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Colegio Gimnasio Campestre San Sebastián

GUIA INFORMATIVA N° 5
NOMBRE: _______________________________________ GRADO: Undécimo
AREA: Historia política FECHA: JULIO – AGOSTO PERIODO: TERCERO
TEMA: Las potencias mundiales en la era poscomunista.
DOCENTE: Vida Patricia Durán González
COMPETENCIAS: INTERPRETATIVA – ARGUMENTATIVA – PROPOSITIVA
DBA CS 3: Analiza las consecuencias políticas, económicas y sociales de algunos
conflictos geopolíticos desde finales del siglo XX hasta la actualidad a nivel mundial.
DBA CS 4: Comprende las implicaciones sociales, económicas y políticas que tuvo
la Guerra Fría en el mundo y las relaciona con las vividas en América Latina.

EL REGRESO DE LAS GRANDES POTENCIAS AUTORITARIAS

El final del fin de la historia

El orden democrático liberal global de hoy enfrenta dos desafíos. El primero es el


Islam radical, y es el menor de los dos desafíos. Si bien los defensores del Islam
radical encuentran repugnante la democracia liberal, y a menudo al movimiento se
le describe como la nueva amenaza fascista, las sociedades de las que emana son
por lo general pobres y estancadas. No representan ninguna alternativa viable a la
modernidad ni plantean ninguna amenaza militar significativa para el mundo
desarrollado. Es sobre todo el uso potencial de armas de destrucción masiva -- en
especial por parte de actores no estatales -- lo que hace peligroso al Islam militante.

El segundo desafío, mucho más importante, procede del ascenso de grandes


potencias no democráticas: los antiguos rivales de Occidente durante la Guerra Fría,
China y Rusia, que ahora operan bajo regímenes capitalistas autoritarios, y ya no
comunistas. Las grandes potencias capitalistas autoritarias desempeñaron un
importante papel en el sistema internacional hasta 1945. Desde entonces han
estado ausentes. Pero en la actualidad parecen estar dispuestas a regresar.

La supremacía del capitalismo parece estar profundamente afianzada, pero el


predominio actual de la democracia podría ser mucho más incierto. El capitalismo
se ha expandido inexorablemente desde que empezó la modernidad; sus
mercancías con precios más bajos y su superior poder económico han desgastado
y transformado a todos los demás regímenes socioeconómicos, proceso éste que
describió de manera memorable Karl Marx en El manifiesto comunista. Al contrario
de lo que esperaba Marx, el capitalismo tuvo el mismo efecto sobre el comunismo,
"enterrándolo", al cabo, sin lanzar el disparo proverbial. El triunfo del mercado, que
precipitó y fortaleció la revolución tecnológico-industrial, condujo al ascenso de la
clase media, la urbanización intensiva, la expansión de la educación, el surgimiento
de la sociedad de masas y una riqueza siempre mayor. En la era de la Posguerra
Fría (como en el siglo XIX y las décadas de 1950 y 1960), existe la creencia
generalizada de que la democracia liberal surgió naturalmente de estos
acontecimientos: noción a la que, bien se sabe, se adhiere Francis Fukuyama. En
la actualidad, más de la mitad de los Estados del mundo tienen gobiernos elegidos
mediante las urnas, y cerca de la mitad tienen derechos liberales suficientemente
afianzados como para ser considerados completamente libres.

Pero las razones del triunfo de la democracia, en especial sobre sus rivales
capitalistas no democráticos de las dos guerras mundiales, Alemania y Japón,
fueron más contingentes de lo que suele suponerse. Los Estados capitalistas
autoritarios, hoy ejemplificados por China y Rusia, pueden representar un camino
alternativo viable a la modernidad, lo que a su vez indica que no hay nada de
inevitable acerca de la victoria definitiva de la democracia liberal, o de su predominio
futuro.

Crónica de una derrota no anunciada

El campo democrático liberal derrotó a sus rivales autoritarios, fascistas y


comunistas por igual, en las tres mayores luchas de poder del siglo XX: las dos
guerras mundiales y la Guerra Fría. Al tratar de determinar con exactitud qué
justificó este resultado decisivo, es tentador examinar los rasgos especiales y las
ventajas intrínsecas de la democracia liberal.

