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TEMA 14

EL HOMBRE CAIDO

El hombre caído: "El hombre se encuentra dividido en sí mismo. Por esto toda la vida humana, sea
individual que colectiva, presenta las características de una lucha dramática entre el bien y el mal, entre la luz y
las tinieblas" (GS 13). A la luz de la salvación que nos viene ofrecida en Cristo la Escritura y al enseñanza de la
Iglesia nos hacen ver el sentido profundo de esta experiencia: el hombre ha buscado conseguir desde el inicio de
la historia su fin fuera de Dios, y por eso, cada hombre que viene al mundo se encuentra bajo la esclavitud del
pecado (aunque en un sentido análogo respecto al pecado personal) y tiene necesidad de la redención de Cristo.

EL HOMBRE CAIDO.

No se trata primariamente de averiguar lo que pasó y cómo al comienzo de los tiempos, sino de entender lo
que para nosotros significa, en nuestra relación con Dios y con los demás, esta situación o condición de pecadores
que compartimos con los hombres de todos los tiempos y lugares.

1. Algunos aspectos de la noción bíblica de <<pecado>> en el AT.

El pecado, en primer lugar supone una previa relación de amistad entre Dios y el hombre; no puede
reducirse al incumplimiento de las leyes impuestas por un Creador que simplemente sea tal. Hay mucho más; sólo
desde la amistad que Dios ofrece al hombre, desde la "elevación" del hombre tiene sentido, bíblica y teológicamente,
hablar del pecado. Por ello se ha de tomar como punto de referencia la situación original de oferta de la gracia por
parte de Dios, la teología del "paraíso".

Es claro que ante todo debemos tener presente lo que se nos dice respecto de este problema en Gen 2-3.
Haciendo mención que la Escritura ni se mete ni nos dice nada relacionado a los problemas en torno al
monogenismo y pologenismo. Aquí se trata de saber que se trató, como en todo pecado, de una desobediencia a
Dios, de querer absolutizar la autonomía moral del hombre y querer ponerse en el lugar de Dios.

Las consecuencias de este pecado nos son conocidas. La paz con Dios se ha roto y con ello el hombre
queda en una situación de desgracia de la que por sí mismo no puede salir. Las consecuencias del pecado no son
exteriores al mismo; están intrínsecamente relacionadas con él. De ahí que el primer pecado no sea un hecho aislado
y sin consecuencias, sino que crea una situación objetiva que por parte del hombre es irreparable.

A partir del primer pecado, se puede decir que inicia una historia que en cierto punto está marcada por el
pecado. Con la pérdida por parte del hombre del estado de amistad con Dios y felicidad, comienza la historia del
pecado y de muerte. A tal grado que el pecado va dominando en la historia, hasta llegar a ser generalizado en el
mundo (Gn 6,5). Sin embargo queda siempre <un pequeño resto>, a partir del cual puede volver a empezbjunio 29,
20184`
na por consiguiente sobre los hombres porque éstos pecan personalmente, pero este pecado personal es la
manifestación del poder del pecado que desde el principio, <por un solo hombre> entró en el mundo y aún hoy sigue
presente.

El paralelo Adán-Cristo:

+ Adán, como primer hombre es figura del que había de venir, del que lleva a la humanidad a su destino
definitivo. En efecto, la gracia de Dios es más fuerte que el pecado; así la gracia, por obra de Jesús, abundará sobre
los hombres <mucho más> que la muerte que sobre todos reina por el delito de Adán.

+ La gracia de Jesús, a partir de los muchos delitos que sin duda manifiestan la fuerza del pecado que ha
entrado en el mundo, termina en la justificación.

+ La justicia de Dios está ahora a disposición de quienes quieren recibirla, sin duda por la fe en Jesús. La
gracia que Jesús ofrece está a disposición de todos porque todos pueden acercarse a ella, pero no hay un
<automatismo> de la salvación, como tampoco la extensión del pecado que a todos se realiza sin la ratificación
personal de cada uno. Tanto en el caso del pecado como en el de la gracia el hombre se inserta en un dinamismo
anterior a él, que tiene su origen respectivamente en Adán o en Cristo.
1
1
+ v. 19 <Por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores> . Se trata de un
estado objetivo, previo a la decisión de cada uno, pero que invariablemente los hombres ratificamos con nuestra
decisión personal. Por el contrario, por la obediencia de uno solo, de Jesús, todos serán constituidos justos;
naturalmente aquellos que <aceptan> la justicia2.

+ Por lo tanto, si bien es verdad que los hombres vienen a un mundo marcado por el pecado y sus
consecuencias, vienen también a un mundo en el que está presente la gracia de Cristo que, según dice Pablo con
absoluta claridad (aunque por desgracia ello no se haya tenido en cuenta), es más poderosa que el pecado3.

