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ARTE GRIEGO ARCAICO

Generalidades

En su sentido más amplio, el término «arcaico» puede aplicarse a todas las formas
del arte griego a partir del colapso de las culturas de la Edad del Bronce de
Micenas y Cnossos, hacia el final del siglo XII de C. (véase Arte Egeo) y hasta las
invasiones persas del 480-479 a. de C. Durante estos seis siglos se desarrollaron
continuamente técnicas y convenciones artísticas variaron los objetivos; pueden
distinguirse numerosas fases con características notablemente diferentes. Lo que
las une y las distingue del Período Clásico posterior, mucho más breve (480-330 a.
de C.) es una diferencia de actitud. Donde los artistas arcaicos se mostraban
abiertos —luchando por un entendimiento completo de las formas que pretendían
representar (en particular la forma humana), así como buscando un conocimiento
técnico de los materiales que empleaban, asimilando ideas nuevas y métodos
procedentes del exterior—, el arte del Período Clásico había absorbido ya todo
que necesitaba y se mostró introspectivo y autosuficiente. El progreso en el trabajo
del bronce es típico de los avances técnicos que ocurren durante el Período
Arcaico. Desde comienzos del siglo VIII aparecen las primeras figurillas,
generalmente vaciados de una pieza, pero a veces elaborados con secciones
forjadas de las que los ejemplos más conocidos son el grupo de figuras
masculinas de pie de Dreros, en Creta (ahora en el Museo de Heraclion). Hacia el
final del siglo VI. los griegos habían aprendidos a vaciar estatuas huecas de
tamaño natural o aun mayores mediante el proceso de la cera perdida. En
escultura tallada se produjo un progreso a partir de las pequeñas figuras de piedra
caliza del siglo VII, que todavía dejan traslucir sus antecesores de madera, hasta
llegar las estatuas monumentales de kouroi (jóvenes) y korai (doncellas) talladas
en duro mármol en el siglo VI y después. El estímulo inicial vino por el contacto
con Egipto, pero el desarrollo subsecuente fue rápido, y los historiadores del arte
lo ordenan con facilidad, porque aquellos escultores avanzaban por etapas, sin
renunciar nunca al conocimiento anterior adquirido. En la pintura de vasos, este
período comienza con una tradición de trabajo en patrones solamente; las
primeras figuras geométricas del siglo VIII eran esquemáticas y estilizadas. Hacia
el 500 a. de C., con la llegada de la técnica de las figuras rojas, se conocía ya la
representación en tres cuartos y quedó abierto el camino para la solución
completa de los problemas del dibujo. Porque éste fue un período durante el que
se desarrollaron las técnicas y tradiciones fundamentales para el arte clásico
griego y, como consecuencia, para todos los períodos posteriores que partieron de
él.

Precursores: Estilos Submicénico y Protogeométrico.

Este estilo submicénico se mantuvo durante siglo y medio, pero en el 1050 a. de


C. se produjo un cambio dramático. El repertorio consistía sobre todo en bandas y
líneas horizontales, a menudo en grupos de dos o tres, y círculos o semicírculos
concéntricos aplicados con compases y una brocha múltiple. Estos patrones
sencillos condujeron a diseños más variados del posterior estilo geométrico, por lo
que a este período se le suele denominar “protogeométrico”.

Estilo Geométrico.

Alrededor del 900 a. de C. se produjo otro gran paso hacia adelante, hacia el estilo
geométrico propiamente dicho. Desaparecieron algunos de los viejos motivos,
como los círculos concéntricos. En un principio se establecieron dos métodos
básicos de decoración: la repetición de un solo motivo para crear un friso
continuado en torno al vaso, dispuesto de forma coherente con su contorno, y, en
el siglo VIII a. de C., frisos de paneles, estrechos y anchos, en los que un diseño
elaborado, podía servir como elemento vertical para acentuar áreas concretas.
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Estilo orientalizante (e. 725-590).

