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UNA NUEVA PROPUESTA SOBRE EL SISTEMA PSÍQUICO: LA

COMPRENSIÓN DEL COMPLEJO DEL YO COMO ESTRUCTURA DISIPATIVA

Publicado en el 12º Congreso Virtual de Psiquiatría - Interpsiquis 2001

Delgado González, José Antonio.


jose_antonio_delgado_gonzalez@hotmail.com

RESUMEN:

En los últimos años hay un interés creciente en los fenómenos caóticos, que se han ido extendiendo a campos del
conocimiento, muy diversos y dispares, alejados de las matemáticas y de la física. Estos conocimientos se han erigido en lo
que hoy se conoce como el cuerpo de doctrina de la Dinámica no Lineal y Teoría del Caos. Una de las características que,
probablemente, han contribuido a este desarrollo, haya sido el carácter multidisciplinar del caos, cuyas teorías pueden ser
aplicadas a diversos ámbitos, habiendo llegado a tocar el de la Psicología y de las Neurociencias. Parece ser que los
fenómenos caóticos presentan a menudo comportamientos universales, derivadas de los términos no lineales que los
originan y que probablemente afectan a todo nuestro mundo, sea este exterior o interior. Los planteamientos del presente
trabajo, quieren invitar a un cambio de paradigma, hacia una nueva visión acerca de la realidad psíquica, a través de la
aplicación de las teorías de los sistemas complejos al sistema psíquico y, en especial, al complejo del yo. Este, bajo
determinadas condiciones ambientales y anímicas, puede entrar en un estado de noequilibrio o de “caos creativo”, viéndose
forzado a asimilar o a adaptarse a una influencia perturbadora demasiado grande, como para poder sobrevivir en dicho
estado, como unidad integrada, lo que supone un esfuerzo de readaptación o reintegración después de la desintegración,
provocada por una crisis o adversidad que haya roto la unidad previa.

1. INTRODUCCIÓN

Las últimas dos décadas han estado marcadas por un interés creciente en los fenómenos caóticos, extendiéndose
éstos a campos del conocimiento, muy diversos y dispares, como es el caso de la Psicología, bien alejados de las
Matemáticas. Estos conocimientos se han erigido en lo que hoy se conoce como el cuerpo de doctrina de la Dinámica no
Lineal, que estudian fenómenos alejados del estado de equilibrio.

De acuerdo con el Dr. Florentino Borondo (1), una de las características que, probablemente, han contribuido a este
desarrollo, ha sido el carácter multidisciplinar del caos. Los fenómenos caóticos presentan a menudo comportamientos y
conductas universales, derivadas de los términos no lineales que los originan. Así, la complejidad e impredecibilidad, la
extrema sensibilidad a las condiciones iniciales, la apertura, el dinamismo y el carácter fractal parecen ser comunes a
ámbitos sistémicos tales como el lenguaje (2), los sistemas biológicos (3), la Economía (4), la Educación (5) y, por supuesto,
la Psicología (6). En esta última disciplina, por ejemplo, las transformaciones que tienen lugar en los períodos de crisis se
pueden considerar como fenómenos que acontecen en el sistema psíquico cuando éste se aleja del estado de equilibrio
dinámico, de modo que el resultado de una crisis dependerá de las condiciones iniciales en las que se encuentre el sistema
(su historia evolutiva y biográfica) y, por consiguiente, el resultado final de una crisis es, hasta cierto punto, impredecible.
Asimismo, la creatividad puede considerarse como una de las conductas humanas más complejas e impredecibles (6),
estrechamente vinculada a la salud mental (7) y a la autorrealización personal (79).

Otra característica distintiva que se atribuye al caos es el ser la tercera revolución de la Física en el siglo XX,
quedando reservados los primeros lugares para la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad (1). En este sentido, Kuhn
(10) afirma que las revoluciones científicas se caracterizan por un cambio de paradigma, entendiendo por tal, el conjunto de
verdades aceptadas por la comunidad científica. Estas revoluciones suponen el derrocamiento de conceptos e ideas
obsoletas. Por ejemplo, la revolución relativista acabó con la idea de un espacio y un tiempo absolutos, del mismo modo
que la física cuántica abolió la posibilidad de medir simultáneamente y con toda precisión variables físicas conjugadas,
como la velocidad y la posición de una partícula subatómica, así como la distinción entre sujeto y objeto (11). La teoría del
caos acaba con la idea del determinismo absoluto, introduce la flecha del tiempo y el concepto de irreversibilidad (12). Esto
quiere decir que los cambios que se producen en un sistema abierto y disipativo, alejado del equilibrio dinámico, como
parece ser el caso de todo sistema vivo y, por ende, del sistema psíquico, no son predecibles, pasado y futuro dejan de ser
intercambiables y, por consiguiente, cuando acontecen ciertas transformaciones, éstas conducen a estados irreversibles.

El trabajo que a continuación se desarrolla, pretende aplicar las teorías de los sistemas complejos a la psique
humana. Para ello, nos servimos del modelo topológico y funcional que aporta la Psicología Analítica (13), complementada
por las contribuciones realizadas por el psiquiatra checo Stanislav Grof (14), en torno a la idea de un inconsciente perinatal.
Desde estas perspectivas, podemos definir a la psique como un sistema complejo, no lineal, caótico, sensible a las
condiciones iniciales, abierto, dinámico y disipativo, y de carácter fractal. Se trata de un sistema complejo porque está
formado por dos grandes subsistemas, la Conciencia y lo Inconsciente, que son interdependientes ,
o sea, que un cambio en uno de ellos provoca modificaciones, bien de forma directa, bien indirecta, en los demás. Es no-
lineal y caótico debido a la interrelación entre los diversos subsistemas, de tipo homeostático, de modo que los cambios que
se producen en el sistema, al depender de una gran cantidad de factores, parece que no se pueden predecir a través de
diseños experimentales, en los que existe una clara relación lineal de causalidad entre las variables independientes y las
variables dependientes, sino que nos tendremos que conformar con explicaciones de tipo cualitativo, esto es, probabilístico.
Es sensible a las condiciones iniciales porque, en un estado de inestabilidad o alejado del equilibrio anímico orgánico, la
evolución del sistema dependerá, tanto de la historia evolutiva del individuo (herencia y cultura), cuanto de su biografía.
Esto último se relaciona, a su vez, con la apertura del sistema al ambiente y, sobre todo, con la importancia que reviste el
hecho de la coexistencia entre cambio y estabilidad. El sistema psíquico, como todo organismo vivo, se mantiene
continuamente en un estado alejado del equilibrio, cuando está vivo. Y, pese a ser su estado diferente del equilibrio, ese
estado es, sin embargo, estable a lo largo de períodos prolongados de tiempo. Esto se observa en que su estructura
material, como el cerebro y las neuronas, se mantiene, a pesar del incesante flujo y cambio que tiene lugar en sus
componentes. Por lo tanto, podríamos decir que el sistema psíquico se mantiene en un estado de no equilibrio (3), o bien,
de equilibrio dinámico. Finalmente, el sistema psíquico es fractal porque, a pesar de las diferencias individuales, muestra
similitudes formales en sus diferentes niveles o estratos, lo que nos permite realizar una clasificación “topográfica” del
sistema.

Atendiendo a estos planteamientos psicodinámicos, y a los desarrollos postjunguianos de la Psicología Analítica, entre
otros, entendemos que, bajo determinadas condiciones ambientales o externas (personales, familiares, sociales o laborales)
y anímicas o internas (elevada actividad onírica, ansiedad, depresión, v.gr.), relacionadas ambas por la ley de la
sincronicidad, definida como una coincidencia significativa de acontecimientos objetivos y subjetivos, que pueden estar
separados en el espacio y/o en el tiempo (1516), el sistema psíquico, en general, y el complejo del yo, en particular, parecen
entrar en un estado de noequilibrio o de "caos creativo", fuera del equilibrio dinámico, viéndose forzado éste último a
asimilar o a adaptarse a una influencia perturbadora demasiado grande, como para poder sobrevivir en dicho estado, como
unidad integrada.

2. LA PSIQUE COMO SISTEMA

Un sistema consiste en un conjunto de elementos idealmente separables, así como en las interacciones entre dichos
elementos. Uno de los resultados de estas interacciones es la restricción en el número de posibilidades o variaciones de
estado del sistema. De esta manera, los grados de libertad se disminuyen con respecto a los que podrían gozar sus
elementos o componentes por separado.

Asimismo, amén de esta disminución de libertad del sistema como suma de partes, suele considerarse, de
conformidad con la Psicología de la Gestalt, que la suma de las partes de un sistema es menos que el sistema mismo y, con
la descripción de sus elementos por separado no se abarca al sistema global (17). La interacción de los diferentes
elementos, su sinergia, puede dar por resultado un valor más ordenado que el que le correspondería por la mera suma de
dichos elementos por separado. Por ejemplo, el Agnus Dei del Réquiem de W. A. Mozart es, en su conjunto, una obra
excepcional, que, si se dispone de cierta sensibilidad, permite contactar con el arquetipo de Cristo o del sufrimiento
colectivo, es decir, se podría acceder a la vivencia de la carga de la totalidad del hombre y de la conjunción de los opuestos
psíquicos (1819), por lo que el resultado de estas vivencias es mucho más amplio y productivo, artístico y genial, que la
mera suma de notas, de las que se compone dicha pieza musical. La actividad de cada componente del sistema depende
de sus relaciones con los restantes componentes existiendo, de hecho, mecanismos de retroalimentación o feedback (20).
Así, todo acto creativo, como resultado de un proceso creativo es, a priori, impredecible. Y, a pesar de ello, podemos hablar
de creatividad en la conducta, como una condición estable y, según parece, relacionada con períodos críticos en la vida de
los individuos (67).

Esta descripción de un sistema puede aplicarse a la psique humana, en lo que podemos denominar como sistema
psíquico. Este sistema psíquico, al igual que cualquier sistema dinámico abierto y disipativo, está constituido por
componentes o contenidos, que se describirán en próximos apartados, cuyo número es finito (aunque las modificaciones de
los temas principales sean caleidoscópicas) y sus interacciones también son limitadas. Esto nos ayuda a la hora de
aproximarnos a su estudio, pues una pequeña parte del conjunto global del sistema psíquico que, dicho sea de paso, está
constituido por la conciencia y sus datos y lo inconsciente (con sus múltiples estratos), nos auxilia a comprender el
funcionamiento del sistema completo y/o segmentos más amplios del sistema psíquico.

Así, por ejemplo, podemos estudiar una parte del complejo subsistema inconsciente para, tras describirlo de una
manera más o menos precisa y objetiva (siempre dentro de las limitaciones de la percepción humana y, para el caso del
investigador, también individual), extrapolando o generalizando dichos descubrimientos, basados en la observación local.
Valga de ejemplo el análisis de un sueño arquetípico (17, 21, 22). Su hermenéutica precisa de vastos conocimientos en
simbología, pero sus conclusiones son válidas para el conjunto del sistema psíquico de la persona que haya tenido el sueño
y, eventualmente, de todo individuo afectado por la actividad del mismo arquetipo (23). Entendiendo por arquetipo la pauta
de acción modal, punto nodal, núcleo de significación, tipo arcaico o primigenio o posibilidad de representación, que se
manifiesta en la consciencia, por ejemplo, en imágenes primordiales, mitos, cuentos o expresiones religiosas (24) De hecho,
un simple sueño podría ser considerado como una imagen fractal, pues parece proporcionarnos información de cómo es el
sistema psíquico del individuo analizado (14,24), ya que nos remite a la totalidad de dicho sistema psíquico.

El sistema psíquico, con su historia biográfica y evolutiva, y su complejidad, parece poseer la propiedad de conducir y
ampliar la energía. Los símbolos, constituyentes de la psique inconsciente, son los conductores o transmisores de la
energía en el momento de la constelación del arquetipo subyacente. Dicha energía, puede ser integrada por el complejo del
yo, gracias a la asimilación del contenido simbólico en el cual se enviste la energía psíquica, por medio de la hermenéutica
onírica o interpretación del símbolo producido por lo inconsciente, y, por ende, se hace aprensible a la consciencia, con lo
que esta última se ve ampliada (17,21). De esta suerte, se favorece el mejor funcionamiento de todo el sistema psíquico,
dando cauce a la transformación que la psique en su conjunto demanda.

La fugacidad y esquivez de los acontecimientos psíquicos inconscientes elementales, los denominados arquetipos, los
cuales parecen actuar en determinados momentos y se prolongan en el tiempo por lapsos más o menos largos, se hacen
patentes y asibles a la consciencia, gracias a su manifestación en forma simbólica (en sueños, imaginación activa, pintura,
escultura, dibujo, etc.). Resulta por demás interesante observar que tal actualización de un arquetipo, canaliza la energía a
favor de un número limitado de posibilidades, es decir, determinados cambios se hacen más probables que otros. Sin
embargo, el concurso de la consciencia hará que, en última instancia, tal conjunto de posibilidades se concrete en una
dirección u otra, o bien, en una orientación de actitud u otra.

Podemos afirmar que, la constelación de un arquetipo puede entenderse como un fenómeno, en sí mismo,
determinístico, en el sentido de que no es posible escaparse a su acción en un tiempo y espacio definidos. No obstante, la
concreción que la conciencia haga de la asimilación de dicho símbolo, por mediación del complejo del yo, está abierta a
múltiples posibilidades. Posibilidades que se verán reducidas por el marco circunstancial y/o ambiental en el que se halle el
sujeto afectado por el arquetipo, principalmente por la cultura a la que el individuo pertenece, así como por la expresión que
éste pueda darle, lo cual depende de sus aptitudes individuales. Dicha expresión estará de acuerdo con las posibilidades de
su psiquismo. Así, por ejemplo, algunos individuos podrán expresar la constelación de un arquetipo por mediación de la
música; otros del arte pictórico, escultórico o arquitectónico; unos pocos se servirán de la visión que del mismo han tenido
para plasmarlo en una teoría científica, como le sucedió al químico Kekulé con la estructura aromática del benzeno,
verbigracia, o en un sistema filosófico; finalmente, una expresión poética o religiosa puede ser una de las vías más excelsas
de concretización del inaprensible patrón informativo (arquetipo) (1516). En cierta manera, los arquetipos actúan a modo de
atractores, pues cualquier intento de salirse de la trayectoria marcada por el mismo, en un espacio y en un tiempo definidos,
acaba siendo atenuado y, después de un lapso temporal determinado, tenderán a regresar a la "órbita" marcada por el
atractor (arquetipo) (1). Esto parece indicar que, los estados alejados del equilibrio, las crisis, tanto en el individuo, cuanto
en el colectivo, podrían actuar a modo de acicates o catalizadores de creatividad. De este modo, parece que la creatividad,
bajo ciertas condiciones, estaría estrechamente relacionada con las crisis.

Una de las propiedades más importantes del sistema psíquico parece ser su flexibilidad y elasticidad internas, en el
sentido de la enorme variación de posibles estados de conciencia, permitiendo el reconocimiento y supervivencia del
complejo del yo, a pesar de las erróneas actitudes e inadecuados o inadaptados comportamientos, de los cuales el
individuo debe aprender, asistiendo a un mecanismo de feedback continuo, tanto con el entorno, cuanto con el cuerpo y con
la mente. En otras palabras, la flexibilidad del sistema psíquico se refiere a una potencialidad de realizar cambios
significativos de orden funcional, pese a perturbaciones que pudieran ingresar en él. Y estos cambios se producen tras los
mecanismos de retroalimentación que han de seguir a todo error de concepción y de actuación, es decir, de actitud y de
comportamiento, algo característico del aprendizaje. Esto es, el sistema puede hacer frente a cierta cantidad de fluctuación
y perturbación, manteniéndose estable gracias a sus propiedades de autorregulación. Sin embargo, si estas mismas
fluctuaciones y perturbaciones son dramáticas y exceden el límite de flexibilidad del sistema, llevan al mismo a un estado de
"callejón sin salida evolutivo" y de ahí a un "caos creativo" (2526), estado al que Stanislav Grof se refiere con el término de
emergencia espiritual (14).

3. MODELO TOPOGRÁFICO DEL SISTEMA PSÍQUICO

Una revisión de las teorías de Carl G. Jung y de los autores postjunguianos sobre los arquetipos y lo Inconsciente
Colectivo (1719,2124,27,30), así como de las investigaciones llevadas a cabo por Stanislav Grof (1415), en torno al nivel
perinatal de lo Inconsciente, parecen evidenciar que el sistema psíquico está conformado por dos entidades o subsistemas
principales:

1. La Conciencia, en cuyo centro se encuentra el complejo del yo.


2. Lo Inconsciente con sus múltiples "estratos".

1. La Conciencia
De un modo muy sintético, podríamos afirmar que la conciencia es un órgano de percepción y orientación dirigido,
inicialmente, al medio ambiente. De esta manera, ser consciente es percibir el mundo exterior, al propio ser y a las
relaciones entre éste y aquel (13,27).

La conciencia es, también, una especie de relación o referencia de contenidos psíquicos con el complejo del yo, en la
medida en que éste tiene plena sensación de dicha relación. El complejo del yo, está constituido por un conjunto
extremadamente complejo de sensaciones, recuerdos y afectos, siendo el centro del campo de la conciencia, semejante a
un foco de iluminación de contenidos psíquicos. El complejo del yo tiene una elevada continuidad e identidad consigo
mismo, siendo tanto un contenido de la conciencia como la conditio sine qua non de la propia conciencia (13, 27).
2. Lo Inconsciente
Las investigaciones llevadas a cabo por Francisco Varela (28) le han conducido a proponer la hipótesis de la existencia de
una “cognición primaria” que, sin ser autorreflexiva, constituye un “espacio mental unitario” o “estado mental”, que es común
a todos los vertebrados superiores. Según esta hipótesis, cada experiencia cognitiva está relacionada con un conjunto de
neuronas, que se hallan interrelacionadas, y donde múltiples actividades se unifican en un conjunto transitorio, pero
coherente, de neuronas que oscilan en una determinada longitud de onda, de una manera sincronizada. La sincronización
de estas oscilaciones parece estar relacionada con las experiencias cognitivas de esa “consciencia primaria”. La hipótesis
de Varela parece estar relacionada con las cogniciones inconscientes, y este autor afirma que la “consciencia primaria” no
está relacionada con la actividad en ninguna estructura concreta del cerebro, sino, más bien, con la sincronización de
diversos circuitos neuronales oscilantes. Según esta hipótesis, parece que la consciencia primaria, común a todos los
vertebrados superiores, podría estar relacionada con lo Inconsciente Colectivo de Carl Gustav Jung y, especialmente, con el
concepto de arquetipo (24).

Lo inconsciente, según la Psicología Analítica (13, 1718, 21, 24) complementada por la Psicología Transpersonal
propuesta por S. Grof (14,17), está conformado por los siguientes estratos o niveles de profundidad creciente:

 Recuerdos, sensaciones físicas mnemónicas, contenidos inconscientes mediata e inmediatamente asequibles


(27).
 Inconsciente individual o Sombra: Las manifestaciones personales de este nivel son los traumas infantiles,
contenidos reprimidos o suprimidos, contenidos olvidados por motivos de índole biográfica dolorosa (24, 27). No
obstante, la sombra también tiene una expresión positiva, pues, de hecho, bajo ese material cenagoso se
encuentran potenciales de manifestación o expresión creativa, que enlazan con el reino histórico de lo
inconsciente (17,27).

 Nivel perinatal: En el que se concentran las experiencias traumáticas o no del proceso del nacimiento biológico.
Grof (14) ha dividido las experiencias condensadas en este nivel en cuatro matrices perinatales básicas (MPB),
que se corresponden con los cuatro períodos por los que atraviesa el individuo a lo largo de su desarrollo
embrionario y fetal, pero que, al ser psicoespirituales, no se circunscriben al proceso del nacimiento biológico,
sino que pueden proporcionar, a su vez, un acceso a lo inconsciente colectivo.

 Inconsciente nacional o cultural o Sombra nacional o cultural: Constituido por todo aquello que una nación o
entidad cultural mantiene fuera del foco de iluminación consciente. Ciertos símbolos son propios de ese nivel
nacional y sólo se encuentran en la cultura de esa nación particular (29). En realidad, debemos apuntar aquí que,
de modo general, existe un inconsciente de grupo, familiar, de pareja, etc., es decir, allí donde existe un vínculo
humano se crea un Símismo compartido regulador (30), Símismo o Yo nuclear que comprende aspectos
sobresalientes, aspectos diferenciados conscientemente, y aspectos subdesarrollados, aspectos que permanecen
inconscientes.

 Inconsciente colectivo o transpersonal: En este nivel profundo se encuentra el magma psíquico del que todos
participamos. Los símbolos universales provienen de ese estrato y se los encuentra en todas las culturas, con
independencia de los fenómenos de migración y de intercambio cultural. También los residuos de las experiencias
filogenéticas de nuestros antepasados se hallan aquí (14, 24, 27, 30).

 Núcleo cósmico o Símismo: Centro de la personalidad, núcleo que nos contacta con el Universo o Cosmos. Es la
imago Dei en el hombre (1415,1718). Todo cuanto acontece en el cosmos, parece tener una resonancia mórfica
en el individuo (1517, 3033). La accesibilidad a este nivel se vivencia a través de símbolos mandálicos,
experiencias de sincronicidad, vivencias de unión mística y otros estados extraordinarios de conciencia. Así
también, en sueños, fantasías, ensoñaciones, expresiones artísticas, etc. Todo parece estar impregnado por lo
colectivo psicoideo (30, 1516 ), aunque no seamos conscientes de ello. Es, en el transcurso evolutivo de la
consciencia, cuando nos vamos dando cuenta de hasta qué punto esto es así.

4. MODELO FUNCIONAL DEL SISTEMA PSÍQUICO

De acuerdo con la Psicología Analítica (15,1719, 2124, 27, 30), la conciencia, órgano de orientación, utiliza un número
definido de funciones con las que se orienta y adapta al mundo exterior u objetivo, así como al mundo interior o subjetivo:

1. La sensación, que percibe los hechos, objetos o acontecimientos.


2. El pensamiento, que discierne lo que el objeto percibido es, de aquello que no es, emitiendo juicios de valor
objetivos.

3. El sentimiento, que emite un juicio de valor sentimental (el objeto es bello o feo, verbigracia).

4. La intuición nos permite dilucidar cual es el origen y el destino, tanto de los objetos como de los sujetos, y de
ciertos acontecimientos objetivos o subjetivos.
Estas funciones pueden tener un carácter introvertido o extravertido, de acuerdo con el lugar al que se dirijan la
intención y la atención. Así, si son los objetos del mundo, los acontecimientos y/o las circunstancias objetivas las que
mueven a la reflexión y a la acción, con preponderancia, el tipo es extravertido.

Por el contrario, si es el sujeto el que, preponderantemente, se impone a la realidad objetiva, entonces nos
encontramos frente a un introvertido. La extraversión y la introversión son ambos mecanismos de adaptación y, por ende, se
presentan en todo individuo. Su preponderancia es la determinante a la hora de calificar a un individuo como extravertido o
introvertido. Así, el extravertido se caracteriza porque trata de ajustarse a la realidad objetiva. El segundo, pretende adaptar
la realidad objetiva a sí mismo, como sujeto. Un ejemplo del primer tipo lo sería Aristóteles. Del segundo, lo sería Platón. En
ambos, el pensamiento es la función diferenciada, pero el interés se dirige hacia lugares distintos (hacia fuera objetosen
Aristóteles, hacia dentro ideasen Platón).

No obstante, podemos distinguir dos formas de pensamiento. En palabras de Carl Gustav Jung: "Hay dos formas de
pensamiento: el pensamiento dirigido y el sueño o fantaseo. El primero sirve para que nos comuniquemos mediante
elementos lingüísticos; es laborioso y agotador. El segundo, en cambio, funciona sin esfuerzo, como si dijéramos
espontáneamente, con contenidos inventados, y es dirigido por motivos inconscientes. El primero adquiere, adapta la
realidad y procura obrar sobre ella. El segundo, por el contrario, se aparta de la realidad, libera tendencias subjetivas y es
improductivo, refractario a toda adaptación"(34).

Al "sueño o fantaseo" lo podríamos denominar pensamiento pasivo, es decir, una concatenación de asociaciones
sujetas a un juicio no regido por un acto de mi voluntad.
El pensamiento es, por contra, la imitación voluntaria de los sucesos, de las cosas objetivas, reales. Esta reciente
adquisición ha acontecido gracias a la capacidad de movilidad y desplazamiento de la libido o energía psíquica, última flor
de la evolución cultural (27). Se trata de un acto voluntario de representación, en el que se someten los contenidos a un
proceso valorativo.

El pensamiento pasivo (fantasear es una asignación insuficiente, como el mismo Jung (34) advierte en posteriores
trabajos) podríamos concebirlo, pues, como un representar pasivointuitivo. En ambos se realizan juicios y lo que les
diferencia es la voluntad del acto de enjuiciar.

Las funciones juzgadoras, el sentimiento y el pensamiento, son funciones racionales, en tanto que la sensación y la
intuición, como funciones perceptivas, son irracionales, en el sentido de aracionales. Estas últimas, sobrepasan la
polarización que lo racional siempre establece y apuntan a lo dinámico prospectivo, es decir, a la variación del aspecto o de
los detalles del objeto en el caso de la sensación y a la variación de la trayectoria del objeto u objetivo, en la intuición.

Estas funciones presentan ciertas incompatibilidades. Así, la intuición y la sensación son opuestas, al igual que lo son
el sentimiento y el pensamiento. El ser sensorial trata de ver las cosas y los acontecimientos con detalle, tal cual son,
aprehendiéndolas y aferrándolas entre sus ejes ópticos. Observa las variaciones que sufre el objeto, su dinámica tal cual
aparece, adaptándose con facilidad a los cambios tangibles del objeto. El intuitivo, por el contrario, no ve las cosas tal cual
se presentan, sino que engloba toda la atmósfera que envuelve al objeto, sus relaciones trascendentes, su origen y su
destino (13). Se pierde en el conjunto de posibilidades que rodean al objeto. En realidad, mira como a través de las lentes
de un telescopio o de un microscopio, mucho más allá del objeto concreto que se le aparece. A éste, en realidad, no lo ve.
La persona intuitiva busca el misterio intrincado que se halla bajo las apariencias, inmediatamente visibles (13, 17).

Así pues, según esta tipología caracterológica, si queremos ver las cosas tal cual se nos presentan, no debemos mirar
la atmósfera que les rodea. Es preciso focalizar nuestra mirada en las cosas y desvincularlas lo más posible de las
intrincadas relaciones que las rodean.

Análoga incompatibilidad la encontramos entre el sentimiento y el pensamiento. Si deseamos reflexionar, no debemos


dejar que la lógica del sentimiento se inmiscuya, en el sentido de que arrastre a nuestro pensamiento fuera de su propio
ámbito. Si reflexionamos acertadamente sobre la ecología de la encina, por ejemplo, no debemos dejarnos llevar por el
sentimiento que ésta despierta en nosotros. Diferenciaremos entre la tipología de sus hojas, la estructura de sus
formaciones y el tipo de sustrato sobre el que se asienta y dejaremos, en ese momento, aparte los juicios acerca de la
belleza del árbol o de lo bonito que quedaría una ramita en el jarrón de nuestra casa.

5. EL COMPLEJO DEL YO COMO ESTRUCTURA DISIPATIVA

De acuerdo con el modelo planteado anteriormente, en el centro de las influencias del mundo externo y del mundo
interno o inconsciente se halla el complejo del yo. De esta manera, el subsistema del yo, como casi todo lo psíquico y lo
físico, es un sistema disipativo, abierto a las influencias externas e internas. Cuando se constelan ciertos arquetipos, es
decir, cuando se activan y se preparan para la emergencia plena en la consciencia, e irrumpen en el campo de la
conciencia, como oleadas en un mar embravecido, el complejo del yo se halla en unas "condiciones de no equilibrio" y en el
seno de las cuales se ha agotado la flexibilidad del sistema yoico. En esas circunstancias se disipan energías desordenadas
(entropía) al exterior (en forma de ansiedad, descontrol de impulsos, brotes psicóticos, etc.), y esas energías interactúan
con el medio. Sin embargo, en esos momentos de bifurcación, donde existen idénticas probabilidades de integración que de
escisión, la constelación del arquetipo del orden o Símismo, la estructuración del complejo del yo, y el empleo de técnicas
interactivas como la imaginación activa, como método de atención de los contenidos que surgen de lo Inconsciente
(7,13,17) ya evidencian una probabilidad mayor de elegir la integración o individuación, siempre que se asimilen los
contenidos simbólicos por el yo consciente, rompiendo así la simetría original entre integración y escisión (25).

