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dama, de nombre Sheherazade, joven, bella, e incansable contadora de cuentos, y voy a
imaginar los cuentos que contó". Esto hubiese sido una clara expresión del hecho
expuesto en relación a la suma total de realidades.
3. Como dije antes, las proposiciones tienen habitualmente más de un sujeto, y casi
todas las proposiciones, si no todas, tienen uno o más sujetos singulares distintos, a los
que algunas proposiciones no se refieren. Estas son las partes esenciales del universo de
toda verdad con el que se relaciona especialmente la proposición dada. Una
característica de los juicios perceptivos es la de que cada uno de ellos se refiere a algún
singular con el que no se relaciona directamente ninguna otra proposición, pero que si
llega a producirse esta relación ello sucede mediante relación con aquel juicio
perceptivo. Cuando expresamos una proposición en palabras dejamos sin expresar la
mayoría de sus sujetos singulares; pues las circunstancias del enunciado muestran
suficientemente cuál es el sujeto aludido, y las palabras, debido a su habitual
generalidad, no se adecuan bien a la designación de singulares. El pronombre, que
puede definirse como una parte del discurso destinada a cumplir la función de un índex6,
nunca es inteligible tomado por sí mismo aparte de las circunstancias de su enunciación;
y el nombre, que puede definirse como una parte del discurso que sustituye al
pronombre, es propenso siempre a ser equívoco7.
Por un lado, el sujeto puede ser hipotético, es decir, puede permitir que le sustituya
cualquier singular que cumpla ciertas condiciones , sin garantizar que haya algún
singular que las cumpla: como cuando decimos "Cualquier salamandra puede sobrevivir
al fuego", o "Cualquier hombre que fuese más fuerte que Sansón podría hacer todo lo
que Sansón hizo".
5. Si una proposición tiene dos o más sujetos, de los cuales uno es indesignativo y
el otro hipotético, entonces es importante el orden en el que se afirma que es posible la
sustitución por singulares. Una cosa es, por ejemplo, afirmar que "Cualquier católico
existir adora a una mujer u otra", y otra completamente distinta es afirmar que "Hay
alguna mujer a la que todo católico adora". Si el primer sujeto general es indesignado, la
proposición se llama particular. Si el primer sujeto general es hipotético, la proposición
se llama universal.
6. Si yo hubiese afirmado, por tanto, que un juicio perceptivo podía ser una
proposición universal hubiese caído en lo absurdo. Pues existencia es reacción, y el
juicio perceptivo es el producto cognitivo de una reacción.
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Pero al igual que de la proposición particular de que "Hay algunas mujeres a las
que cualquier católico que puedas encontrar adorará" podemos inferir con certeza la
proposición universal de que "Cualquier católico que puedas encontrar adorará a una
mujer u otra", así si un juicio perceptivo implica elementos generales, como ciertamente
así es, el supuesto es que del mismo puede deducirse necesariamente una proposición
universal.
7. Al decir que los juicios perceptivos implican elementos generales nunca pretendí
ciertamente que se entendiese como que estaba enunciando una proposición
psicológico. Pues mis principios me impiden absolutamente hacer en lógica el más
mínimo uso de la psicología. Me encuentro enteramente circunscrito a los hechos
incuestionables de la experiencia cotidiana y a lo que puede deducirse de los mismos.
Todo lo que puedo significar por juicio perceptivo es un juicio cuya aceptación se me
impone absolutamente, y ello por un proceso que soy totalmente incapaz de controlar y,
consecuentemente, incapaz de criticar, sin poder pretender tampoco una certeza absoluta
sobre ninguna cuestión de hecho. Si al hacer un examen, lo más minucioso de lo que
soy capaz, resulta que un juicio parece tener las características que he descrito, tengo
que reconocerlo como un juicio perceptivo hasta que se me demuestre lo contrario.