Una ventaja posible es la conducta internacional de las democracias. Quizás más


que compensan el que enarbolen un garrote más ligero hacia el exterior con una
mayor capacidad de lograr la cooperación internacional mediante las obligaciones
y la disciplina del sistema de mercado global. Esta explicación es probablemente
correcta en el caso de la Guerra Fría, cuando las potencias democráticas
predominaban sobre una economía global ampliamente expandida, pero no se
aplica al caso de las dos guerras mundiales. Tampoco es verdad que las
democracias liberales tienen éxito porque siempre permanecen unidas. De nuevo,
esto fue cierto, al menos como factor contribuyente, durante la Guerra Fría, cuando
el campo capitalista democrático mantuvo su unidad, mientras que un creciente
antagonismo entre la Unión Soviética y China dividió al bloque comunista. Durante
la Primera Guerra Mundial, sin embargo, la división ideológica entre ambos bandos
era mucho menos clara. La Alianza Anglo-Francesa estuvo lejos de ser concebida
de antemano; fue sobre todo una función de cálculos de equilibrio de poder que una
cooperación liberal. Al concluir el siglo XIX, la política del poder había llevado al
Reino Unido y a Francia, países con un antagonismo feroz, a un paso de la guerra
e incitado al Reino Unido a buscar activamente una alianza con Alemania. La
ruptura de la Italia liberal con la Triple Alianza y su adhesión a la Entente, pese a su
rivalidad con Francia, fue una función de la Alianza Anglo-Francesa, pues la
ubicación peninsular de Italia ponía en riesgo al país por estar en el lado opuesto a
la principal potencia marítima de la época, el Reino Unido. En forma similar, durante
la Segunda Guerra Mundial, Francia fue derrotada muy pronto y expulsada del
bando aliado (que debía incluir a la Rusia soviética no democrática), mientras que
las potencias totalitarias de derecha pelearon en el mismo bando. Según estudios
hechos sobre la conducta de las alianzas entre las democracias, los regímenes
democráticos no mostraron una tendencia mayor a permanecer unidos que otros
tipos de regímenes.

Tampoco los regímenes capitalistas totalitarios perdieron la Segunda Guerra


Mundial porque sus opositores democráticos sostenían una alta posición moral que
inspiró un mayor esfuerzo de su gente, como han afirmado el historiador Richard
Overy y otros. Durante la década de 1930 y a principios de la de 1940, el fascismo
y el nazismo eran nuevas ideologías que animaron y generaron un entusiasmo
popular masivo, mientras que la democracia permaneció en la defensiva ideológica,
con la apariencia de ser vieja y desalentada. En cierta manera, los regímenes
fascistas demostraron ser más inspiradores durante la guerra que sus adversarios
democráticos, y se ha juzgado que en buena medida el desempeño de sus militares
en el campo de batalla fue superior.

La supuesta ventaja económica inherente a la democracia liberal también está lejos


de ser tan clara como a menudo se supone. Todos los beligerantes en las grandes
luchas del siglo XX resultaron ser muy eficaces en producir para la guerra. Durante
la Primera Guerra Mundial, la Alemania semiautocrática comprometió sus recursos
con tanta eficacia como sus rivales democráticos. Después de las primeras victorias
en la Segunda Guerra Mundial, la movilización económica y la producción militar de
la Alemania nazi se descuidaron mucho durante los años críticos de 1940-1942.
Bien apostada en la época para alterar fundamentalmente el equilibrio de poder
global con la destrucción de la Unión Soviética y su predominio en toda Europa
continental, Alemania fracasó porque sus fuerzas armadas no contaron con los
suficientes suministros para esa tarea. Las razones de esta deficiencia siguen
siendo objeto de debate histórico, pero uno de los problemas fue la existencia de
centros de autoridad en competencia dentro del sistema nazi. En éste, la táctica de
"divide y domina" de Hitler y el celo con que los funcionarios del partido guardaban
sus ámbitos asignados tuvieron un efecto caótico. Además, desde la caída de
Francia en junio de 1940 hasta el revés alemán ante Moscú en diciembre de 1941,
en Alemania había una percepción generalizada de que prácticamente se había
ganado la guerra. A pesar de todo, de 1942 en adelante (cuando ya era demasiado
tarde), Alemania intensificó enormemente su movilización económica y alcanzó e
incluso superó a las democracias liberales en términos de la proporción de PIB
destinada a la guerra (aunque su volumen de producción permaneció mucho más
bajo que el de la poderosa economía estadounidense). Asimismo, los niveles de
movilización económica en el Japón imperial y la Unión Soviética superaron a los
de Estados Unidos y el Reino Unido gracias a esfuerzos despiadados.

