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Resumen de la Apología de Sócrates

La Apología de Sócrates es una obra escrita por Platón que consta de un diálogo que hace Sócrates en el juicio al que es llevado acusado de no
creer en ningún dios, de convertir el argumento más débil en el más fuerte, de ser un orador habilidoso y de corromper a la juventud.

Sócrates comienza su defensa dirigiéndose al jurado y a todos los atenienses, asegurando ignorar la impresión, que lo dicho por sus acusadores,
haya dejado en lo presentes y pidió que le fuera permitido demostrar que nada de lo dicho se ajustaba a la realidad.

Sócrates dejó en claro que no utilizaría palabras rebuscadas, ni hermosos discursos para lograr convencerlos de que lo absolvieran, defendiendo
ante todo la verdad y la justicia.

La primera acusación que, Sócrates, se detiene a analizar es la del orador habilidoso, asegurando que si para sus acusadores ser una orador que se
atiene a la verdad es ser un orador habilidoso, entonces él no tendría reparo en aceptar que era un orador pero nunca en el sentido en que sus
propios acusadores lo son.

Tras haber dejado claro la forma en la que se defendería, Sócrates continuó recordando las primeras acusaciones de las que víctima, acusaciones
que construyeron la mala fama que él tenía ante muchos de los presentes, quienes habían escuchado aquellos rumores cuando eran solo unos
niños o adolescentes, edades en las que el ser humano es más manipulable.

Sócrates prosiguió clasificando a sus acusadores en los antiguos y los recientes, y pidió que se le permitiera empezar por desmentir las acusaciones
hechas por los más antiguos, y fue así como empezó su defensa de la acusación que aseguraba que él era capaz de convertir el argumento más
débil en uno muy fuerte, y dijo no saber ni poco ni nada sobre aquellos asuntos y reto a la audiencia a averiguar sobre aquello de lo que él hablaba
y presentar resultados de sus investigaciones para así comprobar que él estaba diciendo la verdad.

Sócrates siguió adelante con su monólogo asegurando que él no era como los sofistas, que él no andaba deambulando por las calles con la
intención de educar a las personas ni de cobrar por compartir sus conocimientos y que si bien, encontraba hermoso que hubiera quien dedicara su
vida a enseñar y fascinar a los pobladores de todas la ciudades por las que pasaban, pero él no era uno de ellos, el no pedía dinero ni
agradecimiento de nadie.

Sócrates continuó asegurando que la especia sabiduría que poseía era lo que lo había llevado a ser objeto de un sin fin de acusaciones tan alejadas
de la realidad, pero que su sabiduría era completamente humana.

Comenzó a relatar la historia, en la cual, su amigo Querefonte se presentó ante el Oráculo de Delfos y le cuestiono si había otro hombre en el
mundo más sabio que Sócrates y el Oráculo respondió que no, no había alguien más sabio que él, al enterarse de aquello, Sócrates se dio a la
tarea de descubrir aquello que el dios quería decir con eso y comenzó por acercarse a todas aquellas personas que eran considerados por los
demás, y por ellos mismos, sabios, los primeros fueron los políticos, ahí, Sócrates descubrió, que los que decían ser sabios y eran reconocidos
como tal, no lo eran realmente, que presumían de algo que no eran y por hacérselos saber se ganó la enemistad de muchos.

Al terminar con los políticos, fue a donde los poetas, y después con los artesanos, con ambos la historia se repitió, al igual que los políticos, los
poetas y los artesanos presumían ser más sabios de lo que realmente eran, creían que por conocer y saber hacer bien su oficio, creían que sabían
todo, en todos los asuntos, algo que a Sócrates le parecía petulante y obscurecía todo conocimiento que pudiesen poseer.

Tras aquella investigación, Sócrates se ganó un sin fin de enemigos, pero descubrió que el dios decía la verdad, que él era más sabio que todos
ellos porque era capaz de reconocer que la verdad era que él no sabía nada.

