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Luis Kancyper
“Es estimulante que la adolescencia esté activa y haga oír su voz, pero los
esfuerzos adolescentes que hoy se hacen sentir en todo el mundo deben ser
enfrentados, deben cobrar realidad gracias a un acto de confrontación.
EÉsta debe ser personal.
Los adultos son necesarios para que los adolescentes tengan vida y vivacidad.
Oponerse es contenerse sin represalia, sin espíritu de venganza, pero con
confianza (...) .
.... que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos a ver el
mundo de una
manera nueva; pero que allí donde esté presente el desafío de un joven en
crecimiento,
haya un adulto dispuesto a enfrentarlo. Lo cual no resultará necesariamente
agradable. En la fantasía inconsciente, éestas son cuestiones de vida o
muerte”.
D.W. Winnicott
El desprendimiento de la autoridad parental es una operación necesaria
pero también angustiante del desarrollo humano, y puede ser obstaculizado
cuando en el vínculo padres e hijos prevalecen relaciones indiscriminadas, en
las cuales el otro no es considerado diferente ni separado.
Precisamente es la falta de ese otro discriminado lo que deniega el
enfrentamiento y la confrontación intergeneracionales.,
La confrontación generacional representa una de las vías principales para
estudiar de qué manera las relaciones de poder “fabrican” sujetos e instauran
una multiplicidad de técnicas de constricción reversibles, que se despliegan
asimétricamente y en dos direcciones: desde los padres hacia el hijo y desde
eéste hacia los progenitores. Una de estas técnicas estaría representada por el
uso y abuso del Eros, del amor, que sofoca el espacio discriminado del otro
mediante un solapado manejo de poder-seducción; otra sería ejercer el poder-
sumisión para rellenar toda carencia, toda falta, todo apremio objetivo en los
hijos, lo que impediría que manifestasen el odio y la agresividad. El odio y la
agresividad son dos emociones y mociones fundamentales que posibilitan la
admisión del otro como exterior a uno, y que operan, además, como condición
necesaria para que se instale una tensión entre los opuestos, y así se despliegue
el movimiento dialéctico de la discriminación y la oposición entre las
generaciones.
El padre “cucharita”
Abel es un adolescente de 20 años que presenta un severo déficit de
identidad.
Es el hijo preferido de sus padres y el nieto predilecto de los abuelos.
Los negocios del padre llevan únicamente su nombre de pila, y él ha efectuado
una elaboración masoquista de su lugar y condiciones preferenciales.
Estos son algunos de sus comentarios en sesión:
Mi papá es un pendeviejo. Se la pasa compitiendo conmigo en la ropa,
en el corte de pelo, en los deportes y hasta con las minas. Pero para mí es un
padre cucharita porque no corta ni pincha.
Mi papá se pone a nivel nuestro. Yo parezco una persona adulta y él
parece un pendeviejo, parece mi hermano.
Yo no quiero un padre-hermano; quiero que cumpla el rol de padre.
Quiero que sea más serio. Siento que está invadiendo lo que me pertenece. No
me gusta la competencia con él. Yo siento que él la provoca. Él tiene 52 años
y nos hace sentir que somos tarados, y con ironía nos dice: “Yo corro ocho
kilómetros y ustedes no hacen ningún deporte”.
Algo pasa que mis hermanos y yo nos borramos del club, y que además
ninguno de nosotros está en pareja. Él se cree que es el más piola. Me
avergüenza mi papá.
Fin de la iIngenuidad
La adolescencia es una de las etapas más importantes del ciclo vital humano,
representa un momento trágico en la vida:” “el fin de la ingenuidad”.
El término ingenuidad denota la inocencia de quien ha nacido en un lugar del
cual no se ha movido, por lo tanto, carece de experiencia.
Ingenuo es: lo primitivo, lo dado, lo heredado y no cuestionado. Deriva de
la raíz indoeuropea gn¿es así?¿o es gen? que significa a la vez conocer y
nacer.
La adolescencia es un momento trágico, porque en esta fase del desarrollo
humano se requiere sacrificar la ingenuidad inherente al período de la
inocencia de la sexualidad infantil y el azaroso lugar ignorado del juego
enigmático de las identificaciones alienantes e impuestas al niño por los otros.
.Estas identificaciones deberían ser develadas y procesadas durante este
período, para que el adolescente alcance a conquistar un conocimiento, un
inédito reordenamiento de lo heredado y así dar a luz un proyecto propio
desiderativo sexual y vocacional. Proyecto que, una vez logrado, estructurará
y orientará su identidad, y que, al ser asumido con responsabilidad por
él, pondrá fin a su otrora posición: la de una ingenua víctima pasiva de la
niñez.
Sostengo que “lo que se silencia en la infancia suele manifestarse a gritos en la
adolescencia”, y además considero que resulta necesaria la revalorización,
aún mucho más de lo que se ha hecho hasta el presente, de la cualidad de
flexibilización al cambio psíquico albergado en el período de la
adolescencia; porque es en esta nueva etapa de desarrollo , en donde se
producen las transformaciones psíquicas, somáticas y sociales que posibilitan
al sujeto la aparición de una mutación psíquica estructural, en medio de un
huracán pulsional y conflictual.
2. El adolescente se afana por descorrer los velos que tapizaron la verdad del
pasado del mundo de los adultos al que intenta corregir, para asistir al alba de
unos tiempos nuevos.