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Integrantes:
Lady Verónica Santa Cruz CH.
Diana Chumacero Sánchez
Carolina Chumbe Pizango
Alexandra Pérez Ayala
Noemi Chugo Rivera
Abril 2018.
Dedicatoria
Dedicamos este trabajo a los distintos pueblos indígenas del Perú. Por su valentía, para
enfrentar los grandes retos que en la actualidad deben superar para lograr mantener su
forma de vida y, en la esperanza de que alcancen la justicia social que merecen.
Agradecimientos
Tabla de Contenidos
Introducción
Costumbres, tradiciones, identidad y sentido de pertenencia
Aunque las costumbres de una sociedad son especiales, la cercanía territorial puede
hacer que algunos elementos de las mismas sean comunes. Este es el caso de los pueblos
asháninka, pues comparten con los kakinte, nomatsigenga y yanesha raíces históricas y
culturales similares, en gran medida porque están ubicados geográficamente en la misma
región del país: en la selva central. Además, estos pueblos comparten afinidad lingüística,
ya que sus idiomas pertenecen a un mismo tronco: la familia lingüística Arawak (o
Arahuaca).
Así como los pueblos asháninka, kakinte, nomatsigenga y yanesha, existen otros
ocho pueblos indígenas de la Amazonía peruana cuyos idiomas originarios pertenecen a la
familia lingüística Arawak, familia que, además de ser una de las más extendidas en nuestro
continente, concentra a más de la tercera parte de la población indígena en el Perú. Si bien
cada uno de estos pueblos tienen una identidad y tradiciones culturales propias, por sus
rasgos comunes, algunos investigadores los agrupan también bajo la denominación de
“Gran Pueblo Arawak.
Se puede agregar que hoy en día, el fenómeno globalizador hace que muchas de las
tradiciones y costumbres del pueblo Asháninka hayan desaparecido o perdido su fuerza
frente a las costumbres importadas, para la Sociología, las costumbres son componentes de
la cultura que se transmiten de generación en generación y que, por lo tanto, están
relacionadas con la adaptación del individuo al grupo social. Siendo así, es importante
asegurar la transmisión de sus costumbres y tradiciones a las generaciones jóvenes de
asháninkas para que den continuidad a los conocimientos, valores e intereses que los
distinguen como grupo y los hace diferentes a otros.
Tradiciones antiguas:
Luna se dio cuenta y la espantó. La mujer Luna no sabía lo que coki había logrado hacer
con su cushma. Al salir del río, encontró su vestido tan picoteado que ya no podía vestirse.
Entonces enterró la cushma y le ordenó a la tierra que reprodujera las semillas y germinara
mucho algodón blanco, para que las mujeres nativas pudieran tejer cushmas para sus
esposos e hijos.
Así fue como creció por primera vez el algodón. También nos cuentan que de los
pedazos de la cushma enterrada, la Luna hizo crecer muchas variedades de frutos y
tubérculos de carne blanca, como la yuca, sachapapa, dale-dale, plátanos y otros, y a su vez
hizo poblar los cielos de la tierra con aves llamadas shirintsi, panaba, sonkaari,
charampabatsi y shoronchatsi, todas ellas de carne blanca, para que, en adelante, el nativo
no padeciera frío ni hambre.
Finalmente, el dios Sol creo a los Tabaqueros (Sheripiari), personas con poder para
controlar y curar las enfermedades por medio del tabaco: las sobrenaturales causadas por
los espíritus; las causadas por las personas (daños) y las naturales”.
“El Sheripiari”
El acceso a estos espacios Invisibles en el mundo asháninka, es logrado por el
chamán, sheripyari o tabaquero a través de los sueños:
“Cuando yo duermo me convierto en tigre, mi cuerpo sale a
caminar por todas partes, solo queda mi corazón en el lugar donde duermo
con mi cushma; mi cuerpo sale, sale todo” (entrevista realizada al fallecido
Caminirio Pitoriano Ampona, en el Gran Pajonal).
Mediador entre los espacios del cosmos y bajo los efectos del tabaco que mastica e
ingiere, o como dicen los asháninka “chupa”, el sheripyari alcanza un estado amplio de
conciencia denominado “sueño”. En este estado observa los recursos que abundan en su
territorio y sus características y puede encontrarse con otro tabaquero y conversar sobre los
lugares de donde proceden. Cuando despierta el sheripyari cuenta su sueño a las personas
más allegadas.
