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FUNDAMENTOS E LA ETICA DE LA FELICIDAD ETICA PARA INGENIEROS

TABLA DE CONTENIDO

1. LA NATURALEZA DE LA FELICIDAD ............................................................ 2

2. FUNDAMENTOS DE LA ÉTICA DE LA FELICIDAD ....................................... 4

3. ¿ES POSIBLE QUE EL HOMBRE SEA FELIZ? .............................................. 5

4. LAS ENSEÑANZAS DE ARISTÓTELES SOBRE EL BIEN Y LA FELICIDAD 6

5. LAS ENSEÑANZAS DE LOS ESTOICOS SOBRE LA FELICIDAD ................ 8

6. ENSEÑANZAS DE LOS EPICUREÍSTAS SOBRE LA FELICIDAD. ............... 9

7. LAS ENSEÑANZAS DEL UTILITARISMO SOBRE LA FELICIDAD ............. 11

8. LAS ENSEÑANZAS DE NIETZSCHE SOBRE LA FELICIDAD. .................... 11

9. ¿ES LO MISMO FELICIDAD y BIENESTAR? ............................................... 13

10. LA ÉTICA DE LA FELICIDAD .................................................................... 15

11. LA ETICA DEL DEBER .............................................................................. 16

12. RELATIVISMO VS. FELICIDAD ................................................................. 18

13. ¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES “SER FELIZ”? .................................................. 21

14. ¿QUÉ DIJERON ALGUNOS SABIOS SOBRE LA FELICIDAD? ............... 22

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1. LA NATURALEZA DE LA FELICIDAD
Si damos por buena la tesis, que podemos llamar clásica, de que el cumplimiento de las normas éticas forma
parte del bien del hombre, resulta razonable integrar la ética en la búsqueda de la felicidad. Así, por ejemplo,
Aristóteles comienza su Ética a Nicómaco hablando sobre la felicidad. La noción de felicidad depende de la
noción de bien, y esta a su vez, de la de fin. Que toda actividad busca un fin significa que toda actividad busca
un bien. Lo que cabe preguntarse es si para el hombre existen solo bienes parciales, según las actividades que
desempeña en cada momento, o, por el contrario, existe un bien que corresponde al hombre como tal.

Para quien tiene hambre comer es un bien; para quien desea viajar, tener tiempo y dinero; para quien quiere a
una persona, ser correspondido. Por otra parte, el hombre puede ser bueno en muchos sentidos parciales.
Puede, por ejemplo, ser un buen pintor si es capaz de pintar obras de calidad; puede ser también un buen
deportista o un buen comunicador. Pero si ser una persona humana determinada significa algo, también cabe
preguntarse si esta puede ser buena o mala en cuanto tal.

Parece que la respuesta a esta pregunta debe ser positiva. De lo contrario, la unidad de la persona no
significaría nada. Si algo es bueno para mí en algún sentido, es preciso que exista un criterio para distinguirlo
de lo que es malo. De otro modo, sería imposible establecer una jerarquía entre los distintos bienes que puedo
perseguir o entre los distintos tipos de bondades que puedo poseer. En consecuencia, nuestra conducta estaría
totalmente desorientada; sería imposible organizaría de un modo racional. Así, por ejemplo, no tendría sentido
sostener que es más importante ser un buen profesional que un buen jugador de Cartas, o que, para una
persona que es al mismo tiempo padre y coleccionista de sellos, resulta más importante que ejerza bien la
primera ocupación que la segunda. Tampoco tendría sentido decir que es más importante tener amigos que
tener dinero si no lo pusiéramos en relación con lo que es bueno para la persona.

Como vemos, al hablar del bien de la persona aparecen dos cuestiones que conviene distinguir. De una parte,
de modo semejante a lo que ocurre en el primer tipo de ejemplos, lo bueno para ella es lo que necesita o lo que
colma sus deseos. De otra, de manera análoga al ejemplo del pintor, ser bueno como persona seria actuar
correcta y eficientemente como persona humana.

Es preciso tener cuidado con esta distinción porque puede dar lugar a una confusión, que tiene consecuencias
funestas a la hora de entender la felicidad humana.
El primer modo de entender el bien orienta nuestra atención hacia los deseos humanos. El deseo es una clave
importante para entender la actividad del hombre.
En muchas ocasiones actuamos para buscar lo que no tenemos, Pero considerar al hombre como puro deseo
puede llevar a entender la felicidad solamente como el logro de una satisfacción. Llevando esto a su extremo,

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algunos sistemas éticos han en tendido la conducta humana como el fruto de un desequilibrio, (le una emenda,
que pretende colmarse. Con este supuesto, para algunos lo que colmarla al hombre sería el placer, que sería
el signo de que el desequilibrio ha desaparecido, y, por lo tanto, de que ya no hace falta actuar. Otros, como
algunas filosofías orientales, piensan que, puesto que jamás es posible colmar los deseos humanos, pues son
infinitos, el fin de nuestra conducta debería ser la autoanulación como individuos.
Esto choca con la experiencia de que la felicidad es inseparable de la actividad.
Bien consciente de esto, Aristóteles definía la felicidad como la ≪actividad según la virtud perfecta≫. Es más,
este filosofo se dio cuenta de que ni siquiera el placer, que es uno de los móviles de la conducta humana, se
podía entender como pasividad, y lo definía como ≪la actividad natural sin trabas≫. Efectivamente, la
sensación de placer físico no es otra cosa que la experiencia de la posesión del fin de un órgano. Pero esa
posesión es activa. Se puede objetar que la actividad resulta en muchas ocasiones fatigosa. Pero actuar no es
de suyo fatigoso. Lo que cuesta trabajo es vencer los obstáculos que se oponen al ejercicio de nuestras
actividades propias. Jugando con la expresión, el mismo trabajo, en cuanto ejercicio de nuestras capacidades,
es a menudo fuente de agrado. Otra cosa es que las actividades orgánicas no se pueden prolongar
indefinidamente por su carácter material, que las sujeta a determinados ciclos y al desgaste. Por eso las
actividades que menos dependen de lo orgánico son las que se pueden mantener por más tiempo y las que
proporcionan satisfacciones más puras o, como decían los antiguos hedonistas, sin mezcla de dolor.
Por eso, no basta concebir el bien humano como el logro de algo que ya existe, como si esa realidad por si
misma bastara para colmamos. La felicidad exige la actividad. De nada sirve desear un automóvil si luego no
se conduce, o una obra de arte si no se puede contemplar. Lo que deseamos lo deseamos para hacer algo con
ello, sea como un medio para algo distinto, sea como objeto de un determinado tipo de actividad mediante la
cual lo poseemos.

