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Gens Togata, la toga romana y su simbología

"Marco Varrón nos informa, basándose en su propia autoridad, que la


lana en la rueca y el huso de Tanaquil estaban guardados aún en su
tiempo en el templo de Sanco; y asimismo en el santuario de Fortuna
había una toga regia plisada confeccionada también por ella y que
había sido usada por Servio Tulio." (Plinio, Historia Natural, 8, 194)
La toga la heredaron los romanos de los etruscos y la convirtieron de un
simple pedazo de tela de lana para cubrirse, en un símbolo de status y
poder social. Fue utilizada por los reyes romanos y Virgilio llamó a los
romanos gens togata, como símbolo de pueblo civilizado.
Era una prenda imprescindible en la magistratura y en las ceremonias
religiosas. Durante el Alto Imperio fue el atuendo de gala ineludible
para todo ciudadano romano en cualquier manifestación de carácter
cívico. Siempre que el romano estuviera fuera de su casa debía vestir la
toga, en los juegos, los discursos y visitas importantes. Era muy normal
que se estrenaran togas en los festivales.
Cuando el emperador u otro personaje insigne oficiaban una ceremonia
religiosa se cubrían la cabeza con la toga y eran así representados
(capite velato).
Una vez entrada la República las togas empezaron a distinguir no solo a
los ciudadanos romanos de los no romanos, que no podían llevarla, sino
también a los patricios de los plebeyos y a los nobles entre ellos.
Los antiguos romanos luchaban con la toga, pero la echaban para atrás
y la ataban alrededor del cuerpo a la moda de los Gabino, lo que dio
lugar a la denominación cinctus Gabinus. Por su incomodidad en la
batalla se fue dejando de lado y se sustituyó por otros mantos o capas.
El cónsul llevaba su toga praetexta en esta forma cuando abría el
templo de Jano.
La toga, palabra derivada del verbo tegere (cubrir) era una pieza de tela
semicircular de lana blanca de varios metros de diámetro.
Se cree que en la época anterior a la república la toga podía ser una tela
rectangular que con el tiempo iría haciéndose más redondeada hasta
llegar a ser un semicírculo que necesitaba de ayuda para colocarla.
Según Quintiliano la toga era redondeada, aunque ahora parece ser que
la iconografía demuestra que podía ser trapezoidal. La toga podía medir
de largo unas tres veces la altura de un hombre adulto excluyendo la
cabeza y su anchura media era igual a dos veces la misma longitud. Al
vestirla se doblaba primero la toga a lo largo, y el vestido doble que se
originaba así se colocaba en pliegues sobre el borde recto y se echaba
sobre el hombro izquierdo. La toga cubría todo el lado izquierdo e
incluso arrastraba por el suelo considerablemente. Entonces se tiraba
del otro lado de la espalda y del brazo derecho, echándose de nuevo los
extremos sobre el hombro izquierdo hacia atrás. Se tiraba una vez más
de la parte del traje que cubría la espalda hacia el hombro derecho para
añadir riqueza a los pliegues. El sinus es la parte de tela frontal que
nacía del pliegue que pasaba por debajo del brazo derecho y que
colgaba del lado inferior.