El Sheripiari puede ser hombre o mujer, debe recibir los conocimientos de un
sheripiari viejo y experto a lo largo de un proceso de entrenamiento que puede durar
muchos años y durante el cual debe observar una rigurosa dieta a base de verduras,
especialmente yuca fría y pescado boquichico. Debe evitar el consumo de carne, sal, ají y
bebidas alcohólicas y abstenerse de las relaciones sexuales durante todo el periodo.
Durante el proceso de aprendizaje, aprenderá a chupar pasta de tabaco para entrar
en trance y trascender el mundo real, hasta que logre verse así mismo “en vuelo” convertido
en tigre unido al espíritu femenino del tabaco. Cuando haya alcanzado la capacidad de
transformarse en tigre, de formar pareja con el espíritu del tabaco y sea capaz de recorrer
el bosque, habrá concluido su proceso de aprendizaje.
El nuevo sheripiari, se convertirá de esta forma en un intermediario entre lo natural
y lo sobrenatural, lo humano y sobrehumano, lo real y lo trascendente, lo visible y lo
invisible, es decir, la realidad no percibida por el común de los mortales, siendo capaz de
relacionarse con los padres de los animales y los espíritus femeninos de las “plantas
maestro”, además de los espíritus de los cerros.
Actuará como guardián encargado de la preservación de los animales y mediante la
ingestión del sumo del tabaco (sheri) identificará a los cazadores depredadores para su
sanción. Actuará como intermediario para la restitución del equilibrio alterado que pidan
disculpas a los dueños de los animales y restituyan el equilibrio alterado. De reincidir, éstos
serán convertidos por las divinidades en animales.
El sheripiari es el único que puede encontrar a las almas que se extravían o que han
sido robadas o “agarradas”. Cura sacando del cuerpo del enfermo las flechas (elementos
espirituales dañinos) que otro chamán o los espíritus malos le han disparado (inyectado) a
la víctima. Contrarresta la los daños de los brujos (matsi), sean éstos personas o animales
(hormigas o abejas) demoníacas.
Para curar entran en trance, ingiriendo una mezcla de jugo de tabaco y ayahuasca.
La bebida libera el espíritu del chamán y viaja con la finalidad de aprender de los buenos
espíritus la manera cómo debe curar la enfermedad. Se dice que la golondrina (etsoni,
achaonti, shameiriquite) es un espíritu mensajero de los chamanes.
Existen cuatro clases de sheripyari que regulan el comportamiento del aire:
sheripyari shintsitatsiriri, sheripyari kariperori, sheripyari kametsa y sheripyari kiritonki.
El aire se clasifica en dos: aire malo (mal aire) y aire bueno (buen aire).
Los sheripyari defensores son del aire bueno: shintsitatsiriri y kametsa, mientras
que los asesinos son kariperori y kiritonki.
“El sheripyari puede acompañar para ir a cazar, nos puede acompañar a mitayar, a
montear, como se dice, cazar, porque los sheripyari siempre llevan su tabaco, su cigarrito,
a veces también su coca, su chamairo, su ishko…, eso son especiales para sheripyari. A
veces, ellos llegan y hacemos campamento, digamos, a nosotros nos dice: ¡sabes qué!
tranquilo ustedes, y yo acá estoy sentado, y voy a ver cómo es este sitio donde estamos
llegando. Entonces, comienza a mascar su chamairo, a bolear su coca, su ishko y, de ahí,
recién comienza a chupar su tabaco. Al chupar su tabaco, comienza a mascar, sentarse
tranquilo y soplan por todo alrededor de ese campamento… lo que ha hecho soplar su
tabaco, pa’ acá, pa’ allá, sopla pa’ acá, y sopla ahí y ahí… está tranquilo y ahí sí ya no hace,
ya ni nos hace mal el monte; o el peyari ya no fastidia, porque siente el olor del tabaco…
es fuerte”
(Sergio Horacio Camañari, 22 años, junio del 2009).
Es importante señalar, que el cazador, que va a montear, puede ser acompañado por
un sheripyari, con la finalidad de mantener el equilibrio del espacio donde descansan
durante el mitayo. Este sheripyari realiza su ritual de curación del lugar, para la protección
del espacio de monte, donde el cazador realizará el mitayo; de este modo, previene el
fastidio de los seres invisibles malos.
La pesca, a comparación de la caza, es menos practicada por los asháninka del Gran
Pajonal. Sin embargo, los que sí la realizan, se van al río Unini y al Pauti; también a las
quebradas Opokiari o Aporokiari.
Los miembros de la familia planifican la pesca kamotantsi ‘colectiva’ o ‘comunal’.
