Professional Documents
Culture Documents
© wikimedia commons
Texto en relación al Foro Social que se prepara con ocasión de Habitat III conferencia de las Naciones
Unidas (Quito, octubre 2016). Incluido como parte de Urbanismo para hacer ciudad, especialidad del
programa de Ciudad y Urbanismo (UOC).
“Yo coloco bien a mis jugadores en la pizarra. Pero cuando la pelota empieza a rodar en la cancha
todos los jugadores se mueven” – Alfredo Basile1
1. Alfredo Basile es un reconocido entrenador argentino de futbol. Esta frase me la ha prestado el amigo ecuatoriano
2. Ver de J.Borja: La “anticiudad postmodernista versus el derecho a la ciudad en las regiones metropolitanas” en la obra
colectiva “Ciudades, una ecuación imposible”, editores M.Belil, J.Borja y M.Corti, Icaria, Barcelona y Café de las Ciudades,
Buenos Aires (ambas ediciones en 2012). El autor expone 12 tendencias destructivas y 12 tendencias integradoras en las
grandes ciudades y regiones urbanas de Europa y América. También desarrolla estas tendencias en el capitulo final de “La
y empírico muy sólido. Nos limitamos a citar algunos nombres como Stübben, Sitte, Garnier, Wagner, Geddes,
Abercrombie, el Movimiento moderno (CIAM, Le Corbusier, en Catalunya Sert y Torres Clavé, en Madrid un personaje
singular: Arturo Soria), la Escuela de Chicago (Robert Park y otros), Stein, Mumford, Lynch, Jane Jacobs…Esta lista llega
hasta inicio de los años 60. El urbanismo posterior deberá confrontarse con la ciudad metropolitana. Lamentablemente las
instituciones políticas en la mayoría de los casos aún no se han enterado que la ciudad metropolitana existe desde hace
más de 50 años y son excepciones los casos en que hay verdaderos gobiernos democráticos y con competencias propias
4. Son innumerables las obras, a veces promovidas y firmadas y por prestigiosas personalidades, que se hicieron a sabiendas
que eran contrarias a los principios éticos elementales como vías rápidas que fracturan la ciudad o conjuntos de viviendas
5. Más de una vez cuando criticaba a un profesional por haber perpetrado un proyecto mal ubicado o excluyente me ha
respondido: es lo que quería el alcalde o el cliente. Por ejemplo: los barrios cerrados. Es la negación de la ciudad,
inadmisible para un urbanismo democrático. Pero estos barrios se multiplican y los hacen profesionales []
6. El poder económico difícilmente acepta esta concepción del urbanismo. Recientemente participé como conferenciante en
un Encuentro internacional celebrado en Cali (octubre 2015) patrocinado por la Cámara de la Construcción de Colombia.
Su presidenta en su discurso declaró enfáticamente que es el mercado el que debe definir el planeamiento. En ningún
momento se refirió a los ciudadanos, a las periferias urbanas, a los sectores que no pueden acceder a la vivienda formal. []
* Primera Parte. El mundo y la ciudad han cambiado. ¿ Los urbanistas nos hemos enterado? El
malestar urbano.
El urbanismo es una dimensión de la política, como lo es la emisión de moneda, la seguridad
ciudadana, la fiscalidad, las infraestructuras de comunicación, el abastecimiento de agua, la
educación obligatoria, la sanidad pública, las fuerzas armadas, etc, etc. Por lo tanto cada época
debe reconstruir el urbanismo, como política primero, y en sus métodos y técnicas también.
Veamos pues los cambios globales que inciden en el urbanismo local. Los procesos sociales,
económicos, tecnológicos y culturales son globales. Pero el urbanismo es local. Cada ciudad
tiene una especificidad propia y los marcos políticos y jurídicos son de ámbito estatal y local. No
hay, o por lo menos no es suficiente, que haya una regulación adecuada de los procesos
globales que actúan en mercados salvajes y donde los poderes financieros y las empresas
multinacionales imponen su fuerza sobre los Estados y los gobiernos locales. Es precisamente
en el nivel local donde se materializan los efectos y desde donde es posible plantear la
resistencia. Pero es necesario tomar conciencia de algunos procesos globales visibles que
inciden, en muchos casos negativamente, en los territorios urbanos.
