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¿Quién dijo populismo?

Editores: Galindo, Alfonso, Ujaldón, Enrique, Editorial: Minerva Ediciones, 2018, Madrid.
España

Con Lula en la cárcel, Kirchner en la oposición, Maduro solo amparado por Zapatero,
Ortega denunciado por el Premio Cervantes y Podemos en horas bajas (devorado el
movimiento por el nepotismo de Iglesias, la corrupción de Errejón y la incompetencia de
Echenique), el populismo parece que solo levanta cabeza a nivel internacional por lo que
afecta a Donald Trump. Pero tenemos que considerar la guerra civil larvada que se vive en
Cataluña, entre el acoso institucionalizado y el golpismo catalanista, y en el País Vasco,
donde la disolución de ETA es solo un cambio táctico en la estrategia de destruir la
democracia española, así como la crisis de la verdad que se vive en el mundo entero con la
degeneración de la verdad que se desliza a través de las redes sociales.

Por ello, resultan tan oportunas las reflexiones que sobre el populismo en este inicio del
siglo XXI desarrollan unos filósofos españoles de corte liberal, socialdemócrata y
republicano, en la obra que han editado Alfonso Galindo y Enrique Ujaldón. De Rafael
Herrera (Maimónides ante el Mesías populista) al propio Ujaldón (Populismo suicida)
pasando por Antonio Rivera (Esperando a Laclau: ecos contemporáneos del populismo
suramericano de entreguerras), Manuel Arias Maldonado (Tiempo para la ira: sobre el
auge contemporáneo del populismo), José Antonio de la Rubia (Fast and furious), Miguel
Ángel Quintana Paz (Populistas: ¿son siempre los demás? O sobre la idea de populismo
que tienen los propios populistas), Juan Antonio Rivera (Populismo como ideología),
Jorge Álvarez (Permanencia del populismo, sujeto político y cuestiones de táctica),
Alfonso Galindo (La teología política populista y el éxito actual de la posverdad), Alberto
Moreiras (Sobre populismo y política. Hacia un populismo marrano). Y, si me perdonan, yo
mismo (Los dos cuernos del dilema democrático (y la forma de evitar la cornada populista).

En el prólogo, Benigno Pendás nos recuerda que “en tiempos de democracias inquietas, el
populismo es la expresión contemporánea de la demagogia (...) Acaso la novedad de
nuestros días es la jerga esotérica que acompaña (o, en rigor, antecede) a un fenómeno
relativamente sencillo de explicar en un contexto de crisis socioeconómica y cultural”. Y por
el detalle apuntado por Pendás sobre la jerga podemos comenzar a comentar el conjunto de
artículos. Porque a diferencia de la “prosa de núcleo irradiador” que puso de moda Errejón,
a medio camino entre lo pedante y lo cursi, los autores de este ensayo colectivo se
caracterizan por la prosa no solo clara, como exigía el gran maestro Ortega y Gasset (un
antecedente en su La rebelión de las masas de la denuncia del ascenso populista en la
época de la Segunda República), sino también amena, e incluso divertida, contra el
estereotipo de que lo profundo ha de ser árido y pesado. Y no hay que menospreciar, todo
lo contrario, la jovialidad como una herramienta intelectual contra la pomposa severidad de
los “popes” populistas porque como solía repetir aquel martillo de totalitarismos que fue
Cioran,

“Las religiones, al igual que las ideologías, que han heredado sus vicios, no son en el fondo
más que cruzadas contra el humor”.
Contra esa religión laica reconvertida en ideología viciosa, los artículos de este
“recopilatorio” consiguen tanto mostrar la perspectiva del telescopio, para captar grandes
zonas del espacio político, como la del microscopio, para organizar matices del paisaje
moral. De este modo Maimónides se codea con Simón Bolívar, sobre la prehistoria y los
orígenes del populismo contemporánea. Y la metáfora del virus o de las carreras
underground al estilo de Fast and Furious sirve para trazar no solo un diagnóstico sino
también una posible terapia que incluye desde armas dialécticas y reglas políticas para
combatir la “plaga”, con medidas específicas respecto de Podemos como encarnación más
visible y poderosa del populismo en nuestro país.

El libro es especialmente interesante porque revela a un autor desconocido para la gran


parte del público español, Ernesto Laclau, el inspirador argentido del neomarxismo de
corte tercermundista y posmoderno que es el referente intelectual de los líderes de
Podemos, tanto en el contenido doctrinario como en la jerga “irradiante”. Pero, y esto es
fundamental, sin la habitual apología tendenciosa con la que es presentado en los círculos
podemitas sino desde la perspectiva crítica que lo sitúa en su papel real: ser la última
versión de los enemigos de la sociedad abierta que diría Karl Popper.

Por otra parte, también es muy importante porque pone de manifiesto que el frente contra el
populismo en las democracias occidentales, tiene varios trincheras, de la liberal a la
socialdemócrata pasando por la republicano. Esta “separación de poderes” intelectuales no
debilita el frente del sistema occidental clásico, basado en la democracia liberal, la
economía de mercado y la ciencia tecnológica, sino que lo refuerza al diversificar los
argumentos, desmontando de esta manera la pretensión del populismo de convertirse en
“referente hegemónico” de la crítica al sistema. Porque lo que siguen sin entender los
populistas es que el proceso de “destrucción creadora” del liberalismo no solo afecta a su
dinámica económica sino también a la política. Lo que lleva a una reestructuración
permanente por el que las críticas no violentas no solo no acaban con el sistema sino que lo
hacen más fuerte. Desde el momento en que los podemitas han tenido que renunciar en
parte a la violencia política que es usual en sus homólogos sudamericanos, se han quedado
sin la fuerza del chantaje que es consustancial a un movimiento que es revolucionario y no
reformista. Al tener que, de todos modos, apoyar a parte de sus miembros “díscolos”, de
sindicalista Bódalo al camorrista Alfon pasando por los raperos Pablo Hasel o Valtonyc
(todos ellos condenados por usar la violencia como herramienta política), los populistas de
Podemos se han quedado en una tierra de nadie conceptual y pragmática que los aleja de
sus dos posibles votantes, el sosegado socialdemócrata (lo que vende Errejón y, ay,
Bescansa) y el radical ultraizquierdista (Pablo Iglesias y los comunistas al estilo de
Montero y Garzón).

Pero para llegar a la debacle electoral, y que no resurja de las cenizas de la demoscopia, es
necesario libros como ¿Quién dijo populismo? que proveen de las herramientas analíticas
para desde la tribuna académica desmontar este “populismo de los profesores” que es la
“gran” aportación española a la penúltima variación del asalto desde la extrema izquierda a
la razón y a las instituciones.

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