Uno de sus pliegues formaba un nudo (umbo) que se formaba por los
pliegues a la altura del estómago.
“Que las bandas caigan rectas indican poco cuidado, se observa
negligencia. Los modales de los que tienen la banda ancha deben ser
adecuados a la tradición. Es de mayor agrado que la toga quede con un
volumen correcto y tenga una buena caída, ya que de otro modo
resultará excesivamente redundante. Su parte anterior queda
perfectamente si termina a media pierna, la posterior un poco más alta
de la cintura. El sinus queda muy bien si está algo por encima del
cinturón del cinturón de la túnica, y nunca por debajo. El que va en
oblicuo desde debajo del hombro derecho al izquierdo como una banda
que no se estrangule ni cuelgue. La parte de la toga que se pone detrás,
que sea más corta: así, en efecto, se sienta uno mejor, y se mantiene sin
desparramarse. También se debe levantar una parte de la túnica, de
modo que no moleste en el brazo con el movimiento. Entonces el sinus
hay que ajustarlo al hombro, cuyo borde exterior se ha de mantener
alejado. No conviene que cubra el hombro y todo el cuello, pues
entonces el vestido quedará ajustado y echará a perder la gracia que
hay en la parte del pecho. El brazo izquierdo debe levantarse hasta
donde haga un ángulo normal, sobre el que las dos aberturas de la toga
afirmen con regularidad.” (Quintiliano)
La toga más sencilla de los primeros tiempos era más estrecha y se
ceñía al cuerpo mucho más, por tanto, era imposible un doblez ancho
de la parte que llega hasta el hombro izquierdo desde el brazo derecho
cruzando el pecho.
La toga de periodos posteriores con sus ricos pliegues cubriendo todo el
cuerpo impedía cualquier movimiento rápido que pudiera haber
desordenado su cuidadosa disposición y era incómoda para moverse
entre la gente o a la hora de hacer discursos. Para producir estos
pliegues y darles cierta consistencia, el esclavo encargado de la
vestimenta (vestiplicus) usaba trozos de madera entre los pliegues y
pequeños pesos de plomo cosidos a la parte inferior para darles una
forma más definida. Además, conservar su blancura conllevaba muchos
cuidados y procesos de blanqueado que en seguida la desgastaban y la
dejaban inutilizable.
Marcial describe en uno de sus epigramas cómo su toga blanca pierde
el color y está ya desgastada:
“Ésta es la famosa toga tan cantada en sus libritos, la que mis lectores
conocen muy bien y le tienen cariño. Antes fue de Partenio, regalo
memorable de un poeta. Con ella iba yo como un caballero digno de ver,
mientras era nueva, mientras resplandecía esplendorosa por la pureza
de la lana y mientras hacía honor al nombre de su donante (Partenio
significa virginal). Ahora, vieja y difícilmente aceptable para un
pordiosero tiritando de frío, podría uno llamarla “nívea” con pleno
derecho.” (Marcial, IX, 49)
Macrobio, un escritor de la baja antigüedad, al describir los trabajos de
un dandy, Hortensio, nos ofrece una estampa divertida de lo complejo
que resultaba el traje formal romano:
“Para salir bien vestido, comprobaba su aspecto en un espejo, y así
colocaba la toga sobre su cuerpo reuniendo los pliegues con un grácil
nudo, colocándolos no de cualquier manera, sino con cuidado, de modo
que el sinus quedara dispuesto cayendo hacia abajo, subrayando su
contorno. En una ocasión, después de haberlo colocado todo con
especial cuidado, denunció a un colega que se había rozado con él en
un paso estrecho, destruyendo la estructura de su toga. Consideró un
crimen que los pliegues de su toga se hubieran movido de su lugar
preciso sobre su hombro”. (Macrobio, Saturnales, 3, 13, 4)
En un principio la toga la utilizaban tanto los hombres como las
mujeres, pero éstas más adelante la reemplazaron por la palla. Las
mujeres que vestían una toga eran mujeres de poca moral,
generalmente, prostitutas que comunicaban así su oficio. Las mujeres
divorciadas por adulterio también eran obligadas a ponerse una toga.
En los primeros tiempos se ponía sobre el cuerpo desnudo, sin túnica
por debajo, posteriormente, entre algunas familias patricias se seguía
esta tradición.
La toga como traje nacional romano solo les estaba permitido llevarla a
los ciudadanos libres. Un extranjero que no tuviera plena posesión de
los derechos de un ciudadano romano no podía atreverse a aparecer
con ella. Incluso los romanos desterrados estaban excluidos de llevarla
en tiempos imperiales. La aparición en público con un traje extranjero
se consideraba un desprecio a la majestad del pueblo romano.
“El mismo vestía una clámide escarlata, pero cuando estaba en Roma y
las ciudades de Italia siempre llevaba la toga.” (Historia Augusta,
Alejandro Severo)
En la ceremonia matutina de la salutatio en la que el cliente iba a casa
del patrón a presentar sus respetos y recibir algún obsequio, el cliente
era obligado a vestir la toga y llevarla a todos los lugares a los que
acudía con su patrón, foro, teatro, baños, como símbolo de la posición
social e importancia del señor, que se hacía acompañar de varios
togados en su séquito.
“Me invitas por tres denarios y me mandas que, bien de mañana,
vestido con la toga, haga antesala, Baso, en tu atrio; después, que me
pegue a tu lado, que abra paso a tu palanquín, que vaya contigo a visitar
más o menos a diez viudas. Gastada está, desde luego, mi pobre toga y
no vale nada y es vieja; pero no me compro una, Baso, por tres
denarios." (Marcial, Epis. IX, 100)
Las togas diferían por el color, por su adorno y por las circunstancias
en las que se llevaba:
Toga virilis o pura: Era la toga que todo ciudadano romano comenzaba a
utilizar al llegar a la mayoría de edad. Era de su color natural, sin
adornos ni tintura.