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2. FUNDAMENTOS DE LA ÉTICA DE LA FELICIDAD

El asunto fundamental de la Ética es la felicidad humana, más no una felicidad ideal y utópica sino aquella que
es accesible, practicable para el hombre.
Para comprender el significado de lo ético, lo primero que hace falta es entender que la finalidad de la vida
humana no estiba solo en sobrevivir, es decir, en continuar viviendo; si la vida fuese un fin en sí mismo, si
careciese de un "para que" no tendría sentido.
Cuando el hombre piensa a fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no tiene suficiente: necesita vivir
bien, de una determinada manera, no de cualquiera. Dicho de otro modo: vivir es necesario pero no suficiente.
De ahí que surja la pregunta: para qué vivir (la cuestión del sentido) y, en función de ello, cómo vivir. Justamente
ahí comienza la ética.
La felicidad se nos presenta, como una plenitud a la que todos aspiramos y, por tanto, de cuya medida completa
carecemos. Sin embargo, esa "medida" no es en rigor cuantificable. La felicidad más bien parece una cualidad;
como cierto "logro".
Existe en nuestra naturaleza un anhelo de felicidad. Nadie busca expresamente lo que sea opuesto a la
felicidad. En sus afanes las personas buscan bienes diversos, satisfacciones, acumular lo que estiman
conveniente tener, librarse de aquello que pueda significar una pena o desdicha.
La experiencia de la vida pronto nos va a enseñar varias cosas. Como que un bien por el que mucho
suspiramos, una vez poseído, no resultó tan importante como lo habíamos creído. También aprendemos que
la posesión de algunos bienes exige de nosotros muchos cuidados: para que no se dañen, para que no se
extravíen, para que no nos los roben. Así mismo ocurre que algunos bienes nos suelen enfrentar con nuestros
prójimos, lo que suele mermar con frecuencia su disfrute: porque otros también quieren lo que nosotros
obtuvimos y ellos no pueden tener; porque la envidia de otros nos duele y disminuye la satisfacción de lo que
tenemos.
Por ello se afirma que estamos llamados, ciertamente, a la felicidad, pero que saber en qué consiste demanda
indagar sobre el particular.
Como la naturaleza no hace nada en vano y naturalmente todo ser humano busca ser feliz, por fuerza debe
existir el objeto de la felicidad del ser humano.
Es un hecho, dada la unidad de la familia humana, que todas las personas tenemos específicamente la misma
naturaleza, por lo que el anhelo de felicidad es algo común en cada ser humano.

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Considerar la cuestión de la felicidad humana comporta plantearse cuestiones sobre el fin de la propia vida y
tratar de indagar el origen y el destino de la persona y penetrar en profundidad en lo que bien se llama el ser
del hombre, la naturaleza humana.
Con frecuencia algunas personas suelen despachar tan importante asunto de una manera, por así decir,
improvisada. Porque experimentan en verdad, el deseo de felicidad, más recurren a cualquier bien que se les
ponga por delante como si ese fuese el objeto de su felicidad, para comprender luego que no lo era y volver a
intentar con otro, en lo que se les va la vida sin detenerse a examinar con atención tan onda incógnita.
Al tratar el tema de la felicidad, se nos han abierto dos interrogantes: el primero, ¿quién es realmente el ser
humano?, que ha sido brevemente contestado haciendo referencia al carácter trascendente de la persona, que
busca conocer, ser siempre, ser feliz. Esto hace que descubra y cultive su ligamen con el ser necesario,
absoluto, ya que el ser humano descubre que el suyo es contingente, relativo y que no tiene en sí mismo la
razón de su propia existencia.
Nuestro siglo ha visto a los modernos totalitarios: comunistas, fascistas, nazis y algunos socialistas... todos los
cuales, de un modo o de otro, ubican la felicidad humana en la cooperación al triunfo de la clase o en el
esplendor de la nación, o en la pureza de la raza o en la prosperidad económica, o en la potencia militar de la
clase, del Estado o de la raza. Todo ello, en el fondo, no es sino falta de reflexión sobre la grandeza de la
persona humana, la que puede ciertamente, trabajar por su nación y su esplendor o por la cooperación en la
prosperidad económica. Pero como que alguna de esas cosas dichas constituya el objeto de la felicidad
humana, no es posible.
En nuestro propio siglo, el que ha visto surgir y caer todos esos equivocados planteamientos. Se buscó el objeto
de la felicidad donde no estaba y ello causó gran decepción a los que tomaron ese equivocado camino.
Una primera conclusión del recorrido sobre los criterios que algunos han tenido sobre el objeto de la felicidad
humana es que, en esta vida transitoria, terrestre, importantísima pero pasajera, no existe ningún objeto que
pueda dar la felicidad a los seres humanos.
Ciertamente hay muchos bienes, bienes del cuerpo, y bienes del alma, como lo hemos visto, pero tales bienes
ni incluyen todos los males, ni pueden ser poseídos por todas las personas ni admiten una posesión perpetua.
Esto lleva a una conclusión que es profunda: el hombre está llamado a la felicidad, su corazón la busca, su
alma la anhela, pero entre los bienes de este mundo, algunos por cierto muy dignos de aprecio, no existe, sin
embargo, ninguno capaz de colmar en forma permanente el ansia humana de felicidad.

3. ¿ES POSIBLE QUE EL HOMBRE SEA FELIZ?

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Considerando que el anhelo de felicidad en cada ser humano es tan vigoroso, podemos reconocer que hay un
deseo innato de felicidad en cada persona.
A partir de ese dato examinaremos que sí debe existir el objeto de la felicidad humana, porque la naturaleza no
hace nada en vano y por naturaleza todo ser humano busca ser feliz. Entonces, atraídos por el bien que lo
rodea, cada ser humano tiende a esos bienes que halla a mano para poder constituir el objeto de la felicidad
humana.

