidades son las que son, no es ninguna respuesta, porque
podemos muy bien imaginar un mundo en
r tividad de la naturaleza a la información 177

^ cual los irreducibles procesos azarosos con sus inherentes propensiones a


producir un determinado comportamiento probabilístico no exhiban nunca
comportamientos representativos de esas propensiones.
.imaginemos un mundo exactamente igual al nuestro, pero en el cual Jas
monedas correctas —es decir, discos rígidos y homogéneos con superficies
perfectamente distinguibles— arrojan caras el 90 por ciento
las veces).
T-J |31 Mas supóngase en cambio que el azar y la casualidad son subproductos
del diseño. Entonces, el problema del azar como inductor de sucesos que
no son representativos del azar (p.ej, un millón de caras en una misma serie)
puede ser efectivamente soslayado, puesto que el diseño dispone de un
medio para estabilizar, y por tanto justificar, el azar. Volviendo a la
frecuencia de letras en los textos, aunque estas frecuencias obedecen a una
distribución azarosa, son perfectamente estables como resultado de las
exigencias ortográficas, sintácticas, gramaticales y semánticas del idioma.
Aquellas frecuencias que se alejaran sustancialmente de la norma
constituirían por sí mismas una instancia de diseño. En 1939, Ernest Vincent
Wright publicó una novela de unas cincuenta mil palabras titulada Gadsby
que no contenía ni una sola ocurrencia de la letra e. Es evidente que la
ausencia de la letra e obedecía a un diseño.
No hay inconsistencia lógica ni intento alguno de evadir el difícil
problema de la ciencia en tratar al mundo como un medio receptivo a la
información emitida por una inteligencia desencarnada. Al requerir una
explicación mecanicista del modo en que una inteligencia desencarnada
puede comunicar información y con ello introducir el diseño en el mundo,
los críticos de este diseño están mostrando una evidente falta de
imaginación. Un crítico de este tipo es semejante a un físico educado
solamente en la mecánica newtoniana que desesperadamente busca una
explicación para el relato clásico del modo en que una partícula como un
electrón puede pasar simultáneamente por dos filtros para producir un
modelo de difracción sobre una pantalla. (Se trata del famoso experimento
del doble-filtro; técnicamente, el modelo de difracción es una distribución
estadística que es resultado del paso de múltiples electrones que son
individualmente disparados contra una pantalla).
Desde un clásico punto de vista newtoniano, sólo tiene sentido una
explicación clásica en términos de partículas perfectamente localizadas e
individualizadas. Pero la naturaleza parece mostrarse poco deseosa de
obligar a explicaciones tales como la del experimento del doble fil-
l
178 D ISEÑO INTELIG ENTE

tro. Richard Feynmann llevaba razón al observar que nadie entendía la


mecánica cuántica. La «mecánica» de la «mecánica cuántica» no tiene nada
que ver con la «mecánica» de la «mecánica newtoniana». No hay analogías
susceptibles de ser trasladadas desde una dinámica de l0s objetos
macroscópicos al nivel de lo cuántico. En lugar de entender debemos
contentarnos con saber. No entendemos cómo funciona la mecánica cuántica,
pero sabemos que funciona. Del mismo modo, podemos no entender cómo
un diseñador desencarnado introduce complejidad especificada en el
mundo, pero podemos saber que el tal diseñador la introduce en el mundo.
Pero incluso así, hay un procedimiento útil para pensar sobre el modo
en que un diseñador desencarnado introduce información en el mundo. En
las liturgias de la mayoría de las iglesias cristianas, el creyente ruega a Dios
que lo proteja de pecar de «pensamiento, palabra y obra». Los
pensamientos son inertes y no acompañan nunca a nada que se encuentre
fuera de la mente del individuo que los piensa. (Un diseño en la mente de
Dios o en la del creyente es científicamente inútil). Las obras, por otra parte,
son coercitivas y fuerzan a la materia física a moverse ora por un camino
ora por otro. (No es accidental que el concepto de fuerza juegue un papel
tan crucial en el surgimiento de la ciencia moderna). Pero entre los
pensamientos y las obras están las palabras. Las palabras se interponen
entre ambos. Las palabras dan expresión a los pensamientos y ponen al que
habla en comunicación con el que escucha. Por otra parte, las palabras de
por sí no son nunca coercitivas; sin obras que las obedezcan, las palabras
pierden su poder de amenaza. Sin embargo, las palabras tienen el poder de
engendrar acciones cuando encuentran un medio receptivo capaz de actuar
según ellas. El mundo es ese medio receptivo.
31

IA LEY DE CONSERVACIÓN
D LA INFORMACIÓN
E ¿Qué significado tiene decir que se
conserva la complejidad especificada o
información compleja especificada?

EN LOS LÍMITES DE LA CIENCIA, PETER MEDAWAR define una ley de conservación para
los procesos deterministas a la que llama «La Ley de Conservación de la
Información». Según esta ley, cuando se pone en marcha un proceso
determinista (tanto si se trata de un proceso natural como de un algoritmo
para computador), la cantidad de información que el proceso arroja no
puede ser nunca mayor que la cantidad de información de la que partió. Lo
cual podría ser establecido del siguiente modo: Los procesos deterministas no
pueden generar información.
Tomemos un ejemplo simple: suponga el lector que desea una copia de
un libro agotado que está en la biblioteca de la universidad. El lector
registra el libro y lo fotocopia. La fotocopiadora actúa como un proceso
determinista (o aproximadamente al menos) que produce una copia del
libro. El lector se guarda la copia y devuelve el original a la biblioteca. Al
actuar así, el lector no obtiene más información que anteriormente — la
copia no contiene más información que el original — . Ni para lo que aquí
nos interesa los dos ejemplares juntos contienen más información que uno
cualquiera de ellos. La matemática que justifica estas afirmaciones es
evidente.
Ahora bien, la versión de Medawar de la Ley de Conservación de la
Información era determinista, y por eso no hacía referencia alguna ni al
azar ni a la acción conjunta del azar y la necesidad. Tampoco sería
generalizable esta versión al caso no-determinista. El problema está en que
el azar puede generar una gran cantidad de información nueva. (No hay
más que tomar una moneda y empezar a arrojarla. Tras una
180 DISEÑO
INTELIGENTE

docena de tiradas, la secuencia de caras y cruces que el lector anote será


única en la historia de este juego y constituirá por tanto una in. formación
novedosa). Pero hay otro azar -que no es el puro azar ni tampoco el
combinado con la necesidad— que no puede ser generado por un proceso
como éste y que es el tipo particular de información sobre el que se centra
el diseño inteligente: la complejidad especificada Podemos por tanto
formular la siguiente versión no-determinista de la Ley de Conservación de
la Información: Ni el azar; ni la necesidad, ni su combinación, pueden generar
complejidad especificada, o alternativamente, información compleja especificada. Y
puesto que el azar, la necesidad y l a combinación de ambas cosas
constituyen lo que típicamente se entiende como causas naturales, la
conclusión que de aquí se sigue es que las causas naturales son incapaces
de generar complejidad especificada.
Así establecida, la Ley de Conservación de la Información generaliza
y restringe a la vez la versión determinista que de esa ley presenta
Medadawar. Por una parte, la versión de Medawar se aplica sólo a procesos
necesarios, mientras que la versión no-determinista es aplicable tanto a los
procesos de azar como a los de necesidad. Por otra parte, la versión de
Medawar es aplicable a la información en general (especificada o no-
especificada, compleja o no-compleja), mientras que la forma no-
determinista se aplica sólo a un particular tipo de información: la
complejidad especificada o, lo que es lo mismo, a la información compleja
especificada.
La Ley de Conservación de la Información no nos dice nada funda-
mentalmente nuevo sobre la complejidad especificada. En cierto sentido, se
limita a reestablecer lo que la inferencia de diseño nos ha dicho ya tantas
veces: que no es posible obtener complejidad especificada por la vía del
azar, la necesidad o la combinación de uno y otra. Mas incluso así, la ley es
útil para rastrear el lugar en donde la complejidad especificada entra en
escena y surge como un proceso natural. La palabra clave en la definición
de la Ley de Conservación de la Información es generar. Los procesos
naturales son bastante eficaces para arrastrar consigo la complejidad
especificada preexistente. Pero lo que no pueden hacer es generarla
partiendo de la nada. El problema está en que si este arrastre de
complejidad especificada preexistente es lo suficientemente intrincado,
pueden dar la impresión de estar generando complejidad especificada a
partir de la nada. La Ley de Conservación de la Información es
esencialmente un instrumento de contabilidad, pues nos mantiene
perfectamente informados sobre las fuentes de la complejidad
de Conservación de la Información 181
ley

aerificada. En particular, cuando esta complejidad ha sido generada


mv causas puramente naturales, la ley nos ayuda a identificar el modo

gil que está abiertamente presente, oculta o disimulada.


¿En qué sentido se dice que la Ley de Conservación de la Información
■ una ley de conservación? De ordinario, cuando una cosa es conservada,
cierta porción que la caracteriza permanece intacta. Tal es cierta-
el caso con la conservación de la energía, donde la energía de un
aislado permanece perfectamente constante. La información, en
g£mbio, es raramente conservada en el sentido de permanecer constante.
nuestra experiencia ordinaria, la información puede aumentar por la
fritervención de causas naturales —por ejemplo, la moneda lanzada al
gpray genera información (aunque no complejidad especificada). Y alter-
nativamente, la información puede disminuir bajo la presión de causas
naturales —por ejemplo, la erosión puede destruir la información en una
estatua (en este caso con pérdida de complejidad especificada). La Ley de
Conservación de la Información nos dice que cuando la complejidad
especificada se añade a las causas naturales, la información o bien
permanece intacta (en cuyo caso es estrictamente conservada), o bien se
desintegra (en cuyo caso la información disminuye).
Por ejemplo, lo mejor que le puede ocurrir a un libro situado en la
estantería de una biblioteca, es que permanezca tal como estaba cuando
salió de la imprenta, pues con ello preserva la complejidad especificada
inherente a su texto. Con el tiempo, sin embargo, lo que usualmente sucede
es que el libro envejece, que sus páginas se desprenden, y que la
información en ellas contenida se degrada. La Ley de Conservación de la
Información es por tanto más parecida a la ley de la termodinámica que
gobierna la entropía que a una ley de conservación que gobierne la energía,
pues la primera está enfocada hacia la degradación más que hacia la
conservación. Pero puesto que la referencia a una ley conservadora tiene ya
un cierto uso (debido a Peter Medawar) y dado además que nada se gana o
se pierde con su uso (y en el caso ideal implica conservación), parece
apropiado referirse a ella como una ley de conservación. El punto crucial
de la Ley de Conservación de la Información es que las causas naturales
(concebidas como azar, necesidad y su combinación) pueden en el mejor de
los casos preservar la complejidad especificada, o también degradarla, pero
nunca generarla.
Es importante aclarar lo que se niega cuando decimos que la Ley de
Conservación de la Información afirma que las causas naturales no pueden
generar complejidad especificada. Negar que puedan generar
complejidad especificada no es lo mismo que negar que puedan producir 'í
sucesos que exhiben complejidad especificada. Las causas naturales son
perfectamente apropiadas como canales de la complejidad especificada
(Pensemos en una máquina fotocopiadora que toma una complejidad
especificada preexistente y, mediante un proceso automático, produce una
copia que exhibe igualmente complejidad especificada). Así pues, puede
decirse que las causas naturales «producen» complejidad especificada o
información especificada compleja.
Mas incluso así, las causas naturales no producen nunca cosas de novo
o ex nihilo. Cuando producen cosas, lo hacen siempre reelaborando otras
ya existentes. Así, para responder a la cuestión «¿Cómo produjeron X las
causas naturales?» no basta con decir simplemente que unas causas
naturales lo generaron. Por el contrario, hay que señalar algún antecedente
Y que sea causalmente suficiente para explicar X. Esto es así con
independencia de que la causa natural que produjo X operase de modo
determinista o no determinista. La gravedad, que opera de manera
determinista, es suficiente para explicar la caída de un meteorito en la
superficie de la tierra. La radioactividad, que opera de modo no
determinista, es suficiente para explicar la degradación del uranio en
plomo y helio.
La suficiencia de las causas naturales para producir un efecto es
crucial para las explicaciones naturalistas, puesto que sin ellas queda
abierta la puerta para la agencia inteligente. Por definición, las expli-
caciones naturalistas excluyen el recurso a un agente inteligente. Así pues,
decir que una causa natural produjo X y luego, señalando a un antecedente
Y, afirmar que, bajo la operación de causas naturales, Y sólo contribuyó a
la producción de X, no es suficiente para una explicación naturalista bona
fide. Una explicación como ésta facilita el camino para que una agencia
inteligente actúe sincrónicamente con causas naturales.
Es evidente que la mezcla de inteligencia y causas naturales no está negada
cuando la Ley de Conservación de la Información establece que la
complejidad especificada no puede ser generada por causas naturales. La
Ley de Conservación de la Información no dice que las causas naturales en
colaboración con causas inteligentes no puedan generar complejidad
especificada; lo que dice más bien es que las causas naturales separadas de
la causas inteligentes no pueden generar complejidad especificada. Así
pues, para atribuir X a causas naturales hay que exigir una explicación en
términos de alguna circunstancia antecedente Y sobre la cual las causas
naturales —y sólo las causas naturales— operan y se bastan
Ley de Conservación de la Información
183

'para producir X. La Ley de Conservación de la Información dice que ^ X


exhibe complejidad especificada, entonces también la exhibe Y. De esto se
sigue que las causas naturales no generan, ni pueden generar, complejidad
especificada, sino meramente pulular en torno a ella, j. La Ley de
Conservación de la Información tiene profundas implicaciones para la
ciencia. Entre sus corolarios inmediatos se encuentran ijjjs siguientes:

(L i. En un sistema cerrado de causas naturales, la complejidad es- L


pecificada permanece constante o decrece.
2. La complejidad especificada no puede ser generada espontánea-
mente, pues se origina de manera endógena o se organiza a sí
misma (tal como se utilizan estos términos en la investigación sobre
los orígenes de la vida).
3. La complejidad especificada en un sistema cerrado de causas
naturales, o bien ha estado en el sistema desde siempre, o fue
añadida exógenamente en algún punto (lo cual implicaría que el
sistema, aunque cerrado ahora, no lo estuvo siempre).
4. En particular, todo sistema cerrado de causas naturales que es
también de duración finita, tuvo que recibir toda la complejidad
especificada que contenga antes de tornarse en un sistema cerrado.

El primer corolario puede ser entendido en términos de almacena-


miento y recuperación de datos. A menudo, los datos constituyen una
forma de complejidad especificada. Idealmente, los datos podrían per-
manecer inalterados a lo largo del tiempo. Sin embargo, dada la fuerza de
la entropía, los datos tienden a degradarse y necesitan ser constantemente
restaurados. Las cintas magnéticas se deterioran con el tiempo, las páginas
amarillean, la tinta se desvanece y los libros se desencuadernan. La
información puede ser eterna, pero los medios físicos que almacenan la
información están sujetos a causas naturales y son decididamente efímeros.
El primero de los corolarios reconoce este hecho.
Dada una instancia de complejidad especificada, los corolarios (2) y (3)
sólo permiten dos posibilidades de explicación: o bien la complejidad
especificada estuvo siempre presente o fue introducida en algún momento.
Los proponentes del diseño inteligente difieren en lo tocante a la elección
de una de las dos posibilidades. El debate no es nuevo. Los
teleomecanicistas alemanes y los teólogos naturales británicos mantuvieron
un debate similar, en el que los alemanes sostenían que
184 D I S E Ñ O INTELIQ

la teología era intrínseca al mundo (y por lo tanto siempre presentí


los británicos afirmaban que era extrínseca (y por lo tanto, introdu
en diferentes tiempos). Tales debates fueron, sin embargo, resue
la complejidad especificada es una entidad empíricamente detecta«
que no es reducible a causas naturales (lo cual, como de costumbre^
entendido de manera no teleológica como azar, necesidad y la co/
nación de ambas cosas).
El corolario (4) implica que la explicación científica no es idént
a la explicación reductiva. Richard Dawkins, Daniel Dennett y mucj
otros científicos y filósofos están convencidos de que las explicacioi
propiamente científicas deben ser reductivas, que expliquen lo compíg^
jo en términos de lo simple. Sin embargo, la Ley de Conservación de
la Información muestra que la complejidad especificada no puede ser
explicada de manera reductiva. Para explicar un caso de complejidad
especificada es necesario recurrir o bien a un agente inteligente que fue
el que la originó, o bien localizar una instancia anterior de complejidad
especificada que contenga al menos tanta complejidad especificada como
la que estamos tratando de explicar. Una máquina de fabricar lápices
es más complicada que los lápices que fabrica. Una fábrica de relojes es
más complicada que los relojes que produce. Y lo que es más, todas las
cadenas causales desde el lápiz hasta la máquina que los fabrica, o desde
el reloj hasta la fábrica que los produce remiten en última instancia a la
inteligencia. Las causas inteligentes generan complejidad especificada; las
causas naturales transmiten sin más (y por lo común imperfectamente)
la complejidad especificada preexistente.
Así pues, explicar la complejidad especificada en términos de causas
naturales es rellenar un agujero excavando otro. Con la complejidad
especificada, el problema de la información no desaparece nunca, a
falta de localizar la inteligencia que lo originó. Desde nuestros años de
escuela elemental conocemos este fenómeno. El juego del teléfono -en
el que una persona origina un mensaje, luego se lo susurra a otra, y
ésta a su vez a otra,... y así sucesivamente- ilustra el modo en que
se origina y se degrada la información. Los participantes en este juego
están organizados formando una cadena. Con cada transmisión desde

un punto de la cadena al siguiente se activa el potencial para perder


información. Idealmente, cada persona ha de repetir exactamente la
información recibida de la persona anterior en la cadena con lo cual se
preserva la información suministrada al principio. Sin embargo, no ocurre
así en general. De hecho, el quid del juego del teléfono está en
Conservación de la Información 185

bar hasta qué punto se ha ido degradando la información a a que


iba pasando desde la primera persona hasta la última, iuego del
teléfono tiene analogías bastante más serias. Considera transmisión
textual de los manuscritos antiguos. La tarea del de textos es
recuperar tanto cuanto sea posible del texto original antiguo
manuscrito. Casi siempre, este texto se ha perdido. Lo •crítico hace
entonces es confrontar múltiples variantes del antiguo
ito, cada una de ellas avalada por una larga genealogía que la
-ae al texto original. Cincuenta generaciones de copias pueden se- un
determinado manuscrito del texto original. Este texto original ^copiado
directamente en la primera generación, luego esta copia fue •-da a su vez,
más tarde se volvió a copiar esta segunda copia,... y ¡0 hasta cincuenta
veces antes de que llegara a nuestras manos el ma- lOlscrito del crítico en
cuestión. Asumimos que la mayoría de los copistas -gptaron de preservar
el texto con toda fidelidad. Pero incluso así, los ijppista han estado siempre
muy expuestos a introducir errores entonces y ahora. Pero lo peor de todo
son los copistas carentes de escrúpulos que utilizan la copia como pretexto
para introducir sus propias ideas en un texto venerable. El crítico, por
tanto, se ve obligado a identificar tanto los errores achacables a una copia
poco rigurosa como los que provienen de la agenda personal de un
determinado copista. Una tarea que puede ser enormemente difícil. Mas
incluso así, hay siempre un punto de referencia: debido a la gran variedad
de manuscritos surgidos en última instancia del mismo texto original, ese
texto original era la complejidad especificada inicial de la que ha
dependido la transmisión de los restantes textos.
Tanto en el juego del teléfono como en la transmisión de textos, ha sido
una causa inteligente más que una causa natural la que ha gene rado no
sólo la complejidad especificada inicial sino la que igualmente ha sabido
transmitirla luego. ¿Plantea tal vez un problema el papel de la inteligencia
como transmisora de complejidad especificada, teniendo en cuenta que,
estrictamente hablando, la Ley de Conservación de la Información se
aplica sólo a la transmisión de complejidad especificada por causas
naturales? Aunque esta ley se ocupa únicamente de colocar límites a las
causas naturales y no a las inteligentes, sigue siendo aplicable aquí. Las
causas inteligentes pueden mimetizar a las causas naturales, y eso es
precisamente lo que en este caso estarían haciendo. Tanto en el juego del
teléfono como en la transmisión de manuscritos antiguos, se supone que
las personas que transmiten repiten lo que han
DISEÑO INTELIG
186

recibido. La repetición es un proceso automático para el cual las causas


naturales están perfectamente adaptadas sin necesitar en absoluto el
concurso de causas inteligentes.
Para nuestros fines, la aplicación más interesante de la Ley de Con-
servación de la Información es la reproducción de los organismos. En esta
reproducción, los organismos transmiten a la siguiente generación su
propia complejidad especificada. Sin embargo, para la mayoría de los
biólogos evolucionistas, hay algo más en esta historia. Estos biólogos
sostienen en su mayor parte que los mecanismos darwinianos de la
selección natural y de la variación aleatoria introducen en el organismo una
nueva complejidad especificada, suplementando así la complejidad
especificada transmitida por los padres a sus hijos con la complejidad
especificada extraída del ambiente. En contraste con esto, la Ley de
Conservación de la Información establece claramente que sin el previo
aporte al ambiente de una complejidad especificada, ningún mecanismo
natural, ni siquiera el darwiniano, sería capaz de producir complejidad
especificada.
' p AR TE CUATRO

•I CUESTIONES QUE
PLANTEA
EL NATURALISMO
A*IEDADES DEL
NATURALISMO
¿Es el naturalismo compatible de algún
modo con el diseño inteligente?

rj
,gL NATURALISMO REVISTE CUATRO principales formas: antiteleológica, meto- ,0ñoiea.
antisupernaturalista y pragmática. De estas cuatro, sólo las dos jjtftimas son
compatibles con el diseño inteligente, y sólo la última lo es ¡también con el
teísmo cristiano. El naturalismo, como la palabra misma mugiere, enfoca
su punto de mira sobre la naturaleza. Bajo todas sus formas, el naturalismo
se interesa por el modo de comprender adecuadamente la naturaleza.
El naturalismo antiteleológico es la forma predominante —es el
sgnificado que usualmente se da al término naturalismo. Para el na-
turalismo antiteleológico, todo lo que existe es naturaleza y considera que
ésta, a nivel de sus conexiones y articulaciones, actúa puramente por ciegas
causas naturales. Estas causas están caracterizadas por el azar y la
necesidad y gobernadas por leyes naturales inquebrantables. H
naturalismo antiteleológico no deja espacio para ningún principio
teleológico fundamental que pueda operar dentro de la naturaleza. Y por
tanto destierra al diseño inteligente no sólo por ser científicamente
problemático, sino también por no contar con ningún concebible asidero
en la realidad. Si el naturalismo antiteleológico es verdadero, entonces no
puede haber ningún designio fundamental o teleología que sea inherente
a la naturaleza. Tal designio o teleología sería resultado de leyes más
básicas controladas en última instancia por el azar y la necesidad. Jacques
Monod, en El azar y la necesidad, adoptó el naturalismo antiteleológico e
hizo de él un principio fundamental para la ciencia: «La piedra angular del
método científico es el postulado que afirma que la naturaleza es objetiva.
Dicho en otras palabras, la negación sistemática
de que el «verdadero» conocimiento pueda ser alcanzado interpretando los
fenómenos en términos de causas finales —es decir, de "propósito"»
El naturalismo metodológico acepta la afirmación de Monod como
principio regulativo para la ciencia pero, contra Monod, busca garantizar
que la realidad pueda contener algo más que azar y necesidad. El
naturalismo metodológico no se ocupa de lo que podamos creer en el fondo
de nuestra alma. Pero en bien de la ciencia, el naturalismo metodológico
insiste en que los científicos den por verdadera la posición del naturalismo
antiteleológico. Nancey Murphy ha bautizado esta postura con el nombre
de ateísmo metodológico. La idea aquí subyacente es qUe la ciencia es un
método para investigar la naturaleza, y que para entender a la naturaleza,
los científicos han de invocar solamente «procesos naturales». En este
contexto, la expresión «procesos naturales» significa procesos que se
desarrollan regidos absolutamente por leyes naturales inquebrantables y
que están caracterizados por el azar y la necesidad.
Como principio regulativo de la ciencia, el naturalismo metodológico
es una regla para mantener a la ciencia dentro de sus propios límites y
prevenir cualquier tipo de desvío hacia lo sobrenatural u oculto. Una de las
consecuencias del naturalismo metodológico es la exclusión de la ciencia
del diseño inteligente. Teleología y diseño, aunque tal vez reales en algún
sentido metafísico, no son, según el naturalismo metodológico, materias
adecuadas para la investigación en las ciencias naturales. Hablar de
detectabilidad empírica del diseño inteligente es por tanto un oxímoron*
desde la perspectiva del naturalismo metodológico. Algo es empíricamente
detectable y por tanto abierto a la investigación empírica sólo si es resultado
de procesos naturales que por definición hacen al diseño y a la teleología
empíricamente indetectables.
Para la práctica científica, naturalismo metodológico y naturalismo
antiteleológico son efectivamente equivalentes. Aunque el naturalista suele
ser ateo (como Daniel Dennett o Richard Dawkins) y el naturalista
metodológico puede ser teísta (como muchos cristianos de la Afiliación
Científica Americana), la ciencia de unos y otros es indistinguible. El
naturalista antiteleológico puede pensar que Darwin dio en el clavo al
explicar la evolución de la vida por selección natural. Del mismo modo, el
naturalista metodológico puede pensar también que Darwin acertó cuando
explicó la evolución de la vida por la selección natural, pero si es

* N. T.: Del griego oxys, agudo, y moros, romo. Figura literaria que alude al absurdo por
combinación de dos términos contrapuestos.
'dades del naturalismo 191

fpfsta, tendrá que mantener que la evolución darwiniana fue el método


elegido por Dios para crear la vida. Mas entiéndase bien, ni Dios ni el jjjgeño
ni la teleología tienen la menor cabida en las ciencias naturales. 0
naturalista metodológico considera que la evolución es el método o por
Dios para crear la vida, pero elimina de raíz la posibilidad que Dios pudiera
haber dejado la menor huella empírica del uso de método de creación.
i Aunque el naturalismo metodológico es un principio regulativo que gg,
propone mantener a la ciencia dentro de unos márgenes correctos pitándola
a sus causas naturales, este tipo de naturalismo es de hecho qna camisa de
fuerza que activamente impide el progreso de la ciencia. Que el naturalismo
metodológico fuera meramente una hipótesis de trabajo, mantenida porque
supuestamente le hizo un buen servicio a la ciencia en el pasado, sería otra
cosa. Como hipótesis de trabajo, sería opcional, y los científicos que ya no
encontraran eficaz dicha hipótesis tendrían libertad para prescindir de ella.
Pero el naturalismo metodológico no dice que tengamos que encontrar
evidencia empírica de diseño en la naturaleza, sino que deberíamos estar
abiertos a ella en caso de que se nos revelara. El naturalismo metodológico
subraya más bien que uno se muestra tanto más lógico y más científico
cuando afirma que tal posibilidad empírica es lógicamente imposible. En
lugar de mantener al naturalismo metodológico como una hipótesis de
trabajo, el propio naturalismo metodológico mantiene que es un dogma.
El hecho es que hay una multitud de caminos a cuyo través la naturaleza
podría ofrecer confirmación empírica de diseño inteligente. Si, por ejemplo,
toda bacteria produjera un plásmido (un trozo circular de ADN) que
codificado en un archivo ASCII produjera un ejemplar único (es decir, un
ejemplar diferente por cada bacteria individualizada, y por tanto trillones
de trillones de ejemplares), entonces no habría la menor duda de que
semejante ADN (el «plásmido individualizado») sería diseñado. La
identidad de este diseñador podría ser una cuestión a discutir pero el hecho
del diseño no podría ser negado. Con seguridad, encontrar semejante
diseñador parece ser altamente improbable, pero el naturalista
metodológico mantiene que si la ciencia descubriera evidencia de semejante
diseño, tendría que ignorarla o en otro caso minimizarla por ser obra de un
diseñador desarrollado cuya evolución no implicaba ningún diseño
evidente. Sólo son aceptables en el seno del naturalismo metodológico
aquellos diseñadores que sean reducibles a no-diseñadores. Efectivamente,
el plásmido individualizado exhibe un
192 DISEÑO
INTELIGENTE

llamativo diseño, mientras que el diseño real en biología aparece dg manera


más sutil. Pero ¿hace esto menos reales los diseños existentes^ O, para lo
que aquí importa, ¿excluye el diseño biológico la posibilidad de ser
empíricamente detectable? Decididamente no. ,
El naturalismo metodológico anima a la ciencia a seguir procediendo
del modo usual ateniéndose exclusivamente a las ciegas causas naturales y
a las inquebrantables leyes que las describen. Mas ¿por qué tendría qug
seguir la ciencia transitando por el camino usual? ¿Cómo sabemos que 1*
investigación empírica del mundo natural sólo es capaz de descubrir loa
efectos del azar y la necesidad, pero no el diseño? ¿Cómo sabemos qug las
ciegas causas naturales son lo mejor que la ciencia puede ofrecer al estudiar
la naturaleza? Es evidente que el único camino para responder a estas
cuestiones consiste en dirigirse a la naturaleza con una mente abierta y
comprobar si ésta exhibe cosas que implican una inteligencia diseñadora.
El diseño inteligente deja abierta esta posibilidad sin decidir por anticipado.
En cambio, el naturalismo metodológico excluye la posibilidad de diseño
con exclusión de toda posible consideración de evidencia.
El naturalismo metodológico es una regla, no una posición metafísica.
En contraste con esto, tanto el naturalismo anti-teleológico como el anti-
sobrenatural son posturas metafísicas. El naturalismo anti-teleológico está
en la base de la mayoría de las variedades de naturalismo, incluyendo a los
naturalismos filosófico, metafísico, epistemológico, reductivo, científico, e
igualmente al materialismo y al fisicalismo. (Esta última designación
incluye también al fisicalismo reductivo y al no-reductivo. La emergencia
del fisicalismo no-reductivo es un intento más de excluir cualquier tipo de
teleología fundamental o irreducible). Cuando se habla de naturalismo sin
más (esto es, de naturalismo sin adjetivo alguno) se está pensando
típicamente en un naturalismo anti- teleológico. Son, por tanto, naturalistas
todos aquellos que suscriben esta forma de naturalismo.
La tercera forma de naturalismo que vamos a considerar es el na-
turalismo antisupernaturalista. Esta forma es resultado de los recientes
esfuerzos para reformar el naturalismo y abrirlo a la dimensión religiosa
real (una dimensión que es sustancial y no justamente una proyección
freudiana o deseo satisfecho). Este naturalismo reformado, que también
puede ser llamado naturalismo religioso, es tanto una posición metafísica
como un naturalismo antiteleológico. Tal vez el principal portavoz del
naturalismo antiteleológico sea el filósofo de la religión y los procesos
edades del naturalismo 193

lógicos David Ray Griffin. Él mismo define su posición como na- ismons
(cuyo suscrito ns significa aquí «no-supernaturalista») en -jitraste con lo
que él mismo llama naturalismosam (cuyo suscrito sam referencia al trío
«sensacionista-ateo-materialista»), que en esencia »4o que yo estoy
llamando naturalismo antiteleológico. Howard Van i también un
proponente del naturalismo religioso, prefiere al parecer termino
naturalismo teísta. (Obsérvese bien cuál es aquí el nombre y el adjetivo).
^E1 objetivo que anima al antisupernaturalista o naturalista religioso
doble: en primer lugar, abrir la realidad a un conjunto más rico en
fusibilidades que las que ofrece el naturalismo antiteleológico (y con ello
¡fundamentar la experiencia religiosa genuina, que típicamente presupone
glgún último propósito subyacente a la realidad); y, en segundo lugar,
mantener la realidad firmemente anclada en los principios que gobiernan ^
naturaleza. Los escritos de Griffin son instructivos en este respecto. Según
él, el naturalismo antiteleológico es incapaz de dar cuenta de la vida
después de la muerte, de los fenómenos paranormales y de la emergencia
de la complejidad biológica. Tal como él lo ve, el mundo actúa de acuerdo
con un conjunto de principios bastante más numerosos que el azar y la
necesidad; y estos principios hacen posible la vida después de la muerte, los
fenómenos paranormales y la emergencia de la complejidad biológica. Sin
embargo, aunque más ricos que las leyes y principios causales del
naturalismo antiteleológico, estos principios son inviolables. Dios mismo
(que en tanto que proceso evoluciona juntamente con el mundo, en el caso
de Griffin) está también sujeto a estos principios. Así Griffin insistirá una y
otra vez en que la única cosa que el naturalismo proscribe es la intervención
sobrenatural (de aquí su énfasis sobre un «naturalismo no-
supernaturalista»). La intervención sobrenatural exigiría que Dios violase
los principios naturales que gobiernan la realidad.
Desde esta caracterización del naturalismo religioso o antisuperna-
turalista podemos ver por qué esta posición es directamente compatible con
el diseño inteligente, aunque incompatible con el teísmo cristiano. En lo que
respecta a su compatibilidad con el diseño inteligente, puesto que el mundo
del naturalista religioso actúa según principios que son más numerosos que
el mero azar y la necesidad, no tendría inconveniente en incluir también
principios teleológicos. Los efectos de estos principios podrían ser
perfectamente distinguibles de los efectos del azar y la necesidad. Uno de
esos principios podría ser que la naturaleza
194 DISEÑO IMELIGI

generara complejidad especificada bajo ciertas circunstancias, o que es,


tuviera programada para expresar complejidad especificada en diverso^
momentos de su historia.
Pero, aunque más fecundos, estos principios no admiten sin embargo
una intervención sobrenatural. Para Griffin, por ejemplo, no existe unt
cosa tal como la profecía predictiva. Dios evoluciona con el mundo y
está enraizado en el tiempo. Así, Dios no puede conocer de antemano
el futuro. A lo sumo, Dios puede ofrecer conjeturas instructivas respecto
al futuro. Igualmente, en tanto que evolucionando en el tiempo, Dios
es requerido en todo momento temporal para colaborar con el mundo
tal como éste es y de acuerdo con los principios que lo gobiernan. Esto
le permite a Dios hacer amables señales al mundo y tratar de encami-
narlo gradualmente por nuevas direcciones. Sin embargo, Griffin no le
concede a Dios el poder de introducir discontinuidades radicales, como
resucitar a un muerto o crear especies a partir de la nada. Evolución,
no revolución, es la consigna de la teología del proceso.
La teología del proceso y el naturalismo religioso que la inspira,
consideran como primarios el mundo y los principios que lo gobiernan.
Dios aparece entonces en segundo lugar condicionado por esos principios
(muy a la manera de los dioses griegos que habitaban el Monte Olimpo y
que estaban condicionados por lo que los Hados decretaban). Según esto,
Dios es una influencia directa que guía al mundo pero que se ve
constreñido por esos principios más básicos. Pero sin ningún poder de veto
sobre esos principios básicos, el Dios procesual ha de tomar lo que le es
dado. En efecto, el Dios procesual rinde siempre pleitesía a la libertad de
creación. En cambio, dentro del teísmo clásico, es la creación la que se
inclina siempre ante la libertad divina.
La concepción de Dios como proceso no debería resultar sorprendente
dado el origen de la teología del proceso. Alfred North Whitehead, el padre
de la teología del proceso y el inspirador del naturalismo religioso de
Griffin, era un gran admirador tanto de Platón como de la forma
progresiva de la evolución. La teología del proceso es esencialmente un
matrimonio de esas dos concepciones. Para Platón, lo primario no era un
creador personal sino las formas o ideas, que están débilmente reflejadas
en la naturaleza. Así, cuando el Demiurgo platónico crea algo (véase el
Timeo de Platón), está constreñido tanto por las formas como por los
materiales preexistentes en el mundo. A esta imagen, Whittehead añade
que la creación del Demiurgo debió tener lugar como un desvelamiento
■ edades del naturalismo 195

^dual de un proceso evolutivo que progresa continuamente hacia un


jaayor grado de novedad, belleza y enriquecimiento.
Esta imagen de la realidad tiene un buen porvenir, como atestigua la
jyeciente popularidad de la teología del proceso en el ámbito del mundo
^plógico. La imagen ofrece ciertamente un conjunto más rico de posi-
jglidades que la depauperada ontología del naturalismo antiteleológico.
^promete además resolver ciertos enigmas teológicos de larga historia,
hacer que Dios esté sujeto a los principios que gobiernan el mundo,
problema de la teodicea encuentra una solución clara y directa: Dios
benevolente pero no omnipotente. Esto suena muy bien, pero queda aún
una buena cantidad de mal que simplemente desborda su capacidad de
prevención. El naturalismo religioso promete también poner fin al legado
del dualismo cartesiano: la eliminación de lo sobrenatural permite una
interacción no dualista entre lo mental y lo físico concebida como una
causación ascendente y descendente dentro de un único nexo causal. (En el
dualismo cartesiano, lo mental y lo físico son dos tipos completamente
distintos de poderes causales cuya acción se ejerce sobre dos tipos de nexos
causales también completamente distintos: lo material y lo espiritual).
Para el cristiano hay justamente un problema en la teología del proceso
y en el naturalismo religioso que la sustenta: sus doctrinas sobre Dios y la
creación son totalmente inaceptables. La teología cristiana no es procesual.
Para la teología cristiana propiamente dicha, la creatio ex nihilo o creación sin
material preexistente no es negociable. La creatio ex nihilo presupone dos cosas:
que Dios es un ser personal y no un principio, y que el mundo existe por un
acto personal, a saber: el de la palabra hablada de Dios. Los primeros
teólogos de la iglesia cristiana (como Atanasio y los padres Capadocianos)
conocían perfectamente la cosmología de Platón. Según ellos, el problema
con la cosmología platónica era justamente que el mundo de Platón era un
cosmos, una disposición ordenada regida por principios que incluso Dios
estaba obligado a obedecer. En cambio, el Dios cristiano era absolutamente
libre, y el mundo, como acto absolutamente libre de este Dios también
absolutamente libre, no era un cosmos (al menos no en primera instancia),
sino una creación.
Hay aquí una ineludible lógica que nos orienta por una u otra de dos
direcciones totalmente opuestas. O Dios es libre o se encuentra atado. Si
Dios es plenamente libre y el mundo es un acto de creación absolutamente
libre, entonces hay principios que fuerzan a Dios en su creación.
1
DISHÑO
INTELIGENTE’

196

(La cuestión de que Dios pueda verse obligado por su propia naturaleza no
es aquí un problema mientras la naturaleza de Dios no se revuelva contra
el propio Dios. Tomás de Aquino, por ejemplo, identificaba l a esencia o
naturaleza de Dios con su propia existencia). Tales principi 0s de fuerza
cósmica son, sin embargo, anteriores a Dios. Pero en este caso la realidad
última no es ya Dios, sino esos principios. Elijamos: o bien la realidad última
es el Dios personal único, o bien lo es alguna otra cosa, como las formas de
Platón o el proceso de Whitehead. La primera opción conduce al teísmo, la
segunda al naturalismo.
No es accidental que Griffin abrazase el naturalismo, pues éste asume
los principios que gobiernan el mundo (y sobre todo al proceso evolutivo).
Y esto es lo principal para él. En la idea de proceso que sustenta Griffin,
Dios no es más que un actor entre otros muchos. Dios no es la realidad
última. (Esta idea aparece repetidamente en las discusiones teológicas en
las que el carácter último de Dios cede el paso a algunas otras ultimidades).
En cambio, para el teísmo cristiano, Dios ha sido siempre la realidad última.
Mas tan pronto como Dios aparece de alguna manera como limitado, lo que
limita a Dios se convierte en la realidad última.
Por tanto, la única manera de mantener que Dios es la realidad última,
consiste en identificar a Dios con la naturaleza y los principios que la
gobiernan (como en el panteísmo y la filosofía de Baruch Spinoza) o admitir
que Dios es un ser personal absolutamente libre (como en el teísmo
ortodoxo cristiano). El panenteísmo, o idea de que el mundo está
intrínsecamente en Dios, no es aquí una opción, pues hace depender a Dios
de una realidad aún más profunda (como los principios que gobiernan el
mundo). La elección se mueve, por tanto, entre adjudicar la condición de
última a la naturaleza o a la persona divina. El teísmo cristiano opta por la
segunda, haciendo de Dios una naturaleza personal, no impersonal. La
teología Trinitaria coloca la personalidad de Dios dentro de la vida una y
trina. El Dios Padre crea a través del Hijo el poder del Espíritu Santo.
Mediante un acto libre que refleja las relaciones personales intrauterinas,
Dios crea un mundo de criaturas finitas (que incluye tanto a los seres físicos
como a los espirituales, a los humanos como también a los ángeles).
Anteriormente observé que la teología del proceso y el naturalismo
religioso que la sustenta resuelven el problema de la teodicea al considerar
que Dios es bueno pero no lo suficientemente poderoso para prevenir el
mal. (Los principios que gobiernan a la naturaleza en este
197
del naturalismo

^so anulan las intenciones de Dios). Igualmente señalé algunas otras


í^entajas del naturalismo religioso sobre el naturalismo antiteleológico,
jg®ino la de una ontologia de la naturaleza más rica que podría incluir ja
teleología real. Dicho esto, no quisiera dar la impresión de que sería
razonable decir: «Verdaderamente, la teología del proceso es el instrumento
explicativo más poderoso del mundo. A los vocingleros de la -j^blia no les
agrada porque no se mofa del Libro Sagrado», fcì! La ausencia de doctrina
de la creación en la teología del proceso ffi>ne algunas implicaciones
teológicas poco satisfactorias. Por ejemplo, la geología del proceso nos da
una explicación existencialmente inquietante ■de la aparente diferencia
ontològica entre el bien y el mal. (Dentro de la teología del proceso, el mal
es simplemente el coste de la libertad en la naturaleza). Igualmente, al
enfrentarnos con un Dios que se conduce bien pero que puede no tener el
poder de ejecutar sus buenas intenciones, la teología del proceso nos deja
con una gran inseguridad respecto al futuro (exceptuando quizá el hecho
de que Dios intenta dar lo mejor de sí y de que siente nuestros dolores). El
teólogo del proceso Charles Hartshorne escribió un libro titulado
Omnipotence and Other Theological Mistakes. La omnipotencia divina plantea
sin duda difíciles cuestiones teológicas (p.ej., por qué Dios no previene el
mal si puede hacerlo), pero lo mismo le ocurre a la impotencia divina (p.ej.,
cómo podemos confiar en que el bien triunfará en última instancia si el
mismo Dios puede simplemente no poseer los recursos que necesita para
producirlo).
Pese a estas importantes diferencias, el naturalismo antisupernatu-
ralista, al igual que el teísmo cristiano, deja abierta la naturaleza a la
teleología real, con lo cual abre también la puerta al diseño inteligente como
empresa científica. En contrate con esto, el naturalismo antiteleológico y el
metodológico rechazan de plano el diseño inteligente como proyecto
científico: el diseño inteligente no tiene salida si uno adopta uno de estos
dos enfoques. Sin embargo, debido a que el naturalismo
antisupernaturalista se muestra mucho más amable con el diseño
inteligente, se corre el riesgo de olvidar justamente la gran dificultad
metafísica que supondría el intento de tender un puente entre el diseño
inteligente y el naturalismo antisupernaturalista. El problema está en que
el mismo concepto de diseño implica dar a algo una capacidad que antes
no poseía. Como dijo Aristóteles, el arte de construir un barco no está en la
madera; le corresponde al diseñador preparar la madera para fabricar el
barco. El diseño prepara los materiales preexistentes y con ello les confiere
algo que previamente no poseían.
1
D I S E Ñ O INTELIGENT *'

198

Pero dentro del naturalismo antisupernaturalista no hay indicio al


guno de dones de la naturaleza. Tanto si es antisupernaturalista COIHQ si es
antiteológico, el naturalismo ve a la naturaleza como la realidad última que
además es completa en sí misma. Así, todo diseñador, e incluso el Dios de
la teología del proceso, depende de algún principio subyacente o proceso
de la naturaleza que de por sí no es diseñador Por esta razón, el lenguaje
del diseño no resulta demasiado atractivo para los antisupernaturalistas o
naturalistas religiosos. El lenguaje del propósito, la teleología e incluso la
inteligencia son admisibles. Pero así como el Demiurgo de Platón no jugó
nunca un papel decididamente significativo en la filosofía platónica,
igualmente cabe esperar que el papel que represente el diseño en el
naturalismo religioso y en la teología del proceso sea sólo muy secundario
(con independencia de los éxitos científicos que el diseño inteligente
pudiera alcanzar). En cambio, el Dios de la Cristiandad es un diseñador.
Con seguridad, el Dios de los cristianos no es meramente un diseñador.
Pero es un diseñador al menos.
Finalmente, existe otra forma de naturalismo cuya relación con el
teísmo cristiano es un tanto insólita aunque perfectamente compatible con
él: el naturalismo pragmático. El naturalismo pragmático desea
simplemente entender la naturaleza, y no le preocupa el tipo de entidades
que haya que invocar para facilitar este entendimiento mientras se
muestren conceptualmente fructíferas. El filósofo Willard V. O. Quine era
un naturalista pragmático (como lo era Ludwig Wittgenstein). De acuerdo
con ello, Quine podía defender la siguiente posibilidad: «Si yo descubriera
un beneficio explicativo indirecto en proponer sensibilia, possibilia,
espíritu, o un Creador, les concedería gustosamente también un estatuto
científico, del mismo modo en que los reputados científicos proponen
quarks y agujeros negros» («Naturalism; or, Living within One s Means»,
Dialéctica 1995, vol. 49). Es claro que el naturalismo pragmático de Quine
no le impone restricciones al diseño inteligente o, en lo que a esto concierne,
al teísmo cristiano.
1NTERVENC IONISMO
¿Es el diseño inteligente una teoría
I
intervencionista en la que los casos de
diseño interrumpen una historia causal
sin cuya intervención sería totalmente
natural?

EL DISEÑO INTELIGENTE NO NECESITA organismos para emerger repentinamente o


ser especialmente creado a partir de cero por intervención de una
inteligencia diseñadora. Por supuesto, el diseño inteligente es compatible
con la idea creacionista de organismos creados de repente a partir de la
nada. Pero también es perfectamente compatible con la idea evolucionista
de organismos nuevos surgidos de otros anteriores mediante un proceso
gradual de cambio. Lo que separa al diseño inteligente de la evolución
naturalista no es el hecho de que los organismos evolucionen o la medida
en que lo hagan, sino la cuestión de averiguar quién es el responsable de
su evolución.
La evolución naturalista afirma que los únicos responsables de la
evolución son los mecanismos materiales (principalmente los mecanismos
darwinianos de la variación aleatoria y la selección natural). En cambio, el
diseño inteligente sostiene que los mecanismos materiales sólo son capaces
de cambios evolutivos limitados, y que todo cambio evolutivo sustancial
requiere el aporte de una inteligencia diseñadora. Por otra parte, el diseño
inteligente mantiene que la introducción de inteligencia en los sistemas
biológicos es empíricamente detectable: es decir, detectable por
observación utilizando los métodos de la ciencia. Por tanto, la cuestión
crucial para el diseño inteligente no es que los organismos hayan surgido
mediante un proceso evolutivo o repentinamente a partir de la nada, sino
si la presencia de una inteligencia diseñadora introduce alguna diferencia
discernible entre ambos —con independencia del modo en que los
organismos emergieran.
200 D i S E Ñ O I N T, (E->LEN ¡ T

Para que una inteligencia diseñadora introduzca una diferencia digs


cernible en la emergencia de algún organismo, se requiere al parecer
que esa inteligencia intervenga en un tiempo y lugar determinados en
la producción de ese organismo, y esto a su vez parece indicar alguna
forma de creación especial. Lo cual obliga a plantearse la siguiente pre.
gunta: ¿con qué frecuencia y en qué lugares intervino una inteligencia
diseñadora durante el curso de la historia natural para producir esas
estructuras biológicas que desbordan el poder de los mecanismos mate-
riales? Una de las críticas que se le dirigen al diseño inteligente es la in-
troducción de una distinción no razonada entre mecanismos materiales e
inteligencias diseñadoras cuando sostiene que los mecanismos materiales
son eficaces la mayoría de las veces, pero que en raras (o quizá no tan
raras) ocasiones se requiere la presencia de una inteligencia diseñadora
que resuelva alguna dificultad que los mecanismos materiales se han
mostrado incapaces de superar.
Esta crítica está mal planteada. La cuestión apropiada no es con qué
frecuencia o en qué lugares interviene una inteligencia diseñadora, sino
más bien en qué ocasiones se manifiestan con toda evidencia signos de
inteligencia. Para entender la diferencia, imaginemos un programa de
computador que proyecta en la pantalla una serie de caracteres alfanu-
méricos. El programa funciona durante un largo tiempo durante el cual
muestra lo que parecen ser caracteres aleatorios. Luego, repentinamente,
cambian los resultados y el programa comienza a producir poesía sublime.
Pues bien, ¿en qué punto intervino una inteligencia diseñadora
en los resultados del programa? Evidentemente es ésta una pregunta
inapropiada, pues el programa es determinista y el computador se limita
a mostrar simplemente lo que el programa le dicta.
No habría en absoluto intervención posible que fuera capaz de
cambiar un galimatías aleatorio por poesía sublime en los resultados
arrojados por un computador. Y sin embargo, el punto en donde el
programa empieza a producir poesía sublime es el mismo en el que
nosotros observamos que lo que ahora está arrojando la máquina no es
una serie aleatoria de signos, sino algo diseñado. Pero ¿cuándo, dónde
y cómo fue introducido el diseño en el interior de la máquina? Aun-
que estas cuestiones no dejan de ser interesantes, en última instancia
son irrelevantes para la cuestión más fundamental: ¿estaba el diseño
presente ya en el programa y en sus resultados desde un principio? De
manera similar, habrá en biología tiempos y lugares concretos en los
que podamos decir que el diseño se manifestó con toda evidencia por
-foencionismo
201

primera. Mas la actividad precisa de una inteligencia diseñadora en


s puntos requerirá mucho más esfuerzo de investigación y tal vez
sea constatable nunca. Como la analogía del computador acabada
presentar indica, el lugar y el tiempo en que el diseño se manifiesta
vez primera no necesita coincidir con el lugar y el tiempo en que
diseño fue realmente introducido.
■ El diseño inteligente no es una teoría sobre la frecuencia, localiza-
'n o modalidad de la intervención de la inteligencia diseñadora en
-in mundo material. Ni es tampoco una teoría intervencionista. Por otra
^farte, el diseño inteligente es perfectamente compatible con todo diseño
mundano que exprese por los medios ordinarios las causas secundarias
a lo largo del curso de la historia natural, al igual que el producto de

un programa de computador se expresa simplemente haciendo correr


el programa pertinente (sin necesidad de juguetear con la operación del
programa). De hecho, un modo de pensar en las causas secundarias como
responsables de la evolución biológica, es concebirlas como programas
de computador inteligentemente diseñados cuyo entorno computacio-
nal es el universo y cuyo sistema operativo son las leyes de la física y la
química. Ésta es realmente una vieja idea que Charles Babbage, el inventor
del computador digital, exploró en los años 1830 en su Ninth Bridgewater
Treatise (adelantándose así en veinte años al Origen de las especies de
Darwin).
Sin duda, hay otros modos de concebir las causas secundarias que dejan
espacio para una genuina teleología en la naturaleza. La programación es
una opción, pero ésta implica una visión altamente mecanizada o
algorítmica de la causación secundaria. San Agustín, por su parte, pensaba
que el diseño del mundo encontraba expresión a través de las semillas
plantadas por Dios en el momento de la creación. Tenemos aquí una visión
organísmica más que algorítmica de la causación secundaria. La necesidad
física puede ser también el vehículo que utilice la teleología para canalizar
la evolución a lo largo de ciertos senderos preestablecidos. Ejemplo de ello
es la ortogénesis de finales del siglo diecinueve y principios del veinte. En
tiempos más recientes, Michael
Dentón ha estado explorando leyes de forma en el contexto de la du-
plicación de la proteina. Incluso una forma de selección y variación no
darwiniana puede ser acomodada a la teleología, a condición de que
las variaciones estén bajo un control inteligente (tal vez al nivel de los
sucesos cuánticos), o que el entorno sea cuidadosamente afinado por
una inteligencia para seleccionar las variaciones apropiadas (la figura
202 DISEÑO IMTEU G EN TÍ

contemporánea de Darwin Asa Gray defendió una forma teleológiCa 1 de


variación). Luego están las opciones más abiertamente vitalistas como la
entelequia aristotélica y el alma del mundo de los estoicos, y en tiempos más
recientes los campos morfogenéticos (como en la obra de Rupert Sheldrake).
Todas estas opciones, como también otras, son compatibles con el diseño
inteligente. La única condición exigida por el diseño inteligente es que las
causas secundarias dejen espacio para la * teleología y que esta teleología sea
empíricamente detectable. ■
Sin embargo, una visión teórico-diseñadora de la evolución sería muy
diferente de la evolución tal como se la concibe ahora. En los libros de texto
de biología la evolución se mueve habitualmente no por causas secundarias
sino por mecanismos materiales. Por ejemplo, aunque nos asiste toda la
razón para pensar que, al pintar la Mona Lisa, Leonardo da Vinci funcionó
como una causa secundaria (no sabemos de ningún milagro o intervención
divina que fueran los responsables de ese cuadro), no tenemos razón
alguna para pensar que Leonardo funcionó como un mecanismo material
(es decir, como un proceso mecánico automático que se limita simplemente
a reproducir esa pintura). No tiene justificación alguna la identificación de
causas secundarias con mecanismos materiales, y sin embargo son muchos
los científicos y filósofos que lo hacen. La razón es sencilla: los mecanismos
materiales permiten que la ciencia sea reductiva, en la cual lo complejo
puede ser explicado siempre en términos de lo simple. Esto es conveniente
mientras funciona. El problema está en que en el caso de la biología
evolutiva no se puede llegar muy lejos.
En sus Baltimore Lectures, Lord Kelvin resumía el atractivo de los
mecanismos materiales de este modo: «No me doy nunca por satisfecho
hasta que no construyo un modelo mecánico de una cosa. Si puedo hacer
un modelo mecánico, puedo entenderla. Pero si me es imposible construir
con facilidad un modelo mecánico de una cosa, igualmente me será
imposible entenderla». Un mecanismo es un proceso bien definido en el
que cada paso del proceso predice inequívocamente el siguiente.
Un mecanismo puede ser determinista, en cuyo caso cada paso conduce
con certeza al siguiente, o puede ser estocástico, en cuyo caso un paso
conduce al siguiente con una determinada probabilidad. Preeminentes
entre los mecanismos estocásticos se encuentran, sin duda, el mecanismo
de la selección natural y la variación aleatoria.
Las formas naturalistas de evolución dependen exclusivamente de
estos mecanismos materiales carentes de propósito. Así, para un proceso
lencionismo 203

solutivo naturalista, el origen de cualquier especie no ofrece la menor


gyidencia de diseño actual, pues fueron los estúpidos mecanismos ma-
jgfiales los encargados de hacer todo el trabajo. En cambio, dentro de Uj\a
forma teleológica de evolución, el origen de algunas especies y sus
^tructuras biológicas podrían aportar evidencia del diseño actual y de-
jgtostrar la inutilidad de los mecanismos materiales para semejante labor
leñadora. Así pues, la evolución naturalista y la evolución teleológica
iiedrían tener diferentes contenidos empíricos y ser teorías científicas
distintas. Ciertamente, existen formas de evolución teleológica que son
enteramente compatibles con el diseño inteligente y que no comportan
ruptura alguna con las causas secundarias.
En resumen, la cuestión crucial para el diseño inteligente no es el modo
en que los organismos emergieron (p.ej, por evolución gradual o por una
especial creación repentina), sino averiguar si una inteligencia diseñadora
introdujo en ellos una diferencia discernible -con independencia del modo
de aparición de ésta. Consecuencia de ello es que el diseño inteligente no
está interesado en criticar la causación secundaria. Lo que únicamente
pretende es exponer el falaz intento del naturalismo de fundir causas
secundarias con mecanismos materiales. El diseño puede ser real y
discernible sin que se requiera para ello un caso explícito de «ocurrencia de
diseño», como una creación especial, un milagro, o una intervención
sobrenatural. Al mismo tiempo, que el cambio evolutivo exhibiera diseño
real significaría que, por sí mismos, los mecanismos materiales serían
inadecuados para producir ese cambio.
Así pues, la cuestión que requiere investigación no es simplemente la
fijación de los límites del cambio evolutivo, sino la de fijar cuáles son los
límites del cambio evolutivo cuando este cambio está limitado a los
mecanismos materiales. Y esto a su vez exige examinar los factores
materiales en el interior de los organismos (factores de cambio) y en sus
entornos (factores ambientales) que sean capaces de efectuar un cambio
evolutivo. La mejor evidencia hasta el momento indica que estos factores
son inadecuados para dirigir una macroevolución a escala total. Para esto,
es necesario algo más: inteligencia.
MILAGROS Y SUST ITUCIÓN
CONTRAFÁCTICA
¿Requiere milagros el diseño inteligente?
Y de ser así, ¿no situaría esto al diseño
fuera de los límites de la ciencia?

