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“2017 – Año del Bicentenario del Cruce de los Andes y Gesta Libertadora Sanmartiniana”

MINISTERIO DE SALUD PÚBLICA

HOSPITAL DESCENTRALIZADO DR. MARCIAL QUIROGA

SERVICIO DE PSIQUIATRÍA

RESIDENCIA DE PSICOLOGÍA

ATENEO

“La meditación como recurso terapéutico”

Residente: María Florencia Quiroga Giménez

Cuarto Año

MP 1248

Jefe de Residentes: Alejandra Gálvez

2017
“2017 – Año del Bicentenario del Cruce de los Andes y Gesta Libertadora Sanmartiniana”

LA MEDITACIÓN COMO RECURSO TERAPÉUTICO

“Permitir que una persona tenga su propia experiencia tal vez sea el mejor de los
regalos que pueden ofrecerse”
John Welwood

INTRODUCCIÓN

Mi búsqueda espiritual comenzó desde muy temprano, cuando empecé a cuestionarme


aspectos de la religión católica en la que crecí. Emprendí -sin saberlo en ese momento-
un camino espiritual sinuoso y sutil. Durante muchos años sentí que mi trabajo espiritual
y el psicológico iban por caminos distintos, a veces diametralmente opuestos, y
persiguiendo objetivos diferentes, con metodologías casi antagónicas.

Después de algunas resistencias internas y externas, pude percibir en mi experiencia


personal, y más tarde en el ejercicio profesional, que estas dos facetas de la existencia
son perfectamente compatibles.

Mi propósito en este trabajo es comprender la relación existente entre esos dos aspectos
diferentes y complementarios del ser humano. Con esto no pretendo psicologizar la
espiritualidad (reduciéndola a un conjunto de técnicas terapéuticas), ni espiritualizar la
psicología (como sustituto del trabajo espiritual).

Para comenzar a indagar en esta temática, me propuse enfocar en la meditación como


técnica espiritual que se presenta como un recurso terapéutico válido en algunas
corrientes psicológicas. Fue adoptada por la Gestalt inicialmente, y se ha utilizado
también en algunas corrientes psicoanalíticas, cogntivo-conductuales y en las
neurociencias.

Esta práctica ha sido llamada de diferentes modos, en función a la disciplina y el contexto


en que se hallaba inmersa: atención plena, mindfulness, presencia incondicional, etc. En
el presente trabajo utilizaré estos términos para referirme al mismo fenómeno.
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DESARROLLO TEÓRICO

Se puede considerar meditación a cualquier disciplina que apunte a intensificar la


percepción mediante la dirección consciente de la atención. (Walsh & Vaughan, 2008) La
atención puede estar centrada en un objeto específico, en una actividad o mantenerse
abierta, percibiendo la totalidad de la experiencia.

La práctica consiste en la autoregulación de la atención, con el propósito de mantenerla


en la experiencia inmediata, lo que permite un aumento de percepción de los sucesos
mentales en el momento presente, con una actitud de curiosidad, apertura, amor y
aceptación (Siegel, 2017). Implica prestar atención a la atención, y ser consciente de
cómo y cuándo las ideas, juicios y fantasías interrumpen la vivencia.

Esta técnica se ha utilizado en diversas culturas y religiones, adquiriendo diferentes


matices según el contexto socio-histórico y cultural, y las características personales de
quien lo practica. Ha sido descripta como parte fundamental de las enseñanzas budistas,
cristianas, hindúes, islámicas, judías y taoístas.

Si bien es una práctica antigua, el interés científico en el mundo occidental surgió


recientemente, a mediados del 1980. En la actualidad, los avances tecnocientíficos y las
últimas investigaciones, han contribuido a confirmar sus efectos y beneficios a nivel
biológico y terapéutico.

Desde el enfoque gestáltico, se promueve la utilización de la atención plena como recurso


terapéutico. Se propone una observación directa del fenómeno que, dejando de lado toda
interposición de pensamientos, se limite a la experiencia sentida, indague amablemente
en ella y espere pacientemente respuestas que provengan directamente de la vivencia.
El desarrollo de la experiencia misma es una especie de guía que nos revela la dirección
que tenemos que seguir para promover el cambio (Welwood, 2002).
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Esto implica un trabajo permanente sobre la atención a cada pequeño acto cotidiano, a
cada sensación y sentimiento que se experimenta e incluso a las distracciones y fugas,
tanto más frecuentes cuanto mayor es el grado de neurosis (Baranchuk, 1996).