4. LAS ENSEÑANZAS DE ARISTÓTELES SOBRE EL BIEN Y


LA FELICIDAD

Aristóteles establecido que todos los hombres se proponen alcanzar la felicidad, se dedicó a indagar en qué
consiste ésta, para lo cual examinó todas las opiniones emitidas por los pensadores que le precedieron.
Un examen minucioso de esas opiniones acerca de la felicidad, le permitió descartar esas mismas opiniones,
y reforzar su propia tesis de que la felicidad consistía en la posesión de la sabiduría.
Partió de la tesis de que el bien y la felicidad son concebidos por los hombres a imagen del género de vida a
que cada cual le es propio. La multitud y los más vulgares ponen el bien supremo en el placer, y por esto aman
la vida voluptuosa.
El placer causa deleite corporal por medio de la percepción sensorial, y no es bien perfecto del hombre si se le
compara con los bienes del alma.
Otros hombres apuntan al honor, la felicidad es para ellos "el premio a la virtud". Y el honor parece ser sobre
todo el premio a la virtud. Pero el honor depende más de quien lo da que de quien lo recibe, mientras que el fin
de la vida debe ser alguna cosa que nos sea propia. El honor se otorga a alguien por alguna excelencia suya,
y por ello es un signo y testimonio de la excelencia que tiene el honrado, por lo tanto el honor es una
consecuencia de la felicidad, pero ésta no puede consistir principalmente en el honor.
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La felicidad podría consistir en la fama o la gloria, porque por ella los hombres alcanzan en cierto modo la
eternidad. Pero la fama o la gloria pueden ser falsa. La fama o la gloria dependen de los admiradores, por lo
cual no tiene consistencia propia, luego la felicidad no puede consistir en la fama o la gloria.
La felicidad podría consistir en la posesión de riquezas. Las riquezas ejercen un fuerte dominio sobre el afecto
del hombre. Con el dinero se compran casi todas las cosas. Además, mientras más riquezas se poseen, más
se desean. Pero si se examina más detenidamente, podemos distinguir que existen dos tipos de riquezas. Las
naturales, que sirven para satisfacer las necesidades vitales como el alimento, la vivienda, los vestidos, los
vehículos, etc. También existen las riquezas artificiales, inventadas por el hombre para facilitar los cambios, y
hacer posible el comercio, estas son el dinero.
Resulta evidente que la felicidad del hombre no puede consistir en las riquezas naturales porque estas se
buscan con una finalidad ulterior, y que en el orden natural todas están hechas para el hombre y se ordenan al
hombre. Por su parte, las riquezas artificiales no se buscarían si con ellas no se compraran las cosas necesarias
para la vida, esto es, las riquezas naturales.
La felicidad podría, entonces, consistir en la posesión del poder.
La cosa que más rehúyen los hombres es la servidumbre, a la cual se contrapone el poder, luego el poder de
gobernar a los demás es un bien.
El poder no es un bien perfecto porque es "incapaz de ahuyentar la angustia de las preocupaciones ni evitar
los aguijones del miedo".
Además, el poder sirve para el bien y para el mal, por consiguiente la felicidad podría consistir en el buen uso
del poder mediante la virtud, más que en el poder mismo. Otra de la desventaja que tiene el poder para ser la
felicidad consiste en que al igual que las riquezas, puede ser arrebatado por otros hombres.
Para algunos, en efecto, la felicidad parece consistir en la virtud; para otros en la prudencia; para otros aún en
una forma de sabiduría, no faltando aquellos para quienes la felicidad es todo eso o parte de eso, con placer o
sin placer, a todo lo cual hay aún quienes añaden la prosperidad exterior como factor concomitante"(10).

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5. LAS ENSEÑANZAS DE LOS ESTOICOS SOBRE LA


FELICIDAD

La visión de la vida de los estoicos es la del dolor, mucho más pesimista que la de Epicuro. Para alcanzar esta
felicidad hay que resistir estos dolores. Hay que hacerse fuerte frente al dolor para resistirlo y soportarlo, y no
buscar los placeres.

Los estoicos creen en el destino, dicen que está todo escrito, por eso debemos prepararnos, resignarnos y
aceptar los dolores y sufrimientos que vengan. No puedes luchar contra el destino, aunque nos opongamos se
cumplirá, y debemos aceptarlo. Para los estoicos la parte más importante de la filosofía es la ética. El estoicismo
está diseñado para la vida en tiempo difíciles .Para los estoicos la felicidad no consiste en la ausencia del dolor
y el placer sino que en la paz y tranquilidad del alma.

Para los estoicos, la ataraxia no era el placer, sino que había que renunciar a aquello que nos provoca
intranquilidad, al deseo de placeres y a los bienes externos que no dependen de nosotros conseguirlos o no.
Debemos alcanzar el dominio de nuestros placeres porque pueden perturbar la tranquilidad de nuestra alma.
El camino a la felicidad está frente a la indiferencia a las cosas del mundo exterior y el control de las emociones
y el deseo .Cuanto menos atado estas a algo menos dolor tendrás cuando no lo tengas. El estoicismo consiste
en resignarse, aceptar el destino y soportar el dolor .La virtud la alcanzas cuando aceptas lo que depara la vida,

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ya que se considera que no se puede cambiar. Debemos aceptar el destino para sufrir lo menos posible. El ser
humano posee la libertad de pensamiento, pero no de acción.

6. ENSEÑANZAS DE LOS EPICUREÍSTAS SOBRE LA


FELICIDAD.

Epicuro fue un filósofo griego que vivió en el siglo IV y III a.C, en Atenas. Fundó su propia escuela filosófica,
conocida con el nombre de El jardín.

Según Epicuro todos los seres humanos buscan mediante sus acciones lo mismo: evitar el dolor y alcanzar el
placer. Epicuro decía que hay que elegir siempre aquellas elecciones que nos reporten un placer mayor y más
duradero y que nos eviten la mayor cantidad posible de dolor. Para Epicuro era lo mismo de importante para la
felicidad alcanzar el placer como evitar el dolor.

