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e-ISSN: 1885-1088
CUERPO VIVIDO
MADRID, ENCUENTRO, 2010, 168 PP.
nas tienen el mismo rostro. Son Haro y aparece por primera vez en
múltiples los problemas que surgen este volumen. Como “por razones
entre ellas por la imposibilidad de obvias” (12) el autor no se extiende
distinguirse entre sí. Un rasgo dis- en comentar su propio texto, quizá
tintivo del rostro es que sólo puede sea todavía más pertinente que en
ser visto y no puede verse a sí mis- los otros textos la tarea de presen-
mo; en esta imposibilidad de cono- tarlo. El autor parte de la necesidad
cer el propio rostro (o conocerlo sólo de ofrecer una fenomenología rigu-
indirectamente a través de un espe- rosa del dolor físico, constatando
jo, quizá) radica la miseria social del cierta ausencia de este tipo de
ser humano: mi rostro pertenece a aproximaciones en la literatura. Pa-
los otros y al juicio que los otros ra hacerlo, motiva la idea del papel
formen a partir de él sobre mí. Sus fundamental que juega la atención
palabras así lo expresan: “el rostro, en la experiencia del dolor corporal,
máxima insignia de nuestra identi- pues en general se puede decir que
dad, es un documento público que el dolor físico tiene cierto poder so-
pertenece a todos, menos al que lo bre la atención, la reclama de algún
lleva” (109). Paradójicamente y co- modo, frente a lo que ocurre con
mo muestra el experimento de la otras experiencias. El dolor afecta
isla, el rostro no es sino la condición de suyo a las vertientes atenciona-
de posibilidad de lo social y racional. les involucradas. Ésta es la peculia-
Una vez analizados los aspectos ridad fenomenológica a partir de la
constitutivos del rostro, el autor lo cual se estructura la descripción.
compara con las nociones de másca- Basándose en la caracterización de
ra, fotografía, pintura, cine, etc., y la atención que Husserl desarrolla
extrae conclusiones de corte estéti- en diferentes textos, describe el
co. En estos medios el rostro se presente de consciencia a partir de
anula en cuanto rostro auténtico y cuatro dimensiones: el foco de in-
deviene otro tipo de fenómeno. Es terés, la co-atención —descrita me-
destacable la aportación de Palacios tafóricamente como un cono de
en un tema frecuentemente tratado luz—, el fondo u horizonte y el mar-
en la literatura fenomenológica. gen atencional. Estas dimensiones
El último ensayo, “Atención y “no se superponen entre sí como
dolor. Análisis fenomenológico”, co- pisos separados o capas geológicas,
rre a cargo de Agustín Serrano de sino que se sostienen unas a otras y
lector desde una perspectiva clara- femenino pero poniendo a estos co-
mente androcéntrica. Resulta de lectivos como “lo otro” de la des-
difícil defensa argumentar que el cripción. Se encuentra en una en-
“hombre” del que hablan es el gené- crucijada cuando asocia la caricia a
rico plural, que abarca hombres y lo más humano y ve como de aquí
mujeres, pues las mujeres aparecen se impone la conclusión de que el
en varias ocasiones como “el otro”, niño y la mujer serían más humanos
como un punto de diferenciación en que el adulto y el varón (73), vién-
el cual las categorías descriptivas dose forzado a preguntarse: “¿o
funcionan de manera diferente que será que las frecuentes caricias de
en el hombre. Muestra de ello son niños y mujeres son falsas caricias
afirmaciones de Ortega tales como en la mayoría de los casos?” (ib.).
“si, entre los adultos, comparamos a Por tanto, por estos ejemplos y
la mujer con el hombre, fácil es por otros semejantes que aparecen
convencerse de que en aquélla pre- en estos textos, creo que ciertas
domina el alma, tras de la cual va el descripciones fenomenológicas del
cuerpo, pero muy raramente inter- libro están cargadas de una ideolog-
viene el espíritu” (43); o “la mujer ía determinada y constituyen una
tiene más vida interior y así más visión sesgada del cuerpo vivido. El
sensibilidad para el dolor físico” hecho de que estas visiones sean
(25). El “hombre” general parece fruto de su época no justifica que
ser, pues, enteramente el específico puedan ser vistas como neutras y
masculino, y no el ser humano en como válidas en general, sin cons-
general. El ensayo de Gaos ejempli- ciencia del sesgo que implican para
fica la misma idea cuando sitúa la la propia tarea fenomenológica.
caricia del lado de lo infantil y lo