En contraposición, el ritmo de vida actual suele dar lugar a un frenesí de actividad


multitarea, que nos lleva a hacer constantemente, lo que no deja espacio para ser. En
este contexto, la meditación ofrece una manera de estar atento, y puede suponer una
puerta de entrada a un modo más vital de estar en el mundo: la sintonía con nosotros
mismos (Siegel, 2017).

No obstante, estar atentos a nuestra existencia no es tan sencillo. ¿Por qué nos
incomodamos tanto con nuestra experiencia? ¿Por qué nos resulta tan difícil admitir que
nuestra experiencia sea tal cual es?

La respuesta a estas preguntas está en nuestra más preciada capacidad: el pensamiento.


Los seres humanos somos seres simbólicos; esto es lo que nos diferencia del resto de
los seres vivos. A partir de esta posibilidad de simbolizar, pensamos, nos comunicamos
y mediatizamos la realidad a través del lenguaje y las representaciones. Nuestra
capacidad de abstracción nos permite desarrollos mentales fantásticos, tanto en la
ciencia, como en el arte o en la religión (Carabelli, 2013).

Carabelli (2013) sostiene que esta enorme capacidad nos ha fascinado tanto que nos
hemos olvidado de que es una posibilidad de transmitir la realidad y no la realidad misma.
Nos hemos desconectado de lo simbolizado y nos hemos quedado con el símbolo.

De esta manera construimos una pseudorealidad a nuestra medida, que contiene


nuestros deseos, temores y creencias, valores, suposiciones y mandatos. Esto nos
permite sentirnos seguros y tolerar la ambigüedad.

A partir de esto, nos encontramos continuamente juzgando, rechazando y eludiendo


aquellos aspectos de nuestra experiencia que nos provocan incomodidad, sufrimiento y
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ansiedad, sumergiéndonos en una lucha interna que nos escinde interiormente y nos
aleja de la totalidad (Welwood, 2002).

El problema aparece cuando estamos tan identificados con estos pensamientos, que no
podemos percibir la deformación continua que hacemos de la captación del mundo y de
nuestra propia esencia.

Desidentificarse del pensamiento es fundamental para no confundir la realidad con la


lectura que hacemos de ella (Carabelli, 2013). Percibir la reacción que estamos teniendo,
hacia una situación o hacia una parte de nosotros mismos, es un acto de conciencia.

Esta tarea de captar lo que somos debería ser sencilla y usual, sin embargo es una de
las actividades más difíciles para nuestra conciencia. Recurrimos a explicaciones
psicológicas, filosóficas o esotéricas, pero seguimos sin captar nuestra presencia en el
aquí y ahora. Vivimos contándonos historias acerca de lo que nos sucede, en vez de vivir
en forma pura la experiencia.

En relación a esto, Fritz Perls instaba a abandonar nuestro carácter neurótico y a


arrojarnos a lo imprevisible de nuestro ser, a través del percatarnos, en el presente, de
nuestra existencia (Walsh & Vaughan, 2008).

Esta actitud de presencia incondicional, aquí y ahora, constituye el factor terapéutico más
importante. Y supone aprender a reconocer, permitir, indagar y aceptar la experiencia tal
cual es, sin tratar de alejarnos de ella (Welwood, 2002).

El primero y más difícil de los pasos del proceso de curación consiste en darse cuenta de
la desconexión de nuestro ser más profundo y del sufrimiento que esto genera. Este
proceso se ve interrumpido con nuestra actividad mental, que genera historias, creencias,
o fantasías que cumplen una función distractiva (Welwood, 2002).

Aquí se refleja uno de los efectos terapéuticos más importantes de la meditación, a través
de la cual podemos estar presentes, sin agregar palabras, ni símbolos, sin conceptualizar.
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Esto nos ubica en una posición más responsable respecto a nosotros mismos, a nuestras
reacciones y pensamientos: este soy yo, aquí y ahora, produciendo esta respuesta
(Carabelli, 2013).