Esta capacidad autopoyética, o de autoorganización (12,20) conduce al sistema a nuevos estados que distan mucho
de ser iguales a los anteriores, pudiendo ser, antes bien, más evolucionados, informados o integrados, o bien, entrar en una
dinámica de desorganización o escisión (como ocurre, por ejemplo, en una psicosis). El nuevo estado más ordenado,
evolucionado o informado (o bien, desorganizado o escindido) acontece como resultado de una actitud consciente
específica, frente a la constelación de un arquetipo en el plano psicoide (15,20). No obstante esto, parece que existen casos
en los que una constitución psicológica armónica heredada, permite cambios en su adaptación al entorno y/o al ámbito
interior, sin participación de la voluntad consciente, dándose estos cambios a modo de "impulsos" semiconscientes. Por lo
general, en estos casos, la propia capacidad autoorganizativa del sistema psíquico es suficiente para reajustarse a las
perturbaciones de un modo semiconsciente, como unidad integrada. Por tanto, cuanto más armónicos sean los sistemas
psíquicos, parecen presentar menores dificultades de integración, pero, a su vez, podrían disponer de un menor caudal de
energía psíquica a disposición de la voluntad consciente y, por tanto, sus potenciales de expresión creativa y de amplitud de
consciencia se verían reducidos.

Según la Teoría de los Arquetipos (24), cuando se constela un arquetipo, una imagen simbólica emerge de lo
inconsciente colectivo como manifestación concreta de dicha constelación. El estudio detallado del símbolo arquetípico
amplía el campo perceptivo o nivel de consciencia, permitiendo asimilar los contenidos inconscientes vinculados al símbolo.
Esta integración en el plano de la conciencia, resultado de una actitud determinada, que parece evidenciar una amplitud
moral, intelectual y espiritual, permite actuar en consecuencia con la dirección por la que la libido está más inclinada a
discurrir (21). De esta suerte, dada la sensibilidad a las condiciones iniciales del sistema yoico en esos momentos, parece
que se selecciona una de las dos ramas de la bifurcación abierta. Estas dos ramas se subdividen, a su vez, en cuatro
posibilidades de manifestación: 1. Permanecer en la polaridad, moviéndose cíclicamente de un polo a su opuesto, como
cuando se producen cambios en el estado de ánimo. 2. Optar por girar en torno a uno de los dos polos (unilateralidad),
como cuando uno se mantiene en un estado depresivo. 3. Involucionar retrocediendo hacia una polarización más precaria
(involución o regresión). 4. Trascender hacia una nueva polaridad, más integrada (evolución o individuación (7,13,17)),
dando un salto de nivel de conciencia (9).

La tendencia del sistema psíquico a alcanzar un estado de óptimo desarrollo evolutivo o clímax parece ser
sobradamente manifiesta, y su capacidad de funcionar como un canal de información en el que parte de los "mensajes" de
lo inconsciente e, incluso, mensajes completos se proyectan al futuro, se esclarece con la constelación de un arquetipo en
el plano psicoide de lo Inconsciente y, durante ese período, la coexistencia de una cadena de fenómenos sincronísticos.
Esta concatenación de eventos sincronísticos se expresa en símbolos, siendo estos los significantes concretos de una sola
cadena de eventos sincronísticos, ligados todos ellos al arquetipo o arquetipos actuantes en el plano psicoide. Los símbolos
se constituirían, pues, como mensajes anticipatorios, "presagios" o "señales", que anuncian o pronostican lo que es más
probable que se produzca en el mundo de lo manifestado (concienciacircunstancias) y, por ende, la dirección por la cual la
libido está más inclinada a discurrir (35).

Así, lo inconsciente constela y activa ciertos arquetipos (21, 24, 27), también denominados pautas de acción modal,
en determinados períodos de la evolución humana (tanto colectiva, cuanto individual), de tal manera que actúan a modo de
campo electromagnético. Toda información que se halle fuera del campo de acción de dicho arquetipo (y a un nivel más
superficial, de los complejos activados) no entrará en el ámbito de la conciencia y, por ende, no será enfocado por el haz de
luz del complejo del yo. En otras palabras, la experiencia parece irrumpir en la conciencia sólo cuando los esquemas más
relevantes han sido plenamente activados (36). Estos complejos constelados actúan fuera del alcance de la conciencia,
pudiendo suplantar su hegemonía de no ser reconocidos, integrados y vinculados al complejo del yo, como sucede, por
ejemplo, en los actingout o en los trastornos del control de impulsos.

Decíamos unas líneas más arriba, que el complejo del yo podía asimilarse a una estructura disipativa, y
observábamos que éste, como todo sistema abierto y disipativo, tiene un cierto límite de tolerancia o flexibilidad frente a las
perturbaciones y fluctuaciones que le puedan afectar. Si los cambios son dramáticos y desbordan sus capacidades de
autorregulación, el sistema del yo entra en un estado cuyas condiciones son de noequilibrio o de caos determinístico. En
estos momentos, el yo es muy sensible a las condiciones iniciales. Los conceptos de irreversibilidad y flecha del tiempo son
fundamentales. En este sentido, Prigogine (25) afirma:

"Cuando se crea una diferencia de temperatura lo bastante grande, aparecen remolinos en los que se suceden
millones de partículas. Así el no equilibrio crea correlaciones de largo alcance. Yo suelo afirmar que la materia en equilibrio
es ciega, cada molécula sólo ve las primeras moléculas que la rodean. En cambio, el no equilibrio hace que la materia
"vea". Aparece entonces una nueva coherencia. La variedad de estructuras de no equilibrio que se van descubriendo resulta
asombrosa. Estas estructuras revelan el papel creador fundamental de los fenómenos irreversibles, y, por lo tanto, la flecha
del tiempo."

La aparición de una nueva coherencia, psicológicamente hablando, ha de entenderse como una de las posibles
consecuencias de un período de crisis (existencial, de pareja, etc.). Así, la perturbación del sistema más allá de sus límites
de flexibilidad hace que éste avance hacia una forma completamente diferente de organización. En estos períodos se puede
observar la increíble creatividad del sistema psíquico global (SíMismo o personalidad total, según la Psicología Analítica) y
del complejo del yo, en particular, quien, en medio del mayor de los desequilibrios, es capaz de transformarse y acceder a
un nivel de organización superior, siempre dependiendo de las condiciones iniciales en las que se encuentre el complejo del
yo o ego. Este cambio de organización hace que el sistema entre en un nuevo estado, cuyas consecuencias para la vida de
la persona son de largo alcance. Pero la continua creatividad, producto de las irrupciones permanentes de contenidos de lo
inconsciente colectivo en el campo de la conciencia, no permite ver demasiado adelante en el tiempo. El ego está
continuamente frente a una bifurcación, frente a la posibilidad de ir hacia lo más integrado o dar un pasa hacia atrás e
involucionar. La sucesión constante de cambios va modificando el futuro, de tal modo que éste sólo existe como posibilidad
(30).

Sin embargo, debemos tener presente que esa nueva coherencia del sistema acontece cuando, en el estado de caos
determinístico, aparece una ruptura de simetría espaciotemporal. De esos puntos de bifurcación emergen multitud de
soluciones que, en último término, se pueden reducir a dos: integración versus escisión. La probabilidad de ambas ramas
es, inicialmente, del 50% para ambas.

Serán las condiciones iniciales, dentro de las cuales es, especialmente importante, lo estructurado que se encuentre
el complejo del yo, antes de que sobrevenga una crisis, siendo dichas condiciones las que lleven a la elección preferente de
una de las dos ramas. Este proceso, la aparición de un punto de bifurcación, de un eje espaciotemporal que enfrenta al
complejo del yo a las posibilidades de integracióndisgregación o escisión, no es estático. Por el contrario, se está
produciendo "continuamente" y esa es la cualidad que define la dinámica de la vida, la cualidad de ser vivo (30).

6. CONCLUSIONES

De lo expuesto anteriormente podemos concluir que, la evolución del sistema psíquico, entendido como una totalidad
que integra tanto a la conciencia y sus funciones, cuanto a lo inconsciente, y sus múltiples estratos, parece tener lugar a
través de una sucesión de estadios, que pueden ser descritos por leyes deterministas o lineales y leyes probabilistas o no
lineales. Así, pese al hecho de no poder predecir el resultado de un período de crisis existencial, por ejemplo, podemos
saber, con una cierta probabilidad, que, dadas unas condiciones iniciales determinadas (estado de estructuración del ego,
terapia previa, ambiente familiar del paciente, etc.), se puede producir una transformación positiva de la personalidad, que
afecte a todas las esferas de la vida del individuo, emergiendo del caos inicial de una crisis un nuevo orden más integrado.
Durante ese período de caos creativo, en medio de una crisis (de identidad, de sentido, existencial, etc.), si el complejo del
yo está lo suficientemente estructurado (condiciones iniciales), parece que tiene lugar un proceso de transformación, en el
cual el sistema psíquico se halla muy alejado del estado de equilibrio dinámico. Durante ese proceso, y por intermediación
del método terapéutico de la imaginación activa, por ejemplo, desarrollado por el psiquiatra Carl G. Jung, el individuo puede
atender a los contenidos que surgen desde lo inconsciente, plasmándolos a través de un trabajo creativo, adecuado a las
capacidades o aptitudes individuales. Mediante la práctica de la imaginación activa, el individuo puede desarrollar lo que
Carl G. Jung denominó la función trascendente (7,13), que es aquella función, creadora de símbolos, encargada de
conectar los contenidos inconscientes y los conscientes, en una comunidad de sentido. Con el uso de esta técnica, lo que
se favorece es un cambio positivo en las condiciones iniciales del paciente o del individuo que esté atravesando un período
de crisis, posibilitando que se produzca una transformación positiva que afecte a todo el sistema psíquico, lo que parece
facilitar una ampliación del nivel o campo de consciencia, y, con ello, una mayor integración del individuo en su proceso de
individuación o autorrealización personal.

LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL EN LA PSICOTERAPIA

Mª Isabel Rodríguez Fernández, José Antonio Delgado González


maribelrodriguezpsiq@hotmail.com

Ponencia publicada en el 11º Congreso Virtual de Psiquiatría - Interpsiquis - Febrero/marzo 2010

RESUMEN

Desde que existe el hombre, éste se ha planteado preguntas sobre cuestiones relacionadas con la espiritualidad y ha
tenido experiencias que se han llamado "espirituales". Diferentes autores (Frankl, Jung, Assaglioli, James, Wilber, etc.) a lo
largo de la historia de la Psicología y la Psiquiatría, han señalado la importancia de tener en consideración la dimensión
espiritual, dentro de un planteamiento global de abordaje del paciente. Diversas investigaciones e historias de personas
individuales, muestran que ciertas experiencias, en este ámbito, ayudan a las persona a recuperarse antes de
padecimientos psíquicos y a llevar mejor las dificultades de la vida. Si se tiene en consideración la dimensión espiritual,
como una más que constituye la realidad de la persona, se ha de tener en cuenta dentro del abordaje psicoterapéutico,
especialmente, si los pacientes manifiestan aspectos relacionados con esta temática. De tal forma, que al menos
respetemos y tengamos un mínimo de conocimientos sobre las cuestiones que se nos plantean en una consulta de
psicoterapia, para no frenar o minusvalorar aspectos de lo espiritual, que puedan ser de ayuda al paciente. Y en el mejor de
los casos, sepamos como alentar al desarrollo de inquietudes y estímulos en este sentido.

PLANTEAMIENTO GENERAL

Un tema recurrente en los textos de Frankl es el de la importancia de la dimensión espiritual en el ser humano, como
un aspecto esencial de su existencia. Ésta sería "la genuina dimensión del existir humano" (1), y sería importante tomar
conciencia de ella, porque es relevante para las personas con las que nos podemos encontrar como pacientes y puede
serlo para nosotros mismos, como terapeutas, y está íntimamente conectada con lo que dota de sentido a la vida humana.
Pero, como Frankl afirma, la psicología, en general, no tiene en cuenta la dimensión espiritual, ya que en su ansia de
pretender ser objetiva incurre una y otra vez en numerosos reduccionismos (13). Así que la psicología se olvida de un
fenómeno fundamental, dentro de la experiencia humana, en aras de ser científicos, cuando se supone que ser científico es
tener en cuenta los diferentes elementos que acontecen en la realidad. Y si en la realidad humana, se dan diversos
fenómenos relacionados con la espiritualidad, lo que parece poco objetivo es obviarlos, porque no entren en el esquema
conceptual del científico.

Para ser realmente científicos, parece que sería más adecuado, que no hacerlo, tener en cuenta las diferentes
dimensiones y vivencias del paciente. Pero para saber cuáles son, habría que tener una mirada libre de prejuicios, que
facilitara adquirir una visión lo más global posible de lo que es una persona. Y para contemplar al hombre en su totalidad es
preciso incluir la dimensión espiritual, configurando así una antropología más completa y más realista (1, 4). Jung, por su
parte, ahondó en la idea, de que la convicción moderna acerca de la primacía de lo físico conducía a una psicología sin
alma, en la que lo psíquico no puede ser contemplado sino como un epifenómeno de sustrato, es decir, como un efecto de
la bioquímica del cerebro (algo que sostienen gran parte de los neurofisiólogos). Así, resulta bastante impopular la idea de
un espíritu per se, de un sistema espiritual basado en sí mismo, que sea el presupuesto necesario para la existencia de
almas individuales autónomas. Dicho sistema espiritual tendría que ver con lo que Jung denominó Inconsciente Colectivo
(5).

Una reflexión relativamente sencilla nos conduce a darnos cuenta de que el conflicto entre lo físico y lo espiritual, es
sólo aparente y en él se refleja la paradójica esencia de la psique: ya que ésta tiene un aspecto físico y un aspecto espiritual
o intangible. Y esta es una contradicción aparente porque, en realidad, no entendemos en qué consiste la esencia última de
lo anímico, pese al hecho, innegable, de que las imágenes anímicas constituyen nuestra experiencia más directa y, en
consecuencia, podríamos decir que la psique es la única realidad inmediata (pues lo psíquico son los fenómenos que
acontecen en nuestra conciencia y, por lo tanto, es lo que se nos hace más evidente). Un análisis de este último concepto,
el de la realidad inmediata de la psique, nos conduce directamente al asunto que nos interesa, que es, en definitiva, la
importancia del factor espiritual en el ser humano. De esta suerte, cuando decimos que algo es físico o que es espiritual,
aludimos, en última instancia, al supuesto origen del que proceden los contenidos psíquicos que acuden a la consciencia.
De modo que, así considerada la realidad psíquica, el conflicto entre naturaleza y espíritu se disipa, puesto que ambos son
elementos constitutivos de una única y misma psique (6).

Llama la atención, además, la idea de Frankl de que hoy en día las personas han puesto a los médicos en el
compromiso de hacerse cargo "de la cura de almas en la psicoterapia" (1), teniendo que hacer, según Jaspers "tareas que
anteriormente eran del sacerdote y del filósofo" (1). En el mismo orden de ideas, Jung afirma que en la búsqueda del
sentido que tiene el padecer de su paciente el médico bien podría "remitir a su paciente a un teólogo o a un filósofo", mas la
mayoría de los enfermos acuden al médico, y no al sacerdote (7). Estas ideas abren un nuevo campo al quehacer de la
psicoterapia, mostrando una nueva dimensión posible, en la que intervenir en el mundo del paciente, pero también se
podría añadir que quizás sea una dimensión desde la que el terapeuta también puede amplificar su conciencia para hacer
una intervención adecuada. Es decir, se puede intervenir en el espíritu, pero esto parece ser más adecuado desde el
espíritu, en una conciencia de responsabilidad y libertad, por parte del propio terapeuta (2).

Este nuevo horizonte, de plantear lo espiritual en la terapia, es una nueva perspectiva, que muestra la Logoterapia,
con una propuesta propia y original. Pero la idea de incluir y valorar lo espiritual en la terapia no es propiedad exclusiva de
la Logoterapia; podemos encontrar esta inquietud en otras escuelas psicológicas que denuncian los diferentes
reduccionismos de escuelas previas y apuntan hacia la dimensión espiritual de la conciencia humana, como un campo en el
que es fundamental intervenir o, al menos, considerar o reforzar si resulta de ayuda al paciente. Por ejemplo, la Psicología
Analítica considera fundamental una actitud espiritual o religiosa, en el sentido original de ésta última palabra, es decir, una
actitud que favorezca al paciente religarse con su esencia última. A esta esencia la Psicología Analítica la denomina Sí -
Mismo y al proceso que conduce a esa reunión con el arquetipo del SiMismo lo llama proceso de individuación. Por su
parte, el psiquiatra Stanislav Grof, incide en la importancia que supone considerar seriamente el aspecto espiritual de la
psique o, como este autor lo denomina, el dominio transpersonal del psiquismo humano (8, 9).

Dentro de la historia de la psicología, sabemos que el prestigioso psicólogo William James, hace un primer intento
serio de considerar lo espiritual en la psicología, en su libro "Las variedades de la experiencia religiosa", que abre nuestra
mirada hacia una nueva perspectiva. En sus propias palabras: "para un psicólogo, las tendencias religiosas del hombre
deben ser como mínimo tan interesantes como cualquiera de los distintos hechos que forman parte de su estructura mental"
(10). Este es un claro intento de incluir lo espiritual, considerado como "tendencias religiosas", dentro de un estudio serio y
riguroso del ser humano. En la citada obra, James critica los reduccionismos y las visiones sesgadas de la realidad, y
plantea la apertura a lo espiritual de una forma honesta y seria, dejando de lado los prejuicios científicos, algo que Frankl
también pone de manifiesto en sus obras. Asimismo, se hallan semejanzas con Frankl (en relación con la posibilidad de
desarrollar valores de actitud), en la siguiente idea de James: "en el fondo, todo el asunto de la moralidad y la religión se
encuentra en nuestra manera de aceptar el universo", en ese "aceptar el universo" está implícita la posibilidad de
posicionarnos ante lo que nos sucede, que también en Frankl tiene resonancias con lo espiritual. De igual modo,
encontramos paralelismos entre James y Frankl, con respecto a la cuestión del sentido, cuando James hace alusión al
significado de las cosas concretas del mundo "en un universo de ideas abstractas más amplio y elevado que lo dotan de
significado" (10). Refiriéndose al sentido explícitamente, más adelante, en su libro, lo expresa en la siguiente frase: "Es
como si en la conciencia humana hubiese un sentido de la realidad, un sentimiento de presencia objetiva, una percepción
de lo que podemos llamar algo más profundo y general que cualquiera de los sentidos especiales y particulares mediante
los cuales la psicología actual supone que se revelan originalmente las realidades existentes" (10). Como podemos
observar, la búsqueda de la dimensión espiritual desde una perspectiva psicológica lleva a conclusiones parecidas en
Frankl y James.

Por otra parte, ya se ha señalado que Carl Gustav Jung consideraba importante la dimensión espiritual del hombre
dentro de su visión psicoterapéutica, por ser algo que tiene relevancia en la experiencia cotidiana de muchos de los
pacientes a los que atiende (11). Esto lo deja plasmado en las siguientes palabras: "en virtud de que la religión constituye
ciertamente, una de las más tempranas y universales exteriorizaciones del alma humana, sobreentiéndese que todo tipo de
psicología que se ocupe de la estructura psicológica de la personalidad humana, habrá por lo menos de tener en cuenta
que la religión no sólo es un fenómeno sociológico o histórico, sino también un importante asunto personal para crecido
número de individuos" (11). Dejando así una clara justificación del por qué la psicología debe preocuparse por la dimensión
religiosa (que no necesariamente está relacionada con lo espiritual, ya que esta dimensión puede expresarse más allá de
cualquier religión). No obstante, Jung asume una perspectiva respecto a dicha dimensión diferente a la de Frankl, algo más
difusa y menos personal, al focalizar su atención en fenómenos más abstractos, que específicamente humanos, como es el
caso de su idea del Inconsciente colectivo, concepto que, en cierto sentido, se acerca a la idea de inconsciente espiritual
que postuló Frankl. En ambos autores está presente la idea de que en el inconsciente puede haber elementos positivos de
la personalidad, entre los cuales estaría la dimensión espiritual. Así, Jung ensalza el valor de las religiones como sistemas
psicoterapéuticos. Tan es así, que afirma que una renovada comprensión de la religión constituiría un modo exitoso de
abordar la curación de buena parte de los padecimientos y de las dificultades que se presentan en la vida del ser humano
(11).

Hay otras escuelas psicológicas que apuntan hacia la dimensión trascendente dentro de su concepción. Son bien
conocidos todos los intentos de las diferentes escuelas de la Psicología Transpersonal, que lamentablemente no siempre
tienen elementos suficientes de rigor y seriedad y generan confusión entre fenómenos realmente espirituales y aspectos de
tipo mágico o supersticioso que son más bien egocéntricos y regresivos (12), en contraste con la dimensión espiritual de la
que hablan Frankl, Jung o Grof, por ejemplo, y que implica una evolución de la consciencia hacia estados de madurez y de
autotrascendencia.

Otra opción más realista y bastante cercana a la Logoterapia por su intento serio de incluir la dimensión espiritual es la
propuesta de psicología integral de Ken Wilber, que justifica la inclusión de la dimensión espiritual desde la perspectiva
psicológica, en base a la idea de que las raíces de la psicología se asientan en las profundidades del alma y del espíritu del
ser humano, aunque la psicología como ciencia empírica se haya olvidado de ello (12).

También es interesante la propuesta de incluir lo espiritual en la psicoterapia, que hace la escuela psicológica llamada
Psicosíntesis de Roberto Assaglioli (13). Este autor propone la idea de que el hombre es una realidad biopsicoespiritual. En
sus palabras: "La concepción espiritual de la vida y de sus manifestaciones, lejos de ser teórica o no práctica, es
eminentemente revolucionaria, dinámica y creativa" (13). Lo espiritual lo equipara a lo Transpersonal y lo define como
ámbito del ser en donde reside una cualidad superior. Lo espiritual consiste, para este autor, en experiencias religiosas,
diversos estados de conciencia y todas las funciones y actividades que contienen valores superiores (valores éticos,
estéticos, heroicos, humanitarios y altruistas) (13), de modo que su abordaje de la psique humana se asemeja mucho al
adoptado por Jung.

Pero, ¿por qué este rápido repaso a las escuelas que consideran lo espiritual en la psicología? La respuesta la
podríamos enfocar en que es relevante tener esto en cuenta para comprender mejor la Psicología humana. Autores como
Frankl, Jung, James, etc. conectan con ideas que están latiendo en la cultura de su época y, sobre todo, con la sensibilidad
que se mueve en el siglo XX en otros autores de ir más allá de una psicología limitada, que reduce al hombre a un
"homúnculo", a un ser bidimensional que ha perdido la dimensión que, en esencia, le convierte en humano (la espiritual). La
sociedad de hoy en día está cada vez más necesitada de un sentido que se enraíce en algo consistente y, paradójicamente,
parece que lo más sutil e inconsistente de la existencia humana, desde la perspectiva empírica y materialista, podría ser lo
que más sentido, consistencia y plenitud le aportara. Las personas que se toman en serio la existencia, se comprometen
con la misma mediante una actitud libre y responsable y, en consecuencia, son más felices y menos susceptibles de sufrir
trastornos psíquicos, tal como reflejan numerosos estudios empíricos que se están desarrollando en diversos países del
mundo. El objetivo de este trabajo es señalar que diversos autores, desde diferentes enfoques psicoterapéuticos,
incorporan la dimensión espiritual del ser humano, como es el caso de la Logoterapia, la Psicología Analítica, la
Psicosíntesis, la Psicología Transpersonal o la Psicología Integral, aunque constituyan una minoría en el ámbito académico
y el clínico, y su perspectiva parezca propia de unos pocos excéntricos, que quieren hacer algo original. Los autores citados
y muchos otros que aún viven y comparten inquietudes similares, tras enfrentarse al sufrimiento de muchos seres humanos,
buscan un sustento real para las personas, un apoyo consistente y firme para ayudar a quienes viven hoy día en nuestro
mundo, a encontrar un sentido y un contenido real a su existencia, un sentido que le ayude a soportar mejor las
adversidades de la vida sin romperse, aprovechando la oportunidad que toda crisis encierra al darse cuenta de que en su
interior yace una potencia en la que reside la posibilidad de repararse, reconstruirse e incluso de renacer.

Los que hacemos psicoterapia, tenemos que añadir a las numerosas herramientas terapéuticas que han demostrado
con creces su eficacia, la búsqueda de un mayor nivel de conciencia pues es el anhelo que yace en lo más profundo del
corazón de los seres humanos, la finalidad que persiguen muchas crisis psicológicas, y, probablemente, todas las
desorientaciones existenciales. Por ese motivo, no podemos contentarnos con parches anestesiantes, que mantengan al
paciente en un estado de adormecimiento, en el que no vea lo que es incoherente y falso en su vida, como si nada pasara,
para seguir funcionando desde la incoherencia, la falta de responsabilidad y la desconexión para con esa personalidad real,
a veces oculta, latente que busca desplegarse desde la oscuridad del caos interior, a la luz de un nuevo orden integrador.

Frankl nos señala la "necesidad de incorporar lo espiritual en el tratamiento" (2), viendo que esa incorporación de la
dimensión espiritual es un complemento a lo que consideramos tratamiento psicoterapéutico. Es decir, no hay por qué
descartar todo lo que ya sabemos hacer o las distintas aportaciones de diversas escuelas de psicoterapia, sino que es
posible y, parece importante, tomar conciencia e incorporar la consideración de la dimensión espiritual, al tratamiento de las
personas que necesitan ayuda psicoterapéutica.

Por ejemplo, Frankl, al igual que Jung, como hemos visto más arriba, considera que la confesión con un sacerdote
tiene efectos terapéuticos porque "la pena comunicada es una pena compartida" (2), aunque evidentemente, desde una
perspectiva espiritual puedan suceder cosas que escapan a nuestra comprensión racional. En la confesión, se
interrelacionan aspectos psicológicos y espirituales, puesto que en el ser humano las diferentes dimensiones actúan
sincrónicamente en el seno de una totalidad omniabarcante. Si podemos comprender qué aspectos de una confesión tienen
la capacidad de sanar y lo hacemos desde nuestra perspectiva de terapeutas, es posible que ayudemos mejor a nuestros
pacientes. La Logoterapia y el Análisis Existencial que Frankl propone, así como la Psicología Analítica y el análisis de lo
inconsciente en un proceso de individuación, propuesto por Jung, o la adopción de una orientación holotrópica, como la
denomina Grof (9), constituyen ejemplos diversos cuyo principal objetivo es conseguir una cura de almas, que complemente
a la psicoterapia, tal y como se hace habitualmente (2, 4). No se trata de métodos excluyentes, sino, por el contrario, de
considerar a la persona como a una totalidad, conformada por tres dimensiones, la dimensión física, la mental y la espiritual,
incluyendo más aspectos que pueden repercutir en la sanación del individuo. Por otra parte, Frankl muestra una diferencia
importante entre una psicoterapia y la confesión, y es que ésta tiene como finalidad la salvación del alma y no está centrada
exclusivamente en su curación. En este sentido, hay que tomar conciencia de que nuestro papel como psicoterapeutas no
es asumir lo que hace un sacerdote, sino aprender de los aspectos en los que es capaz de tocar la psique de la persona
sufriente, y ayudarla, independientemente de la administración de un Sacramento, del que no dudamos que pueda tener
unos beneficios, que van más allá de nuestras pretensiones.

También Frankl plantea que, la intervención considerando lo espiritual, no es algo que sirva para ayudar
exclusivamente a quienes son religiosos. También sirve para quienes no son religiosos y buscan respuestas a problemas
que les inquietan en lo más profundo de su ser (2). Esto se puede relacionar con la idea de Frankl de un inconsciente
espiritual, o con la idea de Jung de una función generadora de símbolos espirituales en lo inconsciente (11) que tiene que
ver con que, en el fondo del ser humano, hay un deseo de trascendencia y unos anhelos más allá de las satisfacciones
materiales inmediatas, idea afín a la propuesta por Maslow (14), se sea o no consciente de ello (3).

Este sentido de la ayuda, que toca lo espiritual, tiene que ver con que las personas buscan en el médico o en el
terapeuta a alguien que tiene experiencia de la vida (2) y les puede orientar. Por eso es tan importante que la persona que
trata a otros cultive realmente todas sus dimensiones, cuerpo, alma y espíritu. Es decir, que si quiere ayudar a otros se
ayude en primer lugar a sí mismo, busque armonía, equilibrio y, sobre todo, sabiduría, para poder realmente ayudar a los
demás en sus tribulaciones y necesidades. Porque si no, el quehacer psicoterapéutico se puede reducir a la aplicación
mecánica de una serie de técnicas vacías de contenidos reales que, convierten la relación terapéutica en una relación
despersonalizante e incluso iatrogénica. Si realmente cultivamos nuestro equilibrio y sabiduría interiores, podemos llegar a
ser un modelo o al menos mostrar un mínimo de coherencia para hacer de guías a otros seres humanos que se hallan en
una situación de enfermedad, sufrimiento y vulnerabilidad. En este sentido Frankl (2) habla del valor del encuentro con el
otro, un encuentro que si tiene una base de amor incondicional, puede facilitar enormemente la labor terapéutica, siempre y
cuando se apoye en la autenticidad del terapeuta, algo muy en conexión con las ideas de equilibrio y sabiduría citadas
anteriormente. Y muy en relación también con los supuestos éticos implícitos en el acto médico y los valores que considera
preponderantes. No es difícil encontrar puntos de unión entre la espiritualidad y dichos supuestos éticos y valores.