Durante el siglo VII a. de C. se intensifica la tendencia a romper la rigidez


geométrica.

La influencia de las culturas orientales sobre los griegos se extendió más allá de
las artes y los oficios visuales y no quedó limitada a un nivel intelectual, pero es a
través de las artes como podemos seguirla con mayor facilidad, incluso en la
mitología.

La reacción de los griegos al estímulo oriental fue esencialmente selectiva, pero


pueden distinguirse dos grandes tendencias: primero, la de Corinto y la mayoría
de las ricas ciudades dóricas del Peloponeso, y segundo, la de Atenas. las
ciudades jónicas de Asia Menor y Creta dórica, Rodas y Argos. Los artistas
geométricos corintios no habían desarrollado una fuerte tradición figurativa, pero
poseían una excelente decoración lineal fina, especialmente de vasos pequeños, y
por ello eran más receptivos a las artes importantes del Oriente Próximo y
desarrollaron su propio estilo protocorintio con notable rapidez y seguridad.

Los temas típicos del arte Protocorintio eran los frisos de animales y monstruos,
entremezclados con decoración floral, derivación directa de fuentes orientales.

La estatua «monumental» más antigua que ha subsistido completa es la de una


mujer, consagrada en Delos por Nicandro de Naxos (c. 625 a. de C.). El escultor
de Nicandro utilizó las convenciones superficiales de los dedálicos porque para la
figura femenina no conocía otras.

Para la figura masculina, el tipo egipcio, de pie con una pierna hacia adelante y las
manos cerradas a los lados del cuerpo, proporcionó un modelo adecuado. Fue
utilizado por los forjadores de bronce griegos desde comienzos del siglo VII. Pero
las de kouroi (jóvenes) completas más antiguas son las que constituyen un notable
grupo descubierto en Atica (610-590 a. de C.).

Los griegos también derivaron de los egipcios la noción de arquitectura


monumental, utilizando al principio madera y después piedra caliza y mármol. El
comienzo de la arquitectura monumental tuvo importantes efectos sobre la pintura.
Tanto las esculturas como las construcciones griegas se habían visto ya
embellecidas con pinturas, pero los edificios grandes daban ahora pie a una
pintura «libre», y en esta etapa se decoraban a veces las metopas de los edificios
dóricos con escenas pintadas.

El Período Arcaico Superior (c. 590-530 a. de C.).

El Período Arcaico Superior fue la época de los Tiranos, déspotas benevolentes


que generalmente llegaban al poder como paladines de los mercaderes y
artesanos en contra de la aristocracia terrateniente.

Otro estilo distintivo fue el «calcídico», probablemente manufacturado en el sur de


Italia por emigrantes procedentes de Eubea entre el 550 y el 510 a. de C. El estilo
Corintio Final había sido muy popular, pero ahora declinaba: el estilo animal
estaba efectivamente muerto en el 550 a. de C., pero el estilo de la figura humana
tuvo bastante más éxito.

Durante el siglo VI, los vasos áticos a veces fueron firmados por el alfarero o el
pintor (que podría haber sido el mismo), o por ambos por separado. El desarrollo
del vaso ático avanzó de forma uniforme a partir del 580 a de C.
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En la escultura, el desarrollo del kouros a partir de la figura cuadrangular hacia


formas tratadas de manera más naturalista constituye nuestra guía más clara
sobre la creciente seguridad y habilidad del escultor y también del broncista.

En general, las artes menores siguieron las mismas tendencias que la pintura de
vasos y la escultura durante el siglo VI, desarrollándose desde una estilización
angular y pautada hacia formas naturalistas redondeadas.

El Período Arcaico Posterior (530-480 a. de C.).

Los años 530-480 a. de C. asistieron a cambios considerables en Grecia a medida


que los tiranos eran sustituidos por democracias y la expansión persa era
contenida en las batallas de Maratón (490), Salamina y Platea (480-479 a. de C.),
pero en el mundo del arte este Período Arcaico Posterior mostraba simplemente
una continuación de las tendencias de los cincuenta años anteriores, en estilo,
técnica y temática, aunque, debido a progresos concretos, la escultura y la pintura
de vasos merecen especial atención.

