You are on page 1of 10

1

NOMBRES: Jesús Alonso

APELLIDOS: Martínez yanqui

CICLO: II

CURSO: Realidad Nacional

PROFESOR: Robert Salazar Quispe

CARRERA: Ingeniería Electrónica y Telecomunicaciones


2

La historia de la corrupción en el Perú

Capítulo I “El fracaso de las reformas coloniales 1750-1820”

En este capítulo se habla acerca del terrible fracaso de las reformas coloniales en el Perú y

como aquello originaria la corrupción. El capítulo empieza cuando Antonio de Ulloa el capitán

de un navío se hizo cargo del gobierno de la ciudad de Huancavelica y de la mina de santa

bárbara, que era la única fuente americana importante de mercurio .Ulloa se encontró con una

situación crítica en la administración local. Los males incluían fraudes, descuidos técnicos en la

explotación de las minas, confabulaciones administrativas también señaló las corruptelas de

autoridades, oficiales reales de Hacienda, mineros y comerciantes que causaban daños

incalculables a la Corona española y a sus súbditos. Los esfuerzos reformistas del Capitán por

corregir y castigar estas transgresiones administrativas lo enfrentaron violentamente a poderosos

intereses, que ofrecían resistencias y dificultades extraordinarias.

No era la primera vez que Ulloa denunciaba prácticas corruptas, pues, había escrito un

informe, en colaboración con Jorge Juan, que trataba principalmente sobre las disfunciones y

abusos administrativos observados en Lima, Quito, Cartagena, Panamá y los puertos de Chile. El

cáustico informe, escrito en 1748 «Discurso y reflexiones políticas sobre el estado presente de los

reinos del Perú» se ideó para uso confidencial de los ministros del rey Fernando VI. Permaneció

inédito hasta que David Barry en 1826 publicó el manuscrito se extraoficialmente en Londres bajo

el título de “Noticias secretas de América”. Barry publicó el texto para advertir sobre las

desfavorables condiciones políticas y de inversión en Hispanoamérica inmediatamente después de

la independencia. Noticias secretas se convertiría en un texto fundador de la tradición

anticorrupción en las letras hispanas y peruanas. Durante su servicio al rey, Ulloa contribuyó a la

comprensión de los mecanismos de la corrupción virreinal. Pero no fue el primer ni el último


3

reformador, sin embargo, puede sostenerse que Ulloa fue el más articulado e informado del grupo

de reformadores anticorrupción de su época, pues se sustentó en abundante observación y

experiencia empírica como informante privilegiado y autoridad real. La postura de Ulloa en contra

de la corrupción tenía sus raíces en la fase temprana de las reformas borbónicas. Estas reformas

buscaban mejorar la eficiencia administrativa del Perú y otros reinos hispanoamericanos para

sostener a la Corona española en su competencia con otros poderes atlánticos. Estas reformas

reforzaron el despotismo ilustrado, un sistema también proclive a excesos de corrupción.

Antonio Ulloa y Jorge juan fueron enviados a una misión especial en Quito donde debían

unirse a una expedición enviada por la Academia de Ciencias de París y lideraba por el naturista

Charles-Marie de La Condamine con el fin de recoger y enviar periódicamente información

estratégica sobre los lugares que visitaran y sobre sus habitantes. Dos años más tarde, durante la

guerra de la Oreja de Jenkins, el virrey requirió de los servicios navales de Ulloa y Juan para la

defensa de la costa y puertos peruanos. Mientras cumplían estas tareas oficiales entre Quito, Lima

y algunos puertos chilenos, Ulloa y Juan recogieron importante información confidencial sobre las

disfunciones de la administración, desde el contrabando. Ulloa y Juan regresaron por separado a

España en octubre de 1744. Juan llegó a España sin mayor problema, pero la marina británica

capturó el navío en el que viajaba Ulloa. Antes de ser aprehendido, Ulloa echó por la borda los

papeles confidenciales. Más tarde llegaría, Ulloa, sano y salvo a España. Su confidencial tratado

«Discurso y reflexiones políticas sobre el estado presente de los reinos del Perú» fue implacable

en la exposición del mal funcionamiento de casi todos los aspectos de la administración colonial,

así como en la propuesta de soluciones reformistas. El Tratado detallaba las distintas formas de

corrupción y recomendaba medidas específicas, además, proponía un ambicioso programa de

reformas. Además de Ulloa otros autores pusieron descubierto los males de la corrupción en la

colonia. Así, por ejemplo, en abril de 1747, Mariano Machado de Chaves, quien al principio
4

permaneció anónimo, presentó al Rey un tratado titulado «Estado político del Reino del Perú.».