La felicidad para Epicuro consiste en conseguir la ataraxia (paz espiritual y física).

¿Cómo podemos alcanzar este estado de paz?

1. Para alcanzar la ataraxia Epicuro propone el hedonismo (placer). Hay que buscar el placer y huir del dolor.
Tipos de placeres:
- Cualidad:

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Corporales o materiales-Espiritual: se sitúan por encima de los corporales.

- Cantidad:
Efímeros-Duraderos: nos aconsejan que sigamos estos.

2. Cálculos de placeres: es la prudencia con la que actuamos, saber qué hacer y que conducta tenemos que
tener en cada momento para conseguir un placer duradero.

3. Autosuficiencia: se debe controlar los sentimientos para ser feliz.


La mejor forma de encontrar la felicidad es controlar los deseos, como el querer tener todas las cosas
materiales, no tenemos por qué comprarlo todo, tenemos que vivir más en paz y no estar pensando en lo
material (no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita).

4. Superar los miedos: los humanos tienen miedos a determinadas cosas y no nos dejan ser feliz. Tipos de
miedos:
-Miedo a la muerte: hay que superarlo porque la muerte no nos va a provocar ningún dolor, ya que cuando llega
no sentimos nada.

-Miedo a los dioses: según Epicuro hay que superar este miedo porque son seres que viven en su mundo y
somos seres insignificantes y ellos no se preocupan de nosotros.

-Miedo al destino: debemos superar este miedo porque el destino no existe, ya que nuestra vida no está fijada.

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7. LAS ENSEÑANZAS DEL UTILITARISMO SOBRE LA


FELICIDAD

Muy relacionado con el hedonismo, el utilitarismo es una teoría de la rama ética de la filosofía según la cual las
conductas moralmente buenas son aquellas cuyas consecuencias producen felicidad. De este modo, hay dos
elementos básicos que definen el utilitarismo: su modo de relacionar el bien con la felicidad de los individuos y
su consecuencialismo.

Esta última propiedad significa que, al contrario de lo que ocurre con algunas doctrinas filosóficas que identifican
el bien con las intenciones buenas que tiene alguien a la hora de actuar, el utilitarismo identifica las
consecuencias de las acciones como el aspecto que debe ser examinado a la hora de juzgar si una acción es
buena o mala.

8. LAS ENSEÑANZAS DE NIETZSCHE SOBRE LA


FELICIDAD.

Para Nietzsche, la felicidad (comúnmente entendida) es un camino inventado por aquellos que mienten y que
es impuesto. La felicidad no es algo externo, algo que se descubra afuera del hombre. No es un mandato,
puede ser, en dado caso, sólo una recomendación, que depende de nuestra voluntad de realizar o no, pero
nunca una norma. Éstas normas, para Nietzsche, van generalmente en contra de la felicidad individual, de

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manera que “Las normas que se llaman «morales» están, a decir verdad, dirigidas contra los individuo y no
tienden, en ningún caso, a su felicidad”. La felicidad es posible cuando surge de las leyes propias del individuo,
y será proporcional a “su tamaño”. Hombres pequeños (es decir aquellos que siguen la doctrina de la felicidad
y la virtud y no sus propias leyes) tendrán felicidades pequeñas.

Nietzsche apunta que:

“Muchos hombres no son capaces más que de una felicidad insignificante […] Ojalá que todas las personas de
buena fortuna encuentren la concepción de la existencia que pueda realizar su más elevada concepción de la
felicidad: incluso así su vida puede seguir siendo lamentable y poco envidiable”.

Puedes ir o no por la felicidad, es irrelevante, pues puedes no buscarla y ser dichoso o, por el contrario, buscarla,
creer encontrarla y eso no quita que se pueda ser desgraciado. A lo anterior, no es la felicidad el destino de la
vida. El mismo destino es puesto en entredicho por Nietzsche.

Nos parece entonces que, Nietzsche critica la idea de felicidad que, más que a la realidad, se obsesiona en
apuntar al conocimiento de esa realidad, es decir, al realismo, ese intento exagerado de representar fielmente
la realidad (actitud que tanto criticaba a Platón), que elimina las sugerencias que ésta —la realidad en sí—
muestra sin mostrar.

Entonces, la felicidad para Nietzsche (la felicidad individual) está comúnmente basada en leyes desconocidas
para todos los otros, donde los preceptos exteriores no pueden hacer más que dificultarla, pues éstos sólo
apuntan a “la felicidad de la mayoría” y no a la propia.

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9. ¿ES LO MISMO FELICIDAD y BIENESTAR?

La felicidad se confunde habitualmente con bienestar y éxito.

Confundir la felicidad con el éxito es algo muy común. Tanto o más confundir a la felicidad con el bienestar. De
hecho, entre felicidad, éxito y bienestar se producen todo tipo de mezclas erróneas, que todos hemos
hecho alguna vez sin ser conscientes de ello. Efectivamente, entre estos tres elementos existen vínculos
que los acercan y conectan. Pero también existen diferencias. Si queremos ser felices, tener éxito y alcanzar
el bienestar, resulta muy importante que entendamos bien lo que significa cada uno de estos tres
términos, y evitemos crear confusiones entre los mismos.

Para empezar, el éxito consiste en alcanzar nuestros objetivos o metas. Es algo bastante tangible, y de
hecho se puede gestionar, medir e incluso estimar, si se utilizan los procedimientos y herramientas apropiados.
El bienestar tiene que ver con alcanzar un estado en el que nos sentimos bien, disfrutando de agradables
sensaciones, pensamientos y emociones, y libres de preocupaciones. Como su nombre indica, tiene que ver
con estar (bien). Y la buena noticia es que también se puede gestionar.

La felicidad es algo mucho más complejo y profundo. No es posible definirla. Solo se puede conocer a
través de nuestra experiencia directa. Con palabras, podemos llegar a elaborar una mera aproximación a dicha
experiencia, y hasta cierto punto podemos llegar a decir lo que no es la felicidad. Pero nunca lo que sí es.