3. El <pecado original> en la historia.

a).- No parece que hayan tenido mucho interés los Padres apostólicos y apologetas en relacionar la actual
situación del hombre con el pecado de Adán y Eva; no se encuentran en ellos más que unas pocas alusiones al
pecado original.

b).- Melitón de Sardes4.

Es importante la descripción que hace de la <herencia> que Adán ha dejado a sus hijos, la situación de
esclavitud espiritual: No pureza sino impureza, no incorrupción sino corrupción, no honor sino deshonor, no libertad
sino servidumbre, no realeza sino tiranía, no vida sino muerte, no salvación sino perdición.

La muerte es consecuencia de este pecado que a todos se extiende. Adán nos ha dejado por consiguiente
una herencia, la fuerza del pecado, que nos tiraniza; como consecuencia de ella todos cometemos pecados
personales5.

c) Ireneo de Lyon.

1
Hay opiniones variadas sobre el alcance de esta
afirmación. La mayoría se inclina a considerarla en
continuidad con el v. 12 y en el sentido de éste: todos los
hombres, sometidos al poder del pecado y de la muerte por la
desobediencia de Adán, han sido por ello mismo pecadores.
2
La intención fundamental de Pablo en este pasaje es la de
explicar la obra de la salvación llevada a cabo en Cristo; y
más en concreto hacer ver cómo la obediencia y la justificación
de uno puede ser fuente de vida para todos. Para ilustrar este
hecho se acude al ejemplo de Adán, ampliamente conocido por sus
contemporáneos judíos.
3
No se puede hablar por lo tanto del pecado como si la
redención de Cristo no existiese; también ésta es determinante
de la existencia del hombre en todos los momentos de su vida.
4
Ha despertado gran interés lo que sobre este punto del
pecado original dice la homilía sobre la Pascua de Melitón de
Sardes, escrita en el año 180.
5
Es innegable la cercanía de Melitón al pensamiento
bíblico, aunque hay que notar que no cita como apoyo de su
tesis Rom 5,12ss.
1
Para Ireneo la doctrina del pecado tiene sentido en función de la redención, y si ésta se ha dado para la
humanidad en su conjunto lo mismo se debe de afirmar acerca del pecado. Nuestro es el pecado de Adán, como
nuestra es la obediencia de Jesús6.

Es de capital importancia para Ireneo que el Dios a quien Jesús obedece, y con él nosotros, sea el mismo
contra el que el primer hombre ha pecado7.

Existe en el mundo una pecaminosidad universal, de la que nadie se ve libre; pero ésta no pertenece a la
constitución del hombre en cuanto tal, sino que proviene del hecho histórico. Existe una unidad de todos con Adán,
base de la solidaridad en el pecado, pero a la vez condición de posibilidad de que Cristo nos redima y nos salve, pues
en él obedece la misma masa, el mismo <plasma> que pecó. una vez más vemos que no podemos independizar la
doctrina del pecado original de la redención de todos por Cristo.

d) Tertuliano.

En Tertuliano aparece el problema del pecado original ya ligado al bautismo de los niños. Se afirma que
toda alma es impura mientras está adherida a Adán y no se adhiere a Cristo. El no bautismo lleva además la imagen
del hombre terreno.

e) San Cipriano.

El habla expresamente del <pecado ajeno> que se perdona a los niños, ya que por haber nacido
carnalmente ha contraído el contagio de la antigua muerte.

f) San Agustín.

Los diferentes elementos que antes de San Agustín se encontraban dispersos en la tradición han sido
reunidos por él en un todo sistemático: unidad del género humano, que tiene a Adán por cabeza, y unidad por
consiguiente en el pecado de Adán que es el de todos. De ahí procede el alejamiento de Dios y la situación de pecado
de toda la humanidad mientras no se incorpore a Cristo. Esta situación que hemos recibido de Adán tiene en la
concupiscencia su expresión visible.

Es un mérito indudable de san Agustín el haber puesto de relieve la vinculación entre universalidad del
pecado y redención de Cristo. Ya que todos los hombres están necesitados de esta última, se impone la afirmación de
la universalidad del pecado, que afecta incluso a los niños. Considerada su obra con el trasfondo de la controversia
pelagiana se ve cómo Agustín ha sabido defender la necesidad de la gracia, que es lo mismo que la significación y la
necesidad de Cristo para la salvación del hombre8.

6
El paralelo paulino se mantiene en todo su vigor.
7
En esta correspondencia pecado-redención se pone de
relieve, frente a los marcionitas, la unicidad de Dios y
consiguientemente la unidad de la historia. Jesús pudo
reconciliarnos a todos porque tomó nuestra carne, la que había
pecado en Adán.

8
No tienen el mismo valor algunas de sus concepciones más
concretas sobre la concupiscencia, la transmisión del pecado
original, la condenación de los niños muertos sin bautismo,
etc. La teología posterior va a modificar algunos de estos
puntos agustinianos; con todo no se puede dudar de que el
influjo de san Agustín ha sido en este punto, como en otros,
determinante en toda la evolución del pensamiento occidental.
1
g) San Anselmo.

