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República de Cuba

Tesis de Doctorado

EL URBANISMO DE CAMAGÜEY ENTRE 1528 Y 1837


Marcos Antonio Tamames Henderson
PÁGINA LEGAL

El urbanismo de Camagüey entre 1528 y 1837 (Tesis de Doctorado) / . – La Habana :


Editorial Universitaria, 2018 – e-ISBN 978-959-16-3740-6.

© Autor: Marcos Antonio Tamames Henderson


Digitalización: Editorial Universitaria del Ministerio de Educación Superior de la
República de Cuba.
Calle 23 entre F y G, No. 564. El Vedado, La Habana, CP 10400, Cuba.

Página web: http://eduniv.mes.edu.cu


UNIVERSIDAD DE LAS ARTES
FACULTAD DE ARTES VISUALES

EL URBANISMO DE CAMAGÜEY ENTRE 1528 Y 1837

Tesis presentada en opción del grado científico de Doctor en Ciencias sobre Arte

Autor: Prof. Aux. Lic. Marcos Antonio Tamames Henderson, Ms. C.

Tutora: Prof. Tit. Lic. Pilar Fernández Prieto, Dra. C.

La Habana
2017
AGRADECIMIENTOS

A mis maestros, por sus lecciones.

A mis colegas, por aquellas polémicas que conducen a un buen argumento.

A la profesora Dra. Pilar Fernández Prieto, por disciplinar mi conducta académica.


SÍNTESIS

La presente investigación explica el comportamiento del urbanismo de Camagüey

entre 1528, año del definitivo emplazamiento de la villa entre los ríos Tínima y

Hatibonico, y 1837, cuando la construcción de una plaza de Recreo en la antigua

plaza de Armas rompe con la polifuncionalidad del núcleo urbano. Los resultados

contribuyen a la ejecución de proyectos de manejo y gestión del centro histórico y

el área declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde una perspectiva

holística se caracteriza y valora el comportamiento del urbanismo a partir del

análisis e interpretación de su representación en fuentes documentales y

bibliográficas, entre las que se destacan reales cédulas y órdenes, actas

capitulares, protocolos notariales, informes eclesiásticos, bandos de gobierno,

censos, mapas y planos, correspondencias y obras literarias. Entre 1528 y 1800

en el urbanismo de Camagüey se define una peculiar morfología sobre la base de

un sistema de hitos y nodos con esencial fundamento en la religiosidad popular

que acompaña a su sociedad y la estrategia política y económica desplegada por

sus instituciones. Desde 1800 y hasta 1837, periodo de la ciudad como Capital

Jurídica del Distrito, el urbanismo se resignifica en torno al núcleo urbano y se

enriquece con intervenciones que responden a un modelo urbano en el que se

combinan exigencias militares con las de ornato y esparcimiento.


ÍNDICE

Pág.

INTRODUCCIÓN 1

DESARROLLO

Capitulo 1.- Génesis y consolidación del urbanismo. 1528 - 1800 12

1.1.- Antecedentes 12

1.2.- Emplazamiento geográfico y definición del

núcleo urbano. 1528 – 1600 15

1.3.- Centralidad urbana. Siglo XVII 23

1.4.- Consolidación del urbanismo. 1701 - 1756 29

1.4.1.- Reorganización eclesiástica. 1701 31

1.4.2.- Centro y periferia en intrarríos 36

1.4.3.-Urbanismo en extrarríos 39

1.4.4.- Reorganización eclesiástica 1756 43

1.5.- Significación del urbanismo. 1756 - 1800 46

1.5.1.- Urbanismo y control político administrativo 50

1.5.2.- Regulaciones urbanas 53

1.5.3.- Reorganización eclesiástica. 1796 56

Capitulo 2.- Continuidad y resignificación del urbanismo 1800-1837 58

2.1.- Continuidad del urbanismo principeño 67


2.2.- Control de la Audiencia. Organización urbana de 1803 71

2.2.1.- Desruralización. El barrio de La Caridad 73

2.3.- Representación gráfica del urbanismo 80

2.4.- Resignificación del urbanismo 85

2.5.- Pérdida de la polifuncionalidad 94

CONCLUSIONES 107

RECOMENDACIONES 110

BIBLIOGRAFÍA 111

ANEXOS 123
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN

La sistematicidad del estudio del urbanismo desde la historia del arte en Cuba

emerge con las investigaciones llevadas a cabo por el licenciado Carlos Venegas

Fornias, quien durante la colaboración en la revista Arquitectura Cuba experimenta,

con la guía del arquitecto Roberto Segre, “la manera de documentar una población

desde todos los puntos de vista posibles, desde la lectura del plano y la imagen,

hasta la documentación histórica escrita en sus diversos aspectos”. 1 Venegas

articula documentos escritos y gráficos para interpretar el urbanismo tanto en su

morfología como en su connotación simbólica.

Significativo aporte ofrece el Dr. Francisco Prat Puig, profesor de Historia del Arte

en la Universidad de Oriente, al considerar la arquitectura y el urbanismo como

documento histórico-cultural. Su teoría ofrece como resultado un conjunto de

investigaciones que concluyen en tesis doctorales en ciencias sobre arte. Trinidad,

arquitectura doméstica y sociedad colonial, de Alicia García Santana en 1986; El

desarrollo urbano de Cienfuegos en el siglo XIX, por Lilia Martín Brito en 1990 y La

desrruralización en Santiago de Cuba. Génesis de una ciudad moderna (1788-

1868), de María Elena Orozco Melgar en 1994, inscribieron dichas ciudades en los

estudios sobre arte.

1 María Carla Gárciga: “Carlos Venegas: Testigo presente de una Habana antigua”.

1
Por las particularidades contextuales que acompañan el devenir de cada una las

referidas investigaciones pueden ser consideradas como estudio de caso, sin

embargo, la persistencia de encontrar en ellas la prolongación del urbanismo

español en América limitó la interpretación de fuentes y la determinación de los

factores que inciden en el comportamiento del espacio urbano arquitectónico fueron

principalmente de carácter económico, político y social.

En el primer lustro del siglo XXI se presentan en similar ejercicio dos investigaciones

que marcan tendencias diferentes en el estudio del urbanismo. En el 2000, la

licenciada María Teresa Fleitas Monnar, como prolongación a la obra de Orozco y

bajo la tutoría de la historiadora Olga Portuondo Zúñiga, centra la atención en el

urbanismo de Santiago de Cuba entre 1868 y 1930, periodo histórico de suma

complejidad por las transiciones políticas que le acompañan: Guerra de los Diez

Años, Tregua Fecunda, Guerra del 95, intervención norteamericana y las dos

primeras décadas de la República Neocolonial. Las circunstancias históricas y la

producción documental del periodo conllevan a que Fleitas refuerce

metodológicamente su estudio mediante la interpretación de la ciudad en fuentes

documentales de diversa naturaleza, y dentro de ellas, de manera significativa, la

prensa escrita como espacio de recepción.

En el 2004 la profesora Concepción Otero Naranjo presenta el estudio del reparto

habanero El Vedado, obra que se consolida en el siglo xx y, en correspondencia a

ello, demanda nuevas fuentes, enfoques y análisis. Con la tutoría de la arquitecta

Eliana Cárdenas Sánchez, Otero analiza el urbanismo desde una perspectiva

2
patrimonial, de ahí que la reconstrucción histórica del conjunto urbano le conlleve a

precisar y destacar los resultados en términos de signos identitarios.

En sentido general, si bien las obras referenciadas revelan una trayectoria del

estudio del urbanismo en Cuba en el campo del arte, lo cierto es que la falta de

sistematicidad ha impedido la conformación de un cuerpo teórico metodológico

desde la disciplina, como la consolidada en universidades españolas por los

profesores Antonio Bonet Correa2 y Gonzalo Borrás Gualis.3

Inestimables resultan los aportes teóricos ofrecidos desde la historia y la

arquitectura por las investigadoras Alicia García Santana e Eliana Cárdenas

Sánchez, respectivamente. La reconstrucción histórica de espacios públicos

relevantes y edificios sobresalientes permiten a García Santana reconocer las

primitivas ciudades cubanas “como resultado de esfuerzos colectivos, actos de vida

que trascienden esquemas conceptuales”, 4 sin que por ello, como demuestra

documentalmente, estén desligadas de los modelos urbanos establecidos en las

primeras villas fundadas por españoles en el área del Caribe. 5 Por su lado,

Cárdenas Sánchez parte del papel que juega el espacio construido en la

conformación de la memoria histórica colectiva y establece como camino decisivo

en la defensa del patrimonio cultural urbano, la profundización de las relaciones

entre significado otorgado por los seres humanos y las formas de uso a través de la

historia.

2 V.: Antonio Bonet Correa: Las claves del urbanismo. Cómo identificarlo.
3 V.: Gonzalo M. Borrás Gualis: Teoría del arte I. Las obras de arte.
4 Alicia García Santana: Trinidad de Cuba. Ciudad, plazas, casas y valle, p. XXIV.
5 V.: “Los trazados urbanos”, en Alicia García Santana: “Urbanismo y vivienda en la región central de

Cuba”, pp.48-55.

3
El análisis del urbanismo de Camagüey adquiere sistematicidad científica a partir

de la fundación del Centro de Estudio de Centros Históricos en la Facultad de

Construcciones de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y Loynaz por la

arquitecta Lourdes Gómez Consuegra en 1979, quehacer encaminado a dar

respuesta a las demandas de conservación y restauración del centro histórico de

Camagüey, declarado Monumento Nacional el 10 de octubre de 1978.6 Desde la

historia del arte emerge como respuesta a las demandas establecidas por la

Dirección de Proyectos al Departamento de Investigaciones Históricas Aplicadas de

la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey a partir de 1998.7

Un antecedente directo de esta investigación lo constituye el estudio histórico

documental del parque Agramonte desarrollado por el autor de esta tesis como fase

inicial del proyecto de remodelación de ese espacio urbano por la Oficina del

Historiador de la Ciudad entre 1999 y el 2000. La monografía aborda el periodo

comprendido desde su génesis, en 1528, hasta el inicio de la fase proyectual, en

1999, e incluye la intervención culminada en el 2000. Se trata de una investigación

empírica, de enfoque cualitativo y carácter holístico que abarca la evolución del

espacio urbano y los inmuebles vinculados a él.8

La motivación parte de la inexistencia de un estudio de la conformación del

urbanismo de Camagüey desde una perspectiva cultural, situación problemática

que impide a las direcciones de Plan Maestro y Gestión, Proyectos de Restauración

6 Consejo Nacional de Patrimonio Cultural: Monumentos Nacionales de la República de Cuba,


Patrimonio Cultural, pp. 36-37.
7 V.: Marcos Tamames: “Camagüey como patrimonio. El historiador de la ciudad”.
8 V.: idem.: De la plaza de Armas al parque Agramonte. Iconografía, símbolos y significados.

4
y Conservación y Proyectos Culturales del Centro Histórico de la Oficina del

Historiador de la Ciudad de Camagüey establecer planes integrales de manejo y

gestión del centro histórico y, en particular, del área declarada Patrimonio Cultural

de la Humanidad en el 2008.

Dentro de un tema macro, que comprende el estudio del urbanismo desde 1528

hasta el presente, se establece para este ejercicio el tema de investigación: el

urbanismo de Camagüey entre 1528 y 1837 y el problema científico: ¿cómo se

comporta el urbanismo de Camagüey entre 1528 y 1837?

Se asume el término “urbanismo” que desde la historia del arte ofrece el profesor

Gonzalo M. Borrás Gualis en Teoría del Arte I. Las obras de arte: “Todo lo relativo

a la ciudad —morfología urbana, mentalidad, legislación, etc. — en un continuo

espacio-temporal que exige la incidencia de componentes espaciales y

temporales”,9 autor que entiende la morfología como el elemento espacial resultante

de la relación entre espacios construidos y espacios urbanos, en el cual se incluyen

los monumentos, el mobiliario y otros elementos integrados al espacio.

Este concepto permite caracterizar y evaluar el urbanismo como proceso que parte

de la modificación de las condiciones naturales para crear un orden construido “cuya

razón más allá del sitio que ocupa, está determinada por la actividad que realizan

sus habitantes”.10 Por el interés de analizar el urbanismo desde una perspectiva

cultural con centro en la dimensión socio-funcional se parte de la representación de

la ciudad, la forma del trazado, la volumetría de los monumentos que la configuran,

9 Gonzalo M. Borrás Gualis: ob. cit., p. 151.


10 Antonio Bonet Correa.: “Tiempo, lugar y función de la ciudad”, ob. cit. pp. 35-39.

5
las calles, plazas y zonas verdes, así como la relación entre espacio urbano y

función social. La arquitectura resulta vital en tanto significación otorgada por los

habitantes del entorno construido a partir de su uso y función.11

El periodo de estudio se establece a partir de la polifuncionalidad que caracteriza el

núcleo urbano en ciudades tempranas en América. En la historia del urbanismo de

Camagüey, 1528 marca la ocupación definitiva del espacio geográfico, mientras el

año 1837 imprime una ruptura en la polifuncionalidad del núcleo urbano con la

construcción de un parque en la plaza parroquial, hecho que segrega del lugar las

funciones militares, religiosas y de mercado.

Atendiendo a la función de la ciudad y la incidencia de la actividad de los habitantes

en el orden construido, se subdivide el periodo de estudio en dos etapas. Durante

la primera (1528-1800) Camagüey se erige en centro político-administrativo de una

región que, por las particularidades geográficas, políticas, económicas y sociales,

fomenta un perfil cultural propio. La segunda etapa (1800-1837) se inicia con la

llegada de la Real Audiencia de Santo Domingo, acontecimiento que convierte a la

ciudad en Capital Jurídica del Distrito, contexto que establece nuevos retos al

urbanismo.

El objeto de investigación lo constituye el urbanismo de Camagüey entre 1528 y

1837 y el campo de indagación el comportamiento del urbanismo de Camagüey

entre 1528 y 1837. Para el desarrollo de la investigación se traza como objetivo

general interpretar el comportamiento del urbanismo de Camagüey entre 1528 y

11 V.: “Los procesos de significación en el ambiente construido y su relación con el sentido de


percepción de la identidad”, Eliana Cárdenas: Historiografía e identidad en la arquitectura cubana,
pp. 176-178.

6
1837, al que se da cumplimiento mediante los siguientes objetivos específicos:

caracterizar el comportamiento del urbanismo de Camagüey en el periodo 1528–

1837 y valorar la significación del urbanismo de Camagüey entre 1528 y 1837,

ambos atraviesan toda la investigación y, por tanto, tienen cumplimiento de forma

simultánea.

Se defiende en esta investigación la tesis de que para una interpretación cultural del

comportamiento del urbanismo de Camagüey entre 1528 y 1837 resulta

imprescindible una visión holística, un acercamiento desde diferentes saberes en

una concepción fenomenológica que integre factores espaciales y temporales.

Desde esa perspectiva la investigación responde a un diseño donde el propio objeto

de investigación modula la búsqueda de información, los métodos de análisis y, en

paralelo, el aparato teórico.12

Teóricamente la indagación se fundamenta en los presupuestos del historiador

argentino José Luis Romero, exponente de la historia cultural en América Latina que

se distingue por el anclaje de los estudios de mentalidades a la ciudad. En

Latinoamérica: las ciudades y las ideas Romero asume la historia del urbanismo

como una interpretación de la producción material y las ideas manifiestas en las

representaciones de los protagonistas que intervienen en el proceso de su

construcción; considerada que ambas se combinación sin linealidad ni igualdad

alguna, sino mediante relaciones contingentes sin jerarquías preestablecidas.

12 V.: Julio Mejía Navarrete: “Sobre la investigación cualitativa. Nuevos conceptos y campos de
desarrollo”.

7
De la referida obra resultan básicas para esta investigación las siguientes tesis: 1ra-

las ciudades son formas jurídicas y físicas elaboradas en Europa e implantadas

sobre tierras prácticamente desconocidas; 2da- el proceso de creación de las

ciudades tiene como protagonista un grupo urbano que si bien difiere en su tradición

originaria e inserción en la sociedad de la que provienen, las circunstancias lo

hicieron homogéneo y, 3ra- el sentido de verdad en la mentalidad fundadora

encuentra su fundamento en el cristianismo, que más que una fe religiosa era, en

rigor, la expresión radical de un mundo cultural.13

La teoría de Luis Romero permite abordar el urbanismo de Camagüey no solo a

partir de su definitivo emplazamiento en 1528, sino también en sus asentamientos

anteriores. Como apunta Alejandro Fielbaun: “aun cuando podría no haber existido

ciudad en Latinoamérica, sí habría acontecido el hábito urbano de pensar la vida

colectiva como citadina”;14 concepción que corroboran las interpretaciones de las

representaciones del urbanismo camagüeyano en los soportes correspondientes a

la lógica material, social, económica, política y hasta militar del periodo en estudio,15

entre las que se destacan reales cédulas y órdenes, informes, actas capitulares,

protocolos notariales, registros de propiedad, mapas y planos, crónicas de viaje,

epistolarios y otros textos entre los que se han considerado los propiamente

historiográficos.16

13 V.: José Luis Romero: “Las ciudades y las fundaciones prestablecidas”, “Los grupos urbanos
originarios” y “La mentalidad fundadora”, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, pp. 47-57, 57-
61 y 64-68, respectivamente.
14 Alejandro Fielbaum: “Historia, ciudad y filosofía latinoamericana en José Luis Romero”, [s/p].
15 V.: Gustavo Remedi: “Ciudad letrada: Ángel Rama y la espacialización del análisis cultural”.
16 V.: Marcos Tamames: “Fuentes para una historia urbana. El caso de Camagüey”. En relación con

los soportes de la representación Cf. Marcos Tamames: “La crítica del arte público de Camagüey
durante el siglo XIX”, en Tras las huellas del patrimonio, pp. 24-68.

8
Enriquecen el cuerpo teórico las reflexiones de Eliana Cárdenas en torno a la

relación de la percepción y representación del urbanismo y la arquitectura en la

construcción de identidad “sobre todo, a través de los valores asignados por la

población al ambiente en que habita, como resultado de las relaciones entre uso y

significado”, 17 tesis que subraya Manuel Castells desde la sociología urbana al

precisar que solo es posible determinar la identidad urbana a partir de la

representación de los significados otorgados por la comunidad a los elementos

urbanos. Para Castells la comprensión de la tipología urbana parte de la

reconstitución de las relaciones sociales que organizan y dan un contenido histórico

preciso a las distintas formas espaciales.18

Resulta funcional en esta investigación la teoría de Castells en torno a la centralidad

urbana, particularmente su definición de centro como espacio geográfico de

contenido social sujeto a la dinámica cultural de los diferentes tiempos históricos de

la ciudad. La centralidad urbana sirve de guía al comportamiento del urbanismo de

Camagüey a partir del siglo xVII y resulta esencial tanto por el número de centros

que emergen como por la diversidad de funciones que asumen.

A fin de caracterizar el urbanismo de Camagüey se utilizan las categorías

establecidas por el urbanista Kevin Lynch para el reconocimiento de la imagen de

la ciudad: sendas, bordes, barrios, nodos e hitos,19 elementos que si bien resultan

sustanciales en el campo del diseño urbano no es posible vincular su relación con

17 Eliana Cárdenas: ob. cit., p. 177.


18 Manuel Castells: “La cuestión urbana en las sociedades dependientes”, en La cuestión urbana,
pp. XI-XIX.
19 V.: Kevin Lynch: La Imagen de la ciudad.

9
un instrumento de identidad urbana, como sí el análisis de la significación adquirida

socialmente a partir de las representación que de ellos hacen los ciudadanos, como

apuntan Cárdenas Sánchez y Castells.

La novedad de la investigación radica en visibilizar el comportamiento del urbanismo

de una de las primeras villas cubanas durante sus tres primeros siglos mediante la

interpretación de fuentes documentales e historiográficas en un proceso analítico

que permite no solo construir el conocimiento del urbanismo en Camagüey, sino

también destacar los rasgos que tributan a la conformación del patrimonio cultural

del centro histórico y el área declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad

El informe de tesis se estructura en Introducción, Desarrollo, Conclusiones,

Recomendaciones, Bibliografía y Anexos. La definición de dos etapas en el

urbanismo de Camagüey permite organizar el Desarrollo en dos capítulos, Capítulo

1: Génesis y consolidación del urbanismo 1528-1800 y Capítulo 2: Continuidad y

resignificación del urbanismo 1800-1837, ambos caracterizados por la naturaleza

de los soportes de la representación y la producción material e ideas que se

manifiestan.

Tanto en las referencias a las citas y notas, como en el asentamiento bibliográfico

se utilizan la Norma Cubana para el sistema de Bibliotecas y Librerías del país del

Instituto Cubano del Libro del 2005, y las normas de ortografía de la lengua española

establecidas por la Real Academia en el 2010.

Como referente a la ciudad se manejan indistintamente los nombres hispanos Santa

María del Puerto del Príncipe o Puerto Príncipe, y Camagüey que encuentra

10
cimientos en la cultura aborigen. No debe entenderse el nombre de la ciudad en su

connotación histórica.20

Los resultados de la investigación tributan a la defensa y enriquecimiento ideo-

teórico y conceptual-metodológico del patrimonio cultural contenido en el urbanismo

de Camagüey y deben servir de base a los proyectos de manejo y gestión trazados

por las direcciones de Plan Maestro y Gestión, Proyectos de Restauración y

Conservación y Patrimonio Cultural del Centro Histórico y el manejo especial del

área declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. También sirven como

referencia bibliográfica para las carreras universitarias afines y la formación

postgraduada por constituir un estudio holístico del urbanismo.

20 Puerto Príncipe asume oficialmente el nombre de Camagüey por acuerdo del Ayuntamiento
Municipal del 22 de abril de 1903.

11
DESARROLLO
CAPÍTULO 1.- GÉNESIS Y CONSOLIDACIÓN DEL URBANISMO. 1528-1800

1.1.- Antecedentes

Toda aproximación científica al origen del urbanismo de Camagüey en su

definitivo emplazamiento exige de una caracterización de los asentamientos

anteriores. La elección del sitio y las peculiaridades geográficas, así como las

referencias sociológicas de sus protagonistas y los horizontes culturales que les

acompañan, ofrecen elementos para comprender el urbanismo en etapas

posteriores.

Camagüey tiene dos momentos que anteceden al definitivo emplazamiento: en

Puerto del Príncipe, condición que la ubica dentro de las ciudades portuarias, y en

la llanura de Caonao, donde sus habitantes se dedican básicamente a la

explotación minera. En ambos se trata de organizaciones espaciales fruto de la

experimentación de una sociedad urbana en un espacio geográfico prácticamente

desconocido.

Los análisis de fuentes documentales vinculadas al origen de la villa de Puerto

Príncipe indican que arriban a este puerto, en la costa norte del centro de la isla,

un grupo de españoles sin referencia alguna a su condición social, tampoco se

nombra una figura de elevado rango militar o eclesiástico. El hecho de colocar a la

villa bajo la protección de la Virgen de la Candelaria, devoción surgida en Canarias

12
a principios del siglo XVI,1 no solo apunta a la procedencia de sus pobladores, sino

también a su condición popular.

Dulce María Loynaz en su viaje a Tenerife describe: “La devoción por Nuestra

Señora de la Candelaria es sincera y de firme arraigo popular. Cada uno a su

modo, invoca a la Virgen misma, la acompaña, la emplaza muchas veces, y otros

muchos conversan tranquilamente con ella”.2

Por su ubicación geográfica y advocación religiosa el asentamiento recibe el

nombre de Santa María del Puerto del Príncipe, topónimo que sin tener en cuenta

el paisaje construido se interpreta desde la historia cultural como origen de la

ciudad.3 Si para José Luis Romero la vida urbana se inicia “desde el primer día de

la ocupación”,4 hecho que corrobora el investigador Francisco Solano al indicar

que “el papel de la ciudad comienza a tenerlo desde el momento exacto de la

presencia del español en el suelo americano”,5 para Jaime Salcedo el origen de

los lugares está asociado al origen de los nombres castizos y cristianos. 6

El análisis documental revela además que la legitimidad del asentamiento por

parte de la Corona en el caso de Camagüey tiene por origen la iniciativa de los

moradores, lo cual indica, junto al poder económico, la primera manifestación de

1 V.: Rigoberto Segreo: La Iglesia en los orígenes de la cultura cubana, p. 94.


2 Dulce María Loynaz: Un verano en Tenerife, p. 144.
3 José M. Félix de Arrate en la presentación de la Isla de Cuba dedica un espacio a sus topónimos,

entre los que no solo refiere el de “Juana” y “Fernandina”, sino también el de “Santiago y del Ave
María”, hecho que se perpetua en el escudo otorgado en 1516. V.: Llave del Nuevo Mundo.
Antemural de las Indias Occidentales, pp. 20-21.
4 José Luis Romero: Latinoamérica: las ciudades y las ideas, p. 10.
5 V.: Francisco Solano: Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios, p. 17.
6Jaime Salcedo: “El modelo urbano aplicado a la América Española: génesis y desarrollo teórico

práctico”, p. 22.