1. La disolución de la ciudad en las periferias y la exclusión social en las áreas
Se tiende a una urbanización difusa, dispersa, fragmentada y segregadora, la no ciudad. Barrios
cerrados, conjuntos de vivienda social lejos de la trama ciudadana, centros comerciales que no
son centros urbanos solamente rodeados de estacionamiento, puntos nodales cuya única vida
la da la gasolinera, un bar y un pequeño supermercado, polígonos industriales pomposamente
denominados parques de innovación tecnológica y que pueden ser galpones de
almacenamiento, suelo expectante pendiente de obtener beneficios especulativos, vías más o
menos rápidas al servicio de los autos privados, contaminantes y condición para multiplicar el
precio del suelo, etc.1
La otra cara es la ciudad compacta y excluyente, donde se concentra principalmente una parte
importante de sectores altos y medios, residentes y/o usuarios de las áreas centrales, donde se
realizan grandes proyectos complejos para el terciario superior (financiero, administrativo,
comercial), la “nueva economía” (o “economía del conocimiento”), las instituciones políticas,
etc. Los centros históricos se museifican y se gentrifican, los barrios residenciales se securizan
mediante la homogeneización social, los barrios populares van modificando su población a
medida que se produce la renovación urbana y algunos barrios degradados son refugio de
colectivos marginados, no necesariamente marginales. Progresivamente los sectores populares
son excluidos de la ciudad, del lugar donde se puede ejercer la ciudadanía, el derecho a la
ciudad se pierde o se reduce a mínimos.2
2. La relativa impotencia de los gobiernos locales y la complicidad con las dinámicas
urbanizadoras y excluyentes
Los gobiernos locales en general disponen de importantes competencias urbanísticas, aunque
estén condicionados por el marco jurídico (legislación suelo, del planeamiento urbano, de la
fiscalidad, etc) y por las políticas públicas (infraestructuras y transportes supramunicipales,
programas de vivienda), así como por las empresas concesionarias (o que actúan en el
mercado) de servicios de carácter universal, es decir que afectan al conjunto de la población
(agua, energía, tecnologías digitales, grandes equipamientos sobre los que no tienen dominio
(cuarteles, estaciones ferroviarias o de buses, cuarteles militares, edificios de la Iglesia en el
caso español y de otros países,etc). A pesar de lo cual tienen una capacidad teórica y legal para
regular la ordenación del territorio. Pero si son pequeños o medianos difícilmente pueden
resistir a las presiones urbanizadoras, sean por parte de las entidades financieras o por
mediación de los promotores y constructores, sean por la presión de los propietarios de suelo,
grandes y pequeños, que pretenden conseguir fuertes beneficios especulativos.
La urbanización periférica sean infraestructuras o construcción y los grandes proyectos
de renovación urbana son hoy, en muchos casos, unas de las principales fuentes
de acumulación de capital por medio de una economía especulativa. Y con frecuencia el
resultado es el despilfarro por el escaso uso de las infraestructuras y ingentes conjuntos de
viviendas, y a veces de oficinas, que nunca fueron ocupadas. El caso español es el paradigma
exagerado de ello pero es propio de todas las políticas neoliberales, aunque con mayor o menor
intensidad. Todo ello supone un enorme despilfarro de recursos económicos, una
insostenibilidad debida a la depredación del suelo y de bienes básicos y limitados (agua,
energía) y altos costes sociales en detrimento de sectores populares y medios y a la larga
también a las condiciones de vida de toda la población urbana y suburbana. Los gobiernos
locales y estatales disponen de medios políticos y económicos para promover medidas
legislativas reguladoras y políticas públicas alternativas. En consecuencia si no lo hacen es por
complicidades con los grupos económicos, especialmente financieros, interesados.
3. Los comportamientos sociales y las tendencias manipuladas. Las desigualdades sociales y la
precarización de las clases populares y medias
Los comportamientos sociales de resistencia y de alternativa inciden obviamente en los
procesos urbanísticos. En muchos casos, como veremos más adelante, están a favor de las
tendencias positivas, las que sintetizamos como el urbanismo ciudadano o el derecho a la
ciudad. Pero con frecuencia los comportamientos sociales, conscientemente o no, tienden a
favorecer las dinámicas perversas y disolutorias de la ciudad. Un ejemplo muy común es el de la
preferencia por la compra de la vivienda aunque sea más allá de la ciudad compacta, con el
lastre de la hipoteca y la marginación respecto a la ciudad donde se concentran empleos,
educación, cultura, heterogeneidad, proximidad a los servicios colectivos, movilización social o
política, etc.
Uno de los comportamientos sociales que pueden calificarse de “anticiudadanos” es la vocación
de las clases media y altas preferentemente3 por crearse espacios propios y excluyentes, bien
creando barreras simbólicas o mediante privatización de facto de los espacios públicos.4 Estos
espacios existen tanto en las áreas centrales y barrios residenciales como en algunas periferias
en zonas excluyentes por el coste del suelo y de las construcciones o barrios cerrados, casi
siempre verdaderas fortalezas. Las motivaciones, en gran parte manipuladas son
la “seguridad”, el afán de “distinción”, mitificación del “medio ambiente”, el sentirse en un
entorno en que todos son como uno, lo que Aristóteles llamaba la “idiotez”.5
Estas motivaciones tiene mucho de manipulación. ¿Inseguridad en nuestras ciudades? En
general es mucho menor que en otras épocas y en otros continentes. Y en todo caso las
principales víctimas de la inseguridad se da en los sectores populares. La distinción y la
homogeneización de los ciudadanos por “clases” va en detrimento no solo de reducir las
desigualdades, también si se reduce a mínimos la mezcla social la ciudad pierde vivacidad y la
falta de intercambio es un freno a la innovación. El argumento ambientalista es realmente una
mentira y una agresión. La difusión urbana y los barrios cerrados o perdidos en la nada tendrán
quizás la naturaleza próxima pero la multiplicación de infraestructuras y del tráfico de
automóviles genera contaminación, despilfarro de suelo y altos costes de energías no
renovables.
