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Sobre el arte

Regocíjense aquellos que quieran adentrarse en las palabras y en la absoluta complacencia


epistemológica sobre las diversas manifestaciones que preceden y que trascienden el ser
humano. Espero que en mi boca sean puestas las palabras necesarias para que Atenea se
manifieste a través de mí para que vosotros seáis empapados con la gracia que fluye a través
de las páginas de miles de libros antiguos, de miles de pictóricas manifestaciones en lienzos,
a través de aquellos dichosos pedazos de piedra que fueron tallados en delicadas curvas por
las manos de Miguel Ángel; espero que vosotros encontréis dichosas las palabras que espero
que fluyan de mi boca, como las mareas que golpean las rocas de las playas, y encuentran
refugio o un hogar dentro de vuestra alma, mente y sobretodo en vuestro corazón.
Tal vez hoy vosotros, en este momento, os preguntaréis de qué van mis palabras, de qué viaje
en Pegaso surgen las ideas que quiero manifestar a ustedes, mis estimados presentes, pero no
os engañéis ni creáis que lo que quiero es engañaros con palabras necias que sólo pretenden
influir en un oído que está dispuesto a caer en la tentación, si no quiero que estéis seguros de
que mi intención no es más que teneros por alta estima para compartiros el pensamiento que
influye mi alma en las noches.
Quiero que sepáis qué es mi humilde esfuerzo presentaros delante de vosotros, para poder
expresaros con absoluta vehemencia, como un simple siervo de fuerzas mayores que
estremecen mi vida como las tormentas de octubre, y sólo quiero manifestar con el inmenso
gozo y castigo que mora dentro de mi ser, lo que ha considerado Terpsícore y sus hermanas
que soy digno de recibir y expresar sobre qué es el arte y sobre qué es lo que hace un buen
artista. Y no quiero que os confundáis con que es una reflexión necia o vaga , y que este
servidor intenta vanagloriar las intenciones ajenas que tal vez tienen llenas las manos de oro,
o la boca llena de lascivia, sino quiero que disfrutéis las palabras qué Borges ha depositado
en mis noches , las que Neruda tal vez ha susurrado en una tarde, las formas delicadas que
Velásquez ha pintado en una mañana sombría, los puntos y colores que Monet ha querido
estrellar en mi mejilla, las notas que bailan en mi oído con los dedos violentos de Beethoven,
o tal vez simplemente la abeja sobre la flor polinizando. Pero quiero que hoy en vuestro
corazón os llevéis a vuestras camas el pensamiento que estoy por manifestaros, que ha sido
para mí como aquel telar que se construye en el día y se deshace por la noche, y no deja de
merodear como sabueso en mi mente; así que atentos a las palabras que de mi boca intentarán
buscar un camino a vuestro corazón, y atentos a reflexionar en vuestra soledad sobre cómo

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Sobre el arte
han concebido hasta ahora el deleite del arte, puesto que estaréis sorprendidos, o al menos
mis palabras intentarán que lo estén.
Ahora, estimados oyentes, atended a mi razonamiento a propósito del arte, que, más que
miles de palabras que pueden surgir no sólo de mi boca, sino de manifestaciones inmersas e
intrínsecas del ser humano, no pretendo llevar más la descripción, y mi tesis, de exclamar
que lo que el verdadero arte es, no es más que aquella situación dada, en la que el ser humano
se estremece fuera de su estado de reposo habitual, a un estado que trasciende los
comportamientos naturales. Ciertamente podéis estar sorprendidos y preguntándoos en
vuestros adentros, a qué me refiero con esto, y pensaréis que me he vuelto loco al afirmar,
con lo anterior, que el arte no mora en el objeto, sino en el ser que lo percibe, y ciertamente
mis estimados oyentes, no pretendo disuadiros de vuestras propias opiniones, tan sólo
persuadiros a que estéis lícitos a que dentro vuestro, moren otras formas de percibir el mundo,
o en este caso, el arte, a través de enseñaros mi pensamiento. Pero ahora, quiero mostraros
de la siguiente forma, lo que es esta percepción del arte.
Y es que, el arte sólo existe en nosotros, los seres humanos, animales intelectuales, que para
Hobbes son malos con momentos de represión de su propia naturaleza, y para Rousseau,
bestias inocentes corrompidas por artimañas ajenas, y ¡ay, pobre de estas criaturas!, que sea
cual sea que tenga la razón, seguirán siendo estos animalitos tristes que el cielo dispone y la
tierra traga cuando expira, y por alguna razón, que algunos llamaréis religiosa y otros se
apegaran a Darwin, tienen un momento para sucumbir a ese juego de afectos de los que
hablaba celosamente cierto caballero Spinoza, y este derrocamiento estructural de su
volubilidad interna, sólo lo produce el arte.
Tal vez algún escéptico entre vosotros quiera pensar y corromper esta tesis, diciendo que el
arte es realmente el objeto dado, nuestra percepción es sólo una mera casualidad efímera
entre el objeto y el tiempo, y realmente, mi propia vida es efímera, y la trascendencia de la
Mona Lisa seguirá viva hasta el fin de los tiempos, pero amigo formalista, ¡qué incrédulo
sois en vuestro corazón!, que no despierta para sí mismo la llama más allá de darse el calor
hogareño, por favor, quiero que llevéis un perro, un oso, o un tucán ante la Mona Lisa, y
quiero que penséis abstractamente si esa bestia general, no percibe más que una poco cantidad
de objeto, un objeto que evitar, o simplemente sólo divagara buscando alimento próximo.
Con esto os insto a meditar que el arte, sólo existe en nuestra alma corrupta.