Ahora bien, consideremos el juicio de que un acontecimiento C parece ser subsiguiente
a otro acontecimiento A. Puedo, ciertamente, haber inferido esto, porque puedo haber
observado que C era subsiguiente a un tercer acontecimiento B, el cual era subsiguiente
a A. Pero entonces estas premisas son juicios de la misma descripción. No parece
posible que yo pueda haber realizado una serie infinita de actos de criticismo, cada uno
de los cuales tiene que requerir un esfuerzo distinto. El caso es completamente diferente
al de Aquiles y la tortuga, porque Aquiles no necesita hacer una serie infinita de
esfuerzos distintos9. Parece por tanto que tengo que haber hecho un juicio de que un
acontecimiento parecía ser subsiguiente a otro, sin que este juicio haya sido inferido de
premisa alguna, [i.e.] sin ninguna acción controlada y criticada del razonar. Si esto es
así, es un juicio perceptivo en el único sentido que puede reconocer el lógico. Pero de
esta proposición de que un acontecimiento, Z, es subsiguiente a otro, J, puedo deducir
instantáneamente por razonamiento necesario una proposición universal. En efecto, la
definición de la relación de subsecuencia aparente es bien conocida, o lo suficiente para
nuestro propósito. Z aparecerá como subsiguiente a Y si y sólo si Z aparece como
estando en una relación peculiar, R, a Y, tal que nada puede estar hacia sí mismo en
relación R, y si, además, cualquier acontecimiento, X, que pueda darse respecto del cual
Y está en la relación R, también Z esté en la relación R hacia esa misma X. Si esto está
implicado en el significado de subsecuencia, respecto a lo cual no hay lugar alguno a
duda, se sigue fácilmente que todo lo que es subsecuente a C es subsecuente a algo, A,
respecto de lo cual C es subsecuente -lo cual es una proposición universal.
8. Podemos ahora preguntarnos con provecho qué es bondad lógica. Hemos visto
que cualquier tipo de bondad consiste en la adaptación de su sujeto a su fin. Uno puede
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afirmar esto como un tópico. Ciertamente, no es mucho más, aun cuando las
circunstancias pueden haber impedido que se comprenda con claridad.
9. Nuestra cuestión es, ¿cuál es el uso del pensar? Hemos observado ya que es el
solo argumento el sujeto primario y directo de la maldad y la bondad lógica. Tenemos
por tanto que preguntar cuál es el fin de la argumentación, adónde lleva en último lugar.
*10*. [La idea de primero predomina en las ideas de frescura, vida, libertad. Lo
libre es lo que no tiene a otro detrás de sí, determinando sus acciones; pero en la medida
en que interviene la idea de negación de otro, interviene la idea de otro; y tal idea
negativa hay que ponerla en un segundo plano, o, de lo contrario, no podemos decir que
predomina la primeridad. La libertad sólo puede manfestarse a sí misma en una
ilimitada e incontrolada variedad y multiplicidad, y, así, lo primero se hace dominante
en las ideas de inmensa variedad y multiplicidad. Es la idea directriz de "lo diverso de
los sentidos" de Kant. Pero en la unidad sintética de Kant lo que predomina es la idea de
terceridad. Es una unidad alcanzada; y hubiese estado moejor llamarla totalidad; pues
ésta es la única de sus categorías con la que se encuentra a gusto. Primeridad es
predominante en la idea de ser, no necesariamente en base a lo abstracto de tal idea, sino
de su autoinclusividad. No es por estar separadas de las cualidades que primeridad es
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más predominante, sino por ser algo peculiar e idisioncrático. Lo primero predomina en
el sentir, como distinto de la percepción objetiva, voluntad y pensamiento.
Significo por tercero el medio o lazo de unión entre lo absoluto primero y último.
El comienzo es primero, el final segundo, el medio tercero. El final es segundo, los
medios tercero. El hilo de la vida es un tercero; el destino que lo corta, su segundo. Una
bifurcación en el camino es un tercero, supone tres direcciones; un camino recto,
considerado meramente como una conexión entre dos lugares es segundo, pero en la
medida en que implica pasar a través de lugares intermedios es un tercero. La posición
es primero, la velocidad o la relación de dos posiciones sucesivas es segundo, la
aceleración o la relación de tres posiciones sucesivas es terecero. Pero la velocidad, en
la medida en que es continua, implica también un tercero. La continuidad representa
terceridad casi a la perfección. Todo proceso cae bajo este epígrafe. La moderación es
un tipo de terceridad. El grado positivo de un adjetivo es primero, el superlativo
segundo, el comparativo tercero. Todo lenguaje exagerado, "supremo", "total",
"incomparable", "radical", es el ropaje de mentes que piensan en segundos, y olvidan
terceros. La acción es segundo, pero la conducta es tercero. La ley como fuerza activa es
segundo, pero orden y legislación son terceros. La simpatía, la carne y sangre, aquello
por lo que siento los sentimientos de mi prójimo, es tercero.]