Para él el pecado es una ofensa contra el honor de Dios. Adán, al pecar, se hizo reo de este delito. Esto
como es evidente, le afecta en primer lugar a él personalmente; pero además, en cuanto es cabeza de la humanidad y
dado que de él teníamos que nacer todos, este pecado es de todos. Todos pecamos cuando pecó él porque de él
debíamos de recibir el ser. De él recibimos la naturaleza tal como él la ha tenido, es decir, con la carencia de la
justicia original debida9. El hombre viene al mundo en un estado distinto al que hubiera debido venir, un estado peor,
con imposibilidad total de volver por sus fuerzas a la situación que debiera hallarse; para ello es necesaria la
redención de Cristo.

h). Lutero.

Preocupación fundamental en Lutero es expresar en términos <existenciales> la doctrina del pecado


original, reducida por la escolástica a la noción abstracta de <privación de la justicia original>.

El pecado original es el pecado por antonomasia, es un pecado de la naturaleza, que conlleva la pérdida de
todas las fuerzas y facultades del hombre. Este <pecado> es originariamente una culpa personal de Adán; pero se
convierte en pecado propio de cada uno porque el pecado original se identifica con la concupiscencia: esta es la
inclinación al mal y la imposibilidad total de hacer el bien, y en concreto de amar a Dios; por ello es el pecado
radical del hombre. Este pecado original tiene como consecuencia la corrupción total de la naturaleza10.

Lutero no quiere contemplar al hombre en sí mismo, sino su referencia a Dios. El hombre, corrompido por
el pecado, no se ve libre de la concupiscencia ni por el bautismo ni por la fe; de ahí que sea <a la vez justo y
pecador>. Los pecados no se le tienen en cuenta en virtud de los méritos de Cristo y la misericordia de Dios, pero él,
aunque se haya convertido, sigue siendo pecador11.

i). El Concilio de Trento12.

+ El proemio:

Expone brevemente las razones del decreto: los nuevos problemas que se han planteado a propósito de este
tema del pecado original, pero también los antiguos que se han vuelto a agitar; es claro que se alude primordialmente
a Lutero y sus seguidores, pero posiblemente también a algunos católicos, en concreto Erasmo, al que se acusa de
haber vuelto al antiguo error pelagiano de la trasmisión del pecado por imitación. En concreto se acusaba a Erasmo
de afirmar que en Rom 5, 12 no se hablaba de pecado original.

9
Con ello se aparta de la teoría que ve en la
concupiscencia la esencia del pecado original.
10
Lutero no puede entender la doctrina escolástica en
virtud de la cual la naturaleza, si bien seriamente afectada,
no ha quedado corrompida por el pecado; la naturaleza está
corrompida porque busca en sí misma su apoyo y su fundamento y
no en Dios.
11
Aquí, tanto en Lutero como en Calvino, acentúan más la
corrupción de la naturaleza que el pecado de Adán que da origen
a la misma. Pero, aun con estas diferencias, la afirmación del
pecado original es un punto que los reformadores tienen en
común con la doctrina católica.
12
Se ocupó del tema del pecado original en su sesión V; el
decreto correspondiente está fechado el 17 de junio de 1546 y
consta de un proemio y seis canones (cfr. DS 1510-1516).
1
N.B.: Los cinco primeros cánones tratan directamente del tema del pecado original, el sexto hace una
salvedad respecto a la Virgen María, a la que no quiere aplicarse nada de lo que en el decreto se dice sobre todos los
demás hombres.

+ Primer canon.

Se refiere directamente sólo a Adán, primer hombre (se subraya lo de "primer hombre". Trento presupone
en todos estos cánones que Adán es una persona individual y que de él descendemos todos; se mueve en las
categorías monogenistas del momento, que nadie discutía. Por esta razón se considera generalmente que estas
cuestiones no entran en la materia que el concilio quiso directamente responder). No hay duda de que quiere también
afirmar los efectos que en Adán ha producido el pecado: privación de la justicia original, hallarse bajo la ira de Dios,
deterioro del cuerpo y el alma (aunque no corrupción intrínseca de la naturaleza) respecto al estado anterior13.

Los Padres de Trento quieren salvaguardar la relativa integridad de la «naturaleza» humana después del
pecado; naturaleza que no es ahora la condición original, sino un concepto abstracto que correspondería al hombre
por su condición de criatura racional.

Si bien este primer canon se refiere a Adán, no hay duda de que se quiere afirmar que los efectos que en el
primer padre ha producido el pecado se extienden también a todos los hombres.

+ Segundo canon.

Los efectos del pecado de Adán se trasmiten a su descendencia; estos efectos son, en concreto, la pérdida
de la santidad y justicia originales, y la transmisión no sólo de la muerte y demás penas corporales sino del pecado
<que es la muerte del alma>14.

