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EL ESTUDIANTE DE BACHILLERATO FRENTE AL PERFIL DE

INGRESO A LAS CARRERAS DE INGENIERÍA


F. BARRERA GARCÍA; PROFESOR DE CARRERA TITULAR C F.I. UNAM; franciscobganfei@yahoo.com.mx
J. VELÁZQUEZ TORRES; PROFESOR DE CARRERA ASOCIADO C F.I. UNAM; juanveto@hotmail.com
S. R. ARZAMENDI PÉREZ; JEFE DE SECCIÓN ACADÉMICA DE ÁLGEBRA LINEAL, F.I. UNAM;
serarz@comunidad.unam.mx

RESUMEN
En esta ponencia se pretende hacer un análisis de la problemática que enfrenta el estudiante de
bachillerato para cubrir el perfil de ingreso que se le exige para estudiar una carrera de ingeniería. Se
abordará esta problemática considerando las diferentes aristas que presenta el problema, buscando con
ello crear un espacio de reflexión, análisis y discusión sobre el tema que permita crear conciencia entre
los asistentes al foro de lo complejo de la problemática y se siembre la inquietud de la búsqueda de
soluciones a la realidad que enfrenta cada Institución de Educación Superior. Se concluirá la ponencia
con una serie de sugerencias y recomendaciones generales que podrían contribuir a la solución del
problema planteado. 