13
ciudadanía en el continente,7 hecho que coloca a la sociedad en una posición de

autonomía desde los primeros instantes del proceso de urbanización.

En el segundo emplazamiento la historiografía regional destaca el proceso de

poblamiento a partir de 1516, año en que Pedro Díaz de Tabares trae en la

carabela Ave María las primeras cabezas de ganado, plantas y útiles de labranza

desde La Española y en el barco El Osado 66 viajeros “entre hombres, mujeres y

niños, procedentes de Sevilla”.8

En el ámbito social documentos del Archivo de Indias indican la subordinación de

aborígenes a vecinos españoles para sus labores, como demuestra la real cedula

fechada el 22 de junio de 1517, mediante la cual se autoriza la devolución del

cacique Santa Cruz con sus 90 indios a Pedro Fernández Berganciano “como lo

tenía antes de que Diego Velázquez lo encomendase a otras dos personas más”.9

Documento que indica un manifiesto sincretismo cultural en el nombre otorgado al

cacique, así como una cierta autonomía en el reparto de indios, en relación con

autoridades de la talla de Diego de Velázquez.

No se han localizado descripciones del espacio construido. Tomás Pío Betancourt,

primer historiador de Camagüey, comenta en la primera mitad del siglo XIX: “Las

casas que habitaban eran de maderos cubiertos de paja y a modo de pabellón,

con garita encima que llamaban caney, o elípticas como en el día se ven en

Cubitas o cuadriláteras que entonces se decían bohíos”. 10 La modificación del

7 V.: Mario Hernández: “Cronistas e historiadores de Indias”, pp. 270-271.


8 Francisco Luna: Cronología camagüeyana 1514-1958, pp. 7-8.
9 Apud., Ramiro García y Odalmis Martín: Albores de una grandeza. Curiosidades de Puerto

Príncipe (1514-1700), p. 17.


10 Tomás Pío Betancourt: “Historia de Puerto Príncipe”, p. 507.

14
pendón que preside los actos públicos en 1518 11 y el informe ofrecido por

Francisco de Alcázar, escribano público del consejo de la villa, en torno a la toma

de cargo de justicia el 17 de abril de 1525, ofrecen detalles de la vida urbana:

[…] estando en la iglesia de dicha villa, segundo día de Pascua de

Resurrección, acabada la misa mayor, en faz de los vecinos y moradores y

personas inscritas en ella […] estando presente los dichos alcaldes y

regidores y Francisco Velázquez de Valdés y Juan del Castillo y Francisco

de Escobar y Juan Sedeño y Cristóbal del Castillejo y Pascual Enríquez y

Pedro Valenciano, vecinos de esta villa, y otros muchos mineros y personas

particulares estantes al presente en ella este dicho día, se fijó pregón y

notificación de él y se puso en lugar público adonde queda.12

En el segundo asentamiento la sociedad principeña cumple con regularidad las

ceremonias religiosas en un espacio arquitectónico al que su uso da significación

de iglesia, lugar que también se utiliza para actos civiles como la toma de cargo de

alcaldes y regidores. Indica el documento además que presencian el acto un grupo

integrado por alcaldes y regidores, vecinos, mineros y forasteros.

1.2.- Emplazamiento geográfico y definición del núcleo urbano. 1528 - 1600

El urbanismo en el cacicazgo de Camagüebax (Gráfico 1) parte de la experiencia

urbana en los asentamientos anteriores, de ahí que el proceso que habría de

11 V.: Francisco Luna: ob. cit., p. 10.


12 Real Academia de La Habana: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento,
conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultramar. Isla de Cuba, p.
159.

15
convertir “la virtualidad en realidad”13 se inicie con el reconocimiento del espacio y

la delimitación entre área rural y área urbana, tema resuelto en el sistema

institucional mediante la designación de dos regidores ordinarios en función de

problemas rurales y otros dos en los asuntos urbanos; además de un alguacil en

función de policía y alcalde de cárcel, un fiel ejecutor de la justicia, un alférez real

encargado de hacer pública las órdenes y noticias llegadas del reino y un síndico

con funciones de tesorero, pagador y auditor.14

El análisis del plano de 1628 realizado por el agrimensor Joseph Fernández de

Sotolongo en 1756 15 demuestra que el área urbana tiene por bordes los ríos

Tínima y Hatibonico (Gráfico 2), elementos que el urbanista Lewis Munford

considera de efectividad defensiva en relación con “las faldas de las colinas, los

canales, los fosos y las murallas”16 de ciudades medievales.

En cuanto a la morfología la historiografía revela tres espacios: en la intercepción

de las calles Príncipe (actual Goyo Benítez) y Santa Ana (General Gómez), donde

se encuentra la “cruz grande”; en la antigua plaza de Paula (hoy Maceo), donde

estuvo el Cabildo hasta principio del siglo XVIII;17 y en la plaza de la Iglesia (parque

Agramonte). En Colección de datos históricos geográficos y estadísticos de Puerto

del Príncipe y su Jurisdicción, refiere Torres Lasqueti en 1888:

Según me ha informado mi distinguido amigo el Señor Licenciado don

Antonio Mojarrieta, Relator Secretario de esta Audiencia, existe un Acta que

13 José Luis Romero: ob. cit., p. 47.


14 V.: Francisco Luna: ob. cit., p. 8.
15 Archivo Nacional de Cuba (ANC), Audiencia de Santiago de Cuba, Legajo. 893, nro.31279.
16 Lewis Munford: La cultura de las ciudades, p. 48.
17 Archivo Histórico Provincial de Camagüey (AHPC), Protocolos Notariales, Juan Antonio

Alcántara González, 1729-1730, ff. 393 y 393 v.

16
vio manuscrita hace algunos años, sin recordar quien la poseía, en que

consta haberse fijado una gran cruz de madera en un punto equidistante de

los ríos Tínima y Hatibonico para designar el centro de la población que iba

a establecerse en este lugar [...]. En el promedio de la distancia entre la Cruz

Grande y dicho paso real [del Hatibonico], guardando siempre la misma

dirección, se delineó una plaza a cuya aproximación se edificaron la Iglesia,

la Casa Consistorial y algunas otras particulares.18

La nota apunta a un proyecto de organización espacial con núcleo en una plaza

que por su regularidad se corresponde con el actual parque Agramonte,

probablemente la huella del trazado que caracterizó a las primitivas villas cubanas.

La experiencia militar de Vasco Porcallo de Figueroa en España, Italia y La

Española, a la que arribó en 1502 junto a Fray Nicolás de Ovando, comendador

natural de Cáceres designado gobernador de la misma, y su participación con

Diego Velásquez de Cuéllar en la experiencia cubana a partir de 1511, lo revelan

potencialmente como protagonista de la génesis del urbanismo en este tercer

emplazamiento.

El modelo regular, definido como aconsejable para las ciudades nuevas de

carácter militar desde la experiencia, como ha demostrado Alicia García Santana,

devino una “filosofía urbana necesariamente manejada por Diego Velázquez y por

los que con él participaron en la creación de las ciudades cubanas”. 19 De la

presencia de Porcallo en Camagüey, su hidalguía y conocimientos acerca de las

18 JuanTorres Lasqueti: Colección de datos históricos geográficos y estadísticos de Puerto del


Príncipe y su Jurisdicción, p. 55.
19 Alicia García Santana: “Urbanismo y vivienda en la región central de Cuba”, p. 49.

17
Leyes de Indias, refiere Enrique Hurtado de Mendoza en “La sangre de los

conquistadores”:

Vasco Porcallo tuvo grandes encomiendas de indios, caciques, indios

principales y pueblos enteros. Posiblemente fue el mayor encomendero de

su época después de Velázquez y su familia. Además del Santa Cruz de la

Sabana, poseía tierras, minas de oro y encomiendas de indios en Sancti

Spíritus, Trinidad y Puerto Príncipe. En esta última ciudad aprovechándose

de las Leyes de Indias que reconocían la propiedad de los Caciques y de

sus herederos, se casó con la heredera del de Camagüey, llamada Tínima,

que bautizada tomó el nombre de una antepasada suya, y así se llamó

Doña Elvira de Mendoza […].20

Hurtado Mendoza avala sus apuntes mediante la consulta de árboles

genealógicos y las obras Historia de Puerto Príncipe, del licenciado Tomás Pío

Betancourt, e Historia de Remedios, del doctor Manuel Martínez Escobar. El

bautizo resulta un modo de enmascarar el origen de la india Tínima, hecho a tener

en consideración para entender el lugar del indio en el tejido social de Puerto

Príncipe y su protagonismo en el urbanismo. A pesar de su esporádica presencia

en Puerto Príncipe, Porcallo gozaba de tal autoridad que pudo haber incidido en el

establecimiento de una traza regular en el nuevo asentamiento de la villa,

morfología que desaparecería luego para dejar como huella patrimonial la referida

manzana del parque Agramonte.

20 Enrique Hurtado de Mendoza: “La sangre de los conquistadores”, pp. 620-621.

18
Respecto a la iglesia, “principio y marca” del pueblo, como indica el acta de

fundación de Natá de los Caballeros, Panamá, en 1522, 21 los historiadores

señalan su ubicación en la manzana norte hacia 1530, obra que en 1545 el obispo

Sarmiento describe a medio hacer y “de piedra”,22 mientras el Cabildo, construido

en 1550 de paredes de embarrado y techo de guano y tejas, 23 se describe en la

antigua plaza de Paula. La imagen definitiva del espacio, por los cambios de

ubicación de la Iglesia y el Ayuntamiento en este entorno, se corresponde con un

periodo comprendido entre 1528 y 1732 (Gráfico 3).

En 1532 los habitantes reconocen en el tañido de las campanas un lenguaje que

hace público no solo las prácticas religiosas sino también las civiles: la

convocatoria a Cabildo, los anuncios de incendios y los actos de justicia, entre

ellos el de excomulgar a un clérigo o un feligrés. 24 Los anuncios de muerte y

matrimonio también adquieren características vinculadas a la condición social de

sus actores, entre los que debió tener significación cultural el matrimonio del

hidalgo Lope de Zayas Bazán, natural de Antequera, y María de Rojas Sifontes en

la parroquial de Puerto Príncipe en 1592,25 ambos con títulos de nobleza.

Identifica al Cabildo el pendón concejil, insignia que desean legitimar como escudo

ante Su Majestad en 1537 y 1566. En este último año se describe de forma

“circular con dos cuarteles y una orla o borde rojo, dos palomas de plaza en

21 Alicia García Santana: ob. cit., p. 48.


22 JuanTorres Lasqueti: íbid., “Apuntes”, p. 29.
23 V.: Francisco Luna: ob. cit., p. 10.
24 Ramiro García y Odalmis Martín: ob. cit., pp. 25-26.
25 Alicia García Santana: Las primeras villas cubanas, p. 147.

19
campo azul en el cuartel derecho, y un lebrel en campo de oro en el cuartel

izquierdo”.26

La villa crece demográficamente de manera lenta durante el siglo XVI. Hacia 1532

el gobernador Manuel de Rojas reporta la existencia de 19 o 20 vecinos27 y los

informes estadísticos ofrecidos por el obispo Sarmiento durante su visita en 1545

relacionan la presencia de 235 indios encomendados y 160 negros e indios

esclavos de Yucatán.28

En 1570 el obispo Juan del Castillo informa: “es lugar de 25 vecinos pobres

aunque se va poblando de muy buenos hatos de vacas porque tiene aparejo para

ello, tiene 40 indios casados”, 29 hecho que indica en el orden económico el

fomento de la ganadería y en lo social, la inserción de los aborígenes en las

costumbres hispanas. Corrobora el lugar que ocupa el indio en el tejido social la

donación hecha por la india Catalina Carmona para erigir una ermita a santa Ana

en 1587, según apunta el historiador Juan Torres Lasqueti.30

No existen representaciones de los inmuebles, de ahí que su significación se

asocie a la procedencia de sus moradores o el lugar que ocupan en el tejido social

y el ámbito cultural. Navarra, Gran Canaria, Alcázar, Salamanca, Burgos, Asturias,

Castilla, Huelva, Llerena, Cáceres y Artequera, son nombres cuya connotación se

manifiesta en varios niveles: el de ser español, el proceder de una comarca, un

26 Francisco Luna: ob. cit., p. 10.


27 Íbid., p. 9. Se estima que el término vecino comprende una familia de cinco miembros. V.: Leví
Marrero: Cuba: isla abierta. Poblamiento y apellidos (siglos XVI – XIX), p. 25.
28 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. 65.
29 Testimonio de la visita que hizo a su diócesis Juan del Castillo, obispo de Cuba, en Joaquín

Llaverías: Papeles existentes en el Archivo General de Indias relativos a Cuba y muy


particularmente a La Habana, p. 223.
30 Juan Torres Lasqueti. ob. cit., p. 56.

20
pueblo o la ciudad capital de un principado, con sus correspondientes modos de

vida, más rural, más urbana. Conforme a ello ocurre con las castas que se forman

en el territorio; apellidos que imprimen tradición y renovación.

En el orden social los trámites seguidos por Juan de Miranda Herrera ante el

escribano Diego Pérez de Villavicencio el 18 de abril de 1596 para lograr el oficio

de alférez mayor, muestra el lugar de los hidalgos, conquistadores y colonizadores

en Camagüey. Para probar ser descendiente de Porcallo, De Miranda Herrera

presenta a los testigos Pedro Muñoz, Feliciano Díaz, Manuel Becerra y Juan de

Zayas, vecinos de Puerto Príncipe. Pedro Muñoz con más de 70 años y Feliciano

Díaz con 71, confiesan respectivamente:

Haber conocido a Vasco Porcallo de Figueroa quien fue el primer fundador

de esta villa así como de un pueblo que tenía como suyo y que llaman

Sabana de Vasco Porcallo. Porcallo fue el primero que pagó quintos a Su

Majestad del oro que sacaba de esta isla y que era un hombre tan principal

que en aquel tiempo no se hallaba en esta isla persona que tuviera más

caudal y era de público saber que era caballero hidalgo y como tal era

respetado. Sabe que una de las hijas de Vasco Porcallo fue su abuela, a

quien conoció pero que ya es fallecida, de Juan de Miranda por lo cual es

descendiente de hidalgo y de un importante fundador de la villa e

importante personaje de la Isla. // Que conoció a Vasco Porcallo de

Figueroa ya que estuvo mucho tiempo en compañía de doña Leonor de la

Cerda, su hija, y vivió en casa de la susodicha. Vio como vasco Porcallo era

hombre muy principal y que era tenido y respetado por Caballero y

21
conquistador de esta isla. Que tenía mucha cantidad de indios y esclavos,

así como haciendas. Que sabe ayudó a la población de esta villa e isla así

como que Vasco Porcallo, por sí, pobló el pueblo que hoy llaman de la

Sabana de Vasco Porcallo y que todos los gobernadores y autoridades de

la isla lo respetaban y tenían como persona muy principal, rica y

poderosa.31

Un análisis de la confesión de Pedro Muñoz y los documentos de los primeros

asentamientos conlleva a las siguientes interrogantes: ¿se debe a Vasco Porcallo,

en condición de noble español, la legitimidad del asentamiento aledaño al Puerto

del Príncipe como “villa española”, acontecimiento que le permite ser reconocido

como fundador?, ¿el hecho de que fuera el primero en pagar quintos a Su

Majestad del oro que sacaba de esta isla podría acreditar ese papel? En el

testimonio de Feliciano Díaz resulta evidente el papel de Porcallo en el

poblamiento de San Juan de los Remedios, postura que en el caso de Puerto

Príncipe se reduce a la frase “ayudó a la población de esta villa”.

Porcallo, enterrado en Puerto Príncipe en 1550, ocupa un significativo espacio en

el imaginario de los principeños, de ahí que los sucesos vinculados a su vida

cotidiana adquieran connotación urbana, criterio que avala el historiador Leví

Marrero al considerarlo “poblador en más de un sentido” para subrayar que sus

descendientes mestizos fueron numerosos y que a sus hijas proporcionaba

ventajosos matrimonios, con lo que eliminaba todo rasgo de bastardía. “En la

aristocratizante y aislada sociedad de Puerto Príncipe, el vínculo de sangre con

31 Ramiro García y Odalmis Martín: ob. cit., pp. 28-29.

22
Porcallo era un timbre de orgullo adicional”, 32 resume Marrero; mientras José

Martín Félix de Arrate acota: ¿cómo se le podía negar tan claro origen a los que

merecieron tan ilustre progenitor, ni los que han tenido otros semejantes?33

Debieron distinguirse, entre otras, las moradas de los siete oficiales que inspirados

en el secuestro del obispo Juan de las Cabezas Altamirano escriben en 1608 los

sonetos que integran Espejo de paciencia, lista que encabeza, en condición de

escribano público de la villa, su autor principal, Silvestre de Balboa Troya y

Quesada, seguido por el capitán Pedro de la Torre Sifuentes, el alférez y regidor

Cristóbal de la Coba, el alcalde ordinario Bartolomé Sánchez, el regidor perpetuo

Juan Rodríguez Sifuentes, Alonso Hernández, el Viejo, y el alférez Lorenzo Laso

de la Vega y Cerda.34

Al cierre de la primera mitad del XVI el urbanismo camagüeyano se caracteriza por

un núcleo de carácter integrador. La Plaza, la Iglesia y el Cabildo convocan de

manera espontánea y jerarquizada a los moradores, un espacio de centralización

simbólica y un sistema de comunicación basado en la participación espacial de los

habitantes con sus valores culturales.

1.3.- Centralidad urbana. Siglo XVII

Entre finales del XVI e inicios del XVII, a solicitud de los principeños, se establecen

en la villa las órdenes religiosas de los franciscanos y los mercedarios, que por su

ubicación reafirman el carácter del núcleo urbano y se erigen en “momentos

32 Leví Marrero: Cuba: economía y sociedad, t. 1, p. 209.


33 José M. Félix de Arrate: ob. cit., p. 99.
34 Ramiro García y Odalmis Martín: ob. cit., pp. 53-54.

23
claves”35 para la transformación del espacio histórico de la ciudad. En 1599, al

este, se ubica el convento de San Francisco de Asís, financiado por Diego de

Sifontes y fray Francisco Amado, en el sitio donde, con la donación de la india

Carmona, se pretendía erigir una ermita a santa Ana;36 en 1601, al norte, el de

Nuestra Señora de la Merced a partir de una ermita consagrada por Juan Griego a

la virgen de la Altagracia.37

Morfológicamente la relación de los conventos con la iglesia Parroquial define los

ejes estructuradores del urbanismo, reconocidos por sus moradores como “calles

reales”. En dirección norte-sur, Mayor (actual Cisneros) y Candelaria

(Independencia) y, en sentido este-oeste, San Francisco (Luaces) y San Diego

(Martí).38 Se añade, con el establecimiento del Camino Real entre La Habana y

Santiago de Cuba en 1620, el eje que va desde la iglesia Santa Ana hasta el

convento San Francisco.

Demográficamente el siglo XVII se inicia con una población de 30 vecinos, según el

censo de Tomás de Iriarte en 1600,39 y en relación con el urbanismo, don Pedro

Valdés, gobernador de la Isla, la describe en 1605 con 150 casas y lugar de gente

rica entre las que se distinguen algunos hidalgos.40

El incendio del 15 de diciembre de 1616 deja “la villa reducida a cenizas, no

salvándose de la destrucción la iglesia Mayor, las casas de Gobierno y de Cabildo

35 Alfonso Álvarez Mora: “Problemas de investigación e historia urbanística”, p. 84.


36 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 545.
37 Íbid., p. 535.
38 Acerca de sus nombres v.: Marcos Tamames: Calles y callejones de Camagüey. Entre la

leyenda y la historia, pp. 153-155, 48-50, 96-98 y 84-85, respectivamente.


39 Apud.: Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. 32.
40 V.: Francisco Luna: ob. cit., p. 13.

24
con sus archivos, ni el de la Escribanía”.41 En 1617 la iglesia se reubica en el lote

sur de la plaza, obra a cargo de los maestros de albañilería y carpintería Manuel

de Saldaña, Francisco de Calona y Antón Jiménez que carece de torres, hecho

que explica que las campanas se coloquen en una “horca de madera”.42

En ese mismo año, en un terreno aledaño a la plaza, don Pedro de la Torre y de

Zayas funda el Vínculo de la Torre,43 con una edificación que se caracteriza por

una torre mirador en una de sus esquinas y que, en 1640, su propietario ubica

entre las “principales que tenemos en esta villa, junto a la plaza Mayor”. 44 Silvestre

de Balboa destaca entre 1627-1628 la morada de Manuel de Figueroa, bisnieto de

Vasco Porcallo: “de dos plantas de madera y teja, en la calle Candelaria, contigua

a la del capitán Pedro de la Torre Sifontes”.45

En informe del gobernador de Santiago de Cuba de julio de 1618 46 la cárcel se

describe de madera y en precarias condiciones, y el obispo fray Alonso Enríquez

de Armendáriz califica de “pobrísima” la iglesia en su visita pastoral de 1620,47 a

partir de ello puede estimarse que en el orden construido las edificaciones del

repertorio doméstico sobrepasan a las que sirven de sede a las instituciones y, por

tanto, su significación se manifiesta como prolongación cultural del pasado.48

Un paisaje similar ofrece José Luis Romero para el caso de La Habana al

evaluar la Casa Capitular y la del gobernador “de nada confortables ni de

41 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. 67


42 Íbid., “Apéndices”, p.10.
43 Íbid., p. 68.
44 Archivo del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, Gustavo Sed Nieves y María Herminia

Olivera Hernández: “La Plaza Mayor”, Camagüey, 1989.


45 Íbidem.
46 Ramiro García y Odalmis Martín: ob. cit., p. 44.
47 Hortensia Pichardo Viñals: Documentos para la historia de Cuba, t. 1, p. 570.
48 V.: Alejandro Fielbaum S.: “Historia, ciudad y filosofía latinoamericana en José Luis Romero”.

25
buena hechura”, descripción que argumenta al considerar, por un lado, que “no

eran tiempos de ocuparse de las casas del rey, sino de gestiones más lucrativas”

y, por otro, que “el estado de penuria de éstas obligaba a gastos “justificados” ante

los ojos del monarca que debía sufragarlos”.49 Tales argumentos resultan válidos

para la mediterránea villa de Puerto Príncipe.

La arquitectura doméstica es muestra de un despegue económico que vincula a la

villa con corsarios y piratas del área caribeña, no solo como blanco de ataques,

sino también en un sistema de relaciones que otorga significación a los espacios

urbanos y sus edificaciones. El obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y de

Lora refiere que el corsario galés Henry Morgan, en marzo de 1668, ataca la villa y

tuvo “casa de su morada que era de teja con inmediación a la iglesia Mayor”; 50 e

indica que el 16 de febrero de 1679 la iglesia sirvió de alojamiento al pirata

François de Granmont durante su asalto a Puerto Príncipe.

Ambos ataques no solo marcaron el imaginario de los habitantes de la villa con la

leyenda el rapto de las principeñas,51 sino que también les llevó a pensar el conjunto

de calles sinuosas que se interrumpen en numerosas plazuelas como sistema

defensivo, legado histórico52 que encuentra continuidad en la construcción de un foso

“en el paraje llamado la Entrada, allí habían formado una trinchera para ofender

sin ser ofendidos”.53

Nuevos hitos emergen en las dos últimas décadas del siglo. Al suroeste de la

49 José Luis Romero: ob. cit., pp. 17-18.


50 Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, p. 67.
51 V.: Roberto Méndez Martínez: Leyendas y tradiciones del Camagüey, pp. 17-23.
52 V.: Alicia García Santana: Las primeras villas de Cuba, p. 153.
53 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 519.

26
ciudad, en las márgenes del río Hatibonico, comienza la construcción del conjunto

iglesia-hospital San Juan de Dios con su cementerio (1680); 54 al norte, en

dirección al embarcadero de La Guanaja, la ermita Nuestra Señora de la Soledad

a cargo del capellán don Antonio Pablo de Velasco (1697) y; al oeste, en el

Camino Real de Cuba, la ermita Santa Ana a costa del presbítero don Lope Recio

de Zayas (1697).55

El urbanismo de Puerto Príncipe durante el siglo XVII se enriquece con un sistema

de hitos que por su disposición ratifican el carácter integrador del núcleo urbano.

Los conventos marcan tres de los puntos cardinales: San Francisco al este, La

Merced al norte, muy próxima a ella la ermita de la Soledad, y San Juan de Dios al

sur. La vivencialidad de los espacios urbanos declara una centralidad delimitada

por la parroquial Mayor, los conventos San Francisco y la Merced, y la ermita de la

Soledad. El convento de San Juan de Dios y la ermita de Santa Ana, respuesta a

necesidades espirituales de un barrio de raíz aborigen, 56 constituyen hitos

ubicados en la periferia (Gráfico 4).

