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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ


ESTUDIOS GENERALES LETRAS

TRABAJO INDIVIDUAL

Título: El argumento Pascaliano como un juego de un lenguaje

Nombre: Ciro Alexander Castro Pacheco

Tipo de evaluación: Ensayo

Curso: Epistemología

Profesor: Cesar Escajadillo

Jefe de Práctica: Marlon Rivas

SEMESTRE 2017-1
Problema:

Blaise Pascal, un filósofo de la modernidad, expone por qué deberíamos creer en Dios
de esta forma: "¿Por qué no creer en Dios? Si usted cree y resultara estar equivocado, no
habrá perdido nada. Pero si usted no cree y llega a ser malo, usted pierde todo. ¿No será
más seguro creer?" Considera que creer en Dios es una apuesta segura a hacer, puesto
que, cuando uno muera, si Dios existe, será recompensado con felicidad absoluta.
Además, sugiere que esta es la única vía para afirmar la existencia de Dios, vía la razón
será algo imposible. Evalúa este argumento respondiendo a si esta creencia en la
existencia de Dios es compatible con tener un juego de lenguaje (sistema de certezas)
según Wittgenstein. Además, compare esta propuesta con la idea de Clifford de que no
podríamos tener creencias sin evidencia suficiente para creerlas.

Postura (Respuesta de pregunta a elegir)

El argumento de la creencia como apuesta segura, en la existencia de Dios, de Blaise


Pascal es analizable como un juego del lenguaje según Wittgenstein.

Ensayo

Imaginemos el siguiente escenario: “Bobby es un estudiante del curso de epistemología,


y cuenta con un sentido del humor bastante desarrollado, aunque a veces latoso. Un día,
saliendo de clases le pregunta a su compañera Susy, la chica más aplicada del salón,
acerca de si podría prestarle su examen parcial en el que ella había sacado un puntaje
alto. Susy saca su examen y comienza a explicarle muy amablemente sus respuestas,
acto seguido, Bobby se regresa a su lugar dejando sola a su compañera. Esta le reclama
por su comportamiento, y Bobby le aclara que solo le preguntó por algo mas no le
solicitó que efectuara algún acto relacionado con la respuesta. Susy había caído en otras
de las bromas pesadas de Bobby”. Con esta situación busco ilustrar la diferencia entre
creencias que asumen un contexto y otras que no lo hacen. En otras palabras, mientras
Susy entendió por la pregunta de Bobby que le ayudara a encontrar la respuesta correcta
en el examen de epistemología y este también hubiese entendido lo mismo de no ser su
intención la de hacer una broma; su compañero depuró su pregunta de todo contexto y
la volvió meramente formal o literal, que implicaba solo una respuesta de la misma
naturaleza. Esta dinámica es a lo que Ludwig Wittgenstein denomina “juegos del
lenguaje”, un conjunto de reglas tácitas (creencias) que rigen el actuar dentro de una
situación comunicativa. Aquí entiende por “creencia” lo mismo que Charles Peirce:
“guían nuestros deseos y conforman nuestras acciones […] pasa lo mismo con toda
creencia, según su grado”. Sin embargo, se distingue en que para Wittgenstein hay dos
tipos de creencias. El ejemplo indica, pues, en qué medida hay creencias que no se
cuestionan, digamos con un status de certeza, aquellas de las que se siguen otras
creencias o acciones. Así, para Susy era costumbre que sus compañeros le preguntasen
por si le podía ayudar a entender su respuesta en exámenes pasados. De ahí la creencia
de que cada vez que le preguntasen por su examen ella debía de explicarlo. Esta sería la
certeza que valida su comportamiento posterior como un acuerdo implícito, en cada
situación similar, entre el emisor y ella.

A continuación pasaré a profundizar en esto último. En primer lugar, el hecho de que


para Wittgenstein la certeza no es parte del conocimiento sino fundamento del mismo.
Estos fundamentos pueden, o no, ser formulados proposicionalmente mas no pueden ser
calificados de verdaderos o falsos. No son objeto de justificación alguna, sino que
justifican otras creencias derivadas de estas. La certeza es, pues, aquello de lo que
estamos seguros y no podemos poner en duda, al menos dentro de un contexto. En
segundo lugar, es importante tener en cuenta que los juegos del lenguaje son la
consecuencia necesaria de nuestras prácticas contextuales. A su vez formado por
cualquier creencia derivada de nuestras certezas y estas mismas. Estas últimas pueden
considerarse nuestra base epistémica casi por definición, en vista de que son el medio
por el cual sostenemos un conocimiento sin correr el riesgo de que sea falseable o
verificable. El peligro de que nuestra base epistémica no se “ancle” en una certeza, sería
equivalente a descontextualizar muchas creencias derivadas. Asimismo, las certezas con
las que contamos son la base psicológica de nuestra capacidad de creer y dudar, entre
otros estados mentales. Evidentemente, si no contamos con la seguridad o invariabilidad
de ciertos estatutos de la realidad que nos envuelven, no podríamos tomar decisiones
bajo ningún caso. Cuestión que interrumpiría nuestro quehacer cotidiano. En suma,
hasta aquí, el escenario propuesto ha sido evaluado en términos de Ludwig
Wittgenstein, quién desarrolla conceptos como “juegos del lenguaje” y “certezas”.