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Sobre el arte
Respecto a lo que he dicho hasta ahora, quiero que os llevéis este pensamiento: no todo lo
conmovedor es arte, ni todo lo que alguien piense que es arte lo es.
Explicado lo anterior de la siguiente manera:
Estar triste es algo normal de los animales, así que, si pensáis que la muerte de un familiar,
al conmoveros, es arte, estáis equivocados, puesto que, no conmueve algo que no esté
presente en otras bestias, lo cual es la tristeza, y como afirmé, el arte es algo que sólo vosotros
podéis sentir. Pasa lo mismo con la felicidad, otras bestiecillas la sienten, y no cabe esto en
la concepción del arte, puesto que esta, a pesar de que puede llevar consigo las emociones
anteriormente descritas, sólo las lleva de adorno en su cuello perlado, puesto que el arte
conmueve las fibras más internas y metafísicas del ser humano, casi que es en sí misma, un
acto de fe. Tampoco tiene que ver con manifestarlo físicamente, o de una manera verbal, el
arte golpea como un rayo, pero uno silencioso, uno que encuentra el hogar entre lo sublime
y lo cotidiano, sino el acto del Carpintero sólo era madera y nada más.
Lo que forma al buen arte, es, indubitablemente, el buen artista. Y qué es para vosotros el
buen artista mis atentos oyentes, tal vez penséis inmediatamente en Picasso, en Da Vinci, en
Dalí, pocas veces pensáis en un escritor como artista, y mucho menos en una madre criando
a varios hijos simultáneamente, pero, realmente, para resumiros quién es el buen artista, tengo
que emprender esta empresa diciéndoos, que la buena obra del artista está en la negación.
Os preguntaréis que tiene que ver esto con hacer un óleo, o hacer un soneto, peor querido
oyente que me veis con ojos incrédulos, lo tiene que ver todo.
El buen artista es aquel que tiene que tener en un principio, un amor devocional (mayor que
el que se tiene a sí mismo), por alguna de las ramas cualesquiera, del acto humano. Porque
digo esto, porque cualquier actividad puede llegar a ser arte bajo las circunstancias correctas,
en un principio la literatura tenía un carácter religioso, hoy se ha despojado de eso. El artista
es el que desea aprender la mayor cantidad posible de su musa, desea dormir con ella y
engendrar los hijos que pasearan entre las cotidianidades de la gente común y civilizada de
sus próximas generaciones, y el que desea fervientemente alcanzar el absolutismo para su
satisfacción propia. Pero el mejor artista, y quiero que pongáis atención a lo siguiente porque
de aquí depende esta reflexión, es aquel que pudiendo hacer algo dentro de su arte, decide
no hacerlo.

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Sobre el arte
Ante alguno de vosotros puede manifestar el asombro de mis exclamaciones, y aunque
esperaría en mí, que vosotros pudierais entender mi afirmación, no quiero dejar algún cabo
suelto para interpretaciones tergiversadas y ajenas.
De mi primera argumentación sobre el buen artista recalco que es aquel quiere, sin retraso,
aprender todo aquello relacionado al ámbito en el que fluye, y pensad ahora oyentes míos,
con qué cara algún posmodernista querrá manifestarme que algún cuadro con tiras de pintura
es arte, ¡reflexiona ahora amigo mío!, (si puedo llamarte así), cómo esperan que concibáis
que alguien que ama su arte, se limitaría a aprender sólo eso, puesto que, ahora aunado a mi
segunda teoría, quiero explicaros de la siguiente manera la última parte para enlazar este
pensamiento. Si bien es cierto, grandes artistas trabajaron en obras que parecían actos
pueriles, pero, la diferencia que yo recalco, es que éstos grandes genios, podían hacer grandes
obras realistas, retratos íntimos de expresiones humanas, pero, aquí es donde uno el
pensamiento, decidían no hacerlo. Ahora muchos pseudo-artistas actuales quieren excusarse
en el manto del relativismo de la percepción, y a pesar de que defiendo que el arte sólo existe
en el humano, no afirmo que esta sea un libre albedrío, y no hondaré en las reglas de todas
las artes que puedan existir, pero si quiero que penséis en qué clase de artista depositáis
vuestra confianza al respecto, porque sin duda, la tercera virtud del artista es aún más hacer
parecer fácil lo que hace, lo cual, no necesito explicar para vosotros porque estoy convencido
que podéis entenderlo.
Antes de abandonaros y que volváis a vuestra rutina de pensamiento, quiero manifestar una
última vez mis proposiciones. El arte, mis extenuados oyentes, es una situación, en la que el
ser humano es conmovido. El buen artista, no es el que aplica diez mil técnicas especializadas
en una obra, es aquel que elige no usarlas, y más aún, el que hace parecer fácil la aplicación
de una técnica en su interpretación artística.
Ahora bien, os dejo con la esperanza de una posible reflexión vuestra a propósito de mis
pocas palabras anteriores. Si no llegasteis a entender mis manifiestos, reposad en tranquilidad
y pensad vos mismo en ampliarlo, o cambiarlo, al final mi discurso podéis encontrarlo como
arte, y a mí como buen artista, si he conmovido más que las ganas inminentes de abandonar
estas palabras a la mitad de mi proclamación.

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