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70º aniversario (1933-2003)

Las cuatro tragedias de Casas


Viejas

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en "DIARIO DE CADIZ" el 12


de enero de 2003. El original está ilustrado con seis fotografías en blanco y
negro.

Periódico "DIARIO DE CADIZ". C/ Francia s/n. Polígono Trocadero. Puerto


Real (Cádiz). España. Teléfono: 956 - 297900. Fax: 956 - 227909.

Web: www.diariodecadiz.es/

Los sucesos de 1933 conmocionaron a España y provocaron la


caída de Azaña

La proclamación de la II República supuso una gran esperanza e ilusión para


buena parte de los españoles y mayor aún de gaditanos cuya provincia era de
las más desfavorecidas de la nación. Pobreza económica, marginalidad social
y explotación laboral fueron tres fuentes de abono para el anarquismo rural
gaditano, el más fuerte de cuantas fuerzas revolucionarias estaban
implantadas en la provincia.

La República aprobó la ley de Reforma Agraria de 15 de septiembre de 1932


para dotar de tierras a los campesinos sin propiedad, pero su lenta
ejecución por falta de fondos para indemnizar a los latifundistas motivó que
junto a una más que centenaria historia de tremenda injusticia social,
terminase por prender el 8 de enero de 1933 una trágica mecha de violentas
convulsiones revolucionarias en el campo español que tuvo su trágica eclosión
tres días después en Casa Viejas, una pequeña pedanía entonces de Medina
Sidonia.

Los sangrientos sucesos de los que DIARIO DE CADIZ hizo un exhaustivo


seguimiento y que ahora cumplen su 70º aniversario motivaron la publicación
de numerosas obras y artículos. La brutal represión ejecutada por fuerzas
de la Guardia de Asalto -creada por la República en enero de 1932-
conmocionó al país entero y terminó por provocar la caída del gobierno de
Azaña. Murieron 23 campesinos y 3 agentes del orden.

La controvertida declaración judicial del capitán de Estado Mayor


Bartolomé Barba Hernández, quien estaba de servicio la noche del 11 de
enero de 1933 en las dependencias del Ministerio de la Guerra cuyo titular
era el propio Azaña y del que aseguró que recibió la orden directa de
transmitir las instrucciones, pasaría a la historia negra: "Ahora diga usted
al general de la división que esté prevenido y nada de coger prisioneros y
meterlos en los cuarteles, porque luego resultan inocentes y hay que
libertarlos. ¡Tiros a la barriga!. ¡A la barriga!".

No mucho mejor resultó el acta firmada por los capitanes del Ejército Felix
Fernández Prieto, Gumersindo de la Gándara Marsella, José Hernández
Labarga, Jesús Loma Arce y Faustino Rivas Artal, destinados en la Guardia
de Asalto: "Que por el prestigio y la dignidad del cuerpo al que se honran en
pertenecer, manifiestan que en la citada fecha les fueron transmitidas
desde la Dirección General de Seguridad, por conducto de sus jefes, las
instrucciones verbales de que en los encuentros que hubiera con los
revoltosos con motivo de los sucesos que se avecinaban en aquellos días, el
Gobierno no quería heridos, dándoles el sentido manifiesto de que
únicamente entregáramos muertos a aquellos que se encontrasen haciendo
frente a la fuerza pública o con muestras evidentes de haber hecho fuego
sobre ellas. Y para que conste firman por duplicado el presente. ¡Viva la
República!".
Las cuatro tragedias

Los sucesos de Casas Viejas se constituyeron sobre la base de tres


tragedias que a su vez dieron lugar a una cuarta que sufrieron en silencio las
familias de las víctimas y el propio pueblo que pasó a ser conocida como "la
aldea del crimen".

La primera tragedia, y por cierto la más olvidada como siempre, fue la que
sufrieron los guardias civiles del puesto de Casas Viejas cuando fueron
atacados al amanecer del miércoles 11 de enero de 1933 por quienes
acababan de proclamar el comunismo libertario, unos 200 campesinos
armados de escopetas y hoces.

