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LABORATORIO N° 12
Requier
No
Criterio de Evaluación Excelente Bueno e Puntaje
acept.
(5pts) (3pts) mejora Logrado
(0pts)
(2pts)
Lee e interpreta correctamente el
texto para resolver las preguntas a
nivel inferencial.
Completa el esquema con las ideas
principales para elaborar su ensayo.
Resuelve las preguntas a nivel literal
Elabora un ensayo con coherencia y
cohesión; además, respetando las
reglas ortográficas y gramaticales
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I.- OBJETIVOS:
Producir un texto argumentativo con introducción, cuerpo argumentativo y
conclusiones.
Distinguir técnicas para la discriminación de ideas
V.- RECURSOS:
En este laboratorio cada alumno trabajará con sus hojas de laboratorio.
En estas hojas se visualizará el texto físico para la elaboración de las actividades.
REQUERIMIENTOS
Nota: El trabajo debe cumplir con los puntos solicitados deben ser presentado en el salón de
clases.
Lee e interpreta correctamente el texto para resolver las preguntas a nivel inferencial.
Completa el esquema con las ideas principales para elaborar su ensayo.
Resuelve las preguntas a nivel literal
Elabora un ensayo con coherencia y cohesión; además, respetando las reglas ortográficas y
gramaticales
OBSERVACIONES
Cada uno de los puntos requeridos deben ser cumplidos debidamente.
Se debe usar internet y programas para completar el trabajo.
Utilizar el campus virtual para compartir información.
La nota será asignada como laboratorio correspondiente a la sesión 03.
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COMUNICACIÓN SUPERFLUA
La mayoría de la gente odia estar a solas con sus pensamientos, quizá porque muy pocos salen
bien parados de esas confrontaciones. Para evitarlas necesitan estar acompañados a todas horas y
emplear el lenguaje como un antidepresivo que solo tiene eficacia cuando la vaguedad prevalece
sobre la comunicación. Las charlas de familia, en las que nadie escucha a los demás, son la
expresión más depurada de este falso contacto que mitiga la sensación de aislamiento, sin permitir
el trato de persona a persona. Solo entre individuos que se han perdido completamente el respeto
la palabra puede ser un ruido inocuo o un zumbido apaciguador. Quien escuche con atención las
charlas telefónicas de los extraños en la calle, en el autobús o en el restaurante (nadie está a salvo
del espionaje involuntario, pues la mayoría de la gente grita en el celular) podrá evaluar los daños
psicológicos y sociales causados por el síndrome de la comunicación superflua.
Como si compartir el hastío fuera una gentileza, millones de seres utilizan el internet y el celular
para no decirse nada varias veces al día: “Qué onda, güey? Pos acá nomás, güey ¿y tú qué haces?
Pus nada, güey.” Gran parte de las llamadas o mensajes de texto que la gente aburrida intercambia
a diario solo sirven para ahuyentar al fantasma de la soledad y la introspección. Si fueran sinceros
le dirían a su interlocutor: “No quiero hablar contigo, solo vegetar en voz alta.”
El espíritu gregario se robustece con cada nuevo avance tecnológico, pues ahora los individuos
descontentos de serlo pueden integrarse al verdadero núcleo de su existencia, el corrillo de
ociosos, en cualquier momento y lugar. Quien no disponga de cinco o seis amigos dispuestos a
parlotear en un chat es un pobre diablo arrinconado en el limbo. ¡Guau, no tienes ningún mensaje
en tu bandeja de entrada!, me compadece el Hotmail cuando acabo de vaciar mi correo. Si no
corriges pronto esa anomalía te volverás un ermitaño apestado, insinúa entre líneas.
Hasta hace poco, la avidez por pertenecer a un grupo era un rasgo típico de la adolescencia. La
novedad es que ahora también los adultos la hemos contraído. Se empieza revisando el correo
electrónico dos veces a la semana, luego a diario, después cada tres o cuatro horas y acabamos
convirtiendo la pantalla de la computadora en una prótesis del alma. Llegado a ese punto, el
cibernauta crónico se engancha con facilidad al Facebook o al Twitter, como un macizo que salta
de la mariguana a las drogas duras, sin advertir que está cayendo en una segunda adolescencia,
más dependiente y bochornosa que la primera. Por lo menos la palomilla del barrio tenía una
existencia concreta: ahora rige nuestras vidas una voluble asamblea de espectros.
