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Posguerras en Argentina

Bragoni, Beatriz y Mata de López, Sara (2007). “Militarización e identidades políticas en la revolución
rioplatense”. En Anuario de Estudios Americanos, 64, 1, enero-junio, pp. 221-256.

Objetivo: “este trabajo propone explorar estos procesos de construcción de identidades políticas a
partir de la militarización y la guerra experimentadas en las jurisdicciones de las provincias de Salta
y Cuyo integradas al virreinato rioplatense a partir de 1776”

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Otero, Hernán (2009). La guerra en la sangre: Los franco-argentinos ante la Primera Guerra Mundial.
Buenos Aires, Sudamericana.

Los inmigrantes y diplomáticos franceses en argentina después de la guerra mundial


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Fradkin, Raúl (2009). “Tradiciones militares coloniales. El Río de la Plata antes de la revolución”. En
Flavio Heinz (comp.). Experiências nacionais, temas transversais: subsídios para uma história
comparada da América Latina. São Leopoldo, Editora Oikos, pp. 74-126.

Objetivo: “Mi objetivo es indagar las tradiciones militares que se forjaron en el espacio rioplatense
durante la época colonial. Se trata de un acercamiento inspirado por una preocupación de mucho
mayor alcance y que excede las posibilidades de esta presentación: develar la naturaleza y las
características de las fuerzas beligerantes que intervinieron en el ciclo guerrero abierto en el Río de
la Plata entre las décadas de 1810 y 1870 para comprender mejor las posibilidades de intervención
política de los sectores sociales subalternos y la incidencia de la guerra y de las tradiciones militares
en la configuración de sus culturas políticas”.
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Di Meglio, Gabriel (2007). “La guerra de independencia en la historiografía argentina”. En Manuel
Chust y José Antonio Serrano (eds.). Debates sobre las independencias iberoamericanas. Madrid,
AHILA-Iberoamericana-Vervuert, pp. 27-45.

Objetivo: “Intentaré delinear las posibles causas de ello mientras realizo el recorrido por las visiones
sobre el conflicto. Me centraré en las principales producciones sobre la cuestión en el último medio
siglo, con ánimo de trazar un panorama que no busca ser exhaustivo (y no voy a incursionar en el
vasto terreno de las discusiones acerca de la revolución iniciada en 1810, de la cual la guerra fue
una consecuencia). Pero para explicar el derrotero historiográfico del tema en estas últimas décadas
es indispensable remontarse mucho más atrás, a dos momentos clave de la formación del
paradigma sobre la cuestión: la aparición de la Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre al cumplirse
los tres cuartos del siglo XIX y la edición de una Historia de la Nación Argentina encargada por el
Estado nacional entre fines de la década de 1930 y principios de la siguiente” (5).
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Rabinovich, Alejandro (2009). “La gloria, esa plaga de nuestra pobre América del Sud”. En Nuevo
Mundo Mundos Nuevos, Debates, julio.

Van juntos.
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Rabinovich, Alejandro (2013). Ser soldado en las Guerras de Independencia, La experiencia cotidiana
de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824. Buenos Aires, Sudamericana.
Objetivo: “Este libro, en cambio, se interesa por cómo vivieron esos soldados. Cómo comieron,
cómo durmieron, cómo lucharon, con la idea de que al reconstruir ese espacio de vida que fueron
los ejércitos revolucionarios podamos tal vez recuperar una parte del sentido con el que una
generación se sacrificó entera en los campos de batalla. Así, del cuartel a la pulpería y del
campamento al frente de combate, al filo del análisis los verdaderos protagonistas de la guerra irán
apareciendo de cuerpo entero. Con ellos irá emergiendo también una perspectiva diferente de la
gesta nacida con la Revolución de Mayo, aquella que terminó dando origen a lo que es hoy la
República Argentina”. Experiencia de guerra. “Partimos de la idea que la militarización de la
sociedad y la experiencia de la guerra, llevadas más allá de una cierta duración y una cierta
intensidad, generan efectos muy profundos y duraderos en los modos de sociabilidad de una
población dada. La vivencia personal del combate, el recurso sistemático a la violencia, la
desarticulación progresiva de los medios pacíficos de subsistencia o la concepción extremadamente
jerárquica del poder y de la autoridad son elementos propios al estado de guerra que generan un
objeto de estudio específico cada vez mejor delimitado tanto por historiadores como por
antropólogos”.