La felicidad tiene que ver con el presente. Solo se puede experimentar ahora. Esto la hace distinta del
bienestar y el éxito, que tienen mucho más que ver con el futuro, ya que son estados que se pueden alcanzar

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más tarde. Sin embargo, la felicidad jamás se puede alcanzar, puesto que existe en el presente, y en la
dimensión del ahora todo está ahí… No hay nada que alcanzar…

La felicidad tiene que ver con una gran verdad: en el universo todo está unido a todo, y solo el ego nos
hace creer que existen separaciones (y crea un “yo” separado del resto para nosotros). La felicidad no se
puede poseer. Para poseer algo, hace falta un sujeto que posee y algo que es poseido, por lo cual hablamos
de separaciones (que no existen realmente). Solo el ego puede creer en las posesiones, y por tanto, la felicidad
no tiene nada que ver con tener. Solo tiene que ver con ser.

El arte de ser y estar

La felicidad es incondicional. No depende de ninguna condición para existir. Existe siempre, instante tras
instante, conectemos o no con ella. El éxito y el bienestar son estados alcanzables, y son condicionales. Pueden
existir ahora, pero si las condiciones cambian, pueden desaparecer.

Algunos errores típicos son los siguientes:

“Me siento feliz”. No es posible. La felicidad no se siente. Lo que sí se puede sentir es el bienestar derivado
de la felicidad.

“Cuando ocurra [X] seré feliz”. No es posible, ya que la felicidad es incondicional. Además tampoco es
alcanzable en el futuro: existe siempre, ahora.

“Mi felicidad”. Es contradictorio, ya que la felicidad no se puede poseer. Al decir “mi”, estamos creando un
sujeto que posee a un objeto llamado felicidad.

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“Me hace feliz”. La felicidad no tiene que ver con hacer, sino con ser. Nadie nos puede hacer felices, porque
la felicidad ya está en nosotros. Lo que sí es posible es que otra persona nos ayude a conectar con esa felicidad
pero, en todo caso, lo experimentamos nosotros.

Puesto que la felicidad no se puede definir, es facil encontrarse con muchas y muy diversas definiciones de lo
que cada persona entiende por felicidad. La mayoría de ellas confunden a la felicidad con el éxito o con el
bienestar, algo comprensible, ya que la felicidad no acepta definiciones, mientras que guarda un vínculo con los
otros dos. Una definición que encuentro aceptable sería: “La felicidad consiste en alcanzar tus éxitos
por la vía del bienestar y el disfrute”.

10. LA ÉTICA DE LA FELICIDAD


El concepto de felicidad sólo puede ser definido poniendo en relación al hombre con su existencia y, en
consecuencia, con las circunstancias que vive; con su mundo. A pesar de que el término puede recibir muchos
matices dependiendo de la época o de la corriente del pensamiento dentro de la que sea definido, se puede
afirmar que, a grandes rasgos, consiste en la satisfacción de uno mismo, en la plenitud de la propia vida. Así
entendida, la felicidad surge como un concepto completamente material y mundano, ligado a la vida ordinaria
y a sus vicisitudes.

Immanuel Kant matizó la esencia de la felicidad basándola en la razón: feliz es el que en virtud de su razón y
de su voluntad observa el mundo con satisfacción. De esta manera, la felicidad se aleja por completo de los
instintos y del placer inmediato del que hablaron los primeros griegos. Es más, para el pensador alemán la
felicidad es inalcanzable, al menos en este mundo. Es imposible que todas y cada una de las expectativas que
tiene un ser racional se hagan realidad. La misma filosofía crítica había demostrado ya que la realidad se
presenta ante el sujeto como la negación de su libertad y de sus deseos, por lo que entender la felicidad como
algo posible carecía por completo de sentido. Así pues, la felicidad es un ideal al que apunta el egoísmo de
todo ser humano.

Sin embargo, los utilitaristas ingleses, que se dedicaron a imaginar un mundo mejor, no tardaron en recuperar
las ideas de los pensadores ingleses clásicos, como Thomas Hobbes, quienes ya habían empezado a hablar
de la felicidad como el máximo placer o la ausencia de dolor para el mayor número posible de personas. Si la
felicidad era una empresa imposible para un individuo solo, sí que era posible para una sociedad organizada a
partir de unos principios utilitaristas.

El liberalismo moderno heredó en gran medida las conclusiones del pensamiento utilitarista en torno a la
felicidad. Una muestra de ello es el contenido de las constituciones de las principales naciones liberales
surgidas en el siglo XIX, como los Estados Unidos de América.

Sin embargo, mientras los liberalistas se centraban en el concepto de felicidad, la mayoría de los pensadores
posteriores a Kant insistieron en entender la felicidad como un estado que abotargaba la creatividad y la

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autenticidad de la existencia. Es decir: si no se hablaba de la felicidad o no se la consideraba esencial para
hablar del mundo o de la moral, sí que se hablaba del dolor o de la angustia para caracterizar la esencia de la
condición humana.

Así pues, la felicidad terminó quedando recluida dentro de unos presupuestos típicamente románticos que
entendían la inquietud y el desasosiego como la base tanto del pensamiento como del arte.

11. LA ETICA DEL DEBER


Las éticas del deber, o de la convicción, afirman que la conducta moral esta determina no por lo que hacemos
sino por la intención con que lo hacemos, independientemente de los resultados que obtengamos.

Las características del deber son:

- Sus normas establecen la forma general o intención con la que debemos actuar sea cual sea la
conducta concreta de que se trate: una conducta es buena si está realizada con determinada intención
independientemente de los resultados y, por tanto, si mi conducta me hace feliz o no.
Existen diferentes éticas basadas y elaboradas por distintos autores:

1. La ética del deber de Kant


Según Kant lo que hace buena una conducta no es la conducta misma sino la intención con la que la realizamos.
Para comprender con qué intención debemos actuar para que nuestra conducta sea moralmente buena
tenemos que distinguir 3 acciones:

- Contrarias al deber y, por tanto, inmorales.