INTRODUCCIÓN 
El problema de la educación en la formación profesional del ingeniero es multifactorial.
Resulta complicado el verdaderamente impactar de manera favorable en algunos factores
que no se encuentran en nuestras manos como los problemas sociales, culturales o
económicos a los que se enfrentan tanto profesores como estudiantes.
Es entonces tarea de todos el prestar atención al problema para proponer acciones parciales,
desde distintas perspectivas, de manera que la suma de ellas sea la que tenga impacto
significativo en el desarrollo profesional de nuestros estudiantes.
En esta ponencia se analiza el perfil y la realidad del alumno tanto al final de sus estudios
de bachillerato como al inicio de su carrera de ingeniería. A partir de este análisis se
proponen acciones tendientes a mejorar el aprovechamiento académico del estudiante.
ANÁLISIS  
Una vez que el alumno ya tomó la decisión de estudiar una carrera de ingeniería, se
enfrenta a una serie de dificultades que, en muchos casos, parecieran estar en su contra para
no lograrlo. En ocasiones esta toma de decisión la hace de manera informada y otras veces
con muy poca información; sea como fuere, la decisión ya está tomada, el estudiante desea
ser ingeniero.
Las dificultades empiezan cuando el alumno conoce el perfil de ingreso que se exige para la
carrera que él eligió. Sin importar la carrera de ingeniería seleccionada o la institución
donde vaya a estudiarla, las exigencias del perfil de ingreso son, en la mayoría de los casos,
muy altas, a grado tal que sería maravilloso que dichas exigencias las cubriesen los
alumnos al momento de su egreso. Resulta difícil aceptar y más reconocer que ni siquiera
muchos de los egresados cumplen con tal perfil. En estos perfiles de ingreso se le señala al
estudiante que debe poseer, entre otros:
1. Sólidos conocimientos de las ciencias químicas y físico-matemáticas.
2. Capacidad para razonamientos analíticos, de síntesis y para la solución de
problemas.
3. Inventiva y creatividad.
4. Capacidad para la toma de decisiones, para observar los fenómenos físicos y lograr
su interpretación.
5. Habilidad para organizar y dirigir grupos de trabajo.
6. Buen manejo de la comunicación oral y escrita en español y manejo del idioma
inglés.
Las preguntas que surgen son: ¿qué porcentaje de los egresados del bachillerato cubren
estos requisitos?, ¿el bachillerato les proporciona o los capacita para alcanzar tales
habilidades?, ¿es razonable siquiera pensar que los estudiantes del bachillerato cubran estos
requisitos?, ¿si el estudiante no posee estas habilidades no debería ingresar a una carrera de
ingeniería? Les dejamos a ustedes dar respuesta a estas interrogantes.
Existen factores internos y externos al alumno que influyen de manera positiva o negativa
en la preparación de nuestros futuros estudiantes de ingeniería. En esta ponencia se hará
hincapié en aquellos factores que influyen de manera negativa en la preparación de nuestros
estudiantes de bachillerato. Lo aquí expuesto aplica esencialmente para el sistema público
de educación media superior en un contexto nacional; sin embargo, mucho de lo señalado
también aplica para las escuelas privadas de este nivel. No es nuestra intención minimizar
los aspectos positivos de las instituciones, de los profesores y de los alumnos que, sin duda
alguna, cada uno de ellos posee. Lo que pretendemos es señalar aquellos factores que,
desde nuestro punto de vista, están afectando no sólo a los estudiantes de ingeniería, sino a
todo el alumnado del bachillerato.
A continuación se enlistarán los aspectos a los que hacemos referencia por cada uno de los
actores principales de esta problemática. Justo y necesario es el señalar que de cada uno de
los aspectos de los que se hará mención, hay siempre sus honrosas excepciones.
ALUMNOS:
1. El desinterés de los estudiantes por lograr aprendizajes. Los alumnos están más
preocupados por acreditar sus materias que por aprender realmente sus contenidos,
con todas las implicaciones que esto lleva consigo. El acreditar copiando, el
acordeón, seleccionando a los llamados “maestros barcos” y muchos otros recursos
que tienen los muchachos que en ocasiones rebasan nuestra imaginación.
2. La desorientación vocacional del estudiante al tomar la decisión de qué carrera
elegir.
3. No se le da el valor ni la importancia debida al hecho de lograr una carrera
universitaria y muy pocos se detienen en pensar la trascendencia de ello en su vida.
Muchos alumnos asisten a la escuela porque es algo que tienen que hacer, porque
sus padres los mandan. No asisten a la escuela por convicción sino por obligación.
4. Las redes sociales, el fecebook, el twitter, el chat, el correo electrónico, el internet,
etc. en muchos casos se abusa de ellos y se traduce en una gran pérdida de tiempo
para el alumno.
5. La deficiencia de conocimientos antecedentes que va acumulando conforme avanza
en sus estudios. Esto resulta ser un verdadero obstáculo cuando el alumno cursa los
primeros semestres de su carrera.
6. Se le da mayor importancia y significado a la convivencia social en la escuela que al
estudio mismo. Estar con el novio o la novia en lugar de entrar a clase, los amigos,
etc.
7. La irresponsabilidad de algunos jóvenes y la falta de compromiso con sus estudios.
8. Problemas de adicciones.
9. La propia edad por la que atraviesan, la adolescencia. Desajustes hormonales, el
sentir que ya no son tan pequeños y no aceptar tan fácilmente las órdenes de sus
propios padres y menos aún la de sus maestros.
PROFESORES:
1. Con poca habilidad didáctica y sin vocación por la docencia.
2. Con bajos conocimientos sobre la materia o las materias que imparten.
3. Con poco o nulo interés porque sus alumnos aprendan.
4. Irresponsables. Los faltistas, los que siempre llegan tarde, los que no preparan su
clase y llegan a improvisar o los que simplemente se la pasan platicando de todo
menos de la clase, etc. Este tipo de profesores nunca cubren los programas de sus
