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LITERARIOS
MODERNOS
Poema romántico
lsaro3@alumno.uned.es
PEC 1: para entregar el 23 de marzo
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José de Espronceda (1808-1842) es considerado uno de los poetas románticos más
importantes en español, pues su figura llega a ser comparada con la del afamado escritor
romántico inglés Lord Byron1. El romanticismo de Espronceda se hace patente en los
temas presentes en sus obras, como son la expresión de la subjetividad del yo, la vuelta
a las raíces folklóricas y un interés social2. Asimismo, en la poesía de Espronceda
aparecen elementos relacionados con el romanticismo y la poesía del siglo XIX, tales
como la noche, la imaginación, la fantasía y la intuición3. En el fragmento de El
estudiante de Salamanca a comentar, se puede apreciar la potente estética romántica
del periodo.
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recuerdo de estos peligros, preparando su sensibilidad para la posterior descripción de
la noche. A continuación, aparece una serie de motivos góticos, como “los vivos muertos
parecen, los muertos la tumba dejan”, “tácitas pisadas huecas, y pavorosas fantasmas,
entre las densas tinieblas”, “de alguna arruinada iglesia”, “las brujas a su fiesta”…
Encadenando un motivo detrás de otro, Espronceda crea una atmósfera gótica en la que
los elementos medievales tiene un papel relevante. El ejemplo más destacado de este
extracto es el castillo gótico mencionado en el verso 27 de la composición, que tiene
“altísimas almenas” en las que se encuentra “temeroso el centinela”. Sirviéndose de
este pseudo-medievalismo rematado con menciones al mundo sobrenatural tales como
fantasmas y brujas, Espronceda aumenta la sensación de misterio y sitúa la acción en un
tiempo exótico y atractivo para la estética romántica que también aparece en las
Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Como expresó Robert Marrast en la introducción
que realizó a El estudiante de Salamanca, el gusto romántico encontraba atractivo el
ambiente exótico, ya fuese por pertenecer a otras culturas o épocas, y eso daba lugar a
que los autores recreasen esos ambientes sin auténtico rigor, más bien basándose en
ideas preconcebidas que daban lugar, en este caso, al mencionado pseudo-
medievalismo6.
Esta estética medieval se apoya a su vez en el empleo que Espronceda hace del
léxico, en especial de los adjetivos. En el presente fragmento, el campo semántico del
temor domina desde el primer verso hasta el treinta. Palabras como “lóbrego” en el
verso número cuatro, “temerosas” en el ocho, “pavorosas” en el once, “amedrantados”
en el catorce, “misteriosos” en el diecisiete, “sombrío” en el veintiuno, “lúgubre” en el
veintitrés y “temeroso” en el treinta modifican los sustantivos a los que acompañan para
continuar creando la atmósfera gótica que busca el escritor. Sin embargo, su función en
el poema no es sólo contribuir al ambiente, también sirven como elementos descriptivos
de gran importancia para situar la acción y dotar de plasticidad a la escena, pues aunque
el fragmento es descriptivo y muestra la noche salmantina, es a través del uso de estos
adjetivos como Espronceda consigue dotar de vida a su obra en la imaginación del lector.
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Además, no sólo otorgan un sentido plástico, sino que también contribuyen a crear una
estampa pintoresca que acerca aún más el fragmento a los gustos románticos7.
De esta forma, tras haber sido introducido y descrito con esmero, el tema de la
noche vuelve a presentarse en la literatura española. Aunque en El estudiante de
Salamanca este no es un tema central, ya que según Marrast estos son la rebeldía ante
la sociedad y el deseo de libertad, sí que forma parte del contexto de la acción y, en este
fragmento tan descriptivo, es el más relevante8. Durante el Renacimiento, los poetas ya
utilizaban el motivo de la noche como el contexto donde situaban su acción, como por
ejemplo Francisco de la Torre en su soneto V “Sigo, silencio, tu estrellado manto”. Sin
embargo, hay una clara diferencia entre como estos poetas del siglo XVI empleaban la
noche y como lo hace Espronceda. Los poetas renacentistas utilizaban la noche como
una oyente a la que contar sus penas, se desahogaban en ella y alaban sus atributos. Sin
embargo, para Espronceda la noche es un recurso literario con el que a partir de su
descripción la dota de un ambiente gótico que va a favorecer la posterior narración de
los hechos que ocupan la composición.
