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PRIMERO

CONSIDERACIONES GENERALES A LAS SOLICITUDES EFECTUADAS


POR EL MINISTERIO PÚBLICO Y LOS DECRETOS DE INCAUTACIÓN
ACORDADOS POR EL TRIBUNAL OCTAVO DE CONTROL

SEGUNDO
DE LA EXIGENCIA DEL
FUMUS BONI IURIS Y EL PERICULUM IN MORA

El decreto de toda medida cautelar, de conformidad con las normas adjetivas en


este caso de naturaleza penal, exige la concurrencia de condiciones o
presupuestos referenciados al fumus boni iuris y al periculum in mora. Con estos
presupuestos se quiere aludir a la apariencia o presunción de fundadas razones
que evidencian la existencia de un derecho que deberá ser reconocido en la
decisión definitiva y a la constatación de una real posibilidad de perjuicio
jurídico por retardo inherente al procedimiento, lo que justifica que de alguna
manera se anticipe los efectos de la resolución que se producirá en la decisión
futura. En el proceso penal, estos presupuestos se traducen en cuanto fumus boni
iuris, en el fomus delicti, esto es, la demostración de la existencia de un hecho
concreto con importancia penal, efectivamente realizado, atribuible al imputado,
con la inequívoca formación de un juicio de valor por parte del Juez, el cual debe
haber llegado a la conclusión de que los imputados, son responsables
penalmente por ese hecho o pesan sobre ellos fuertes elementos razonables que,
como lo ha señalado el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, en cita de
Casal, se basan en “…hechos o informaciones adecuadas para convencer a un
observador objetivo de que la persona de que se trata ha cometido una infracción…” En
cuanto al hecho, debe estar perfectamente precisado, concreto y previo –no
futuro- debe llenar las exigencias típicas previstas en la ley para su
perfeccionamiento, debiendo quedar acreditada la materialidad de su
realización o su aspecto objetivo, lo que supone también la referencia a su
carácter dañoso, y la persistencia de la posibilidad de persecución por parte del
Estado. Por ello si el hecho no es típico, por faltar alguno de los elementos que la
ley precisa al descubrirlo, o si se encuentra cubierto, en forma evidente, por una
causa de justificación que le quita su apariencia de delito, o si la acción para la
persecución se encuentra prescrita, no cabe la posibilidad de dictar medida.

TERCERO
DE LA PROPORCIONALIDAD DE LAS MEDIDAS DE INCAUTACIÓN

El delito de acaparamiento y su procedimiento sancionatorio especialísimo,


contenidos en el artículo 54 de la novísima Ley de Precios Justos, comprende la
positivación de un tipo penal sancionatorio complejo (por la pluralidad de
supuestos de hecho tipificados), que responde a la actividad administrativa a
través del órgano de SUNDEE, del ius puniendi del Estado, como parte del poder
superior de sancionar la violación o incumplimiento de reglas específicas y
de hacer ejecutables las competencias de índole administrativo, que le han sido
conferidas a las figuras subjetivas del Estado, para garantizar un objeto de
utilidad general constituido por la actividad económica de la Nación.

Ahora bien, la posibilidad de aplicar los efectos lesivos de un ilícito penal


contenido en la novísima ley de precios justos, es una actividad que se encuentra
sometida tanto a límites formales, como a límites sustanciales dentro de los
cuales se encuentra el principio de proporcionalidad, sobre el cual Domínguez
A. (Constitución y Derecho Sancionador Administrativo, 1997, Editorial Marcial
Pons. Pág. 292), ha señalado, que proviene del valor superior de justicia según el
cual, la lesión del bien jurídico o desvalor de resultado tipificado en la norma
sancionatoria, no debe conllevar una coacción desproporcionada. De este modo,
el citado principio constituye un límite de adecuación sobre los verdaderos
alcances y finalidades de las sanciones, que implica la afectación patrimonial, la
cual no debe ser distorsionada respecto del bien que sirve de medida para
castigar una determinada conducta. De este modo, el principio de
proporcionalidad, encuentra su soporte axiológico en el acomodamiento que
debe darse entre la sanción y su finalidad, es decir, es una garantía de equilibrio
frente al exceso de punición que se produce cuando la pena no se ajusta a la
télesis represiva que la sustenta.