CON EL SURGIMIENTO DE LA CIENCIA MODERNA,los milagros han pasado a denotar


una violación o suspensión o anulación de las leyes naturales. Pero la
concepción clásica de los milagros es bastante diferente. La palabra milagro
procede del latín y se refiere a algo que inspira admiración o asombro. (La
correspondiente palabra griega es trauma, que tiene el mismo significado).
Según esto, un milagro es algo que produce asombro. Y puesto que las
cosas comunes no inspiran asombro, los milagros son sucesos raros o
inusuales. Podríamos decir por tanto que dentro de la concepción clásica,
un milagro es un suceso altamente improbable. Con seguridad, el concepto
es bastante más rico, pero para nuestros propósitos nos basta con esto.
Obsérvese que esta concepción del milagro no introduce ninguna
presuposición metafísica. En particular, no prejuzga si la naturaleza está o
no regida por leyes inviolables o si Dios o cualquier otro agente
sobrenatural estarían violando estas leyes cuando realizaran un milagro.
Definir al milagro como una violación o suspensión o anulación de la ley
natural es ya presuponer lo que es la naturaleza (un sistema causal cerrado
gobernado por reglas inviolables). Igualmente es imponer límites previos a
la acción divina.
Incluso así, supongamos en favor del argumento que adoptamos la
idea de los milagros transmitida por la ciencia moderna. Llamar milagro a
algo es, por tanto, decir que una causa natural debería haber provocado la
ocurrencia de una cierta cosa, pero que en su lugar ha sucedido la contraria.
Dicho en otras palabras, los milagros comportan una sustitución
contrafáctica. Aunque el término sustitución contrafáctica
0lagr°s y sustitucion contrafáctica 205

gg de cuño reciente, la idea es antigua y fue explícitamente descrita en


términos contrafácticos por el teólogo Friedrich Schleiermacher. La idea
rectora de la expresión es que los procesos naturales están orientados Jjacia
la producción de X, pero sin embargo ocurre Y. Así, por ejemplo, gpn el
cuerpo de Jesús muerto y enterrado en una tumba durante tres 4&S/ los
procesos naturales estaban dispuestos a tratar al cadáver como $$dáver (o
sea, el resultado X). Pero en cambio aquel cuerpo resucitó sea, ocurrió el
hecho milagroso Y).
¿Acaso el diseño requiere milagros en este sentido contrafáctico? Yo
afirmo que no. Para verificarlo, consideremos que cuando los hombres
actúan como agentes inteligentes, no hay razón para pensar que están
rompiendo ninguna ley natural. Del mismo modo, si un diseñador des-
encarnado contribuyera a la producción de un flagellum bacterial, no
habría razón alguna para pensar que el diseñador en cuestión actuaba en
contra de las leyes de la naturaleza. Es, por ejemplo, una posibilidad lógica
que el diseño del flagellum bacterial estuviera ya inserto en el universo en
el momento del big bang, y que posteriormente se expresara a sí mismo en
el curso de la historia natural como un propulsor mecánico en miniatura
situado sobre la espalda de la bacteria E. Coli. Que esto fuera o no lo que
sucedió es otra cuestión, pero es evidente que no hay aquí la menor
contradicción de las leyes naturales, por lo cual no procede encerrar este
suceso en el usual limbo de los milagros.
El crítico del diseño Fioward Van Hill no coincide con este análisis.
Empieza por rechazar mi afirmación de que, cuando el diseño inteligente
detecta diseño en la naturaleza y especialmente en los sistemas biológicos,
no requiere sustitución contrafáctica. Y en su lugar sostiene que el diseño
inteligente está fundamentalmente comprometido con los milagros en el
sentido de la sustitución contrafáctica:
¿Cómo podría el Diseñador Inteligente producir un resultado natural-
mente imposible por interacción con una bacteria en el curso del tiempo sin
producir una suspensión o una superación de las leyes naturales? Las leyes
naturales fueron establecidas para producir un resultado, no el flagellum.
En lugar de eso, apareció el flagellum como resultado de la acción del
Diseñador Inteligente. ¿Acaso no estamos aquí ante un milagro, incluso
según la propia definición de Dembski? ¿Qué otra cosa puede ser esto sino
una intervención sobrenatural?
(Véase su crítica de mi libro No Free Lunch en www.aaas.org/ spp/ dser
/ evolution / perspectives / vantillecoli.pdf).
206 D ISEÑO I N T E I IGEN

El argumento de Van Hill se basa en el modo de interpretar la exprea


sión «resultado naturalmente imposible». Para comprender lo que a m se
ventila, imaginemos una gran tirada de piezas del juego del Scrable
comprobemos luego que han compuesto el soliloquio de Hamlet. ¿Es éste un
resultado naturalmente imposible? Ciertamente es altamente improba* ble,
y una improbabilidad de semejante envergadura nos lleva a menud© a
calificarla de imposibilidad (una especie pragmática de imposibilidad) Mas
¿acaso este suceso tan decididamente improbable requeriría un mila* gro en
el sentido de ser imposible la sustitución contrafáctica? En absoluto Las
piezas del Scrabble arrojadas al azar no han sido, como podría decir Van
Hill, «dispuestas para producir un resultado distinto al del soliloquio de
Hamlet». Por definición, el azar tiene libre acceso a la clase total de referencia
de posibilidades de nuestro ejemplo. Cualquier posibilidad de esta clase de
referencia es por tanto juego limpio para la prueba de azar -en este caso, la
tirada al azar de las piezas del Scrabble. No es por tanto cierto que este
proceso aleatorio hubiera sido dispuesto para producir «un resultado
distinto al del soliloquio de Hamlet».
Consideraciones similares son aplicables al caso del flagellum bacterial.
No se trata de que la naturaleza conspirase para impedir la emergencia del
flagellum y que fuera necesaria la presencia de un diseñador que reprimiera
aquella inherente preferencia de la naturaleza por algún otro resultado. El
problema es más bien que la naturaleza cuenta con demasiadas opciones y
que sin diseño no habría oportunidad para todas ellas. No se trata en
absoluto de que las leyes naturales hayan sido dispuestas para producir
cualquier cosa menos el flagellum. La dificultad está en que las leyes
naturales son demasiado inespecíficas para determinar cualquier resultado
particular. Éste es el problema. Las leyes naturales son compatibles con la
formación del flagellum, pero también son compatibles con la formación de
una plétora de otras asociaciones moleculares, cuya inmensa mayoría carece
de importancia biológica.
Retornando a la analogía del Scrabble, no hay en el lanzamiento de las
piezas del Scrabble nada que prohíba acertar con el soliloquio de Hamlet.
No se trata aquí de algo similar al hecho de abandonar un objeto pesado en
un campo gravitacional que, en ausencia de otras fuerzas, tendrá que
moverse siguiendo un camino prescrito. Para que el objeto se moviera
siguiendo cualquier otra trayectoria tendría que ocurrir una sustitución
contrafáctica y por lo tanto un milagro. Pero con las piezas del Scrabble no
hay prescrita ninguna ordenación que haya de ser obedecida. Y es
precisamente esta libertad la que hace que la naturaleza no
207
-gfos y sustitución contrnfacticn

¿a dar cuenta de resultados específicos de baja probabilidad. En este


-Q en lugar de tratar de hacer una determinada cosa, la naturaleza
abierta más bien a hacer una multitud de cosas. Pero cuando una de
cosas es un suceso especificado altamente improbable (ya sea que se
-|e de reproducir con el Scrabble el soliloquio de Hamlet, o de formar
flagellum bacterial), la inferencia de diseño es ineludible. Van Hill no
■sabido por tanto captar el problema en cuestión: no es la sustitución
¡itrafáctica (y por tanto, no los milagros) sino la incompletud de los
ocesos naturales lo que la inferencia del diseño descubre.
De lo cual se sigue que la inteligencia puede actuar, sin intervención
gfllagrosa alguna, concertadamente con los mecanismos materiales aun-
que sin ser reducible sin embargo a esos mecanismos materiales. Para
que ocurra un milagro, la naturaleza tiene que desviarse de su curso
ordinario y hacer una cosa distinta de lo que ella está preparada para
hacer. Pero el diseño inteligente no exige nada semejante. No es necesario
violar ningún proceso físico para que la naturaleza exhiba los efectos
de la inteligencia. El movimiento de las piezas del juego del Scrabble
puede ser enteramente acorde con las leyes naturales conocidas; pero, sin
embargo, el juego combinado de todas ellas podría producir una oración
tan plena de sentido que pudiera ser atribuida a una inteligencia. Las
fuerzas naturales y la agencia inteligente pueden actuar conjuntamente
sin necesidad de violación alguna. Así pues, el diseño inteligente no
requiere ningún milagro en el sentido de sustitución contrafáctica.
Pero, por razones de argumentación, supóngase que una inteligencia
diseñadora responsable de la complejidad biológica es de hecho un fabri-
cante de milagros que (¡presto chango!) introduce el diseño biológico en el
mundo natural por medio de los milagros — de milagros en el sentido de la
sustitución contrafáctica de violación o suspensión o anulación de las leyes
naturales. ¿Colocaría esto al diseño de sistemas biológicos fuera de la
ciencia? Yo afirmo que no. Sin duda, al reemplazar un suceso que
ordinariamente hubiera ocurrido por otro suceso que de ordinario no
ocurriría, los milagros abrirían una brecha en la cadena de las causas
naturales. Pero una brecha semejante podría abrirse por sí misma ante el
escrutinio científico, y lo mismo podría suceder también en cualquiera de
ambos lados de la cadena. Y lo que es más, si los sucesos constitutivos del
milagro (o sea, la sustitución contrafáctica) mostraran signos de haber sido
inteligentemente diseñados, este hecho justificaría de por sí una inferencia
de diseño que implicase de modo convincente la existencia de diseño,
aunque sus antecedentes causales precisos pudieran ser poco claros.
208 DISEÑO INTE L

Para el naturalista convencido, tal política liberal respecto a los ■ lagros


en ciencia es anatema. El problema es que bajo la perspectiva del 1
naturalismo, todo lo que pretenda presentarse como milagro requiere I
antecedentes causales que, por la vía del respeto a las leyes naturales ■' sean
los responsables de éste. Se presume que están presentes los ante^ ¿ cedentes
causales y las leyes naturales implicados en la producción del j suceso, aún en
el caso de tener que identificarlos. Éste es el modo habí- ■ tual de analizar la
pretensión de un suceso a ser calificado de milagro^ ■ La consecuencia de este
análisis es que el suceso en cuestión deja de T ser un milagro y que no existe
brecha o laguna alguna entre el suceso " en cuestión y sus antecedentes
causales. Toda laguna entre el supuesto milagro y sus antecedentes causales
no es más que el mero reflejo de una caracterización incompleta o inadecuada
de esos antecedentes por parte de los científicos. Cuando esos antecedentes
son apropiadamente entendidos, la laguna desaparece.
Así pues, para el naturalista no existen ni pueden existir los milagros.
Las lagunas residen no en la naturaleza sino meramente en nuestras
mentes y son indicio del deficiente estado de nuestro actual conocimiento
científico. Mas ¿cómo decidir sobre la verdad de esta afirmación? Si ad-
mitimos que los milagros (en el sentido de discontinuidades causales o
sustituciones contrafácticas) pueden ocurrir y ser objeto de investigación
científica, entonces, como asunto de investigación empírica, se pueden
rechazar los milagros argumentando que no es posible obtener para ellos
una buena evidencia. Pero si uno afirma simplemente por obediencia
naturalista que los milagros no pueden suceder, entonces tendrá que
apelar a un juicio anterior sobre una cuestión que propiamente pertenece
a la investigación científica. Es una cuestión totalmente científica el
dilucidar si las leyes de la naturaleza son completas y caracterizan
adecuadamente todo lo que ocurre en la naturaleza (haciendo que todas
las lagunas se encuentren no en la naturaleza sino únicamente en nuestro
intelecto). La contrapartida de esto sería necesariamente también una
cuestión científica, a saber: si la naturaleza contiene lagunas ontológicas
que jamás podríamos cubrir por numerosos que fueran los
descubrimientos realizados con mecanismos materiales y las leyes que los
caracterizan. Cerrando artificialmente la puerta a cuestiones como ésta, el
naturalismo estipula el modo en que la naturaleza ha de quedar alejada de
toda investigación empírica de este tipo. Éste es el sillón de la filosofía y
no el de la ciencia.
r SOBRENATURAL
¿No será el diseñador al que el diseño
inteligente atribuye la complejidad
biológica un agente sobrenatural que se
encuentra, por tanto, fuera de los límites
e1' de la ciencia?

NUNCA ME HA GUSTADO EL TÉRMINO SOBRENATURAL. El problema que plantean


términos tales como sobrenatural y supernaturalismo (y aquí incluyo la
variante de Howard Van Hill asamblea extra-natural) es que presuponen
tácitamente que la naturaleza es la realidad fundamental y que
conceptualmente es menos problemática que cualquier otra cosa situada
fuera o más allá de la naturaleza. El prefijo sobre en la palabra sobrenatural
tiene por tanto el efecto de una negación.
Pero ¿qué ocurre si la naturaleza misma es una negación o reacción
contra alguna otra cosa? Para el teísta (aunque no para el panenteísta de la
teología del proceso, y mucho menos para el naturalista típico), la
naturaleza no es una entidad autosubsistente sino un acto enteramente
libre de Dios. La naturaleza se torna así en un aspecto derivativo de una
realidad última —un aspecto de la creación de Dios, y ni siquiera la
totalidad de la creación de Dios. (Típicamente, los teístas adscriben a Dios
la creación de un mundo invisible habitado, entre otras cosas, por ángeles).
De aquí que para el entendimiento de la naturaleza propio del teísta, Dios
como creador es fundamental, la creación es derivativa, y la naturaleza en
tanto que parte física de la creación está situada en una región más baja.
Ahora bien, desde el punto de vista del diseño inteligente, considerado
estrictamente como una investigación empírica, ninguna posición teológica
o antiteológica tiene un lugar privilegiado. El diseño inteligente, en tanto
que programa de investigación científica, trata de determinar si algunos
rasgos del mundo natural muestran signos de
210 DISEÑO INTELIGENT.

haber sido diseñados por una inteligencia. Esta inteligencia podría <
E.T. o un principio télico inmanente en la naturaleza o un agente perso*
nal trascendente. Todas estas posibilidades son, al menos inicialmente
opciones vivas. El problema con E.T. es, por supuesto, que implica
regreso: ¿de dónde vino E.T.? Esta misma cuestión no es aplicable, al
menos no en el mismo sentido, a los principios télicos o a los agentes
personales trascendentes porque los términos de la explicación son di*
ferentes. E.T. es una inteligencia encarnada, y esa misma encarnación
necesita explicación. Los principios télicos y los agentes trascendentes son
desencarnados. Y esto plantea sus propios interrogantes, aunque todos
ellos forman un conjunto diferentes de cuestiones.
Supóngase ahora que la investigación sobre diseño inteligente
descubre una inteligencia o múltiples inteligencias que no pueden ser
reducidas a espacio, tiempo, materia y energía. Olvidémonos del térmi
no sobrenatural y del bagaje informacional que éste lleva consigo. ¿Qué
ocurriría si la (o las) inteligencia(s) responsable(s) de la complejidad
biológica no pudiera(n) estar confinada(s) en los objetos físicos? ¿Por
qué esta eventualidad haría saltar los límites de la ciencia? La ciencia
tiene ciertamente al mundo físico como objeto propio de estudio. La
ciencia estudia e intenta explicar las cosas que están sucediendo en el
mundo físico. Pero si el estudio del mundo físico es el único criterio
para determinar si una determinada explicación es realmente científica,
entonces el diseño debe constituirse en parte de la ciencia, porque la
complejidad especificada que el diseño inteligente estudia se encuentra
instanciada en el mundo físico, notablemente en los seres vivos, y tales
seres son una parte integral de este mundo. Cuando se acusa al dise-
ño de no ser propiamente una parte de la ciencia no es, sin embargo,
porque haga de las criaturas vivas un objeto de estudio, sino más bien
porque atribuye las cosas vivas a causas no naturales —a diseñadores
sobrenaturales— y considera por ello que esas causas no naturales son
igualmente objetos de estudio.
Antes de responder a esta crítica, quisiera aclarar primeramente que
el diseño inteligente no necesita recurrir a milagros en el sentido de que
sean violaciones de la ley natural. Así como los hombres no realizan
milagros cada vez que actúan como agentes inteligentes, así tampoco hay
razón alguna para asumir que la actuación de un diseñador en tanto que
agente inteligente implica la violación de las leyes naturales. Conviene
tener presente que en esta cuestión se da un importante contraste. La
ciencia, sostienen la mayoría de los naturalistas, estudia causas naturales,
sobrenatural 211

tras que introducir el diseño significa invocar causas sobrenaturales,


pues, se dice que, con su recurso a lo sobrenatural, el diseño hace los
límites de la ciencia.
pero el contraste entre causas naturales y sobrenaturales es un conste
falso. El verdadero contraste es el que se da entre causas natura- no dirigidas
por una parte y causas inteligentes por otra. Las causas jigentes pueden
colaborar con las causas naturales y ayudarles a zar cosas que las causas
naturales no dirigidas no pueden. Las as naturales no dirigidas pueden
explicar que la tinta aplicada sin a un trozo de papel pueda formar una
mancha informe, pero son Incapaces de explicar que una determinada
disposición de la tinta sobre gil papel pueda transmitir un mensaje
significativo. La obtención de esa determinada disposición exige una causa
inteligente. Que la causa inteligente esté localizada dentro o fuera de la
naturaleza es una cuestión distinta de la que pregunta si una causa
inteligente ha actuado dentro de la naturaleza. El diseño no está
previamente comprometido contra el naturalismo ni a favor de lo
sobrenatural. Por tanto, la ciencia no puede ofrecer en principio ningún
fundamento para excluir al diseño o relegarlo a la esfera de la religión.
Dado que el diseño inteligente no tiene compromiso alguno con el
super-naturalismo (al que considera además como una pista falsa), ¿qué
queda entonces de la crítica que afirma que la ciencia debe ser confinada
exclusivamente a lo natural o físico? Implícita en esta crítica hay una teoría
de la referencia que especifica los tipos de entidades susceptibles de ser el
objeto de una determinada teoría científica. Según ésta, los términos
científicos deben referirse a entidades estrictamente localizables en el
espacio y el tiempo. Dada esta teoría de la referencia, el mero hecho de que
un diseñador pudiera no estar físicamente encarnado y por tanto no ser
localizable en el espacio y el tiempo, es suficiente para convertir a las
explicaciones que invocan ese diseño en no-naturalistas y por tanto en no-
científicas. Incluso las entidades teóricas inobservables de la física como
campos, potenciales, quarks y cuerdas son al menos localizables en
principio en el espacio y el tiempo. Pero puesto que la existencia de un
diseñador no es necesaria, los diseñadores deben ser excluidos de la ciencia.
Esta crítica está mal orientada. Pues en primer lugar presupone una
concepción realista de la explicación científica. Por ejemplo, si se adopta
una actitud antirrealista frente a la explicación científica, entonces se torna
discutible la localización espacio-temporal de las entidades propuestas
212
DISK ÑO < ÑTELI QJ

por una teoría científica, pues incluso el espacio y el tiempo mismos


<
transformado en constructos conceptuales. Para la postura antirrea
lo importante no es el lugar en donde esas entidades estén localij.
puesto que lo que las teorías científicas describen no es tanto lo que
fuera» como el modo de estructurar conceptualmente al mundo
pues, lo importante para la posición antirrealista es asegurarse de quii
entidades propuestas sean empíricamente adecuadas y conceptuali
fructíferas y de que posean un superior poder explicativo.
Si una teoría del diseño en biología resultase ser acertada, ¿se set
de eso que el diseñador supuesto por esta teoría era real? Un antirree
con respecto a la ciencia podría considerar al diseñador simplemente coi
un principio regulativo —un recurso conceptual útil para dar sentido^
ciertos hechos de la biología— sin asignarle a ese diseñador ningún peg$ 1
en realidad. Ludwig Wittgenstein consideraba las teorías de Copérnica I"
y de Darwin no como verdaderas sino como fértiles puntos de vista. Bl
principal interés de un científico que se ocupe de la teoría del diseño
inteligente es el de averiguar si este diseño abre nuevas perspectivas y
caminos de investigación fecundos (véanse los capítulos cuarenta y tres
y cuarenta y cuatro). La metafísica subyacente a tal teoría, y en particular
el estatuto ontològico del diseñador, pueden ser asumidos por la filoso-
fía y la teología. Por otra parte, la metafísica que uno tuviese debería ser
indiferente a la propia teorización científica sobre el diseño.
Pero hay una razón más importante para mantener abierta la ciencia
a los diseñadores que carecen de características espacio-temporales: la
única razón para exigir que la ciencia ignore entidades que no son
localizables en el espacio ni en el tiempo es que sabemos de antemano que
tales entidades no existen, o si existen, que no pueden tener ninguna
relevancia concebible para lo que sucede en el mundo. ¿Existen tales
entidades? ¿Pueden tener consecuencias empíricas? ¿Son relevantes para
rre en el mundo? Estas cuestiones no pueden ser prejuzgadas salvo bajo
lo que ocu-
fundamentos metafísicos. Prejuzgar estas cuestiones es por tanto adquirir
ciertos compromisos metafísicos relativos a lo que existe y a lo que puede
influir sobre los sucesos del mundo. Tales compromisos son gratuitos para
la práctica de la ciencia. El diseño inteligente coloca bajo el microscopio la
evidencia biológica del diseño. El hecho de que la inteligencia diseñadora
responsable de la vida no se deje observar por la lente del microscopio no
significa ningún obstáculo para la ciencia. Captamos esta inteligencia de la
misma manera que captamos cualquier otra inteligencia: no estudiándola
directamente, sino a través de sus efectos.
ÑADORES CORPOREOS
CORPÓREOS
¿Sería el diseño producido por un
diseñador incorpóreo accesible a la
investigación científica de la misma
manera en que lo es el diseño producido
por un diseñador corpóreo?

r
I0DOS CONOCEMOS LOS EFECTOS de los diseñadores encarnados o corpó- jgos.
Nuestros compañeros humanos constituyen el mejor ejemplo de teles
diseñadores. Confiamos igualmente en poder identificar también IQS
efectos de unos diseñadores encarnados que no son ni animales Hi
humanos, como las inteligencias extraterrestres (tal como las de las
películas Contad y 2001: Una odisea del espacio). Mas ¿qué pensar de los
diseñadores desencarnados o incorpóreos? En lo que respecta al diseño
inteligente en biología, por ejemplo, Elliott Sober desearía conocer qué tipos
de sistemas biológicos deberían esperarse de un diseñador desenjaulado.
Sober sostiene que si un teórico del diseño se muestra incapaz de responder
a esta cuestión, el diseño inteligente será inestable y por lo tanto inútil para
la ciencia.
Pero demandar esto de la hipótesis del diseño es un mal planteamiento.
Todos inferimos regular y confiadamente el diseño sin necesidad de
conocer las características del diseñador o del ser capaz de establecer lo que
supuestamente hace el diseñador. Aunque es realmente interesante saber
si el diseñador es un ser encarnado, la encarnación de un diseñador carece
de evidencia significativa para determinar si una cosa ha sido o no
previamente diseñada. La cuestión de la encarnación es irrelevante para
detectar diseño en lo que siempre hemos atribuido al diseño sobre la base
de una inferencia que parte de datos empíricos, y nunca sobre la base de
un encuentro directo con el proceso mental de un diseñador.
214 D ISEÑO INTELI

Nosotros no nos introducimos en la mente de los diseñadores njj


atribuir diseño. Lo que hacemos más bien es examinar aquellos efccUa
en el mundo físico que exhiben signos evidentes de inteligencia, yq¡¡¡ partir
de esos signos inferimos luego una inteligencia diseñadora ^
este proceso lo ponemos en práctica incluso para el caso de los ntádl
incontrovertidos de los diseñadores encarnados: los seres humanagH
Reconocemos su inteligencia no sumergiéndonos en sus mentes, siráfl
examinando sus acciones y determinando si esas acciones exhiben signogfl
de inteligencia. Un ser humano que continuamente musita una misrnaH
secuencia de sílabas sin sentido alguno está mostrando una evidente m
carencia de inteligencia y no proporciona la menor justificación para 1
adscribírsela.
¿Qué decir de aquellos casos en los que un claro ejemplo de diseño sólo
puede ser plausiblemente atribuido a un diseñador desencarnado? Los
naturalistas darwinianos sostienen que tal diseño es indetectable
basándose simplemente en el hecho de que nosotros no podemos reducir
las acciones del agente diseñador a causas puramente naturales. Robert
Pennock, por ejemplo, exige que las inferencias de diseño estén basadas en
«tipos conocidos de procesos causales». Con esto quiere decir que los
procesos causales subyacentes deben ser totalmente reducibles a meca-
nismos materiales antes de poder realizar legítimamente una inferencia de
diseño. Pero éste es precisamente el punto a discutir: si la agencia
inteligente se reduce a los mecanismos materiales o los trasciende. Como
criterio para detectar diseño, la complejidad especificada permite que esta
cuestión sea enjuiciada sin prejuicios. Por su parte, al presuponer el
naturalismo, Pennock ha abarrotado la mesa hasta el punto de que ya no
cabe en ella más que una sola respuesta.
Larry Arnhart es otro crítico convencido de que una inferencia de
diseño no puede concluir válidamente con la afirmación de una
inteligencia desencarnada. Arnhart sostiene que nuestro conocimiento del
diseño no es resultado en primer lugar de ninguna inferencia, sino de la
introspección de la propia inteligencia humana. Y concluye por tanto que
no tenemos base empírica alguna para inferir un diseño cuya fuente es
desencarnada. Aunque plausible a primera vista, este argumento se
deshace rápidamente cuando se lo pone a prueba. Jean Piaget, por ejemplo,
lo hubiera rechazado basándose en cuestiones de desarrollo: los bebés no
adquieren el sentido de la inteligencia por introspección de la suya propia,
sino habituándose a los efectos de la inteligencia en el medio externo que
los rodea. Por ejemplo, ven que
¿ores corpóreos e incorpóreas 215

-Iota está enfrente de ellos y que luego desaparece, luego perciben g


su padre la está moviendo —y de este modo razonan desde el hasta la
inteligencia. La introspección juega a lo sumo un papel idario en la
manera en que inicialmente le damos sentido a la igencia y al diseño.
Incluso más tarde en la vida, cuando ya hemos alcanzado la conciencia y
cuando puede ser ejercitada la introspección con entes grados de
fiabilidad, el diseño sigue siendo inferido. Por ¡parte, la introspección tiene
que seguir siendo siempre un método ecuado para afirmar la inteligencia y
atribuir diseño. Por defi- *iñn. la inteligencia presupone el poder o
facilidad de elegir entre diferentes opciones, lo cual coincide con la
etimología de la palabra ^tina intelligence, o sea: «elegir entre». La
introspección es por tanto «n instrumento enteramente inadecuado para
afirmar la inteligencia.

|Puede incluso conducir a engaños acerca de nuestra inteligencia). j!or


ejemplo, yo no puedo afirmar por introspección mi inteligencia como
carpintero. Para eso, yo tendría que haber construido un escritorio, un
pupitre o una mesa. El modo de realizar la complicada secuencia de
decisiones para cortar aquí, pegar allí y clavar allá —y no ningún acto de
introspección— determinará si, y en qué grado, puede ser atribuida
inteligencia al producto por mí construido. Y el único modo de hacerlo
consiste en probar el artefacto y ver cómo se comporta. (Ésta es la razón de
que la educación avance mediante pruebas y exámenes, y no por informes
introspectivos en los que los estudiantes demuestran su competencia). Y lo
que es más, la primera cosa empíricamente verificable que las inteligencias
hacen es generar complejidad especificada.
Por tanto, sigo manteniendo que la inteligencia es siempre inferida,
que la inferimos a través de métodos bien establecidos y que no existe en
principio un modo de defender que la obra de los diseñadores encarnados
es detectable mientras que la de los diseñadores desencarnados no lo es.
Éste es el problema. Y ésta es la razón de que el diseño inteligente como tal
sea una posibilidad intelectual tan intrigante: porque amenaza con rebajar
hasta el nivel del suelo las cuestiones realmente últimas. Por ello,
darwinistas tan convencidos como Pennock y Arnhart necesitan bloquear
la inferencia de diseño siempre que ésta amenace con implicar en ello a un
diseñador desencarnado. Los diseñadores encarnados son permisibles. Ésta
es la razón de que Francis Crick pudiera continuar con su teoría de la
panspermia en la que seres inteligentes extraterrestres
216 D ISEÑO INTELI GE NÍ

(que son diseñadores encarnados) llegan en naves espaciales al piarte^


tierra y la fecundan con la vida del espacio exterior.
Mientras el diseñador sea encarnado, los darwinistas podrán afirn^.
que ese diseñador es una inteligencia evolucionada surgida por la vía d@[ I",
mecanismo darwiniano. Pero los diseñadores desencarnados desborda f
absolutamente los límites del mecanismo darwiniano y por tanto están 1
ferozmente proscritos. En tiempos anteriores, cuando los darwinistas &
sentían seguros de que la vida primitiva podía haber surgido a partir de
lo inerte en la tierra primitiva, una teoría semejante de una vida extern ^
fecundando la tierra hubiera sido ridiculizada como ciencia ficción de
baja calidad. Pero una vez que hemos aprendido lo bastante sobre la
impresionante complejidad de la célula y la imposibilidad de que una
tal vida emergiera espontáneamente de la tierra primitiva, el esquema
del extraterrestre Johnny Appleseed se tomó repentinamente en ciencia
convincente y sólida. ¿Por qué? Porque eximía a los naturalitas dogmá-
ticos de tener que considerar franca y honradamente la evidencia de un
diseñador desencarnado.
La cuestión está en que no sólo no hay evidencia significativa de que
la puesta en marcha de una inferencia de diseño implique la existencia de
un diseñador encarnado o desencarnado, sino además en que la negativa
a considerar la posibilidad de diseñadores desencarnados pone obstáculos
a la investigación científica. Para comprobarlo, examinemos la siguiente
variante del Filtro Explicativo, al que llamo Filtro Explicativo
Naturalizado (véase p. última de este capítulo). Puesto que el candidato
más típico para la función de diseñador desencarnado es Dios, he
formulado el Filtro Explicativo Naturalizado con referencia explícita a
Dios. Sin embargo, uno es libre de colocar en el lugar de Dios a cualquier
entidad desencarnada que sea inaceptable desde posturas naturalistas
pero que sea implicada por una inferencia de diseño. El Filtro Explicativo
Naturalizado captura el modo en que el naturalismo científico trata de
explicar el diseño de sistemas naturales para el que no pueda ser
plausiblemente invocado como explicación ningún diseñador encarnado.
Al igual que el Filtro Explicativo discutido en el capítulo once, el Filtro
Explicativo Naturalizado evalúa la contingencia, la complejidad y la
especificación. Además, dado que no hay aquí implicada ninguna entidad
inaceptable desde la perspectiva naturalista (como Dios), el filtro discurre
propiamente a través de los tres modos primarios de explicación:
necesidad, azar y diseño. Sin embargo, tan pronto como aparece
217
“adores corpóreos e incorporeos

entidad inaceptable desde el punto de vista naturalista -en lugar


idmitirla y reconocer abiertamente que está ante un problema de fljapfio
—, el Filtro Explicativo Naturalizado añade oportunamente un 0%nTto
nodulo de decisión que retrotrae el análisis explicativo al comien- jp del
diagrama de flujo, con lo cual se asegura que sólo la necesidad el azar
serán objeto de nueva consideración. Pero dado que el diseño siempre
implicado (como mostraría evidente la aplicación de un tro Explicativo
lineal), el análisis explicativo no terminaría nunca. Por el Filtro
Explicativo Naturalizado fuerza artificialmente la suspen- ¡^6n del juicio
siempre que en el proceso estén implicados diseñadores inaceptables para
el naturalismo.
De lo cual se sigue que incluso aunque una inteligencia desencarnada
fuera la responsable del diseño exhibido por algún fenómeno, una ciencia
que haya sido sometida al Filtro Explicativo Naturalizado puede estar
segura de no descubrirlo nunca. Una ciencia que bajo fundamentos a priori
se niega a considerar la posibilidad de diseñadores desencarnados, limita
artificialmente lo que ella puede descubrir. En lugar de rechazar al diseño
como conclusión de un argumento científico correcto, este enfoque estipula
simplemente que no existe. Esencial para la ciencia es un espíritu de franca
y abierta indagación. El naturalismo científico y el Filtro Explicativo
Naturalizado que éste comporta violan ese espíritu. Puesto que el
descubrimiento de diseño es una actividad racional perfectamente
ordinaria, la ciencia está necesitada de un riguroso y asequible filtro de
detección de diseño. El Filtro Explicativo Naturalizado muestra claramente
el modo en se ha utilizado históricamente al naturalismo para echar por
tierra la inferencia de diseño siempre que se ha tratado de presentar a éste
como una especie de reto contra el naturalismo. Innecesario es decir que el
Filtro Explicativo Naturalizado no es más que un subterfugio.
218 DISEÑO INTE

Fig ura 4. El Filtro Explicativo Nat uralizado.


«7

EL REGRESO AL INFINITO
EN EL DISEÑO
Si la naturaleza exhibe diseño, ¿quién o
qué diseñó al diseñador?

SEGÚN RICHARD DAWKINS(en El relojero ciego), explicar valiéndose de un


diseñador desencarnado es
no explicar precisamente nada, porque esto deja sin explicar el
origen del Diseñador. Sería como decir algo así como «Dios estuvo
siempre ahí»; pero si nos permitiéramos esta especie de camino a
ninguna parte, entonces con la misma razón podríamos afirmar
«El ADN ha estado siempre aquí», o «La vida existió siempre», y
darnos por satisfechos con eso.
Dawkins adopta esta línea de razonamiento porque, al igual que
muchos otros científicos y filósofos, está convencido de que las propias
explicaciones científicas han de ser reductivas: explicar lo complejo en
términos de lo simple. Y así añade Dawkins, «Lo que hace a la teoría de la
evolución tan transparente es el hecho de que explica con toda sencillez el
modo en que la complejidad organizada puede surgir de una simplicidad
primitiva».
Dawkins identifica la explicación científica con lo que él llama «re-
duccionismo jerárquico», que dice que «una entidad compleja a cualquier
nivel particular en la jerarquía de la organización» ha de ser apropia-
damente explicada «en términos de entidades situadas solamente en un
nivel más bajo de la jerarquía». Así pues, los diseñadores evolucionados
son perfectamente admisibles, puesto que en última instancia admiten
explicaciones reductivas. (Dawkins es un darwinista universal, por lo tanto
cualquier diseñador del universo tiene que haber evolucionado por la vía
del mecanismo darwiniano). En cambio, los diseñadores que
220 Disi-: ÑO A l i i IGENxg

no hayan experimentado un proceso evolutivo no son admisibles, pu^'( esto


les impediría admitir explicaciones reductivas. n
Antes de responder a la pregunta ¿quién diseñó al diseñador? '■ sería
bueno echar una ojeada a la posición reduccionista de Dawkins respecto a
la ciencia. Lo cual es fácil. Aunque nadie niega que la explicación reductiva
es extremadamente eficaz dentro de la ciencia, no es ■ sin embargo el único
tipo de explicación disponible para la ciencia. La Jj - estrategia del «divide y
vencerás» propia del análisis subyacente a las explicaciones reductivas,
tiene una aplicabilidad limitada dentro de la ciencia. La teoría de los
sistemas complejos ha rechazado hace tiempo un enfoque reductivo de tipo
de «abajo-arriba» en los sistemas complejos.
La comprensión de los sistemas propiamente complejos requiere, por el
contrario, un enfoque de «arriba-abajo» que se centre en las relaciones
globales entre las partes en tanto que opuestas a su análisis en partes
individuales. Así también, el diseño inteligente es una teoría integradora
en dirección arriba-abajo de las estructuras complejas. La integración es,
por tanto, una parte de la ciencia en igual medida en que lo son la
reducción y el análisis.
El regreso implícito en la pregunta por «el que diseñó al diseñador»
no es peor que el de cualquier otro en la ciencia. Estos regresos surgen
siempre que los científicos introducen nuevas entidades teóricas. Por
ejemplo, cuando Ludwig Boltzmann introdujo su teoría cinética del calor
hacia finales de 1800 e invocó el movimiento de partículas inobservables
(a las que ahora llamamos átomos y moléculas) para explicar el calor, se le
podría haber respondido igualmente que aquellas partículas
inobservables no explicaban nada porque ellas mismas necesitaban ser
explicadas.
Siempre es posible pedir una nueva explicación. Sin embargo, los
científicos han de detenerse en algún punto y contentarse con los progre-
sos hasta entonces realizados. La teoría cinética de Boltzmann explicaba
cosas que los antiguos enfoques fenomenológicos del calor no acertaban a
explicar —por ejemplo, por qué el hecho de agitar una vasija llena de gas
hace subir la temperatura de ese gas. Mientras que el antiguo enfoque
fenomenológico no podía dar ninguna respuesta, la teoría cinética de
Boltzmann la dio: la agitación de la vasija hacía que las partículas del gas
que llenaban la vasija se movieran con mucha más rapidez y de este modo
provocaban el aumento de la temperatura.
Igualmente ocurre con el diseño. La cuestión no es que los teóricos del
diseño hayan resuelto o no todas las cuestiones relacionadas con la
regreso al infinito cu el tii>cfn 221

ügencia diseñadora responsable de la complejidad especificada en ^


naturaleza. Cuestiones de este tipo existirán siempre. Lo importante bien
es saber si el trabajo que actualmente realiza el diseño se yfremará en un
edificio conceptual útil —una cuestión que las críticas Dawkins dejan sin
respuesta. Los teóricos del diseño sostienen que ^'diseño inteligente es
una teoría científica útil para entender sistemas o el de las máquinas
bioquímicas irreduciblemente complejas de chael Behe. Un argumento de
este tipo ha de ser tomado sobre la de sus propios méritos. Se trata de un
argumento científico.
El diseño inteligente como programa de investigación científica busca
^arcadores empíricos de inteligencia en la naturaleza. La complejidad
irreducible es uno de esos marcadores en biología que apunta de modo
fiable a una inteligencia. Ahora bien, el diseñador que se esconde tras ese
diseño no es, como podríamos decir, parte de la naturaleza (al menos de la
naturaleza tal como la entiende ahora la comunidad científica). En
consecuencia, no hay ningún «marcador» ligado a tal diseñador que
indique que éste es a su vez diseñado. La teoría del diseño inteligente
impide por tanto el «regreso del diseño» según el cual deberíamos decir —
para ser consistentes con nuestros métodos de detección de diseño— si el
diseñador es o no diseñado. Este diseñador no es un suceso, ni un objeto,
ni una estructura. En consecuencia, el diseñador, aunque capaz de producir
fenómenos que muestren señales empíricas de inteligencia, no puede
mostrar como tal la menor marca empírica de inteligencia. La cuestión de
si el diseñador es a su vez diseñado, simplemente no es planteable dentro
de una teoría científica del diseño.
Esto no tiene nada que ver con la cuestión de que el diseño inteli gente
evada las dificultades o complique los problemas. Las explicaciones
teóricas del diseño están más cerca de las explicaciones locales que de las
explicaciones últimas. Las explicaciones teóricas del diseño buscan
determinar si un suceso, objeto, o estructura particular exhiben signos
inequívocos de inteligencia y pueden ser por tanto adscritos al diseño. En
consecuencia, el razonamiento teórico sobre el diseño no requiere que se
responda a la pregunta sobre quién diseña al diseñador para que una
inferencia de diseño sea válida. Tiene un valor explicativo atribuir la
Sinfonía Júpiter al arte (diseño) de Mozart, pero esa explicación no sufre en
absoluto por desconocer quién fue el que diseñó a Mozart. Del mismo
modo, en biología las inferencias no quedan invalidadas por no poder
responder a la cuestión de Dawkins sobre quién diseñó al diseñador.
222 D ISEÑO INTE LIGENÍ

La cuestión sobre la entidad que diseñara al diseñador hay q|


interpretarla como cuestión metafísica más que como cuestión cient fica.
Como tal, es un deseo de explicaciones últimas y no próxin^j Las
explicaciones próximas son contextúales y locales, centradas sol aspectos
particulares del mundo en tiempos y lugares determinados. I^í
explicaciones últimas, en cambio, son globales y omniabarcantes, refei^ l
das al entero mundo a lo largo del tiempo y encaminadas a encontrari un
definitivo lugar inmóvil de explicación. ^I
La naturaleza se inclina a considerar a la Naturaleza (con mayú$. cula)
o al Universo (también con mayúscula) o a la masa-energía o a las
supercuerdas o a alguna otra entidad similar como el último lugar inmóvil
de explicación. Esto no quiere decir que todas las explicaciones últimas
sean equivalentes (aunque juzgar sus méritos rebasa el alcance de la
ciencia). Ni tampoco significa que la ciencia sea irrelevante para decidir
entre las explicaciones últimas. El darwinismo conduce hacia el
naturalismo, mientras que el diseño inteligente, al menos en la cultura
occidental contemporánea, no lleva hacia el teísmo. El punto crucial, sin
embargo, es que las explicaciones teóricas del diseño pueden ser
legitimadas sin tener por eso que ser últimas, y esto es especialmente cierto
en biología.
^ESCEPTICISMO SELECTIVO
¿Por qué es el escepticismo profesional tan
declarado adversario del diseño inteligente?
¿Qué perspectivas tiene de desmontar al
diseño inteligente?

kOS ESCÉPTICOS PROFESIONALES hacen suya la tarea de mantener a la ciencia libre


de superstición. Muchos de ellos ven ahora al diseño inteligente como la
amenaza más seria que tiene planteada la ciencia en el actual panorama
cultural. Temen que el diseño inteligente subvierta a la ciencia —un temor
que se hizo particularmente evidente en el forum especial sobre diseño
inteligente al que fui invitado a participar. Este forum tuvo lugar en la
Cuarta Conferencia Mundial de Escépticos celebrada en Burbano,
California, el 21 de junio de 2002. El objetivo de aquella conferencia era el
de cartografiar las perspectivas del escepticismo du rante el siguiente
cuarto de siglo. Y allí se perfiló el diseño inteligente como el nuevo y
primario traidor del escepticismo.
El escepticismo posee un bagaje estándar de trucos para mantener a
raya a un público crédulo. Me gustaría exponer aquí la razón de que ese
arsenal de trucos se muestre impotente cuando se lo enfrenta al diseño
inteligente. Uno de los problemas que encuentra el escepticismo es la
razonabilidad y la creciente respetabilidad de que goza el diseño
inteligente. Hace pocos años, el escéptico Michael Shermer escribió un
libro titulado Win/ People Believe Weird Thies (Por qué la gente cree cosas
peregrinas). La mayoría de las cosas peregrinas que Shermer discute en este
libro son indiscutiblemente marginales, como son la negación del
holocausto, los encuentros con alienígenas o las reuniones de brujos, pero
difícilmente la clase de material que le permitiría a uno mejorar el propio
currículo científico en la escuela pública. Frente a esto, el diseño inteligente
se está convirtiendo en una verdadera corriente que amenaza con
conseguir justamente eso.
224 Di
si

Las encuestas Gallup confirman una tras otra que en torno a un 9Q


por ciento de la población de los Estados Unidos cree en alguna especie de
diseño oculto bajo el mundo. En el tiempo en que yo escribía este libro,
Ohio era el epicentro de la controversia sobre la evolución del diseño
inteligente. Encuestas más recientes dirigidas por el Cleveland Plain Dealer
(9 de junio de 2002) descubrieron que el 59 por ciento de la población de
Ohio deseaba que se enseñase tanto evolución como diseño inteligente
en sus escuelas públicas. Otro 8 por ciento quería que sólo se enseñase
diseño inteligente. Y aun otro 15 por ciento no deseaba que se enseñase
diseño inteligente bajo mandato, pero quería que la evidencia en contra de
la evolución fuese presentada en las escuelas públicas de su estado. La
aritmética de todo esto habla por sí misma.
Tal vez el descubrimiento más revelador de este sondeo sea el modo
en que los habitantes de Ohio veían las consecuencias que acarrearía para
su estado la enseñanza del diseño inteligente en sus escuelas públicas.
Según el Cleveland Plain Dealer (9 de junio de 2002), «unos tres de cada
cuatro votantes afirmaban que la inclusión del diseño inteligente en los
planes de estudios ejercería o bien un efecto positivo o bien ningún efecto
sobre la reputación de su estado o sobre su capacidad para atraer nuevos
negocios». Difícilmente podría uno imaginarse esa misma respuesta si la
cuestión consultada hubiera sido la enseñanza de astrología, de brujería o
de geología de la tierra plana. El diseño inteligente se ha convertido ya en
una corriente principal entre el público mayoritario.
Pero incluso así, la corriente principal del diseño inteligente no con-
sigue entenderse con los escépticos. Éstos se conocen bien toda clase de
falacias lógicas e informales, con el argumentum ad populum (el recurso a las
masas) encabezando la lista. El escepticismo quiere conservar su crédulo y
honesto público. Y de acuerdo con ello, declara que el hecho de que el
diseño inteligente sea aceptable para la mayoría de los americanos no
significa que merezca ser aceptado. (Ejemplo de ello es la fascinación de
los americanos por los horóscopos). Pero en todo caso, no hay razón para
pensar que vayan a prosperar los usuales asaltos escépticos contra el
diseño inteligente.
Uno de los santos patronos del escepticismo, H.L. Mencken, observa-
ba: «Para todo problema, hay siempre una solución clara y simple, y es
siempre errónea». Mas al escribir sobre la teoría de Darwin, Stephen Jay
Gould observaba: «Ninguna gran teoría presumió nunca de una estructura
tan simple» (tomado de la introducción de Gould al libro de Cari Zimmer,
Evolution: The Triumph of an Idea). El diseño inteligente sostiene
f&cepticismo selectivo 225

qpe ¡a observación de Mencken es aplicable a la biología evolutiva, y Ipie


trastoca no sólo las explicaciones mecanicistas de la evolución sino al
escepticismo mismo.
Para ser leal a sus principios, el escepticismo tendría que cambiar el
¿jifoque de su escrutinio de las cosas. Y esto es precisamente lo que no Jiace
en la controversia sobre evolución y diseño inteligente. El problema con el
escepticismo es que ha dejado de ser un escepticismo puro. ig| actual es
más bien un escepticismo selectivo que desea un mundo ftjipio y saludable
en el que la ciencia pueda ser en principio totalmente íaracterizada en
términos de rígidas leyes naturales, j ¿Por qué la primera organización
escéptica del mundo es conocida como CSICOP, o Committee for the
Scientific Investigation of Claims of the Paranormals? (Fue este Comité el
organizador de la conferencia antes mencionada). Aunque se me ha
asegurado que la combinación «COP» en la sigla CSICOP es una pura
coincidencia, es sin embargo singularmente adecuada. CSICOP se mueve
en la esfera de la política de las reivindicaciones en favor de lo paranormal.
Por ser distinto de lo normal, lo paranormal significa una amenaza al
ordenado mundo salido de la concepción materialista de la ciencia suscrita
por el escepticismo.
Para el escepticismo no hay ninguna otra concepción valida de la
ciencia. Lo normal es lo que es describible por una ciencia materialista. Lo
paranormal es lo que no es normal. Dada la fe del escéptico en que todas
las cosas son normales en último término, cualquier afirmación sobre lo
paranormal debe ser falsa en última instancia. Y puesto que el diseño
inteligente sostiene que una inteligencia no reducible en última instancia a
mecanismos naturales podría ser la responsable del mundo y de las
diversas cosas que encontramos en el mundo (sin descartarnos a nosotros
mismos), el diseño inteligente es demasiado culpable de transgredir el
orden de lo normal y debe ser relegado a lo paranormal.
Hay una ironía encerrada en todo esto. El mundo del escéptico, en el
cual no es fundamental la inteligencia y el mundo mismo no es diseñado,
es un universo racional porque se rige por una ley natural inmutable: la
causa precede al efecto con regularidad inviolable. Dicho brevemente, todo
en él procede «normalmente». Por el otro lado, el mundo del teórico del
diseño, en el cual la inteligencia es fundamental y el mundo es diseñado,
no es un mundo racional porque la inteligencia puede hacer cosas que son
inesperadas. Dicho brevemente, es un mundo en el que algunas cosas
proceden «paranormalmente».
1

226 D ISEÑO INTELIGENTE

Reservar a una inteligencia no evolucionada un lugar en el mundo es,


según el escepticismo, colocarle al mundo un artefacto explosivo. Es
cambiar la ley natural por un capricho y por lo tanto destruir la ciencia Y
sin embargo, es sólo nuestra inteligencia la que hace posible la ciencia, y
sólo la inteligencia lo que nos permite entender el mundo. Así, para el
escéptico, el mundo es inteligible solamente si comienza sin inteligencia y
luego desarrolla la inteligencia. Pero si el mundo parte dotado de
inteligencia y luego la desarrolla por causa de una inteligencia anterior,
entonces el mundo se torna ininteligible para el escéptico.
La lógica aquí no es contundente, pero una vez que se la comprende,
no hay manera de escapar a su fuerza. Ésta es la razón de que la evolución
no sea negociable para el escepticismo. Por ejemplo, en dos ocasiones le
ofrecí al consejo editorial de la revista Skeptic de Michael Shermer ser su
consejero escéptico con respecto a la evolución. Pese a que Shermer y yo
somos bastante amigos, él nunca aceptó mi oferta. Y ciertamente no podía
aceptarla. Porque hacerlo sería admitir que una inteligencia exterior al
mundo pudiera influir sobre el mundo. Y esto destruiría la autonomía del
universo y haría efectivamente imposible el rechazo global de lo
paranormal que el escepticismo exige. No es accidental que la fotografía de
Shermer que aparece en su libro lo muestre sonriente junto a un busto de
Darwin y una colección de escritos de o sobre Darwin como telón de fondo.
El escepticismo se enfrenta por tanto a una curiosa tensión. Por una
parte, para mantener la credibilidad tiene que proyectar la luz del
escrutinio sobre todas las cosas y también, en principio, incluso sobre la
evolución. Por otra, por ser el azote que destruya la superstición y haga
volver al redil a un público simplón, debe mantener una concepción
materialista de la ciencia y por tanto no puede soslayar la cuestión de la
evolución. El diseño inteligente explota esta tensión y con ello descubre el
juego del escepticismo.
¿Cuáles son, por tanto, las perspectivas del escepticismo para derrocar
al diseño inteligente? Para responder a esta cuestión, revisemos lo que el
diseño inteligente ha significado hasta ahora:
1. Un método para la detección de diseño. Son numerosas las
discusiones sobre la validez de la complejidad especificada como método
para detectar el diseño, pero a juzgar por las respuestas suscitadas durante
los últimos cinco años, este método no se está debilitando. Algunos
científicos (como Elliott Sober) piensan que el método se limita meramente
a codificar un argumento a partir de la ignorancia. Otros
■ Escepticismo selectivo 227

gn cambio (como Paul Davies) creen que se trata de algo importante. La


cuestión está en que es mayor el número de personas que está en
desacuerdo con la propuesta de un diseño inteligente. Tal desacuerdo
indica que las cuestiones de real importancia intelectual tienen que ser
decididas y que la teoría que nos ocupa no es inverosímil.
2. Sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos. Existen sis-
temas de este tipo, como el flagellum bacterial, que exhiben complejidad
especificada. Por otra parte, la comunidad biológica no conoce la clave del
modo en que tales sistemas emergieron por mecanismos materiales. La gran
promesa del darwinismo y de otras explicaciones naturalistas de la
evolución era mostrar de qué modo los mecanismos materiales operando
por vías conocidas eran capaces de producir toda la complejidad biológica.
Esa promesa está ahora siendo crecientemente reconocida como incumplida
e incluso como incumplible. Franklin Harold (actualmente un proponente
del diseño) dice en su libro más reciente publicado por la Oxford University
Press, The Way of the CelT. «No existe en la actualidad ninguna explicación
detallada de la evolución de algún sistema bioquímico o celular, sólo una
variedad de especulaciones fantasiosas». El diseño inteligente entiende que
nuestra ignorancia en este tema indica la existencia de no pequeños agujeros
en nuestro conocimiento de los sistemas biológicos que los biólogos
prometen subsanar con facilidad mediante modelos mecanicistas de
prueba-y-verificación, pero que en realidad son más bien grandes lagunas
que sólo son salvables mediante ideas radicales como la del diseño.
3. Desafío al status quo. Admitámoslo, en muchos círculos cultivados
el darwinismo y otras explicaciones mecanicistas de la evolución se han
tornado abiertamente en un status quo. Esta situación encierra ventajas y
desventajas para sus proponentes. Por una parte significa que la totalidad
de los recursos del área científica y educacional son dedicados a los
naturalistas evolutivos, recursos que éstos pueden utilizar para aplastar a
los disidentes y promocionar su propia agenda. Por otra parte, significa que
ellos mismos pueden acabar alienando a la joven generación —
especialmente en la medida en que estén resueltos a reforzar la ortodoxia
materialista (y hasta el momento lo han hecho decididamente)— que
naturalmente está inclinada a la rebelión contra cualquier tipo de status quo.
El diseño inteligente apela a la rebelión de los jóvenes.
4. La desconexión entre cultura elitista y cultura popular. La
elite educada cree en la evolución mecanicista, y la ciencia materialista
228 D ISEÑO INTELIGENTE

ayuda a subrayarla. Por su parte, las masas creen en su gran mayoría en la


teoría del diseño inteligente. Pero más aún, las masas son las que poseen
actualmente las llaves de la caja para la elite educada (bajo la forma de
recursos educacionales, fondos para la investigación, becas, etc).. Esta
desconexión puede ser explotada. La ventaja que la evolución mecanicista
ha tenido hasta ahora no ha sabido ofrecer un marco teórico, aunque
empíricamente inadecuado, que fuera capaz de dar cuenta de la
emergencia de la complejidad biológica. La desventaja del diseño
inteligente ante el pueblo que lo apoya se ha traducido en que esas masas
han tenido que basarse casi exclusivamente en intuiciones preteóricas. El
diseño inteligente ofrece reemplazar esas intuiciones preteóricas por un
riguroso marco teórico del diseño que refuerce sus intuiciones y le permita
así marchar codo-a-codo con la teoría evolucionista estándar.
5. Una emergente comunidad investigadora. El diseño inteligente
resulta atractivo para los jóvenes estudiosos brillantes, que por su parte se
han comprometido a desarrollarlo como programa de investigación
científica. Estamos aún en los inicios, pero los signos evidentes son
realmente muy prometedores. Pero no basta con detectar el diseño, pues
una vez que se lo ha detectado hay que mostrar de qué modo el tal diseño
se traduce en fructíferas intuiciones biológicas que no podrían haber sido
obtenidas desde una perspectiva puramente materialista. Estoy
empezando a detectar vislumbres de ese prometedor programa de
investigación sobre diseño teórico.
¿Qué puede hacer el escéptico contra esta embestida, especialmente
cuando hay planteado un gran debate de dimensiones políticas en el que
un público cansado de verse toreado por una elite intelectual encuentra en
el diseño inteligente un instrumento de liberación? Me gustaría sugerir al
escéptico las siguientes líneas de acción:
1. Crear el adecuado tono retórico. Subrayar la ciencia como una gran
fuerza para la ilustración y contrastarla exhaustivamente con el
fundamentalismo religioso fanático. Insistir luego en que el diseño
inteligente es esencialmente un movimiento religioso. Utilizar genero-
samente la «palabra Cristo» para confundir al diseño inteligente con el
creacionismo, y subrayar la similaridad del creacionismo con la astro-
logia, la creencia en una tierra plana y la negación del holocausto. Una vez
establecida por asociación la culpabilidad, jugar con la idea de que el
diseño inteligente es «profundamente defectuoso» y que la evidencia de la
evolución es «aplastante». Tomar las expresiones profundamente
'escepticismo selectivo 229

afectuoso y evidencia aplastante no como críticas o argumentaciones reales


gjno como consignas para provocar la apropiada respuesta emocional.
|Compáreselas con las expresiones «No salgas sin eso», «Esto es pan
mojado para ti», y «¡Haz justamente esto!»). Para el lector interesado, Ipngo
registrados los nombres de dominio www.deeply-flawed.com a
www.overwhelmingevidence.com (como también www.underwhel-
pingevidence.com).
^ 2. Demostrar el carácter superfluo del diseño. El objetivo de esta
pción es hacer más y más difícil la implementación basándose simplemente
en la experiencia empírica; pero si se define artificialmente a la ciencia como
una empresa limitada exclusivamente a los mecanismos materiales, se
elimina convenientemente el diseño de la discusión científica.

