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LENGUA Y LITERATURA 2° MEDIO • ENSAYO N° 4

ENSAYO N° 4

ÍTEM I: COMPRENSIÓN LECTORA (2 ptos. c/u)

Lee cada oración o idea comprensivamente y restituye la secuencia, según corresponda, en


los textos número uno y dos.

1 Texto 1

Cómo operar en un cajero automático

I. Aguarde a que se encienda la luz y empuje la puerta.


Inserte la tarjeta en la ranura señalada, en la posición correcta (observar ilustra-
ción).
II. Para ingresar al cajero, pase la tarjeta por la ranura que se encuentra junto a la puer-
ta vidriada del Banco en la posición señalada en la imagen.
III. Ingrese su código de seguridad o pin, luego de que el mismo sea solicitado en la-
pantalla. Luego oprima el botón confirmar.
IV. Seleccione la operación a realizar.
Seleccione finalizar operación.
V. En caso de realizar una extracción, retire el dinero.
Retire el comprobante de la operación y luego la tarjeta.

a. II, I, III, IV, V


b. III, II, I, IV, V
c. IV, III, II, I, V
d. I, II, III, IV, V
e. IV, III, I, II, V

2 Texto 2
La nube
Helder Amos

I. Sin embargo, ya estaba decidido, tan pronto aterrizaran iba a eliminar el respaldo
de su computadora que había subido a la nube.
II. Cuando se asomó por la ventanilla del avión vio, horrorizado, cómo todas sus fotos
y videos privados estaban flotando en las nubes.
III. Aterrado, cerró la ventanilla y miró a su alrededor;
IV. afortunadamente, nadie más las vio, todos los demás pasajeros estaban durmien-
do.

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a. II, IV, I, III


b. II, III, IV, I
c. I, II, III, IV
d. II, IV, III, I
e. IV, III, II, I

3 El texto número dos es:

a. Una noticia.
b. Un microcuento.
c. Una leyenda.
d. Un mito.
e. Un cuento.

4 La estructura de un informe de investigación es:

a. Índice, introducción, desarrollo, conclusión y bibliografía.


b. Introducción, índice, desarrollo, conclusión y bibliografía.
c. Introducción, desarrollo y conclusión.
d. Introducción, desarrollo y desenlace.
e. Introducción, desarrollo, nudo y desenlace.

5 “Unidad lingüística que posee autonomía de significado, estructura y entonación”. La defi-


nición corresponde a:

a. Una sílaba.
b. Una palabra.
c. Una oración.
d. Un texto.
e. Un párrafo.

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6 Los componentes de una estructura lingüística son:

a. Sustantivo y verbo.
b. Sujeto y predicado.
c. Complementos directo e indirecto.
d. Núcleo del sujeto, predicado y núcleo del predicado.
e. Sujeto y verbo.

7 Una oración, a nivel semántico, transmite:

a. Un significado completo y coherente.


b. Un significado y una forma.
c. Una forma lingüística.
d. Un sonido.
e. Un sonido y una estructura formal.

8 “Ana María acompaña a Juanita en su casa”. Lo ennegrecido en la oración es:

a. El sujeto.
b. El predicado.
c. El núcleo del sujeto.
d. El núcleo del predicado.
e. Alternativas a y c.

9 El núcleo del predicado en la oración anterior es:

a. En su casa.
b. Acompaña.
c. A Juanita.
d. Juanita.
e. Casa.

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10 La preposición que se puede identificar en la oración anterior es:

a. En.
b. Su.
c. A.
d. Casa.
e. Acompaña.

11 Los sustantivos propios que se identifican en la oración anterior son:

a. ‘Ana María’ y ‘Juanita’.


b. ‘María’ y ‘casa’.
c. ‘Juanita’ y ‘acompaña’.
d. ‘Casa’ y ‘acompaña’.
e. ‘A’, ‘en’ y ‘su’.

12 La coordinación de oraciones se caracteriza por:

a. Contar con conjunciones, que son los elementos que coordinan.


b. Reunir dos o más oraciones simples.
c. Tener una sola oración simple.
d. Estar formada por sujeto y predicado, los que cuentan con sus respectivos núcleos.
e. Alternativas a y b.