Sólo durante la Guerra Fría la economía estatal y centralizada de la URSS mostró


una debilidad estructural cada vez más profunda; esa debilidad fue la responsable
directa de la caída de la Unión Soviética. El sistema soviético había generado
exitosamente las etapas primeras e intermedias de la industrialización (aunque a un
costo humano terrible) y sobresalió en las técnicas regimentadas de producción en
serie durante la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, mantuvo ese orden militar
durante la Guerra Fría. Pero debido a la rigidez del sistema y la falta de incentivos,
resultó estar mal preparado para enfrentarse con las etapas avanzadas de
desarrollo y las demandas de la era de la información y la globalización.

Sin embargo, no hay ninguna razón para suponer que, de haber sobrevivido, los
regímenes capitalistas totalitarios de la Alemania nazi y el Japón imperial habrían
resultado ser económicamente inferiores a las democracias. Las ineficiencias que
el favoritismo y la falta de rendición de cuentas suelen crear en tales regímenes
podrían haber sido compensadas con niveles más altos de disciplina social. A causa
de sus economías capitalistas más eficientes, las potencias totalitarias de derecha
podrían haber constituido un desafío más viable para las democracias liberales que
la Unión Soviética; las potencias aliadas juzgaban que la Alemania nazi era un
desafío tal antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Las democracias liberales
no poseían una ventaja inherente sobre Alemania en términos de desarrollo
económico y tecnológico, como sí la tenían en relación con otras grandes potencias
rivales.

Entonces, ¿por qué las democracias ganaron las grandes luchas del siglo XX? Los
motivos son diferentes para cada tipo de adversario. Derrotaron a sus adversarios
capitalistas no democráticos, Alemania y Japón, en la guerra porque éstos eran
países de tamaño medio con recursos limitados y se alzaron contra la coalición, en
extremo superior económica y militarmente -- pero difícilmente establecida de
antemano -- , de las potencias democráticas y Rusia o la Unión Soviética. La derrota
del comunismo, sin embargo, tuvo mucho más que ver con factores estructurales.
El bando capitalista -- que después de 1945 se expandió hasta incluir a la mayor
parte del mundo desarrollado -- poseía un poder económico mucho mayor que el
bloque comunista, y la ineficiencia inherente de las economías comunistas les
impidió explotar completamente sus enormes recursos y ponerse a la altura de
Occidente. Juntas, la Unión Soviética y China eran más grandes y por tanto tenían
el potencial de ser más poderosas que el bando capitalista democrático. En última
instancia, fallaron porque sus sistemas económicos las limitaron, mientras que las
potencias capitalistas no democráticas, Alemania y Japón, fueron derrotadas
porque eran demasiado pequeñas. Factores contingentes desempeñaron un papel
decisivo en inclinar la balanza contra las potencias capitalistas no democráticas y a
favor de las democracias.

La excepción estadounidense

El elemento contingente más decisivo fue Estados Unidos. Después de todo, fue un
poco más que un azar de la historia que el vástago del liberalismo anglosajón
brotara al otro lado del Atlántico, institucionalizara su herencia con independencia,
se expandiera a través de uno de los territorios más habitables y menos poblados
del mundo, se nutriera de una enorme inmigración de Europa y creara, así, en una
escala continental lo que fue -- y es aún -- por mucho la mayor concentración de
poderío económico y militar del mundo. Un régimen liberal y otros rasgos
estructurales tuvieron mucho que ver con el éxito económico de Estados Unidos, e
incluso con su tamaño, debido a su atractivo para los inmigrantes. Pero Estados
Unidos difícilmente habría alcanzado tal grandeza de no haber estado ubicado en
un vasto y ventajoso nicho ecológico-geográfico, como lo demuestran los
contraejemplos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Y la ubicación, por
supuesto, aunque crucial, fue sólo una condición necesaria entre muchas para
engendrar al gigante, en efecto, de Estados Unidos como el máximo hecho político
del siglo XX. Lo contingente fue al menos tan responsable como el liberalismo del
surgimiento de Estados Unidos en el Nuevo Mundo y, por tanto, de su capacidad
posterior para rescatar al Viejo Mundo.