Por lo que un juicio de proporcionalidad, permite evaluar el ajuste entre los


medios empleados y los fines perseguidos y ello, para el supuesto de sanciones
como las incautaciones preventivas, conlleva a que en ningún caso se produzca
una afectación de tal entidad, que implique la pérdida total del patrimonio o
parte sustancial del mismo, pues en tal circunstancia, se presentaría una
inequidad manifiesta, que es proscrita por el Texto Fundamental, en el artículo
116 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el cual dispone
un marco conforme al cual, salvo los casos permitidos por el propio Texto
Fundamental y excepcionalmente, las materias relacionadas a los delitos contra
el patrimonio público y el tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y
estupefacientes, no es posible decretar ni ejecutar la confiscatio, toda vez que esta
medida, ha estado -salvo las excepciones constitucionalmente admitidas-
excluida de las instituciones del ordenamiento jurídico venezolano, desde los
propios tiempos independentistas, en razón del carácter excesivamente dañoso
que presenta en el patrimonio del sujeto a quien le es aplicada.

Tal castigo, sobre la cual Voltaire expresó, que “en todos los casos, no es otra
cosa que una rapiña...,” es una sanción que de acuerdo a Dromi (Derecho
Administrativo. 1996. Editorial Ciudad Argentina. Pág. 620), procede a través de
vías penales, civiles, administrativas y fiscales e implica, un desapoderamiento
de parte esencial de los bienes de la persona, que por tanto, excede un porcentaje
razonable de punición, constituyéndose en una sanción desproporcionada que
resulta violatoria del derecho de propiedad.

En el mismo sentido, Marienhoff M. (Tratado de derecho Administrativo. 1965.


Editorial Abeledo Perrot. Tomo IV. Pág. 499), recoge esta noción según la cual,
las confiscaciones pueden derivar de actos expresos de naturaleza civil,
administrativa, fiscal o penal y de igual forma, sostiene que se trata del
apoderamiento de todos los bienes de una persona, o al menos de la mayoría
de estos, por lo que resultará confiscatoria…, aquel pago cuyo monto absorba
todo o gran parte del capital de quien resulte obligado.

Así, la prohibición de la actividad confiscatoria, no es una protección


constitucional sobre los bienes específicos de los administrados, sino una
garantía del grado de afectación sobre sus derechos reales, por lo que reviste un
límite dogmático al quantum, que permite valorar la legitimidad del tipo de
penas patrimoniales. De este modo, la norma adjetiva penal limitó al jurisdicente
en la aplicación y extensión de las medidas y sanciones de carácter patrimonial,
demandándole la verificación previa del cumplimiento de requisitos para su
procedencia, dentro de los cuales debe buscar prudentemente la adecuación
entre la conducta típica y la incautación a ser aplicada, de acuerdo a lo cual, no
se debe exceder de manera indudable, el grado de restricciones necesarias para
lograr la preservación de los intereses generales.

Se observa claramente, que la juridicidad de una sanción no deriva sólo de su


consagración legal, sino de su adecuación a determinados límites y requisitos
sustanciales, que para el supuesto de las incautaciones patrimoniales bajo
análisis, pueden ubicarse en la limitante de los bienes activos y pasivos usados
en la comisión del delito y no como ocurre en el presente caso, en el que se
evidencia el desapoderamiento total e irrestricto de los bienes de los presuntos
imputados.