ARTE CLASICO GRIEGO

Generalidades

EL arte clásico griego ocupa el período que va desde la derrota de los ejércitos
invasores persas (480-479 a. de C.) hasta la ascendencia de Alejandro Magno
(330 a. de C.). Tradicionalmente es más conocido que el arcaico, pero los
problemas presentados por la supervivencia de los ejemplares artísticos vienen a
ser los mismos: prácticamente ningún resto de material orgánico, poco bronce y
no mucha escultura original en mármol. Aunque la mayoría de los edificios
públicos y privados se construían de piedra, subsisten más esculturas que de
tiempos anteriores en forma de copias romanas, gracias a la pasión romana por
las obras clásicas. Con la decadencia de la pintura de vasos como arte importante
tras el siglo V, perdemos el estrecho contacto que teníamos con el desarrollo de la
pintura griega, porque muy poco queda si exceptuamos adaptaciones de la pintura
de vasos y los artistas romanos.

El término «arte clásico» se refiere normalmente al arte ateniense, excepto quizá


en escultura.

Escultura

Los escultores de comienzos del período clásico (c. 480-450 a. de C.) hicieron
pleno uso del conocimiento del cuerpo humano que habían alcanzado los artistas
de finales del período arcaico. El resultado quedó recogido en las tallas del templo
de Zeus en Olimpia (construido c. 470-456 a. de C.).

El sentimiento y la individualidad se transmiten, como es característico de este


período, mediante la postura y el gesto más que por la expresión facial.

La otra muestra importante de la escultura arquitectónica de este cuarto de siglo


son las metopas de Selinonte (Templo E), en Sicilia (Museo Nazionale, Palermo; e.
470-460 a. de C.). En esta época, de Atenas sólo nos han llegado relieves votivos
y conmemorativos (por ejemplo, la llamada Atenea Matutina de la Acrópolis, e. 460
a. de C.; Museo de la Acrópolis, Atenas).

Conocemos los nombres de varios escultores importantes, tales, como Critios y


Nesiotés, Pitágoras, Calamis y Mirón, y está claro que todos experimentaban con
los nuevos conocimientos anatómicos y técnicos.
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El famoso Zeus de bronce en posición de arrojar su rayo (o más probablemente,


Poseidón lanzando su tridente), hallado en el mar frente a Artemision (Museo
Nacional de Atenas), constituye un original del mismo tipo, unos 15 años más
joven. Pero el nombre de Fidias es el que sobresale. Tenemos buena idea de su
estilo a través de las esculturas del Partenón de Atenas (construido e. 449-432 a.
de C.), sobre cuyo diseño ejerció control general. Por lo menos aquí podemos
examinar una obra original del siglo V, mientras que la mayoría de sus otras
estatuas tan sólo las conocemos por copias, a menudo en pequeña escala.
Sin embargo, el Peloponeso, especialmente Argos, mantuvo su propia tradición,
con figuras más grandes y bastante más pesadas. Su exponente más conocido
fue Policleto, contemporáneo de Fidias. Su estilo se aprecia de forma óptima en
copias de su Diadúmeno(c. 440-430 a. de e.) y de su Doríforo (e. 450-440 a. de
C.), que venían a ilustrar su desaparecido libro sobre la proporción humana ideal,
el Canon.

La primera mitad del siglo IV se ve en la obra de artistas como Praxíteles (fi. 370-
330 a. de C.), hijo (?) y heredero artístico de Cefisodoto. Fue un escultor prolífico e
influyente, y se le han atribuido muchas copias romanas. La procedencia de su
Hermes de Olimpia de la Paz está clara, pero la postura es más sinuosa y
relajada.