De lo anterior, podemos abordar el argumento pascaliano sobre la (in)existencia de


Dios. Sin embargo, para hacer una justa evaluación de este es prioritario reconstruirlo,
identificar sus supuestos y analizarlos de una forma detenida. A continuación una
formulación formal del razonamiento que sigue Pascal:

P1 Bajo ninguna forma es demostrable la (in)existencia de Dios


P2 La veracidad del conocimiento que es indemostrable es objeto de apuestas
C1 La creencia en la (in)existencia de Dios es una apuesta
P3 Si C1 es verdadera, se gana cuando se apuesta a la creencia que más nos convenga
C2 Podemos creer, en un sentido psicológico al menos, en la (in)existencia de Dios si
esta nos conviene
P4 Si existe Dios y se cree en Él, obtenemos felicidad eterna
P5 Si no existe Dios y se cree en Él, no obtenemos ni castigo ni recompensa
P6 Si existe Dios y no se cree en Él, obtenemos castigo eterno
P7 Si no existe Dios y no se cree en ÉL, no obtenemos ni castigo ni recompensa
C3 La creencia que gana la apuesta es P4

Evidentemente, Pascal no pretende discutir la cuestión teológica a través de argumentos


racionales, empíricos o de “revelación religiosa”, sino en términos utilitarios (C2).
Puede resultar conveniente, pues, para nuestras psicologías contar con “la (in)existencia
de Dios” como un respaldo de nuestras acciones. Nos resolvería los ambages al tomar
decisiones en nuestra cotidianeidad, como mencionamos anteriormente. Abandonando
toda posibilidad de considerar adecuado actuar de manera en que un Dios, o la carencia
de este, lo requiera. Así esta primera observación nos tienta a identificar al argumento
pascaliano con un juego del lenguaje. De modo que una certeza de este tipo es un
requisito previo de cualquier agente que sea afín al argumento de Pascal. En la medida
en que alguien reniegue de la naturaleza utilitaria de las creencia, y le otorgue, por
ejemplo, un sentido ético, como veremos más adelante, no podrá aceptar la verdad que
le ofrece C2.

Como segunda observación, el objetivo de Pascal parece ser demostrar que se puede
creer de una manera “segura” en C3. No obstante, la conclusión de Pascal no puede ser
estrictamente una certeza puesto que para esto no tendría que ser objeto de justificación,
precisamente la que él da. Por el contrario, C1 no es cuestionada en ningún momento
por su razonamiento. Esto se explica porque cualquier persona que simpatice con lo
dicho por Pascal se está comprometiendo con P1, lo cual otorga significado contextual
al resto del argumento. Es decir, por ejemplo, Bobby tendría que rechazar primero toda
posibilidad de verificar o falsear la existencia de Dios para aceptar que esta creencia
será una apuesta. La certeza pasa de la demostración a la apuesta. Hasta aquí hallamos
el fundamento certero que requiere todo juego del lenguaje, haría falta identificar si
tiene efectos en las acciones o creencias de las personas en contextos comunicativos. En
ese sentido supongamos que Bobby simpatiza con el argumento de Pascal y aunque es
difícil de ser fiel a la propuesta original de Pascal también habríamos de suponer que
sea el Dios cristiano del cual hablamos. ¿Qué podría hacer Bobby que se siga de P1? No
solo tendría que estar convencido de la seguridad, en tanto creencia, de P1 sino también
de que las acciones que lleve a cabo estarán correctamente justificadas. Así, Bobby
rezará a un Dios, sin una investigación que requiera de mayores esfuerzos para obtener
“evidencia suficiente” que justifique sus creencias.
Ahora bien, aunque es objeto de debate de la ética de la creencia, o de la ética general,
la naturaleza del “derecho a la creencia”, es posible aunar a nuestro ensayo un enfoque
que se contrapone a las certezas de quien aceptaría la apuesta de Pascal. Para esto
recurriremos a Bobby y a nuestra imaginación una vez más: “Sussy y Bobby acaban de
viajar a Europa para hacer una maestría en neurociencias, poco después se desata la 3ra
Guerra Mundial. El clima político europeo, pues, nos hace recordar a los nacionalismos
de la primera mitad de S. XX. Los discursos de todo tipo y una gran cantidad de medios
de comunicación discurren negativamente del “enemigo-nacional” respectivo. En este
contexto, Bobby tiene la creencia de que los alemanes merecen la muerte (P), y es tal su
convicción que abandona sus estudios para enlistarse en la armada francesa. Pero antes
decide invitar a todos a tantos amigos como le sea posible a hacer lo mismo. Sussy
acepta la invitación, por tanto, la creencia P, tras la reiteración constante de otros amigos
como Bobby en su universidad. Sussy y Bobby llegan a Berlín entre los pelotones
victoriosos, pero ya habían conocido a cierta cantidad de alemanes personalmente.
Porque los habían interrogado como prisioneros de guerra, y no concordaba con las
descripciones dadas por los medios de Francia. Ahora, ambos se arrepiente de haber
creído P sin haber tenido evidencia suficiente de ello”. En este caso hipotético, aunque
basado en la historia de la humanidad, pretendo mostrar cuan implicada puede estar la
convicción en nuestras creencias cuando tomamos decisiones. Queda claro que los
estudiantes son responsables moralmente de sus acciones. Pero, qué diríamos acerca de
las creencias que las orientaron. Es obvio que no tenían mayor justificación que el
testimonio de unos cuantos personajes políticos y las publicaciones mediáticas del país
involucrado en el conflicto. W. Clifford enfatiza en este punto, pues piensa que “creer
algo basándose en una evidencia insuficiente es malo siempre, en cualquier lugar y para
todo el mundo.” Pese a que suena exagerada esta propuesta, para nuestros propósitos, la
aceptaremos parcialmente.

