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Antonella Picchio
Università degli Studi di Modena e Reggio Emilia
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All content following this page was uploaded by Antonella Picchio on 25 August 2017.
Antonella Picchio*
Introducción 1
Antes de nada, debo decir que lo que me llama más la atención como economista
feminista no es tanto el problema de dónde están ubicadas las mujeres en la jerarquía
académica, sino más bien su capacidad para modificar visiones y perspectivas teóricas y
para elaborar las herramientas apropiadas con las que abordar temas cruciales en el
mundo real en el que vivimos. Son cuestiones a menudo desechadas por los análisis
sociales que adoptan como punto de referencia un sujeto masculino (generalmente
blanco, europeo y de clase media) para definir lo que se considera «normal». El poder y
la autoridad necesarios para lograr establecer cambios en los enfoques analíticos
requieren valorar la experiencia y capacidades de las mujeres en diversos niveles, tanto
dentro como fuera del ámbito académico. La capacidad de contribuir a la elaboración de
perspectivas y herramientas cognitivas no está sujeta, en realidad, a que las mujeres
estén ubicadas en niveles jerárquicos superiores. Más bien depende de sus
oportunidades para identificar ciertas cuestiones fundamentales y abordarlas de forma
novedosa, y también de su capacidad para formular y utilizar los instrumentos analíticos
adecuados. La eficacia en lograr cambios depende de la capacidad para interpretar la
naturaleza y la dinámica de los procesos sociales y para reconocer los sujetos que en
ellos actúan. La identificación de los sujetos de cambio y de las nuevas perspectivas
generalmente no acontece dentro de las instituciones científicas. La comunicación entre
quienes están dentro y quienes están fuera de las instituciones académicas y de
investigación no se da automáticamente, sino mediante la perplejidad y la maravilla, que
revelan los vacíos cognitivos e inducen a plantear nuevos interrogantes y a hallar nuevas
explicaciones. Los cambios en el campo del conocimiento requieren modificaciones en
las relaciones de poder entre disciplinas, escuelas, investigado-res, cursos y jerarquías;
tales modificaciones afectan al poder y, muy especialmente, al concepto de autoridad,
de experto, indispensables para encontrar opciones convincentes a las normas
dominantes preestablecidas. Esta interacción social, relativa al sentido del conocimiento
a todos los niveles, es un proceso continuo aun cuando sus etapas no puedan ser
rastreadas paso por paso. Tiene repercusiones sobre las cuestiones planteadas y sobre la
evaluación de los resultados finales, no como un control ideológico de segundo rango,
sino como una búsqueda compartida de sentido, una búsqueda arraigada en la memoria,
las ideas y la imaginación y en la mayoría de las relaciones sociales de poder.
* Universidad de Módena y Reggio Emilia, picchio@unimore.it
1
Este texto forma parte de otro presentado a la conferencia de la Unión Europea. «Women in
Science: Mainstreaming Gender Equality in the European Research Área», celebrada en Roma, en
diciembre, 2003.
Investigación de género e investigación feminista
En lo que respecta a la investigación de las mujeres y/o la investigación sobre las
mujeres, soy de la opinión de que actualmente la distinción entre análisis feminista y
análisis «de género» se basa en una capacidad diferente para introducir nuevos enfoques
y plantear nuevos interrogantes. Esto no representa necesariamente un conflicto entre
las economistas feministas y las economistas que investigan sobre género, sino una
distinción en los campos de referencia, aun cuando en el proceso de «hacer
investigación» se pueda arribar a ciertas tensiones sobre maneras, lugares, sujetos y
fines de la investigación.
Algunos de los temas en los que se centra la economía feminista son, la
metodología (FERBER AND NELSON, 1993; VAN STAVEREN, 2001), el trabajo
total, remunerado y no remunerado (DALLA COSTA, 1973; CARRASCO, 1999;
FOLBRE, 1994; HIMMELWEIT, 2000, PICCHIO, 1992, 2003), desarrollo y
globalización (BOSERUP, 1970; BENERIA, 2003), o la política (ALBELDA AND
WlTHORN, 2002; ELSON AND CAGATAY, 2000).2 No existe un lenguaje analítico
común para analizar estas temáticas, pero sí hay una práctica compartida de valorar la
experiencia de las mujeres como sujetos de cambio. Su experiencia también se toma
como base para lograr desvelar algunos aspectos fundamentales del sistema económico,
habitualmente ocultos o marginados. La economía de género, en mi opinión,
generalmente afronta la difícil tarea de describir las desigualdades entre mujeres y
hombres dentro de un marco analítico preestablecido, sin cuestionar la forma en que
dicho marco teórico explica las desigualdades. Dibujar una línea divisoria entre el
análisis de género y el análisis feminista no es fácil ni automático. En la práctica,
depende de una política de conocimiento que no se puede especificar sobre líneas
puramente ideológicas y que implica una nueva forma de aproximarse a las causas, al
lenguaje analítico y a las cuestiones relacionadas con las vidas de mujeres y hombres.