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independencia de lo que pueda ser del universo en otros aspectos, siempre y cuando
pueda verificarse la hipótesis será invariablamente verdadera alguna otra cosa no
supuesta explícitamente en esta hipótesis. Nuestra inferencia será válida si y sólo si hay
realmente una tal relación entre el estado de cosas supuesto en las premisas y el estado
de cosas enunciado en la conclusión. El que esto sea o no realmente así es una cuestión
de realidad, y no tiene nada que ver con el cómo podamos estar inclinados a pensar. Si
una persona dada es incapaz de ver la conexión, no por ello el argumento es en absoluto
menos válido, supuesto que realmente subsista esta relación de hechos reales. Si la
entera raza humana fuese incapaz de ver la conexión, no por ello el argumento sería en
absoluto menos sólido, aun cuando no fuese humanamente claro. Veamos precisamente
cómo nos aseguramos de la realidad de la conexión. Aquí, como en todas partes en la
lógica, ha sido de gran utilidad el estudio de las relaciones. Los silogismos simples, que
son los únicos que los viejos lógicos inexactos toman en consideración, son formas tan
rudimentarias que prácticamente es imposible discernir en ellas los rasgos esenciales de
la inferencia deductiva hasta que nuestra atención se ha fijado en estos rasgos en formas
más elevadas de deducción.
14. Pueden ustedes ver precisamente cuáles son estos pasos elementales de la
inferencia, en el Dictionary de Baldwin bajo "Lógica simbólica". Como ejemplo de a
qué se parecen pueden tomar el siguiente:
A es un caballo bayo,
Por lo tanto, A es un caballo.
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Si uno se pregunta cómo se sabe que esto es cierto, proablemente se contestará que uno
se imagina un caballo bayo y que al contemplar la imagen se ve que es un caballo. Pero
esto sólo se aplica a la imagen singular. ¿Qué tamaño de caballo representa esta
imagen? ¿Hubiese sido la misma con un caballo de diferente talla? ¿De qué edad
representaba que era el caballo? ¿Estaba su cola recortada? ¿Lo hubiera estado de
padecer espasmos apopléjicos?; y, de ser así, ¿están seguros que lo habría estado
cualquiera que fuese la enfermedad, de entre las numerosas que padece el caballo?
Estamos perfectamente seguros que ninguna de estas cuestiones podría afectar en lo más
mínimo a la cuestión. Es bastante fácil formular razones a docenas; pero la dificultad
reside en que todas sin excepción son mucho menos evidentes que la inferencia original.
No veo que el lógico pueda hacer nada mejor que decir que percibe esto cuando se da
una proposición copulativa, tal como "A es un caballo y A es de color bayo",
pudiéndose omitir cualquier miembro de la copulación sin que la proposición pase de
verdadera a falsa. En un sentido psicológico estoy dispuesto a tomar por la palabra al
psicólogo si dice que una tal verdad general no puede percibirse. ¿Pero qué otra cosa
podemos hacer en lógica?
Doy mi asentimiento a esto con todo mi corazón. Pero, después de todo, ¿qué
comporta? Es otro modo de decir que lo que llamamos la significación14 de una
proposición abarca toda deducción necesaria y obvia a partir de la misma. Es una
valiosa observación considerada como el comienzo de un análisis sobre cuál es la
significación de la palabra "significación". Pero, me pregunto, ¿cómo nos ayuda a
entender nuestro paso de un juicio aceptado A a otro juicio C en el que no sólo sentimos
la misma confianza, sino del que de hecho estamos igualemente seguros?, ¿impidiendo
un posible equívoco que podría corregirse tan pronto como fijáramos nuestra atención
en él, impidiendo otro equívoco equivalente?
