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Esta obra, edi itada en el marco del Programa de Ayuda a la Publicacién Victoria Ocampo, recibié ol apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros ¥ dol Servicio C ‘ultural de la mbajada de Francia en la Argentina El Amor y la Justicia como competencias ‘Tres ensayos de sociologia de la accion Luc Boltanski Amorrortu editores Biblioteca de sociclogia LAmour et la Justice comme compétences. Trois essais de soviologic de Vaction, Lue Boltanski © Editions Metailié, Paris, 1990 ‘Traduccién, Inés Maria Pousadela nica edicién en castellano autorizada por Editions Metailié, Pacis, y debidamente protegida en todos los pafses. Queda hecho el deptsite que previene Ia ley n? 11.723, © Todos los derechos de la edicién en eostellano reservados por Amorrortu editores 8. A., Paraguay 1225, 7 piso (1057) Buenos Aires, ‘La repraduccién total o parcial de este libro en forma idéntica o me- difieada por cualquier medio mecainico o electrénico, incluyendo fo- tocopia, grabacin o cualquier sisterna de almacenamiento y recupe- racidn de informaci6n, no autorizads por les editores, viola derechos reservados. Cualquier ulilizacin debe ser proviamente solicitada, Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-184-1 ISBN 2-86424-088-1, Paris, edicion original Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Pago 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en diciembre de 2000. Para Blien In insecurity to lie, Ts joy’s insuring quality. Emily Dickinson Indice general nL 105, uy 129 131 131 138 146 161 151 452 155 160 166 169 174 180 Prélogo Primera parte. Aguello de que ta gente es capaz 1. Una sociologia de la disputa . Las bases politieas de las formas yenerales Denuncias ordinarias y sociologia critica La sociologia de la sociedad critica Un modelo de la competencia para el juicio Prineipios de equivalencia y pruebas justificables . Prucbas y temporalidad Cuatro modalidades de la accién el otro fado del informe Segunda parte. «Agape», una introduecion a log estados ae paz 1 Disputa y paz 1.1 Los limites de la justicia 1.2 Antropologia y tradicién 1.3 La tradicidn toolégica 2. Tres formas del amor 2.1 Un primer inventario 2.2 El amor como reciprocicad: Ia philia 2.8 Bl veros» y la construccién de fa equivaleneia general 2.4 El «agape> y la cancelacién de las equivalencias 2.5 La despreacupacién del «gape» 2.6 La duracién y la permanencia 2.7 El ejemplo de los Fioretti 2.8 Parabola y metfora 187 187 rot 199 207 207 Dus 218 222 226 236, 237 27 260 288 276 280 239 210 324 381 34, 10 3. El aigapes y las clencias sociales 8.1 El sdgaper: gmodielo practien, ideal o utopia? 3.2 Marx y la teorfa de la justicia 3.3 Las paradojes dol don'y el eontrasdon 4, Hacia una sociologia del «igapes 4.1 Bi modelo del «igape: puro 4.2 3 aceeso @ los estacos de -dgape- 4.5 Del amor a la justicia 4.4 De Ia justicia al amor 4.5 «Agaper y emociones Tercera parte. La denuncia piiblica Bl caso como forma social El sistema aetancial de la denuncia La exigencia de des-singularizacion La dificil denuncia de los allegados ‘Maniobras de engrandecimiento Lo gue no hay que hacer por s{ mismo Generalizacién y singularidad La dignidad ofendida La confisnza traicionada Sons ASNe Anexo 1. La canstruceiim del anzlisis factorial ‘Anexo 2. Muestra de cartas tipieas Referencias bibliograficas Prélogo Los tres ensayos sobre el amor y la justicia reunidos en este vor lumen presentan las principales lineas de fuerza de una investiga- cion realizada desde hace varios aiios. «La denuncia publica» (Terce- a parte) fue objeto, con una forma diferente, de una primera publi- cacign en 1984 en la revista de Pierre Bourdien, Actes de la Recker- che en Sciences Sociales, «Agape, una introduccién a los estarios de pazs (Segunda parte) fue escrito en 1989. Bl texto de la Primera parte, «Aquello de que la gente es capaz, apunta a hacer de lazo en- tre «La denuncien ¥ «Agapes,retrazando el camino recorrido, asi co- mo a sugerir posibles prolongaciones. Para lo cual seria necesario pasar por Les economies de la grandeur (Las economias dela magni- tud]; (en adelante, BG), obra redactada en comtin con Laurent Thé- venot, publicada por primera ver, en 1987 y que estamos reelabo- rando en vista de tna nueva publicacién. Los capttulos 5 y G de la Primera parte se refieren a esa obra, euyos principales elementos era necesario recordar para asegurar la coherencia de los textos aquf reunidos. Por un lado, porque algunos temas que aparecen en La denuncis» en forma intuitiva estan clarificades y desarrollados en BG. Por el otro, y sobre todo en la medicia en que «Agape se apo- ‘ya.en el modelo de competencia para la justicia que es el objeto de EG, para tratar de arrajar alguna luz sobre las conductas que se re- fieren al amor y no a Ia justicia, Lo cual significa que el lector debe practicar un ida y vuelta mental entre estos diferentes trabajos que conforman una totalidad. Estos trabajos han sido realizadas en ol marco del Groupe de ‘Sociologie Politique et Morale [Grupo de Sociologia Politica y Moral) (GSPM) de Ia EHESS y e! CNRS.