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Dalla-Corte Caballero, Gabriela (2015). La Guerra del Chaco. Ciudadanía, Estado y Nación en el siglo
XX. Asunción, Prohistoria - Intercontinental Editora.
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Paz, Gustavo (2008). “ ’El orden es el desorden’. Guerra y movilización campesina en la campaña de
Jujuy, 1815-1821. En Raúl Fradkin y Jorge Gelman (comp.). Desafíos al Orden, Política y sociedades
rurales durante la Revolución de Independencia. Rosario, Prehistoria, pp. 83-101.

Objetivo: “Güemes construyó su poder mediante la extensión de la protección y la compensación


material a los habitantes de la campaña movilizados, los gauchos. La movilización de amplios
sectores rurales terminó quebrando relaciones sociales establecidas en el periodo colonial entre la
elite y la población rural basadas en el arrendamiento, el peonaje, la provisión de crédito y la
administración de justicia por parte del cabildo. La guerra desató tensiones sociales y étnicas que
habían estado contenidas desde la colonia. Las elites de Salta y Jujuy toleraron dificultosamente el
sistema de Güemes sólo porque las urgencias de la guerra lo hacían necesario y lo legitimaban. El
régimen de Güemes contaba además con el apoyo del Directorio y el Congreso pues el gobernador
salteño actuaba como una sólida barrera contra las invasiones españolas en las provincias del norte.
Las medidas de Güemes que más irritaban a la élite eran la excención del pago de arriendos otorgada
a los gauchos a manera de compensación por sus servicios militares y la extensión del fuero militar
que los sustraía de la jurisdicción civil.

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Manero, Edgardo (2014). Nacionalismo(s), política y guerra(s) en la Argentina plebeya: 1945-1989.
San Martín, Universidad Nacional de Gral. San Martín-UNSAM EDITA.

Objetivo: “La intención del presente consiste en analizar el rol del nacionalismo(s) en el surgimiento
y la legitimación social de la violencia política en la Argentina durante la segunda parte de un siglo
XX; período marcado por el fenómeno peronista y la Guerra Fría. Una enunciación más concreta
remite a sus representaciones y prácticas estratégicas, a su cultura. Su tratamiento se revela útil
para cotejar las diversas expresiones del nacionalismo y establecer diferencias y semejanzas” (13).
“El libro intenta contribuir a la comprensión del proceso histórico-cultural de los nacionalismos y su
relación con la violencia en la Argentina mediante el análisis de sus representaciones y prácticas
estratégicas. Buscamos entender las particularidades del nacionalismo a nivel estratégico en
Argentina, así como su vinculación con la militarización de la escena política. Nos cuestionamos con
respecto a la universalidad y la particularidad de los esquemas mediante los cuales se instituye a un
“otro” negativamente, por el cual se le confiere un tinte de amenaza” (13).

“aunque el objetivo principal del trabajo responde a ese oxímoron constituido por la “militarización
de lo civil”, la referencia a la institución militar es inevitable. Esto se explica por cuatro razones.
Primero, por su responsabilidad en el empleo de la violencia. Segundo, por la especificidad de las
Fuerzas Armadas, en cuanto institución que tiene la defensa de la nación como su razón de ser y
goza del derecho, dado por el Estado, a una “violencia legítima”. Tercero, por la interrelación
estrecha entre las Fuerzas Armadas y lo político en el siglo XX: el pensamiento militar participó en
la historia de las ideas políticas en Argentina. Cuarto, por la circulación permanente entre las
organizaciones políticas nacionalistas y los militares, que no se circunscribe a las influencias
reciprocas. Miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad que se reivindican como nacionalistas
y civiles nacionalistas que participan o apoyan a gobiernos militares caracterizaron el siglo XX
argentino” (18).

Cuando habla de estrategia, separación entre nosotros-ellos, habla de “dimensión estratégica


supone la necesidad de incorporar al discurso sobre el poder el discurso de la guerra” (19) – empleo
y propuestas de empleo de la violencia de grupos nacionalistas argentinos.

Estrategia y política. “Nuestro abordaje de lo estratégico consistente en interpretar las prácticas


políticas violentas mediante la relación con sus condiciones sociales e históricas de posibilidad y
desarrollo es de un orden que podríamos denominar transdisciplinario. El objetivo de este abordaje
es la formulación de una “teoría política” –lo estratégico es constitutivo de lo político–, con
basamentos empíricos, inscripta en una temporalidad larga (…) Esto implica analizar los conflictos y
los hechos de violencia como elementos prioritarios de las relaciones sociales, culturales y políticas,
y orientar la mirada hacia las formas concretas de su manifestación, situadas local e históricamente.
Lejos de privilegiar el hecho violento en detrimento del social, el análisis estratégico lo reintroduce
en la misma naturaleza del poder. Es la utilización o la posibilidad de la utilización de la fuerza lo que
da a lo estratégico toda su especificidad. El recurso a la misma confiere al campo de análisis
estratégico su significación y lo diferencia de otros dominios de lo político.” (25).