Terracota

El término «arte menor» quizá sea más propio aplicarlo a las figuras de terracota
que a cualquier otra forma del arte griego, porque con ellas la escultura desciende
a menudo a un nivel doméstico. El conservadurismo general debe explicarse por
los propósitos bastante domésticos para los que se hacían las terracotas: como
ofrendas votivas, como decoraciones para el hogar y como juguetes.

Bronces

A lo largo de todo el Período Clásico se hicieron estatuas de bronce. Se vaciaron


grandes obras por el procedimiento de la cera perdida, añadiéndoseles luego ojos
de cristal y pestañas de plata. El auriga de Delfos constituye un notable ejemplo
de los comienzos del período (Museo de Delfos). Las obras caras más pequeñas
se hacían de marfil (en su mayoría ya desaparecidas) o de bronce, generalmente
macizas, pero siguiendo las convenciones de la escultura mayor.

Oro, plata y joyería

Tras las Guerras Médicas, la producción de joyas de oro y plata aumentó


considerablemente, aunque estos metales no se utilizaron para espejos ni vasos
de perfumes. Hasta el 450 a. de C. las formas más populares fueron las vasijas
rituales tradicionales. Para finales del siglo V, casi todos los objetos de plata de
Grecia estaban consagrados en santuarios y tesoros de los templos. El arte de la
joyería se desarrolló plenamente durante el Período Clásico, y llegaron a
dominarse las técnicas de la filigrana y el granulado. Nuestras fuentes principales
a este respecto vuelven a ser las márgenes del mundo griego. Entre los elementos
más populares figuran gran variedad de pendientes, guirnaldas, collares —muchos
con colgantes— y brazaletes, pequeñas placas repujadas para coser a la ropa y
anillos.

Gemas y anillos

Los anillos lisos existieron siempre, pero el Período Clásico se caracterizó por una
creciente popularidad de los anillos con engastes de metal o de piedras, similares
a las modernas sortijas de sello. En las excavaciones controladas se han
encontrado más gemas clásicas que arcaicas, la figura más relevante es la de
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Dexamenos de Quíos, que firmó cuatro escaraboides (piezas en forma de


escarabajo sagrado egipcio) atribuidos al tercer cuarto del siglo V.

Monedas

No resulta sorprendente que los mismos artistas tallaran algunas veces tanto
gemas como cuños de moneda. A menudo son difíciles de deducir vínculos
estilísticos entre ambos, pero de vez en cuando un mismo artista firmaba ambas
formas, como es el caso de Frigilos (una gema y cuños de moneda para Siracusa,
Thurium y Terina). La mayoría de las ciudades identificaban sus monedas con
inscripciones, así como con sus propias divinidades y símbolos, como, por
ejemplo, la magnífica decadracma de Siracusa, 405 a. de C., firmada por Cimón,
que representa al delfín de Siracusa y a la ninfa Aretusa, y por el reverso una
carroza.

Arquitectura

Las tradiciones arquitectónicas del Período Arcaico se prolongaron en el Clásico,


con una tendencia general hacia una mayor elegancia y también mayor
refinamiento en los detalles, como, por ejemplo, la curva del estilóbato y de las
columnas (éntasis). El plano del templo griego permitía una gran variedad de
dimensiones y de organización espacial, como se desprende del estudio de
cualquiera de los numerosos templos erigidos durante los siglos V y IV, desde los
grandes complejos dóricos como el Partenón (447-438 a. de C.) hasta las
pequeñas y elegantes estructuras jónicas como el Templo de Atenea Niké (427-
424 a. de C.), ambos en la Acrópolis de Atenas.

El mármol era el material normal en el continente y este de Grecia, pero en Italia,


Sicilia y a veces también en el continente, se utilizaba piedra caliza cubierta de
estuco. Se coloreaban detalles, por ejemplo los capiteles, y los templos
generalmente estaban decorados con esculturas. Aristóteles atribuye a Hipodemo
de Mileto, que hizo los planos del Pireo en el 450 a. de C., la invención del plano
cuadriculado.

