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“Separados por la distancia, la agreste geografía o las franjas territoriales bajo dominio indígena, estos

centros de poder se integraron en torno a la figura carismática de caudillos locales. Los intentos de
organización republicana fueron sustituidos por la autocracia y el personalismo. El acceso al poder pasó a
depender del control de las milicias (…) Los caudillos pugnaron por reivindicar el marco provincial como
ámbito natural para el desenvolvimiento de la actividad social y política. (Por eso) el localismo no era una
forma aberrante de organización social destinada a perpetuar en el poder a caudillos voluptuosos, sino
que respondía sobre todo a la modalidad que habían adquirido las relaciones de producción y los
circuitos económicos en el territorio de las Provincias Unidas.”
Oszlak, Oscar. La formación del Estado argentino, 1997.

“1°) Queda sancionada una paz firme, verdadera amistad y unión entre las cuatro provincias
contratantes, cuya recíproca libertad, independencia, representación y derechos se reconocen y deben
guardarse entre sí en igualdad de términos como están hoy de hecho constituidas, sin que por este acto
solemne se gradúen renunciados los que defiende Santa Fe sobre el territorio de Entre Ríos, por
documentos legítimos y amparos superiores, cuya reclamación legal, como las competentes a las demás
de los suyos y respectivos, son el soberano legitimo Congreso General, de todas las provincias en la
oportunidad que presente el orden de los sucesos americanos en su perfecta tranquilidad y absoluta
cesación de oscilaciones políticas, cuyas innovaciones convenientes serán obedecidas, como emanadas
de la Soberanía Nacional.
2°) Si los españoles, portugueses o cualquier otro poder extranjero invadiese o dividiese la integridad del
territorio nacional, todas inmediatamente pondrán en ejercicio su poder y recursos para arrojarlo de él,
sin perjuicio de hacer oficialmente al gobierno agresor las reclamaciones que estime justas y oportunas.
3°) Subsiste la misma liga contra cualquier poder de los designados, que incida en igual defecto contra el
territorio particular o jurisdicción que cada una de las cuatro provincias disfruta de buena fe (…)
4°) Ligan los mismos deberes contra todo poder americano que pretende usurpar por las armas los
derechos detallados en el artículo 1º. (…)
6°) Ninguna de las provincias contratantes podrá declararse guerra u hostilidad, ni a otra cualquiera de
las del territorio de la Nación, sin acuerdo y consentimiento de las otras tres (…)
7°) La de Buenos Aires facilitará en cuanto lo permite su estado y recursos, el armamento, municiones y
demás artículos de guerra a cualquiera de las otras que los necesite y pida (…)
8°) Queda igualmente libre el comercio marítimo en todas las direcciones y destinos en buques
nacionales (…)”
Tratado del Cuadrilátero, celebrado entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes – 25 de enero de 1822.

“No será oficioso advertir que esa gran facción de la república que formaba el partido federal no
combatía solamente por la mera forma de gobierno, pues otros intereses y otros sentimientos se
refundían en uno solo para hacerlo triunfar. Primero, era la lucha de la parte más ilustrada contra la
porción más ignorante. En segundo lugar, la gente del campo se oponía a la de las ciudades. En tercero,
la plebe se quería sobreponer a la gente principal. En cuarto, las provincias, celosas de la preponderancia
de la capital, querían nivelarla. En quinto, las tendencias democráticas se oponían a las miras
aristocráticas y aun monárquicas (…). Todas estas pasiones, todos estos elementos de disolución y
anarquía se agitaban con una terrible violencia y preparaban el incendio que no tardó en estallar.”
Paz, José María. Memorias póstumas, 1855.