Otro punto importante de la práctica de la atención plena, es la aceptación. Si podemos


darnos cuenta de nuestra experiencia y aceptarla tal como se presenta, se alivia la lucha
interna que aparece cuando las expectativas no coinciden con la realidad. En la
percepción de la experiencia no hay un objetivo concreto, algo de lo que librarse, solo
existe la intención de ser, desprendiéndose de juicios y objetivos (Carabelli, 2013).

Por otro lado, Walsh y Vauhan (2008) enumeran los efectos de la práctica regular de la
meditación, observándose inicialmente un aumento de la calma, la sensibilidad, la
receptividad, la empatía, la interiorización y la claridad. Aparece una perspectiva más
amplia y refinada del propio ser y de la realidad.

Practicantes más avanzados, refieren conseguir nuevos estados de conciencia, niveles


de sensibilidad y claridad perceptiva y grados de interiorización, calma, alegría y amor
que exceden lo que se experimenta en la vida diaria (Walsh & Vaughan, 2008).

Diversos estudios, dan cuenta de los efectos positivos de la meditación en el área de la


salud, sobre todo en la salud mental. Se ha utilizado esta técnica en trastornos psicóticos,
del estado de ánimo, ansiedad y trastornos alimentarios y por consumo, y se ha
demostrado que contribuye tanto en la reducción de síntomas, como en la prevención de
recaídas (Siegel, 2017).

Asimismo, se ha demostrado que la meditación mejora la capacidad de regular las


emociones, aumenta la capacidad de introspección y reduce los pensamientos
disfuncionales.

Además, en relación a lo fisiológico, la práctica regular de esta técnica puede mejorar el


funcionamiento general del organismo: procesos de curación, respuesta inmunitaria,
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reactividad al estrés y la sensación general de bienestar físico funcionan de manera más


eficaz.

Estos beneficios se traducen en la vida diaria de quienes lo practican, mejorando su


calidad de vida y sus relaciones interpersonales (Siegel, 2017).

Por último, el profesional de la salud también puede beneficiarse de esta técnica


posibilitando la distinción entre la experiencia inmediata y las interpretaciones mentales
de la misma. Welwood (2002) afirma que esta actitud permite al terapeuta permanecer
más abierto al sufrimiento del paciente y no centrar en exceso la atención al contenido
de los problemas sino al ser que está luchando con ellos.

REFLEXIONES FINALES

El trabajo psicológico y el trabajo espiritual apuntan a dimensiones diferentes de la


existencia humana, que pueden articularse de un modo compatible. En esta relación, la
meditación resulta valiosa para tomar conciencia de nuestra esencia, sin interrupciones.

Si bien es una herramienta posible en el tratamiento en salud mental, debe


complementarse con el trabajo psicoterapéutico. No se trata de sobreponer una práctica
sobre la otra, sino de utilizarlas como complemento. Psicología y Espiritualidad son dos
facetas importantes del ser humano y no es posible una sin la otra.

Poder estar presentes en aquellos lugares en los que antes hemos estado ausentes,
puede ser el inicio del proceso de salud.

BIBLIOGRAFÍA

Baranchuk, J. (1996). ATENCIÓN AQUI Y AHORA. TERAPIA GESTALT. Buenos Aires:


Abadon.
“2017 – Año del Bicentenario del Cruce de los Andes y Gesta Libertadora Sanmartiniana”

Carabelli, E. (2013). ENTRENAMIENTO EN GESTALT. Buenos Aires: Del Nuevo


Extremo.

Hanson, R., & Mendius, R. (2013). EL CEREBRO DE BUDA. Barcelona: MILRAZONES.

Rovner, J. (2012). PSICOTERAPIA ZEN. Buenos Aires: Ediciones B.

Siegel, D. J. (2017). CEREBRO Y MINDFULNESS. 7°edición. Barcelona: PAIDOS.

Walsh, R., & Vaughan, F. (2008). MÁS ALLÁ DEL EGO. Barcelona: Kairos.

Welwood, J. (2002). PSICOLOGÍA DEL DESPERTAR. Barcelona: Kairos.

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