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La Gestalt propiamente dicha, surge de las teorías visuales y auditivas (Siglo XX)
en una época en que los sentimientos, las emociones y cualquier otro contenido que
procediera del interior de la persona y que expresara su personalidad más profunda, no
eran tomados en cuenta. Básicamente sus principios psicológicos partían de estímulos
externos. Los psicólogos de la Gestalt experimentaban con figuras externas, en especial
las visuales y las auditivas, y no se preocupaban de las figuras que se producen dentro del
organismo y que son también auténticas Gestalts. Concibiendo las particularidades del
ser humano y establecido la teoría Gestáltica, a partir de ella nacieron distintas técnicas
terapéuticas entre las que destacan: Asuntos pendientes, silla vacía (del diálogo),
transformación de preguntas en afirmaciones, etc. Todas ellas y demás siguen el principio
elemental del aquí y el ahora, centrándose en el presente de las personas (clientes) para
así aliviar los malestares y abriendo la conciencia misma de que la solución está allí.
Mediante la práctica de estas técnicas terapéuticas no solo podemos aliviar un problema
sino que podemos mejorar la calidad de vida misma de las personas de forma cotidiana.
En el presente análisis se mostrará 3 artículos en los que se experimentó la Gestalt, en
donde se relacionará cada uno de ellos para llegar a una conclusión final acerca del
impacto de esta terapia.
Pilar Román, una terapeuta Gestalt, nos muestra la importancia del crecimiento
personal y la relación con la salud a través de este enfoque. La autora concluye que cuando
hablamos de crecimiento personal estamos hablando también de nutrición psicológica,
de desarrollo evolutivo de nuestra personalidad, que se constituye de todo lo aprendido y
asimilado. Es a través de la experiencia como incorporamos este “alimento psicológico”,
y lo hacemos en relación con las novedades que encontramos en el entorno que nos rodea,
con el “otro”. No podemos separarnos del entorno si queremos explicar cómo crecemos,
ya que en un proceso sano, nuestro crecimiento psicológico sigue el mismo metabolismo
mental que fisiológico: salimos al encuentro del otro y nos nutrimos con la experiencia
del encuentro, pudiendo discriminar en una sucesión entrelazadas de “aquís y ahoras”.
Sólo cuando nos obligamos a obtener partes de lo social que no van con nuestros deseos,
tal vez porque asimilamos conceptos acerca de nosotros mismos, que nos incapacitan, nos
intoxican o simplemente no se corresponden con nuestras verdaderas potencialidades,
nos sentimos insatisfechos, algo falla, y no acertamos a saber que es, algo se ha quedado
atascado en el pasado que nos dificulta el momento presente. Cuando no tenemos
oportunidad de digerir estos contenidos porque no forman parte tan siguiera de nuestra
conciencia, son vividos y reconocidos por una sensación de malestar, de bloqueo, de
vacío, de ansiedad, de angustia, de falta de vitalidad. Crecer, psicológicamente, implica
saber lo que se quiere y esto implica darse cuenta de lo que uno siente o podría estar
necesitando: que afectos tiene para compartir o de qué quiere apropiarse del entorno. Una
relación sana con nuestro entorno pasa por darnos cuenta de nuestras necesidades y de
cómo nos relacionamos con el mundo para satisfacerlas, crecemos cuando nos permitimos
ser espontáneos y arriesgarnos en el encuentro con el otro nutriéndonos con la novedad
que hay en él o rechazando lo que no es nutritivo, y no incorporando partes enteras del
otro en sustitución de nuestras carencia o vacíos.
Referencias de artículos:
https://gestaltnet.net/documentos/art%C3%ADculo-sobre-terapia-gestalt-
crecimiento-personal-y-salud
http://www.gestalt-terapia.es/el-sufrimiento-de-la-enfermedad-cronica-invisible-
y-como-afecta-a-la-relacion-de-pareja-perspectiva-de-campo-desde-la-terapia-
gestalt/