Todos cooperan en las diferentes tareas, pues todos y todas se benefician. Inician sus
actividades con la búsqueda del barbasco, denominado koñapi y bakashi. Estas, son
especies que se recolectan en el monte. Una es raíz (koñapi) y la otra es hoja (waca). Ambas
son trituradas con piedra. La hoja se prepara con un mortero, de modo que se hace una
masa verde; con ello se dirigen a pescar.
Los peces son un producto alimenticio, que el grupo asháninka tiene como base de
su alimentación, después de la yuca y la carne de monte
Los brujos (matsi) pueden ser humanos y no humanos. Los brujos humanos son
generalmente niños que han sido inducidos por algún insecto o ave maligna o han sido
contaminados por un brujo. Los brujos no humanos son diferentes especies de hormigas y
abejas.
La medicina originaria concibe el organismo como una totalidad, cuyos
componentes están en interacción dinámica y continua. Los sheripyari son los que dominan
la concepción global de la enfermedad, que es considerada como el desequilibrio dentro
del cosmos. Por eso, la enfermedad es tratada en referencia a todo el cuerpo, y se toma en
cuenta la relación de la mujer y el hombre, con la naturaleza y sus espíritus.
Existen espacios, lugares sagrados, para el aprendizaje acerca de la medicina.
Además, ocurre en momentos adecuados, pues todo está en interrelación con el universo.
A continuación, se resume las diferentes enfermedades y su respectiva curación
“Había un horno”
«Acá había un horno (ahora es el panteón de la comunidad nativa Mariscal
Cáceres), de allí han elaborado herramientas de trabajo. De los túneles de allí sacaban los
materiales para poder curtir el cuero, los minerales para fundir.
En ese horno está enterrado el Joselito (colono) allí a él lo han enterrado con todas
sus riquezas. Antes hubo una guerra entre los colonos y los nativos una guerra por sus
terrenos (los de Joselito). Joselito es tarmeño, era un niñito, los nativos lo agarraron como
un rehén, el creció entre nosotros, la familia Asháninka. Creció y comenzó hablar en
nuestro idioma. Llego a mandar como jefe de los Asháninkas, tuvo su familia. Hasta ahora
lo vienen a ver y no lo hallan.
Vienen gente de afuera, los buscadores de tesoros, han dejado varios huecos.
Porque Joselito se enterró con sus riquezas. En otro sector hay un túnel, han sacado vasitos,
toritos, elaborados con piedritas. Ahora allí hay una escuelita, en el sector de Pampa Inca.
El Horno que funde las herramientas, él es quien ha enseñado a la comunidad hacer
ese trabajo y hacían trueque, le daban pescado y yucas por una herramienta. Y esas
herramientas se ven en la campana de la iglesia en La Merced, y de aquí la han sacado, del
horno nuestro.»
Para comprender las costumbres actuales de los asháninkas, debemos entender que
junto con sus tradiciones se vinculan siempre con la identidad y el sentimiento de
pertenencia de los individuos que conforman esta comunidad.
Ser asháninka está muy relacionado con el territorio y con la lucha por defenderlo
a lo largo de la historia. Los hombres asháninka deben saber “…mantener su territorio
intacto, saber estar en relación a su modo de vida sin sufrir cambios dentro de su territorio,
pues este modo de vida implica la reciprocidad entre el ser humano y la naturaleza” (Pablo
Jacinto, asháninka).
Asimismo, de acuerdo a la tradición asháninka, las mujeres deben ser sinceras,
leales a sus propias convicciones y a su identidad; tienen que saber participar activamente
en su comunidad y desarrollar algunas labores como el hilado, además de adquirir los
conocimientos sobre las plantas medicinales.
Un aspecto importante de la identidad asháninka se expresa a través del uso del
idioma o de la vestimenta, elementos que los distinguen en el campo y en la ciudad también.
Su sentido de pertenencia se reafirma a través de diversos aspectos y
manifestaciones culturales, como el uso de instrumentos como las flechas para cazar y para
representaciones simbólicas.
A pesar de la existencia de algunas diferencias culturales, los asháninka reconocen
que hay aspectos que comparten con los distintos pueblos de la selva central, como una
vestimenta similar —por el uso de la cushma— o la alimentación. Esta vestimenta refuerza
también su identidad, sobre todo en ceremonias oficiales o en las relaciones con personas
no indígenas.
