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Investigaciones Fenomenológicas, n. 8, 2011,217-224.

e-ISSN: 1885-1088

JOSÉ ORTEGA Y GASSET, JOSÉ GAOS, JOAQUÍN XIRAU,


L. EULOGIO PALACIONES, AGUSTÍN SERRANO DE HARO.

CUERPO VIVIDO
MADRID, ENCUENTRO, 2010, 168 PP.

por Marta Jorba i Grau

El presente libro es una muestra sentido, objetivo y estructura del


de las ideas de cinco fenomenólogos mismo. La exposición del contexto
alrededor del tema del cuerpo vivi- de cada ensayo junto con los deta-
do. Por orden de aparición, encon- lles biográficos de los cuatro prime-
tramos “Vitalidad, alma y espíritu”, ros autores contribuyen a ello. Cabe
de José Ortega y Gasset; “La cari- destacar que los cinco textos forman
cia”, de José Gaos; “Presencia del una unidad no sólo por el tema sino
cuerpo”, de Joaquín Xirau (traducido por el hecho de ser producciones de
del catalán al castellano); “El rostro la fenomenología española; los pri-
y su anulación”, de Leopoldo- meros cuatro se publicaron con an-
Eulogio Palacios y, finalmente, terioridad a la presente edición, en
“Atención y dolor. Análisis fenome- los años 1925, 1945, 1946 y 1965
nológico”, de Agustín Serrano de respectivamente, mientras que el
Haro, responsable también de la último aparece por primera vez en
edición y de la presentación del li- este volumen.
bro. Dada una posible primera im- Si hay un aspecto común espe-
presión de heterogeneidad entre los cialmente relevante entre los ensa-
textos, autores e incluso tiempo yos del libro —por otro lado, muy
histórico, la presentación del libro diferentes entre sí— es la voluntad
resulta iluminadora para apreciar el de describir fenomenológicamente el
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cuerpo o algunos aspectos de éste. suyo no puede ser, según él, “o lo


La tarea que claramente se propone uno, o lo otro”; es “lo uno y lo otro”,
la fenomenología en contraste con en síntesis e integración. Como su
otras aproximaciones al tema es la título indica, el ensayo se mueve
de mostrar los fenómenos tal y co- entorno a tres nociones básicas de
mo se nos aparecen, tal y como los esta intimidad, que describen tres
vivimos o experienciamos. La expe- grandes regiones de la personali-
riencia de nuestro cuerpo es de un dad: la vitalidad, el alma y el espíri-
orden que difícilmente se deja expli- tu. Se trata de conceptos descripti-
car por teorías científicas que toman vos y no de hipótesis metafísicas,
el cuerpo como algo objetivado, como remarca el autor. Ortega par-
como un objeto más en el mundo. te de la constatación de la diferente
La fenomenología no rechaza las experiencia que tenemos del cuerpo
explicaciones científicas u objetiva- “desde fuera” y “desde dentro”,
doras sobre el cuerpo, simplemente pues el hombre es un ser que tiene
niega que este tipo de explicaciones conocimiento desde ambas perspec-
sea el apropiado para mostrar la tivas, del mismo modo que andar
experiencia que tenemos del cuer- tiene una significación muy distinta
po, del cuerpo en tanto que vivido. según sea mío el andar o de alguna
Y esta experiencia tiene múltiples otra persona (cabe destacar aquí la
facetas, algunas de las cuales se agudeza del análisis orteguiano del
intentan describir en este libro. fenómeno del andar). El cuerpo “vis-
El primer ensayo, de José Orte- to desde dentro” es lo que llama
ga y Gasset, es fruto de dos confe- “intracuerpo”, y obviamente no es
rencias de 1925 y constituye un un objeto visual como el extracuer-
primer acercamiento al problema del po. El intracuerpo viene a ser el
cuerpo desde la voluntad de “dibujar marco dentro del cual todo aparece,
una gran topografía de nuestra in- y tiene una importancia fundamen-
timidad” (17). Sus reflexiones inten- tal en la arquitectura de la persona
tan rehuir la dicotomía ontológica humana, por cuanto es indicativo de
entre alma y cuerpo, apuntando las raíces de nuestro carácter. El
más bien a un “alma corporal”, a un caso del neurasténico, descrito con
alma en continuidad con el cuerpo, cierto detalle, conduce a Ortega a la
que denomina “vitalidad”. El lema pregunta sobre cómo la atención se
de la época que Ortega ve delante vuelve hacia lo íntimo y a la con-