* Se han beneficiado de la intensa actividad intelectual que reina en ese grupo, de las investigaciones caleetivas y de las discusiones en el seminario. Ein lo que se refiere a La denuncia piblica» (Tercera parte) estoy particularmente en deada con Marie-Ange Schiltz, quien se encargé, can una notable + EBS: ole des Haves Etodes en Sciences Soials (Escueta de Altos Esto- dios en Gioncins Socinlesl; CNRS: Centre Nationale de la Recherche Seientiiave IContzo Nacional de Investigaciones Cientiias). de fa 7) a antoridad, de la parte informatica y estadistica, y con Yann Darré, quion colabors conmigo en el dificil trabajo de codificaciém del mate- rial de base. «Agape» (Segunda parte) es, en gran medida, producto de mis conversaciones con Elisabeth Claverie. Debo meneionar la deuda que he contraido con esta exigente profesora que me permitié compartir su eradicisn en un terreno que yo desconocia. La presente obra también debe mucho a las diseusiones entabladas, en las diferentes etapas de su elaboracién, con dean-Blie Boltanski: asa saber, a su rigor de razonamiento y a su paciencia incansable que me devolvian, cada ver. que me encontraba presa de ia duda, 1a certidumbre de la existencia de mi objeto. Me he beneliciado del mismo modo de mi relacién con Bruno Latour y eon su obra y, en particular, de la lectura de sus ultimos trabajos. Agradezco su generosidad. Finalmente, una obyervacién de Michael Potlak sobre la virtual ausencia de reflexién acerca del amor en socfologia me estimuld en mi trabajo; espero que este texto no decepcione sus expectativas. Esta obra fue lefda y discutida por muchos otros eo- legas. He intentado tomar en cuenta sus observaciones, siempre pertinentes, aunque sin lograr resolver en tecios los casos los complicados problemas que elias planteaban, Por lo tanto, cl debate permanece abierto a futuras controversias, Agradezco partice: larmenta, por las discusiones en ol eurso de Ia redaccién del texto © por cu lectura atenta y a menudo eritica, a Nicolas Dodier, Charlee Fredrikson, Frangois Héran, Francis Kramarz, Paul Ladriére, Sebastien Mac Evoy, Pierre-Michel Menger, Patrick Phar y Heinz Wismann. Durante el afo en que preparé y redacté el texto sobre el sdgapes ine resulté extremadamente estimulante la presencia, en el seno del GSPM, de Denes Nemedi (Universidad Eotvés Lorand de Budapest) —quien trabaja sobre teoria de la aceién— y deAllan Sil vor (Universidad do Columbia), quien en este momento conduce investigaciones de gran interés sobre la amistad. En lo que se re fiere g la Primera parte, «Aquello de que la gente es eapaz» —cuyo ssesgo a veces un tanto polémico refleja hasicamente lo dificil del de- bate que el autor ha debido entablar eon su propio trabajo—, fue dis ceatida en el earso de seminarios realizados en el marco del GSPM. Estoy particularmente en deuda con Francis Chateauraynaud ¥y Philippe Coreuff, cuyas pertinentes observaciones me resultaron {de gran utilidad; con Nathalie Heinich y Claudette Lafaye: y, fi- nalmente, con Jean-Louis Derouet por el estimulante debate mantenido con él. Agradezco igualmente a Colette Platre y a Da- nielle Burre, quienes me han sido de gran ayuda en Ja elaboracién del manuserito, Pero debo decir que mi reconociniento se dirige muy particularmente @ Alain Desrosiéres, quien me elenté constan- 12 temente en este trabajo; y, por dltimo, a Laurent Thévenot, sin cuya presencia la empresa que nos ocupa desde hace cinco aos simple- mente no hubiera side posible, Sélo queda decir que, de aeuerdc con Ja formula consagrada, la versiGn final de esta obra no compromete ims que a su autor. 15 de febrero de 1990 8 Primera parte, Aquello de que la gente es capaz 1. Una sociologia de la disputa Las disputas atrajeron nuestra atencitn en el curso de los traba- jos de campo, Jlevados @ cabo entre 1976 y 1981, que acompaiaron ja investigacién que condujimos sobre la construccidn de la catego- ria del personal directivo {eadres| (Boltanski, 1982). Dentro del cen- tenar de cuadros dirigentes que entrevistamos a lo largo de ese pe- riodo —a menudo largamente y en el eurso de repetides encuen- tros—, unos cuantos, reencontrados en muy diversas ocasiones, du- rante entrevistas prcuradas por canoeidos comunes, en Tos sindica- tos o incluse en pasantias de formacién, habian experimentado, en el curso de su vida profesional, «accidentes de trayectoria» —para emplear la puidiea denominacién quo con frecuencia ellos mismos utilizaban— que los habfan.maresdo profundamente, a veces de modo irreversible. Esos «aecidentes», que habian conducido a la ma- ~ yoria de cleo al desempleo, no consistian en despidos en buena y de bida forma, sino en larges procesos de exclusién y de abandono que loshabian llevade a presentar su renuneia y también, en numerosos casos, u perder definitivamente la confianza en su aptitad para Tle- var adelante una vide activa come la que habfan desarrollado hasta ese momento. llos describian esos procesos de mode de resaltar su eostado absurdo, improvisiblo, incomprensible, de la misma mane- raen que deseriben el mundo las novelas picareseas, en las cuales cualquier cosa puede ocurrir: un dia el favor del principe, al dia si- guiente el destierro o la prisién. Repentinamente se habian aca- mulado reproches sobre sus eaberas, segiin ellos sin fundamentos, Quienes en la vispers los felicitahan por su éxito y por su entusias- mo en el trabajo y los alentaban a asumir «responsebilidades», a “lanzarse», 2 comprometerse cada vez mas, de pronto, sin que se su- piera bin por qué, ya no los invitaban a las reuniones, coloeaban por encima de ollos a j6venes directoros «incompetontes, les quita- ban su secretaria, su teléfono, su oficina, los dejaban durante largos meses sin «aisiGn>, sin trabajo, en esa situacién humillante en que Ja ocupacién de cada dia debe ser mendigada y en que la tarea a rea- lizar (barrer, por ejemplo) no se corresponde en nada con el titulo, el salario y las responsabilidades oficialmente concedidas. Poco a poco, Ww amedida que, para demostrar su buena voluntad o poner de relieve Ia injusticia que se cometia con ellos, acumulaban metidas de pata [gaffes], mezclanda los wexcesos verbales», los pedidos de explicacién cde hombre a hombre», las apelaciones a los sindieatos