3. Jugar la carta de lo subóptimo. Para la mayoría de la gente el


diseñador es una figura benévola, el Dios sabio. Esta imagen posibilita la
explotación de la disonancia cognitiva apuntando a casos de diseño
incompetente o viciado en la naturaleza. El diseño inteligente tiene buenas
respuestas para esta objeción, pero el problema del mal está
maravillosamente adaptado a los intelectos turbios. Este es un lugar en
donde el escepticismo se desenvuelve bien explotando las respuestas
emocionales.
4. Introducir un corte científico. Esta opción ofrece detallados mo-
delos comprobables de la manera en que sistemas bioquímicos irreduci-
blemente complejos, como el flagellum bacterial, pudieron haber emergido
mediante mecanismos materiales. No abrigo muchas esperanzas respecto a
esta posibilidad, pero si los escépticos entraran en el tema, el diseño
inteligente tendría muchos elementos para contraargumentar.
5. Ofrecer un cuadro más atractivo del mundo. El escepticismo es el
corazón de una empresa austera. Procede mediante la negación y profesa
derribar las cosas. Esta postura es bien recibida por un público que se siente
encantado ante las nuevas posibilidades. En su Arte de la persuasión, Blaise
Pascal escribió: «Casi invariablemente, la gente llega a sus creencias no
sobre la base de la prueba sino sobre la base de lo que le resulta atractivo».
Todas las encuestas indican que una forma de evolución mecanicista no le
ofrece a la mayoría de la gente una visión agradable de la vida y el mundo.
Proporcionar tal visión es, en mi opinión, la tarea principal del escepticismo
si desea derrocar al diseño inteligente. Los escépticos cuentan con mis
mejores deseos para el éxito de esta empresa.
29

EL RESO
ID E \ ENCIA
/ ¿Reivindica invariablemente el progreso
científico al naturalismo y opera en
contra del diseño inteligente?

Lo DISTINTIVO DE UNA IDEOLOGÍA es el triunfalismo, la ilusión de que el éxito es


inevitable. El naturalismo es el peor de los enemigos que yo conozca en
este respecto. Imaginemos un maremoto imparable que se lleva por delante
todo lo que encuentra a su paso. La única salida es la retirada. Pero sea cual
sea la posición que uno alcance, es sólo una cuestión de tiempo que la ola
arrase también esa posición. En este cuadro, la ciencia naturalista enemiga
del diseño es el imparable maremoto, y todo lo que no sea fácilmente
asimilable al naturalismo (como el diseño, las almas, la ley ética naturalista,
la religión y Dios) está condenado a una precipitada retirada, siempre
cediendo su puesto y nunca recuperándolo. ¡Maravillosa imagen! Pero
aunque son muchos los que la suscriben, es realmente un peso muerto.
A pesar de toda la propaganda en contra, la ciencia no es un maremoto
que haga retroceder sin descanso las fronteras del conocimiento. Más bien,
la ciencia es una red interconectada de afirmaciones teóricas y tácticas
sobre el mundo en constante revisión y para las cuales cualquier cambio en
una determinada porción de la red implica cambios radicales en otra. En
particular, la ciencia se enfrenta de manera regular con el problema de
tener que retractarse de ciertas afirmaciones que ella misma había
establecido alguna vez.
Consideremos el siguiente ejemplo tomado de la geología. En el siglo
diecinueve fue propuesta la teoría geosinclinal para explicar el modo en
que se originaron las montañas. Esta teoría formulaba la hipótesis de que
grandes depresiones, conocidas como geosinclinales, rellenas de
II progreso de la ciencia 231

gedimentos, se tornarían gradualmente inestables y luego, por efectos de ^


presión y del calentamiento producido por la tierra, se elevaron para formar
hileras de montañas. A la pregunta ¿Qué sucedió entonces? los geólogos de
épocas tan tardías como los últimos años de 1960 seguían afirmando
confiadamente que la teoría geosinclinal ofrecía la respuesta. ^ 9Í, en la
edición de 1960 de la obra de Thomas Clark y Colin Steam, Geological
Evolution of North America, el estatuto de la teoría geosinclinal igra
comparado favorablemente con el de la teoría de la selección natural 4e
Darwin:
La teoría geosinclinal es uno de los grandes principios unifi-
cadores en geología. En muchos aspectos, su papel en geología es
similar al de la teoría de la evolución, que sirve para integrar las
numerosas ramas de las ciencias biológicas... Así como la doctrina
de la evolución es umversalmente aceptada entre los biólogos, del
mismo modo el origen geosinclinal de los importantes sistemas de
montañas es un principio establecido en geología.
¿Qué iba a suceder con la teoría geosinclinal? No habían de transcurrir
aún diez años desde su establecimiento para que la teoría de las
plataformas tectónicas, que explicaba la formación de las montañas por
deriva de los continentes y la proliferación del suelo marino, reemplazara
ya definitivamente a la teoría geosinclinal. La historia de la ciencia está
llena de episodios de este tipo en los que unas confiadas pretensiones de
conocimiento desaparecen repentinamente de la literatura científica.
La teoría geosinclinal estaba totalmente equivocada. Así pues, cuando
la teoría de las placas tectónicas se impuso, la antigua teoría quedó
arrumbada. A menudo, sin embargo, las teorías no son totalmente erróneas
y continúan ofreciendo algunas perspectivas legítimas. Sin embargo, tras
una ulterior investigación necesitan ser revisadas. Frecuentemente, tal
revisión toma la forma de una contracción. El problema está en que cuando
las teorías son propuestas por vez primera, sus creadores las fuerzan a
explicar tanto como sea posible —demasiado, sin duda. Sólo más tarde
comienzan a manifestarse las limitaciones de la teoría.
Siempre es una tentación en ciencia pensar que la teoría de uno abarca
un dominio mayor que el que realmente tiene. Eso pasó con la mecánica
newtoniana: los físicos creyeron que las leyes de Newton ofrecían una
explicación completa de la constitución y dinámica del universo. James
Maxwell, Albert Einstein y Werner Heisenberg mostraron cada uno por su
lado que el dominio propio de la mecánica newtoniana
232 D ISEÑO INTELIGE NTE

era mucho más restringido. La mecánica newtoniana es perfectamente


adecuada para los objetos de tamaño medio a velocidades medias, pero no
para velocidades realmente altas y objetos muy pequeños; para estas
dimensiones son necesarias, respectivamente, la relatividad y la mecánica
cuántica. Del mismo modo, el dominio propio del mecanismo de la
selección darwiniana es mucho más restringido de lo que la mayoría de los
darwinistas quisiera admitir. En particular, los cambios evolutivos a gran
escala en los que los organismos obtienen una nueva información rica en
estructuras, no se dejan explicar legítimamente por el mecanismo de la
selección darwiniana.
A veces, como es el caso de la geología geosinclinal, las teorías son
reemplazadas totalmente por otras teorías completamente nuevas. Otras,
como ocurre con la mecánica newtoniana, las teorías se muestran
inadecuadas fuera de un cierto rango de fenómenos y requieren ser
suplementadas. (Nadie estudia ahora la geología geosinclinal, pero todos
los actuales estudiantes de física siguen aprendiendo mecánica
newtoniana, aunque más tarde en el curso de sus carreras tengan que
estudiar también mecánica cuántica y teoría de la relatividad). En los dos
últimos casos, sin embargo, las teorías defectuosas ofrecen el camino hacia
nuevas teorías más potentes. Pero éste no es siempre el caso. Es igualmente
posible desechar o recortar teorías sin contar con su reemplazo por otra
nueva.
Consideremos el tema de la superconductividad. En este caso, la
ciencia no exigió el reemplazo por una teoría adecuada y asequible para
establecer lo inadecuado de una teoría existente cuando la evidencia
experimental iba en su contra. Los estudios de tales casos son particu-
larmente importantes en el debate sobre evolución naturalista porque
muestran que es posible criticar legítimamente el darwinismo y otras
teorías naturalistas de la evolución sin tener que argumentar en pro de la
adecuación de una teoría del reemplazo. En lugar de tratar de introducir
con calzador los datos recalcitrantes en teorías que son empíricamente
inadecuadas, la ciencia se ve habitualmente forzada a renunciar a
demandas demasiado confiadas que no pueden ser adecuadamente
justificadas. Así pues, la alternativa racional a la teoría de Darwin no
tendría por qué ser el diseño inteligente, pero podría ser simplemente la
incertidumbre inteligente.
El físico holandés Kamerlin Onnes descubrió la superconductividad
en 1911. La superconductividad se refiere a la desaparición completa de la
resistencia eléctrica en materiales a temperaturas bajas. Pero antes de
0 progreso de la ciencia 233

que Orines realizara su descubrimiento no existía ninguna teoría que


explicara la superconductividad. Tal teoría no fue propuesta hasta 1957, a
saber: la teoría BCS. El nombre de esta teoría responde a John Barateen,
León Cooper y John Schrieffer, que recibieron el Premio Nobel en flsica por
su teoría en 1972. El primer parágrafo de la prensa del Nobel describe la
teoría del BCS como portadora de «una completa explicación teórica del
fenómeno». (Véase www.nobel.se/physics/laureates/index. Jitml). Pero la
teoría no permaneció incólume durante largo tiempo. En |a década de 1980,
Georg Bednorz y Alexander Müller descubrieron superconductores a
temperaturas mucho más altas que las previamente identificadas y
explicadas por la teoría BCS. Hasta la fecha, no se ha encontrado ninguna
teoría BCS extensible a superconductores a altas temperaturas. En lugar de
ser «la teoría de la superconductividad», BCS ha quedado reducida ahora a
explicar un rango bastante limitado de superconductores.
La ciencia puede llegar a conclusiones erróneas —y escandalosamente
erróneas, ciertamente. Incluso podemos afirmar a veces que la ciencia ha
afirmado algo erróneo sin tener que decir por ello cuál es la explicación
correcta o verdadera. Tampoco la ciencia, a diferencia de la religión, tiene
profetas. No hay profetas científicos que nos digan qué curso ha de tomar
la ciencia o cuál debe evitar. Los diferentes caminos han de ser ensayados,
y sólo después de esto resultará claro cuál de ellos era fructífero y cuál
estéril. Críticas contra el diseño inteligente, como la siguiente de Howard
Van Till, están por tanto fuera del campo de la ciencia: «Cuanto más
aprendamos sobre las proezas auto-organizativas y transformacionales que
pueden realizar los sistemas bióticos, menos verosímil será que las
condiciones para [la complejidad especificada] puedan ser satisfechas por
ningún sistema biótico». (Véase www.aaas.
org/spp/dser/evolution/perspectives/vantillecoli.pdf). Dicho en otras
palabras, cuanto más progrese una ciencia materialista, menos probable
será que el diseño inteligente sea reivindicado.
Van Till está jugando aquí a ser profeta. No hay ninguna razón fuera
del prejuicio para pensar que a medida que aumente nuestro conocimiento
de los procesos naturales relevantes para la formación de sistemas bióticos,
tengan que disminuir las improbabilidades o complejidades asociadas con
tales sistemas, con lo cual la complejidad especificada quedará refutada o
eliminada. (Y puesto que la complejidad especificada es un marcador de
diseño inteligente, la detectabilidad de diseño quedaría así igualmente
refutada o eliminada). Pero no es así como funcionan las
234 D ISEÑO INTE LIGEHT ^

probabilidades y las complejidades. Con el incremento del conocimiento


científico, el número de nuestros cálculos puede seguir siendo el mismo o
bien disminuir o crecer (lo cual implica que si la complejidad calculada
aumenta, el reto de la complejidad especificada tendrá que intensificarse).
Es éste un caso especial de una característica más general de la ciencia: que
lo conocido no es una guía fiable para lo desconocido. Ciertamente la
historia de la ciencia es una historia de sorpresas.
El intento de Van Till de hacer el papel de profeta debería ofrecernos
un respiro. Van Till admite que el incremento del conocimiento científico
podría refutar una determinada atribución de complejidad especificada a
algún sistema biótico. Pero si ésta es una posibilidad, entonces sería
también una posibilidad que el aumento del conocimiento científico se
mostrara incapaz de refutar una atribución de complejidad especificada y
pudiera llevar incluso a la afirmación de una complejidad más y más
extrema. Y aún más, hay un hecho subyacente a la cuestión sobre el tipo de
probabilidades y complejidades que son inherentes a la naturaleza, y este
hecho podría ser justamente que la complejidad de un sistema biótico es
efectivamente tan extrema como ahora aparece. ¿Por qué, entonces, piensa
Van Till que es «poco verosímil» que la complejidad especificada tenga que
ser confirmada en los sistemas bióticos «a medida que sepamos de ellos»?
La verosimilitud a la que aquí se refiere Van Till no tiene nada que ver con
las asignaciones objetivas de probabilidad o de complejidad a los sistemas
bióticos. Más bien, lo que esta verosimilitud expresa es la convicción
personal de Van Till de que las explicaciones naturalistas tendrán que
triunfar inevitablemente. Una verosimilitud semejante es por tanto
puramente subjetiva que no tiene más fundamento que la previa
adscripción de Van Till al naturalismo.
Lejos de reivindicar al naturalismo, el progreso de la ciencia, con-
siderado histórica y objetivamente, abre de par en par las puertas al diseño
inteligente. La evidencia de diseño inteligente en biología se va tornando
más firme cada día. El diseño inteligente se mueve de abajo a arriba
hallando ejemplos de diseño biológico sistema tras sistema. El diseño
inteligente no necesita mostrar que todo aspecto de la biología es diseñado.
Le basta con encontrar algunos casos evidentes de diseño y exhibirlos. La
cuestión del diseño inteligente es por tanto acumulativa y polifacética. El
naturalismo, en cambio, ha de operar de arriba a abajo, negando que
cualquier apariencia de diseño sea real. El naturalismo tiene ante sí un
amplio frente que proteger. De admitir siquiera una sola excepción en la
que el diseño se mostrara como algo real y no meramente
235
J progreso de ¡a ciencia

m0 una apariencia, el entero edificio del naturalismo se vendría abajo


■'.-' pepitosamente. Por eso el naturalismo necesita considerar al diseño
!Lio algo no existente y no se puede permitir conceder el menor peso
la evidencia real de diseño. Porque esa evidencia está apuntando in-
cesantemente a la realidad del diseño en la naturaleza.
PARTE CINCO

DESAFÍOS
TEÓRICOS
AL DISEÑO
INTELIGENTE
ARGUMENTO DESDE LA
IGNORANCIA
Al atribuir diseño a los sistemas biológicos,
¿no está el diseño inteligente
argumentando a partir de la ignorancia?

ÉSTA ES QUIZÁ LA OBJECIÓNmás común contra el diseño inteligente, conocida


bajo diversos nombres: argumento a partir de la ignorancia, argumento
desde el silencio, argumento que parte de la incredulidad personal, el dios-
de-los-agujeros, argumentación negativa, argumento por eliminación,
eliminación inductiva, incapacidad de ofrecer una alternativa positiva, etc.,
etc. La idea subyacente en este último caso es que los teóricos del diseño
defienden la verdad del diseño basándose simplemente en el hecho de que
no se ha mostrado que el diseño sea falso. En los argumentos que parten
de la ignorancia se utiliza la falta de evidencia contra una proposición para
defender la verdad de ésta. El siguiente razonamiento es un estereotipo de
argumento basado en la ignorancia: «Los espíritus y los duendes existen
porque nadie me ha demostrado que no existan».
La objeción basada en el argumento desde la ignorancia se ha mostrado
particularmente eficaz para cerrar la discusión sobre el diseño inteligente.
De hecho, entre los intelectuales occidentales funciona como una especie
de mantra. Se lo repite meramente siempre que se plantea la cuestión del
diseño. El diseño se esfuma así en el aire y la calma queda reestablecida.
He aquí un típico diálogo entre dos de tales intelectuales:
«¿Qué piensas de esos chiflados teóricos del diseño?»
«Ah! me encantan sus escritos. Utilizan justamente el clásico argu-
mento que se apoya en la ignorancia»
«Sí, justamente el mismo viejo dios-de-los-agujeros»
«Hume nos dijo todo lo que había que decir sobre esto y refutó el
diseño de una vez por todas» (Conjurar el nombre de David Hume resulta
siempre útil en estas discusiones).
«Tienes razón. Bien, tomemos una cerveza»
«¡Buena idea!»
Y así queda refutado el diseño. Tal vez por esto, el filósofo australiano
Alan Oldin, al comentar el persistente uso del argumento-de-la-ignorancia
o la objeción del dios-de-los-agujeros contra la obra de Michael Dentón y
Michael Behe escribe «La expresión "el dios de los agujeros" no es más que
una acusación de petición de principio cuyo sentido en este contexto es el
de detener el flujo del argumento antes de que haya sido realmente
iniciado». (Véase su artículo «Maker of Heaven and Microbiology»,
Quadrant, Enero-Febrero 2000).
A fin de comprobar que el argumento de la ignorancia no es una varita
mágica para silenciar al diseño inteligente, comencemos con un examen de
la realidad. Cuando se plantea este argumento contra el diseño inteligente,
¿quién es exactamente el acusado de ser ignorante? Es natural pensar que
la ignorancia está en los teóricos del diseño que desean atribuir agencia
inteligente a los sistemas biológicos. Si estos pobres teóricos entendieran
mejor la biología, sus sistemas quedarían fácilmente subsumidos bajo una
explicación mecanicista. Así pues, cuando yo explique en el campus
universitario el diseño inteligente, el biólogo de turno que se encuentre en
la audiencia se levantará con frecuencia durante la sesión de preguntas-y-
respuestas para decirme que el hecho de que yo desconozca el modo de
formación de los sistemas biológicos complejos mediante el mecanismo
darwiniano no significa que no sucediera de este modo. Entonces le
respondo que el problema no está en que yo conozca o no personalmente
el modo de formación de tales sistemas, sino en que el biólogo que me
plantea esta objeción desconoce cómo pudieron haberse formado estos
sistemas — y eso a pesar de haber tenido una fabulosa educación en
biología, un laboratorio de investigación perfectamente equipado, décadas
de utilización de éste, seguridad y prestigio bajo la forma de un
nombramiento académico, y el bagaje acumulado de la comunidad
biológica que también desesperada pero infructuosamente ha tratado de
descubrir el proceso de formación de los sistemas biológicos durante
centenares y centenares de años.
¿Quién es el ignorante aquí? No precisamente los teóricos del diseño,
sino la comunidad científica en su totalidad. De hecho, puede decirse que
la comunidad biológica no posee la clave de la emergencia de la
mentó desde la ignorancia 241

gQjnplejidad biológica. ¿Por qué? Porque los mecanismos materiales que


comunidad de los biólogos considera para explicar la complejidad
jjñológica no proporcionan ninguna clave que explique realmente cómo
^pudieron haberse formado sus sistemas. Así pues, no se trata de un
problema de ignorancia o de incredulidad personal, sino de un fracaso
0ftdplinar global (la disciplina aquí es la biología) y de una gran insufi- tcia de
la teoría (la teoría en cuestión es la de Darwin).
Ahora bien, una ignorancia de este calibre no es algo que alguien ‘camente
deseara advertir. Sin embargo, algunos biólogos han sabido percatarse de
esta situación. Entre ellos se encuentran James Shapiro y jfranklin Harold,
ninguno de los cuales suscribe el diseño inteligente.
una recensión del libro de Michael Behe Darwin's Black Box (National
fteview, 16 Septiembre, 1996), James Shapiro, un biólogo molecular de la
Universidad de Chicago, reconocía que

no existe la menor explicación detallada sobre la evolución


darwiniana de ningún sistema bioquímico o celular fundamental,
sino sólo un abanico de especulaciones fantasiosas. Es increíble que
se haya podido aceptar el darwinismo como explicación sa-
tisfactoria de un tema tan amplio —la evolución— con tan escaso
examen riguroso del modo en que sus tesis básicas iluminan
instancias específicas de la adaptación o diversidad biológicas.
* Cinco años más tarde, el biólogo celular Franklin Harold publicó un
Hbro en la Oxford University Press titulado The Way of the Cell. En un
lenguaje virtualmente idéntico al anterior, Harold observaba: «Hasta el
presente, no existen explicaciones darwinianas detalladas de la evolución
de ningún sistema bioquímico o celular, solamente una variedad de
especulaciones fantasiosas».
David Ray Griffin, tampoco adicto a la tesis del diseño inteligente, es
un filósofo de la religión que se interesa por los orígenes biológicos.
Comentando la literatura evolutiva que se propone explicar el modo en que
los cambios evolutivos conducen al aumento de la complejidad biológica,
escribe (en su libro Religión and Scientific Naturalism),
Se me ha asegurado la existencia de evolucionistas que han
descrito el modo en que pudieron ocurrir las transiciones en
cuestión. Sin embargo, cuando pregunto por los libros en los que
pueda encontrar esas descripciones, o bien no obtengo respuesta
alguna o bien se me facilitan unos cuantos títulos que,
242 DISEÑO INTEL

tras cuidadoso examen, no contienen de hecho las prometidas


explicaciones. Que tales explicaciones existen parece ser algo
perfectamente conocido, pero aún no he podido encontrar a la
persona que sepa dónde están.

En un debate reciente con el biólogo de la Universidad de Brovvn


Kenneth Miller, cité las palabras de Franklin Harold sobre la ausencia de
explicaciones detalladas de corte darwiniano sobre la evolución de los
sistemas biológicos complejos. Miller no criticó las palabras de Harold,
Pero en lugar de eso impugnó la credibilidad de Harold observando que
era ya viejo y que estaba retirado desde hacía quince años. Presu-
miblemente, Miller quería dar a entender que la edad de Harold había
interrumpido todo contacto con la actual investigación en biología. Pero de
ser así, ¿no habrían declinado los editores de la Oxford University Press la
publicación de su libro? La edad solía implicar autoridad y respeto, y aún
sigue haciéndolo mientras se permanezca fiel a la ortodoxia darwiniana.
(Testigo de ello es el homenaje dedicado a Ernst Mayr, que es un anciano).
Pero el que se atreva a desafiar al icono más sagrado de la biología — el
darwinismo — o incluso a establecer hechos poco satisfactorios para éste
en tanto que científico que sólo desea obrar honestamente respecto a una
determinada situación, que no espere un tratamiento respetuoso
cualquiera que sean su edad o sus aportaciones.
Naturalmente, la cuestión no era la edad de Harold sino la sustancia
de su afirmación. ¿Llevaba éste razón? ¿Es cierto que al presente no existen
detalladas explicaciones darwinianas de la evolución de algunos sistemas
bioquímicos o celulares, sino sólo una diversidad de especulaciones
fantasiosas? Si Harold estaba equivocado, si realmente había dejado de
seguir desde hacía quince años las rigurosas y detalladas explicaciones
publicadas en los últimos años, ¿por qué no me remitió Miller a esos
escritos? O mejor aún, ¿por qué no reproduce Miller esas explicaciones tan
detalladas en sus propios escritos? Para ser exactos, Miller cita en su libro
Finding Darwin's God lo que él llama «brillantes ejemplos» de evolución
darwiniana que producen complejidad biológica. Pero tras un examen más
minucioso, las observaciones de Griffin son perfectamente aplicables
también a los «brillantes ejemplos» de Miller. Vayamos a los artículos y
libros reales que Miller cita, y las prometidas explicaciones del modo en
que la complejidad pudo emerger mediante mecanismos darwinianos
brillan por su ausencia. (Esta cuestión está más ampliamente tratada en el
capítulo cinco de mi libro No Free Lunch).
243

Í ,ento desde la ignorancia

arry Moran, un biólogo molecular de la Universidad de Toronto,


i hipócrita como Miller cuando asegura que la biología evolutiva
■suelto el problema de la complejidad biológica. Por ejemplo, no
el menor reparo en afirmar que existe «un sinnúmero de ideas»
, modo en que la evolución pudo producir complejidad biológica,
oblema está en que esas ideas son invariablemente especulaciones
siosas y no propuestas detalladas susceptibles de ser contrastadas.
Lología evolutiva es ahora un campo en donde la imaginación co-
a libremente y sustituye al rigor.
;i sistema biológico que ha recibido mayor atención por parte
del
miento del diseño inteligente es el flagellum bacterial. Este flagellum
;rial es un propulsor bidireccional movido por un motor que se

«^entra en la espalda de ciertas bacterias para propulsarlas a lo largo


\ de su entorno acuoso. Es una maravilla de la nano-ingeniería, Howard
Beg de Harvard no duda en describirla como la máquina más eficiente
F del universo. Mas ¿cómo se fraguó? Especulemos un poco. Resulta que

unos diez genes del flagellum son homólogos a los genes que codifican
un cierto tipo de bomba (conocido como tipo III de sistema secretor).
¿Fue por tanto esta bomba un precursor evolutivo del flagellum? Tal
vez, aunque Milton Saier de la Universidad de California en San Diego
sostiene, sobre la base de una secuencia de comparaciones filogenéticas,
que el sistema secretor tipo III evolucionó a partir del flagellum y no a
la inversa. (Y puesto que el flagellum es considerablemente más com-
plejo que el sistema secretor tipo III, explicar al último en términos del
primero no ayuda a explicar la emergencia de la complejidad biológica).
Mi postura aquí es que el hecho de descubrir subsistemas funcionales
dentro de algún otro sistema más amplio, no nos autoriza a decir que este
último sistema es un producto evolutivo de los anteriores subsistemas
mediante mecanismos darwinianos o de cualquier otro tipo naturalista.
Al igual que tampoco se podría afirmar que una motocicleta fuera el
producto evolutivo de unos mecanismos darwinianos mostrando sim-
plemente un motor y una bicicleta. En uno y otro caso, sería necesario
descubrir un camino verificable antes de poder justificar una explicación
darwiniana de su emergencia.
244 D ISEÑO INTEL IGENfg

la complejidad hasta la mera sensibilidad ante un punto de luz en el


extremo más bajo. Pero dibujar una serie de ojos de complejidad va* riada
y luego trazar unas flechas desde los menos complejos a los más complejos
para representar las relaciones evolutivas no es explicar cómo emergieron
los ojos de mayor complejidad. Los agujeros entre esos ojo® de
complejidad creciente se tornan en una sima insalvable tan pronto se pone
uno a pensar como un ingeniero y se contemplan realmente esos
asombrosos componentes irreduciblemente complejos. Con seguridad,!
uno se siente inclinado a urdir una historia darwiniana sobre el modo en
que los ojos de complejidad creciente confirieron una ventaja de adaptación
a los organismos que los poseían conduciendo así a la evolución de los
mamíferos. Pero no hay aquí nada que un ingeniero pudiera tomar como
material para construir un ojo real. Por definición, se supone que las
explicaciones clarifican y justifican, potencian el entendimiento, y pro-
porcionan un saber-cómo práctico. Las explicaciones darwinianas, como
las del ojo, no hacen nada de esto. Son justamente historias —cuentos de
ficción que entretienen y adormecen la fe darwiniana en la idea de que han
resuelto el problema de la complejidad biológica cuando en realidad su
solución se les continúa escapando.
Por eso, siempre que escucho a un darwinista afirmar que el diseño
inteligente no es más que un argumento procedente de la ignorancia, le
recuerdo la película de los años 1960 Guía para el hombre casado, protago-
nizada por Robert Morse y Walter Matthau. Morse toma a Matthau bajo su
tutela para mostrarle el fino arte de la infidelidad. Cuando Matthau le
pregunta a Morse qué debe hacer si su esposa lo sorprende con otra mujer,
Morse le contesta: «Niega, niega, niega». Luego le cuenta la historia de un
hombre cuya esposa lo sorprendió en la cama con otra mujer. La escena
presenta ahora a Joey Bishop en la cama con una mujer y a su esposa
entrando en el dormitorio y parándose frente a ellos. Cuando la esposa
pregunta quién es esa mujer y qué está haciendo en su cama, Bishop
simplemente contesta «¿Qué?» Eventualmente la otra mujer abandona el
dormitorio. El marido (ya vestido) aparece ahora confortablemente
instalado en un sillón y leyendo un periódico. Confundida, su esposa
cambia de tema y le pregunta qué desea para cenar.
Recurriendo a la objeción del argumento desde la ignorancia, los
darwinistas lo hacen mejor. No sólo niegan que haya algún problema con
su teoría, sino que disparan sus dardos contra los disidentes y atribuyen la
falta a los críticos de Darwin más que a la teoría del maestro. Si el personaje
Bishop de la película se hubiera comportado de este modo,
■ Argumento desde la ignorancia 245

lio sólo habría fingido ignorar a la otra mujer que estaba en la cama con él,
sino que se hubiera vuelto contra su propia esposa acusándola ¿<e
adulterio. En términos freudianos: los darwinistas que acusan al diseño
inteligente de argumentar desde la ignorancia son culpables de proyección
al igual que de negación. Los darwinistas no poseen clave idguna del modo
en que sistemas como el del flagellum bacterial pudieran haber
evolucionado. Por otra parte, sabemos que la inteligencia capaz de diseñar
sistemas de alta tecnología como el del flagellum, pero son los teóricos del
diseño los culpables de argumentar desde la ignorancia y los darwinistas
los que saben lo que sucedió realmente. La ironía aquí encerrada es
deliciosa.
El diseño inteligente contiene muchas más cosas que el mero argu-
mento desde la ignorancia. Pero aunque la totalidad del diseño inteligente
se hubiera reducido a una argumentación desde la ignorancia, eso mismo
sería de por sí significativo. Se admite ampliamente que la teoría de Darwin
ha resuelto el problema de la complejidad biológica. Ahora descubrimos
que esta pretensión a la fama es insostenible. No hay otros mecanismos
materiales esperando a ser elegidos cuando los mecanismos darwinianos
desaparezcan. Los materialistas convencidos pensarán sin duda que el
diseño inteligente está exagerando los actuales problemas de la biología y
que con el tiempo se podrá encontrar una solución materialista. Pero sigue
en pie el hecho de que no existen modelos detallados y comprobables del
modo en que los mecanismos materiales pueden generar complejidad
biológica —sólo una variedad de especulaciones fantasiosas.
INDUCCIÓN ELIMINATIVA
,Vy I Si la inferencia de diseño no es
\ / cabalmente un argumento desde la
\ Ignorancia, ¿en qué sentido es superior a '
• este tipo de argumento?

Si LA OBJECIÓN DEL argumento-desde-la-ignorancia tiene alguna fuerza contra


el diseño inteligente, esa fuerza no está en la ignorancia de la comunidad
biológica sobre el modo en que los mecanismos materiales produjeron la
complejidad biológica. Esta ignorancia es completa y la biología evolutiva
no es capaz de inspirar intuiciones profundas sobre la emergencia de la
complejidad biológica. La objeción del argumento desde la ignorancia
encuentra su fuerza en la debilidad de la lógica que supuestamente lo
sustenta. Los críticos del diseño afirman que éste se basa en una forma de
argumentación puramente negativa. Según ellos, todo depende de que
inicialmente se establezca que el origen de ciertos sistemas biológicos es un
desafío para la explicación naturalista. Una vez que se cuenta con esta
negativa, el diseño inteligente se torna en una especie de conmutador que
ilegítimamente transforma esta negación en la afirmación de que esos
sistemas biológicos tenían por fuerza que haber sido diseñados. Así pues,
los teóricos del diseño son supuestamente culpables de razonar
directamente desde la premisa «¡Atiza, nadie ha podido explicarse de qué
modo surgió el flagellum!» hasta la conclusión «¡Qué diantre, tuvo que
haber sido diseñado!»
Kenneth Miller, por ejemplo, lanza esta acusación en su articulo «The
Flagellum Unspun» (véase www.millerandlevine.com/km/evl/
design2/article.html). Pese a su extensa exposición de los pensadores y
escritos sobre el diseño inteligente, Miller olvida continuamente un punto
de conexión crucial en el razonamiento. Expongamos las premisas del
argumento como también su conclusión: Ciertos sistemas biológicos tienen
una característica; llamémosla CE (complejidad especificada). Los
cción eliminativa 247

finíanos no poseen la clave que explique cómo se originaron los


^pjgtemas biológicos con esta característica. (Miller discute esta premisa,
ro, como hemos visto en el anterior capítulo, sin efecto alguno). Es ?ido
que una agencia inteligente tiene el poder causal de producir ■gjgtemas
que exhiban CE (p.ej., muchos artefactos humanos muestran —y ésta es la
premisa crucial de conexión. Por tanto, los sistemas bio- «cos que exhiban CE
son idóneos para ser considerados diseñados. Al ibuir diseño a sistemas
que exhiban CE, los teóricos del diseño están luciendo simplemente lo que
los científicos hacen en general: formular Kna explicación causalmente
adecuada del fenómeno en cuestión.
Atribuir complejidad especificada, y por tanto diseño, a un sistema
biológico es comprometerse en una inducción eliminativa, una forma de
razonamiento utilizada en todas las ciencias. Las inducciones elimi- nativas
establecen la verdad de una proposición demostrando que las competidoras
de esta proposición son falsas. (Contrástese esta técnica con el método de
falsación popperiano, en el cual las proposiciones son corroboradas de
acuerdo con el grado en que sean capaces de resistir los intentos de
falsarias). Supuesto que una proposición, juntamente con sus competidoras,
formen una clase mutuamente exclusiva y exhaustiva, la eliminación de
todas las competidoras entraña que la proposición en cuestión es verdadera.
(Recordemos el famoso dictum de Sherlock Holmes: «Cuando se ha
eliminado lo imposible, todo lo que quede, por improbable que sea, debe
ser la verdad»). Este es el caso ideal, en el cual las inducciones eliminativas
se han convertido de hecho en deducciones. El problema es que en la
práctica no contamos con un orden claro de competidores que puedan
indicarnos todo lo que debe ser eliminado con unos cuantos golpes bien
dirigidos (como las bolas en una bolera). En Bayes or Bust, el filósofo de la
ciencia John Earman lo dice de este modo:

El inductivista eliminativo [parece estar] en una posición


análoga a la del arquero de Zenón cuya flecha no puede alcanzar
nunca el blanco, pues enfrentado con un número infinito de
hipótesis, puede eliminar una, luego dos, luego tres, etc., pero por
muchas que elimine, nunca las reducirá a justamente una.
Ciertamente, es como si la flecha no recorriera nunca la mitad de
su camino, o un cuarto, etc. al blanco, pues por extensa que fuera
la labor eliminativa, siempre se vería enfrentada con una lista
infinita [de restantes hipótesis que eliminar].
1

D ISEÑO INTELIGENTE

Earman ofrece estas observaciones en un capítulo titulado «A Pl^ for


Eliminative Induction». El propio Earman piensa que en la práctica
científica hay un lugar legítimo y necesario para la inducción eliminativa
¿Qué hace él entonces con esta crítica? Veamos cómo la trata:
Mi respuesta en nombre del eliminativista tiene dos partes.
(1) La eliminación no procede de una manera tan laboriosa,
porque las alternativas pueden estar ordenadas de manera tal que
sea posible eliminar un número infinito de un solo golpe.
(2) Incluso aunque no llegáramos nunca a una única hipótesis,
hay progreso si logramos eliminar trozos finitos o infinitos del
espacio de posibilidad. Esto presupone, desde luego, que po-
seemos algún tipo de medida, o al menos de topología, sobre el
espacio de posibilidades.
Y a esto añade Earman que las inducciones eliminativas son típica-
mente inducciones locales. En este tipo de inducciones no hay pretensión
alguna de considerar todas las hipótesis lógicamente posibles. En su lugar,
lo que hay es un acuerdo tácito sobre el dominio explicativo de las hipótesis
como también sobre las hipótesis auxiliares que deban ser usadas en la
construcción de tales explicaciones.
Esta es la razón de que la agencia inteligente con el poder causal
necesario para producir sistemas que exhiban complejidad especificada sea
una premisa tan importante en las inducciones eliminativas que intentan
inferir diseño biológico. Demos incluso un nombre a esta premisa: la premisa
puede-hacerlo (puesto que sabemos que los diseñadores «pueden hacerlo», o
sea, pueden generar complejidad especificada). Precisamente porque la
agencia inteligente está fiablemente correlacionada con la complejidad
especificada, no hay por qué dar un peso igual a toda hipótesis concebible
o de vadear interminablemente a lo largo de la infinita lista de las
manoseadas e incompletas historias darwinianas, ninguna de las cuales ha
sabido ofrecer nunca la menor evidencia iluminativa de sistemas que
exhiban complejidad especificada. Dicho en otras palabras. En este
contexto, la premisa «puede-hacerlo» convierte la inducción eliminativa en
una inducción local capaz de inferir legítimamente un diseño.
Los críticos del diseño necesitan tomarse muy en serio la afirmación de
Earman de que la inducción eliminativa puede ser progresiva. Con
demasiada frecuencia, la complejidad especificada soporta la acusación de
respaldar una forma puramente negativa de argumentación. Pero esta
jftducción eliminativa 249

ggusación no es correcta. El argumento de la complejidad especificada ¿ el


flagellum bacterial, por ejemplo, brinda una contribución positiva a nuestra
comprensión de las limitaciones que los mecanismos naturales ^picuentran
al tratar de explicarlo. Las inducciones eliminativas, al igual i|ue todas las
inducciones y ciertamente todas las afirmaciones científicas, 9©n falibles.
Pero necesitan un lugar en la ciencia. Prescindir de ellas, jsuno la biología
evolutiva hace tácitamente al rechazar la complejidad IBpecificada como
criterio para detectar diseño, no protege a la ciencia ¿e influencias
perniciosas sino que en su lugar socava la misma investigación científica.
Tal como ahora están las cosas, la biología evolutiva ha establecido
unas reglas de procedimiento con las que el diseño inteligente sólo puede
fracasar pero no triunfar. Si los biólogos evolucionistas descubrieran o
construyesen caminos darwinianos indirectos y comprobables capaces de
explicar sistemas biológicos complejos como el flagellum bacterial, entonces
el diseño inteligente habría fracasado con toda razón. Por otra parte, la
biología evolutiva hace efectivamente imposible que el diseño inteligente
triunfe. Según ésta, el diseño inteligente no tiene más que un modo de
triunfar: mostrando que esas complejas y especificadas estructuras
biológicas no pudieron haber evolucionado por la vía de ningún
mecanismo material. Dicho en otras palabras: mientras algún mecanismo
material desconocido pueda haber provocado la evolución de la estructura
en cuestión, el diseño inteligente estará proscrito.
Con esto, la teoría evolutiva queda en principio inmunizada contra la
desconfirmación, puesto que el universo de los mecanismos materiales
desconocidos no podrá ser nunca exhaustivamente explorado.
Ciertamente, los evolucionistas no cuentan con el peso de la evidencia. Pero
obsérvese que no hay ninguna razón consistente que impida a los
evolucionistas adjudicarse ellos mismos el ridículo peso de esa evidencia. Y
si alguna de las partes tuviera que cargar sobre sus hombros ese
impracticable peso, la historia no dudaría en señalar a los naturalistas
evolucionistas. ¿Por qué? Ellos son, en última instancia, una minoría
histórica que niega que los sistemas biológicos sean diseñados. Pero lo más
significativo es que ellos mismos admiten que los sistemas biológicos que
nos salen al paso pertenecen a esa conocida clase de cosas que están
inteligentemente diseñadas. Por ejemplo, en What Mad Pursuit escribe
Francis Crick, «Los biólogos deben tener siempre presente que lo que ellos
ven no fue diseñado, sino que más bien ha evolucionado».
250 DISEÑO INTEL

Si una criatura tiene la apariencia de un perro, ladra como un perro


siente como un perro y jadea como un perro, la carga de la evidencia
corresponde a la persona que insiste en que la criatura no es un perro Lo
mismo ocurre con las máquinas increíblemente complejas como el
flagellum bacterial: la carga de la evidencia recae sobre aquellos qUe se
empeñan en negar su diseño. Sin embargo, los darwinistas no se aprestarán
a eliminar directamente toda instancia imaginable o hasta ahora imaginada
de diseño inteligente, sino que pidiendo paciencia tratarán de recorrer una
serie infinita de posibilidades para buscar una salida digna. Y mientras
tanto, echarán arteramente la carga de la prueba sobre los escépticos de la
evolución naturalista, insistiendo a la vez en que estos escépticos
establecen una negativa universal no mediante una inducción eliminativa
(tales inducciones son sin excepción locales y restringidas) sino a través de
una búsqueda y eliminación exhaustiva de todas las posibilidades
naturalistas concebibles — por remotas, infundadas, y carentes de apoyo
evidencial que sean. No es éste el modo en que habitualmente opera la
ciencia.
Se supone que la ciencia concede al entero ámbito de las explicaciones
posibles una limpia posibilidad de éxito. Lo cual no quiere decir que todo
valga; pero sí es admitir la posibilidad de cualquier cosa. En particular, la
ciencia no puede eliminar a priori ninguna posibilidad lógica. Al limitarse
exclusivamente a los mecanismos materiales, la biología evolutiva ha
establecido de antemano qué explicaciones biológicas son verdaderas con
independencia de cualquier consideración de evidencia empírica. Ésta es
la poltrona de la filosofía. Puede que el diseño inteligente no sea correcto.
Pero la única manera de descubrirlo es admitir el diseño como posibilidad
real, no descartarlo a priori. El propio Darwin habría admitido esto. En el
Origen de las especies escribió: «Sólo se puede obtener un resultado honrado
estableciendo y sopesando totalmente los hechos y argumentos situados a
ambos lados de cada cuestión».
‘32

UME, REID Y SIGNOS E


INTELIGENCIA
¿Acaso no demolió David Hume no
sólo el argumento del designio en favor
de la existencia de Dios, sino también
cualquier tipo de inferencia de diseño
basada en aspectos del mundo natural?

LA CRÍTICA DEL DISEÑO INTELIGENTE realizada por David Hume está super-
valorada. Sin embargo, esta crítica, sobre todo en manos de sus actuales
discípulos, ha sido altamente eficaz para cerrar las discusiones sobre el
diseño. En estas páginas voy a revisar la crítica de Hume, mostrar el modo
en que sus discípulos modernos la han puesto al día y describir luego la
respuesta que le dio a Hume su contemporáneo Thomas Reid. En mi
opinión, esta respuesta de Reid es decisiva. Si la hubieran estudiado más
filósofos, Hume no hubiera demolido al diseño. Porque Reid demolió a
Hume.
La crítica del diseño de Hume se encuentra en sus Diálogos sobre la
religión natural, publicados en 1779, tres años después de su muerte. A
diferencia de la de Darwin, la postura de Hume contra el diseño es
puramente filosófica. Darwin argumenta contra el diseño sobre bases
científicas proclamando que puede aportar un mecanismo material que
podría explicar la presencia de diseño en la naturaleza. Hume, por su parte,
argumenta contra el diseño declarando que encuentra en él ciertos defectos
lógicos, y afirma correctamente que los teólogos naturales británicos
sobrevaloraron excesivamente el argumento del diseño. Es cierto que no
hay ninguna cadena inferencial válida que conecte la apariencia de diseño
en la naturaleza con el principal personaje de la Biblia o incluso con alguna
versión debilitada de este Dios bíblico. Hume sostiene que aún en el caso
de que pudiera ser inferido un diseñador a partir de la
252 DISEÑO I N T E iGENf
L

apariencia de diseño en la naturaleza, sería imposible inferir su bond^ su


sabiduría y su pluralidad (si es que hubiera más de uno). '
Las inferencias de diseño basadas en las supuestas manifestaciones d@
éste en la naturaleza tienen que ser modestas. Hume no fue el único ea
exigir tal modestia. Immanuel Kant sostiene que lo más que el argumenta
del diseño podría inferir sería la existencia de un diseñador responsable de
los diversos diseños dentro de la naturaleza, pero no un Dios creado* que
fuera el responsable de la naturaleza como tal (véase el capítulo siete).
Incluso Tomás de Aquino admite la necesidad de modestia en el
razonamiento del diseño. Así en la Suma contra gentiles escribe:

Por su razón natural, el hombre es capaz de llegar a un cierto


conocimiento de Dios. Pues al ver que las cosas naturales siguen
sus respectivos cursos de acuerdo con un orden fijado, y puesto
que no puede haber orden sin una causa del orden, los hombres
perciben en su mayor parte que hay un ser que ordena las cosas
que nosotros vemos. Pero quién o de qué tipo pueda ser esta causa
de orden, o si sólo hay una, no puede ser deducido a partir de esta
consideración general.

Santo Tomás no está hablando aquí de filosofía primera o metafísica,


sino simplemente observando que nuestra razón natural infiere fácilmente
una especie de «ordenador» o «diseñador» detrás de la naturaleza. Tomás
llama «Dios» a este diseñador, aunque aquí está hablando claramente de
manera muy poco rigurosa —pues para él, la naturaleza e incluso la
pluralidad de tal diseñador no podrían ser establecidas estudiando
simplemente el mundo que nos rodea.
En sus Diálogos sobre la religión natural, sin embargo, Hume no se
contenta con recomendar simplemente modestia en el tratamiento de los
argumentos sobre el diseño, pues ataca incluso la inferencia más modesta
de un diseñador no especificado. Una de sus principales críticas dice que,
en el mejor de los casos, el diseño no es más que un débil argumento
extraído por analogía. Su otra crítica principal dice que el diseño es endeble
como generalización inductiva. Ninguna de estas dos críticas es acertada.
Consideremos la primera, que considera al diseño como un débil
argumento basado en la analogía. El problema de los argumentos por
analogía es que igualmente pueden ser considerados como argumentos
por des-analogía. Ciertamente, si no se diera la desanalogía, no habría
necesidad de argumentar a partir de la analogía, puesto que en tal caso
estaríamos hablando de cosas que son idénticas
11

- Reid y signos de inteligencia 253

meramente análogas. (Las cosas análogas en todos los respectos


idénticas).
argumentos que proceden por analogía sostienen que dos cosas
-parten una cierta característica porque comparten también algunas
(que son las que constituyen la base de la analogía). Por ejemplo,
Aeremos un reloj y un organismo. Sabemos que el reloj es un objeto
»do. También sabemos que los relojes y los organismos comparten
, características (como la interdependencia funcional de sus partes,
_ptación de medios a fines, la autopropulsión, etc).. Dados estos ras-
eompartidos, ¿es legítimo concluir que los organismos son diseñados?
problema está en que los relojes y los organismos difieren también en
as otras características. Los relojes están hechos de metal y cristal; los
jfcganismos no. Los organismos se reparan a sí mismos; los relojes no. La
¿gestión crucial es, por tanto, si el diseño inteligente es una característica
impartida por los relojes y los organismos (como la interdependencia
funcional de sus partes) o una característica que los separa (como la auto-
leparación). Según Hume, no hay manera de decidir simplemente sobre
fo base de tal información analógica y des-analógica.
Pero incluso así, hay un modo de reforzar el argumento por analogía,
que consiste en sostener que, en nuestra experiencia, las propiedades
compartidas por los objetos examinados no se han presentado nunca
divorciadas de la característica en cuestión. Supongamos que los objetos
son relojes y organismos y que la característica en cuestión es el diseño.
Si se pudiera mostrar que las propiedades compartidas por relojes y or-
ganismos — como la dependencia funcional de sus partes, la adaptación
de medios a fines y la auto-propulsión— han sido siempre en nuestra ex-
periencia el resultado de la obra de una inteligencia diseñadora, entonces
sería razonable, en tanto que generalización inductiva, concluir que los
érganismos, al igual que los relojes, son diseñados. Esquemáticamente,
el argumento discurriría como sigue (siendo PlX P2 y P3 las premisas y C
la conclusión):
Pp Los relojes son diseñados.
P2: Tanto los relojes como los organismos exhiben una interdepen-
dencia funcional de sus partes, una adaptación de medios a fines, y Ótros
rasgos comunes.
P3: No existe ninguna instancia conocida en la que un objeto exhiba
interdependencia funcional de partes, adaptación de medios a fines, etc.,
Sin que el tal objeto sea diseñado.
C: Por tanto, los organismos son también diseñados.
254 D ISEÑO IN T E LIG ENTj

Aunque la reestructuración del argumento del diseño como generali-


zación inductiva lo convierte en un argumento válido por analogía, esta
transformación casa mal con la segunda objeción de Hume. Ni Hume ni
la tradición humeana admiten este tipo de generalizaciones inductivas El
problema es que estas generalizaciones inductivas están basadas al parecer
en la experiencia pasada. Y aunque poseamos la experiencia pasada de
relojes que han sido diseñados, Hume contestaría que n© poseemos
experiencia alguna de organismos o, para lo que aquí nos inte- resa, de un
universo en el que fueran diseñados. Los actuales discípulos de Hume
coinciden con él. Robert Pennock, por ejemplo, observa que las inferencias
de diseño han de estar «basadas en tipos conocidos de procesos causales»
(«The Wizards of ID», Intelligent Design Creationism, MIT Press, 2001).
Pennock sostiene por tanto que las inferencias de diseño se hacen más y
más débiles a medida que los procesos causales subyacentes son menos
conocidos.
Cuando los arqueólogos seleccionan alguna cosa como arte-
facto o sugieren posibles objetivos de un objeto desconocido que
acaban de excavar, pueden obrar así porque ya poseen algún
conocimiento de los procesos causales implicados e igualmente
tienen ya una cierta idea del abanico de fines que podrían ser
relevantes. Pero resulta más difícil operar con ese concepto cuando
se habla de inteligencia extraterrestre, y más difícil todavía cuando
entra en juego la posibilidad de la inteligencia animal o de la de
una máquina. Pero tan pronto se intenta pasar de los agentes
naturales a los sobrenaturales y a poderes como los que los
creacionistas desean, el «diseño» pierde toda conexión con la
realidad, como sabemos o podemos saber científicamente.
Y para Pennock, y en general para sus colegas huméanos, lo que es
cognoscible científicamente, es absolutamente cognoscible (Recuérdese
que Hume condenó la metafísica a las llamas).
Wesley Elsberry y John Wilkins vienen a decir esencialmente lo
mismo. Según ellos, hay «dos tipos de diseño —el tipo ordinario basado
en el conocimiento de la conducta de los diseñadores, y el diseño
"rarificado" que se basa en una inferencia desde la ignorancia tanto de las
posibles causas de las regularidades como de la naturaleza del diseñador»
(véase «The Advantages of Theft over Toil: The Design Inference and
Arguing from Ignorance», en Biology and Philosophy, vol. 16, 2001). Según
esto, una inferencia que descubra diseño por el mero hecho de
255
Mume>, Reid y signos de inteligencia

¿etectar ciertas características de un objeto sin saber nada de su historia


gáusal subyacente, no puede inferir diseño ordinario sino solamente di-
gpfio rarificado. Para Elsberry y Wilkins, el concepto de diseño rarificado
gignifica la atribución de diseño basada en una ausencia de alternativas
l^turalistas, con lo cual el diseño así obtenido será meramente un tapa-
agujeros de la ignorancia.
Estas objeciones de Pennock, Elsberry y Williams son típicas de la
^adición inductiva humeana. Según esta tradición, para conocer que fp
objeto es diseñado, tenemos que saber primeramente algo sobre el
ijfagfíador. Puesto que la tradición humeana está comprometida con el
pnpirisnu)/ el primer requisito necesario es la experiencia observacional
directa del diseñador o de algo semejante (lo cual implica que el disecador
sea un ser físicamente encarnado). Del mismo modo, necesitamos también
saber algo sobre las capacidades del diseñador para producir él diseño. Y
finalmente necesitamos conocer algo sobre los propósitos y motivos del
diseñador, pues, en caso contrario, ¿cómo podríamos predecir que un
diseñador estuviera dispuesto a producir un determinado diseño? Como
Elsberry y Wilkins afirman, el diseño dentro de la tradición inductiva
humeana es una «forma de regularidad causal que puede ser aducida para
explicar que la probabilidad de un efecto sea alta, y que depende de una
serie de teorías fundamentales y de las pretensiones de conocimiento de los
diseñadores».
Todas estas restricciones a la inferencia de diseño son, sin duda, muy
convenientes para mantener a raya a los diseñadores inaceptables para el
naturalismo. Ciertamente, no hay posibilidad alguna de que un diseñador
trascendente atraviese esta puerta una vez que se acepta este marco
inductivo humeano para el diseño razonado. Mas, en primer lugar, ¿por
qué tendríamos que aceptar este marco? Esta exigencia parece más bien un
entrenamiento en argumentos artificiosos. Consideremos la investigación
sobre inteligencia extraterrestre (SETI). Si recibiéramos una señal por radio
procedente del espacio exterior que representara una larga secuencia de
números primos (como ocurre en la película Contad), sabríamos que nos
encontrábamos ante una inteligencia —sin duda, los investigadores de
SETI bailarían de alegría por las calles, el New York Times lo anunciaría a
bombo y platillo, y los Premios Nobeles lloverían sobre el grupo SETI).
Mas ¿qué es lo que conoceríamos exactamente sobre la inteligencia
responsable de esa señal? Supóngase que todo lo que poseíamos era esa
señal representativa de la secuencia de números primos. ¿Conoceríamos
256 D ISEÑO INTEE ICENTE Hume, Reid y signos de inteligencia 257

con esto algo sobre los propósitos de esa inteligencia y sus motivos para ni siquiera tenemos que saber que el reloj es un instrumento para medir
enviar la serie de primos? ¿Conoceríamos algo sobre la tecnología el tiempo. Los arqueólogos desentierran a veces herramientas cuya
empleada? ¿Conoceríamos algo sobre su estructura física? ¿Sabríamos función desconocen, pero aún así realizan razonablemente la
siquiera que era física? Nuestra evidencia de diseño sería en este caso inferencia de que esas cosas son de hecho herramientas. («Testability»,
enteramente circunstancial. Nos encontraríamos confrontados con un

I
1999 presidential addres to the American Philosophical Association).
efecto pero incapaces de remontarnos hasta su causa.
Consideremos otro ejemplo aún más extremo. Imaginemos un me- * En tanto que ligado a la tradición inductiva humeana, Sober piensa q&e
canismo que emite ceros y unos y que nuestra mejor ciencia nos dice que todo nuestro conocimiento del mundo es una extrapolación de la
se trata de bits independientes e idénticamente distribuidos con una ®fcperiencia pasada. Así pues, para que el diseño sea explicativo, debe
probabilidad uniforme. (El mecanismo es por tanto una especie de gücajar con nuestras preconcepciones; y si no encaja con ellas será porque
máquina tragaperras idealizada). Observemos que la mecánica cuántica carece de justificación empírica. Según Sober, para predecir lo que un
nos ofrece un mecanismo de este tipo bajo la forma de un disparo de diseñador haría tendríamos que examinar la experiencia pasada y
fotones contra un filtro polarizador cuyo ángulo de polarización es de 45 determinar lo que los diseñadores del pasado hicieron de hecho. Y sin
grados en relación con la polarización de los fotones: la mitad de los fotones embargo su comentario sobre relojeros y relojes desmiente esta opinión,
atravesarán el filtro y contarán como «uno»; los otros no lo atravesarán y püesto que él mismo admite que nosotros podríamos saber que los relojes
contarán como «cero»). Ahora bien, ¿qué ocurriría si una vez controlada eran diseñados incluso sin saber nada sobre relojeros, y que esos misteriosos
toda posible interferencia física con este mecanismo, la cadena de bits por instrumentos eran diseñados aunque desconociéramos la existencia de sus
él emitida produjera un archivo de texto escrito en código ASCI que fabricantes o incluso la función precisa de tales instrumentos. Dentro de la
resolviera famosos problemas matemáticos, explicara la curación del tradición inductiva humeana, los diseñadores se encuentran en el mismo
cáncer, y delineara tecnologías hasta ahora inimaginables? El producto de barco que las leyes naturales, con su poder explicativo localizado en una
este mecanismo sería por tanto no sólo diseñado (lo cual obviamente es), extrapolación de la experiencia pasada. Con seguridad, los diseñadores, al
sino que superaría también a todo diseño humano conocido. Pero nuestra igual que las leyes naturales, pueden comportarse de manera predecible.
mejor ciencia se muestra incapaz de ofrecer incluso una explicación causal (Los diseñadores instituyen a menudo políticas que otros diseñadores
del modo en que este diseño fue creado. Según la lógica de Hume, obedecen obligatoriamente). Pero a diferencia de las leyes naturales, que
tendríamos que encogernos de hombros y exclamar, «¡Dios santo, esto no
son universales y uniformes, los diseñadores son también innovadores. La
es producto de la naturaleza!»
innovación, la emergencia de verdadera novedad, escapa a lo que es
Pero el hecho es que nosotros inferimos diseño repetida y fiablemente
predecible. Y de esto se sigue por tanto que el diseño no puede ser
sin conocer las características del diseñador o sin ser capaces de afirmar lo
subsumido dentro de un marco inductivo humeano. Los diseñadores son
que un diseñador puede hacer. En sus momentos de debilidad, los
inventores. No podemos predecir lo que haría un inventor antes de haberse
discípulos de Hume admiten esto. Tomemos a Elliott Sober. Antes de
manifestado como tal.
admitir el diseño inteligente en biología, Sober desea conocer las carac-
Pero el problema es aún más profundo. La inducción humeana no sólo
terísticas del diseñador, la evidencia independiente de la existencia de tal
es incapaz de domeñar el carácter impredecible del diseño, sino que
diseñador y el tipo de sistemas biológicos que puede esperarse de él. Según
tampoco puede explicar cómo reconocemos el diseño a primera vista. Sober,
Sober, si el teórico del diseño se muestra incapaz de responder a estas
por ejemplo, considera que la hipótesis del diseño en biología es estéril e
cuestiones, entonces el diseño inteligente es inestable y por tanto inútil para
inestable porque se muestra incapaz de adjudicar una probabilidad
la ciencia. Pero en una nota a pie de página que merece formar parte del
comprobable a las proposiciones biológicamente interesantes. Pero
texto principal, Sober admite:
tomemos un ejemplo diferente, digamos de la arqueología, en el 9ue una
Para inferir un relojero a partir del reloj tenemos que conocer hipótesis de diseño relativa a ciertos aborígenes predice unos
exactamente lo que el relojero tenía en mente; ciertamente,
258 D ISEÑO INTELIG ENTE

determinados artefactos, por ejemplo puntas de flecha. Tal hipótesis de


diseño sería comprobable, según la exposición de Sober, y por tanto
aceptable para la ciencia. Pero ¿qué tipo de conocimiento arqueológico de
fondo habría que introducir en esa hipótesis para convertirlo en portavoz
veraz de las puntas de flecha? Como mínimo, tendríamos que haber tenido
una pasada experiencia con tales puntas. Y ¿qué nos haría reconocer que
las puntas de flecha de nuestra experiencia pasada eran diseñadas? ¿Acaso
vemos a los seres humanos actuales manufacturando esas puntas? Y de ser
así, ¿cómo sabríamos que esos hombres estaban actuando
deliberadamente como agentes diseñadores y no meramente golpeando al
azar trozos de roca? (La carpintería y la escultura entrañan diseño; pero no
ocurre así con el mero hecho de golpear y fragmentar esos trozos, pese a
que son tareas realizadas por agentes inteligentes). Como se desprende de
esta línea de razonamiento, la inducción necesaria para reconocer diseño
no podría ser nunca iniciada. Así pues, nuestra capacidad para reconocer
diseño tiene que surgir con independencia de la inducción y, por tanto, al
margen de un marco inductivo humeano.
Éste fue precisamente el punto de partida de Reid, y al hacerlo así
demolió de una vez por todas la inducción humeana en tanto que aplicada
al diseño. En 1780, sólo un año después de la publicación de los Dialogues
Concerning Natural Selection, Reid pronunció una serie de conferencias
sobre teología natural en Glasgow (reimpreso en Lectures on Natural
Theology, University Press of America, 1981). En aquellas conferencias
observaba,

Ningún hombre ha visto jamás a la sabiduría [léase «diseño» o


«inteligencia»], y si no [infiere sabiduría] a partir de los signos de
ella, no puede extraer conclusión alguna sobre ningún aspecto de
sus congéneres. ¿Cómo podría yo saber que algunos de los
presentes en esta audiencia tienen entendimiento? Sólo por los
efectos de éste en sus hábitos y su comportamiento, y esto me lleva
a suponer que tal comportamiento procede únicamente del
entendimiento. Pero dice Hume, a menos que usted lo conozca por
experiencia, usted no conoce nada de él. Si éste fuera el caso, jamás
podría yo saberlo en absoluto. De aquí parece seguirse que todo el
que mantenga que no hay ninguna fuerza en el argumento que
procede por causas finales [diseño], está negando la existencia de
todo ser inteligente salvo la de él mismo. La evidencia que tiene de
la sabiduría e inteligencia de Dios es la
Hume, Reid y signos de inteligencia 259

misma que la que tiene de su padre, hermano o amigo. En ambos


casos las infiere a partir de sus efectos, y estos efectos los descubre
él tanto en uno como en los otros. ... A partir de las señales de
sabiduría y de inteligencia en los efectos, puede ser inferida una
causa sabia e inteligente.