La característica más llamativa de la arquitectura griega es su uniformidad. Dos


templos de estilo dórico, incluso en el caso de que fueran erigidos con varios
cientos de años de separación, serán siempre, por lo regular, similares en su
trazado y también se corresponderán entre sí en casi todos los elementos de sus
respectivas fachadas. Las principales diferencias radicarán en las proporciones de
las diversas partes, más bien que en sus formas. Este ceñirse con exactitud a
convenciones estrictamente rígidas es una de las características generales del
arte griego, pero en el caso de los templos es justamente donde destaca con
mayor claridad. Siglos de cuidada modificación del perfil y la proporción hicieron
de la arquitectura griega en su apogeo, dentro siempre de unos límites fijados de
antemano, quizá la más perfecta que jamás se haya ideado.

Tan sólo dos sistemas de columnas junto con sus vigas y cornisas
correspondientes constituyen el elemento decorativo de casi todos los edificios
griegos a partir del siglo VI hasta el siglo 1 a de J. C.: los órdenes arquitectónicos
dórico y jónico.

También durante el siglo VII los arquitectos griegos adoptaron sus métodos
característicos de construcción, con unos impecables bloques de piedra de sillería,
unidos sin mortero. Aun cuando algunas veces se emplearon grapas metálicas
para añadir mayor seguridad a la edificación, la estabilidad de las paredes y las
columnas depende, fundamentalmente, del peso, así como de la juntura, muy
apretada, de los grandes bloques. Pesadas tejas de arcilla cubrían los techos,
poco inclinados y a dos aguas.
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El Partenón, de estilo dórico, nos muestra las proporciones preferidas durante el


período ateniense de Pericles, e incluye, de modo deliberado y consciente,
algunos elementos de orden jónico. También incorpora los bien conocidos
«refinamientos», es decir, aquellas pequeñas variantes que se separan de la traza
regular, de las líneas verticales y de las horizontales: así, la plataforma sobre la
que se alzaban las columnas está ligeramente abombada; las columnas,
inclinadas ligeramente hacia adentro, y las que sirven de esquineras, un poco
engrosadas.

El templo era el tipo más prestigioso de edificación, y la insistencia en imponer sus


formas características a una gran variedad de edificios diversos sirvió de estímulo
para poder llevar a cabo una serie de experimentos y ensayos arquitectónicos con
medias columnas (de fuste partido), pilastras y otras variantes, experimentos todos
que ofrecieron a los períodos históricos posteriores unos modos de expresión
arquitectónicos ricos y flexibles para poder ser utilizados por las civilizaciones
posteriores.

Pintura y Mosaicos

Con la excepción de unas cuantas lápidas pintadas, a menudo reducidas a meros


esbozos, prácticamente no nos ha llegado ninguna pintura libre anterior al 350 a.
de C., la mayoría de las pinturas eran murales, sobre paneles de madera o a
veces argamasa, y se han perdido los edificios que adornaban. Polignoto de Tasos
(475-447 a. de C.) fue considerado el «inventor» de la pintura. Decoró varios
edificios de Atenas, a veces en colaboración con el ateniense Micón, pero sus
obras más famosas fueron la Toma de Troya, y el Infierno en el lesche (casino) de
los cnidios en Delfos. Se han descubierto mosaicos de finales del siglo V y del IV
en un número considerable de casas de Olinto y en lugares como Olimpia y
Alejandría, así como en Macedonia. Se hacían con guijarros naturales, negros,
blancos y multicolores. La técnica del cubo (y con ella el sombreado) no se
introdujo hasta después de las conquistas de Alejandro Magno, y por ello los
mosaicos clásicos presentan un efecto lineal inicial afín a la pintura de vasos. Los
temas son los mismos de las demás artes.