y las amena- yaa de acudir a recursos slogalos», eus cologas ¥ amigos se aparta- ban de ellos, ya no los reconocian y Jos evitaban como si temieran que el simple contacto los arrastrara en el mismo proceso de deca- dencia y exclusién. Esos temores no carecian de fundamento, puesto gue ellos reclamaban sin tregua el apoyo de los demés, tratando de Hevarlos « testimoniar en su favor y a recordar sus éxites del pasado —on sintesis, procurando movilizarios en aquello que en lo sucesive denominarian su «caso» laffaire| y euyo resultado era frecuente- mente un estado cuasi pataldgieo que colia ser descripta por quienes lo sufrian como «dopresién nerviosa» mientras que sus adversaries, y también a veces sus antiguos amigos, designaban, a media vor y en privado», con el términa «paranoian.) * Las enteevistas ms interesantes fueron relicadas a partir de wn dispositive reprobado por los manvales metedaligies dade ane parece romper con Ins exizen fas de exterioridad, de nautralidad, de objetvidad y de no seplieacién que darante lavgo tiempo feran consideradas eviteris de cienlificidad en la relacion ent Investigador @seestigado. Bras entrevisns se prodiciam, on fect, en el curse de ‘sr cma we veladan ex ue ne enim renee lee asgor eerie ue Tbubinn coneertade Is reunién entre ol weidlogo 9 los ejeeutives feadres| entrevista des. Ahora bien, este dispositivo —que, seg Ia claifeaci propiesta wn EC, po- Aria sor ealifiado come doméctico— preaoatabe numeroaan ventajes pare el objeto fe le investigacicn, sobre todo Ja de generar entre antroviatader y entrevistado un ‘lira de confianen que raramente se obtiene cand Ia persona entrevista es cn {nctads directamentaen la empree, en eepecinl cians el scilogo les presente por micmbros de la jerargufa, lo que lo hes facihmente eospesinso da complica fon In sdirecidns. Este cima de cnfinnea failisnba el relata de las injustice sul de ya adopeice de ung ectitud tien par pari del informante. Ademés Is rece. ia de amigas comunes eerefa robrelasituacion wna ooaecidn Que favorsea Ia bis ‘quod do justfieacores elides on apoyo de denuneine que, para cer legitims, de Bian elevarse por enim del caso personal da victims y generalsaree fla ene: s4-en su conjunto. Bsta presencia suscitaba también une expectativa de eaberenci Diogrsfes ¢ monaco dic de satisiace. Ln eleto, on la mayeria de ue aos e208 amigos de large dats habian conoe\do al ejeentve imerrognda en tin momento ance ior de ga carrera en el cual, leas de eitiear n su empresa, se encontraba a gusto er tila yon frecuencia vo retaceaha elogioe pars sos empleadoresy sos condiciones oe trabajo, Entonces, la pregunta que se le hacia explititamente 0, més” mend, {citamente-- gra, en custancia, le siguiente: Zeamo hnbia podido permanceer ante tanto tempo cegn a las exactioies ya is injusticias cnet a x aleededr 2, m65 an, cimo estar segures de Que dl maismo no haba Leni algo ave ver con alin asunto desegradable? Sometisa a esta coaceliny que pess sore mamercete -areepentils: 0 vsidentes, la vietima ne slo debe ustiiear sus acusactones sino tambien exculparse dela acusacién tacit de compliidad ton eae soueadoa de hoy. 48 Ante todo nos dedicamos a desorihir esta clase de «casos», tratan- do de conservar, en la medida de lo posible, las caracteristicas que Jes eran propias y, en primer término, la extraordinaria incertidum- bre que los rodeaba, En eada caso examinado, Ins versione’ de los diferentes actores eran divergentes. La de la vietima no eoineidin eon la de los representantes de los sindicatos, ni con Ia de su mejor amigo, ni con la del jefe de personal, ni con la de-su mujer, ete. Cads uno tomaba partids, producia una interpretacion més veraz, mojor informada y mas inteligente que ln de los otros interlocutores. Pare- cia imposible abordar estos casos sin quedar de inmediato atrapado en esa situacién, sin caer a su vez en ellas, es decir, sin alinearse « su turno con una u otra de las interpretaciones propuestas o sin pro- porcionar una interpretacién plausible propia; es decir, sin tomar partido y elegir un bando, En cuanto sociologos, estabamos bien pro- vistos para ello. Disponiamos, en nuestro arsenal, de mltiples he- rramientas interpretativas y, por no decir mas, de una ciencia que nos autorizaba a seitalar, en Ultima instancia, de que se trataba. De hhaberlo hecho, habriamos sido rechutados « nuestro turno por la vie- tima, por el sindicato, por la asistente social, ete. Nos rehusamos a ello, Lo que nos interesaba era el caso en si mismo, su desarrollo, su forma y las constantes formales que pareeian surgir al comparar casos on aparioncia muy diferentes. ‘Nuostro proyecto consistié en constituir Ia forma caso en cuanto tal y en hacer del caso un concepto de la sociologia. Para ello resulta- a necesario recopilar un cuerpo suficientemente importante de ca- sos, surgidos en los contextos mas diversos que fuera posible. No se puede acceder a un objeto semejante por medio de les métodos habi- tuales de la sociologia: el cuestionario o la entrevista. Ello seria co= mo buscar una aguja en un pajar. Tras haber tomado contacto con los protagonistas de casos suficientemente prolongados e importan- tes como para haber tenido eco on la pronsa, y observado que las per- sonaa involucradas en ellos eseribian sin descanso —frecuentomen- te a los periddicos— para movilizar a In mayor cantidad de gente posible en torno de su causa, nos dispusimos a averiguar, en las re- dacciones de varios diarios, si podiamos encontrar rastros de esas cartas que nos pondrian sobre Ia pists de objetos interesantes. Nuestros esfuerzos fueron recompensados cuando nos pusimos en. contacto con la redaceidn de la seccién «sociedad» de Le Monde, di- rigida entonces por Bruno Frappat. ste tenfa la buena eostumbre —por motivos que todavia no hemos aclarado por completo, pero en {Como no penser, en efecto, que no abrié los ojos mis que cuando las eonductas| ‘niet, coneuetudinarins en in inettasgn, xe volvieren en ra contra? 