asignaturas.
5. Que buscan obtener algún beneficio económico de sus alumnos: venta de apuntes o
copias de las notas de clase, venta de libros, los que cobran por pasar a sus alumnos,
los que mandan a sus alumnos a obras de teatro donde el profesor obtiene un
beneficio económico, el que vende cierto tipo de materiales para su materia, etc.
6. Mal pagados. Este hecho, que resulta ser un problema general a nivel nacional sobre
todo en escuelas públicas, propicia que el profesor busque otras fuentes de ingreso
que le permitan cubrir su gasto familiar, provocando con ello que el docente no
disponga del tiempo necesario para atender, como se debe, sus compromisos
académicos. Profesores con muchos grupos, que trabajan en varias escuelas, o bien,
que su fuente principal de ingreso es otro trabajo y la docencia pasa a segundo
término, etc.
INSTITUCIONES:
1. Planes de estudio no actualizados con programas de asignatura sumamente
ambiciosos.
2. Instalaciones inadecuadas: salones, laboratorios, centros de cómputo, bibliotecas,
instalaciones deportivas, sanitarios, etc.
3. Plantas docentes mal conformadas y sin los perfiles adecuados.
4. Escaza o nula formación y actualización de profesores.
5. Fuertes carencias de recursos económicos.
6. Fuertes vicios en el control y supervisión de los docentes.
7. El pase reglamentado o la inadecuada selección de los estudiantes que ingresan a la
licenciatura.
Si a todas esta circunstancias adversas que hemos mencionado, le agregamos aspectos
como: cuestiones de desintegración familiar, la difícil situación económica que viven
muchas familias en nuestro país, la pérdida de valores en la familia, del mismo joven y de
la sociedad en su conjunto, la mala influencia de algunas de sus amistades y los medios de
comunicación, la inseguridad con que se vive actualmente, etc., nos damos cuenta que los
estudiantes no la tienen tan fácil, las circunstancias que están entorno a su adecuada
formación se muestran como una cuestión complicada, donde la solución al problema dista
mucho de ser sencilla, más bien resulta ser un asunto complejo, con muchas aristas que
debemos tomar en cuenta y que en alguna de ellas no podemos hacer nada, pero en otras sí
podemos actuar, es cuestión de identificar en cuáles de ellas podemos incidir y a quién le
corresponde tomar acción sobre ellas.
Dada la complejidad del problema, si se aspira a intentar resolverlo o por lo menos tratar
de allanarle lo más posible al alumno el camino, entonces esto no es trabajo de uno sino de
un trabajo en equipo, pero de un equipo donde el estudiante, los profesores, las
instituciones, la sociedad, nuestros gobernantes y desde luego las familias trabajen de
manera decidida, coordinada, sin titubeos, en una misma dirección y con un único objetivo:
una buena educación para nuestros jóvenes; el forjar buenos alumnos, buenos ciudadanos,
buenos profesionistas, buenas instituciones educativas, buenos docentes. Dejar de lado los
intereses mezquinos personales o de grupo y pensar en el futuro de nuestros jóvenes, de
nuestras familias, de nuestro país.
Las interrogantes que surgen son: ¿será realmente posible lograr esto?, ¿será una utopía?,
¿de qué depende el hacerlo realidad?, ¿está la solución en nuestras manos?, ¿será cuestión
de decidirnos a actuar? Desde nuestro punto de vista la solución sí es posible, todo está en
poner manos a la obra, en actuar de inmediato, en convencernos de que podemos lograrlo.
Y ante la pregunta de ¿Cómo empezar?, la respuesta es clara y evidente, empecemos por
cambiar primero nosotros, pongámonos como ejemplo ante nuestros propios alumnos,
hagamos eco del conocido refrán: “la palabra persuade pero el ejemplo arrastra”, seamos
buenos docentes, comprometámonos con nuestra labor de enseñar pero también con nuestra
función de formar, influyamos en aquellas personas que están a nuestro alrededor, nuestros
compañeros maestros, nuestros alumnos, nuestras familias y nuestras amistades. Si lo
hacemos así cada uno de nosotros, la acción tendría un efecto multiplicador y los primeros
resultados podrían no estar tan lejanos. La tarea no es fácil, pero si no empezamos nunca la
acabaremos, es cuestión entonces de decidirnos a actuar, de trabajar en equipo pero todos
en la misma dirección.
Una buena alternativa que podría ayudar de manera importante en la tarea de modificar
conductas en nuestros estudiantes es vía la tutoría; el tutor podría ser un actor relevante en
esta misión, su trato directo con el estudiante así como las pláticas que puede sostener con
él, podrían servir para inducir un cambio positivo en las actitudes del alumno que le
ayudaran a mejorar su visión de lo que es y representa para su futuro una buena formación.
Quisiéramos dejar explícito en este trabajo nuestro convencimiento y reconocimiento pleno
de que en la gran mayoría de las instituciones de educación del país, existen grandes
maestros que se entregan en cuerpo y alma, día con día y de manera desinteresada a la
noble misión de educar y forjar buenos seres humanos. Grandes maestros que su único
deseo es el poder cumplir con todo lo que es y significa ser un verdadero maestro, de esos
que dejan huella, que marcan la diferencia y dan a sus instituciones un sello de grandeza.
Que bello sería que en nuestras instituciones la gran mayoría de los profesores fueran como
éstos grandes maestros y los otros fuera realmente la excepción. Nos preguntamos si esto
fuera así en todas las escuelas y a todos los niveles, la realidad que vivimos actualmente
con nuestros alumnos sería la misma. Dejamos a ustedes y a su buen juicio la respuesta a
esta interrogante.
El perfil deseado de un estudiante de nuevo ingreso en facultades de ingeniería, en general,
difiere del perfil que realmente presenta. Sin embargo, es común que el profesor de
licenciatura, en particular el de Ciencias Básicas llamado también “tronco común”, suponga
que entre otras características el estudiante de primer ingreso:

