(Reseña) El texto, Dar a leer… Quizá, de Jorge Larrosa se presenta como un texto de tipo propositivo, que presenta una postura problematizadora del lenguaje, la lectura e indirectamente la escritura, basándose en diferentes autores de carácter poético y filosófico para sostener la premisa que conduce su texto. Antes de plantear su posición, el autor se remite a fragmentos de poesía, para llegar a la premisa principal, “Dar a leer… Quizá”, donde, prefiere primeramente solo enunciar el “quizá”, y continuar desarrollando el “Dar a leer”. Inicialmente, Larrosa (2006) problematiza la expresión y se plantea una pregunta , ésta es: ¿Cómo hacer para que la lectura vaya más allá de esa comprensión aproblemática, demasiado tranquila, en la que sólo leemos lo que ya sabemos leer?, en seguida halla la respuesta, se trata de un hacer en forma de interrupción, es decir, si no se interrumpe un uso normal de la lengua, ésta solo se entiende desde lo ya adaptado a esquemas previos de comprensión. Se trata entonces de “dar a leer” desde una ilegibilidad de lo que ya conocíamos, y encontrábamos cómodo en el lenguaje. Dar a leer, dar a pensar; así el autor continúa con esta analogía, tomada desde un gesto filosófico, donde “lo que ya sabemos se nos da como lo que hay que pensar… Dar a leer (lo que aún no sabemos leer): dar a pensar (lo que aún no pensamos).” (Larrosa, J. 2006, p. 25) Posteriormente se ejemplifica “lo que aún no sabemos leer” tomando a Barros, en tanto el poeta que aspira al texto casto y virgen, y “lo que aún no pensamos” tomando a Jankélévitch en tanto el filósofo que busca un discurso ilegible, que trastorna el lenguaje, que hace aflorar de él cuestiones escondidas llevándolas hasta el extremo de lo impensable. Ahora bien, el autor se remite a textos de carácter filosófico donde busca ejemplificar lo dicho anteriormente, problematizando en sí misma la expresión “Dar a leer” que encuentra el leer como un tipo de oscuridad y el dar, como una imposibilidad. Y así si se lee desde dicha oscuridad de leer lo que no se sabe, esta acción en si misma se torna una experiencia: La experiencia de la lectura. “La expresión "dar a leer" contiene la relación entre la experiencia de la lectura y la ética del don.” (Larrosa, J. 2006, p. 27) ésta última respecto a esa imposibilidad de dar, que la constituye en sí misma: Dar lo que no se tiene. En consecuencia, la expresión problematizada Larrosa, J. (2006) la define como “ dar las palabras sin dar al mismo tiempo lo que dicen las palabras. O, mejor, interrumpiendo todas las convenciones que nos hacen dar a leer lo que ya tenemos como propio, lo que ya sabemos leer.” Supuesto esto, se añade el punto de vista de la pasión, transformándose en “La pasión de dar a leer” que da luz a quien lo hace, puesto que quien da a leer, será un sujeto pasional, que para ser así, deberá suspender toda voluntad de dominio, toda propiedad, todo proyecto, todo saber, todo poder y toda intención, que se impulsa desde la generosidad y la desapropiación del sujeto que da a leer. Se inscribe ahora un nuevo término para el escritor, a saber, la comunicación, donde el autor luego de ciertas elaboraciones concluye que no es el escritor quien da a leer, sino la escritura misma, que a su vez desaparece a quién escribe y éste se desposee de sus palabras, por ende “da lo que no tiene, lo que no sabe, lo que no quiere, lo que no puede... nada que dependa de su saber, de su poder o de su voluntad... nada que le sea propio.” (Larrosa, J. 2006, p. 29) En seguida, Larrosa habla del lector que a su vez da a leer, dándole el nombre de maestro de lectura, que entiende de nuevo la comunicación, pero ésta vez desde una perspectiva de mediación, entre lo ya recibido y lo dado, para el autor, el maestro de lectura aprende para enseñar y enlaza la pasión de aprender y enseñar. Larrosa encuentra en Lévinas, ésta relación dada como un estallido, es decir, la transmisión como un estallido, que abre la posibilidad de la invención y la renovación, responsabilizándose tanto de las palabras que da, respetándolas y protegiéndolas y a su vez exigiendo una lectura rigurosa e indecidible de ellas, y responsabilizándose del nuevo lector al que transmite; sin embargo lo que el maestro de la lectura, da a leer aquí, tampoco le pertenece, es decir, le es ajeno. Por último, el autor toma el término que inicialmente había pospuesto, el “quizá”, como una figura de discontinuidad, precedida por una espera representada en los puntos suspensivos; dicha discontinuidad da cuenta de el por-venir de la acción a la que le procede, es decir, “dar a leer”, y también un quizá desde una perspectiva de fecundidad, donde la palabra necesita darse desde nuestra propia palabra, sin embargo, de nuevo, sin apropiarse de ella. “Dar a leer… quizá” Referencias bibliográficas: Larrosa, Jorge (2006) Dar a leer… quizá. En: Asolectura de Antología#5. pp, 25-33.