Dejando claro lo anterior, Sócrates paso a defenderse de la acusación realizada por Meletos, quien aseguraba que Sócrates corrompía a la juventud
por no reconocer a los dioses de la ciudad, y para hacerlo, Sócrates solicitó que el propio Meletos, quien siempre se había negado a dialogar con él,
contestara algunas preguntas, las respuestas dadas por Meletos llevaron a Sócrates a concluir que no era él quien corrompía a los jóvenes y que en
caso de hacerlo los hacía de manera involuntaria, por lo que pudo comprobar que Meletos estaba equivocado o mentía en ese aspecto.

Con respecto a que no creía en los dioses de la ciudad, Sócrates comprobó que creer en genios y divinidades era creer en los dioses.

Sócrates fue declarado culpable y aseguró que no tenía miedo a la muerte, que de hecho, prefería morir que vivir sin poder hacer aquello para lo
que los dioses le habían puesto ahí; Sócrates defendió hasta el último momento que era un hombre justo y que prefería pagar el peor de los
castigos antes de ser infiel a sus pensamientos.

Inicia la obra, escrita por Platón, entre el 393 y 389 a.C[1]con la autodefensa que Sócrates se hace ante el pueblo de Atenas, diciendo:
“No sé, atenienses, no sé..”[2]. Estas palabras que serán precisamente, el inicio del final de su vida, constituyen el centro de su filosofía: “sólo sé
que no se nada”. Aunque en estas primeras líneas se refiere a que él no sabe cuál es la impresión que ha causado la acusación en las mentes de
sus juzgadores, luego de la lectura de la totalidad de la Apología, queda claro, que ya él lo suponía[3]
La obra se puede dividir en las siguientes partes:
1. Primera parte
a. La introducción
b. La acusación
c. La explicación del porqué se le acusa
d. Su interpretación del Oráculo de Delfos
e. La refutación de los cargos
f. La autoaniquilación: decir la verdad
2. Segunda parte
a. La aceptación
b. El señalamiento de la pena
3. Tercera parte