Es posible que al plantear estas cuestiones, nos surja la pregunta sobre los aspectos en los que religiosidad,
espiritualidad y psicoterapia pueden solaparse, pues se podría decir que toda experiencia religiosa auténtica, remite en
última instancia al conocimiento de lo más profundo de uno mismo (15). Ante esta cuestión se nos plantea la necesidad de
delimitar hasta dónde podemos llegar, pero también podemos tomar conciencia de que los límites entre unas y otras
disciplinas son difusos. A veces una persona cae en un cuadro aparentemente ansioso o depresivo por una crisis de fe,
porque se le tambalean las ideas que hasta entonces consideraba seguras y eso le desestabiliza psicológicamente. Ahí la
función del psicoterapeuta no puede ser elucubrar sobre cuestiones teológicas, sino que su función debe estar en una
posición lo más neutral posible y de sumo respeto al proceso que está atravesando el paciente; brindando un apoyo
humano y a la vez tratando de ordenar la maraña mental y emocional en la que se ha metido la persona en crisis. Nuestra
ayuda ha de tocar lo psíquico, pero sin despreciar la fuerza del espíritu a la que autores como Frankl, Jung, Grof, Assaglioli
o Wilber hacen alusión. Aunque es importante tener en cuenta que podemos reforzar la autenticidad de la persona, su
búsqueda de sentido o de mayor coherencia personal, pero no está en nuestra mano demostrar la existencia o inexistencia
de Dios. Tal vez sí podemos ayudar a que se desarrolle una imagen más madura y equilibrada de Dios, en el caso de que la
persona crea en Él. O bien, dejar que el paciente interprete cuál es su propia responsabilidad ante el Dios en el que cree
(2).

Otro tipo de situación que se puede dar en el transcurso de una terapia es aquella en la que alguien que no tenía fe o
la había perdido, la encuentre después de ponerse de manifiesto que estaba a un nivel inconsciente y latía por ser
expresada. En este caso, la función del terapeuta es ayudar al paciente a expresar y a tomar conciencia de lo que está
buscando realmente. Según la perspectiva de Jung, este algo, sería aquello que estaría emergiendo de lo inconsciente, por
ejemplo, mediante la aparición de imágenes psíquicas, de orden, como mándalas (figuras simétricas, circulares, que
representan armonía, unidad y totalidad).

También podemos hallar conexión entre la religiosidad y la psicoterapia, en la Logoterapia, en la idea expresada por
Frankl, de que logos quiere decir espíritu, además de sentido. Así que traduciendo esto literalmente, podríamos decir que la
Logoterapia es una terapia del espíritu o desde el espíritu.

Otra idea en la que se puede relacionar psicoterapia y espiritualidad, tiene que ver con la pregunta sobre el sentido de
la existencia humana, que se manifiesta de forma implícita o explícita en las principales religiones, en las que se muestra
una estructuración de la existencia humana en horizontes de sentido. Un sentido que no se limita al universo material, ni al
ser humano aislado sino que apunta a la trascendencia y a un significado más profundo de la existencia. En esta línea
también hay elementos comunes con la Logoterapia, o con la Psicología Analítica, que tratan de buscar sentido, pero no
parten de una estructura de sentido como las diferentes confesiones religiosas, sino que empujan al hombre a preguntarse
por dicho sentido y a buscarlo por sí mismo, en función de sus características personales. No cabe duda de que esta
búsqueda puede llevar a más de una persona a encontrarse con la dimensión trascendente de su existencia y, en ciertos
casos, a buscar su estructuración en la religión. En conexión con esta idea de la relación entre búsqueda de sentido y
religiosidad es interesante lo que Albert Einstein escribió al respecto: "plantear la pregunta sobre el sentido de la vida es ser
religioso" (2).

Aparte de los innumerables aspectos positivos citados en relación con la consideración de lo espiritual en la
psicoterapia, es importante señalar algunos riesgos que pueden producirse. El más importante sería el de imponer una
concepción del mundo o un sistema de valores al enfermo (2, 16). Si un terapeuta es ateo, puede creer que lo bueno es
transmitirle el ateismo al paciente y despreciar o no saber valorar sus creencias religiosas. Lo mismo puede suceder a la
inversa, es decir, si el terapeuta es creyente y pretende imponer sus creencias al paciente. En ambos casos habría una
vulneración de la libertad del paciente y, por lo tanto, no estaríamos ayudándole, sino perjudicándole. Es importante, por
ello, ser cuidadosos con este aspecto, para respetar a la persona que acude a solicitar nuestra ayuda, pues no tenemos que
imponerle nada sino enseñarle a ser más libre y responsable, estimulando su decisión y momento de evolución personal,
desde la comprensión y la acogida auténtica. Algo que es mucho más fácil integrando en la relación, una actitud de apertura
y aceptación, que ayude al paciente a plantearse cuestiones esenciales de su existencia y a mirar más allá de lo aparente y
lo superficial. Y, por supuesto, es imprescindible que el psicoterapeuta sea consciente de su ecuación personal, para que
ésta se inmiscuya lo menos posible en su relación con el paciente. La idea en palabras de Frankl, es que la cura de almas
médica sirva para "guiar al enfermo hasta la vivencia radical de su responsabilidad" (Frankl, 1990, p. 319).

CONCLUSIONES

En base a lo dicho, podemos concluir que:


1.Diversos autores, dentro de la psicología y la psiquiatría, han señalado que la dimensión espiritual ha de ser tenida en
cuenta, dentro de estas disciplinas.
2.La dimensión espiritual, o los aspectos relacionados con la misma, han de ser tenidos en cuenta en una visión completa y
no reduccionista del hombre.
3.La relación psicoterapéutica se puede ver enriquecida por la consideración de la dimensión espiritual, tanto para facilitar
una mejor comprensión del paciente, como para aprovechar su potencial terapéutico.

REFLEXIÓN FINAL

Ante todo lo planteado, es posible que más de uno afirme que estos planteamientos no son científicos, porque lo
espiritual no se puede ni pesar ni medir. Pero me pregunto, ¿realmente es mensurable o medible lo más importante de la
experiencia humana? ¿Se puede medir un sentimiento? ¿Se puede medir la sabiduría de una persona? ¿Se puede medir la
felicidad? Es cierto que ciertos terrenos de la psique son de difícil acceso y pueden parecer resbaladizos, pero si no nos
adentramos en ellos, obviaremos una parte importante de la naturaleza humana.

SEKHMET: LA DIOSA PRESENTE

VICENTE E. NADAL GRANELL


Analista junguiano
hermes@ctv.es
Valencia - febrero-1999

Son muchos autores los que afirman que cualquier mitologema hecho consciente puede llegar a cumplir una función
múltiple en nuestras vidas; confieren nuestro sentido de la identidad personal, posibilitan nuestro sentido de comunidad,
afianzan nuestros valores morales, e incluso, la mitología, constituye una forma de enfrentarnos al inescrutable misterio de
la creación (R. May /1991).

Pues bien, acordamos que los mitos representan patrones arquetípicos de la conciencia humana, permanentes y
anteriores a nuestra existencia terrenal; su negación hace que permanezcan formando parte del magma indiferenciado
inconsciente, sé energeticen y puedan llegar a poseer al individuo, sometiendo su personalidad consciente a los rigores y
propias exigencias. Sin embargo, la integración en nuestro desarrollo cognitivo de los mitos individuales, que siempre
resultan ser una variación temática de los clásicos, nos proporciona una notable ampliación ético-perceptiva producto de la
convergencia de ambos mundos, al contrario que lo percibido por el mitológico cíclope (kyk-lops) Polifemo con su único "ojo
redondo".

El argumento que expongo en este artículo se basa en la observación clínica durante un período de varios años,
desde la década de los ochenta hasta hoy, tanto en la práctica médico-asistencial como en el ejercicio de la psicoterapia
analítica. En la población atendida es mayor la prevalencia de mujeres, lo que permite afianzar el estudio del influjo solar
femenino cuya diosa representante, Sekhmet (la "Poderosa"), tuvo su culto y reconocimiento en el antiguo Egipto. No por
ello se debe despreciar la influencia que ejerce sobre lo femenino (YIN) que existe en el hombre; ahora bien, el fenómeno
psicológico se puede observar con más pulcritud y reiteración entre las mujeres de nuestro entorno; los hombres muestran
contaminaciones de otros elementos psíquicos que disimulan el análisis de esa "posesión divina".

Lo que, en primer lugar, me llamó la atención fue el abuso adictivo de farmacología psiquiátrica y su irremediable pero
continua prescripción médica. En segundo lugar, la instauración corporativa de la Psiquiatría Biológica, limitando tan
estrechamente con la Neurología que a veces se confunden. Es coincidente, también, el cambio acuariano y el ocaso de un
período patriarcal monoteísta en Occidente, donde muchos feelings han de transformarse. En fin, que el terreno está
sembrado para el desarrollo de una hermeneútica que oriente a la "Ciencia de la humanidad" --aquella que pretende aunar
para individualizar, al contrario de las ciencias humanas que atomizan para unificar después (A. Verjat /1989)– hacia otros
logros y coincidencias.

El proceso por el cual se hizo contingente la tríada memfita en mi trabajo es arduo de exponer en estas líneas, pero
valga decir que, en la búsqueda de imágenes arquetípicas contempladas por la humanidad anterior a nosotros, traté de
alcanzar aquellas que dotaran de sentido a nuestro acaecer, y, que permanecieran lo más intactas posible a la influencia
racional.

Aproximación al mitologema

El Imperio Antiguo egipcio (2780-2280 a.C.) se conoce como período memfita y comprende desde la III a la VI
dinastías. En él se elaboraron las grandes síntesis teológicas que culminan en los núcleos de Heliópolis (III y IV) y Memfis
(V y VI dinastías). Hacia el 2500 a.C. se consolidó la doble función humana y divina del soberano; aseguraba la inmortalidad
de sus servidores y del pueblo como colectivo indiferenciado. El faraón será la fuerza y de él dependerá la prosperidad de
su pueblo.

En este período se construyen las grandes pirámides de Keops, Kefren y Mikerinos; se escriben los "Textos de la
pirámides"; en la V dinastía, los faraones se presentan como hijos de Ra y con un ba singularizado al que correspondía la
inmortalidad plena. Pero sería en Memfis, capital de los faraones de la Primera Dinastía, donde se desarrollará la teología
más sistemática en torno al dios Ptha: tanto la teogonía como la cosmogonía se produjeron gracias a la potencia creadora
del pensamiento y la palabra de un solo dios. Resulta curioso descubrir que es al comienzo de la historia egipcia cuando
aparece una doctrina comparable a la teología cristiana del Logos.

Por la dificultad en mantener cultos separados, entre otras razones, se agruparon varias divinidades en un mismo
templo, como una familia de dioses (tríada: padre, madre, hijo). La tríada memfita se compuso de Ptha como esposo de
Hathor/Sekhmet/Bast y su hijo Nefertum.

Veamos a continuación lo que nos explica F. Max Müller en su trabajo elaborado en la Universidad de Pennsylvania
sobre mitología egipcia:

"....la palabra egipcia para "ojo" es femenina, por lo que el disco del sol puede también ser considerado como
hembra..........."ojo" y "aspid" [serpiente, el ‘uraeus’ de los griegos y romanos] se volvieron sinónimos.... ........Estos dos ojos
o serpientes eran llamadas las hijas del dios sol......., eran Tefênet, Sekhmet y Ubastet, leonas la primera y segunda, gato la
tercera...
Podemos, sin embargo, enfatizar el hecho de que todas las personificaciones femeninas del sol no tienen real cabida
en la mente de los egipcios, acostumbrados a considerar al sol como una deidad masculina.".....

La citada diosa con cabeza de león (Sekhmet) corresponde a la Sakhmis de los griegos, es la terrible diosa de las
guerras; su nombre significa "la Poderosa; la Fuerza contra la que ninguna otra prevalece", que caracteriza un aspecto de
Hathor cuando nos referimos al episodio en que, convertida en leona, defendió a su padre Ra de las conspiraciones
humanas. Paradójicamente, se convertirá, con el tiempo, en patrona de los sanadores.

La relación de la diosa madre con las leonas parece comprobado que existe desde el Paleolítico: cueva de Les Trois
Frères, en la Dordoña francesa, entre 18000 y 14000 a.C.; también en el templo de la cueva francesa de Pech Merle, con la
forma de una insólita figura roja conocida como la reina león; en lo alto de Yazilikaya, capital de los hititas, la imagen
espectacular de la diosa madre de Anatolia de más de dos metros de altura.

Siguiendo el estudio de Max Müller, citaré el texto traducido por J. A. Sanchez al español, cuya primera copia de las
inscripciones funerarias de las Dinastías XIX y XX (Imperio Medio) fue realizada por E. Neville -1876-:

"Una vez hubo reinado sobre la tierra Ra, el dios que resplandece, el dios que se formó a sí mismo. Después de que
hubiera sido regidor de hombres y dioses por igual, cuando los hombres conspiraron contra él en la época en que Su
Majestad -¡vida, combate,salud (a él)!- había madurado. Sus huesos eran de plata, sus miembros de oro, su cabello de
genuino lapislázuli. Su Majestad supo de la conspiración que los hombres habían formado contra él y dijo a sus seguidores:
"Convocad a mi ojo y a Shu y Tefênet, Qêb y Nut, junto con mis padres y madres que estaban conmigo cuando yo estuve en
los abismos, y también al dios Nuu. Él vendrá con sus cortesanos. Traedlos secretamente; los hombres no deberán verlo y
sus corazones no huirán. Venid con ellos a palacio y ellos expresarán sus opiniones respetuosamente, y yo podré ir al
abismo, al lugar donde he nacido".

"Esos dioses fueron llevados a este dios, y esos dioses se colocaron a su lado, tocando el suelo con sus frentes ante
Su Majestad que debía presentar su informe ante su padre, el dios más antiguo, es decir, Nuu, el hacedor de los hombres,
el rey de los seres humanos. Ellos dijeron ante Su Majestad: Háblanos que queremos escucharte. Ra dijo a Nuu: "¡Tú el
más antiguo dios, del que yo he surgido, y los dioses de una era anterior! Salud, los hombres que han surgido de mi ojo,
ellos han conspirado contra mí. Dime que debo hacer contra esto. Yo estoy dudoso. No debería matarlos antes de oír lo que
tienes que decir". La Majestad de Nuu dijo: "Ra, hijo mío, dios más grande que el que lo ha creado y más poderoso de los
que fueron creados por él, ¡permanece en tu lugar!. Tu temor es grande; delgado ojo tendrán quienes han conspirado contra
ti". Ra dijo: "Observa, con el terror en sus corazones han huido hacia las montañas el desierto a causa de lo que han dicho".
Ellos dijeron ante Su Majestad: "¡Haz que tu ojo castigue a los que han instigado cosas malignas! ¡No dejes que el ojo esté
ante ella para castigarlos!". De modo que fue como Hathor."

"Entonces esta diosa volvió cuando destruyó a los hombres en las montañas. Entonces la Majestad de este dios dijo:
"Bienvenida, Hathor, ¿has hecho aquello a que te he enviado?". Esa diosa dijo: " Por la vida que me has dado, he sido
poderosa entre los hombres; ha sido un placer para mi corazón". Dijo la Majestad de Ra: "Serás poderosa entre ellos en
Herakleópolis por su aniquilación". Este fue el origen de Sekhmet (es decir, La Poderosa) y de la mezcla de bebida, de la
noche de tránsito de su sangre, originalmente en Herakleópolis.

" Ra dijo: "Llamad ahora veloces mensajeros, que se deslicen como la sombra de un cuerpo". Tales mensajeros
fueron traídos de inmediato. Este dios dijo: "Id a Elefantina y traed muchos frutos de mandrágora". Esas mandrágoras
fueron traídas, y Ra indicó al molinero que moraba en Heliópolis que trozara esas mandrágoras mientras las esclavas
preparaban el grano para la cerveza. Entonces las mandrágoras fueron puestas en mixtura, y fueron como sangre humana,
y siete mil jarras de cerveza fueron llenadas.

"Luego vino la Majestad del Rey del Alto y Bajo Egipto, Ra, con aquellos dioses para ver esa cerveza cuando
despuntó la mañana en que los hombres fueron muertos por la diosa en su hora señalada de ir hacia el sur. La Majestad de
Ra dijo: "¡ Qué hermoso es esto! Protegeré a los hombres de ella." Ra dijo: "Llevad esto ahora al lugar donde ella dijo que
mataría a los hombres".

"Desde ese día Ra se mantuvo de pie en la mejor parte de la noche para hacer que esta cerveza de sueños fuera
vertida, y los campos se inundaran cuatro palmos de alto por ese líquido a través del poder de la Majestad de este dios.
Cuando esa diosa vino en la mañana, se encontró con que había una inundación. Su rostro se vió maravillosamente
reflejado. Bebió el líquido y le gustó y volvió a casa ebria sin reconocer a los hombres. Ra dijo a la diosa: "¡Bienvenida, la
que causas placer!".

"Así aparecieron las jóvenes en la Ciudad Placentera. Ra dijo a esa diosa: "¡Haced cerveza de sueños para ella
cuando llegue la festividad del Año Nuevo!. Su número estará de acuerdo a la de las esclavas de mi templo". Esto originó la
costumbre de hacer cerveza de sueños de acuerdo al número de esclavas en la festividad de Hathor que todos los hombres
celebran desde ese día."
Aunque la diosa con cabeza de leona es feroz, parece ser que sus poderes eran usados desde la obediencia al padre,
y, para proteger/defender; no existen documentos que hagan pensar que sea ella quien provoca los conflictos; además,
también queda claro que puede ser engañada y olvidar sus propósitos. Incluso, podemos interpretar, que permite sustituir
su furia y apetencia por la sangre humana por ese "estado alterado de conciencia" que proporciona el bebedizo de Ra.

M.Eliade en su "Historia de las creencias...."-1976- dice:

"....La revuelta de los hombres y sus consecuencias tuvieron lugar durante la época mítica. Evidentemente, aquellos
eran los primeros habitantes de Egipto, puesto que Egipto fue el primero de los países en ser formado, lo que le convertía
en <>..."

Queda asegurada la antigüedad de este mítico relato y su valor arquetípico en todas las fuentes consultadas, aunque
el Templo memfita fue de construcción más reciente y allí se instituyeron los cultos y ritos iniciáticos a esa diosa que
compartía con su hermana lunar Bast ó Bastet la cabeza felina, empero ésta la tenía de gata y era considerada como Diosa
del Verde Oasis, la que trae belleza y compasión al mundo, su templo se hallaba en Bubastis. Bast era considerada una
diosa mansa y bondadosa que representaba los poderes benéficos del sol, protector de Egipto. Su color, a diferencia de
Sekhmet (según referencia cristiana: Bruja Roja), es el verde del grano cuando crece en primavera.

Hathor-Sekhmet son formas de fuerzas cósmicas, pero J.García Font –1987- también las asocia con la clásica
diferenciación escolástica de las pasiones en irascibles y concupiscibles, que concurren en una misma divinidad; si bien
cabe añadir que ninguna de las historias que he leído referidas a Sekhmet expresa que sintiera horror por sus acciones
sangrientas ó por sus atributos desagradables.

Los sacerdotes encargados de cuidar su Templo eran los mejores sanadores y su hijo Nefertum se constituyó como el
dios de las médicos, se le puede considerar como el , en él se manifiestan todas las ambivalencias y beneficios del doble
aspecto paterno y materno: es el fuego dominado por el artesano, es la cálida energía que se oculta en la materia y hace
crecer las plantas, es el calor de la cocción de los alimentos en el interior de los cuerpos, pero también es el fuego leonino,
airado, que destruye y arrasa.

Comentario

Dando un salto en el tiempo, quiero recordar cómo los cultos dionisíacos eran algo más que una expresión de la
sexualidad, el deseo y la violencia; ritualísticamente se pretendía ante todo integrar esas furias en la personalidad total del
individuo. Dioniso era pareja de Ariadna, la diosa del laberinto cretense, lugar misterioso en si mismo, de la danza de la vida
y de la muerte (la danza del toro); era hijo, amante, víctima sacrificial y consorte renacido de la antigua Gran Diosa, señora
de los cielos y del poder oscuro de la tierra, cuyo culto y cultura precedieron a las religiones y culturas patriarcales. En la
actualidad podemos visitar en Pompeya la Villa de los Misterios y contemplar en la Sala de la Gran Pintura (s.I.a.C.) la
iniciación a los misterios dionisíacos, destacando en los dos últimos recuadros la escena más dramática y cautivadora de
todo el ciclo.

Igualmente podemos detectar en nuestro entorno una presencia creciente de mujeres sometidas a "divinidades
femeninas solares" más que a las receptivas lunares preferidas a lo largo del período patriarcal. En los sueños, fantasías,
temores, etc... hace su acto de presencia exigiendo, muchas veces, la renovación de una actitud religiosa, que bajo el
patriarcado ha sido reprimida y calificada de maligna, especialmente en las mujeres. Dicha transformación se puede
conseguir a través de la relación consciente con el poder de la diosa solar, trabajando los contenidos emergentes de modo
personal en el curso del proceso analítico; ya que, a la vista está, de casi nada nos sirve el autocontrol, la buena voluntad y
la racionalidad frente a estos daimones.

E. C. Whitmont–1982- define la "Necesidad" como el impulso básico de la satisfacción biológica, emotiva y espiritual;
su función es asegurar la supervivencia, la identidad personal o de grupo y la autoafirmación. En su forma más primitiva se
manifiesta como el impulso de la violencia y la agresividad, sólo que en aquellos tiempos donde se consideraban como
expresión de un poder divino tutelar o sirvieron para engrandecer un Imperio o Iglesia, estuvieron integradas en un sistema
moral y éticamente vivo. Obviamente, hoy estamos faltos de un sistema ético digno de crédito, que permita integrar esas
fuerzas de la naturaleza: deseos e impulsos agresivos, que nos hacen evolucionar al fin.

Es bien conocido que la tradición patriarcal aborrece el cambio y la rendición, teme cualquier amenaza a su
continuidad, desea la vida pero muchas veces causa la muerte --¡qué mejor precedente sino el mitologema de Hathor-
Sekhmet!--.

Qué delito u ofensa cometieron los contra Ra; ¿podemos imaginar la terrible amenaza que sintió aquella portentosa
Majestad solar?.

En otro contexto, Mª. L. von Franz –1980-, haciendo uso de sus conocimientos en una conferencia, citó al Papyrus de
Turin (s.XIII a.C.), en el que se narra cuando el dios solar Ra envejeció y se volvió senil e incapaz de un porte digno, Isis, su
hija, puso en su camino una serpiente venenosa que lo mordió y lo envenenó; después, ella misma se acercó a su padre y
se ofreció a curarlo si primero él le decía su nombre secreto y de este modo le transmitía el poder del dios solar que había
ostentado hasta ese momento. Isis lo tomó todo a su cargo, y los dioses masculinos quedaron relevados. Aquella
enantiodromía sucedía al final de la Era de Aries, coincidiendo con el final de la civilización egipcia; ahora nuestra época, la
era astrológica del pez, también reproduce el mismo tránsito hacia la nueva Era de Acuario, y de nuevo la mujer está
tomando el poder de la conciencia patriarcal envejecida (simbolizada por esa masculina Majestad solar). ¿Qué nueva
orientación tomará nuestra civilización actual?. ¿Resolveremos la rígida dicotomía Oriente/Occidente?.

Dioniso, el "dios de las mujeres", del cambio, de lo sombrío, es una amenaza a nuestro estado actual de conciencia
occidental; por eso tememos a la muerte, considerándola el peor de los males: el cambio definitivo. Paradójicamente,
siempre que se nos produzca una situación vital de estancamiento e inercia que exige una renovación, un nuevo nacimiento
simbólico, surgirán impulsos destructivos de violencia y de agresividad; ley que se cumple en ambos niveles, individual y
colectivo.

Sin la menor duda, las mujeres son en la actualidad las mayores consumidoras de tranquilizantes y diversas
combinaciones de fármacos psiquiátricos, también la mayor parte de los sujetos en tratamiento psicoterapéutico son
mujeres, así como los estudiantes universitarios de Psicología en su mayoría son mujeres; este patente desequilibrio no se
debe a que el hombre esté exento de la misma problemática, pero sí parece que –como en el mito de Sekhmet- la mujer
sometida históricamente a la autoridad del ego y moral patriarcales permite que la apacigüen con elementos adictivos, por
ejemplo: romanticismo televisivo, el alcohol, los cigarrillos, el alimento, su figura y estética colectivas, las drogas o cualquier
sustancia adictiva, etc...

Parece ser que los últimos coletazos del envejecido Logos pisciforme consisten en encerrar el sufrimiento
transformador dentro de que insensibilizan; sin embargo, a partir de la responsabilidad individual así como frente a las
condiciones en las que se encuentra nuestro planeta, que es una condición activa y no un sedante, puede llegar a
producirse el cambio. De hecho –como afirma M. Woodman-1982--, la superación de una adicción puede activar otra, pero
si lo que activamos es un nuevo patrón arquetípico, es decir, favorecemos una nueva constelización de elementos naturales
que compensen los engañosos ideales de poder y eficacia patriarcales, así como restauramos el lugar, en nuestra
consciencia, al que pueden acudir nuestros daimones, y los escuchamos atendiendo sus necesidades, evitaremos caer en
las garras de la Prostituta de Babilonia, la Bruja Roja ó atrapadas/os en el papel de Madre Terrible.

Conclusión

El mitologema de Hathor–Sekhmet se muestra en nuestro final secular, especialmente, a través de las mujeres a las
que ya se les ha enseñado y han aprendido durante el período androlátrico --en el que se premiaban los valores de la
mansa hermana gatuna Best-- a temer su "oscuro poder femenino"; pero que, a la vez, son inducidas por nuestro colectivo
social a despersonalizarse aún más al ofertar variedad de placebos y adicciones mientras, por otro lado, la misma sociedad
occidental repudia a la mujer alcohólica, drogadicta clandestina, bulímica/anoréxica, sexo-adicta, ludópatas, etc.. Eso sí, con
toda la farmacopea neuro-psiquiátrica a su disposición, y, con el consenso institucional en tales situaciones para su abuso y
adicción.

Básicos del Autoconocimiento

(Ensayo publicado por primera vez en 1998. Actualizado en Noviembre de 2007)

Lo esencial parte de atender con penetración tanto a las características propias más punteras como a las más
deprimidas, es decir, a los excesos y los defectos en nuestro carácter. Como regla para principiantes, se puede empezar a
tomar como baremo, a pesar de su imprecisión ante más finas exigencias, la media social de nuestro entorno cercano, pues
esa es la tierra en la que estamos sembrados. Es preciso recordar que un hombre realizado se eleva sobre lo común
humano transmutándolo, no eludiéndolo. Lo común humano es propio de todos: nuestros cuerpos se parecen, nuestros
cerebros también, y es por lo tanto de esperar un funcionamiento psíquico semejante, al menos dentro de ciertos básicos
márgenes. Nuestros excesos y nuestros defectos pueden empezar a hacernos sospechar de posibles recortes artificiales
realizados a este patrimonio común para provocar una especialización muy privilegiada y una sobreadaptación exitosa,
mermando por otro lado la energía y vitalidad del resto que también uno es. Un encuentro con la Totalidad implica un
retorno de lo desusado en el mismo nivel en el que quedó, una vivencia intensa en ese nivel, que implica la decadencia de
la actitud sobreadaptada, un equilibrio de energías y, finalmente, una acumulación convergente de todas en un nuevo
paradigma.

