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CONFLICTO MÁXIMO

ensayo breve de Gustavo Affranchino


en el marco del curso sobre herramientas para la resolución de conflictos
brindado por la Lic. María Isabel Villar de Amor en marzo de 2010

Resumen
El conflicto se suscita cuando aparecen intereses contrapuestos, que no es posible sa-
tisfacer conjuntamente de la forma en que están planteados. Revisaremos pues cuáles pue-
den ser los mayores intereses que movilizan a las personas y los conflictos potenciales entre
esos intereses.

Las supermetas
¿Qué queremos acaso las personas? Ha de haber seguro gustos diferentes; incluso en
los intereses últimos, supremos. Puede que todos deseemos lo mismo, pero me da que no;
que la verdad milanésica (la verdad de la milanesa) está muy alejada de un único interés
supremo común. Debe haber muchos.
Hacer cosas buenas es una de esas metas. Trascender es otra. O bien a través de
obras inmateriales, o bien a través de “hijos”, o bien a través de construcciones monumen-
tales. Obeliscos, pirámides, represas, carreteras, poblados, países, provincias, libros, inven-
tos, descubrimientos...
Conocer de todo, saberlo todo o todo lo posible, es otra de esas “supermetas”. Viajar
por el mundo. Quién no quisiera también por otros mundos, si se pudiese. Nutrirse con
tanta cultura, tantas realidades como se pueda. Eso que produce una sensación (tal vez
real) de observar todo, la propia existencia, desde más y más arriba. Adquirir la conciencia
más global; ser Dios ¿no? o lo que cada uno identifique por ello...
Lograr el máximo placer, un éxtasis duradero, un orgasmo planetario, un supraorgas-
mo cósmico permanente, ser uno con el universo, con la naturaleza... Perder completa-
mente la individualidad, o al contrario, ganarla; mantenerla siendo propiamente uno y todo.
Ésta es otra de las supermetas posibles y también se asemeja a la idea general de “Dios”
¿no?
Aumentar nuestro poder, para hacer lo que queramos con él; concentrar todo el poder
posible, a través del dinero, de la fuerza militar, organizada, de la musculatura propia o la
belleza, del conocimiento, de las habilidades múltiples para desempeñarnos en campos de
interés, o en todos los campos, aumentar el control sobre uno mismo, hacer realidad las
propias ideas tanto como se pueda. He aquí otra supermeta común. Y también suena a ser
Dios.
Liderar, ser seguido por, dominar o mantener control sobre otros individuos, sobre
todos ellos, principalmente los de la misma especie y sobre los de mayor tamaño, pero
también sobre todos los individuos de todas las especies; ser el macho alfa, la hembra más
deseada, la madre de todos, el padre celestial y absoluto, la locomotora que conduce a to-
dos los vagones... Estar cómodo, porque siempre se hace lo que yo quiero y ninguna opo-
sición es lo suficientemente fuerte, aunque yo pueda dar lugar a una postura distinta, pero a
partir de elegirla. Tenemos en esto otra supermeta. Y parece que como varias anteriores,
apunta a la idea de Dios.
Quizás todo lo que como personas depositamos en él, en Dios, Alá, Soychú, Zeus, Jú-
piter, Inti, masculino o femenino, único o múltiple... todo lo que hace, al menos “idealmen-