El ideal de vida del hombre contemporáneo consiste en aprovechar todas las posibilidades
comunicativas a su alcance para escapar de sí mismo. Lo de menos es el contenido de los
mensajes: la futilidad mejora su efecto narcótico. La gente que no suelta el celular un segundo, ni
siquiera en mitad de una fiesta, comete una grave descortesía, pues los interlocutores lejanos le
interesan mucho más que los próximos (su cercanía los devalúa automáticamente). Pero en vez
de repudiar a esos triunfadores, la sociedad los admira. El ausentismo espiritual goza de enorme
prestigio entre los jóvenes porque les sirve para darse importancia frente a la vieja guardia de la
comunicación directa. El Facebook ya sustituyó a los bares de ligue, la mayor urgencia de un
viajero que apenas está descubriendo una ciudad es buscar un café con wifi para revisar su correo,
y los chavos recurren a complejos malabarismos para abrazar a la novia sin soltar el Blackberry.
Pocos hombres pueden llegar a un grado de autosuficiencia que les permita prescindir del
reconocimiento ajeno, y cuando lo alcanzan se van al cielo o al manicomio. Salvo los santos y los
monstruos de soberbia, el resto de los mortales queremos agradar, tener éxito, recibir elogios o
aplausos. El hambre de gloria y el afán de agrandar un círculo social son flaquezas gemelas.
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No hay mucha diferencia entre la quinceañera que se distrae leyendo en clase los recaditos de su
celular y el escritor ávido de incienso que revisa a diario las solicitudes de amistad del Facebook.
Pero me temo que las redes sociales han convertido la necesidad de aprobación en gula. Ya no
nos bastan las caricias esporádicas del ego, las queremos tener a diario en grandes cantidades. Y
por eso, cuando nos faltan, contemplamos la bandeja de entrada vacía con una mezcla de
incredulidad y despecho: “¡Cómo se atreven a ignorarme!”. El hombre moderno lucha con
denuedo por expandir su círculo de amigos virtuales, ocupa su tiempo libre en averiguar si algún
desconocido está pensando en él, cree que sus bonos bajan cuando nadie lo invoca y solo en las
noches de insomnio se asoma con miedo al terreno baldío de su vida interior.
Enrique Serna
Enrique Serna (ciudad de México, 1959) es narrador y ensayista. En Giros negros (Cal y Arena,
2008) reúne sus artículos periodísticos. Su libro más reciente es la novela La sangre erguida (Seix
Barral, 2010).
En: http://www.letraslibres.com/revista/columnas/comunicacion-superflua
ACTIVIDADES:
Es cuando las personas escuchan conversaciones o charlas ajenas a su vida , ya que el ruido que
causan estas , es evidente .
Lo mas interesante fue hoy en dia las redes sociales están invadiendo nuestras conversaciones,
convirtiéndolas en las asasnbleas de espectros
5. ¿Estás de acuerdo con lo que piensa el autor del texto? ¿Por qué?
Estoy de acuerdo con el autor por que nos muestra la realidad en nuestra sociedad dando a conocer
la conversación superflua
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distinta o atrevida.
Apoyo de nuestro docente para brindarnos asesorías respecto al adecuado enfoque del tema
de investigación.
Uso del Internet, como medio de investigación, que nos permitió tener acceso a información
actualizada sobre ordenamientos jurídicos de otros países.
Son aquellas sustancias cuyo consumo puede producir dependencia, estimulación o depresión
del sistema nervioso central, o que dan como resultado un trastorno en la función del juicio,
del comportamiento o del ánimo de la persona.
Factores Sociales: Cada joven tiene un entorno interpersonal y social que es único y
comprende a sus padres, hermanos, compañeros y otros adultos importantes para su vida
y desarrollo. En el contexto familiar se pueden dar circunstancias y ciertos factores que
favorezcan el acercamiento de los jóvenes al consumo de drogas. El joven está continuamente
expuesto a modelos que presentan una conducta adictiva. El consumo por los padres y
profesores de drogas legales: tabaco, alcohol y fármacos es motivo de observación por
los hijos o alumnos; por imitación se adopta la tendencia a consumir drogas, aprendiéndose
a que éstas son consideradas una solución siempre que surge algún tipo de problema.
Los intereses y las expectativas de los compañeros contribuyen en gran medida a determinar
que una persona ensaye o no una droga causante de dependencia. La mayoría de jóvenes
consumidores de drogas, las obtienen de personas de su edad y no de adultos. El deseo de
integrarse en el grupo y de tener intercambio social dentro de él puede dar por resultado
que se inicie y se mantenga el uso de drogas si algunos miembros influyentes de ese grupo
son consumidores intermitentes o habituales.
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