A continuación pasaré a deslindar lo que a mi criterio es rescatable de la postura


cliffordiana, de lo que no. Ciertamente, en la medida en que una creencia es aceptada,
por lo menos por una persona, esta puede ser difundida entre los individuos fácilmente a
pesar de ser falsa y posiblemente inmoral. Así, Bobby convenció a Sussy de P, asunto
que los llevó a contribuir a una guerra, a asesinar a otros. De la misma manera, Clifford
propone que deberíamos desconfiar de las fuentes de conocimiento testimoniales,
incluyendo las que posean “autoridad”. Entiendo por “autoridad epistémica” como el
conocimiento emitido por un político en una Asamblea Constituyente, un Químico en
una destilería petrolera o un sociólogo en un análisis de la brecha de género en una
determinada ciudad, entre otros ejemplos. Me comprometo con esta afirmación, pero
admito las limitaciones de la caracterización que hace Clifford de los criterios de
indagación sobre el conocimiento testimonial:

a) Veracidad: que alguien diga la verdad hasta donde se la conoce


b) Conocimiento: que alguien tenga la oportunidad de conocer la verdad
c) Juicio: que alguien haga un uso adecuado de estas oportunidades.

Según esta ética de la creencia solo tendríamos derecho a creer en alguien que no
miente ni es impreciso sobre lo que afirma, que previamente haya demostrado esto con
“evidencia suficiente” y que pueda demostrar lo mismo a cualquier otra persona. Por lo
anterior entiendo un concepto objetivista de la “evidencia” para Clifford: “Dejando a un
lado tal tradición, puesto que ha sido transmitida sin que se la compruebe durante
sucesivas generaciones, consideremos aquella que ha sido construida verdaderamente a
partir de la experiencia común de la humanidad [el conocimiento científico]” (1877:
121). Por razones prácticas todas nuestras creencias no podrían ser comprobadas de esta
manera. No necesitamos, y postulo que no debemos en un sentido ético, aprender de
bio-química para creer que nuestro jabón de baño es anti-bacterial o en físicos para creer
que mi TV realmente tiene una definición HD. Sin embargo, una ética de la creencia
que proponga ser escéptico sobre cuestiones que no sean privadas, como las anteriores,
sino públicas (guerras, elecciones gubernamentales, seguridad de una infraestructura,
etc.) será la ración del argumento cliffordiano que asiré para hilvanar mi análisis a la
apuesta de Pascal.

Como ya habíamos dicho, la certeza de Pascal yace en C1: La creencia en la


(in)existencia de Dios es una apuesta. C1 contraviene directamente lo que para Clifford
debería caracterizar a una creencia correcta, a saber, acompañada de evidencia
suficiente. Pero para nosotros, C1 solo sería incorrecta en la medida en que se
demuestre que las creencias y acciones que tengan por consecuencia sean un asunto
público. Bobby, por ejemplo, quién reza todas las noches a un Dios en el que cree por
una apuesta, ¿tendría creencias incorrectas derivadas a un espacio público? Sabemos,
por ejemplo, de guerras o acciones terroristas inspiradas en la existencia de un
determinado Dios. En consecuencia, no solo sería una creencia inmoral en el sentido
puramente cliffordiano sino por una ética de la creencia mucho menos radical como la
que hemos construido.

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