Lo sabemos todos y es profecía como el verso del poeta Foix. Todos sabemos que la tecnología
sirve para lo bueno y para lo malo, unos se aprovechan de ella y otros no acceden a sus útiles
aplicaciones, las promesas tecnológicas en muchos casos producen víctimas o frustraciones.
Pero hay profetas más falsos que la falsa moneda que proclaman los grandes beneficios de las
nuevas tecnologías como el charlatán Florida o el economista Glaeser y se han hecho famosos y
distinguidos alcaldes se autoproclaman que están en la vanguardia de las ciudades inteligentes,
pero en inglés smart cities.6
Las llamadas “nuevas tecnologías” de información y comunicación (tics) han generado nuevos
usos de organización interna de las administraciones públicas, empresas privadas y
organizaciones sociales, permiten acumular y organizar mucha más información, facilitan a los
individuos acceder a informaciones y comunicaciones incluso en tiempo real tanto para sus
actividades profesionales como para sus relaciones sociales y personales. Se multiplican las
redes sociales y múltiples formas de intercomunicación virtual entre personas y entre
colectivos. Pero que de ello se derive que se trata de un nuevo “modo de producción” pues
también podríamos considerar que la generalización del automóvil y del teléfono también
hubiera sido otro modo de producción. Esta pomposa definición, modo de producción
informacional, sirve para considerar la sociedad actual como “postcapitalista” cuando en
realidad nos encontramos ante una forma especialmente perversa de capitalismo: la actual
globalización financiera que da lugar a una mercantilización de la vida social y a la hegemonía
de la economía especulativa. Las “tics”, como en general las tecnologías novedosas que se
generalizan, llegan al público revestidas de promesas. Unas promesas que se realizan para unos
pero no para todos, o por lo menos no al inicio, incluso pueden tardar varias generaciones (la
fractura digital por ejemplo). Los beneficios prometidos también generan efectos perversos
como es el caso de las tics, mayor control social, acumulación de información concentrada y
solo accesible a los poderes económicos y (no siempre) a los poderes políticos, manipulación de
la opinión pública, etc. Las promesas de las tics llegan a extremos ingenuos por parte de
alcaldes ingenuos que incluso consideran que la tecnología actual nos permitirá suprimir las
desigualdades sociales.7 Las tecnologías no son neutras, pueden ser incluyentes o excluyentes,
democratizadoras o concentradoras de la información y controladoras de la comunicación. Y
cuando alguien rompe la fortaleza para hacer llegar la información a los ciudadanos el poder
político los persigue (véase el caso de Snowden).
Veamos un caso ejemplificador. El discurso de las Smart Cities tiene unos orígenes dudosos. El
IBM, la poderosa multinacional lanza una campaña publicitaria en 2010: Smart Cities Challenge.
Y un año después difunde un producto dirigido principalmente a los gobiernos
locales: Intelligent Center for Smarter Cities. El producto propone organizar la información
masiva digitalizada por los sectores de la gestión urbana y ofrece las respuestas a cada una de
estas temáticas (movilidad, seguridad, vivienda, salud pública, áreas degradadas o en
reconversión, grandes proyectos, etc). Evidentemente las respuestas son las propias del
neoliberalismo y de la economía de mercado, no se cruzan las temáticas que es sabido que son
interdependientes, no se hace referencia ninguna a los factores causales que generan los
desequilibrios y desigualdades, etc. IBM ofrece a la vez una información concentrada solo
accesible a las multinacionales prestadoras de servicios urbanos y a los gobiernos locales, sino
que también les ofrece las respuestas supuestamente técnicas, objetivas y naturalizadas. Es la
Big Data , a la que se puede contraponer la Data City, cuando la información, la evaluación de
las problemáticas y las posibles respuestas, se produce desde la base de la sociedad y accede
hasta las instituciones públicas y entidades sociales y privadas.8
5. El discurso triunfante y la complicidad de los organismos internacionales. La resiliencia
El discurso dominante sobre las ciudades es ambivalente. Por una parte nos atemorizan: The
Hell is the City, la Ciudad es el Infierno, fue la portada de The Economist hace algunos años. La
contaminación y el calentamiento de la tierra, los limites de los recursos no renovables y las
inundaciones que nos amenazan en un futuro muy próximo, la miseria en las ciudades y las
periferias y los parias que un día entraran en hordas y destruirán la ciudad de los ricos y nuestro
bienestar. Es el discurso del miedo. El otro discurso es el del triunfo de las ciudades, las
tecnologías y la creatividad ciudadana se expandirá por los territorios urbanos y solamente
algunas minorías marginales no disfrutarán de todo aquello que les puede hacer felices
encerrados en su casa o su vecindario. Como ya hemos visto estos dos cuentos infantiles son a
la vez complementarios y falsos, pero justifican a la vez el miedo presente y la seguridad futura,
a condición de que la ciudadanía sea pasiva o se resuelva por vía individual sus problemas.