Algunas observaciones de este texto coinciden con puntos centrales del informe confidencial de

Ulloa y Juan. Ya antes de Machado de Chaves y Ulloa, otros autores consideraron a la corrupción

como un serio problema. Hacia 1615, el cronista Felipe Guamán Poma de Ayala produjo una

crónica realista y crítica que podemos considerar como el primer tratado contra la corrupción.

Siguiendo una tradición distinta, el sargento Juan de Aponte escribió uno de los primeros proyectos

arbitristas y reformistas en 1622, con el objetivo de contrarrestar la corruptela. Al final de su

memorial concluyó sombríamente que los buenos y honestos servicios en el Perú se

recompensaban mal, pues «todo corre fundado en interés, y los que tienen pueden y los pobres

mueren». Entre los muchos males identificados por Aponte, el más dañino para la economía

colonial era la administración corrupta del asiento minero de Huancavelica. Las minas habían sido

trabajadas en forma negligente. Los estribos y arcos que sostenían los techos se encontraban

dañados por obtener mineral en forma fácil sin cuidar la infraestructura en consecuencia había

frecuentes derrumbes que mataban a muchos indios que trabajaban en las minas. Casi un siglo

después, el ilustrado don Antonio de Ulloa habría de enfrentar problemas similares durante su

gestión como gobernador de Huancavelica.

Antonio de Ulloa aceptó el nombramiento en Huancavelica. Él conocía el grado de

dificultad asociado a su nuevo puesto, pero no podía prever la seriedad de los problemas que le

esperaban. En su extensa e importante «Relación de gobierno» (1763), la situación descrita es aún

peor a la de su «Discurso» (1749). Además se vio envuelto en diversos juicios y procesos legales

en los cuales tuvo que defenderse de maliciosas acusaciones se enfrentó a intereses corruptos de

las más altas autoridades coloniales, y perdió. La mina de Huancavelica se explotaba sin

preocupación alguna por su derrumbe; la contabilidad y tesoro real quedó a merced de los fraudes

de los oficiales e «inteligencias particulares»; el monopolio de la compra y distribución del


5

mercurio se convirtió en objeto de utilidad privada; la tiranía había reemplazado al buen gobierno;

y el cohecho dominaba la administración de justicia. El no participar en tal costumbre de cohecho

y soborno le trajo, a Ulloa, muchos problemas durante su gobernación. Además, como lo había

hecho en su «Discurso» de 1749, Ulloa también denunció los excesos de los repartos, el fraude en

la cuenta de los indios tributarios y el abuso de la mano de obra indígena. Si ocurrían

monstruosidades en la asociación de los hombres, Ulloa afirmaba, en ninguna otra sociedad era

esto más cierto que en la del gremio de mineros de Huancavelica. Ulloa denunciaba su falta de

respeto a la autoridad y su abuso de los indios. Aguirre organizó una campaña por defenestrar a

Ulloa. Los esfuerzos en contra del gobernador llevaron a una segunda averiguación oficial,

encabezada por Diego de Holgado, el fiscal de la Audiencia de Lima que le abrió un juicio de

residencia. A pesar de las decisiones judiciales iniciales, favorables a Ulloa, Amat y Holgado

procedieron con nuevas investigaciones y lo acusaron de haber cometido los mismos delitos de

corrupción que él había denunciado. Los esfuerzos reformistas de Ulloa para efectuar mejoras

técnicas en la mina e infraestructura urbana de Huancavelica fueron socavados por los líos legales.

Intereses adversos a la reforma y profundamente arraigados vencieron a Ulloa, así como a otros

reformadores que le precedieron, tal como frecuentemente ha sucedido en el transcurso de muchos

intentos históricos por efectuar reformas administrativas y técnicas en el Perú.

El entendimiento entre las autoridades y los intereses vinculados a la minería de plata y su

comercio, el financiamiento, los impuestos reales que generaba y el contrabando al que daba lugar;

favorecieron las ganancias privadas en desmedro de la producción y la honesta administración. El

tesoro real subsidiaba a los mineros. Pero los oficiales corruptos de las cajas reales imponían

condiciones interesadas a los mineros especulando con el precio oficial y el de venta del mercurio,

en complicidad con aquellos que lo recibían privilegiadamente. Estos oficiales exigían el pago del

mercurio con plata piña, es decir, plata sin sellar (toda plata producida estaba sujeta al quinto real
6

al momento de fundirla en barras selladas oficialmente). La plata piña era preferida para la

adquisición de artículos de contrabando y los comerciantes de Lima eran los principales

beneficiarios del contrabando. Desde comienzos del siglo XVIII la Corona española concentró su

vigilancia en el contrabando, recibiendo información alarmante sobre el notorio incremento del

contrabando realizado tanto por aliados franceses como por enemigos ingleses y holandeses.

