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En estos días, la vida política de mi

amado país me golpeo. Yo salí a


buscar justicia durante la marcha de
los cuatro suyos, junto a miles de
jóvenes, fui parte de la resistencia
que lavó la bandera, que caminó por
toda la ciudad buscando libertad,
luchando contra una dictadura
corrupta y asesina, admirando a un
cholo como yo, que por primera vez
era presidente en un país racista. De
pronto todos esos recuerdos me
cayeron encima….El cholo
sagrado…también era corrupto.
Tanto como Fujimori, como Alan,
como Montesinos, era del mismo
cuero. Un imbécil que a la primera
se buscó la manera de robar como
todos…me dolió, me molestó, pero no
me sorprendió. Parece que la
corrupción es endémica, viene desde
la conquista, pasa por la colonia y
cubre toda la historia.. Está
documentado en el extraordinario texto del libro.
«Empieza el abuso del Perú desde aquellos que debieran corregirlo» Se
referían así a la colusión de la más alta autoridad, el virrey, con los grupos
de intereses locales. El virrey tenía la autoridad centralizadora para otorgar
el acceso al poder y podía reforzar así sus redes de patronazgo para
conseguir ventajas políticas y ganancias privadas. Para gobernar sin mayor
oposición interna, los virreyes
respaldaban los abusos y
excesos, activa o pasivamente,
en conjunción con los oidores
de las audiencias y otras
autoridades. Varios virreyes
participaron del cohecho al
recibir sobornos abierta o
encubiertamente por conceder
cargos vacantes y decidir e
imponer sentencias judiciales
sesgadas.
-La primera generación de
españoles había impuesto la
pacificación del reino después
de la conquista, fijando
recompensas adecuadas con
encomiendas y cargos en el
gobierno, otorgados a los
pocos españoles armados y
obedientes que enfrentaron a
millones de indios vencidos. La
segunda estaba más segura de
su dominio gracias al creciente
número de españoles y a la
caída de los indios.
La ambición, entonces, comenzó a imperar sobre el mérito y el honor de
las armas, y los virreyes alimentaban su sed codiciosa de ganancias
privadas concediendo favores a mineros y comerciantes. Finalmente, la
tercera generación contribuyó particularmente a la decadencia del Perú y
alcanzó la cumbre de la disolución, contando con la asistencia de los
oidores locales. Ahora, los virreyes imponían la ley como si fueran
príncipes absolutos, con miras a conseguir «indultos pecuniarios» a cambio
de decidir contra la justicia, el derecho y la verdad: «mutuados a un
dictamen virreyes y oidores, es lo mismo que unirse los lobos y los canes a
devorar un rebaño porque el principal pastor se halla lejos».
El general Simón Bolívar, cabeza de la
campaña final que venció al ejército realista en
Perú, también tomó parte en las dañinas
prácticas de expropiación local y abuso de
autoridad. Bolívar y su dedicado ministro José
Faustino Sánchez Carrión decretaron, en el
periodo 1824-1825, la confiscación de las
rentas y la expropiación subsiguiente de
quienes se hubiesen refugiado en la fortaleza
del Real Felipe en el Callao, el último bastión
desesperado de españoles y criollos
recalcitrantes. Sánchez Carrión recibió varias
propiedades como recompensa a sus fieles
servicios. Bajo condiciones de extrema penuria
fiscal y endeudamiento, un Congreso servil recompensó a Bolívar en 1826
con más de un millón de pesos. Mientras tanto, los funcionarios de
gobierno mal pagados saqueaban las rentas de provincias y confiscaban
propiedades privadas. Tal fue el caso documentado del teniente coronel
Juan Pablo Santa Cruz, gobernador de Chincha Baja y protegido del
caudillo bolivariano, el general Antonio Gutiérrez de la Fuente: veintinueve
vecinos verificaron la ilegal apropiación que Santa Cruz había hecho de
ganado y bienes, no para el servicio de la patria sino para su propia
ganancia, una forma de despotismo que consideraban era peor que el de
los españoles.
El régimen de
Fujimori-Montesinos
fue responsable del
desvío de los fondos
de la privatización
fuera de las áreas que
promovían el
crecimiento. Dichos
fondos se usaron
notoriamente para
gastos militares
autorizados por
Camet. En la década
de 1990, 992 millones
dólares de fondos de este tipo dieron cuenta de más de la mitad del
presupuesto total de las adquisiciones de defensa, que sumaron un total
1.885 millones dólares. En definitiva, aproximadamente el 78 por ciento de
los 4.359 millones de dólares de ingresos totales provenientes de la
privatización recibidos por el gobierno entre los años 1992 y 2000 se
desviaron para financiar acuerdos de la deuda externa, compras de armas
y gastos políticamente afines. El descubrimiento de cuentas bancarias
secretas en Suiza y otros lugares por parte de autoridades nacionales e
internacionales y las confesiones de los colaboradores eficaces ayudaron a
sacar a la luz el funcionamiento de una red financiera internacional de
lavado de dinero, estrechamente vinculada con comisiones ilegales en la
adquisición de equipos militares. Los grupos principales de negociadores y
agentes de armas cobraban 15 por ciento para cubrir sus propias
comisiones y costos en cada acuerdo; además, «pagaban» una tradicional
«comisión» adicional de 15 por ciento por cada trato directamente a
montesinos, quien la compartía con sus principales socios militares y
políticos.
Leguía asestó un golpe de Estado
aduciendo un complot en contra de su
asunción al mando.
La ruleta de la historia quiso que Leguía
cogiera el año del Centenario de la
Independencia, lo que se celebró a todo lo
grande. La joya de la corona de los festejos
fue la inauguración de la Plaza San Martín.
En tal contexto, contrario a la austeridad del civilismo, Leguía impulsó una
enorme política obras públicas (carreteras, obras de irrigación, puertos, etc.).
Asimismo, conscientes los países vecinos de que aun nos afectaba la derrota
de la Guerra del Pacífico, los cinco que nos rodean tuvieron pretensiones
territoriales, por lo que Leguía también impulso una compulsiva carrera
armamentista.
Tales políticas, en primera instancia, parecen valederas y lógicas, pero fueron
caldo de cultivo para desarrollar una corrupción galopante. “Es claro que al
ejecutar un vasto plan de obras públicas, la tentación de beneficiarse con
fondos públicos fue grande. Desde el solo hecho de que la mayoría de estsa
obras le fueron adjudicadas a una sola compañía, la norteamericana
Foundation Company, hasta los supuestos beneficios que pudieron obtener
familiares y allegados al presidente”, anota bien Candela.
NO sé cómo terminara todo
esto, descubriendo todos los
días nuevos escandalos, pero
le recomiendo que lea el
libro…parece ser que la
corrupción es un mal que
traemos desde siempre…

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