a. La profecía
PRIMERA PARTE

a- La introducción:
Sócrates empieza por dejar en claro que es mentira lo que sus acusadores han dicho de él y que en su defensa, él si se ajustará, como siempre, a
la verdad. Lanza además, una daga con la punta anestesiada a algunos de los atenienses que lo juzgarán, pues cuando les solicita que lo disculpen,
por no defenderse con el lenguaje de los tribunales, pues sólo conoce el lenguaje que acostumbra a usar en las plazas públicas, donde “muchos de
vosotros me habéis oído[4]les está diciendo que de condenarlo, deberían de condenarse ellos también, por haberlo seguido en sus discursos. Deja
la impresión que Sócrates ya intuye el desenlace de este juicio.[5]
Acto seguido, describe cómo será el desarrollo de su defensa:
Responder a las primeras acusaciones falsas.
Responder a sus primeros acusadores
Responder a las acusaciones más recientes.
Hace esta diferencia, porque indica que sus detractores lo acusan desde hace mucho tiempo atrás (él tiene 70 años para ese momento[6]y que
estas acusaciones han calado hondo en las mentes de otros, de tal forma, que tiene en su contra, no solo a quienes lo calumnian desde siempre,
sino además a los que han sido persuadidos y a su vez han persuadido a otros de que Sócrates no cree que haya dioses.
b- La acusación
Menciona a sus acusadores: Melito, Anito y Licón, que representan a los poetas, artífices y políticos y a los oradores, respectivamente. Luego, lee
su acusación: “Sócrates es culpable de tratar de penetrar, con curiosidad impía, los secretos de la tierra y del cielo, de hacer de una mala una
buena causa y de enseñar a otros cosas semejantes.”[7] Más adelante leerá: “Sócrates es culpable de corromper a los jóvenes, de no reconocer a
los dioses del Estado y de introducir nuevas divinidades.[8]”
c- La explicación del porqué se le acusa
Sócrates, dialogando con sus juzgadores, en un franco monólogo, les dice, como hablando en voz alta: ¿De donde vienen esas ca lumnias que se
han difundido contra ti? Y responde: viene de cierta sabiduría que hay en mí, aunque mas adelante dice que no la tiene. Explica que Cherefón, su
amigo de la infancia, un día fue a Delfos, preguntó al oráculo si había en el mundo un hombre más sabio que Sócrates y la Pita respondió que no.
Sócrates intenta comprender el significado del oráculo y busca a hombres sabios: poetas, políticos, oradores y artífices para corroborar que si
existen hombres más sabios que él, sin embargo, se percata que, a los ojos de casi todos, estos pasaban por sabios sin serlo. Intentó convencerlos
de tal error y esto le generó el odio de muchos. Es evidente que hace 2300 años, así como hoy, conducirse de esta forma, es asegurarse el
desprecio de los otros y una forma de suicidarse.
Esto, que ha sido el origen del odio que le tienen, y que, pienso, le valió una fama de arrogante, aunque él se perciba muy humilde, será lo que a
la postre, posiblemente, termine siendo la causa de su condena, pues está confirmando con sus propias palabras, lo que de boca en boca se
transmitido y entre los 500 que lo juzgan, sin lugar a dudas, habrán habido: poetas, políticos y artífices.
Termina reafirmando: “Por esto es por lo que se me odia, por decir la verdad”[9]
d- Su interpretación del Oráculo de Delfos
Termina entonces por decir lo que quiso decir el Oráculo: “Mortales, el más sabio de vosotros es aquél que, a ejemplo de Sócrates, reconoce que
nada es su sabiduría.”[10] Sin embargo su humildad de reconocer que nada sabe, pienso, es, precisamente, la leña que hace encienda la hoguera
del odio hacia él.
e- La refutación de los cargos
Ante las acusaciones, ya transcritas arriba, Sócrates se defiende atacando a sus difamadores. Acusa a Melito de mentiroso[11]de petulante y de
insolente[12]Y lo confronta. Le refuta sus alegatos y los aniquila con sus preguntas. Primeramente le cuestiona ¿quién es la persona capaz de
hacer mejores a los jóvenes? A lo que Melito contesta, las leyes. Le vuelve a plantear la pregunta y contesta Los Jueces (Jueces y Leyes están en
absoluta concordancia).
En mi criterio, la respuesta de Melito es muy efectiva para acorralar a Sócrates, pues si este niega lo que dice Melito, estará diciendo que los 500
jueces (que lo están juzgando) y las leyes creadas por los mismos atenienses, son incapaces de hacer más virtuosos a los jóvenes, ergo, serán sus
corruptores. Si por el contrario, acepta, como cierto, que esos 500 jueces son todos capaces de hacer mejor a los jóvenes, estaría aceptando que,
por su envestidura de jueces, son hombres sabios y virtuosos, lo cual, a todas luces no es así. Sócrates sabía que Melito nunca contestaría la
respuesta que él quería: el filósofo. Al final, la pregunta de Sócrates termina interpretándose como: ¿Quién es la única persona capaz de hacer
peor a los jóvenes? Y para Melito sólo tiene una respuesta: Sócrates.
Así las cosas, Sócrates descalifica la respuesta de Melito, pero por su puesto, termina con ello de echar unas gotas más de cicuta a la copa que
tendrá que beber.
En vista que está siendo acusado de corromper a los jóvenes, pregunta: ¿Qué cosa es mejor para ti, vivir entre gentes de bien o entre malvados?
¿No es verdad que los malos hacen siempre mal a los que están cerca de ellos y los buenos hacen siempre algún bien a los que con ellos viven?
¿Habrá, pues alguien que quiera recibir algún daño de aquellos con quienes trata, más bien que ser favorecido? ¿Cuándo me acusas de corromper
a la juventud y de volverla peor, dices que la corrompo intencionalmente o sin quererlo? Melito responde: intencionalmente.
Ahora Sócrates, descarga su furia contra Melito, haciendo ver que si él corrompiera a la juventud, de manera intencional, se estaría exponiendo a
que ellos mismos lo dañaran luego y por lo tanto, se estaría dañando a sí mismo. Algo así como el refrán que dice: Cría cuervos y te sacarán los
ojos. En mi criterio, pareciera que Sócrates, sí crió cuervos. Los mismos cuervos que lo escuchaban en sus disertaciones, fueron quienes le llenaron
la copa de cicuta.[13]
Por último Sócrates demuestra que la acusación de que no cree en los dioses es falsa, pues hace que Melito acepte que Sócrates sí cree en los
Demones, como hijos de los dioses, y si cree en estos, no puede ser que no crea en los dioses.