El empuje reformista contra el contrabando coincidió con el ascenso de la dinastía Borbón en

España con Felipe V. Paradójicamente el primer virrey que la monarquía borbónica nombró,

Manuel de Oms de Santapau, marqués de Castelldosrius, tuvo participación en unos escandalosos

casos de contrabando francés durante su gestión, pues, había hecho promesas de devolver favores.

Francisco Espinosa de los Monteros denunció a Castelldosrius ante el Consejo de Indias y en 1709

fue separado de su cargo. Pero ello no puso fin a la bien establecida red de contrabando. Así, el

contrabando contribuyó a que la corrupción pública y privada formara parte integral del liderazgo

económico y político del virreinato peruano. El origen y la formación de la élite mercantil y

burocrática colonial estuvieron entrelazados con prácticas corruptas y de contrabando. Estos y

otros intereses sentaron las bases de las redes de patronazgo coloniales, que se hallaban controladas

en la cima por autoridades políticas que buscaban ganancias privadas a costa del bien público.

Con la abolición de los corregimientos y el reparto, así como la implementación de las intendencias

en 1784, la sierra se benefició al menos en el corto plazo. Años después se creó, en 1787, la

Audiencia del Cuzco. Estos importantes cambios se produjeron bajo el mando de Jorge Escobedo

un nuevo visitador y superintendente que reemplazó a Arreche. Su gran logro fue la

implementación detallada y meticulosa del régimen de intendentes, además, mejoró el

cumplimiento de la ley. Sin embargo, los intereses locales presentaron resistencia a la reforma.

Alonso Carrió de la Vandera proponía que se mantuvieran los corregidores y repartos incluso

después de la rebelión de Túpac Amaru. Sin embargo, propuso una reforma alternativa. Él tenía
7

en mente una capitación directa aplicable a todos los súbditos en el Perú. Este impuesto universal

directo, aparentemente pensado para unir a los súbditos peruanos sin consideración de etnicidad o

de raza, habría sido rechazado rotundamente por criollos y mestizos.

La monarquía española vaciló así en su celo reformista institucional. A partir de entonces,

la corrupción administrativa virreinal, los malos manejos en la minería, el contrabando y el

nepotismo volvieron a crecer. Los intendentes y los subdelegados comenzaron a asumir la misma

autoridad despótica que los corregidores. Hubo quejas contra intendentes que habían vendido

puestos y la venta forzada de mercaderías a los indios prosiguió. Por otro lado, el contrabando de

mercaderías inglesas y norteamericanas también creció. Para 1812, las minas de Huancavelica

habían sido cerradas y el mercurio era importado desde Almadén, España.

En 1809 se daban claras señales de una renovada intensificación de la vieja corrupción. La

incertidumbre política creada por la invasión napoleónica de España y la legislación liberal en las

Cortes de Cádiz crearon confusión en las reglas institucionales. El virrey Abascal impuso un poder

militar semidictatorial y permaneció enfrentando a sucesivas insurrecciones. Durante el gobierno

de Joaquín de la Pezuela (1816-1821), el penúltimo virrey español, la corrupción militar y el

favoritismo alcanzaron nuevos niveles. Pezuela, un virrey tiránico y conservador, gratificaba con

su favor a los oficiales reales que le eran fieles y a su círculo más íntimo. Por sus claras falencias,

defectos militares y venalidad, este virrey fue depuesto mediante el que quizás fuera el primer

golpe militar moderno en el Perú liderado por el general liberal español José de la Serna (1821-

1824), comandante de la última resistencia contra las invasoras fuerzas emancipadoras, y sucedió

en condiciones bélicas favorables al contrabando y la corrupción.