Vi Según Reid, atribuimos diseño como una inferencia que parte de 'gnos
de inteligencia (o «a partir de las señales de sabiduría y de inteligencia en
los efectos», como él mismo dice). No penetramos en la mente ■fie los
diseñadores y por ello le atribuimos diseño. Lo que hacemos es más bien
reconocer su inteligencia examinando los efectos de sus acciones y
determinando si esos efectos muestran signos de inteligencia. Según esto,
cuando nos proponemos atribuir diseño sobre la base de una inducción,
hemos presupuesto ya una capacidad para identificar el diseño con
independencia de la inducción.
Tomemos a un antropólogo que observa a un isleño nativo golpeando
una piedra. ¿Es este nativo un fabricante de puntas de flecha y por tanto un
diseñador? Si nuestro antropólogo estuviera viendo al nativo aporrear la
piedra con una segunda roca ideal para fabricar puntas de flecha mientras
observaba muy atentamente la piedra, eso no probaría por sí mismo que el
nativo estuviese diseñando alguna cosa. Incluso aunque el nativo, tras
descubrir al antropólogo, comenzara a disertar en un exquisito inglés sobre
el antiguo arte de fabricar puntas de flecha, el antropólogo seguiría sin saber
que la piedra que estaba siendo golpeada era un objeto diseñado, y mucho
menos una punta de flecha. Si durante aquella exquisita conferencia, el
antropólogo mirara hacia el suelo y descubriera que la piedra había sido
golpeada hasta ser reducida a polvo que luego dispersó el viento, por todo
lo que el antropólogo pudo recoger de este polvo al parecer inútil, el nativo
podría haber estado golpeando las piedras meramente para aliviar sus
frustraciones. Si, por otra parte, el antropólogo dirigiera su mirada al suelo
después de la exquisita conferencia del nativo y encontrara una magnífica
punta de flecha digna de un rey, este hecho demostraría, mejor que los
movimientos o las palabras del nativo, que el objeto producido era de hecho
un objeto diseñado y que el nativo era realmente un fabricante de puntas de
flecha, y por tanto un diseñador.
En resumen, reconocemos a la inteligencia por sus efectos, no por una
percepción directa de ella. Un ser humano que continuamente masculla la
misma serie de sílabas sin sentido no muestra inteligencia alguna y
260 D ISEÑO IN TELIGM

no aporta ninguna justificación para que se le atribuya diseño. El ra


namiento del diseño es un razonar de efecto-a-causa: se comienza los
efectos en el mundo físico que exhiben signos claros de intelig e y a partir
de estos signos se infiere una causa inteligente. Ninguna las dos
principales críticas de Hume contra el diseño son por concluyentes. La
inducción es ciertamente un marco analítico eqt cado para inferir diseño.
Y el tratamiento de Hume de las inferenc de diseño que implican
analogías defectuosas está mal concebido, signos de inteligencia que
aparecen en los artefactos humanos y en sistemas biológicos no son
meramente análogos. Son isomórficos, que en cada uno de ellos
encontramos exactamente la misma forma ét complejidad especificada.
La misma idea de que pudiera haber algo así como un signo de
inteligencia (y mucho menos que pudiera transmitirse precisión analítica
por la vía de la complejidad especificada) es anatema para la tradición
inductiva humeana. Pero como mostró Reid, aunque los signos de inte-
ligencia puedan ser captados y confirmados por la experiencia, nuestra
habilidad para reconocerlos no puede tener su origen en la experiencia.
Esta habilidad está profundamente implantada en nosotros como parte de
la racionalidad humana. Es, como diría Alvin Plantinga, parte de nuestra
«propia función». Hume y sus seguidores ejercitan día a día esa función
propia justamente como cualquier otra persona. Lo nuevo en el diseño
inteligente contemporáneo es que añade precisión analítica a nuestro
entendimiento de estos signos de inteligencia. Dentro de la teoría del
diseño inteligente, los signos de inteligencia son contabilizados como
complejidad especificada, lo cual se toma como instrumento analítico para
enjuiciar científicamente si el diseño está realmente presente en una
variedad de fenómenos.
I SE ÑO POR ELIMINACION
VERSUS D I S E Ñ O
OR COMPARACIÓN
¿Cómo se infieren adecuadamente las
hipótesis de diseño: eliminando sin más las
hipótesis de azar o comparando la
verosimilitud del azar y las hipótesis de
diseño?

EN EL FONDO DE ESTA CUESTIÓN SUBYACEN dos enfoques radicalmente distintos sobre


nuestros métodos de razonamiento concernientes a hipótesis de azar, uno
de ellos amistoso para el diseño inteligente y el otro Uto tanto. El enfoque
amistoso, debido a Ronald Fisher, rechaza una .hipótesis de azar cuando
una determinada muestra de datos aparece en una región de rechazo
especificada de antemano. El enfoque menos ■amistoso, debido a Thomas
Bayes, rechaza una hipótesis azar cuando Otra hipótesis alternativa da a los
datos en cuestión una probabilidad mayor que la que les daba la hipótesis
original. En el enfoque de Fisher, las hipótesis de azar son rechazadas sin
más cuando tornan demasiado improbables los datos en cuestión. En el
enfoque bayesiano, las hipótesis de azar quedan eliminadas si hay alguna
otra hipótesis que haga más probables esos datos. Mientras que el enfoque
fisheriano pone el énfasis en la eliminación, en el bayesiano el énfasis se
centra en la comparación. Los dos enfoques son incompatibles, y la propia
comunidad científica se encuentra profundamente dividida respecto a la
adopción de uno u otro como canon correcto para una racionalidad
estadística. La diferencia entre uno y otro refleja una profunda divergencia
en las intuiciones fundamentales sobre la naturaleza de la racionalidad
estadística y en particular sobre lo que ha de ser considerado como
evidencia estadística.
262
DISEÑO
1
INTELIGENTE

La crítica más influyente acusa a la complejidad especificada de


inclinarse por el lado equivocado de la división a la que acabo de alu-
dir. Los que esgrimen esa crítica sostienen, en concreto, que el uso de
la complejidad especificada para inferir diseño presupone un enfoque
eliminativo fisheriano del razonamiento con hipótesis de azar, cuando
el enfoque correcto en tales casos debería ser el comparativo bayesiano.
La figura más sobresaliente de esta crítica es Elliott Sober. Otros inves-
tigadores han formulado igualmente esta misma crítica, e incluso otros
muchos la han considerado además como una refutación decisiva de la
complejidad especificada como signo de inteligencia.
En nuestra respuesta a estas críticas, comencemos por un examen de
la realidad. A menudo, cuando la literatura bayesiana trata de justificar los
métodos bayesianos frente a los fisherianos, los autores no tienen reparos
en observar que los métodos de Fisher dominan el mundo científico. Por
ejemplo, Richard Royall (quien, hablando estrictamente, parece más un
teórico de la verosimilitud que un bayesiano, aunque esta distinción no es
esencial para la presente discusión) escribe: «Los tests de hipótesis
estadísticas, tal como habitualmente son utilizados para analizar y ofrecer
los resultados de estudios científicos, no proceden ... por la vía de optar
entre dos [o más] hipótesis especificadas propuestas ... [sino que adoptan]
un procedimiento más común» (Statistical Evidence:
A Likelihood Paradigm, Chapman & Hall, 1997). A continuación Royall
expone ese procedimiento común, que exige especificar una sola hipótesis
de azar, utilizar un test estadístico para identificar una región de rechazo,
verificar si la probabilidad de esa región de rechazo bajo la hipótesis de
azar está por debajo de un nivel dado de trascendencia, determinar si una
muestra concreta (los datos) está dentro de esa región de rechazo y, si lo
está, rechazar la hipótesis de azar. Dicho en otras palabras, las ciencias
siguen a Fisher y no a Bayes en su metodología estadística. Pero en su obra
Scientific Reasoning: The Bayesian Approach, Colin Howson y Peter Urbach
admiten, sin embargo, la innegable popularidad del método bayesiano
entre los científicos de este área.
Pero ¿es, entonces, que la mayoría de los científicos son estúpidos o
negligentes cuando adoptan un enfoque fisheriano para el razonamiento
científico? Para responder a esta pregunta examinaremos dos ejemplos
prototípicos de empleo de métodos fisherianos y bayesianos. Una vez
analizados uno y otro, podremos ver mejor los defectos de cada uno.
Comencemos con un ejemplo de razonamiento fisheriano. El enfoque de
Fisher elimina las hipótesis de azar aisladamente, así pues sólo
Diseño por eliminación versus diseño por comparación 263

tendremos que considerar una única hipótesis de azar por eliminación.


Tomemos una particularmente simple, por ejemplo la hipótesis de azar que
caracteriza la tirada de una moneda normal. Para comprobar si la moneda
está trucada para que arroje cara (por tanto no es legal), áe puede establecer
una región de rechazo de diez caras en una fila y luego arrojar la moneda
diez veces. Según el enfoque de Fisher, si la moneda consigue diez caras en
una fila, entonces estamos totalmente justificados para rechazar la hipótesis
de azar. La improbabilidad de mear diez caras en una fila, suponiendo la
legalidad de la moneda, es ¿fe aproximadamente una por mil (es decir, de
.001).
Para ilustrar el enfoque bayesiano, consideremos el siguiente escenario
probabilista. Imaginemos dos monedas, una de ellas normal y la otra tru-
cada. Supongamos que la probabilidad de que la moneda trucada arroje
cara es del 90 por ciento. En conexión con este escenario, imaginemos
también una urna gigante con un millón de bolas de igual tamaño en su
interior, todas ellas blancas a excepción de una que es negra. Imaginemos
ahora que se extrae al azar una sola muestra de la urna y que si la bola
seleccionada es blanca (lo cual es abrumadoramente probable), arrojamos
la moneda normal diez veces; pero si la bola extraída fuera negra arro-
jaríamos diez veces la moneda trucada. Imagine ahora el lector que todo lo
que él ve es que se lanza diez veces una moneda y que ésta arroja diez caras.
La probabilidad de que una moneda normal consiga diez caras en una fila
es aproximadamente de .001 (una entre mil). Pero la probabilidad de
conseguir diez caras con una moneda trucada es aproximadamente de .35
(poco más de una por cada tres). En la literatura bayesiana, estas
probabilidades son conocidas como verosimilitudes.
Así pues, ¿cuál ha sido la moneda arrojada en este último caso, la
normal o la trucada? Si nos guiáramos solamente por la verosimilitud,
tendríamos que decir que la moneda era trucada; ciertamente, es mucho
más verosímil que aparezcan diez caras seguidas con la moneda trucada
que con la normal. Pero esta respuesta no basta. El problema es que las
monedas a arrojar tienen ya de por sí lo que la literatura bayesiana llama
una probabilidad anterior o a priori. Esta probabilidad previa hace mucho más
verosímil que la moneda arrojada haya sido la normal y no la trucada. La
moneda normal tiene una probabilidad a priori de .999999 de ser lanzada
(porque esa es la probabilidad de que lo que se extraiga de la urna sea una
bola blanca), mientras que la moneda trucada tiene una probabilidad a
priori de .000001 de ser lanzada (porque es la única bola negra a seleccionar
entre las restantes candidatas en la urna).
264 DISEÑO INTE LIGENTB

Para decidir qué moneda ha sido la arrojada, estas probabilidades a


priori tienen que ser introducidas en las verosimilitudes anteriormente
calculadas. Y para ello hay que calcular lo que en la literatura bayesiarta se
conoce como probabilidades posteriores o a posteriori (que se calculan
utilizando el teorema de Bayes). Se ha observado que la probabilidad a
posteriori de que una moneda normal arroje diez caras es de .99%t mientras
que la probabilidad a posteriori de que la moneda trucada produzca diez
caras es de .0004. Dado el escenario probabilista de las dos monedas y de
la urna antes descrito, es por tanto mucho más probable que se lance la
moneda normal que la trucada. Y éste es el caso incluso aunque el resultado
observado de diez caras tomado por sí mismo sea más consistente con la
moneda trucada que con la normal.
Dadas estas concretas y claras ilustraciones de los enfoques fishe- riano
y bayesiano, cabría preguntarse cuál podría ser el problema con uno y otro.
Como muestran estos ejemplos, los dos enfoques parecen ser
eminentemente razonables dadas las cuestiones que debían resolver. Sin
embargo, ambos enfoques plantean serios problemas conceptuales cuando
se enfrentan con cuestiones más profundas. En lo que queda de este
capítulo, me propongo describir los problemas conceptuales que plantea el
enfoque fisheriano e indicar de qué modo mi tratamiento de la complejidad
especificada ayuda a resolverlos. A continuación, describiré los problemas
conceptuales que comporta el enfoque bayesiano e indicaré la razón de que
estos problemas lo hagan inadecuado como modelo general de
racionalidad estadística. En particular, mostraré de qué modo el enfoque
fisheriano puede tornarse lógicamente coherente y por qué el enfoque
bayesiano, cuando funciona (cosa que no sucede muy a menudo), tiene que
presuponer de hecho el enfoque fisheriano.
Así pues, ¿cuáles son los problemas del enfoque fisheriano, y de qué
modo puede ayudar a resolverlos mi propio trabajo sobre la complejidad
especificada? Esquemáticamente, el enfoque fisheriano discurre más o
menos así: Hay una hipótesis de azar definida con respecto a una clase de
referencia de posibilidades. Igualmente hay una región de rechazo extraída
de esa clase de referencia. Supuesta la hipótesis de azar y la existencia de
una región de rechazo, se toma entonces una muestra de la clase de
referencia de posibilidades. Si este hecho (la muestra o los datos) cae dentro
de la región de rechazo, y si la probabilidad de esa región de rechazo con
respecto a la hipótesis de azar es lo suficientemente pequeña, entonces
queda rechazada la hipótesis de azar. Para comprobarlo intuitivamente,
pensemos en un disparo de flecha contra
•eño por eliminación versus diseño por comparador 265

a gran valla que muestra un blanco fijado en ella. La valla define clase
de referencia de posibilidades (todos los lugares en los que la \jgecha se
podría alojar), y el blanco corresponde a la región de rechazo, suponemos
que dar en el blanco (o sea, que la muestra caiga en la -ión de rechazo)
tiene para la flecha una probabilidad suficientemente :ueña, entonces la
hipótesis de azar queda rechazada. En nuestro .terior ejemplo del juego de
la moneda, la clase de referencia estaba lada por todas las posibles
secuencias de caras y cruces, la región de ■’hazo eran todas las secuencias
que empezaban con diez caras en una *, la muestra, una secuencia de diez
caras en una fila, y la hipótesis ée azar la presunción de una moneda
normal.
¿Hay algo equivocado en este cuadro? Aunque esta descripción se ha
mostrado bastante eficaz en la práctica, Fisher ha olvidado algo deseable en
la formulación de su construcción. Tres son las principales dificultades: en
primer lugar, ¿cómo precisar lo que significa que una región de rechazo
tenga una probabilidad «suficientemente pequeña» con respecto a una
hipótesis de azar? En segundo, ¿cómo hay que caracterizar las regiones de
rechazo a fin de que una hipótesis de azar no quede automáticamente
rechazada en un caso en el que realmente esté interviniendo? Y en tercero,
¿por qué una muestra situada en una región de rechazo tendría que ser
contada como evidencia en contra de una hipótesis de azar?
La primera cuestión es usualmente establecida en términos de fijar un
«nivel de importancia». El nivel de importancia prescribe un grado de
improbabilidad por debajo del cual la región de rechazo elimina una
hipótesis de azar cuando la muestra está por debajo de ese grado. Los
niveles de importancia en las ciencias sociales tienen usualmente un peso
de .05 o .01. Mas ¿de dónde provienen estas cifras? De hecho, son
enteramente arbitrarias. Esta arbitrariedad ha acompañado al enfoque
fisheriano desde el principio. No obstante, hay un modo de evitarla.
Consideremos nuevamente nuestro ejemplo de arrojar una moneda
diez veces y conseguir diez caras en una fila. La región de rechazo, que
refleja esta secuencia de tiradas de moneda, establece por tanto un nivel de
importancia de .001. Si conseguimos diez caras en una fila, podremos
considerar por tanto este resultado como evidencia en contra de la nor-
malidad de la moneda. Pero ¿qué sucede si no tiramos la moneda diez veces
en una sola sesión, sino que la arrojamos diez veces en múltiples ocasiones?
Si su comportamiento fuera enteramente el que uno esperaba de una
moneda normal la mayoría de las veces en que la arrojásemos,
266
1
DISEÑO INTELIGENTE

en las pocas ocasiones en que observáramos diez caras en una fila no


tendríamos razón alguna para sospechar que la moneda estaba trucada
puesto que las monedas normales, si se las arroja un suficiente número de
veces, pueden producir secuencias de tiradas en la que alguna de ellas
muestre diez caras en una fila. La fuerza de la evidencia en contra de una
hipótesis de azar cuando una muestra cae dentro de una región de
rechazo, depende por tanto de la cantidad de muestras que se tomen o
que puedan haberse tomado. Estas muestras constituyen lo que y0 llamo
recursos de replicación. Cuanto más numerosas sean las muestras mayores
serán estos recursos.
Los niveles de importancia tienen, por tanto, que ser incluidos en los
recursos de replicación si las muestras que reproducen esos niveles van a
contar como evidencia en contra de la hipótesis de azar. Pero esto no basta.
Además de contribuir al aumento de los recursos de replicación, los niveles
de importancia tienen que multiplicar también lo que yo llamo recursos de
especificación: la región de rechazo sobre la cual hemos especificado las diez
caras en una fila. Pero si las muestras situadas dentro de esta región de
rechazo pudieran contar como evidencia en contra de la normalidad de la
moneda, entonces las muestras que cayeran dentro de otras regiones de
rechazo contarían igualmente como evidencia en contra de que la moneda
fuese normal. Por ejemplo, consideremos la región de rechazo que
especifica diez cruces en una fila. Por simetría, las muestras que cayeran
dentro de esta región de rechazo deberían contar como evidencia en contra
de la normalidad de la moneda, al igual que lo harían las muestras situadas
en la región de rechazo que especifica diez caras en una fila.
Pero si éste es el caso, ¿qué impide entonces que el rango entero de
posibles tiradas de moneda sea engullido por regiones de rechazo tales que,
con independencia de la secuencia de tiradas observada, acabe siempre
cayendo en alguna región de rechazo y pueda contar por tanto como
evidencia en contra de la moneda normal? Dicho de manera más general,
¿qué es lo que impide que una clase de referencia de posibilidades sea
dividida en una colección exclusiva y exhaustiva de regiones de rechazo de
manera tal que toda muestra caiga siempre en una de esas regiones de
rechazo y cuente por tanto como evidencia en contra de cualquier hipótesis
de azar?
El modo de soslayar este peligro consiste en limitar las regiones de
rechazo a aquellas que puedan ser caracterizadas por modelos de baja-
complejidad. (Tal limitación se aplica implícitamente cuando se
Diseño por eliminación versus diseño por comparación 26 7

emplean en la práctica métodos fisherianos). Las regiones de rechazo, y más


generalmente las especificaciones, corresponden a sucesos, por lo cual
tienen una probabilidad asociada o complejidad probabilista. Pero las
regiones de rechazo son también modelos, y como tales tienen una
complejidad asociada que mide el grado de complicación de los modelos, o
lo que yo llamo su complejidad de especificación. Típicamente, esta forma de
complejidad corresponde a una medida de comprensibilidad de
Kolmogorov o descripción de longitud mínima. (Cuanto más corta sea la
descripción, más baja será la complejidad de especificación. Véase
www.mdl-research.org). He resumido estos dos tipos de complejidad en el
capítulo diez. Obsérvese que la complejidad de especificación surge de
manera muy natural: no es un constructo artificial o ad hoc diseñado
simplemente para apuntalar el enfoque fisheriano. Más bien ha estado
siempre implícitamente presente ayudando a florecer al enfoque de Fisher
pese al inadecuado bagaje teórico con que el propio Fisher lo ha arropado.
Los recursos de replicación y de especificación constituyen conjunta-
mente lo que yo llamo recursos de probabilidad. Estos recursos resuelven las
dos primeras dificultades (más arriba expuestas) relativas al enfoque
fisheriano del razonamiento estadístico. Específicamente, los recursos de
probabilidad nos permiten establecer niveles de importancia racionalmente
justificados y limitar el número de especificaciones, impidiendo con ello que
las hipótesis de azar sean eliminadas de grado o por fuerza. Los recursos de
probabilidad proporcionan por tanto un fundamento racional al enfoque
fisheriano del razonamiento estadístico. Y lo que es más, la estimación de
los recursos de probabilidad disponibles en el universo físico conocido, nos
permite establecer un nivel de importancia que está justificado con
independencia de los recursos de probabilidad en cualquier circunstancia
dada. Tal nivel de importancia independiente-de- contexto es así
umversalmente aplicable y responde definitivamente a lo que para un nivel
de importancia significa ser «suficientemente pequeño» con independencia
de toda circunstancia. Para una estimación conservadora de este nivel de
importancia, conocido como límite de probabilidad universal, véase el capítulo
diez. Para los detalles sobre la colocación del enfoque fisheriano del
razonamiento estadístico sobre un fundamento racional firme, véase el
capítulo dos de mi libro No Free Lunch.
Y esto lleva a la tercera dificultad relativa al enfoque fisheriano del
razonamiento estadístico: ¿por qué una muestra que cae en una región de
rechazo (o, de manera más general, un resultado que concuerda con
1
268 DISEÑO INTELIGENTE

una especificación) tendría que contar como evidencia en contra de una


hipótesis de azar? Una vez que admitimos que el enfoque fisheriano ha de
ser lógicamente coherente y que este enfoque puede eliminar hipótesis de
azar individualmente simples una vez que se comprueba que las muestras
caen dentro de una región de rechazo apropiada (o, más generalmente
expresado, si los resultados casan con especificaciones apropiadas),
entonces es una tarea simple extender este razonamiento a familias enteras
de hipótesis de azar, aplicar una inducción eliminativa (véase capítulo
treinta y uno), y eliminar con ello toda hipótesis de azar relevante que
pudiera explicar una muestra. Y a partir de aquí no hay más que dar un
pequeño paso para inferir diseño.
Detengámonos por un momento en este último punto. ¿Cómo pa-
samos de la eliminación de azar a la inferencia de diseño? ¿Qué es lo que
justifica este movimiento desde el azar al diseño? Por el momento, estamos
suponiendo que el enfoque fisheriano puede eliminar legítimamente la
hipótesis de azar individual y de este modo, por eliminación sucesiva,
suprimir familias enteras de hipótesis de azar. Para eliminar una hipótesis
de azar, el enfoque fisheriano comprueba si un determinado resultado
concuerda con una especificación y si la especificación misma describe un
suceso de probabilidad pequeña. (El suceso aquí considerado comprende
todos los resultados que concuerdan con la especificación considerada).
Dado que hemos caracterizado acertadamente todas las hipótesis de azar
que excluyen al diseño y que hemos podido eliminarlas mediante tal
especificación (razón por la cual el resultado exhibe complejidad
especificada), ¿por qué habría que pensar que ese resultado es diseñado?
En este caso, la especificación misma actúa como un puente lógico
entre la eliminación del azar y la inferencia de diseño. Y éste es el proceso:
si se puede señalar un modelo (esto es, una especificación)
independientemente dado en algún resultado observado, y si los posibles
resultados que concuerdan con ese modelo son, tomados en su conjunto,
altamente improbables (dicho en otras palabras, si el resultado observado
exhibe complejidad especificada), entonces es más plausible pensar que
algún agente o proceso dirigido por un fin haya intervenido para adaptar
expresamente al modelo el resultado en cuestión, en lugar de creer que
simplemente por azar este resultado ha acabado conformándose al
modelo. Por ello, aun cuando la complejidad especificada establece el
diseño mediante un argumento eliminativo, no sería honesto decir que esa
complejidad establece el diseño mediante un argumento
jyiseño por eliminación versus diseño por comparación 269

puramente eliminativo. El modelo o especificación independientemente


dados ayudan positivamente a nuestra comprensión del diseño inherente a
las cosas que exhiben complejidad especificada.
Para evitar esta resbaladiza pendiente hacia el diseño, los teóricos
fcayesianos niegan que el enfoque fisheriano pueda eliminar legítimamente
ni una sola hipótesis de azar (y mucho menos desterrar del gampo t°da
hipótesis relevante de azar como exigiría toda inferencia correcta de
diseño). Tal como los bayesianos lo ven, el problema es que las muestras
existentes en las regiones de rechazo (o, dicho de manera más general, los
resultados que concuerdan con las especificaciones) no pueden ser
utilizadas como evidencia en contra de las hipótesis de azar. Más bien, el
único modo de contar con una evidencia en contra de una hipótesis de azar
es contar con otra evidencia mejor en favor de alguna otra hipótesis.
A continuación voy a analizar el enfoque bayesiano de la evidencia
estadística, pero antes quisiera decir algunas palabras sobre la evidencia en
general. En World Without Design, Michael Rea observa: «La verdadera
investigación es un proceso en el que tratamos de revisar nuestras creencias
sobre la base de lo que nosotros tomamos como evidencia». Y a
continuación dice:
Pero esto significa que para investigar algo debemos estar
dispuestos de antemano a tomar algunas cosas como evidencia.
Incluso para comenzar nuestra investigación, hemos de poseer ya
diversas disposiciones para confiar al menos en algunas de
nuestras facultades cognitivas como fuentes de evidencia y a
tomar como evidentes ciertos tipos de experiencias y de argumen-
tos. Tales disposiciones (llamémoslas disposiciones metodológicas)
pueden ser adquiridas de manera deliberada y reflexiva.
Según esto, lo que cuenta como evidencia (y aquí se incluye también la
evidencia estadística) está decidido no sobre la base de la evidencia misma,
sino sobre la base de disposiciones que no están gobernadas por la
evidencia. ¿Por qué, por ejemplo, la mayoría de los matemáticos consideran
que la prueba por contradicción (o sea, la reductio ad absur- dum) aporta
evidencia de la verdad de las proposiciones matemáticas, mientras que
otros (los intuicionistas) sostienen que tales pruebas son inadecuadas y
exigen en su lugar pruebas constructivas? O también, ¿por qué los enfoques
fisheriano y bayesiano de la evidencia estadística siguen siendo motivo de
disputa? En estos casos, el debate no está planteado
270 D TSEÑO INTELIGENTE

meramente sobre el modo de sopesar algún tipo de evidencia, sino en


primer lugar sobre lo que fundamentalmente ha de ser considerado como
evidencia. El problema de lo que cuente como evidencia preside a lo largo
y a lo ancho el entero debate sobre el diseño inteligente. ¿Puede incluso
existir una cosa tal como la evidencia para una inteligencia no
evolucionada que sea la diseñadora de la complejidad biológica? Son
muchos los naturalistas y filósofos que niegan que pueda haberla. Mas para
negarla de manera coherente se necesita un marco evidencial que la niegue.
Y el marco predominante en este contexto es el bayesiano. Así pues, paso
ahora a examinar este marco y a mostrar en concreto que el tal marco es
inadecuado tanto para realizar inferencias de diseño como para excluirlas.
Cuando el enfoque bayesiano intenta distinguir entre hipótesis de azar
y de diseño, considera que las dos hipótesis tienen ya unas probabilidades
a priori que confieren probabilidades a los resultados y sucesos. Así, dada
la hipótesis de azar A, la hipótesis de diseño D, y el resultado R, el teórico
bayesiano intenta comparar las probabilidades a posteriori de A y D sobre
R (o sea, P(A | R) versus P(D | R)). Si la probabilidad a posteriori de D sobre
R es mayor que la de A sobre R, entonces R cuenta como evidencia en favor
de D, y la fuerza de esa evidencia es proporcional a la cantidad en que P(D
| R) supere a P(A | R). Pero, desgraciadamente, el cálculo de
probabilidades a posteriori requiere conocer las probabilidades a priori (es
decir, (P(A) y P(D)), y a menudo estas probabilidades no están disponibles.
En tal caso, no queda más opción que la de calcular meramente la
verosimilitud de R con respecto a A y a D (o sea, P(A | R) versus P(D | R))-
Hay una versión simplificada del enfoque bayesiano conocida como
enfoque de verosimilitud que ignora esencialmente las probabilidades a
posteriori y se atiene simplemente a la razón de verosimilitud (esto es,
P(A|R)/ P(D|R)) para determinar el peso de la evidencia en favor de una
hipótesis. Esto conduce, sin embargo, a un entendimiento idiosincrásico de
la evidencia. Tal como usualmente se la entiende, la evidencia se refiere a
lo que nos obliga a revisar nuestras creencias. Pero el peso de la
verosimilitud no tiene fuerza para hacer semejante cosa sin la ayuda de
probabilidades a priori. Por ejemplo, si escucho desde mi ático el ir y venir
en la terraza de unos pies diminutos y el sonido de las ramas de los pinos,
la verosimilitud de la hipótesis de diseño de que haya duendecillos en la
terraza puede ser mayor que la de cualquier hipótesis de azar que pretenda
explicar esos sonidos. Y sin embargo mi
Diseño por eliminación versus diseño por comparación 271

incredulidad respecto a la hipótesis de los duendecillos permanecería tan


intacta y completa como antes debido a mi anterior creencia en que los
duendecillos no existen. (Dicho en términos bayesianos: la probabilidad a
priori P(D), donde D es la hipótesis de los duendecillos, es para mí
efectivamente cero).
Acabo de describir el enfoque bayesiano para mostrar la evidencia de
la hipótesis del diseño en comparación con la hipótesis del azar. Según esto,
establecer una hipótesis de diseño es determinar que la evidencia,
interpretada en términos bayesianos o de verosimilitud, favorece al diseño
frente al azar. ¿Qué defecto hay oculto en este enfoque para inferir diseño?
Muchos. Voy a resumir punto por punto lo que en él hay de erróneo. (Para
más detalles, véase el capítulo dos de No Free Lunch).
1. Necesidad de probabilidades a priori. Como ya hemos visto, el
enfoque bayesiano requiere probabilidades a priori o antecedentes. Pero las
probabilidades a priori son a menudo imposibles de justificar. A diferencia
del ejemplo de la urna y las dos monedas anteriormente discutido (en el
que la extracción de una bola de la urna determinaba con todo rigor las
probabilidades a priori de la moneda que iba a ser arrojada), la mayoría de
las inferencias de diseño, sobre todo las interesantes como la de si hay
diseño en los sistemas biológicos, no requieren la manipulación de la
probabilidad a priori de una hipótesis de diseño o que esta probabilidad a
priori sea exhaustivamente discutida. (Los teístas, por ejemplo, podrían
considerar alta esta probabilidad a priori, mientras que los ateos la
considerarían baja).
2. Hipótesis de diseño que confieren probabilidades. El enfoque
bayesiano requiere que las hipótesis de diseño, al igual que las hipótesis de
azar, asignen probabilidades a los sucesos. En la anterior notación, para que
el enfoque bayesiano sea operativo, la verosimilitud P(R | D) y P(R | A)
han de estar bien definidas. Supóngase que R denota el suceso responsable
de un determinado gen, donde este gen codifica una cierta enzima. Dados
los diversos procesos naturales a los que los genes están sujetos (mutación,
desaparición, duplicación, ascenso a un nivel superior, etc.), P(R | A) está
bien definida. Pero ¿qué ocurre con P(R | D)? Suponiendo que la enzima
en cuestión constituya una innovación biológica sin precedentes, ¿cómo
asignamos una probabilidad al diseñador que la diseña?
La dificultad en este caso no está confinada a las hipótesis de diseño,
pues ciertamente es aplicable a todos los casos de diseño innovador. Con
seguridad, hay hipótesis de diseño que confieren probabilidades
272 D I S E Ñ O INTELIGENTE

fiables. Por ejemplo, la mecanografía de este libro confiere una proba-


bilidad de un 13 por ciento a la letra e. (O sea la proporción en la que los
escritores suelen utilizar la letra e). Pero ¿cuál era la probabilidad de que yo
escribiera este libro? ¿Cuál la probabilidad de que Rachmaninoff
compusiera sus variaciones sobre un tema de Paganini? ¿Cuál la proba-
bilidad de que Shakespeare escribiera sus sonetos? Cuando la cuestión es
una innovación creativa, el mismo acto de expresar la verosimilitud P(R|D)
se torna altamente problemático y perjudicial, pues coloca a la innovación
creativa en el mismo barco que las leyes naturales, y le exige al diseño un
poder de predicción que sea expresable en términos de probabilidades.
Pero los diseñadores son inventores de novedades sin precedentes, y una
innovación creativa de este tipo trasciende el ámbito de las probabilidades.
3. La ilusión de rigor matemático. Como ya observé en el punto
anterior, si R denota la recurrencia de un cierto gen que codifica una nueva
enzima, entonces P(R | A) puede ser razonablemente considerada como
una probabilidad bien definida. Supuesto que el problema de evaluar esta
probabilidad no sea técnicamente demasiado difícil, es posible avaluarla
con precisión, o al menos estimar un límite superior para ella. Mas ¿qué
ocurre con P(R | D)? ¿Qué hacer con probabilidades máximamente
generales como ésta, en las que una hipótesis de diseño confiere una
probabilidad a una innovación creativa? No sólo no hay razón para pensar
que tales probabilidades tengan sentido (véase el punto anterior), sino que
cuando los bayesianos razonan con tales probabilidades, lo hacen sin
adjudicarles ningún número preciso. La probabilidad P(R | D) funciona
como asiento para la ignorancia, pues presta un aire de rigor matemático a
lo que realmente no es más que una evaluación subjetiva del grado de
plausibilidad que una hipótesis de diseño pueda ofrecer a la persona que
se embarca en un análisis bayesiano.
4. Eliminación del azar sin comparación. Dentro del enfoque
bayesiano, la evidencia estadística es decididamente comparativa: no existe
evidencia en favor o en contra de una hipótesis como tal, sino sólo mayor o
menor evidencia de una hipótesis en relación con otra. Pero no puede ser
cierto que todo razonamiento estadístico tenga que ser comparativo de esta
manera. Existen casos en los que una y solamente una hipótesis estadística
es relevante y necesita ser evaluada. Imaginemos, por ejemplo, que en el
juego de cara o cruz arrojamos al aire una moneda normal (o sea, un disco
absolutamente simétrico con lados perfectamente distinguibles). Si
consiguiéramos anotar mil caras
Piseño por eliminación versus diseño por comparación 273

una fila (un resultado abrumadoramente improbable), nos sentiríamos


inclinados a rechazar la única hipótesis de azar relevante: que los lanza-
mientos de la moneda están independiente e idénticamente distribuidos
con probabilidad uniforme.
¿Tendría alguna importancia para el rechazo de esta hipótesis de azar
el hecho de que hubiéramos formulado una hipótesis alternativa? afirmo
que no. Para comprobarlo, preguntémonos a nosotros mismos, £cuándo
empezamos a pensar en una hipótesis alternativa en tales escenarios? Y la
respuesta es precisamente: cuando ocurre un suceso tan absolutamente
improbable como la reunión de mil caras en una fila. Así pues, no es que
hayamos partido comparando dos hipótesis, sino mas bien que partiendo
de una sola hipótesis, ésta se ha mostrado tan problemática por razón de
su absoluta improbabilidad (lo cual apoya la importancia que le da Fisher
al descubrimiento de las dificultades ocultas) que tácitamente nos hemos
visto obligados a rechazarla y a inventar una hipótesis alternativa. La
hipótesis alternativa en semejante contexto es enteramente ex post fado. Es
una hipótesis inventada meramente para mantener viva la ficción
bayesiana de que todo razonamiento estadístico ha de ser comparativo.
5. Retro-evaluando las probabilidades a priori. Como variante de este
último punto, volvamos a nuestro anterior ejemplo de una urna con un
millón de bolas, de las cuales una es negra y las restantes blancas. Como
antes, imaginemos que se arroja una moneda normal si se extrae al azar de
la urna una bola blanca, pero que se arrojará una moneda trucada cuya
probabilidad de mostrar cara es .9 si se saca la bola negra. Esta vez, sin
embargo, imaginemos que la moneda es arrojada no diez veces, sino diez
mil veces y que siempre sigue mostrando cara. La probabilidad de reunir
en una fila diez mil caras con una moneda normal es aproximadamente de
1 entre 103010; mientras que con la moneda trucada es aproximadamente de
1 entre 10458. (Con diez mil tiradas, las probabilidad de que salgan cruces es
apabullante con cualquiera de las dos monedas). Así pues, un análisis
bayesiano mostraría entonces que la probabilidad de que saliera
seleccionada una bola blanca sería aproximadamente de 1 entre 102546, y la
probabilidad de que la única bola negra fuera la seleccionada sería de 1
menos esta minúscula probabilidad.
Así pues, ¿deberíamos concluir, como buenos bayesianos, que la bola
negra fue ciertamente seleccionada y que la moneda trucada fue la
arrojada? (La selección de la bola negra es con diferencia bastante más
probable, dadas las diez mil caras de una fila, que la selección de una
274 D I S E Ñ O INTELIGENT E

bola blanca). Claramente, esto es absurdo. La eventualidad de obtener diez


mil caras en una fila con una cualquiera de las dos monedas es
enormemente improbable, y sería irrelevante la bola de la urna qu e fuera
seleccionada. La única conclusión razonable es que ninguna de las dos
monedas fue arrojada diez mil veces. Un bayesiano podría por tanto querer
cambiar la probabilidad anterior a fin de introducir algún* duda sobre el
hecho de que las bolas de la urna y luego una de las dos monedas hubieran
sido realmente elegidas al azar. Pero al igual qu* en el punto anterior, uno
se siente inclinado a preguntar qué es lo que induce a uno a cambiar o
reevaluar nuestras anteriores probabilidades. La respuesta no se basa
estrictamente en razones bayesianas, sino más bien en consideraciones de
baja probabilidad basadas en hipótesis de azar que, a primera vista, no
admiten alternativas. Por ello, las alternativas han de ser introducidas con
posterioridad porque así lo exigen consideraciones fisherianas, no
bayesianas.
6. Evidencia empírica de diseño independiente. Los teóricos baye-
sianos se sienten a menudo ligados a un marco inductivo de referencia
humeano en el cual las hipótesis de diseño exigen evidencia empírica de
un diseñador realmente operativo (es decir, algo así como una cámara en
marcha mientras el diseñador es —o al menos podría ser en principio—
grabado en una cinta de vídeo). En el capítulo anterior vimos que esta
restricción es no solo artificial, sino también incoherente de hecho, puesto
que la inducción no puede ser la base para identificar al diseño al no haber
manera de montar esa inducción y ponerla en marcha. No obstante, a los
bayesianos que mantengan lazos de afinidad con Hume, les convendría
bloquear todo análisis bayesiano que de entrada pudiera implicar diseño
negando que ciertas hipótesis de diseño —como la que recurre a una
inteligencia no evolucionada para explicar la complejidad biológica—
pudieran admitir, ni siquiera en principio, una evidencia empírica
independiente.
Así, en lugar de afrontar el problema de admitir probabilidades a priori
en tales casos, los bayesianos ligados a Hume imponen meramente una
restricción adicional sobre su propio marco, estipulando, en efecto, que el
tal marco no pueda ser utilizado para la hipótesis de diseño sin contar con
una evidencia empírica independiente de un diseñador. Hablando
estrictamente, esta restricción no encuentra lugar dentro del aparato
probabilista bayesiano. (El teorema de Bayes opera sin tener en absoluto
en cuenta la procedencia de las probabilidades asociadas con una hipótesis
de diseño. Se limita a utilizar los números). Sin embargo,
ño por eliminación versus diseño por comparación 275

actualmente más y más utilizada contra el diseño inteligente. Por


ffimplO/ mientras que Sober concedía en la edición de 1993 de su Phi-
fagophy ofBiology*, una considerable libertad a las inferencias bayesianas 4¡g
diseño en biología (y esto antes de que el diseño inteligente gozara ge
aceptación intelectual), en su reedición del año 2000, le cerró toda Inferencia
de diseño al diseñador que no contase con una evidencia »pírica
independiente (después de que el diseño inteligente hubiera vocado ya una
considerable marea). Así pues, mientras que en la gjjprión de 1993 le daba
al diseño inteligente paso franco para la vida, la del año 2000 se lo cerraba.
¡L, El requisito de evidencia empírica independiente plantea un curioso
dilema al darwinismo. Imaginemos que unos viajeros extraterrestres se nos
presentan equipados con una tecnología increíblemente avanzada. Nos
dicen (en nuestro idioma) que poseen esta tecnología desde hace millones
de años y nos aportan una sólida evidencia de ello (tal tez apuntando a un
racimo de estrellas extinguido hace millones de años luz cuya disposición
viniera a significar un mensaje que confirmaba la afirmación de estos
extraterrestres). Además, nos demuestran que con esta tecnología son
capaces de construir átomo a átomo y molécula a molécula los organismos
más complejos. Supóngase que tenemos buenas razones para pensar que
estos extranjeros están aquí, en la tierra, en un momento clave de la historia
de la vida (p.ej, en el del origen de la vida, del de los eukariotes, del de los
metazoos y de los phyla animales del Cámbrico). Supóngase además que
los extranjeros no dejaron la menor huella de la formación de la vida a
partir de la nada. (Su tecnología era tan avanzada que ellos mismos barrían
toda clase de basura, sin dejar tras de sí ningún tipo de restos o de cualquier
otra señal de actividad). Supóngase finalmente que ninguno de los hechos
de la biología eran diferentes de los que ahora conocemos. ¿Tendríamos
razones para pensar que, en los momentos claves de su historia, la biología
fue diseñada?
Ahora contamos con toda la evidencia empírica independiente que
podríamos desear para sostener la existencia de diseñadores físicamente
encamados capaces de producir la complejidad de la vida en la tierra. Si,
por añadidura, nuestros mejores análisis probabilistas de los sistemas
biológicos en cuestión nos dicen que esos procesos naturales espontáneos
no pudieron haberse producido sin la presencia de algo semejante a una

* N. T.: Hay traducción en Alianza, 1996.