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templación del propio interior, nantes en ellas. Esta parte constitu-


cuando normalmente va hacia fuera. ye el final del ensayo.
La anomalía en la fisiología vuelve la El segundo texto es “La caricia”,
mirada hacia el cuerpo interior, en de José Gaos, cuyo origen son dos
un movimiento que, a mi modo de capítulos de su libro Dos exclusivas
ver, recuerda la conocida idea hei- del hombre: la mano y el tiempo,
deggeriana de que la disfunción de del año 1945. En una aproximación
un cierto proceso cotidiano puede típicamente fenomenológica, la cari-
poner de manifiesto las estructuras cia no es vista por Gaos como un
subyacentes al mismo. En la segun- simple gesto corporal —aunque
da sección del texto, Ortega intro- también lo sea— sino que el autor
duce la noción de “espíritu” como el explora su significación propia como
centro último y superior de la per- vivencia estrictamente humana. La
sona, del “yo”. Constituyen el espíri- caricia se presenta como un movi-
tu vivencias como el pensar y el miento expresivo o una expresión
querer. Entre la vitalidad y el espíri- de la mano, que es lo que acaricia y
tu encontramos el alma, la región define en primer lugar el fenómeno
de los sentimientos y emociones, como tal. Es tal la relación de la ca-
deseos, impulsos y apetitos. Es ca- ricia con la mano que Gaos llega a
racterístico del espíritu el que los decir que es precisamente la posibi-
fenómenos no ocupen tiempo; pen- lidad de acariciar lo que constituye
sar y querer son actos puntuales, la mano en cuanto tal. Mediante
mientras que deseos y sentimientos distinciones como hacer una caricia,
son líneas afluyentes. Son afeccio- acariciar y hacer caricias, Gaos va
nes mías, pero no son “yo”, destaca ganando descriptivamente el fenó-
el pensador. En cada región hay un meno como expresión del tacto por
“yo” propio, y es parte del análisis el partida doble: “es sensación táctil
estudio de sus relaciones. Estas tres interna del sujeto que acaricia, y
regiones le sirven para interpretar mediante el acariciar experimenta el
los diferentes aspectos de las con- sujeto sensación táctil externa del
cepciones históricas, desde Grecia objeto acariciado” (54). Entre los
hasta nuestros días, según las rela- rasgos esenciales de la caricia en-
ciones que se den entre estas tres contramos la suavidad, la lentitud,
regiones y los elementos predomi- la tendencia a la repetición, el nece-
sario consentimiento del otro, el

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requerimiento de un objeto —ya sea parte de lo espiritual parece que


el objeto uno mismo u otra perso- ésta consigue un estatuto suficien-
na— y unos objetivos bastante cla- temente digno para que la filosofía
ros: consolar, implorar, expresar o se ocupe de ella. En el lenguaje de
provocar afecto y placer, etc. Gaos Gaos, la caricia es donde el hombre
descarta la caricia como algo sexual se trasciende a sí mismo y va más
y la caracteriza como un aspecto allá de lo animal que hay en él. Nos
extrasexual o suprasexual y, de este podemos preguntar, así, si la caricia
modo, la caricia no es, como se no pierde más bien su especificidad
podría pensar, lo sexual en lo no cuando, para “salvarla del terreno
sexual —otros tipos de amor—, sino de lo animal”, si se me permite la
lo no sexual en lo sexual. Nos en- expresión, se la ubica en la región
contramos aquí ante un detallado espiritual. ¿O es que, acaso, sólo
análisis de un fenómeno poco estu- encontramos fenómenos dignos de
diado, incluso en el seno de la co- descripción entre lo espiritual del ser
rriente fenomenológica. La precisión humano? En su intento de dignificar
de sus descripciones y la originali- el fenómeno, Gaos quizá lo pierde
dad de las mismas hacen de él una en lo que podría tener de más
pieza valiosa del proyecto de una auténtico. El resultado parece ser
fenomenología del cuerpo y sus di- una sobreintelectualización del
versas dimensiones. Uno podría fenómeno. Una consecuencia de
pensar que el teorizar sobre la cari- este aspecto comentado es que la
cia es un modo de ensalzar cierto caricia se describe como un fenó-
fenómeno corporal sobre el que los meno que se da estrictamente entre
filósofos han pasado de puntillas o seres humanos. Es vista desde una
no consideraron suficientemente perspectiva que por sus mismas
relevante. Fijarse en él implicaría, características intrínsecas niega la
pues, dar cierto estatuto al cuerpo, posibilidad de formar parte de rela-
a la carne. Pero bajo las descripcio- ciones ser humano-animal o animal-
nes de Gaos está funcionando siem- animal —posibilidad que parece difí-
pre la división entre partes inferio- cil de negar. Claro está que el tipo
res (relacionadas con lo corporal de caricia no estrictamente entre
físico y sexual) y superiores del humanos deberá ser descrito de
hombre (alma, espíritu, etc.); y me- manera un tanto diferente, pero
diante la ubicación de la caricia de