‐ cuenta con hábitos de estudio bien desarrollados y definidos tras al menos doce años
de desenvolverse en un sistema escolarizado. Además de que, dependiendo del
bachillerato de procedencia, algunos de los estudiantes realizaron sus estudios
dentro del área de Física y Matemáticas;

‐ ha desarrollado capacidades de síntesis y de análisis que le permiten formular y


resolver problemas a partir del conocimiento de los contenidos de sus asignaturas de
bachillerato y

‐ cuenta con la vocación, el compromiso y la convicción que se requieren para


estudiar una carrera de ingeniería.

Aunque existe un pequeño porcentaje de estudiantes que en alguna medida a desarrollado


estas características, la realidad a la que se enfrentan tanto los profesores como los propios
estudiantes nos presenta un perfil de ingreso diferente a este ideal y que, en contraste, tiene
como algunas de sus características que el estudiante:

‐ no cuenta con hábitos de estudio eficientes o carece completamente de ellos y, en el


mejor de los casos, sus estrategias de estudio son poco eficientes, en el sentido de
que dedica demasiado tiempo al estudio de un tema o de una asignatura sin avanzar
demasiado en ella. El alumno no estudia de manera regular y progresiva los
contenidos de cada asignatura sino hasta el momento que comienza a preparar sus
exámenes. No es extraño encontrar jóvenes de bachillerato que conceden mayor
importancia a actividades de socialización que a las académicas;

‐ está más acostumbrado a la memorización que a la comprensión o el análisis. Tanto


en la educación básica como en el bachillerato predominan los ejercicios de
repetición que, desde luego, tienen muchísimo valor en el desarrollo de habilidades
del estudiante, pero están sumamente descuidadas las actividades que favorecerían
la capacidad comprensión, análisis y síntesis por parte del estudiante;

‐ aunque seguramente ingresa con optimismo a su primer semestre, al darse cuenta de


su realidad, opta por dar mayor importancia a acreditar sus asignaturas que a
aprender y formarse profesionalmente.
Los puntos anteriores describen en gran medida la realidad que deben enfrentar tanto
profesores como alumnos de los primeros semestres en las escuelas de ingeniería y que es
consecuencia de un sistema escolarizado de poca calidad y deficiente.
Pero esa es nuestra realidad, no deberíamos ignorarla y sí partir de ella para
verdaderamente impactar en los índices de aprovechamiento y, por consecuencia, en los
índices de acreditación en cada uno de nuestros grupos. En lugar de ello, parece ser que la
norma es que el profesor opta por dejar solo al estudiante para que vaya transitando y
“madurando” por sí mismo. Suele tacharse de irresponsable o flojo al estudiante que no
logra los resultados deseados en el tiempo programado. Consideramos que actuar de esta
manera no es lo más adecuado, pues se ignoran las condiciones iniciales de trabajo que
existen en el proceso enseñanza-aprendizaje.
La actividad docente en las carreras de ingeniería no debería limitarse a la transmisión de
conocimientos de los contenidos de los programas de asignatura sino al cumplimiento cabal
de los objetivos establecidos en ellos, lo que implica, de manera indirecta, que el profesor
asuma un rol en el que conciba, diseñe e implemente actividades encaminadas a desarrollar
las potencialidades y hábitos de estudio de los alumnos a la par de ir cubriendo el temario;
es decir, además de la actividad docente tradicional el profesor debería ser partícipe de un
proceso de acompañamiento de sus estudiantes.
Entre las actividades que podrían apoyar a nuestros estudiantes, además de promover el uso
de los servicios que ofrecen las facultades de ingeniería, como las asesorías o, en algunos
casos, los talleres de ejercicios están:

‐ La aplicación y revisión de un examen diagnóstico para evaluar los conocimientos y


competencias con que realmente cuenta el estudiante. Las características
particulares de cada grupo varían de semestre a semestre. La evaluación diagnóstica
debe considerarse como una herramienta que permita obtener información del
grupo, para definir acciones concretas que permitan lograr los mejores resultados de
aprovechamiento.