276
DISEÑO INTELIGENTE
1
probabilidad razonable, ¿justifica eso ahora una inferencia de diseño ba-
yesiana? ¿Podría el diseño de la vida tornarse en este caso más probable
que una explicación darwiniana (tomando aquí las probabilidades en un
sentido bayesiano o de verosimilitud) simplemente porque la evidencia
empírica independiente confirma la capacidad de los diseñadores para
producir sistemas biológicos?
Este panorama inquietaría, sin embargo, a los darwinistas. Después
de todo, los hechos de la biología no han cambiado. Pero el diseño en-
contraría una mejor explicación si los diseñadores capaces de producir los
phyla animales del Cámbrico, por ejemplo, pudieran verse confirmados
mediante una evidencia empírica. Obsérvese que no disponemos aquí de
carga de prueba alguna.(No tenemos ninguna evidencia directa de una
intervención extraña en el registro fósil, por ejemplo). Todo lo que
conocemos por observación es que existen seres con el poder de generar
vida y que pudieron haber actuado. ¿Nos ayudaría esto a saber que a los
extranjeros les gustó realmente construir la vida a base de carbono? Mas,
¿cómo podríamos saberlo? ¿Tenemos simplemente que creer en su
palabra? Suponemos que los datos de la biología y de la historia natural
son tal y como ahora se nos muestran.
Pero si el diseño es una mejor explicación simplemente por la evi-
dencia empírica de la existencia de extranjeros espaciales con tecnología
muy avanzada, ¿por qué no habría de ser una mejor explicación incluso en
ausencia de tal evidencia? Si el darwinismo es una explicación tan pobre
que se derrumbaría tan pronto como pudieran atestiguarse
independientemente habitantes del espacio capaces de generar formas
vivientes en toda su complejidad, entonces, ¿por qué dejaría de ser una
pobre explicación en ausencia de tales habitantes del espacio? Los hechos
de la biología siguen siendo los mismos.
¿Hay algún modo de conservar el requisito independiente de evi-
dencia empírica? Es claro que sería ilegítimo modificar esta exigencia
eliminando enteramente la evidencia circunstancial y permitiendo sólo la
evidencia «visible» de un diseñador manipulando realmente el objeto en
cuestión. Ni siquiera Elliott Sober admitiría esta propuesta. (Véase su
Reconstructing the Past. Para reconstruir el pasado sería necesario contar
con evidencia circunstancial). Para Sober, la evidencia circunstancial
podría en principio corroborar una hipótesis biológica de diseño. Lo
importante para Sober es que tiene que haber evidencia empírica para
propugnar la existencia de un diseñador. Pero para esto no se requiere el
peso de ninguna prueba. De hecho, exigir la carga de una prueba sería
Diseño por eliminación versus diseño por comparación 277

algo tan nefasto para el darwinismo como para el diseño inteligente. La


evidencia es tan circunstancial para uno como para otro.
Pero tan pronto se admite que la evidencia empírica independiente de
diseño puede ser circunstancial, el hecho de establecer meramente la
existencia de un diseñador con el poder causal y la oportunidad de
producir el efecto en cuestión (como ocurre con el experimento mental de
los extraterrestres), tenemos exactamente el mismo conjunto de datos
biológicos que el que teníamos antes de contar con esta evidencia. El
requisito de evidencia empírica independiente es por tanto o bien vano (si
es que puede ser circunstancial) o bien perjudicial (si se requiere que sea
directo). Y en ambos casos obstruye la investigación de cualquier diseño
real que pudiera estar presente. Si exigiéramos una evidencia de diseño
empírica e independiente sin contar con ella, no veríamos el diseño aunque
lo tuviéramos ante los ojos.
7. Uso implícito de la especificación. Y finalmente llegamos al pro-
blema más agudo que se le presenta al enfoque bayesiano: que presupone
una verdadera explicación de la especificación y regiones de rechazo que
pretendía excluir. Para los teóricos del diseño, la especificación es una
característica incongruente y superflua en las inferencias de diseño. Por
ejemplo, Timothy y Lydia McGrew consideran que la especificación no
tiene la menor «relevancia epistémica» (Simposio sobre Razonamiento de
Diseño, Calvin College, Mayo de 2001). En este mismo simposio, Robín
Collins, igualmente bayesiano, observaba: «Difícilmente podríamos definir
una especificación como un tipo de modelo que proporcionase algunas
razones para esperar un agente inteligente que lo produjera». Así pues, el
uso bayesiano de una especificación podría proceder como sigue: dado
algún suceso S y una hipótesis de diseño D, una especificación ayudaría a
inferir diseño para S si la probabilidad de S condicionada por D aumentara
al observar que S se conformaba a la especificación (lo cual es, según
Collins, un «modelo que nos ofrece algunas razones para esperar un agente
inteligente que lo produzca»).
Pero aquí se esconde una seria dificultad que los bayesianos esquivan
invariablemente. Consideremos el caso del comisionado para las elecciones
de Nueva Jersey Nicholas Caputo, que fue acusado de haber falsificado el
orden de las listas de candidatos. (Este ejemplo aparece en varios escritos
míos y ha sido ampliamente discutido en Internet. Los candidatos que
figuran en los primeros lugares de las listas tienen ventaja sobre los demás,
pues los votantes tienden a votar con más facilidad a los primeros que
aparecen en ellas). Llamemos suceso S a las
278 DISEÑO INTELIGENTE Diseño por eliminación versus diseño por comparación 279

selecciones introducidas por Caputo en las listas de candidatos. S consta de selección tan extremas como la de Caputo). Pero entonces ¿de dónde surgió
una secuencia de 41 selecciones de Demócratas y Republicanos, con una este suceso compuesto? La respuesta es evidente dentro de un marco
proporción de 40 a 1 en favor de los Republicanos. Por razones de claridad, fisheriano: S* es la región de rechazo (y por tanto la especificación) que
asumamos que la lista de selecciones de Caputo aparecía como sigue. (Que contabiliza el número de Demócratas seleccionados en 41 listas y totaliza al
yo sepa, los periódicos que cubrían la información no publicaron nunca la menos tantos Demócratas como las selecciones de Caputo en las listas
secuencia real). electorales. Es decir, lo que el tribunal y los bayesianos utilizaron. Sin
DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDRDDDDDDDDDDDDDDD embargo, los bayesianos no ofrecen explicación alguna sobre su modo de
identificar los sucesos a los que asignan probabilidades. Si los únicos
Así pues, suponemos que para las primeras 22 posiciones iniciales,
sucesos que ellos consideraran fueran resultados elementales, no habría
Caputo seleccionó a los Demócratas; luego en la posición 23, colocó a un
ningún problema. Pero éste no es el caso. Los bayesianos consideran
Republicano; tras lo cual, para los restantes puestos, eligió a los
rutinariamente tales sucesos compuestos. En el caso de las inferencias de
Demócratas.
diseño bayesianas (y los bayesianos deseaban claramente realizar una
Si Demócratas y Republicanos hubieran tenido las mismas opor-
inferencia de diseño con respecto a la lista de selecciones de Caputo), estos
tunidades de ser elegidos (como Caputo sostenía), una lista como ésta
sucesos compuestos vienen dados mediante especificaciones.
habría tenido una probabilidad de 1 contra 2 trillones. Cosa muy
Delineemos este mismo cuadro de manera más escueta. Consideremos
improbable, ciertamente, pero no suficiente para acusar a Caputo de fraude.
un suceso elemental S. Supongamos que inicialmente no divisamos ningún
Después de todo, sucesos altamente improbables ocurren por azar en todo
modelo que pudiera inducirnos a esperar un agente inteligente que
tiempo. Cualquier secuencia nivelada de cuarenta y un Demócratas y
produjera ese suceso. Pero luego, rebuscando en nuestro conocimiento de
Republicanos sería igualmente improbable. ¿Qué habría que añadir
fondo, descubrimos repentinamente un modelo que comporta diseño en S.
entonces para confirmar el fraude (y con ello el diseño)? Para imputar a
Bajo un análisis bayesiano, la probabilidad del suceso S dada la hipótesis
Caputo no basta con anotar meramente la preponderancia de Demócratas
de diseño se abre camino rápidamente. Pero esto, sin embargo, no nos
sobre Republicanos en alguna secuencia de las listas de selecciones. Lo que
autoriza todavía a inferir diseño. Como es usual en el esquema bayesiano,
más bien deberíamos advertir es que una preponderancia tan extrema como
necesitamos comparar una probabilidad condicional de diseño con otra
ésta es altamente improbable. Dicho en otras palabras, no era la
probabilidad condicional de azar. Mas ¿para qué suceso calculamos estas
improbabilidad del suceso S (la lista real de selecciones de Caputo) lo que
probabilidades? Resulta ser que no las calculamos para el suceso elemental
los bayesianos tenían que calcular, sino el suceso compuesto S* formado
S, sino para el suceso compuesto S*, que está formado por la totalidad de
por todas las posibles listas de selección que exhibieran al menos tantos
resultados elementales que exhiben ese modelo significativo de diseño. No
Demócratas como Caputo seleccionó. Este suceso compuesto, S*, constaría
es realmente una buena estrategia sostener que S es resultado de un diseño
de 42 posibles listas de selección y tendría una improbabilidad de 1 contra
sobre la base de algún determinado modelo a menos que la entera colección
50 billones. Fueron este suceso y esta improbabilidad los causantes de que
de resultados elementales que exhiben ese modelo sea a su vez improbable
el Tribunal Supremo de New Jersey enfocara correctamente el asunto y se
bajo la hipótesis de azar. Los bayesianos necesitan por tanto comparar la
decidiera a deliberar sobre si Caputo era realmente culpable de fraude. Por
probabilidad condicional de E* bajo la hipótesis de diseño con la
su parte, éste es el suceso que los bayesianos tienen que identificar y cuya
probabilidad condicional de E* bajo la hipótesis de azar.
probabilidad necesitan calcular para realizar un análisis bayesiano.
La línea fundamental es ésta: el enfoque bayesiano de la racionalidad
Mas ¿cómo identifican realmente los bayesianos un suceso como éste?
estadística parasita al enfoque fisheriano y sólo puede ser apropiadamente
Aclaremos que la simple observación no nos brindará nunca sucesos
englobado entre las hipótesis que el enfoque fisheriano no ha podido
compuestos como S*, sino sólo resultados elementales como S (esto es, la
eliminar. En particular, el enfoque bayesiano no ofrece explicación alguna
selección electoral real de Caputo, pero no un conjunto de líneas de de su modo de llegar a los sucesos sobre los que realiza un análisis ba-
280 D ISEÑO INTELIG ENTE

yesiano. La selección de estos sucesos es fundamentalmente intencional y


en el caso de las inferencias de diseño bayesianas necesita presuponer una
explicación de la especificación. Lejos de ser refutada por el enfoque
bayesiano, la complejidad especificada está por el contrario implícita a lo
largo de las inferencias bayesianas de diseño.
En resumen: no hay razón alguna que justifique la acusación de que,
en su búsqueda de complejidad especificada para inferir diseño, el diseño
inteligente viola la racionalidad estadística. Muy al contrario, al desarrollar
la complejidad especificada como instrumento analítico para inferir
diseño, el diseño inteligente impulsa el estudio del razonamiento científico
y vindica el enfoque fisheriano de la racionalidad estadística.
34

DEMANDA DE DETALLES:
TU
QUOQUE
L D A R W I N I S¿No
MesO
el colmo de la hipocresía que los
teóricos del diseño acusen al darwinismo de
no ofrecer detalles sobre la emergencia de la
complejidad biológica cuando tampoco los
ofrece su propia teoría del diseño
inteligente?

SEGÚN LOS DARWINISTAS, ni la complejidad especificada ni la complejidad


irreducible están fuera del alcance de los mecanismos darwinianos. Sin
embargo, para justificar esta pretensión, todo lo que los darwinistas hacen
es describir términos abstractos y esquemáticos, que supuestamente son
caminos darwinianos posibles para producir estas propiedades de los
sistemas vivos. Los caminos propuestos son todos muy imaginativos y
especulativos, pero ¿dónde están los detalles? Ningún darwinista, por
ejemplo, ha ofrecido nunca una versión hipotéticamente darwiniana de
algún sistema multipartito fuertemente integrado con el suficiente detalle
para que, al menos en principio, su hipótesis fuera verificable.
Por ello, el diseño inteligente desafía al darwinismo a que le facilite
esos detalles. Los proponentes del diseño están ansiosos por conocer esos
elementos que supuestamente le permiten al mecanismo darwinia- no las
magníficas hazañas que se le atribuyen. Pero puesto que tales elementos
no son asequibles ni lo serán nunca, los proponentes del diseño sugieren
que ya es hora de acabar con la exclusión darwinista del diseño del campo
de la biología. Los propios darwinistas no consideran que la ausencia de
detalles sea una razón suficiente para cuestionar el darwinismo. Pero ni
aun brindándonos ellos mismos esos detalles o
282 DISEÑO I NT E U G E N

indicándonos el lugar en donde poder hallarlos, lograrían aumentar


credibilidad del darwinismo. Ciertamente, los darwinistas convencido® no
necesitan de tales detalles para mantener su creencia, pero no ocur^ así con
los escépticos extraños a su doctrina, y esos extraños constituí yen la masa
de la población norteamericana (de aquí la controversia actual sobre la
enseñanza de la evolución biológica en Kansas, Ohi<v, Cob County, etc.)
Así pues, los darwinistas se contentan con devolvernos simplemente la
pelota con el clásico tu quoque. Veamos, por ejemplo, la siguiente observación
de H. Alien Orr en su recensión de mi libro No Free Lunch para la Boston
Review (bostonreview.net/BR27.3/orr.html):
El argumento de la especificidad causal [es decir, el argumento
de la demanda-de-detalles] es también un ejercicio de desgaste de
nervios. Recordemos que estamos tratando de elegir entre dos
teorías. Una de ellas dice que los flagella bacteriales se formaron
por mutación y selección, y la otra afirma que fueron construidos
por un diseñador inteligente. ¿Y de aquí concluye Dembski que la
primera teoría carece de concreción? ¿Que el darwinismo sufre de
una carencia de especificidad? En última instancia, ¿en qué
momento se presentó el diseñador de Dembski con planes para los
flagella? ¿Cómo concibió y configuró la forma de ese flage- llum?
¿Qué proteínas utilizó para empezar, o es que las conjuntó todas
de una sola vez? Dembski llega al colmo de la hipocresía al acusar
al darwinismo de ignorar la especificidad causal cuando es su
propia teoría la que carece de toda especificidad, e incluso de un
solo átomo de concreción histórica. Dembski puede carecer de
todo lo que se parezca a un argumento, pero lo que no le falta en
absoluto es un insolente descaro.

El tu quoque de Orr no es tan destructivo como él piensa. Y esto es así


porque la demanda de detalles supone para el darwinismo una carga que
no le afecta al diseño inteligente. El darwinismo es una teoría sobre procesos
que afirma que un determinado tipo de proceso tomó los organismos de
tipo A y los transformó en organismos de tipo B. El proceso darwiniano
avanza mediante pasos discretos (el nivel más sutil de resolución de estos
pasos es la generación de un organismo a partir de otro en la reproducción).
Y el darwinismo está comprometido con una secuencia de pasos
controlables que gradualmente van transformando el organismo A en el
organismo B. En consecuencia, tiene que haber
•fctrtanda de detalles: el Tu Quoque del damnmsmo 283

secuencia tal que A = A1 se transforme en A2, que éste a su vez


transforme en Ay... hasta que finalmente ocurra la transformación s B, en
donde cada transición de un paso al siguiente puede ser «mente explicada
en términos de selección natural y variación aza- , por ejemplo, por una
explicación darwiniana del flagellum ferial sabemos que las bacterias que
carecían de flagelo (y también los genes que codifican al flagelo) tuvieron
que evolucionar hacia arias con flagelo (con lo cual adquirieron un nuevo
complemento -ético para el flagellum). Si el darwinismo es correcto, todo
proceso finiano desarrollado por etapas tendrá que llevarnos paso a paso
Tjesde el primer tipo de bacteria hasta el último. ¿Fue así como sucedió? ,y
¿cómo se desarrolló este proceso? La naturaleza muestra a veces los
^detalles; el darwinismo nunca. Este proceder revela una debilidad en la
teoría de Darwin, y el diseño inteligente actúa con toda corrección al llamar
la atención sobre él.
Mas, ¿qué decir sobre el diseño inteligente? Los darwinistas sugieren
que esta misma debilidad es aplicable al diseño, pero no lo hacen. A
diferencia del darwinismo, el diseño inteligente no es una teoría sobre un
proceso sino sobre una innovación creativa. Pero la innovación creativa no es
un proceso. La innovación creativa puede darse dentro de un proceso, pero
incluso entonces se trata de un proceso en el que cada uno de los pasos es
un acto individual creativo (una micro-innovación, por así decirlo). En
nuestra experiencia de las inteligencias, la innovación creativa es un acto
conceptual unificador que conjunta elementos dispares en una totalidad con
un propósito. Este acto puede desarrollarse en el tiempo a través de un
proceso, u ocurrir en un solo instante. Pero en uno y otro caso, la innovación
creativa no es reducible a una cadena causal en la que cada uno de los pasos
«causa» al siguiente. La demanda de detalles es una demanda de
especificidad causal, es decir: un deseo de encontrar el antecedente causal
preciso que explique y por tanto prediga (ya sea de una manera determinista
o probabilista) un suceso, un objeto o una estructura. Pero las inteligencias
son libres. Por ello, en el acto de creación violan todas las expectativas. No
había nada que exigiera que Mozart compusiera su Sinfonía Júpiter, o que
Bell inventara el teléfono, o que Shakespeare escribiera El rey Lear. Y no hay
absolutamente ninguna manera de predecir tales innovaciones creativas. En
consecuencia, la demanda de detalles causales sólo se aplica de manera
secundaria, pero nunca primaria, a la innovación creativa y por tanto al
diseño inteligente.
284 DISEÑO INTEL
•GENTE

En la teoría del diseño inteligente, la indagación sobre los detalles


causales se realiza sobre las circunstancias antecedentes que condicio- nan
—pero no determinan, explican, o dan razón de— la innovación creativa.
Las circunstancias antecedentes establecen el escenario para la innovación
creativa. La evolución de las tecnologías progresa apoyándose en otras
tecnologías anteriores. Pero sobre todo, y en primer lugar, evolucionan
gracias a la existencia de inventores que poseen ideas. ¿De dónde vienen
estas ideas? Las circunstancias antecedentes no ayudan mucho aquí.
Ningún conjunto de circunstancias antecedentes puede explicar la
innovación creativa. No obstante, las circunstancias antecedentes han de
ser sin duda tenidas en cuenta por su efecto regulador sobre las
innovaciones que se produzcan. Beethoven, por ejemplo, no podría haber
escrito música para piano antes de que el piano hubiera sido inventado. El
filósofo G. F. W. Hegel generaliza magistralmente esta cuestión con
respecto al despliegue de la cultura mostrando de qué modo un avance
cultural ayuda a construir el siguiente. Mas obsérvese que para Hegel es la
inteligencia (Geist) la que lo construye y no los procesos del material bruto.
En el caso del diseño inteligente, la demanda de detalles se aplica a las
circunstancias antecedentes que conducen a una innovación creativa.
Igualmente se aplica a las consecuencias de una innovación creativa, pues
las creaciones innovadoras tienen también consecuencias. Ciertamente,
una gran parte de la labor intelectual sobre el diseño inteligente estará
dedicada en los años venideros a estudiar las circunstancias antecedentes
que han promocionado, y por tanto condicionado, el diseño de sistemas
biológicos y a descubrir a continuación el impacto de esos sistemas en el
terreno del mundo biológico. Así pues, la demanda de detalles continúa
siendo una cuestión candente para el diseño inteligente. Pero no es la más
importante. La cuestión importante es determinar en primer lugar si el
diseño (es decir, la innovación creativa realizada por una inteligencia)
existe realmente. Y para eso necesitamos complejidad especificada.
Comentario final: el darwinismo ha de soportar la carga de una prueba
que no se le exige al diseño inteligente. El darwinismo es la teoría de un
proceso y por tanto tiene que ofrecer una evidencia convincente de que los
procesos descritos por ella son capaces de soportar esa carga. Este peso es
considerable — no menor, por cierto, que el de la totalidad y diversidad de
la complejidad biológica. En cambio la carga del diseño inteligente es de
un carácter distinto. En tanto que teoría de la innovación creativa, su
misión es mostrar el lugar en el que surgen
demanda de detalles: el Tu Quoque del darwimsmo

0X vez primera las innovaciones creativas, y trazar luego sus antece-


dentes y consecuentes causales. (Para comprobar que la investigación gfl
este área está ya en marcha, véase el capítulo cuarenta y tres). Esto ¡quiere
decir que las tareas del darwinismo y del diseño inteligente son
■fundamentalmente distintas.
1

EL DESPLAZAMIENTO
Y EL PRINCIPIO
DEL «NO FREE LUNCH»
¿Cómo pueden los teoremas del No Free
Lunch competir con la teoría darwiniana y
apoyar el diseño inteligente?

DADO EL TÍTULO DE MI LIBRO, NO Free Lunch, no es de extrañar que los críticos vean
en él una dependencia crucial de los teoremas llamados «No Free Lunch»
(NFL) de David Wolpert y William Macready. Mi título aludía por
supuesto a esos teoremas. Pero el uso real que yo le he dado a los teorema
NFL ha sido siempre bastante limitado, y jamás he sostenido que estos
teoremas hayan significado una franca refutación del darwinismo o que
sean una confirmación directa del diseño inteligente. De hecho, la clave de
mi recurso a los teoremas NFL no está referida a estos teoremas sino a un
resultado más general que yo llamo desplazamiento. Los teoremas NFL son
una instancia particular de desplazamiento.
La idea básica oculta tras este desplazamiento es la siguiente: supón-
gase que necesitamos encontrar un espacio de posibilidades. El espacio es
tan amplio y las posibilidades individuales tan improbables que no es
viable una búsqueda exhaustiva, y que sería muy inverosímil que una
búsqueda al azar pudiera coronar con éxito semejante empresa. Conse-
cuencia de ello es la necesidad de introducir algunas restricciones en la
búsqueda, alguna información que ayude a dirigir la búsqueda hacia una
solución. (Piénsese en la búsqueda de un huevo de pascua en la que no se
facilita ningún tipo de clave o guía frente a otra en la que alguien lo dirige
a uno diciendo «caliente», «más caliente» y «que quema»). Todo este tipo
de información auxiliar se almacena en un espacio de búsqueda: un espacio
informacional. Así pues, la búsqueda del espacio original
0 desplazamiento y el principio del «No Free Lunch: 287

queda desviada hacia una búsqueda en un espacio informacional que


contiene la información que dirige la búsqueda del espacio original. Yo
sostengo entonces que este espacio informacional de un orden superior
(«superior» con respecto al espacio de búsqueda original) es siempre al
jjienos tan extenso y al menos tan difícil de investigar como el espacio
original. Y llamo a esto el problema del desplazamiento.
Representémonos esta escena: imaginemos una isla con un tesoro
^terrado. Podemos recorrer la isla buscando el tesoro escondido. O,
alternativamente, podemos tratar de conseguir un mapa que nos diga
dónde está el tesoro. Una vez en posesión de ese mapa, hallar el tesoro no
representa ningún problema. Mas ¿cómo encontrar semejante mapa?
Supóngase que el tal mapa existe pero que está entremezclado con una
enorme colección de mapas distintos. Encontrar el mapa correcto entre esta
ingente colección no sería en modo alguno más fácil que recorrer
simplemente toda la isla. La nutrida colección de mapas es el espacio
informacional asociado con el espacio de búsqueda original. En general, un
espacio informacional no es más fácil de recorrer que el espacio de
búsqueda original.
De todo esto se sigue que restringir la búsqueda de un espacio original
recurriendo al empleo de información no proporcionaría ninguna
explicación no teleológica y libre de diseño que fuera útil para el éxito de
tal búsqueda (si es que ésta resultase ser afortunada). Por su parte, la
solución hallada en el espacio original se limita a reflejar la solución ya
presente en el espacio informacional de un orden superior. Y si una de las
soluciones exhibe complejidad especificada, igualmente la exhibirá la otra.
En particular, si los procesos no télicos muestran complejidad especificada,
es porque han tomado una complejidad especificada preexistente y se
limitan meramente a re-expresarla. Estos procesos no la generan a partir de
la libertad ni desde la nada. Pretender otra cosa es como rellenar un agujero
cavando otro. Si el problema fuera prescindir completamente de los
agujeros (es decir, del diseño), entonces el tal problema no habría sido
resuelto sino meramente replanteado.
Contra este telón de fondo del desplazamiento utilizo yo los teoremas
NFL. Estos teoremas dicen que una vez promediado con todas las medidas
idóneas para una clase dada, ningún algoritmo aventaja a una búsqueda
ciega o efectuada al azar. Tomemos como medida de adaptación la
asignación a cada elemento del espacio de búsqueda original de un grado
numérico de esta adaptación. (La adaptación cero significa
288 DISEÑO INTEL
IGENJTE

aquí una adaptación mínima, sin que haya límite alguno para el tamaño de
esta adaptación). Cada medida de adaptación constituye así una unidad
de información que limita la búsqueda, que de otro modo sería ilimitada,
en el espacio de búsqueda original.
Los teoremas NFL se presentan en una variedad de formas según la
clase de medidas de adaptación que vayan a ser calculadas. Los dos
teoremas originalmente publicados por Wolpert y Macready («No Free
Lunch Theorems for Optimization», 1996, disponibles en www.citesee.
nj.nec.com/wolper96no.html) consideraban todas las medidas de adap-
tación para un espacio dado (teorema 1) al igual que todas las medidas
indexadas por el tiempo en un espacio dado (teorema 2). Obsérvese que
con estos dos teoremas, las medidas de adaptación de un tipo dado
quedaban totalmente libres: todas las medidas de adaptación de un tipo
dado (no indexadas en el teorema 1, e indexadas por el tiempo en el
teorema 2) estaban presentes. Y aún más, los algoritmos evolutivos que
empleaban estas medidas eran algoritmos «sin conocimiento a priori». La
expresión «sin conocimiento a priori» significa simplemente que el
algoritmo no posee ninguna información adicional para encontrar una
solución distinta a la que obtendría con las medidas de adaptación. En
general, las clases máximas de medidas de adaptación, que son arbitrarias
y libres, parecen llevar anejo un teorema de «No Free Lunch» según el cual
los algoritmos evolutivos no pueden realizar generalmente una búsqueda
ciega.
La manera obvia de intentar evitar los NFL consiste en partir limitando
las medidas de adaptación. Digamos, por ejemplo, que no nos convienen
las medidas de adaptación dependientes-del-tiempo que varían con
independencia del progreso del algoritmo evolutivo hacia una solución; en
tal caso, manipulemos esta clase de medidas de adaptación para que
dependan del progreso hacia la solución. O pensemos que no nos agradan
las medidas de adaptación cerradas bajo permutación (véase Christian Igel
y Marc Toussaint, «On Classes of Functions for Which No Free Lunch
Results Hold», en citeseer.nj.nec.com/528857. html); entonces
concentrémonos en clases que no sean cerradas bajo permutación. Sin
embargo, todas estas estrategias y manipulaciones imparten información.
Supuesto que esta información sea compleja y especificada, yo demuestro
en No Free Lunch que estos procesos evolutivos no producen nunca una
complejidad especificada mayor que la que les fue programada mediante
las constricciones del espacio de información que los sostenía.
gl desplazamiento y el principio del «No Free Lunch 289

Para tratar de soslayar los NFL y más generalmente el problema del


desplazamiento, los darwinistas comienzan por observar que la adaptación
en biología varía con el tiempo. A medida que los organismos evolucionan
y el entorno cambia, lo que este entorno da ya por adaptado eambia
también. Pero ¿qué es exactamente lo que fuerza a la transición desde una
medida de adaptación a la siguiente? Si no hubiera tal fuerza, estaríamos
en la situación del teorema 2 de Wolpert y Macready, con algoritmos
evolutivos que proceden con independencia de su progreso hacia la
solución, por lo cual son incapaces de realizar una búsqueda a ciegas.
Astutamente, los darwinistas no nos dicen nada acerca de lo que obliga a
las transiciones. Es presumible que la naturaleza no programada y libre dé
espontáneamente paso a lo que es correcto pero está necesitado de
transiciones entre sucesivas medidas de adecuación, asegurando con ello
una forma de evolución creciente de la complejidad. Pero esto es
precisamente lo que tiene que ser explicado.
Tratemos de programar justamente medidas de adaptación que varíen
con el tiempo y evolucionen conjuntamente y veamos si producen
soluciones para los problemas interesantes (o sea, si producen complejidad
especificada). Por este camino sucederá una de estas dos cosas: o bien que
lo que recojamos sea basura por no haber especificado adecuadamente las
perspectivas de adaptación que podrían variar con el tiempo en respuesta
a un entorno cambiante, o bien que consigamos algo interesante
(complejidad especificada) por haber introducido correctamente las
adecuadas especificaciones para que el diseño operara de manera tal que
no pudiera ser reducido a mecanismos materiales. Los darwinistas dan a
menudo la impresión de que basta simplemente con descubrir algunos
replicadores, colocarlos en un determinado entorno y dejar que los
mecanismos darwinianos sigan su curso. ¡Presto! Cosas maravillosas
sucederán automáticamente. No hay necesidad de pedir detalles sobre el
modo en que esas maravillosas cosas suceden, porque la alternativa (el
diseño inteligente) es impensable. Pero de hecho, las cosas maravillosas no
suceden automáticamente a menos que los mecanismos darwinianos sean
adecuadamente programados, como la literatura sobre computación
evolutiva está ahora revelando. (Véase, por ejemplo, John Bracht,
«Inventions, Algorithms and Biological Design» en www.iscid. org/ papers
/ Bracht-Inventions Algorithms-112601.pdf).
Si el darwinismo pretende ser una teoría que explique el mecanismo
de generación de la nueva información biológica, no puede ser
simplemente una teoría sobre los organismos que logran sobrevivir
290 DISEÑO I N
TELlGEM^r

y reproducirse y los que no lo consiguen. Dicho en otras palabras no puede


ser simplemente una teoría sobre un «puro y frío registe demográfico»,
como Alien Orr, biólogo de la Rochester University pretende. Existen
entornos con replicadores que operan estrictamente bajo el control de un
mecanismo darwiniano y que nunca realizan nada interesante; o sea, que
nunca exhiben un incremento sensible dg complejidad especificada.
Describo detalladamente algunos escenario* de este tipo en No Free Lunch,
notablemente el experimento de Sol Spiegelman sobre la evolución de
polinucleótidos en un entorno de replicación. Se trata de una pura forma
darwiniana de evolución activa con replicadores realmente simplificados
para tornarlos tan eficientes como sea posible en su replicación. Con
seguridad, ninguno de estos escenarios contradice al darwinismo. Pero ésta
es precisamente la cuestión: porque el «puro y frío registro demográfico» es
compatible con una evolución que no conduzca a un evidente incremento
de la complejidad especificada, sino posiblemente a una clara disminución
de ésta; algo muy distinto a lo que el darwinismo está obligado a explicar
cuando, a juzgar por lo que vemos, en el curso de la evolución biológica se
está observando un claro incremento de complejidad especificada dentro
del mundo real.
Por definición, la simplicidad entraña siempre un coste más bajo en
material bruto que el que exige el aumento en complejidad; por eso hay una
tendencia interna en los sistemas evolutivos a seleccionar demandas que
inclinen a tales sistemas hacia la simplicidad. Lo cual no quiere decir que el
darwinismo exija o entrañe que la evolución avance hacia la simplicidad.
Lo que ocurre es sencillamente que el darwinismo no ordena la
complejidad, con lo cual es inevitable que favorezca realmente a la
simplicidad. Así pues, si observamos un aumento de la complejidad, algo
ha de estar operando en el mundo además del darwinismo. Ahora bien, los
darwinistas han ofrecido varias explicaciones que justifiquen sobre
fundamentos estrictamente darwinianos el evidente crecimiento de la
complejidad (p.ej, la irreversibilidad de ciertos cambios y la baja tasa de
complejidad de Stephen Jay Gould por debajo de la cual las cosas mueren).
Pero todas estas explicaciones son post hoc, en cada uno de los casos, su
opuesto podría igualmente haber sucedido y el darwinismo seguiría siendo
verdadero. Así pues, podríamos imaginar (e incluso programar en un
computador) una serie de escenarios darwinianos en los que la
reversibilidad tuviera una ventaja selectiva, en los que las competiciones se
ganaran por simplificación y en donde una baja tasa
desplazamiento y el principio del «No Free Lunch> 291

complejidad fuera el filtro que confiriera la máxima adaptación al •


máximamente simple.
De acuerdo con Stuart Kauffman, la razón de que el universo esté
alimentando en complejidad es un problema serio (ISCID online chat Nov-
-ber 15, 2002, asequible en www.iscid.org./stuartkauffman-chat.php):
Uno de los más profundos enigmas de nuestro universo es la
razón de que éste sea tan complejo. ¿Por qué la biosfera se ha
tornado compleja? ¿Por qué el número de modos de ganarse la
vida ha aumentado tan dramáticamente? No disponemos de
ninguna teoría sobre esta abrumadora característica de nuestro
universo.

Lo que para los darwinistas es un resultado, para Kauffman, que no es


darwinista, es un misterio. ¿Quién lleva razón? El hecho de que el universo
biofísico esté aumentando en complejidad, ¿es un problema profundo que
espera una respuesta, o es una cuestión que, al menos en biología, ha
recibido una decisiva respuesta por parte del darwinismo? Es evidente que
si el darwinismo hubiera dado esa decisiva respuesta, alguien del calibre de
Kauffman no habría proclamado que el tal problema era un misterio. Y la
literatura darwiniana muestra sin duda una completa ausencia de
soluciones definitivas a este problema.
Al concluir este capítulo quisiera establecer una analogía entre el
desplazamiento y la tesis de Church. Esta tesis es una reflexión profunda
de la lógica matemática sobre la naturaleza de la computación. El
desplazamiento, o lo que yo también llamo el Principio del No Free Lunch
(que no ha de ser confundido con los teoremas No Free Lunch), funciona
dentro de la teoría del diseño inteligente a la manera en que la tesis de
Church funciona dentro de la teoría de la computación. La tesis de Church
establece que si se dispone de un procedimiento que es intuitivamente
computable (es decir, que puede ser caracterizado mediante reglas bien
definidas), entonces puede ser codificado como un algoritmo ejecutable por
una máquina de Turing. El principio del No Free Lunch establece que si se
dispone de algún proceso naturalista cuyo resultado exhibe complejidad
especificada, entonces este proceso estaba previamente cargado de
complejidad especificada. La tarea del teórico del diseño en este caso es la
de «seguir la pista de la información» y mostrar el lugar o el momento en
que la complejidad especificada mostrada por el proceso fue cargada
primeramente en éste (del mismo modo que la tarea del científico de la
computación es mostrar el modo
292
DISEÑO
1
INTELIGENTE

en que algún procedimiento que es intuitivamente computable puede ser


explícitamente formulado como un algoritmo susceptible de ser
implementado en una máquina de Turing).
Obsérvese que no hay —ni puede haber además— implicada ninguna
prueba matemática en sentido estricto en la tesis de Church ni en el
principio del No Free Lunch. (Para este último, existe siempre la posibilidad
externa de que la complejidad especificada pueda ocurrir como un suceso
absolutamente improbable). Pero incluso así, los dos casos están sujetos a
una verificación empírica. Con la tesis de Church, el desafío consiste en
mostrar que lo intuitivamente computable está invariablemente sometido
a lo formalmente computable. Con el principio del No Free Lunch, el desafío
es mostrar el lugar o el momento en que la complejidad especificada
arrojada por un proceso naturalista fue de hecho cargada.
Los biólogos evolucionistas afirman que por lo general obtienen com-
plejidad especificada o bien gratuitamente o bien partiendo de cero. (Ri-
chard Dawkins y Thomas Schneider son algunos de los más significados
representantes de esta idea). El principio del No Free Lunch nos aconseja
buscar el lugar en donde la complejidad especificada obtenida al parecer
graciosamente había sido introducida realmente de manera gratuita o bien
escondida a las miradas. El darwinismo es un verdadero ejercicio en el
creativo arte de ocultar que sus deudas explicativas superan con mucho a
sus haberes reales. Tomemos, por tanto, el principio del No Free Lunch
como una herramienta del auditor para investigar las exageradas
manifestaciones del darwinismo y demostrar que esas deudas están al
descubierto. Por fortuna, como sus recientes fracasos colectivos nos han
enseñado, una administración creativa puede a lo sumo ser capaz de
posponer pero no de evitar la declaración de bancarrota.
36

LOS ÚNICOS JUEGOS


ÍEN LA CIUDAD
1
% ¿No es una actitud burda y simplista
plantear el debate sobre la evolución
biológica meramente como un duelo entre el
darwinismo y el diseño inteligente? Con
seguridad, la biología evolutiva abre la
puerta a muchas más opciones.

EN EL VOLUMEN DE MARZO DE 2003 de la revista Commentary, el crítico del diseño


Paul Gross respondía a un artículo del simpatizante del diseño David
Berlinski aparecido en el número de Diciembre de 2002 de esta misma
revista. En este artículo, titulado «Has Darwin Met His Match?», Berlinski
caracterizaba la controversia sobre evolución biológica como un
enfrentamiento entre el darwinismo y el diseño inteligente. En su
respuesta, Gross criticaba a Berlinski no justamente por caracterizar la
controversia de este modo (darwinismo frente a diseño inteligente), sino
por utilizar incluso el término darwinismo. Según Gross, sólo «aquellos que
no conocen bien la biología evolutiva» pueden referirse a algo llamado
«darwinismo».
Según se nos asegura, la biología evolutiva es bastante más rica que su
caricatura llamada darwinismo. Esta misma acusación ha sido formulada
también durante mis conferencias públicas criticando al darwinismo. Así
pues, quisiera aclarar desde ahora que los teóricos del diseño no están
atacando sin más a un hombre de paja cuando critican al darwinismo, y
que al oponer el diseño inteligente al darwinismo no están planteando
meramente un falso dilema. Para comprobarlo, examinemos la réplica que
da Berlinski a Gross en el número de marzo de 2003 de la revista
Commentary:
Los profesionales lo saben bien. Entiendo perfectamente la
preocupación del Sr. Gross. El término «darwinismo» transmi-
294 DISEÑO INTELIGENTE

te la idea de una ideología secular, de un sistema global de


creencias. Así opera y así es seguramente. La teoría de Darwin ha
sido utilizada de muy diversas maneras —por los biólogos
darwinianos— para explicar el desarrollo de un andar bípedo, la
tendencia a reír cuando se está contento, la anorexia nervosa, las
negociaciones mercantiles, la preferencia por los paisajes
tropicales, las raíces evolutivas de la retórica política, el amor
maternal, el infanticidio, la formación del clan, el matrimonio, el
divorcio, ciertos sonidos cómicos, los ritos fúnebres, la formación
de las formas de los verbos regulares, el altruismo, la
homosexualidad, el feminismo, la codicia, el amor romántico, los
celos, la guerra, la monogamia, la poligamia, el adulterio, el hecho
de que los hombres sean cerdos, la recursión, la exhibición sexual,
el arte abstracto, y las creencias religiosas de todo tipo...
Difícilmente sea yo la única persona que utilice el término
«darwinismo» para transmitir la sugerencia de una agenda
ideológica. Añadiendo este mito a la colección de ensayos de D. S.
Bendall, Evolution from Molecules to Men (1983), Richard Dawkins
tituló su ensayo «Universal Darwinism». Dawkins conocía la
palabra lo suficientemente bien para volver a utilizarla en «Darwin
and Darwinism», el título de su contribución a la Enciclopedia
Encarta de Microsoft. Luego está la serie de pequeños libros
aparecidos bajo el título Darwinism Today y publicados por la Yale
University Press. El primero de la serie es del eminente biólogo
darwiniano John Maynard Smith.

No es accidental que en los debates sobre evolución biológica, el


nombre de Charles Darwin y su teoría marchen juntos. Ni las repetidas
referencias a Darwin y al darwinismo tienen simplemente el carácter de
manifestaciones de respeto por la historia de la disciplina: son realmente
recordatorios del padre fundador de la biología evolutiva. Darwin aparece
como un gigante en el estudio de los orígenes de la biología porque su
teoría es el verdadero núcleo de la biología evolutiva. Efectivamente, nada
en la biología evolutiva tiene sentido fuera del darwinismo.
Para comprobarlo hay que comprender el atractivo que ejerce la
biología. Aunque la biología evolutiva está comprometida con la des-
cendencia común (es decir, que todos los organismos retrotraen su linaje
hasta un último antepasado común universal), ésta no es su tesis central.
Hay ciertamente teóricos del diseño que mantienen igualmente la idea
los únicos juegos en la ciudad 295

de una descendencia común (p.ej., Michael Behe). La idea central de la


biología evolutiva es más bien que un proceso físico independiente es
suficiente para explicar la emergencia de la complejidad y la diversidad
biológicas. Completar los detalles de este proceso sigue siendo tema de
debate entre los biólogos contemporáneos. Pero es un debate doméstico
que se ocupa esencialmente de detalles. En líneas generales, sin embargo,
todo proceso físico independiente capaz de producir complejidad biológica
tendrá que constar de tres componentes: transmisión hereditaria, variación
fortuita y selección natural.
El esquema es el siguiente: contamos con ciertos organismos. En ellos
tiene lugar algún cambio. Este cambio es fortuito en el sentido de que no
anticipa futuros cambios que las subsiguientes generaciones de organismos
deban experimentar. Pero este cambio es heredable y por tanto puede ser
transmitido a la generación siguiente. Pero que sea realmente transmitido
a la siguiente generación depende, sin embargo, de que ese cambio sea en
algún sentido beneficioso para el organismo, o (de manera más indirecta)
si está asociado con otros cambios que son beneficiosos para el organismo.
En tal caso, la selección natural se sentirá inclinada a preservar a los
organismos que exhiban ese cambio.
Este esquema es perfectamente general. Puede regular tanto las
transmisiones hereditarias genéticas como las epigenéticas. (Las trans-
misiones hereditarias epigenéticas dejan intacta la información genética.
Una buena parte de la biología contemporánea está comprometida con la
heredabilidad genética, aunque actualmente está aumentando la evidencia
de que los factores epigenéticos tienen también su papel en la transmisión
hereditaria). El esquema puede ser extendido también a la evolución
lamarckiana, cuyos cambios fortuitos ocurren a nivel de los organismos que
simplemente activan estructuras ya existentes, o refuerzan o modifican las
funcionalidades de esas estructuras. Igualmente el esquema puede acoger
todas las formas de lo que típicamente se conoce como evolución
darwiniana, incluyendo al neo-darwinismo, cuyos cambios fortuitos son
errores accidentales en el genoma. Asimismo puede dar cabida a la idea de
evolución simbiogenética de Lynn Margulis, cuyos cambios fortuitos se
dan cuando diferentes tipos de organismos se unen para formar un nuevo
organismo híbrido. E incluso puede admitir formas auto-organizativas de
evolución, cuyos cambios fortuitos son el resultado de procesos auto-
organizativos. (Obsérvese que precisamente porque lo que la organización
produce es el yo o ego — el organismo individual— los procesos de
autoorganización han de
296 Los únicos juegos en la ciudad 297

ocurrir dentro del curso de una generación dada, pero nunca a lo largo de Los biólogos actuales tienden a creer profundamente que la
varias generaciones). Otras formas de cambio fortuito engloban el selección natural es la mano invisible que modela formas per-
movimiento generacional, la transferencia lateral de genes y la acción de fectamente construidas. Puede parecer una exageración, aunque
genes regulativos en desarrollo. no lo es tanto, afirmar que los biólogos consideran a la selección
Los biólogos evolucionistas discuten sobre el papel preciso y el alcance como la única fuente de orden en biología. Si la biología actual
de la transmisión hereditaria y del cambio fortuito. El debate puede ser tiene un canon central, es éste.
muy agrio a veces. Véase, por ejemplo, la introducción al libro de Margulis
Acquiring Genomes, en la cual se ataca al neo- darwinismo por tener una Aunque crítico de la teoría evolucionista darwiniana y escéptico
imagen errónea del cambio fortuito. (Según esta introducción, el cambio respecto a la selección natural como la gran coordinadora del cambio
genético, y no la mutación azarosa genética, es la forma primaria de cambio fortuito en biología, Kauffman no encuentra sin embargo ninguna al-
fortuito que dirige la evolución). Sin embargo, Ernst Mayr, uno de los ternativa naturalista a la selección natural.
arquitectos de la síntesis neo-darwiniana de los años 1930 y 1940, escribió Y por la misma razón, Alvin Plantinga ha afirmado que si el ma-
un caluroso prefacio al libro de Margulis. ¿Por qué habría de escribir un terialismo es verdadero, entonces el darwinismo es «el único juego en la
proponente del neo-darwinismo un prefacio a un libro que es ciudad» (en una conferencia titulada «Naturalim, Theism and the Scientific
decididamente crítico del neo-darwinismo? La respuesta está en que Enterprise», pronunciada en la Universidad de Tejas en Austin el 22 de
Margulis no ataca al sancta sanctorum del darwinismo: la selección natural. febrero de 1997). Y a su vez Phillip Johnson escribe:
Ciertamente, en el fondo de su corazón Margulis es tan darwinista como
Si el materialismo es verdadero, entonces una teoría como el
Mayr. El propio Darwin no tenía muy claro cuáles eran los mecanismos de
darwinismo tiene que ser también verdadera, prescindiendo de la
la transmisión hereditaria y del cambio fortuito. Pero fuera cual fuera la
evidencia. El materialismo exige que los elementos químicos
forma que tomaran, Darwin estaba convencido de que la selección natural
tengan la capacidad de formar organismos vivos, y que un
era la clave para dominarlos. Ditto pro Mayr. Ditto pro Margulis. Ésta es la
Replicador principal sea capaz de hacer evolucionar todas las
razón de que en la actualidad se escuchen repetidamente referencias a la
características de plantas y animales sin la ayuda de un Diseñador.
teoría de Darwin de la selección natural, pero no a las teorías darwinianas
Así pues, la evolución debe ser un proceso ciego que parte de un
de la variación o de la herencia. azar (una mutación) y se sirve de algo capaz de diseñar estructuras
Ciertamente, sin diseño inteligente, ¿qué otra cosa aparte de la se- complicadas (la selección natural). Es decir, que si el darwinismo
lección natural podría pretender jamás coordinar los cambios fortuitos que no es verdadero, entonces el proyecto materialista carece de una
la transmisión hereditaria traslada de una generación a la siguiente? Por sí historia de la creación. («Dogmatic Materialism», Boston Review,
mismos, los cambios fortuitos no pueden ser responsables del incremento Febrero, 1997; www.bostonreview.net/br22-l/ johnson.html).
masivo de la complejidad biológica acaecido en la historia natural. Incluso
aunque se incluyeran la simbiogénesis, la transferencia genética lateral, la En resumen, la biología evolutiva necesita un diseñador que coordine
acción de los genes reguladores en el desarrollo, y otros procesos capaces los cambios fortuitos que la transmisión hereditaria traslada desde una
de inducir un sensible cambio evolutivo en el curso de una sola generación, generación a la siguiente, y para eso sólo hay sobre la mesa un candidato
esos cambios tendrían que continuar siendo acumulados y coordinados a naturalista: la selección natural. Ciertamente, no es un accidente que las
lo largo de las sucesivas generaciones. Aparte del diseño inteligente, sólo palabras selección e inteligencia estén etimológicamente relacionadas: la
hay en principio un proceso natural capaz de acumular y coordinar tales sílaba lee en selección tiene la misma raíz que la sílaba lig en inteligencia. Y
cambios: la selección natural. las dos derivan de la misma raíz indo-europea que significa «reunir» y por
Y por esta razón escribiría Stuart Kauffman en At Home in the Uni- verse: tanto «seleccionar». Antes de Darwin, la capacidad de selección estaba
principalmente confinada en las inteligencias diseñadoras, es
298 DISEÑO INTELIGENTE

decir, en los agentes conscientes que podían reflejar deliberadamente las


posibles consecuencias de sus selecciones. El derecho a la fama de Darwin
se fundó en su afirmación de que las fuerzas naturales, absolutamente
carentes de propósito o previsión respecto de futuras posibilidades, tenían
igualmente el poder de seleccionar mediante la selección natural.
Al adscribir la capacidad de selección a unas fuerzas naturales sin
inteligencia, Darwin perpetró la mayor estafa intelectual de la historia de
las ideas. La naturaleza no tiene el poder de seleccionar. Todo lo que la
selección natural hace es limitar la variabilidad del cambio fortuito
eliminando los menos aptos. Y lo que es más, la naturaleza actúa bajo el
estímulo del momento, basado únicamente en lo que le ofrece el entorno
del tiempo presente y por tanto sin la menor previsión respecto de
posibilidades futuras. Y sin embargo, este proceso ciego produce
supuestamente diseños que exceden las capacidades de cualquier di-
señador de nuestra experiencia. No es extraño que Daniel Dennett, en
Darwin's Dangerous Idea, asigna a Darwin «la mejor y singular idea que
nadie pudiera haber imaginado nunca». Obtener diseño sin contar con un
diseñador es ciertamente un impresionante ardid. Darwin aparecía como
un mago que pronunciaba sus conjuros tan alejado de sus espectadores
como para poder deslumbrarlos —hasta que alguien comenzó a utilizar sus
prismáticos. La idea de Darwin fue un buen truco mientras duró. Pero con
los avances de la tecnología, al igual que los de la información y de las
ciencias de la vida (especialmente la biología molecular), la calesa mágica
darwiniana está actualmente desvencijada. Ya es hora de olvidarse de los
trucos —del brillo de los escenarios y los aplausos entusiastas, de las
tácticas de cerrojo, de las fanfarronadas y los engaños — y explicar de
manera científica lo que el pueblo ha sabido siempre: que no se puede
obtener diseño sin un diseñador. Y aquí es donde entra en escena el diseño
inteligente.
Según Francisco Ayala, «La mayor proeza de Darwin fue mostrar que
la organización rectora de los seres vivos podía ser explicada como el
resultado de un proceso natural, la selección natural, sin necesidad de
recurrir a ningún Creador o a otro agente externo» (tomado del ensayo de
Ayala «Darwin's Revolution» en Creative Evolution). Al describir así la
principal razón de la fama de Darwin, Ayala está tocando un punto crucial.
Un diseñador podría producir la diversidad de la vida apoyándose en el
mecanismo darwiniano, pero el mecanismo darwiniano no necesita
recurrir a ningún diseñador para producir la diversidad de
Los únicos juegos en la ciudad 299

la vida. De lo cual se sigue que el mecanismo darwiniano no pone, ni puede


poner, de manifiesto ningún diseño que un diseñador pudiera haber
colocado ya en el mundo. Con seguridad, el diseño podría seguir estando
en el mundo, pero no sería discernible.
El diseño puede ser colocado a la cabeza de la teoría de Darwin, pero
no puede ser adecuadamente integrado en ésta. Para comprobarlo,
consideremos la siguiente afirmación formulada por Kenneth Miller en
Finding Darwin's God:
La naturaleza indeterminada de los sucesos cuánticos permi-
tiría postular un Dios inteligente y sutil que influyera sobre los
sucesos de maneras profundas pero científicamente indetectables
para nosotros. Estos sucesos podrían incluir la aparición de mu-
taciones, la activación de neuronas individuales en el cerebro, e
incluso la supervivencia de células y organismos individuales
afectados por procesos azarosos de pérdida de radioactividad.
Miller interpreta aquí la indeterminación de lo cuántico como una
ocasión para la acción divina (y, por implicación, para el diseño). Sin
embargo, se asegura de que su interpretación no cambie los hechos o las
teorías de la ciencia. Según esto, la acción de Dios y, de manera más
general, la actividad de una inteligencia diseñadora, debería ser
científicamente indetectable y seguir siendo científicamente indetectable en
biología. De otro modo, la teoría de Darwin se convertiría en una teoría
teleológica con variaciones azarosas que facilitaran el paso a variaciones
cuya dirección fuera científicamente detectable. (Dicho en otras palabras,
los cambios que aportan el material bruto para la evolución, dejarían de ser
fortuitos).
Entre los cognoscenti teológicos, el «Dios de los agujeros cuánticos» de
Miller está considerado como burdo e innecesario. El método preferido
para entender la acción divina consiste en distinguir entre causas primeras
y segundas, dejando las causas primeras para la filosofía y la teología, y las
segundas para la ciencia. Según esto, Dios, la causa primera, emplea causas
segundas, como los procesos ordinarios de la física y la química, para
ejecutar los propósitos divinos. Dada esta distinción entre causas primeras
y segundas, el modelo que ofrece Miller de la acción divina en los
intersticios cuánticos se torna en un ejercicio de irrelevancia. La ciencia se
ocupa de causas segundas en sus propios términos, sin la menor referencia
a los propósitos de Dios y por tanto sin necesidad alguna de que Dios
intervenga en los procesos causales
300 DISEÑO INTELIGENTE

de la naturaleza. En consecuencia, la ciencia no tiene que aferrarse a la


acción divina o a cualquier otra forma de diseño. En general, la distinción
entre causas primeras y segundas hace la acción divina invisible e
irrelevante para la ciencia. Esta distinción es en última instancia lo que se
esconde tras las estrategias populares para establecer la paz entre ciencia y
religión, tal como el NOMA (non-overlapping magisteria) de Stephen Jay
Gould, el RFEP (robust formational economy principle) y el
complementarismo que impregna la principal corriente de la discusión
sobre ciencia-teología.
Todas estas maniobras de los evolucionistas teístas para poner en
consonancia la acción divina con la ciencia, dejan intacto el contenido de la
ciencia, incluida la teoría evolucionista darwiniana. De este modo, cuando
utilizan estas maniobras para atribuir diseño a ciertas características del
mundo, lo hacen a pesar de la ciencia y no por causa de ella. Desde la
posición de la teoría evolucionista darwiniana, la emergencia de la
complejidad y la diversidad biológicas era algo tan esperado como lo es la
posibilidad de conseguir veinte caras en una fila entre una multitud de un
millón de jugadores en donde cada participante debía abandonar el juego
cuando sacara cruz. (Imaginemos que cada persona tira una moneda y
permanece de pie mientras consiga caras, pero que ha de sentarse en caso
contrario abandonando con ello el juego).
La ciencia del lanzamiento de monedas (teoría de la probabilidad) nos
dice que de un millón de tales tiradas, será solamente una la persona que
continúe de pie por haber conseguido veinte caras en una fila. Así también
la ciencia de la evolución darwiniana nos dice que la naturaleza producirá
periódicamente cambios fortuitos beneficiosos y que, en lugar de
desaparecer entre el polvo de la historia, esos cambios serán transmitidos
gracias al poder de la selección natural. A través de una larga cadena de
tales sucesos, el efecto acumulativo de la selección natural y el cambio
fortuito a lo largo de varios billones de años habrán hecho posible la
producción del grado de complejidad y diversidad que nosotros
observamos ahora. Así como la ciencia del juego de cara o cruz no justifica
la atribución de ninguna habilidad especial a la persona que ha conseguido
veinte caras, así tampoco la ciencia de la evolución darwiniana justifica la
atribución al proceso evolutivo de una especial habilidad o sabiduría por
la generación de complejidad y diversidad. En uno y otro caso, ese
resultado es el esperado o predecible y no una hazaña creativa que sea el
producto de un diseño.
los únicos juegos en la ciudad 301

Aunque el darwinismo no excluye el diseño por razones metafísicas o


teológicas, considera sin embargo que el diseño es indetectable para la
ciencia. Y lo que es más, mientras el diseño sea indetectable para la ciencia,
la evolución darwiniana — ampliamente interpretada en términos de
transmisión hereditaria, cambio fortuito y selección natural— es la única
posibilidad científica. O, como dijimos antes, si el materialismo es
verdadero, entonces el darwinismo es el único juego en la ciudad,
científicamente hablando. De lo cual se sigue que la única alternativa
científica al darwinismo es una teoría que pueda detectar diseño en la
naturaleza y que consiga detectarlo para los sistemas biológicos. ¿Cómo
podría suceder semejante cosa? Al detectar diseño, esa teoría tendría por lo
menos que mostrar que los componentes de la evolución darwiniana —
transmisión hereditaria, cambio fortuito y selección natural — no tienen de
por sí la capacidad de producir ciertas características de los sistemas
biológicos. (De no ser así, no habría ninguna razón para cuestionar al
darwinismo, que presupone que la selección natural se ha revelado como
el admirable sustituto de un diseñador).
¿Cómo tendrían que ser esas características que están más allá del
alcance de la evolución darwiniana? Tendrían que ser desde luego alta-
mente improbables con respecto a la evolución darwiniana, pues de otro
modo ésta podría fácilmente explicarlas. Pero la mera improbabilidad no
es suficiente mientras que en todo tiempo sucedan por azar cosas altamente
improbables (véase capítulo ocho). En consecuencia, para que tales
características se encuentren más allá del alcance de la evolución
darwiniana, es también necesario que estén lo suficientemente diseñadas o
especificadas (véase capítulo diez). Pero que algo sea altamente improbable
y especificado quiere decir que ese algo exhibe complejidad especificada; y
la complejidad especificada es un marcador empírico fiable de diseño real
(véase capítulo doce). Así comprobamos que tan pronto como se perfila la
posibilidad de una alternativa científica al darwinismo, la lógica nos lleva
irremediablemente a una teoría del diseño inteligente con la complejidad
especificada en su centro. O bien todas las características de los sistemas
biológicos son resultado de la transmisión hereditaria, el cambio fortuito y
la selección natural, o bien hay algunas de ellas que exhiben complejidad
especificada y por tanto son también resultado del diseño.
De todo esto se sigue que el darwinismo no es el único juego en la
ciudad. Para que el darwinismo fuera ese único juego, el materialismo
tendría que ser ineludiblemente verdadero. Pero el materialismo no es la
302 DISEÑO INTELIGENTE

conclusión de una inferencia científica ni una verdad de razón inevitable.


Más bien es una ideología que constantemente sofoca a la investigación
científica. La negativa del darwinismo a reconocer el diseño inteligente no
habla más en favor de su verdad y validez que las políticas segre-
gacionistas de los días anteriores al movimiento norteamericano en pro de
los derechos civiles que denunciaba los atentados contra la dignidad de las
minorías condenadas al ostracismo. ¿Cuántos juegos se dirimen entonces
en la ciudad? La ciudad aquí es la ciencia, y el objetivo del juego la
explicación de la emergencia de la complejidad y la diversidad biológicas.
Pese a las negativas de los darwinistas, hay de hecho dos juegos en la
ciudad, dos teorías científicas para explicar los orígenes biológicos: el
darwinismo y el diseño inteligente. Curiosamente, son los dos únicos
juegos existentes en la ciudad.
P AR TE S EIS

UN NUEVO TIPO
DE CIENCIA
37

ASPIRACIONES
¿Qué espera la ciencia obtener del diseño
inteligente, y qué puede hacer el diseño
inteligente por la ciencia?