Los organismos internacionales contribuyen decisivamente a narcotizar a los ciudadanos
jugando estas dos cartas. Su discurso aparentemente progresista nos alerta sobre los
problemas que acechan a las ciudades, en especial las grandes ciudades y en general a la
humanidad. Estas plagas bíblicas que nos acechan son productos de la naturaleza o de nuestros
afanes consumistas, pero se guardan muy bien de buscar responsables concretos, el
capitalismo financiero, las multinacionales, la especulación del suelo, la complicidad de los
gobiernos de los Estados y los locales, etc.9 Los expertos de las instituciones internacionales, en
cuya cúpula están los Estados que ponen y quitan a los directivos, son a su vez cómplices
activos pues “naturalizan” y legitiman “técnicamente” los procesos urbanos perversos. Por
ejemplo consideran la urbanización sin ciudad como indicador de desarrollo económico.10 Y
recientemente se han entusiasmado con la “resiliencia”.
La resiliencia es un concepto utilizado en las “ciencias duras”, en física o en biología: materiales
o seres vivos que reaccionan ante el entorno adverso para resistir o adaptarse. También se
aplica a los individuos en psicología. Y más recientemente ante los comportamientos colectivos:
la resiliencia va destinada a los que reivindican sus derechos, al lugar, a la tenencia de la tierra,
a la vivienda, a la seguridad, al transporte que lo puedan pagar, a la sanidad y a la escuela
públicas, al empleo y a la renta básica, a vivir en barrios dignos y visibles, a la centralidad, a la
igualdad política y jurídica, al reconocimiento… en resumen al derecho a la ciudad. La resiliencia
se define así: todos ustedes tienen que ser resilientes, es decir “deben resolver sus problemas
por su cuenta, el Estado no se los va a resolver”. Y “olviden el derecho a la ciudad, ni tan solo
aceptamos el concepto, está prohibido en nuestros documentos “11
1. El Informe del Banco Mundial de2009, en plena crisis del boom inmobiliario en las periferias urbanas, consideraba como un
importante indicador del desarrollo económico la urbanización extensiva. No es ignorancia, o no solo, es estar al servicio de
2. El autor ha desarrollado estos procesos en La ciudad conquistada (2003) La revolución urbana y los derechos ciudadanos
3. Entre las clases populares también se dan comportamientos excluyentes pero en mucho menor grado. En muchos casos
por razones de seguridad y bienestar en el espacio público (drogadictos, a veces ciertos colectivos inmigrantes). En otros
casos por razones económicas (desvalorización de sus viviendas de propiedad por la presencia de colectivos más pobres,
competencia para recibir ventajas sociales como becas escolares o de alimentos, acceso a viviendas sociales) o por
razones urbanísticas como una mayor densificación que afecta a las servicios públicos de por sí deficitarios. No se trata de
justificar estos comportamientos pero hay que tener en cuenta que tanto unos como otros viven situaciones de precariedad.
[]
4. Por ejemplo el comercio y lugares de ocio (como terrazas de bares y restaurantes) no son siempre asequibles
económicamente a sectores populares. En otros casos la población de origen inmigrante y cuya imagen les “delata” son a
priori sospechosos para la policía. No es necesario como hace un siglo que se prohibía mediante ordenanzas municipales
pasear por la “calle mayor” (o similar) si no era vestido como los “señores”. Un caso fue Buenos Aires. Pero yo he conocido
a trabajadores en los años 50 o 60 que no se atrevían a entrar en una cafetería del Paseo de Gracia de Barcelona, incluso
5. Citado por Richard Sennett en Vida urbana e identidad personal (1970 en inglés y 1975 en castellano). Los “idiotas” son los
que solo se relacionan con los que son muy similares a ellos mismos y evitan relacionarse con los diferentes. []
6. Richard Florida ha vendido, bastante bien por cierto, los libros “La emergencia de la clase creativa” y “Las ciudades
creativas” (2008) . El economista neoliberal Edward Glaeser ha publicado su best seller “El triunfo de las ciudades” (2011).
Por lo menos éste nos proporciona más información y más rigurosa. El politólogo progresista, tendencia ingenua, Benjamin
Barber ha publicado “Si los alcaldes gobernaran el mundo” que analiza números ejemplos de alcaldes y ciudades que han
tenido periodos de “buenas prácticas”. Lo que no dice es que estas buenas prácticas, al no incidir en los procesos causales
propios del mercado con el tiempo generan efectos contrarios a los deseados. La mejora del entorno, equipamientos,
espacio público, seguridad, rehabilitación de viviendas, etc dispara los precios del suelo, de la vivienda, de los comercios…
8. Ver J.B,. “Smart Cities: Negocio, Poder y Ciudadanía” (Plataforma Urbana, Santiago de Chile, 2014). Valerie Peugeot,
Collaborative ou intelligente, La ville entre deux imaginaires (hay versión castellana en Programa Gestión de la Ciudad,
UOC; Barcelona 2014). Michael Batty, “Big Data, smart cities and city planning” ( Dialogues in Human Geography, 2013). []
9. Como dijo recientemente Varoufakis, el ex ministro de Economía de Grecia, que los gobernantes, conservadores, liberales
o socialistas, se han metido durante tanto tiempo en la cama con los financieros que ahora no pueden prescindir de ellos. []
11. En los documentos preparatorios de Habitat III se han anulado las referencias al “derecho a la ciudad”. No es un concepto
8. Los “desechables” (( Término usado en Colombia aplicado a las poblaciones de los barrios
informales, a su vez denominados “barrios subnormales”. La población así denominada puede
representar entre un tercio y l mitad de la población de las grandes ciudades )) , los excluidos o
los que no pueden ejercer gran parte de sus derechos.