El sistema de hitos arquitectónicos en el urbanismo de Camagüey tiene por tema

la religiosidad, razón que puede entenderse como reproducción de ideas y modos

de vida de sus habitantes, pero también como consecuencia del crecimiento

demográfico, la consolidación en el uso de los solares y el fomento económico de

sus moradores; resulta además expresión de la inserción de sus protagonistas en

54 V.: Héctor Juárez Figueredo: “La otra remota lección de la plaza de San Juan de Dios de
Camagüey”.
55 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 522.
56 Marcos Tamames: “El indio en el tejido social cubano. Estudio de casos” y “Dinámica social en

los matrimonios del siglo XVIII”.

27
los grupos de poder, criollos que dan lustre a los apellidos de los ascendientes o

inmigrantes llegados de otras regiones o villas que inician el camino a la hidalguía.

La ganadería sobresale como fuente económica de la región, sus productos se

comercializan en un mercado de contrabando por la costa norte y sur de la

Jurisdicción sin autoridad alguna, hecho que conlleva a que en 1690 el gobernador

Severino de Manzaneda compare a Puerto Príncipe, junto a Bayamo, con el “País

de Lieja pues no conocen Señor en la obediencia tratando y contratando en la

Jamaica con la mayor disolución que es ponderable”. 57 El paradigma de

comparación es la ciudad belga que durante centurias luchó por su autonomía

frente a los invasores del Brabante (Países Bajos), Borgoña (Francia) o Westfalia

(Alemania).58

El contrabando, como ha indicado el investigador Herminio Potell Vilá, tanto para

Cuba como para La Florida “no fue vicio ni trasgresión proveniente del afán de

lucro, sino necesidad vital impuesta por la desacertada política”; 59 de ahí la

participación de altos funcionarios en esta actividad como destaca Ramiro Guerra

al referir “una manifestación armada contra un juez impopular enviado por el

Gobernador Martínez de la Vega (1724-1734) para terminar con el comercio de

contrabando que se llevaba a cabo en esa zona”.60

En el discurso oficial los principeños argumentan su proceder mediante un informe

redactado en junio de 1729 en el que proponen la apertura de una casa de factoría

57 Apud.: César García del Pino: El corso en Cuba. Siglo XVII, pp. 215-216.
58 Enciclopedia universal ilustrada europeo americana, t. 30, pp. 650-658.
59 Apud.: Roland T. Ely: Cuando reinaba Su Majestad el azúcar, p. 38.
60 Ramiro Guerra y Sánchez: Manual de historia de Cuba, La Habana, 1938, p. 9. Apud.: Roland T.

Ely: ob. cit., nota 16, p. 38.

28
en la villa teniendo en cuenta los siguientes elementos: primero, las necesidades

que tiene la población por no encontrar el modo para comercializar sus productos

y a cambio de ello “proveerse de esclavos y ropas que necesitan para el vestuario

y beneficio de sus haciendas”; 61 segundo, las pérdidas que trae el traslado de

productos a los puertos de La Habana y Santiago de Cuba; tercero, la existencia

de una población que asciende a 15 000 personas, “componiéndose el mayor

número de ellas de muy Ilustres familias”; cuarto, la riqueza de una producción en

base a las existentes haciendas, ingenios, hatos, corrales, cercados de mulas,

estancias y vegas, donde prevalecen las producciones de “azúcar, mulas, sebo,

tabaco, corambre, y añil”; y quinto, tras asegurar fidelidad a su Majestad, prometen

pagar los reales derechos que establece el servicio.

El contrabando no es solo una estrategia económica para la villa, sino también una

vía de penetración de horizontes culturales presentes en el Caribe. En ese sentido

Leví Marrero opina que esas relaciones “contribuiría a lo largo del siglo a que el

naciente cosmopolitismo habanero se extendiese no solo a la gente de las costas,

sino hasta la mediterránea Puerto Príncipe”.62

1.4.- Consolidación del urbanismo.1701-1756

Durante el siglo XVIII los funcionarios de Puerto Príncipe fortalecen los vínculos con

las naciones presentes en el Caribe y fomentan con sus habitantes un sistema de

61 “Petición del Cabildo de Puerto Príncipe para que se le permita traficar libremente, previo el pago
de derechos, con los productos de aquella Jurisdicción”, en César García del Pino y Alicia Melis
Cappa: Documentos para la historia colonial de Cuba, Documento XXXV, pp. 204-205. Las citas
siguientes no referenciadas corresponden a este documento.
62 Leví Marero Arteles: Cuba: isla abierta. Poblamiento y apellidos (siglos XVI – XIX), p. 30.

29
relaciones que les hace partícipes de la cultura europea. El urbanismo, primero

desde los hitos arquitectónicos y más tarde desde los nodos urbanos, deviene

testigo de ese acontecer.

En la segunda mitad de la centuria existe una manifiesta presencia de

agrimensores e ingenieros militares en la ciudad, algunos de ellos directamente

enviados por la Real Audiencia de Santo Domingo para evaluar el uso de los

ejidos en Puerto Príncipe, acontecer que se corresponde con el renacer del

modelo regular tamizado por el filtro de la ilustración francesa que otorga a la

ciudad nuevos elementos, en particular los paseos arbolados y las calles

porticadas.63

Un factor importante a tener en cuenta en el urbanismo es la militarización de la

Isla. La guerra sostenida por España durante siglos posibilitó que sus ejércitos

transitaran indistintamente por Italia, Francia, Portugal, países del norte de África y

la isla de Cuba. Los ingenieros militares que acompañaron a las tropas contaban

con una formación que se perfeccionó como fruto del reformismo borbónico

durante el siglo XVIII desde el Real Cuerpo de Ingenieros Militares de España.

La morfología de las ciudades cubanas es reevaluada a partir de la experiencia de

los ingenieros militares con el interés de hacerlas funcionales desde la praxis

militar, la que prefiere un trazado regular con el fin de facilitar las comunicaciones

interiores, la concentración del ejército en determinados puntos, así como el

movimiento de tropas. Para el fundamento militar “la ciudad se considera un

asunto de estado, donde todos los elementos debían estar rigurosamente

63 V.: Alicia García Santana: “Urbanismo y vivienda en la región central de Cuba”, p. 53.

30
estudiados, proporcionados, controlados y ordenados para la óptima defensa del

territorio”.64

1.4.1.- Reorganización eclesiástica. 1701

Un impacto sociocultural en el urbanismo de la ciudad intrarríos se manifiesta en la

significación de su morfología para reorganizar eclesiásticamente la villa a partir

de la política de don Diego Evelino de Compostela y Vélez, gobernador de la

diócesis entre 1687 y 1704, particularmente en relación con su objetivo de “ampliar

la red parroquial y sus recaudaciones de acuerdo con el crecimiento económico y

poblacional”.65

En 1701 Compostela y Vélez otorga a la ermita de la Soledad la categoría de

iglesia parroquial, lo que conlleva a dividir la villa en dos áreas equitativa tanto en

el número de habitantes como en riqueza urbana. El eje demarcador es la calle del

Calvario “que comenzaba en el convento de San Francisco derecho hasta la

ermita de Santa Ana, perteneciendo a la Soledad el barrio de la Merced y el de

Pitiguao [de San Ramón]”,66 y a la parroquial Mayor los de San Francisco y San

Juan de Dios (Gráfico 5). Administrativamente quedaron divididas 452 familias, un

total de 2 766 personas.67

Los derroteros, que avalan la fuerza de la feligresía en el urbanismo de

Camagüey, evidencian una estrecha relación entre los vecinos y el templo más

64 Aurora Rabanal: “El concepto de ciudad en los tratados de arquitectura militar y fortificación del
siglo XVIII en España”, p. 34.
65 Rigoberto Segreo: De Compostela a Espada. Vicisitudes de la Iglesia Católica en Cuba, p. 35.
66 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p.522.
67 Íbid., p. 543.

31
cercano a su comunidad independientemente de la jerarquía que ostenten. Una

aproximación a las cartas testamentarias de la década del 20 del siglo XVIII revela

detalles que solo pueden ser comprendidos desde una aproximación a la vida

cotidiana.

Entre los sitios de enterramientos se registran las siguientes referencias: en el

caso de la parroquial Mayor, “en la sepultura a la entrada de la puerta del perdón

que estuviere desembarazada” 4 de abril de 1727, “en la Capilla del Señor San

Antonio” 16 de diciembre 1728, “en la bóveda que es costumbre a los Señores

Sacerdotes” 25 de abril de 1729 y “en la sepultura junto al Púlpito donde está

enterrada dicha María, su hermana” [23 de mayo de 1729]; en el convento-hospital

San Juan de Dios: “en la sepultura del claustro” 17 de diciembre de 1728, “en la

sepultura que hubiese tras la puerta del perdón” 21 de enero 1729, “en la

sepultura junto del Altar de Azotes” 24 de abril 1729 y “en la bóveda de mis

padres” 5 de mayo 1786; mientras que en el de San Francisco: “en la sepultura

que tiene suya propia” 20 de agosto 1728,68 entre otras.

Los vecinos tienen en los templos su memoria histórica. En ellos se bautizan,

contraen matrimonio y son sepultados. Pasado, presente y futuro, junto al de sus

progenitores y descendientes, se recogen en su camposanto, significación que

explica no solo las intervenciones que sobre este repertorio se hacen, sino

también el acto exvotista de crearlos.

Los historiadores Tomás Pío Betancourt, Juan Torres Lasqueti y Jorge Juárez

Cano destacan la creación de nuevos hitos: en 1720 el licenciado don Francisco

68 AHPC, Protocolos Notariales, Juan Antonio Alcántara González y Juan M. Barranco, 1727-1729.

32
de Grijalva pide autorización para construir la ermita de San Francisco de Paula,

en 1723 el presbítero don Emeterio de Arrieta erige la del Santo Cristo del Buen

Viaje y en 1732 don Jacinto Manuel Hidalgo y doña Eusebia Ciriaca de Varona

inician la construcción de una iglesia de tres naves para los carmelitas, la que si

bien queda inconclusa ante la renuncia de la orden, otorga nombre al barrio.

Acompaña la reproducción de símbolos de la religiosidad popular en el urbanismo

camagüeyano el arreglo y ampliación de obras edificadas en periodos anteriores

con técnicas y materiales de calidad, intervenciones asociadas generalmente a su

comitente y el rango que socialmente lo distingue, rara vez a su artífice.

Entre 1692 y 1739 el capitán Pedro de Varona Pinto, el capitán Gaspar Alonso de

Betancourt Cisneros y su esposa doña Ángela Andrea Hidalgo Agramonte, y el

alférez Pedro Cisneros Álvarez de Castro reedifican y amplían el hospital de San

Juan de Dios y la iglesia contigua y, en 1735, el coronel Carlos de Bringas y de la

Torre aporta capital para levantar la iglesia del convento de San Francisco, a la

que don Tomás Geraldo de Cisneros coloca luego la torre y don Gaspar Alonso de

Betancourt, las bóvedas o criptas bajo el presbiterio.

El templo de la Merced se concluye en 1759 con recursos de don Manuel Agüero

Varona y entre 1733 y 1776 se reconstruye La Soledad principalmente a expensas

del presbítero Adrián de Varona, su hermana doña Rosa y José Sánchez Pereira,

quien lega “cuatro mil pesos y un tejar de su propiedad con tres negros y sus

aperos concernientes”. 69 La postura de Agüero pasó al imaginario de los

69 Apud.: Amarilis Echemendía Morffi e Iván Vila Carmenates: “Historia, particularidades y


transformaciones de la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad”, p. 31.

33
camagüeyanos en la leyenda del Santo Sepulcro 70 y Sánchez Pereira fue

sepultado en el presbiterio de La Soledad en 1764.

Moreno Fraginals indica que en general “para estas obras se hicieron donaciones

y subscripciones de cantidades en efectivo muy respetables para la época”71 y en

consecuencia se pregunta “¿qué tipo de actividad económica al margen de las

Leyes de Indias creó este pequeño emporio cubano?” Tras considerarla una de las

grandes incógnitas de la historia de Cuba acota el investigador: “Entre finales del

XVII y durante todo el siglo XVIII, se levantan edificaciones religiosas que solo

pueden originarse en un pueblo que tiene una gran acumulación de capital”. César

García del Pino ofrece respuesta a ello desde el plano cultural al considerar que

se trata de familias criollas e hidalgas y “como era costumbre, daban

simultáneamente hombres de guerra o de iglesia”.72

Desde su experiencia vital con la realidad Morell de Santa Cruz distingue al este la

nueva iglesia de San Francisco, pues “a la mano izquierda de la puerta del Perdón

queda la torre con tres cuerpos de proporcionada elevación, y cuatro campanas

por el lado del Evangelio”;73 al sur, la iglesia de San Juan de Dios que sobresale

por la torre “de dos cuerpos con su remate, y cuatro campanas” y, al oeste, la

ermita del Santo Cristo, poseedora de “un campanario de mampostería con tres

campanas pequeñas” colocadas en su exterior; imagen de un perfil urbano que

avala económicamente al acotar que la Jurisdicción cuenta con 56 ingenios, 77

70 V. Roberto Méndez: “El Santo sepulcro”, en ob. cit., pp. 29-38.


71 Manuel Moreno Fraginals: ob. cit., pp. 144-145.
72 César García del Pino: “Introducción”, en Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, p. I.
73 Morell de Santa Cruz: ob. cit., p. 74. Las citas siguientes corresponden a esta referencia.

34
hatos, 205 sitios, 23 corrales, 284 estancias, 60 tejares y 8 tenerías. Termina el

obispo con el siguiente comentario:

En conclusión, la villa del Puerto del Príncipe, y su territorio, es un País muy

ameno, fértil, y abundante de provisiones de boca, y de materiales baratos

para la construcción de edificios, porque el millar de ladrillos importa cuatro

pesos; el de tejas, cuando más tres y medio; y la fanega de cal uno, o dos

reales, exclusa la conducción que cuesta poco por la abundancia de

bagajes.74

Desde La Habana, probablemente por informes recibidos de los ilustres

principeños, el historiador José Martín Félix de Arrate corrobora en 1761 la

descripción de Morell:

A 150 leguas de la Habana se halla la villa de Puerto Príncipe, que

sobresale en la arquitectura y caudales; tiene 50 leguas de jurisdicción a lo

largo y como 22 a lo ancho, con un Surgidero al Norte, nombrado la

Guanaja, en distancia de 10 leguas, y dos al Sur para todas

embarcaciones, sus nombres Santa María y Santa Cruz. Estos, y lo

opulento de sus haciendas, lo hacen mercantil en carne, cueros, sebo,

azúcar, mulas y tejidos de palma que suplen y aun mejoran los de esparto.

El padrón de sus dos parroquias principales cuenta con 14 380 personas:

tienen dos conventos, de San Francisco y la Merced calzada, y un hospital

de San Juan de Dios, colegio de la Compañía de Jesús, y una iglesia y

viviendas destinadas para recolección de menores observantes, para que

74 íbid., p. 81.

35
espera licencia. Sus ingenios llegan a 60, y los criaderos de vacas, cerdos,

cercados de mulas, estancias y vegas de labor pasan de mil. 75

Un análisis de la representación que del urbanismo ofrece Arrate revela la

ausencia de hitos como las ermitas Santa Ana y Santo Cristo, hecho que devela

que ha reflejado el historiador la centralidad urbana de Puerto Príncipe y no la

ciudad total. Dichas ermitas constituyen momentos claves de la periferia en

relación al centro urbano. Desde otra perspectiva deja Arrate impresa su

monumental percepción del conjunto, paisaje que el historiador y crítico de arte

argentino Damián Bayón constata en ciudades distantes de los centros de poder

en la región sudamericana y que explica a partir del lugar que ocupa el aspecto

misional y catequista en ciudades periféricas.76

Se trata de un paisaje urbano que solo podría ser comprendido, como indica el

arquitecto Roberto Segre, a partir de su contenido cultural, a partir de la

significación que cobra la ciudad para los diferentes grupos humanos que la

habitan “de acuerdo con sus sistemas de valores, expectativas y nivel de vida, y

cómo cada uno de ellos se siente condicionado, favorecido o relegado”. 77

1.4.2.- Centro y periferia en intrarríos

Particular connotación alcanza dentro del periodo de consolidación del urbanismo

la comunicación entre el área urbana y el área rural, de ahí que sus bordes se

conviertan en centro de atención para funcionarios y vecinos. En 1738 y 1739 se

75 José M. Félix de Arrate: ob. cit., pp. 105-106.


76 Damián Bayón A.: Sociedad y arquitectura colonial sudamericana: una lectura polémica, p. 11.
77 Roberto Segre: América Latina, fin de milenio: raíces y perspectivas de su arquitectura, p. 193.

36
construyen puentes de madera a la entrada de la ciudad, obras que se

modernizan con el uso de mampostería en la segunda mitad del siglo.78

Desde la cotidianeidad los ríos se asumen como fosos, sentido que avala la

homologación connotativa entre ríos y murallas. En lugar de los términos

intramuros y extramuros, propios de ciudades amuralladas, utilizan los principeños

los de intrarríos y extrarríos, idea que corrobora la construcción en 1719 de “un

foso y puente levadizo en la abra de la Sierra, que está en el camino de Guanaja

(hoy Paredones de Cubitas) con su puerta para defensa de enemigos”.79

Paralelamente a las intervenciones en el repertorio religioso se rehabilitan

inmuebles del ámbito doméstico para funciones sociales que les otorgan

connotación singular en el conjunto urbano, soluciones de problemas emergentes

a los que responden el patriciado camagüeyano y el Ayuntamiento.

Urbanísticamente destacan las rehabilitaciones de una casa en la calle Nuestra

Señora de Loreto para hospital de mujeres, financiada por doña Eusebia Ciriaca

de Varona en 1730, y la nro. 22 de la calle San Pedro Alcántara en función de

Cátedra de Filosofía, abierta por don Antonio Borrero y Trujillo en 1733.80

En el caso del Ayuntamiento son significativas las remodelaciones de las casas

que le sirven de sede entre 1729 y 1734. Por estar en ruina el inmueble ubicado

en la antigua plaza de Paula se alquila una habitación de la casa de doña Mariana

de Zayas, en las inmediaciones de la plaza Mayor, y pocos años después se

78 ANC, Gobierno General, Legajo 388, nro. 18 519.


79 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 547.
80 AHPC, íbid., Juan Antonio Alcántara González, 1731-1733, Puerto Príncipe 26 de junio de 1733.

37
adquiere la edificación de balcón de doña Eusebia de la Torre por el concepto de

expropiación forzosa,81 remodelada en 173482 (Gráfico 6).

En 1730 el Ayuntamiento habilita una casa para carnecería para poner en práctica

un arbitrio con el objetivo de contar con presupuesto para “erigir casas capitulares,

carnicería, cuarteles y otras obras públicas, y satisfacer las obligaciones precisas

de su común”. 83 La ubicación de este establecimiento confiere a la senda el

nombre de calle de la Carnicería.

Ambas edificaciones, sede de la carnicería y de la municipalidad, no sobrepasan

la imagen de una vivienda, de modo que su significación es manifiesta en su uso,

connotación que ratifica el pendón colocado en la fachada a pesar de no estar

aprobado por la metrópoli. 84 Ante la supremacía de la arquitectura religiosa en

Sudamérica, Damián Bayón apunta que “esta aplastante preeminencia

eclesiástica sirve, al mismo tiempo, para comprobar la relativa inutilidad plástica

de las instituciones civiles en general, ya fueran públicas o privadas”.85

En estrecha relación con las rehabilitaciones de viviendas se encuentra el alquiler

de “una casa antigua de ladrillo y teja”86 en la calle Mayor, a una cuadra de la

Parroquial, para destinarla provisionalmente a la compañía de Jesús, llegada por

iniciativa de los párrocos Waldo de Arteaga y don José Sánchez en 1756. Lo vital

para esta investigación está en el rechazo que hacen los frailes de dicha orden a

81 V.: Marcos Tamames.: De la plaza de Armas al parque Agramonte. Iconografía, símbolos y


significados, p. 31
82 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., “Apéndices”, p. 28.
83 Joaquín Rodríguez San Pedro: Legislación ultramarina, t. 3, p. 263.
84 AHPC, Ayuntamiento de Camagüey, Legajo fuera de caja, nro. 19, f. 134, Acta Capitular de 16

de marzo de 1780.
85 Damián C. Bayón Arrufat: ob. cit., p. 11.
86 Morell de Santa Cruz: ob. cit., p. 75.

38
la propuesta de utilizar con ese fin el inconcluso edificio de los carmelitas con el

argumento de “que estaba muy a las afueras, lo cual dificultaría su labor

educativa”;87 postura que ratifica su ubicación en la periferia urbana.

La ubicación de la construcción de los carmelitas y el resto de los hitos

arquitectónicos en el plano de 1814 indica que en la zona urbana del plano de

1628 existen dos áreas: el centro urbano y la periferia a las que en el campo de la

representación sirve de borde la calle que antecede al Pozo de Gracia (la calle

Honda). La primera de ella conformada entre los siglos XVI y XVII a partir de la

iglesia parroquial Mayor, los conventos San Francisco de Asís y La Merced, y la

ermita de la Soledad. En la segunda las ermitas de Santa Ana y la del Santo Cristo

del Buen Viaje subrayan nuevos crecimientos urbanos en dirección oeste. El

conjunto iglesia hospital San Juan de Dios y su plaza se ubican indistintamente en

una y otra con el nombre de plaza o plazuela respectivamente.

1.4.3.-Urbanismo en extrarríos

Los cambios urbanísticos ocurridos en extrarríos durante el siglo XVIII tienen lugar

tanto al oeste como al este de la ciudad. El primero de los casos tiene por

momento clave la construcción de la ermita y hospital de San Lázaro tras el paso

del Tínima, en el Camino Real de La Habana; el segundo, el santuario de la Virgen

de la Caridad del Cobre, en una elevación existente más allá del puente del

Hatibonico, en el Camino Real de Cuba.

87 Jorge Juárez Cano: ob. cit., p. 53.

39
Desde 1735 el Ayuntamiento recibe permiso del obispo don Juan Lazo de la Vega

para erigir la ermita de San Lázaro, obra que se culmina como conjunto el 13 de

mayo de 1746 con el hospital y la capilla. 88 Morell de Santa Cruz en La visita

eclesiástica señala la veneración a Nuestra Señora de los Desamparados en el

lazareto desde 1741, solemnizada “anualmente con una fiesta la Dominica tercera

de Septiembre” 89 por haber sido declarada por el Ayuntamiento como patrona

contra la enfermedad llamada el mal de las culebras.

La devoción a la virgen de la Caridad llega a Puerto Príncipe como resonancia

cultural del santiaguero, 90 fenómeno manifiesto no solo porque en el nicho

principal está colocada “una copia de la del Cobre, con su vidriera, y toda

decencia”,91 sino también por el contexto socio-histórico que le da origen en la

región, perspectiva desde la cual se destaca el hecho de que se le venere a las

afueras de la ciudad, distante de la red de instituciones religiosas ya establecidas

y en una zona prácticamente ocupada generalmente por indios y agricultores

hispanos.

El culto cobra significación con el proceso exvotista de doña Juana de Varona y

Barreda, esposa del coronel Carlos de Bringas y de la Torre, quien promete a la

Virgen erigirle un santuario a cambio del milagro de la maternidad asegurando su

mantenimiento mediante una cofradía. Concedido el deseo los Bringas Varona

dieron respuesta al exvoto en un terreno adquirido junto al camino Real de Cuba92

88 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 533.


89 Morell de Santa Cruz: ob. cit., p. 70.
90 Acerca de la representación y construcción de este símbolo nacional. V.: Julio Corbea Calzado:

“La Virgen de la Caridad del Cobre: construcción simbólica y cultura popular”, p. 9.


91 Morell de Santa Cruz: ob. cit., p. 79.
92 Jorge Juárez Cano: ob. cit., p. 48.

40
en 1734, en una zona apenas edificada que le permitió trazar una plaza regular en

medio de la cual se construyó la iglesia y frente a la misma una casa de alto “para

que vivieran dos capellanes”. 93 Del devenir del conjunto, incluso de sus

antecedentes, describe Abel Marrero Campanioni en una de sus Tradiciones

camagüeyanas:

La asistencia por los vecinos de la Villa a la Iglesita vecina resultaba muy

difícil. Había que traspasar el caudaloso río, andar el largo camino lleno de

fango y piedras, hasta que en el año de 1729 se construyó un puente de

madera, lo que facilitó mucho el acceso a los cultos de la Virgencita y se

inició a lo largo del ancho camino la construcción de casas de guano y de

madera con grandes portales; también alrededor de la Iglesia se dio

comienzo a la construcción de casas amplias con enormes patios

interiores.94

Por la particularidad del emplazamiento y las festividades religiosas Morell de

Santa Cruz en su informe de 1756 separa esta iglesia de las nueve existentes en

la ciudad intrarríos y le dedica un espacio independiente al ubicarla en “un

territorio alto y divertido”;95 términos que le atribuyen particularidades por tratarse

de una advocación criolla. Describe Morell que una vez cruzado el río “comienza

una calzada de ladrillo: ésta corre como a tiro de cañón hasta la iglesia llamada La

Caridad”. 96 ¿Podría el uso de este eje encontrar paralelo en “la diversión y el

93 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 524.


