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Bien sea por influencia cultural, bien sea por biología pura y dura, el
hombre y la mujer tienden a diferenciarse en la forma en la que
tratan a sus emociones. Esto se debe en gran parte a la misma
diversidad en la manera de comportarse del cerebro femenino y del
masculino.
Hemos de fijar nuestra atención en que el verbo usado ha sido “tienden a”,
ya que esto quiere decir que siempre no es así y que la idea que se expone
es destacar aquellas diferencias más características que se han
encontrado.
Leer caras.
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Esto, según Louann Brizendine, puede tener que ver con la cantidad de
células disponibles en el cerebro femenino para captar las sensaciones
corporales. Es decir, que el aumento del estrógeno a partir de la
pubertad, agudiza la capacidad del cerebro para seguir y sentir
emociones.
De hecho, según algunos estudios1, las áreas cerebrales que siguen los
sentimientos viscerales son más grandes y sensibles en el cerebro
de la mujer. Por eso, cuando la mujer comienza a sentir algo en sus
entrañas, ciertas zonas cerebrales como la ínsula y el Córtex cingulado
anterior, se activan.
O sea, que el hecho de que una mujer se aguante el enfado no tiene solo
que ver con las normas sociales y la educación, sino que puede ser debido
a la tendencia del cerebro femenino a meditar las situaciones y
prevenirlas consecuencias de un enfrentamiento.
En este sentido podríamos decir que las mujeres tienden a añadir una
etapa más al procesamiento de la emoción que contribuye a la rumiación,
al “darle vueltas” a la intensidad, a las causas y a las consecuencias de esta
antes de desencadenar acalorados intercambios.