Hay sectores le la población que hoy en nuestras ciudades están desprovistos de derechos e
incluso al límite de la supervivencia. Los más vulnerables son los inmigrantes sin los debidos
“papeles” (derecho de residencia y de acceso al trabajo formal), los refugiados que huyen de
guerras y del hambre, los que han perdido trabajo y vivienda, las familias ampliadas que
sobreviven de una pensión de jubilación o de la asistencia social y sin ningún ingreso
procedente del trabajo, los que viven aislados y en situación laboral muy precaria o
desocupados, etc. Hay una población que vive en situación de alto nivel de pobreza, al límite
del hambre, de no poder pagar ningún servicio básico (agua, electricidad, transporte, etc), ni la
vivienda, sin esperanza. Esta población varía por países pero puede oscilar entre el 10 % y el
30%. Pero hay sectores que aunque estén situados en condiciones mejores han visto como se
degradaba su vida. Una gran parte de las mujeres han visto que además de trabajar más o
menos fuera de casa (a veces son las únicas que obtienen ingresos monetarios) deben asumir
las tareas familiares la atención a las personas dependientes (niños, viejos, enfermos,
discapacitados, etc). Los que perdieron el empleo y no tienen esperanza de tener alguno, los
desocupados para siempre, sin ninguna expectativa positiva. Los jóvenes, que nunca vivirán
como sus padres, con pocas posibilidades de trabajar en actividades propias de sus formación y
sin poder imaginar un futuro mejor. Las ciudades son el lugar del cambio, del progreso, de la
ilusión. ¿Pero ahora pueden serlo?
9. El miedo y la inseguridad.
El miedo y la inseguridad han sido instrumentos de control social, de consenso pasivo, de
pensamiento único, de que no hay otro futuro que el presente. Se mitifica y se naturaliza la
economía de mercado salvaje, la Constitución interpretada en sentido regresivo, el
bipartidismo oligárquico como expresión de la democracia, el enriquecimiento como valor
positivo aunque sea mediante la lotería inventada o la habilidad especulativa. El miedo a perder
el trabajo o la vivienda, a tener una pensión digna y una vida futura aceptable para los hijos, a
poder ser atendido o no por la sanidad pública, etc. se sublima ante la hipotética inseguridad
ciudadana, a pesar de su escasa peligrosidad. El uso del miedo por parte de los gobernantes es
la negación de la democracia, se usa para suprimir el conflicto, negar la posibilidad del cambio,
garantizar que no hay alternativa. Es negar a los ciudadanos la capacidad de ejercer su derecho
básico: elegir otra cosa, otro camino, otro gobierno, otra política.5
10. La pérdida de noción de ciudadanía.
Hay obviamente una relación directa y dialéctica entre ciudad y ciudadanía. La ciudad es el
ámbito de ejercicio de los derechos y deberes ciudadano. La ciudad condiciona pues este
ejercicio. Como hemos visto a lo largo de este trabajo la ciudad actual limita la ciudadanía,
excluye a una parte de la población, reduce los derechos de otra parte, pretende negar a todos
la esperanza del cambio. Las dinámicas urbanas negativas que hemos expuesto ponen en
cuestión las posibilidades de la democracia. Como hemos dicho al inicio que la ciudad es más
proceso que estructura. Lo mismo ocurre con la democracia. De la misma forma que la ciudad
existe en la medida que se transforma lo mismo ocurre con la democracia. Ésta exige no solo el
ejercicio de los derechos, también requiere transformar el ámbito de este ejercicio. Los
derechos se confrontan con el marco físico y político-jurídico de la ciudad y del Estado. El
Derecho primero libera, luego oprime. Los derechos se confrontan con el Derecho. O dicho de
otra forma: “el derecho a tener derechos”6 .
1. Una hermosa metáfora de ciudad es la definición de puente de Cortázar: “un puente es un puente cuando alguien lo
atraviesa”. La ciudad es la gente, is the people (Shakespeare), o más expresivamente: la gente en la calle. []
2. Koolhaas, sin duda un gran arquitecto-artista ha teorizado este rol. Calatrava es uno de los casos más escandalosos.
Produce grandes obras urbanas desmesuradas que buscan la presuntuosa aparatosidad a costa del presupuesto público.
Ver los trabajos críticos de Graciela Silvestre, “Un sublime atardecer. El comercio simbólico entre arquitectos y filósofos.”