13 “Anita cuidó a su hermano en la mañana y acompañó a su tía al médico en la tarde”. ¿A qué


clase pertenece la coordinación aquí presente?:

a. Copulativa.
b. Disyuntiva.
c. Adversativa.
d. Explicativa.
e. Distributiva.

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14 La conjunción que permite clasificar la oración anterior es:

a. Y.
b. Su.
c. La.
d. A.
e. En.

15 “Nicolás, ¿vendrás a casa o te quedarás en la piscina?”. La coordinación presente es:

a. Disyuntiva.
b. Copulativa.
c. Simple.
d. Adversativa.
e. Distributiva.

16 El nexo que permite clasificar la oración anterior es:

a. A.
b. O.
c. Te.
d. En.
e. La.

17 En el ambiente narrativo se encuentran varios espacios. El espacio social hace referencia


a:

a. El mundo interior de los personajes.


b. El lugar donde transcurren los acontecimientos del relato.
c. La representación de las costumbres y condición cultural, socioeconómica y religio-
sa de personas o grupos.
d. La proyección de la interioridad de los personajes en el espacio físico.
e. Lo que sucede en lo externo al relato.

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18 En las narraciones, los tiempos se alteran con el objetivo de:

a. Crear diferentes efectos en la lectura.


b. Darle un valor estético al texto.
c. Provocar diferentes sensaciones en el lector.
d. Hacer más entretenida la lectura.
e. Todas las anteriores.

19 Las alteraciones del orden cronológico de los sucesos en el relato se denominan:

a. Tiempos de la historia.
b. Flashes.
c. Anacronías.
d. Recursos retóricos.
e. Cronotopos.

20 Cuando en una obra narrativa el narrador realiza una retrospección, decimos que ha ocu-
pado una:

a. Prolepsis.
b. Anticipación.
c. Analepsis.
d. Metáfora.
e. Memoria.

Lee el siguiente texto y responde las preguntas 21 a 23.

“Escribo esto bajo una considerable tensión mental, ya que al caer la noche mi
existencia tocará a su fin (…). Cuando hayan leído estas páginas apresuradamente
garabateadas, podrán comprender, aunque no completamente, por qué debo olvidar
morir”.

En El intruso y otros cuentos fantásticos, H.P. Lovecraft, Editorial Edaf.

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21 La forma básica que presenta la narración es:

a. Analepsis.
b. Prolepsis.
c. Corriente de la consciencia.
d. Racconto.
e. Monólogo interior.

22 La palabra ennegrecida en el párrafo lleva tilde porque es:

a. Aguda.
b. Grave.
c. Esdrújula.
d. Sobreesdrújula.
e. Compuesta.

23 Lo que devela el narrador en el extracto de la obra es:

a. Lo que le va a suceder.
b. Lo que le está sucediendo.
c. Lo que sucedió.
d. Lo que le hicieron otros.
e. No se identifica.

24 El tiempo y el espacio en una obra narrativa son elementos:

a. Necesarios para que transcurra la historia.


b. Ficticios.
c. Creados por el autor.
d. Presentados por el narrador en un relato.
e. Todas las anteriores.

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25 El tiempo referencial-histórico en una narración corresponde a:

a. La realidad histórica en la que se desarrollan los hechos en una narración.


b. La época en la que fue escrita la narración.
c. La época en la que una narración es leída.
d. La alteración de la cronología de los eventos.
e. El respeto de la cronología de los eventos.

26 “Al día siguiente, salió el sol; antes de darnos cuenta este ya estaba en su máximo esplen-
dor. Caminábamos juntos y al mismo tiempo, sin hablar, sin mirarnos; el silencio y el can-
sancio acompañaba cada paso…” Lo ennegrecido en el párrafo corresponde a:

a. Un conector temporal de anterioridad y un conector temporal de simultaneidad.


b. Conectores espaciales.
c. Un conector de ordenación y uno temporal de simultaneidad.
d. Conectores locativos de anterioridad.
e. Dos conectores temporales de anterioridad.