19 Jos que se mezclaban sin duda la curiosidad del investigader y la ‘compasién del humenista—deresponder todas las cartas que le le gaban directamente o que eran reenviadas a su equipo por otras sec- ciones del diario, y de conservar esa importante correspondencia. Y tuvo la generosidad de permitimos aecoder a ella. Nos encontramos entonces frento a varias decenas de cajas Henas de cartas acompa- Radas de expedientes, a menudo voluminosos. Esos expedientes, contenian montones de documentos heterogéneos —testimonios, folletos, actas notariales, recibos, resolueiones procesales, fotocopias deeartas, ete— que los remitentes inelufan en sus envios para exhi- birlos a titulo de prueba de su buena fe y la legitimidad de sus razo- tes. Hicinos entonces la experiencia que tan bien conocen los histo- riadores especializados en el examen de archivos judiciales, Una vez abierto, cada uno de es0s expedientes ponia de relieve un caso com- plejo, a primera vista impenetrable, a veces muy antiguo, a menu- do tragico, con una multitud de protagonistas, un séquito de perso- nas, objetos, pruchas y sentimientos tales como devociones, adios inexpiables, injusticias abominables, ete. Pasamos muchos meses, simplemente leyendo, tomando notas, intentando elasificaciones siempre provisorias y hablando con los periodistas. En esas conver saciones se ponia enseguida en primer plano el problema de la nor malidad. Algunas de estas historias son reales, nos decian, Pero en muchoe sacoe cotames tratando con parancicos. En otros, finalmen- te, no podemos saberlo. Les preguntamos cudles eran Ios signos por Jos cuales decian descubrir, de una sola ojeada, Ia locura del remi- tente. Su semiologia era mas o menos la misma que nosotros utili- zabamos espontinesmente. Pues también para nosotros ciertas cartas parecfan normales mientras que otras pareeian provenir de enfermos o locos. La euestién de la paranoia, con Ja cual ya nos ha biamos topado en las entrovistas realizadas en las empresas, termi- 1nd por eolocarse en el centro de nuestros interrogantes. Tomamos Ia decisién de considerarla no a la manera del psiquiatra —o sea, dar de ella una definicién sustancial que pudiera servir de punto de apo- yo para un diagnéstico o un peritaje juridieo— sino a la manera del ‘Socidloge —es decir, intentar describir el tipo de competencia que permite a cualquiera realizar el mismo diagnéstico y; tambien, es- forzarnos por comprender las situaciones en que personas hasta en- tonces normales se velan inducidas a comportarse de un modo tal que debia atraerles infaliblemente la calificacién de locas—. Lo que nos interesaba no era, entonces, la locura en cuanto tal, sino las diferentes manifestaciones del sentido ordinario de la normalidad que todos somos capaces de poner en prietiea en la vida cotidiana, Eneste camino nos habfan precedido diferentes trabajos, sobre todo 20 norteamerieanos, y en particular el articulo pionero de Lemert (reproducido en Lemert, 1967), asi como algunas de las investigacio- nes realizadas en torno de Ia Law and Society Review, especinlmen- te la de Festinger y su equipo (Festinger, Abel y Sarat, 1981). La ? Utiizando métodos de tipo etnogriice, B. M. Lamert eatudié eacas de porconas sometidae a cuidados pigoiateieos y com un dlagastice de psranoia, a calr de sitns ‘Sones originndas en 4 lugar de trabajo. A parr de la veconstruccion desu histovia 9 do antrevietat on las empresas dande caso habia camenzado, W. Lemert sere ‘onta hasta laa ofeness sufiidas por a viecns y fundaments en la realidad» loque sl shordaje peiqsitrico trata con la forma de! fantasma (cl coude comunidad cone: pirstivan, Pertenccientas ala corronte de In labeling theory (tors det ‘alentol, esas investigaciones —que presentaron la iamensa ventaja de despejar el camino para un abordaje secolégice de fendmonos coneiderados hasta entonces camo puramente psiecligicns opsiguistricas tienen el defect de olocsrse en us relacién polémica con la psiquiatra, cava posicién simplemente favierten [Us portura adoptada por los trabajos publiondes alrededor dae déceds de 1980 en 1a Law and Society Reviow —tigades al programa norteamericano de estudio de los Uiigio (Cia Litigatzon Research Project) en maa radical. Reta programa, que ¥- ‘ia eam prionidad la middle range dispatengbitigios de alcance medio) —exchiyec: to, por en lado, foe Liigiow peranates que porraaneen enteramente al argen dela {nstituei judicial y, por el otro, los grondascanfictoe con una dimension explicit ‘monte eolectivao politica, es interesante porque deseanca en uy método que apr tna reconsituir la ligica a quo obodece la evolueign de Ine dispstas en el tewpo. Festinger, K Abs!y A. Sarat dstingguen as! eros fase: en la prunera (naming [dene ‘minactn}, el perjuicio @ ientfiesdo, nombrado y eonatituide xm tal a titulo de ypereioad i4jurous experleneas vexporiencia pertbica como agraviancor;e> Uh ‘und fase la respousabilidad del perjuleio se imputa a otro actor contra cl cual se blantea un reeammo (blaming? lncueaein}; por Stim, on la toreera face la ocusacion $e pone en conocimionto de otras personas —-en particular del eausante del probie~ ‘ma- acoropanada por una demanda de reparacién (elaine) idemarna), El pring pal interés de este enfoque consets en que aplioa In perspectivay los mstodos cons- tructivistas a abjetos que hasta entonces sq trataban dentro de un manenjuridicoo sxioldgiea,y