El pensamiento y la acción política feministas han establecido un nuevo eje de
investigación robusto, centrado en el cuerpo, la mente, las relaciones y las
responsabilidades (BRAIDÓTTI, 1994; DALLA COSTA, 1972; PATEMAN, 1988). El
individuo posee un cuerpo, que es sexual y capaz de pasiones y autorreflexión. Todo
cuerpo está necesariamente en relación con otros cuerpos, y por lo tanto mentes, en un
contexto marcado por el espacio físico y por los recuerdos basados en experiencias
vitales, pensamientos y relaciones sociales; el tiempo es articulado por los ritmos
individuales y sociales de vida. Hombres y mujeres, en su propia y específica
experiencia de vida, no pueden sobrevivir si no están envueltos en una red de relaciones
sociales y utilizan cánones simbólicos y normas sociales que expresen el sentido y la
estructura de esas relaciones.
Mi tarea, como economista feminista, se desarrolla en el punto de unión entre las
vidas como proceso individual y social y las condiciones de trabajo en el proceso de
producción de mercancías, buscando identificar relaciones funcionales, tensiones
profundas y fuerzas dinámicas que relacionen la producción de mercancías para la
obtención de beneficios y la reproducción social de las personas. En esa tarea me baso,
por una parte, en la historia del pensamiento económico que permite recuperar visiones
y herramientas relativas a la complejidad de los sistemas económicos. Por Otra" parte,
2
El principal medio de difusión de la investigación llevada a cabo por la economía feminista es
la revista Feminist Economics publicada por Routledge para la International Association for Feminist
Economics) desde 1990.
reinterpreto esos útiles económicos a la luz de las nuevas reflexiones sobre lo individual
y sobre las relaciones del individuo con la sociedad, ayudada por la introducción de un
sujeto político-feminista.
Antes de presentar mi modesto intento de modificar el enfoque y los
instrumentos analíticos destinados a comprender el sistema económico, desearía hacer
unas pocas aclaraciones acerca de los lugares donde he hallado la capacidad de formular
el pensamiento económico y acerca de los sujetos que me han aportado herramientas en
favor de perspectivas y conceptos innovadores.
En el campo de la economía, las innovaciones sobre el enfoque provienen en su
mayoría de mujeres pertenecientes a instituciones no académicas o a instituciones
académicas vinculadas con movimientos feministas, organizaciones no gubernamentales
e instituciones internacionales. En mi caso, por ejemplo, el aliento para construir
espacios autónomos de pensamiento económico útil para la investigación académica ha
provenido de mi militancia en el movimiento feminista, de los encuentros con mujeres
que trabajaban en organizaciones no gubernamentales en torno al tema del desarrollo y
del proceso preparatorio de la Conferencia de la ONU sobre la Mujer, en Beijing.
4
Entiendo el término salario en un sentido amplio, que incluye todo ingreso proveniente de
empleo directamente intercambiado por una recompensa monetaria.
también del trabajo de cuidar los cuerpos, las emociones y las relaciones.5 Ese trabajo
también es invisible cuándo no es retribuido monetariamente.
Para proceder de manera más concisa, utilizaré dos figuras que me permitirán
demostrar el enfoque que utilizo para abarcar las relaciones sistémicas entre el proceso
de producción de mercancías para el mercado y el proceso de reproducción de la
población, en especial de la población trabajadora.6
La primera figura muestra una representación empírica del trabajo tota^, pagado
y no pagado, tomado de 14 países industrializados y basado en datos de encuestas sobre
el uso del tiempo realizadas por los institutos de estadística de cada país.
Figura 1. Trabajo (remunerado y no remunerado)
de mujeres y hombres
hombres Remunerado
No Remunerado
mujeres
Esta imagen del trabajo total, publicada en la portada del Informe sobre el
Desarrollo Humano, editado por el PNUD en 1995, me permite enfatizar que: 1) la
cantidad del trabajo de reproducción social no remunerado (doméstico y de cuidados a
otros) es superior a! total del trabajo remunerado de hombres y mujeres, 2) la
distribución por género del trabajo (pagado y no pagado) presenta disparidades muy
marcadas, comunes a todos los países.
En tanto que el segundo resultarlo era el esperado según la experiencia común,
la relación entre trabajo no pagado y trabajo remunerado —mayor que uno— es
sorprendente y muestra una faceta del sistema económico que cuantitativamente es muy
relevante, aunque habitualmente sea ignorada o considerada marginal.