LA CIENCIA ES UNA MAGNA Y VARIADA EMPRESA. Algunos aspectos de la ciencia han


resultado ser enormemente afortunados, otros no. Los proponentes del
diseño inteligente sostienen que, tal como actualmente se la practica, la
biología se muestra francamente desafortunada en la solución del
problema del origen de la vida y la subsiguiente emergencia de la
complejidad biológica. ¿Justifica el éxito de la ciencia que los biólogos sigan
aferrados a sus armas y se resistan a las incursiones del diseño y la
teleología? El desafío del diseño inteligente es real. No es como el caso de
algunas manifestaciones que sostienen que las antiguas tecnologías no
pudieron haber construido las pirámides, y que por tanto fueron los dioses
o los duendecillos los arquitectos que las levantaron. Podemos mostrar de
qué modo y con los medios técnicos que tenían a su alcance, los antiguos
egipcios pudieron producir las pirámides.
En cambio, los mecanismos materiales conocidos hasta la fecha no han
podido ofrecer una perspectiva semejante sobre la complejidad biológica.
El biólogo celular Franklin Harold observa en The Way of the Cell (Oxford,
2001) que al tratar de explicar la complejidad biológica, los biólogos se han
limitado hasta ahora a proponer «una variedad de fantasiosas
especulaciones». De haber entendido la emergencia de la complejidad
biológica en términos puramente materiales, el diseño inteligente no habría
podido surgir siquiera. El hecho de que los biólogos no tengan explicación
para el diseño inteligente ha calado rápidamente en la conciencia pública.
Que nos ofrezcan modelos detallados, comprobables y mecanicistas del
origen de la vida, del origen del código genético, de la aparición de las
omnipresentes biomacromoléculas y de colonias tales como las del
ribosoma, o del origen de máquinas mole-
DISEÑO INTELIGENTE

306

ciliares como el flagellum bacterial, y el diseño inteligente no tardará en


bajar a la tumba.
Pero nada de esto ha sucedido. Ni hay el menor signo de que suceda.
Como observa mi colega Robert Koons, al tratar de explicar la emergencia
de la complejidad biológica, todo el aporte de los evolucionistas ha
consistido en describir mecanismos supuestamente posibles en términos
realmente abstractos y esquemáticos, a los que, en el caso del darwinis-
mo, no se ha añadido ningún detalle significativo desde los tiempos de
Darwin (y, podríamos añadir, ninguno desde la época de Empédocles y
Epicuro hace dos mil años) y para los que incluso otros escenarios
evolutivos naturalistas siguen mostrándoseles aún más especulativos.
Los que critican la evolución afirman que ésta no es más que una teoría
que no va muy lejos y que ni siquiera merece ser llamada teoría — al
menos no cuando pretende explicar la emergencia de la complejidad
biológica. Ningún darwinista, por ejemplo, ha ofrecido un modelo
hipotéticamente darwiniano de ninguna «adaptación» multipartita fuer-
temente integrada con la especificidad suficiente para hacer comprobable
su hipótesis incluso en principio. En su explicación de la complejidad
biológica, la biología evolucionista no es tanto una teoría como un cúmulo
de notas prometedoras para futuras teorías, ninguna de las cuales ha sido
elaborada desde que Darwin publicó su Origen de las especies hace casi 150
años. Por otra parte, cuando se ponen en entredicho esas notas
provisionales, como constantemente hace el diseño inteligente, el
darwinismo se transforma en un ejercicio de racionalización que trata de
convencernos de que no hay defecto alguno en esas prometedoras notas.
Eliminemos estas notas, y tanto las racionalizaciones como el propio
darwinismo se convierten en una teoría realmente modesta.
Pero incluso con este historial notablemente malo, los biólogos evo-
lutivos se resisten a abandonar el darwinismo y otras explicaciones ma-
terialistas de la complejidad biológica. Para muchos de ellos, una teoría
notablemente mala —incluso un cúmulo de prometedoras notas y de
racionalizaciones— es mejor que nada. Antes que abandonar el barco, los
científicos desean una alternativa positiva. Y el diseño inteligente ofrece
justamente eso: brindar una alternativa teórica positiva del diseño frente a
las explicaciones materialistas de la complejidad biológica que ofrecen los
darwinistas. Pero para poder derrocar a esas alternativas materialistas, el
diseño inteligente tiene que completar estas cinco tareas:
1. Establecer criterios fiables para detectar inteligencia. No basta con
declarar meramente que las explicaciones materialistas no han sabi-
Aspiraciones 307

do percatarse de la existencia de ciertos tipos de complejidad biológica,


para inferir inteligencia en tales casos, es necesario poseer criterios fiables
de detección de diseño. Las causas inteligentes pueden hacer cosas que le
están vedadas a las causas materiales de por sí. Muchas ciencias especiales
(como la arqueología, la práctica forense y la búsqueda de inteligencia
extraterrestre) emplean ya principios que tienen en cuenta esta distinción.
El principal criterio que el diseño inteligente utiliza para detectar diseño es
la complejidad especificada.
2. Aplicar estos criterios a los sistemas biológicos. Una vez en
posesión de los criterios para detectar diseño, hay que saber aplicarlos a los
sistemas biológicos reales. Por ejemplo, el bioquímico Michael Behe
(Darwin's Black Box, 1996) conecta así la complejidad especificada con el
diseño biológico: la complejidad especificada define un sistema como
ireduciblemente complejo si éste consta de varias partes relacionadas entre sí
de modo tal que la eliminación de una de ellas destruye la función entera
del sistema. Para Behe, la complejidad irreducible es un indicador seguro
de diseño. Y según él, el flagellum bacterial es precisamente uno de esos
sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos. Yo sostengo en No Bree
Lunch que la complejidad irreducible es un caso especial de la complejidad
especificada y que los sistemas como el flagellum bacterial exhiben
complejidad especificada y por tanto son sistemas diseñados.
3. Mostrar que estos criterios eliminan efectivamente los mecanis-
mos materiales. El objetivo que se proponen criterios tales como el de la
complejidad especificada e irreducible es el de detectar diseño. Pero si es
posible que los mecanismos materiales puedan producir sistemas que
exhiban complejidad especificada e irreducible, entonces no hay lugar para
la atribución de diseño. En biología, el diseño se torna plausible sólo
cuando los mecanismos materiales pueden ser efectivamente descartados.
Descartar los mecanismos materiales quiere decir que estos mecanismos
son incapaces de producir el objeto en cuestión. Mas ¿qué significado tiene
la atribución de tal incapacidad?
Behe, por ejemplo, ha sostenido que los ingenios bioquímicos irre-
duciblemente complejos, al estar compuestos de numerosas partes cada
una de las cuales es necesaria para la función del sistema, no pudieron ser
producto de pasos graduales darwinianos. Decir por tanto que tales
sistemas «no pudieron ser producidos» es atribuir una incapacidad al
mecanismo darwiniano. Sin embargo, los biólogos evolucionistas se
muestran capaces de imaginar escenarios en donde tales sistemas vayan
308 DISEÑO INTELIG
1 ENTE

incorporándose gradualmente ciertos elementos que, aunque origina],


mente innecesarios, se fueran tornando necesarios con el tiempo.
¿Afirman realmente con esto los biólogos evolutivos la capacidad del
mecanismo de la selección darwiniana, tal como ésta opera realmente en
la naturaleza, para producir complejidad irreducible? ¿O meramente lo
que demuestran con esto es la capacidad de su imaginación para conjurar
el modo en que un proceso darwiniano podría dar lugar a semejantes
sistemas? Muchos biólogos evolutivos se dan por satisfechos con una
forma muy poco exigente de habilidad o capacidad: la concebibilidad.
Mientras puedan seguir concibiendo un camino material darwiniano o de
otro tipo capaz de conducir a la complejidad irreducible, los mecanismos
materiales seguirán derrotando al diseño.
En contraste con esto, Behe y la comunidad del diseño inteligente
reclaman una forma de habilidad o capacidad mucho más exigente para
decidir si el mecanismo darwiniano, y en general los mecanismos
materiales, pueden producir o no complejidad irreducible. Según Behe,
hay una forma probabilista según la cual las estructuras funcionalmente
especificadas que son altamente improbables no pueden darse por azar.
Esto concuerda con el trabajo de Behe sobre complejidad irreducible y con
el mío sobre complejidad especificada. La fuerza lógica de nuestro
argumento pretende ser la misma que la de la frase «Puedes entrar en un
casino de Las Vegas y obtener un centenar de dobles ceros jugando a la
ruleta». La posibilidad de que tal cosa pueda ocurrir por azar es virtual, no
real.
4. Reconceptualizar la biología evolutiva dentro de un marco
teórico de diseño. Al volver a conceptualizar la biología evolutiva, la
principal tarea asumida por el diseño inteligente es la de separar los efectos
de la inteligencia de los mecanismos materiales. Es famosa la observación
de Theodosius Dobzhansky en la que afirmaba que nada tiene sentido en
biología fuera de la evolución. En lugar de rechazar directamente esta
afirmación, el diseño inteligente profundiza aún más y se pregunta si la
evolución misma tiene sentido fuera de la evidente influencia de una
inteligencia diseñadora. Los mecanismos materiales son perfectamente
capaces de explicar muchos cambios evolutivos a pequeña escala (como el
desarrollo por parte de los insectos de una resistencia a los insecticidas
mediante la selección natural). Pero, ¿dónde se agotan los mecanismos
materiales y dan paso a la inteligencia? Para una biología mecanicista ésta
sería una pregunta ilegítima. Pero una biología abierta al diseño es libre de
considerar un conjunto más amplio de cuestiones,
309

un conjunto que dé a los mecanismos materiales su debido valor, pero que


también admita la posibilidad de una agencia inteligente.
, El diseño es siempre una cuestión de intercambio o compromiso. El diseño
inteligente nos ayuda a entender estos intercambios y clarifica los
jproblemas de diseño que afrontan de hecho los organismos. Lo cual nos
^óme a su vez de tener que ocultar los problemas bajo la alfombra por “
mera razón de que se nos diga que la evolución es un proceso ciego y
despilfarrador. El enfoque no teleológico de la evolución ha llevado sin
tmbargo a los biólogos a subestimar a los organismos. ¿Es, por ejemplo, el
«ADN basura» realmente basura? El trabajo de John Bodnar y sus
colaboradores sugiere que parte de éste no lo es. El diseño inteligente
continúa investigando funciones a las que los enfoques no teleológicos de
la evolución atribuyen torpeza o incompetencia.
Puesto que el diseño inteligente añade más que sustrae herramientas
de la caja del biólogo (al añadir a los mecanismos materiales la agencia
inteligente), este diseño puede asumir la investigación biológica actual.
Pese a los esfuerzos por desechar los diversos criterios para detectar diseño,
estos criterios son bien acogidos por el programa de investigación sobre
diseño inteligente. (EJno de los aspectos de su política de honestidad). El
diseño inteligente funciona también como heurística rectora de la
investigación que anime a los biólogos a buscar soluciones ingenieriles para
problemas biológicos que de otro modo les podrían pasar inadvertidos.
5. Inspirar un programa fértil de investigación biológica que sea
exclusivamente teórico-del-diseño. El último reto que afronta el diseño
inteligente es el de inspirar un fértil programa de investigación biológica
que genere nuevas ideas y experimentos en biología realmente excitantes
— ideas y experimentos que no habrían sido posibles dentro de una
biología puramente material. Idealmente, cualquier estudioso podría ser
capaz de ganar un Premio Nobel por una investigación específica del área
del diseño inteligente e inconcebible fuera de él.
Una posibilidad de que tal cosa pudiera suceder sería que los orga-
nismos exhibieran diseños sin significado funcional alguno, pero que sin
embargo ofrecieran a los biólogos nuevas perspectivas sobre los aspectos
funcionales de los mismos organismos. Estos diseños de segundo orden
funcionarían esencialmente como un «manual operativo», inútil para el
organismo mismo pero útilísimo para los científicos que lo estudiasen. De
momento, no es más que una posibilidad especulativa, pero hay resultados
preliminares procedentes del campo de la bioinformática que
310 DISEÑO INTELIGENTE

podrían relacionar todo esto con el problema del plegamiento-de-la-pro-


teína. (Estos diseños de segundo orden residen al parecer en el genoma).
Con esto no pretendo sugerir que éste sea el único camino abierto al diseño
inteligente para tornarse en un programa de investigación que sea a la vez
fructífero y específico del diseño. Pero aunque tiene mucho sentido para un
investigador enfrascarse en un «manual operativo» (cosa que tienen muy
en cuenta muchos fabricantes de automóviles cuando incluyen un manual
de operación en los coches que fabrican), esta posibilidad no tiene el menor
sentido para los ciegos mecanismos materiales, que son imposibles de
anticipar por los investigadores científicos.
¿En qué lugar se encuentra el diseño inteligente entre estos cinco
proyectos? Al presente la mayor parte de la discusión se centra en los
puntos 1, 2 y 3. La mayoría de la controversia actual oscila entre la co-
herencia lógica de los criterios de detección de diseño, su aplicabilidad a la
biología y su capacidad para excluir definitivamente los mecanismos
materiales. Lo que yo pienso es que durante el curso de los próximos cinco
años, los teóricos del diseño habrán identificado algunos sistemas
biológicos y realizado sobre ellos un análisis lo suficientemente exhaustivo
como para permitirles mostrar de manera convincente que esos sistemas se
encuentran más allá del alcance de los mecanismos materiales. Por el
momento, sin embargo, su posición se encuentra en desventaja como
posibilidad real de enfrentarse con la biología imperante (pese a la ardiente
esperanza de muchos biólogos de que el diseño acabe simplemente por
desvanecerse). En cuanto a los puntos (4) y (5), (4) está en sus comienzos y
(5) sigue siendo sólo una cuestión prometedora. Así pues, el diseño
inteligente, al igual que la biología evolutiva, tiene también sus propias
notas prometedoras. La diferencia está en que el diseño inteligente está aún
sólo en fase de pruebas mientras que la biología evolutiva tiene ya una
larga historia y se ha mostrado ineficaz hasta ahora.
En última instancia, el éxito del diseño inteligente como proyecto
científico depende del éxito de (5). ¿Qué puede suceder? Yo creo que lo
conseguirá, pero en esta cuestión no tengo la menor razón para hablar de
inevitabilidad. En mi opinión, el diseño es una idea extremadamente fértil
para la biología y en general para las ciencias naturales. Pero que dé o no
fruto dependerá de que haya investigadores capaces de cultivar esa
cosecha. Dadas las intensas presiones de la comunidad científica
materialista establecida para derrocar al diseño, como también las
poderosas influencias culturales para presentar al diseño inteligente
Aspiraciones 311

como un arma contra el materialismo, el programa científico actual del


diseño se encuentra en peligro de verse arrastrado por la corriente. He
encontrado ayuda en la International Society for Complexity, Information and
Design (www.iscid.org) para explorar los méritos científicos del diseño
inteligente. Estoy satisfecho del progreso realizado hasta ahora, pero sigo
esperando aún la serie de éxitos que proclamen al diseño inteligente como
evidente triunfador en el debate científico sobre los orígenes biológicos.
38

MECANISMO
Si el diseño inteligente no es una teoría
mecanicista del origen y desarrollo de la
vida, ¿cómo puede ser científica?

LA BIOLOGÍA EVOLUTIVA AFIRMA QUE TODA complejidad biológica es resultado de


mecanismos materiales. Entre estos mecanismos se encuentran
principalmente el mecanismo de la selección natural y el de la variación
aleatoria, pero también se incluyen aquí otros mecanismos (simbiogéne-
sis, transferencia genética, impulso genético, acción de genes reguladores
en el desarrollo, procesos auto-organizativos, etc.). Todos ellos son justa-
mente eso: mecanismos materiales sin asomo de mentalidad alguna que
hacen lo que hacen con independencia de la inteligencia. Con seguridad,
los mecanismos pueden ser programados por una inteligencia. Pero esa
programación inteligente de los mecanismos evolutivos no forma
propiamente parte de la biología evolutiva.
En contraste con esto, el diseño inteligente afirma que la complejidad
biológica no es el resultado exclusivo de mecanismos materiales, sino que
también requiere el concurso de la inteligencia, donde la inteligencia en
cuestión no es reducible a tales mecanismos. La cuestión central, por tanto,
no es el parentesco de todos los organismos, o de lo que comúnmente se
llama descendencia común. La cuestión central es más bien el modo como
emergió la complejidad biológica y si la inteligencia jugó un papel
indispensable (lo cual no quiere decir exclusivo) en esa emergencia.
Por razones de argumentación, supongamos por tanto que la inte-
ligencia — una inteligencia que es irreducible a mecanismos materiales —
jugó realmente un papel decisivo en la aparición y diversidad de la
complejidad de la vida. ¿Cómo podemos saberlo? Ciertamente habrá que
recurrir a la complejidad especificada. Por otra parte, si la complejidad
especificada está ausente o se la pone en duda, la carga de la prueba recaerá
sin duda sobre aquellos que desean negar que los mecanismos
Mecanismo 313

materiales puedan explicar el objeto de nuestra investigación. Sólo cuando


la complejidad especificada se torne afirmable (véase el capítulo catorce),
la carga de la prueba se desplazará a los que se inclinan por continuar
manteniendo que los mecanismos materiales proporcionan una explicación
adecuada.
Frente a este reparto de cargas evidencíales perfectamente razonable,
la biología evolutiva sostiene que, dentro de la biología, la carga de la
prueba recae siempre sobre aquellos que niegan la adecuación de los
mecanismos materiales para esta tarea. De hecho, los biólogos
evolucionistas proclaman abiertamente que el diseño es y será siempre
superfluo para entender la complejidad biológica. Pero la única manera real
de sostener este aserto consiste, sin embargo, en ofrecer explicaciones
detalladas y comprobables sobre el modo en que los mecanismos
materiales podrían explicar las variadas y abundantes formas reales de
complejidad biológica existentes. Si por instancias representativas de la
complejidad biológica se adujeran realmente tales explicaciones, el diseño
inteligente se retiraría de la discusión científica. Al proscribir las causas
superfluas, la navaja de Occam acabaría en este caso bastante limpiamente
con el diseño inteligente.
Mas no ha sucedido tal cosa. ¿Por qué? La razón es que hay una
multitud de sistemas biológicos complejos para los cuales ningún biólogo
ha encontrado aún la menor pista del modo en que emergieron. Y no estoy
hablando aquí de historietas fantásticas. Los biólogos poseen muchas de
ellas. Estoy hablando de explicaciones detalladas y comprobables del modo
en que tales sistemas pudieron haber surgido. Para percatarse de lo que hay
en juego, consideremos cómo proponen explicar los biólogos la emergencia
del flagellum bacterial, una máquina molecular que se ha convertido en la
mascota del movimiento del diseño inteligente.
En sus conferencias públicas, el biólogo de Ffarvard Howard Berg
llama al flagellum bacterial «la máquina más eficiente del universo». El
flagellum es un producto de la nano-ingeniería bidireccional propulsado
por una especie de motor situado en la espalda de ciertas bacterias. Gira a
cien mil revoluciones por minuto, puede cambiar de dirección en un cuarto
de vuelta e impulsa a la bacteria a través de su entorno acuoso. Según la
biología evolutiva tuvo que surgir por la vía de algún mecanismo material.
Perfecto, pero ¿cómo?
La explicación usual es que el flagelo está compuesto de partes que
anteriormente fueron dedicadas a diferentes usos y que más tarde la
selección natural las reunió para formar con ellas un flagelo. Esta ex-
314 DISEÑO INTELIGENTE
Mecanismo 315

plicación parece razonable hasta que tratamos de conocer los detalles. Los El crítico del diseño Kenneth Miller piensa que estos tipos de es-
únicos ejemplos bien documentados a los que hemos tenido acceso vienen cenarios no son sólo absolutamente plausibles sino también de gran
de la ingeniería humana. Por ejemplo, un ingeniero en electricidad podría relevancia para la biología. (De hecho, él mismo juguetea regularmente con
desear reunir los componentes de un microondas, de una radio y de una una ratonera modificada de este tipo). Para los proponentes del diseño, en
pantalla de computador para construir un televisor. Pero en este caso, cambio, tales escenarios no son más que pura pacotilla. Y por la siguiente
contamos con un agente inteligente que conoce todo lo relativo a aparatos razón: en primer lugar, en tales escenarios la mano del diseño humano y su
eléctricos y a televisores en general. intención aparecen por todas partes. Los biólogos evolucionistas nos
Pero la selección natural no sabe absolutamente nada sobre flagelos aseguran que algún día descubrirán el modo en que el proceso evolutivo
bacteriales. Así pues, ¿cómo va la selección natural a recoger partes ya puede asumir el control de los pasos correctos y necesarios sin la mano
existentes de proteínas y reunirlas para formar con ellas un flagellum? El mediadora del diseño. Todas estas seguridades presuponen, sin embargo,
problema es que la selección natural sólo es capaz de seleccionar a partir que se puede prescindir de la inteligencia en la explicación de la
de una función preexistente. Puede seleccionar, por ejemplo, los pinzones complejidad biológica. Sin embargo, la única evidencia que tenemos de una
de picos más fuertes cuando las nueces disponibles son difíciles de romper. colaboración fecunda nos viene de la ingeniería y confirma que la
Pero en este caso, el pinzón ya existe y la selección natural se limita a
inteligencia es indispensable para la explicación de estructuras complejas
potenciar su funcionalidad actual. La selección natural puede incluso
como la de la ratonera y, por implicación, la del flagelo. Sabemos que la
adaptar una estructura preexistente a una nueva función; por ejemplo,
inteligencia tiene el poder causal de producir tales estructuras. Pero aún
podría partir de pinzones con picos adaptados para romper nueces y
seguimos esperando los prometidos mecanismos materiales.
acabar con picos adaptados para comer insectos.
La otra razón por la que los teóricos del diseño no se muestran
Pero en el caso de la reunión de elementos diversos para formar una
entusiasmados por la colaboración está conectada con la limitación del
estructura como la del flagellum bacterial, no estamos hablando de
mecanismo darwiniano. La tesis principal del mecanismo de selección
potenciar la función de una estructura existente o de reasignar a una
darwiniano es que, en un espacio de configuración biológica, es posible
estructura existente una diferente función. De lo que estamos hablando es
obtener cualquier cosa a partir de cualquier otra, supuesto que se den pasos
de reasignar a una serie de estructuras previamente dedicadas a diferentes
pequeños. Pero ¿de qué tamaño? Lo suficientemente pequeños para que
funciones una nueva estructura dedicada a una nueva función. Incluso el
puedan ser razonablemente probables. Mas ¿qué es lo que nos garantiza
flagellum bacterial más simple requiere unas cuarenta proteínas para
que una secuencia de pasos diminutos pueda conectar dos puntos
asegurar su reunión y estructura. Todas estas proteínas son necesarias en
cualesquiera en el espacio de configuración?
el sentido de que la ausencia de una sola impediría la funcionalidad entera
El problema no es simplemente una cuestión de conectividad. Para que
del flagellum.
el mecanismo de selección de Darwin conecte el punto A con el punto B en
La única vía que le quedaría entonces a la selección natural para formar
el espacio de configuración, no basta con que exista sin más una secuencia
una estructura como ésta, consistiría en ir reuniendo gradualmente partes
de pasos diminutos que conecten los dos puntos. En adición a esto, cada
de proteínas existentes con estructuras en evolución a fin de que ambas
fuesen evolucionando conjuntamente. Podríamos, por ejemplo, imaginar paso individual tiene que ser en un cierto sentido «acertado». Dicho en
una especie de ratonera formada por cinco partes: una plataforma, un términos biológicos, cada paso requiere un incremento de idoneidad
resorte, un martillo, una barra y una trampilla que se comporta como sigue: medida en términos de supervivencia y reproducción. La selección natural
partiendo de una puerta de entrada (aquí representada meramente por la es, después de todo, la fuerza motivadora oculta tras cada uno de los
plataforma), se transforma luego en una especie de ligazón (que une el pequeños pasos, y la selección elige sólo aquello que es más beneficioso
resorte y el martillo a la plataforma) y luego (al incluir también la barra y para el organismo. Así pues, para que el mecanismo darwiniano conecte
la trampilla) se transforma finalmente en una verdadera ratonera. dos organismos, tiene que darse entre ellos una secuencia de afortunados
pasos mínimos que los una.
D I S E Ñ O INTELIGENTE
316

Richard Dawkins compara la emergencia de la complejidad biológica


con la escalada de una alta montaña: Montaña Improbable, como él la
llama (véase su libro Climbing Mount Improbable). La llama «Montaña
Improbable» porque conseguir alcanzar la cima en una sola jornada (en
nuestro caso, conseguir instantáneamente un incremento masivo en
complejidad biológica) sería altamente improbable. Pero la Montaña
Improbable no tiene por qué ser escalada en una sola jornada. El
darwinismo se propone mostrar de qué manera esta Montaña Improbable
puede ser escalada a base de pequeños y sucesivos pasos. Así pues, según
Dawkins, la Montaña Improbable tiene siempre un gradual sendero
serpentino que lleva hasta la cumbre y que puede ser recorrido mediante
pasos realmente ínfimos. Pero esta afirmación tiene que ser verificada.
Puede suceder que la Montaña Improbable esté cortada a pico en todas sus
vertientes y que alcanzar la cima desde el fondo mediante pasos diminutos
sea efectivamente imposible. Un vacío como éste residiría en la naturaleza
misma y no en nuestro conocimiento de ella. (Dicho en otras palabras, no
sería un dios-de-los-agujeros).
En consecuencia, no basta con presuponer sin más que el incremento
de una secuencia adecuada de pasos ínfimos puede conectar dos sistemas
biológicos. Es necesario demostrarlo. Por ejemplo, no basta con observar
que algunos genes del flagellum bacterial son los mismos que los del
sistema secretor de tipo III (una especie de bomba) y afirmar luego que el
uno se asoció con el otro. Es fácil clasificar sistemas complejos en series
basándose en algún criterio de similaridad. Pero nadie puede establecer
que tales series son el producto evolutivo darwiniano de un determinado
comienzo a menos que cada serie pueda ser especificada, que la
probabilidad de cada paso sea cuantificada, que esta probabilidad resulte
ser razonablemente alta para cada uno de los pasos, y que cada uno de esos
pasos represente una ventaja para el organismo. (En particular, la
viabilidad del organismo entero ha de estar en todo tiempo asegurada).
Sólo entonces tendremos una explicación mecanicista (en términos
darwinianos) del modo en que un sistema surgió de otro.
Convencidos de que el mecanismo darwiniano ha de ser capaz de
realizar semejante trabajo de diseño evolutivo, los biólogos darwinistas se
preguntan raramente si existe de hecho semejante secuencia de pequeños
pasos afortunados, y menos aún tratan de cuantificar las probabilidades
implicadas en ello. Yo lo he intentado en mi libro No Free Lunch (capítulo
cinco). He expuesto en él las técnicas para evaluar los obstáculos
probabilistas que los mecanismos darwinianos encuentran al
Mecanismo 317

tratar de explicar estructuras biológicas complejas como la del flagellum


bacterial. La probabilidades que yo he calculado —y he procurado ser
conservador— son pavorosas, hasta el punto de hacer que la selección
natural sea francamente implausible como mecanismo para generar el
flagellum y estructuras como éste.
En resumen: la biología evolutiva pretende que los mecanismos
materiales sean capaces de explicar toda la complejidad biológica. Pero
para los sistemas biológicos que exhiben complejidad especificada, estos
mecanismos no ofrecen explicación alguna del modo en que esos sistemas
fueron producidos. Por otra parte, en contextos en los que la historia causal
es independientemente verificable, la complejidad especificada está
indudablemente correlacionada con la inteligencia. Así pues, la biología
debería admitir cuando menos la posibilidad del diseño en los casos de
complejidad especificada. Pero no ocurre así.
La biología evolutiva sólo permite una línea de crítica contra ella:
demostrar la imposibilidad de que una especificada estructura biológica
compleja pueda haber evolucionado por la vía de un mecanismo material.
Dicho en otras palabras: mientras pueda aducirse (como mera posibilidad
conceptual) algún desconocido mecanismo material como propulsor de la
evolución de la estructura en cuestión, el diseño inteligente estará
proscrito. Esta exigencia inmuniza en principio a la teoría de la evolución
contra la desconfirmación, puesto que el universo de los mecanismos
materiales desconocidos no puede nunca ser recorrido. Los evolucionistas
no aceptan la carga de ninguna evidencia. En lugar de aducir alguna
evidencia empírica que decida entre biología evolutiva y diseño inteligente,
la biología evolutiva se declara vencedora por defecto. Y eso no es ciencia.
Es dogmatismo.
39

TESTABILIDAD
¿Es testable el diseño inteligente? ¿Es
testable el darwinismo?

NADA IMPIDE QUE EL DISEÑO INTELIGENTE O el


darwinismo puedan ser sometidos a
un contraste o test. Imaginemos un mundo en el que cada bacteria
organizase espontáneamente sus grupos de células de manera tal que
exhibieran una novedosa configuración de ajedrez en la que las piezas
blancas dieran jaque mate a sus rivales en cuatro movimiento o en menos.
(Suponemos que las habituales piezas de ajedrez son claramente visibles
bajo un microscopio electrónico). Imaginemos ahora un mundo en el que
los registros fósiles mostrasen una perfecta progresión gradual y donde la
selección natural y la variación azarosa fueran observables en el laboratorio
durante su producción de nuevas estructuras biológicas complejas. Estos
dos escenarios podrían servir como decisivo campo de pruebas para el
diseño inteligente y para el darwinismo, el primero confirmando
positivamente el diseño inteligente, y el segundo el darwinismo.
Sin embargo, el mundo real no se muestra tan propicio a favorecer al
diseño inteligente o al darwinismo. En el mundo real, la testabilidad o
contrastabilidad asume más una forma pragmática que lógica. En el fondo
de esta contrastabilidad está la idea de que nuestras teorías científicas han
de tener contacto con la naturaleza y mostrarse sensibles a lo que sucede
en ella. Lo que ocurra en la naturaleza tiene que afectar a nuestras teorías
científicas no sólo en su forma y contendido, sino también en el alcance de
la creencia que les otorguemos u obtengamos de ellas. Pues el hecho de que
una teoría se muestre inmune a la evidencia que ofrece la naturaleza es
señal segura de que no estamos ante una teoría científica.
¿Qué debemos hacer entonces con la capacidad de contraste del diseño
inteligente y el darwinismo tomados no en un sentido irreal o
Testabilidad 319

de mera posibilidad conceptual, sino prácticamente y en concreto? ¿Qué


pruebas específicas hay para el diseño inteligente? ¿Y cuáles para el
darwinismo? ¿Cómo comparar las dos teorías en términos de contras-
tabilidad? Antes de responder a estas cuestiones, examinemos varios
aspectos de la contrastabilidad. Estos aspectos incluirán la refutabilidad, la
confirmación, la capacidad de predicción y el poder explicativo.
Comencemos con la refutabilidad. La refutabilidad es mi variante de la
falsabilidad de Karl Popper. Según Popper, una teoría es falsable si los
datos empíricos pueden falsaria en principio. El problema con la
falsabilidad es que, estrictamente hablando, ninguna teoría científica es
falsable (a menos, desde luego, que la teoría sea una contradicción lógica,
en cuyo caso su falsedad es independiente de cualquier consideración
empírica). En la práctica siempre es posible apuntalar una teoría científica
débil añadiéndole algunas hipótesis auxiliares elegidas para armonizar la
teoría con los datos recalcitrantes. A veces la adición de hipótesis auxiliares
es una práctica perfectamente válida, como cuando se restringe el alcance
de una teoría a fin de que sea aplicada solamente a fenómenos relevantes.
(Considérese la limitación de la mecánica newtoniana a los objetos de
tamaño medio a velocidades medias. La teoría funciona perfectamente
dentro de este rango de fenómenos, y ni la mecánica cuántica ni la teoría
de la relatividad mejoran la precisión de la mecánica de Newton dentro de
ese marco). Por otra parte, la adición de hipótesis auxiliares puede
conducir a una artificialidad exagerada, como fue el caso de los epiciclos
de Ptolomeo, en los que las presuntas órbitas de los planetas se fueron
tornando excesivamente complejas para permitir las observaciones.
¿Qué puede decirse sobre la falsabilidad del diseño inteligente? Si pu-
diera mostrarse explícitamente que sistemas como el flagellum bacterial
son resultado de mecanismos materiales (como el mecanismo darwinia-
no), no se seguiría como consecuencia lógica que el diseño inteligente de
la vida fuera falso en el sentido de ser necesariamente no verdadero. Podría
argumentarse, por ejemplo, que un diseñador había diseñado las leyes de
la física y la química a fin de que la vida emergiera mediante un mecanismo
darwiniano. En tal caso, y estrictamente hablando, el diseño inteligente no
quedaría falsado. Los biólogos, sin embargo, descartarían rígidamente esta
posibilidad por parecerles superflua.
La cuestión principal del criterio de falsabilidad de Popper no es tanto
que las pretensiones científicas deban tener la posibilidad de ser
demostrablemente falsas, como la de entrañar la posibilidad de ser eli-
320 DISEÑO INTELIGENTE

minadas como resultado de alguna nueva evidencia. Para subrayar este


punto, Popper escribió incluso un libro titulado Conjeturas y refutaciones. Y
7 Testabilidad

En contraste con esto, el darwinismo parece ser efectivamente irre-


futable. El problema es que los darwinistas colocan el estandarte de la
321

ésta es la cuestión de la refutabilidad. Si las máquinas bioquímicas refutabilidad demasiado alto. Es ciertamente posible mostrar que no sería
irreduciblemente complejas de Behe obedecieran repentinamente a me- razonable esperar que algún camino darwiniano pudiese conducir a una
canismos materiales, el diseño se tornaría superfluo y desaparecería de la estructura biológica tan irreduciblemente compleja como es la del flagellum
discusión científica. Y así quedaría refutado. Obsérvese que etimoló- bacterial. Pero lo que los darwinistas pretenden es algo aún más radical:
gicamente, la palabra refutación no tiene nada que ver con las palabras verdad mostrar que ningún camino darwiniano concebible podría haber conducido
o falsedad. La idea raíz de refutación es la de chocar o golpear (como en nunca a esta estructura. Una demostración así requiere una búsqueda
«rebotar» o «entrechocar cabezas»). Las teorías quedan refutadas cuando, exhaustiva de todas las posibilidades conceptuales que efectivamente es
por una u otra razón, son derrotadas y rechazadas —no porque sean imposible realizar. Pero sigue en pie el hecho de que ningún biólogo ha
demostrablemente falsas. conseguido, o está muy cerca de conseguir, la reconstrucción de su historia
La refutabilidad se mide por grados. Las teorías se tornan más en términos darwinianos (y no solamente su historia actual sino
refutables según el grado en que una nueva evidencia pueda tornarlas cualesquiera otras alternativas comprobables). ¿Está con esto refutada la
inaceptables. Obsérvese que la refutabilidad se interesa por el grado en que teoría darwiniana? Difícilmente. El darwinismo está perfectamente
las teorías pudieran ser refutadas, no por el grado en que han sido acostumbrado a racionalizar sus fracasos y a seguir pausadamente su
realmente refutadas. Así pues, la refutabilidad juzga la sensibilidad que las camino.
teorías muestran en principio hacia la refutación sin basarse en alguna La refutabilidad se centra en la evidencia negativa contra una teoría —
evidencia particular. Cuanto más sensible se muestra en general a la en este caso, ¿qué podrían perder el diseño inteligente y el darwinismo? Y
evidencia, más refutable es la teoría. Según Popper, uno de los signos de ¿cuál sería la evidencia positiva para el diseño inteligente y para el
una buena teoría científica es que se muestre altamente refutable en darwinismo? Desde la perspectiva del teórico del diseño, la evidencia
principio mientras que en la práctica la evidencia la hace consistentemente positiva en favor del darwinismo está confinada en los cambios evolutivos
a pequeña escala, como es la resistencia de los insectos a los insecticidas.
irrefutable. Las mejores teorías son precisamente aquellas que han
Esto no significa negar que haya cambios evolutivos a gran escala, pero sí
provocado entre los científicos un gran interés por refutarlas aunque todos
es negar que el mecanismo darwiniano pueda dar cuenta de ellos. Que los
sus esfuerzos han resultado vanos. En el esquema popperiano de la
insectos desarrollen una resistencia a los insecticidas confirma el
racionalidad científica, las teorías quedan corroboradas en el mismo grado
mecanismo selectivo darwiniano para cambios a pequeña escala pero
en que se resisten a la refutación.
difícilmente garantiza la gran extrapolación que la teoría de Darwin
Preguntémonos ahora, ¿es refutable el diseño inteligente? ¿Es refutable
requiere. Para empezar, es un inmenso salto el que el mecanismo
el darwinismo? Hay que responder sí a la primera cuestión, no a la segunda.
darwiniano ha de dar para pasar desde el desarrollo de anti-insecticidas por
El diseño inteligente podría en principio ser fácilmente refutado. La
parte de los insectos hasta la propia emergencia de ellos por ese mismo
complejidad especificada en general y la complejidad irreducible en
mecanismo.
biología son, dentro de la teoría del diseño inteligente, marcadores clave de
Los darwinistas minimizan la extrapolación desde la pequeña escala a
una agencia inteligente. Si pudiera mostrarse que sistemas biológicos
la evolución a gran escala diciendo que es la incapacidad imaginativa de los
maravillosamente complejos, elegantes e integrados —como el flagellum
críticos del darwinismo lo que les impide apreciar el maravilloso poder de
bacterial— podrían haber sido el producto de un gradual proceso
construcción del mecanismo darwiniano cuando dispone de las enormes
darwiniano (con lo cual su complejidad especificada sería una ilusión),
escalas de tiempo bajo las que opera. Desde la perspectiva del teórico del
entonces el diseño inteligente quedaría refutado sobre la base de que no hay
diseño, sin embargo, no estamos ante un caso de imaginación fallida, sino
que invocar causas inteligentes cuando causas naturales espontáneas
ante el nuevo traje del emperador. Sí, hay una evidencia positiva en favor
pueden realizar el trabajo. En este caso, la navaja de Occam acabaría
del darwinismo, pero la fuerza y relevancia de esta
limpiamente con el diseño inteligente.
DISEÑO INTELIGENTE

apoyada en la enorme escala temporal que presupone la evo-


rwiniana ha sido muy discutida (no sólo por los teóricos del no
también por teóricos independientes como Brian Goodwin,
uffman y Mae-Wan-Ho).
puede decirse de la evidencia positiva en pro del diseño in- Como
se ha visto, la biología muestra por todas partes com- ispecificada.
Y puesto que la complejidad especificada es un empírico fiable de
diseño real, esto significa que en la biología las evidencias de
diseño. La complejidad especificada exhibida temas biológicos
proporciona por tanto una evidencia positiva i inteligente. Ahora
bien, es cierto que la complejidad especifi- IOS informa sobre lo que
sucedió. Meramente nos dice que hay ero no cómo llegó a la tierra.
Sin embargo, la ausencia de una >n causal sobre el modo en que
apareció el diseño no puede la inferencia de un diseño. Por
ejemplo, si descubriésemos un 1 en la luna de Júpiter lo,
podríamos saber que ese artilugio ado incluso aunque no
tuviéramos ni la más remota idea de 50 hasta allí. Si los
investigadores de SETTI captaran alguna señal de radio que
decisivamente confirmara una inteligencia istre, su conocimiento
del modo en que la señal fue produci- idría ninguna influencia
sobre la validez de la inferencia de le ellos realizaran. Si, por
ejemplo, un investigador de SETTI una transmisión por radio
desde el espacio exterior de una rúmeros primos, la inferencia de
una inteligencia extraterrestre • su peso, aunque el investigador
no sepa «lo que sucedió» en ) de conocer algunos detalles sobre el
radio-transmisor o sobre irrestre que lo construyó y envió el
mensaje, ntraargumento usual aquí consiste en observar que
nosotros experiencia en radio-transmisores. Respecto a las
inteligencias estrés podríamos conjeturar al menos lo que pudiera
haber . Pero no tenemos experiencia alguna de diseñadores que
no trgido por evolución, y es evidente que deberíamos ocuparnos
;n biología. Realmente, si un diseñador que no le debe nada a :ión
fuera el responsable de la complejidad biológica, tendría- mínima
experiencia de ese diseñador a través de los objetos
Testabilidad 323

argumentar que no tenemos experiencia alguna de observación de diseño


en un diseñador desencarnado, es una mera petición de principio. Pero
también es verdad que al presente no poseemos apenas una mínima
intuición del modo en que semejante diseñador actuaría para producir los
complejos sistemas biológicos que han emergido durante el curso de la
historia natural.
Los darwinistas presentan esta ausencia de visión sobre el modo de
actuación de un diseñador desencarnado, no como ignorancia remediable
ni como evidencia de que las capacidades de tal diseñador superan con
mucho las nuestras, sino como prueba de que no existe tal diseñador
desencarnado. Del mismo modo, si una inteligencia extraterrestre se
comunicara por radio con la tierra y resolviera problemas computacio- nales
que excedieran a todo lo que un computador ordinario o cuántico podría
nunca resolver, tendríamos que concluir que realmente no estábamos
tratando con una inteligencia porque nosotros no tenemos experiencia
alguna de supermatemáticos capaces de resolver semejantes problemas.
Con respecto al diseño biológico, los seres humanos estamos en la
misma posición de un perro sentado sobre el disco de un gramófono (como
ocurre en el de la conocida marca «La voz de su amo»). El perro no tiene la
más ligera idea del modo en que el gramófono se pone en marcha ni sabe
tampoco de otros perros que entiendan cómo funciona. Nuestra
incomprensión del diseño biológico es del mismo tipo que la del perro
sentado sobre el gramófono. No sabemos de qué modo decidió el diseñador
reunir varios sistemas biológicos, y si somos científicos naturalistas
evitaremos constantemente el encuentro con su complejidad especificada.
Es en este último punto donde se rompe la analogía con el perro. Dado su
limitado aparato cognitivo, el perro no nos puede servir de ayuda porque
es incapaz de observar la complejidad especificada del gramófono. Por su
parte, los seres humanos, aunque conocen la construcción de la historia de
los sistemas biológicos, tienen que desear ignorar su complejidad
especificada. Esta combinación de ignorancia deseada y no deseada de las
sutilezas del diseño biológico hace plausible el darwinismo y anima a los
naturalistas a rechazar el diseño sin el menor escrúpulo. Irónicamente, los
darwinistas entonan
322 DISEÑO INTELIGENTE

evidencia apoyada en la enorme escala temporal que presupone la evolución


darwiniana ha sido muy discutida (no sólo por los teóricos del diseño, sino
también por teóricos independientes como Brian Goodwin, Stuart Kauffman
y Mae-Wan-Ho).
¿Qué puede decirse de la evidencia positiva en pro del diseño in-
teligente? Como se ha visto, la biología muestra por todas partes com-
plejidad especificada. Y puesto que la complejidad especificada es un
marcador empírico fiable de diseño real, esto significa que en la biología
abundan las evidencias de diseño. La complejidad especificada exhibida en
los sistemas biológicos proporciona por tanto una evidencia positiva de
diseño inteligente. Ahora bien, es cierto que la complejidad especificada no
nos informa sobre lo que sucedió. Meramente nos dice que hay diseño, pero
no cómo llegó a la tierra. Sin embargo, la ausencia de una explicación causal
sobre el modo en que apareció el diseño no puede invalidar la inferencia de
un diseño. Por ejemplo, si descubriésemos un automóvil en la luna de
Júpiter lo, podríamos saber que ese artilugio fue diseñado incluso aunque
no tuviéramos ni la más remota idea de cómo llegó hasta allí. Si los
investigadores de SETTI captaran alguna vez una señal de radio que
decisivamente confirmara una inteligencia extraterrestre, su conocimiento
del modo en que la señal fue producida no tendría ninguna influencia sobre
la validez de la inferencia de diseño que ellos realizaran. Si, por ejemplo, un
investigador de SETTI descubre una transmisión por radio desde el espacio
exterior de una serie de números primos, la inferencia de una inteligencia
extraterrestre caerá por su peso, aunque el investigador no sepa «lo que
sucedió» en el sentido de conocer algunos detalles sobre el radio-transmisor
o sobre el extraterrestre que lo construyó y envió el mensaje.
El contraargumento usual aquí consiste en observar que nosotros
tenemos experiencia en radio-transmisores. Respecto a las inteligencias
extraterrestres podríamos conjeturar al menos lo que pudiera haber
sucedido. Pero no tenemos experiencia alguna de diseñadores que no hayan
surgido por evolución, y es evidente que deberíamos ocuparnos de esto en
biología. Realmente, si un diseñador que no le debe nada a la evolución
fuera el responsable de la complejidad biológica, tendríamos una mínima
experiencia de ese diseñador a través de los objetos diseñados que la
naturaleza nos presenta diariamente —o sea, plantas, animales, y en no
menor medida nuestros congéneres humanos — , suponiendo, desde luego,
que tal diseño biológico sea real. Puesto que el diseño de sistemas biológicos
es precisamente la cuestión a discutir,
Testabilidad 323

argumentar que no tenemos experiencia alguna de observación de diseño


en un diseñador desencarnado, es una mera petición de principio. Pero
también es verdad que al presente no poseemos apenas una mínima
intuición del modo en que semejante diseñador actuaría para producir los
complejos sistemas biológicos que han emergido durante el curso de la
historia natural.
Los darwinistas presentan esta ausencia de visión sobre el modo de
actuación de un diseñador desencarnado, no como ignorancia remediable
ni como evidencia de que las capacidades de tal diseñador superan con
mucho las nuestras, sino como prueba de que no existe tal diseñador
desencarnado. Del mismo modo, si una inteligencia extraterrestre se
comunicara por radio con la tierra y resolviera problemas computacio- nales
que excedieran a todo lo que un computador ordinario o cuántico podría
nunca resolver, tendríamos que concluir que realmente no estábamos
tratando con una inteligencia porque nosotros no tenemos experiencia
alguna de supermatemáticos capaces de resolver semejantes problemas.
Con respecto al diseño biológico, los seres humanos estamos en la
misma posición de un perro sentado sobre el disco de un gramófono (como
ocurre en el de la conocida marca «La voz de su amo»). El perro no tiene la
más ligera idea del modo en que el gramófono se pone en marcha ni sabe
tampoco de otros perros que entiendan cómo funciona. Nuestra
incomprensión del diseño biológico es del mismo tipo que la del perro
sentado sobre el gramófono. No sabemos de qué modo decidió el diseñador
reunir varios sistemas biológicos, y si somos científicos naturalistas
evitaremos constantemente el encuentro con su complejidad especificada.
Es en este último punto donde se rompe la analogía con el perro. Dado su
limitado aparato cognitivo, el perro no nos puede servir de ayuda porque
es incapaz de observar la complejidad especificada del gramófono. Por su
parte, los seres humanos, aunque conocen la construcción de la historia de
los sistemas biológicos, tienen que desear ignorar su complejidad
especificada. Esta combinación de ignorancia deseada y no deseada de las
sutilezas del diseño biológico hace plausible el darwinismo y anima a los
naturalistas a rechazar el diseño sin el menor escrúpulo. Irónicamente, los
darwinistas entonan regularmente las alabanzas de la selección natural y de
las maravillas que ésta ha conseguido mientras admiten a la vez que ellos
mismos no pueden explicarse cómo logró producir esas maravillas. Se nos
asegura que la selección natural es mucho más inteligente de lo que nosotros
324 DISEÑO INTELIGENTE

somos o podemos ser jamás. Los darwinistas se han limitado a cambiar una
forma de adoración por otra. Pero no la han eliminado.
Dicho brevemente, no es objeción alguna el hecho de que a estas alturas
no entendamos aún cómo un diseñador no evolucionado pudo producir
sistemas biológicos que exhiben complejidad especificada, del mismo
modo que teníamos que recurrir a una inferencia de diseño relativa a las
pirámides antes de que los arqueólogos nos ofrecieran una explicación
razonable sobre la manera en que fueron conjuntadas tan enormes
estructuras. Sabemos que la complejidad especificada está efectivamente
correlacionada con los efectos de la inteligencia. La única razón de insistir
en encontrar explicaciones no finalistas que den cuenta de las estructuras
complejas especificadas de la biología es un compromiso anterior con el
naturalismo que excluye por fuerza a los diseñadores extraterrestres. Es
claramente un fraude declarar bajo fundamentos a priori que tales
entidades no existen o sostener que si existen no pueden tener ninguna
relevancia para lo que ocurre en el mundo. Tal compromiso previo es
improcedente en la práctica de la ciencia. La complejidad especificada
confirma el diseño con independencia de que el diseñador responsable sea
evolucionado o no evolucionado.
Otro aspecto de la contrastabilidad es la predictibilidad. Se nos dice
que una buena teoría científica es una teoría que predice cosas. Si predice
cosas que no suceden, entonces se la somete a un test y se la declara
deficiente. Si predice cosas que suceden, se la somete a test y se la considera
acertada. Mas ¿qué sucede si no predice nada? En las teorías que tratan de
explicar características de la historia natural, la predicción es con frecuencia
generalizada para incluir en ella la retrodicción, con lo cual la teoría
especifica también la apariencia del pasado. Se dice que el darwinismo trata
retrodictivamente a los registros fósiles y predictiva- mente a los
experimentos que colocan a los organismos bajo presiones de selección
para inducir en ellos cambios adaptativos.
Pero de hecho el darwinismo no retrodice el registro fósil, y mucho
menos predice un cambio adaptativo de incremento-de-la-complejidad.
Pero esto no quiere decir que el darwinismo especifica un modelo parti-
cular del registro fósil o un modelo particular de incremento adaptativo de
complejidad y obtiene algo incorrecto. En realidad, el darwinismo no
especifica ninguna de estas cosas (ni correcta ni incorrectamente). Por
ejemplo, la selección natural y la variación azarosa aplicadas a organismos
de una sola célula no pueden ofrecer la menor pista de lo
Testabilidad 325

que cabría esperar de los organismos multicelulares, y mucho menos


indicar si la evolución producirá los diversos «body-plans» (proyección
transversal del cuerpo) que la historia natural ha dejado registrados. A lo
sumo cabe esperar que haya consilience, es decir que el gran barrido de la
historia tal como aparece en los registros fósiles sea consistente con la
evolución darwiniana. (Véase, por ejemplo, E. O. Wilson, Consilience: La
unidad del conocimiento).
Mas los teóricos del diseño discuten también la supuesta «consilien-
cia» del darwinismo, refiriéndose sobre todo a la explosión cámbrica, que
sigue siendo un misterio total para bien del darwinismo. La retrodicción y
la predicción detalladas no son virtudes de la teoría de Darwin. Los
organismos colocados bajo presiones de selección se adaptan o se ex-
tinguen. Salvo en los casos más simples en donde hay, digamos, algún
amago de mutación que seguramente confiere resistencia antibiótica a la
bacteria, la teoría de Darwin no tiene modo de predecir el tipo de cambios
adaptativos que van a ocurrir. «Adaptarse o extinguirse» no es una
predicción de la teoría de Darwin, sino una verdad lógica que puede ser
razonada con independencia de la teoría. Ciertamente, fue razonada antes
de Darwin y no es menos razonada ahora por los abogados del diseño.
La teoría de Darwin no tiene virtualmente ningún poder predictivo. Y
las predicciones que ofrece son extremadamente generales y relativas al
amplio alcance de la historia natural, e incluso en este respecto son
altamente cuestionables. Ciertamente, ¿por qué sino tuvieron que
introducir Stephen Jay Gould y Niles Eldredge su teoría del equilibrio
interrumpido si el registro fósil constituía una vindicación tan aplastante
del darwinismo? Por otra parte, cuando las predicciones del darwinismo
no son extremadamente generales, son demasiado específicas y de poca
monta, relativas a cambios adaptativos de pequeño alcance que en modo
alguno anuncian un cambio macroevolutivo, mientras que en cambio
vuelven a registrar hechos de la naturaleza que ya fueron observados y
aceptados antes de Darwin. Por ejemplo, en los años 1830, Edward Blyth
escribió dos artículos en los que describía el proceso mediante el cual la
naturaleza mantiene a los organismos dentro de ciertos límites y conserva
el control de calidad. Blyth estaba describiendo, por supuesto, la selección
natural, aunque sin divinizarla como Darwin haciendo de ella la gran
fuerza creativa responsable de las formas vivientes. Newton fue capaz de
predecir las órbitas precisas que recorrían los planetas a lo largo de la
historia del cosmos. Los darwinistas no pueden ni predecir
326 Testabilidad 327
DISEÑO INTELIGENTE

ni retrodecir los caminos precisos que los organismos recorren durante el rápidos. Pero de lo que aquí estamos hablando es de la elaboración y mejora
curso de la historia natural. de una tecnología existente, no de su real invención. Los diseñadores son
Mas ¿qué puede decirse del poder predictivo del diseño inteligente? El inventores o creadores. Y nosotros no podemos predecir lo que un creador
diseño inteligente ofrece una predicción obvia: que la naturaleza debe va a inventar.
sobreabundar en complejidad especificada y que tendrá que contener por El diseño inteligente está por tanto reñido con la ciencia mecanicista,
tanto numerosos indicadores de diseño. Esta predicción se ve que sólo obedece a causas naturales indirectas regidas por leyes naturales
incesantemente confirmada. Y lo que es más, una vez que contemos con inmutables. Estas leyes no sólo permiten, sino que de hecho exigen, la
sistemas diseñados operacionales e interactivos, el diseño inteligente predicción de los fenómenos que caen bajo su esfera. En cambio, las causas
predice algunos modelos de evolución tecnológica, siendo los más notables inteligentes, aunque a menudo sujetas voluntariamente a ciertas reglas o
la emergencia repentina, la convergencia local óptima y la extinción. leyes, en última instancia no pueden sentirse nunca ligadas por éstas. Al
Aunque la investigación en este área acaba de empezar, las indicaciones tomar en serio las causas inteligentes, el diseño inteligente está recusando
preliminares sugieren que la biología confirmará estos modelos de con ello el énfasis indebido que la ciencia mecanicista pone en la predicción.
evolución tecnológica. No deja de ser significativo el hecho de que ninguno Sin duda, el diseño inteligente predice acertadamente la presencia de
de esos modelos es darwiniano. diseño en la naturaleza y en la evolución tecnológica de diseños ya
La investigación de Genrich Altshuller es seminal en este respecto. existentes. Pero el diseño inteligente no predice, no puede predecir, ni tiene
Altshuller, un ingeniero y científico ruso, analizó unas 400.000 patentes de obligación de predecir casos particulares de diseños particularmente
diferentes campos de la ingeniería. Lo que especialmente le interesaba era nuevos.
trazar la evolución de los sistemas tecnológicos. Por las tendencias Finalmente, volvamos al último aspecto de la contrastabilidad: el poder
observadas dedujo que la evolución de los sistemas de ingeniería no explicativo. Según Darwin, la gran ventaja de su teoría frente a la teoría del
discurría al azar sino que obedecía ciertas leyes. Altshuller codificó esas diseño de William Paley era que la suya explicaba una diversidad de
leyes bajo el acrónimo TRIZ. Este acrónimo, TRIZ, corresponde a una frase hechos biológicos mucho más amplia que la que podía cubrir la teoría de
rusa que significa «teoría de la resolución inventiva de problemas» (que a Paley. Así pues, la teoría de Darwin tenía un poder explicativo mayor que
veces origina el acrónimo TIPS). Aun cuando TRIZ es empleado la de Paley, y esta ventaja relativa podía ser considerada como un test
ampliamente en la industria, sus aplicaciones a la biología sólo ahora están conjunto de ambas teorías. Subyacente al poder explicativo hay una visión
empezando a revelarse. de la explicación conocida como inferencia a la mejor explicación, en la cual
Pero incluso así, hay un sentido en el cual la requerida predicción del una «mejor explicación» presupone siempre al menos dos explicaciones
diseño inteligente malinterpreta fundamentalmente la agencia y el diseño competitivas. En consecuencia, la «mejor explicación» es aquella que
inteligentes. Exigir del diseño inteligente que prediga nuevas instancias resulta vencedora en una competición con otras explicaciones. Los teóricos
específicas de diseño en la naturaleza es colocar al diseño en el mismo barco del diseño ven los avances en las ciencias biológicas y de la información
que las leyes naturales, pues funda su poder explicativo en una como una reposición del diseño en el lugar que le corresponde,
extrapolación de la experiencia pasada. Y esto es cometer un error desplazando así al darwinismo y logrando con ello que en la actualidad sea
categorial. Con seguridad, los diseñadores, al igual que las leyes naturales, el diseño, más que la selección natural, la mejor explicación sobre la
pueden comportarse de manera predecible. (Los diseñadores siguen con complejidad biológica. Por supuesto, los darwinistas ven la cuestión de
frecuencia políticas y convenciones y adoptan rutinas de solución de manera muy distinta.
problemas). Pero, a diferencia de las leyes naturales, que son universales y Pero lo que yo deseo resaltar aquí no es, sin embargo, el contraste entre
uniformes, los diseñadores son también innovadores. Las innovaciones el darwinismo y el diseño inteligente frente al amplio cuerpo de datos
específicas no se dejan predecir. Como mucho, lo que puede predecirse son biológicos, sino la cuestión de verificar cuál de las dos teorías puede admitir
ciertas corrientes, como sucedió, por ejemplo, con Intel y su garantizada en principio mayor número de posibilidades biológicas. Ni el darwinismo
invención de chips de computador cada vez más ni el diseño inteligente son sólo teorías que ofrezcan
"1
328 DISEÑO INTELIGENTE

explicaciones sobre el mundo (explicaciones que pueden ser verdaderas o


falsas, afirmables o no afirmables). Son también un almacén de ins-
trumentos teóricos equipado con una amplia variedad de herramientas y
estrategias explicativas. El almacén darwiniano es absolutamente
naturalista y dispone de una buena colección de opciones aclaratorias. En
cambio, los recursos del diseño inteligente no están limitados por el
naturalismo, y eso le permite disponer de un mayor caudal de opciones
explicativas. ¿Quiere esto decir que podrían ocurrir en biología determi-
nados sucesos que, dada la riqueza instrumental del diseño inteligente, le
permitiera a éste ofrecer una explicación mejor y más precisa que la que
pudiera ofrecer una colección de herramientas puramente darwiniana y por
tanto no teleológica? La respuesta es sí.
Conviene aclarar en primer lugar que el diseño inteligente, concebido
ahora no como una teoría sino como un almacén de instrumentos, puede
dar cabida a todos los resultados del darwinismo. Sin la menor duda, en
tanto que teorías, el darwinismo y el diseño inteligente son contradictorios
entre sí, puesto que el diseño inteligente afirma que la biología exhibe
diseño real mientras que el darwinismo dice que el diseño que exhibe la
biología es sólo aparente. Pero en tanto que almacén de herramientas, el
diseño inteligente incorpora también en el suyo todos los instrumentos del
darwinismo. El diseño inteligente asigna un lugar muy alto a las causas
naturales y a los mecanismos. En la medida en que ambos operan en la
naturaleza, el diseño inteligente desea comprenderlos y concederles lo que
les es debido. Pero el diseño inteligente considera a las causas naturales
como incompletas, por lo cual deja también la puerta abierta a las causas
inteligentes. El diseño inteligente no repudia por tanto el mecanismo
darwiniano. Simplemente le asigna un estatuto más bajo.
El mecanismo darwiniano opera en la naturaleza, y, en la medida en
que lo hace, el diseño inteligente puede aceptar lo que éste entrega. Incluso
si pudiera mostrarse que este mecanismo persigue también todo aquello
para lo cual los teóricos del diseño invocan una causación inteligente
(digamos para el flagellum bacterial y sistemas como éste), el depósito de
instrumentos del diseño teórico no dejaría de lado ningún hallazgo de la
ciencia. Con seguridad, al igual que muchas de las herramientas en él
depositadas que nunca han sido utilizadas, el diseño inteligente podría
tornarse también superfluo. Pero aún en esta eventualidad, ningún
instrumento teórico de este almacén quedaría colapsado por causa de una
contradicción interna.
Testabiluiad 329

Lo peor que le puede ocurrir a un almacén de instrumentos teóricos del


diseño es que el propio diseño se convierta en un componente superfluo de
ese almacén. Lo peor que puede ocurrirle a un almacén darwiniano es que
sus científicos, por limitarse ellos mismos a ese almacén, se olvidaran del
diseño que actualmente está presente en la naturaleza y de este modo
malinterpretaran fundamentalmente la realidad. Los peligros que acechan
a la ciencia por la adopción de un instrumento darwiniano y el naturalismo
que motiva su elección de tales instrumentos rebasan con mucho los
peligros que acechan a la ciencia por adoptar un instrumento extraído del
almacén del diseño teórico.
Para comprobarlo, supongamos que yo fuera un biólogo molecular
supergenial y que hubiera inventado una máquina molecular hasta ahora
desconocida mucho más complicada y maravillosa que el flagellum bac-
terial. Supongamos además que yo inserté los genes para esta máquina en
una bacteria, dejé libre este organismo genéticamente modificado y le
permití reproducirse en estado salvaje. Finalmente, supongamos que
destruí toda evidencia indicadora de mi creación de aquella máquina
molecular. Supongamos, por ejemplo, que la máquina es una jeringa nano-
ingenieril que se inyecta en otras bacterias y succiona sus contenidos
alimenticios. (Yo no estoy familiarizado con ninguna máquina molecular
semejante).
Pregunta: si un darwinista se acercara a esta bacteria equipada con su
nueva máquina molecular, ¿atribuiría esta máquina al diseño o a la
selección natural? Cuando presenté un ejemplo parecido a éste a David
Sloan Wilson en una conferencia en el MIT en 1999, éste se encogió de
hombros y observó que la selección natural nos creó a nosotros y que por
tanto, por extensión, creó también mi nueva máquina molecular. Pero, por
supuesto, este argumento no zanja el tema, porque lo que se pregunta es si
la selección natural podría ciertamente crearnos a nosotros. Wilson se había
limitado a repetir la cuestión. Y lo que es más, si los darwinistas
descubrieran mi jeringuilla bacterial en el bosque —compuesta de proteínas
y codificada mediante ADN exactamente igual que cualesquiera otras
máquinas bioquímicas naturalmente producidas — no pensarían en el
diseño sino que reflexivamente volverían a la selección natural.
Pero, continuando con nuestra historia, había sido yo el diseñador de
la jeringa bacterial, y la selección natural no jugó ningún papel en su
formación. Por su parte, al fijar su atención en la complejidad especificada
de la jeringuilla, el diseño inteligente confirmaría el diseño de
330 DISEÑO INTEL
■GENTE

ésta, cosa que el darwinismo no podría hacer jamás. De esto se sigu e que
un arsenal de instrumentos teóricos podría arrojar luz sobre hechos
biológicos que de otro modo permanecerían por siempre invisibles si sólo
dispusiéramos de un equipamiento estrictamente darwiniano. Esta
posibilidad se torna en un test conjunto del darwinismo y el diseño
inteligente que decisivamente se inclina por el diseño inteligente — si no
como portador de la verdad sí al menos como opción teórica viva que no
debe ser excluida por razones filosóficas a priori como el naturalismo. De
hecho, este ejemplo indica que hay buenas razones prácticas para tomar en
serio al diseño inteligente. Nos encontramos en un punto de transición a
una revolución bioingenieril cuyos efectos pueden incluir probablemente
el bioterrorismo. Así pues, podemos esperar asistir a la emergencia de un
bioterrorismo forense como disciplina científica práctica. ¿Cómo van a
distinguir los expertos los diseños biológicos terroristas de otros diseños
biológicos?
Resumiendo, el diseño inteligente no merece la acusación de no ser
contrastable o de no haber aportado ningún «modelo susceptible de ser
contrastado». Las afirmaciones del diseño inteligente acerca de la
complejidad especificada y reducible están fundadas en su estrecho
contacto con los datos de la biología e igualmente abiertas a la refutación y
a la confirmación. Y aún más, como arsenal de instrumentos para la
investigación científica, el diseño inteligente es mucho más potente y
sensible a las posibilidades que la naturaleza podría ofrecernos que el
darwinismo, que está obligado a contemplar todas las cosas bajo los an-
teojos del azar y la necesidad y a adoptar un enfoque reductivo respecto a
todos los signos de teleología que ofrece la naturaleza.
40

LA IMPORTANCIA
DE MICHAEL BEHE
¿Por qué piensan los biólogos evolucionistas
que la obra de Michael Behe sobre la
complejidad irreducible ha quedado
desacreditada?

