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En primer lugar debe tenerse en cuenta el objetivo de los diarios. Los miembros de los diarios
eran actores políticos importantes, por lo que la parcialidad estaba a la orden del día. El partido es
el que financiaba estos diarios, por lo que eran concebidos como un instrumento político de
propaganda abiertamente.
La prensa politica era una transición o un hibrido entre el panfleto político y el diario moderno.
Siguiendo a Navarro Viola, en las décadas precedentes del 60 y 70, la materia prima del diario
estaba compuesta por grandes editoriales, con temas filosóficos, jurídicos, etc. En los 80 se
producen grandes cambios: por un lado el crecimiento de las revistas especializadas en esos
ámbitos y por otro la necesidad de enterarse de lo que está pasando en el mundo de un público
que no tiene tiempo de leer grandes editoriales. En los 90 esos artículos ya no se leían, y con el
fin de tener tirada, cada gran diario incorpora los telégrafos internacionales y el aviso comercial:
no buscaba satisfacer la inteligencia sino la curiosidad. Si bien la naturaleza de los diarios había
cambiado, los personajes públicos seguían escribiendo columnas, junto a periodistas en un
proceso de profesionalización del oficio. Esta transición de la que hablamos constituye un montaje
entre lo viejo y lo nuevo y se dio de diferente forma en cada diario.
Con todo este proceso de modernización, la prensa política más pura (con la excepción de
algunos diarios como la Nación), continuó con su naturaleza de opinión más que de información,
esquivando los grandes cambios socioeconómicos de la Argentina. La prensa no era
representante de la opinión pública resultante de cambios sociales, aunque sea este el mensaje
que cada diario promovía. La opinión pública es un concepto abstracto que toda facción busca
atribuirse para dar legitimidad a sus acciones y existencia, y si se entiende esto, se entiende que
toda batalla política se daba en la prensa, herramienta a través de la cual el partido competía por
la legitimidad. La prensa no solo intentaba construir legitimidad, sino que dialogaba con su
adversario y reeditaban sus conceptos en torno a la política, la república y sus instituciones.