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Pero si se supone que tales consideraciones proporcionan alguna justificación
lógica de los principios lógicos primarios tengo que decir que, por el contrario, todo lo
más presuponen la cuestión al asumir premisas mucho menos ciertas que la conclusión
a establecer.
3. El razonamiento inductivo
19. Laplace16 era de la opinión de que los experimentos afirmativos otorgan una
probabilidad definida a la teoría, y esta doctrina es la que se enseña hasta el momento en
la mayoría de los libros sobre probabilidad, aun cuando lleve a los más ridículos
resultados, y sea intrínsecamente autocontradictoria. Se basa en una noción muy
confusa de lo que es probabilidad. Probabilidad se aplica a la cuestión de si un tipo
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específico de acontecimientos tiene lugar cuando se cumplen ciertas condiciones
predeterminadas; y es la ratio del número de veces que este resultado específico a la
larga seguirá el cumplimiento de estas condiciones, respecto del número total de veces
que en el curso de la experiencia se cumplieron tales condiciones. Esencialmente se
refiere a un curso de la experiencia, o, al menos, de acontecimientos reales; ya que
meras posibilidades no son susceptibles de contarse. Ustedes pueden preguntarse, por
ejemplo, cuál es la probabilidad de que un tipo dado de objeto sea rojo, supuesto que
definan rojo suficientemente. Es simplemente la ratio del número de objetos de este tipo
que son rojos en relación al número total de objetos de este tipo. Pero preguntar en
abstracto cuál es la probabilidad de que un tono de color sea rojo es un sinsentido,
porque los tonos de color no son individuos susceptibles de contarse. Ustedes pueden
preguntarse cuál es la probabilidad de que el próximo elemento químico a descubrir
tenga un peso atómico superior a cien. Pero no pueden preguntarse cuál es la
probabilidad de que la ley de la abstracción universal fuese la del cuadrado inverso, a no
ser que puedan atribuir algún significado a las estadísticas de las características de los
universos posibles. Cuando Leibniz dijo que este mundo es el mejor de los posibles,
pudo haber tenido algún atisbo de sentido, pero cuando Quételet 17 dice que si se ha
observado un fenómeno durante m ocasiones la probabilidad de que tenga lugar en la
ocasión (m+1)ésima es m+1 / m+2, está diciendo categóricamente un sinsentido. El señor
F. Y. Edgeworth afirma que de todas las teorías que se ponen en marcha la mitad son
correctas18. Esto no es un sinsentido, pero es ridículamente falso. Pues de entre las
teorías con base suficiente como para que se las pueda discutir en serio, hay como
media más de dos para cada fenómeno general a explicar. Poincaré 19, por otro lado,
parece pensar que todas las teorías son erróneas, y la cuestión es sólo la de lo erróneas
que son.
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lo general y lo singular. Es precisamente esto lo que constituye el soporte del
pragmatismo.
4. Instinto y abducción
21. Hay poco que decir en relación a la validez de la inferencia abductiva, aun
cuando este poco es pertinente al problema que tenemos entre manos.
La deducción prueba que algo tiene que ser; la inducción muestra que algo es
actualemente operativo; la abducción sugiere meramente que algo puede ser.
Por lo que puedo saber, no puede darse ninguna razón cualquiera que sea a favor
de la misma; y no necesita razón alguna, ya que sólo ofrece sugerencias.
22. Un hombre tiene que estar categóricamente loco para negar que la ciencia ha
hecho muchos descubrimientos verdaderos. Pero cada uno de los ítems particulares de la
teoría científica que hoy se encuentran asentados lo deben a la abducción.
Pero, ¿cómo es que toda esta verdad ha llegado a alumbrarse por un proceso en el
que no hay compulsividad alguna, ni tendencia hacia la compulsividad? ¿Ha sido por
azar? Consideremos la multitud de teorías que pueden haberse sugerido. Un físico, en su
laboratorio, da con algún fenómeno nuevo. ¿Cómo sabe que las conjunciones de los
planetas no tiene nada que ver con ello, o que no es quizá porque a la emperatriz viuda
de China se le haya ocurrido por la misma época, hace un año, pronunciar alguna
palabra con poder místico, o porque se encuentra presente algún genio invisible?