94 Abel Marrero Companioni: ob. cit., p. 65.
95 Pedro Morell de Santa Cruz: ob. cit., p.79.
96 Ibidem.

41
paseo, especialmente el devoto y deleitable santuario de Nuestra Señora de

Regla” al que se refiere Arrate en 176197?

Entre el 8 de septiembre de 1734, fecha de inauguración de la ermita, y 1756 ¿se

fomenta en La Caridad un paseo arbolado o alameda bajo el paradigma de la

ilustración francesa? Cirilo Villaverde en descripción de la ciudad a razón de la

novela de José Ramón Betancourt en 1841 niega la posibilidad de su existencia

en su comentario: “La población tiene triste aspecto, sus calles son angostas y

torcidas; el caserío con rara excepción feo y antiguo; sus alrededores desolados

por la falta de arbolado, y la cualidad del suelo”.98

Esta intervención en un área rural da lugar a la hipótesis de un proyecto urbano

sin los trámites oficiales con el Ayuntamiento. La existencia de una calzada de

ladrillo y la descripción de un eje bajo la frase “a tiro de cañón” indican la

existencia en La Caridad de un paisaje urbano en contraste con la ciudad

intrarríos, un eje a cuyos lados, según indica el historiador Juan Torres Lasqueti,

existen 180 inmuebles de gentes pobres en 1757.99

Aunque los primeros proyectos de alameda o paseo localizados datan de 1843,100

urbanísticamente desde mediados del XVIII deviene una zona festiva, y en este

periodo está la génesis de un escenario cultural que se erige en signo de progreso

en Una feria de la Caridad en 183…, en 1841.101

97 José M. Félix de Arrate: ob. cit., p. 43.


98 Cirilo Villaverde: “Prólogo a Una feria de la caridad en 183…”, p. 55.
99 V.: Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p 45.
100 “Paseo y alumbrado de la Caridad” y “Alameda de la Caridad”, en Museo Provincial Ignacio

Agramonte (MPIA), Documentos, Ayuntamiento, 1843.


101 V.: Marcos Tamames: “La ciudad en Una feria de la Caridad en 183… de José Ramón

Betancourt”.

42
En relación con la perpetuidad de las ceremonias prometidas por doña Juana de

Varona y Barreda, la literatura consultada muestra la connotación adquirida por el

exvoto y la creación de capellanías con ese fin, testamentos como el de doña

Luisa Rufina Betancourt e Hidalgo rezan:

[…] fue voluntad de mi esposo y lo es la mía que cada uno de los

poseedores del mayorazgo en el tiempo que lo fueren, tenga la obligación

de mandar decir cincuenta misas cada año por nuestras almas, las de

nuestros padres y demás del purgatorio, las que deberán precisamente

celebrarse en el santuario de Nuestra Señora de la Caridad mientras este

subsista, y por su falta en la Iglesia Parroquial Mayor de esta villa […].102

El río como borde impide la integración del barrio con la ciudad tradicional, barrio

que es representado en la literatura como “pueblo” de la Caridad. En el ámbito

político, económico y social, si por un lado es preciso que los miembros del

Ayuntamiento soliciten licencia al presidente para dirigirse a esta zona por

determinada temporada, 103 por otro, atendiendo a la riqueza urbana y a la

población fomentada en ella, se acuerda velar por su orden y control.

Tanto el Lazareto como el santuario de la Caridad dan lugar a peregrinaciones y

romerías y conectan la ciudad intrarríos con la zona a extrarríos.

1.4.4.- Reorganización eclesiástica. 1756

Nueva significación adquiere el urbanismo a partir de 1756 con el establecimiento

de la tercera parroquia bajo la administración de la iglesia auxiliar Santa Ana y el

102 AHPC, Protocolos Notariales, Juan M. Barranco (1786-87), f. 139.


103 MPIA, íbid., 1774.

43
análisis del uso de los ejidos por la Real Audiencia, representada por el abogado

Dr. Joseph Pablo Guerra de Varona, síndico procurador general en la villa.

Se encarga de dar mayor jerarquía a la ermita de Santa Ana el obispo Morell de

Santa Cruz quien, agudo para describir los paisajes urbanos y arquitectónicos,

califica la morfología de “casi redonda” y apunta estar formada por 24 calles, en

las que el “poco nivel que guardan y las muchas callejuelas que incluyen las

cortan y desgracian”.104 Se trata, al decir del profesor Spreirenger en relación con

las ciudades medievales, de una ciudad “demasiado inmediata, tangible y

personal, repleta de pequeñas escenas y sonoridades”.105

Espacialmente la nueva parroquia responde a la extensión del “terreno que ocupa

este vecindario”106 y a la ineficiencia de las dos parroquias existentes para cubrir

las necesidades de “los que habitan por la ermita de Nuestra Señora de Santa Ana

(que es capaz y decente) y en los más barrios de ella inmediato”. El síndico

procurador general de la villa, don Juan Tomás de Estrada, argumenta la

propuesta informando que “ante la solicitud de párrocos o subtenientes interinos,

por más prestos que sean llegan tarde, lo que trae consigo que mueran los

enfermos sin recibir los santos sacramentos”.

El secretario de cámara y gobierno, Dr. Matías Boza, y los curas beneficiarios de

las parroquias ya establecidas, Dr. Waldo de Arteaga y Varona y don José

Sánchez Pereira determinan los derroteros:

104 Morell de Santa Cruz: ob. cit., p. 72.


105 Paúl D. Spreirenger: ob. cit., p. 15.
106 Archivo Parroquia de Santa Ana, Libro primero de bautismo de blancos, f. 2, Puerto Príncipe, 26

de mayo de 1756.

44
Debía asignársele por jurisdicción y término el paraje nombrado San

Ramón, conocido por el Marquesado de la Varonía, siguiendo la calle del

mismo nombre, San Ramón, hasta la esquina de la casa que fabricó Pedro

de Vargas el francés que se halla en la calle de Santa Ana; esto es de

Norte a Sur, y de allí tomando el callejón que sale a la calle del Loreto,

Hospital de Mujeres, siguiendo la dicha calle hasta llegar a la que va del

colegio de la compañía Este-Oeste al Carmen hasta la sabana quedando

dicho Carmen bajo la administración de Santa Ana.107

La definición de los límites revela un sistema de hitos establecidos desde la

centuria anterior, como el hospital de mujeres o el colegio de los jesuitas, junto a

hechos arquitectónicos o sociales como la casa fabricada por Pedro de Vargas, el

francés. A pesar de haber quedado inconcluso el templo destinado a los

carmelitas, el proyecto se ha incorporado a la memoria colectiva y su nombre

trasciende como signo cultural en el urbanismo.108

Con esta reorganización Santa Ana se legitima como nodo urbano (Gráfico 7) al

ser sede de bautismos, matrimonios y otros sacramentos y celebraciones, al

tiempo que ratifica la centralidad urbana delimitada por La Soledad, La Merced y

San Francisco. En la periferia de intrarríos han quedado Santa Ana, San Juan de

Dios y la ermita del Santo Cristo del Bien Viaje.

107 Íbid., ff. 4 v. y 5, Puerto Príncipe, 26 de mayo de 1756.


108 Los límites de dicha división fueron marcados a partir de lo apuntado por Tomás Pío Betancourt
en “Historia de Puerto Príncipe” y el Índice de Anotaduría de Hipotecas del AHPC, Legajo 29,
Expedientes 237 y 238.

45
1.5.- Significación del urbanismo. 1756-1800

A lo largo del siglo XVIII el uso de los espacios urbanos otorga nuevos significados

y representaciones a los hitos y nodos que definen el urbanismo. Desde la teoría

la arquitecta Eliana Cárdenas Sánchez explica:

Si los espacios arquitectónicos y urbanos resultan significativos en el

proceso de uso, quienes lo usan se sentirán identificados con ellos si sus

componentes logran alcanzar niveles adecuados de significación para esa

comunidad usuaria. Pero, además, como la presencia humana modifica los

significados de los espacios arquitectónicos y urbanos, sus formas de uso

condicionarán actitudes hacia esos espacios que influirán en su calificación,

lo cual puede transmitirse de una generación a otra, y entrar a formar parte

de las costumbres, de las tradiciones que van integrando la identidad

cultural de un sitio.109

En el caso del urbanismo de Camagüey de la segunda mitad del XVIII la

representación de los espacios puede ser comprendida desde su significación

sociocultural, en tanto define la tipología con la que se reconoce: una “plazuela” se

identifica como “plaza” solo por el hecho de dialogar de forma directa con un

templo cuya jerarquía se corresponde con una iglesia parroquial o auxiliar.

Ejemplo de ello es la plaza de Paula, la que en 1783 está marcada por la

ruralidad. El libro de Anotaduría describe en su entorno una “casa de tapias,

cercada de lo mismo que linda por un costado con la ermita de San Francisco de

Paula y del otro con la casa de doña Bárbara de Quesada, frente casa de balcón

109 Eliana Cárdenas Sánchez: Problemas de teoría de la arquitectura, p. 152.

46
que fue del Capitán Don Diego Félix de Arteaga”.110 En un nodo que comunica

centros urbanos como La Merced, la Soledad, San Francisco y la Parroquial; la

plaza de Paula manifiesta su vigor en el andar y vestir de sus concurrentes.

Manuel Arteaga, al ambientar el siglo XVIII en su novela Los antiguos

camagüeyanos y el noble expósito, refiere:

[...] los hombres ricos usaban a todas horas capa de paño azul o de grana,

con un galón ancho de oro en la muceta, o bien de lamparilla sin galón: que

cuando asistían a un acto solemne, además del calzón corto con bragueta y

las medias que ordinariamente usaban hasta dentro de casa, vestían

casaca con mangas anchas y faldas largas con entretela de petate, chaleco

con faldas, camisas con vuelos anchos en la pechera y bocamangas por lo

regular de punta fina, o de Flandes, corbata estrecha y angosta, sobrero

negro de pelo de tres picos, zapatos de paño o de polvillo con hebillas

grandes de metal o de piedras que hiciesen juego con las charreteras de

los calzones, la cabeza empolvada con harina, y espadín pendiente de la

cintura. // [...] las mujeres vestían saya fustán dentro de casa, en la iglesia y

en las visitas de confianza, y cuando iban a alguna función añadían el

tontillo y el corpiño, con manga ajustada hasta el codo, calzando zapatos

con hebillas, lo mismo que las de los hombres, y con palillos de dos o más

pulgadas de alto, y llevando la cabeza también empolvada, con el pelo

echado todo atrás formando una especie de castaña sujeta con una

110 AHPC, Anotaduría de Hipotecas; Legajo 36, Expediente 244, f. 93 v., Puerto Príncipe, 13 de
febrero de 1783.

47
espadilla de metal [...] los muchachos y aun los hombres casaderos

jugaban en la calle a las bolas y a los mates.111

La documentación destaca entre las representaciones de los espacios urbanos los

escenarios de las procesiones como las del Vía Crucis y el Santo Entierro en

Semana Santa. La primera subraya el significado de la plaza San Francisco y la

plazuela de la ermita de Santa Ana en condición de punto de salida y llegada del

recorrido establecido por los franciscanos hasta finalizar la primera mitad del siglo.

La segunda encuentra su origen en la fundición del Santo Sepulcro por don Juan

Benítez Alfonso en el convento de la Merced en 1762;112 pieza que en brazos de

los feligreses recorre las sendas que conectan las plazas y templos de la Merced,

la parroquial Mayor y La Soledad.

Se inscriben además las celebraciones específicas de los templos y barrios en

diferentes fechas. La plaza de San Juan de Dios, por ejemplo, se enriquece a

partir de 1743 con la procesión del azote, de los disciplinantes o de los flagelantes

—un paso asociado al Viernes Santo— y en 1782 con las fiestas del aguinaldo —

nombre que se daba entonces a los festejos navideños, del 16 al 24 de

diciembre.113

La concentración de establecimientos comerciales en un tramo de la calle San

Pablo, hace que se reconozca como un eje independiente con el nombre “calle de

111 Manuel Arteaga: “Los antiguos camagüeyanos y el noble expósito”, p. 49.


112 Héctor Juárez Figueredo: Camagüey, de la leyenda y la historia, p. 7. El Santo Sepulcro tiene
un peso de más de 500 libras, 2 metros en su base, un ancho de 80 centímetros y 1,5 metro de
altura. Abel Marrero Campanioni: Tradiciones camagüeyanas, p. 22.
113 Centro de Información de Hotelería y Turismo de Camagüey, Héctor Juárez Figueredo y Oscar

Campanioni: San Juan de Dios de Camagüey, dossier, [s/r], pp. 32 y 33.

48
los Mercaderes”,114 hecho que desde el punto de vista morfológico resulta legítimo

por servir de enlace entre las plazas de La Soledad y la de Paula.

En correspondencia al desarrollo económico manifiesto desde la segunda mitad

del siglo XVII, en 1726 los principeños solicitan al rey el establecimiento de un

anotador de hipotecas 115 y según Moreno Fraginals existe trabajo para tres

escribanías y, durante el siglo, se abrirán dos más.116 El fondo documental que

integran esos libros muestra la proyección del repertorio religioso como referente

urbano, específicamente a la senda o eje al que dan sus entradas principales y

colaterales; de ahí que resulten frecuentes las frases: “que corre de la Iglesia

Mayor a la puerta principal del convento de Nuestra Señora de las Mercedes”,

“que va de la Iglesia Mayor a la Ermita del Santo Cristo”, “contigua al Convento

Nuestra Señora de las Mercedes”; “que va de la Iglesia de Nuestra Señora de la

Soledad al Convento de Nuestro Padre San Francisco”, “que corre de Santa Ana

al Convento de San Francisco”.117

En la venta efectuada por Antonio Guerra a favor de Mariana de Lagos el 6 de

abril de 1734, por ejemplo, reza: “Una casa de guano y embarrado con el solar

que le pertenece que está en la calle que va de espaldas de nuestra señora de la

Soledad para la sabana de la parte norte”;118 o, en el testamento de don Antonio

Puebla y Barrero, fechado el 6 de noviembre de 1734, se anuncia: “Declaro por

114 AHPC, Índice de Anotaduría de Hipotecas, 1734.


115 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 547.
116 Manuel Moreno Fraginals:ob. cit., p. 145.
117 V.: Marcos Tamames: “Cultura católica e identidad urbana en Camagüey”.
118 AHPC, Protocolos Notariales, Juan Antonio Alcántara González, 1734-1735, f. 66.

49
mis bienes la casa de mi morada de madera y teja que está en la calle que va para

Santa Ana”.119

1.5.1.- Urbanismo y control político administrativo

Los informes estadísticos alcanzan un sólido cuerpo en la villa de Puerto Príncipe

a partir de las orientaciones emanadas desde la Capitanía General de la Isla. Allan

J. Kuethe “ha explicado cómo «las urgencias de guerra» coadyuvaron a que

prosperara un ambicioso programa de reformas militares, comerciales,

administrativas y fiscales durante el reinado de Carlos III”. 120 Dentro de las

reformas militares acometidas por el capitán general de Cuba, Ambrosio de Funes

Villalpando, conde de Ricla, y el mariscal de campo Alejandro O’Reilly, se

encuentra la organización de villas y ciudades en cuarteles con el objetivo de

garantizar una distribución proporcional del contingente de la milicia local.

El 23 de septiembre de 1763 el conde de Ricla publica un reglamento de policía

urbana y rural, 121 y en 1764 se reorganiza el Batallón de Milicias de Puerto

Príncipe integrado por compañías urbanas de caballería e infantería en las que

participan comerciantes catalanes, isleños y morenos122 a cargo del coronel Diego

Antonio de Bringas.

Las orientaciones del marqués de la Torre de 1772 consolidan las instrucciones de

estimar el vecindario de cada población no solo con el fin de reguardar las

ciudades, sino también las jurisdicciones. El primer censo de Cuba, levantado

119 Íbid., f. 296 v.


120 Apud.: Argel Calcines: “Ingleses en La Habana”, p. 17.
121 Jacobo de la Pezuela: Ensayo histórico de la isla de Cuba, pp. 227-228.
122 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 552.

50
entre 1774-1775, indica que Puerto Príncipe ocupa el tercer lugar entre las villas y

ciudades de la Isla con una población de 14 332 habitantes, cifra que supera La

Habana con 75 618 y Santiago de Cuba con 19 374. En su estructura social la

diferencia en cuanto a género es de 232 a favor de las féminas y desde una

perspectiva racial sobresale cuantitativamente la blanca con una diferencia de 2

588. Destaca el documento que la villa se distingue por ser un poblado de 2 959

casas, 9 iglesias, 2 conventos y 2 hospitales.123

La primera representación gráfica del urbanismo de Camagüey corresponde al

plano levantado por fray Cristóbal de Sánchez Pavón en 1747 por orientación de

don Federico Cajigal, capitán general de la Isla,124 y el segundo fue realizado por

el agrimensor Joseph Fernández de Sotolongo en 1774 en función de delimitar los

cuarteles o barrios para la organización del control y la defensa de la ciudad.

El plano de Sotolongo declara el crecimiento de la ciudad: por el límite norte,

desde la ermita de la Soledad hasta los terrenos de don Ignacio Sánchez y, por el

este, desde el río Hatibonico hasta la iglesia de la Caridad; ambos

morfológicamente exponentes de un pensamiento ilustrado. A pesar de no existir

un reconocimiento de la nueva barriada se toma el acuerdo de nombrar

“comisarios del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad separado de la

población y otros cuatro que se dividiese la villa”.125

123 Apud.: Oscar Ramos Piñol: El primer censo de la población de Cuba colonial.
124 Jorge Juárez Cano: ob. cit., p. 52.
125 AHPC, Ayuntamiento de Camagüey, Fuera de caja, nro. 18, Acta Capitular de 29 de octubre de

1774.

51
El referido plano constituye la planta para una estrategia de defensa 126 y sobre la

experiencia del urbanismo el Ayuntamiento propone dividir la ciudad en cuatro

cuartones, áreas que superpuestas en el plano dibujado por don Luis de Santiago

en 1814 permite constatar el principio anunciado por el conde de Ricla y el

mariscal O’Reilly: lograr una organización proporcional y equitativa (Gráfico 8).

De norte a sur se trazan dos ejes: el primero por la calle San Ramón hasta la de

La Merced y de esta a la de La Soledad, y el segundo por la senda de La Mayor

desde La Soledad hasta el callejón del Ángel y de ahí hasta la calle San Rafael.

En dirección de oeste a este: los ejes de La Soledad, desde la plaza hasta los

ejidos; y San Ignacio, desde la plaza de San Francisco de Paula hasta más allá de

las construcciones del convento de los carmelitas.

Cinco de las siete sendas que se utilizan como bordes de los cuartones se

incorporan a las ya referenciadas en las organizaciones parroquiales de 1701 y

1756: de la Merced, de la Soledad, de la Mayor, callejón del Ángel y San Rafael,

pero todas están directamente vinculadas a los centros religiosos establecidos

entre 1528 y la primera mitad del siglo XVIII; de hecho, el nombre de tres de los

cuartones se corresponde con los de las parroquias existentes (Mayor, Soledad y

Santa Ana), mientras el cuarto anuncia la importancia de la ermita del Santo Cristo

del Buen Viaje como núcleo urbano.127

El barrio de la Caridad no se incluye en ninguno, hecho que lo excluye del espacio

legitimado como hiciera el obispo Morell de Santa Cruz en 1756. La dinámica

126 MPIA, íbid., 1776, Expediente sobre Batallón de Milicias, 20 de octubre de 1776.
127 Para la ubicación en el plano del recorrido se siguieron las descripciones señaladas en el Acta
Capitular de 29 de diciembre de 1774 [AHPC, íbid., f. 70 y 72 v.] con apoyo del fondo de
Anotaduría de Hipotecas. Análisis realizado en colaboración con Héctor Juárez Figueredo.

52
relación entre sociedad y urbanismo conlleva a que el patriciado principeño se

pronuncie por su protección, de ahí que en lugar de cuatro plazas de comisarios

de barrios, en correspondencia con los cuartones, se proponga crear cinco, “a fin

de que uno interviniese en el santuario de Nuestra Señora de La Caridad, como

separado de esta población”.128

1.5.2.- Regulaciones urbanas.

En el ámbito de las ideas ocupa un espacio significativo entre los principeños el

anhelo de que se le conceda a la villa el título de ciudad. El 10 de febrero de 1780

el Síndico Procurador General realiza un informe con el objetivo de “que use por

especial concesión el escudo de armas que por costumbre ha tenido y se haya

impreso en las fábricas del público”.129

En el orden urbano arquitectónico pretenden “enmaderar las calles” en 1783,130 y

el Ayuntamiento ordena al alarife público designado evitar “las fábricas que hay

mal construidas en esta villa por falta de instrucción en los carpinteros y albañiles

que sin la debida aprobación las han obrado” 131 entre 1784 y 1786. Las

anotaciones realizadas en este periodo son la fuente del sistema de regulaciones

urbanísticas aprobadas como Ordenanzas Municipales por el Gobernador de la

Isla medio siglo después, en 1856. En Acta Capitular del 10 de enero de 1794, por

ejemplo, reza:

128 AHPC, ibidem. Cf.: Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. 83.
129 Íbid., nro. 19, f. 134, Acta Capitular de 16 de marzo de 1780.
130 Idem., nro. 22, f. 21, Acta Capitular de 17 de noviembre de 1783.
131 Íbid., f. 691 v., Acta Capitular de 9 de junio de 1786.

53
... que no se hiciesen pretiles, ni calzadas, ni reedifiquen de nuevo sin

intervención del alarife público y con cuenta de los señores comisarios de

este cabildo para que demarquen el ancho y alto que han de tener para

resguardar [el servicio] de las casas sin perjuicio del público a quien debe

quedarle desembarazado todo el ámbito de la calle.132

Se suma a estas proyecciones el establecimiento de un Cementerio General en

1790, objetivo para el cual el síndico procurador general del Ayuntamiento José

Villavicencio Varona propone los terrenos inmediatos a la iglesia del Santo Cristo

del Buen Viaje. La sugerencia tiene como fundamento la ubicación de dicha ermita

en las afueras de la población.

El análisis de las multas cobradas entre 1778 y 1796 por infracciones al Bando del

Gobierno establecido por orientación de Felipe de Zayas, teniente gobernador de

la villa y su Jurisdicción, ofrece algunas contradicciones entre urbanismo y modo

de vida. Según las normas indicadas los habitantes de intrarríos tienen prohibido

poseer perros en sus casas y desandar a deshoras de la noche, y en caso de

horas permitidas deben acompañarse de un farol; los amos no deben permitir a

sus esclavas lavar en el río, vestir de forma atrevida o deambular por las calles

vendiendo ropas en canastas. A la población en general se le proscribe sacrificar

animales sin previa autorización, jugar juegos prohibidos o andar desnudos en la

calle, y el hombre que permita a su esposa andar sola por la calle es

irremediablemente multado.

132 Íbid., f. 997, Acta Capitular de 10 de enero de 1794.

54
También son sancionados los comerciantes que mantienen sus establecimientos

abiertos fuera de los horarios establecidos, sobre todo en los nocturnos, por alterar

el peso de los productos en venta o no aceptar papel moneda en lugar de la plata.

Las mayores infracciones se vinculan con los días de guardar, especialmente por

incumplir con el hecho de tener que moderar la carrera de los caballos dentro del

perímetro urbano.133

Un elemento que anuncia transformación en el urbanismo de intrarríos es la

especialización de nuevos espacios. En el área central se consolida la calle del

Comercio con una red de establecimiento que supera el intercambio comercial

para apostar por un espacio de ocio; en la periferia, en el eje “que llaman del

Paseo y que va de Santa Ana al Santo Cristo”,134 se distingue un espacio al que

por su carácter de esparcimiento concurren los “quince o veinte carruajes

llamados calesas, muy pesadas, con un postigo atrás y otro a cada lado con sus

cortinillas”,135 en los que las adineradas familias escapan de la compacta ciudad.