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te” a lo que entendemos como Dios, son nuestras supermetas. Tal vez Dios, el ente divino
sea cual sea, esté estructurado por la conjunción de todas las supermetas que existen.
Y si apareciese alguna nueva, fruto de la maduración social-histórica-individual, segu-
ramente se la añadimos sin darnos mucha cuenta a la idea de “Dios”.
¿Existe? ¿no existe? ¿existe generado por nosotros? ¿existe previo a nosotros, previo a
todo, atemporal... como el amor?
Yo no sé si a toda la gente le sucederá lo que voy a contar, o si me pasa por tener frágil
memoria. Y no quiero olvidarme de seguir analizando las posibles supermetas, pero esto
viene a cuento – como supongo que diría Menapace –. Viene a cuento por motivo de, tal
vez, lo que yo mismo más creo: que Dios es amor; que está hecho de amor, como nuestras
almas, como esa chispa vital que aviva a toda la especie; que si Dios, si alguna energía su-
prema existe, esa energía está hecha de, “es”, amor.
Y lo que intento escupir (léase sin ningún significado excretor) es que he notado que
cuando “amo” a alguien, con ese “amar” que solemos diferenciar del “querer”, mi senti-
miento se atemporiza. Se extiende tanto hacia el futuro – siempre te voy a amar – como
hacia el “pasado” – siempre te he amado –. Y no recuerdo tiempos en que ese amor por la
persona amada no estuviese presente. Recuerdo mi infancia, sí, pero me parece como si la
conociese entonces a “ella”, como si la amase en esos tiempos. Toda la vida propia se es-
cribe en mi recuerdo a “su” luz. Y ella está en mi hoy, en mi mañana y en todo mi ayer.
¿Y cómo es posible eso? Tal vez viene de alguna incapacidad propia, de falta de con-
trol para manejar los propios sentimientos, no sé... pero creo que no es ningún defecto.
Creo que se trata de la estricta y pura realidad.
Por eso pienso, entiendo, comprendo que el amor es atemporal.
El “amor” mismo es otra supermeta. Amar infinitamente, ser amado, especialmente
por los individuos que son foco de nuestro amor. Amor de corazón, amor de alma, amor
sexual, de piel, de azúcar, de lágrimas, de esa sonrisa tuya, mi Sole.., que todo lo ilumina
[perdón amigo lector por dejar escapar algún sentimiento mío propio; lo que trato de expli-
car, es de todos].
Y si el Dios es amor o amor es el Dios, la supermeta de que hablamos sería justo ano-
tarla como “amor de alma”.
La aventura permanente, la adrenalina, el miedo buscado, la acción en cualquier senti-
do que pueda existir, las endorfinas deportivas del entusiasmo, vivir un cuento, y otro, y
otro; saltar precipicios, volar como Neo en Matrix, como Juan Salvador Gaviota... esta es otra
supermeta.
Y así como existen nuestras supermetas, nuestra identificación de Dios, de lo supremo,
también existen inframetas, que “apagan”, que quitan vida, que oscurecen el campo de ba-
talla. Pero no nos centraremos en ellas, porque uno debe centrarse y construir en el cami-
no que desea, y no en caminos opuestos a él.
La bondad, la trascendencia, la sabiduría, el placer, el poder, el control, el amor, la
aventura. Ocho supermetas, que quizás sean siete, o menos. O quizás sean sólo una, aun-
que me parece que no.
¿Cuál es tu supermeta? Creo que podemos tener sólo una, no varias; porque se trata,
no de metas, sino de “la” meta última, máxima, primera. Puede que tengas una diferente;
habría entonces que agregarla a la lista.