- Conformes al deber pero realizadas por interés, miedo al castigo o inclinación, que carecen de valor
moral.
- Conformes al deber y realizadas por respeto al deber: solo estas son moralmente buenas.
Solo es moralmente aquella conducta que es conforme al deber (necesidad de una acción por respeto a la ley)
y que está hecha con la intención de respetar el deber independientemente de las consecuencias de la acción,
y por tanto, de si me proporciona algún beneficio o de si me hace feliz o no. Quien obra por deber reconoce
que se debe hacer algo o no hacerlo porque la ley moral lo exige y debe ser respetada aun contra mis intereses
e inclinaciones. Cumplir con el deber es un imperativo categórico:

- Obra siempre de tal manera que puedas desear que la norma de tu conducta se torne ley universal.
- Obra siempre de tal modo que utilices a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás,
siempre como un fin y nunca como un medio.
La ética kantiana es una ética autónoma, pues cada persona elige en cada caso aplicar el imperativo categórico.

2. Nietzsche y la transmutación de los valores


Nietzsche considera a dos tipos de personales con morales contrapuestas:

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- Los nobles o señores con su moral de señores: son las personas fuertes, superiores, distinguidas,
poderosas que no aceptan sujetarse a normas. Su moral es la moral de dominador, son personas
autónomas porque se dan a si mismas su propias normas de conducta, creando sus propios valores.
- Los esclavos con la moral de los esclavos: son las personas débiles, inferiores, plebeyas, vulgares,
cobarde, el rebaño, la masa. El esclavo ve con recelo las virtudes del poderoso y antepone las
cualidades del débil para hacer así más soportable su existencia frente al fuerte. Llama “malo” al
poderoso y “bueno” al bonachón y simplón.
Según Nietzsche, en la cultura occidental ha triunfado la moral del esclavo, debido al racionalismo de la filosofía
griega y luego al cristianismo. Frente a ello Nietzsche nos dice que ha llegado la hora de volver a colocar las
cosas en su lugar: sustituir lo pretendidamente bueno por lo que es realmente bueno. La humildad por el orgullo,
la piedad por la crueldad, la comodidad por el riesgo. A esto se le conoce como transmutación de los valores.

El superhombre es el nuevo ser humano que será capaz de llevar a cabo esa transmutación. El superhombre
conoce la voluntad del poder y el eterno retorno.

3. El formalismo ético existencial


Según Jean Paul Sartre, el ser humano es un ser libre, un proyecto abierto, cuya existencia está por hacer. Sin
valores ni ideas que resuelvan de antemano lo que hemos de hacer, condenado a ser libre, el ser humano
intenta construirse un proyecto individual. Justamente cuando elegimos que sean otros los que decidan por
nosotros actuamos de "mala fe" y estamos siendo inmorales. La mala fe consiste en el vano intento de eludir la
angustia de decidir por nosotros mismos. Lo contrario de la mala fe es la autenticidad, que consiste en asumir
la carga insoslayable de nuestra libertad, ese es el verdadero imperativo moral.

4. La ética comunicativa o del discurso


Formulada por Jürgen Habermas, el objeti es establecer las condiciones en las que una comunidad podría
alcanzar, a través del diálogo, un consenso universal sobre cuáles deber ser sus valores, normas y fines
morales.

Según Habermas las condiciones que deben cumplirse para alcanzar consensos que respondan
verdaderamente a los intereses de los interlocutores son:

- El diálogo debe ser público e inclusivo: no puede excluirse a nadie que pueda hacer una aportación
relevante.
- Igualdad en el ejercicio de las facultades de comunicación: a todos se les conceden las mismas
oportunidades para expresarse sobre la materia.
- Exclusión del engaño y la ilusión: los participantes deben creer lo que dicen.
- Ausencia de coacciones: la comunicación debe estar libre de restricciones.

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12. RELATIVISMO VS. FELICIDAD


1. El Relativismo

El concepto de relativismo se emplea en


la filosofía para nombrar a cierta manera de entender
la realidad y el conocimiento. De acuerdo al
relativismo, lo real no tiene una base
permanente, sino que se basa en los vínculos que
existen entre los fenómenos. Respecto
al conocimiento, el relativismo sostiene que no
alcanza lo absoluto: su objeto son las relaciones.

Relativismo Moral

Lo que llamamos relativismo moral es una teoría ética según la cual no existe ninguna forma universal de saber lo que
está bien y lo que no lo está. Eso significa que desde la perspectiva del relativismo moral existen diferentes sistemas
morales que son equivalentes, es decir, igual de válidos o no válidos.

Lo que llamamos relativismo moral es una teoría ética según la cual no existe ninguna forma universal de saber lo que
está bien y lo que no lo está. Eso significa que desde la perspectiva del relativismo moral existen diferentes sistemas
morales que son equivalentes, es decir, igual de válidos o no válidos.

No se puede juzgar un sistema moral partiendo de un punto de vista externo a este porque no existe una moral
universal (es decir, que sea válida independientemente de la situación, el lugar o el momento). “El hombre es la medida
de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, y de las que no son en cuanto que no son”.

A. Sofistas

Uno de los casos más conocidos de relativismo moral lo encontramos en los sofistas de la Antigua Grecia. Este grupo de
filósofos entendía que no se puede conocer ninguna verdad objetiva y que tampoco se puede hallar un código ético
universalmente válido.

Teniendo eso en cuenta, no sorprende que utilizasen su habilidad discursiva y facilidad de pensamiento para defender
unas u otras ideas dependiendo de quién les pagase. La filosofía era entendida pues como un juego de retórica, un
conjunto de estrategias para convencer a los demás.

Esta actitud y posición filosófica hicieron que los sofistas se ganasen el desprecio de grandes pensadores
como Sócrates o Platón, que consideraban que el relativismo de los sofistas era una especie de oficio mercenario de la
intelectualidad.

B. Friedrich Nietzsche

Nietzsche no se caracterizaba por defender el relativismo moral, pero sí que negó la existencia de un sistema moral
universal válido para todos.

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De hecho, señaló que el origen de la moral está en la religión, es decir, en una invención colectiva para imaginar algo que
está por encima de la naturaleza. Si se descarta que hay algo por encima del funcionamiento del cosmos, es decir, si
desaparece la fe, desaparece también la moral, porque no hay un vector que indique la dirección que deben tomar
nuestros actos.