El procedimiento establecido en el artículo 54 de La Ley de Precios Justos, que


contempla el delito de acaparamiento, trata en sí, de una regla de moderación
que tiende a ubicar una pena comedida al infractor, como es no permitir que el
mismo se beneficie económicamente de la conducta ilícita, salvaguardan-dando
al mismo tiempo el interés general; siendo que en el presente caso se extendió
mucho más allá que el desapoderamiento de los instrumentos y materiales
utilizados para cometer la infracción de acaparamiento, ocurriendo un efecto
confiscatorio de todos los bienes pertenecientes a los presuntos responsables, y
algunos bienes de sus familiares y clientes.

Sobre la base de lo expuesto, considera esta defensa, que es de principio que la


medida de incautación preventiva debe alcanzar racionalmente el patrimonio
del imputado evitando que obtenga un beneficio por la comisión de un ilícito,
sin embargo, afectar la totalidad de los bienes, impidiendo el desarrollo de la
legítima actividad comercial, constituirá una flagrante violación de los derechos
constitucionales a la libertad económica, que lleva implícita la seguridad y
libertad de empresarial, el derecho de libertad y la prohibición de la confiscatio.
Por lo que el tipo sancionatorio que contempla el procedimiento de incautación
preventiva, no debe convertirse en una desproporcional e irracional acción
confiscatoria, sino que debe circunscribir su ámbito de aplicación a los bienes
activos y pasivos usados en la comisión del presunto delito, delimitando en
tiempo y espacio, atendiendo al ámbito de validez espacial y temporal de la
norma, así como a las circunstancias de modo tiempo y lugar en las que
ocurrieron los hechos, respetado la observancia de los requisitos esenciales para
su procedencia.

Es así, como las sanciones solo deben aplicarse a los bienes afectados activa o
pasivamente por el hecho ilícito, respetando los límites temporales en la
aplicación de la ley; siendo que, en el caso de marras, se evidencia que fueron
afectados por la medida de incautación preventiva, bienes adquiridos desde la
década de los 90, del siglo pasado, es decir, desde antes del nacimiento de las
leyes que pretenden ser aplicadas; y que adicionalmente dichos bienes, no
guardan relación con los hechos investigados, fueron confiscados hasta los
bienes que actualmente estaban adquiriendo las empresas, y miembros de la
familia a través de créditos personales y bancarios. Así tenemos los galpones
afectados por créditos hipotecarios al Banco Sofitasa, cauchos que no han sido
cancelados, el vehículo de la ciudadana Cristal Daniela D´Aveta, que apenas dio
una cuota para que se lo vendiera y sin embargo fue retenido, una finca de uno
de los Tíos del imputados, el ganado, hasta cinco (05) frascos de herbicidas, los
refrigeradores para guardar leche fueron incautados, y en definitiva un gran
número de bienes que no tienen nada que ver con el delito de acaparamiento
investigado; lo que lleva a concluir a esta defensa que las medidas de
incautación preventiva solicitada por la Representación Fiscal y acordadas por
este Tribunal, exceden abiertamente la proporcionalidad legal permitida tanto
en el artículo 54 de la Ley de Precios Justos, que rige por ser la materia especial
que tipifica el acaparamiento; y de igual manera excede en la mixtura de
procedimientos que aplicó el Tribunal, es decir, el previsto en el artículo 55 de la
Ley Contra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, cuyo
procedimiento e incompatible con el procedimiento establecido en la primera
ley, es decir, la de precios justos, en razón de la materia que regula. Ya que
excedió su extensión y el ámbito de aplicación, sin observar los requisitos y
marcos legales exigidos por el legislador en las diferentes leyes penales.
… Así mismo, con dichas medidas el Tribunal impide el normal
desenvolvimiento de las empresas Trasporte Nino, Carrocerías Nino, entre otras.
Por lo que, en este contexto, con dichas medidas, esta defensa técnica considera
vulnerado los siguientes derechos y garantías constitucionales:

“Artículo 112. Todas las personas pueden dedicarse libremente a la


actividad económica de su preferencia, sin más limitaciones que las
previstas en esta Constitución y las que establezcan las leyes, por razones
de desarrollo humano, seguridad, sanidad, protección del ambiente u
otras de interés social. El Estado promoverá la iniciativa privada,
garantizando la creación y justa distribución de la riqueza, así como la
producción de bienes y servicios que satisfagan las necesidades de la
población, la libertad de trabajo, empresa, comercio, industria, sin
perjuicio de su facultad para dictar medidas para planificar, racionalizar
y regular la economía e impulsar el desarrollo integral del país.”