Sin embargo, muchos aspectos de la tradición cultural ya no conservan sus
características iniciales, debido a la presencia de personas foráneas o colonos en territorio
asháninka:
“Una identidad, por ejemplo, en la vestimenta ya ha ido cambiando, se ha
ido perdiendo en los colores. Se ha perdido porque entra el comercio de la gente
foránea. Las abuelas son las que enseñaban a las niñas a hacer el hilado, los
tejidos, y eso se ha perdido” (Enrique Casanto, asháninka).
La vestimenta "Cushma", consta de una sola pieza cuyo largo es desde el cuello
hasta el talón. La diferencia de la vestimenta del varón y la mujer está en la forma del
cuello, la cushma del varón en el pecho termina en punta o en forma de triángulo, mientras
que en la mujer es ovalado, lo cual le facilita sacar el seno para dar de lactar.
La cushma es fabricada en casa de hilo de algodón, aunque actualmente tambien la
fabrican de to cuyo tiñendolas de diversos colores.
Otros adornos utilizados son las pulseras de cintas de hilo sobre el brazo, también
usan una franja de tela de hilo adornado con huesos de tapir, venado, sajino, llamado
"sombirentsi" que sirve para cargar a sus hijos.
Además, acostumbran pintarse la cara con achiote procesado que lo colocan en caña
de bambú con tapa de panca.
Al levantarse por la mañana lo primero que hacen es pintarse frotando la masa entre
las manos para pasarse por la cara; otras con espejo y palitos, hacen figuras especiales,
mientras que algunos con sellos ya preparados de madera dura, se estampan la cara con
figuras.
El ser asháninka también es reconocido en el vivenciar las distintas actividades
como pescar, cazar o cultivar alimentos, y también en la relación con la naturaleza, las
plantas y los animales. Por ejemplo:
“…el título del libro de Enrique Rojas Zolezzi ‘Los asháninka: un pueblo
tras el bosque’ es un título que ejemplifica lo que es ser asháninka, porque vivimos
del árbol, porque la planta me da vida cuando estoy enfermo o cuando el aire está
contaminado” (Pablo Jacinto, asháninka).
observa el desarrollo de las plantas, se curan, para que obtenga abundante producción y no
se pudra.
Pasada esta etapa, viene el último paso: la cosecha y abandono del terreno, en esta
etapa, el hombre y la mujer, cosechan toda la producción, pero antes de consumirla, los
primeros frutos son dejados, como pago al dueño de la planta, quien autoriza su cosecha.
Aparentemente, los primeros frutos, se dejan o se botan en el terreno; pero es todo lo
contrario, se cumple con los ritos de espiritualidad y de respeto, a las funciones adquiridas
por el dueño del espacio y de la planta que se sembró.
Dentro de la cosmovisión asháninka, los animales son considerados parientes o
aliados, lo que constituye una evidencia más de la interrelación que establece el hombre y
la mujer asháninka con su entorno. Por ejemplo, existen animales sagrados a los que está
prohibido matar, como el jaguar o maniti y el puma o chanari, ya que, en su momento,
fueron seres invisibles, que los protegían de los peligros de la naturaleza. No obstante, en
estos tiempos, algunos, debido a la escasez de carne y a la necesidad, los cazan.
Es importante conocer las reglas de reciprocidad y convivencia. De igual modo, se
debe conocer, qué parientes pueden participar en la elaboración de una trampa, y el rol que
cumplen. El compartir un animal cazado es relevante dentro de la cultura asháninka y es
normado culturalmente. Existen, en muchos casos, indicaciones específicas sobre la forma
en que se compartirá el animal, es decir, cocido o crudo. Se determina, además, las partes
del animal que deberán ser repartidas, de acuerdo a la proximidad en el parentesco.
La forma tradicional de caza, usando los instrumentos como el arco y la flecha, ha
cambiado paulatinamente, desde el contacto con otras culturas. Ahora, la mayoría,
utiliza escopeta de calibre 12 o 16 para cazar.
Son estos conocimientos y el uso de su lengua lo que “no olvidan” los asháninka
que viven en ciudades. Además de los saberes que se transmiten de generación en
generación, los asháninkas también valoran los conocimientos que pueden aportar al resto
del país, como los valores de la honestidad, sinceridad y reciprocidad, y un saber milenario
de cuidado del bosque y del medio ambiente:
La lengua asháninka
El pueblo asháninka
MRTA. Aún hoy estos pueblos continúan denunciando amenazas sobre sus territorios y
recursos.
En el Pronunciamiento publicado en los principales diarios del país por los
integrantes del Ejército Arawak de la Selva Central, en julio del 2013, los Arawak
manifiestan estar “en pie de lucha, en legítima defensa de sus territorios e iniciará las
acciones para la recuperación y control de sus territorios invadidos por colonos, traficantes
de tierras, madereros y mineros informales”.