‐ El diseño cuidadoso de las tareas a realizar por los estudiantes: categorizar los
ejercicios de acuerdo a su grado de dificultad, usualmente ir presentando ejercicios
que vayan enseñando o explorando conocimientos que sean útiles para realizar el
siguiente ejercicio. Además, los ejercicios y actividades de que consta cada tarea
deben estar encaminados a cumplir los objetivos de la asignatura.

‐ Incorporar canales de comunicación entre el profesor y el alumno. En particular


procurar dar seguimiento a los estudiantes que, de acuerdo a la evaluación
diagnóstica, requieran de mayor apoyo. La implementación de las Nuevas
Tecnologías de la Comunicación y la Información (NTIC) ofrecen una alternativa
para establecer este vínculo.

‐ Procurar calificar de manera oportuna exámenes y tareas, pues es una de las


oportunidades con las que se cuenta para establecer comunicación entre profesores
y alumnos. Dicha calificación debería ir acompañada de una realimentación para
que el estudiante identifique el tema o los temas particulares en los que requiere
estudiar con mayor profundidad.

‐ Realizar evaluaciones formativas, es decir, las que se dan durante el proceso


enseñanza–aprendizaje para obtener datos parciales sobre los conocimientos y
avances que los estudiantes van adquiriendo. Dicha información permite tomar
decisiones pedagógicas, es decir, acciones sobre la manera de impartir la clase o de
diseñar las tareas y actividades más adecuadas para el grupo.

‐ Invitar a los estudiantes a que establezcan horarios de trabajo, tomando en cuenta el


tiempo de estudio fuera de clase de acuerdo a los créditos que otorga cada
asignatura. En otras palabras, fomentar la autorregulación y la administración del
tiempo.

Las acciones antes citadas tienen por objeto promover que el estudiante adquiera los
hábitos de estudio adecuados compartiendo la responsabilidad que tiene el propio
estudiante en este proceso. Tradicionalmente se espera que el alumno adquiera estos
hábitos por sí mismo y sin ninguna orientación. Por supuesto, muchos de nuestros
estudiantes lo lograrán, como probablemente lo logramos muchos de nosotros, en un
proceso que más bien realizamos de manera empírica.
El proceso de acompañamiento puede derivar en estudiantes que con mayor celeridad
obtengan éxito en el proceso enseñanza-aprendizaje y de paso reducir la deserción de
aquellos estudiantes que se decepcionaron durante esta maduración. Las acciones
propuestas implican actuar, no sólo como profesor, sino también como tutor de nuestros
estudiantes.
Cabe señalar que el seguimiento del desempeño escolar, es decir, el implementar acciones
pertinentes durante el transcurso del ciclo escolar no debe implicar el omitir temas y por
consecuencia no cubrir el temario de la asignatura.
Visto de esta manera, puede antojarse impráctico y hasta imposible el verdaderamente
impactar en los índices de aprovechamiento de nuestros estudiantes. Sin embargo, no
podemos negar que si se contara con todas las condiciones para implementar acciones
como éstas muy probablemente se obtendrían mejores resultados en el índice de
aprovechamiento.
Se acostumbra decir que algunas de estas actividades no son parte de nuestra labor, pero
eso sólo reafirma el hecho de que estamos ignorando la realidad del perfil del estudiante de
nuevo ingreso, pretendiendo obtener buenos resultados a partir de premisas falsas. Incluso,
en el peor de los casos, dando por sentado que como los resultados han sido malos desde
siempre, ese es el comportamiento esperado o “normal” en el rendimiento escolar de
nuestros estudiantes.
Por otro lado, así como el perfil real del estudiante de primer ingreso en las escuelas de
ingeniería difiere del perfil deseado, las condiciones de trabajo y el perfil del profesor de
estos estudiantes difiere también de lo que se esperaría. A pesar de la mejor voluntad y
disposición que tuviera un profesor de asignatura tiene que afrontar una realidad que tiene
entre otras características que:

‐ la implementación de las actividades antes sugeridas implican que el profesor


dedique tiempo adicional al que emplea en la preparación y la impartición de clases
frente a grupo. En general, el profesor de asignatura no cuenta con dicho tiempo
adicional debido a que realiza otras actividades laborales durante el día;

‐ los programas de asignatura están diseñados para alcanzar sus objetivos en el


tiempo justo que el mismo programa señala. La instrumentación e implementación
de actividades adicionales difícilmente podría presentarse en horario de clases sin
afectar al logro de los objetivos de la asignatura; y

‐ en la mayor parte de las escuelas de ingeniería los grupos de las asignaturas de los
primeros semestres son muy numerosos –entre cincuenta y sesenta alumnos en
promedio, en la Facultad de Ingeniería de la UNAM– lo que dificulta los procesos
de comunicación y acompañamiento entre profesor y alumno.