27 “En medio de esa gran selva, vivía él, el único e inigualable, capaz de pasar por encima de
todos los animales del inhóspito lugar. Solo él podía vivir en esas condiciones; no le impor-
taba el frío, el hambre, no sentía miedo. Todos lo observaban de lejos, con respeto y temor
a la vez…” Lo ennegrecido en la oración corresponde a conectores:

a. De anterioridad.
b. De simultaneidad.
c. De posterioridad.
d. Espaciales.
e. De ordenación.

28 Los pasos en la creación de una novela u otro tipo de texto son:

a. Planificar, escribir, revisar, reescribir, editar, publicar.


b. Planificar, revisar, escribir, reescribir, editar, publicar.
c. Planificar, reescribir, revisar, escribir, editar, publicar.
d. Planificar, escribir, reescribir, revisar, editar, publicar.
e. Planificar, revisar, escribir, editar, reescribir, publicar.

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Lee el cuento y responde las preguntas 29 a 44.

EL CORAZÓN DELATOR
(Fragmento)

¡Es verdad! Soy nervioso, terriblemente nervioso. Siempre lo he sido y lo soy, pero, ¿podría de-
cirse que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, no los había destruido ni apa-
gado. Sobre todo, tenía el sentido del oído agudo. Oía todo sobre el cielo y la tierra. Oía muchas
cosas del infierno. Entonces, ¿cómo voy a estar loco? Escuchen y observen con qué tranquilidad,
con qué cordura puedo contarles toda la historia.

Me resulta imposible decir cómo surgió en mi cabeza esa idea por primera vez; pero, una vez
concebida, me persiguió día y noche. No perseguía ningún fin. No había pasión. Yo quería mucho
al viejo. Nunca me había hecho nada malo. Nunca me había insultado. No deseaba su oro. Creo
que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre. Era un ojo de un color azul pá-
lido, con una fina película delante. Cada vez que posaba ese ojo en mí, se me enfriaba la sangre;
y así, muy gradualmente, fui decidiendo quitarle la vida al viejo y quitarme así de encima ese
ojo para siempre.

Pues bien, así fue. Usted creerá que estoy loco. Los locos no saben nada. Pero debería haberme
visto. Debería usted haber visto con qué sabiduría procedí, con qué cuidado, con qué previsión,
con qué disimulo me puse a trabajar. Nunca había sido tan amable con el viejo como la semana
antes de matarlo. Y cada noche, cerca de la medianoche, yo hacía girar el picaporte de su puerta y
la abría, con mucho cuidado. Y después, cuando la había abierto lo suficiente para pasar la cabeza,
levantaba una linterna cerrada, completamente cerrada, de modo que no se viera ninguna luz, y
tras ella pasaba la cabeza. ¡Cómo se habría reído usted si hubiera visto con qué astucia pasaba la
cabeza! La movía muy despacio, muy lentamente, para no molestar el sueño del viejo. Me llevaba
una hora meter toda la cabeza por esa abertura hasta donde podía verlo dormir sobre su cama.
¡Ja! ¿Podría un loco actuar con tanta prudencia? Y luego, cuando mi cabeza estaba bien dentro
de la habitación, abría la linterna con cautela, con mucho cuidado (porque las bisagras hacían
ruido), hasta que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Hice todo esto durante siete
largas noches, cada noche cerca de las doce, pero siempre encontraba el ojo cerrado y era impo-
sible hacer el trabajo, ya que no era el viejo quien me irritaba, sino su ojo. Y cada mañana, cuando
amanecía, iba sin miedo a su habitación y le hablaba resueltamente, llamándole por su nombre
con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Por tanto verá usted que tendría
que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que cada noche, a las doce, yo iba a mirarlo
mientras dormía.

La octava noche, fui más cuidadoso cuando abrí la puerta. El minutero de un reloj de pulsera
se mueve más rápido de lo que se movía mi mano. Nunca antes había sentido el alcance de mi
fuerza, de mi sagacidad. Casi no podía contener mis sentimientos de triunfo, al pensar que estaba
abriendo la puerta poco a poco, y él ni soñaba con el secreto de mis acciones e ideas. Me reí entre
dientes ante esa idea. Y tal vez me oyó porque se movió en la cama, de repente, como sobresal-
tado. Pensará usted que retrocedí, pero no fue así. Su habitación estaba tan negra como la noche
más cerrada, ya que él cerraba las persianas por miedo a que entraran ladrones; entonces, sabía
que no me vería abrir la puerta y seguí empujando suavemente, suavemente.

