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DÉCADA DEL 80

Comienza la década
En 1981 Argentina se encontraba aún en manos de la última dictadura militar. Fue en este año
que comenzaron a realizarse las primeras "Marchas de Resistencia" en donde las Madres y
Abuelas de Plaza de Mayo reclamaban por los Derechos Humanos.

La vuelta a la democracia marcó el inicio de una movida joven, under y muy rockera.
La moda de los años 80 es quizás una de las más recordadas. El volumen, los colores y las
exuberancias eran moneda corriente al vestirse. Si durante los 70 las remeras se usaban
apretadas y los pantalones sueltos, en los 80 eso cambiarían rotundamente.
Las piezas más emblemáticas de la década fueron las remeras holgadas y coloridas,
frecuentemente estampadas y con grandes hombreras; también los pantalones ajustados; los
chalecos, las faldas rectas y minifaldas. Las mujeres se subían a zapatos de taco alto y usaban
cantidades de pulseras. Los peinados abundaban en rulos, jopos y flequillos, el maquillaje era
recargado. Los pantalones vaqueros o jeans, también fueron protagonistas debido a que los
tratamientos de pre-lavado los hacían lucir decolorados y chic. La lencería iba adquiriendo
también un lugar importante en la moda.
El uso de colores era variado, aunque el blanco y el negro tuvieron su gran momento.
El lujo y la ostentación se hacían sentir a través de la alta costura y de la mano de algunos
diseñadores como Christian Lacroix, que reflejaban el significado elitista de la moda. Calvin
Klein y Giorgio Armani se encargaban de vestir perfectamente a la mujer para el trabajo.
El estilo Punk influía en los varones con el uso de aros y el género musical New Wave
glorificaba los brazaletes de cuero y las tachas.
Madonna impuso su estilo con polleras pantalón, medias de red, leggings, tops crucifijos,
guantes sin dedos y cadenas de strass, Michael Jackson popularizó las chaquetas, los
pantalones de cuero y el uso de cierres.
Había que estar en forma y mostrarse, por eso, el trabajo con el cuerpo era una aspiración a
las líneas de las supermodelos que comenzaban a surgir marcando tendencias. En estos años
se difunde mucho la vestimenta de gimnasio, ligera e informal como las calzas, las polainas y
las vinchas de múltiples colores.
Tato Bores regresó a la tv en el 88, cuando sus hijos Alejandro y Sebastián tomaron las riendas
del programa, creando una nueva era de humor político. Olmedo vivió su época de esplendor
televisivo en los 80. En cine, la Argentina ganó su primer Oscar con La historia oficial, mientras
que Camila obtuvo una nominación como mejor película extranjera.

La libertad se anuncia eterna y, aunque cada año el sorteo de la colimba atormente a todos los
varones que no tengan pie plano, el espíritu de la época anima a “poner el cuerpo y el bocho
en acción”: estado de sitio versus estado de ánimo. Si es cierto que el under no define por sí
mismo una época, la década de los 80 fue la primera en que se modeló una autoconciencia
generacional desde los márgenes, con códigos propios y excluyentes.

Para la Argentina, es la creación de la cultura joven. En su monumental ensayo Teenage, el


crítico inglés Jon Savage explica que el término “teenager” (adolescente) recién se empezó a
usar después de la Segunda Guerra Mundial y que no fue hasta 1950 que los jóvenes ingleses y
estadounidenses se sintieron parte de una cultura propia, gracias a rockeros y beatniks. Con la
insularidad de un país reprimido por una dictadura feroz, en la Argentina ese fenómeno tuvo
que esperar hasta mediados de los 80: el éxito fulgurante de una película como Volver al
futuro, en 1985, desnuda con sus saltos temporales la necesidad de distanciarse de los padres
y lleva la autoconciencia generacional a niveles de ciencia ficción. “En la mitad de los 80,
Buenos Aires es una ciudad desaforada, el hambre con que nos deja la dictadura produce pura
efervescencia y un movimiento continuo que abarca al teatro y a sus performers, a las artes
visuales, a la música y a los espacios donde sucede todo eso”. Como paradoja de la época, la
contracultura cimenta las bases del fabuloso negocio del rock: en las antípodas estéticas, Soda
Stereo y Los Redonditos de Ricota plantean un River-Boca con la rivalidad de todo
superclásico, unos exportando el “rock nacional” al mercado latinoamericano y otros
explicando, por única vez, las crípticas letras de sus temas en la revista Canta Rock. Mientras
tanto, nacen niños: esos que hoy se conocen como “nativos digitales”, y que crecen
conectados a los celulares como una extensión de sus cuerpos, confinados a la soledad de una
red social y acaso ignorantes de que fueron concebidos durante una primavera en la que sus
padres repetían: “A la vida hay que hacerle el amor”.

A principios de los ’80, el rock nacional sufrió un impulso proveniente de un hecho poco feliz:
con la Guerra de Malvinas –en 1982–, el gobierno militar prohibió la música en inglés. Esto
llevó a que las radios debieran difundir música en español, beneficiando a los artistas locales,
como Lito Nebbia, Moris, Piero, León Giego y Miguel Cantilo..
Con la apertura democrática, en 1983, las manifestaciones artísticas volvieron a ocupar un
lugar preponderante luego de años de censura y persecución. De esta manera, se produjo una
explosión de bandas y solistas que, a través de sus letras, criticaron los años de violencia y
advertían sobre los problemas sociales de la época. García y Spinetta continuaron a la cabeza
del rock, generando composiciones únicas, que mezclan géneros y estilos. El grupo platense
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota –liderado por Carlos “Indio” Solari y Skay Beillinson–
salió a la superficie con su rock más visceral y letras de alto lirismo y crítica social, pero también
reconocido por no aparecer en los medios masivos de comunicación (hecho poco frecuente a
nivel mundial) y editando sus propios discos. La música más “moderna” o bailable encontró en
Virus, Los Abuelos de la Nada –formado por Miguel Abuelo y el joven Andrés Calamaro– y Los
Twist una estimulante base. Otros grupos, como Los Fabulosos Cadillacs o Los Pericos,
incursionaron en ritmos como el ska, el reggae y el dub. Los Violadores tomaron al punk. Y Riff,
fundado por el genial guitarrista Pappo, se hizo cargo del rock más duro.
Esta década también vio nacer a dos grupos que harían historia: Soda Stereo y Sumo. El
primero, un trío conformado por Gustavo Ceratti, Zeta Bosio y Charly Alberti, introdujo sonidos
nuevos y una cuidada estética, que lo convirtieron en líder indiscutido de América Latina. Sumo,
creado por el ítalo-inglés-argentino Luca Prodán, profundizó en sonoridades hasta ese
momento desconocidas en Argentina, haciendo lo que muchos llaman el “mejor reggae” local.
Con su separación, se formaron dos bandas que, hasta hoy, son guías indiscutidas: Divididos y
Las Pelotas.
Durante estos años también apareció en escena un grupo de músicos de la ciudad de Rosario
que renovaría la escena: Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré y Fito PaézA

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