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Es más que probable que tras la investidura de Rajoy -propiciada por la rendición de la
Gestora del PSOE- muchos militantes socialistas vivan una sensación similar a los zan-
ryū Nippon hei, aquellos soldados japoneses abandonados por su ejército en pequeñas
islas después del final de Segunda Guerra Mundial que continuaron combatiendo años
sin aceptar que la guerra había terminado. No les será fácil comprender y digerir a los
militantes perdidos en pequeñas islas metafóricas repartidas por toda España, llamadas
sedes, que lo que defendieron durante décadas como una posición antagónica, que les
dotaba de una identidad política y social frente a la derecha y el conservadurismo
reaccionario, debe abandonarse por razones tácticas. Abstención por rendición que para
muchos socialistas de corazón –“socialistas con agujeros en los bolsillos”, se decía en la
magnífica Novecento- supone un atentado contra sus convicciones más arraigadas. La
táctica de los dirigentes socialistas está llamada a ser la tragedia de muchos de sus
militantes y simpatizantes y, por extensión, para las aspiraciones de recuperación y
mejoría de la gente de este país que lo está pasando mal, o muy mal.
Lo es porque, aunque hay quien no se da por aludido, hay un mundo de gente ahí fuera
que espera bastante más de la clase política, y de la política misma. Algunos debieron
comprender el trasfondo de la letra de Mercury y Bowie: “It's the terror of knowing
what the world is about”. No es agradable “saber de qué va este mundo”, quizás por ello
hay quien ha preferido atrincherarse en la tranquilidad acomodaticia de unas
instituciones políticas cada vez más desconectadas de la calle y de los problemas
concretos de la gente concreta. Pero la canción sigue: Pressure on people… People on
streets. Lo hemos vivido recientemente y en primera persona. La gente ya no tolera
resignada que una minoría se crea investida de la autoridad de una casta rectora de sus
vidas. Hemos aprendido a politizar el miedo y el dolor, también la esperanza, a través de
la acción colectiva e institucional. Crecemos aprendiendo lecciones que nos hacen más
fuertes, más maduros y, sobre todo, más conscientes de “qué va este mundo”… Y no, no
nos gusta.
No nos gusta cómo las viejas organizaciones piensan la política: a veces contra la gente,
casi siempre sin la gente. Tenían razón quienes apuntaban que las diferencias entre
izquierda y derecha ya no son suficientes para explicar las lógicas políticas de nuestro
tiempo. Tenían razón los diagnósticos, aunque tras las razones y las disputas por el
relato político de la realidad social haya lecturas diversas y divergentes. En la actual
lectura del “PSOE de arriba” los intereses extra-políticos de determinadas élites pesan lo
suficiente como para sacrificar la coherencia y la cohesión de la organización política
más importante de nuestro país. No debe tratarse, consecuentemente, de un mero
ejercicio de Grouxomarxismo ilustrado –“estos son mis principios pero si no le gustan
tengo otros”- sino de un acto sacrificial en toda regla con tal de mantener el control de
los aparatos del Estado. Deben pensar que lo que está en riesgo es demasiado
importante para dejarlo en manos de la política y del ejercicio democrático, y el alto
mando procedió al golpe de establishment para poder firmar la capitulación sin
demasiadas resistencias.
Con nosotros sólo hay un camino. Somos terriblemente sinceros en este submundo tan
proclive al disimulo y la ambigüedad. Nosotros no vamos a permitir ni por activa ni por
pasiva ni por gestora, ni en Madrid ni en Castilla-La Mancha, un gobierno del Partido
Popular. Ahora bien, tampoco que bajo las siglas del PSOE se hagan las mismas
políticas del PP. No es un capricho nominalista. No se trata de nombres o de caras, no se
trata de siglas. Se trata de la dignidad de la política misma. Y esa dignidad solo se
materializa cuando se hace política con, por y para la gente.