El canon supone que Adán es una persona individual y que todos los hombres descendemos él.

+ Tercer canon.

El tercer canon tiene en su primera parte una afirmación central: la absoluta necesidad de Cristo para la
salvación, y en concreto para la remisión del pecado original; hacia ella apuntan los textos bíblicos que se citan en
apoyo de las afirmaciones conciliares. Ni las fuerzas de la naturaleza humana ni ningún otro remedio bastan para
ello. Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres que nos reconcilia con Dios en su sangre. Sobre este
pecado se hacen tres afirmaciones:
* Es uno en su origen15.
* Se transmite por propagación, no por imitación16.

13
Es difícil dar la misma importancia a todos estos efectos
negativos; mientras unos se refieren a la relación de amistad
del hombre con Dios y a su ruptura, otros afectan sólo a
aspectos de la psicología humana.
14
La base bíblica de todas estas afirmaciones es para el
Concilio Rom 5,12
15
No se afirma sólo que es uno el pecado que todos tenemos
como propio y que recibimos por generación, sino que fue uno el
pecado que dio origen a esta situación (el pecado de Adán). El
pecado pues, de que aquí se habla es el <pecado original
originado>, es decir, la consecuencia en el hombre del pecado
de origen.
16
Es decir, que existe en todos los hombres por el hecho de
nacer, y por tanto no se incurre en él por el <mal ejemplo>. No
se trata de afirmar que es la generación como tal la que
1
17
* En todos está como propio .

En la segunda parte se afirma que el mérito de Cristo se aplica a los hombres, adultos y pequeños por el
sacramento del bautismo.

El canon termina con una fundamentación bíblica de las afirmaciones precedentes: Hechos 4,12; Juan 1,29;
Gál 3,27.

+ Cuarto canon.

Trata principalmente del fundamento y de la justificación de la praxis eclesial del bautismo de los niños. Se
condena a quien niega que los niños hayan de ser bautizados, aunque sean hijos de padres bautizados (un tema
tocado en el concilio de Cartago y que preocupó también a San Agustín). También se condena a quien dice que los
niños son bautizados para la remisión de los pecados, «pero que no han contraído nada del pecado original de Adán
que sea necesario expiar para conseguir la vida eterna, de donde se deduce que la fórmula del bautismo para la
remisión de los pecados en ellos no es verdadera sino falsa». El fundamento escriturístico es Rom 5, 12. Como
ulterior fundamento de la necesidad de la regeneración para todos se cita Jn 3,5: «el que no renazca del agua y del
Espíritu Santo no puede entrar en el reino de Dios». El canon afirma entonces que los niños han contraído por
descender de Adán algo del pecado original que ha de ser expiado; por lo tanto también para ellos el bautismo es
<para remisión de los pecados>.

+ Quinto canon.

Es el que más directamente se opone a las doctrinas de los reformadores, de Lutero en concreto. Afirma en
primer lugar que la gracia que se confiere en el bautismo perdona el «reato» del pecado original; esto quiere decir
ante todo que elimina cuanto es propia y verdaderamente pecado, y que éste es arrancado no sólo no imputado o
eliminado sólo en lo exterior, quedando intacta la raíz. Como consecuencia de ello se señala que Dios nada odia en
los renacidos, de modo que a éstos, hechos hijos de Dios, nada les impide la entrada en el cielo.

La segunda parte del canon afirma la permanencia de la concupiscencia en los bautizados; se trata ante todo
de una constatación elemental.

4. Reflexión sistemática: "El pecado original ruptura de la amistad original con Dios y privación
consiguiente de gracia para los hombres"18.

a) Introducción:

Afortunadamente la teología en estos últimos años ha hecho un gran esfuerzo de presentación y


reformulación de las doctrinas tradicionales acerca del <pecado original>.

transmite el pecado; simplemente ocurre así porque éste es el


modo como el hombre llega al mundo.
17
Parece que con ello se contradice la teoría de Pigges,
según la cual todos somos pecadores y morimos por la culpa de
Adán, pero ésta nos es imputada de modo extrínseco, sin que
nuestro ser quede afectado. Se trataría sólo de sufrir las
consecuencias de una culpa ajena que nada tiene que ver con
nosotros. De ahí el implícito reconocimiento del carácter
analógico de la noción de pecado cuando se aplica al <pecado
original>. No se indica el <cómo> de la presencia en cada uno
de este pecado como propio.
18
Ladaria, L.F. Teología del pecado original y de la
gracia. BAC, Madrid, 1993, pp. 106 ss.
1
Uno de los puntos que ha dificultado la comprensión del problema del <pecado original>, o, formulado
más en general, de la solidaridad de los hombres en el mal y en el pecado, ha sido considerarlo casi exclusivamente
en conexión con el bautismo de los niños. Se ha visto en ellos el ejemplo puro del hombre que tiene el pecado
original, precisamente porque aquí no cabe ninguna culpa personal y voluntaria. Con ello se separan el pecado
original y el resto de los pecados; el primero se considera como la imputación, dificil de explicar, del pecado de
Adán a todos los hombres, los segundos son el resultado de la opción libre de cada hombre, sin que se vea siempre
su conexión con la fuerza de pecado que actúa en el mundo.