euya especiticidad se definja, en gran moti, en oposciin ol derecho {Ea utiizacion de Ia perspectiva constractiviata permits en exe campo Ta mist apertura que, por ejemplo, en los dominios de la socologia de las crisis poiticaa {Dobry, 1958) 0 de las controvarsias eietifices (Latour ed, 1982). Bn el caro de lee trabajos lela ESR ave ond Society Revie), ests perspectiva ests Himitade por el hecho de que pestula, en el punto de partida de toda disputa,leeistencin de une Lnparesied injurious experiance experiencia agraviantao peribia] que precede a Su toma de couciencia y a su ealieaein, por Ia busqueda de-va-mftndo que perm ta defini, registrar y eventunlmonte ealealar esos porjeicioa no advertigee por los actores (Coates, Pred, 1980; Miller, Sarat, 1880), In eva iene a relnserible en la perspestiva adoptada preocupacionesligadas a una eoocepeién esencialista ce los onfietos y dese cauear, Kx prociamente para acapar a ess forma deesencialiamo |qe, en estudio de os ltgies de consumiores —parcialmente inspite por los ‘éodoe pucstes a préctica por la Law and Secity Review, JL, Tropos hace u20 Sel concepto de eristalizacione de un cas, que remitea la ver al frtalecimiento que Je aporta nu inecripcin en formas y ala movilizacin que acompana su desplierueen et tlempe Crepe, 1988), y que permite ahorrarsoconjeturesinveriicables ralatvas f22as cnusas sprimerase ce tos casas consideradon 21 ‘ucstién de la normatidad y del sentido de Ia normalidad tenia un vvineulo directo con la cuestién de la justiciay del sentido de la justi- cis hacia la cual habiamos encaminado la inverrogacién sobre los ca 808. En ofecto, en los easos es siempre la justieia lo que esté en eues- {én aun cuando, como ocurre a menudo, no terminen en los tribuna- Jes. En un caso, quienes protestan lo hacen porque su sentido de Ia Justicla ha sido ofendido. Pero incluso antes de examinar si estan no en su legitimo derecho, debe resolverse otra cuestion, que es la precondicién dela admisiblidad de su demanda: la de saber si quien Ja formula es ono normal. Asi, se ponia de manifiesto que, més alli de los numerosos obstiiculos —a menudo muy reales—- que se opo- nen al reclamo, y que son del arden de la violencia —o, lo que viene ser lo mismo, de la amenaza y del temor—, existe una coaceién no ‘menos importante constituida por las reglas de nermalidad que el autor de Ia queja debe observar para que su demanda sca considera- dda como digma de ser examinada, Ahora bien, nada indica a priori que siempre sea posible respetar esns reglas. Asi pucs, ciertas pro- testas no podrien, en auseacia de toda violencia y de toda presién explicita o implitita, evarse sin riesgos al espacio de los debates pi blicos. La euestién que tomamos por abjeto pasé a ser entonces Ja si- guiente: qué condicién debe satisfacer la denuncia publica de una injusticia para ser considerada admisible (sea eual fuere el curso da- do ala demanda). Aportar un esboro de respuerta a arta eueetion ‘eaponia tratar con los mismos instrumentos las emandas juzzadas ‘como normales y las estimadas como anormales, en ven de conten- tarse —como hasta entonces era frecuentemente el caso— can una Clasificacion previa, ya efectuada por los dispositivos sociales que se ccupan de las protestas y de los protestatarios —sindieatos, ins- tancias médias, psiquidiricas, judieiales, policies, de trabajo s0- cial, ee —. Habia que renunciar asimismo a la divisién entre disci- plinas, que remite ciertos objetos a la sociologia y otros a la psico- logia social, ala psicologia, ¢ incluso a la psiquiatria, Bra necesaria una recolection de easos previa a todo reporte entre disciplinas , en cierto modo, desordenada, para tratar de establecer las propiedades” de los casos en general e identifiear las rasgos distintivos de los ¢a- sos normales en oposicién a los easos anormales; en sintesis, para intentar constituir una gramdtica —~entendida como vn conjunto de ~ voaccinies que se imponen a todos—de a protesta contra Is injust- cia y en la aeusacién que le os inherente.} Puesto que, para exigir ® Pocieros encontrar otro sjemple de elloen el ans realizado por V. Delameurd (Delamourd, 1985) de un corpus de oeseiontas cares envindss por desomploados al Presidente dela Repiblica con el nde exponerle su caso, pedirle que intercedicra fn su favor para que les fuera ctorgade un emples, hk analiiss0 rear «las opera 22, reparacién, quien protest contra la injusticia que le he sido infligi- da debe necesariamente designar a su autor 5, por tanto, poner en marcha un proceso de acusacidn que aquel a quien sefiala tambien puede, a su ve2, destacar como una injusticia. En estos easos no pue- de saberse a priori quién ea el perseguidor, y quién, el perseguido. Pere la intencién de tomar los casos como objeto y tratarlos como tuna forma social, propia de una sociedad determinada y cuya histo- ria podria elaborarse,* eonduefa a una ruptura atin mAs temible, La ‘eiipresat no €F5 posible mas que « condicién de renunciar a la parti- ‘eign sobre la cual descansa la divisién de las diseiplinas dentro de las cfencias humanas —y, en cierto modo, las ciencias sociales mis- ‘mas— entre lo que remite a lo singular y lo que remite a lo general —o, para conservar el lenguaje habitual de Ia eocioiogia, de 10 cole tivo—y, de esa manera, dejar de tomar en cuenta la distineién entre Toque remitirfa a un nivel «microsocials ¥ lo que remitirfa a un nivel smacrosocialy, Bn efecto, entre los casos que habiamos recalectado, ‘clones cognitivas pestas en prdetica on eso ensayo epistolary en especil, alas me plobras de justfiescionzealizadas por os solicitantes con el fn de que se edmitfers lavalsder do su cramite. Asi, ol emtadiod