“La oposición de las provincias a la capital, que se trataba de justificar con quejas bien o mal fundadas; el
descrédito de los gobiernos que habían regido la república, y principalmente del directorial que era el
último; las excitaciones, las intrigas que partían desde el mismo Buenos Aires, fraguadas por el partido
que aspiraba al poder porque estaba fuera de él, eran otros tantos elementos de disolución.”
Paz, José María. Memorias póstumas, 1855.
“Señor Ministro:
Participo al gobierno delegado que el coronel Don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado, por mi orden,
al frente de los Regimientos que componen esta división. La historia, Señor Ministro, juzgará
imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido, o no, morir; y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un
Pueblo enlutado por él, puede haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público.
Quisiera persuadirse el Pueblo de Buenos Aires que la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor
que puedo hacer en su obsequio.
Saluda al Señor Ministro con toda atención.
Juan Lavalle.
Excelentísimo Señor Ministro de Gobierno Dr. José Miguel Díaz-Velez.
Navarro, 13 de diciembre de 1828”

“El 20 de diciembre de 1829. En este día llegó a esta capital el cadáver del finado gobernador don
Manuel Dorrego, el que a medio camino del pueblo de Flores a ésta, cien ciudadanos, que con
anticipación habían salido a recibirlo de distinción, desprendieron los tiros del carro fúnebre de primera
clase de los de la policía, y a porfía lo condujeron hasta la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la
Piedad, por entre una numerosa tropa de caballería e inmenso pueblo, que desde muy temprano había
ocupado todas las avenidas del templo y la plaza contigua. (…) Seguían al carro el señor gobernador don
Juan Manuel de Rosas, acompañado de sus ministros, autoridades civiles y militares, las tropas de
caballería y coches de ceremonia.”
Beruti, Juan Manuel. Memorias curiosas, 2001.

“Dos cosas se pretenden a la vez: la primera el que Buenos Aires no perciba derechos por los efectos
extranjeros que se introducen a las provincias litorales del Paraná, y por consiguiente, a las del interior; y
que se prohíban o impongan altos derechos a aquellos efectos extranjeros, que se producen por la
industria rural o fabril del país. (..) Es cosa averiguada que los derechos percibidos por los efectos de
todo género a su importación en un país, son pagados casi en su totalidad por los consumidores. En este
sentido las provincias pagan en la aduana de Buenos Aires el valor de los que se consumen, y aun si se
quiere, los muy cortos derechos que tienen los frutos del país a su exportación. Pero también es un
hecho que Buenos Aires paga la deuda nacional, contraída en la guerra de la independencia y en la que
últimamente se ha tenido con el Brasil. También lo es que mantiene la seguridad de las costas y guarda
el río, agentes y cónsules en países extranjeros, las relaciones exteriores, y que responde a los perjuicios
causados en esta guerra a los neutrales, por los corsarios de la República; lo mismo que de cuantiosas
deudas de honor contraídas durante dicha guerra, y de multitud de compromisos en que entró el
gobierno general bajo la influencia del Congreso.”
Roxas y Patrón, José María. Memorándum, 1830.

“Expondré (…) cómo el actual arreglo del comercio daña, en mi juicio, a los intereses de la República; por
lo tanto demanda una variación. (…) Hay dos puntos importantes sobre los que está cimentado el
comercio de la República y son: 1º la libre concurrencia de toda industria; 2º la exclusión del puerto de
Buenos Aires, para el comercio de importación y exportación. Considero la libre concurrencia como una
fatalidad para la nación. Los pocos artículos industriales que produce nuestro país, no pueden soportar la
competencia con la industria extranjera. (…) La exclusiva del puerto, es otro mal, raíz de infinitos. La
situación de Buenos Aires es en extremo de la República. (…) considero evidente por sí misma las
ventajas de disminuir las distancias que corren los artículos de comercio del país hasta su mercado; así
como son visibles los perjuicios que resultan de colocar aquél donde la naturaleza no lo ha puesto. Si la
libre concurrencia mata algunos ramos nacientes de industria nacional, y el mercado ficticio de Buenos
Aires daña a la gran mayoría de los pueblos de la República, debe mirarse como indispensable una
variación en el actual sistema del comercio. Me parece también que ésta debe fundarse en los puntos
siguientes: 1º prohibición absoluta de importar algunos artículos que produce el país (…) 2º habilitación
de otro u otros puertos más que el de Buenos Aires.”
Ferré, Pedro. Contestación al Memorándum, 1830.