Pensemos en los trillones de trillones de hipótesis que pueden hacerse de las cuales sólo
una es verdadera; y, con todo, el físico, después de dos o tres conjeturas, o, todo lo más,
de una docena, da muy cerca de la hipótesis correcta. Por azar no lo hubiese conseguido,
probablemente ni en todo el tiempo transcurrido desde que la tierra se solidificó. Pueden
ustedes decirme que al principio se recurrió a hipótesis astrológicas y mágicas, y que
sólo gradualmente hemos aprendido ciertas leyes generales de la naturaleza, a
consecuencia de las cuales el físico busca la explicación de su fenómeno dentro de las
cuatro paredes de su laboratorio. Pero si ustedes observan la cuestión más
detenidamente, verán que por esta vía no puede explicarse la cuestión a un cierto nivel
importante. Tomemos una perspectiva amplia de la cuestión. Durante más de viente mil
años o así, el hombre no se ha ocupado de problemas científicos. Pero, si quieren,
pongamos diez veces esto. Pero esto no es ni una cienmilésima parte del tiempo que
puede considerarse que ha estado buscando su primera teoría científica.
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Ustedes pueden elaborar esta o aquella excelente explicación psicológica de la
cuestión. Pero permítanme decirles que toda la psicología del mundo junta no sacará el
problema lógico justo de donde estaba. Puedo dedicar horas a desarrollar este punto.
Pero tengo que dejarlo de lado.
Ustedes pueden decir que la evolución lo explica. No pongo en duda que haya
evolución. Pero no ha habido suficiente tiempo como para explicar la evolución por el
azar20.
23. Sea como sea el modo cómo el hombre ha adquirido su facultad de adivinar las
vías de la naturaleza, lo cierto es que no ha sido mediante una lógica autocontrolada y
crítica. No siquiera ahora puede dar una razón exacta de sus mejores conjeturas. Me
parece que el enunciado más claro que podemos hacer de la situación lógica -la más
libre de toda mezcla incuestionable- es decir, que el hombre tiene un cierto
discernimiento21 de la terceridad, de los elementos generales de la naturaleza, no lo
bastante fuerte como para estar con más frecuencia acertado que equivocado, pero lo
bastante como para no estar abrumadoramente con más frecuencia equivocado que
acertado. Lo llamo discernimiento porque hay que referirlo a la misma clase general de
operaciones a la que pertenecen los juicios perceptivos. Esta facultad participa a la vez
de la naturaleza general del instinto, pareciéndose a los instintos de los animales en que
supera con mucho los poderes generales de nuestra razón y en que nos dirige como si
estuviéramos en posesión de hechos que se encuentran por completo más allá del
alcance de nuestros sentidos. Se parece también al instinto en su pequeña predisposición
al error; pues aunque yerra con más frecuencia que acierta, con todo la frecuencia
relativa con la que acierta es en conjunto la cosa más maravillosa de nuestra
constitución.
24. Una pequeña observción más y dejaré este tema. Si ustedes preguntan a un
investigador por qué no prueba esta o aquella disparatada teoría, dirá, "No parece
razonable". Es curioso que raramente utilizamos esta palabra cuando se ve con claridad
la lógica estricta de nuestro procedimiento. No decimos que un error matemático no es
razonable. Llamamos razonable aquella opinión cuyo único apoyo es el instinto. [...]
El significado de un argumento
25. Hemos visto ya una cierta razón para mantener que la idea de significación22 es
tal que implica alguna referencia a un propósito. Pero significación sólo se atribuye a
los representamens, y el único tipo de representamen que tiene un reconocido propósito
definido es un "argumento". El propósito definido de un argumento es determinar una
aceptación de su conclusión, concordando totalmente con el uso general al llamar a la
conclusión de un argumento su significación. Pero puedo observar que la palabra
significación no se ha reconocido hasta ahora como un término técnico de la lógica, y
que al proponerla como tal (lo que tengo derecho a hacer ya que tengo que expresar un
nuevo concepto, el de la conclusión de un argumento como su proyectado interpretante)
tendría que reconocérseme el derecho a deformar ligeramente la acepción de la palabra
"significación" para ajustarla a la expresión de un concepto científico. Parece natural
valerse de la palabra significación para denotar el interpretante proyectado de un
símbolo.