Al cierre del siglo XVIII el urbanismo de Camagüey ratifica en el nivel político e

institucional su centralidad urbana. En el núcleo primigenio permanece el carácter

integrador al dar continuidad al escenario de actos religiosos, civiles, de mercado y

de ajusticiamiento, entre los que la historia destaca la de los negros sublevados en

el ingenio de don Manuel Narciso de Agramonte el 11 de junio de 1798.136

133 MPIA, íbid., 1778, “Libro donde se asientan las multas mandadas a exigir por orden del Señor
Teniente Gobernador con especificación del número de ellas, de los sujetos que las exhiben y la
causa porque son multados, el mes, el día, el año en que reciben”. [1778-1796].
134 AHPC, Anotaduría de Hipoteca, libro 8, f. 71 v., Puerto Príncipe, 2 de septiembre de 1806.
135 Manuel Arteaga: ob. cit., p. 49.
136 Francisco Luna: ob. cit., p. 24.

55
1.5.3.- Reorganización eclesiástica. 1796

Como se ha indicado la ermita del Santo Cristo del Buen Viaje sedimenta

lentamente su papel social, perspectivas desde las cuales resulta comprensible el

hecho de que en 1795 se le otorgue la categoría de iglesia auxiliar, acontecimiento

que conlleva a una reorganización del área correspondiente a la parroquial Mayor.

El historiador Tomás Pío Betancourt describe sus derroteros del siguiente modo:

[…] desde el hospital viejo de mujeres, hasta la esquina del solar y casa del

Presbítero don Domingo Enríquez de Hurtado, que hace plazoleta, hasta

concluir la calle y dar con la casa de Gabriel Guerrero y la que sigue de

Nicolás Marín que hace esquina, y de esta al callejoncito que va hasta el río

que llaman del Paso Real: de la dicha casa del padre Hurtado, tomando el

callejón que va a salir al plazoletón del Pozo de Gracia y de allí hasta parar

en la sábana.137

Ante un urbanismo de traza irregular, un deficiente sistema toponímico e

insuficiente numeración de sus inmuebles, los funcionarios civiles y eclesiásticos

representan a los hitos y nodos urbanos como signos notables en la referencia

urbana. En términos modernos la zona perteneciente a la parroquia del Santo

Cristo del Buen Viaje queda limitada al este por la calle Nuestra Señora de Loreto

o del Hospital, al oeste por los ejidos y al norte y sur por las calles San Diego y

San Rafael, respectivamente.138

137 Tomás Pío Betancourt: ob. cit., p. 524.


138 Los límites fueron determinados a partir de Tomás Pío Betancourt en “Historia de Puerto
Príncipe” y el Índice de Anotaduría de Hipotecas en AHPC, Ayuntamiento de Camagüey, Legajo
29, Expediente 237 y 238. En colaboración con Héctor Juárez Figueredo.

56
Al cierre del siglo XVIII el urbanismo de Camagüey es expresión de un trazado

irregular en el que un sistema de plazas y plazuelas se definen como principales y

secundarias atendiendo a la connotación social de los edificios que la definen. La

imagen urbana está marcada por un sistema de hitos del repertorio religioso

(Gráfico 9).

57
CAPÍTULO 2.- CONTINUIDAD Y RESIGNIFICACIÓN DEL URBANISMO. 1800-1837

El traslado de la Real Audiencia de Santo Domingo a la isla de Cuba por Real

Decreto firmado el 14 de mayo de 1797 en Aranjuez por Carlos IV,1 marca un

punto de giro en el comportamiento del urbanismo de Camagüey. A partir de su

presencia en Puerto Príncipe la ciudad no solo cumple la función de centro político

y administrativo de la Jurisdicción, sino también la de capital jurídica del distrito, un

territorio que comprende la isla de Cuba, Luisiana, Puerto Rico y La Florida. Se

trata de un estatus que ante la Metrópoli ubica a Camagüey en paralelo con La

Habana, capital de la isla, y con Santiago de Cuba, capital religiosa, “tradicional

estrategia política colonial de repartir territorialmente las autoridades”.2

El impacto cultural de la Audiencia en la ciudad es analizado por Gaspar

Betancourt Cisneros, El Lugareño, en la crónica “Movimiento intelectual en Puerto

Príncipe” publicada en la Gaceta de Puerto Príncipe el 23 de febrero de 1839

como parte de un debate cultural y regional con el habanero Domingo del Monte,

intelectual que pretende demostrar que el progreso en esta ciudad se debe a la

presencia en ella de jóvenes capitalinos con el objetivo de cursar estudios en la

Academia de Jurisprudencia.3 A partir de un análisis histórico cultural de esta villa,

1 Yadermis Tejeda: “La Real Audiencia en Santa María del Puerto del Príncipe”, p. 3.
2 Olga Portuondo Z.: “Puerto Príncipe en el proceso de centralización política (1808-1838)”, p. 33.
3 Domingo del Monte: “Movimiento intelectual en Puerto Príncipe”.

58
El Lugareño considera a los dominicanos como “las primeras luces, las luces

verdaderas de la civilización camagüeyana”.4

Medio siglo después, en 1888, el historiador Juan Torres Lasqueti califica la

llegada de la Audiencia dentro de la historia local como un hecho que da inicio al

“engrandecimiento de Puerto Príncipe”; 5 y, más recientemente, tras evaluar el

tradicionalismo que reinó en el urbanismo y la arquitectura hasta inicios del XIX,

Alicia García Santana comenta: “Camagüey quedó apresada en el esplendor de

los inicios de la decimonovena centuria cuando la sede de la Real Audiencia se

traslada de Santo Domingo a la villa y esta se transforma en «la más moderna» de

las ciudades del interior del país, visitada por nacionales y extranjeros”. 6

La presencia de la Audiencia en Puerto Príncipe es además una condición

favorable para obtener espacio de mayor relevancia en el orden político, civil y

religioso. El primero de los rangos que acompaña al de capital jurídica fue su

inscripción entre las doce intendencias del reino, categoría que recibe mediante el

artículo de la Real Ordenanza de Intendencia de Nueva España, por orden de la

Regencia del Reino de 31 de marzo de 1812.

Como intendencia, Puerto Príncipe se encuentra entre las cabeceras de provincias

con derecho a elegir diputados a Cortes y otras consideraciones. Este

acontecimiento amplía el estatus urbano y a escala de funcionarios se hace

4 Gaspar Betancourt Cisneros: “Movimiento intelectual en Puerto Príncipe”, en Escenas cotidianas,


p. 192. El título de la crónica parodia el utilizado por Domingo del Monte para comentar el
progreso en Puerto Príncipe en la capitalina publicación El Plantel.
5 Juan Torres Lasqueti: Colección de datos históricos geográficos y estadísticos de Puerto del

Príncipe y su Jurisdicción, p. 110.


6 Alicia García Santana: Las primeras villas de Cuba, p. 148.

59
presente en ella “un intendente, un asesor teniente letrado y dos oficiales reales”,7

y por subordinarse a esta Jurisdicción los partidos del centro —Trinidad, Sancti

Spíritus, Santa Clara y San Juan de los Remedios—,8 sirve de criterio para evaluar

a Puerto Príncipe en comparación con ciudades homólogas en ese rango o

subordinadas a ella.

Acompaña la condición de provincia la designación del coronel Francisco Sedano

como teniente gobernador el 4 de febrero de 1811, cargo que ocupa hasta el 14

de septiembre de 1836. Como gobernador general, Sedano juega un papel

importante en el urbanismo al trazar una política encaminada a desruralización

mediante el comportamiento a través del Bando de Buen Gobierno en 1814.9

El Bando establece que infringen la ley los negros esclavos, artesanos o jornaleros

que visiten las vallas de gallos o juegos prohibidos, o porten armas de fuego,

sobre todo entre los habitantes del barrio del Cristo, donde “llega a tal descaro que

la llevan visiblemente día y noche” 10 y se indica que no se debía tener perros

dentro de la villa “ni aun en los suburbios de La Caridad”, sino bajo reguladas

condiciones.

La observancia del cumplimento del Bando devela la permanente queja de las

autoridades ante las carreras a caballo por las calles “olvidando estar en zona

urbanizada”; el “desaseo de las calles y el abuso de los habitantes en botar

animales muertos y echar tierra y cascajo en ellas bajo el pretexto de rellenar sin

7 Museo Provincial Ignacio Agramonte (MPIA), Documentos, Ayuntamiento, 1827, Expediente


sobre la erección de una provincia central en esta Isla cuya capital sea esta ciudad.
8 Íbid., 1812, [Expediente de nombre ilegible].
9 Archivo Histórico Provincial de Camagüey (AHPC), Ayuntamiento de Camagüey, Legajo fuera de

caja, nro. 29, f. 271 v., Acta capitular de 20 de marzo de 1814.


10 MPIA., íbid., 1816, Comunicación enviada por el Síndico Procurador General de la villa al

Ayuntamiento, Expediente, [s/r].

60
conocimiento del Gobierno y citación del Síndico contra lo expresamente

prevenido” y los daños causados por las aguas “albañales o caños de las casas”.

En cuanto a la iluminación pública, les sorprende que los vecinos ignoren alumbrar

las fachadas cuando en “las noches oscuras debe poner en sus casas por la

utilidad y vidente beneficio de todos y cada uno en particular y por no habiendo en

esta villa una contrata de alumbrado público”.

El Bando establecido por Sedano y la observancia de su cumplimiento anuncia el

interés en cambiar el marco vital, hecho que según Castells se acompaña de una

modificación de las relaciones sociales. En la praxis, los principeños sostienen una

vida urbana en un espacio marcado por la ruralidad y es pretensión de las

autoridades “frenar la desorganización social urbana”.11

El segundo rango se relaciona con el histórico anhelo del Título de Ciudad,

solicitud que, en lugar del Ayuntamiento, está a cargo del Consejo, Justicia y

Regimiento de la villa. El título fue otorgado el 12 de noviembre de 1817 por

Decreto del rey Fernando VII y en su contenido aparecen los argumentos que

acompañan el reclamo, de ahí la importancia de su cita in extenso:

El Rey // Consejo, Justicia y Regimiento de la Villa de Santa María de

Puerto Príncipe en la Isla de Cuba: En representación de cuatro de marzo

del año próximo pasado, se me ha hecho presente a vuestro nombre, que

ese pueblo es capital de provincia situada en el centro de la propia isla, de

una población numerosa, y adornada de muchos y buenos edificios; que

reside en ella la Real Audiencia del Distrito, un comandante militar de

11 Manuel Castells: La cuestión urbana, p. 264.

61
Marina, y un intendente de Provincia: que su Ayuntamiento se compone de

un teniente de gobernador, dos alcaldes, quince regidores, y un síndico,

cuya Corporación ha hecho en todas épocas muchos e importantes

servicios, así personales como pecuniarios, dando en todos tiempos y

circunstancias las más relevantes pruebas de su lealtad, patriotismo y

adhesión a sus Augustos Soberanos, por cuyas razones, y para promover

el lustre y decoro que exige el actual estado de esa villa, se me suplicó me

dignase concederle el título de ciudad, con otras gracias, y distintivos

análogos a tan justo objeto. // Y habiéndose examinado en mi Consejo de

las Indias, con lo que en su inteligencia expuso la Contaduría General, y

dijo mi fiscal, me hizo presente su dictamen en consulta de veinte y dos de

marzo de este año, y al mismo tiempo que por resolución a ella he venido a

conceder a esa villa el título de ciudad que ha pedido, según se expresa en

mi Real Despacho de este día, he tenido a bien dispensarle igualmente las

gracias que siguen: // PRIMERA: — Que pueda usar de escudo de armas

igual al diseño que con su descripción acompaña a esta mi cédula. //

SEGUNDA: — Que los capitulares usen igualmente de casaca azul, chupa

y calzón blanco, con el bordado de oro que se expresa en el dibujo que así

mismo acompaña. // TERCERA: — Que goce, y se la dé el tratamiento de

señoría en cuerpo. // CUARTA: — Y que pueda llevar y usar de maceros

como lo acostumbran las demás ciudades. // Y os lo participo para vuestra

inteligencia, satisfacción, y observancia por ser mi voluntad. // Fecha de

62
palacio a doce de noviembre de mil ochocientos diez y siete. // Yo el Rey

[Fernando VII] // Por mando del Rey nuestro Señor Esteban Yaxea.12

Se trata de un documento que ha de ser interpretado desde sus propias

coordenadas. Para aquellas ciudades que tenían un comercio abierto y aprobado

con las naciones extranjeras, como La Habana, Santiago de Cuba y Trinidad,

resultan antiguas algunas de las exigencias que el patriciado principeño hace a la

Corona, en especial, lo referente al título de señoría y al uso por parte de los

capitulares de “casaca azul, chupa y calzón blanco, con el bordado de oro”.

Entre estas exigencias y la imagen urbana del siglo XVIII legada por don Manuel

Arteaga en “Los antiguos camagüeyanos y el noble expósito” apenas existen

diferencias, de manera que, más que un reconocimiento vinculado al

comportamiento del urbanismo y de realce civilizador, el título de ciudad es una

categoría política, una condición que da derechos en las relaciones diplomáticas.

No debe perderse de vista que cuando se acuña el término de buena arquitectura

se está haciendo justicia a los templos erigidos en el siglo XVIII. De modo que el

Título de Ciudad en términos locales deviene un reconocimiento a la religiosidad

popular y sentido benefactor del patriciado principeño. Tuvieron que pasar dos

siglos y medio para que la ciudad de Puerto Príncipe quedara legitimada.

El tercer rango se declara en 1818 y consiste en crear un obispado en el centro de

la isla. La cifra de habitantes asciende a 130 mil en sus cinco jurisdicciones:

Puerto Príncipe, que corresponde al arzobispado de Santiago de Cuba; y Sancti

Spíritus, Trinidad, San Juan de los Remedios y Villa Clara, que pertenecen al

12 Datos históricos de la ciudad de Camagüey, pp. 10 y 11.

63
obispado de La Habana. Los avales de esta solicitud indican que en Puerto

Príncipe el clero está compuesto por más de ochenta individuos, que existen dos

parroquias principales, cuatro ayuda de parroquias [incluye La Caridad, de 1809],

tres conventos de religiosos y el de religiosas ursulinas —en proceso de

aprobación—; varios hospitales, ermitas y seis parroquias rurales.13

Al proyecto del obispado se suma el establecimiento de un Colegio Seminario,

institución con sólidos antecedentes en la cátedra de estudios teológicos

establecida por el presbítero Manuel Agüero y Arteaga y don Gaspar Alonso

Betancourt y Cisneros en el convento de San Francisco de Asís, a semejanza a la

fundada en 1746 en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La

Habana, y que funcionó en Puerto Príncipe hasta la secularización de 1842.14

Cada uno de los rangos señalados conlleva, siguiendo los criterios de Castells, no

solo a la multiplicación de los centros urbanos en el urbanismo camagüeyano, sino

también, y esencialmente en este caso, al aumento de usos y funciones de cada

uno de ellos, 15 perspectiva que subrayan Gonzalo Borrás Gualis y Antonio Bonet

Correa al relacionar la morfología urbana con la actividad que realizan sus

habitantes en un continuo espacio-temporal.16

La incidencia de la Real Audiencia en el urbanismo de Puerto Príncipe se inicia

como respuesta a las necesidades de los funcionarios de hacer corresponder el

13 MPIA, íbid., 1818, Establecimiento de una silla episcopal en Puerto Príncipe, f. 3-4.
14 V.: Biblioteca Diocesana del Convento de la Merced, Marcos Tamames H.: La Diócesis de
Camagüey: antigua huella de patriotismo, Concurso de ensayo histórico Enfoque, Camagüey,
noviembre de 2012. La Diócesis de Camagüey fue creada junto a la de Matanzas en 1912, con
anterioridad fueron establecidas las de Pinar del Río y Cienfuegos en 1903.
15 Manuel Castells: ob. cit., p. 264.
16 V.: Gonzalo Borrás G.: Teoría del arte I. Las obras de arte, p.151 y Antonio Bonet C.: “Tiempo,

lugar y función de la ciudad”, en Las claves del urbanismo. Cómo identificarlo, pp. 35-39.

64
espacio construido y el sistema de ideas con el modo de vida que les acompañaba

en La Española. En lo arquitectónico son representativas las remodelaciones de

dos casas: la primera, en la plazuela de San Clemente para residencia del

licenciado José Eugenio Bernal, a la que se adiciona un portal con arcadas de

medio punto; y la segunda, en la calle San Juan esquina al callejón de Tío Perico,

el palacio de don Francisco Pichardo, al que se le construye un balcón lateral al

estilo de los existentes en la ciudad de Lima.

Estas intervenciones encuentran repercusión en la sociedad local con el agrego de

un portal en la casa de don Tomás de Cisneros entre 1802 y 1803, en la plaza de

San Francisco “a costa de cinco varas de la plaza bajo condición de mantener su

uso público”. 17

Responden al orden de las ideas y las mentalidades la apertura de instituciones de

instrucción y recreo. Los dominicanos don Pedro Martínez, don Luis Caballero y

don José Minueses, por ejemplo, fundan los colegios Calasancio y El Siglo para

enseñar Caligrafía, Gramática Castellana, Aritmética y modales urbanos; y el

abogado Antonio Herrera Godo, el periódico Seminario Curioso en 1810 e

introduce la imprenta. 18 Además de latín y griego varias academias imparten

inglés, francés e italiano; y en el campo de la medicina se establecen especialistas

como don Carlos Loret de Mola, los Dunlops, los Tresinis. Estos servicios otorgan

a los inmuebles nuevas significaciones y representaciones al conjunto construido

en el que se insertan.

17 MPIA, íbid., 1836, Expediente del licenciado don Tomás Pío Betancourt sobre que se le permita
ampliar a una vara más afuera el portal que construyó su tío don Tomás de Cisneros en la
Plaza de San Francisco, f. 1.
18 Eduardo Labrada: La prensa camagüeyana del siglo XIX, p. 5.

65
El uso de los espacios urbanos en funciones de esparcimiento otorga nuevas

connotaciones al urbanismo. Se debe a los inmigrantes la elección de la plaza de

la Merced para que Mr. Spen levante “un magnifico circo teatro de madera que

había traído en 1817, y en el que empezó a dar funciones el 27 de julio la

compañía del célebre don Juan Breschard”.19 A fines del año visita por primera vez

la ciudad una compañía de ópera que se presentó “en el propio circo-teatro, pero

en funciones independientes”.20

Sin embargo, ninguna de las nombradas instituciones influyó tanto en el desarrollo

del urbanismo como la Sociedad Patriótica de Puerto Príncipe y la Real Academia

de Jurisprudencia Práctica. La fundación de la Sociedad Patriótica data de 1813 a

cargo de un dominicano y, a semejanza de la Sociedad Económica de La Habana,

entre sus secciones posee la de Industria popular y hermosura del pueblo, de ahí

la instalación de centros de enseñanza, agricultura y un permanente proyecto de

intervenciones urbanas, lo que conlleva a un estudio de la población y el

urbanismo con el uso de instrumentos modernos como la cartografía.

La representación gráfica del urbanismo es un símbolo de modernidad y

“progreso” en la primera mitad del siglo XIX, un requisito para emprender una

estrategia hacia su refuncionalización y un documento a interpretar en los estudios

urbanísticos, práctica que demuestra María Elena Orozco en el caso de Santiago

de Cuba con los planos de Luis Francisco Delmés de 1840.21

19 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., “Apéndices, Nota 36- A”, p. 49.
20 Manuel Villabella: Costal al hombro, p. 49.
21 V.: María Elena Orozco: “Santiago de Cuba hacia 1840: los planos de Luis Francisco Delmés”.

66
La Academia de Jurisprudencia se establece el 28 de mayo de 1818 y responde a

la necesidad de superación de la abogacía; espacio que garantiza a los bachilleres

la tramitación de procesos judiciales bajo la presidencia de un magistrado y la

dirección de un experto abogado, ejercicio que permite a la Audiencia conceder el

título de derecho civil y canónico a aquellos que culminan estudios de Derecho en

la Universidad de La Habana. Esta institución propicia el incremento de una

población flotante en la ciudad y reclama nuevos servicios y funciones al

urbanismo.

En consecuencia, el urbanismo de Camagüey entre 1800 y 1837 responde desde

su morfología a una diversidad cultural manifiesta en el orden jurídico, civil,

religioso y político sin precedentes. De modo que un análisis del urbanismo en

este periodo exige de un reconocimiento en Puerto Príncipe de una reconstitución

de las relaciones sociales que resignifican los elementos de la estructura urbana y

dan renovado sentido histórico a la ciudad.

2.1- Continuidad del urbanismo principeño

La religiosidad popular, el espíritu benefactor del patriciado y la estrategia de

autonomía e independencia de las instituciones que propiciaron la génesis y

consolidación del urbanismo entre 1528 y 1800, perviven en la capital jurídica.

Resulta significativa, en el centro urbano, la Casa de Beneficencia que funda el

filántropo don Lorenzo de Miranda y Aguilera en 1794 para un hospicio de mujeres

pobres en las inmediaciones de la plaza de Armas, obra que se reconoce a partir

67
de 1804 con el nombre Casa de Obrapía.22 En 1819 se cierra esta institución y con

su capital, por gestiones del presbítero don José Ceferino Álvarez, se establece el

Monasterio de las Ursulinas.

En el área periférica de intrarríos doña Trinidad Uriza dota al barrio de San José

de una ermita entre 1805 y 1806 y en extrarríos don Agustín Noa recibe licencia

en 1806 para construir una ermita bajo la advocación de la Candelaria en la calle

Real de la Caridad, próximo al puente, autorización que traspasa al año siguiente

a don Francisco Alonso.

El mayor aporte de los principeños al urbanismo de la capital jurídica es el

conjunto arquitectónico integrado por el nuevo hospital de mujeres (1808), la

iglesia del Carmen (1825) y la nueva sede del Monasterio de las Ursulinas (1829),

construcciones que consolidan significaciones culturales sedimentadas con

anterioridad.

La construcción del hospital de mujeres se realiza en los solares cedidos en 1808

por los sucesores de doña Rufina Hidalgo, la iglesia estuvo a cargo del matrimonio

Hidalgo-Varona con la participación del padre Valencia y el monasterio a cargo del

fundador de la Casa de Obrapía. 23 La iniciativa del concejal Montejo, de “formar

una plaza para el mayor decoro, comodidad y desahogo de la Iglesia del Carmen”

en 1825,24 además de otorgar mayor prestancia al conjunto desde la morfología

urbana, le confiere mayor potencialidad para su aprehensión y representación. La

plaza del Carmen es uno de los conjuntos patrimoniales de mayor autenticidad en


22 V.: Jacobo de la Pezuela: Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba, t. 4, p.
303.
23 Archivo de la Vivienda Municipal (AVM), Registro de la Propiedad, t. 245, f. 101. V.: Marcos

Tamames: “Monasterio de las Ursulinas”, en Tras las huellas del patrimonio, pp. 123-212.
24 AHPC, íbid., nro. 32, f. 162, Acta capitular de 6 de mayo de 1825.

68
el centro histórico de Camagüey, de ahí su inclusión en la centralidad urbana del

XVIII, que recibe la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En noviembre de 1828 un anuncio de la Gaceta de Puerto Príncipe informa como

novedad del almanaque del venidero año: “además de las notas acostumbradas,

se le han aumentado otras; como también la descripción compendiosa de esta

ciudad, según lo han permitido los estrechos límites de la columna que ocupa”. 25

La experiencia de las Guía de forasteros coloca al almanaque como espacio de

representación de lo más significativo de la ciudad y sus elementos.

En el uso de las plazas y plazuelas se incrementan las actividades de mercado a

causa de la rica producción ganadera y agrícola, el crecimiento de la población y

su organización como vía de ingreso a los fondos del bien común. Ejemplo de ello

es el caso de don Luis de la Pera en 1814, cuya autorización le permite “plantar en

ruedas una casilla de tablas en la Plaza de la Parroquial Mayor” 26 bajo el arbitrio

de ocho pesos anuales; y la de don Juan Sariol, en 1818, en la plaza de la

Merced.27

De la función de mercado en otros espacios y de la arbitrariedad que reina en su

aprobación por parte del Ayuntamiento es muestra el registro de la gestión hecha

por el prior de San Juan de Dios para abastecer de carne al público en la plaza del

convento hospital en 1818. A su solicitud los concejales responden “que no es

posible pues además de que los [puestos] que están resuelven, San Juan de Dios

25 Gaceta del Gobierno de Puerto Príncipe, 5(491):4, Puerto Príncipe, sábado 22 de noviembre de
1828.
26 AHPC., íbid., nro. 29, f 240, Acta capitular de 28 de enero de 1814.
27 Íbid., nro. 30, f. 471, Acta capitular de l3 de febrero de 1818.