(Punto de Vista, Buenos Aires 2002). Ver también los textos de crítica de la arquitectura urbana en “El Proyecto del Espacio
Público” en la obra colectiva Ciudades, una ecuación imposible, op.cit, 2012) y la obra de Llàtzer Moix “La arquitectura
3. La reducción de la masa salarial era un objetivo de los organismos financieros, como el FMI y de las clases capitalistas. Lo
mismo con los servicios públicos propios del Estado del bienestar. La crisis actual ha sido utilizada para rebajar tanto el
5. Karl Popper, un pensador no precisamente progresista, definía la democracia no tanto por el derecho a elegir el gobierno,
6. “Il diritto a avere diritti”, título de la obra del destacado jurista italiano Stéfano Rodotá (2012) []
Parte III
En los países europeos se ha ido imponiendo la hegemonía del transporte público, el uso de las
bicicletas y los recorridos a pie principalmente en la ciudad compacta, que incluye la primera
corona periférica. En las ciudades latinoamericanas se han desarrollado en los últimos 20 años
políticas urbanas orientada a articular la ciudad formal con la informal11 . Esta toma de
conciencia supone una toma de conciencia de políticas integrales: urbanismo que prioriza
radicalmente la compacidad del tejido urbano y la diversidad de centralidades, la calidad de la
oferta y las tarifas accesibles a todos los potenciales usuarios, la mixtura de funciones y
poblaciones en cada zona de la ciudad, etc. El derecho a la movilidad forma parte del derecho a
la ciudad para todos los ciudadanos.
8. Paisajes de identidad y de diversidad. La construcción de la convivencia
La creciente cultura ambiental, la afección de la población al medio en el que vive, el entorno
securizante y amable, el mantenimiento (o la creación) de elementos físicos o simbólicos que
transmitan sentido y identidad, todo ello configura el derecho al lugar.12 Este derecho se
reclama explícitamente cuando se pretende desplazar a las poblaciones que habitan una zona
en la que los poderes públicos o los empresarios promotores pretenden modificar a la vez la
morfología y los ocupantes. Pero también cuando emergen movimientos que quieren mantener
los elementos característicos: unas plazas o edificios, un conjunto industrial que ya no está en
activo, la reconversión de una zona portuaria o una estación de ferrocarril. Se trata de
introducir nuevos usos en los elementos icónicos existentes. Y también las poblaciones, sus
habilidades y sus relaciones. También se han desarrollado experiencias positivas de gestión
urbana entre poblaciones distintas, por razones culturales, étnicas, religiosas o sociales. La
convivencia pacífica e incluso solidaria se consigue mucho más mediante el mutuo
conocimiento, el asociacionismo, el compartir espacios colectivos, el evitar los guetos y el
acceso (o la reivindicación) de todos los habitantes por igual a los servicios y equipamientos
más que mediante normas administrativas y presencia visible de fuerzas policiales.
9. Gobierno del territorio y ciudadanía (( En este punto no citamos bibliografía, que por cierto
es muy extensa , debido a que el autor ha escrito bastante sobre esta temática, incluidos
informes sobre la organización y las políticas metropolitana en el mundo. Además estuvo al
frente de el área metropolitana de Barcelona (1987) y forma parte del Consejo del Plan
Estratégico Metropolitano desde finales de los 80 hasta hoy. ))
El uso de conceptos como gobernabilidad y de gobernanza son en si mismos confesionarios,
pero además su utilización sirve para dejar en lado los déficits de los gobiernos y también para
inventar situaciones sin conflicto. Los gobiernos territoriales de proximidad, los locales, son a
pesar de sus limitaciones y con frecuencia su inoperancia, en muchos países están mejor
situados en los rankings que los otros niveles del Estado y otras instituciones (Judicatura,
Fuerzas Armadas, Iglesias, partidos políticos, etc). Es un punto de partida pero desde mediados
del siglo XX numerosos profesionales (urbanistas, planificadores, arquitectos, geógrafos,
administradores públicos, etc) plantean la necesidad de instituir estructuras metropolitanas
plurimunicipales. Es conocida la resistencia política y social a la creación de gobiernos
metropolitanos de base electiva. Los gobiernos de los niveles superiores desconfían del poder
de una ciudad metropolitana, los gobiernos locales periféricos y sus poblaciones temen quedar
absorbidos y subordinados por la ciudad central y las agencias o entes especializados con
funciones de ámbito metropolitano (transportes, agua, desarrollo económico, infraestructuras,
vivienda, etc) actúan con una lógica sectorial, generan cuerpos tecnocráticos y actúan en la
opacidad y en estrecha relación con grandes empresas.
Ya hemos expuesto la oportunidad que representa hoy la crisis que ha desvelado las crecientes
desigualdades sociales, las incoherencias de las políticas públicas, la insostenibilidad de las
regiones urbanizadas, le renovación de la economía productiva y la generación de empleo,
hacer ciudad integrando la vivienda y las actividades, recuperar y controlar socialmente los
organismos y las empresas de prestación de servicios y integrar los programas de
infraestructuras dependientes de la sostenibilidad y la reducción de las desigualdades. Hay una
demanda latente a todos los niveles de la sociedad de que hay que reapropiarse el territorio.