Artículo 115. Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene


derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad
estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que
establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general. Sólo
por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y
pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la
expropiación de cualquier clase de bienes.

Artículo 116. No se decretarán ni ejecutarán confiscaciones de bienes


sino en los casos permitidos por esta Constitución. Por vía de excepción
podrán ser objeto de confiscación, mediante sentencia firme, los bienes de
personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, responsables de
delitos cometidos contra el patrimonio público, los bienes de quienes se
hayan enriquecido ilícitamente al amparo del Poder Público y los bienes
provenientes de las actividades comerciales, financieras o cualesquiera
otras vinculadas al tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y
estupefacientes

Del análisis de las disposiciones transcritas se desprende, que el Constituyente,


en el contexto del principio de libertad que informa como valor fundamental al
ordenamiento jurídico venezolano, desarrolló el derecho a la libertad económica
y empresarial, el derecho a la propiedad y la protección constitucional de la
misma, lo que a juicio de Santamaría Pastor, constituye una situación de poder,
que vista desde la perspectiva positiva, faculta a los sujetos de derecho a realizar
cualquier actividad económica, mientras que se cumpla con las condiciones
legalmente establecidas para su desarrollo y del mismo modo, siempre que ésta
no esté expresamente prohibida.

Con ello, siendo que la lectura del ordenamiento jurídico debe hacerse a través
del prisma de la Constitución, adaptando la interpretación a su contexto y
correlativamente, apartando al operador jurídico de toda construcción lógica
cuyo resultado se aparte o contraríe los valores constitucionales, pues siempre,
debe prevalecer el sentido más favorable a la efectividad del Texto Fundamental,
no resulta admisible el valimiento de que, a través de una inspección rutinaria
adelantada con base a la Ley de Precios justos, pero a espaldas del organismo
administrativo especializado (SUNDEE) quien posee atribuciones especiales y
especificas conforme a esa novísima Ley; La Fiscalía del Ministerio Público haya
solicitado la incautación de los bienes pertenecientes a 07 empresas propiedad
del ciudadano Juan D´Aveta Chacón, mas los bienes personales de los
miembros de la familia D´Aveta, provocando una total vulneración de los
referidos derechos y garantías constitucionales en perjuicio de mi defendido y de
sus familiares.

Por razón y efecto de este vicio de nulidad absoluta que afecta el proceso penal,
consistente en la OMISIÓN DEL CUMPLIMIENTO DE LOS REQUISITOS DE
PROCEDENCIA, para fundar los decretos de medidas de incautación
preventiva de los bienes retenidos; requeridos por el artículo 55 de la Ley Contra
la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, el artículo 4
numeral 9 de la misma Ley, por cuanto es el fundamento legal y jurídico
imputado durante el curso de la Audiencia de Presentación, Calificación de
Flagrancia e Imposición de Medida contra mi defendido, y el artículo 54 de la
Ley Orgánica de Precios Justos; es por lo que tanto dichos decretos de
incautación preventiva de bienes muebles e inmuebles, así como todos los
demás actos procesales, actas y autos que emanen o dependan de aquellos son
nulos absolutamente, y por ende a tenor de lo establecido en el Artículo 174 del
Código Orgánico Procesal Penal impide que el mismo tenga eficacia jurídica
alguna por cuanto no cumplen con los requisitos esenciales para su procedencia,
y por aplicación de lo establecido en los artículos 174, 175, 179 y 180 ejusdem,
con especial fundamento en los artículo 49, 112, 115 y 116 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, por quebrantarse la Garantía
Constitucional Procesal del Debido Proceso, el Derecho a la Libertad de
Empresa, el Derecho a la Propiedad y la Prohibición de la Confiscatio, al
inobservarse las formalidad esencial establecida en la Ley de Precios Justos y en
la Ley de Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, para la
procedencia del Decreto de Incautación Preventiva de bienes muebles e
inmuebles, respetuosamente solicito se declare la Nulidad Absoluta de tales
decretos que rielan a los folios ___ Pieza ___ Folio ___ Pieza Folio ___ Pieza de
fecha, y todas las demás actas, autos y actos procesales y jurisdiccionales
dictados consecutivamente, y pido respetuosamente ASÍ SE DECLARE.