69
tiene cerca el de la Plaza Mayor y el del Puente de La Caridad”. 28 Luego la

propuesta se acepta “siempre que se comprometa [el responsable a] dar mayor

carne al hospital por un real que la que comúnmente se expende y fiársela cuando

no haya dinero con que comprarla”.29

A partir de 1812 el núcleo urbano es centro de atención como espacio simbólico

de la Constitución Española, intención contradictoria con la polifuncionalidad de su

plaza. La tradición del mercado resulta tan importante desde el punto de vista

económico y cultural que no es posible despojar de allí el bullicio y el desorden30

como corresponde a su nombramiento: Plaza de la Constitución. En relación con

sus funciones militares se considera inoperante, de ahí la solicitud del Jefe del

Batallón, en 1814, para reconocer un terreno en el barrio de San Ramón, frente a

la quinta de don Feliciano Carnesoltas, para habilitar una plaza de Marte.31

La plaza que en 1800 había servido de escenario a la llegada de la Real

Audiencia, dando muestra de ser el espacio urbano de mayor significación,

jerarquía y solemnidad comienza a debilitarse sin llegar a dejar de ser, al decir de

Miguel Rojas Mix, “el centro simbólico y el centro activo de la ciudad colonial”. 32 Si

bien las construcciones de su entorno están despojadas de los atributos formales

que indican su distinción,33 los nombres de las instituciones no solo denotan, sino

que además, con sus funciones, connotan poder: la Parroquial, el religioso; la

Casa Consistorial o Cabildo, el civil y la Cárcel, el judicial.

28 Íbid., f. 590, Acta capitular de 27 de noviembre de 1818.


29 Íbid., f 593, Acta capitular de 11 de diciembre de 1818.
30 Íbid., nro. 29, f 293 v., Acta capitular de 21 de junio de 1814.
31 MPIA, íbid., 1814, Expediente de cartas al Ayuntamiento referidos a ejidos, f. 4.
32 Miguel Rojas Mix: La plaza Mayor, p. 92.
33 Peculiaridad que caracteriza a las villas del interior de la Isla en el siglo XVIII. V.: Alicia García

Santana: Contrapunteo cubano del arco y el horcón, pp. 16-17.

70
2.2.- Control de la Audiencia. Organización urbana, 1803

Para ejercer un mayor control de la población la Real Audiencia sugiere a la

municipalidad en 1803 la división de “esta Villa en seis cuartones, incluso el barrio

de la Caridad, para que quede bajo el conocimiento y gobierno en todo lo

criminal”. 34 En octubre del próximo año se ejecuta el proyecto en el siguiente

orden: 1- La Soledad, 2- Santa Ana, 3- San Juan de Dios, 4- San Francisco, 5-

San Ramón y 6- Pueblo Nuevo.

El análisis de los nombres de los cuarteles señala la formación de un nuevo barrio

que, por carecer de templo como núcleo de actividad de sus miembros, se

reconoce como Pueblo Nuevo, el de San Ramón también carece de centro

religioso, explica su nombre el proyecto de los vecinos de construir una ermita

desde el siglo XVIII.35

Los ejes de referencia para los bordes de cada uno de ellos reducen las

inflexiones mediante la selección de sendas continuas. De norte a sur se indican

las sendas Reina, Comercio y Mayor, y termina en la plazuela del Puente. Las

áreas conformadas al este y oeste se subdividen por las sendas San Esteban, al

norte, y Cristo y San Francisco, al sur.

Para su administración, en lugar del acuerdo que asigna a cada uno de ellos los

seis alcaldes “según su dignidad, y antigüedad”, 36 la Audiencia nombra “como

jueces de los tres primeros igual número de oidores, y de los tres segundos, el

34 AHPC, íbid., nro. 24, Acta capitular de 2l de enero de l803.


35 Archivo Nacional de Cuba (ANC), Gobierno Superior Civil, Plano de la iglesia de San Ramón en
Puerto Príncipe, Legajo 772, nro. 26 632.
36 AHPC, íbid., nro. 24, Acta capitular de 20 de noviembre de l804.

71
Teniente Gobernador y los dos Alcaldes Ordinarios”. 37 El poblado que rodea el

santuario de la Caridad aparece subordinado al cuartel de San Francisco.

Para un mayor control los cuarteles están integrados por barrios, escala sobre la

cual la vigilancia y el control se hacen efectivos, de ahí que en 1814 al nombrarse

los comisarios de policía se haga para La Soledad, la parroquial Mayor, Santa

Ana, Santo Cristo y La Caridad.38 Similar ocurre en l824 durante la actualización

de los vigilantes en zonas que no los tenían: San Francisco, San Juan de Dios,

Santo Cristo, Santa Ana y San José,39 mezcla de barrios y cuarteles que toman

como referencia los centros religiosos y no la división global efectuada en l803.

A fines de la segunda década, agosto de l8l9, la Real Audiencia exige al

Ayuntamiento la observancia del reglamento de 1804,40 documento que establece

corresponder a la Audiencia la elección de los alcaldes de barrio. La oposición de

los miembros del Ayuntamiento, bajo el criterio de representar un enorme

“perjuicio en la pérdida de uno de sus más antiguos y legítimos derechos”,41 y la

insistencia en cumplir las ordenanzas formuladas en l775 por el conde de Ricla,

impide hacer efectivas tales pretensiones; si bien la Real Audiencia otorga a

Puerto Príncipe un lugar relevante dentro de los territorios de ultramar, también

amenaza con la pérdida de tres importantes atribuciones de su autonomía

37 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. ll7. La disposición de designar a cargo de los cuarteles a
ministros, teniente gobernador y alcaldes ordinarios responde al reglamento formado por don
Andrés Albanés Calderón, oidor decano de la Real Audiencia en ese año. Fue aprobada por Su
Majestad en Real Orden del 15 de junio de 1807, aunque su reglamento no estuvo a disposición
de los principeños hasta 1817.
38 AHPC, íbid., nro. 29, f. 245, Acta capitular de 8 de febrero de l8l4.
39 Íbid., nro. 32, f. 76 v., Acta capitular de l7 de mayo de l824.
40 Íbid., nro. 30, f. 707, Acta capitular de 6 de agosto de l8l9.

41 Íbidem.

72
municipal: la ausencia de representantes del poder central en el municipio, la

capacidad normativa propia y la electividad de los órganos municipales.42

2.2.1.- Desruralización. El barrio de la Caridad

Paralela a su participación en el control de la población por área urbana, la

Audiencia retoma en 1804 el asunto abordado en 1756 acerca del uso de los

ejidos. Para ello el fiscal del rey solicita al Ayuntamiento un informe detallado y

pormenorizado acerca de las rentas de propios, los objetos de su inversión,

“cuáles son los ejidos de esta villa, cuánta su extensión, en qué se ocupan, y qué

pensión contribuyen los individuos que están situados, y tengan en ellos potreros,

estancias, tejares, tenerías, solares, huertos”.43

Uno de los problemas que revela el informe en intrarríos es el significativo número

de solares yermos, que además de ser improductivos afean la ciudad y otorgan a

la villa un estado de ruralidad no acorde a la urbanización que se corresponde con

el estatus de capital jurídica, imagen que trata de desterrar la Audiencia desde las

funciones de la municipalidad.

Los alcaldes de barrios con el propósito de dar respuesta al informe levantan

padrones con los solares yermos existentes en la zona a su cargo. 44 El

levantamiento del uso del suelo, tanto en el área urbana como a media legua a la

42 Mauro Hernández considera además que quizás sea en la cuestión de la previsión de los cargos
municipales donde los consejos podían zafarse mejor de la tutela Real. V.: Mauro Hernández:
“Gobierno municipal y administración local en la España del antiguo régimen”, p. 116.
43 MPIA., íbid., 1756, Expediente descriptivo del levantamiento realizado por don Joseph

Fernández y Sotolongo en los ejidos de la ciudad, f. 9. Carta de solicitud del Superior General
de la Real Audiencia, 30 de septiembre de 1804.
44 Íbid., 1814, Expediente padrón que manifiesta el número de solares yermos que existen en el

barrio del Santo Cristo.

73
redonda, posibilita a la Audiencia trazar un proyecto encaminado a la ocupación

de los solares yermos de intrarríos, entre ellos “el paraje de San Ramón”.45

La representación del urbanismo en el plano de 1819 conlleva a que los

miembros de la Real Audiencia y el Ayuntamiento centren su interés en la creación

de espacios públicos en las entradas de la ciudad con un renovado carácter

estético funcional.

Una valoración de los horizontes culturales predominantes en Puerto Príncipe

remite al abate Laugier, jesuita francés del siglo XVIII, quien en su Ensayo sobre la

arquitectura refiere que las entradas “deben ser libres y espaciosas, su número en

proporción al tamaño [de la ciudad] y estar suficientemente decoradas”, 46 ideas

que acompañan a la Ilustración.

En acta capitular de 26 de febrero de 1819 se leen los siguientes acuerdos: “Que

se levante expediente para la formación de una plaza y delinear lo mejor posible la

entrada de la ciudad, a la vuelta de La Habana”; “formación de otra plaza

espaciosa a los fines de la Calle de la Reina, frente a la quinta que fue del difunto

Don Ignacio Sánchez y que se arregle y ensanche la calle que guía para el tejar

de los Frailes como una de las principales entradas”; “formación de una plaza

frente a la quinta del señor Carnesoltas sobre cuyo punto se ha diferenciado en

otras épocas”; “demarcación de la Plaza frente a la Quinta del señor Tesorero […]

45 MPIA, íbid., 1822, Expediente que trata acerca de los solares mercedados en San Ramón, f. 3.
Carta de Francisca de Paula Montejo y Ana Josefa, pardas vigésimas, al Ayuntamiento, Puerto
Príncipe, 17 de agosto de 1821.
46 Apud., Francisco Javier Monclús Fraga: Teorías arquitectónicas y discurso urbanístico, p. 27.

74
acordó que el Señor encargado adopte las medidas que su prudencia le dicte para

perfeccionar la figura de la Plaza”.47

Un análisis de dichas referencias indica que en lo morfológico hay un interés

manifiesto en destacar las entradas de la ciudad con plazas de trazado regular,

postura paralela a la necesidad del patriciado local de validar su estatus social a

partir del entorno de su morada.

El proyecto de construcción de una plaza a la salida para La Habana desde

nuevos criterios estéticos y funcionales, manifiesta un notorio cambio de

mentalidades en Puerto Príncipe, en tanto, a partir de entonces se exige la

apreciación de un equipo integrado por miembros del Ayuntamiento para

determinar los principios rectores de la actuación. En este caso participan el señor

alcalde segundo Melchor Batista y Arrieta, el alférez real Graciano Betancourt, el

caballero síndico procurador general Luis Manuel de Betancourt y el mayordomo

de propios José de Urra. Cada miembro vela por diferentes puntos de vista y en su

conjunto deben “plantificarla de un modo que sirviera de ornato y comodidad y

proporcione la defensa en los casos necesarios”.48

La Audiencia juega un importante papel tanto en el crecimiento como en la

consolidación del urbanismo y en tal sentido se ocupa de la legitimidad del uso de

los ejidos y en particular del barrio de la Caridad. El Ayuntamiento, en

cumplimiento de sus órdenes, decide en 1805 imponer a los ocupantes de La

Caridad, de manera perpetua, el pago de un dos por ciento del valor de los solares

47 AHPC, íbid., nro. 30, f. 145, Acta capitular de 26 de noviembre de 1819.


48 MPIA, íbid., 1819, Expediente sobre la plaza del puente del Tínima.

75
ilegalmente ocupados como réditos que deberán ingresarse a los fondos de

propios de la villa.

Del impacto de este proceder en la población de La Caridad da muestra una carta

enviada al Ayuntamiento doce años más tarde. Se trata de un documento que

revela con detalles el origen y consolidación de uno de los espacios más

emblemáticos de Camagüey por representar en su traza y disposición

arquitectónica un lenguaje que contrasta con el urbanismo de intrarríos. Por su

potencial como documento histórico merece ser citado in extenso:

Excelentísimo Señor: D. José Aymerich, Coronel de los Reales Ejércitos,

vecino de esta Villa, por sí y a nombre de los que subscriben, como también

de más de mil quinientos individuos que dejan de hacerlo porque no saben, y

porque sería molestar la atención de V. E., con el más profundo respeto dice:

que animado ya por dar ornato a esta población, y ya por el ningún estipendio

que se exigía a los que de algún modo propendían a ello, el representante y

demás han poblado el Barrio que se denomina de La Caridad, con tanto

esmero, que sobre ser uno de los que hermosean la villa, sirve de Recreo y

de admiración a todos los naturales y forasteros. Este hermoso Barrio que en

sus principios fue asilo de los indigentes, hoy es el desahogo y asiento de los

más pudientes, de suerte Señor Excelentísimo, que en doce años a la fecha;

no es carénale su fomento, y solo podrá instruirse de ello V. E., si tiene la

bondad de pedir informe a los muchos personajes que residen en esta Ciudad

y tienen positivo conocimiento de lo que se ha indicado. // Sí Señor, todo este

auge trata de revertirse en un solo golpe, o al menos terminar su progreso,

76
porque siendo dicho Barrio una parte integrante de la Villa, como lo son los

demás, sin otra diferencia que la intermediase un Riachuelo en donde se ha

fabricado un hermoso Puente, parece que es la emulación de los que debían

proponer a que a cada vez fuese más; y por lo tanto menos con dolor, que no

teniendo pensión alguna los pobladores en otros extremos de la Villa, solo a

los de esta parte se les haya cargado con un canon insoportable dejándole

privado del dominio y propiedad del asunto, a diferencia de los otros a

quienes se les da absolutamente, no pudiendo el que representa atinar con

los motivos que impulsan esta determinación tan nociva. // Se dice que por

razón de ejido de la Villa; pero ¿no son lo mismo los otros Barrios que la

componen? ¿Todos con igualdad no fueron cedidos para la población? Sí

Señor, ninguna otra diferencia encuentra el que expone, que la de encontrar

este Barrio perfectamente poblado ni los otros yermos. Más de mil quinientos

hombres lo habitan a expensa de más de cientos pudientes que se han

situado en él; y ya V. E. ve que cuando aquellos imposibilitados de cargar el

campo al verlo lleno de hogares y se pasaran a otros, en que logren la

propiedad sin pensión y los presentes han de hacer en vista de tales ruinas.

Todas las consideraciones que se exponen a V. E. con otras que se omiten,

aún más sensibles, parece que son dignas de alguna atención, y por ellas el

que representa y demás elevan a la Superior penetración de V. E. estos

clamores, y esperan con la mayor confianza su reforma, ya por medio de

orden que al efecto le sirva V. E. librar a este Ayuntamiento, o ya elevando la

representación a Su Majestad; como que V. E. es el órgano por donde

77
respiran los pueblos de su mando: así lo espera el suplicante en merced y

justicia de la que V. E. dignamente distribuye. // Puerto Príncipe 3 de

noviembre de 1816. // [Aparecen las firmas de varios vecinos].49

Un análisis textual indica que La Caridad es un barrio que se fomenta a partir de

las facilidades ofrecidas por la municipalidad en el concepto de entender sus

terrenos como parte del área rural y, por tanto, sin las consideraciones que

corresponden a la riqueza urbana. Libre el área de obras construidas, en la

urbanización del barrio se pone de manifiesto la experiencia de los ingenieros

militares que allí radican y los que visitan la Jurisdicción y sostienen relaciones con

la oligarquía local; de hecho, la referida descripción ha sido hecha por uno de los

oficiales que ahí viven.

Es preciso tener en cuenta que el momento clave para el desarrollo del barrio se

relaciona con la obra exvotista del coronel Carlos Bringas de la Torre, a quien da

continuidad su hijo, el coronel Diego Antonio de Bringas. Se suma también el

coronel Fernando Gutiérrez, todos con propiedades en la calle principal de La

Caridad.

Cinco meses después de presentado el documento al Ayuntamiento se dio a

conocer que el impuesto del canon o pensión no correspondía a esa instancia sino

a “la Real Audiencia del Distrito, de donde ha descendido semejante

determinación”;50 de modo que la reclamación debía hacerse ante Su Majestad y

49 Íbid., 1817, Ejido, Expediente que trata sobre los solares del barrio de La Caridad, f. 3 y 4 v.
50 MPIA, íbid., 1816. Sobre los solares del barrio de La Caridad, f. 6 v. Informe de don Domingo
Puentes a la Comisión del Ayuntamiento, Puerto Príncipe, 18 de abril de 1817.

78
para efectuarla se nombra a don José Manuel de Betancourt, quien eleva la

protesta con la mayor riqueza de detalles.

Del discurso redactado por Betancourt a Fernando VII es preciso acotar las ideas

siguientes: para referirse al área que ocupa el barrio se utiliza el término “suburbio

de la ciudad” y, como argumentos se enuncian: “que de mantenerse el rédito se

abandonará el barrio y en consecuencia volverá a quedar yermo y desierto el

terreno y perderá el vecindario un espacio de desahogo y recreo” y “se empozarán

las aguas y formarán lagos mortíferos y la ciudad perderá uno de los mejores

barrios en el cual los sujetos acomodados encuentran esparcimiento y placer y los

infelices modo más fácil de subsistir”.51

En una época donde la salubridad es signo de modernidad, las razones expuestas

por el representante de los vecinos validan la actualización de los principeños en

relación con el urbanismo desde un quehacer tradicional. En la organización de la

ciudad realizada por el Ayuntamiento en 1832 se le otorga a La Caridad pleno

reconocimiento al designarlo como el 8vo barrio, aunque en el plano sociocultural

esta área persiste como algo independiente, tanto por su diferente fisonomía

urbana como por el hecho de quedar aislada por el Hatibonico.

El escolapio Antonio Perpiñá describe a finales del XIX: “Cruzando el Hatibonico

hallamos el barrio de la Caridad, delicioso caserío puesto en comunicación con el

grandioso pueblo, por medio del sólido puente que le da su nombre”. 52 El

aislamiento del barrio rompe con una integridad totalizadora que deja sus

51 Íbid., Expediente sobre solares del barrio de la Caridad, f. 9, Puerto Príncipe, 23 de diciembre de
1818.
52 Antonio Perpiñá: El Camagüey, viajes pintorescos por el interior de Cuba y por sus costas con

descripciones del país, p. l2.

79
consecuencias en los censos estadísticos realizados en la Isla, aspecto de enorme

valía en el estudio de los fenómenos urbanos.

2.3.- Representación gráfica del urbanismo

En 1814 la Sociedad Patriótica de Puerto Príncipe encarga a don Luis de

Santiago, contador de hacienda de la villa, el levantamiento de un plano de la

ciudad, representación del urbanismo que recibe los elogios de concejales y

alcaldes del Ayuntamiento en sesión del 8 de julio de ese año. Por las

consideraciones escritas en acta capitular el historiador Juan Torres Lasqueti lo

evalúa como “una obra de arte para la época”. 53

No se ha localizado esta obra, en su lugar se cuenta con una copia realizada

aproximadamente tres años después bajo el título “Plano de la Villa del Puerto del

Príncipe en la Isla de Cuba; dedicado a la Sociedad Patriótica: levantado por D.

Luis de Santiago Individuo numerario de ella en el año de 1814 y copiado por D.

Pedro de Alcántara Correoso y Usatorres en el de 1817”.54

A partir de la consideración del plano como expresión “del inconsciente urbano”

resulta válido encontrar en él tanto la representación del urbanismo entre 1528 y

1814 como la historia cultural de la ciudad en la simbólica urbana. El punto de

partida para la representación de los elementos que definen la morfología urbana

constituye una verdadera lección de historia y urbanismo. La leyenda se organiza

en seis bloques: instituciones religiosas, instituciones civiles, obras de

53 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. 149.


54 Permanece desconocido hasta que en 1989 fue publicado en Ministerio de Obras Públicas y
Urbanismo de Madrid: La Ciudad hispanoamericana. El sueño de un orden, p. 107.

80
beneficencia y salubridad, hitos arquitectónicos, nodos populares y ocupación de

los ejidos.

Para las instituciones religiosas se siguen dos principios: la jerarquía y la

antigüedad, de modo que a la dieciochesca ciudad de las iglesias se suma la

ciudad jurídica: plaza y parroquial Mayor (A) y de la Soledad (B); plaza e iglesia

auxiliar de Santa Ana (C), del Cristo (D), y de la Caridad (E); plaza, iglesia y

convento de la Merced (F), de San Francisco (G) y de San Juan de Dios (H);

iglesia y plaza de Paula (I), de San José (J) y de la Candelaria (K). Da cierre al

repertorio religioso la ermita y hospital de San Lázaro (L).

Representada la ciudad de las iglesias, el autor pasa a referenciar los símbolos del

poder civil: el palacio de la Audiencia (LL) y la Casa Capitular y de Gobierno (M); a

los que siguen las obras de beneficencia y salubridad: la Casa de Beneficencia

(N), el Hospital de Mujeres (O), el Camposanto (P), el Matadero (Q), los puentes

de la Caridad (R) y del Tínima (S).

Entre los nodos e hitos que por su popularidad gozan de reconocimiento están las

plazas de San Ramón (T), Cinco Esquinas del Ángel (V), Pozo de Gracia (X) y las

plazuelas de los Castillos (Z) y de los Quiñones (W). Culmina la leyenda del plano

con un sistema de símbolos para representar las principales propiedades que

rodean la ciudad: tejares, quintas, tenerías y potreros.

En el ámbito geográfico aparecen los ríos Hatibonico y Tínima, y sus arroyos

Faldriguera, Juan del Toro y Santa Cruz. En cuanto a vías de comunicación los

caminos para La Habana y Santiago de Cuba, el vado y paso de San Juan de Dios

y el de Triana, que entronca con el camino de Nuevitas.

81
La representación del urbanismo revela el enriquecimiento simbólico de la

estructura urbana en relación con la heredada de la centuria anterior. El

establecimiento de nuevos espacios deviene expresión de la renovación de la

estructura social y su reordenamiento en el orden ideológico, político y

sociocultural. La guía de forasteros de la isla de Cuba y calendario manual para el

año de 1814 describe:

La villa de Puerto Príncipe está situada entre dos ríos de pobre caudal en

tiempo de seca. El nombrado Paso-real a la parte oriental y el Tínima a la

occidental. Ambos tienen dos puentes de piedra quizás los mejores que se

conocen en la Isla. El de Tínima, construido por el señor don Martín de

Aróstegui y, el otro llamado de La Caridad por ser el paso que conduce a un

hermoso barrio de este nombre, por el señor don Juan Gemir y Lleonart

siendo Teniente de Gobernador de esta villa, la cual se compondrá de sus

vecinos. Tiene la iglesia Parroquial Mayor, auxiliar de nuestra señora de la

Soledad, otra de Santa Ana, otra del Santo Cristo: Un convento de

religiosos observantes fundado el año de 1599. Otro de padres mercedarios

fundado en el 1601, en el que se conserva un rico y hermoso sepulcro que

sale en la procesión del viernes santo. Un hospicio y hospital de San Juan

de Dios en el de 1728; hospital de San Lázaro en el de 1747, y otro de

mujeres establecido por doña Ciriaca de Varona en 1730. Una casa de

obrapía fundada en 1794 por don Lorenzo Miranda […]. En el convento de

San Francisco hay clase de latinidad, filosofía y teología, y los mismos se

dan en el convento de padres mercedarios. Tiene un teniente de

82
gobernador político y militar. Un intendente de provincia, una diputación

consular, y otra de la Sociedad Patriótica de La Habana […]. Esta Villa es

hoy la residencia del Tribunal superior de justicia. […]. Es sin dudas la más

abundante de ganados de toda la Isla, y sus haciendas asimismo las más

bien asistidas y gobernadas. Ninguna otra población de la Isla podrá diputar

más antigua nobleza, ni la han conservado con tanto lustre […].55

El plano levantado por Luis de Santiago dio apertura a la cartografía de Puerto

Príncipe. En el periodo 1800-1868 sobresalen el Plano de la ciudad de Puerto

Príncipe. Fait à Post-Prince à 11 sept.e 1827, manuscrito, a color y con una

medida de 31 x 44 cm; el Plano de la ciudad de Puerto Príncipe, anónimo, de

1831; y el Plano de la ciudad de Puerto Príncipe, fechado en 1832, también

manuscrito, a color y de 40 x 54 cm, firmado por el agrimensor Francisco de

Lavallée y ordenado y costeado por la Sociedad Patriótica.56

Entre las representaciones de la isla, Puerto Príncipe se aborda junto a Santiago

de Cuba, Trinidad y La Habana en la Carta topográfica de la isla de Cuba del

geógrafo Adolphe Hippolyte Dufor, publicada en París en 1842.57 En 1853 aparece

en Isla de Cuba, de Francisco Cuello, publicado en Madrid.58

La posibilidad de contar con planos sucesivos, además de conocer el

comportamiento del urbanismo desde una interpretación de sus textos, posibilita

55 Guía de forasteros de la isla de Cuba y calendario manual para el año de 1814, pp. 9-10.
56 Biblioteca Nacional José Martí (BNJM), La Habana, Sala Cubana, Fondo de Mapoteca.
57 Íbid., Hippolyte Dufor, Adolphe (1798-1865): Carta topográfica de la isla de Cuba, París, Casa de

Culla, 1842.
58 Íbid., Francisco Cuello (1820-1898): Isla de Cuba. Notas estadísticas e históricas por Pascual

Madoz. Interior de la Isla por Tomás O’Ryan, Madrid 1853, Mapa color 70 X 102 cm.