8

Capitulo II “Cimientos socavados de la temprana republica”

En 1818, el joven Domingo Elías (1805-1867) viajó a estudiar en España y Francia. Al

momento de su partida las penurias económicas y la corrupción habían abrumado al virreinato

peruano. Con el fracaso de las reformas borbónicas, los conservadores condonaban la corrupción

para recibir respaldo contra la inminente independencia. Los gastos militares exigían que las

autoridades impusieran préstamos voluntarios o forzados a los ricos comerciantes y a la nobleza

de Lima, dispuestos a todo para conservar sus privilegios. Habiendo adquirido ideas económicas

y políticas liberales en la Europa de la era posnapoleónica, Elías retornó al Perú en 1825. Para

poder reformar la republica Domingo Elías nos revela las viejas y nuevas características de una

administración presa de la corrupción en una naciente república. En 1821 y 1822, el libertador José

de San Martín y Bernardo Monteagudo expropiaron y dilapidaron a la élite mercantil y económica

de Lima, sin conseguir la independencia definitiva del Perú. Su objetivo principal consistía en

erradicar la amenaza española en La Plata y Chile independientes a cualquier costo, incluso la

ruina económica del Perú.

La corrupción de las autoridades de provincias perduraría así en el Perú independiente.

El almirante Thomas Cochrane, cuyos servicios habían quedado impagos, se apropió de las

reservas de plata que habían sido acumuladas durante el gobierno de San Martín. El general Simón

Bolívar, también tomó parte en las dañinas prácticas de expropiación local y abuso de autoridad.

Su dedicado ministro José Faustino Sánchez Carrión recibió varias propiedades como recompensa

a sus fieles servicios. Al mando del gobierno, Bolívar ordenó a sus propios oficiales el despojar

propiedades, incluidos los ornamentos de plata de las iglesias, como medio para financiar al

ejército.
9

“Desafortunadamente para el Perú” —escribió en mayo de 1824 William Tudor, el

cónsul estadounidense en Lima, al secretario de Estado John Quincy Adams— «los invasores

que vinieron a proclamar la libertad y la independencia eran crueles, rapaces, carentes de

principios e incapaces. Sus malos manejos, su despilfarro y su sed de saqueo pronto alienaron los

afectos de los habitantes». Tudor no limitó sus críticas a los libertadores extranjeros; la

población peruana, era suave, afeminada e ignorante del resto del mundo debido a su reclusión

bajo el dominio hispano, dijo. Los primeros préstamos externos, contratados apresuradamente en

el mercado de capitales londinense en el periodo 1822-1825, terminaron por declararse impagos

casi de inmediato. El primer contrato de préstamo externo se firmó en octubre de 1822 y fue

aprobado por el Congreso Constituyente en 1823, durante el breve gobierno de José de la Riva-

Agüero, el primer presidente del Perú. En el Perú se le concedió a Riva-Agüero el más alto rango

militar, a pesar de no haber participado en batalla alguna. Un segundo préstamo de 616.000

libras en enero de 1825, con el cual Bolívar controlaba el poder en el Perú y esperaba

ansiosamente los fondos del préstamo, 40.000 libras de los cuales serían usados para comprar y

remitir 25.000 rifles. Los incumplimientos del gobierno peruano, tuvo como resultado el impago

oficial de los préstamos externos peruanos. De la suma nominal total de 1.816.000 libras el

gobierno peruano solamente recibió el 50 por ciento después de deducidas las elevadas

comisiones, costos de transacción y pagos de interés por adelantado.

Juan Manuel Iturregui, Cuando asumió la legación peruana en Londres por vez primera

en 1827, se quejó de los magros ingresos que le habían sido asignados. Iturregui se mantendría

como el representante peruano en Londres, con varias interrupciones en su servicio, hasta 1838.

Tras años de negligencia y decadencia, las actividades mineras necesitaban una masiva inversión

de capital para producir suficiente plata y oro con que equilibrar el creciente déficit comercial.

Pero, las inversiones necesitadas por la minería peruana no se hicieron presentes. La exportación
10

ilegal de plata piña aumentó después de la independencia. El congresista liberal peruano Francisco

Javier de Luna Pizarro deseaba incrementar la recaudación de aduanas para contribuir así a la

moralización de los funcionarios de aduana y, con ello, erradicar el «inmenso contrabando». El

conjunto inadecuado de prohibiciones y barreras al comercio libre, heredado del régimen colonial,

constituía el germen de la corrupción. Hubo ciertos intentos tempranos pero débiles de moralizar

la Administración Pública fundamentalmente debidos a Luna Pizarro, el presidente Manuel

Menéndez (1844-1845) y otros liberales. En teoría los funcionarios del gobierno seguían estando

sujetos al juicio de residencia que buscaban evidencias de cohecho. Los oficiales de aduanas

enfrentaban la pena de muerte si eran hallados culpables (rara vez eran aplicada). Según un

pesimista observador contemporáneo, «la corrupción es demasiado inveterada y ha crecido con

demasiado vigor en el Perú, como para ser erradicada rápidamente con cualquier medio, por

juicioso o severo que sea».

You might also like