El ciclo recomienza en una espiral semejante pero superior. Desconfiar de los defectos, quiero decir deficiencias, pues
son siempre expresión de material eludido por complejos. Aquí es preciso entender el concepto de que ciertos contenidos
profundos pueden estar en situación conflictiva con el yo y producir malestar interno que intenta conjurarse con todo tipo de
maniobras de distracción compulsiva, al mismo tiempo proyectándose en consecuentes analogías externas. Un ejemplo
podría ser el hipotético caso de un poeta interno reprimido u obviado incluido en la personalidad de un ingeniero de carrera
feliz con una concepción consciente más bien práctica del mundo. Toda su poesía, cargada de sentimiento sublime, estaría
poseída por su feminidad inconsciente; si es extravertido, las mujeres le fascinarán, se enamorará perdidamente de una
(más obsesivamente que la media) y en esa relación por seguro tormentosa verá perecer o al menos tambalearse su
carrera. Quizás en este punto aflore su necesidad creativa poética y, asumiéndola e integrándola, con ello logre reestabilizar
su vida sentimental, mientras su vida profesional-laboral seguramente se ve trasladada a otro punto. O quizás, si no se
produce esa asimilación vía encuentro con la proyección, la mujer interna le posea, afeminándolo, encronizando una
conflictiva situación neurótica, tanto o más tormentosa que una difícil relación. Si estudiamos detalladamente una biografía
típica propia de una personalidad con estos vacíos en la asimilación del inconsciente, descubrimos inmediatamente una
historia sentimental siempre algo pobre, dubitativa, temerosa, comparada con una vida erótico-sentimental media, debido a
la intromisión constante de un fuerte complejo en esa área, o bien exuberante, donjuanesca y precipitada, pero siempre
conflictiva y frustrante. Todo esto, claro está, es propio de personas en las que la Totalidad se hace tarea inaplazable. Como
sugiero, la "sana" media no sabe de estas cosas, porque le basta vivir su inconsciente proyectado en el prójimo, que no se
le aparece conflictivo flagrantemente mientras esta Totalidad guste discurrir por los primigenios mundos de ese
inconsciente, acomodados en la lejanía al yo.

Un tanto diferente es la problemática introvertida. Aquí el amor adopta una forma tan ideal (en el sentido platónico)
que difícilmente se deja proyectar en un común humano. De esta manera, nuestro ingeniero en modalidad introvertida
retornará una y otra vez, si es que alguna vez ha salido, al tema materno, que a su recatado y purista sentir resulta el
modelo de relación ideal con la Feminidad. De todos modos, el mundo del amor ideal y platónico ya de por sí,
efectivamente, se acerca más a la esencia de la sentimentalidad poética. Como hijo de la Madre se siente más cerca de lo
alto y puro, de lo místicamente inspirado, pues la Madre es un rango arquetípico superior a la más prosaica amante y
compañera, en el lenguaje mítico. Pero el mito en principio planea sobre la vida, y vivir en una mera metáfora mítica, una
mera ensoñación fantasiosa del arquetipo, no es vivir ni encarnar el arquetipo en efecto. El caso es que la vocación poética
sigue aquí, como antes, irrealizada. En el campo biográfico solemos tener a un hombre algo infantil sentimentalmente, que
esconde una inadaptación al mundo físico detrás de unos constructos intelectuales que pueden ser muy veraces desde el
punto de vista mítico y metafísico, pero son siempre algo inconclusos, vagos, constantemente inaplicados, aplazados, y
ajenos en su "pureza" al mundo de aquí abajo, el de la biografía real. A ciertos aspectos del Logos les agrada vivir en estos
estrechos recintos monacales, pero el Eros no puede unir mundos tan inconmensurables como el ingeniero real, con una
edad y desarrollo que hace rato reclaman experiencia, y su fantasía. Por ello la vida se torna monótona, seca, meláncolica,
impregnada de un acuciante anhelo de algo así como el rescate a manos de una princesita azul (sí, suele darse en este
caso esta "sensibilidad femenina" para el amor), que no llega porque aquí no puede existir si no se encarna, no más sea
provisionalmente, en un ser imperfecto humano, como Amante, más cercana al Yo, en defintiva más íntima, que la siempre
más distante Madre. Mientras, la Madre, que como significado también incluye precisamente la materia, es el puente hacia
ésta del introvertido. Se libraría anímicamente de ella si realizara en él ese otro aspecto de la Feminidad, a saber, lo telúrico
sexual, lo carnal, aspectos que ya nos conducen al arquetipo Amante, como acabo de apuntar. Pero ya sabemos que este
aspecto lo aterroriza, porque le resulta algo así como "ensuciar el espíritu" o "mancillar la inocencia original". Así vive lo que
más bien es un apego a la fantasía de colores pastel de la infancia, resistiéndose tenazmente a participar en el arco iris de
colores intensos y saturados, como la sangre, que la vida real es, incluso la espiritual. La poesía quiere efectivamente
materializarse en un papel, encarnarse en el mundo, no sólo ser contemplada en su trono etéreo por ojos de niño fascinado.
Para ello se necesita una valoración sentimental de algún objeto real del entorno, que reconduzca el sentimiento hacia el
suelo. Esto producirá en un primer momento una desvalorización de su mundo imaginal e intelectual, que se vive como
traición a ese caro mundo, y por ende provoca un conflicto. Se vive como traición a la Madre. Se solucionará cuando
nuestro ingeniero pueda poner en conexión sus elevadas concepciones con el mundo físico, experiencial, encontrando un
punto arquimédico entre ambos, que corresponde siempre a la mayor intensidad y realismo de la biografía. Sin embargo, a
menudo ocurre una enantiodromía, es decir, la culpa se convierte en resignación, luego en olvido, y finalmente el
introvertido, como hijo pródigo, se convierte en un convencido participante más de la más prosaica y hedonista vida social.
Un ángel que no se ha encarnado, se ha caído, y, otra vez, una biografía que sigue estando limpia de vocación activa y
producción artística.

En la historia de las culturas tradicionales las valoraciones de lo mundano y lo extramundano han permanecido
interconectadas, creando costumbres, una moral, que intentan mediar entre ambos, cada eón con su grado de penetración
y su ingenuidad propia. En los símbolos el ser humano encuentra siempre los instrumentos por antonomasia para lograrlo:
por analogía puede ponerse en conexión su forma con algo de aquí, y poner en relación eso con el significado trascendental
que le es propio al símbolo. Así la vida transcurre abajo con vocación de lo alto, y todas las acciones humanas primordiales
cobran valor en ambas direcciones. Una recaída en una u otra dirección significa desarrollo y progreso en esa dirección,
pero enfermedad para la Totalidad. No está mal que así suceda porque si no nada habría cambiado desde el principio y
todo seguiría en su equilibrio natural arcaico, petrificado, equilibrio que sin embargo vemos truncarse y restablecerse una y
otra vez, sucediéndose a una especialización (¡unilateralización!), una regresión y disolución en el caos primigenio otra vez.
Recapitulando en los ejemplos establecidos arriba, se diría que en el primer caso se encuentra lo alto (el aspecto espiritual
del Arquetipo) desde la "combustión" de lo bajo (el Arquetipo atrapado en la proyección física), y en el segundo caso lo alto
se alcanza precisamente porque se hace más asequible, encarnándose, al establecerse una conexión con lo bajo. Aunque
soy consciente de que estoy tratando de establecer, por mor de la síntesis y la brevedad, demasiado nítidas
diferenciaciones en procesos que tienen bastante en común en varios momentos de su desarrollo, sobre todo porque es
bastante normal que se produzca esa enantiodromía de la que hablé arriba y una personalidad pase a padecer el mismo
conflicto que su opuesta. Si todos estos inconvenientes son superados, si la prueba termina con éxito, entonces ambos
percibirán por igual el juego cósmico paradójico y entenderán por primera vez la profundidad del hermético "así es
arriba ...", y los dos tipos comprenderán además, como un subtítulo del axioma, que el movimiento principal se realiza
desde abajo hacia arriba, desde el más acá al más allá, desde lo ctónico a lo espiritual, desde la tierra al cielo.

Siguiendo con la exposición al hilo del epígrafe, es necesario advertir de la necesidad de desconfiar de las actitudes
propias perennes. Una virtud recalcitrante, pertinaz, deja de ser virtud cuando coarta la voz de otras actitudes propias por
más infames que éstas sean. La energía vital se expresa en todos nuestros temores y deseos. Unos y otros son
expresiones de lo que efectivamente somos, por más inconducentes que nos parezcan o, peor, inmorales. Vuelvo a
remarcar la legitimidad de la Trasmutación, frente a la artificiosidad de la evasión, excusable sólo en aquellos casos, por
otra parte abundantes, en donde la Unidad y el encuentro con el propio Tao no sean un problema urgente.

Un desarrollo humano natural, impulsado desde la Fuente es característicamente serpenteante. Unos intereses deben
suceder a otros opuestos, con más o menos conflicto, pues el Hombre Total busca expresión siempre de esta manera. La
unificación se realiza en un nivel superior de la espiral, pero en cada vuelta debe suceder naturalmente una exposición de
todos los temas propios de cada individualidad desarrollados en sucesión lineal temporal. Donde en una biografía no haya
estas fluctuaciones podemos hablar sin miedo de estancamiento. Para salir de él, hay que contemplar seriamente el deber
de escuchar esas otras voces quedas de esas otras cosas soeces que pensamos, o de esas inmoralidades que
imaginamos, o incluso de la criminalidad que nos es propia. Pronto vemos con dolor que esos otros "yoes" son los
responsables precisamente de que nuestros mejores planes no salgan bien. En este punto la recomendación es el diálogo
activo con ellos; aquellos contenidos que no sean del todo incompatibles con la actitud del yo, podrían llevarse a la práctica
con sumo cuidado. Aquellos realmente incompatibles implican un proceso doloroso en el que el contenido consciente se
trasmutará por combustión de contacto con el opuesto emergente. Mientras, no se espere mucho más que frío de caos y
muerte, una noche oscura del alma, de la que renace un ser híbrido con otra implicación en la red de la vida y esperando la
siguiente combustión. En este punto quizás sea oportuno considerar algunas cosas.

Hemos encontrado siguiendo el hilo de una transformación hipotética y esquemática de dos seres humanos en cierto
modo opuestos un punto común: la implicación con un problema amoroso. No ya para un clérigo dogmático, sino también
para un hombre "sabio", orientado esotéricamente, estos asuntos a menudo no merecen más que una mirada arrogante de
soslayo y algún comentario cínico acusándolos con preclaridad iluminada de banalidad e inferioridad, quizás a través de
expresiones tales como "nada más que energías primitivas, insolentes e inconducentes". Y supone así haberse colocado
más allá del bien y del mal de un conflicto radical común a toda la Humanidad, eternamente irresuelto, del que por supuesto
participa él mismo. Esto lo llamé antes evitar, no resolver; evidentemente una evitación más elegante que la inconsciencia
histérica, pero no más efectiva. Desde nuestra interioridad más recóndita nos llega ese Misterio de la Conjunción que
siempre ha funcionado de manera eficaz en su forma más literal y concreta y que ha provocado la eclosión biológica a la
que nos debemos. Pero en los panteones también campea a sus anchas, y no debe extrañar que entre los griegos Eros
fuera a veces superior al mismo Zeus. Todos los frutos aparecen arriba y abajo como resultado de una unión, normalmente
en términos de masculino-femenino, fomentada por una atracción de lógica inextricable. Hablando con amplitud, todas las
yuxtaposiciones a cualquier nivel participan del arquetipo de la Conjunción, que une lo imposible, hasta el Agua y el Fuego.
Como acabo de decir, la implicación biológica es comprensible, y su importancia no es de señalar. Ahora bien, esto sería la
continuación en la Physis de ese arquetipo de la Conjunción, que porta abundante contenido también por encima de las
esencias genitales, pero que sin embargo no pierde su carácter erótico ni al acercarse a las esencias espirituales (¡Cantar
de los Cantares!). Todo lo que la Física nos cuenta del Cosmos se reparte en dos categorías: Eros y Morpho, Energía y
Materia. El Eros es el motor cósmico. Su esencia es vida pura, devenir, actuación. Si el Eros empuja al movimiento a la
materia en su modalidad de energía física, también lo hace a manera de deseo en el ser vivo. Por cierto que el Logos se
entiende mejor con el Morpho, la Forma, que con la energía, el Eros. El lenguaje, precisamente ese gran hijo del Logos,
está lleno de tópicos sobre su impotencia ante los misterios del amor. Pero al Logos en su modalidad Ciencia tampoco le va
mucho mejor con la energía. La infiere, la deduce, la intuye a trancas y barrancas detrás de la fenomenología morfológica,
que sí toca, mide y comprende mejor (al menos, eso cree). Así, Eros y Logos se convierten en el alma humana en dos
principios casi irreductibles, que, como cualquier pareja de amantes, aún mirándose de frente no se entienden bien entre sí.
Y digo casi, porque todo opuesto, todo amante embargado de verdadero amor, contiene en sí mismo cierta esencia de su
opuesto amado. Es así, con el auspicio de este principio arquetípico tan enorme, que la Ciencia ha llegado a estipular en
nuestros días, en un mérito epistemológico que a mi me parece de lo más loable, que energía y materia son...lo mismo. Ya
algún lector se habrá percatado de que llevo un rato girando alrededor de exactamente el mismo tema que los hindués
expresan en su imagen primordial de la Conjunción Shiva-Shakti. Ciencia y religión, religión y sexo...Shiva y Shakti una y
otra vez. Pero mejor regreso al tema fundamental: si Eros es la vida, Logos es la biología. Si el Hombre fuera agua, valga la
metáfora, el Eros sería la gravedad y el Logos la aprehensión y comprensión (en definitiva: la conciencia) del cauce que
ésta traza desde la montaña al valle, que puede ser medido, entendido en sus por qués y para qués, pero no creado por ella
misma a través de toda esa concienciación. Si la gravedad, que es un principio activo por encima de la "acuosidad", no
actúa, el agua no corre, no hay cauce, no hay fenómeno y, por ende, nada que dilucidar. Por eso el hambre no se mitiga
conociendo hasta la saciedad el proceso digestivo y la naturaleza profunda del pan (si todo esto siquiera fuera posible), en
un logro supremo del Logos; hay que comer. Y comer es un hecho "erótico". Podría ser más abiertamente freudiano y, en
lugar de Eros, hablar de libido. Sin embargo, señalo que para mi tienen ambos conceptos un significado más amplio que el
de "sexualidad". También incluyen, como he plasmado, la gravedad, por ejemplo.

Analicemos ahora de un modo más prolijo cómo interviene el Eros en los procesos de crecimiento de la personalidad.
Como sabemos, los contenidos inconscientes que no viven a la luz de la propia conciencia se expresan en el mundo
circundante a la manera de proyecciones[1]. Estos contenidos no hay que entenderlos de entrada como ideas abstractas, ni
como pulsiones genéricas, impersonales, como pudiera creerse, sino que hay que empezar entendiéndolos en su esencia
primigenia como entidades, con cierta personalidad propia y autonomía, a las que en principio parece bastarles llevar una
vida detrás de bambalinas como "elementales" invisibles, duendes traviesos, escondidos detrás de las proyecciones en
diversos contenidos del entorno, por su carácter animado, preferentemente en personas y animales. Pero si quieren
realizarse, es decir, tomar protagonismo y coparticipar en la creación de mundo con la conciencia explícitamente, pujan por
salir de esa posición llamando in-crescendo la atención de la conciencia, del Yo, y, en el normal de los casos, el primer paso
consiste en la concentración masiva de la proyección, si el totalizando es hombre, en una mujer real, de la que se enamora
profundamente, y, a partir de entonces, es fascinante y peligrosa para él. A un especímen humano la atracción sexual, la
apetencia de compañía y pareja, no puede serle en el más mínimo modo ni extraña ni ajena: está avalada ni más ni menos
que por toda la filogénesis de su especie. El arquetipo de la Conjunción se expresa en una forma ancestral, el sexo,
íntimamente ligado al plano físico, penetrando en la vida del sujeto desde un lugar tan común que jamás pensaría pudiera
tener consecuencias trascendentes, aunque en su fin último esté buscando una interacción que alcance también, y sobre
todo, otro plano: el alma, el espíritu. El plano psíquico. Aprovechando este "descuido", abre una vía de agua en el Yo, una
apertura, a através de la cual se crea un diálogo, un debate, una interacción, con otra persona, un No-Yo, que se convierte
pronto en algo muy importante, conmovedor, decisivo. Esto provoca consecuencias muy serias para el sujeto, mucho más
allá de toda "trivialidad" reproductiva sexual, de dos modos yuxtapuestos: como ser real e independiente que interacciona
fuertemente con él, ese Otro transforma su biografía desde los niveles cotidianos más básicos, físicos y concretos, y como
portador y emisario de ese No-Yo que es lo inconsciente, éste va inoculando en la conciencia, en mitad de una ordalía de
pasiones encontradas, todos los contenidos del alma antes ocultos y desconocidos para ella. El panorama completo son
dos individualidades en transformación, cada una de las cuales recibe embates transformadores de su propio Destino desde
el afuera, la relación con el otro y el contexto exterior en que ésta se da y todas sus vicisitudes biográficas, y desde el
adentro, la relación con ese otro que es su propia personalidad inconsciente interna que puja por conseguir una necesaria
transacción con el Yo. Este proceso obviamente consigue implicar la Totalidad, y no sólo el intelecto. Detrás de estos
encuentros, como vemos, siempre destacan dos niveles complementarios: la propia unificación y la interacción en la
unificación de otros. De estos procesos el individuo sale con un diferente talante teórico y práctico, necesarios para una
nueva etapa vital creativa.

El Archei, a través de estos procesos de transformación, siempre fuerza a la conciencia a trascender lo visible y lo
literal, pero al mismo tiempo siempre quiere seguir viviendo implicado en lo material, lo físico, lo biológico, como
entendemos que vivió eones hasta la llegada del ser humano, expresado en la Naturaleza y sus seres animados.
Podríamos entender que el alma se opone al conocimiento superior si no se ha pagado el Karma vital. La forma correcta de
expandir conciencia no es añadir datos al inventario intelectual, sino vivir con el corazón y comprender después con todo el
ser. El problema de nuestro tiempo es que hombres y mujeres se han volcado al paradigma intelectual con premisas
materialistas y todo lo irracional y místico se convierte en superchería y cae a vivir como sentimientos inconscientes. Así, a
través del Eros compulsivo de los razonables hombres de nuestro tiempo, que suele conducirse de un modo dramático,
cuando no directamente trágico, trata de abrirse una puerta estrecha a lo que está más allá de lo aparente, dando a la vez
un sentido nuevo a eso que pretendemos conocer como materia, como sexo, así como a eso que llamamos espíritu y que
confundimos generalmente con intelecto.

Resumiría diciendo que de una actitud, de una premisa vital, a otra, se pasa a través de una prueba, de un pecado,
que no por serlo pierde su carácter de ineludible. Del "idilio" con la Sombra se crea el conflicto en el que la energía y la
forma se transmutan, quemando ideas obsoletas y creando una nueva pasión vital hacia un nuevo sentido, si el Yo no se
deshace en el proceso, claro. Como digo, despertar no es añadir más datos intelectuales al inventario mental, que no
cambiarán la vida, sino sólo el contenido de las charlas de sobremesa; es una transformacion de lo viejo por fusión con otra
personalidad interna, que cambia al hombre por dentro y por fuera, según la máxima "carácter es Destino" (y también
viceversa). Como hemos visto, esta fusión de modo muy común empieza con las pasiones del Eros, prosigue alimentando
un fuego donde se consumen las peripecias de un mito por dentro y fuera y engendra, Dios mediante, un nuevo Logos
redentor.

También queda claro que un básico del Crecimiento Interior dicta que para definirnos aquí y ahora, para conocer
realmente quiénes somos, no basta con recapitular lo que más o menos sabemos conscientemente de nosotros, que puede
ser mucho y a menudo nos conduzca al azoramiento. También en este inventario hemos de incluir lo que nos sucede,
donde reconocemos nuestro inconsciente, quizás con más pesar aún.

Finalmente, me pregunto de qué sirven las enseñanzas esotéricas y espirituales profundas a hombres que aún son
humanos, demasiado humanos. Es decir, aún de alma jóven. ¿Alguien habla de matrimonio a un niño de tres años? Al
Conocimiento se accede a través de la vivencia, y aquel al que se puede acceder a través del mero intelecto, no es
importante. Por eso es como poco banal y superfluo contar y escuchar cosas sobre etapas superiores del Saber, si aún
estamos al comienzo del largo camino. Yo no puedo separar Espíritu de Naturaleza, y la Naturaleza es una maestra de
sabiduría sin letras ni libros. Si nuestra "ontogénesis psicológica" debiera imitar nuestra filogénesis también, recordemos
que son millones de años de biología sin intelecto, que es una luz que sólo se enciende al final. Un ser es lo que es, lo que
es aquí y ahora, no adelantemos acontecimientos. No amanece más temprano. No se pueden podar semillas ni recoger de
ellas frutos; hay que regar y esperar. No es mediocridad ni inferioridad el querer ocuparse de la auténtica problemática que
a uno le embarga aquí y ahora, por más prosaico, banal y trivial que parezca a ojos de otras almas más viejas, con
problemas seguramente más importantes. Todo a su tiempo. La poca cosa que uno es y la relación de esa poca cosa con el
mundo de su tiempo, que lo rodea, es la primera manifestación divina que nos es útil, y necesaria.

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[1]Por cierto que todo lo inconsciente lleva una vida escondida en la materia y a través de ella se expresa, y no sólo
según aquello que llamamos transferencia o proyección. En realidad, la materia/energía es en sí misma expresión de un
factor trascendente a ella, a nosotros como espectador y por ende al Cosmos que se construye en la Pisque -la única
Realidad- como acuerdo entre ambos. Pero esto es introducir el tema de la Sincronicidad y lo Psicoide, y nos lleva a otro
debate que no cabe ahora aquí
PSICOLOGÍA Y ASTROLOGÍA

Primera Parte

1.- Introducción

Ante la exposición que a continuación se presenta, en la que se indagan algunas de las relaciones existentes entre la
psicología analítica, la alquimia, el gnosticismo y, sobre todo, la astrología, es menester realizar una introducción a fin de
orientar al lector que no pertenezca al oficio de la psicología [1]

Lo que sigue en adelante se refiere a observaciones realizadas en el alma humana. Dichas observaciones pueden
ser, como de hecho han sido y, con toda probabilidad, aún serán por mucho tiempo, consideradas como difíciles de
contemplar o de difícil acceso. A algunos, incluso, les pueden parecer elucubraciones metafísicas, más o menos personales,
carentes de validez por incluirse en el marco de una concepción individual o, a lo sumo, grupal. Sin embargo, es un hecho
sorprendente, y en ocasiones exasperante por la porfía con la que se defiende, que hasta el más incompetente de los legos
cree estar al corriente de todo cuanto hay que saber de psicología. De esta ciencia él parecer ser quien más puede saber y,
por supuesto, la psicología es, ante todo y sobre todo, su propia psicología. Uno no deja de enfrentarse ante la nada
anodina situación de tener que enmudecer, mientras el profano trata de dar magistrales lecciones de psicología, por
supuesto su psicología. Pareciera que los conocimientos sobre esta difícil ciencia estuvieran al alcance de todos, por
tratarse de un área de conocimientos de lo más accesible, conocida y abarcable. Nada más lejos de la realidad. Pues quien
tenga un mínimo conocimiento del alma compartirá conmigo que se trata de uno de los dominios más oscuros, inaccesibles
y refractarios al saber consciente general de cuántos se ofrecen a nuestra experiencia. En este terreno misterioso uno
jamás deja de aprender. En el quehacer de todo psicólogo, y de aquellos individuos a quienes les ha tocado en destino la
ardua y peligrosa tarea de embarcarse en un viaje de autoexploración profunda, no hay día que no se encuentre uno ante
situaciones extrañas e inesperadas. Desde luego que los contenidos de lo inconsciente no dejan de ser complejos y sólo
accesibles bajo determinadas condiciones, bien alejadas de lo superficial y cotidiano. Pero le son accesibles a todo aquel
que disponga de los conocimientos requeridos y emplee la metodología que le es propia a este tipo de domino especial. De
la incompetencia y del desconocimiento de los profanos no es responsable el psicólogo.

El proceso analítico, es decir, la dialéctica entre la consciencia y lo inconsciente deja al descubierto una tendencia
hacia la finalidad. En otras palabras, un proceso que conduce a un fin, cuyo máximo logro es la totalidad del individuo. A
este proceso, cuyo objetivo es la realización plena de las facultades o potencias inherentes, aunque inicialmente
inconscientes, del ser que habita y abarca al ser humano, se lo designa con el nombre de proceso de individuación o
autorrealización. Ejemplos de este proceso se pueden encontrar en el libro de Abraham Maslow El hombre autorrealizado.
Lamentablemente la senda que conduce a la individuación es intrincada y está colmada de caminos que no hacen sino dar
rodeos. Esa vía larguísima no tiene nada de regia. Es un camino serpenteante que nos hace discurrir a través de
experiencias que se repiten de un modo cíclico. Podríamos comparar esa vía con el movimiento de una hélice que va
subiendo de nivel a medida que realiza un giro completo. Cada vuelta de hélice finaliza en un momento en el cual parece
culminar un ciclo de experiencias vitales, al tiempo que nos inicia a una nueva vuelta helicoidal que nos elevará, Dios
mediante, de nivel. Las experiencias se repiten, si bien, en la medida en que el nivel de consciencia o de autoconocimiento
va siendo más amplio y profundo, el despliegue de nuestras facultades aumenta y, con ello, también nuestra sabiduría.

Pero este sendero está colmado de recodos que albergan experiencias de lo más horrorosas. Son estas experiencias
las que suelen considerarse de difícil acceso. Y si esto es así, sólo lo es por el hecho de que son costosas y, al mismo
tiempo, dolorosas. En ellas, las más de las veces, lo que está en juego es, ni más ni menos, que la vida y/o la muerte.

En un mundo como el nuestro cuya dominante está marcada por la consecución de todos los deseos y objetivos del
modo más fácil, rápido y sin esfuerzo, por no mencionar la exención completa del dolor, no deja de ser comprensible que el
ser humano contemporáneo se aleje de dichas experiencias, de las que huye despavorido ante el temor a las perturbadoras
consecuencias que parece intuir.

De esta reacción es enteramente responsable la inconsciencia e indolencia del hombre moderno. Pero también lo es,
y en medida aún mayor si cabe, la educación del contemporáneo frente a las religiones dominantes. Y es que en lo
inconsciente hallamos lo que se podría denominar un instinto religioso o, si se prefiere, una función espiritual. De modo que
el desprecio ante todo lo religioso que parece caracterizar al espíritu de ésta época es un desprecio a lo que de religioso
hay en el ser humano. De esa actitud surgen una depresión latente y una neurosis soterrada por una carencia de valores
espirituales.

En efecto, la Iglesia Romana ha sostenido la verdad de las Sagradas Escrituras, de la Biblia como un compendio de
escritos considerados como el dogma que era necesario aceptar como verdadero. No obstante, la investigación moderna de
los orígenes del cristianismo hasta nuestros días, parece mostrar la multitud de manipulaciones y engaños que los
primitivos Padres de la Iglesia han llevado a cabo en aras de obtener poder y reconocimiento. Claro que estas acciones
acaecen siempre en la sombra de toda institución, por lo que a quien tenga un mínimo conocimiento del hombre no le
resultarán extraordinarias.
Pero fijemos nuestra atención ahora en varios sucesos que han tenido lugar recientemente, como manifestaciones de
procesos inconscientes que nos afectan a todos, y que nos permitirán darnos cuenta de, hasta qué punto el cristianismo
está en la base de todos ellos. Así, el día 11 del 11 del 2004 murió el líder palestino Yaser Arafat después de varios días de
agonía, en los cuales las informaciones sobre su estado de salud han sido contradictorias, engañosas y manipuladas, en
una palabra, ocultas tras una cortina de humo. Esto mismo ha tenido lugar con el mensaje original de Cristo (sus
enseñanzas originarias) y lo que, finalmente, nos ha llegado a través de la Iglesia de Roma, la fundada por Pedro. Y hago
este apunte por ser Palestina el área en el que tuvo lugar el drama cristiano primitivo.

Al mismo tiempo, esa fecha concreta es la repetición del número 11. Esto, cuando acontece en un sueño o imagen
emanada de lo inconsciente, simboliza que nuevo material de lo inconsciente está presto para emerger a la consciencia,
con la multitud de ramificaciones y, por ende, de consecuencias potencialmente perturbadoras. A su vez, parece indicar que
la muerte de Arafat y los atentados terroristas del 11 de Septiembre en Nueva York y el 11 de Marzo en Madrid están
vinculados con la crisis que embarga a esta, nuestra cultura contemporánea. De los acontecimientos que se han ido
sucediendo a lo largo de los últimos años puede colegirse que el yo consciente se aferra a lo conocido y lucha por mantener
su hegemonía frente al material inconsciente que está emergiendo, si se me permite la reducción a las dimensiones de un
sólo individuo lo que acabo de realizar con el colectivo. Y ese material está relacionado con el fin del mundo conocido. Es
decir, el holocausto es un símbolo de la caída del principio masculino en el seno del Caos de lo Femenino. Pero ese Caos
no es meramente destrucción, oposición, guerra, vacuidad, etc. En su seno está germinando la semilla de lo nuevo. Y eso
nuevo es, precisamente, el arquetipo que está siendo dado a luz. En otras palabras, los contenidos cercenados por la
Iglesia de Roma y que, entre otras fuentes, pueden encontrarse en los documentos gnósticos hallados en Nag Hammadi.