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26. Puedo suponer que todos ustedes están familiarizados con la insistencia
reiterada de Kant de que el razonamiento necesario no hace más que explicar la
significación de sus premisas23. Ahora bien, la lógica de relaciones ha mostrado
claramente que la concepción de Kant sobre la naturaleza del razonamiento necesario es
totalmente equivocada, y que su distinción, basada en esta concepción, entre juicios
analíticos y sintéticos, que también y mejor denomina juicios explicativos (erläuternde)
y amplificativos (erweiternde), es tan absolutamente confusa que resulta difícil o
imposible hacer algo con ella. Pero, sin embargo, creo que hacemos muy bien en
aceptar el dictum de Kant de que el razonamiento necesario es meramente explicativo
de la significación de los términos de las premisas, sólo que invirtiendo el uso a hacer
del mismo. A saber, en lugar de adoptar la concepción de significación de los lógicos
wolffianos24, tal como él hace, y de valerse de este dictum para expresar lo que el
razonamiento necesario puede hacer, sobre lo cual estaba completamente equivocado,
haremos bien en entender el razonamiento necesario tal como las matemáticas y la
lógica de relaciones nos empujan a entenderlo, y en usar el dictum de que el
razonamiento necesario sólo explica las significaciones de los términos de las premisas
para fijar ideas respecto a lo que entenderemos por significación de un término.
27. Kant y los lógicos con cuyos escritos estaba sólo familiarizado -con
independencia de su gran capacidad natural como lógico estaba lejos de ser un estudioso
sistemático de la lógica- desconsideraban consistentemente la lógica de relaciones; y la
consecuencia fue que la única explicación que estaban en condiciones de dar de la
acepción de un término, de su "significación" tal como la llamaban, fue la de que está
compuesta de todos los términos que pueden predicarse esencialmente de este término.
Consecuentemente, o bien el análisis de la significación tiene que ser susceptible de
proseguirse más y más, sin límite -una opinión que Kant expresa en un pasaje bien
conocido25 pero que no desarrolla- o bien, lo que era más corriente, uno alcanzaba en
último lugar ciertas concepciones absolutamente simples tales como ser, cualidad,
relación, mediación , libertad, etc., que se consideraban como absolutamente imposibles
de definir y como luminosas y claras en grado sumo. Es maravilloso el seguimiento
obtenido por esta opinión de que aquellos conceptos exageradamente abstractos eran en
sí mismos simples y fáciles en grado sumo, a pesar de que repugnase el buen sentido.
Uno de los muchos importantes servicios prestados por la lógica de relaciones ha sido el
de mostrar que estos llamados conceptos simples, con independencia de no estar
afectados por el tipo particular de combinación reconocido en la lógica no de relaciones,
son, sin embargo, susceptibles de análisis debido al hecho de implicar varios modos de
relación. Por ejemplo, no hay conceptos más simples que los de primeridad, segundidad
y terceridad, pero esto no ha impedido que yo los defina, y que lo haya hecho de la
forma más efectiva dado que todos los asertos que he realizado en relación a los mismos
han sido deducidos de estas definiciones.
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que excusarle por no saberlo. Pero es difícil saber cuál hubiera sido sobre este punto el
estado de opinión de lógicos que eran a la vez matemáticos, tales como Euler, Lambert
y Ploucquet27. Euler inventó los diagramas lógicos que se conocen por su nombre; pues
las reivindicaciones hechas en favor de sus predecesores pueden considerarse como
carentes de base28, y Lambert usaba un sistema equivalente. Ahora bien, no necesito
decir que ambos eran matemáticos de gran capacidad. Uno simplemente se encuentra
estupefacto de que pareciesen afirmar que todos los razonamientos matemáticas se
pudieran representar de alguna de estas maneras. Uno puede suponer que Euler nunca
prestó demasiada atención a la lógica. Pero Lambert escribió sobre el tema un extenso
libro en dos volúmenes, que resulta bastante superficial. A uno le cuesta reconocer que
su autor fuese el mismo que llegó casi a descubrir la geometría no-euclideana 29. La
lógica de relaciones no es apta para plasmar el razonamiento matemático en estricta
forma lógica. Un ejemplo de ello lo encontrarán ustedes -aunque demasiado simple
como para poner de relieve todos sus rasgos- en aquel capítulo de la lógica de
Schröder30 en el que éste remodela el razonamiento de Dedekind en su folleto Was sind
und was sollen die Zahlen31; y si alguien objeta que este análisis fue básicamente la obra
de Dedekind, quien no se valió del instrumento de la lógica de relaciones, le contesto
que todo el libro de Dedekind no es más que una elaboración de un artículo publicado
por mí varios años antes en el American Journal of Mathematics32, que era resultado
directo de mis estudios lógicos. Estos análisis muestran que aunque la mayoría de los
pasos del razonamiento se parecen considerablemente a Barbara, con todo la diferencia
de resultado es verdaderamente muy grande.