Linda cita: “Las guerras deben ser pensadas como un problema filosófico de magnitud. Plantean
cuestiones sobre las instituciones, la naturaleza humana –los debates estratégicos suelen no
escapar de un debate sobre la “esencia” negativa o positiva del hombre–, las relaciones
intersubjetivas y sobre la cuestión constitutiva y esencial de lo político: el poder” (26).

“La elaboración de la experiencia violenta en Argentina –y no solo la científica– debe superar, por
un lado, el relato despolitizador de la guerra. Por otro, cuestionar una interpretación dualista,
tendiente a afirmar política y guerra no como dos órdenes esencialmente distintos, sino como
principios supremos irreductibles y antagónicos” (31).

Condiciones en cultura política posibilitadas por la guerra de Malvinas: “Sin negar la importancia
de las transformaciones compartidas con otras sociedades occidentales, las modificaciones
operadas en Argentina son incomprensibles sin la consideración de una serie de instrumentos de
regulación violenta de la sociedad, gestados desde mediados de los años setenta. Como resultado
de las transformaciones desarrolladas entre la dictadura cívico-militar y el fin de los años ochenta,
se han producido profundos cambios en el imaginario social, que involucran la relación público-
privado, política-sociedad y Estado-mercado. En este marco, el nacionalismo, tal como había sido
construido en Argentina, parece volverse arcaico.
Dichas transformaciones resultan de los efectos pedagógicos de tres mecanismos de regulación
violenta de la sociedad: el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas y la hiperinflación. En su
interacción, dichos mecanismos constituyen formas de disciplinamiento social. Si bien la
introducción, en la historia argentina del siglo XX, de una nueva escala de masacre posee una
dimensión particular, los tres mecanismos se retroalimentan, por lo que son perfectamente
complementarios. El terrorismo de Estado, la hiperinflación y la guerra de Malvinas han significado
la desarticulación de la fuente de legitimidad del Estado, denominador común de los tres
fenómenos.
Los efectos pedagógicos afectaron las banderas históricas del peronismo y colaboraron, en un nuevo
contexto internacional, en ese ensayo de refundación que reposa en un conjunto de principios
estructurantes de la “civilización global”, inspirado por representaciones anglosajonas y contrarias
a los preceptos propios de la cultura política nacionalista operado en la década de los noventa. La
refundación civilizacional que impulsó el menemismo implicó un ejercicio radicalmente opuesto no
solo a la cultura política peronista, sino también a una parte importante de la cultura política
argentina” (37).

Se diferencia de Palermo en que el nacionalismo adquiere especificidad en coyuntura y actores,


no tienen una regularidad que abreva en imaginarios como dice Palerm, su común acuerdo sería
lo estratégico: “si el nacionalismo muestra una tensión entre formas antagónicas de concebirlo,
todas sus manifestaciones coinciden en pretender ser portadoras de un proyecto de redefinición de
una nación que perciben amenazada, por lo que se arrogan la condición de defensoras de los
intereses de la patria. Su historia es una historia estratégica” (41). Plantea “corrientes”, integrista,
populista y jacobina (que fusiona marxismo con nacionalismo) como conceptos instrumentales,
ideales, estilísticos.

Capítulo 10. Memorias, disciplina y refundación


Hay un inicio de ruptura de la lectura militar de la política, que se expresa en las miradas del pasado
y en los discursos. Violencia guía discursos pero está ausente en la práctica política (465).

Dos demonios. “La “teoría de los dos demonios” más que una manera de percibir el fenómeno de
la violencia, participa de una puesta en escena que intenta producir la sensación de una oposición
absoluta entre guerra y política. La teoría, en cuanto memoria en el marco de un sistema político en
construcción, muestra claramente la fuerte ideologización de la temática, pero también su función
de disculpa. Ofrecía una visión del pasado en la cual la sociedad y la clase política podían percibirse
como víctimas inocentes” (466).