Si ENTRAMOS EN INTERNET Y LEEMOS algunas de las críticas de la obra de Michael


Behe, pensaremos quizá que se trata de un enfermo, un fraude y un bellaco.
En ellas se dice que su obra está «totalmente desacreditada»,
«completamente demolida» y «absolutamente aniquilada». Sus críticos
reconocen de mala gana que sus discusiones sobre bioquímica (la
especialidad de Behe) son inobjetables. Pero cuando llega a la definición y
uso de la complejidad irreducible, los críticos lo consideran un visionario
que habría que ignorar sin duda. Los tales críticos afirman que tras haber
considerado atentamente la obra de Behe, la encuentran profundamente
defectuosa por lo cual la rechazan absolutamente. Pero de hecho la
comunidad biológica la acepta de buen grado. Behe ha centrado su atención
en un problema conceptual de la biología evolucionista máximamente
importante. Este problema había sido ya considerado anteriormente, pero
no de una forma tan rigurosa.
El desafío de Behe ha sido tan inaudito que muchos investigadores de
la comunidad biológica han preferido pensar que su obra está
desacreditada antes que comprometerse realmente en su discusión. El
departamento de biología de una institución evangélica cristiana bien
considerada es un sorprendente caso puntero. Según el último informe, su
facultad de biología sigue oponiéndose firmemente a Behe y al diseño
inteligente, pero a la vez que se niega explícitamente a leer ni una sola línea
de su obra, la dignifica dedicándole tiempo y atención. Y así ha ido
tomando cuerpo una conveniente ficción en la que continuamente los
biólogos aseguran y reaseguran que Behe ha sido refutado pero ninguno
332 DISEÑO INTELIGENTE

de ellos se atreve a presentar una refutación real o a divulgar una caricatura


del caso Behe contra la evolución darwiniana. Sin embargo, para un extraño
desapasionado, es evidente que algo importante ha ocurrido aquí. Si la peor
humillación es no ser tomado en serio, entonces Behe está siendo tomado
demasiado seriamente.
Por su parte, Behe ha sabido atraerse un equipo de ruidosos y apa-
sionados oradores que lo elevan hasta la perfección. La controversia entre
unos y otros se ha centrado en un libro publicado por Behe en 1996,
Darwin's Black Box. La enorme influencia de este libro abrió el camino para
muchas nuevas y grandes ideas, destacando entre ellas el concepto de
complejidad irreducible. Según la definición que de esta complejidad ofrece
Behe, un sistema funcional compuesto de muchas partes es
irreduciblemente complejo si la eliminación de una cualquiera de sus partes
destruye la función del sistema. Los críticos han interpretado la definición
de Behe de este concepto de dos formas, ninguna de las cuales hace justicia
al proyecto de Behe. Por tanto, sus críticos consideran que lo que Behe está
estableciendo es una cuestión puramente lógica o puramente empírica. La
dimensión lógica es ésta: Ciertas estructuras son demostrablemente
inaccesibles a un mecanismo darwiniano y todas ellas exhiben la propiedad
P (o sea, una complejidad irreducible). Pero ciertas estructuras biológicas
tienen también la propiedad P, así pues, también éstas deben ser
inaccesibles al mecanismo darwiniano. La dimensión empírica se enuncia
así: Algunas estructuras biológicas son terriblemente complicadas; y no hay
una sola sugerencia en la literatura que indique el modo en el que el
mecanismo darwiniano pudiera haberlas construido. Así pues, todas las
probabilidades apuntan a algo situado más allá de la selección natural que
haya sido el responsable de su creación.
Así establecido, lo que estamos considerando son dos enfoques dis-
tintos que envuelven cuestiones muy diferentes. Si lo que Behe pretende es
presentar una cuestión puramente lógica, entonces su modelo tiene que ser
riguroso y matemático a la manera en que Noam Chomsky demuestra, por
ejemplo, que los autómatas de estado finito son incapaces de generar ciertos
lenguajes. Pero si lo que Behe persigue es establecer una cuestión
puramente empírica, entonces malgasta su tiempo presentando la noción
de complejidad irreducible cuando lo que realmente pretende hacer es
mostrar simplemente que los caminos evolutivos de ciertos objetos
biológicos tienen que ser aún adecuadamente explicados. Según los críticos,
la fusión de estas dos diferentes tesis, la lógica y la empírica, es eficaz
retóricamente, pero por una razón inconfesable, pues
La importancia de Michael Behe 333

la sonoridad de las palabras complejidad irreducible induce a creer que se está


hablando de una cuestión rigurosa o bien definida, cuando lo que
realmente se está afirmando, supuesto que Behe haya descartado la cues-
tión lógica, es lo que siempre ha estado presente en las discusiones entre
los darwinistas y sus críticos: que la vida es sencillamente demasiado
complicada como para ser el producto de un ciego e indirecto proceso
darwiniano gobernado por un proceso de ensayo y error.
Según los darwinistas, ni la tesis lógica, ni la tesis empírica, ni la fusión
de las dos suponen el menor desafío para su propia teoría. Consideremos
por separado cada una de ellas. En cuanto a la tesis lógica, es evidente que
la complejidad irreducible es incapaz de cerrar todas las posibles avenidas
de la evolución darwiniana. Lo que la complejidad irreducible dice es que
todas las partes de un sistema son indispensables en el sentido de que si se
elimina una de ellas sin alterar ninguna otra, no es posible recuperar la
función original del sistema. Pero esto deja abierta la posibilidad de
eliminar unas partes y modificar otras para recuperar la función original.
Igualmente deja abierta la posibilidad de eliminar algunas partes y aislar
subsistemas que cumplan alguna otra función (una función que
concebiblemente pudiera estar sujeta a la presión de la selección). Tratada
como restricción lógica, la complejidad irreducible deja por tanto algunas
vías de escape al mecanismo darwiniano. (Los críticos sostienen a veces que
Behe niega este punto, pero de hecho el mismo Behe no ha desmentido
nunca estas vías lógicamente posibles).
En cuanto a la cuestión empírica, Behe parece caer en la falacia común
de argumentar desde la ignorancia. ¿Qué hacer cuando ciertos sistemas
biológicos son increíblemente complicados y nosotros nos mostramos
incapaces de imaginar siquiera cómo se originaron? Esto no significa que
el mecanismo darwiniano o cualquier otro mecanismo material no lo hayan
intentado. Pero puede significar simplemente que hemos sido nosotros los
incapaces de imaginar cómo pudieron hacerlo aquellos mecanismos. Y en
lo referente a la fusión de la cuestión lógica con la empírica, es la opción
más escandalosa de todas pues acusa a Behe y a sus compañeros teóricos
del diseño de andar equivocados, de emplear la complejidad irreducible
para recurrir a la versión lógica o a la empírica según lo dicte la
conveniencia.
Pero esta descripción es demasiado pueril. Realmente, el proyecto es
bastante más sutil de lo que estas críticas sugieren. Ese proyecto está
propiamente constituido por tres puntos clave: la vertiente lógica,
334 DISEÑO INTELIGENTE

la empírica y la explicativa. La vertiente lógica es la siguiente: Ciertas


estructuras artificiales son demostrablemente inaccesibles a un camino
directo darwiniano por poseer la propiedad P (o sea, complejidad
irreducible). Pero algunas estructuras biológicas tienen también la
propiedad P, por tanto, deben ser igualmente inaccesibles a un camino
directo darwiniano. Esta formulación parece similar a la cuestión lógica
anteriormente tratada, pero difiere de ella en un aspecto crucial. En la
anterior formulación, la inaccesibilidad estaba referida al mecanismo
darwiniano en general y por lo tanto a todo camino darwiniano, tanto
directo como indirecto. Aquí, la restricción se aplica sólo a los caminos
darwinianos directos.
Un camino darwiniano directo es aquel en el que un sistema evolu-
ciona por selección natural intensificando el desarrollo de una función
dada. Mientras que el sistema evoluciona, la función no. Así, podríamos
imaginar que en la evolución del corazón, su función desde el comienzo
consistía en bombear sangre. En tal caso, un camino directo darwiniano
podría dar cuenta de ella. Pero también podríamos imaginar que en la
evolución del corazón, la función inicial de éste era producir ruidos sordos
a fin de ahuyentar a los predadores, y que sólo más tarde asumió la función
de bombear sangre. En este caso, el camino es indirecto porque no es sólo
el sistema lo que evoluciona, sino que también lo hace la función del
sistema. Ahora bien, en tanto que cuestión lógica, Behe se interesaba sólo
por los caminos directos darwinianos. Esto resulta inmediatamente
evidente en la lectura de Darwin's Black Box, puesto que en su definición de
la complejidad irreducible, la complejidad del sistema en cuestión está
siempre presente.
¿Hace la definición que ofrece Behe de la complejidad irreducible que
unas determinadas estructuras resulten demostrablemente inaccesibles a
los caminos directos darwinianos? Tal como aparece en Darwin's Black Box,
la definición de Behe no se refería a sistemas que podían conservar su
función eliminando primeramente algunas partes y modificando luego las
restantes. (Behe consideraba solamente la eliminación, no la modificación).
Pero tras esto se ocultaba un ligero ardid, que yo describo en el capítulo
cinco de No Bree Lunch y que consiste simplemente en reforzar el concepto
de complejidad irreducible para poder introducir una condición de
complejidad mínima. Esencialmente, esta condición dice que el sistema no
puede ser simplificado y seguir reteniendo el nivel de función necesario
para poseer una ventaja selectiva. Con esta estipulación, la complejidad
irreducible excluye lógicamente los caminos
La importancia de Michael Behe 335

directos darwinianos. Obsérvese que muchos de los sistemas irredu-


ciblemente complejos que considera Behe (notablemente el flagellum
bacterial) satisfacen esta estipulación.
Con su eliminación de los caminos directos darwinianos que con-
duzcan a sistemas irreduciblemente complejos, Behe no está diciendo que
sea lógicamente imposible para el mecanismo darwiniano alcanzar tales
sistemas. Es lógicamente posible que una determinada cosa pueda obtener
alguna otra mediante un suceso improbable o fortuito. Por ejemplo, sería
lógicamente posible que con mi muy limitada habilidad para el ajedrez, yo
pudiera derrotar al actual campeón del mundo, Vladimir Kramnik, en diez
partidas. Pero si lo hiciera, sería a pesar de mi limitada habilidad para el
ajedrez, y no a causa de ella. Del mismo modo, si el mecanismo darwiniano
conduce a un sistema bioquímico irreduciblemente complejo, entonces lo
habrá conseguido a pesar de las propiedades o capacidades intrínsecas de
ese mecanismo. Así pues, al decir que los sistemas bioquímicos
irreduciblemente complejos se han mostrado inaccesibles a los caminos
directos darwinianos, los proponentes del diseño están diciendo que los
mecanismos darwinianos no tienen ninguna capacidad intrínseca para
generar tales sistemas salvo por la vía enormemente improbable de una
serie de sucesos fortuitos. Según esto, atribuir complejidad irreducible a un
camino directo darwiniano, sería como atribuir la Montaña Rushmore al
viento y a la erosión. Hay una posibilidad teórica, pero no una posibilidad
real, de que el viento y la erosión pudieran haber esculpido la Montaña
Ruhsmore.
Una vez eliminados los caminos directos darwinianos, quedan los
caminos indirectos. El enfoque de Behe no es ya lógico sino empírico. El
hecho es que no hay caminos darwinianos indirectos conocidos para los
sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos. A lo sumo, los biólogos
han sido capaces de aislar subsistemas de tales sistemas que realizan otras
funciones. Pero una máquina razonablemente complicada incluye siempre
subsistemas que realizan funciones distintas de las de la máquina original.
Así pues, la mera ocurrencia o identificación de subsistemas capaces de
realizar por sí mismos alguna función no es evidencia alguna de un camino
darwiniano indirecto que conduzca al sistema. Lo que es necesario aportar
es una detallada explicación darwiniana susceptible de ser contrastada con
el modo en que los subsistemas sujetos a una coevolución pueden ir
transformándose gradualmente en un sistema irreduciblemente complejo.
Ninguna explicación de este tipo es actualmente asequible ni está en
preparación. De existir
336 DISEÑO INTELIGENTE La importancia de Michael Belie 337

explicaciones así, los críticos no tendrían más que citarlas y el diseño evolucionistas cuando nos aseguran que están empeñados en una bús-
inteligente quedaría enterrado. queda francamente estéril de unos caminos indirectos que expliquen la
Los críticos de Behe están en este punto dispuestos a recurrir al ar- complejidad irreducible.
gumento-de-la-ignorancia, pero este tipo de estrategia no está justificada Si tras repetidos intentos no hallamos lo que esperábamos encontrar
como crítica. Una manera usual de formular esa crítica consiste en decir: después de haber examinado todos los lugares sin obtener nunca la menor
«La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia». Pero como ocurre evidencia de que la cosa buscada hubiese existido nunca, entonces
con todas las expresiones demasiado utilizadas, ésta requiere algunos tendríamos razones para pensar que lo que buscábamos no existía en
matices. Ciertamente, este dictum caracteriza adecuadamente muchas absoluto. Y ésta es precisamente la posición de Behe ante los caminos
circunstancias cotidianas. Imaginemos, por ejemplo, a alguien que busca indirectos darwinianos. (Véase su capítulo en Darwin s Black Box titulado
desesperado las llaves del coche por toda la casa, mirando bajo cada objeto, «Publish or Perish»). No se trata sólo de que no conozcamos tales caminos
revolviendo los cajones, volviendo a mirar una y otra vez y luego, a la para, digamos, el flagellum bacterial (la irreducible máquina bioquímica
mañana siguiente, cuando ha perdido todas sus esperanzas, las encuentra que se ha tornado en la mascota del movimiento en pro del diseño
fuera sobre el techo de su coche. En este caso, la ausencia de evidencia antes inteligente). Se trata de que no conocemos ningún camino para ninguno de
del hallazgo de las llaves del coche no era evidencia de ausencia. Pero con tales sistemas. La ausencia es aquí omnipresente y sistèmica. Ésta es la
las llaves del coche ante él, había en primer lugar una independiente razón de que críticos del darwinismo como Franklin Harold y James
evidencia de su existencia. Shapiro (ninguno de los cuales defiende el diseño inteligente) sostengan
Mas ¿qué ocurriría si no estuviéramos ni siquiera seguros de la que proponer para tales sistemas caminos indirectos darwinianos aún no
existencia de unas llaves del coche? La situación en la biología evolutiva es descubiertos son «especulaciones fantasiosas».
incluso más extrema que ésta. Podríamos no estar seguros de la existencia La cuestión lógica de Behe es que la complejidad irreducible hace que
de nuestro hipotético juego de llaves, pero al menos tenemos la seguridad las estructuras biológicas sean demostrablemente inaccesibles para los
de que generalmente existen llaves de coche. Los caminos indirectos caminos directos darwinianos. Su cuestión empírica es que la incapacidad
darwinianos se parecen más a los supuestos duendecillos que según el de la biología evolutiva para descubrir caminos indirectos darwinianos que
pequeño Juan están ocultos en su habitación. Imaginemos que este niño se conduzcan a estructuras biológicas irreduciblemente complejas es
encontrara tan alterado y fuera de sí que consiguiera que todo Scotland omnipresente y sistèmica, y una incapacidad así es razón suficiente para
Yard e incluso los mejores cerebros de la época se pusieran a buscar afanosa dudar de que los caminos indirectos darwinianos sean la respuesta a la
y meticulosamente década tras década esos supuestos duendecillos o complejidad irreducible. La reunión de las cuestiones lógica y empírica
alguna evidencia sólida de su anterior estancia en el dormitorio del constituye una recusación devastadora del mecanismo darwiniano, que
pequeño. Imaginemos entonces que durante todas aquellas décadas, los rutinariamente ha sido considerado capaz de resolver todos los problemas
detectives, dominados, por ejemplo, por la fiebre del oro del tesoro de los de la complejidad biológica tan pronto como una forma inicial de vida ha
duendecillos, no cejaron nunca en su búsqueda ni en postular nuevos entrado en escena. Y aún así, los enfoque lógico y empírico conjuntamente
modos de avistar un duendecillo, de descubrir un cabello, una huella o no dan tampoco una respuesta sobre el modo de pasar desde la incapacidad
cualquier muestra sólida de ellos. Tras muchas décadas, sin ninguna clave del darwinismo para explicar los sistemas ireduciblemente complejos a la
concreta que diera cuenta de su trabajo, ¿cómo diríamos a los ancianos legitimidad de emplear diseño para dar cuenta de ellos.
padres del chico ahora también viejo que nunca había habido ningún Y aquí es donde el tercer punto principal del proyecto de Behe entra en
duendecillo en la habitación del chico? ¿Sería lógico chasquear los dedos escena: su propia explicación. Las explicaciones científicas adoptan muchas
ante los padres y decirles, «La ausencia de evidencia no es evidencia de formas y estilos, pero lo que no les puede faltar nunca es la adecuación
ausencia. Dejemos por tanto que los expertos vuelvan a su trabajo»? Una causal. Una explicación científica está obligada a invocar los suficientes
respuesta totalmente absurda. Sin embargo, esto es lo que esencialmente poderes causales para explicar el efecto en cuestión. De otro
hacen los biólogos
338 DISEÑO INTELIGENTE

modo, el efecto no queda explicado. El efecto en cuestión de Behe es la


complejidad irreducible de ciertas máquinas bioquímicas. ¿Cómo surgieron
tales sistemas? No a través de un camino directo darwiniano, pues la
complejidad irreducible descarta tal cosa basándose en fundamentos
lógicos. Y, al parecer, tampoco por caminos indirectos darwinianos, pues la
falta de evidencia científica es aquí total. (Los críticos que pretenden otra
cosa están mintiendo). Y el recurso a mecanismos materiales desconocidos
es un engaño aún más sutil.
Así pues, cuando se llega a los sistemas bioquímicos irreduciblemente
complejos, no hay evidencia alguna de que los mecanismos materiales sean
causalmente adecuados para producirlos. Pero, ¿qué ocurre con la
inteligencia? Es bien sabido que la inteligencia produce sistemas irredu-
ciblemente complejos. (Por ejemplo, los seres humanos producen regular-
mente máquinas que exhiben complejidad irreducible). Así pues, se sabe
que la inteligencia es causalmente adecuada para producir complejidad
irreducible. La dimensión explicativa de Behe, por tanto, consiste en afirmar
que sobre la base de una adecuación causal, el diseño inteligente es una
explicación científica de la complejidad irreducible propia de los sistemas
bioquímicos mejor que la que ofrece el darwinismo.
Los enfoques lógico y empírico de Behe son principalmente negativos,
pues están centrados en las limitaciones del mecanismo darwiniano. Su
enfoque explicativo, en cambio, es positivo, pues proporciona fundamentos
positivos para pensar que los sistemas bioquímicos irreduciblemente
complejos son de hecho diseñados. Queda aún por exponer una nueva
cuestión sobre estos puntos. Behe utiliza el enfoque lógico para eliminar los
caminos directos darwinianos hacia la complejidad irreducible. Pero la
ausencia de evidencia empírica para los caminos directos que conduzcan a
la complejidad irreducible es tan total como lo era para los caminos
indirectos darwinianos. Podría parecer, por tanto, que el enfoque lógico es
superfluo en la medida en que el enfoque empírico dispensa de ambos tipos
de caminos darwinianos. Pero de hecho, el enfoque lógico ayuda a estrechar
el nudo corredizo en torno al darwinismo de una manera que le está vedada
al enfoque empírico.
Si se buscan en la literatura darwiniana los ejemplos mejor confirmados
de evolución (desde Darwin hasta el presente), lo que se encuentra es la
selección natural mejorando sin cesar una característica dada que realiza
una función dada de una manera dada. Por su parte, la misma noción de
«mejora» (que tan importante papel juega en el Origen de las especies de
Darwin) connota típicamente que una cosa dada va
La importancia de Michael Behe 339

perfeccionándose en un determinado sentido. Mejorar en este respecto


corresponde a recorrer un camino directo darwiniano. En cambio, el
camino indirecto darwiniano (en el cual una función da paso a otra y por
tanto no puede mejorar nada porque la primera ha dejado de existir),
aunque usualmente inferido por los biólogos evolucionistas a partir de
datos fósiles o moleculares, tiende a mostrarse mucho más difícil de
establecer de una manera rigurosa.
La razón no es difícil de comprender: Por definición, la selección
natural elige partiendo de una función preexistente, pues no puede elegir
de una función futura. Una vez conseguida una nueva función, el
mecanismo darwiniano puede seleccionar a su vez algo de esta última. Pero
realizar esta transición es la parte más dura. ¿Cómo es posible evolucionar
desde un sistema que exhibe una preexistente función seleccionable a otro
sistema que muestra una función seleccionable completamente nueva? La
selección no aporta aquí ninguna ayuda, y todo el peso de la
responsabilidad recae sobre las variaciones aleatorias ocurridas durante el
crucial tiempo de transición en que las funciones están cambiando (o, como
dijo Darwin en su Origen de las especies, «a menos que ocurran variaciones
ventajosas, la selección natural no puede hacer nada»). Pero la evidencia
real de que la variación aleatoria es capaz de producir las sucesivas
modificaciones necesarias para provocar la aparición de complejidad
irreducible es nula.
El enfoque lógico de Behe relativo al modo en que la complejidad
irreducible elimina los caminos directos darwinianos, elimina también con
ello la forma de evolución darwiniana que está mejor confirmada. Y lo que
es más grave aún: elimina asimismo la única forma de evolución
susceptible de análisis lógico. Los caminos indirectos darwinianos, en
cambio, están tan inacabados que no hay análisis lógico capaz de
formalizarlos. (Habitualmente están también sin especificar, lo cual los hace
infalsificabies e incontrastables). El enfoque lógico de Behe lleva la lógica
tan lejos como es posible en su consideración del mecanismo darwiniano y
deja que las consideraciones empíricas desautoricen lo que queda. Y puesto
que las inferencias lógicas son de por sí más rigurosas que las inferencias
empíricas, Behe ha realizado su crítica de los mecanismos darwinianos de
una manera tan rigurosa y precisa como es posible. No se trata simplemente
de que ciertos sistemas biológicos sean tan complejos que no nos permitan
imaginar siquiera cómo evolucionaron siguiendo caminos darwinianos.
Sino de que lo único que podemos mostrar de manera conclusiva es que
esos sistemas no pudieron evolu
340 DISEÑO INTELIGENTE

cionar por caminos darwinianos directos, y que los caminos indirectos, que
siempre han tenido un fundamento bastante menos estable, carecen
definitivamente de apoyo científico.
Resumiendo, Behe es importante en el debate entre diseño inteligente
y darwinismo porque nos ha sabido mostrar la manera de evaluar los
méritos relativos de cada uno de los dos enfoques. Y esto lo ha conseguido
mediante su concepto de complejidad irreducible y su explicación sobre el
modo de emplearlo. Al analizar cuidadosamente y desentrañar las
implicaciones lógicas, empíricas y explicativas de la complejidad
irreducible para el mecanismo darwiniano, Behe ha demostrado por lo
menos que el diseño inteligente es un competidor viable en todo intento de
explicación de la complejidad irreducible de los sistemas bioquímicos. Y
más aún, Behe nos ha mostrado la manera de tender un puente entre la
teoría científica del diseño y nuestras intuiciones del sentido común sobre
el diseño. En los informes sobre el diseño que ofrecen los medios, se oye
con frecuencia el siguiente sonsonete: «La vida es demasiado complicada
para ser producto de las fuerzas naturales, así pues tiene que haber sido
diseñada». Estas palabras capturan las intuiciones que sobre el diseño
tienen muchas personas, pero son demasiado simplistas para los
propósitos científicos. Behe nos ha indicado también el modo de interpretar
el sentido de esta declaración si sustituimos la vaga e indefinida frase
demasiado complicada por la expresión rigurosamente definida
irreduciblemente complejo, mostrándonos a la vez con ello cómo razonar a
nuestra manera sobre lo inadecuadas que son para el diseño las fuerzas
naturales no dirigidas.
41

EVALUACIÓN PARITARIA
O EL FALLO DE LOS
EXPERTOS
Si el diseño inteligente es nn programa de
investigación científica, ¿por qué los
teóricos del diseño no publican ni ven
citados sus trabajos en las bibliografías de
evaluación paritaria?

LA AFIRMACIÓN DE QUE LOS TEÓRICOS DEL DISEÑO no publican ni ven sus obras citadas
en las revistas bibliográficas es falsa. De hecho, es falsa en cualquiera de los
sentidos en que se la interprete. La International Society for Complexity,
Information and Design (ISCID) ha surgido como sociedad profesional de la
comunidad del diseño inteligente. (Véase www.iscid. org). En la época en
que se redactó este libro, esa sociedad tenía unos cincuenta miembros
investigadores. Los miembros de esta sociedad incluyen antiguos
profesores procedentes de centros como la Oxford Univerity de Inglaterra,
la Princeton University de Estados Unidos, la University of New Brunswick
en Canadá, la University of Sydney en Australia, la University of Auckland
en Nueva Zelanda, la Hanyang University en Corea, la Helsinki University
of Thechnology en Finlandia y la State University of Applied Sciences en
Frankfurt, Alemania. (Véase www.iscid.org./fellows.php).
Los miembros de la ISCID cubren una amplia gama de disciplinas,
entre las que se incluye el entero ámbito de las ciencias naturales. Todos sus
asociados son distinguidos investigadores por derecho propio y han
publicado extensamente en la literatura de pre-publicación de sus
respectivas disciplinas. Fritz Schaefer, el inventor de la química cuántica
computacional, es una figura señera. Con unas novecientas pre-publica-
ciones evaluadas, es el tercer químico más citado del mundo y ha sido
342 DISEÑO INTELIGENTE

propuesto cinco veces para el Premio Nobel. No se trata pues de que los
teóricos del diseño publiquen y tengan su obra citada en los boletines
bibliográficos. Todos ellos son científicos y académicos reconocidos.
Por supuesto, la cuestión real es la de si los teóricos del diseño publican
obras que defiendan el diseño inteligente en la literatura especializada.
Tampoco hay aquí ningún problema. Los lectores pueden consultar la
bibliografía de la ISCID (en www.iscid.org./bibliogra-
phy/bibliography.php) para un listado de las obras de los teóricos del
diseño que defienden el diseño inteligente. (Obsérvese que se trata de una
bibliografía de la literatura relevante para el diseño inteligente y por tanto
incluye también referencias a obras de científicos que no son teóricos del
diseño). En lugar de ofrecer un listado de tales obras, tal vez sea más
instructivo describir el proceso de evaluación de mi libro The Design
Inference, porque ilustra el progreso del diseño inteligente en sus esfuerzos
por atravesar la barrera de la pre-crítica como también los obstáculos que
nos salieron al paso.
The Design Inference apareció en la serie monográfica Cambridge
Studies on Probability, Induction and Decisión Theory de la Cambridge
University Press. Esta serie es el equivalente de una revista. Tiene un editor
general, Brian Skyrms (que es miembro de la National Acade- my of
Sciences). Igualmente cuenta con un consejo editorial, que en la época de
esta publicación constaba de los siguientes miembros: Ernest Adams, Ken
Binmore, Jeremy Butterfield, Persi Diaconis, William Harper, John
Harsanyi (que en 1994 compartió el Premio Nobel de Economía con John
Nash, el protagonista de A Beautiful Mind), Richard Jeffrey, Wolfgang
Spohn, Patrick Suppes, Amos Tversky y Sandy Zabell. Este consejo editorial
es un verdadero «quien es quién» en el mundo de la estadística y del
razonamiento inductivo.
The Desing Inference pasó por el control de tres evaluaciones anónimas
durante un duro y penoso proceso de revisión que duró un año. La primera
evaluación fue decididamente positiva. El balance de la segunda fue
negativo, aunque el (o la) informante ofrecía algunas sugerencias positivas
sobre el manuscrito. El editor general deseaba que el libro figurara en su
serie y por tanto le entregó el manuscrito a un tercer evaluador para que
rompiera el empate. Esta tercera evaluación fue muy positiva pero sugería
una serie de importantes revisiones. (El informe constaba de siete páginas
escritas a un espacio). Yo accedí a introducir aquellas revisiones, tras lo cual
se envió el ejemplar al Cambridge Syn- dicate, que a su vez redactó entonces
el correspondiente contrato de
Evaluación paritaria o el fallo de los expertos 343

publicación de la monografía. El proceso de revisión/evaluación para The


Design Inference fue más riguroso que ninguno de los que yo había
experimentado en mis anteriores contactos con otras revistas en las que ya
había publicado y que incluían matemáticas, filosofía y teología. La única
razón de que The Design Inference no apareciera en una revista era que por
la longitud de su tratamiento necesitaba un libro entero. Este libro ha sido
ampliamente citado, incluyendo las reseñas favorables en la literatura
científica (p.ej., The International Journal of Fuzzy Systems).
Puesto que la evaluación paritaria o por parejas resultó ser algo posi-
tivo para The Design Inference, decidí repetir la operación para su secuela,
No Free Lunch. Mientras me encontraba aún escribiendo No Free Lunch,
contacté con la Cambridge University Press para ofrecerle la publicación de
este libro como secuela de The Design Inference. Puesto que este libro había
sido un bestseller entre las monografías filosóficas durante varios años, me
pareció verosímil que la editorial se interesase también por el volumen
subsiguiente. Y así le planteé a la editorial de Cambridge mi idea de este
libro como una continuación del anterior que consistiría en una amplia
exposición panorámica del tema seguida de algunos capítulos explicativos.
Una idea no infrecuente como complemento de una monografía que
hubiera conocido un sustancioso éxito. Les comuniqué mi deseo de no tener
que esperar casi dos años y medio desde la entrega del manuscrito hasta su
publicación, como había ocurrido con The Design Inference. Esta obra seguía
siendo ampliamente discutida, y yo les rogué que su secuela apareciera sin
demasiada demora.
El editor de Nueva York en la Cambridge Press (no Skyrms) me
informó de que aunque The Design Inference era uno de sus bestsellers, el
libro estaba siendo muy controvertido; y aunque a la editorial no le
importaba la controversia como tal, la obra se había ganado la etiqueta de
«creacionista». Así pues, antes de que la Cambridge University Press
redactara un contrato, yo debería entregarles los capítulos más discutibles
del nuevo libro. Además se me informó de que aunque No Free Lunch fuese
aceptado en este lado del Atlántico, podría no serlo por el Cambridge
Syndicate de Inglaterra, cuyos biólogos se mostraban ahora predispuestos
contra mi obra. Estas noticias eran realmente bastante sorprendentes,
porque típicamente el Sindicato de Cambridge se limitaba a dar el visto
bueno a las recomendaciones de publicación procedentes de Estados
Unidos. Que se hiciera una excepción en mi caso indicaba que, en lugar de
operar desapasionada y limpiamente, el proceso de revisión me
singularizaba con un tratamiento especial. Por tanto, me fui
344 DISEÑO INTELIGENTE

con mis papeles a otra parte y publiqué el libro en la editorial Rowman and
Littlefield.
Mi propia experiencia con el proceso de evaluación paritaria confirma
una observación de Paul Gross: «Tener razón no es suficiente. Lo que usted
diga, por correcto que sea, ha de ser dicho en un lenguaje normalmente
aceptable, no debe violar demasiado brutalmente el gusto al uso, y debe
resaltar de alguna manera su pertenencia a un respetable club profesional»
(www.mbl.edu/publications/Gross/Heilbrunn). Yo era una entidad
desconocida cuando publiqué The Design Inference, y el libro no se refería a
las implicaciones de la inferencia de diseño para la biología. Sin embargo,
una vez que aquellas implicaciones se hicieron claras, conseguir que mi
trabajo fuera publicado en las revistas bibliográficas se hizo más difícil —
aunque ciertamente no imposible. Tengo, por ejemplo, otro libro a punto
de salir en la Cambridge University Press titulado Debating Design que
coedité con Michael Ruse. Seis de los siete evaluadores lo aprobaron con
entusiasmo, y el único disconforme admitió que el libro se vendería muy
bien.
Para la investigación dentro de un marco aceptado, la evaluación
paritaria es bastante útil para el control de calidad. Pero para las nuevas
ideas radicales y el pensamiento independiente, este tipo de evaluación es
con más frecuencia un obstáculo que un apoyo. Y esto no debería
sorprender dada la naturaleza de la evaluación paritaria. Este tipo de eva-
luación está primariamente orientado a velar por que las pautas, normas y
prácticas de un gremio establecido sean respetadas. Sólo después de que
estas prácticas hayan sido respetadas, la cuestión de la originalidad y la
innovación será digna de consideración. La evaluación paritaria es
esencialmente conservadora. Por lo tanto, será el último lugar en el que
cabría esperar que una revolución científica fuese vindicada.
La historia de la evaluación paritaria lo pone de manifiesto. Como
Frank Tipler me ha indicado, la misma idea de una evaluación paritaria
como piedra de toque para la verdad y excelencia científicas es una
invención introducida tras la Segunda Guerra Mundial. En física, por
ejemplo, las revistas que utilizaban la evaluación paritaria no fueron la
norma hasta después de 1950. En Alemania, durante los «Años Gloriosos»
(el período en el que la mecánica cuántica estaba siendo inventada allá por
los años 1920), una de las más prestigiosas revistas de física alemanas, el
Zeitschrift für Phi/sik, no utilizaba la evaluación paritaria: cualquier
miembro de la Sociedad Alemana de Física podía publicar allí simplemente
con enviarles su artículo.
Evaluación paritaria o el fallo de los expiertos 345

Así pues, el que tuviera una idea realmente revolucionaria, todo lo que
tenía que hacer para que fuera publicada era pedirle a un miembro de la
Sociedad Alemana de Física que remitiera por él su artículo. Por supuesto,
si usted era miembro de ella, no tenía que recurrir a nadie para remitirlo.
Werner Heisenberg publicó su artículo sobre el principio de incertidumbre
en esta revista, y Alexandre Friedmann publicó también en ella el suyo
sobre el universo de Friedmann (en la actualidad, el modelo cosmológico
estándar). Nada de evaluaciones por parejas, sólo abundancia de físicos
brillantes.
Todas estas observaciones sobre la historia y naturaleza de la eva-
luación paritaria son sin duda muy interesantes, pero los críticos del diseño
inteligente no son propicios a dejarse impresionar. Está muy bien decir que
los teóricos del diseño publican sus trabajos en la literatura evaluativa
paritaria que apoya al diseño inteligente. Pero el foco principal del diseño
inteligente es la biología. ¿Aparecen citados en la literatura biológica sujeta
a evaluación paritaria los teóricos del diseño que publican y trabajan sobre
el diseño inteligente? Dicho en otras palabras, ¿estamos en la actualidad
abriendo caminos en la corriente principal de la biología? Críticos del
diseño como Eugenie Scott, Paul Gross y Barbara Forrest afirman
públicamente con frecuencia que los teóricos del diseño han publicado
exactamente cero artículos en la literatura biológica que apoya al diseño
inteligente y utiliza la evaluación paritaria.
¿De dónde sacan el número cero? Tengo ante mí una serie de artículos
publicados en los Proceedings of the National Academy of Sciences, en el Journal
of Molecular Biology, en el Journal of Theoretical Biology, en Origins ofLife and
Evolution of the Biosphere y en la Annual Review ofGenetics. (En esta última se
cita explícita y favorablemente mi libro No Bree Lunch). Todos ellos han sido
escritos por teóricos del diseño y aparecen citados en las listas bibliográficas
del ISCID (www.iscid.org/bibliography/bi- bliography.php). En mi opinión
y en la de los propios autores, todos ellos apoyan el diseño inteligente. Mas
éste es justamente el problema. ¿Cómo puede ninguna cosa apoyar el
diseño inteligente?
Críticos como Eugenie Scout, Paul Gross y Barbara Forrest no se
limitan a negar que los teóricos del diseño hayan publicado algunas obras
en la literatura que utiliza la evaluación paritaria y que apoya el diseño
inteligente. Niegan también que exista en absoluto evidencia alguna capaz
de apoyar al diseño inteligente. Sí, los artículos que tengo ante mí están
escritos por teóricos del diseño. Y esos artículos figuran ciertamente en la
literatura biológica que utiliza la evaluación paritaria.
346 DISEÑO INTELIGENTE

Sin embargo, según estos críticos, tales artículos no pueden apoyar al diseño
inteligente. Pero entonces, ¿no hay ninguna evidencia que apoye al diseño
inteligente? ¿O es más bien que la plenitud de evidencia que lo apoya está
catalogada como inadmisible por razones a priori? El apriorismo ocupa un
infortunado lugar en la historia de la ciencia. Por ejemplo, la ciencia en los
días de Kepler creía que las órbitas de los planetas teman que ser circulares.
(Su contemporáneo Galileo era un firme defensor de esta creencia). Así, la
evidencia de órbitas elípticas presentada por Kepler fue juzgada inadmisible
porque la ciencia «sabía de antemano» que las órbitas tenían que ser
circulares. Finalmente, Kepler fue vindicado y la ciencia apriorista de su
tiempo tuvo que dar marcha atrás. Éste es siempre el peligro del apriorismo
en ciencia.
Los críticos del diseño inteligente que sostienen que el número de
artículos en la literatura biológica que apoyan el diseño inteligente es cero
están representando el papel perdedor. Esa ficción se está tornando cada vez
más difícil de mantener. Pero incluso así, creo que aún perdurará durante
algún tiempo. El problema es que para conseguir que un trabajo sobre
diseño inteligente aparezca en la literatura biológica que se apoya en la
evaluación paritaria, los biólogos que son teóricos del diseño tienen que
jugar sus cartas con mucho cuidado. Como Michael Behe comentó en una
entrevista con la Harvard Political Review (www.
hpronline.org/news/251835.html), si un biólogo cuestiona a Darwin pone en
peligro su carrera: «Hay buenas razones para sentir miedo. Incluso aunque
uno no se vea despedido de su trabajo, quedará fácilmente olvidado en las
promociones futuras. A los estudiantes recién graduados que son escépticos
respecto a la teoría darwiniana, les advertiría enérgicamente que se
guardasen mucho de manifestar públicamente sus propias opiniones».
En el actual clima intelectual, es imposible conseguir la publicación de
un artículo en la literatura biológica controlada por evaluación paritaria si
ese artículo afirma explícitamente el diseño inteligente o niega
explícitamente el darwinismo y otras formas de evolución naturalista.
Dudar de la ortodoxia darwiniana es comparable a oponerse a la línea del
partido de un régimen estalinista. ¿Qué haría usted si se encontrara en la
Rusia de Stalin y quisiera sostener que Trofim Lysenko estaba equivocado?
Podría señalar las paradojas y tensiones que quisiera en la teoría genética de
Lysenko, pero no podría decir que Lysenko estaba fundamentalmente
equivocado u ofrecer una alternativa que contradijera claramente a Lysenko.
Y ésta es la situación que nosotros vivimos. Para
Evaluación paritaria o el fallo de los expertos 347

publicar en la literatura especializada, los teóricos del diseño tienen que


andar con mucha cautela y procurar no mostrar demasiado claramente
hacia dónde conduce su trabajo. Y ésta es ciertamente la razón de que yo
mismo consiguiera publicar The Design Inference en la Cambridge University
Press, mas no así No Free Lunch, que era un libro mucho más explícito en sus
implicaciones biológicas.
Y a propósito, tal vez el lector se esté preguntando por qué no incluyo
simplemente aquí una lista de teóricos del diseño extraída de la literatura
biológica que apoya al diseño inteligente. La razón es que deseo ahorrar a
esos autores el acoso que sufrirían si yo publicara la lista de sus obras en este
libro. Los críticos supercelosos del diseño inteligente considerarían que era
su deber moral velar por que la biología quedara libre del diseño inteligente,
incluso aunque esto significara tener que tomar medidas extremas. He
sabido de algunos de tales críticos que se las ingenian para contactar con los
empleados de los teóricos del diseño e informarles sobre las «herejías» de
sus jefes. Una vez «descubiertos», los propios teóricos del diseño se ven
inundados de mensajes insultantes a través delcorreo electrónico. A
continuación, la prensa divulga una historia presentando asociaciones
indeseables de los adeptos al diseño inteligente. (El día en que una de esta
historias apareció, un colega y buen amigo mío me contó que había sido
despedido de su puesto de investigador en un prestigioso laboratorio de
biología molecular. Había trabajado en aquel laboratorio durante diez años).
De entonces en adelante, lo primero que revelaría una búsqueda de sus
nombres en Internet sería su conexión con el diseño inteligente. ¡Bienvenida
la Inquisición!
Cierro este capítulo con una observación final sobre la revisión
paritaria. Aunque la investigación sobre diseño inteligente aparece
publicada y citada en la literatura científica evaluada paritariamente
(incluyendo a la literatura biológica), si tal evaluación no existiera, el diseño
inteligente no quedaría invalidado. La ausencia de evaluación paritaria no
ha impedido nunca la emergencia de la buena ciencia. Ni, para lo que aquí
importa, las revistas así evaluadas han sido el único lugar donde se ha hecho
trabajo científico de fondo. Como ya he indicado, el proceso de evaluación
paritaria es inherentemente conservador, pues trabaja concienzudamente
para separar la buena ciencia incremental del trabajo menos riguroso que
discurre por el interior de un paradigma bien establecido, pero que está
presto a dirigir sus armas contra la revolución de un paradigma. Thomas
Kuhn, junto con otros eminentes historiadores de la ciencia, ha establecido
definitivamente este punto: la
348 DISEÑO INTELIGENTE

vieja guardia no dirige nunca sus armas hacia una revolución científica; ha
invertido demasiado en el viejo paradigma. Las revoluciones más
importantes en ciencia desbordan enteramente el proceso de evaluación
paritaria y aparecen en los libros. El De Revolutionibus de Copérnico, el
Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo, y los Principia de
Newton son casos punteros. Ninguna de estas obras fue evaluada
paritariamente. Como tampoco lo fue el libro de un biólogo retirado inglés
del siglo diecinueve: una obra poco convencional titulada Sobre el origen de
las especies.
42

LA «CUÑA»
¿No será realmente el diseño inteligente
una agenda política disfrazada de programa
de investigación científica?

Dos PRINCIPIOS ANIMADORES DIRIGEN al diseño inteligente. El principio más


popular utiliza el diseño inteligente como instrumento de liberación de las
ideologías que sofocan al espíritu humano, tales como el reduccionismo y
el materialismo. El otro principio, menos popular pero intelectualmente
más convincente, toma al diseño inteligente como llave que nos abra
nuevas y más frescas perspectivas de la naturaleza. El primero de estos
principios es puramente instrumental, puesto que trata al diseño inteli-
gente como instrumento para alcanzar algún otro fin (como derrotar al
materialismo). Es presumible que si otros instrumentos alcanzaran de
manera más eficaz este mismo fin, el diseño inteligente sería abandonado.
En cambio, el segundo de estos principios animadores es intrínseco: trata
al diseño inteligente como un bien esencial, como un fin en sí mismo que
vale la pena perseguir por las intuiciones que ofrece de la naturaleza.
Los dos principios pueden operar conjuntamente sin que surja ningún
conflicto entre ellos. Sin embargo, hay un orden claro de prioridad. Si el
diseño inteligente no fuera un bien intrínseco —si no pudiera ser
desarrollado como un programa de investigación científica y no
proporcionase perspectivas acertadas sobre el mundo natural— su uso
como bien instrumental para derrocar ideologías que ahogan al espíritu
humano se tornaría insoportable. El diseño inteligente no debe convertirse
en una «mentira noble» para desterrar opiniones que encontramos
inaceptables. (La historia está llena de mentiras nobles que acabaron en
desastres). Lo que más bien ha de hacer el diseño inteligente es
convencernos de su verdad basada en sus méritos científicos. Entonces,
porque es verdadero y sabemos que es verdadero, el diseño inteligente
puede servir como instrumento de liberación de ideologías axfisiantes
350 DíSEÑO INTELIGENTE

— ideologías que sofocan no porque nos digan verdades amargas sobre


nosotros mismos, sino porque ellas mismas son a la vez severas y falsas. El
determinismo psíquico de Freud es un caso sobresaliente.
El papel dual del diseño inteligente como proyecto científico construc-
tivo y como medio para un renacimiento cultural podría suscitar algunas
dudas a la hora de caracterizar nuestro movimiento con el símil de una
«cuña». El valor instrumental del diseño inteligente como utensilio de
renovación cultural está asociado con su valor intrínseco para desarrollar
la ciencia. Por desgracia, la metáfora de la cuña oscurece este orden de pre-
cedencia. Esta metáfora, tal como inicialmente la utilizó Phillip Johnson,
está fundada en la discrepancia entre ciencia como empresa empírica que
llega hasta donde la lleva la evidencia (lo cual es una concepción legítima
de la ciencia), y ciencia como filosofía materialista aplicada que mantiene
su materialismo con independencia de la evidencia (lo cual es una concep-
ción falsa de la ciencia, aunque sean muchos los que la mantienen). Según
Johson, la discrepancia entre estas dos concepciones de la ciencia abre entre
ambas una grieta de debilidad que nos permite introducir en ella la parte
más delgada de una cuña. Si, una vez introducida, se la golpea con un
martillo, la cuña irá reforzando paulatinamente la ciencia, renovando la
cultura y liberando a la sociedad de las miasmas del materialismo y el
naturalismo. Pero esto no es más que una promesa.
Por valiosos que estos fines sean, su cumplimiento no puede ser
apropiadamente adscrito a una cuña. Las cuñas rompen las cosas en lugar
de reconstruirlas. Las cuñas son provisionales e instrumentales; alcanzan
algún fin, pero no los fines en sí mismos. Obsérvese que el título completo
del libro de Johnson es: The Wedge ofTruth: Splitting the Foun- datios of
Naturalism* Yo sostengo que los fundamentos del naturalismo están ya
agrietados (gracias en gran parte a los esfuerzos de Johnson). Incluso ahora,
las cuestiones importantes están sobre la mesa y siguen siendo
acaloradamente discutidas. Y aún más, es el movimiento del diseño
inteligente el que está fijando los términos (e incluso el vocabulario) del
debate sobre los orígenes biológicos. Kart Giberson y Donald Yerxa
(ninguno de ellos defensores del diseño) incluyen esta observación en su
obra Species of Origins, que expone detalladamente el debate en los Estados
Unidos sobre evolución, creación y diseño inteligente:
Desde sus comienzos a principios de los años 1990, el movimiento
del diseño inteligente ha despertado tanta atención

* N. T.: La cuña de la verdad: agrietando los fundamentos del naturalismo.


La «cuña 351

que ha logrado dominar el debate de sus orígenes. Con esto no


queremos decir que haya triunfado. Lejos de eso. Aunque el di-
seño ha realizado algunas modestas incursiones en la academia, es
frecuentemente visto ... como una variedad más atractiva del
creacionismo. Pero el diseño ha logrado establecer la agenda para
una gran parte del debate.