Ya había introducido la cabeza y estaba para abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló con el
cierre metálico y el viejo se incorporó en la cama, gritando:

–¿Quién anda ahí?

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Me quedé quieto y no dije nada. Durante una hora entera, no moví ni un músculo y mientras
tanto no oí que volviera a acostarse en la cama. Aún estaba sentado, escuchando, como había
hecho yo mismo, noche tras noche, escuchando los relojes de la muerte en la pared.

Oí de pronto un quejido y supe que era el quejido del terror mortal, no era un quejido de dolor
o tristeza. ¡No! Era el sonido ahogado que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobre-
coge. Yo conocía perfectamente ese sonido. Muchas veces, justo a medianoche, cuando todo el
mundo dormía, surgió de mi pecho, profundizando con su temible eco, los terrores que me enlo-
quecían. Digo que lo conocía bien. Sabía lo que el viejo sentía y sentí lástima por él, aunque me
reía en el fondo de mi corazón. Sabía que él había estado despierto desde el primer débil sonido,
cuando se había vuelto en la cama. Sus miedos habían crecido desde entonces. Había estado in-
tentando imaginar que aquel ruido era inofensivo, pero no podía. Se había estado diciendo a sí
mismo: “No es más que el viento en la chimenea, no es más que un ratón que camina sobre el sue-
lo”, o “No es más que un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de convencerse de estas
suposiciones, pero era en vano. Todo en vano, ya que la muerte, al acercársele se había deslizado
furtiva y envolvía a su víctima. Y era la fúnebre influencia de aquella imperceptible sombra la que
le movía a sentir, aunque no veía ni oía, a sentir la presencia dentro de la habitación.

Cuando hube esperado mucho tiempo, muy pacientemente, sin oír que se acostara, decidí
abrir un poco, muy poco, una ranura en la linterna. Entonces la abrí –no sabe usted con qué sua-
vidad– hasta que, por fin, su solo rayo, como el hilo de una telaraña, brotó de la ranura y cayó de
lleno sobre el ojo del buitre.

Estaba abierto, bien abierto y me enfurecí mientras lo miraba, lo veía con total claridad, de un
azul apagado, con aquella terrible película que me helaba el alma. Pero no podía ver nada de la
cara o del cuerpo, ya que había dirigido el rayo, como por instinto, exactamente al punto maldi-
to.

¿No le he dicho que lo que usted cree locura es solo mayor agudeza de los sentidos? Luego
llegó a mis oídos un suave, triste y rápido sonido como el que hace un reloj cuando está envuelto
en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latido del corazón del viejo. Aumentó mi
furia, como el redoblar de un tambor estimula al soldado en batalla.

Sin embargo, incluso en ese momento me contuve y seguí callado. Apenas respiraba. Mantu-
ve la linterna inmóvil. Intenté mantener con toda firmeza la luz sobre el ojo. Mientras tanto, el in-
fernal latido del corazón iba en aumento. Crecía cada vez más rápido y más fuerte a cada instante.
El terror del viejo debe haber sido espantoso. Era cada vez más fuerte, más fuerte... ¿Me entiende?
Le he dicho que soy nervioso y así es. Pues bien, en la hora muerta de la noche, entre el atroz silen-
cio de la antigua casa, un ruido tan extraño me excitaba con un terror incontrolable. Sin embargo,
por unos minutos más me contuve y me quedé quieto. Pero el latido era cada vez más fuerte, más
fuerte. Creí que aquel corazón iba a explotar. Y se apoderó de mí una nueva ansiedad: ¡Los vecinos
podrían escuchar el latido del corazón! ¡Al viejo le había llegado la hora! Con un fuerte grito, abrí
la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez, sólo una vez. En un momento, lo
tiré al suelo y arrojé la pesada cama sobre él. Después sonreí alegremente al ver que el hecho esta-
ba consumado. Pero, durante muchos minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado.
Sin embargo, no me preocupaba, porque el latido no podría oírse a través de la pared. Finalmente,
cesó. El viejo estaba muerto. Quité la cama y examiné el cuerpo. Sí, estaba duro, duro como una
piedra. Pasé mi mano sobre el corazón y allí la dejé durante unos minutos. No había pulsaciones.
Estaba muerto. Su ojo ya no me preocuparía más.