83
conocer las transformaciones morfológicas o nuevos puntos de crecimiento, cuya

aproximación revela comportamientos culturales en su sociedad.

El Plano de la ciudad de Puerto Príncipe levantado en 1827 responde a una

función propiamente urbana al no representar el uso de los ejidos. La leyenda se

organiza en base a los inmuebles sede de las instituciones religiosas (iglesias,

conventos), civiles (cementerio, audiencia, casa de gobierno), militar (cuartel) y los

espacios públicos (en la connotación de plazas y plazuelas, respectivamente).

En el ámbito religioso educativo se representa el Monasterio de las Ursulinas con

sede en la casa del capitán de granaderos Lorenzo de Miranda y Aguilera, ubicada

en la calle Mayor entre Cristo y San Isidro, donde antiguamente había estado la

Casa de Beneficencia. Entre los edificios civiles aparece como novedad el Cuartel

de Lancero, ubicado en las márgenes del río Hatibonico, en una edificación que

por su uso marca un hito urbano para sus habitantes. El plano se distingue por

ofrecer una idea concreta de los límites de la ciudad hasta esta fecha.

El plano de 1831, presumiblemente levantado por Francisco Lavallée, similar al de

1814 y a diferencia del de 1827, señala los usos y propietarios de los ejidos que

bordean la ciudad, hecho que permite corroborar la urbanización de nuevas zonas

o barrios como las de San Ramón, Ignacio Sánchez (al final de la calle de la

Reina) y en el entorno de la plaza de San José.

En relación con la estructura-función de la ciudad, la leyenda jerarquiza cinco

plazas —Mayor, Merced, Paula, Soledad y San Francisco— y diez plazuelas —

las del Puente, San Juan de Dios, Santo Cristo, Santa Ana, San Ramón, San

José, Ángel, Pozo de Gracia, La Caridad y Quiñones.

84
¿Ha querido el autor marcar las diferencias entre un circuito cultural determinado

por las comunicaciones entre la Parroquial Mayor, La Soledad, La Merced y San

Francisco a costa de considerar como secundarios el resto de los espacios?

¿Acaso no existe aún la conformación espacial que define la plaza del Carmen?

En un segundo bloque se colocan las doce instituciones religiosas existentes —

primero las iglesias jerárquicamente y luego los conventos— y finaliza con siete

edificaciones de carácter civil: Casa de Beneficencia, Camposanto, Casa Capitular

y Cárcel, Palacio de la Audiencia, Matadero, Puente de la Caridad y Cuartel Nuevo

de Infantería. Dos nuevos hitos aparecen en el grupo: el Matadero, con fuerte

impronta en la salubridad de la ciudad construido próximo al río Hatibonico, fuente

de abasto para su limpieza; el Cuartel Nuevo de Infantería que ocupa toda una

manzana en respuesta a una necesaria infraestructura militar.

Si bien en el plano se reconoce la presencia del convento de El Carmen —el de

las ursulinas—, el espacio público urbano de mayor significación en esa línea

sigue siendo la plazuela del Pozo de Gracia, signo de que la plaza de la iglesia

aún no ha sido incorporada al imaginario de sus habitantes, o está por definir.

2.4- Resignificación del urbanismo

Como señala la arquitecta Eliana Cárdenas, a partir de la vivencialidad y el uso de

los espacios arquitectónicos y urbanos se llega a la significación, y de esta a su

representación como signo identitario del contexto en el que interactúan las

personas y el espacio construido. Desde esa perspectiva se centra la atención en

85
la elección y uso de los espacios urbanos como escenarios legitimadores de

costumbres, tradiciones o discursos ideológicos.

Para mostrar la connotación de la morfología urbana en el urbanismo de

Camagüey se toma como referencia la expresión de tres acontecimientos

ocurridos en las primeras décadas del siglo XIX: la jura de la Constitución, de

carácter político, y la organización de la defensa de la ciudad, de orden militar, en

1820; las peregrinaciones organizadas durante los azotes del cólera morbo entre

1833 y 1835, como muestra de religiosidad popular.

La Constitución española de 1812 se hizo pública mediante la lectura del

documento en la plaza de Armas y la aspiración de dar perpetuidad al acto, con un

obelisco en cuyos laterales se hiciera constar el hecho. Su aplicación durante el

trienio liberal (1820–1823) fue más allá porque se toman como escenarios los

nodos. hitos y sendas consolidados en consolidados en el siglo XVIII:

Así reunidos salieron de las Casas del Ayuntamiento y se dirigieron a la

plaza Mayor, marchando por detrás el Batallón de Milicias Disciplinados: en

la citada plaza estaba dispuesto un famoso tablado al cual subió todo el

acompañamiento incluso los cuatro individuos para la lectura de la

constitución: efectivamente fue leída por ellos a presencia de un inmenso

concurso, y concluido el acto se ejecutó el primer repique de campanas, y

saliendo de la plaza, con la misma solemnidad continuó la marcha por la

calle que se encamina hacia la plaza de San Francisco en donde estaba

otro tablado en los propios términos que el anterior, se hizo la propia lectura

con el propio aparato y solemnidad, así como en la plaza de la Merced

86
donde se halla el último poblado. El pueblo en todos esos puntos manifestó

el mayor placer, entusiasmo y regocijo. En cuyos términos se dirigió la

comitiva a las casas de Ayuntamiento, quedando concluido el acto.59

Los espacios utilizados para la concentración de la población se corresponden con

tres de los nodos que definieron la centralidad urbana entre 1700 y 1756 (Gráfico

13) y para dejar constancia de la importancia que tiene la cultura religiosa en la

divulgación de todo acontecer en la ciudad, el informe de la jura de esta

constitución indica:

Así mismo certifico que el día de hoy, se ejecutó el juramento prevenido por

la misma Constitución en las respectivas Parroquias, celebrándose Misa

solemne y acción de gracias: lectura de aquella antes del Ofertorio, breve

exhortación hecha por el Cura Párroco, y Te Deum que se cantó después

del iniciado juramento.

Se trata también de convertir a la plaza de Armas en símbolo de este acontecer y

se ratifica la idea del monumento. Pero el proyecto solo queda en el intento de

eliminar de la plaza las actividades comerciales mediante el acuerdo de “prohibirse

absolutamente la venta de cualquiera clase que sea en la plaza de la Constitución

como lugar dedicado a la pirámide constitucional que debe conservarse en el

mayor aseo y magnificencia.60

La imposibilidad de despojar del lugar el mercado hace que el escribano precise:

“con la asistencia de uno de los maceros cuide de que se observe el mejor orden y

59 Íbid., 1820, Cuaderno que contiene los documentos de la jura de la Constitución, Informe de
Juan Tomás O’Relly, Puerto Príncipe, 25 de junio de 1820.
60 AHPC, íbid., nro. 31, f. 134, Acta capitular de 22 de septiembre de 1820.

87
de la limpieza y calidad de los mercados”. La pretensión de refrescar la jura de la

Constitución hace que en aniversarios venideros se realicen en la plaza principal

las correspondientes celebraciones.61

Las decisiones del Gobierno municipal al respecto no resultan lo suficientemente

claras como para provocar cambios sustanciales en el más importante espacio

público de la ciudad. Cinco años después, en sesiones del Cabildo, se toma como

acurdo: “que los negros vendedores de carne y otros efectos se coloquen en la

plaza de la iglesia Mayor y no en las calles como acostumbran”.62 Al respecto, el

estudioso Sigfredo Giedion concluye: “las regulaciones no bastan para ofrecer

soluciones urbanas por llevar el sello de los que la imponen”.63

Con la reinstauración de la Constitución se revitaliza el control político y militar

sobre la ciudad, y la estructura urbana es la planta sobre la cual se ha de

organizar la defensa. En consecuencia, se da inicio a un levantamiento de

padrones y censos para conocer el estado físico de la ciudad. El estado general

que manifiestan los habitantes de que se compone en la fecha, redactado el 5 de

agosto de 1821, indica que Puerto Príncipe está integrada por un total de 60 694

habitantes, de ellos 41 196 blancos, 4 749 pardos libres, 1 536 pardos esclavos,

13 213 morenos libres.64

En enero de 1820 se crea un cuerpo de milicia llamado Los cívicos, cuya

composición equilibra a los peninsulares y criollos en una compañía de cada

61 V.: Gaceta Constitucional de Puerto Príncipe, 4(188):3, Puerto Príncipe, 13 de marzo de 1821.
62 AHPC, íbid., nro. 32, f. 171, Acta capitular del 15 de junio de 1825.
63 Sigfrido Giedion: Espacio, tiempo y arquitectura, p. 26.
64 MPIA, íbid., 1821, Censo de la ciudad de Puerto Príncipe, levantado por Pedro de la Torre el 5

de agosto de 1821. Expediente relativo al establecimiento de un colegio en el convento de San


Francisco.

88
uno.65 La estrategia de defensa se crea bajo el título Plan de defensa de la villa de

Puerto Príncipe en caso de ser atacada por sus enemigos domésticos.66

El batallón aparece subdividido en cinco compañías de urbanos a pie, sobre las

cuales llama la atención el principio que se sigue para integrarlas en grupos

caracterizados por su actividad y procedencia en relación con la estructura urbana.

En el orden militar se organizan dos grupos integrados por comerciantes catalanes

y uno de isleños y dominicanos; de forma similar se crea una compañía de

caballería urbana, propiamente militar, y otra integrada por morenos. El plan se

activa al toque de campana en señal de a rebato, signo para que los miembros de

las compañías de urbanos acudan “inmediatamente en la formación de columnas

a la Plaza de la Iglesia Mayor”. De modo que la antigua plaza de Armas continúa

con la función de ser un sitio de reunión militar.

La compañía de caballería de pardos y morenos libres se desplazan al mismo

sitio, pero llevarán en sus sombreros “una escarapela blanca” con el fin de ser

reconocidos “so pena de que por sus pocas facultades no usan uniformes,

evitando por este medio la equivocación de los blancos que pueden, llenos de

ardor, sacrificarlos sin culpa”. El reglamento destaca que “por ningún motivo se

atropellarán a los negros que se encuentren en la calle sin armas”.

Al tratarse de un levantamiento del pueblo en armas existen orientaciones para

todos los habitantes y con el objetivo de evitar confusión, desorden y aglomeración

en un solo punto “no entendiéndose ellos mismos y embarazando las operaciones

militares se compondrá la villa de cuatro divisiones, detallando la extensión de

65 Francisco Luna: Cronología camagüeyana 1514-1958, p. 29.


66 MPIA, íbid., [s/a], f. 2, Las citas subsiguientes, hasta nueva indicación, pertenecen a esta fuente.

89
cada una”. Un análisis de la organización espacial establecida revela la

connotación de los nodos que definieron la centralidad del siglo XVIII.

La descripción de los límites de cada cuartón está en función de la época, en el

caso del primero, por ejemplo, reza:

Principia en la casa de D. Juan de Dios Betancourt, la que queda en las

cuatro esquinas de D. Manuel González no. 345, y de allí tira en derechura

para San Francisco de Paula: de este punto, pasa la línea por detrás de la

Iglesia Mayor hasta salir al Puente, todo lo que se comprende la acera de la

mano derecha; y vuelto a poner en dicho punto, tirando la vuelta del Puente

de Tínima, hasta encontrar en dicho Puente todo lo que comprende la línea

de la mano izquierda.67

Se toman, de norte a sur, los ejes Reina, Comercio, Candelaria y Plazuela del

Puente; de este a oeste, iniciando en el río Hatibonico, Funda del Catre, San

Fernando y Santa Ana hasta el puente del Tínima. El sitio de intercesión queda en

la calle del Comercio y Santa Ana (Gráfico 14).

Los vecinos de los diferentes cuadrantes cuentan con un espacio de

concentración: los del primero la plaza de San Juan de Dios, los del segundo la

plaza de San Francisco, los del tercero la plaza de la Soledad, los del cuarto la

plaza de la Merced. En los casos del primero y tercer cuadrante, por la extensión

del área, tienen la orientación de subdividirse utilizando las plazas del Santo Cristo

del Buen Viaje y la de San José, respectivamente. En consideración al barrio de la

Caridad se crea una reserva con punto de concentración en su plaza.

67 AHPC, íbid., nro. 31, f. 112, Acta capitular del 13 de julio de junio de 1821.

90
La vigilancia de la ciudad en horarios nocturnos está a cargo de un servicio de

patrulla integrado por doce hombres de cada batallón, los cuales rondan las calles

desde retreta hasta el alba. Para dar mayor amplitud operativa las orientaciones

dejan a cargo de los jefes de las divisiones la iniciativa de subdividirlos según les

“dicte su talento, aliento y tino”.

Las fuentes documentales del periodo constitucional indican que se trata de una

etapa de represión y militarismo de la ciudad, un ambiente que encuentra su

clímax en la determinación política de guarnecer la ciudad con el Batallón de

León.68 El anuncio del arribo de esta fuerza militar causa intranquilidad en los

habitantes, particularmente a partir de las consideraciones emitidas por don

Manuel de Vidaurre y Encalada, funcionario de la Real Audiencia que había vivido

los estragos causados por la militarización en los virreinatos de América. En la

Gaceta de Puerto Príncipe del 17 de noviembre de 1821 comenta el magistrado:

Puerto Príncipe es un relicario de honestidad y sus familias representan a

los primeros fieles de la iglesia. Aquí el amor disfruta toda su intensidad,

pero se desconoce la vaga Venus. Aquí el marido descansa en la fe de su

consorte, y el padre en los ojos de belleza y moderación de sus hijas. Todo

esto desaparecería al mes. El desenfreno y la licencia se harían una moda,

y el vicio se substituiría a la virtud.69

A finales de diciembre entra a Puerto Príncipe el Batallón de León al mando del

coronel graduado don Miguel Balbuena con 28 oficiales y 400 individuos de clases

68 AHPC, Fondo Juárez Cano, carpeta 13, f. 4.


69 Íbid., f. 139. “Protesta publicada en Puerto Príncipe por el magistrado de aquella Audiencia D.
Manuel de Vidaurre oponiéndose al acuartelamiento allí de un regimiento español”, Boletín del
Archivo Nacional, 9(5):137-140, La Habana, sep.-oct. de 1910.

91
y tropas. El 26 de junio de 1822 los moradores del Príncipe reciben el Bando de

Gobierno donde el coronel comandante del Regimiento Infantería de León

establece “bajo las más rígidas penas; que se priven las reuniones de vagos y el

mal entendido que de continuo se encuentran en la gallera café y plaza de la

Soledad, parajes a donde se originan siempre los motines y alborotos de esta

población”.70

Al impacto de la militarización en el urbanismo de Puerto Príncipe se añade el

hecho de que la ciudad carezca de una infraestructura capaz de mantener en

debidas condiciones las compañías y batallones; en su lugar, los oficiales del

Regimiento de Infantería de León utilizan el servicio de alquiler del repertorio

habitacional.71

Signo de la represión política de estos años es el ahorcamiento el 16 de marzo de

1826 en la plaza de Armas de don Francisco de Agüero y Velasco y el pardo

Andrés Manuel Sánchez a causa de sus ideas separatista;72 acto que deja una

huella imborrable en el espacio urbano. Paradójicamente el 11 de enero de 1828,

mediante Real Orden de Fernando VII, se concede a la ciudad el título de “Muy

noble y Muy leal”.73

La epidemia del cólera morbo que azotó la Jurisdicción entre 1833 y 1835 deviene

tema central de la Semana Santa propiciando que el cuerpo eclesiástico y la

70 Íbid., f. 43 y 44 v., Un documento que muestra la contraposición del pueblo y la oficialidad


principeña contra el Batallón de León aparece publicada bajo el título “Incidente tumultuario en
Puerto Príncipe”, Boletín del Archivo Nacional, ob. cit., pp. 140-142.
71 MPIA, íbid., 1823. Expediente relativo a que se invitase a los dueños de las casas en que

habitan los oficiales del Regimiento de Infantería de León. Aparece una relación de 29 oficiales
hospedados en casa de 21 propietarios.
72 V.: Marcos Tamames H.: De la plaza de Armas al parque Agramonte…, p. 47.
73 Juan Torres Lasqueti: ob. cit., p. 203.

92
municipalidad orienten un ciclo de celebraciones y cultos en las parroquias entre

finales de abril y los primeros días de mayo bajo la advocación de su protector “en

penitencia por anunciada enfermedad”.

La iglesia de San José ofrece la fiesta al Santísimo Sacramento del Altar el

domingo 21 de abril con la recompensa de conceder a los fieles que asistan

ochenta días de indulgencia plenaria y, al mismo tiempo, el Ayuntamiento invita a

celebrar una fiesta de rogativa a la santísima virgen de la Candelaria en la

parroquial Mayor “para que como patrona titular de ella nos preserve de dicha

epidemia”, 74 fiesta que culmina en la noche con la procesión donde los fieles,

portando luz, acompañan a la imagen.

El miércoles 24 de abril “el cura de la Iglesia Auxiliar de Santa Ana suplica la

participación en la procesión de penitencia que sale esta noche de dicha iglesia,

para rogar al Todopoderoso nos preserve de la epidemia de cólera morbo”;75 para

la noche del viernes 26 se dispone la procesión de las imágenes de la virgen de

los Dolores y el Señor Crucificado desde el convento de La Merced, ocasión en la

que los organizadores invitan a los habitantes para que “asistan con la moderación

y decoro que caracteriza a este cristiano vecindario”.76

El domingo 28 se realiza en la parroquial Mayor la solemne fiesta al Señor de la

Vera Cruz “con sermón y procesión por la noche” y el domingo 5 de mayo el

Reverendo Padre Prior y la venerable comunidad de San Juan de Dios disponen

74 AHPC, Juárez Cano, carpeta 15, f. 53. “A través de la historia. Efemérides”, recorte de prensa.
75 Ibidem.
76 Idem.

93
“tener de manifiesto todo el día al Santísimo Sacramento, comenzando la función

con su misa solemne y sermón”.77

Si se toma en consideración que al referido conjunto de ceremonias religiosas le

acompaña un repique de campanas que desborda el hito y el nodo en que tienen

lugar se reconoce en la interrelación de unos y otros la eficaz comunicación de la

religiosidad en la sociedad principeña.

2.5- Pérdida de la polifuncionalidad.

Los antecedentes de espacios urbanos con un carácter lúdico en el urbanismo de

Camagüey emergen en el siglo XVIII como símbolo de la relación entre centro y

periferia en intrarríos. En el área central la concentración de establecimientos

comerciales en las dos primeras cuadras de la calle San Pablo da lugar a la calle

de los Mercaderes, mientras en la periferia se reconoce al eje que enlaza a las

iglesias y plazas de Santa Ana y Santo Cristo del Buen Viaje con el nombre de

calle del Paseo.

En extrarríos se ubica la calle de la Caridad, un eje de esparcimiento que conduce

hasta la iglesia y plaza de la Caridad mediante una calzada de ladrillo que corre

como tiro de cañón hasta un lugar alto y divertido, según refiere Morell de Santa

Cruz en 1756 (Gráfico 15). El coterráneo José Ramón Betancourt en su novela

Una feria de la Caridad en 183…, describe el eje con “un lúcido cordón de

carruajes, que desde el interior de la ciudad se dirigía al pueblecillo de la Caridad,

77 Ibidem.

94
donde esa tarde parecía haberse reconcentrado todo el movimiento y vida del

Camagüey”.78

Otros exponentes de la creciente valorización de la sociedad principeña por el

consumo de esos espacios son los paseos durante los festejos del San Juan. En

1834 don Anacleto de las Casas, funcionario de la Real Audiencia, considera los

tradicionales festejos como una diversión bárbara y fecunda en toda clase de

crímenes y excesos, en la cual desaparece el recato en las mujeres, la

moderación en las jóvenes, la serenidad en los mayores y predomina toda clase

de insultos de palabras. En su apreciación foránea los identifica como:

[…] días en que el más celebrado suele ser el más pedante de los

concurrentes y el mayor donaire consiste en la prontitud y oportunidad con

que se dicen los apodos más ignominiosos, al grado de publicar cuantos

defectos y debilidades tienen las solteras; momentos en que las

individualidades de las casadas se ponen en noticia de sus maridos.79

Para restablecer el orden don Francisco Sedano, teniente gobernador político y

militar de la ciudad, emite un Bando en el que se establece el recorrido de los

paseos de carruajes en las mañanas y tardes: “de la parroquial Mayor al convento

hospital de San Juan de Dios, de este al de San Francisco, de allí a la Parroquia

de la Soledad y al convento de la Merced, hasta volver al punto primero”80 (Gráfico

16). En 1839 describe Antonio Bachiller y Morales:

78 José Ramón de Betancourt: Una feria de la Caridad de l83…, p. 21.


79 MPIA, íbid., 1834, Expediente promovido a consecuencia de la representación por el señor
Fiscal sobre que se prohíba en esta ciudad las diversiones de San Juan y San Pedro.
80 Gaceta de Puerto Príncipe, 11(1176):1, miércoles 24 de junio de l835.

95
Por poco que me guste lo que llamamos paseo es una costumbre habanera

que se ha introducido en Puerto Príncipe […]. La única diferencia es que el

paseo nuestro se da por una alameda que, aunque no es de álamos, el uso

le da ese nombre, y el camagüeyano se verifica por las calles. Prefiero el

segundo, porque colocándose las señoritas y caballeros sus amarteladas

en los altos andenes […], se revisa así gran parte de la población y se

saludan los amigos y amigas.81

La mayor expresión del espacio urbano en función del ocio y el espaciamiento en

el periodo en estudio se manifiesta a partir de 1837 con la construcción de una

plaza de Recreo en la antigua plaza de Armas, hecho que trae consigo la

segregación de las funciones militares, religiosas y de mercado que la siguen

dotando de polifuncionalidad.

Con anterioridad, en 1827, se destierra de este espacio la horca para ajusticiar a

los que se rebelan contra el sistema colonial, con ello el centro cívico de Puerto

Príncipe queda libre del más significativo signo de represión, se anticipa así a la

prohibición de ajusticiamiento en los espacios públicos “en los dominios

españoles”,82 dictada el 24 de abril de 1832 por Su Majestad y publicada en la

Gaceta de Puerto Príncipe el 27 de junio del mismo año.

La iniciativa de crear una plaza de Recreo surge en el ámbito de la Diputación

Patriótica a finales de la década del 30 junto a una serie de proyectos que auguran

cambios sustanciales en el uso de la ciudad, aspiraciones que deja atrás la ciudad

81 Antonio Bachiller y Morales: “Recuerdos de mi viaje a Puerto Príncipe”, p. 209.


82 MPIA, íbid., 1832, Expediente sobre el establecimiento en esta ciudad de un garrote para el
cumplimiento de las sentencias de muerte, f. 2.

96
agraria y ganadera para responder a la necesidad de servicios de sus habitantes.

Un factor que contribuye es la divulgación en la prensa del progreso que tiene

lugar en otras villas y ciudades, particularmente en la construcción de parques y

edificios de mercado, pavimentación de calles, sistema de alumbrados, y otros

elementos que definen la infraestructura urbana demandada por la sociedad

moderna. Los ejemplares del 17 y 21 de junio de 1837 de la Gaceta de Puerto

Príncipe informan en su primera página las intervenciones urbanas realizadas en

La Habana por don Miguel Tacón y Rosique, gobernador general de la isla de

Cuba a partir de 1834.83

La interrelación de forasteros y jóvenes camagüeyanos han de encontrarse los

elementos y factores que mayores influencias tienen en las transformaciones

urbanas con fines de recreo y esparcimiento. A las nociones de los dominicanos

que arribaron con la Audiencia y a las novedades que viajeros e inmigrantes

introducen, se suma la confrontación entre urbanismo y horizontes culturales de

los funcionarios designados a ocupar cargos en las instituciones de la localidad.

Ramón Francisco Valdés, destacado abogado, político, periodista, orador y poeta,

por ejemplo, compara el urbanismo de Puerto Príncipe con otras ciudades en

comunicado que hace a Domingo del Monte en julio de 1831:

Parece increíble que una ciudad, mayor en su extensión a la nuestra

intramuros, con el Tribunal Superior en ella, y con el concurso de

innumerables forasteros, a quienes traen los negocios forenses, oyendo

diariamente las críticas justas a sus defectos, no pueda sostener un teatro,

83 V.: Gaceta de Puerto Príncipe, 48(13):1, Puerto Príncipe, sábado 17 de junio de 1837 y 13(49):1,
miércoles 21 de junio de 1837.