JURISPRUDENCIA DE LA SALA CONSTITUCIONAL SOBRE LOS


ELEMENTOS ACTIVOS Y PASIVOS DEL DELITO

Sala Constitucional sostuvo, en la sentencia N° 1631, dictada el 30 de agosto de 2001 (caso: María
Nascimiento Dias Silva), lo siguiente:

“2. Las medidas cautelares civiles, por su naturaleza patrimonial, resultan, en general, ineficaces
para prevenir el riesgo de inejecutabilidad del fallo penal, razón por la cual el legislador dispuso
medidas preventivas -como la privativa de libertad y las sustitutivas de ésta- las cuales, al menos
en teoría, resultan más idóneas para asegurar la ejecución de la sentencia. En otros términos, el
proceso penal contiene sus propias medidas preventivas, suficientes para garantizar la eficacia de sus
providencias. En virtud de lo anterior, la medida preventiva señalada como acto lesivo resulta por su
naturaleza, en principio, extraña al proceso penal.

En efecto, las medidas de naturaleza patrimonial, admisibles para asegurar las resultas del fallo
penal, son las que recaen sobre los efectos (activos y pasivos) del delito; ellas están vinculadas, en
primer término, a la investigación del hecho punible y la participación personal en la comisión del
mismo; en segundo lugar, dichas medidas pueden constituir, en definitiva, parte de la sanción penal,
según se prevé en el artículo 33 del Código Penal…

MAGISTRADA PONENTE: CARMEN ZULETA DE MERCHÁN


Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 16 días del mes de junio de dos mil seis
Exp. 02-0868

Ahora bien, esta Sala hace notar que, conforme al extinto Código de Enjuiciamiento Criminal, así
como en el vigente Código Orgánico Procesal Penal, el aseguramiento de los objetos pasivos del
delito, corresponde no sólo a los investigadores, sino a los jueces que conocen de la causa (vid.
Sentencia N° 2674, del 17 de diciembre de 2001, caso: Inversiones Callia, C.A.). Este aseguramiento
permitía al Juez de Primera Instancia en lo Penal, durante la vigencia del Código de Enjuiciamiento
Criminal, decretar la medida de prohibición de enajenar y gravar sobre un bien inmueble, siempre y
cuando el mismo tuviese relación con el asunto que se conoce en el proceso penal, es decir, que
atienda al aseguramiento de los objetos activos y pasivos del delito, como lo señalaba el artículo
71 del Código de Enjuiciamiento Criminal, vinculadas principalmente a la investigación del ilícito
penal y a la participación o autoría en la comisión del mismo, o como parte de la sanción penal, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 33 del Código Penal.
Entrado en vigencia el Código Orgánico Procesal Penal, esa facultad de decretar la medida de
prohibición de enajenar y gravar se mantuvo, como lo ha señalado esta Sala (en la sentencia N° 333,
del 14 de marzo de 2001, caso: Claudia Ramírez Trejo), entre otras, cuando se trate de igual manera
de aseguramiento de los objetos activos y pasivos del delito que se investiga, facultad que se
reforzó en la última reforma de ese Código Penal Adjetivo, al introducirse el artículo 551 que
establece:
“Las disposiciones del Código de Procedimiento Civil relativas a la aplicación de las medidas
preventivas relacionadas con el aseguramiento de bienes muebles e inmuebles, serán aplicables en
materia procesal penal.”