f- La autoaniquilación
Siendo que Sócrates sabe las razones del odio que se le profesa y que intuye cuál será el desenlace de ese juicio, le vuelve a abrir la llave al
dispensador de cicuta, cuando luego de terminar el interrogatorio, en su discurso le dice a los 500 jueces: “De todas maneras, hagáis caso de Anito
o no hagáis, me absolváis o me condenéis, nunca jamás obraré de otro modo, así tenga que sufrir mil muertes.[14]”
Para concluir, Sócrates recuerda al jurado que no va a recurrir a trucos de llantos, ni traerá a sus hijos a provocar compasión. Afirma no temer a la
muerte y asegura que no actuará de manera contraria a su deber religioso, por lo que confiará plenamente en su sólida argumentación y en la
verdad para ganarse el veredicto. El jurado, sin embargo, lo encuentra culpable por 281 votos a 220.[15]

SEGUNDA PARTE
La aceptación
Sin extrañarse, Sócrates acepta la condena, sin embargo, dice que esperaba ser condenado por más votos en su contra y no por una diferencia de
tan solo 30.
En la época, nos dicen Meabe y Ascárate (pag 54, nota 26): “Cuando un acusado era declarado culpable y el acusador pedía contra él la pena de
muerte, la ley permitía al acusado condenarse a sí mismo a una de estas tres penas: prisión perpetua, multa o destierro. La ley había establecido
esta disposición para que los jueces no tuvieran ningún escrúpulo de condenar a un hombre que, condenándose a sí mismo, se declarara culpable
por confesión propia. No cayó Sócrates en el lazo; no se condenó en manera ninguna, por lo que dice Jenofonte, ni permitió a sus amigos que lo
hiciera: que esto era reconocer la culpa. De manera que Sócrates reclama su inocencia, y por obedecer a la ley, se señala a sí mismo una
recompensa en lugar de un castigo.”

El señalamiento de la pena
Sócrates, tenía derecho a formular una contrapropuesta a la pena que se le impuso[16](la pena de muerte), por lo que propone lo siguiente:
Ofrece comida gratuita en el Pritaneo, lo que “era un honor reservado a atletas y otros ciudadanos importantes.”[17] Descarta el destierro y
considera una multa de 30 minas, que es lo que sus amigos pueden pagar, pero el jurado no aceptará por considerarlo una suma muy pequeña
comparada con el castigo impuesto. La pena de muerte es impuesta.

TERCERA PARTE
a- La profecía
Profetiza a los que lo condenaron que serán castigados, que tendrán un gran número de censores a quienes él (Sócrates) contenía, quienes serán
tanto más severos cuanto que son más jóvenes. Les dice que matando gente para que no les censuren sus malas vidas, no es una forma honesta
de desembarazarse de los censores. Es mejor esforzarse en ser más virtuoso.
Se dirige luego a los que lo absolvieron y los llama: Jueces, y les dice que no deben temer a la muerte, que la muerte no es un mal, sino un bien.
Luego se despide para siempre de ellos.
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Resumen de “Apología de Sócrates”