No se puede exponer un modelo de organización territorial pues tanto las formas del desarrollo
urbano como la organización político-administrativa de las regiones urbanas y las ciudades
metropolitanas son distintas. Pero si que pueden proponer algunos criterios.
Las regiones urbanas tienden a constituir un sistema de ciudades, en su conjunto requieren más
planeamiento que gestión, pueden adaptarse o dar lugar a un nivel político-administrativo
intermedio y ante todo deben preservar zonas naturales, rurales o agrícolas y evitar la
urbanización difusa. La ciudad metropolitana integra la ciudad compacta, la ciudad central y la
primera corona, plurimunicipal casi siempre, pero que tiende a dotarse de un gobierno común
para promover políticas redistributivas y reequilibradoras, unificar los ingresos fiscales, elaborar
el planeamiento territorial y estratégico, promover los grandes proyectos urbanos y gestionar
los servicios públicos supramunicipales.13
Las ciudades metropolitanas pueden ser hoy un ámbito de renovación democrática. La ciudad
metropolitana se gobierna lógicamente a dos niveles, el metropolitano y de de los municipios
periféricos y los distritos (delegaciones, boroughs, etc) de la ciudad central. Pero la emergencia
de organizaciones sociales, ambientalistas, barriales, sindicales (cada vez más presentes en los
territorios), cooperativistas y otras formas de economía social y colaborativa, etc tienen
vocación de proponer, intervenir en los procesos deliberativos, controlar y asumir funciones
que hasta ahora han sido propias de las administraciones públicas o las empresas
concesionarias o contratadas. La democracia “representativa” está hoy en crisis y las ciudades
parecen destinadas a ser las bases de la renovación política. El derecho a la ciudad no es un
catálogo de lo que deben hacer las Administraciones públicas. Se requiere también una nueva
relación con la ciudadanía.
10. Derecho a la ciudad (( Este concepto, acuñado por Henri Lefebvre en los años 60 empezó a
desarrollarse y debatirse a finales de siglo especialmente por parte de David Harvey y el grupo
de New Cork (Peter Marcuse, Neil Smith, Tom Angotti, etc. También en América latina por
Habitat Internacional Coalition-HIC (Enrique Ortiz, Ana Sugranyes, Lorena Zárate, etc) y por el
autor de este texto, ver “La ciudad conquistada” (2003) y “La revolución urbana y los derechos
ciudadanos (2013). ))
El derecho a la ciudad no es admitido en Habitat – Naciones Unidas por exigencia de gobiernos
nacionales, especialmente los Estados Unidos. ¿Cuál es la razón? Precisamente el carácter
abstracto de este derecho no parece que debiera perturbar a los gobiernos y a los organismos
internacionales. Es probable que intuyan que el derecho a la ciudad replantea no solo el
modelo de ciudad sino el estatuto de la propiedad del suelo y la financiación pública de la
vivienda con el objetivos de evitar la especulación, el carácter social de los servicios de interés
general, la promoción de la economía colaborativa, el derecho al lugar, la compacidad de la
ciudad y la no aceptación de los barrios cerrados, etc Es decir todo lo que se deriva de las
proposiciones anteriores. El derecho a la ciudad no es un catálogo de derechos específicos que
pueden obtenerse más o menos, unos sí y otros no. Los derechos son interdependientes, no se
pueden ejercer unos si faltan los otros. Lo cual requiere políticas integrales y que deben
imponerse a la lógica del mercado. No se trata solo de derechos estrictamente urbanos como la
vivienda, el espacio público, los equipamientos y los servicios básicos, la accesibilidad y la
visibilidad, la centralidad próxima, la movilidad y la inserción en la trama urbana compacta.
Pero también la educación y la sanidad públicas, el empleo y la renta básica, la formación
continuada y la protección social, el acceso a la cultura y al uso de las tecnologías de
información y comunicación. Y la igualdad de derechos políticos y jurídicos a todos los
habitantes de la ciudad, la posibilidad real de participar en los procesos de elaboración de los
programas de las instituciones políticas y en la gestión cívica o social de las entidades de gestión
de interés general.
A pesar de su carácter abstracto el derecho a la ciudad que empezó a citarse por muy pocas
personas vinculadas a movimientos sociales en Habitat II (Istambul 1996) pero en menos de 20
años ha alcanzado una gran difusión. En Habitat III (Quito 2016), aunque no lo deseen los
organismos internacionales e importantes gobiernos nacionales, los movimientos y
organizaciones sociales y políticas y diversas autoridades locales defenderán este derecho. El
derecho a la ciudad es irrenunciable pues integra en el mismo concepto las reivindicaciones o
demandas específicas de la ciudadanía, la participación política democrática a todos los niveles
y la aspiración a una ciudad y una sociedad libre, de iguales y solidaria.