Igualmente, esta Sala asentó, en la sentencia N° 296, del 3 de mayo de 2000 (caso: Argentina Victoria
Domínguez), en torno a la posibilidad de dictar una medida de prohibición de enajenar y gravar,
durante la vigencia del Código de Enjuiciamiento Criminal, lo siguiente:
“En el proceso penal regido por el Código de Enjuiciamiento Criminal se hace necesario determinar
cuáles medidas de los jueces penales podían afectar el derecho de propiedad, sobre todo porque son
muchos los recursos (rectius: acción) de amparo que conoce esta Sala, que giran alrededor de esa
temática. De allí; que sea necesario analizar cuales bienes podía aprehender el juez penal, y que
medidas podía dictar sobre ellos.
Conforme al principio de obtención coactiva de los medios de prueba, en el proceso penal podían
ocuparse o incautarse (asegurarse) los siguientes bienes muebles:
a) Aquellos que eran objetos activos y pasivos de la perpetración del delito que fueran a ser
sometidos a reconocimientos, experticias, fotografías y otras probanzas.
b) Los bienes que conformaban el cuerpo del delito, con los cuales se cumplía un doble propósito, el
de ser recuperados y, además, el de servir de elementos probatorios. Este era el caso, por ejemplo,
del dinero falso que se incautaba en los delitos de falsificación de moneda.
c) Los bienes sujetos a decomiso, los cuales –pudiendo ser a su vez el cuerpo del delito- serían
destruidos, o desposeídos definitivamente con relación a sus poseedores, (comisos previstos, por
ejemplo, en el artículo 104 de la Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público, o en la Ley
Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas).
d) Los bienes que eran parte integrante de la perpetración del delito y que se aseguraban para que
el mismo no continuase extendiendo sus efectos.