A lo largo del siglo XX, el poder de Estados Unidos sobrepasó consistentemente el


de los dos siguientes Estados más fuertes juntos, y ello inclinó decisivamente la
balanza de poder global a favor de cualquiera de los lados en los que estuvo
Washington. Si hubo algún factor que diera a las democracias liberales su
preeminencia, fue sobre todo la existencia de Estados Unidos más que cualquier
otra ventaja inherente. De hecho, de no haber sido por Estados Unidos, la
democracia liberal podría haber perdido las grandes luchas del siglo XX. Éste es un
pensamiento tranquilizador que a menudo es pasado por alto en los estudios de la
expansión de la democracia en el siglo XX, y hace que el mundo actual parezca
mucho más contingente y frágil de lo que sugieren las teorías lineales del desarrollo.
Si no fuera por el factor Estado Unidos, el juicio de las generaciones posteriores
sobre la democracia liberal probablemente habría reflejado el veredicto negativo
sobre el desempeño de la democracia, emitido por los griegos del siglo IV a.C., tras
la derrota de Atenas en la Guerra del Peloponeso.

El nuevo segundo mundo


Pero el examen de la guerra no es, desde luego, el único al cual se someten las
sociedades -- sean éstas democráticas o no -- . Hay que preguntarse cómo se
habrían desarrollado las potencias capitalistas totalitarias si no hubieran sido
derrotadas en la guerra. ¿Se habrían despojado, con el tiempo y con más desarrollo,
de su antigua identidad y abrazado la democracia liberal, como acabaron haciéndolo
los regímenes ex comunistas de Europa del Este? ¿El Estado industrial capitalista
de la Alemania imperial de antes de la Primera Guerra Mundial se encaminaba en
definitiva hacia un mayor control parlamentario y la democratización? ¿O habría
avanzado hacia un régimen oligárquico autoritario, dominado por una alianza entre
la burocracia, las fuerzas armadas y la industria, como ocurrió en el Japón imperial
(pese a su interludio liberal en la década de 1920)? La liberalización parece aún
más dudosa en el caso de la Alemania nazi de haber sobrevivido, por no decir
triunfado. Como todos estos grandes experimentos históricos fueron interrumpidos
por la guerra, las respuestas a tales preguntas quedan en el terreno de la
especulación. Pero quizás el registro de los tiempos de paz de otros regímenes
capitalistas autoritarios desde 1945 pueda darnos la clave.

Los estudios que cubren este periodo muestran que las democracias suelen superar
a otros sistemas en el plano económico. Los regímenes capitalistas autoritarios son
al menos tan exitosos como aquellos -- si no es que más -- en los primeros estadios
de desarrollo, pero tienden a democratizarse luego de cruzar cierto umbral de
desarrollo económico y social. Esto parece haber sido un patrón recurrente en Asia
del Este, el sur de Europa y América Latina. Intentar extraer conclusiones sobre los
patrones de desarrollo a partir de estos hallazgos, sin embargo, puede conducir a
equívocos, dado que el mismo conjunto de muestra puede estar contaminado.
Desde 1945, la enorme atracción gravitacional ejercida por Estados Unidos y la
hegemonía liberal han modificado los patrones de desarrollo en todo el mundo.

Como las grandes potencias capitalistas totalitarias, Alemania y Japón, fueron


aplastadas con la guerra, y estos países fueron después amenazados por el poderío
soviético, se prestaron a una reestructuración y democratización radical. Por
consiguiente, países más pequeños que optaron por el capitalismo en vez del
comunismo no tuvieron ningún modelo político y económico rival por imitar y no les
quedaron otros actores internacionales en las cuales apoyarse sino los del bando
democrático liberal. La consiguiente democratización de estos países pequeños y
medianos probablemente tuvo tanto que ver con la abrumadora influencia de la
hegemonía liberal occidental como con los procesos internos. En la actualidad,
Singapur es el único ejemplo de un país con una economía verdaderamente
desarrollada que conserva un régimen semiautoritario, e incluso es probable que
cambie con la influencia del orden liberal en el cual opera. ¿Pero son posibles las
grandes potencias semejantes a Singapur las que resultan inmunes a la influencia
de este orden?