Toga candida: La toga alba era blanca y cuando se utilizaba por los
candidatos a una oficina pública se le llamaba candida, ya que era
tratada con tiza (creta) para darle un color blanco que resaltase la
pureza de sus intenciones.
Toga praetexta: se llamaba así por el borde púrpura que se le ponía. La
llevaban los niños hasta alcanzar la mayoría de edad. El niño al llegar a
los dieciséis años la cambiaba por la toga virilis. Las niñas la llevaban
hasta que contraían matrimonio. También era el traje oficial de todos
los magistrados que tenían derecho a la silla curul y a las bandas, los
censores también la llevaban. Los sacerdotes y otros cargos la llevaban
mientras desempeñaban su cargo oficial.
“Tulio Hostilio, el tercer rey de los romanos, una vez vencidos los
etruscos, fue el primero que estableció que en Roma se tuvieran la silla
curul y los lictores; la toga picta y la praetexta, que eran insignias de los
magistrados etruscos. Ahora bien, en aquella época la praetexta no se
utilizaba en edad infantil, pues, como lo demás que he enumerado, era
un vestido de honor.” (Macrobio, Saturnales)

Toga picta: Su nombre se


debe al dibujo que llevaba
bordado y la vestían los
generales victoriosos durante
sus desfiles triunfales;
también en tiempos
imperiales los cónsules que
entraban en su cargo, los
pretores en la pompa circensi
y los tribunos del pueblo en
la fiesta de la Augustalia. Se
llamaba capitolina por ser el
traje de fiesta del Júpiter
Capitolino. El senado la
regalaba a los nobles
extranjeros.
La toga purpura, se
diferenciaba de la picta por
estar completamente teñida
de púrpura, pero no llevar
dibujos. Se utilizaba por los
antiguos reyes y también por
algunos emperadores.

Polibio describe las togas que llevaban los personajes insignes en las
procesiones funerarias:
"Estos hombres llevan, además, toga bordada de púrpura (pratexta), si
la máscara (del difunto) corresponde a un cónsul o pretor, toga púrpura
(purpurea), si se trata de un censor y toga bordada de oro (picta), si se
trata de alguno que obtuvo un triunfo." (VI,53)
Una toga sucia se llamaba sordida y al que la llevaba se le consideraba
desaseado y desordenado (sordidati), aunque en los juicios el acusado y
su familia llevaban sus togas oscurecidas para imitar la toga pulla, que
estaba reservada a los ritos religiosos funerarios. Durante el servicio
religioso los asistentes vestían una toga pulla (negra o gris), pero se la
quitaban para asistir a la comida que se servía posteriormente.
“Me gustaría preguntarte qué tenías en mente cuando te presentaste en
el banquete de mi amigo Quinto Arrio vestido con una toga pulla. Antes
del banquete tú viste al señor y sus amigos vestidos con la toga pulla,
pero no les viste así vestidos durante la comida.” (Cicerón, Contra
Vatinio)
Toga contabulata: Se llevaba en forma de banda cruzada al pecho y se
puso de moda durante el reinado de Filipo I y se llevó durante los siglos
III y IV d.C.
Es muy posible que muchos ciudadanos estrenaran una toga nueva
durante los festivales más importantes y los más humildes podían
blanquear las viejas. La toga de lana gruesa se llamaba pexa y la
gastada o fina se conocía como trita o rasa, que se utilizaban más
frecuentemente en verano. La toga de los más ricos y nobles era más
fina y más larga (laxior) que la de los más pobres. La toga más basta se
llamaba crassa o pinguis.
En el Bajo Imperio la toga, por su incomodidad, dio paso al pallium o
palio, manto más cómodo y sencillo, incluso en ceremonias oficiales. El
palio ya era la prenda típica de filósofos y otras profesiones.
"No hay nada más conveniente que el palio, incluso si es doble, como el
de Crates. No se pierde tiempo al ponérselo, porque el único esfuerzo
que requiere es cubrirse con algo suelto." (Tertuliano, De Palio)
Bibliografía:
www.yorku.ca/.../cv/.../ch%201%20Edmondson.pdf, Public Dress and Social
Control in Late Republican and Early Imperial Rome, Jonathan Edmondson.
dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/95275., APROXIMACIÓN AL ESTUDIO
DE LAS ESCULTURAS DE TOGADOS EN HISPANIA. Luis Baena Alcázar.
museosorolla.mcu.es/pdf/piezames_junio2011.pdf, El togado romano del
segundo jardín, Andrea López Azcona
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, Jerome Carcopino
The world of Roman costume, Judith Lynn Sebesta y Larissa Bonfante, Google
Libros

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