1. “En el espacio leemos el tiempo”, Kart Schlögel (Siruela, Madrid, 2007, original 2003) []
2. Slumizado (sic). Del vocablo anglosajón slum, que en su traducción admite equivalentes como chabola, villa miseria, etc. []
3. Los “bobos” (bourgeois bohémien) se puso de modo en Paris: el retorno de sectores acomodados, de nivel cultural,
4. Esta desvalorización que hizo el movimiento moderno del espacio público de uso colectivo ha persistido más tiempo en
América latina que en Europa, pero a finales de siglo se recupera el valor del espacio público como ordenador del espacio
urbano. Ver “Ciudades radicales, un viaje a la nueva arquitectura latinoamericana”, Justin McGuirk (Turner 2015, original
2014). Un indicador de este cambio es el éxito que tuvo la exposición y el interés de los catálogos que se creó inicialmente
en Francia por el Institut de la Ville en Mouvement, “La Rue est à nous… à tous/The Street belongs to all for us” (2007 y que
se recreó con aportaciones significativas en Buenos aires, “Ganar la calle” (2009) y en Bogotá, “La calle es nuestra… de
todos” (2009). []
5. En un seminario internacional, en los años 90, el director general de la City de Londres, al ser preguntado cual era el
equipamiento más estimulante al progreso económico contestó: los “pubs”, donde gente distinta y que no se conoce
pueden hablarse. Es la “serendipity”, lo que encuentras sin buscarlo. El urbanista francés François Ascher aplicó este
concepto a la ciudad. Ver “L’âge des métapoles” (Paris 2009) y también su contribución “La ciudad son los demás” en
“Ciudades, una ecuación imposible” (op.cit, Icaria 2012). Y “De la serendipité”, de Pek van Andel y Danièle Bourcier (L’Act
Mem, 2009). []
6. En el entorno de ciudades mexicanas o chilenas, por citar dos países que han promovido actuaciones de vivienda masiva
para sectores populares, han producido conjuntos que pueden estar lejos (hasta más de 20 0 30 kms) o muy mal
comunicados. Al cabo de un tiempo una parte de los ocupantes, hasta incluso el 40 o 50 %, han abandonado la vivienda
7. La PAH incluso ha sido la base popular que ha llevado a algunos de sus líderes o portavoces a ser elegidos en las
recientes elecciones municipales. El caso más exitoso ha sido la conquista de la alcaldía de Barcelona por parte de la
principal portavoz de la PAH, Ada Colau (por cierto una de las autoras de op.cit. Ciudades, una ecuación imposible, 2012).
[]
8. Bernardo Secchi, “Ciudad de los ricos y ciudad de los pobres” (Catarata, Madrid 2015, original 2013) []
9. El Índice IESE Cities in Motion (2015) analiza mediante indicadores complejos que a su vez se agrupan en 10 clusters
(capital humano, cohesión social, economía, gestión pública, gobernanza, movilidad y transporte, medio ambiente,
Si comparamos la posición global en el ranking de Madrid y Barcelona con su posición en la economía y la cohesión social podemos constatar que la
ciudad está bien y los ciudadanos mal. Barcelona y Madrid están globalmente bien situadas en el ranking, en los puestos 34 y 35 sobre 148 grandes
ciudades. En economía están relativamente bien Madrid en el 58 y Barcelona en el 73, justo en la mitad del ranking. Pero en “cohesión social”
(inmigración, cuidado de los mayores, sistema de salud, seguridad, inclusión ciudadana, desocupación, coste de la vivienda en relación al ingreso,
desigualdad social, etc) tanto Madrid como Barcelona se sitúan en la cola , puestos 129 y 124. []
10. Ver “Economía Ciudadana” de Roger Sunyer (UOC, 2015). Ver también Rachel Botsman, “What’s Mine in Your’s: The Rise
of Collaborative Consumption, New York 11); Valerie Peugeot: “¿Colaborativa o inteligente? la ciudad entre dos entre dos
imaginarios” (UOC, Programa de Gestión de la ciudad y urbanismo, 2005). Dossier de la revista Esprit «Le partage, une
12. “Subsidio sin derecho. La situación del derecho a la vivienda en Chile”, Alfredo Rodríguez, Paula Rodríguez Matta y Ana
Sugranyes, eds (Sur, Santiago de Chile, 2015). En esta obra colectiva se incluye un trabajo del autor: “Vivienda popular. De
la marginación a la ciudadanía”. El conjunto de trabajos tienen como hilo conductor el “derecho al lugar y a la ciudad”.
Sobre la identidad del lugar me parece muy expresiva la fórmula del experto en economía y urbanismo de ciudades
portuarias: “la reconversión de un puerto viejo en zona ciudadana lo que se haga debe oler a puerto”. []
13. El Greater London Council es un caso interesante. Es un gobierno local potente pero con competencias limitadas y está
formado por 32 distritos que a su vez poseen una parte importante de las competencias propias de los municipios. En Paris
se está en pleno debate sobre como organizar el gran Paris. En América latina se debe citar Lima que ha integrado en la
macrociudad a sus “pueblos jóvenes” pero con una enorme desigualdad de recursos. El caso más negativo es Santiago de
Chile. Es el gobierno nacional que asume las competencias metropolitanas y la ciudad metropolitana compacta está