Notas
* (N. del E.) Reproducido con el permiso de José Vericat. Esta traducción se
publicó originalmente en: Charles S. Peirce. El hombre, un signo (El pragmatismo de
Peirce), José Vericat (trad., intr. y notas), Crítica, Barcelona 1988, pp. 123-141. "Tres
tipos de razonamiento" es el título dado a la VI de las lecciones sobre el pragmatismo
expuestas en Harvard de marzo a mayo de 1903. Aparece publicada como tal en el libro
I del vol. 5 de los CP (CP 5. 151-179).
(N. del T.). A efectos aclaratorios de conceptos que aparecen sin explicación en
dicho texto, se han insertado en el parágrafo 2 del mismo, bajo *10:
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a) La manifestación de la primeridad, publicado en los CP como § 2 del cap. 2,
titulado "Las categorías en detalle", del libro III ("Fenomenología"), del vol. 1 (§
302), y que forma parte originalmente de "La lista de las categorías: un segundo
ensayo, X" (c. 1894).
b) Las variedades de la segundidad corresponde al mismo capítulo y libro de los
CP (§ 325), y es un fragmento sin identificar.
c) Ejemplos de terceridad corresponde al mismo capítulo y libro de los CP (§
337), y es originalmente un fragmento titulado Tercero (c. 1875).
5. "La obra del poeta o del novelista no es tan diferente de la del científico. El
artista introduce una ficción, pero esta no es arbitraria; exhibe afinidades a las que la
mente otorga una cierta aceptación al calificarla de bella, que si no es exactamente lo
mismo que decir que la síntesis es verdadera, es algo del mismo tipo general. El
geómetra traza un diagrama, que si no exactamente una ficción, es, al menos, una
creación, y por medio de la observación del diagrama puede sintetizar y mostrar
relaciones entre los elementos que antes no parecían tener una conexión necesaria" (CP
1. 383).
6. Véase la sección B de este capítulo ["Icono, Index, Símbolo"] para los conceptos
de icono, índex y símbolo.
9. Compárese: "... de la misma manera que Aquiles no tiene que hacer la serie de
esfuerzos distintos que se pretende que hace, así este proceso de formar el juicio
perceptual, por el hecho de ser subconsciente y por tanto sometible a un criticismo
14
lógico, no tiene lugar en actos separados de inferencia, sino que el acto se ejecuta en un
proceso continuo" (CP 5. 182).
15. Die Schule der Chemie, parte I, § 6 (Nota de los eds. de los CP). La
importancia de este texto es que Peirce lo manejó de muy joven, estando aún en la
escuela, poniendo de manifiesto la importancia de la química en toda su elaboración
teórica (cf. n. 2 del cap. VII de esta selección. ["Temas del pragmaticismo"])