Pintura de vasos

La evacuación y el saqueo persa de Atenas en el 480 a. de C. ejercieron un efecto


bien poco considerable sobre los alfareros y decoradores de vasos, y los primeros
vasos clásicos muestran una continuación ininterrumpida de las tendencias de
finales del Período Arcaico. El artista más destacado del estilo libre (c. 450-420 a.
de C.) fue el Pintor de Aquiles, notable especialmente por sus lekythoi blancos,
sobre los que ya se estaban aplicando más siluetas de color y mates. Su estilo
posee una serena grandeza períclea, en la que su discípulo el Pintor de Phiale
introdujo una vivacidad doméstica.

En la figura roja del siglo IV pueden apreciarse dos tendencias distintas: el estilo
ornamental, surgido de las floridas tradiciones de artistas como el Pintor de
Meidias, que gustaba de las líneas gruesas y la vestimenta de patrones densos
con abundancia de añadidos blancos y amarillos. A partir de c. 350 a. de C., unos
cuantos artistas se propusieron combinar lo mejor de ambas tradiciones en el
estilo «Kerchs. El pelike del Pintor de Marsias (Museo Británico de Londres) lo
ilustra bien: trazado limitado, pero bastante incompleto de detalles y pliegues, uso
deliberado del blanco para recalcar figuras prominentes; una composición
alineada, bastante emotiva, pero donde las figuras en giro subraya sutilmente la
forma del vaso sin competir con él.

Durante el siglo V a. de C., el artista más relevante fue el Pintor de Sísifo, que
impulsó las dos tradiciones del siglo IV: el estilo sencillo, tipificado por el Pintor de
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Tarporley y su escuela, que duró hasta el final del siglo, disminuyendo su calidad a
medida que aumentaba la cantidad; y el estilo ornado, cuyo apogeo se dio en la
escuela del Pintor de Darío (c. 320-325 a. de C.), que produjo enormes vasos
elaborados, con mucho colorido, especialmente blanco, amarillo y rojo. A partir de
esto, y desde c. 360, evolucionó en Tarento el estilo Gnatiano, que utilizaba
únicamente colores añadidos y no la figura roja.

Conclusión

Una fecha convenida como «fin del arte Clásico» es el advenimiento de Alejandro
de Macedonia en el 336 a. de C., pero el arte no llegó de hecho a su fin entonces,
como les gustaba pensar a los antiguos. En lugar de ello, había alcanzado un
punto de absoluta seguridad técnica que abría paso a experimentos en materia de
proporción humana de escultores como Lisipo y a las correspondientes fantasías
barrocas de la escultura y la arquitectura helenísticas. Con la decadencia de la
ciudad-estado, el individuo adquirió mayor importancia, como aparece reflejado en
el aumento de los retratos genuinos y su corolario, los grotescos y caricaturescos,
en el contexto artístico más «humanizado». En la pintura, esto supone la
decadencia de la pintura de vasos ante la pintura libre, que podía ofrecer emoción
y carácter, y ante los vasos de plato y oro la joyería, exigida por los ostentosos y
ricos, que los alfareros tan sólo podían imitar en un nivel más humilde en cerámica
sencilla esmaltada de negro. Desde luego, el arte griego estaba preparado para
adaptar y utilizar los nuevos conceptos traídos por las conquistas de Alejandro.

ARTE GRIEGO HELENISTICO

Generalidades

Helenístico es un término cronológico que se aplica al arte producido en el mundo


griego desde la segunda mitad del siglo IV a. de C. hasta probablemente el siglo 1
a. de C. En el 336 a. de C. Alejandro Magno se coronó rey de Macedonia. Durante
su breve y brillante carrera, la influencia griega se extendió mucho más allá de sus
límites anteriores; por el Este hasta el Indo, y desde Crimea hasta Egipto. En toda
esta extensa área se desarrollaron el comercio y el intercambio cultural,
estimulando así una nueva inspiración artística.