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El conflicto máximo
El conflicto máximo ocurriría cuando se contraponen supermetas.
Maximizando ese mismo conflicto máximo, podríamos imaginar que se contrapusiesen
las supermetas de todos los individuos del planeta.
A priori, algo me dice que si las supermetas están en un todo llamado Dios, no hay po-
sibilidad de contraposición, sino de coexistencia, o existencia en ese todo. Como expresa
Cabobianco en su libro Vengo del Sol: “todos somos partecitas de Dios”. Si esto fuera así, no
tendría lugar un conflicto máximo – una contraposición de supermetas – y todos los con-
flictos responderían a la superposición de metas menores, nunca de supermetas.
También cabría investigar las posibilidades de enfrentamiento entre supermetas e in-
frametas, que podría dar lugar a conflictos entre lo que serían “buenas personas” y ”malas
personas”. Pero no es un campo en el que haya decidido hurgar con el presente análisis,
por lo que nos limitaremos a mencionarlo como otra posible fuente de conflicto, tal vez
máximo o de otro tipo.
¿Pero pueden dos supermetas ser incompatibles entre sí? Depende de la finitud de re-
cursos implicados, de lo espacioso que sea el nicho que ocupa o busca ocupar esa superme-
ta. Aparentemente, la supermeta “sabiduría” apunta a un recurso infinito, a un nicho in-
conmensurable. Le siguen la “bondad” y la “aventura”, también de nichos amplísimos y
por tanto supermetas no contraponibles. Luego la “trascendencia”, cuyo recurso – dejar
marca ¿no? – aún raya en la infinitud. Después, en orden de contraponibilidad creciente,
aparecen el “amor” y el “placer”, tal vez también de recurso infinito, aunque probablemen-
te superponibles cuando se enfocan, por ejemplo, con carácter único en determinada per-
sona; aunque no se trate de la supermeta en si, sino de metas generadas en la consecución
de la supermeta mayor. O de metas válidas pero secundarias, de personas cuya supermeta
es otra (no el amor ni el placer). Y por último, de recurso aparentemente finito, contamos
con las supermetas “poder” y “control”.
Pareciera que si alguien ostenta todo el poder, ello no permite que otro, con la misma
supermeta “poder”, pueda acercarse a ella. Similarmente si uno lidera el resto no lo haría...
Siempre desde la óptica algebraica de que los infinitos no se acaban y los finitos sí.
Pero qué ocurre si nuestro punto de vista nos indica lo mencionado por Cabobianco y
seguramente por varias creencias religiosas: que somos todos uno... quizás se compatibiliza-
se la consecución de la supermeta “poder” por parte de muchas personas en simultáneo.
También puede ocurrir, como refiere Dyer en su libro El poder de la intención, que el ta-
maño del nicho o la disponibilidad de recursos sea dependiente de cuántos lo buscan, de
forma que cuantos más busquen poder, mayor sea la cantidad de poder disponible.
Ambas posibilidades, la de Cabobianco y la de Dyer, que yo extrapolo hacia este análisis,
aplicarían también a la supermeta del “control”. Y es más, podemos pensar en las múlti-
ples facetas, quizá infinitas, en las que se puede liderar. Sería válido un paralelo con los
liderazgos funcionales en una patrulla scout (cocinero, enfermero, intendente, etc.), en una
empresa y en otros ámbitos.
Entonces desde el punto de vista que podemos llamar algebraico, puede existir conflicto
máximo. Desde otros puntos de vista, el totalizador, el interdependiente, el multifacético (?) se
improbabiliza el conflicto máximo y hasta puede negarse su existencia.*
¡Qué importante es el punto de vista! ¡Cómo permite disolver, desanudar aún estos
supuestos conflictos “máximos”!

* Los nombres dados a los puntos de vista se corresponden con lo explicado más arriba.

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Palabras finales
Aunque carece de cientificidad lo hasta ahora expuesto, en cuanto a falencia de prue-
bas explícitas o demostraciones lógicas válidas, intenta ser un ¿primer? acercamiento – al
menos personal – a este tipo teórico de contraposición de intereses existenciales (superme-
tas), que denominé “conflicto máximo”.
Pareciera que un punto difícil, cuanto más se acerca una situación a esta categoría de
conflicto máximo, es separar a la persona del conflicto. Ha de ayudar mucho, si se ocupan
energías en variar la óptica de los involucrados, hasta lograr la convivencia en un paradigma
donde las supermetas coexistan sin contraponerse.
Estos pensamientos surgidos, son parte sólo de uno de los tantos pétalos de las tantí-
simas flores que dan vida al jardín desplegado por el taller sobre resolución de conflictos,
que tan generosamente nos ha brindado Isabel, la profe del mismo, a quien agradezco sin-
ceramente.

Gustavo Affranchino
Elefante Sincero
7-abr-2010

Fuentes de información
• Curso sobre Herramientas para la resolución de conflictos
Lic. María Isabel Villar de Amor
Universidad CAECE
Marzo de 2010

• El poder de la intención
Wayne W. Dyer - 2004
Editorial Debols!llo

• Vengo del Sol


Flavio M. Cabobianco – 1991
Editorial Longseller

• Las seis funciones de patrulla


Elefante Sincero – 2008
Grupo Scout Nº91 San Patricio

• Se cita al padre Mamerto Menapace, al libro Juan Salvador Gaviota (Richard Bach,
1983) y al film Matrix (Larry y Andy Wachowski, 1999)

• Los conceptos de “conflicto máximo” y “supermetas”


son propios del presente ensayo

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