Sócrates comienza hablando a los atenienses, comenta las falsedades que se han dicho acerca de él, basándose en la acusación que decía que
debían de proveerse de ser engañados por él debido a su “facilidad para hablar”. Argumenta que se limita a decir la verdad y que si a eso se le
considera ser hábil a la hora de hablar entonces si que se consideraría así.
A continuación explica su intención de contar toda la verdad, aunque sin cuidar demasiado la forma pero si el contenido y además el utilizar las
expresiones que él siempre ha utilizado ya que no va a cambiar el discurso debido a ello, ya que jamás había estado de acusado en un juicio y no
sabía sino que palabras utilizar.
Divide a sus acusadores en dos grupos y aquí comienza una introducción a su defensa ya que se produce antes de empezar a defenderse de ambas
acusaciones.
Los primeros acusadores eran aquellos que ya desde hace mucho tiempo le acusaban ante la gente de Atenas cuando ellos eran niños y jóvenes o
cuando él no estaba delante. Los últimos acusadores eran aquellos que le han acusado recientemente y que le han llevado a los tribunales o
aquellos que han sido convencidos por los primeros y tratan ahora de convencer a otros.
Ahora es cuando realmente comienza su defensa, cuando trata de refutar la acusación legal de los primeros acusadores que alegaban que
“Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil y
al enseñar estas mismas cosas a otros”. Una de las refutaciones que hace es presentar como testigos a la mayor parte de la gente que se
encontraba en el juicio, pidiéndoles que se informasen unos con otros de sí alguno de ellos le habían oído hablar acerca de esos temas. Otra
refutación la hace al negar que él cobraba dinero para educar a los hombres ya que no era un sofista y puesto que no sabe formar a una persona.
A continuación se le pregunta “¿qué has hecho entonces para suscitar esos infundios?” ya que de algún sitio tendrían que haber nacido tales
tergiversaciones, a lo que Sócrates responde que se debe a cierta sabiduría, tal vez, la propia del hombre y explica una de las razones más
potentes por las que se ganó tantas enemistades.
Comenta que un viejo y ya fallecido amigo suyo llamado Querefonte preguntó al oráculo si existía alguien más sabio que Sócrates a lo que el
oráculo respondió que no existía nadie más sabio, por lo que después de pensar mucho acerca de esto, se puso a investigar. Pensaba que si
encontraba a alguien más sabio que él el oráculo estaría equivocado. Se dirigió a un conciudadano que pasaba por ser sabio pero que al examinarlo
descubrió que no lo era. Debido a esto intentó hacerle entender que no era un sabio, es más, se lo demostró por lo que se ganó su enemistad, esto
mismo lo realizó con más individuos que pasaban por ser más sabios aún que el primero, con poetas los cuales no hacían poesía por sabiduría sino
por una habilidad especial contrastada con un momento de inspiración, y con artesanos los cuales no sabían ni una palabra de su oficio y que por
tanto caían en el mismo defecto que los anteriores.
Explicando esto demostró como se había ganado un gran número de enemigos por simplemente intentar encontrar la verdad.
Además de todo ello los jóvenes que le escuchaban cuando este examinaba a estos “sabios hombres” intentaban tomar ejemplo examinando a
otros los cuales acudían a reprocharle y además se dedicaban a calumniarle. Debido a todo esto le acusaron; Meleto, en nombre de los poetas,
Ánito, en nombre de los políticos y Licón, en nombre de los oradores.
Es ahora cuando pasa a defenderse de los segundos acusadores los cuales le acusaban de “Delinquir corrompiendo a los jóvenes y no creyendo en
los dioses en los que la ciudad cree sino en otras divinidades nuevas”. Aquí Sócrates mediante un grandioso juego de palabras logra demostrar que
Meleto es el que delinque ya que bromea con asuntos serios, sometiendo a juicio a las personas y simular inquietarse por cosas que jamás le han
preocupado. Para ello llama al estrado a Meleto y le pregunta si no es cierto que considera muy importante que los jóvenes sean lo mejor posible, a
lo que Meleto responde afirmativamente. Mediante un conjunto de preguntas falsas para llegar a la verdad se llega a la conclusión de que para