“Art. 1° Los gobiernos de Santa Fé, Buenos Aires y Entre Ríos ratifican y declaran en su vigor y fuerza los
tratados anteriores celebrados entre los mismos gobiernos en la parte que estipulan paz firme, amistad y
unión estrecha y permanente; reconociendo recíprocamente su libertad, independencia, representación
y derechos.
2° Las provincias de Santa Fé, Buenos Aires y Entre Ríos se obligan a resistir cualquier invasión extranjera
que se haga, bien sea en el territorio de cada una de las tres provincias contratantes, o de cualquier otra
de las tres que componen el Estado argentino.
3° Las provincias de Santa Fé, Buenos Aires y Entre Ríos se ligan y constituyen en alianza ofensiva y
defensiva contra toda agresión de parte de cualquiera de las demás provincias de la República (lo que
Dios no permita), que amenace la integridad e independencia de sus respectivos territorios.
4° Se comprometen a no oír, ni hacer proposiciones, ni celebrar tratado alguno particular una provincia
por si sola con otra de las litorales, ni con ningún otro gobierno, sin previo avenimiento expreso de las
demás provincias que forman la presente Federación. (…)
8° Los habitantes de las tres provincias litorales gozarán recíprocamente la franquicia y seguridad de
entrar y transitar con sus buques y cargar en todos los puertos, ríos y territorios de cada una ejerciendo
en ellas su industria con la misma libertad, justicia y protección que los naturales de la provincia en que
residan, bien sea permanente o accidentalmente.
9° Los frutos y efectos de cualquier especie que se importen o exporten del territorio o puertos de una
provincia a otra por agua o por tierra, no pagarán más derechos que si fuesen importados por los
naturales de la provincia, adonde o de donde se exportan o importan. (…)
13° Si llegare el caso de ser atacada la libertad e independencia de alguna de las tres provincias litorales,
por alguna otra de las que no entran al presente en la declaración, o por otro cualquier poder extraño, la
auxiliarán las otras dos provincias litorales con cuantos recursos y elementos están en la esfera de su
poder, según la clase de la invasión, procurando que las tropas que envíen las provincias auxiliares sean
bien vestidas, armadas y municionadas, y que marchen con sus respectivos jefes y oficiales. Se acordará
por separado la suma de dinero con que para este caso deba contribuir cada provincia.
(…)
ARTICULO ADICIONAL
Siendo de la mayor urgencia la conclusión del presente tratado y no habiendo concurrido la provincia de
Corrientes á su celebración por haber renunciado el señor general Don Pedro Ferre la comisión que se ]e
confirió al efecto, y teniendo muy fundados y poderosos motivos para creer que accederá a él en los
mismos términos en que está concebido, se le invitará por los tres comisionados que suscriben á que
adhiriendo á el, lo acepte y ratifique en todas y cada una de sus partes del mismo modo que si hubiese
sido celebrado conforme á instrucciones suyas con su respectivo Comisionado.”
Pacto Federal, 4 de enero de 1831.

“Eterna maldición al bando odioso


que convulso en frenéticos furores,
matanza, estragos, crímenes y horrores
con feroz avidez ansía rabioso.

Horda infernal, conjunto ignominioso


de infames asesinos y traidores
que nutridos de hiel, odio y rencores
compiten a cual más facineroso.

No. Ya nunca jamás el tal salvaje


bando unitario con horrenda guerra,
en la sangre, el incendio y el pillaje

se gozará asolando nuestra tierra;


pues juramos los libres indignados
anatema, exterminio a esos malvados.”
Soneto, anónimo, 1839.

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