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No mucho mejor resultó el acta firmada por los capitanes del Ejército Felix
Fernández Prieto, Gumersindo de la Gándara Marsella, José Hernández
Labarga, Jesús Loma Arce y Faustino Rivas Artal, destinados en la Guardia
de Asalto: "Que por el prestigio y la dignidad del cuerpo al que se honran en
pertenecer, manifiestan que en la citada fecha les fueron transmitidas
desde la Dirección General de Seguridad, por conducto de sus jefes, las
instrucciones verbales de que en los encuentros que hubiera con los
revoltosos con motivo de los sucesos que se avecinaban en aquellos días, el
Gobierno no quería heridos, dándoles el sentido manifiesto de que
únicamente entregáramos muertos a aquellos que se encontrasen haciendo
frente a la fuerza pública o con muestras evidentes de haber hecho fuego
sobre ellas. Y para que conste firman por duplicado el presente. ¡Viva la
República!".
Las cuatro tragedias
La primera tragedia, y por cierto la más olvidada como siempre, fue la que
sufrieron los guardias civiles del puesto de Casas Viejas cuando fueron
atacados al amanecer del miércoles 11 de enero de 1933 por quienes
acababan de proclamar el comunismo libertario, unos 200 campesinos
armados de escopetas y hoces.
La cuarta tragedia fue la leyenda negra que cayó sobre la pedanía así como
el sufrimiento y soledad en silencio que padecieron los familiares de los
guardias civiles y campesinos asesinados, todos ellos gente de condición muy
humilde, que recibieron diversas ayudas económicas de suscripciones
populares que se abrieron, una de ellas por DIARIO DE CADIZ.
Han transcurrido siete décadas desde los luctuosos sucesos y hoy día
Benalup-Casas Viejas es un próspero municipio que ha postergado para
siempre aquella "aldea del crimen" como la bautizara en su novela Ramón J.
Sender.