Meleto los hacen mejores a los jóvenes todos los atenienses excepto Sócrates, ya que jueces, miembros de la asamblea y jurado eran ciudadanos
atenienses, Sócrates saca en conclusión que jamás se ha interesado por los jóvenes, le pide que le explique si es mejor vivir entre ciudadanos
buenos o malos sabiendo que los malvados hacen daño a los que les rodean y los buenos hacen el bien, a lo que Meleto responde “claro
está”, Sócrates evidentemente le contesta diciendo si tan ignorante le cree como para no saber que pervirtiendo a uno de los que le rodean se
expone a recibir algún mal de él.
A continuación Meleto le acusa de no creer en los dioses ya que afirma que “el sol es una piedra y la luna tierra”, Sócrates refuta esta acusación de
manera similar a la anterior, es decir, con una lógica de palabras. Le responde que esas ideas no han salido de su persona ya que todo ello está
escrito con anterioridad y cualquier joven puede hacer uso del libro en el que se encuentren esos datos. Finalmente Meleto yerra al afirmar que no
hay nadie que crea en cosas propias de divinidades y que no crea en divinidades, ya que si Sócrates enseña cosas acerca de divinidades, poniendo
un ejemplo, no es congruente pensar que no crea en divinidades, a través de estos argumento consigue desacreditarle por lo que se deduce que
cree en los dioses, contrariamente a lo que se le acusó en un principio. Por tanto la acusación de Meleto queda refutada totalmente.
Sócrates sigue argumentando y deja ver como da más importancia a la rectitud moral que a la vida en sí misma, ya que aseguran, sus enemigos,
que quitarle la vida a uno o desterrarle son grandes males, pero peor mal es intentar condenar a muerte a un hombre de manera injusta. Da bases
de que las acusaciones recibidas son obsoletas, como por ejemplo el cobrar por enseñar, ya que solo entonces tendría algo de dinero y bienes
materiales, algo que no es así dada su pobreza, y por esto insiste en que los bienes como la riqueza no tienen comparación con la inteligencia o la
sabiduría.
Se puede observar claramente su oposición a la política, a lo cual argumenta un ser interior que se revela para disuadirle de alguna cosa o de hacer
algo. De manera contraria a la política si podría dar consejos particulares pero nunca acudir a asambleas para aconsejar a la ciudad sobre asuntos
públicos y defender las causas justas, además no solo atentaría contra sus principios sino que hubiera muerto hace mucho tiempo de haber sido
así.
A la hora de defenderse ante el tribunal cualquier otro hombre a diferencia de él habría intentado atacar al lado sentimental pero Sócrates aún
teniendo tres hijos y esposa no hace subir a ninguno a tribuna para suplicar su absolución ya que posee dignidad y ha de guardar su reputación,
aunque más tarde da la impresión de desear la condena inculpatoria.
Es declarado culpable, hecho que para nada le irrita, es más, le extraña el resultado de la votación ya que esperaba una amplia diferencia de votos
y no un resultado tan reñido. Explica que no ha podido convencerles de su inocencia y de no haber causado daño a nadie de manera voluntaria
debido al corto plazo de un día en el que se da curso al juicio.
Mileto propone la pena de muerte y Sócrates, que explica que hay que proponer en verdad según el merecimiento propone la manutención en el
Pritaneo.
Sabiendo que no hace daño a nadie se encuentra muy lejos de hacerse daño así mismo pero que castigo elegir; prisión, destierro, multa, será esta
última a la que se acoge ofreciendo como fianza una mina de plata. A raíz de los dos veredictos de los cuales el jurado ha de declinarse se celebra
una votación, en esta nueva votación es condenado a muerte con mayor diferencia de votos en contra que en la vez anterior, pero este no cambia
de parecer y dice haber sido condenado por falta de osadía y desvergüenza, por no lamentarse, llorar u otras cosas indignas. Una frase que hace
referencia es aquella que dice “prefiero morir habiéndome defendido como lo he hecho a vivir habiéndolo hecho de forma osada y desvergonzada”.
Habla con sus condenadores primero, avisándoles que aunque mueran otras gentes les van a reprochar el no vivir rectamente ya que el más
honrado es aquel que se prepara para ser lo mejor posible. Habla con quienes han votado su absolución, explicándoles que su condena a muerte es