17. A. Quételet (1796-1874), Lettres sur la théorie des probabilités, "3me lettre" (N.
Eds. CP). "Haciendo m = 0, se ve que este punto de vista supone que la probabilidad de
un acontecimiento totalmente desconocido es 1/2; o que de todas las teorías sometidas a
examen la mitad son verdaderas. De hecho, sabemos que aunque no se proponen teorías
a menos que presenten alguna decidida plausibilidad, ni mucho menos la mitad resultan
ser verdaderas. Pero para aplicar correctamente la doctrina de las probabilidades
inversas es necesario saber la probabilidad antecedente del acontecimiento cuya
probabilidad está en cuestión. Ahora bien, en pura hipótesis o inducción, no sabemos
nada de la conclusión antecedente a la inferencia de que disponemos. La mera
ignorancia, sin embargo, no nos permite avanzar hacia conocimiento alguno; por lo
tanto, es imposible que la teoría de las probabilidades inversas dé correctamente un
valor a la probabilidad de una conclusión puramente inductiva o hipotética. Ya que no
puede hacerlo sin asignar una probabilidad antecedente a esta conclusión; de manera
que si esta probabilidad antecedente representa mera ignorancia..., no puede hacerlo en
absoluto" (CP 2.744). La proposición de Leibniz expresa una creencia viva, y, por tanto,
15
relativa a cuestiones de interés práctico real; mientras que la de Quételet es
estrictamente teórica, pareciéndose, todo lo más, a una creencia en tanto afirma una
doctrina, aun cuando una teoría sólo lo hace provisionalmente. Doctrina ésta, por lo
demás, que "(c)omparada con una creencia viva no es más que un fantasma" (cf. CP 5.
60). En este parágrafo Peirce establece un análisis en torno al principio de Ockham,
entia non sunt multiplicanda praeter neccesitatem, en su validez como criterio teórico y
en su sinsentido como criterio práctico, para ilustrar la misma conclusión que aquí
expone en la comparación entre Leibniz y Quételet.
20. "La teoría darwiniana parece particularmente apta para explicar la génesis de
los instintos útiles. No puedo evitar pensar que la supervivencia del más apto jugase un
papel considerable en el desarrollo de aquellos instintos. Con todo, en lo que respecta a
salvar la distancia entre el más elevado bruto y el hombre más primitivo, estoy
convencido de que el crecimiento natural, la selección natural, no podría haberlo
realizado en un millón de años. Ahora bien, el enorme período de tiempo requerido por
los geólogos no lo conceden los físicos. Unos pocos miles de años es lo más que
podemos aceptar para la transformación de un decidido bruto en un hombre decidido,
con el don del lenguaje. Que sepamos, no ha ocupado más de unas pocas generaciones.
De la misma manera, convertir a un hombre primitivo, con un intelecto como el de un
[habitante de las islas] Andaman, o como un pigmeo africano, en un ser como el de un
primitivo egipcio, por medio de la selección natural requeriría seguramente cientos de
miles de años. Todo muestra que los geógrafos físicos tienen razón al decir que la
cualidad del intelecto de pueblos diferentes se debe en buena parte a su entorno. Pero
sea cual sea el efecto que produce el entorno sobre las especies, lo que vemos es lo que
consigue en unas pocas generaciones" ("Lecture IX: Post-Hellenic to the Fifteenth
Century", Lowell Institute Lectures, en Historical Perspectives ..., 237-257, p. 240).
23. Véase, por ejemplo, Kritik der reinen Vernunft, A7, B10, 11 (N. Eds. CP).
16
28. L. Euler (1707-1783). Los famosos diagramas se encuentran en Lettres à une
princesse d'Allemagne (1768). La observación de Peirce es dudosa desde la publicación,
en 1903, de diagramas en Leibniz.
29. J. H. Lambert (1728-1777). Véase su Neues Organon, I, pp. 111 ss. [Lepzig,
1764] (N. Eds. CP). Lambert es un continuador de la lógica de Leibniz, que desarrolla la
idea de un cálculo no cuantitativo, anticipando así una clara lógica de relaciones.
Aunque sin olvidar que los escritos lógicos de éste no se publicaron hasta después de su
muerte, y los más importantes hasta 1901 en una edición de L. Couturat.
30. E. Schröder (1841-1902), Vorlesungen über die Algebra der Logik (Exakte
Logik), III, 12 (N. Eds. CP). Se sitúa en la tradición lógica de Boole, culminando en
cierta manera ésta, pero sin entrar en la fundamentación lógica de la matemática. Cosa
que harán sus contemporáneos, Frege, Peano y el mismo Peirce.
31. Dedekind (cf. n. 39 del cap. IX de esta selección [en "Verdades vitalmente
importantes"]).
33. Para la idea de interpretante cf. sección B de este capítulo ["Icono, Index,
Símbolo"].
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