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resulta al menos contraintuitivo ne- Es por esto que la personalidad se


gar su existencia. muestra a través del cuerpo y de los
El tercer texto del presente libro diferentes tipos de cuerpo (las dife-
es “Presencia del cuerpo”, una tra- rencias aquí entre los cuerpos de
ducción castellana del original ca- bailarines, boxeadores, poetas,
talán de Joaquín Xirau publicado por hombres de negocios, etc., resultan
primera vez en 1946. Quizá sea éste llamativas). Según el filósofo ca-
el texto más poético entre los cinco, talán, la vivencia del propio cuerpo
donde abundan las metáforas, las está atravesada por una tensión
concatenaciones de nombres y cali- entre presencia y ausencia, resis-
ficativos y, en general, las ricas des- tencia e insistencia, penetración
cripciones a fin de llegar a com- mutua de lo interior y lo exterior —
prender la inmediatez del cuerpo aspectos que Xirau trasmite con la
vivido y su presencia. Es un texto ayuda de un estilo rápido y directo
escrito enteramente desde reflexio- en el lenguaje.
nes en primera persona, aunque no El cuarto ensayo se titula “El
referidas al autor como sujeto indi- rostro y su anulación” y Leopoldo-
vidual, sino en la voluntad de uni- Eulogio Palacios mostró en él, en el
versalización propia de la fenomeno- año 1965, la importancia de este
logía. Xirau contrapone claramente “espejo del alma” que es el rostro,
la concepción del cuerpo físico de porque en el rostro se asoma lo in-
los médicos, científicos, etc., a la terior, el alma. El rostro o semblan-
propia vivencia que tenemos de él, te es aquel aspecto del cuerpo
en una actitud propiamente feno- humano que va más allá de la cara
menológica, como ya hemos señala- como tal, es una cualidad distintiva
do. Y esta vivencia no es dicotómi- de cada ser humano. La individuali-
ca, entre alma y cuerpo, como tam- dad del rostro es una característica
bién Ortega y Gaos dicen, sino que esencial que permite señalar a un
es más bien “alma encarnada” o ser humano concreto, frente a la
“cuerpo espiritual”, en unidad indi- descripción general indirecta por
soluble. El cuerpo como presencia medio de conceptos (animal racio-
es el lugar en el que el yo se mani- nal, etc.). Palacios lo ejemplifica con
fiesta, pero cuerpo y yo no constitu- un experimento mental que nos po-
yen entidades separadas sino que ne en una situación hipotética de
son dos caras de la misma moneda. una isla en la que todas las perso-

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nas tienen el mismo rostro. Son Haro y aparece por primera vez en
múltiples los problemas que surgen este volumen. Como “por razones
entre ellas por la imposibilidad de obvias” (12) el autor no se extiende
distinguirse entre sí. Un rasgo dis- en comentar su propio texto, quizá
tintivo del rostro es que sólo puede sea todavía más pertinente que en
ser visto y no puede verse a sí mis- los otros textos la tarea de presen-
mo; en esta imposibilidad de cono- tarlo. El autor parte de la necesidad
cer el propio rostro (o conocerlo sólo de ofrecer una fenomenología rigu-
indirectamente a través de un espe- rosa del dolor físico, constatando
jo, quizá) radica la miseria social del cierta ausencia de este tipo de
ser humano: mi rostro pertenece a aproximaciones en la literatura. Pa-
los otros y al juicio que los otros ra hacerlo, motiva la idea del papel
formen a partir de él sobre mí. Sus fundamental que juega la atención
palabras así lo expresan: “el rostro, en la experiencia del dolor corporal,
máxima insignia de nuestra identi- pues en general se puede decir que
dad, es un documento público que el dolor físico tiene cierto poder so-
pertenece a todos, menos al que lo bre la atención, la reclama de algún
lleva” (109). Paradójicamente y co- modo, frente a lo que ocurre con
mo muestra el experimento de la otras experiencias. El dolor afecta
isla, el rostro no es sino la condición de suyo a las vertientes atenciona-
de posibilidad de lo social y racional. les involucradas. Ésta es la peculia-
Una vez analizados los aspectos ridad fenomenológica a partir de la
constitutivos del rostro, el autor lo cual se estructura la descripción.
compara con las nociones de másca- Basándose en la caracterización de
ra, fotografía, pintura, cine, etc., y la atención que Husserl desarrolla
extrae conclusiones de corte estéti- en diferentes textos, describe el
co. En estos medios el rostro se presente de consciencia a partir de
anula en cuanto rostro auténtico y cuatro dimensiones: el foco de in-
deviene otro tipo de fenómeno. Es terés, la co-atención —descrita me-
destacable la aportación de Palacios tafóricamente como un cono de
en un tema frecuentemente tratado luz—, el fondo u horizonte y el mar-
en la literatura fenomenológica. gen atencional. Estas dimensiones
El último ensayo, “Atención y “no se superponen entre sí como
dolor. Análisis fenomenológico”, co- pisos separados o capas geológicas,
rre a cargo de Agustín Serrano de sino que se sostienen unas a otras y