exe corpus porte capear Ine coaeciones & ‘que debe someterse, para ser aceptable, uns certa que reclasne In intereesién del Presidente Bsus resricelones, que funcionan del rienie mode que una gramatis, fonstituyen uo ejemplo le saber comparrio, somo io Uasamonian las nuaterosas figuras dlaldgicas que hacen referencia a le objeciones de un intenlocutor ova 26 ‘900, stongo porfots concieneia de que.) Bilas se lercencobre laconstrarcin {el dispositive de interpelacign a) Prosidente (co la tenaién entre cl Presidente def Fido en sus ofsibuciones republicanas y en sus atribuciones mendrqutem), sabre Le ‘neon de le demanda partiealar en beneficio de un individua singular eon wn Dien Comnin vido para todes inciose, por ejemplo, sobre Ie presentacisa que haze de t ‘imo para justifiear la priondad de su daragnda do empleo. Algunas da estas ma- plobras pueden entrar en tensi6n. Ast, por ejemplo, para apoyar su demanda el slicitante o menudo atliaa el argumenta dela urgencia 8 soictud oo preitaria porque a sondicign de dasseupado searre ln disminacion de us eapecidades—que, 1 ausenicia de practice disuelven—y ln destruceién progresiva de su personal ‘ad. Pero quiones so valen de este argummenta también daben mestrar que sigwen tiondo capaces de tener nnovamenten emplen y que possun todavia las cualidades iRegeeavins para oeupar el pucsta que ee Tes ofrzce “Hawt el memento ne @uste, en nuestro coneciionto, a histori sstemstice fe In nocién de coura como forma secial especies. En ls trabajos disponibles La nec de causa os oto ds construcciones diferentes segue sea abordada deede la problematies del espacio publico (FHsbermaas, 1978), del nacimlento deta erticn (Gcosselleck, 1979) ode la historia de la opinin publica (Baker, 1987) Bl intoeds de Jos actuaies trabajos de B, Claveri sobre ls conatitucion de lp causa como forma so cial en los sigloe XVIH y XIX —y, ms procinnonte, entre ef caso Calas y el caso Dregfue —raciea en que vincwlam ostrechammente la historia judieia I historia po- Lite a emongencin deta forma caso 3 la eemstvuccin de le toncepeién republican de fa ciudadanta (Claverie, 987, 23, algunos eran minésculos, invohueraban a un pequeno mimero de se- tores durante un periedo limitade y movilizaban pocos recursos (por jemplo, una «agarrada> entre dos técnieos una maéana en un ta- tier otras, en eambio, eran enormes, se extendian a lo largo de mu- cho tieropo y movilizaban un nimero importante de actores y una multitud de recursos heterogéneos. Empero, al comienza de un caso nadio puede decir a priori hasta donde Negara. Quién hubiera creido que la degradacién de un capitan del ejéreita, judio y presunto espia & sueldo de Alemania, movilizaria en pocas atios a la cast totalidad de la nacién francese y Ia totalidad de los recursos de que sus miem- ‘bres disponian para crear una eausa y exponer sus razones —pren- sa, ciencia, literatura, politica—, legando a separar incluso a quie- nes se encontraban unides por Ios lazas mas sdlidos: intograntes de una misma familia, de un mismo partido, de una misma corriente liveraria, de un mismo efrculo de amigos, etc, Bl estudio de los casos supone, pues, ia renuncia a calificar previamente el objeto de estudio y, particularmente, a establecer sus dimensiones. Ahora bien, la distribucion de un proceso entre las disciplines depende fan- damentalmente de sus dimensiones. Si una seeretaria protesta contra una injusticia, se obstina en ou protesta sin Jograr movilizar una cantidad importante de personas ni comprometer en su causa arepreventantes de instituciones, sindicalistas, periodistas, ete, su problema serd tratado como puramente personal, Hila sigue sienda ‘un cago singular. Lo que se pondra en cuestién sera su personalidad, por lo que se Ja enviaré a ver a la asistente social, al médico laboral al perito psiquidtrico. Pero si, por el contrario, su protesta es eseu. chad, si ella consigue que la sigan, si ciertas instancias autorizadas —particularmente los sindicatos— establecen wna equivalencia en- tre su caso y otros casos considerados «similares»; si su caso, defini- do entonces como Jos que establecen, a fin de cuentas, el cardeter individual o colectivo: del objeto. Por su construceién, esos procesos se le exeapan si acepte como autoevidentes las clasificaciones que los actores logran e=ta- bleeer. Pues en el curso de un caso a apuesta principal dele dispute fon que se encuertran involuerados los diferentes protagonistas es precisamente el carcter individual o colectivo, singular o general de aquel. Segiin la configuracién del caso, ciertos actores se las ingenian‘para -desinflarlos, para mostrar que ha sido weampletae mente montado», para «reducirlo a sus justas proporcionese, mien- tras que otros, por el contrario, se apresaran en todos los sentid para revelae su «verdadero rosiro-, mostrar sus «facetas oculta hhacer ver eon ello que el cazo conciorne, ven realidad», s bastante ras gente de lo que hubigrames podide imaginar a primera vista aque concierne a todo el mundo». Es a ese precio que se lo transtor- ma en una eausa coleetiva, Pues las causas —de las mis pequedias Jas maa grandee, de las mas extraiias a primera vista alas mi vie dentemente leitimas para nuestro sentido dela justicia- tuvieron que elaborarse, construisse, establecerse, probarse en aligin mo ‘mento y, por sélidamente instaladas que parezcan, siempre pueden © Al estudiar itis ocurridas en st mareo de fa SNCF (Sockets Nationale dee hemins de Fer), Philippe Coreaff(Coreuf, 1969) proporcion act el ejemplo de ca 05 que, basades ce un principio eobre cies eabos similares, se sedujeron ale indi Alva o, por el contrario, se generalizaron hasta adgulre un eardeter colectiva, De