No hay que olvidar además que muchas de las representaciones tradicionales del pecado original son
debidas a contingencias históricas más que a exigencias intrínsecas a la verdad que se quiere expresar.

b). La unidad de todos los hombres en Cristo.

La teología actual insiste en la doctrina neotestamentaria de la creación en Cristo 19. Esto afecta
naturalmente de modo especial al hombre. La solidaridad en Cristo cabeza es por tanto lógicamente anterior a otro
vínculo interhumano. Es difícil pensar, si todo ha sido creado en Cristo y hacia Cristo, en algún aspecto del amor de
Dios, de su gracia, que no esté mediado por él, aun antes de su encarnación.

La gracia que desde el primer instante recibe el hombre es gracia de Cristo. Así que el pecado no es sólo la
transgresión de una ley del Creador, sino que es, además, la respuesta negativa al amor de Dios que nos entrega a su
Hijo y nos llama a la filiación en él y con él. Ya en el primer momento Dios ha hecho algo más que crear al hombre:
lo ha colocado en el paraíso y le ha dado toda suerte de bienes; está claro por tanto que el pecado es un rechazo del
amor de Dios.

La significación universal de Jesús no se reduce a su función de redentor del pecado. Todos los hombres
estamos llamados a reproducir su imagen y a formar parte de la Iglesia que es su cuerpo. Sabemos además, que en
virtud de su vocación a ser imagen de Cristo el hombre es un ser <sobrecreatural>; por ello no es suficiente decir que
tiene necesidad de Cristo para ir a Dios y salvarse, sino que sin Jesús el hombre que conocemos no sería tal: pensar
al hombre prescindiendo de Cristo <cabeza> es siempre insuficiente20.
19
Uno de los problemas que plantea la teología del pecado
original de hasta hace relativamente poco tiempo es que esta
doctrina se supone <anterior> a la cristología y soteriología.
En efecto, al aceptarse comúnmente la opinión de santo Tomás
sobre los motivos de la encarnación, resulta lógico que el
pecado se convierta en el centro o mejor la razón de ser de
toda la economía de salvación. El resultado de tales
planteamientos es que se tiene una noción clara del pecado y
del pecado original con independencia de Jesús y del amor de
Dios que en él se manifiesta. La significación universal
empieza en su obra redentora, pero la gracia que el primer
hombre había rechazado nada tenía que ver con él. Jesús no es
entonces la medida del hombre; era un mero reparador del pecado
de Adán, aunque su redención nos llevara a bienes más altos que
los del principio. El fundamento último de la solidaridad entre
los hombres está en Adán como primer padre. Cristo es relevante
para todos sólo si todos están afectados por el pecado de
origen. En esta lógica la solidaridad en Adán es anterior a la
que se da en Jesucristo.
20
Cuando se habla acerca de lo <sobrenatural>, es decir,
cuando se toca el tema de lo <sobrenatural> en la teología
dogmática, se ve que la gratitud del don de Dios no se refiere
en primer lugar a la indignidad del hombre como pecador, sino,
más radicalmente, a su condición de criatura. Esta no puede
1

En la figura de Jesús no pueden separarse los dos aspectos de redentor y cabeza; los dos se presentan y se
nos dan indisolublemente unidos. Pero pueden en cierta manera distinguirse, aunque se haya de tener siempre en
cuenta su íntima vinculación recíproca: Cristo puede ser redentor de todos, y a la vez no se puede pensar en su
función de recapitulación si no la vemos realizada en la victoria sobre el pecado del hombre.

c). La división interna, fruto del pecado.

El pecado se apoya en la finitud y la contingencia del hombre, éstas son las condiciones de posibilidad de
que pueda cometerse, pero no puede identificarse con ellas; significa una opción libre de oposición a Dios en
nosotros o en quienes nos han precedido.

El hecho de que las fuentes bíblicas califiquen como <pecado> la razón de división interna y del mal que se
experimenta en cada ser humano quiere decir que no se atribuye a Dios la existencia de la misma. Existe además en
la Sagrada Escritura el convencimiento de que Dios quiere el bien del hombre y no el mal21.

d). El ser humano y la <mediación>.

En la dispersión en que los hombres se hallan en cuanto se encuentran alejados de Cristo hay una suerte de
solidaridad negativa, en la que se da un elemento previo a la opción personal de cada uno. Esto es lo que constituye
el punto neurálgico y más difícil de la doctrina del pecado original.