La pregunta se torna relevante por la reciente aparición de los gigantes no


democráticos, sobre todo la China que fue comunista y hoy presenta un auge
capitalista autoritario. Rusia, también, se está apartando de su liberalismo
poscomunista y asume un carácter cada vez más autoritario conforme crece su
relevancia económica. Algunos creen que estos países podrían convertirse al cabo
en democracias liberales mediante una combinación de desarrollo económico,
aumento de la riqueza e influencia del exterior. O bien, pueden tener suficiente peso
como para crear un Segundo Mundo nuevo no democrático, pero avanzado en lo
económico. Podrían establecer un poderoso orden capitalista autoritario que una a
élites políticas, industriales y de las fuerzas armadas, que sea de orientación
nacionalista y participe en la economía global en sus propios términos, como lo
hicieron la Alemania imperial y el Japón imperial.

Mucho se ha afirmado que el desarrollo económico y social origina presiones a la


democratización que no puede contener la estructura de un Estado autoritario.
También existe la percepción de que las "sociedades cerradas" pueden llegar a
sobresalir en la fabricación en serie pero no en las etapas avanzadas de la
economía de la información. El jurado sobre estos asuntos no ha dado su veredicto
porque el conjunto de datos es incompleto. La Alemania imperial y la nazi estuvieron
a la cabeza de las economías científicas e industriales avanzadas de sus tiempos,
pero algunos afirmarán que su éxito ya no se sostiene porque la economía de la
información es mucho más diversificada. Singapur, que es no democrático, tiene
una economía de información exitosa, pero Singapur es una ciudad-Estado, no un
país grande. Habrá de pasar mucho tiempo antes de que China alcance la etapa en
que pueda ponerse a prueba la posibilidad de un Estado autoritario con una
economía capitalista avanzada. Todo lo que puede decirse por el momento es que
no hay nada en el registro histórico que indique que es inevitable una transición a la
democracia de las potencias capitalistas autoritarias de hoy, mientras hay mucho
que indica que tales naciones tienen un potencial económico y militar mucho mayor
que el que tuvieron sus antecesores comunistas.

China y Rusia representan un regreso de las potencias capitalistas autoritarias con


éxito económico que han estado ausentes desde la derrota de Alemania y Japón en
1945, pero son mucho más grandes de lo que alguna vez fueron estos dos países.
Aunque Alemania sólo fuera un país de tamaño medio incrustado incómodamente
en el centro de Europa, dos veces casi escapó de sus confines para convertirse en
una potencia mundial debido a su poderío económico y militar. En 1941, Japón
todavía estaba a la zaga de las principales grandes potencias en términos de
desarrollo económico, pero su tasa de crecimiento desde 1913 había sido la más
alta del mundo. Sin embargo, en última instancia tanto Alemania como Japón eran
demasiado pequeñas -- en términos de población, recursos y potencial -- para
enfrentarse a Estados Unidos. La China de la actualidad, por otro lado, es el actor
más grande en el sistema internacional en términos de población y experimenta un
espectacular crecimiento económico. Al pasar del comunismo al capitalismo, China
ha cambiado a una especie de autoritarismo mucho más eficiente. A medida que
China reduce rápidamente la brecha económica entre ella y el mundo desarrollado,
se vislumbra la posibilidad de que se convierta en una auténtica superpotencia
autoritaria.

Incluso en sus actuales bastiones en Occidente, el consenso liberal en lo político y


lo económico es vulnerable a acontecimientos imprevisibles, como una aplastante
crisis económica que podría trastornar el sistema comercial global o provocar el
resurgimiento de las luchas étnicas en una Europa cada vez más agitada por la
inmigración y las minorías étnicas. Si Occidente fuera golpeado por tales
transformaciones, el apoyo a la democracia liberal en Asia, América Latina y África
-- donde la adhesión a ese modelo es más reciente, incompleta e insegura -- podría
desmoronarse. Y, entonces, un Segundo Mundo no democrático y exitoso podría
ser considerado por muchos como una atractiva alternativa a la democracia liberal.