La conjunción de opuestos viene simbolizada por los dos triángulos invertidos unidos, la antigua estrella de David, el
emblema de Salomón. El triángulo que mira hacia arriba simboliza el principio Masculino y el que mira hacia abajo el
Femenino. Su amalgama, su interpolación o unión es un símbolo de la unión de los opuestos o hierogamia divina. El
símbolo del Andrógino o Hermafrodita, de Hermes y Afrodita, del Mercurio alquímico y de la diosa Venus, del Logos y de
Eros, del Espíritu y de la Materia, de lo Masculino y lo Femenino, del Sol y de la Luna:

3+4=7

El tres es un número impar, masculino, y el cuatro, par, lo es femenino. La suma de ambos se corresponde con el
número 7, el número de Piscis, del final de un Eón o ciclo, el final del Eón de los peces. El nuevo Eón de Acuario, el
“Aguador”, amalgama la unión de los opuestos que regirá la Nueva Era. La era del Acuario que vierte el agua de la
Sabiduría. Pero aún hay que excogitar material que pertenece al Eón que está muriendo. Material que ha sido sepultado u
ocultado, reprimido o suprimido, bajo el yugo solar de la Iglesia de Roma. Y eso que está emergiendo está relacionado con
la “corriente subterránea” esotérica que ha recorrido nuestra cultura desde los inicios del cristianismo.

Precisamente Jung fue el primero en presentar a la alquimia como parte integrante de esa “corriente subterránea”,
entendiendo por tal una relación semejante a la que acontece entre la consciencia y lo inconsciente. Así, el cristianismo
dominante u ortodoxo se correspondería con la consciencia, mientras que la alquimia recorrería los oscuros pasadizos de lo
inconsciente. Por tal motivo, la alquimia trataría de llenar aquellas lagunas que la dominante cristiana ha dejado abiertas.
Así pues, la alquimia es un intento de compensar el conflicto de opuestos que ha generado la corriente superficial del
cristianismo, entre el Bien y el Mal, Dios y el Diablo. El leitmotiv de la alquimia, desde sus orígenes, que se remontan al
siglo III de nuestra era, ha sido expresado en el denominado Axioma de María Prophetissa: “El Uno se convierte en Dos; el
Dos, en Tres, y del Tercero sale el Uno como Cuarto”. Ya se ha aludido previamente a la relación existente entre los
números impares y lo Masculino, así como los pares representan al principio Femenino. Sin embargo, como hace notar
Jung, pese a la interpolación de números pares e impares, en el axioma de María hay una indistinción entre el Tres y el
Cuatro. Según Jung, esto significa que hay una suerte de fluctuación entre lo espiritual (tres) y lo físico (cuatro).

No debiera pues causar asombro que sea este axioma la clave que recorre todo el pensamiento alquimista y que se le
atribuya, precisamente, a una mujer: a María. Nos enteramos después que dicha María Profetissa, también llamada la
Judía, “hermana de Moisés, o la Copta, y no parece improbable que se relacione con la María de la tradición
gnóstica[2]”.Esta formulación, que nos muestra cómo se intercalan los elementos masculinos y femeninos, siendo lo
femenino simbolizado en la alquimia como el dragón o serpiente mercurial, la cual se engendra y destruye al mismo tiempo,
representada como prima materia alquimista, se la pone en boca de María. Y, no sólo eso, sino que, además, es ella misma
asociada con María Magdalena, tal como aparece en los Textos Gnósticos de Nag Hammadi y también con Isis, la divinidad
representada como pareja del dios egipcio Osiris. De ahí el comentario que hace Jung relacionando a ambas Marías, la
alquímica y la gnóstica.

Estos últimos apuntes se hacen indispensables para acometer lo que a continuación se diga. En efecto, el principio
Femenino ha sido relegado a las catacumbas de lo inconsciente con el surgimiento y extensión del cristianismo. El
patriarcado ha ido extendiéndose a lo largo de los siglos dando preeminencia al principio solar masculino. De hecho, la
trinidad cristiana, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es, ante todo, masculina y no ha sido hasta 1950 que se ha proclamado
solemnemente la Asunción de María, glorificándola en cuerpo y alma en el cielo.

No deja uno de contemplar y de observar anonadado la pretendida creencia general en la absoluta liberación de
prejuicios, especialmente en temas religiosos. Pero, pese a esa persistente creencia, la actitud, los ideales, hasta en sus
más mínimos pormenores, así como las ideas y las reflexiones, el modo de vivir, la moral y hasta el lenguaje están
condicionados por factores arquetípicos, enraizados en la historia del espíritu humano. De ello la consciencia no tiene la
menor sospecha, en parte por una falta de autocrítica y, en parte también, por un modelo de educación poco adecuado a las
demandas de nuestro tiempo. Quizás sea ese prejuicio que entiende al ser humano como una Tabula Rasa, que viene al
mundo vacío de contenido y que sobre él se puede escribir casi cualquier cosa, atribuyendo a la educación prácticamente
todos los males del individuo, la rémora más importante a la hora de comprender la complejidad de la psique humana.
Hasta tal punto la consciencia no sospecha de la existencia de los arquetipos que los últimos descubrimientos acerca de los
orígenes del cristianismo han hecho tambalear las consciencias de un gran número de personas que habían asumido, como
verdad incuestionable, el dogma cristiano. Por lo tanto, no será de extrañar que sean muchos aún los individuos que
rechacen los resultados de las investigaciones más vanguardistas acerca de María Magdalena, según las cuales ésta no
era la “pecadora” que los evangelios canónicos nos hacían creer sino, antes bien, la pareja del Jesús histórico, la Novia de
Cristo. Y no sólo eso sino que, además, fue ella quien transformó a Jesús en “el Ungido”, es decir, en Cristo. Tampoco sería
de extrañar que ella hubiera continuado la tradición, mucho más antigua, de la Prostitución Sagrada, siendo, por ende, una
Hieródula que practicara sexo sagrado con Jesús. Por muy heréticas que parezcan estos resultados, están en consonancia
con los productos de lo inconsciente de múltiples personas. Y se asemejan, tal vez demasiado, a la “corriente subterránea”
que ha sido repudiada por el cristianismo ortodoxo. Valgan estas consideraciones para poner de manifiesto los
condicionamientos, histórico-culturales, que influyen en las percepciones, estilos de vida, actitudes, pensamientos y en la
moral de todo ser humano. Cosa que no es exclusiva de nuestro tiempo, pues el alma funciona como siempre ha
funcionado.

Son los arquetipos los verdaderos arquitectos de lo que luego se manifiesta en el ámbito de la consciencia. Como
tales, éstos sólo son aprehensibles a través de símbolos, de imágenes simbólicas. Son ellos los condicionantes del
quehacer humano. Y así el evangelio de Felipe nos dice:

“La verdad no vino al mundo desnuda, sino que vino en símbolos e imágenes; (el mundo), de otra forma, no podría
recibirla. Hay un renacimiento y una imagen del renacimiento. Es en verdad necesario renacer mediante la imagen”.

Para adecuarlo a la perspectiva de la psicología analítica, podríamos sustituir la palabra un poco más antigua y quizás
más vaga de “mundo” por “consciencia” y expresaría la misma idea anterior. No sólo es que la imagen precede al acto de la
manifestación, sino que, además, no es posible renacimiento alguno si no se trabaja en la toma de consciencia del símbolo
o imagen emanado de lo inconsciente. El trabajo que supone la diferenciación de la imagen arquetipal resulta ímprobo,
tanto más cuanto que todo arquetipo puede ser diferenciado ad infinitum. Pero de lo que aquí tratamos es de la necesidad
del desarrollo interior de la imagen, en virtud de la vivencia y de la experiencia resultante, y su manifestación concreta
dependerá de las aptitudes individuales.

La labor de traer al ámbito de la consciencia los contenidos de lo inconsciente fue el trabajo al que encomendaban su
vida los alquimistas. Y los procesos que les conducían a la pretendida y ansiada piedra filosofal, es decir, el oro non vulgi,
eran los mismos que acontecen en la psicología analítica moderna, si bien los primeros proyectaban sus contenidos al
ámbito de la materia, mientras que a los segundos le son accesibles a través de los productos de lo inconsciente que
emergen en las sesiones de terapia.

Si la alquimia ha sido perseguida y atacada por la corriente ortodoxa del cristianismo, no podía ser de otro modo que
la astrología, su hermana mayor, no resultara anatematizada también. Y es que en la astrología, al igual que en la alquimia,
encontramos un rico acerbo de símbolos, de manera que para el psicólogo analítico este es un campo colmado de
formaciones arquetípicas que le proporcionan una valiosa ayuda en virtud de paralelos, de esclarecedoras comparaciones y
amplificaciones de contenidos provenientes de lo inconsciente colectivo. Con ellos se le permite iluminar a la consciencia,
gravemente turbada cuando se producen emergencias de contenidos que amenazan su estabilidad. Pues es fundamental
que se le proporcionen a la consciencia, frente a la cual se presentan imágenes de la fantasía de lo más extrañas y
amenazadoras, un contexto que facilite su comprensión y, eventual y ulteriormente, su asimilación. Lo que se consigue, y la
experiencia así lo confirma, de un modo exitoso a través de la comparación de materiales mitológicos (simbólicos), cual es
el caso de aquellos que proporcionan la alquimia y la astrología, de las que nos ocuparemos en este trabajo con
preeminencia.

De acuerdo con lo dicho hasta ahora, se desprende que el individuo sólo lo es hasta cierto punto, pues en los niveles
más profundos de su psique, precisamente en lo inconsciente colectivo, está impregnado, condicionado e influido por los
determinantes que se hallan constelados en la época y/o momento en el que vive. De ese modo, ningún español, como
tampoco su hermano europeo, podrá sustraerse a la influencia de los arquetipos que se hallan inmersos y activos en su
psique.

Hoy parece que los valores que un día florecieron con la era cristiana están siendo arrasados hasta en sus más
mínimas manifestaciones. Algunos, muchos, opinan que el cristianismo es una reliquia del pasado y que, con los avances
científicos modernos, hace ya tiempo que está superado. Aducen, no sin cierta razón, que en nombre del cristianismo se
han cometido verdaderas atrocidades. Por si esto fuera poco, como ya mencionamos en líneas precedentes, los nuevos
descubrimientos de textos gnósticos antiguos, han dado pie a investigaciones minuciosas acerca de los orígenes del
cristianismo. Asimismo, del estudio comparado de los textos que conforman el llamado Nuevo Testamento se ha colegido
que aquellos no son sino un compendio seleccionado, de otros muchos existentes en aquella época y tan válidos como
esos para ser incluidos en el Nuevo Testamento, tras la celebración del concilio de Nicea en el año 325 de la era cristiana.
Los resultados de los estudios referentes a los orígenes del cristianismo parecen cuestionar concepciones que se han
tenido como verdades incuestionables para la inmensa mayoría de los cristianos. De esta suerte, ideas como que Jesús fue
célibe o que fue superior en espiritualidad a Juan el Bautista parece que no son sino aparentes falacias. De igual modo,
algunos detalles de su vida parecen estar en tela de juicio, no adecuándose a los contenidos del Nuevo Testamento, tales
como la fecha de su nacimiento, sus orígenes humildes, la procedencia de sus conocimientos religiosos o su pertenencia a
la religión judía. Todos estos resultados no deben hacernos culpar exclusivamente a los representantes de la Iglesia
ortodoxa por toda esta aparente mentira y no debemos pensar que los Padres de la Iglesia han sido los responsables, por
una suerte de manipulación y tergiversación de la verdad, del estado actual de incomprensión, rechazo y animosidad con
respecto a asuntos de índole religiosa. Eso equivaldría a proyectar la responsabilidad que le es propia al estado psíquico
del español y, por ende, del europeo moderno en la figura del “Otro”. Y ese otro sería la institución eclesiástica y sus
representantes. Desde luego que la emergencia del indómito salvajismo de los últimos años reside precisamente en ese
estado del alma del europeo. De nada sirven propagandas a favor de una mayor integración entre los países que componen
la actual Unión Europea, pues son los cimientos anímicos los que han de servir de basamento a toda estructura que se
pretenda edificar con una cierta garantía de éxito.

Pero echemos un vistazo al simbolismo astrológico para ver lo que éste nos puede decir acerca de lo que tiene lugar
en la psique objetiva o inconsciente colectivo. El Eón de los peces (Piscis) ha permanecido en el pináculo durante los siglos
de hegemonía del cristianismo. Los valores asociados al signo de la Virgen o Doncella (Virgo) han sido relegados a lo
inconsciente, es decir, mantenidos en la oscuridad, bajo el yugo de la represión, del rechazo y de la condena. Fue así como
los valores que le son propios al Eón de Piscis, como son la compasión, el amor por el prójimo, el sacrificio, la bondad y, en
el cúlmen pisciano, la unión del alma con Dios, conditio sine qua non para una verdadera empatía y servicio a los demás, es
decir, al prójimo (“ama al prójimo como a ti mismo”) fueron exaltados en detrimento de las cualidades terrenales y realistas
de su opuesto, Virgo. Esa brecha abierta entre la aspiración espiritual del ser humano hacia los niveles más altos de la
evolución humana y la vida terrenal, del aquí y ahora, dentro de las limitaciones impuestas por las circunstancias, la
sociedad, la época y la propia personalidad siguen siendo hoy igual de evidente que antaño. Si los valores que vienen
representados por el símbolo de los peces son el amor y la compasión, la aspiración espiritual suprema, la apología de la
fantasía y el mundo o “Reino de los Cielos”, los valores asociados al símbolo de Virgo, la Virgen o Doncella, son
precisamente los opuestos: la materia, la visión pragmática de la vida, la sexualidad, los ciclos vitales (del cuerpo y de Gea),
el cuerpo físico y su salud, el bienestar material y, por supuesto, lo Femenino y, por ende, el ámbito de la mujer joven.

De este modo, si observamos el símbolo de Piscis veremos que representa dos peces que nadan en direcciones
opuestas y que se hallan unidos por la cola. Una de ellas simboliza la espiritualidad, la introversión en las profundas aguas
del Espíritu Universal, en detrimento o a expensas del ámbito de la materia o del mundo así llamado “real”. Podríamos decir
también que ese símbolo representa una oposición entre lo Esotérico y lo Exotérico, entre lo Inmanifestado y lo
Manifestado. Y, sin embargo, en el mismo símbolo se muestra la imposibilidad de separar ambas facetas de la vida.

Una de las manifestaciones más sublimes de la tendencia hacia la verticalidad tal vez la constituya la propia época en
la que floreció el Gótico, siendo su arte la máxima expresión del Espíritu. El deseo de llegar a tocar las más altas esferas de
la espiritualidad es evocado al escuchar las cantatas de J. S. Bach, y se puede experimentar la divinidad al ingresar en los
dominios de las grandes catedrales góticas. A partir de esos momentos, comienza a producirse un movimiento pendular,
lento pero continuado y eficaz, hacia el extremo opuesto. Esta nueva orientación hacia la horizontalidad puede ser bien
entendida a través del símbolo de la Virgo. Pues éste alberga todos los valores que habían quedado ocultos durante la
primera etapa del cristianismo, del Eón de los peces. Manifestaciones iniciales de esta enantiodromía las podemos escrutar
en la época de las cruzadas, como sucedió con los albigenses o cátaros, que duró cerca de cuarenta años y a los que se
consideraba herejes, pues suponían una amenaza grave al poder de la Iglesia de Roma. Continuó en la época en la que
surgieron los trovadores, quienes exaltaban el amor cortés, así como en las leyendas del Grial. Pero el estallido mayor tuvo
lugar en la época del Iluminismo. La aparición de la sombra de Virgo irrumpió en una ferviente carrera hacia un materialismo
cada vez más consumado, culminando en nuestra época en una adoración al dios de la Materia, igual de compulsiva que
una vez fuera la adoración del Espíritu. El Nous parece haberse introducido en el interior de Physis.

En nombre de Dios la Iglesia romana engendró su vástago más endiablado, demoníaco y maltrecho de cuantos la
humanidad ha podido conocer: La Santa Inquisición. Y, ahora, adoramos a un Dios que se ha investido con los ropajes de la
época: el Materialismo. Los contenidos ocultos en la sombra han emergido con el aspecto grotesco y bárbaro que
caracteriza a todo cuanto es reprimido o sojuzgado. Los valores de Virgo, contaminados por la oscuridad en la que se han
mantenido, han movido el fiel de la balanza al extremo opuesto.

Otro símbolo del eón cristiano por excelencia ha sido la cruz en la que fue muerto y resucitado Cristo. El travesaño
vertical representa el movimiento de la libido hacia dentro, la adoración al ámbito del Espíritu o, en términos modernos, el
arquetipo del anciano; y, el travesaño horizontal simboliza el ámbito de la Materia o el arquetipo de la Virgo o Doncella. Se
decía que los caballeros templarios adoraban a una cabeza barbuda de varón. Con independencia de que esta cabeza
pueda ser la de Juan el Bautista, lo que parece simbolizar también es la decapitación del arquetipo del Espíritu. Teniendo en
cuenta los acontecimientos que se siguieron después ese podría ser el primer vestigio simbólico de lo que se manifestaría
en el transcurso de los siglos venideros: el movimiento pendular hacia el principio opuesto. Por lo tanto, esa cabeza
barbuda podría ser la representación de una nigredo que estaba gestándose en aquella época. Y esta cabeza representaría
la muerte y la descomposición (putrefacción) de los valores precedentes. Y los valores emergentes vendrían simbolizados
por la efigie dorada a la que adoraban los templarios, símbolo de Virgo y, también, por su adoración a Baphomet que, según
estudios recientes, era un anagrama de Sophia. Siendo ésta la fuente de la Sabiduría. Sin embargo, éste problema aún no
ha sido resuelto. Pues Sofía es la fuente de sabiduría que brotará, Dios Mediante, del Aguador y no será alcanzada si no se
consigue extraer de la massa confusa en la que ha caído.

La compulsiva carrera hacia un materialismo atroz, que carcome las entrañas del ser humano moderno, ha relegado
un aspecto fundamental de lo Femenino a la más completa de las oscuridades: Sophia. Del ánfora femenina del aguador
brota el aqua sapientiae. De esta agua abrevará quien se atreva a encaminarse por los tortuosos y peligrosos caminos que
conducen al Santo Grial. Pues el ánfora femenina, como el frasco de alabastro de María Magdalena, es la fuente de la
Sabiduría Eterna, sita en lo interior del ser humano.

Precisamente esto último es lo que han expresado los alquimistas, los astrólogos, los gnósticos y los hermetistas en
sus trabajos y escritos, y es lo que la psicología analítica ha redescubierto en el proceso analítico. Si la corriente esotérica
que ha circulado bajo el saber oculto de esas herejías (y la palabra herejía significa “elección”) ha sido perseguida, se debe
al hecho de que los alquimistas y los gnósticos proclamaban la naturaleza divina del hombre y, por tanto, la posibilidad de
comulgar con Dios. El Opus llevaba implícita esta comunión con el ambivalente Mercurio y, por lo tanto, se hacía superflua
la intervención del sacerdote y de la propia Iglesia. Esa relación directa e individual del alquimista y Mercurio hacía peligrar
la hegemonía de las representantes cristianos y, por lo tanto, el poder de la Iglesia. Desde luego que las etapas alquimistas
tienen su correlato en la religión cristiana, pues se trata de fases arquetípicas de la evolución psicológica o proceso de
individuación. Es su procedencia psíquica lo que hace que una religión sea algo vivo e involucre a tantas personas. Por ese
motivo, las fases alquímicas también se presentan en el mito cristiano, así como en todas las mitologías de las diversas
culturas. Pero lo que se consideró como el centro de la herejía alquímica fue que el alquimista proclamaba la posibilidad de
establecer una relación íntima con la deidad y la deidad con la que se comunicaba de ese modo era bien distinta a la
presentada por la corriente cristiana ortodoxa. Para la Iglesia de Roma Dios es el Summum Bonum, el Bien Supremo y la
perfección. Todo Bondad y cuya creación, por lo tanto, debía ser buena y perfecta también. Si el hombre no lo es sólo es
debido a su propia culpa, debiendo sufrir por sus pecados. Sin embargo, el dios alquimista, Mercurio, no es en modo alguno
la imagen de la Bondad sino, antes bien, una abigarrada mezcolanza de luz y oscuridad, de hombre y mujer. Es un ser
andrógino, una serpiente mercurial que muere y renace y cuyo símbolo más elocuente es el Ouroboros, la serpiente que se
muerde la cola. Cuando el alquimista había tenido una experiencia de comunión con esa deidad, ya no podía aceptar la
imagen colectiva de Dios, así como tampoco los caminos institucionalizados de salvación del alma. Los alquimistas
enfrentaron sus propias vivencias individuales, proyectándolas al ámbito de la materia, en lugar de aceptar una imagen
colectiva que, en aquella época, le era impuesta desde el exterior. De la esencia de Dios nada puede decir la psicología,
pues se escapa a las mayores tentativas de aprehensión. Pero de la experiencia de Dios como vivencia individual, humana,
de eso la psicología sí está en condiciones de expresar sus resultados. Lo que los textos alquimistas y gnósticos nos dicen
es que el hombre no es un miserable pecador que haya de buscar su redención por mediación de la Iglesia. Antes bien, lo
que de ellos se desprende es que la maldad, la imperfección, le es consustancial a Dios. Y que el hombre es un noble
colaborador de Dios en la creación, siendo él parte de la creación. De hecho, el hombre, en virtud de su ser divino, es igual
a Dios y éste necesita de él en el arte de la creación, de la manifestación de lo inmanifestado. Por ese motivo, el ser
humano puede dirimir posiciones con el Padre. Pero para llegar a adquirir tamaña consciencia la alquimia exigía una
enorme integridad moral.

El psicólogo analítico, como toda persona que se atreva a encaminarse por los escabrosos derroteros del alquimista,
se embarca en una empresa que lo va a conducir al conocimiento de sí mismo. Va a averiguar quién es él, alejándose de
los valores colectivos, para después decidir qué es lo que hará con su vida. Su voluntad consciente se alinea con una
entidad mayor que la engloba y sostiene: el Sí Mismo, homólogo del Mercurio alquimista. En el evangelio de Tomás se
expresa esta misma idea del siguiente modo:

“…el Reino está dentro de vosotros y está fuera de vosotros. Cuando os lleguéis a conocer, entonces seréis
conocidos y sabréis que vosotros sois los hijos del Padre Viviente.”

No obstante es importante advertir el peligro de adentrarse en estos oscuros y terribles senderos sin la debida
preparación y sin que sea fruto del destino (vocación) individual. Los padres de la Iglesia en sus comienzos, allá por el siglo
III, condenaron los movimientos alquimistas y gnósticos y tenían sus razones. Con independencia de la razón ya formulada,
según la cual se veía amenazada la integridad de la institución eclesiástica y su jerarquía sacerdotal, lo cierto es que los
mismos alquimistas señalaban que su arte era sólo para los menos y, de hecho, su lenguaje era y es oscuro. Pero lo es, no
sólo por la temática sino porque así lo querían ellos. Debía ser peligroso, en aquella época, dar a conocer sus ideas
públicamente, al tiempo que no debían caer en manos de los no iniciados. Por ello, guardaban celosamente “encriptado”
todo su saber siendo sólo accesible a los individuos que hubieran tenido la experiencia directa del Opus. El mismo Agrippa
afirma en su “primer septenario de aforismos” lo siguiente:

“Que quien quiera conocer los secretos sepa primero guardar secretamente (celosamente) los secretos; que selle lo
que debe ser sellado, que no dé a los perros lo que es sagrado y que no arroje perlas a los puercos. Observa estas leyes y
los ojos de tu alma se abrirán a la comprensión de los secretos, escucharás una voz divina que te revelará todo lo que tu
alma haya deseado.”

Lo inconsciente es por naturaleza gnóstico. Y nunca se previene lo suficiente del peligro de la hybris, es decir, de la
inflación. Pues todo contacto de la consciencia con los arquetipos provoca una suerte de hinchazón que, en mentalidades
estrechas y de moral débil acaban por representar el papel del poseído, con el endiosamiento correspondiente. Un claro
ejemplo de posesión por lo inconsciente lo encontramos en la figura de Osama Ben Laden. En sus intervenciones se
detecta ese estado de inflación que lo hace creerse el mensajero de Alá. La película Juana de Arco nos muestra a una joven
que vive continuamente en un estado de hinchazón, al estar en contacto permanente con contenidos provenientes de lo
inconsciente colectivo, que a la protagonista se le presentan como visiones y ensoñaciones.

Por consiguiente, las experiencias de las que trataremos a continuación habrán de ser, necesariamente, de difícil
acceso. Y no se comprenderán con facilidad sino por aquellos individuos que las hayan experimentado. La lectura de este
trabajo le habrá de suponer al lector que no pertenezca al ramo no pocas dificultades de comprensión. Todo escritor desea
que lo que expresa en sus escritos sea comprendido por el mayor número de personas, de modo que sea accesible a
cualquiera que esté interesado en su lectura. Pero por desgracia, este no puede ser el caso. Y justamente por el motivo
aducido: el difícil acceso a las experiencias de las que aquí tratamos. Una consideración más se hace necesaria. Dichas
experiencias no pueden ser abordadas desde la teoría del conocimiento. No se trata, para la psicología analítica, que un
contenido de lo inconsciente se adecue o no a una realidad objetiva. Sólo le interesa su existencia y, como tal, es un hecho
psicológico, de una efectividad fuera de toda duda. La realidad de la psique y sus productos es un hecho, no un juicio.

La situación en la que se encuentra el alma del español, al igual que su hermano europeo, es tan miserable y enjuta
que le impide comprender la importancia de las enseñanzas religiosas y contra qué luchaba el primitivo cristiano. Cuando el
cristianismo se ve amenazado por la relegación y la desidia, por no mencionar el rechazo y la repulsa, entonces se corre el
peligro de que emerjan de lo inconsciente los contenidos contra los que luchaban los cristianos primitivos. Pues los
atentados terroristas, el fanatismo, la violencia social, las actitudes antisociales y vandálicas de los jóvenes, las guerras y
las posiciones xenófobas y racistas son algunas manifestaciones del estrato arcaico y bestial sobre el que se edificó la
religión cristiana. Por tal motivo, se hace indispensable la reeducación del europeo moderno. Pues la imitación de Cristo
que se realiza de un modo superficial, así como las procesiones de Semana Santa y otros actos rituales, no mueven un
ápice el pagano estado de miles de españoles cristianos. Los mensajes de la religión cristiana ya nada le dicen al hombre
moderno. Y, mientras la función religiosa no se convierta en experiencia personal el estado anímico permanecerá intacto. El
Gran Misterio cristiano no es sólo un ministerio exterior al hombre, sino que acontece, ante todo, en el interior del ser
humano. Si no se ha tenido esta experiencia se podrá ser un docto en teología, pero no se tendrá ni idea de lo que se está
hablando.

En ese sentido, entiendo que el interés que suscitan los orígenes del cristianismo, así como la ingente proliferación de
estudios acerca del gnosticismo, la alquimia, la astrología y otras “ciencias esotéricas”, parecen indicar la necesidad del
alma del contemporáneo de retrotraerse a sus orígenes, de modo que pueda edificar un férreo edificio sobre los sólidos
cimientos anímicos. Esas corrientes, repitámoslo, han permanecido, recorriendo los pasadizos de lo inconsciente colectivo,
reprimidas en gran medida por el cristianismo ortodoxo. De modo que la emergencia actual de ese interés por lo esotérico
viene a significar una necesidad de profundización y de introversión, de manera que aquello que durante siglos permaneció
en la oscuridad, pueda finalmente ocupar el puesto que le corresponde. Sin embargo, como también sucede a un nivel
individual, se corre el riesgo de que los contenidos de lo inconsciente aneguen el ámbito de la consciencia y suplanten la
hegemonía del yo. Es en este sentido que podemos entender las críticas y ataques directos contra el cristianismo y sus
representantes, por parte de algunos sectores, así como el rechazo y el repudio que han generado en determinados grupos
el haber conocido las manipulaciones y las artimañas ejercidas por los representantes de la Iglesia de Roma para ostentar
el poder frente a lo que se consideraban herejías.

Realizadas estas consideraciones preliminares nos centraremos ahora en lo que la alquimia y la astrología nos
pueden enseñar acerca de los procesos que acontecen en la psique. Para comprender ese paralelo, entre psicología
analítica y alquimia o astrología, debemos recordar que los alquimistas proyectaban en el ámbito de la materia sus procesos
inconscientes. Así, cuando un alquimista quería transformar el plomo en oro, lo que realizaba era un trabajo consigo mismo.
El plomo simbolizaba, es decir, se refería tanto al metal con el que trabajaba, cuanto a su estado natural e instintivo, es
decir, ese estado de ignorancia, inconsciencia e irreflexión desde el cual partía la denominada materia prima. Lo que la
materia prima era concretamente no se puede saber con certeza. Podía ser el plomo, la sal, el oro, el vinagre, el azufre, etc.
Y esto no nos debe extrañar pues de lo que se trata es justo de la materia desconocida sobre la que se proyectaban los
contenidos de lo inconsciente. Siendo esta la base de la obra alquimista, y teniendo en cuenta que se trata de las partes de
la personalidad más conflictivas con las que había de trabajar para llegar a armonizarlas, para cada alquimista, como para
cada analizando, esta materia es diferente.

