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Napoleón Bonaparte

Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en Ajaccio, capital de la actual


Córcega, en el seno de una familia numerosa de ocho hermanos. Cinco de
ellos eran varones: José, Napoleón, Lucien, Luis y Jerónimo. Las niñas eran
Elisa, Paulina y Carolina. Gracias a la grandeza del futuro emperador
Napolione (así lo llamaban en su idioma vernáculo), todos ellos iban a
acumular honores, riqueza y fama, y a permitirse asimismo mil locuras. La
madre de los hermanos Bonaparte (o, con su apellido italianizado,
Buonaparte) se llamaba María Leticia Ramolino y era una mujer de notable
personalidad, a la que Stendhal elogiaría por su carácter firme y ardiente en
su Vida de Napoleón (1829).

Carlos María Bonaparte, el padre, siempre con agobios económicos por sus
inciertos tanteos en la abogacía, sobrellevados gracias a la posesión de
algunas tierras, demostró tener pocas aptitudes para la vida práctica. Sus
dificultades se agravaron al tomar partido por la causa nacionalista de
Córcega frente a su nueva metrópoli, Francia. Congregados en torno a un
héroe nacional, Pasquale Paoli, Carlos María Bonaparte apoyaba a los isleños
que defendían la independencia con las armas y que terminaron siendo
derrotados por los franceses en la batalla de Ponte Novu, encuentro que tuvo
lugar en 1769, el mismo año en que nació Napoleón.

A causa de la derrota de Paoli y de la persecución de su bando, la madre de


Napoleón tuvo que arrostrar durante sus primeros alumbramientos las
incidencias penosas de las huidas por la abrupta isla; de sus trece hijos, sólo
sobrevivieron aquellos ocho. Sojuzgada la revuelta, el gobernador francés
Louis Charles René, conde de Marbeuf, jugó la carta de atraerse a las familias
patricias de la isla. Carlos María Bonaparte, que religaba sus ínfulas de
pertenencia a la pequeña nobleza con unos antepasados en Toscana,
aprovechó la oportunidad: viajó con una recomendación de Marbeuf hacia la
metrópoli para acreditar su hidalguía y logró que sus dos hijos mayores, José
y Napoleón, entraran en calidad de becarios en el Colegio de Autun.

Los méritos escolares de Napoleón en matemáticas, a las que fue muy


aficionado y que llegaron a constituir en él una especie de segunda
naturaleza (de gran utilidad para su futura especialidad castrense, la
artillería), facilitaron su ingreso en la Escuela Militar de Brienne. De allí salió
a los diecisiete años con el nombramiento de subteniente y un destino de
guarnición en la ciudad de Valence. En aquellos años, el muchacho
presentaba un aspecto semisalvaje y apenas hablaba otra cosa que no fuera
el dialecto de su añorada isla. Sus compañeros, hijos de la aristocracia
francesa, veían en él a un extranjero raro y mal vestido, al que hacían blanco
de toda clase de burlas; no obstante, su carácter indómito y violento imponía
respeto tanto a sus camaradas como a sus profesores. Lo que más llamaba
la atención era su temperamento y su tenacidad; uno de sus maestros en
Brienne diría de él: «Este muchacho está hecho de granito, y además tiene
un volcán en su interior».

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