Los antiguos
Los antepasados más antiguos, aquellos que primero hablaron las lenguas arawak,
vivieron originalmente en la zona media del río Amazonas hace más de 3000 años, en
medio del actual territorio brasileño. Según diversos especialistas, los antepasados arawak
tuvieron una historia de conflictos y divisiones, lo que promovió la migración de varios de
ellos hacia el Ucayali y la vertiente oriental de los Andes, hasta asentarse en la Selva
Central del Perú. Al parecer, estos antepasados llegaron a la región de Ucayali hacia el año
200 a.C. Se considera que provenían de una cultura llamada Hupa-iya, cuyo territorio se
ubicaba en el medio Amazonas, cerca de donde hoy está la ciudad
nomatsigenga, yanesha y otros que venían de regiones más lejanas, entre ellos los
matsigenka y otros que llegaban desde territorio hoy boliviano.
La presencia de los españoles durante el periodo misional ocasionó una
disminución importante en la población, debido principalmente a las epidemias, a las
cuales se sumaron la presión de los misioneros y la explotación de otros conquistadores.
Todo esto motivó la rebelión de los indígenas, que en diversas ocasiones se levantaron y
destruyeron pueblos de españoles y misiones franciscanas.
El proceso de colonización de la Selva Central ha sido tan intenso, que hoy en día
las comunidades asháninka, constituyen, prácticamente, islas indígenas entre una gran
cantidad de asentamientos de migrantes y colonos andinos. Esto ha ocasionado que algunas
de las actividades y costumbres desaparezcan, otras se mantengan, algunas se transformen,
y también costumbres ajenas sean incorporadas como propias. Actualmente son
importantes productores de café:
“Tienen muchas tierras tituladas, pero en los últimos años se han visto
afectados por la plaga de la roya, También venden frutas como la papaya, piñas y
plátanos. Incluso han incursionado en el ecoturismo para “dar a conocer a los
peruanos su entorno y tradiciones”, dice el funcionario del Ministerio de Cultura.
Danny Nugkuag, asesor del Viceministerio de Interculturalidad del Ministerio de
Cultura.
Frente a esta presión colonizadora, muchas familias asháninka optaron por migrar
hacia territorios más lejanos e inaccesibles para los colonos mestizos. Por ello, durante la
segunda mitad del siglo XX se puede apreciar un importante flujo migratorio desde el valle
del río Perené hacia el nororiente, en dirección hacia el valle del río Pichis, del Ucayali y
sus afluentes, así como hacia el este, a los ríos Ene, Tambo, Urubamba y Purús. Esta
situación ha influido en la transformación de las formas de vida que tradicionalmente
caracterizaban a estos pueblos, en la aparición de nuevas necesidades, así como en los retos
pendientes para garantizar el ejercicio de los derechos colectivos de estos pueblos.
Viviendo en la ciudad
Este proceso se ve motivado por la insuficiencia que todavía presentan las políticas
en educación y salud, a pesar de la inclusión de un enfoque intercultural transversal a dichas
políticas.
Cabe resaltar que, en todos estos pueblos, la desigualdad de género se manifiesta
en el hecho de que la tasa de analfabetismo de las mujeres es siempre superior a la de los
hombres, siendo también más acentuada en el caso de las mujeres asháninka (30.1%),
frente al 16.8% de los varones.
Conclusiones
1. El trabajo que hemos realizado para el curso Taller de asháninka, nos ha permitido
comprender la riqueza cultural del pueblo asháninka muchas veces, subestimado,
postergado y abusado a lo largo de la historia.
3. Esta cosmovisión implica reconocerse como parte del ecosistema amazónico y deja de lado
el pensamiento capitalista de lucrar con los recursos naturales. Por el contrario, limita la
utilización a la satisfacción de las necesidades primordiales.
6. La vestimenta tradicional, la lengua, el respeto a las costumbres y los roles, pero, sobre
todo, la importancia de transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos y saberes
tradicionales que poseen los ancianos, son parte de la lucha de este pueblo por revalorar su
cultura.
Bibliografía
Plasencia Soto, R. and Sánchez Vásquez, M. (2009). Cuentos asháninka del río Perené.
1st ed. [ebook] Lima: Departamento de Antropología de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos de Lima., pp.1-6. Available at:
http://www.ugr.es/~pwlac/G25_44Rommel_Plasencia-Melisa_Sanchez.html [Accessed 6
Apr. 2018].