Pero el problema más grande es que, aunque el docente tenga la voluntad de dar
continuidad al proceso de acompañamiento de los estudiantes, a través de evaluaciones
diagnósticas y formativas, y procure establecer canales de comunicación con sus
estudiantes, la verdad es que el profesor difícilmente cuenta con la capacitación para
implementar las actividades apropiadas que tengan impacto contundente en el
aprovechamiento escolar, actuando más por sentimiento que por conocimiento de causa y
efecto.
Considerar estas condiciones implica que no sólo debemos ocuparnos del perfil del alumno
de nuevo ingreso sino también del perfil del propio profesor de asignaturas de los primeros
semestres.
De acuerdo a las ideas expuestas en este documento, para las asignaturas de los primeros
semestres de las escuelas de ingeniería, todo parece apuntar a la necesidad de la
profesionalización de la planta docente.
Dicha profesionalización debe incluir, además de los aspectos académicos propios de la
asignatura, aspectos pedagógicos y de comunicación.
Es decir, una profesionalización que permita efectivamente concebir, diseñar e implementar
actividades bien estructuradas que contribuyan decididamente a mejorar los índices de
aprovechamiento escolar.
Esta profesionalización implica también la dedicación de tiempo completo del profesor a su
labor docente y a la continua actualización.
Históricamente escuelas de ingeniería, como las de la UNAM, han dedicado recursos e
implementado programas para mejorar el rendimiento escolar y a pesar de ello, los índices
de aprovechamiento se mantienen igual. Quizá sea oportuno combatir el problema desde
otra perspectiva, desde la del propio estudiante concebido como individuo.
Parece ser que un verdadero cambio en los resultados que se obtienen deben darse de raíz,
es decir, en concentrar esfuerzos en mejorar las condiciones iniciales de la labor docente,
empezando por el propio profesor.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Son muchas las conclusiones y recomendaciones que podemos hacer; sin embargo, nos
enfocaremos en aquellas que, desde nuestro punto de vista, podrían tener mayor impacto.

‐ Como se mencionó en el cuerpo de la ponencia, la primera medida que podemos


tomar es el lograr un cambio en nosotros mismos como docentes, tratar de ser como
esos grandes maestros que dejan huella, comprometernos con los alumnos y con
nuestra institución en lograr y forjar buenos estudiantes y buenos seres humanos.

‐ Al docente le corresponde asumir el papel de formador de ingenieros más que el de


transmisor de conocimientos. Acompañar y vigilar el desarrollo del desempeño
académico de sus estudiantes. Cumplir y evaluar correctamente los objetivos de
aprendizaje de los programas de asignatura.

‐ Aquellos profesores que tienen la noble misión de ser tutores, deberían buscar por
este medio y a través de pláticas con los alumnos, crear conciencia en ellos de lo
importante y trascendente que resulta para su futuro una buena y sólida formación.

‐ Aquellos profesores que tienen la responsabilidad de la coordinación de grupos de


docencia y que por consiguiente tienen la capacidad de la toma de decisiones,
deberán actuar en consecuencia tomando las medidas necesarias para lograr una
buena planta docente, comprometida con su función y que logre los resultados
esperados.

‐ Las instituciones por su parte deberán trabajar en forma continua y decidida para
lograr planes y programas de estudio bien estructurados, realistas en sus objetivos
de aprendizaje, con altos estándares de calidad y buscando en todo momento una
formación integral del estudiante.

‐ Las instituciones deberían procurar que existan las condiciones necesarias para que
el proceso enseñanza-aprendizaje se lleve a cabo de manera óptima. No sólo
proponiendo acciones remediales sino también preventivas, como las tutorías y lo
que en esta ponencia hemos denominado, acompañamiento. También deberían de
realizarse las acciones necesarias para lograr la creación de más plazas de tiempo
completo, con objeto de que un mayor número de los profesores del tronco común
pudiera dedicarse al cien por ciento a la actividad docente.

‐ Al estudiante le corresponde asumir con convicción el compromiso y la


responsabilidad de lo que implica ser un estudiante de ingeniería.

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