La metáfora de la cuña ha sobrevivido a su utilidad. Efectivamente, con


críticos tales como Barbara Forrest y Paul Gross escribiendo libros del estilo
de Evolution and the Wedge of Intelligent Design: The Trojan Horse Strategy, la
metáfora de la cuña se ha convertido incluso en un lastre. Con seguridad,
los críticos del diseño inteligente se guardarán mucho de utilizar la
metáfora de la cuña como término de injuria. Pues la cuña ha de ser
contemplada como una propedéutica —como una anticipación y una
preparación de un programa de investigación positivo que fortalezca la
ciencia y renueve la cultura. Al mezclar tan vigorosamente tantas
metáforas, la cuña ha barrido ya el campo, limpiado la casa, hecho brillar
la luz y llevado a la lavandería la ropa sucia del materialismo científico. Y
ahora que todo esto ha sido realizado, ¿a dónde vamos desde aquí?
Varios observadores que ven el progreso del diseño inteligente como
un movimiento intelectual han expresado su temor a que este diseño sea
utilizado como parte de un movimiento cultural y político más amplio. En
particular, se piensa que el diseño inteligente ha sido introducido
prematuramente en las discusiones públicas sobre la ciencia. En primer
lugar, continúan estos observadores, el diseño inteligente necesita obtener
de la comunidad científica un reconocimiento más amplio de su importante
contribución a nuestra comprensión del mundo natural. Las muy citadas
observaciones de Bruce Gordon en el número de enero de 2001 de Research
News and Oportunities in Science and Technology, por ejemplo, insisten en este
punto.
Hay una gran parte de verdad en estas inquietudes, pero sólo en parte.
El diseño inteligente no necesita triunfar como empresa científica ni como
empresa cultural y política. Dicho en otras palabras, el bien instrumental
del diseño inteligente no puede competir desligándose del progreso de su
propio bien intrínseco. Pero esto es muy distinto de pretender que el diseño
inteligente gane un amplio reconocimiento en el mundo científico antes de
poder ser considerado bonafide como proyecto intelectual e influir
legítimamente sobre la opinión pública y la política.
352 DISEÑO INTELIGENTE

La legitimidad del diseño inteligente como proyecto intelectual está


engarzada con dos hechos que son independientes de su reconocimiento o
aceptación dentro del mundo científico. En primer lugar, la biología
evolutiva se ha mostrado tan incapaz de dar cuenta como teoría científica
del origen de la vida y de la emergencia de la complejidad biológica que no
se merece monopolio alguno respecto al estado de formación que el diseño
inteligente pueda haber alcanzado. En segundo, el diseño inteligente es,
lógicamente hablando, la única alternativa a una biología evolutiva
mecanicista (véase capítulo treinta y seis). Tal como habitualmente es
formulada, la biología evolutiva incluye los mecanismos materiales y
descarta la teleología. Pero entonces no quedan más que estas dos opciones:
o los mecanismos materiales se bastan para realizar todo el trabajo en los
orígenes biológicos, o se requiere adicionalmente algún tipo de proceso
télico. Por tanto, lo que en primer lugar habría que preguntar en la plaza
pública no es la distancia recorrida por el diseño inteligente como proyecto
científico, sino si este proyecto garantizaría la libertad y la equidad. En
particular, ¿pueden todos los sectores del público examinar y discutir
libremente el amplio rango de opciones científicas relativas a los orígenes
biológicos? Los teóricos del diseño contestan que sí. Los defensores del
darwinismo prefieren que ciertos sectores de la actividad social (como la
educación pública) sean acordonados y censurados. Y lo que es más, para
justificar su censura, recurren a peticiones de principio y a falsas
definiciones de la ciencia y de la racionalidad.
Toda fijación de reglas relativas a lo que el diseño inteligente deba
realizar en la esfera científica antes de poder influir legítimamente en el
ámbito político, es arbitraria y reveladora de una gran ingenuidad respecto
al comportamiento real de la ciencia o de una especial sagacidad relativa al
modo en que la ciencia obtiene sus fondos y es promovida en la esfera
pública (e inversamente, por tanto, respecto al modo de hundir a una
empresa científica prometedora pero indeseada). ¡Qué diáfano y feliz sería
el mundo si toda batalla por el poder fuera librada honrada y
equitativamente con el respeto debido al oponente! Todos los hombres y
mujeres saben perfectamente que éste es raramente el caso. De hecho, los
científicos materialistas establecen reglas poco razonables no porque ellos
mismos sean incapaces de pensar razonablemente sino porque la presencia
de tales reglas socava la posibilidad de que el diseño inteligente pueda
seguir adelante. Para que un programa de investigación científica pueda
prosperar, ha de apoyarse en científicos capacitados y
La «cuña 353

asegurarles que sus esfuerzos para llevarlo a cabo se verán recompensados.


Y esto requiere la existencia de estructuras sociales y políticas capaces de
atraer a las personas con talento y ofrecerles incentivos que les brinden una
fructífera carrera. La ciencia, la cultura, la sociedad y la política trabajan
conjuntamente en la consecución de este objetivo. Mientras los darwinistas
posean los bancos, sus cámaras acorazadas, y los recursos culturales, nunca
se mostrarán demasiado dispuestos a compartirlos.
Aunque el diseño inteligente como programa científico es lógicamente
anterior al diseño inteligente como movimiento cultural, esta prioridad
lógica no implica prioridad temporal. Pensar que el programa científico
tiene que haber triunfado -de acuerdo con algún determinado aunque
arbitrario criterio de evaluación del éxito (¿el criterio de los darwinistas tal
vez?)- antes de que el movimiento cultural pueda ser legítimamente
iniciado no sólo es una postura ingenua sino mortal para las dos opciones.
La investigación científica y la renovación cultural tienen que reforzarse
mutuamente. La ciencia se desarrolla dentro de una matriz cultural, pero al
mismo tiempo configura esa matriz. La relación entre ambas no es lineal
sino dialéctica. Los defensores del diseño inteligente han perseguido
siempre de manera metódica estos fines dialécticamente relacionados y han
animado a sus oponentes a comprometerse con el diseño inteligente con este
mismo espíritu —no estableciendo reglas, adjudicando nombres,
amontonando efectivos o asesinando reputaciones, sino abierta y
metódicamente, comprobando que la verdad, como sostenía John Milton, se
alzará hasta la cima a través de un libre y franco intercambio en el mercado
de las ideas.
43

TEMAS A INVESTIGAR
, ¿ Qué se supone que deba hacer, por
J la vía de la investigación científica, - ' u n
científico interesado en el diseño inteligente?

SON MUCHOS LOS CIENTÍFICOS QUE manifiestansu interés por el diseño inteligente
pero que no ven la manera de contribuir eficazmente a él. Recientemente
tuve una conversación con uno de estos científicos (un genetista cristiano),
y le pregunté «¿Qué tipo de trabajo real tendría que haberse realizado para
que usted se encontrara confortable dentro del diseño inteligente?» Su
respuesta fue reveladora: «Si yo supiera cómo enfocar científicamente la
cuestión que usted me propone, abandonaría todo lo que hasta ahora he
estado haciendo y dedicaría el resto de mi carrera a la búsqueda de una
respuesta. El hecho de que yo no tenga la menor idea sobre el modo de
empezar a reunir los datos relevantes que comprometieran a la comunidad
científica, es la verdadera razón de que no comparta su optimismo respecto
a la viabilidad de este enfoque».
O consideremos a Francis Collins, director del Proyecto del Genoma
Humano. Como creyente cristiano, está ligado al diseño en un sentido
amplio. Sin embargo en una reunión de la American Scientific Affiliation
(en la Universidad de Pepperdine, Agosto 2-5, 2002), expresó sus dudas
sobre el diseño inteligente como proyecto científico. Según Collins, el
problema era «la ausencia de un plan para la verificación experimental» del
diseño inteligente.
Yo estoy absolutamente convencido de que el diseño inteligente posee
el potencial de investigación necesario para satisfacer a estos científicos. Sin
embargo, ese potencial tiene que ser actualizado. ¿Cómo hacerlo? Lo más
importante ahora es que existe una corriente de buenas ideas y que se
cuenta con los recursos necesarios para implementarlas. En particular,
necesitamos reflexionar profundamente sobre los sistemas
Temas a investigar 355

biológicos. Esta reflexión tiene que generar una intuición profunda. Y esta
intuición necesita a su vez que le planteemos nuevos e interesantes
interrogantes susceptibles de ser catalogados como problemas de
investigación. Una vez en posesión de estos problemas, tenemos que
volvernos a la naturaleza para ver cómo los resuelve.
Yo soy sobre todo un teórico, y por tanto no estoy en posición de
presentar un conjunto detallado de problemas de investigación para el
diseño inteligente. Sin embargo, como interdisciplinario académico que
tiene contactos con científicos de muchas disciplinas, puedo proponer
algunos temas de investigación que tal vez resulten útiles para los científicos
que tratan de encontrar un camino que les permita contribuir pro-
ductivamente a la investigación sobre el diseño inteligente. Lo que sigue es,
por tanto, una lista de posibles temas de investigación. (Permítaseme
señalar que no tengo la menor pretensión de ser exhaustivo).
1. Detección de diseño. Técnicas, métodos y criterios para detectar
diseño son ampliamente utilizados en varias ciencias especiales (como en la
práctica forense, la arqueología, la criptografía y la búsqueda de inteligencia
extraterrestre, o SETI). En la actualidad se discute acaloradamente desde
todas las perspectivas sobre la validez del intento de detectar diseño real en
biología utilizando el criterio de complejidad irreducible de Michael Behe o
mi criterio de complejidad especificada. Los teóricos del diseño han de estar
en el centro de esta discusión.
2. Información biológica. Según su etimología latina, la palabra
información significa «configurar o dar forma» a algo. No es exagerado decir
que el origen de la vida y su complejidad subsiguiente han significado una
«revolución de la información» en la historia de esta materia. En efecto, la
materia ha de ser informada de modos muy especiales para que pueda dar
lugar a la vida. ¿Cuál es la naturaleza de la información biológica? ¿Cómo
se relacionan con ella la función y la adecuación? ¿Qué obstáculos han de
superar los mecanismos materiales para generar información biológica? Y
lo más importante de todo, ¿cuáles son los fundamentos teóricos y
empíricos para pensar que la inteligencia es indispensable en el origen de la
información biológica? En mi libro No Free Lunch empecé a identificar estos
problemas, pero este punto necesita mucha más elaboración.
3. Complejidad mínima. Los seres vivos son sistemas complejos que
constan de subsistemas igualmente complejos que contienen a su vez otros
subsistemas complejos y así sucesivamente hasta alcanzar un nivel de
organización químicamente simple (por ejemplo, los aminoáci
356 DISEÑO INTELIGENTE

dos individuales o las bases nucleótidas). ¿Cómo puede afectar la dis-


minución de la complejidad de tales sistemas a su capacidad de realizar
alguna función o conjunto de funciones (notablemente la de mantener al
organismo vivo y ser capaz de reproducirse)? ¿Qué proporción de
complejidad puede ser eliminada sin pérdida alguna de función? Una vez
alcanzado un nivel de complejidad por debajo del cual la función no puede
ya ser preservada, ¿podría la coevolución superar ese nivel mediante el
cambio de función? ¿Existen sistemas que no sólo sean mínimamente
complejos con respecto a alguna función, sino que cualquier reducción de la
complejidad eliminaría en ellos toda posibilidad de función biológica?
¿Podrían proporcionar estos sistemas una confirmación decisiva del diseño
inteligente?
4. Capacidad de evolución. Los biólogos evolucionistas intentan
establecer conexiones evolutivas entre los sistemas biológicos. Esta tarea
requiere identificar los sistemas biológicos, relacionarlos entre sí según una
medida de semejanza y aducir historias evolutivas que conecten los diversos
elementos. Pero para los cambios evolutivos a gran escala, esas historias
tienden a ser reconstrucciones imaginativas para las cuales no existe
prácticamente ninguna evidencia. Tal es ciertamente el caso de las tentativas
para conectar las divisiones importantes en el registro fósil. También lo es el
de las filogenias moleculares. La estrategia de investigación preferida por la
biología evolutiva consiste en tomar diversos sistemas biológicos y tratar de
combinarlos entre sí. En contraste con esto, el diseño inteligente se centra en
una estrategia diferente: tomar sistemas biológicos individuales e
introducirles perturbaciones para ver hasta dónde puede evolucionar el
sistema (con y sin inteligencia). Las limitaciones de la capacidad de
evolución por mecanismos materiales constituyen una evidencia de diseño.
5. El principio de la ingeniería metodológica. La razón de que la
biología evolutiva haya perdido todo sentido respecto al volumen de
evolución que puedan generar los ciegos mecanismos materiales (como la
variación aleatoria y la selección natural) está en que la evolución discurre
libremente desconectada de la ciencia de la ingeniería. En toda coyuntura
esencial en la que hay que explicar alguna transición evolutiva importante,
la biología invoca al sustituto de un diseñador (como la selección natural, la
transferencia lateral de genes, o la simbiosis) para que realice el necesario
trabajo de diseño. Pero a diferencia de la ingeniería, la biología evolutiva no
realiza de hecho el requerido trabajo de diseño ni especifica un
procedimiento detallado para que este trabajo pueda
Temas a breestignr 357

ser realizado. El diseño inteligente en cambio toma lo que yo llamo


«ingeniería metodológica» como un principio regulativo fundamental para
entender los sistemas biológicos. Según este principio, los sistemas
biológicos han de ser entendidos como sistemas ingenieriles. Por tanto, su
origen, construcción, operación, descomposición, desgaste, reparación y,
sobre todo, la historia de sus modificaciones (tanto diseñadas como
accidentales) han de ser entendidas en términos de ingeniería. Para los
próximos diez años vaticino programas académicos de ingeniería biótica
que suplanten a los programas académicos de ingeniería evolutiva.
6. Evolución tecnológica (TRIZ). El único ejemplo bien documentado
que poseemos de la evolución de sistemas funcionales integrados de
complejos multipartitos (tales como los que vemos en biología) es la
evolución tecnológica de las invenciones humanas. En la segunda mitad del
siglo veinte, los científicos e ingenieros rusos estudiaron cientos de miles de
patentes para determinar el modo en que evolucionan las tecnologías.
Codificaron sus hallazgos en una teoría a la que bautizaron con el acrónimo
TRIZ, que corresponde a una frase rusa cuyo significado es «Teoría de la
Resolución Inventiva de Problemas» (mencionada a veces también con el
acrónimo TIPS). La imagen de la evolución tecnológica que emerge de TRIZ
se adapta sorprendentemente bien a la historia de la vida tal como nosotros
la vemos en los registros fósiles e incluye lo siguiente:

• Nuevas tecnologías (grupos mayores como los phyla y las clases)


emergen de repente como soluciones a problemas de inventiva. Tales
soluciones requieren saltos conceptuales importantes (o sea, diseño).
• Las tecnologías existentes (cf. especies y géneros) pueden en cambio
ser modificadas mediante pruebas por ensayo y error (cf. evolución
darwiniana), que equivalen a una rutina de solución más que a
problemas de inventiva. (La distinción entre rutina y problemas de
inventiva es central en TRIZ. En biología, la complejidad irreducible
sugiere un modo de efectuar el corte analítico entre estos tipos de
problemas. ¿Existen otros modos?)
• Las tecnologías se aproximan a la idealidad (cf. optimización local
por medio de la selección natural) y a partir de entonces tienden a no
cambiar (cf. suspensión).
• Al reemplazar a las antiguas tecnologías, las nuevas pueden tras-
tornar la idealidad y la suspensión de las antiguas y forzar con
DISEÑO INTELIGENTE
358

ello la evolución en nuevas direcciones (lo cual requiere la solución de


nuevos problemas de inventiva, como una carrera de armamentos), o
conducirlas a la extinción.

La proyección de TRIZ sobre la evolución biológica nos ofrece una


avenida para la investigación del diseño inteligente potencialmente fecunda
que está totalmente en consonancia con el principio de ingeniería
metodológica.
Sería necesario introducir aquí una nota a pie de página acerca de TRIZ.
Por fundir diseño inteligente con creacionismo, la mayoría de los críticos del
diseño ven al diseño como el producto de un diseñador que crea siempre a
partir de la nada y que ha de conseguir todas las cosas correctamente en un
solo intento. TRIZ en cambio genera un pro ceso evolutivo que toma de otros
diseños ya existentes todo cuanto le sea posible y más adelante, en los
momentos clave, exige una ruptura conceptual para llevar adelante el
proceso de evolución tecnológica. Según esta perspectiva, el proceso mismo
de evolución tecnológica es a su vez diseñado. Y lo que es más, dentro de
este proceso, las inteligencias diseñadoras interactúan con las fuerzas
naturales. ¿Significa esto que el diseñador (o diseñadores) hace las cosas
sobre la marcha? No necesariamente. Las rupturas conceptuales necesarias
para dirigir la evolución tecnológica pueden ser programadas desde el
comienzo. ¿Y que ocurre con el diseño que no alcanza el nivel óptimo y no
es teleológico? Estas eventualidades pueden ser explicadas en parte como
resultados de fuerzas naturales que subvierten un plan de diseño original.
Separar los efectos de la inteligencia de las fuerzas naturales resulta ser así
una cuestión clave de investigación para el enfoque de TRIZ del diseño
inteligente.
7. Autonomía frente a gobierno. Muchos científicos se muestren
preocupados de que el diseño inteligente trate de apoderarse de la au-
tonomía de la naturaleza. Pero éste no es el caso. El diseño inteligente trata
meramente de establecer un adecuado equilibro entre autonomía y gobierno
teleológico (bajo la forma de designio o diseño divino). Ahora el péndulo se
ha inclinado hacia el otro extremo, y todo el énfasis se pone en la autonomía
de la naturaleza (una autonomía absoluta que excluye el designio). ¿No
podría haber un punto intermedio que respetara adecuadamente ambos
extremos y en donde el diseño se tornara empíricamente evidente? La
búsqueda de ese punto intermedio está siempre en el fondo de nuestras
mentes a medida que nos compróme-
Teínas a investigar
359

temos en una investigación teórica sobre el diseño. Lo que hay en el mundo


no es todo diseño ni todo naturaleza, sino una sinergia de los dos.
Desempaquetar esta sinergia es en resumidas cuentas la clave de la cuestión
del programa de investigación del diseño inteligente.
8. Cálculos evolutivos. Día a día resulta más evidente que los orga-
nismos emplean cálculos evolutivos para resolver muchas de las tareas de la
vida. Pero ¿muestra esto que los organismos se originaron mediante alguna
forma de cálculo evolutivo (a través quizá de alguna especie de proceso
evolutivo darwiniano)? El sistema inmune, por ejemplo, es al parecer una
especie de algoritmo genético de propósito general que detecta un intruso,
establece una ruta para rastrear su huella, y luego pone en marcha un
algoritmo genético específicamente adaptado a esa ruta cuyo resultado es
una formación molecular que vence al intruso. Todo esto suena a una
tecnología y una programación perfectamente desarrolladas. ¿Son realmente
diseñados los algoritmos como los GPGAs (general-purpose genetic
algorithms o algoritmos genéticos de propósito general), o son por el
contrario resultado de un cálculo evolutivo?
El cálculo evolutivo forma parte del repertorio de comportamientos de
los organismos pero también se lo utiliza para explicar el origen de ciertas
características de los organismos mismos. Sería muy ilustrativo explorar la
relación entre estos dos tipos de computación evolutiva como también
averiguar si hay en ellos alguna especie de diseño intrínseco. El capítulo
cuatro de mi libro No Free Lunch expone algunos de los fundamentos teóricos
para esta posibilidad. Pero estamos necesitados también de un trabajo teórico
en este área, de un buen plantel de programadores de diseño inteligente que
escriban y ejecuten simulaciones computacionales para calcular el alcance y
límites de la computación evolutiva. Una simulación de este tipo es el
programa MESA (Monoto- mc Evolutionary Simulation Algorithm)
elaborado por Micah Sparacio, John Bracht y yo mismo. Está disponible en el
sitio web ISCID (www. iscid.org./mesa).
9. Entender la discontinuidad. La evolución está comprometida con la
continuidad en un sentido amplio. El principal cometido de la continuidad
es el de conectar ciertos puntos. Pero para que los puntos estén
adecuadamente conectados han de encontrarse razonablemente próximos.
Por esta razón, la carencia de formas de transición, las lagunas y los eslabones
ausentes constituyen un problema para la evolución. Con seguridad, la falta
de intermediarios no constituye para los evolucionistas un problema en el
mal sentido, pues tales discontinuidades no
360 DISEÑO INTELIGENTE

representan para ellos un desafío a su teoría, sino que son simplemente


discontinuidades sólo aparentes que desaparecerán tan pronto como se
descubran los intermediarios que faltaban. Por tanto, cada intermediario
descubierto significa para ellos un nuevo triunfo de la teoría evolutiva.
(Testimonio de ello es la reciente excitación que provocó el descubrimiento
en el Chad del Fósil Touma'f).
La biología evolutiva intenta explicar la ausencia de intermediarios en
un camino evolutivo basándose en el supuesto de que tales intermediarios
existieron una vez. Pero invirtamos la cuestión. Supongamos que la
discontinuidad no es justamente un hecho sobre la historia de una
determinada vida tal como ahora la conocemos, sino un hecho sobre la
historia de la vida misma; dicho en otras palabras: supongamos que los
intermediarios no existieron nunca. En tal caso, ¿cómo surgieron las formas
biológicas en toda su extensa complejidad y diversidad? Al plantear esta
pregunta, dejemos de lado la cuestión de la causa o causas subyacentes de la
complejidad y diversidad biológicas. En lugar de eso, preguntemos
meramente qué vería una cámara de vídeo si pudiera escudriñar el pasado
y grabar los sucesos clave en la historia de la vida. Las posibilidades son
exactamente cuatro:
• Emergencia no-biogénica: Los organismos emergen sin que haya una
agencia causal directa de otros organismos. En lugar de vida que
genera vida, tenemos no vida que genera vida.
• Transmutación generativa: En la reproducción, los organismos pro-
ducen vástagos que son bastante diferentes de ellos mismos.
• Reinvención biogénica: Los organismos se reinventan a sí mismos
mientras están inmersos en la corriente. En un determinado
momento tienen unos ciertos rasgos genéticos y morfológicos; en el
siguiente exhiben un conjunto de características totalmente
diferentes.
• Reorganización simbiogénica: Organismos que emergen cuando
diferentes organismos de diferentes especies se entremezclan y
reorganizan a sí mismos como un nuevo organismo.
Ninguna de estas posibilidades puede ser descartada. La emergencia
no-biogénica tuvo que suceder al menos una vez: en el origen de la vida.
La reorganización biogénica ha sido el tema principal de investigación de
Lynn Margulis, y su evidencia va en aumento. La reinvención biogénica
(organismos que cambian durante el flujo de su vida) no es tampoco una
idea tan loca cuando consideramos los ciclos vitales de ciertos organis
Temas a investigar 361

mos que de un estadio a otro se muestran completamente irreconocibles


(p.ej. la metamorfosis de la mariposa o, incluso más extremadamente, los
diversos estadios de la platija hepática). Finalmente, la transmutación
generativa sugiere una visión programada de la evolución en la que, al
igual que un programa de computador que enloquece en un momento
dado (recuérdese el virus de computador Michelangelo que atacó el 6 de
marzo de 1993), los organismos cambian en el curso de una sola ge-
neración. La paleóntologa francesa Anne Dambricourt ha sostenido esta
tesis con respecto a la emergencia del Homo sapiens. En lo que respecta a
estas cuatro posibilidades, la cuestión crucial gira en torno a la manera de
darles sentido a la luz del diseño inteligente. Evidentemente, ninguna de
ellas es explicable sin una coordinación masiva de procesos químicos y
biológicos, coordinación que revela una dirección inteligente.
10. Esteganografía. Finalmente llegamos al tema de investigación más
intrigante para mí: la esteganografía. Según el diccionario, esteganografía es
una expresión arcaica que subsiguientemente fue reemplazada por el
término criptografía. Literalmente, esteganografía significa «escritura cifrada».
Sin embargo, con el auge de la computación digital, el término ha cobrado
nueva vida. La esteganografía pertenece al campo de los datos digitales
encubiertos en ciertas tecnologías (DDET), y que incluye asimismo el
encubrimiento de la información, el esteganálisis, la extracción de datos
ocultos y la digitalización de datos en medicina legal. La esteganografía
busca algoritmos que sean eficaces (que contengan una gran cantidad de
datos), sólidos (que se muestren insensibles a las distorsiones comunes) y
que puedan alojar un gran volumen de bits de mensajes ocultos dentro de
un mensaje protector (típicamente imágenes, vídeo o audio) sin que su
presencia sea detectada. Su conversa, el esteganálisis, busca tests estadísticos
que detecten la presencia de esteganografía en un mensaje cifrado.
Consideremos ahora la siguiente posibilidad: ¿Qué ocurriría si los
organismos incorporasen diseños sin ninguna importancia funcional pero
que sin embargo ofreciesen a los investigadores en biología valiosas
intuiciones sobre los aspectos funcionales de esos mismos organismos?
Estos diseños de segundo-orden servirían esencialmente como «manual de
operaciones» —de ninguna utilidad para el organismo como tal, pero
valiosísimos para los científicos que investigasen al organismo en cuestión.
Por supuesto, ésta es una posibilidad especulativa, pero hay algunos
resultados preliminares en la literatura bioinformática que la confirman en
relación con el problema del plegamiento de la proteína.
362 DISEÑO INTELIGENTE

(Estos diseños de segundo-orden están insertos al parecer no en un solo


genoma sino en una base de datos de genomas homólogos procedentes de
organismos relacionados entre sí).
Mientras que tiene perfecto sentido para un diseñador insertar en un
organismo un «manual de operaciones» (al igual que los fabricantes de
coches incluyen en sus vehículos sus correspondientes manuales de
instrucciones), esta posibilidad no tiene sentido alguno para los mecanismos
materiales ciegos, que son incapaces de anticipar investigadores científicos.
La investigación en este área consistiría en construir tests estadísticos para
detectar esos diseñadores de segundo-orden (dicho en otras palabras,
cultivar el esteganálisis). Si tales diseñadores de segundo orden fueran
descubiertos, el siguiente paso sería identificar algoritmos para introducir
estos diseñadores en los organismos. Yo sospecho que los sistemas
biológicos practican la esteganografía mucho mejor que nosotros y que los
esteganógrafos podrán aprender de la biología una o dos cosas -aunque no
porque la selección natural sea tan inteligente, sino por el hecho de que el
diseñador de estos sistemas fuera tan experto en esteganografía.
En mi opinión, una esteganografía de segundo orden como ésta
proporcionaría una confirmación decisiva del diseño inteligente. Y más aún,
su investigación sería valiosa y estimable hasta un punto en que ni la
numerología bíblica ni la codificación de la Biblia lo son. El problema con
estos escritos bíblicos es que la Biblia tiene pleno sentido de por sí (el
significado transmitido por la palabras reales de la Escritura). Pero la
numerología bíblica y los códigos de la Biblia están aludiendo a un sentido
oculto de la Escritura. Y postular ese sentido oculto es afirmar que la Biblia
contiene información escondida que igualmente podía haber sido expresada
en su sentido manifiesto.
Pero la esteganografía de segundo orden no es así. La información
esteganográfica que es útil solamente para un investigador científico pero
no para un organismo, sería de un tipo diferente al de la información
funcional que necesitaría un organismo para construir estructuras complejas
que fueran independientes de tales investigadores. La información oculta en
la numerología bíblica y en la codificación de la Biblia podría haber sido
incluida en el sentido directo de la Biblia. En contraste con esto, la
información esteganográfica de segundo-orden no podría haber sido
incluida en la información funcional de los organismos porque estas formas
de información están concebidas para dos audiencias completamente
distintas: investigadores científicos y organismos (es decir,
Temas a investigar 363

investigadores científicos con su necesidad de comprender la naturaleza en


uno de los casos, y organismos con su necesidad de sobrevivir y
reproducirse en el otro).
Incluso aunque la esteganografía de segundo-orden no tuviera éxito,
la de primer-orden (esto es, la introducción de información funcional útil
para el organismo más que para el investigador científico) podría
proporcionar también una fuerte evidencia de diseño inteligente. Desde
hace años, los biólogos evolucionistas nos vienen diciendo que la masa de
genomas es de baja calidad y que esto se debe a la indolencia del proceso
evolutivo. Esta situación está cambiando ahora. Por ejemplo, los
investigadores de la Universidad de California en San Diego están
descubriendo que grandes extensiones de secuencias de ADN al parecer
estériles pueden formar una nueva clase de genes RAN no codificados que
se encuentran dispersos, densamente tal vez, entre los genomas animales.
Los teóricos del diseño tendrían que ser los primeros en extraer la
información encerrada dentro de los sistemas biológicos. Si estos sistemas
son diseñados, podemos esperar que la información esté densamente
empaquetada en multitud de capas (excepto cuando las fuerzas naturales o
la interrupción intencionada hubieran empobrecido la información). La
conservación de la información en forma densa y distribuida en multitud
de capas es una predicción de diseño inteligente.
44

HACER DEL DISEÑO


INTÉLfQENTE UNA CIENCIA
DISCIPLINADA
Aun suponiendo c¡ue el diseño inteligente sea
un programa de investigación científica, o
que tenga al menos el potencial para serlo,
¿cómo puede evitar verse absorbido como
parte de una agenda política y cultural más
amplia?

EL DISEÑO INTELIGENTE HA REALIZADO enormes incursiones en el ámbito entero de la


cultura. Crónicas que dan cuenta detallada de la labor de los teóricos del
diseño han aparecido en las primeras páginas del New York Times, Los
Angeles Times, Wall Street Journal, San Francisco Chronicle y en muchos otros
periódicos. La televisión, la radio y los semanarios como el Times han
proyectado igualmente sus focos sobre el diseño inteligente. Esta publicidad
es a la vez útil y seductora. Útil porque ayuda a su difusión y atrae talentos
al movimiento. Seductora porque puede engañarnos al hacernos pensar que
hemos conseguido más de lo que realmente se ha logrado.
Aunque los proponentes del diseño inteligente han realizado una labor
realmente buena con su creación de un movimiento cultural, no podemos
anotar demasiados éxitos del diseño inteligente en el haber de los logros
científicos. Es muy alentador recibir una respetuosa noticia por parte del
New York Times. Pero, como David Berlinski me ha comentado, la teoría de
las catástrofes de René Thom también fue digna de la cubierta del Times; y
desde entonces, pese a su contenido real como teoría científica y como
actitud filosófica, quedó silenciosamente olvidada en los años 1980. Un
movimiento intelectual no puede soste-
Hacer del diseño inteligente una ciencia disciplinada 365

nerse a sí mismo por la atención de los medios. El trabajo científico y


conceptual sobre diseño inteligente se desarrolla en la oscuridad, exige una
intensa concentración durante largos períodos de tiempo, y sólo es
plenamente apreciado por especialistas relativamente escasos. En cambio,
la obra de renovación cultural del diseño inteligente discurre a la vista del
público, ofrece gratificaciones rápidas y está dirigida a la gran masa de la
población.
Es necesario saber mostrar muy claramente cuándo estamos realizando
una labor científica y conceptual y cuándo nuestra actividad es
simplemente política y cultural. Pero aún más, estas dos dimensiones del
diseño inteligente han de ser desarrolladas en absoluta armonía.
Precisamente el resonante éxito alcanzado por el diseño inteligente en su
captación de la atención del público, ha sido la causa de que sea el
componente cultural y político del diseño lo que esté potenciando ahora al
componente científico e intelectual. Quisiera exponer ahora una serie de
recomendaciones para rectificar este desequilibrio.
1. Catálogo de hechos fundamentales. Una de las marcas fundamentales
de una ciencia disciplinada es que posea un catálogo accesible de hechos
fundamentales. Pensemos en los maravillosos racimos de estrellas de los
catálogos de astrofísica. El diseño inteligente necesitaría algo semejante.
Sería enormemente útil que contáramos, y pudiéramos hacer asequible al
público, con un catálogo de objetos o procesos biológicos irreduciblemente
complejos. El catálogo debería incluir un listado tan completo como fuera
posible de descripciones organizado en forma de tablas. Bajo la entrada del
flagellum bacterial, por ejemplo, el catálogo tendría que detallar los lugares
en los que fue hallado, las partes bioquímicas que lo componían, el nivel de
energía requerido, la utilización de determinados sustratos, etc. El catálogo
debería progresar desde los ejemplos de complejidad irreducible más
simples a los más profundos (como, por ejemplo, el del sistema visual de
los mamíferos).
El criterio que gobernase las entradas del listado tendría que ser
sumamente estricto y explícitamente establecido: tal y tal cosa es irre-
duciblemente compleja si y sólo si viene a rellenar-un-hueco. El catálogo
debería estar también ampliamente distribuido por la comunidad bio-
lógica. No tendría que mencionar siquiera al diseño inteligente ni decir
nada sobre el naturalismo: sólo registrar los hechos fundamentales tal como
ahora son conocidos. Un catálogo así sería bastante más eficaz que ninguna
serie de entrevistas públicas o debates para persuadir a los biólogos de que
el darwinismo se encuentra en dificultades y que el
366 DISEÑO INTELIGENTE

diseño inteligente es una posibilidad real. Incluso ahora, la mayoría de esos


biólogos no tienen noticia siquiera de la existencia de un problema. La
complejidad irreducible no es para ellos un tema que esté pidiendo una
solución rápida, sino un detalle que puede ser pospuesto indefinidamente.
Un catálogo como éste acabaría con esa actual complacencia.
2. Catálogo corrector de la información errónea. Es bastante abundante la
información errónea en la literatura biológica relativa al diseño. El libro Icons
of Evolution de Jonathan Wells significa un intento de remediar este
problema examinando unas cuantas evidencias utilizadas para apuntalar la
teoría evolucionista a expensas del diseño. Pero el problema está en todas
partes. Unas veces se trata simplemente de dar un giro evolutivo a un
experimento o hecho biológico cuando la evidencia real no garantiza en
absoluto nada de ese tipo. Otras se recurre al doble patrón con el que se suele
justificar la selección natural: si un sistema biológico parece bien diseñado,
ello se debe a que la selección natural es el eficaz sustituto de un diseñador
que poda las ramas muertas; en cambio, si el sistema parece un tejido
remendado, es porque la selección natural se comporta como una
oportunista descuidada.
La objeción de la suboptimalidad ha sido tradicionalmente un arma
utilizada por el darwinismo para mantener maniatado al diseño inteligente.
Pero con tantas medidas protectoras, el darwinismo ha acabado socavando
aquello que tenía más interés en proteger: el verdadero entendimiento de
los sistemas biológicos. Para refutar el diseño, sus críticos no dudan en
recurrir a sistemas deleznables que ellos mismos confiesan que no son
diseñados (presumiblemente, la lógica de pasar del diseño incompetente a
la negación de diseño es aquí de rigueur). Al repudiar el diseño, los biólogos
están subestimando con ello a los sistemas biológicos mismos.
El catálogo que estoy proponiendo estaría máximamente documen-
tado. Al igual que el anterior, este catálogo no es opcional. La biología se
encuentra firmemente atrapada entre las garras de un fanatismo antidiseño
que es necesario desenmascarar y derrotar. Como David Berlinski me
comentó una vez, «el giro en las actuales ortodoxias científicas se producirá
sólo cuando las objeciones al darwinismo... se hayan acumulado tan
escandalosamente que ya no puedan ser ignoradas».
3. Red de investigadores y de medios. El diseño inteligente como proyecto
científico e intelectual tiene muchos simpatizantes pero pocos trabajadores.
El lado académico del movimiento está actualmente formado por un grupo
de profesores y de investigadores independientes.
Hacer del diseño inteligente una ciencia disciplinada 367

Pero este número necesita crecer y mantenerse adecuadamente conectado


mediante una red. Tenemos que saber quién y sobre qué tema está
trabajando cada uno de estos investigadores. Y para este fin, Internet se
mostrará impagable. En la actualidad, el diseño inteligente no es más que
un paria académico. Por ello nos resulta sumamente difícil concentrar
nuestras fuerzas en alguna institución. Y sin embargo, cuando hablo sobre
diseño inteligente en los diferentes distritos universitarios, casi
invariablemente encuentro al menos algún científico de alguna facultad
ilusionado por abordar una investigación sobre este tópico. La red de
Internet, particularmente cuando su plataforma de chats y videoconfe-
rencias se haga más fácilmente accesible, logrará reunir a una nutrida serie
de estudiosos que en la actualidad siguen trabajando en solitario. Y esto
ayudará a superar las barreras institucionales que ahora nos salen al paso.
El uso pleno y eficaz de Internet es simplemente un deber.
El lugar natural para ubicar una red como ésta es alguna asociación
profesional. Afortunadamente tal sociedad existe ya: la International Society
for Complexity, Information and Design (www.iscid.org). Ubicar la red en
este sitio es una opción, aunque hay otras. Lo importante por ahora es
mantenerse conectado, no quién posea la red. Asociados con esta red habría
unos coordinadores de investigación expertos en un determinado campo de la
ciencia que ayudasen a coordinar sus esfuerzos a los investigadores de tal
campo. La red necesita contar con recursos. ISCID ofrece actualmente una
bibliografía comentada de la literatura relevante para el diseño. El acceso a
la suscripción de varios servicios en línea (revistas, aparatos de búsqueda
especializados, libros electrónicos, etc.) debería ser también parte del
paquete de recursos. Todo esto costará dinero, pero valdrá la pena como
inversión rentable. La concentración de fuerzas es un principio clave de la
táctica militar. Sin ella, las tropas, aunque voluntarias y valientes, se
debatirían en la indecisión y no podrían actuar eficazmente. La red de
investigadores y de recursos que aquí estoy recomendando es el primer paso
en la concentración de fuerzas. El siguiente será establecer la agenda
intelectual para los departamentos académicos e incluso para la totalidad de
las instituciones académicas. Pero eso está todavía lejos y dependerá de la
recomendación siguiente.
4. La construcción de un currículum de diseño. Ivan Pavlov y John Watson
fueron científicos activos en la primera parte del siglo veinte en el desarrollo
de la psicología behaviorista o conductista. El behaviorismo mismo, sin
embargo, no fue tomado como un movimiento intelectual
368 DISEÑO INTELIGENTE

hasta una generación después, cuando los psicólogos construyeron en torno


a él un currículum. Para que las ideas científicas prosperen (con
independencia de que en última instancia sean correctas o equivocadas,
como resultó ser el behaviorismo), tienen que formar parte de un
currículum que quede englobado dentro de la principal corriente edu-
cacional. Éste es el único camino para atraerse a la próxima generación de
estudiosos del diseño inteligente. Sin una presencia en el currículum de
ciencias, el diseño inteligente andará cojeando, limitado simplemente a
ganarse algunos estrategas acá y allá.
Un problema que tiene que afrontar el diseño inteligente es que incluso
en el caso de que la corriente principal de la educación actual nos abriera
los brazos (contengamos la respiración), no tendríamos ningún curso
consistente de estudios que ofrecerle. El currículum proporciona esto y
mucho más, pues toma el abigarrado conjunto de una ciencia y lo
sistematiza de manera intelectualmente coherente. Los estudiantes se ven
así introducidos a una tradición de investigación y no meramente a un
conjunto desconectado de afirmaciones y argumentos, o peor aún a algún
conjunto de críticas eficaces pero fácilmente ignorables. Los darwinistas, en
cambio, disponen de un currículum que incesantemente va invadiendo
disciplina tras disciplina (siendo la psicología evolucionista una de sus más
recientes y visibles adquisiciones). Daniel Dennett tenía toda la razón
cuando calificó al darwinismo de ácido universal. El darwinismo
mantenido por la academia es omnipresente y monopolista. Con la
construcción de un currículum del diseño, intentamos restaurar un
mercado libre.
¿Estamos en este momento en situación de construir un currículum del
diseño? El diseño inteligente como programa científico necesita ciertamente
madurar y desarrollarse. Sin embargo, creo que estamos preparados para
comenzar a construirlo. A la cabeza de la lista tendríamos que colocar un
libro de texto introductorio de biología básica — dicho en otras palabras, un
texto de introducción a la biología de 800 a 1000 páginas inspirado por el
diseño inteligente más que por la evolución darwiniana. Conviene observar
que este texto incluiría también un tratamiento equitativo y detallado de la
evolución darwiniana. De hecho, les diría a los estudiantes sobre la
evolución darwiniana más de lo que los propios darwinistas desean oír,
sobre todo en lo relativo a los problemas y debilidades de la teoría. (Y
tampoco tendríamos necesidad de citarnos a nosotros mismos en este
contexto. Críticos de las propias filas de la biología evolutiva, como el
último Stephen Jay Gould y ahora
Hacer del diseño inteligente una ciencia disciplinada 369

Lynn Margulis con su teoría de la simbiogénesis, nos han ahorrado la


molestia).
De hecho, serán necesarios dos textos de biología básica, uno dirigido
a los profesores y una versión simplificada de éste para los estudiantes de
graduación. Lo más cercano a un texto biológico suplementario sería Of
Pandas and People de Dean Kenyon y Percival Davis. Es un libro terrorífico.
Sin embargo, en tanto que texto suplementario, su mercado y sus lectores
serían necesariamente limitados. Una vez en posesión de un texto biológico
básico, será necesario examinar cada disciplina en la que el pensamiento
darwiniano y naturalista haya sido utilizado para excluir de manera
ilegítima al diseño inteligente. El ácido universal del darwinismo ha
corroído muchas disciplinas, tanto en las ciencias como en las
humanidades. Para contrarrestar ese ácido, los teóricos del diseño tienen
que aislar cada una de esas disciplinas para volver a repensarla. Esta obra
de reconceptualización y restauración será una labor ardua que exigirá el
esfuerzo de muchos profesores. Las disciplinas que en primer lugar
(después de la biología) necesitan ser reconceptualizadas son la psicología
evolutiva, la bioética, la neurociencia cognitiva, la inteligencia artificial, la
filosofía de la mente (sobre todo los problemas de la conciencia), la historia
y la filosofía de la ciencia, los fundamentos de la física, y la cosmología.
Construir un currículum de diseño es educativo en el sentido más
amplio, pues no incluye sólo libros de texto sino publicaciones de todo tipo,
desde las monografías de investigación para profesores y estudiantes
graduados hasta libros de colores para preescolares. Esta construcción tiene
que aprovechar todas las ventajes que ofrecen las tecnologías y los medios
de nuestra época: CD-ROMs, vídeos, DVDs, animación por computador,
enseñanza animada y las novedades que aparecen cada día. Los vídeos
Unlocking the Mystery of Life e Icons of Evolution son ejemplares en este
respecto (disponibles en www.arn. org). Igualmente lo es el libro de dibujos
animados Darwin Got to Do ivith It? (de Robert Newman y John Wiester),
que ofrece a los estudiantes una guía perfecta para el estudio de la biología
en la escuela secundaria.
Martin Luther observó una vez que podemos abstenernos de una
multitud de cosas, pero no podemos prescindir de las escuelas, pues son
ellas las que ciertamente rigen el mundo. Sin una presencia significativa de
la corriente educacional, el diseño inteligente continuará quedando
marginado y no podrá actualizar nunca su completo potencial. Un
370 DISEÑO INTELIGENTE

currículum teórico de diseño es por tanto indispensable para el éxito del


diseño inteligente como movimiento científico e intelectual.
5. Medidas objetivas de progreso. ¿Cómo calibramos el acierto de lo
que estamos haciendo al desarrollar el diseño inteligente como programa de
investigación científica? Hay que contar sin duda con algunas medidas
objetivas de progreso. En lugar de exponer detalladamente esas medidas,
voy a indicar las que encabezan los cuatro epígrafes siguientes, cada uno de
ellos seguido por una serie de preguntas:

• Vitalidad intelectual: ¿Nos sentimos aburridos? ¿No tenemos nada que


decir? ¿Se nos ha agotado la fuente de ideas frescas? ¿Nos repetimos
constantemente? ¿Ha perdido su interés la gente que una vez aplaudió lo
que antes hacíamos? ¿O seguimos teniendo la iniciativa intelectual? ¿Somos
nosotros los que establecemos la agenda para los problemas a discutir?
¿Estamos nosotros mismos animados por nuestra investigación? ¿Hay
alguna otra cosa que nos motive más que el trabajo sobre diseño inteligente?
¿Son nuestras ideas lo bastante robustas como para atraer a los mejores y
más brillantes elementos del lado opuesto?
• Niveles intelectuales: ¿Estamos situados en un nivel intelectual alto?
¿Es nuestro nivel autocrítico bajo con respecto a nuestro propio trabajo?
¿Exigimos precisión y rigor tanto a nosotros mismos como a los otros?
¿Examinamos nuestro propio trabajo y el de los otros con una clara actitud
crítica y le damos a nuestra mente la libertad de valorarlos objetivamente?
¿O tratamos de mantener todas nuestras actitudes diplomáticas y civiles (tal
vez para no dar la apariencia de disensión en nuestras filas)? ¿Oscila el
humor de nuestro movimiento entre la suficiencia y la indignación -
suficiencia cuando llevamos la voz cantante, e indignación cuando nos
vemos criticados? ¿Reaccionamos ante la crítica adversa como los novelistas
bisoños que se sienten desfallecer cuando descubren que su «obra maestra»
ha sido considerada como pura pacotilla por los críticos? ¿O tomamos las
críticas adversas como una ocasión para depurar y mejorar nuestro trabajo?
• Salir del ghetto: ¿Nos resistimos a vemos marginados dentro de un
ghetto intelectual o subcultura de segunda clase? ¿Intentan conocernos los
profesores y científicos de la otra corriente? Y una vez que nos conocen,
¿siguen aún demonizándonos? ¿O piensan, por el contrario, que nuestro
punto de vista es interesante, aunque perverso? ¿Tiene atractivo
internacional el diseño inteligente? ¿Es capaz de atravesar las fronteras
religiosas? ¿O se encuentra cada vez más confinado en el evangelicalis-
Hacer del diseño inteligente una ciencia disciplinada 371

mo americano? ¿Quién posee el diseño inteligente? ¿Estamos tratando de


insertar nuestras ideas dentro de la principal corriente científica? ¿O
preferimos seguir situados al margen y publicar nuestro trabajo en la actual
literatura de revisión paritaria (pese a que su dirección está contra
nosotros)? ¿O buscamos paraísos seguros en los que poder publicar nuestra
obras con facilidad, aunque principalmente en beneficio mutuo? Al igual
que ISCID, por ejemplo, nosotros mismos animamos a los que publican en
la revista de la sociedad a que envíen sus artículos a otras de mayor difusión
y se sientan encantados cuando éstas los aceptan.
• Atracción de talentos. ¿Atrae continuamente nuevos talentos el pro-
grama de investigación científica sobre el diseño inteligente? ¿Incluyen esos
talentos a intelectos de superior calidad? ¿Se encuentran estos talentos
distribuidos entre las distintas disciplinas o están confinados sólo en
algunas de ellas? ¿Están recibiendo adeptos las disciplinas poco
representadas? ¿Qué ha sido de los talentos que fueron miembros del
movimiento en el pasado? ¿Siguen en él o han acabado desilusionados y se
han alineado en otro distinto? ¿Permanecen fijos los nombres de los que
publicamos libros y artículos o añadimos constantemente nuevos autores a
nuestras listas? ¿Nos alegra estar juntos? ¿Constituimos una colorida
colección de caracteres? En igualad de condiciones, ¿tomaría usted partido
por un teórico del diseño o por un darwinista?

Estas son, pues, mis recomendaciones para hacer del diseño inteligente
una ciencia disciplinada. ¿Seguirá el diseño inteligente estas
recomendaciones y se impondrá con ello como programa científico,
proyecto intelectual y movimiento cultural? Para bien de la comunidad
científica, el diseño inteligente está en la posición de un ratón que trata de
mover a un elefante mordiéndole los dedos del pie. De vez en cuando, el
elefante puede desplazar ligeramente su pie, pero no es verosímil que
ocurra ningún movimiento real o cambio fundamental. Pero a pesar de esta
situación, la comunidad científica parece sentirse extrañamente incómoda.
El ratón tiene que ser aplastado, y el elefante (como ocurre en los cómics) se
ha vuelto temeroso y parece a punto de iniciar una estampida empujado
por el pánico.
La imagen que para mí captura más acertadamente el modo en que el
diseño inteligente habrá de comportarse es, irónicamente, la de una
competición evolutiva en la que dos organismos se disputan un nicho
ecológico. (Pensemos en los mamíferos desplazando a los dinosaurios). En
algún momento, uno de los organismos gana una batalla crucial.
372 DISEÑO INTELIGENTE

Esto le permite excluir de la competencia al otro. El uno crece lozano,


mientras el otro se debilita. Por equivocado que pudiera haber estado
Darwin al exaltar la selección y la competición como la fuerza rectora que
se esconde tras la evolución biológica, estos factores juegan ciertamente un
papel crucial en el progreso científico. Es tarea de los proponentes del
diseño inteligente mostrar unas escasas aunque incontrovertibles instancias
en las que el diseño es especialmente fructífero para la biología. Los
científicos sin demasiadas ataduras con la evolución darwiniana (y son
muy abundantes, aunque este hecho no ha encontrado publicidad) se
podrán sentir bastante felices en cambiar sus lealtades si piensan que el
diseño inteligente es el lugar en donde se encuentran los problemas
interesantes en biología.
Cierro este capítulo y también este libro con una cita de Emmanuel
Lasker, filosofo, matemático, amigo de Albert Einstein y campeón mundial
de ajedrez durante veintisiete años. Estrictamente hablando, sus
comentarios están referidos al ajedrez. Pero para Lasker, el ajedrez era vida
y la vida era ajedrez. La victoria en ajedrez era para él un triunfo de la
verdad. Presento aquí la cita de Lasker porque él supo apuntar con su dedo
a la honestidad, la precisión y el sentido crítico que han de guiar nuestro
pensamiento si queremos aceptar los retos de la biología evolutiva y tornar
al diseño inteligente en una ciencia disciplinada. Y ésta es la cita, tomada
del Lasker's Manual of Chess:
La vida sólo es generada por la vida. Todo el que desee au-
toeducarse en ajedrez debe evitar lo que en éste está ya muerto —
teorías artificiales apoyadas por unas cuantas instancias y
desechadas por un exceso de talento humano; el hábito de jugar
con oponentes inferiores; la costumbre de rehuir tareas difíciles; la
debilidad de tomar de manera acrítica variaciones y reglas
descubiertas por otros; la vanidad autosuficiente; la incapacidad
de admitir errores; en suma, todo lo que conduce a la paralización
o a la anarquía.
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380 DISEÑO INTELIGENTE

ÍNDICE DE Borei, Émile, 92 Boyle, Dawkins, Richard, 27, 37, 47,


NOMBRES Robert, 46, 70-1 Bracht, John, 52-3, 55, 59, 72, 160, 184,
27, 289, 359 190, 219, 220-1, 292, 294,
Adams, Earnest, 342 Butterfield, Jeremy, 342 316
Agustín, 201 Altshuller, Caputo, Nicholas, 277-9 Democrito, 71 Dennett,
Genrich, 326 Carter, Brandon, 73 César, Daniel, 47, 52, 53, 55, 184,
Aristóteles, 69-70, 146, 148-9, Julio, 117 Chomsky, Noam, 190, 298, 368
165, 197 Arnhart, Larry, 214- 332 Church, Alonzo, 291-2 Denton, Michael, 27, 201, 240
5 Atanasio, 195 Ayala, Cicerón, Marco Tulio, 69 Descartes, René, 50-1, 110,
Francisco, 31, 298 Clark, Thomas, 231 Collins, 169
Babbage, Charles, 201 Francis, 354 Collins, Robin, Diaconis, Persi, 342
Baltimore, David, 155, 202 27, 73, 277
Dobzhansky, Theodosius,
Barbour, Jan, 45-7 Bardeen, Colson, Charles, 11-13
308
John, 233 Bayes, Thomas, Cooper, Leon, 233
Durerò, Alberto, 35 Dyson,
247, 261-2, 264, 274 Bednorz, Copérnico, Nicolás, 68, 212,
Freeman, 172 Earman, John,
Georg, 233 Beethoven, 348
247, 248 Einstein, Albert, 13,
Ludwig van, 145-7, 284 Crick, Francis, 161, 215, 249
231, 372
Behe, Michael, 13, 27, 35, Dam, Kenneth W., 92
Eldredge, Niles, 325
221, 240-1, 295, 307-8, 320, Dambricourt, Anne, 361
Elsberry, Wesley, 27, 98-100,
331-40, 346, 355 Darwin, Charles, 15, 21, 26,
254-5 Empédocles, 306
Bell, Alexander Graham, 80- 31, 35, 45, 47, 50, 52, 54-5, 68,
Epicuro, 71, 306 Everett,
1, 283 Bendall, D. S„ 294 72, 84-5, 114, 126, 128, 190,
Hugh, 134 Felix, Minucius,
Berg, Howard, 313 201-2, 212, 224, 226, 231-2,
70 Feynman, Richard, 52
Berlinski, David, 27, 114, 241, 244- 5, 250-1, 283, 293- 4,
Fisher, Ronald, 100-1, 261-3,
293, 364, 366 Binmore, Ken, 296-9, 306-7, 315, 321, 325,
265, 267, 273 Forrest,
342 Bishop, Joey, 244 Blyth, 327, 334, 337-9, 346, 369, 372
Edward, 325 Bodnar, John, Davies, Paul, 73, 87, 227 Barbara, 27, 345, 351

309 Boltzmann, Ludwig, Davis, Percival, 369 Foster, Jodie, 32 Freud,

220 Sigmund, 45, 350


Friedmann, Alexandre, 345
Indice de mmibrec 381

Galilei, Galileo, 346, 348 Hunter, Cornelius, 47 Schrieffer, John, 233 Scott,
Gates, Bill, 145-6 Giberson, Hussein, Saddam, 118 Igel, Eugenie, 27, 345 Searle,
Karl, 27, Christian, 288 James, John, 111-3 Shakespeare,
350 William, 173 Jeffrey, William, 64, 137, 147, 272,
Godei, Kurt, 167 Goodwin, Richard, 342 Johnson, 283
Brian, 322 Gordon, Bruce, Phillip, 13, 27, 297, 350 Shannon, Claude, 151- 2,
27, Juan Pablo II, Papa, 54 154
351 Jung, Cari, 22 Kadanoff, Shapiro, James, 128, 241,
Gould, Stephen Jay, 55, 60, Leo, 15 Kafka, Franz, 25 337
65, 290, 300, 325, 368 Kanada, Yasumasa, 118 Sheldrake, Rupert, 202
Gregorio Nacianceno, 70, Kant, Immanuel, 11, 72, 252 Shermer, Michael, 27, 48,
168 Ray, Thomas, 71 Rea, 52-3, 58, 223, 226
Griffin, David Ray, 192-4, Michael, 269 Reid, Thomas, Skyrms, Brian, 342-3 Smith,
196, 241-2 Gross, Paul, 27, 70, 251, 258-60 Houston, 46 Smith, John
293, 344-5, 351 Guth, Alan, Rolston, Holmes, 164- 5 Maynard, 46, 155, 294
134 Haldane, J. B. S„ 16 Royall, Richard, 262 Smolin, Lee, 134 Sober,
Harold, Franklin, 227, 241-2, Rubinstein, Arthur, 137-9 Elliott, 27, 213, 226, 256-8,
305, 337 Harper, William, Ruse, Michael, 27, 100- 1, 262, 275- 6
342 Harsanyi, John, 342 344 Socrates, 52 Sparacio,
Hartshorne, Charles, 197 Sagan, Cari, 32-3' Micah, 28, 359
Haught, John, 45 Hegel, Saier, Milton, 243 Schaefer, Spiegelman, Sol, 290
Georg, 284 Heisenberg, Fritz, 341 Schleiermacher, Spinoza, Baruch, 167, 196
Werner, 231, 345 Friedrich, 167, 205 Spohn, Wolfgang, 342
Ho, Mae-Wan, 322 Hodge, Schneider, Thomas, 27, 292 Stalin, Joseph, 346 Stearn,
Charles, 70 Holmes, Schön, J. Hendrik, 80- 2 Colin, 231 Suppes, Patrick,
Sherlock, 247 Howson, Schopenhauer, Arthur, 16 342 Swinburne, Richard, 73
Colin, 262 Huber, Peter, 135 Takahashi, Daisuke, 118
Hume, David, 71-2, 240, Thom, René, 364 Thomas,
251-4, 256, 258, 260, 274 Dylan, 26
382 DISEÑO INTELIGENTE

Tipler, Frank, 172, 344 Wells, Jonathan, 13, 28, 366 Wittgenstein, Ludwig, 68,
Tomás de Aquino, 70, 148, Whitehead, Alfred North, 198, 212 Wolpert, David,
196, 252 Toussaint, Marc, 194, 196 Wiener, Norbert, 286, 288-9
288 Turing, Alan, 291-2 173 Wiester, John, 369 Wright, Ernest Vincent, 177
Tversky, Amos, 342 Urbach, Wilkins, John, 28, 98- 100, Yerxa, Donald, 28, 350
Peter, 262 Van Till, 254-5 Zabell, Sandy, 342 Zenón,
Howard, 168, 233-4 Wilson, D. Sloan, 329 247 Zimmer, Carl, 224
Watson, John, 367 Wilson, E. O., 55, 325
T

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