igual updo extlaroce rol quo en esas operaciones tuvieron pucilogeey vndcalis {le , indirestamente, las diseiplina sre neque fundan, a menos en parte, log {imidad de aus acciones —es desir, la psicolegia para los primevosy le Sociologia del ‘trabajo pare les sogundos —. Ceasiderense, en primer loger dee caso de baja de ridquinie, es decir, de use def wabajo de ennduseién —ne de elles tempersrio— 9 {de recateyorizecién. En tos dos cao0e analizadee, in medida de sospensisn dela con ‘uceidn se toma trate de problemas ervieaoss de los maquinistasewestionados, La Jntarvenciin médio-peiclduiea permite reduce caso l orden de lo singular ego Ge un echozo de proveta v de recurso los eindicats, El exit de la intervencign, rece estar ligada al establecimienta delaras personales y de nna relat de ton fignza entre ls egentes sancionades y ous terapeotas. Los conductores renuncian a ceri la aja de maquina de que han side objet en -huchx colectivas, lo aatmen & titslo de decision personaly coo el fin, segtin parece, de no tener que soportar el tssto do uns ruptura de lazce persanalea dm le trapeutas qe las han tomate 8 cargo. Asi es como uno de estos magulnistes explica, més adslanta, su histrie: doshacerse, de igual modo, mediante esos mismos procedimientos. Indirectamente busedbamos también proveernos de un método ‘para analizar la manera en que las parsonas crean causas, buenas causas, causas colectivas, prolongando de ese mado nuestra tentati va de arrojar luz sobre el inmenso esfuerze colectivo que fuera nece- sario, entre las décadas de 1930 y 1960, para hacer del personal di- rectivo, como eategoria social, una causa digna de existir y de ser apoyada (Boltanski, 1982). En este lugar no reproduciremos en detalle la descripeién del método utilizada ni los resultados del anélisis que el lector encantre- ron la Torcora parte de este volumen, quo retoma —con uns forma modificada— el trabajo de 1984. Hemos renunciado, en efecto, & someterlo a modificaciones demasiado profundas —que indudable- mente nos hubieran Ilevado a recomenzar la tarea desde cero, par indolencia pero también para dejar a la vista el trabajo de investiga. cién que et producto terminado —o considerade provisoriamente como tal— nevesariamente conduce a desdibujar Nos contentare- mos, entonces, con recalcar lo que nos parece hoy particularmente defectuoso en ese trabajo ya antiguo, y también con volver a indicar brevemente el modo en que la reflexion sobre el modelo sumario al que habiamos llegado nos condujo hacia modelos mas sofisticados, al punto de hacer sungir nuevas preguntas. Ante todo, una palabra acerca del método. En el trabajo de 1984 eptamos por un procedi- miento que pasaba por la codificacién y el andlisis estadistico —miis precisamente, por el andlisis factorial de correspondencia—. Lo en- ‘BEntonces, ahi empecs a no entender lo que patuba, as que, claro, eriticaba todo. Grticabe Ta structure sineal ln estroctura patrona, ete. Cuando, en realidad, ne se trataba deo, sino de mi extractors “En un tereer cis cxaminado,o! de una empleada contratadge que trabalabs en la ventanilia do una ostasiin y que fue despedids por ~inewpacidad fsio~ tuogo de un ‘examen paiquistrice, el resultado es totalmente distin, Este eas, en feet, sere oportunidad para que la CT construya una cause coletiva demunciando ola usliza- ‘e la medina y de Ie picolgin eon fines represivoa, Pera ela movilize los re sists de Ia yoluntad eolectivay de a opinién bea: conferencias Ge prensa, Ih ‘mamienta a parsonalidades (como Félix Guatlan), ete. El seciologo micro, cuya _rineipal patiipacidn enol caso es sindical es objete de on trabajo de reeluaiien: tc. Al edauiriscarsetercoledtivo, al eavo omnduce ala diteecifn, alee médica 9 alee pstelogos a comprometarse 9 cu vee con mayor determinaeidn y vigor a fm de 800 rmular pruchas dela enfermedad mental dela emplenda euestionads ¥atribuirle un {rado cevado de irwversibilidad, Per el motive peiguidtrico dl duspide no 26 hace oficial, BY sindicato intanta entonces atacar 1 irreversibitidad del dlagnostico de ‘anormalidad deshaciendo les vincelos entre las iferentes iencias yor enfermedad para confericies un caracter cantingente, luegn presanta tn recurso ante el LADY: yal edoninistcativ, 26 ‘contramos acertado. Tras un comienzo a tientas, codificames un poco todo Io que se presentaba, lo que sobresalia y pareca tener alguna pertinencia —ya fueran, por ejemplo, tanto las caracteristi- ‘cas del easo, el contexto en que habfa surgido, su duracién, ete., co- mo ciertas propiedades estilisticas 0 grificas tales como el uso de ‘una méquina de escribir o de papel con membrete, la presencia de numerosos subrayados, de insultos, ote.—. Pose a todo, ese trabajo se sostenia gracia® a dos operaciones sin las cuales el anilisis no hu- biera sido legible. Por un lado, la constitucién de un jurado, com- puesto por personas comunes que pusieron en juego su sentido corriente de la normalidad y de Ia justicia y que se encargaron de otorgar, luego de una primera lecture rapida de los documentos, una calificacion de normalidad a cada expediente. Por otro Lado, Ia defi- nicién de un sistema actaneial* do ia denuncia que comprende a cuatro aetantos: una victima, un denunciante, un perseguidor y un juez. Cada uno de los actantes fue codifieado segiin su taano Ifoillel sobre un eje singular-general. La introduccién de estas dos nociones dependia directamente de las operaciones de codificacién. Lo que nos incité a investigar les dimensiones que permitian califi- car nuestros objetos en su forma mas general fue ante todo la volun- tad de reducir la extrema diversidad del material codificando con Jas mismas nomenclataras casos