Para tratar de descubrir el <nexus mysteriorum>, se ha tomado como punto de partida la unidad y la
solidaridad de los hombres en Cristo como el destino querido por Dios para todos. Esta respuesta positiva de unos y
de otros es mediación de gracia para los hombres; esta mediación de gracia es conocida ya en el AT (Comenzando
por Gn 12,3), y llega en Jesús a su culmen. Pero esta mediación de Jesús, única desde todos los puntos de vista, no
elimina sino que suscita mediaciones humanas de distinto género subordinadas a la suya de la que en cierto modo
son participación. (Cfr.LG 62)22.

Se puede afirmar pues, que al ser imagen de Jesús, los hombres participan de diverso grado y de modos
distintos de su condición de mediador, son cooperadores para el bien de los demás. Al ser humano pertenece por lo
tanto el ser mediador de gracia para los demás. El pecado no es sólo entonces un alejamiento personal de Dios, sino
también una ruptura de la mediación de gracia para los demás. Ambos aspectos están indisolublemente unidos.

llegar a Dios sin una <nueva> iniciativa divina. Esta


iniciativa se da en Jesús, y por ello se define al hombre como
aquel ser llamado a la filiación divina en Cristo.
21
Los primeros capítulos del Génesis son, en el sentido
original de la palabra, una <teodicea> o justificación de Dios,
es decir, el reconocimiento de que él no es el causante directo
de la situación insatisfactoria en que los hombres nos
encontramos. En otros términos: si ante la experiencia del
pecado y del poder del mal el hombre tiene dos alternativas, a
saber, o culpar a Dios o culparse a sí mismo, la respuesta de
los autores sagrados es clara : la culpa es del hombre.
22
LG 62: "Ninguna creatura se puede comparar con el Verbo
encarnado y redentor; pero así como el sacerdocio de cristo es
participado en varias maneras... y así como la bondad de Dios
se difunde realmente de formas distintas en las creaturas, así
también la única mediación del redentor no excluye, sino que
suscita en las criaturas una diversa cooperación que participa
de la única fuente".
1
La solidaridad entre los hombres y la libertad en la opción concreta de cada uno no son incompatibles entre
sí. Existe entre todos los hombres y sus libertades respectivas una interrelación; para bien y para mal nada de lo que
los hombres hacemos es indiferente para los demás.

e) El <pecado original> privación de la mediación de la gracia.

Aquí como punto central se trata de precisar cuál es el influjo del <pecado original> en los hombres. Y
como punto de partida está el tratar de entender el pecado original <originado> (es decir, el estado de pecado en que
se encuentra todo hombre venido al mundo y que es previo a su decisión personal). A partir de esta privación de la
gracia querida por Dios como consecuencia de la ruptura de la mediación de amor que de hecho se ha producido en
la historia.

Todos los hombres nos hallamos en esta situación, fruto de las decisiones libres de los demás, en la cual la
comunicación de Cristo y de su Espíritu no se realiza en la forma originariamente querida por Dios. Así, el
<pecado> es la situación contraria a la gracia de Dios y a la paz de su presencia. Este estado de enemistad con Dios
incapacita al hombre para su realización personal en el amor con Dios y a los hombres; es fuente de nuevos pecados
en los que la <fuerza del pecado> se manifiesta.

Como se puede ver, tal condición no es extrínseca al hombre; le afecta profundamente porque el misterio
de la mediación del bien y del mal es el misterio de su propio ser de hombre. Por tanto se puede afirmar que todo
hombre que viene al mundo y en él vive se encuentra con una privación de mediación de gracia que le hace
<pecador> en solidaridad con todos los demás hombres; lo incapacita radicalmente para el bien y lo aboca a la
ratificación personal de esta situación heredada o recibida en los pecados personales.

Desde esta concepción se relativiza, como también la Escritura lo hace, el problema de la trasmisión del
pecado original por la generación física. Este es el modo por medio del cual los hombres venimos al mundo, pero no
se debe afirmar que la generación es formalmente la causa de la trasmisión del pecado.

f) El origen del pecado y su universalidad.

En la concepción tradicional es claro que ha sido un solo pecado, el de Adán primer padre, el que después
se ha trasmitido a todos los demás hombres.

Se presenta así la siguiente pregunta fundamental: ¿la herencia de pecado y de privación de gracia con que
viene el hombre al mundo está determinada por un solo pecado inicial o más bien la han producido el cúmulo de
pecados cometidos por los hombres? Aquí simplemente se trata de ver si el pecado o pecados realizados al comienzo
de la historia es o son determinantes de la situación general de pecado para todos los hombres.

De la respuesta a esta pregunta puede depender el que se considere el pecado como universal o no, o mejor,
a la humanidad sometida universalmente al pecado o no. En efecto, si se admite que la situación de pecado se ha
hecho ya <irreversible> por el pecado del primer hombre o primeros hombres, es claro que la consecuencia es la
universalidad de la condición pecadora de la humanidad. Por el contrario si no damos a la transgresión inicial ningún
valor particular es posible que haya pasado tiempo hasta que haya <cuajado> la humanidad pecadora en cuanto tal;
no habría entonces un pecado original universal desde el principio.