Escultura

Ya en el 350 a. de C. se pueden apreciar ideas claramente nuevas en la tumba


construida para Mausolo, rey de Caria, en Halicarnaso: el Mausoleo original. Esta
recargada construcción, una gran estructura piramidal, fue profusamente adornada
con esculturas en redondo y en relieve, obra de cuatro escultores: Scopas,
Timotheos, Leocares y Bryaxis, y de dos arquitectos: Pithios y Satyros. Aunque
existe una intensa polémica sobre la responsabilidad y los detalles de la
construcción, el artista dominante fue probablemente Scopas.

Una de las piezas en redondo del Mausoleo, un hombre alto y bien vestido,
posiblemente un miembro de la familia de Mausolo (British Museum, Londres), es
una precursora de otro desarrollo importante del Período Helenístico: el retrato. A
partir de Alejandro, el retrato se hizo muy popular, y la fama del héroe estimuló la
demanda de retratos de personas vivas. El artista más destacado en este género
fue Lisipo, a quien se confiaron los retratos escultóricos oficiales de Alejandro.
Desgraciadamente no subsiste ninguna de sus obras originales, así que es
imposible evaluar con precisión la cualidad ideal de que seguramente dotaría a su
obra. Procedente de Sicione, mantenía ser autodidacta, aunque reconocía la
influencia de Policleto, disfrutó de una prolongada carrera de 50 años, que
comenzaron c. 360 a. de C., e influyó profundamente en artistas posteriores. En su
Apoxiomeno (copia en los Museos Vaticanos, Roma) vemos a un atleta
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rascándose (para quitarse el aceite con que se ungían) con una estrígila. La
postura es momentánea, con los brazos levantados en una dirección diferente a la
del cuerpo, ante el pecho el brazo izquierdo. La figura está pensada para
contemplarla desde cualquier ángulo, lo que constituye una característica común a
otras obras de Lisipo.

Atenas tenía su Partenón, y Pérgamo debía tener algo equivalente: el Gran Altar
de Zeus y Atenea (Museo de Pérgamo, Berlín), probablemente (aunque no con
certeza) construido por artistas de diversas nacionalidades para Eumenes entre el
180 y el 160. El Altar recuerda a un templo no sólo por el uso de esculturas para
ilustrar acontecimientos nacionales, sino también en detalles. La figura de Atenea
que aparece en el frontón oriental del Altar, por ejemplo, es semejante a la que
hubo en el frontón occidental del Partenón.

A partir del siglo II en adelante, una clase de escultura especialmente popular fue
el desnudo o semidesnudo femenino, presumiblemente de Afrodita, con los
hombros delgados y cadentes, busto pequeño y anchas caderas. La Afrodita de
Melos (Milo) (Louvre, París) es uno de los ejemplos más famosos. Se trata de una
figura de pie de más de 2 metros de altura y su cuerpo sigue un complicado
retorcimiento, dirigiéndose la parte superior hacia la izquierda y las caderas hacia
la derecha, lo que se ve subrayado por el manto que rodea sus piernas.

Figurillas de terracota

El primer tipo, las figurillas de Tanagra, que toman su nombre de los cementerios
de Beocia donde se encontraron en enormes cantidades, eran ofrendas favoritas a
los muertos. Hechas en Atenas y en muchos otros centros de Italia, Asia Menor y
otros lugares, fueron extremadamente populares en todo el mundo griego desde el
340 hasta el 200 a. de C. Las figurillas de Tanagra eran sobre todo femeninas,
completamente vestidas y representaban escenas de la vida cotidiana, aunque de
vez en cuando algunas podían interpretarse como una diosa, musa (quizá con un
instrumento musical) o Afrodita semidesnuda.

Estatuillas de bronce

Las estatuillas de bronce fueron muy populares, ya se tratara de copias de


esculturas importantes para sólo decoración, ya de retratos de poetas y filósofos
destinados a sus admiradores, o bien de gobernantes, como clara lisonja. Como
en la escultura mayor, la viveza era lo más importante, y se reflejaba en nuevas
posturas dramáticas sensacionales. El Poseidón de Loeb (Staatliche
Antikensammlungen, Munich), por ejemplo, muestra un dios en una postura de
desasosiego bastante teatral, y las proporciones de esta figura recuerdan mucho
la obra de Lisipo.