Despolitización y víctimas. “La figura de “víctima inocente” miembro de una sociedad civil carente
de responsabilidades frente a los hechos de uno y otro lado permitía, por oposición, destacar el
carácter patológico de la represión y de la guerrilla, lo aberrante de toda violencia. La simplificación
interpretativa cargaba con una importante dimensión política. Paradójicamente, esta presentación
de las víctimas de la represión estatal se inscribe en el binomio culpable-inocente propio del
terrorismo de Estado” (469).
“Son las huellas del terrorismo de Estado, de la guerra de Malvinas y de la hiperinflación las que
dieron forma a la sociedad que emerge a fines del siglo XX” (470). Según el autor “se instituyeron
como mecanismos o instrumentos de regulación violenta de la sociedad” via disciplinamiento que
“hace referencia a procesos de origen y de características diferentes, que se apoyan los unos en los
otros, sin estar directamente ligados (…) son análogos en su función de hacer a la sociedad previsible
(…). Constituyeon, en su conjunto, un dispositivo articulado sobre dos momentos: el de la
transformación por la acción violenta –política o económica- y el de la conservación de los cambios
mediante el mecanismo arcaico del recuerdo del espanto” (470). Dispositivo de control social, no
intencional o especulativo, pedagógico, rápido y traumático de “cambio social”: disciplinamiento
foucaultiano, creador de hábitos, heterogéneo.

“Los efectos pedagógicos incidieron sobre cada una de las banderas históricas del peronismo(s): el
terror sobre la “justicia social”, la hiperinflación sobre la “independencia económica” y la guerra de
Malvinas sobre la “soberanía política”, ideas que fueron abandonadas. (…) Los efectos pedagógicos,
ayudaron a convencer a la sociedad de que cirtas demandas, como justicia social y soberanía, eran
inviables, que el problema era el nivel de demanda y de expectativas de ciertos sectores con lo que
la idea de una sociedad igualitaria y autónoma, vinculada en general a los proyectos peronistas, se
desarticula” (475).

“La Guerra de Malvinas y el terror de Estado como mecanismo disciplinarios profundizaron una
tendencia presente en todo Occidente: el agotamiento de las modalidades tradicionales del relato
épico, construido sobre la exaltación del patriotismo y/o de la conciencia revolucionaria. Una
ruptura clara se produjo en la sociedad argentina entre la política y el sacrificio. La legitimación
política del heroísmo ya no es posible, la exaltación patriótica –morir por la patria, por la revolución
o por ideas- aparece como un arcaísmo, y desarticula, así, uno de los elementos de base de la lógica
de la guerra” (476)

En los 80’ “La violencia es desplazada fuera del campo político. El “otro” ideológico no es
considerado ya en una perspectiva “biopolítica” como un animal por abatir o planta por erradicar
(…) sino como adversario que debe ser enfrentado en el espacio público según reglas moderadoras
de la hostilidad. (…) La lógica de guerra como representación y la violencia como forma de resolución
y de arbitraje de los conflictos políticos fueron superadas. Subsisten huellas importantes, pero que
ya forman parte de otra lógica y de otras guerras, que se integran en un contexto nacional e
internacional diferente que demandas nuevos métodos punitivos” (491).

“El carácter épico de la política estaba inexorablemente unido a una concepción noble y heorica de
la guerra y de la política como binomio. Es el fin de esa retórica que vinculaba el colectivo de
identificación con el sacrificio supremo, desarrollado por una sociedad en la que la práctica política
exponía constantemente a ciertos militantes al riesgo de la muerte. La lógica de guerra había
asociado estrechamente la actividad y el compromiso político con el riesgo de muerte violenta. La
separación de la acción política del peligro de muerte y el fon del compromiso político estructurado
por el espíritu de sacrificio son parte del mismo proceso de transformación de la política” (491)

“La “madurez” de la sociedad política, que renuncia a las pulsiones de muerte y desactiva la lógica
de guerra abdicando de todo cuestionamiento del statu quo- tanto social como internacional-, debe
ser interpretada en el marco del disciplinamiento que resulta de un conjunto de interacciones
sociales dadas por los efectos pedagógicos de esos tres mecanismos disciplinarios o instrumentos
de regulación violenta de la sociedad, que han sido el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas y
la hiperinflación. Dichos mecanismos han provocado una transformación en la manera de pensar y
de interpretar la realidad que tiene implcaciones en todos los planos de la relación Estado-Sociedad.
Con esas transformaciones se agotan no solo un conjunto de las representaciones y prácticas
políticas y estratégicas, sino también una cierta forma de ser nacionalista. No se puede ya usar de
la patria y del territorio ni de sus enemigos como en el pasado. La “Argentina”, la “patria”, la
“identidad nacional”, significantes que nadie puede reivindicar como de su sola propiedad, salieron
del campo partidario para entrar en el universal. El peronismo(s) no es más el depositario absoluto
de esas nociones” (492-493).

Me gusta como “modelo” de escritura.

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