Edgar Allan Poe


http://www.letrasperdidas.galeon.com/consagrados/cpoe10.htm

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29 El género al que pertenece el texto leído es:

a. Narrativo literario.
b. Narrativo no literario.
c. Dramático.
d. Lírico.
e. Alternativas a y c.

30 Podemos clasificar el texto leído como un cuento:

a. De terror.
b. De suspenso.
c. Fantástico.
d. Maravilloso.
e. Histórico.

31 El narrador identificado en el cuento es:

a. Testigo.
b. Protagonista.
c. Omnisciente.
d. Heterodiegético.
e. Con conocimiento relativo.

32 Lo que busca el narrador al contar es:

a. Explicar su maestría al matar.


b. Justificar su actuar.
c. Asustar con una historia de terror.
d. Entretener por medio del suspenso.
e. Expresar sus sentimientos.

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33 Lo que obsesionaba al protagonista era:

a. El ojo del viejo.


b. La pasividad del viejo.
c. El no poder tener los bienes del viejo.
d. La permanente cercanía del viejo.
e. El sueño profundo en que el viejo se sumía cada noche.

34 Según lo que él mismo señala, el protagonista sentía por el viejo:

a. Respeto.
b. Admiración.
c. Cariño.
d. Compasión.
e. Desesperación.

35 El protagonista se identifica como una persona:

a. Cuerda.
b. Loca.
c. Nerviosa.
d. Ansiosa.
e. Irritable.

36 El primer párrafo describe:

a. La salud mental del protagonista.


b. Lo que el narrador va a relatar en la historia.
c. Lo que el protagonista escucha a diario.
d. Lo que al protagonista le molesta del viejo.
e. Alternativas a y b.

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37 El párrafo que indica la decisión del protagonista de quitarle la vida al viejo y que muestra
la razón que lo llevó a esto es:

a. El primero.
b. El segundo.
c. El tercero.
d. El cuarto.
e. El quinto.

38 El protagonista organizó el crimen con mucha:

a. Astucia.
b. Precaución.
c. Inteligencia.
d. Frialdad.
e. Todas las anteriores.

39 Lo que alegraba al protagonista después de haber dado muerte al viejo era:

a. No sentir más los latidos del corazón del viejo.


b. Que los vecinos no lo habían escuchado cometer el crimen.
c. Que aquel viejo por fin ya no estaría más.
d. No tener que volver a ver el ojo del viejo.
e. Alternativas a y d.

40 ¿Qué clase de coordinación es la que presenta la oración ennegrecida en el segundo pá-


rrafo?:

a. Copulativa.
b. Disyuntiva.
c. Adversativa.
d. Simple.
e. Alternativas b y d.

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41 Un sinónimo de “sagacidad” es:

a. Astucia.
b. Ingenuidad.
c. Torpeza.
d. Agilidad.
e. Cautela.

42 Un antónimo de “cordura” es:

a. Locura.
b. Sensatez.
c. Juicio.
d. Discreción.
e. Prudencia.

43 Un sinónimo de “furtivo” es:

a. Cauteloso.
b. Abierto.
c. Claro.
d. Manifiesto.
e. Discreto.

44 Menciona la parte del texto leído en que se produce una anacronía y señala, además, a qué
tipo de anacronía corresponde:

a. En el primer párrafo y se trata de una prolepsis.


b. En el cuarto párrafo y se trata de una analepsis.
c. En el quinto párrafo y es una prolepsis.
d. En el sexto párrafo y es una analepsis.
e. En el último párrafo y se trata de una prolepsis.

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