Su comandante era desde el mes anterior, el sargento Manuel García


Alvarez, quien falleció dos días después en el hospital militar de Cádiz como
consecuencia de los disparos recibidos. Los guardias eran Román García
Chuecos -quien el 4 de febrero falleció también por idéntica causa en dicho
hospital-, Pedro Salvo Pérez y Manuel García Rodríguez, que resultaron
heridos.

El 5 de abril, el Inspector General del benemérito Instituto Cecilio Bedia de


la Cavallería, ordenó la apertura de juicio contradictorio para determinar si
los citados guardias civiles eran acreedores a la cruz laureada de San
Fernando "con motivo de su actuación en la defensa de la casa-cuartel al ser
atacados por los revolucionarios con idea de apoderarse del inmueble y
armas", encomendando su instrucción al capitán Pablo Incera Vidal,
destinado en Jerez de la Frontera. Dos años después el expediente del
suceso que había sido declarado por decreto de 18 de enero de 1933 "hecho
de guerra", fue archivado con una ridícula excusa de defecto de forma si
bien el 5 de junio se les ascendió al empleo superior.

La segunda tragedia la constituyó el cerco e incendio antes de amanecer el


12 de enero, por las fuerzas mandadas por el capitán de la Guardia de
Asalto Manuel Rojas Feingespán, de la choza en la que se refugiaron algunos
de los anarquistas. El telegrama que recibió decía: "Es orden terminante
Ministro de la Gobernación se arrase casa donde se han hecho fuertes los
revoltosos". Allí murieron tiroteados o carbonizados Francisco Cruz
Gutiérrez "Seisdedos" y sus hijos Pedro y Francisco, Manuel Quijada Pino,
Josefa Franca Moya y su hijo Francisco, Jerónimo Silva González, Manuela
Lago Estudillo así como el guardia de asalto Ignacio Martín Díaz, resultando
heridos otros cuatro guardias más.
La tercera tragedia aconteció poco más tarde durante los registros y
detenciones posteriores de sospechosos. Comenzó con la muerte por
disparos de los guardias de asalto del anciano Salvador Barberán Castellet
que sólo le dio tiempo a gritar "¡No tiren, que no soy anarquista!" y terminó
un rato después con el fusilamiento despiadado de Manuel Benítez Sánchez,
Andrés Montiano Cruz, Juan García Franco, José Utrera Toro, Juan García
Benítez, Juan Villanueva Garcés, Juan Silva González, Balbino Zumaquero
Montiano, Manuel Pinto González, Juan Galindo González, Cristóbal
Fernández Expósito, Manuel García Benítez, Rafael Mateo Vela y Fernando
Lago Gutiérrez, siendo éste el único que realmente había participado en la
intentona revolucionaria. Todos estaban desarmados y la mayor parte
esposados.

La cuarta tragedia fue la leyenda negra que cayó sobre la pedanía así como
el sufrimiento y soledad en silencio que padecieron los familiares de los
guardias civiles y campesinos asesinados, todos ellos gente de condición muy
humilde, que recibieron diversas ayudas económicas de suscripciones
populares que se abrieron, una de ellas por DIARIO DE CADIZ.

Antes de abandonar Casas Viejas las fuerzas policiales recibieron la


siguiente arenga del delegado gubernativo Fernando de Arruinaga Martín-
Barbadillo: "Habéis cumplido con vuestro deber. El Gobierno por mi
conducto os felicita. Gracias a vosotros, a vuestro valor, a vuestra energía y
disciplina, a vuestra obediencia a las órdenes de vuestros jefes, la
República ha podido vencer un grave peligro y puede seguir el camino
triunfal y glorioso abierto el 14 de abril. Vuestra magnífica conducta
merece bien de la Patria y de la República. ¡Viva la República!".

Conocida posteriormente la verdad de lo sucedido estalló el escándalo y se


inició un proceso judicial. Por los 14 asesinatos cometidos contra los
campesinos desarmados, el jurado de la audiencia provincial de Cádiz
condenó el 28 de mayo de 1934 a su responsable directo, el capitán Rojas a
la pena de 21 años de prisión mientras que Arturo Menéndez López, director
general de seguridad, fue absuelto.

Han transcurrido siete décadas desde los luctuosos sucesos y hoy día
Benalup-Casas Viejas es un próspero municipio que ha postergado para
siempre aquella "aldea del crimen" como la bautizara en su novela Ramón J.
Sender.

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