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Josepablo Díaz
Número de registro ante INDAUTOR en trámite
josepablotl@gmail.com
Personajes:
Cuco
Palomo
Martín
Alondra
En la oficina de correos un grupo de tres carteros: Alondra, Cuco y Martín, están jugando
a las cartas desobligadamente, pareciera que solo esperan que pase el tiempo. De
pronto llega otro cartero, Palomo, con una caja enorme que deja caer al suelo, llamando
la atención de todos menos de Martín.
Cuco: ¿Y eso?
Martín: (Sin poner atención pone en la mesa una corrida de cartas) Nueve, diez…
Cuco: ¡Oye!
Martín: ¿Qué hay ahí? ¿No hay que hacer algo con eso; o sí?
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Palomo: No se, no tengo idea, solamente llegó.
Palomo: ¿A la persona?
Palomo: No, no vi nada, es una suposición, alguien tuvo que haberla dejado, ¿no? La
oficina está tan vacía como siempre y no es como que estén apareciendo cajas así de la
nada. ¿Qué?, ¿no me creen?
Martín: No, pero como tu dices, es muy extraño que “alguien” haya venido a dejar una
caja aquí, en medio de la oficina de correos.
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Cuco: ¿Para qué la habrán dejado?
Palomo: ¿Qué quieres decir? Estaba aquí jugando con ustedes cuando me levanté por
un vaso de agua al garrafón que está en el mostrador y cuando llegué la caja ya estaba
ahí.
Alondra: ¿Y el vaso?
Palomo: ¿Eh?
Alondra: El vaso con agua, dijiste que ibas por un vaso de agua al garrafón, ¿en dónde
está?
Martín: Bueno, ¿no es evidente?, convenientemente te vas por un vaso de agua que no
traes y aparece una caja, sin haber visto nada ni a nadie que la haya dejado…
Alondra: ¿Cómo?
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Cuco: Sí, para nosotros… si la dejaron en nuestra oficina…
Martín: ¿Para nosotros? puede ser, pero no se… es muy extraño. ¿Una caja con
direcciones en la oficina de correos?
Cuco: ¿Qué otra explicación podría haber? Hay que abrirla de una vez.
Cuco: Bueno.
Los cuatro se quedan de pie, viendo la caja, esperando a que alguien más la abra. Al ver
que nada sucede se miran mutuamente.
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Martín: (A Cuco) Bueno ¿y qué esperas?
Cuco: ¿Yo?
Alondra: Sí tu…
Alondra: Porque fuiste tu el primero que preguntó por la caja, además de insistir en que
debemos abrirla.
Cuco: Sí, yo insistí, pero eso no significa que yo lo tenga que hacer.
Alondra: ¿Yo?
Alondra: Pues no se, porque… porque… (como inspirada) porque soy la única mujer
aquí.
Martín: Con mayor razón entonces; tiene más sentido, si eres la única mujer, por eso la
debes de abrir tú.
Alondra: ¿Debo de abrirla porque soy mujer? ¿Piensas que soy diferente a ustedes tres
y que por eso debo de abrirla? ¿En qué somos diferentes Martín?
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Martín: No lo sé, pero lo dijiste tu misma: “Porque soy la única mujer aquí”, a tu entender
eso te hace diferente…
Alondra: ¿O sea?
Alondra: Si se trata de que abra la caja el que sea más distinto a los demás, entonces
pienso que la debes abrir tu.
Martín: (Provocándola) ¿Yo? ¿Yo soy más distinto a los demás? ¿Más qué tu misma?
¿Hay algo que no sepamos de ti Alondra? ¿Algo que nos quieras contar a Cuco, a
Palomo y a mí?
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Cuco va a la mesa en donde está la cartera de Martín, donde saca sus credenciales y
revisa.
Cuco: (Leyendo la credencial de Martín) Martín Martínez Padilla; camino de los colibríes
#207, colonia…
Martín: ¡Qué estupidez! No tiene sentido, pero está bien, la abro yo (Se acerca para
abrirla, pero se detiene y recordando algo se dirige a Palomo) ¡La puerta!
Palomo: ¿Cómo?
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Martín: Entonces ¿cómo pudo alguien entrar para dejar la caja?
Palomo: No se. Ya se los dije, cuando llegué la caja estaba ahí, en el mostrador y no
había nadie más
Martín: Si la puerta estaba cerrada con llave, entonces la caja tuvo que venir desde
adentro.
Palomo: ¿Yo?
Martín: Si tu; tu descubriste la caja, pero no has explicado cómo, dices que no viste a
nadie y además no has dicho que es lo que te hace igual a nosotros…
Cuco: El nombre
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Cuco: Que no es mujer…
Cuco: (Va a la mesa y busca entre las cosas que hay ahí) Cartera, cartas, cervezas…
(encontrando un abrecartas) ¡Ah! no se que es pero creo que servirá (lo entrega a
Palomo).
Cuco: Parece un cuchillo de mantequilla pero estoy seguro que no lo es. Aquí no hay
mantequilla.
Palomo: (Dispuesto a abrir la caja y se detiene) ¡Un momento! Esta caja no tiene
nuestros nombres.
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Martín: Eso ya lo sabemos Palomito.
Alondra: (Se asoma para ver) Cierto, no tiene ningún nombre, solamente las dos
direcciones y ninguna es de aquí.
Martín: ¿Y?
Palomo: ¿Cómo “y”? Pues no la podemos abrir. Abrir cajas ajenas debe de ser alguna
especie de delito.
Alondra: ¿Qué?
Martín: ¡Dilo!
Palomo: Sí, ¿por qué no? Con cuidado y sin que nos vean, claro. Podría ser a esa que
está anotada más abajo y al centro.
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Martín: ¿Estás loco? ¿Y qué tal si nos descubren?, ¿eh? Como cartero no podría vivir
con esa terrible vergüenza.
Alondra: La persona que la dejó aquí tuvo suerte de que no lo vieras, si no, la habríamos
denunciado en el acto.
Palomo: (Compungido) Colegas, les ruego que por favor, que por favor me perdonen.
En verdad estoy muy apenado por haberlos metido en este lío.
Palomo: Si esto se descubre será la deshonra para el servicio postal y esta honorable
oficina de correos que hemos defendido durante tanto tiempo.
Martín: No hay tiempo para lamentarse, solo hay que pensar en algo rápido.
Cuco: Propongo que dejemos la caja en donde estaba y que nos olvidemos del asunto,
así, si alguien llegara a preguntar no seremos más que un grupo de carteros jugando a
las cartas, ¿qué les parece?
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Palomo: Si están de acuerdo, ahora mismo iré a dejar la caja en donde la encontré y
que no se hable más. Además, todo esto ya me dio sed, ahora vuelvo.
Martín: Bien.
Palomo sale a dejar la caja; Alondra, Cuco y Martín se sientan a la mesa y se disponen
a jugar. Revuelven las cartas y las reparten, comienzan una nueva partida. Tras una
pausa entra nuevamente Palomo con la caja, misma que deja caer al suelo.
Cuco: ¿Y eso?
Martín: (Sin poner atención pone en la mesa las cartas) Tercia de cuatros.
Martín: ¿Qué hay ahí? ¿No hay que hacer algo con eso; o sí?
Oscuro final.
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