Así pues, al ver la necesidad que todos los hombres tenemos de Cristo no empieza por la necesidad de
redención sino que, más radicalmente, Cristo es el fundamento de la condición <sobrenatural> del hombre; se
concluye que no hay otra vocación del ser humano más que la filiación de Dios en Cristo. Desde esta perspectiva,
no se puede pensar en Jesús como redentor de unos y de otros no; no hay base ninguna en el Nuevo Testamento.
Más bien la presentación que en él se hace de Jesús reconciliador de todos los hombres y de la humanidad entera
está en correspondencia con los datos de la universalidad de la fuerza del pecado y del pecado mismo y de la unidad
de todos los hombres en Adán, negación verdadera de la solidaridad en Cristo.

Con esta visión se afirma claramente que la carencia de mediación de gracia querida por Dios, que ha
puesto a la humanidad en una pendiente de pecado de la que no puede salir por sus fuerzas, ha empezado a existir
desde el principio. Y la razón decisiva para ello es la función reconciliadora de Cristo que ciertamente afecta a toda
la humanidad y no sólo a una parte de la misma.
1
g) La mediación para el bien.

Así como la mediación negativa del pecado es universal y a todos afecta, también la mediación de la gracia
de Cristo redentor llega a todos. Al tratar de las condiciones objetivas de esta mediación para el bien, se ve que la
mediación de gracia es más fuerte que la del pecado23.

h) El pecado original en los niños.

El pecado original, si afecta a todos, afecta también a los niños. Además se debe de tener en cuenta que la
cuestión del pecado original en los niños, aun siendo claramente <derivada>, ha contribuido no poco a precisar la
doctrina del pecado original en general. En efecto, en el caso del niño, que no es capaz de opción personal, se ve con
toda claridad el carácter <previo> a la decisión libre de la privación de gracia y de presencia de Dios en que el
hombre se encuentra.

El niño en cuanto miembro de la humanidad pecadora es pecador y necesitado de redención. Por ello el
bautismo de los párvulos es también <para la remisión de los pecados>, para que con la inserción en Cristo se
<apropien> los beneficios de la redención y vivan en la Iglesia los beneficios de los hijos de Dios.

La inserción en Cristo remite y perdona este <pecado>; el bautismo de los niños es por tanto en un sentido
verdadero y no falso la remisión de los pecados, para que por la regeneración se supere esta condición pecadora que
han adquirido por el hecho de venir al mundo.

Con relación a los niños que mueren sin el bautismo: Se debe de pensar que si al niño le afecta, y en forma
real, la privación de la mediación de la gracia querida por Dios, le afecta también la de la gracia redentora de Cristo
y reconciliado también por él24.

i) los efectos del pecado original después del bautismo.

En el bautismo el hombre es plenamente renovado y desaparece todo lo que en él sea propiamente pecado;
esto es lo que afirma el concilio de Trento.

Que después del bautismo los cristianos pecamos es un dato de nuestra experiencia; con él contamos todos,
cuenta la Iglesia en su doctrina y en su liturgia.

23
Pablo afirma con claridad que <donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia> (Rom 5,20) y hemos visto además que el
paralelo Adán-Cristo en rigor no es tal, sino un triunfo del
segundo sobre el primero, un <mucho más>. Comenta más adelante
el P. Ladaria: "Con frecuencia se habla del <pecado original>
como más fuerte que el don del Espíritu de Jesús, puesto que el
primero está en todos por el hecho mismo de nacer y la gracia
se da solamente a los que por el bautismo se incorporan a
Cristo. Sinceramente pienso que tal postura no es fácilmente
mantenible a la luz de los textos paulinos que hemos analizado;
no se trata de un pecado que se trasmite <automáticamente> y de
una gracia a la que sólo unos pocos tienen acceso. El pecado no
es más fuerte que Cristo".
24
Más adelante agrega también al P. Ladaria: " Creo que
podemos pensar, con esperanza en la misericordia de Dios, en
una posibilidad de salvación de los niños muertos sin bautismo,
aún por caminos sólo a Dios conocidos. La tragedia del pecado
-sin minimizarla- ha de ser colocada en la perspectiva
correcta, ya que la última palabra de Dios sobre el mundo no es
la condenación de los pecadores sino la gracia y la redención".
1

El concilio de Trento, además menciona que en el bautizado permanece la concupiscencia que proviene del
pecado e inclina a él. Luego los pecados cometidos después del bautismo tienen por lo menos esta relación indirecta
con el pecado original. Así pues, la concupiscencia tiene que ver con la inclinación al mal, con la falta de plena
libertad para el bien que tiene el hombre caído; todo ello no desaparece sin más en el bautismo.

Ahora bien, el mismo concilio nos dice que en el bautizado vive el nuevo principio de la gracia de Cristo el
pecado queda eliminado por completo; la misma concupiscencia nada daña a quien le resiste.