en apariencia completamente disimi- les. Poro a] mismo tlempo nos voiamos en Ia necestdad de eftetwar desplazamientos en relacién con algunas de las nociones mejor osta- blecidas des sociologia, lo que nos libraba desu tutela y abria nues- ‘tro esquema a !a posibilidad de tomar en cuenta una diversidad de magnitudes posibles. Asi, Ja sustitucida de la opasicién individual! colective—mds familiar la literatura sociolégica— por ia oposicién singular/general autorizaba la diversificacion de las operaciones concebibles sobre ese eje del cual el pasaje de Jo individual « lo colective no es mas que un easo particular. Del mismo modo, hablar de tamaio (novién que B. Latour utilizaba en su andlisis de las con- troversias cientificas} permitié, en un primer momento, no especifi- car qué la constituia y, asf, prescindir de conceptos tales come los de status», «poder», «capital, etc. Con este sistema muy general de co- dificaci6n podiamos integrar todos los casos reunidos. Asi, por ejem= plo, un deseonovido agredido en Ia calle se codifieaba como una vic- "BI modelo aetuncil jastancie tiene sw orig om la ngistia, coma sn intent Ae vincula el inventariode funciones de os personajesa les funcionessinteticas de J longus. Hate concepeisa nace con Tesniére 3 aleansa plane desarrllo con Gre sae, quien introduce lp noelon de nctante larton- Lis aelantes de Greima son = jeto, objets, miour, destinatsefo, adversario y ausiliar Las relaciones entre ellot ‘onsticayen un medelo. siotema aetanelal. UV. de aT} tima menor, mientras que un militante que invocaba una eausa co- Jectiva o, mas atin, una asociacién, se codificaban como vietimas de mayor tamafio, Silo el juez no fue codificado, Consideramos, en efe to, que en ese caso se trataba siempre de la sopinién pilbliear, ins- tancia que quiere referinse a ia pretensién de aparecer en un perid- dico como Le Monde y, por tanto, actante de gran dimensidn, Por otra parte codificamos los grados de proximidad de la relacién entre Jos actantes, proximidad que podia variar desde la identidad (por ejemplo, cuando la vietima y ol demunciante son una solay la misma persona) hasta la alteridad maxima, cuando vietima y denunciante zunca tuvieron ninguna relacién previa a Ja situacién de injusticia aque Jos retine (como, por ejemplo, cuando alguien eseribe porque ha visto a un joven magrebf ser maltratado por poliefas a la satida del subte). La codificacion y el anslisis de correspondencia nos permitie- ron aeceder répidamente y, en cierto modo, de manera sintética, & hipétesis eobre la gramatica de la protesta y el tipo de coacciones ‘que reconoce el sentido de Ie normalided y de la justicia. Lo cierto es que, por definicié, este método conducia a aplastar el material y a constituir equivalencias a prioré (ese es et sentido mismo de la ope- racién de codificacién, y el anélisis factorial de correspondencia puede reducirse a una codifieacién de eodificaciones). No nos permai- tia seguir paco paso lus relaciones establecidas por las personas mismas entre las diferentes vinculaciones que comportan lus expe- dientes y ol trabajo de interpretacién que realizaban todo el tiempo. Sobre todo, el método results perjudicial porque ya no nos autori- zaba a tener en cuenta el lugar que ocupaban los diferentes docu- mentos en Ia historia del caso. Ahora bien, en los casos y, especial mente, en los de larga duracién, la dimensién temporal es esencial, tanto mas cuanto que, con el tiempo, nmmerosos casos diferentes se incorporan unos @ otros y se entrelazan.? ats erftice nos he sido formuleda por F. Chateauraynaud, cuyos esfuers0s se sconsegran sctusimente a Ja busqueda ie una herrsmienta information cxpaa de asistir al investigador en su expleracin de casos sin provocar al efecto de splast "ienta de los datoe que prodves cl ansbisieeetagistice (Chateauraynaud ¥ Mac ‘quar, 1988) 28 2. Las bases politicas de las formas generales La eritics principal que podemos hacer rotrospectivamente a ese trabajo se refiere al hecho de que el modelo descansa, en lo esencial, en Ia posicién ocupada por los diferentes actantes sobre un solo eie particulargeneral. Nuestra interpretacién era, sucintamente, la s- guiente. Una denuncia de injusticia aparece como anormal cuando Jos diferentes actantes no ocupan Ia misma posicién sobre el eje sin- gular-general. Ahora bien, como el juez siempre es, en los casos ana- Hzados, un actante de grandes dimensiones, los easas cuya expos ‘ion permanees en el orden de lo singular —es der, los que no han sido objeto de un trabajo de des-singularizacién a través de su apro- piacién por parte de una instaneia cuyo eardcter colective pueda sostenerse de manera cresble—aparecen como anormales (es, por ejemplo, el caso en que el querellante escribe pars acusar de injasti- cia a su vein, yuiea a oe vee ly acusi de lnaberle subd uni esc lera). Lo que es nxas, hemos considerado que los querellantes juzga- dos anormales poseian el mismo sentido de la normalidad que las personas normales, y que produefan todo un conjunto de elementos interpretados por los demas como signos de anormalidad precisa- mente para tratar de satisfacer los requerimientos de la normalidad en situaciones particularmente delicadas. En efecto, lo que parece anormal en estos documentas son precisamente las maniobras que Jos querellantes despliegan para tratar de engrandecerse y, en con- secuencia, para ponerse a la altura del jez —eminentemente colec- tivo puesto que se trata de la opinién paibliea— al quo somoten su ‘caso (por ejemplo cuando se presentan como si los apoyara un co- mits de defonsa de! cual son el prosidente y el tinico miembro, ¢ in

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