Con respecto a los inmuebles, la situación era semejante, ya que ellos podían ser sometidos a
exámenes periciales, reconocimientos policiales o judiciales; o ser objeto de medidas de
aseguramiento, o de limitaciones a la propiedad, como sería la prohibición de innovar su estado
físico. Durante la vigencia del Código de Enjuiciamiento Criminal las diversas posibilidades señaladas,
formaban parte del aseguramiento de los objetos activos y pasivos de la perpetración, el cual ocurría
en la etapa sumaria del proceso penal. Este aseguramiento tenía fundamento constitucional cuando
lo practicaba la autoridad policial, en base al ordinal 1º del artículo 60 de la Constitución de la
República de Venezuela de 1961 y era concretado por dicha autoridad fundado en el artículo 75-C del
Código de Enjuiciamiento Criminal; pero debía ser objeto de medidas definitivas de acuerdo a la
disposición transitoria sexta de dicha Constitución.
Así como el juez confirmaba de manera expresa o tácita las ocupaciones o incautaciones realizadas
por la policía, ya que si no quedaban desprovistos de todo efecto (ordinal 1º del artículo 60
señalado), asimismo podía él ordenarlas, fundado en el artículo 71 del Código de Enjuiciamiento
Criminal que le daba el poder de asegurar objetos, y aunque no lo decía expresamente, hasta
inmuebles, si ellos se encontraban en los supuestos antes descritos.
La posibilidad de aplicar las medidas preventivas innominadas del artículo 588 del Código de
Procedimiento Civil, incluso fue utilizada por los jueces penales como parte del aseguramiento. Pero
este último, no es una figura amorfa, sino un género conformado por varias especies, por lo que al
decretarse el aseguramiento hay que decir expresamente de que se trata para que pueda lograr su
finalidad.
En la fase sumaria existían dos posibilidades con estos aseguramientos de muebles e inmuebles, que
dependían del objeto de la medida:
1) Antes que se dictara auto de detención, mientras se desarrollaba la investigación, el juez podía
ocupar muebles para extraer de ellos pruebas, o para recuperarlos y entregarlos a su legítimo dueño,
lo que permitía sobre bienes muebles e inmuebles medidas de diversa índole, entre ellos la
prohibición de enajenar y gravar a fin de recuperar los bienes objeto del delito.
Pero excepto las ocupaciones con fines probatorios, el resto de los aseguramientos no podían ser
indefinidos, mientras durare el sumario, ya que si no se estaría privando o disminuyendo al
propietario en su derecho de propiedad. Esto se haría extensible a medidas de otro tipo sobre los
bienes.
La situación de esos bienes venía a ser igual que la de aquellos con que se cometen infracciones
tributarias, los cuales pueden ser ocupados por la administración tributaria, pero dentro de los cinco
días siguientes a su incautación serán puestos a disposición del tribunal competente para que los
devuelva o que sobre ellos se dicte una medida cautelar (artículo 112 numeral 7 del Código Orgánico
Tributario).
No podía ser otra la situación en el proceso penal regido por el Código de Enjuiciamiento Criminal, ya
que en el sumario el artículo 12 de dicho Código prevenía tercerías sobre los bienes aprehendidos, es
decir ocupados o incautados siempre que no fueran cuerpo del delito, pero no contemplaba
oposiciones o tercerías contra las prohibiciones de enajenar y gravar o contra otras medidas
innominadas; mientras que el artículo 143 eiusdem prohibía las tercerías, para la devolución de los
efectos que constituyeran el cuerpo del delito, cualquiera fuere su clase y la persona que los reclame;
por lo que contra muchas de esas medidas la oposición se hacía nugatoria para los perjudicados.
Sobre muchos de los bienes muebles incautados, en pleno sumario el juez podía devolverlos a sus
dueños, si no los consideraba indispensables para la prosecución, y siempre que hubieren sido
objetos de medios de prueba que recogieran su aporte probatorio; mientras otros quedaban en
depósito hasta que el juez competente, que era el del plenario, resolviera otra cosa, lo que era lógico
que ocurriese vencido el término probatorio de la fase plenaria del proceso penal.
Tal posibilidad, prevista en el artículo 117 del derogado Código de Enjuiciamiento Criminal, excluía a
los inmuebles de tal régimen probatorio, lo que hacía que éstos no pudieran ser despojados
indefinidamente a sus propietarios, ni que fueren objeto de medidas innominadas que disminuyeron
el derecho de propiedad, una vez practicada las pruebas.
La situación con respecto a estas medidas que afectan a la propiedad, tenía que ser igual cuando se
incoare una acción civil conjuntamente con la penal contra una persona, y a los fines cautelares para
obtener la restitución, la reparación del daño causado o la indemnización de perjuicios, si obtuviese
una indefinida medida sobre bienes del acusado, al dejarse abierta la averiguación, o continuar sin
plazo alguno la inquisición sumarial.
Se trata de un claro principio, que aparece recogido en la Ley sobre Derecho de Autor en su artículo
112. En esta materia se pueden obtener medidas preventivas antes del juicio, pero el mismo hay que
incoarlo en el plazo establecido en la ley, bajo pena de que queden suspendidas.
2) El régimen de aprehensión de bienes se expande cuando existe un auto de detención decretado,
ya que no solo hay delito, sino imputados, y en casos como este el juez podía impedir la extensión
del delito, aprehendiendo inmuebles y muebles, o evitando que los inmuebles fueran enajenados, si
con ello se cometiera o se siguiera cometiendo el delito. Pero al terminar el proceso penal contra el
reo, se levantaría la medida.
Como se desprende de lo dicho, el juez que decretó la medida de aseguramiento sobre los inmuebles
se extralimitó al mantener indefinidamente sus efectos, sin calificar los bienes objeto de la dación en
pago como incursos en una de las cuatro posibilidades que se analizaron en este capítulo, ni ser la
orden impugnada el objeto de una medida preventiva innominada ligada a la acción civil,
infringiendo así el derecho de propiedad del accionante, y así se declara.”

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