Ante esto ya expuesto, falta considerar el problema de la <disposición> que Trento no tocó. Es decir, la
aceptación de la gracia del bautismo puede ser no total. Así se puede concluir que en la medida en que no se de la
plena disposición queda en el bautizado un resto de <pecado>. La inserción en Cristo no es tal como para eliminar la
raíz. Aquí simplemente lo que se quiere decir es que la respuesta de fe del hombre difícil será tal que esta inserción y
eliminación del mal se logre perfectamente.

La plena justificación y superación del pecado es un bien escatológico que nunca alcanzaremos plenamente
en esta vida. Dios nos perdona a cada uno de nosotros y a la humanidad entera y nos justifica en cierto sentido
constantemente.

5. La visión del Karl Rahner25.

El artículo trata de hacer una presentación general de la doctrina cristiana sobre el pecado original. Como
punto de partida afirma que debe reconocerse al hombre en dos dimensiones: como sujeto libre y al mismo tiempo
como el ser de la mundanidad, es decir, "cumple siempre e inevitablemente su acción libre, personal, no atribuible a
otros, en una situación a El preexistente...ya determinada desde el punto de vista histórico e interhumano.

Al tener el hombre su experiencia trascendental se da cuenta que como sujeto libre puede ser un sujeto
pecador y que sus actos malos o buenos son objetivados en la realidad, él como individuo singular no ha introducido
en el mundo y en la historia todos los datos de un mundo pre-determinado frente al cual debe actuar su libertad y en
medio del cual está inmerso. Reconoce que no sólo él es el único pecador en toda la historia de la humanidad, y que
no sólo él ha introducido en el mundo todas las situaciones y realidades abominables.

Es así como el hombre se experimenta -y así lo entiende el cristianismo- condeterminado por la culpa de
otros, se halla en medio de una situación universal a la cual no puede sustraerse, permanente y originaria, sin que se
caiga con esta afirmación en el pesimismo de nuestra vida que nos impida la búsqueda y la creación de un mundo
mejor.

Se trata de un sujeto libre en una situación "universal permanente e insuperable -por parte de la culpa- de
las situaciones de la libertad de todo hombre...de toda sociedad" y que puede ser pensada sólo si "en cuanto no
eliminable, es también una situación originaria, es decir, fundada por siempre en el origen de la historia".

Qué no dice la noción "pecado original"? Que en el pecado original no nos viene imputado el pecado de
Adán y que la culpa personal derivante de la originaria acción de la libertad no puede ser transmitida. La noción
apunta a expresar el hecho de un "no" existencial dicho a Dios o contra Dios desde la trascendencia personal.

Para entender correctamente y en el modo justo el sentido de lo que se llama "pecado original" es necesario
partir de una interpretación existencial-religiosa de la situación de nosotros mismos. El punto de partida es -como se
ha presentado en líneas anteriores- el hecho de que la situación de nuestra libertad está ineliminablemente
condicionada por la culpa de otros. Una condeterminación que no sería pensable si no existiese desde el principio de
la historia de la libertad humana, por esto se dice: original.

El término pecado es usado en forma análoga para indicar: una decisión personal de un sujeto y una
situación de perdición.
En el análisis es necesario considerar los efectos producidos por la culpa de uno o de unos hombres determinados
sobre la situación de la libertad de los otros hombres, tal efecto existe necesariamente, a raíz de la unidad de la
humanidad, del carácter histórico del hombre y de la mediación objetiva de la libertad através del mundo.
25
Rahner, K. Il Corso fondamentale sulla fede. Paoline,
Milano, 1990, pp. 148-160.
1

El pecado original es entendido como un no dicho a Dios, a la "auto-oferta absoluta santificante hecha por
parte de Dios al hombre, un no dicho a Dios a la absoluta comunicación de su vida divina; como una falta en el
hombre, en la situación de su libertad y no de la libertad en cuanto tal, de esa autocomunicación santificante de Dios.

Al observar la realidad de la humanidad se evidencia la existencia del pecado original el cual tiene como
consecuencias algunas realidades que son a la vez, características de la propia existencia humana como la
ignorancia, la enfermedad, el sufrimiento, pues las experimentamos -como dice Rahner- en calidad de pecadores en
un mundo condicionado por la culpa.

BIBLIOGRAFIA:

FLICK, M; ALSZEGHY, Z. Il peccato originale. Brescia 1972.

GOZZELINO, G. Vocazione e destino dell'uomo in Cristo. Torino, 1985, pp. 421-522.

LADARIA, L.F. Teología del pecado original y de la gracia. BAC, Madrid, 1993.

RAHNER, K. Il Corso fondamentale sulla fede. Paoline, Roma, 1990.

RUIZ DE LA PEÑA, J. L. El don de Dios. Santander, 1991

SCHOONENBERG, P. L'uomo nel peccato, MySal 4, p. 589-719.

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