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están en constante comunicación pasa a formar parte de un plano de


por las confluencias, congruencias, consciencia secundario pero, en to-
interferencias, de lo que ellas traen do caso, existente. Cabe destacar el
a la experiencia” (126). El autor preciso y cuidadoso análisis de Se-
describe diferentes tipos de dolor a rrano de Haro acerca del dolor cor-
partir de la relación del papel que en poral, la atención y su relación con
ellos juegan estos diversos modos el cuerpo. Parte del rigor fenome-
atencionales. Por otro lado, la mis- nológico consiste en el hecho de no
ma peculiaridad fenomenológica dar por supuestas ciertas ideas
mencionada apunta a la problemáti- acerca del tema del que se ocupa,
ca del cuerpo como plano cero de sino proceder a través de lo que
orientación, como un estar “entre” parece mostrarse en la experiencia
los otros planos atencionales que se del dolor y tomarlo con la suficiente
hace presente sin necesidad de pre- precaución terminológica. El texto
sentación atencional. El análisis no se enriquece así con numerosos
pretende dar como resultado una ejemplos, tanto del propio autor
taxonomía de los dolores ni una cla- como tomados de descripciones de
sificación exhaustiva de la correla- otros escritores, no necesariamente
ción dolor-atención (dado que hay filósofos; y de este modo, como él
otros elementos involucrados en tal mismo dice, encuentra descripciones
relación), sino más bien destacar los in individuo de lo que busca in spe-
tipos fenomenológicamente intere- cie.
santes con respecto a los modos de
atención. Así, Serrano de Haro des- Hasta ahora he presentado cada
cribe el dolor invasivo, el dolor te- texto y he destacado aquellos pun-
naz, el dolor conllevado y el dolor tos que, según mi opinión, resultan
leve. El punto límite para la descrip- relevantes para su comprensión y
ción del dolor sería un dolor incons- valoración. Sin embargo, creo nece-
ciente, que pasara totalmente inad- saria una observación común res-
vertido —posibilidad defendida por pecto a los ensayos de Ortega y de
algunos autores y que el autor niega Gaos, pues son bastantes los co-
explícitamente, pues parece feno- mentarios desafortunados acerca de
menológicamente más adecuado las mujeres, propios de una visión
decir que el dolor puede ser muy poco rigurosa de las diferencias de
débil o estar tan desatendido que género. Ortega y Gaos se dirigen al

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lector desde una perspectiva clara- femenino pero poniendo a estos co-
mente androcéntrica. Resulta de lectivos como “lo otro” de la des-
difícil defensa argumentar que el cripción. Se encuentra en una en-
“hombre” del que hablan es el gené- crucijada cuando asocia la caricia a
rico plural, que abarca hombres y lo más humano y ve como de aquí
mujeres, pues las mujeres aparecen se impone la conclusión de que el
en varias ocasiones como “el otro”, niño y la mujer serían más humanos
como un punto de diferenciación en que el adulto y el varón (73), vién-
el cual las categorías descriptivas dose forzado a preguntarse: “¿o
funcionan de manera diferente que será que las frecuentes caricias de
en el hombre. Muestra de ello son niños y mujeres son falsas caricias
afirmaciones de Ortega tales como en la mayoría de los casos?” (ib.).
“si, entre los adultos, comparamos a Por tanto, por estos ejemplos y
la mujer con el hombre, fácil es por otros semejantes que aparecen
convencerse de que en aquélla pre- en estos textos, creo que ciertas
domina el alma, tras de la cual va el descripciones fenomenológicas del
cuerpo, pero muy raramente inter- libro están cargadas de una ideolog-
viene el espíritu” (43); o “la mujer ía determinada y constituyen una
tiene más vida interior y así más visión sesgada del cuerpo vivido. El
sensibilidad para el dolor físico” hecho de que estas visiones sean
(25). El “hombre” general parece fruto de su época no justifica que
ser, pues, enteramente el específico puedan ser vistas como neutras y
masculino, y no el ser humano en como válidas en general, sin cons-
general. El ensayo de Gaos ejempli- ciencia del sesgo que implican para
fica la misma idea cuando sitúa la la propia tarea fenomenológica.
caricia del lado de lo infantil y lo

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