Así, la obra alquímica de la transformación de la piedra filosofal en el oro non vulgi se refiere, en el ámbito psíquico, al
trabajo de toma de consciencia de los contenidos más conflictivos, oscuros y execrables de la naturaleza del alquimista que,
mediante las operaciones pertinentes, le conducirían a convertirlos en cualidades que lo llevarían al despliegue de sí
mismo. Ese trabajo, como lo expresan los alquimistas, es muy laborioso, difícil y peligroso, pues en ello les va en juego su
vida. Para efectuar ese trabajo el alambique o matriz en la que tenían lugar las operaciones debía ser fuerte y muy
resistente, a fin de que no se rompiera. Además, debía permanecer sellado para impedir que los gases, así como la
temperatura, no se escaparan al exterior. En un sentido psicológico, esto quiere significar que la consciencia debe estar
férreamente posicionada, así como continuar las operaciones con devoción, pese a lo difíciles y penosas que pudieran
éstas resultar. Por dicho motivo, se comprenderá la importancia y necesidad de un compromiso moral para con uno mismo
que entraña semejante obra.

Al igual que sucedió con la alquimia, que inicialmente fusionaba los procesos que tenían lugar en el terreno de la
materia y los que acontecían en el interior del individuo, la astrología fue desligándose cada vez más del ámbito material,
hasta escindirse en dos disciplinas diferentes: Astrología y Astronomía (Psíquica la una y Física la otra). Esta escisión ha
alcanzado tal dimensión que incluso astrónomos profesionales y competentes rechazan a la Astrología considerándola una
pseudo-ciencia. Se esfuerzan por separar nítidamente una disciplina de la otra. Sin embargo, si se dejase de considerarla
como una especulación acerca del movimiento de los cuerpos celestes, y se la entendiera como un campo colmado de
conocimiento psíquico proyectado, entonces se verificaría la tremenda ayuda que le supone al psicólogo para elucidar los
contenidos de lo inconsciente colectivo y los procesos que allí tienen lugar. Ambas disciplinas, la Alquimia y la Astrología,
nos presentan unos magníficos mapas del desarrollo individual del ser humano, es decir, del proceso de individuación. Los
mandalas o dibujos simbólicos circulares representan al arquetipo del Sí Mismo o personalidad total.

Este es el enfoque que debemos adoptar si queremos comprender el extraño lenguaje de los alquimistas y de los
astrólogos. En el capítulo El hombre como microcosmos Ángel Almazán presenta un texto extraído del Zohar en el que se
expresa esta misma idea:

“Exactamente lo mismo que el hombre terrestre así es, por dentro, el hombre celestial. Pues todo lo que tiene lugar
acá abajo es tan sólo la imagen de todo lo que tiene lugar arriba. Es en este sentido que nosotros comprendemos que Dios
creó al hombre a su propia imagen. Pero así como en el firmamento nosotros vemos diferentes figuras formadas por las
estrellas y los planetas, contándonos de cosas ocultas y de profundos misterios, así también sobre la piel que envuelve
nuestros cuerpos hay líneas y formas que pueden mirarse como las estrellas y planetas del cuerpo. Y todas ellas tienen un
significado oculto”.

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[1] Un capítulo completo sobre este particular puede encontrarse en mi libro El Retorno al Paraíso Perdido (2004).
Soria. Ed.Sotabur.

2.- El Ascendente astrológico como símbolo de la Persona

No podríamos haber elegido mejor texto para finalizar el apartado anterior que el del Zohar, pues además nos
introduce de lleno en lo que en este capítulo desarrollaremos. En efecto, el tema que trataremos tiene que ver con “la piel
que envuelve nuestros cuerpos” aunque, más bien, aquí nos limitamos a nuestro rostro. Entendida como un “recorte de la
psique colectiva” la persona es, en verdad, un término muy adecuado para designar aquella parte del alma en su conjunto
con la que, en la mayor parte de las ocasiones, el individuo se identifica. Y es que persona significa originalmente
“mascara”, la que llevaban los actores en el teatro griego cuando desempeñaban un determinado papel. Así es, uno tiene
un nombre, ha obtenido un título académico o es miembro importante de un colectivo, habiendo adquirido un estatus social
que lo hace representar un rol determinado, así como en su trabajo desempeña ciertas funciones que revierten en beneficio
de la colectividad. Y todo esto es importante y muy real.

Sin embargo, como su propio nombre indica, la máscara es, en principio, sólo un recorte de la psique colectiva y, por
lo tanto, la persona es una máscara que actúa como si fuera una individualidad (o una totalidad integrada), haciendo creer a
los demás y a uno mismo que se es individual, cuando en realidad no se es más que un mero papel representado, una
función, donde lo colectivo tiene la palabra.

No obstante, describir la persona de esta manera sería incompleto e inexacto. Pues pese a la exclusiva identificación
del yo consciente con la persona, la totalidad inconsciente, la auténtica individualidad se hace indirectamente perceptible.
Aún considerando la identidad de la consciencia del yo con la persona, esa figura de compromiso con la que uno
desempeña un papel social, el resto de la personalidad, inconsciente, no puede ser reprimida hasta tal extremo que se la
haga desaparecer. Se hará perceptible en todo tipo de manifestaciones compensatorias de lo inconsciente. En fantasías y
sueños aparece un alter ego que también uno es.

Ahora bien, con esta exposición de lo que la persona en cuanto máscara es se deja mucho material empírico fuera del
entorno que conforma la idea de persona. Tal vez el concepto al que los astrólogos se refieren como el Ascendente
contenga todo un conjunto de ideas que nos permitan dilucidar y ampliar lo que hemos descrito al hablar de persona.

El Ascendente es un punto en el horóscopo o carta natal. Muestra el inicio de las Casas astrológicas, siendo la
cúspide de la Casa Uno. Se trata del grado exacto del signo zodiacal que se eleva por encima del horizonte oriental en el
momento del nacimiento. Dado que coincide con nuestra salida en escena, en la que se realiza la primera respiración
independiente, fuera ya del útero materno, representa el comienzo de un ciclo, el paso o etapa inicial en el proceso del
llegar a Ser un individuo autónomo e independiente de la madre.

De acuerdo con la sabiduría astrológica todo aquello que nace en un momento dado refleja las cualidades de ese
momento. Así pues, el Ascendente representa el modo en que hemos sido dados a luz, así como la manera en que
vivenciamos ese parto. En otras palabras, el Ascendente simboliza la imago del nacimiento, el arquetipo de la Iniciación.

Atribuimos a la vida las cualidades del signo que se encuentra en el Ascendente, lo que es tanto como decir que, pese
a que el arquetipo del doble nacimiento o de la iniciación sea universal, cada individuo lo vivencia de modo diferente. La
lente a través de la cual el individuo filtra la experiencia es distinta. Por tal motivo, cada uno se conduce, actúa y responde a
la vida y al mundo de acuerdo con su lente particular. Y, debido al hecho de que se actúa de conformidad al modo en que se
concibe o interpreta la experiencia, la vida responde a nuestras expectativas, como si de una imagen especular se tratara.

Dado que el Ascendente representa el modo en que percibimos el mundo y, recíprocamente, lo que el mundo nos
parece mostrar como reflejo de ello, se colige que, del total de las diferentes interpretaciones posibles de las situaciones,
experiencias, comportamientos y actitudes, sólo elegimos aquellas que se adecuan a nuestra perspectiva, al cristal de
nuestra lente o foco de consciencia. Y de acuerdo con lo filtrado, con lo que se ha seleccionado del total, se organiza la
experiencia vital. Ángel Almazán lo expresa del siguiente modo en su prólogo al libro Esoterismo Templario:

“Hay muchas formas de ver las cosas. Cada uno, en función de sus conocimientos, meditaciones, lecturas,
conversaciones con los demás y consigo mismo, se decanta por una manera determinada de entender la vida o encontrarle
un sentido a su existencia. Y en función de tales parámetros, de todo lo que le llega sensorial y mentalmente, realiza una
criba y selecciona aquellas informaciones que más de acuerdo están con su cosmovisión y pensamiento interno,
rechazando las demás.”

Evidentemente, esto es así. Sin embargo, al comentario de Almazán habría que añadir, para que fuese completo, que
dicha forma de ver las cosas tiene un patrón arquetípico que lo sustenta y conforma. Y dicho arquetipo es simbolizado en
astrología por el Ascendente. Por ejemplo, si observamos a dos individuos frente a una situación nueva, cual es una
entrevista de trabajo, dicha situación generará respuestas diferentes en individuos con un Ascendente distinto. Así, unos
puede que duden y vacilen ante la situación, que les suden las manos o que tiemblen por obra del temor a enfrentarse a la
misma. Otros, en cambio, una vez superados los nervios iniciales, puede que estén deseosos de que dé comienzo la
entrevista. Los unos la tomarán como un mal trago, mientras que a los otros les entusiasma la misma idea de entrevistarse,
por la oportunidad de obtener un puesto de trabajo, o simplemente por ser un reto en el que puedan desplegar su potencial
cautivador. En los primeros únicamente se actualiza la visión negativa de la entrevista, quedando fuera del foco de
consciencia todo lo demás, mientras que en los segundos son las posibilidades de adquirir una experiencia lo que se
constela, mientras que el miedo es prácticamente imperceptible.

Como representante del arquetipo de Iniciación, el Ascendente simboliza el modo en que experimentamos todo nuevo
comienzo. Así, representa la actitud que adoptamos cuando nos enfrentamos a las diferentes etapas o fases de la vida.
Especialmente importante es su relación con el arquetipo del segundo nacimiento. Pues, al igual que sucede con el
nacimiento biológico, tal y como se desprende de los trabajos del psiquiatra Stanislav Grof, el renacimiento es vivenciado de
modos diferentes y el signo y los planetas que se encuentran en el Ascendente nos dan información de la cualidad de la
experiencia.

De igual modo, la forma en que encaramos la vida, la máscara que adoptamos para adaptarnos al entorno social
viene simbolizado por el Ascendente. Desde luego las funciones que debemos desempeñar para adaptarnos al ambiente
externo son muy importantes, en la medida en que también nos sirven para desarrollar nuestra propia y peculiar identidad.
Sin embargo, la identificación que el ego consciente hace con las cualidades del Ascendente o persona, provoca que la
parte suplante al todo con las dramáticas consecuencias de semejante acto.

Debemos resaltar dos aspectos muy importantes cuando nos referimos a la persona. Esta no sólo es la forma en que
nos ven los demás y nosotros mismos; es, también, el modo en que percibimos la experiencia. Y, ambos aspectos son
fundamentales si queremos llegar a comprender la importancia de esta parte del Sí Mismo.

Jung advirtió que constituía una experiencia fundamental lo que él denominó la disolución de la persona, si se
pretendía llegar a ser uno mismo. El proceso de individuación, de hecho, daba comienzo con la disolución de la máscara y
el enfrentamiento con la sombra, es decir, con todos aquellos contenidos que habían sido rechazados por el yo consciente
por no adecuarse a la imagen que se tiene de sí mismo, es decir, precisamente la persona o máscara. Asimismo, observó
que tras la maraña de contenidos de carácter personal o biográfico, en el proceso analítico, así como en la individuación,
parecían emerger ciertos elementos, en sueños y fantasías, provenientes de lo que él denominó inconsciente colectivo.

Pues bien, una vez ingresado o iniciado el individuo ha de diferenciar sus componentes colectivos, que de ese modo
lo convertirán en un individuo único. Uno de esos componentes a diferenciar es, justamente, el arquetipo del Ascendente o
persona. Sin embargo, en lugar de que este se convierta en idéntico a la consciencia del ego, ahora se entiende como un
elemento más de la personalidad total. Una parte muy importante, pues representa nada menos que la lente a través de la
cual el individuo experimenta las experiencias vitales. Esta nueva comprensión de la persona conduce a la toma de
consciencia del modo en que el individuo organiza la experiencia, de la existencia de múltiples formas distintas de encarar
la vida, así como de la manera en que los otros perciben esas múltiples formas. En otras palabras, que la perspectiva
individual no sólo puede ser distinta, sino incluso opuesta a la de los demás. De ese modo, entra en juego la tolerancia
frente a puntos de vista diferentes y se es consciente de que el punto de vista y, por tanto, la perspectiva de uno mismo
puede diferir con respecto a la de los demás, pues uno mismo es diferente. La identificación con la persona como máscara
o pose colectiva, conduce justo a lo opuesto. A la imposición del punto de vista propio y a la indignación cuando se es
consciente de que el otro es precisamente otro. Esa identidad inconsciente según la cual el punto de vista de uno ha de ser
compartido por los demás y, por consiguiente, lo que uno “vea, opine, crea o entienda” necesariamente ha de ser visto,
opinado, creído o entendido por todos se disuelve también al tomar consciencia plena del significado profundo del
Ascendente. Lo que pensamos nos resulta muy claro a nosotros mismos y creemos que es lo único real y válido y lo que los
demás deben pensar también. Sin embargo, cuando alguien no opina como nosotros nos impacientamos y hasta nos
violentamos pues ¡Cómo es posible que lo que nosotros opinamos, pensamos o vemos no sea compartido por el otro!

Y lo que los otros ven, piensan u opinan no es válido o cierto si nosotros mismos no lo vemos, pensamos u opinamos.
O, al menos, tiene menos validez que lo que nosotros vemos o pensamos. Cuando no hay un vínculo subjetivo con esas
ideas u opiniones las tenemos por inexistentes o altamente inverosímiles, sin reflexionar que lo que no vemos, pensamos u
opinamos puede tener el mismo valor. Simplemente no atinamos a verlo. Esta es la actitud del “sólo lo que yo opine está
bien y es válido, es decir, existe y lo que se salga de ese campo de visión individual carece de sentido o es estúpido o no
existe”.

Así, al darnos cuenta de nuestro Ascendente, como lente a través de la cual filtramos la experiencia, se modifica
nuestra actitud, dando de ese modo un valor por lo menos igual a los puntos de vista que difieran del propio. Esa apertura
enriquece la experiencia y amplía los horizontes, de manera que se hace posible comprender la relatividad de la perspectiva
propia. Con ello, modificamos el modo de reorganizar la experiencia, al tiempo que ampliamos el campo de experiencias
que podemos enfocar.

De lo dicho hasta el momento se desprende inmediatamente la siguiente conclusión: que persona y personalidad,
pese a derivar de una misma raíz, no son términos que se identifiquen. No resulta extraño que muchos individuos traten de
identificarlos en sus propias vidas. Muchos son los que creen que la persona en la que se han convertido representa el
conjunto de la personalidad. Mas esto, tarde o temprano, conduce a un conflicto de identidad, y la máscara comienza a
resquebrajarse dejando traslucir al indefenso y vulnerable sujeto que se halla tras ella.

La persona es, como se ha señalado, un recorte de la psique colectiva. Por ese motivo, el individuo adopta cierta
actitud frente al mundo que lo rodea. Pero esa actitud es, en verdad, una pose, un rol que desempeña de cara a la
sociedad. Que de esa persona se deje traslucir la personalidad, lo manifiesta el mismo hecho de que dicha máscara no es
igual en todos los individuos. Y de esto nos dice mucho la idea de Ascendente, tal como se ha indicado en líneas
precedentes. En efecto, el Ascendente simboliza el modo en que nos mostramos ante la sociedad, así como la manera en la
cual ésta nos ve a nosotros. Así, la máscara o antifaz que mostrará un Géminis en el Ascendente lo presentará ante la
sociedad y ante sí mismo como un pensador muy comunicativo, analítico y de juicio sereno, objetivo y frío, verbigracia.

Asimismo, ese mismo Ascendente Géminis será visto por la sociedad de un modo semejante y serán esas las virtudes
o facultades que la sociedad le demande, al tiempo que él las ofrecerá a cambio de un cierto prestigio o status social. El
peligro aquí reside en la identificación del todo con la parte. Si la consciencia del yo se identifica con la persona, el individuo
inmola su individualidad verdadera. Al tiempo es probable que sufra de hybris o inflación, pues asume que la función que
desempeña le pertenece, de modo que se identifica con un oficio o un puesto de trabajo, algo que pertenece a lo colectivo y
que es mucho más antiguo y amplio que su yo consciente. No sólo él puede desempeñar esa función o puesto de trabajo,
sino que lo han desempeñado y lo desempeñarán muchos otros además de él. Ejemplos de inflaciones por esta trasgresión
los encontramos por doquier en la sociedad. Me viene a la memoria el caso de un empresario que había ascendido por
encima de sus orígenes humildes hasta llegar a ser subdirector de una importante empresa cárnica. Este hombre era bien
conocido por su despótico preceder para con sus empleados. En una ocasión se dirigió a mí con aires de grandeza, en un
tono de prepotencia y de superioridad tales que le hacían parecer el dueño del complejo cárnico. Su actitud de
megalomanía era típica del individuo identificado con su cargo; un espíritu débil, orgulloso, vanidoso e ingenuo en grado
sumo. Por ese motivo ostentaba una actitud de arrogancia, hinchado hasta reventar por toda una serie de asunciones que
daba por hecho que le pertenecían. Era como si proclamara a voz en cuello: “Yo, representante de la grandeza de esta, mi
empresa, que soy el subdirector y hago y deshago a mi antojo, que estoy por encima de ti en la estructura jerárquica y
puedo pisarte, ordenarte y degradarte a mi antojo, en calidad de “Dios omnipotente” al que tú debes doblegarte y rendir
pleitesía, haciendo cuanto te ordene, sin osar contrariarme ni contestarme: saca tu vehículo del recinto”. Debo decir que
semejante actitud inflada produjo en mí una malísima impresión, de modo que le respondí para hacerle ver que aquella
actitud de “gigante que pisa a una hormiga” estaba completamente fuera de contexto.

Por otro lado, cuando se es capaz de diferenciar entre persona y personalidad, comprendiendo que la primera es una
parte de la segunda, entonces se toma plena consciencia de que el Ascendente es el camino a recorrer para llegar a
desplegar la personalidad. Pues la persona, como lente a través de la cual el individuo percibe el mundo, es aquella parte
de la personalidad que le conducirá al conocimiento de sí mismo y al despliegue de su propia identidad.

Ya hemos mencionado que la persona, en tanto que sinónima de Ascendente, es una lente que percibe
selectivamente la experiencia. De ese modo, existe un a priori en la percepción de toda vivencia en el individuo. Ese a priori
lo constituyen aquellos modelos o patrones de ordenación del material inconsciente que se denominan arquetipos. Así, hay
un arquetipo que constituye la base de la experiencia de toda iniciación, así como del modo y manera en que nos
presentamos al mundo y de cómo este nos percibe. Cuando un niño vivencia a la madre como una persona fría, astuta,
indigna de confianza, cruel, rígida y despiadada sería aconsejable prestar atención al modo en que el resto de hermanos
experimentan a la madre. Probablemente ésta no sea más fría o rígida que cualquier otra madre, pero el niño la
experimenta bajo la experiencia de un factor arquetípico que opera en su interior. Del mismo modo, si esta experiencia se
confirma cuando un joven intenta establecer un primer contacto con una mujer, de modo que al verla peligrosa y astuta,
desconfía de ella y vacila hasta el extremo de retraerse en su presencia, entonces ese mismo factor operará en el
Ascendente del joven. Y dado que es así como se comporta en presencia de las mujeres con las que entabla la primera cita
o contacto, este miedo interior provocará una reacción en la joven con quien se relacione y activará en ella los elementos de
su personalidad que más se adecuen a la proyección. De ese modo, se produce una confabulación entre la imagen que el
joven proyecta y la actitud que moviliza en la mujer. Y así podrá decirse a sí mismo: “Todas las mujeres son igual de frías y
desconsideradas, indignas de toda confianza”; o bien, “las mujeres no sirven sino para acostarse con ellas”; o también, “es
imposible confiar en ellas, son frías e interesadas por lo que puedan sacarle a uno”. Pero lo cierto es que cabría
preguntarse si esto es realmente así. La experiencia confirma que la realidad es bien distinta. Si bien, para el individuo que
así lo vive, desde luego que siempre se confirma lo mismo. Él no es consciente de que, en realidad, un factor inconsciente
opera en su interior y es el responsable de todas esas experiencias, atrayendo de continuo idénticas situaciones.

En otro lugar[3] expresé mi convicción, tras una experiencia acumulada de varios años, de que Saturno en tránsito por
el Saturno natal, cosa que sucede cada 28 años, más o menos, formando una conjunción, simbolizaba o se correspondía
con una experiencia de iniciación. Pero esto es especialmente válido si el Saturno natal está posicionado en el Ascendente
en la carta del individuo en cuestión. En este caso, el arquetipo de iniciación se constela, lo que genera una auténtica noche
saturnal. Toda vez que Saturno cruza el Ascendente es de esperar una experiencia iniciática. Sin embargo, esta experiencia
será mucho más intensa y dolorosa, aunque también potencialmente más fructífera, en los casos en los que Saturno natal
esté en conjunción con el Ascendente. Cuando eso acontece, es importante prestar mucha atención al signo que está en el
Ascendente, así como a todos los aspectos que forman los diferentes planetas en el horóscopo natal. El inicio del proceso
de individuación suele estar asociado a este tránsito, así como a importantes aspectos entre Urano y, en general, los
planetas transpersonales y el Ascendente.

En el mismo orden de ideas, durante el tránsito de Saturno por el horóscopo éste contacta con el Saturno natal
formando cuatro aspectos (conjunción, trígono, cuadratura y oposición) que resultan muy importantes, dado que simbolizan
cuatro momentos en los que al individuo se le hacen accesibles partes distintas de su personalidad que están inacabadas,
son inconscientes y, por tal motivo, lo enfrentan con sentimientos dolorosos de inadaptación, pudiendo liberarse de ellos si
toma plena consciencia de los factores actuantes. También es factible que el enfrentamiento tenga lugar en ciertos ámbitos
o esferas vitales en las que se ha producido una sobre-compensación por miedos que provienen de lo inconsciente o por
sentirse vulnerable o incapaz, al tiempo que es posible que el individuo sea consciente de ciertos vínculos parentales,
valores adquiridos durante su biografía o pautas de conducta familiares. Estas últimas habitualmente actúan de un modo
automático y de ellas la consciencia no tiene la menor sospecha. Por tal motivo, necesariamente las experiencias de esos
contactos han de ser dolorosas para el individuo, si bien extremadamente constructivas.

Como se ha dicho antes, el Ascendente representa el a priori de la experiencia de todo nacimiento o iniciación.
Algunos astrólogos han correlacionado el nacimiento biológico con los emplazamientos del Ascendente y la Casa I. Y sus
conclusiones parecen verificar que existe una misteriosa correspondencia simbólica que los vincula. Estos hechos han sido
demostrados ampliamente por las investigaciones del psiquiatra Stanislav Grof, quien denomina a las etapas del nacimiento
como matrices perinatales básicas (MPB), en las que se concentran las experiencias biológicas y arquetípicas propias del
proceso del nacimiento biológico. Según el autor, en lo inconsciente se registran de algún modo las experiencias de las
etapas del nacimiento. De ese modo, cuando se presentan situaciones que confrontan a la consciencia con experiencias
críticas, de vida o muerte, es decir, iniciáticas, se constela material perinatal. Y esto parece ser así por cuanto este arquetipo
está representado simbólicamente por una muerte seguida de un renacimiento. En mi libro El Retorno al Paraíso Perdido he
tratado este arquetipo detalladamente, por lo que aquí no me voy a extender más de lo necesario. Sin embargo, sí me
gustaría recordar que dicha iniciación era representada por los alquimistas mediante una calavera o Caput Mortem, en la
referida fase de la nigredo o noche saturnal. Por dicho motivo, no debería resultar sorprendente que en la confrontación con
las experiencias de muerte del ego se constele material proveniente del área o nivel del inconsciente al que Grof denomina
perinatal. Resulta evidente que tanto la iniciación o el inicio el proceso de individuación como el nacimiento biológico, así
como toda experiencia crítica que confronte al individuo con la muerte, comparten un mismo tema y, por ende, activan en el
individuo material afín. No obstante, el arquetipo es lo que subyace a todo el material constelado, dado que se trata del
núcleo sobre el que gravitan los contenidos activados. Así, por ejemplo, cuando el arquetipo representado por el planeta
Saturno se encuentra en conjunción con el Ascendente ello simboliza que, no sólo toda experiencia nueva va a resultar
dolorosa y va a movilizar una cierta dosis de temor, recelo y exceso de prudencia, lo que se traducirá en lentitud y cautela a
la hora de comenzar todo nuevo proyecto o encarar toda situación nueva, sino que, además, se corresponde en
sincronicidad con un nacimiento difícil, tal vez incluso retrasado en el tiempo con respecto a la fecha prevista inicialmente.
Del espectro de las vivencias posibles de un nacimiento, el individuo con Saturno en el Ascendente se limita a vivificar y/o
rememorar el terror y la aprensión que todo nacimiento supone. Y no es que no haya motivos para ello, pues un nacimiento
confronta al nonato con la muerte. Pero existe también la experiencia del nacimiento (o renacimiento), con la inmensa gama
de posibilidades que se ofrecen y que invitan al explorar el mundo y a expandir los horizontes, en un principio angostos.
Utilizando la terminología de Grof, el individuo con Saturno en conjunción con el Ascendente experimentará el nacimiento
como una lucha por la supervivencia, en la que la vida corre serio peligro. Se constelan en él las experiencias que Grof
condensa en la MPB 3. Y dado que es ese mismo material el que se activa cada vez que el individuo se enfrenta a una
situación nueva, éste siente miedo y procede con suma cautela, angustiado ante lo que pueda suceder, acomplejado por si
será capaz de manejar dicha situación o si estará a la altura de las circunstancias. La consciencia desconoce el origen del
miedo que aflora desde las profundidades de lo inconsciente, llegando a paralizar todo acto consciente que el individuo se
haya propuesto. Por tal motivo, sólo la confrontación directa con la muerte permitirá a un individuo así tomar plena
consciencia de sus temores y, con ello, superarlos. De ese modo, se le presenta la oportunidad de modificar su actitud y el
modo en que organiza su experiencia, toda vez que se enfrenta a situaciones o circunstancias nuevas e imprevistas.
Repitámoslo de nuevo, en todo ser humano existe un miedo a lo nuevo. Lo que diferencia a un individuo con Saturno en el
Ascendente del resto es que ese miedo se encuentra amplificado y se enfrenta a él siempre que inicia una actividad, sea
ésta la que fuere.
Cuando se ha llegado a adquirir un nivel de consciencia más amplio y profundo, la consciencia misma se expande y
se hace posible contemplar la experiencia de diversas maneras diferentes. Así, lo que en un nivel de consciencia estrecho
se vivencia como miedo ante una nueva situación, proyecto, faceta, etapa o actividad, cuando se ha elevado de nivel (es
decir, cuando se ha iniciado o se halla en la senda de la individuación) puede significar prudencia, cautela y esmerada
planificación.

Hasta ahora hemos hablado del Ascendente en cuanto persona como el modo en que el individuo experimenta el
mundo, así como la experiencia arquetípica del nacimiento y de la Iniciación. Pero también se relaciona con la atmósfera
reinante en el entorno en el que el individuo ha sido dado a luz. Especialmente simboliza cómo se han experimentado los
primeros años de vida, los que más impacto generan en la joven psique. Siguiendo con el arquetipo de Saturno (o el signo
de capricornio) en conjunción con el Ascendente, el niño tiende a experimentar y a vivir en un ambiente de penurias y
restricciones. Tal vez el ambiente ha sido restringido material y/o espiritualmente, frío y seco, es decir, sin amor, ternura o
alimento anímico alguno. Pero un niño con Saturno o Capricornio en el Ascendente será especialmente sensible a las
condiciones de un entorno así, que quedarán marcadas a fuego en su tierna psique. Y es que existe un arreglo sincronístico
entre el ambiente infantil y su tendencia interna, es decir, su imagen arquetípica.

Quedaría incompleta una descripción de la persona que no tratara el modo en que los demás experimentan la
máscara en la que uno se encarna. Dado que ésta es una careta que mostramos a los demás y a través de la cual
percibimos el mundo, dicha careta ejercerá un efecto o impacto cuando “salimos a escena”. Así, con una máscara uránica,
es decir, si Urano o Acuario están en el Ascendente, es probable que los demás perciban al individuo como a un
impertinente, un excéntrico y un revolucionario. Cada vez que aparezca en escena es como si atrajera el desorden y el caos
a su alrededor. Por lo que no será de extrañar que los demás le observen con recelo y desconfianza. Al fin y al cabo todo lo
nuevo provoca miedo, al amenazar con desmoronar las estructuras consolidadas que generan un sentimiento de seguridad
y confianza.