2. Felicidad

El concepto de felicidad sólo puede ser definido poniendo en relación al hombre con su existencia y, en consecuencia,
con las circunstancias que vive; con su mundo. A pesar de que el término puede recibir muchos matices dependiendo de
la época o de la corriente del pensamiento dentro de la que sea definido, se puede afirmar que, a grandes rasgos, consiste
en la satisfacción de uno mismo, en la plenitud de la propia vida.

A. Tales de Mileto

De manera más específica, la idea de felicidad nació en Grecia, y los primeros grandes pensadores la definieron a partir
del placer ante la propia existencia. Así, Tales de Mileto afirmaba que era feliz el que tenía salud, fortuna y un alma bien
educada.

B. Platón

Sin embargo, a pesar de que muchos pensadores presocráticos insistieron en el hecho de que la felicidad dependía casi
exclusivamente del placer y del cuerpo, pronto vinieron otros filósofos, como Platón, a matizar el alcance de esta
caracterización. Si bien era cierto que el placer corporal producía una felicidad evidente, ésta era temporal. Por el
contrario, el placer que se derivaba del intelecto y de la contemplación del alma era más duradero y genuino.

C. Aristóteles

Sostenía que la felicidad era el resultado de cumplir el propio destino. Como cada ser tiene sus propias inclinaciones y le
corresponde una función y un puesto determinado en la existencia, sólo aquellos que cumplen con sus obligaciones
sienten la felicidad verdadera.

Sin embargo, con la llegada de la modernidad se empezó a hablar nuevamente de la felicidad como placer, aunque esta
vez integrándola dentro de la concepción comunitaria de la realidad. La felicidad estaba compuesta por un juego de
placeres que deben ser accesibles para el mayor número posible de personas.

D. Immanuel Kant

Matizó la esencia de la felicidad basándola en la razón: feliz es el que en virtud de su razón y de su voluntad observa el
mundo con satisfacción. De esta manera, la felicidad se aleja por completo de los instintos y del placer inmediato del que
hablaron los primeros griegos. Es más, para el pensador alemán la felicidad es inalcanzable, al menos en este mundo.
Es imposible que todas y cada una de las expectativas que tiene un ser racional se hagan realidad. La misma filosofía
crítica había demostrado ya que la realidad se presenta ante el sujeto como la negación de su libertad y de sus deseos,
por lo que entender la felicidad como algo posible carecía por completo de sentido. Así pues, la felicidad es un ideal al
que apunta el egoísmo de todo ser humano.

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Finalmente, al confrontar estos puntos, yo puedo pensar de la felicidad lo que me dé la gana. Todo es relativo, entonces
si, por ejemplo, se hace alusión a un disfrute de un bien que individualmente me da un cierto placer, de tipo sensible, pero
que con ello estoy afectando a los otros, entonces dentro de esta dimensión de la ética de la felicidad, la felicidad también
es algo que es social, es un bien que es para todos los seres humanos y es una oportunidad, como decía en la invitación,
para que nos demos nosotros esa ocasión de poder pensar a fondo la idea de la felicidad, y la vivamos. De eso se trata:
de tener una vida feliz.

Lo común es escuchar posiciones que son de tipo pesimista o que son relativistas, o que se centran exclusivamente en
el problema del deber y dejan de lado lo que es para uno, que es poner todas sus potencialidades de felicidad para llevar
una vida auténticamente feliz.

El conflicto entre el problema de la felicidad y la cultura en la obra de Kant. Ella nos da a entender entonces cuál es esa
oposición que se da allí entre lo que es la naturaleza y la razón y nos plantea una solución allí, que para ella es satisfactoria
especialmente referida al tema de la historia como un ideal imaginativo que permite, digamos, pensar la noción de felicidad
en Kant; aunque quedaría más como en un propósito de tipo histórico.

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13. ¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES “SER FELIZ”?


Somos felices cuando gozamos de la sensación de bienestar general como resultado de vivir momentos
placenteros relacionados con aspectos simples de la vida diaria.

Todos queremos ser felices, pero quizá no sabemos qué significa ser feliz. Pensamos que si logramos tener
mucho dinero, la admiración de la gente, vernos más jóvenes o tener una salud excelente, vamos a ser felices.
Pensamos que alcanzar grandes metas en cuanto a dinero, belleza, prestigio o poder nos harán vivir en una
felicidad plena todo el tiempo, y la frustración de no lograrlo nos deprime y angustia. Hacernos expectativas
muy grandes y muy difíciles de alcanzar es la fórmula para ser infelices, sentirnos frustrados y deprimirnos por
no lograr tales metas. La realidad es que, los que tienen eso y más, no necesariamente son felices por eso, y
entre ellos hay quienes no son felices. Tampoco la felicidad es la ausencia de problemas o dolor, pues siempre
tendremos problemas y dolor en esta vida. Si esperamos lograr así la felicidad, seremos infelices viviendo en
la amargura de no aceptar la realidad de la vida tal y como nos toca vivirla. Es infeliz quien no está satisfecho
con la vida que está a su alcance vivir en cada etapa de su existencia. Varios sicólogos, sociólogos y teólogos
respetables han hecho abundantes estudios y publicado innumerables obras que coinciden en que la gente es
feliz cuando logra estar satisfecha con su persona y su vida, tal cual es. De las publicaciones de tales
profesionales compartiré aquí algunas ideas en varias entregas semanales.