La mayor conciencia de la magnitud del trabajo de reproducción ha llevado a
investigar las relaciones que vinculan estos tipos diferentes de trabajo. Tal cosa puede
hacerse comparando el trabajo pagado y no pagado de hombres y mujeres por separado,
como habitualmente se hace en las políticas de igualdad de oportunidades de género. En
esta perspectiva, teniendo como objetivo la igualdad, uno trata de modificar
precisamente la pendiente de la diagonal, procurando que las mujeres realicen más
trabajo remunerado y los hombres más trabajo no remunerado. En cambio, en mi
opinión, la forma más fértil de leer estos datos es comparando el total del trabajo no
remunerado de las mujeres con el agregado del trabajo remunerado de los hombres. De
esa manera es posible descubrir el papel de soporte que juega el trabajo doméstico y de
5
La distinción entre trabajo doméstico y atención es puramente convencional y estadística,
dado que uno cuida también de sí mismo al lavar (cuerpos y cosas) y al cocinar.
6
He utilizado estas figuras en diversos trabajos, a los que sugiero remitirse en caso de buscar un
tratamiento con mayor profundidad, en especial: Picchio, 2000, 2003.
cuidados realizado por las mujeres, manteniendo a los hombres dentro del mercado de
trabajo. Esa función precisa de un volumen considerable de trabajo necesario para poner
a los hombres en condiciones de trabajar y de afrontar las horas, la intensidad, las
ansiedades y la tensión física del trabajo remunerado. Desde esta perspectiva, se ve con
claridad que la mujer que aporta el trabajo de reproducción no estará en condiciones, a
su vez, de afrontar las condiciones del mercado normal de trabajo, primero porque ella
soporta una carga mayor de trabajo total y, segundo, porque no recibe bastante trabajo
doméstico, ni cuidados. En este sentido, para ser efectivas, las políticas de igualdad de
oportunidades habrían de promover un cambio en las relaciones y en las reglas
fundamentales que estructuran el mercado de trabajo, en términos de hora-ríos, lugares,
salarios, estrés y seguridad: lo que significa un cambio en la propia estructura del
sistema capitalista.
También queda claro que la reconciliación entre los niveles de vida y las
condiciones del trabajo remunerado no es un problema de las mujeres, sino un problema
del sistema productivo que viene marcado por una profunda tensión entre el proceso de
producción de mercancías para el beneficio y el proceso de reproducción social de la
población trabajadora para ganarse la vida. No sólo tenemos que hacer frente a los
problemas de reconciliar los tiempos de las mujeres, sino también al problema más
amplio y profundo de mostrar la necesidad de una inseguridad endémica en el acceso a
los medios de subsistencia mediante el trabajo asalariado, como elemento indispensable
para gestionar el mercado de trabajo.
Ya a fines del siglo XVII Petty percibió esta necesidad como clave para el
control del trabajo asalariado, y esto fue reafirmado por Smith y Ricardo aun antes de
que Marx lo enfatizase. El salario fue visto por estos autores como el coste normal de la
reproducción social de la población trabajadora (generalmente indicado en alimentos) y
el beneficio fue definido como el excedente entre la producción y el consumo necesario
para la producción de mercancías (es decir, .capital) constituido en primera instancia por
la subsistencia de los trabajadores. En este marco analítico, la tensión estructural
principal es claramente identificada en el conflicto entre el beneficio y los niveles de
vida de la población trabajadora. La ambivalencia de la categoría de salarios, que
implica tanto ingreso como coste, medios de producción y medios de subsistencia,
complica substancialmente la teoría de precios relativos y de distribución de la renta.
Esta ambivalencia se localiza, por tanto, en el núcleo teórico fundamental, incidiendo
sobre sus métodos y categorías (PICCHIO, 2002, 2004). Si algo es seguro, es que no se
puede considerar un tema de mujeres meramente marginal.
La segunda figura me permite visualizar el proceso de la reproducción social del
trabajo y su vínculo funcional con el proceso de producción de mercaderías. Esta figura
ilustra el ciclo de la producción y distribución de la renta, como un flujo circular que
reproduce las condiciones de la producción de mercaderías para el mercado y las
condiciones de la reproducción de la población trabajadora para el mercado de trabajo.
Al considerar este flujo del ingreso respecto a los procesos analizados por los libros de
texto (producción, distribución e intercambio de mercancías), se ha incorporado otro
proceso, el de la reproducción social de los y las trabajadoras. La complejidad y
densidad de este proceso tradicionalmente ha llevado a los economistas a eludir su
investigación, no sólo delegando el necesario y detallado análisis a otras disciplinas
(historia, antropología, sociología) sino también eliminando el proceso desde la
perspectiva del sistema económico. De tal manera, algunos aspectos esenciales del
mercado de trabajo, y por lo tanto del sistema capitalista sustentado en el mercado, se
han perdido de vista.
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