97
que, como usted sabe, contribuye tanto a la ilustración; pero

desgraciadamente hay un entusiasmo general y concentrado, por un Padre

Valencia, fraile Franciscano, que llega al extremo de adoración, y una

ceguedad supersticiosa, que guía a los mayores desbarros, siempre que

este lo proponga. Él no ha empleado jamás sus luces, sino en borrar toda

idea de adelantamiento; pues cuando ese teatro, y después tratándose de

formar otro, predicaba constantemente que era un mal de consideración:

que se corromperían las costumbres; y que los daños que se iban a

experimentar serían incalculables, por los vicios que suponía aprendían los

jóvenes en un teatro. Disparates, amigo, tanto más remarcables, y dignos

de ira, cuanto que, en esta, a fuer de cristiandad, y sanas o inocentes

costumbres, viéndose llenar las calles de jóvenes bellas, sacrificadas en la

primavera de su vida, al capricho, y fanatismo, con un sayal azul, y una

mantilla negra, apareciendo beatas; reina la corrupción en toda su

extensión. […] Esto, unido a la irregularidad de las calles, la mala

arquitectura de los edificios, los ningunos objetos de diversiones públicas, y

el maligno porte de sus habitantes, me tienen aquí violentísimo; y a la

verdad que no debiera haberme expresado así, pues en cambio llevan

ventaja de ser caritativos, y brindan con los brazos abiertos la hospitalidad;

pero me exalto cuando hablo de este pueblo servil y adelantador, en que

más de una vez he sufrido algunas amarguras por ese vicio maldito de la

chismografía. […]. Tales disparates darán a usted una idea, aunque sucinta

98
de lo que es la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santa María de Puerto

Príncipe, que todos estos títulos retumbantes tiene.84

Las palabras de Valdés destacan el fuerte arraigo de los principeños a una cultura

tradicional con base en la religiosidad popular y no exagera al establecer como

factor modélico o de resistencia la cultura consolidada durante los primeros siglos,

un paisaje en la que la configuración irregular de la traza se ratifica como referente

del pasado.

Un aparte entre los forasteros merece la figura de Anastasio Orozco y Arango,

nombrado asesor de la intendencia de Puerto Príncipe en 1834. Las referencias

con que se aproxima a la localidad le definen como uno de los principales actores

en la imagen urbana a partir de elementos culturales como la moda, la oratoria y el

comportamiento social. Informado de las costumbres principeñas Orozco confiesa

a Del Monte: “No crea usted que me voy a presentar en el Príncipe como un

pelagato, no Señor; llevo mi Quitrín de Ibarra, mi calesero, y lacayo, etc., etc.”.85.

Desde La Habana, el letrado organiza su irrupción en el panorama cultural de la

ciudad principeña, al mismo tiempo que al valorar las peticiones que el Colegio de

abogados hace a la Real Audiencia critica los estatutos y las gracias que solicitan

con el siguiente comentario: “[…] y cuáles te figuras que son? ¡Admírate para que

veas, como hay quien piense aun en el día! ¡Pues lo que piden! es el uso de

bonete, el tratamiento de Vuestra Señoría, y otras cosas por el estilo”.86

84 Carta de Ramón Francisco Valdés a Domingo del Monte, Puerto Príncipe, 15 de julio de 1831,
en Domingo Figarola-Caneda: ob. cit., t. 1, pp. 160-162.
85 Carta de Anastasio Orozco y Arango a Del Monte, La Habana, 1ro. de mayo de 1834, en Sophie

Andioc: Domingo del Monte. Centón epistolario, v. 1, p. 325


86 Íbid., p. 328.

99
Entre la connotación social que encierran las peticiones del Colegio de Abogados

en contrapunteo con la Audiencia y las ideas del habanero no familiarizado con el

contexto camagüeyano se distingue la conformación de un ambiente propicio a la

crítica del urbanismo. No es posible comprender la postura de unos y otros sin

tener en cuenta el complejo andamiaje de significaciones dentro del cual se

mueven social y culturalmente. Desde el punto de vista antropológico, comentaba

Clifford Geertz: “la cultura es pública porque lo es el significado”.87

El proceso de incorporación de las ciudades criollas a la Ilustración se manifiesta

en América Latina a partir de las contradicciones entre pasado y presente. Como

en el resto del continente, las sociedades urbanas se acriollaron y sus diversos

grupos “cambiaron en consistencia, en número y, consecuentemente, en sus

relaciones recíprocas”. 88 Entre tradición y modernidad, persiste la defensa de

privilegios sobre la base del principio de hidalguía, solo que esta distinción

adquiere connotaciones diferentes a la que acompañó el proceso de conquista y

colonización; se trata, en este caso, del lugar del individuo en la imagen pública,

del funcionario que goza de privilegios por su representación de lo español. Como

apunta José Luis Romero: “Las ropas constituyeron un problema singular en la

vida de esas sociedades urbanas en las que la ostentación del nivel social y la

preocupación por el ascenso llegó a ser, más que una obsesión individual, la

expresión de una filosofía de la vida, de una ideología”.89 En ese caso se refiere

87 Clifford Geertz: “Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura”, p. 554.
88 José Luis Romero: Latinoamérica: las ciudades y las ideas., p. 123.
89 Íbid., p. 141.

100
Romero también a la casa, el coche y hasta las joyas y los criados, todo lo cual

significa un signo de cierta posición social dentro de la época.

Ignacio Agramonte y Sánchez-Pereira es la figura más representativa de la

aristocracia camagüeyana, tanto de la vida civil como de la eclesiástica. Cuando

otras regiones se habían incorporado al capitalismo en su fase mercantil

manufacturera Camagüey sostenía, desde la sociedad criolla, una concepción

contrapuesta a la de plantación.90 De ahí la crítica establecida por El Lugareño en

1836 sobre el referido Agramonte y Sánchez-Pereira: “Este don Ignacio es aquí

gran bonete: sin él no hay nada, tiene por los narigones a esa cofradía municipal,

y su estómago no recibe bien otro alimento que su ajiaco viejo”.91

José María Clairac, tesorero de Reales Rentas, presenta a la Diputación Patriótica

dos proyectos en noviembre de 1837: el día 8 la construcción de una plaza de

Recreo en la plaza de Armas (Gráfico 17) y el 22 la instalación de alumbrado

público y establecimiento de un cuerpo de serenos.92 Sin ser miembro adscripto a

la Diputación, Clairac se declara “celoso del público ornato de esta ciudad,

contribuyendo a ello con sus luces y una generosa oferta de suscripción”. 93 Los

miembros de la Diputación son conocedores directos del desarrollo que por estos

años se opera en La Habana y Santiago de Cuba, de ahí la acogida del proyecto

con sumo interés.

90 En 1844 el Ayuntamiento solicita a la Reina la suspensión de los acuerdos dictados por la Real
Audiencia en 1819 relativos a la división de los terrenos que componían las grandes haciendas
de la jurisdicción. ANC, Reales órdenes y cédulas, Legajo 134, nro. 127, Madrid, 23 de agosto
de 1844.
91 Carta de El Lugareño a Del Monte, Puerto Príncipe, 14 de agosto de 1836, en Sophie Andioc:

ob. cit., v. 2, p. 46.


92 MPIA, íbid., 1837, Expediente que trata de serenos, alumbrado público y expendio de carnes.
93 Apud., Marcos Tamames H.: De la plaza de Armas al parque Agramonte, p. 51.

101
La comunicación al Ayuntamiento del proyecto “para que se construya una plaza

de recreo o paseo público en la Iglesia Parroquial Mayor en bien del ornato público

y grandeza de la población”94 no cuenta con la anuencia de los concejales hasta

seis meses después, el 26 de junio de 1838, 95 y el análisis del tema revela la

preocupación entre sus miembros de la considerable modificación que esta

intervención trae consigo no solo en lo espacial, sino también en las costumbres y

tradiciones enraizadas en los habitantes.

La materialización del proyecto genera un espacio de reflexión y debate

económico, cultural y estético en la sociedad local. Su puesta en marcha toma

como punto de partida la prohibición de ventas de frutas y demás comestibles en

la plaza de la iglesia Mayor “y que las negras vendedoras pasen a la de la

Soledad, La Merced y San Juan de Dios, lo mismo que las volantas de alquiler”.96

La respuesta inmediata es una resistencia cultural al cambio de espacio a pesar

del reiterado anuncio de la ley por inspectores y maceros, quienes desde años

anteriores insistían en hacer desaparecer “las excavaciones u hoyos que hacen

las negras vendedoras en la Plaza Mayor para formar sus barracas en que

guarecerse del sol”.97 Gaspar Betancourt Cisneros, al tratar el asunto de la plaza,

en comunicación a Domingo del Monte describe:

La plaza va bien, hay en el centro un rimero de 12 000 ladrillos, 12 000

fanales de cal, 240 barriles de arena y ya solo falta con 16 o 20 luces de

94 AHPC, Ayuntamiento de Camagüey, Legajo fuera de caja, nro. 34, f. 7 v., Acta capitular de 12 de
enero de 1838.
95 Íbid., Acta capitular de 26 de junio de 1838.
96 Íbid., f. 82, Acta capitular de 4 de noviembre de 1838.
97 Íbid., nro. 33, f. 8, Acta capitular de 13 de enero de 1832.

102
verja. Nada te contesto sobre losas porque la rusia98 está estrecha. Se está

concertando un Concierto de Señoras aficionadas a beneficio de la plaza.

¡Gloria a las bellas si lo dan! Digo si dan el concierto y se despojan del

orgullo aristocrático camagüeyano […].99

Desde una recepción externa, Domingo del Monte comenta en El Plantel:

[…] se promueven otras obras de utilidad y ornato público que honran

mucho a los ilustrados patricios que las han concebido, y tratan de llevarlas

a cabo. La primera de estas es la formación de una plaza y paseo, que

sirva de decente y agradable esparcimiento a los vecinos de Puerto

Príncipe: se halla situada esta en un punto acomodado para que goce de

ella toda la población; su forma es cuadrada, dividida por calles

enladrilladas y espaciosas con árboles y césped de la Bermuda en el

centro, toda cercada de verjas hermosas.100

Dentro de la estrecha relación establecida entre pensamiento y espacio urbano, la

historia debe a El Lugareño la temprana aplicación del término ecléctico en la

estilografía del arte, fruto de su activa participación en la polémica en torno a

Víctor Cousin y el eclecticismo, “uno de los momentos más significativos de la

historia de las ideas en Cuba”101 En carta escrita el 17 de septiembre de 1838 a

Domingo del Monte, apunta El Lugareño:

98 Rusia: En Cuba, tela de hilo y tejido algo grueso, crudo y fuerte que se usa para catres,
hamacas, etc. El vocablo ha sido utilizado con el mismo sentido de “lana” en cuanto a su
figuración como “dinero”.
99 Carta de Gaspar Betancourt Cisneros a Domingo del Monte, Camagüey, 17 de septiembre de

1838, en Domingo Figarola-Caneda: Centón epistolario de Domingo del Monte, t. 3, p. 204.


100 Domingo del Monte: “Movimiento intelectual en Puerto Príncipe”, p. 88.
101 Isabel Monal y Olivia Miranda: Pensamiento cubano. Siglo XIX., p. 19.

103
Plaza clásica- Es la que se construye sobre un presupuesto fijo, asientos,

árboles, alumbrado, etc. Sujeto a reglas fijas de antemano. // Plaza

romántica- Es la que se empieza sin dinero, sin reglas por poner o no

asientos, alumbrado, arbolitos, etc.- En este caso estamos y es honor de la

escuela romántica que salga la plaza con asientos, árboles, alumbrado, etc.

Como si brotasen de la tierra. // Plaza ecléctica- Después de una madura

discusión, hemos resuelto que es ecléctica nuestra Plaza, pues aquellas

son rancia nomenclatura que ya pasó. Aquí de los nuestros. ¡Dinero, y solo

Dinero es lo que se necesita para hermosear la Plaza, y el que entienda

que entienda, y se les remita a las notas del Plano de Armas! //

Advertencia- La comisión no debe observar regla alguna en esto de recoger

dinero, debe ser todo ecléctica, y no importa que el dinero venga de

Clásicos o Románticos, o Eclécticos, porque lo que se necesita es del

dinero.102

Los camagüeyanos defienden la ubicación estilística de la plaza de Recreo desde

el eclecticismo al incorporar tempranamente lo que en 1835 define Tomás Hope:

“Nadie parece haber tenido aún la idea de recoger de cada uno de los estilos

arquitectónicos del pasado lo útil, ornamental, científico, de buen gusto y reunirlo

con nuevas formas y disposiciones, haciendo nuevos descubrimientos, nuevas

conquistas, nuevos productos desconocidos en otros tiempos”. 103 La postura de

estos jóvenes demuestra su familiaridad con el pensamiento europeo de primera

102 Carta de El Lugareño a Del Monte, Camagüey, 17 de septiembre de 1838, en Domingo


Figarola-Caneda: ob. cit., t. 3, p. 204.
103 Apud., Vivian Más: “La arquitectura habitacional ecléctica en el Centro Histórico de Camagüey”,

p. 55.

104
línea; desde este se apresuran a crear la imagen artística de su más importante

espacio urbano para ratificar, como indica la profesora Luz Merino, que “la imagen

artística es el punto de arranque del análisis que de un lado mira hacia el estilo o

género artístico y de otro a los presupuestos sociales bajo los cuales se

expresan”.104

Los artífices de la plaza de Recreo toman, desde el punto de vista práctico, de

cada estilo aquello que económicamente es posible y en tal sentido de apropiación

están dentro de lo que la filosofía ecléctica establece. A partir de la aproximación a

la obra de arte desde las perspectivas propuestas por Luis de Soto, los

principeños desbordaron el carácter “aislacionista” —frecuente todavía en algunos

cientistas y saberes— para estimar, fundamentalmente, los factores contextuales

que intervienen en el proceso creador, particularmente el sistema de relaciones

que comprende: objeto, sujeto y factores extraestéticos.105

En el artículo “A los señores articulistas”, publicado en la Gaceta de Puerto

Príncipe el 10 de noviembre de 1838, El Lugareño contrapone a “progresistas” y

“retrógrados” en relación con el urbanismo. En el texto define como presupuestos

progresistas la fundación de escuelas y talleres en billares y tabernas, la

construcción de caminos, el empedrado de las calles y el alumbrado público, la

creación de plazas, teatros, alamedas y mercados, el reconocimiento social de los

artesanos, el centrar la mirada en “ciudades americanas fundadas con

posterioridad, que hoy desafían la opulencia y civilización de muchas ciudades

antiquísimas de Europa, Asia y África”, o “ciudades de la misma Isla fundadas

104 Luz Merino Acosta: “Pensamiento fundacional e historia del arte en Cuba”, p. 95.
105 Íbid.

105
como quien dice ayer, con cuatro tantos más de riqueza, y si no tanta población, al

menos más ilustrada y por consiguiente en mejor estado de bienandanza y

sociedad que la nuestra”.106

El ambiente de recreo comienza a borrar las huellas de la bulliciosa plaza de

mercado e incita a la reflexión de algunos que, por su condición social, califican de

“privado y exclusivo el de recibir en su espacio las personas decentes y de

modales delicados”. 107 La pérdida de la polifuncionalidad del centro urbano en

Puerto Príncipe marca un punto de giro en la historia y representación del

urbanismo.

La descentralización de las funciones de la plaza de Armas hace que sus

habitantes enfrenten nuevos retos en el uso de los espacios urbanos. La plaza de

Recreo condiciona la aprehensión de los elementos urbanos y la ciudad en

general. Con esta intervención el centro simbólico del urbanismo de Puerto

Príncipe se enriquece con un nuevo sistema de signos y significados, ante los

cuales se quiebra la tradicional “comunidad urbana” convocada de forma

espontánea y jerarquizada a ese centro en fechas señaladas para ceremonias y

fiestas a partir de sus hitos: la iglesia Parroquial y la sede de la Casa Consistorial.

106 Isabel Monal y Olivia Miranda: ob. cit., t. 1, p. 448.


107 El Cascajalero: “Cómo se llama esta plaza?”, Gaceta de Puerto Príncipe, 16 (136):2, Puerto
Príncipe, jueves 12 de noviembre de 1840.

106
CONCLUSIONES
CONCLUSIONES

El urbanismo de Camagüey en su tercer emplazamiento resulta continuidad de la

experimentación de los asentamientos anteriores, proceso que se caracteriza por

la relación entre sus vecinos y el sistema institucional que rige y organiza la vida

sociocultural: la Iglesia y el Ayuntamiento. Distingue el espacio geográfico la

existencia de dos bordes naturales de fuerte arraigo en el imaginario local: los ríos

Tínima y Hatibonico, en una extensa llanura que propicia el desarrollo de la

agricultura y la ganadería como primordiales renglones económicos.

La significación simbólica del núcleo urbano es manifestación del dominio colonial.

La vida urbana y el sistema institucional se articula en torno a la plaza de la Iglesia

o de la Parroquial, nombres que connotan el lugar de la religión en el sistema de

valores culturales de sus habitantes. La reubicación de la Iglesia y el Ayuntamiento

dentro de la trama urbana entre 1528 y 1730 indica la inestabilidad y abandono del

modelo urbano que caracterizó a las ciudades tempranas en Cuba. La cruz y la

campana y el escudo o blasón, son vigorosos elementos de comunicación.

Entre finales del siglo XVI y principios del XVII los principeños sufragan el arribo de

franciscanos y mercedarios a la ciudad y sus conventos constituyen momentos

claves que en relación con el núcleo definen los ejes estructurales de la traza y la

centralidad del urbanismo. Al cierre del siglo XVII las ermitas de Santa Ana y el

107
Santo Cristo del Buen Viaje son momentos claves en la periferia, muestra de la

eficaz reproducción de centros de comunicación de la ideología religiosa.

Durante el siglo XVIII se concreta la irregularidad del trazado a partir de las

relaciones entre instituciones religiosas y la construcción, rehabilitación y

resignificación de inmuebles para necesidades sociales sobre la base del

enriquecimiento de la élite criolla por un persistente comercio de contrabando. La

diversificación de funciones en sendas, plazas y plazuelas, dan lugar a una

incipiente toponimia urbana. Se destaca en esta centuria el barrio de La Caridad

en extrarríos con una morfología que responde a los horizontes culturales de los

oficiales militares presentes en la villa y a la tipología festiva que demanda el

credo a la Virgen de la Caridad del Cobre.

A partir de 1800 y hasta 1837 el comportamiento del urbanismo de Camagüey

está estrechamente vinculado al estatus de Capital Jurídica del Distrito, acontecer

que trae consigo un notable aumento de los centros y una diversificación en sus

funciones. Caracterizan esta etapa la consolidación del urbanismo como huella de

continuidad de la tradición camagüeyana y la proyección de una organización

espacial de traza regular junto a un uso variado de inmuebles y espacios públicos.

Un resultado vital lo constituye el surgimiento del conjunto urbano presidido por el

Hospital de Mujeres, la iglesia del Carmen y el Monasterio de las Ursulinas en el

barrio del Carmen.

El comportamiento del urbanismo de Camagüey entre 1528 y 1837 resulta

expresión de un proceso modelado por sus pobladores desde la praxis en

respuesta a las demandas socioculturales de la región. Morfológicamente se

108
configura una traza irregular con función integradora en su núcleo urbano, desde

el que se reproducen los valores culturales mediante un sistema de centros

capaces de sostener el orden social desde una religiosidad popular. El producto es

una singular fisonomía urbana, un documento histórico con potencialidad para

responder a requerimientos posteriores en una continua resignificación de sus

elementos.

109
RECOMENDACIONES
RECOMENDACIONES

1. Continuar los estudios del urbanismo desde perspectiva holística con prioridad

en el área que ocupa el centro histórico de la ciudad de Camagüey y de forma

particular en el área declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

2. Analizar el comportamiento de la arquitectura camagüeyana desde enfoques

interdisciplinarios, particularmente la ubicada en el centro histórico de la ciudad

con énfasis en el área declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

110
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Archivo Centro Provincial de Patrimonio Cultural


Expedientes de proyectos

Archivo Histórico Provincial de Camagüey


Fondo Anotaduría de hipotecas
Fondo Ayuntamiento de Camagüey
Fondo Jorge Juárez Cano,
Fondo Mapoteca
Fondo Protocolos notariales

Archivo Nacional de Cuba


Gobierno Superior Civil
121
Reales Cédulas y Órdenes
Real Audiencia

Archivo Parroquial de la Iglesia de Santa Ana

Archivo Vivienda Municipal de Camagüey


Registro de la propiedad

Biblioteca Diocesana de La Merced, Camagüey

Biblioteca Nacional José Martí


Mapoteca
Hemeroteca
Fondos raros y valiosos

Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella


Arte
Fondos raros y valiosos

Biblioteca Sociedad Económica Amigos del País


Fondos raros y valiosos
Hemeroteca

Centro de Información de la Escuela de Hotelería y Turismo de Camagüey

Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz


Colección de Documentos

122
ANEXOS
Gráfico 1: Emplazamientos geográficos de la villa Santa María del Puerto del Príncipe
Fuente: Marcos Tamames: La ciudad como texto cultural. Camagüey 1514-1837, p. 29.

Gráfico 2: Área urbana de la villa y sus bordes


Fuente: Joseph Fernández de Sotolongo: Puerto Príncipe y sus ejidos (1756),
ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, Legajo 893, nro. 31 279.

123
Gráfico 3: Definición del núcleo urbano (1528-1730)
Fuente: Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey:
Regulaciones urbanísticas. Ciudad de Camagüey. Centro Histórico, p. 30.

Gráfico 4: Centralidad urbana. Siglo XVII


Centro: A) La Parroquial, F) San Francisco, G) La Merced, B) La Soledad
Periferia: H) San Juan de Dios y C) Santa Ana
Fuente: Marcos Tamames. Sobre el Plano de 1814.

124
Gráfico 5: Reorganización eclesiástica. 1701
A) Parroquial Mayor, B) Parroquia de la Soledad
Calle del Calvario o Santa Ana: G) San Francisco, C) Santa Ana
Fuente: Marcos Tamames. Sobre el Plano de 1814.

Gráfico 6: Proyecto para remodelar la Casa Capitular, 1734.


Fuente: D. Juan Jerez, en ANC, Audiencia de Santiago de Cuba, Legajo 893,
nro.31 279

125
Gráfico 7: Reorganización eclesiástica. 1756
A) Parroquial Mayor, B) Parroquia La Soledad,
C) Auxiliar de Parroquia Santa Ana
Fuente: Marcos Tamames, Sobre Plano de 1814.

Gráfico 8: Organización de la villa, 1774.


Cuarteles de milicias: A) Parroquial Mayor, B) La Soledad,
C) Santa Ana y D) Cristo.
Fuente: Marcos Tamames. Sobre Plano de 1814.

126
Gráfico 9: Representación del repertorio religioso en el plano de 1814
Fuente: Marcos Tamames en colaboración con especialistas del Plan Maestro de la
Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey

Gráfico 10: Organización urbana. 1803


Cuarteles: 1ro La Soledad, 2do Santa Ana, 3ro San Juan de Dios,
4to San Francisco, 5to San Ramón, 6to Pueblo Nuevo.
Fuente: Marcos Tamames. Sobre el plano de 1827.

127
Gráfico 11: Plano de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe de 1814
Fuente: Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo: La ciudad hispanoamericana.
El sueño de un orden, p. 107.
.

Gráfico 12. Plano de la ciudad de Puerto Príncipe. 1827.


Fuente: Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, Sala Cubana, Fondo de
Mapoteca

128
Gráfico. 13: Resignificación. Jura de la Constitución, 1820.
Recorrido: M) Casa del Ayuntamiento, A) Plaza Mayor, G) Plaza de San Francisco y F)
Plaza de la Merced. // Misas parroquiales: A) Iglesia Mayor, B) Iglesia de la Soledad, C)
Iglesia de Santa Ana, D) Iglesia Santo Cristo del Buen Viaje, J) Iglesia de San José y E)
Iglesia de la Caridad.
Fuente: Marcos Tamames. Sobre el Plano de 1814.

Gráfico 14: Resignificación. Plan de defensa de la villa de Puerto Príncipe en caso de ser
atacada por sus enemigos domésticos, 1820.
Centro: A) Plaza de la Iglesia Mayor. // Áreas de reunión: Plazas H) San Juan de Dios
[D) Santo Cristo], G) San Francisco, B) La Soledad [J) San José] y F) La Merced.
Reserva: E) Plaza de La Caridad.
Fuente: MPIA, Documentos, 1821. Sobre el Plano de 1814.

129
Gráfico 15: Antecedentes de centros de ocio o esparcimiento
Intrarríos: B-J) Calle de los Mercaderes y C-D) Calle del Paseo.
Extrarríos: R-E) Paseo de la Caridad.
Fuente: Marcos Tamames. Sobre el Plano de 1814.

Gráfico 16: Recorrido durante los festejos del San Juan. 1835
Fuente: Marcos Tamames. Sobre el plano de 1814.

130
Gráfico 17: Proyecto de una plaza de Recreo en la plaza de Armas. 1837
Fuente: Marcos Tamames. Sobre plano de 1814.

131

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