Sentirse satisfecho con lo que se es y se tiene, no es “conformismo” ni “falta de metas”. ¡No! Pero implica tener
metas “realmente posibles de alcanzar” que nos den logros y autoestima, y así sentirnos satisfechos y
realizados; incluso podremos manejar mejor los errores y fracasos que se presenten en el camino. También
implica no envidiar a quienes logran metas más altas (merecidas o no). La envidia y la felicidad son
incompatibles. Valoremos lo que somos, lo que hemos logrado y lo que podemos lograr. Una persona que sabe
ser feliz disfruta plenamente de su vida, de sus éxitos, de los momentos de alegría, bienestar o satisfacción,
por simples o pequeños que sean. Y cuando enfrenta problemas o vive situaciones negativas o dolorosas, las
sabe enfrentar de la mejor forma posible: con serenidad y confianza en Dios. Jesús dice que de nada sirve
angustiarnos, pues por mucho que nos angustiemos no podemos prolongar nuestra vida ni un poco. Que ya
nuestro Padre Celestial sabe lo que necesitamos (que no siempre es lo que queremos) y Él cuida de nosotros.
(Mateo 6. 25-34)

Somos felices cuando gozamos de la sensación de bienestar general como resultado de vivir momentos
placenteros relacionados con aspectos simples de la vida diaria, como estar con nuestra familia o con amigos
en una convivencia agradable; disfrutar una película, un buen libro, una comida, etc. Somos felices cuando nos
ilusiona y entusiasma el trabajo que nos toca hacer; cuando nos sentimos a gusto, con un sentimiento de
plenitud y paz interior, viviendo la satisfacción de ser quienes somos. Son momentos en los que no nos estamos
comparando con nadie ni pensando en lo que no tenemos, tuvimos o tendremos. Simplemente estamos
disfrutando del momento, con una sensación de bienestar y tranquilidad que nos llega desde adentro. Si nos

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sentimos bien con nosotros mismos y desarrollamos una actitud adecuada, podemos solucionar los problemas,
vivir los momentos dolorosos y seguir adelante. Felicidad es el sentimiento de plenitud que logramos cuando
estamos en armonía con nosotros mismos y no nos causa conflicto la relación entre lo que queremos y lo que
tenemos.

Pero, la felicidad más profunda, plena de sentido y significado, es la que surge de procurar el bien y la
felicidad de otras personas. Cuando dejamos de pensar en nosotros para pensar primero en los demás
(nuestra familia, algún necesitado, los pobres, etc.) Cuando compartimos algo de lo que tenemos, aunque
tengamos poco. Cuando actuamos así, no por buscar algún reconocimiento, sino por nuestra motivación
interna, alcanzamos el máximo grado de felicidad. Recordemos las palabras de Jesús: “Hay más felicidad en
dar que en recibir.” (Hechos 20.35).

14. ¿QUÉ DIJERON ALGUNOS SABIOS SOBRE LA


FELICIDAD?
Aristóteles
“La felicidad depende de nosotros mismos”. Aristóteles (384 a.C. - 322 a.C.)

Ser feliz significa autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano. Aristóteles, discípulo de Platón,
sostenía que todos los hombres perseguían la felicidad. Unos son felices ganando dinero; otros, recibiendo
honores, y otros viajando. Cada cual posee el secreto de su propia felicidad. Pero para eso hay que conocerse
bien a uno mismo, claro está, y saber qué se quiere.

Sócrates

“El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para
disfrutar de menos”. Sócrates (470 a. C. - 399 a. C)

Para el filósofo griego la felicidad no viene de recompensas externas o reconocimientos, sino del éxito interno.
Al reducir nuestras necesidades, podemos aprender a apreciar los placeres más simples.

Platón

Conocerse a uno mismo

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“El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, ya no de los demás, ha adoptado
el mejor plan para vivir feliz”. Platón (427 a.C. - 347 a. C.)

Según la Real Academia Española de la lengua, la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y
física”. Esta definición encajaría bastante con la versión de Platón, ya que para el filósofo griego, alumno de
Sócrates, radica en el crecimiento personal y es fruto de la satisfacción conseguida a través de pequeños logros.

Kant

“La felicidad; más que un deseo, alegría o elección, es un deber”. Immanuel Kant (1724-1804)

La felicidad es uno de tantos deberes del ser humano, un deber último y supremo que nos obliga a ser dignos
de merecerla. La felicidad en el mundo kantiano no depende del destino ni de los demás, sino de uno mismo,
de la persona, es decir, de su propio comportamiento y carácter.

Nietzsche

“Es el sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia ha sido superada”. Friedrich Nietzsche (1844-
1900)

Según el filósofo nihilista la felicidad es una especie de control que uno tiene sobre su entorno. El autor de 'El
Anticristo' cree que existe la llamada voluntad de poder, una fuerza que nos da la vida y que nos ata a ella y
que al mismo tiempo la convierte en atractiva, ya que es la que nos hace enfrentarnos a todas las adversidades.

Cuando experimentamos que la fuerza aumenta en nosotros y nos sentimos con mucha vitalidad, cuando
comprobamos que hemos superado aquello que nos oprimía, según Nietzsche, es cuando somos felices.

Bertrand Russell
“De todas las formas de precaución, la cautela en el amor es tal vez la más mortal de la verdadera felicidad”.
Bertrand Russell (1872 - 1970)

El autor de 'La conquista de la felicidad', ganador del Premio Nobel de Literatura y conocido por su influencia
en la filosofía analítica, concibe el amor como un instrumento para conseguir la felicidad. Para el filósofo
británico el amor ayuda a romper el ego y a superar la barrera de la vanidad que impiden ser felices.

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Epicuro
Es muy importante resaltar la idea que Epicuro tenía sobre la labor del filósofo cuando dice: “Vana es la palabra
del filósofo que no remedia ningún sufrimiento del ser humano. Porque así como no es útil la medicina si no
suprime las enfermedades del cuerpo, así tampoco la filosofía, si no suprime los sufrimientos del alma.”

El principal objetivo de la filosofía de Epicuro fue el de procurar la felicidad y evitar el sufrimiento; por esto,
epicureísmo empezó a ser sinónimo de lo placentero, pues el placer implícitamente es contrario a sufrir, a
padecer dolores y todo tipo de sufrimientos. Este filósofo escribiría:

“Necesario es, pues, meditar lo que procura la felicidad, si cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos
falta, todo lo hacemos por poseerla.”

“La felicidad y la dicha no la proporcionan ni la cantidad de riquezas ni la dignidad de nuestras ocupaciones ni


ciertos cargos y poderes, sino la ausencia de sufrimiento…”

Estoicos

Los estoicos enseñaban que la virtud es la única cosa buena en la vida y nos proporciona paz espiritual, buen
ánimo y felicidad.
La virtud es vivir conforme a la naturaleza. Conocer, aceptar conscientemente y vivir de acuerdo a este orden
cósmico nos hace virtuosos. Los moralistas estoicos más conocidos fueron Séneca, Epicteto y el emperador
Marco Aurelio.

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