Para crear este ya mencionado ambiente gótico, Espronceda hace uso de una
serie de figuras retóricas que refuerzan las sensaciones creadas por el uso
anteriormente comentado campo semántico del temor. Para empezar, el recurso más
empleado en este pasaje es el hipérbaton, que consiste en alterar el orden natural de
las palabras que componen una oración. Para ilustrar este punto, podemos dirigir
nuestra atención hacia el verso cinco, “los vivos muertos parecen”. Si esta oración
hubiese seguido el orden que suele tomar la sintaxis española, debería haber sido “los
vivos parecen muertos”. Con el uso de este hipérbaton se logran dos efectos: el primero,
que al encontrarse con un orden más complejo del esperado en los elementos de la
oración, se crea una sensación de incomodidad que favorece a un ambiente de misterio
y temor, el segundo, que al modificar el orden y juntar los términos opuestos “vivos” y
“muertos” se consigue que el lector se concentre en el verso para comprenderlo y sea
consciente de como en esta hora de la media noche lo imposible puede ocurrir. Además,
7 Jesús Menéndez Peláez, Historia de la literatura española. Vol. III – Siglos XVIII, XIX y
XX (León: Everest, 2005), p. 292.
8 Robert Marrast, op. cit., p. 26.
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en este mismo verso encontramos una metáfora, pues el momento en el que los vivos
parecen estar muertos es durante el sueño, cuando están dormidos, que es lo que se
supone que los vivos hacen durante la noche pero que Don Félix de Montemar, el
estudiante, no hace, y por lo tanto Espronceda ya lo está caracterizando como alguien
que no sigue las reglas sociales y que está en relación con los habitantes y criaturas de
la media noche salmantina, como los fantasmas y brujas que menciona más adelante.
Otro empleo acertado del hipérbaton aparece entre los versos once y el principio
del trece. En estos versos pone “y pavorosas fantasmas entre las densas tinieblas vagan,
(…)” cuando el orden natural hubiese sido “y pavorosas fantasmas vagan entre las
densas tinieblas”. Sin embargo, empleando el orden natural el sintagma preposicional
“entre las densas tinieblas” hubiese quedado dividido en dos versos distintos, mientras
que empleando el hipérbaton este queda limitado a un solo verso que capta la atención
y es clave en la formulación de un escenario gótico y misterioso.
Con el mismo objetivo de lograr una ambientación gótica lo más efectiva posible,
en el verso veintitrés, “silbaba lúgubre el viento”, encontramos una personificación a la
vez que un hipérbaton, pues el orden común hubiese sido “el viento silbaba lúgubre”.
Al colocar el sujeto al final de la oración, la atención se focaliza en el verbo que crea la
personificación y por lo tanto en la acción y el sonido que esta evoca. Al dotar al viento
de agencia mediante la personificación, este se convierte en una presencia extraña y
ligeramente amenazante.
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descripción gótica ha puesto tanto empeño. Entre el verso treinta y dos y el treinta y
cuatro, Espronceda despliega un hipérbaton que incluye la metáfora: “(…) y tumba era
de sus dormidos vivientes la antigua ciudad (…)”, que debidamente ordenado sería “y la
antigua ciudad era la tumba de sus dormidos vivientes”. Una vez más, el poeta emplea
el hipérbaton para colocar al principio la palabra que más le interesa a su ambientación
gótica y posterior desarrollo del poema, la tumba. Este término contiene la metáfora en
la que la tumba es la ciudad de Salamanca, transformando la urbe en el cementerio
momentáneo de todos sus habitantes que durante la noche están dormidos. Sin
embargo, al emplear una vez más una imagen tan relacionada con la muerte, el poema
está ofreciendo una pista sobre su fatídico final y la importancia que el tema de la
muerte va a tener en sus otras partes.
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Bibliografía
ALBORG, Juan Luis. Historia de la literatura española. Tomo IV: El Romanticismo (Madrid:
Gredos, 1992).
MENÉNDEZ PELÁEZ, Jesús (coord.). Historia de la literatura española. Vol. III – Siglos
XVIII, XIX y XX (León: Everest, 2005).