Hacia un mundo seguro para la democracia


Aunque el ascenso de grandes potencias capitalistas autoritarias no condujera
necesariamente a una hegemonía no democrática o a una guerra, sí podría implicar
que el casi total predominio de la democracia liberal desde la caída de la Unión
Soviética sería efímero y que aún está muy distante una "paz democrática"
universal. Las nuevas potencias capitalistas autoritarias podrían llegar a integrarse
profundamente a la economía mundial, como lo hicieron la Alemania imperial y el
Japón imperial, y a no optar por ejercer la autarquía, como lo hicieron la Alemania
nazi y el bloque comunista. Una gran potencia china también puede ser menos
revisionista de lo que lo fueron los territorialmente confinados Alemania y Japón
(aunque es más probable que Rusia, que sigue tambaleándose por haber perdido
un imperio, tienda al revisionismo). De todos modos, Beijing, Moscú y sus futuros
seguidores bien podrían estar en términos antagónicos con los países
democráticos, con todo el potencial de sospechas, inseguridad y conflicto que esto
implica, y ello ostentando mucho más poder del que alguna vez tuvieron los rivales
del pasado de las democracias.
Entonces cabe la pregunta: ¿el mayor poder potencial del capitalismo autoritario
significa que la transformación de las otrora grandes potencias comunistas resulta
a final de cuentas ser una consecuencia negativa para la democracia global? Es
demasiado pronto para determinarlo. En lo económico, la liberalización de los
países ex comunistas ha dado a la economía global un impulso formidable, y puede
esperarse más. Pero la posibilidad de que en el futuro se tornen más proteccionistas
también necesita ser tomada en cuenta, y evitarla con diligencia. Después de todo,
fue la perspectiva de un proteccionismo progresivo en la economía mundial al
finalizar el siglo XX y la propensión proteccionista de la década de 1930 lo que
contribuyó a radicalizar a las potencias capitalistas no democráticas de la época y
a precipitar las dos guerras mundiales.

En el lado positivo para las democracias, la caída de la Unión Soviética y su imperio


despojó a Moscú de casi la mitad de los recursos que manejaba durante la Guerra
Fría, con una Europa del Este absorbida por la Europa democrática en gran
expansión. Tal es quizás el cambio más significativo en el equilibrio de poder global
desde la forzada reorientación democrática de Posguerra en los casos de Alemania
y Japón bajo la tutela estadounidense. Además, es posible que al cabo China se
democratice, y Rusia podría revertir su alejamiento de la democracia. Si China y
Rusia no se vuelven democráticas, será crítico que India siga siéndolo, por su papel
vital en el equilibrio con China y por el modelo que representa para otros países en
desarrollo.

Pero el factor más importante sigue siendo Estados Unidos. Ante todas las críticas
dirigidas en su contra, Estados Unidos -- y su alianza con Europa -- se sostiene
como la esperanza individual más importante para el futuro de la democracia liberal.
Pese a sus problemas y debilidades, Estados Unidos aún está en una posición
global de fortaleza y es probable que la mantenga incluso si crecen las potencias
capitalistas autoritarias. No sólo su PIB y su tasa de crecimiento de productividad
son los más altos del mundo desarrollado; como un país de inmigrantes con cerca
de un cuarto de la densidad demográfica de la Unión Europea y China y un décimo
de la de Japón e India, Estados Unidos todavía tiene un potencial considerable de
crecimiento -- tanto en lo económico como en términos demográficos -- mientras
que todos los otros mencionados muestran poblaciones que envejecen y, en última
instancia, se reducen. La tasa de crecimiento económico de China está entre las
más altas del mundo, y dados la inmensa población del país y los aún bajos niveles
de desarrollo, tal crecimiento abriga el potencial más radical de cambio en las
relaciones entre las potencias globales. Pero incluso si persiste la tasa de
crecimiento superior de China y su PIB sobrepasa el de Estados Unidos hacia 2020,
como a menudo se prevé, China seguirá teniendo apenas un poco más de un tercio
de la riqueza per cápita estadounidense y, por tanto, considerablemente menor
poder económico y militar. Cerrar esa brecha aún más desafiante con el mundo
desarrollado tardaría varias décadas más. Por añadidura, se sabe que el PIB por sí
solo es un indicador deficiente del poder de un país, y mencionarlo para celebrar el
predominio de China es bastante equívoco. Como ocurrió durante el siglo XX, el
factor Estados Unidos sigue siendo la mayor garantía de que la democracia liberal
no será lanzada a la defensiva ni relegada a una posición vulnerable en la periferia
del sistema internacional.

REFERENCIA BIBLIOGRAFICA
Tomado de: http://seminariordenmundial.blogspot.com/2009/02/el-regreso-de-las-
grandes-potencias.html
VALORACIÓN INTEGRAL
CALIFICACION GUÍA FIRMA FIRMA
DESEMPEÑO
CUALITATIVA CUANTITATIVA DOCENTE ACUDIENTE
SUPERIOR
(96 – 100)
ALTO
(86 – 95)
BASICO
(75 – 85)
BAJO
(10 – 74)

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