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MAURICIO PRELOOKER: UN SABIO IGNORADO Mauricio Prelooker, un hombre con dimensión

renacentista que vivió y creó intensamente durante sus ochenta años de vida, nos dejó hace
pocos meses en forma silenciosa, como había transcurrido su existencia, una perfecta
combinación de amor al saber y a sus semejantes, austeridad monacal y pasión por la justicia. Y
se fue sin lograr, tal vez porque nunca se lo había propuesto, el reconocimiento de sus
contemporáneos a su enorme talento y a su contribución extraordinaria a la ciencia económica
plasmada en su obra maestra, “La economía del desastre”, cuyas dos ediciones, en 1995 y
1999, realizadas merced al aporte solidario de un pequeño puñado de amigos, no merecieron
ni la mínima mención bibliográfica en las páginas especializadas de la prensa del país. Es que
Prelooker no era un economista del “establishment”, un gestor, un “lobbysta” o un graduado
de esos cursos para colonizar “sudacas” con escaso dominio de la lengua de Shakespeare que
suelen dictar Harvard o Chicago, sino un estudioso y un humanista que a partir de un
minucioso y profundo análisis epistemológico, situó nuevamente a la economía como una
ciencia del hombre, como lo que fue en el pasado cuando se la denominaba con razón
“economía política”. Por eso jamás fue convocado por ningún canal de televisión para exponer
sus ideas, cuando esos medios atiborraban sus pantallas, fatigaban a sus audiencias y creaban
la “opinión pública” con malandrines de toda laya a los que calificaban como gurúes de la
economía. Y en esa obra fundamental -que clama por una nueva reedición - mientras todo el
mundo festejaba con entusiasmo la globalización cuando no el fin de la historia Prelooker
anticipaba las crisis que poco después sobrevinieron en Rusia, en el sudeste asiático y en otros
rincones del mundo y pronosticaba la debacle argentina en la que estamos inmersos,
proponiendo fórmulas innovadoras para superar nuestra decadencia y frustración nacional con
justicia y equidad distributiva. Su implacable crítica al mal llamado neoliberalismo y sus
pronósticos sobre la crisis del sistema capitalista en este estadio de su desarrollo, no provenía
de dogmas sobre los que se conceptualizaban conceptos, como supo hacerlo tradicionalmente
nuestra izquierda vernácula, sino de una sistemática conceptualización de la realidad a partir
de aportes teóricos fundamentales como lo son la teoría de los ciclos largos de Kondratieff,
desarrollada posteriormente por Schumpeter en una obra monumental “Bussines Cycles” ,
editada en 1939, uno de cuyos escasos ejemplares obra en la biblioteca del Banco Central.
Cuando Mauricio la leyó, no hace tantos años, se asombró ante la sorpresa que le deparó la
ficha del libro. En cuarenta años había sido apenas el segundo lector. Hombre recatado en
exceso y enemigo de hablar de si mismo, pude rescatar de la intensa amistad que mantuvimos
los relatos de su niñez y adolescencia en Italia, donde se trasladó con su madre y cursó los
estudios primarios y secundarios, su capacidad para hablar, escribir y traducir el ingles, alemán,
italiano, francés y portugués, sus sucesivas y cambiantes militancias políticas, siempre en pos
de la justicia y la libertad. Y digo cambiantes como un elogio, toda vez que su búsqueda de la
verdad lo tornaba irreconciliable con dogmas, embustes y canalladas. Claro que entendía la
política a la manera hegeliana, como el ideal ético superior del hombre y no como la conciben
los Tartufos, como “el arte de lo posible”. Pero sus estudios profundos en materia
epistemológica y económica fueron productos tardíos de una pujante madurez, cuando
comprendió al fin que sin un adecuado marco teórico, para el cual muy pocos han aportado en
la Argentina en las últimas décadas, no será posible comenzar el nuevo camino que deberá
emprender nuestra Patria, no ya en pos de metas fantásticas y disparatadas, sino para
constituir una sociedad justa y libre, en la que el hombre, todos los hombres, puedan aspirar a
desarrollar sus máximas potencialidades en paz y armonía. Luis Montalto ÐÏࡱá

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