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¿CÓMO SE CONTAGIA LA HEPATITIS C?

La infección del virus C es parenteral, o sea, que se transmite por la sangre, por lo que no
es tan fácil infectarse como podría parecer.

Es muy importante saber que no se contagia al sentarse al lado de la persona infectada, ni


al darle la mano, un abrazo, un beso en la boca, al compartir comida, ni tampoco al
mantener las relaciones sexuales con preservativo.

Existen estas causas y grupos de riesgo principales:


Consumir de drogas inyectables y compartir el material de inyección, como las jeringuillas.
Recibir una transfusión de sangre: sobre todo, si esa transfusión se ha realizado antes de
1991, porque hasta ese año no se hacía cribado del virus C en las trasfusiones; de ahí que
muchísimas personas se infectaran.
Practicar relaciones sexuales de riesgo: es decir, en las que hay peligro de sangrado. Para
evitar esta infección lo mejor es la utilización de preservativos.
Grupos de riesgo:

Personal sanitario que trabaja en entornos en los que puede darse una reutilización o
esterilización inadecuada de equipo médico, especialmente jeringuillas y agujas.
Parejas o familiares directos que convive con una persona infectada: en este tipo de
relaciones, lo que se aconseja es no utilizar ningún utensilio de aseo de la persona infectada
(cuchillas o maquinillas de afeitar cepillos de dientes… porque pueden contener restos de
sangre) y mantener unas estrictas normas de higiene.
En general, personas que reciben perforaciones de objetos punzantes (piercings, tatuajes,
acupuntura….). Los especialistas hacen especial hincapié en intentar evitar las infecciones
por esta causa, aconsejando realizar este tipo práctivas en centros homologados y
autorizados. La norma fundamental es que todo el material utilizado sea de un único uso.
Hijos/as de madre infectada por el virus: en este grupo, el porcentaje de contagio es muy
bajo. No se sabe a ciencia cierta si el contagio se produce en el útero o durante el parto, al
tragar el bebé sangre infectada de la madre. El virus C no se trasmite a través de la leche
materna.
Personas que han estado o están en situación de hemodiálisis.
Personas que padecen infección por VIH o VHB (virus de la hepatitis B).
Personas que tienen las transaminasas altas en una analítica: las transaminasas son enzimas
liberadas por las células hepáticas cuando el hígado está inflamado.
Personas que hayan estado o se encuentren internas en instituciones penitenciarias.

¿Qué síntomas causa la hepatitis C?


La hepatitis C es una enfermedad silenciosa, ya que, en la mayoría de los casos, el afectado
no es consciente de padecerla. De hecho, tras la infección inicial, aproximadamente un 80%
de los casos no presentan síntomas, y los que aparecen son comunes a la hepatitis A y B y
suelen recordar a los de una gripe común:
Disminución del apetito.
Náuseas.
Dolor muscular o de las articulaciones.
Pérdida de peso.
También puede aparecer ictericia, que es la coloración amarillenta de la piel y los ojos.

¿Cómo se diagnostica?
Como hemos dicho, esta es una enfermedad generalmente asintomática, especialmente en
sus estadios iniciales, lo que dificulta su diagnóstico.

Este se confirma en varias fases:

Análisis de sangre: para detectar anticuerpos anti VHC. No obstante, tener anticuerpos no
significa necesariamente que haya una infección por el virus. A continuación, hay que medir
la cantidad de material genético, el ARN del virus de la hepatitis C, habitualmente mediante
una técnica llamada reacción en cadena de la polimerasa (PCR) o prueba de PCR. Si esta
prueba da positivo en ARN del VHC, se confirma la infección por el virus VHC.
Elastografía de transición (fibrocán): prueba sencilla y rápida que permite diagnosticar la
fibrosis hepática sin necesidad de biopsia.
Biopsia: se realizará cuando lo estime el especialista, consiste en extraer un pedazo
pequeño de hígado para analizarlo y sirve para evaluar el grado de daño hepático.

¿Qué complicaciones tiene?


El virus C penetra en las células hepáticas (hepatocitos), y, al replicarse, las destruye,
provocando heridas en el hígado que terminan por cicatrizar. A esas cicatrices se les
denomina fibrosis, de la que existen varios tipos:

Fibrosis 1 (F1): cuando en el hígado hay pocas cicatrices.


Fibrosis 2 (F2): las cicatrices son más numerosas.
Fibrosis 3 (F3): el hígado está lleno de cicatrices.
Fibrosis 4 (F4) o cirrosis: el hígado se encuentra masivamente invadido de cicatrices. La
hepatitis crónica por virus C evoluciona muy lentamente y tan solo alrededor del 20% de los
pacientes crónicos derivarán, al cabo de entre 15 ó 20 años, en cirrosis.
Cuando ya se ha producido una cirrosis, esta terminará descompensando el hígado, de
forma que aparecen efectos muy graves, como las siguientes:

Encefalopatías (disfunción cerebral).


Ascitis (retención de líquido en la tripa).
Varices esofágicas (aparecen varices en las venas del esófago, al trasportar más sangre de
la que pueden. Existe peligro de sangrado).
Carcinoma-hepatocelular (cáncer de hígado): se estima que una de cada 100 personas con
F3 y entre 3 y 5 con F4, sufrirán al cabo de un año esta complicación. Se trata de una
situación gravísima que requerirá una intervención urgente que, en caso extremo, será un
trasplante hepático. Por todo ello, es de vital importancia hacer una ecografía del hígado
cada 6 meses a todos los pacientes con F3 y F4 (despistaje del carcinoma hepatocelular).

¿Se puede curar la hepatitis C?


Alrededor del 40% de los casos de hepatitis C se curarán de forma natural, es decir, el
sistema inmunológico del enfermo destruirá el virus, por lo que no precisarán tratamiento.

Por su parte, en el 60% restante, la hepatitis se convertirá en crónica si pasados 6 meses


desde la infección, esta continúa activa.

¿Cómo se trata la hepatitis C?


Lo primero que debemos saber es que no existe ninguna vacuna para la hepatitis C.

Además, los tratamientos que buscan la curación de los pacientes están cambiando
constantemente y, en la actualidad, la combinación de varios medicamentos está arrojando
tasas de curación del 95%, según la OMS. Sin embargo, las personas curadas mantienen en
su organismo anticuerpos del virus C, y no protegen a esos pacientes contra una reinfección
del virus.

El único tratamiento existente hasta el año 2011 fue el interferón y la ribavirina, cuyo
función era la de fortalecer el sistema inmunológico para que venciera al virus, pero a partir
del año 2011 aparecen los llamados Antivirales de Acción Directa (AAD), que eliminan el
virus, evitando que éste se replique.

En abril de 2015 se puso en marcha el Plan Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C y


desde entonces hasta hoy, alrededor de 80.000 enfermos han sido tratados. El objetivo
principal de este Plan es que, para el año 2020, la hepatitis C se convierta en una
enfermedad residual, aunque queda mucho por hacer en el campo de la detección precoz
en Atención Primaria.

¿Cómo prevenir esta enfermedad?


Como hemos comentado, no existen vacunas para prevenir la infección por el virus de la
hepatitis C, por lo que la prevención debe ir enfocada a reducir el riesgo de exposición al
virus en el entorno sanitario y en los grupos de población de alto riesgo a través de medidas
de higiene, como estas:

Lavado de manos.
Uso de guantes.
Uso seguro y esterilización del material sanitario y de inyección.
Uso correcto y sistemático de preservativos.
Manipulación segura de objetos afilados.

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