Por el contrario, si la máscara es saturnina entonces el individuo puede parecer frío y hostil, un auténtico hueso duro
de roer, convencional y defensor del status quo, lo que encubre, en realidad, un miedo y una falta de confianza en sí mismo,
de modo que la reticencia a relacionarse, la resistencia a todo cambio y el retraimiento suelen hacer acto de presencia.
Dado que con Saturno en el Ascendente la autocrítica es una constante, el individuo tiende a proyectar esta actitud al
exterior, de modo que verá a los otros como si siempre le estuvieran criticando y evaluando. Por tal motivo, el individuo
siente que no está nunca a la altura de sus/las expectativas y se esfuerza una y mil veces en alcanzar la excelencia que,
para él, será siempre un objetivo inalcanzable.

Por norma general, todo arquetipo que esté en conjunción con el Ascendente irradia hacia el exterior, de modo que los
atributos del signo o planeta astrológico que se hallen en él se amplifican, teniendo una importancia crucial en el desarrollo
de la personalidad total o Sí Mismo. Cuando esta norma no se cumple, lo más probable es que exista en el individuo un
conflicto de energías contrapuestas que impiden la expresión de los potenciales existentes en su Ascendente.

La amplificación que la idea astrológica del Ascendente nos ha permitido hacer con el término persona en psicología
analítica ha puesto de manifiesto que la máscara no es sólo aquella mera pose que el individuo presenta ante mundo, la
sociedad y ante sí mismo, una suerte de falsificación de su verdadera personalidad. Desde luego que suele ser sólo esto en
la inmensa mayoría de los individuos. Sin embargo, cuando se ha producido una evolución de la consciencia y el individuo
sigue la senda de la individuación, la persona se convierte y, al tiempo, se transforma en lo que en esencia es, o, quizás
tendríamos que decir, debería ser: el camino a recorrer en el despliegue auténtico de la personalidad. Representa, también,
las aptitudes y/o funciones que debemos diferenciar si pretendemos llegar a una autorrealización plena. Pues a través de
las funciones simbolizadas por el Ascendente llegamos a manifestar quienes somos como entidades completas.

Parece ser una constante en psicología que este modo de contemplar la persona no tiene lugar, paradójicamente, sino
después de la disolución de la identificación del yo consciente con la misma persona, en tanto que rol social, máscara o
careta, en definitiva, un recorte individual de la psique colectiva. Esa disolución pone al individuo en contacto con su alter
ego, con su sombra, con aquella parcela de su personalidad que también es él, pero que ha permanecido oculta por
diversos motivos. Esa experiencia difícil, bien dirigida y asimilada, le permite al individuo conectar con su inconsciente e
iniciarse en la senda que le llevará a su autorrealización. Esto nos permite comprender por qué el Ascendente simboliza el
arquetipo de la iniciación. Dado que en dicho proceso tiene lugar un desplazamiento del centro regulador, trasladándose
éste del pretérito ego a la más amplia y completa personalidad total, que lo engloba y sostiene. Ya no es la egoísta voluntad
del yo consciente la que rige el destino del individuo sino la propia personalidad. Y es precisamente cuando esta
transformación tiene lugar que la persona, en tanto que sinónima de Ascendente, asume importancia y un valor
sobresaliente en el arduo proceso de individuación.

Por último, no podemos dejar de mencionar que el Medio Cielo y, por lo tanto, la Casa X suele ser adscrita también a
la idea de persona. Liz Greene hace mención expresa a esta misma relación en su libro Relaciones Humanas. Dado que la
décima Casa simboliza el ámbito de la carrera, los logros personales y el status social, y no en balde se la denomina
también el sector profesional, ciertamente está asociada con la idea originaria de persona. Esto es, se relaciona con la idea
que Jung expresa en su libro Las relaciones entre el yo y el inconsciente y que, sin embargo, en mi opinión, como ya he
mencionado a lo largo de éste capítulo, es demasiado estrecha y limitada, dejando al margen material empírico que puede
ser adscrito a la idea de persona. Greene afirma lo siguiente:
“La astrología tradicional considera a la décima Casa como significante de la carrera, del logro y del status en la
sociedad. Está además conectada con la persona, la máscara de adaptación social que cada individuo desarrolla para
poder mezclarse sin tropiezos con el medio del cual es parte. Con frecuencia, apunta al tipo de actividad o de empresa en
que el individuo se siente más feliz, o a un conjunto de actitudes a las que él se adhiere en su vida laboral. Generalmente,
ello se debe a que es la Casa que define sus valores, es decir los valores a los cuales él intentará dar forma por mediación
de su trabajo.”

En este sentido, podemos adscribir la idea de máscara a la Casa diez, siempre que nos limitemos al sector
profesional. Es decir, atendiendo a la premisa de que éste sector está relacionado con la esfera de la profesión y que, en
ella, se definen ciertos valores que el individuo manifestará en su trabajo. Sin embargo, aunque un individuo con el sector
profesional en el signo de Acuario, verbigracia, tratará de realizar una carrera novedosa u original que le permita desplegar
en esa área vital las virtudes propias de Acuario, el aspecto que él muestra a los demás siempre estará teñido por el
Ascendente. El Ascendente es la máscara verdadera de la que uno no puede desprenderse, por mucho que lo desee. Y es
esa careta la que deja su impronta en el ambiente que nos rodea, no sólo en la relación con los hermanos y amigos, sino
también en el sector profesional, como en cualquier otra esfera de la vida. De hecho, algunos autores dicen ser capaces de
conocer el Ascendente de un individuo sólo con verles el rostro, el porte y la apariencia física general. Hay incluso
astrólogos que afirman ser capaces de corregir una hora de nacimiento incierta, evaluando la configuración física y el
aspecto de una persona y correlacionándola con el signo Ascendente. No obstante, desde mi punto de vista, adscribir el
aspecto físico únicamente al signo Ascendente es un tanto simplista. Por no mencionar lo difícil que resultaría si el individuo
en cuestión tuviera un Ascendente aspectado por múltiples planetas. En general, la carta natal es una totalidad con factores
interconectados e interrelacionados y todos ellos influyen en la constitución física y en la fisonomía. La idea que sí hay que
tener en mente siempre que tratemos del Ascendente, y lo que lo correlaciona con la persona, es el hecho de que éste
simboliza una encarnación física del individuo o una manifestación concreta en una configuración o cuerpo físico de las
múltiples posibles. Es la máscara verdadera del individuo, la pose que mostrará siempre que aparezca, produciendo un
efecto o influencia sobre el ambiente toda vez que “salga a escena”.

Para finalizar este apartado, ilustraré con varios ejemplos lo dicho hasta el momento. Un individuo con Ascendente en
Géminis y su Sol en Piscis, verbigracia, curará y servirá a los demás (expresión de los atributos de Piscis) mediante la
comunicación a través de la palabra, oral o escrita, transmitiendo y distribuyendo información de diversas áreas del
conocimiento, que el Ascendente en Géminis será capaz de interrelacionar y coordinar. Con un Ascendente en Escorpio y el
Sol en Acuario el individuo atravesará múltiples y dolorosas iniciaciones de las que extraerá un profundo conocimiento de la
vida (expresión de los atributos de Escorpio), que después derramará al resto de sus coetáneos (irradiación del Sol en
Acuario). Un Ascendente Piscis y un Sol en Aries representan a un individuo que despliega su potencial iniciador e
inspirador y su capacidad de conducir las vidas de los demás (irradiación del Sol en Aries) educando y curando a través de
la devoción, la compasión y el amor por el prójimo (facultades propias de Piscis).

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[3] En la primera parte de mi libro el Retorno al Paraíso Perdido expongo la relación que existe entre el Saturno
astrológico y la iniciación. Remito al lector al capítulo correspondiente.

3.- Diferenciando la Persona en el viaje de despliegue de la Personalidad o Individuación

En el apartado precedente se ha tratado de mostrar la importancia que reviste la diferenciación de las funciones y
cualidades de la persona, simbolizada en astrología por el Ascendente, tras su imprescindible disolución previa, y el
descubrimiento del alter ego, de ese otro yo que también pertenece al conjunto de la personalidad.

En astrología, la sombra o el alter ego viene representada por el descendente, es decir, el punto o ángulo opuesto al
Ascendente. Resulta, por lo tanto, evidente que es necesario tener presente la figura de la sombra si se pretende diferenciar
las cualidades del Ascendente en el proceso de individuación o despliegue del conjunto de potenciales que le son
inherentes a la personalidad. De esta suerte, el trabajo con la sombra nos conduce de lleno al descubrimiento de todo
aquello que, debido a la identificación que el yo consciente realiza con la máscara, había permanecido fuera del foco de luz
de la consciencia por motivos diversos.

De esta suerte, se activa o constela el arquetipo de la iniciación, dando comienzo la individuación o autorrealización,
con lo que se hace posible la toma de consciencia de las facultades que le son propias al Ascendente, como símbolo de la
persona, y que será necesario diferenciar y desplegar en el proceso de individuación.

También expresamos en el capítulo anterior que el Ascendente simbolizaba un punto vital para la consecución de la
identidad individual, en tanto que la diferenciación de las funciones en él representadas constituía la condito sine qua non
para una autorrealización plena. Así pues, nos serviremos en adelante del simbolismo astrológico para expresar de qué
modo el individuo puede conocer aquellas funciones que deberá desarrollar para desplegar su personalidad.

Por lo tanto, los factores que debemos considerar en aras de una diferenciación plena del Ascendente son los
siguientes:
1. El eje Ascendente-Descendente, atendiendo en especial a las cúspides de las Casas I y VII.

2. El planeta regente del signo que está en el Ascendente.

3. El emplazamiento del planeta regente de la carta (es decir, el planeta regente del signo del Ascendente) por signo y
Casa.

4. Los aspectos que presente el planeta regente del Ascendente con otros planetas. Revisten especial interés los
aspectos con planetas transpersonales o exteriores (Urano, Neptuno, Plutón).

5. Los planetas que estén en conjunción con el Ascendente, en un orbe de 10º, ya sea en la Casa XII o en la Casa I.
La expresión del planeta será diferente si se encuentra en el ámbito de la XII que en la I.

6. Los aspectos que presente el Ascendente, siendo especialmente importantes los contactos con planetas exteriores
o transpersonales.

A fin de que se comprenda el modo en que todos estos factores operan en la persona de un individuo y los posibles
conflictos que han de ser transformados e integrados, para mostrar cómo diferenciar las potenciales funciones
representadas por dichos símbolos astrológicos, a continuación estudiaremos el Ascendente en una carta natal de un
individuo. Para conservar su anonimato, no se expondrá su carta natal completa, sino que sólo se presentarán los factores
que se han mencionado como de interés para la diferenciación del Ascendente. Asimismo, se tratarán los datos de un modo
impersonal, para evitar toda posible vinculación personal con el individuo en cuestión, a quien denominaremos Sr. X.

Los factores de interés son los que se muestran a continuación:

Eje Asc-Des Regente de la Signo y Casa del regente de Aspectos del regente de la Aspectos con el Ascendente
Carta la Carta Carta
Géminis- Aries Saturno, Marte y Luna en la Casa XII, en
Mercurio Mercurio oposición Urano
Sagitario Casa XI conjunción
Neptuno en la Casa VII en oposición
Plutón en la Casa V, en trígono

1-El eje Ascendente-Descendente

Como se puede observar en la tabla, el Ascendente está en el signo de Géminis y, por lo tanto, el descendente cae en
el signo de Sagitario. Tradicionalmente, el signo de Géminis está asociado al motivo de los gemelos. Estos siempre han
tenido una connotación numinosa que, incluso en nuestros días, se manifiesta con el nacimiento de hermanos gemelos. En
la mitología universal hay un número ingente de pares de gemelos. Los más conocidos, y relacionados con la constelación
de Géminis, son los Dioscuros, los hijos de Dios. Según el mito, Zeus yació con Leda, la esposa del rey Tíndaro, bajo la
forma de un cisne. De esa unión surgieron dos huevos. De uno de ellos nacieron Cástor y Clitemnestra, hijos del rey
Tíndaro. Del otro huevo, nacieron Palideuces o Pólux y Helena, hijos de Zeus. En éste mito aparecen dos parejas de
opuestos: dos hermanos y dos hermanas gemelas. Son opuestas en tanto que una de ellas es mortal y la otra inmortal. En
este mito, como en el de Caín y Abel, o Judas y Jesús, hallamos el motivo de la hostilidad entre hermanos (y hermanas), así
como el tema de las almas gemelas.

Los gemelos simbolizan la sempiterna experiencia de opuestos: mortalidad e inmortalidad, luz y oscuridad, bien y mal,
masculino y femenino, espíritu y materia, alma inmortal y cuerpo mortal, etc. La película Toda la Verdad es un ejemplo muy
bueno de una doble polaridad que existe en el matrimonio protagonista. Clare, la esposa abogada, y su hermana son un par
de opuestos. El marido, un ex-militar con un turbio pasado, ejemplifica la oposición que le es inherente a todo Géminis; su
luminosa vida de pareja, felizmente casado y con grandes expectativas de futuro, de un lado, y, en el lado opuesto, su
oscura vida como militar, en la que daba rienda suelta a su tendencia asesina. Por lo tanto, teniendo en cuenta esta
amplificación del símbolo de Géminis, el individuo con Géminis en el Ascendente experimenta el mundo a través de una
lente polarizada. Es decir, la experiencia está siempre teñida de una fuerte polaridad entre el bien y el mal, la luz y la
oscuridad, entre la introversión y la extraversión. El camino a recorrer con Géminis en el Ascendente es aquel que permite
al individuo manifestar lo que hay de inmortal en él, a través de la palabra oral o escrita. Al disponer de un enfoque
polarizado el Ascendente Géminis ha de llegar a ser consciente de esta polaridad, no sólo en su entorno y en el mundo,
sino, sobre todo, en su propio interior. O, para expresarlo más correctamente, la aporía de opuestos que él observa en lo
exterior es un reflejo de su propio conflicto interior. Recuerdo un sueño, que tuvo el individuo cuya carta estamos
analizando, en el que se mostraba esta lucha de opuestos. Se trataba de dos monstruosos animales que luchaban y que se
encontraban aferrados el uno al otro, sin que ambos pudieran moverse. Los dos monstruos eran un cocodrilo y un
escorpión, ambos gigantes.
Lo que este sueño simboliza es el conflicto interno que subyace en Géminis. La lucha encarnizada entre la
introversión y la extraversión, entre el mundo anímico y el mundo físico, entre el alma inmortal y el cuerpo mortal. Dado que
estos dos opuestos aparecen en el sueño, encarnados en la figura de dos animales míticos, ello expresa que de esa lucha
de opuestos el soñador no era plenamente consciente. Es decir, él veía el mundo a través de las lentes de la oposición que
le es consustancial a Géminis, pero no se daba cuenta de que esa aporía era el reflejo de su propia lente. Un ejemplo
plástico de un Ascendente Géminis nos lo proporciona la película Amadeus, cuando Salieri se coloca la máscara negra en la
que, por un lado sonríe, con optimismo y, por el lado opuesto, refleja un rostro serio, deprimente, como si se tratara del
rostro de la misma muerte.

El peligro que corre la persona Géminis reside en no ser consciente de que él enfoca las experiencias vitales a través
de la polaridad. De este modo, si el yo consciente se identifica con una de lo dos polos del Ascendente, inevitablemente, el
otro irá a parar a la sombra. Por lo tanto, se proyectará en la figura del otro. Y ese “otro” pueden ser los hermanos, los
amigos cercanos, los vecinos o la pareja. Esa batalla de opuestos puede manifestarse como lucha entre los valores
masculinos e intelectuales, el mundo de la cabeza, y los valores femeninos o emocionales, el mundo del corazón; o bien,
entre objetivos de carácter espiritual y aquellos otros que tienen que ver con lo material o corporal. O bien, entre la faz que
se muestra a la sociedad y la que se presenta en el ámbito interno de la familia. Por tal motivo, el individuo que no sea
plenamente consciente de esta polaridad de su Ascendente, se sentirá confuso y aparecerá ante los demás como tal. No
será difícil que tenga una doble opinión con respecto a muchas cosas o que tan pronto tenga una opinión como su opuesta.

En otro orden de ideas, aunque sin abandonar el signo de Géminis, a Mercurio se lo ha considerado en la alquimia
como un dios ambiguo e impredecible, un espíritu que alberga todos los opuestos concebibles. Andrógino, y representado
también como la materia prima, era, asimismo, el hermano gemelo, oscuro, de Cristo. El era el doble del hijo de Dios nacido
en la oscuridad de la Tierra. De ello se colige que, tanto los aspectos luminosos, cuanto los oscuros son necesarios para
alcanzar la totalidad. Y precisamente los aspectos oscuros equilibran a los elementos luminosos, que de otro modo se
alejarían de lo humano.

El Mercurio romano era conocido como el mensajero de los dioses, el dios de las encrucijadas y el gran comunicador.
Así, el Ascendente Géminis mostrará estas mismas cualidades en su entorno, encarando la vida con mucha curiosidad,
tratando de entender cual es el funcionamiento del mundo y de las personas. Como mensajero de los dioses, su sino es
recopilar información y distribuirla. Recaba ciertas ideas en alguna parte y las aplica en otros lugares. De hecho el individuo
que estamos analizando es un hábil buscador y recopilador de datos, siendo capaz de relacionarlos entre sí para construir
modelos científicos que explican el funcionamiento de diferentes aspectos de la vida.

El descendente en Sagitario, es decir, la sombra de esta persona contrarresta y equilibra la excesiva tendencia a la
dispersión en miles de datos, que al final no conducen a nada. La esterilidad de una visión cientificista, limitada a los
hechos, que son analizados hasta perderse en la intrascendencia, puede tomar cuerpo y ser trascendida gracias a una
visión más amplia y profunda de la vida, simbolizada por el descendente Sagitario. Así, al encontrar el propósito que
subyace a los hechos empíricos, éstos son vistos como parte de un plan mayor que los incluye y los engloba. Es este,
precisamente, el problema al que se enfrenta el moderno mundo científico. Pues la especialización creciente, la pérdida en
la búsqueda desaforada y en la recopilación de datos, en el análisis exhaustivo de los hechos, y la construcción de modelos
que tratan de reproducir el funcionamiento de los diferentes aspectos de la realidad, basados en esos hechos, han perdido
el propósito subyacente que los ha de orientar. Los científicos modernos no son capaces de vislumbrar que bajo toda esa
maraña de hechos y modelos, subyace un proceso que conduce a un fin que trasciende los estrechos límites del saber
científico actual. Como podemos ver, el problema vital al que el individuo con Ascendente Géminis se ha de enfrentar es
compartido por la sociedad occidental.

2-El planeta regente del Ascendente y el signo en el que se encuentra

El planeta que rige a Géminis es Mercurio. Mercurio, en la carta natal, está posicionado en el cardinal signo de fuego
Aries. Por lo tanto, el individuo es un pensador intuitivo. Su intelecto es rápido e incisivo, comunicándose de un modo
bastante impulsivo. Sin darse cuenta ha realizado un discurso y, en ocasiones, se precipita a expresar ideas u opiniones
que, tal vez, debiera evaluar más cuidadosamente. Sin embargo, aunque los aspectos con el Ascendente los trataremos en
otro apartado, al tener a Saturno en conjunción con el Ascendente, este carácter impulsivo en su discurso y en el modo de
comunicarse y expresarse, se ve modificado, de modo que adquiere una mayor seriedad, y evalúa antes todo compromiso
en el ámbito intelectual. No suelta palabra si antes no está seguro de lo que dice y si no se encuentra a gusto en el entorno
en el que lo hace. Sólo tras estar seguro y confiado comenzará a expresarse, dando rienda suelta a mercurio en aries.

Al estar mercurio en el signo de Marte, el individuo es un pensador infatigable. Su curiosidad por la vida y por sí
mismo, lo lleva a adquirir un alto grado de autoconsciencia, de consciencia del mundo que lo rodea y de los procesos que
tienen lugar en el transcurrir de la vida. Son auténticos canales de información y de ideas, pudiendo vincular multitud de
disciplinas entre sí. Dado que mercurio es conocido como un mimo, es decir, como un actor fabuloso, asumiendo las
cualidades de los otros dioses, a quienes, según la mitología, robaba siempre algo, la oposición de este planeta con Urano
lo hace absorber sus cualidades. De ese modo, la visión intuitiva que le confiere a mercurio el estar en el signo de Aries se
ve potenciada por Urano. Por tal motivo, mercurio tiene acceso al manantial de Sabiduría del Nous, del Espíritu Universal.
El problema radica en que, al aumentar la percepción intuitiva, es decir, al permitir que la lente se mueva desde el
microcosmos al macrocosmos, el rango intermedio no resulta fácil percibirlo y, por lo tanto, al individuo se le generan
problemas con los asuntos de la vida cotidiana, que no es capaz de ver. Además, este contacto acelera el funcionamiento
del intelecto y el individuo no deja de pensar. Su sistema nervioso es muy sensible, lo que le confiere una increíble rapidez
de reacción y de comprensión, así como una gran capacidad de memoria y una lucidez mental excepcional. Pero, dada la
sensibilidad del sistema nervioso, el individuo debe realizar mucho ejercicio físico, para no acumular un exceso de energía
en su interior que puede llegar a manifestarse en una tendencia a entablar discusiones e, incluso, puede somatizarse en
ataques de nervios, en gesticulaciones nerviosas, alteraciones del sueño, etc.

Cuando no se es consciente de esta percepción anodina, el individuo puede entrar en verdaderas discusiones por
nimiedades. Así, es muy típico que este aspecto conflictivo se manifieste en argumentaciones airadas por asuntos de la vida
cotidiana que, para otros individuos, son nimiedades y no revisten importancia alguna. El problema reside en que se
observan los asuntos de la vida cotidiana como si en ellos se hallaran las respuestas a los grandes enigmas. Así pues, nos
encontramos con un problema de enfoque. Por eso, es imprescindible que la mente esté siempre activa y alimentada con
información de carácter esotérico. No es de extrañar el interés que el analizando muestra por la astrología, la psicología
transpersonal, la alquimia, la sociología, la física moderna, la mitología o la simbología. Pues todas ellas son ámbitos en los
que el aspecto Mercurio oposición Urano puede desplegarse sin fricciones. Asimismo, dado que Urano está en la Casa V, la
Casa de la expresión de la identidad personal, esto simboliza que no sólo es que esos intereses por lo esotérico resulten
importantes, sino que son vitales para su expresión creativa. A través de ellos se manifiesta su potencial creativo. Su
individualidad (Urano) irradia a través de la expresión creativa. De hecho, para este individuo la expresión de su potencial
generador no puede limitarse a la vía instintiva o biológica, es decir, a través de los hijos. Para él, es mucho más importante
dar a luz hijos espirituales que biológicos. Pues los primeros le permiten expresar su individualidad, lo que él es como
individuo.

3-La Casa del planeta regente del horóscopo o del Ascendente

Aquí llegamos a un tema muy importante. ¿Dónde tiene lugar la expresión de Mercurio? Es decir ¿En qué ámbito de
la vida el individuo despliega las cualidades del planeta regente de la carta?

De acuerdo con lo que podemos verificar en el horóscopo del Sr. X, Mercurio se encuentra en la Casa XI, la de
Acuario. Así que, la expresión del aspecto mercurio-urano ya mencionado, se ve favorecida y potenciada por la posición de
mercurio en la Casa de urano. Por lo tanto, mercurio funciona de un modo uránico y en el ámbito de Urano. Los intereses y
objetivos marcados por el planeta se elevan de nivel y el intelecto tiene acceso al manantial de sabiduría que reside en el
ámbito del Espíritu Universal, del Nous. Y, por ende, lejos de funcionar a un nivel profano, el intelecto tiene avidez por el
conocimiento de las leyes que gobiernan en el universo y, como reflejo de aquel, también en el espíritu humano. Por tal
motivo, no es de extrañar que la astrología sea uno de los principales intereses de los personajes fuertemente acuarianos o
con un Urano muy prominente en la carta, cual es el caso que estamos analizando. La perspectiva orgánica de esta ciencia
se adecua a la percepción de una personalidad tan fuertemente influida por Urano.

La Casa XI está asociada con los amigos, con los grupos y, en general, con la sociedad en su conjunto. Así, el
individuo amplía su rango de experiencias y el conocimiento del funcionamiento de las leyes naturales que rigen en el
universo y en los seres humanos a través del contacto con amigos, con personajes que comparten su misma perspectiva,
que realizan investigaciones en el mismo área de estudio que a él le pueda interesar, etc. Una expresión de esto último
podemos encontrarla en aquellos foros de discusión de temas esotéricos que se han hecho muy populares a través de
Internet. De hecho este medio es muy indicado para la distribución de información más allá de los estrechos límites de un
sólo país. Sin embargo, al tener a Urano en oposición con esta Casa, existe un conflicto entre la expresión de la
individualidad y las organizaciones. Por ejemplo, puede generarse un conflicto entre los resultados de las investigaciones
del individuo y lo que impera en el ámbito académico. Sus intereses van siempre muy por delante de aquello que se
investiga en las universidades. Por tal motivo, estos individuos serán siempre unos bohemios, siendo fieles a sus
novedosos y revolucionarios descubrimientos, los cuales, además, constituyen una fidedigna expresión creativa de su
individualidad o proceso de individuación.

No obstante, estos descubrimientos pueden ser de mucha ayuda para la sociedad, contribuyendo al buen
funcionamiento del colectivo. A través de investigaciones que ponen al descubierto los conflictos existentes en la sociedad,
se puede contribuir a que esta mejore, tome consciencia de sus flaquezas y errores y pueda avanzar o progresar. Es más,
dado que el Medio Cielo del individuo cuya carta natal se está analizando, está en el signo de Acuario su trabajo debe darle
un margen de libertad suficiente como para actualizar sus potenciales, y, con ello, se le facilitará la tarea de contribuir en
beneficio de la sociedad. Con estos emplazamientos el individuo está llamado a desplegar sus capacidades de
comunicación y de transmisión de ideas originales, por mediación de las cuales produzca un impacto revolucionario en la
sociedad. Una vía de expresión de mercurio en la Casa XI puede ser la edición de libros, la publicación de artículos o
ensayos, etc. Y esto se realizará de un modo muy uránico, es decir, original. Así, el individuo puede preferir, como sucede
con el analizando, que esa transmisión de información se realice a través de internet, pues este medio no sólo es novedoso,
sino que permite una más rápida y mayor expansión, pudiendo llegar a un grupo de personas más numeroso.

1-Aspectos con el Ascendente

Llegamos al último de los factores que se han de considerar en el despliegue consciente y efectivo de la persona, en
tanto que Ascendente, en el proceso de individuación. Los aspectos que presenta el individuo cuyo Ascendente estamos
analizando son múltiples y, además, de importancia excepcional.
Así, por ejemplo, para comenzar con el planeta más próximo al Ascendente, encontramos a Saturno en conjunción
casi exacta. Por lo que éste arquetipo adquiere una importancia sobresaliente en el proceso de individuación, dado que su
influencia en el conjunto de la personalidad se ve potenciada.

Saturno en la Casa XII y en conjunción con el Ascendente simboliza que el individuo se presenta a los demás con un
aspecto serio, recatado y aparenta una madurez mayor que la que le correspondería por edad. Al estar en el signo de
Géminis, los atributos que este signo simbolizan se ven ligeramente modificados. Así, en lugar de hablar por los codos,
como sería de esperar, el individuo es muy cauto y temeroso, especialmente cuando no conoce el entorno en el que se
mueve o a las personas con las que se relaciona. En esos casos, apenas soltará palabra. Pues teme lo que los demás
puedan pensar de él, sintiéndose inadecuado y receloso. Tardará mucho tiempo hasta que comience a comunicarse con los
demás, y sólo lo hará cuando haya adquirido cierta confianza y sienta que puede expresarse sin que los demás lo vayan a
censurar o a juzgar. Los miedos que el individuo siente están enraizados en lo inconsciente colectivo. Algunos autores
consideran que este emplazamiento representa profundos miedos, que le son inconscientes al individuo y que no puede
controlar, paralizándole desde su interior. Y lo suelen relacionar con experiencias biográficas que se retrotraen a los
primeros años de la infancia. El individuo concreto que estamos analizando, tuvo, en efecto, una niñez muy dura. La madre,
temerosa de que le pudiera suceder al niño algún accidente, por lo vivaz y curioso que era, limitaba al mínimo sus
movimientos, impidiéndole que explorara el entorno (lo que se relaciona con la conjunción Saturno-Luna de la que nos
ocuparemos en breve). Y esa limitación parece haber influido decisivamente en la actitud del individuo adulto. No obstante,
debemos insistir en que en el núcleo de la vivencia se halla el arquetipo. Y es éste el responsable de que el niño
experimente la limitación de movimientos como un acontecimiento traumático, dado que el resto de hermanos han crecido
en un ambiente idéntico y, sin embargo, sólo él experimenta ese retraimiento y esa cautela cuando toma contacto con
individuos que no conoce. Y, también, sólo a él le limitaron su campo de movimiento. Nos encontramos, como ya dijimos en
otros apartados, ante un arreglo sincronístico entre el arquetipo y los sucesos, experiencias y/o hechos acontecidos.