Obras en metal

El único centro de manufactura conocido con seguridad era el sur de Italia,


especialmente Tarento, que exportó muchísimo, aunque también deben de
haberse hecho este tipo de artículos en otros puntos. Uno de los ejemplos más
refinados es la crátera utilizada como recipiente cinerario en una tumba de
Derveni, Macedonia (probablemente a finales del siglo IV a. de C.; Museo
Arqueológico, Tesalónica). Durante el período helenístico se trabajó mucho más
en oro y plata, no sólo para los gobernantes, proverbialmente ricos, sino también
para particulares opulentos que hallaban en ellos una útil inversión. Se llegó a
disponer de más metal cuando se explotaron los recursos revelados por las
conquistas de Alejandro.
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Joyería

La joyería también floreció con la prosperidad de este período, estimulada por la


disponibilidad cada vez mayor de materias primas. La mayor parte de nuestros
ejemplos proceden de tumbas, en las que la costumbre de enterrar conjuntos
completos de joyas con los muertos testimonia la riqueza del momento. Lo mismo
que ocurría con otros trabajos hechos en metal, la joyería se realizaba en muchos
lugares y, aunque no podemos aislar estilos individuales, hay dos centros que
parecen haber sido importantes: Alejandría y Antioquía. La talla de gemas para
anillos se convirtió en un arte importante, y los granates y las amatistas ovalados
adquirieron especial popularidad. Eran bastante comunes los retratos, y otras
escenas más ambiciosas muestran la influencia de la escultura contemporánea en
lo que se refiere a temas mitológicos o temas más cotidianos.

Arquitectura

El eclecticismo que caracterizó a la joyería helenística fue igualmente


característico de la arquitectura. Los viejos órdenes se desintegraron, y sus partes
se trataron como intercambiables, mientras que el jónico y el corintio se
desarrollaron a expensas del menos decorativo dórico. Se puso de moda la
extravagancia, y en ninguna obra se ve tan claramente como en el templo jónico
de Apolo en Dídima (300 a. de C.), con su deliberada diversidad de basas y
capiteles, ricamente decorados con diseños mitológicos, abstractos, de animales y
de plantas.

Pintura mural

Los ejemplos que subsisten de la pintura mural helenística son provincianos e


inferiores. Para obras de primera fila dependemos de copias y adaptaciones
romanas, sobre todo procedentes de Pompeya y Herculano, donde muchas son
mediocres, probablemente producidas bajo contrato a partir de toscas copias.

Las tumbas y las casas privadas helenísticas tenían paredes estucadas y


pintadas. Estas paredes de las casas constituían un cambio natural para
composiciones con figuras, probablemente pintadas por lo común sobre tablas. A
medida que fueron mejorando las técnicas de composición en la pintura, se
hicieron más importantes los entornos físicos de las figuras, tanto interiores como
exteriores.

Mosaicos

El arte del mosaico prosperó y se hizo más ambicioso. Tenemos muestras de la


obra de finales del siglo IV y siglo III en las casas de Pella, en Macedonia, cuyos
bien conservados mosaicos de guijarros constituyen nuestra fuente fundamental.
Los mejores son del siglo III. Se utilizaban grandes guijarros en sencillos diseños
geométricos que abarcaban grandes áreas de suelo, sobre todo en blanco, gris y
verde, de modo semejante a los sencillos patrones que se contemplan en el suelo
de algunas tumbas macedónicas.

Alfarería

Dado que los artistas disponían de tanto campo para otras actividades, los estilos
tradicionales de pintura sobre alfarería griega sólo sobrevivieron durante el periodo
helenístico en objetos especiales, para ritos funerarios quizá, o bien para premios
atléticos. Únicamente en el sur de Italia continuó encontrándose la figura roja para
el mercado local hasta poco después del 300 a. de C., beneficiándose de la
reducción de la competencia de las importaciones atenienses.

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