Saturno en la Casa XII simboliza, sobre todo, la sombra colectiva en el individuo. A este planeta se lo suele asociar
con Satán o con el Diablo, es decir, con el Mal o, en términos de psicología analítica, con la sombra. Pero lo cierto es que, al
hallarse ubicado en esta Casa, ese mal adquiere dimensiones colectivas. Se trata del mal que le es consustancial a toda la
humanidad. Representa los aspectos oscuros de todo ser humano. Y el individuo con Saturno en la Casa XII se ve ante la
necesidad de enfrentarse con la Sombra Colectiva o Mal Absoluto. Podemos imaginarnos lo difícil de esa confrontación si
somos conscientes de lo duro que resulta tener que enfrentarse uno mismo a sus propias oscuridades (simbolizadas por el
descendente). Pues bien, en el caso que nos ocupa, durante el proceso de lucha con el Adversario, con el alter ego, el
individuo entra en guerra con la barbarie que, toda la cultura en la que ha sido dado a luz, mantuvo detrás del foco de la
consciencia. De modo que este arrostramiento toma dimensiones cósmicas y, al estar en conjunción con el Ascendente,
iniciáticas. Por lo tanto, para que un individuo con semejante carga no sea anegado por la oscuridad de lo inconsciente
colectivo, necesita una preparación previa a la confrontación con su sombra. Dicha preparación debe permitirle ampliar sus
horizontes para dar cabida a todo contenido que surja de lo inconsciente, sin identificarse con él.

Una vez iniciado, es decir, una vez disuelta la máscara y tras enfrentarse a sus oscuridades (descendente), ligadas a
la barbarie que le es inherente a toda la humanidad (Saturno en la Casa XII en conjunción con el Ascendente), al individuo
se le hace accesible un mayor conocimiento de sí mismo y de la humanidad, pudiendo comunicarse mucho mejor con el
resto de sus coetáneos. Es importante hacer mención a la conjunción Saturno-Marte. Esta simboliza que, en el proceso de
confrontación con el Adversario, el individuo encontrará que una energía tumultuosa amenaza con estallar violentamente.
Dado que Marte simboliza aquella energía que nos impulsa a seguir el camino de la individuación, al estar en la Casa XII y
en conjunción con Saturno, nos informa de que los antepasados del individuo no se han individuado. Así, los padres del
analizando no han podido expresar sus potenciales, porque las condiciones y las circunstancias que han rodeado sus vidas
han sido tan restrictivas y limitadoras que lo han impedido u obstaculizado. Parece como si esa agresividad acumulada por
varias generaciones, como consecuencia de una imposibilidad real de autorrealizarse, se actualizara en el individuo y
tuviera que dar cauce en el transcurso de su vida a ese impulso frustrado en sus familiares.

Esa conjunción Saturno-Marte también está asociada a un esfuerzo concentrado. Cuando se ha logrado concienciar el
conflicto entre el deseo de hacer algo y el temor a sus consecuencias, este aspecto procura una concentración efectiva de
la energía marciana. Así, es posible encarar tareas que requieren grandes cantidades de esfuerzo, gracias a una
planificación y a una concentración dignas de alabanza. Sin embargo, lo más común es que el individuo unas veces actúe
impulsivamente, para después auto-censurarse y reprimirse. Este contacto puede crear problemas de accidentes en la
conducción de vehículos. Por tal motivo, hasta que el individuo no sea consciente de las energías (arquetipos) que operan
en su interior, lo más aconsejable es que no conduzca motocicletas o automóviles. Y, aún siendo consciente, la conducción
temerosa siempre está al acecho. Marte le pide al individuo que acelere, mientras que Saturno le dice que frene. Hay que
llegar a un acuerdo entre ambos dioses, dando a cada uno lo que le corresponde. Así, siguiendo con el ejemplo del
automóvil, cuando Marte pide velocidad, Saturno le dirá que se espere a que las condiciones del tráfico y de la vía lo
permitan. De ese modo, se llega a un compromiso con ambos arquetipos, para que ninguno de los dos irrumpa
violentamente.

A Marte se lo relaciona con el instinto sexual más básico. De esta suerte, su conjunción con Saturno en la Casa XII
parece estar asociada a un problema con la sexualidad. Los individuos con esta conjunción se sentirán impotentes y
vulnerables en su expresión sexual. En lo más íntimo de su ser hay un fuerte complejo de inferioridad que los hace sentirse
inseguros y fácilmente heridos. De hecho, bajo la fachada del complejo de “macho ibérico” descubrimos una inadecuación,
inseguridad y vulnerabilidad en todo lo que se refiere a la potencia sexual. Por tal motivo, se erigen muros aparentemente
infranqueables que dan la impresión opuesta (construcción de una máscara). Pero, lo cierto es que bajo toda esa
parafernalia y ese despliegue de aparente potencia sexual, hallamos a un individuo inseguro y temeroso de no dar la talla,
que a escondidas se compara con los demás e, incluso, que cree firmemente en su impotencia sexual. Algunos individuos
con dicho complejo de “macho ibérico” compensarán su miedo y su falta de seguridad en sí mismos por mediación de una
incontable lista de conquistas. Otros, por el contrario, medirán su pene y tratarán de compararlo con el tamaño de los
demás, para así sentirse algo más seguros. Unos cuantos, tal vez, tengan un miedo atroz al juicio que puedan emitir las
mujeres con las que se acuestan o, incluso, puede que prefieran las relaciones homosexuales porque en ellas se sienten
más seguros. En cualquier caso, lo cierto es que esta conjunción en la Casa XII denota un verdadero conflicto con la
potencia sexual. Conflicto que han experimentado los antepasados del individuo, que no han superado y que, por tal motivo,
se le presenta como una prueba que ha de arrostrar si pretende desplegar su personalidad en el proceso de individuación.
En el caso concreto del Sr. X, sus familiares más cercanos parece que han tenido, todos ellos, un fuerte complejo de
inferioridad que los hacía sentirse sexualmente inferiores. Además, según el Sr. X, las mujeres de sus familiares utilizaban
esa vulnerabilidad, ese temor a no dar la talla, es decir, a no ser sexualmente potentes, para atacarles justo donde más
daño les podían causar. De ese modo, el conflicto estaba servido. Esto último viene simbolizado en el horóscopo del Sr. X
en esa triple conjunción Saturno-Marte-Luna. El complejo de “macho ibérico” que los varones erigen como compensación
por su sentimiento de inferioridad, les hace mostrarse como hombres fuertes, potentes, capaces de dominar a sus esposas.
Esta actitud viola toda posible expresión femenina, en ellos mismos y, como reflejo, en sus respectivas parejas. Lo femenino
así doblegado, violado y dañado, se toma su revancha golpeándoles allí donde puede producirles mayor efecto. Es decir,
donde son más vulnerables. Dado que Marte representa la egoísta voluntad del ser, es decir, la tendencia que busca el
despliegue efectivo de las potencialidades, sin consideraciones de tipo alguno, la conjunción de este planeta masculino
(energía Yang) con la Luna o planeta femenino (energía Yin) se considera en astrología como un aspecto inarmónico. La
tendencia separatista y guerrera de Marte se contrapone a los sentimientos de amor y unión con la totalidad de la Luna,
ambos en la Casa XII. Así, cuando el individuo inicia una actividad, o se pone en marcha en cualquier proyecto que
comience, pasa por delante de la Luna, es decir, toda su afectividad y su sensibilidad son arrasadas por el activo fuego de
Marte. No es de extrañar que, de cara a los demás, esta configuración se experimente como insensibilidad y rudeza.
También es importante añadir que los ataques de violencia son muy típicos con esta conjunción, puesto que el enfado
emerge desde lo más remoto de lo inconsciente colectivo. En numerosas ocasiones, el individuo es capaz de captar de un
modo inconsciente la información que procede del ambiente que lo rodea, o de las personas del entorno, y estalla en una
discusión airada y hasta brutal por algo que, en realidad, nada tenía que ver con él, pero que ha exteriorizado como si
procediera de sí mismo. En efecto, se trata de una extrema apertura a las influencias del ambiente y se necesita ser muy
consciente de lo que está sucediendo en el fondo. Si lo miramos desde un punto de vista biográfico, lo más probable es que
el individuo haya absorbido toda la violencia que ha habido en su entorno en los primeros años de su existencia, así como,
de acuerdo con lo que he podido comprobar en el Sr. X, que la madre pueda estar ausente, ser bastante insensible o no
comprenda las demandas del bebé, lo que termina por provocar una tremenda frustración y una agresividad concentrada.
Por tal motivo, el niño acaba montando escenas de todo tipo para llamar la atención de la madre, que parece estar más
enfrascada en sus asuntos que en las necesidades del niño. De adulto, esto se puede manifestar en rabietas, que se
traducen en estallidos de violencia psíquica o/y física, con la pareja cuando esta no atiende al individuo o no actúa de
acuerdo con sus expectativas, sobremanera excedidas. Y esta actitud sólo puede ser trascendida si el individuo revive la
frustración y la agresividad compulsiva que aquellas situaciones generaron en el transcurso de su infancia. Además, de
conformidad con las investigaciones de Grof, dicha agresividad estaría asociada al proceso del nacimiento biológico,
cuando el bebé atraviesa el canal del parto y se enfrenta a una experiencia vital que lo confronta con la muerte. En esos
momentos, se activa en lo inconsciente el arquetipo de la Iniciación o re-nacimiento, con la emergencia de una cólera fuera
de toda mesura, que los alquimistas simbolizaban en la operación denominada calcinatio. De hecho, esta operación está
simbolizada por el Lobo, el animal que se relaciona con Marte, y por el León. Especialmente significativo en este contexto
es el símbolo del lobo quemándose en un fuego abrasador. El lobo representa la voracidad del niño, que está
perpetuamente hambriento y deseoso de los favores de la Madre. Así, el individuo adulto con esta configuración en la carta
natal ha de enfrentarse a ese lobo, lo ha de quemar en ese fuego abrasador, es decir, ha de restringir esas pasiones por
medio de un acto de voluntad consciente. Se trata pues de una rememoración de la frustración que debió de sentir cuando
la madre no respondía a sus llamadas, pero esta vez de un modo consciente. Esta operación no representa una represión,
ni una condena por los pecados del individuo. Nada de eso. Muy al contrario se trata de experimentar una frustración del
deseo, mediante un sacrificio voluntario del objeto/os deseado/os. Entrar en el fuego del infierno para quemar en él la
escoria que lleva consigo, conteniendo la frustración y la cólera sin culpar al otro (la/el madre/padre, la/el esposa/o, la
pareja, etc…), ni autoinculparse, permite que comience a transformarse algo en el interior del individuo. Lo que está
aconteciendo es el nacimiento de la verdadera individualidad, simbolizada por el planeta Marte. Una experiencia muy típica
de una calcinatio la encontramos en la frustración del objeto de deseo amoroso. Ahí entra en juego la pasión amorosa. La
ruptura de una relación de muchos años o que ha activado una ardiente pasión amoroso-sexual se suele correlacionar con
esta operación. Lo que experimenta el individuo en ese período de frustración y de muerte puede ser de lo más horroroso.
Experiencias que activan estratos de lo inconsciente colectivo de los que el individuo nada sospechaba y, por supuesto, de
los que él se creía completamente ajeno. Grof y Greene expresan algunas de los sentimientos y pensamientos que
emergen en esos períodos de quemazón: destructividad de proporciones cósmicas, cólera intensa, violencia desmesurada,
deseos de herir, inmolar o destruir a una persona (la/el esposa/o, en un divorcio, la pareja en una ruptura, etc.), obsesión
devoradora, apasionada y ambivalente (deseos de amarla y, al mismo tiempo, de destruirla) por el poder que parece ejercer
sobre el individuo, avidez insaciable por la otra persona, que nos empuja a amarla y a odiarla a la par, etc. Todos estos
sentimientos irrumpen en la consciencia de un modo tan devastador que uno siente como si lo estuvieran violando. Pero si
se contienen convenientemente y se los manifiesta a través de la expresión creativa, cosa que no sucede sin un largo
período de introversión, en el cual se comienza a mirar hacia dentro y hacia abajo, o sea, a profundizar en uno mismo, las
pasiones enceguecidas y los deseos inextinguibles acaban trocándose en un potencial creativo que puede expresarse en el
transcurso del proceso de individuación.
En el mismo orden de ideas Liz Greene apunta que ha descubierto que las configuraciones conflictivas entre Marte y
Plutón se manifiestan en sueños de violaciones. Por mi parte, he encontrado este mismo tema en la configuración de la
carta que se está analizando. Según Greene,

“el poder masculino y la virilidad, en lucha con el lado castrante y devorador del inconsciente femenino está (…)
representado por Marte en conflicto con Plutón.”

Y esto se presenta tanto en hombres cuanto en mujeres. Así, en muchos casos de violaciones existe una
confabulación inconsciente entre la “víctima” y el “violador”, por lo que no resulta tan fácil culpar sólo a esos brutales
agresores, pues la propia víctima parece incitar inconscientemente a que semejante acto tenga lugar. Greene continúa
diciendo:

“Por lo que he visto respecto a este aspecto… Marte-Plutón puede implicar una herencia ancestral más que un
problema estrictamente individual de “atraer” la violación, puede ser un daimon familiar, una energía sexual turbulenta y vital
que sucesivas generaciones han intentado eliminar en función de los valores de respetabilidad y aceptación social o quizás
porque la Gran Madre dominaba la psicología familiar. De ese modo alquien es elegido “inconscientemente” como chivo
expiatorio y se convierte en el violador o en el violado[4].”

En el caso que nos ocupa, en el que existe una triple conjunción entre Saturno-Marte-Luna y, además, Plutón contacta
con el Ascendente y con Saturno en trígono parece que el problema de la violación también está presente. Profundicemos
un poco más en esta configuración tan delicada. La Luna y Marte están ambos en el signo de Tauro, mientras que Saturno
está posicionado en Géminis. Así pues, la Luna está exaltada en ese signo y, además, al estar en conjunción con Venus,
incrementa el elemento femenino en la psique del Sr. X. Marte en Tauro, el fijo signo de tierra, no se encuentra nada
cómodo en su despliegue efectivo, por lo que sus capacidades de decisión e iniciativa son lentas, aunque una vez decidido
actúa con una fuerte determinación y tenacidad. Pues bien, al estar la Luna exaltada en conjunción con Marte en exilio, la
energía femenina es demasiado acusada y le es muy difícil a Marte actuar y expresarse. De ese modo, en el individuo se
produce una lucha por conseguir ser independiente y capaz de sostenerse por sí mismo fuera del hogar materno o de la
influencia de la madre. De hecho, el Sr. X me dijo que en el período en el que decidió marcharse de su hogar para seguir su
propio camino (manifestación del arquetipo de Marte) su madre trató de obstaculizarle toda posible acción. Incluso parecía
estar celosa de que su hijo hubiera decidido, finalmente, marcharse de su hogar y hasta lo envidiaba por la independencia
afectiva y material por la que tanto había luchado (manifestación de la Luna). Este conflicto terminó de un modo muy
violento, expresión típica de Tauro encolerizado. Tan fue así que, la madre, enfadada y dolida por la decisión del hijo, intentó
buscar el enfrentamiento con éste (propio de esa conjunción en Tauro). Y, dado que Marte en la Casa XII es una especie de
antena receptora de toda hostilidad que se halle en el ambiente, fue el Sr. X quien inició la expresión concreta de esa
agresividad soterrada que procedía de su madre (Luna). En aquel momento, el Sr. X no era consciente de lo que estaba
sucediendo en lo inconsciente, si bien él me confesó que intuía el juego que subyacía en su madre, bajo la apariencia de
haber sido víctima de una agresión. La fatal Luna negra hizo acto de presencia en aquellos momentos, poniendo a prueba
la virilidad del hijo y, pese a la aparente contradicción, empujándole para que se encaminara por la senda de la
individuación.

Los individuos tan próximos a las energías femeninas de la Gran Madre suelen sentir a esta como a una auténtica
violadora, sofocante y asfixiante. Y, de hecho, el sueño que el Sr. X tuvo, en el que un negro violaba a una joven mujer de
piel blanca como la leche, representa la lucha del ego masculino, que busca su individualidad, contra el sofocante abrazo de
lo inconsciente, simbolizado por la imagen femenina y materializado en la figura de la madre del soñador. Así pues, los
sueños de violaciones no representan necesariamente una situación patológica, sino, antes bien, pueden emerger en el
transcurso de un proceso de individuación. Los personajes con un vínculo tan estrecho con lo inconsciente han de ser
conscientes del factor arquetípico que subyace en sus enfrentamientos con la Madre. De lo contrario, se encontrarán
encadenados a la Madre Tierra, de modo tal que el impulso marciano hacia la liberación y la individualidad podría
manifestarse en una trágica muerte de la madre biológica en manos de su hijo. Al tiempo, asfixiados por su anima, buscan
vengarse de lo femenino a través de una víctima, de modo que la violación física y/o el asesinato no serían sino actos con
pretensiones de liberación. De este modo, su iniciativa, su energía masculina y su virilidad se anteponen a lo femenino
castrador que opera en lo inconsciente. Así pues, la violación y/o el asesinato han de ser entendidas como una venganza
inconsciente contra la Madre, por obstaculizar o impedir el impulso individual de desarrollo (simbolizado por Marte) del
violado o del agresor. Lo que equivaldría a un impedimento del proceso de individuación. El impedimento proviene de un
factor arquetípico que opera en lo inconsciente colectivo. Sin embargo, cuando el conflicto subyacente no es iluminado por
el haz de luz de la consciencia este es proyectado al exterior. En esos casos, son las mujeres las culpables de todo y la
venganza es perpetrada por mediación de las víctimas. Poco importa que la violación acontezca con una mujer desconocida
o con la propia esposa. El factor arquetípico actuante es el mismo en ambos casos.

Habíamos dicho al principio que la triple conjunción Saturno-Marte-Luna afectaba al Ascendente, de modo que el
ambiente reaccionará a los efectos de dicha conjunción. Por tal motivo, en especial las mujeres, verán al individuo como
alguien serio y oscuro, al tiempo que perciben una fuerte irradiación sexual. Es posible que le resulte muy difícil comenzar
una relación, pues ésta es experimentada como un auténtico calvario tanto para la pareja cuanto para el propio individuo.
Antes de que esta llegue a conocer al individuo, lo que ella experimenta es la persona y ésta es todo menos agradable. El
cuento de la Bella y la Bestia ejemplifica muy bien lo que una mujer vivencia durante los primeros contactos con un
Ascendente así aspectado. Por tal motivo, no es de extrañar que sean muy pocas las que se acerquen al individuo y, aún
menos, las que logren ver-transformar a la aparente Bestia en el Príncipe que también es, una vez establecida la relación.
De hecho, las mujeres que suelen acercarse a estos individuos tienen una fuerte influencia neptuniana y/o lunar en su
personalidad. Evidentemente no siempre esto es así. Pues todo depende de hasta qué punto el individuo es consciente de
los factores arquetípicos que operan en su Ascendente-persona y, por tanto, de qué faz sea capaz de mostrar al exterior y,
recíprocamente, cómo experimentará el entorno su persona. No olvidemos que todo arquetipo tiene un lado oscuro y otro
luminoso. Cuanto más consciente sea el individuo de los aspectos que operan en su persona, tanto más amplio será su
margen de libertad para dar expresión a los factores más luminosos del Ascendente.

Regresemos ahora a la expresión de la conjunción, casi exacta, entre Saturno-Ascendente. El pensamiento adquiere
profundidad y se hace más preciso. Sin embargo, también limita el abanico ante el cual Géminis siente curiosidad y la
comprensión de lo que se expresa y se dice. En otra palabras, el filtro de lo que el Ascendente percibe se hace más
selectivo y la capacidad de comunicación se ralentiza y delimita, por lo que le resulta más difícil al individuo hacerse
entender, creando situaciones en las que se producen malos entendidos. A veces esto sucede por el miedo a aparentar
estupidez y, dado que con Saturno las conversaciones intrAscendentes se hacen muy difíciles de manejar, muchas veces
parece que la persona es torpe o lenta. Sin embargo, esto es una mera apariencia. En realidad es la falta de interés por los
asuntos banales, o la inadecuación que siente por un complejo de inferioridad profundamente anclado, lo que le hace
aparecer como torpe o incluso estúpido. Pues, apenas la conversación varía, se enfocan temas que le resultan más
interesantes y se encuentra en un ambiente cómodo su lucidez mental hace acto de presencia. La lección que debe
aprender el individuo es que no siempre se puede estar hablando de Astrología, de Física cuántica o de Química Orgánica.
Las más de las veces se tratan temas que nada tienen que ver con eso. Sin embargo, en toda conversación, si se es capaz
de modificar esa tendencia a la seriedad, a la falta de empatía y a limitarse a hablar de temas trascendentales, se hace
posible enriquecer la experiencia al intercambiar ideas distintas.

Debemos, ahora, regresar a los siguientes aspectos con el Ascendente que aparecen en el cuadro: Saturno-Marte-
Luna. Están los tres en conjunción entre sí y, a su vez, lo están con el Ascendente. Por lo tanto, dicha conjunción triple o
stelium (agrupación de planetas) está fuertemente remarcada en la carta. Ya se han mencionado algunas de las
manifestaciones de esta compleja combinación. Sin embargo, con la Luna se produce una importante alteración. Ello
simboliza que a la madre se la ha experimentado como fría, distante, constringente y limitadora. Aparece como el factor
causante de las discordias entre hermanos (Géminis) en los años de infancia, probablemente porque uno de ellos es el
preferido (el hermano luminoso), mientras que el otro es la oveja negra (el hermano oscuro). Además, al estar en la Casa
XII, se relaciona con la actitud de los miembros de la familia y con los antepasados. Y es así como los padres del individuo
analizado han vivido en un ambiente en el que los varones han mantenido bajo el yugo de la represión y de la violencia
psíquica y física a las mujeres. Pero esa actitud machista no es exclusiva de sus familiares, pues, al fin y al cabo, estos
pertenecen a un sistema aún mayor que los engloba: la sociedad española. Por tal motivo, este stelium en la Casa XII
representa, simboliza y, por tanto, nos provee de información acerca de la actitud que los hombres han mantenido durante
siglos para con las mujeres. Y el arrostramiento de ese conflicto en la propia psique se hace imprescindible para que el
individuo manifieste los potenciales inherentes a esa conjunción triple. Una vez se consigue purgar al alma de la inmundicia
de los antepasados, al individuo se le abren las puertas a la individuación. En ese camino, como sucedió con el analizando,
se puede llegar a ser consciente de que se dispone de una especial capacidad para comprender e interpretar los sueños y
de una potencia sexual y creativa sobresaliente (Marte en la Casa XII); de profundizar en el arquetipo de la Iniciación
(Saturno en la Casa XII en conjunción con el Ascendente), así como un acceso directo al mundo de los arquetipos, es decir,
a lo inconsciente colectivo y una sensibilidad y capacidad de empatía extraordinarias (Luna en la Casa Doce). De hecho,
estas personas son capaces de expresar las tendencias sociales que se manifestarán en el futuro, con una precisión que
dejaría atónito al más egregio sociólogo, precisamente por su natural conexión con las corrientes de lo inconsciente
colectivo. Y, dado que Mercurio, el planeta regente del Ascendente, está en la Casa XI se hace posible difundir esos
conocimientos en la sociedad, contribuyendo de ese modo al aumento del saber y a la evolución efectiva de sus miembros.

Saturno, además, está aspectado por Plutón y por Neptuno. En el primer caso, el trígono Plutón-Saturno confiere al
individuo una gran capacidad de organización y de planificación. Y con el poder de concentración de éste aspecto, que
potencia al ya existente gracias a la combinación Marte-Saturno, el individuo puede estudiar casi cualquier cosa que desee.
Pero ya indicamos en líneas precedentes que los intereses de Mercurio estaban teñidos por Urano, por lo que lo más
probable es que los estudios que le interesan al individuo se relacionen con áreas del saber tales como la Psicología
Transpersonal, la Astrología o la Física moderna, por mencionar sólo unos pocas. La mente, además de ser rápida y muy
intuitiva, se estructura y el pensamiento aflora de un modo organizado. Así, cuando emergen las ideas no lo hacen de un
modo azaroso, sino, más bien, como estructuradas y ordenadas en epígrafes, por así decirlo. Dado que al individuo con
esta configuración le es accesible todo lo que en la sociedad no funciona (así como lo que sí funciona), puede contribuir
favorablemente en su progreso real y efectivo.

Finalmente, la oposición Saturno-Neptuno es quizás una de las más difíciles de manejar. Saturno representa el mundo
material, práctico. Simboliza la consciencia de los límites propios, así como del ego y de lo que pertenece a uno, en
contraposición a lo que es de los demás. Neptuno, en cambio, simboliza la unidad subyacente a la multiplicidad. El ámbito
de lo inconsciente colectivo está regido por Neptuno, que nos impulsa a fusionarnos con la totalidad, pues con él se siente
la unidad orgánica de todo cuanto existe. Por tal motivo, no cabría empatía mayor que la asociada a este arquetipo, dado
que representa, precisamente, el océano del que toda vida ha surgido. Así, con Neptuno el individuo puede ser consciente
de los vínculos que lo unen a todos y a todo y la experiencia de la unión del alma con Dios está asociada a los tránsitos y
aspectos importantes de éste planeta con los planetas personales en la carta natal.

De lo dicho se colige que en el individuo hay un conflicto entre el ego y lo inconsciente colectivo, entre los estrechos y
férreos límites individuales y la infinita variedad de formas de vida. Es decir, se trata de un choque entre la forma y la falta
de forma, entre la vasija contenedora y el agua como contenido. Todo contacto con Saturno se ve arrastrado al mundo de la
materia, es decir, a la forma concreta; por el contrario, en los contactos con Neptuno el individuo se ve arrasado por la falta
de forma, por la disolución de las estructuras y límites materiales. Así pues, esta oposición simboliza que el individuo puede
buscar, de un modo inconsciente, perderse en las aguas de lo colectivo, escapando de la dura realidad de lo concreto y
palpable, por los límites que esta impone, o bien, se puede manifestar dando forma concreta al mundo de la imaginería. En
este último caso, el individuo lucha por conformar todas sus ideas y sueños, esforzándose en expresar el mundo arquetípico
en estructuras duraderas y con plena significación. Un ejemplo de ello lo proporcionan las catedrales góticas. Pues son ellas
una expresión tangible del anima mundi o Sophia, en cuyo interior se le posibilita al individuo comulgar con Dios.

El dilema eterno de Saturno-Neptuno se vivencia a lo largo de la vida del individuo. Así, primero se va forjando y
estructurando un ego, afilando las facultades que le son propias (Ascendente), para adaptarse a las expectativas sociales
(Medio Cielo). Una vez diferenciado el ego e identificado con la persona, el individuo adquiere un nombre, un status social,
es propietario de un coche y de una vivienda (asuntos relacionados con el Medio Cielo), como resultado de su lente
particular y, encontrándose, como reflejo de ello, ante situaciones, circunstancias y oportunidades diversas que lo hacen
diferenciar aquellas facultades que son propias de su persona-Ascendente, etc… Esta fase corresponde a la construcción
de estructuras y, por lo tanto, se relaciona con Saturno. Sin embargo, Neptuno ha quedado completamente fuera del haz de
luz de la consciencia. Pero, llegado el momento, el arquetipo neptuniano se constela y hace acto de presencia en el ámbito
de la consciencia. Sueños típicos de esa irrupción son aquellos en los que se producen inundaciones, diluvios, etc. Por
ejemplo, un río puede desbordarse e inundar y arrastrar al soñador, dejándole con la sensación de que se han destruido
todos los diques que él había construido para sentirse seguro y evitar así todo sentimiento de desvalimiento y de
incapacidad. Esa destrucción por disolución de estructuras está asociada al arquetipo neptuniano, permitiéndole al individuo
darse cuenta de que existe algo más allá de los límites estrechos del ego consciente. Y no sólo verlo, sino, también
experimentarlo. Dicha experiencia de lo que de inmortal y universal hay en el individuo da acceso a la comprensión de que
todo individuo, en un cierto nivel, está conectado con el resto de los seres vivos que en la tierra habitan, siendo él una gota
en el inmenso océano de lo inconsciente. Esa vivencia, llevada un poco más al extremo, puede conducir al individuo a tener
una experiencia de unión con Dios, lo que le permitirá darse cuenta de que existe una voluntad superior que guía su
destino, allende la egoísta voluntad del ego. Y, si dios quiere, en un nivel más elevado, comprenderá que la voluntad del yo
debe ser alineada con la voluntad de Dios o, para expresarlo en términos de psicología analítica, del arquetipo del Sí Mismo
o Personalidad. En pocas palabras, es ese el dilema Saturno-Neptuno que el individuo ha de arrostrar en el transcurso de
su vida.

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