probable que sea un bien ya que quién muere queda reducido a la nada y entonces ni siente ni padece o bien que por que la muerte solo es un
cambio de morada.
Terminando les pide que cuando sus hijos sean mayores se les reproche si les preocupa más el dinero que la virtud o si creen que son algo sin
serlo.
Sócrates en ningún momento muestra miedo a la muerte, de la cual expone las virtudes de la misma como se puede observar en su siguiente
intervención “si es la ausencia de toda sensación, como es el caso de quién duerme sin soñar, entonces la muerte es para nosotros un estupendo
beneficio” o en esta otra “la muerte es un tránsito a otro lugar que allí se encuentran todos los que han muerto” (haciendo eferencia a nombres de
“semidioses”). Cree que lo sucedido no ha sido casual, sino aquello que podría ser mejor para él, morir y librarse de las tribulaciones de la vida.
En su última intervención en tono irónico reflexiona sobre si la muerte o la vida es lo mejor para nadie, exceptuando quizá a dios.
Apología
de
Sócrates
Índice
Biografía de “Sócrates”............................................................................ pág 2
Resumen de “Apología de Sócrates”....................................................... pág 3, 4, 5
Opinión personal....................................................................................... pág 6, 7
Opinión Personal
Tras leer en repetidas ocasiones el diálogo y tras, en principio, haber encontrado un buen enfoque sobre la opinión que me merece “Apología de
Sócrates” me dispongo a darlo a conocer.
Aunque en principio pueda parecer que el tema principal sea el proceso hacia la persona de Sócrates y de cómo una serie de calumnias y
falsedades le llevaran a la muerte no es este el punto de vista adecuado para una buena visualización de los hechos. Debemos partir de la base de
que lo más importante para el pueblo de Atenas es la justicia.
En principio ha de parecer como un hombre bueno que expresa lo prohibido, que de algún modo contradice las opiniones ya establecidas es llevado
a la muerte sin más acusación que la de poner en peligro al sistema de gobierno establecido en Atenas. Las acusaciones que son vertidas hacia su
persona no son más que simples métodos con los que llegar a un fin, el fin de Sócrates, pudiendo así asegurar la permanencia del pueblo
ateniense. Sócrates con su comportamiento lo único que hace constantemente es ganarse la antipatía de aquellos más cercanos a él, con su
sofisticada retórica y tono prepotente hace ver a los ignorantes su propia ignorancia, evidentemente este tipo de conducta es censurado por la
democracia, quién está al poder intenta mantener sus intereses y en el momento en el que alguien trata de interponerse a ellos; es borrado, es
simple; el sacrificio de uno para el bienestar de todos, este tipo de conductas no nos sorprendería en el mundo actual de no ser porque la justicia
ateniense está formada por quinientos ciudadanos, esta censura hacia Sócrates es del pueblo de Atenas y no del tribunal o las leyes, aunque si a
través de ellos, esto ha de asegurar la prosperidad de los mismos.
En definitiva, este es el tema principal, Atenas como conjunto de individuos y como poder de decisión ante cualquier situación, algo a simple vista
admirable. Sócrates es juzgado por el pueblo de Atenas y esto es lo realmente importante de “Apología de Sócrates”, el deseo del pueblo de que
sea juzgado. En ocasiones este tipo de veredictos pueden resultar injustos, como en este caso, pero bien es cierto que en ocasiones dar curso a los
deseos del pueblo es realmente una decisión acertada, como en el caso de asesinos, terroristas o pedófilos con los cuales el pueblo no tendría
perdón alguno. Desde mi punto de vista democracia significa que el pueblo ha de gobernar y este es un buen ejemplo de ello, aunque el veredicto
final de Sócrates evidentemente no satisface a nadie.
Indudablemente se podrá caer en error al juzgar de muerte a un inocente como Sócrates, pero pensar que inocente es a nuestros ojos.
Cambiando totalmente de tema haré mención al deseo e intención de manejar su destino durante todo el juicio y de cómo en todo momento
deseaba ser juzgado culpable y morir, esto lo puedo deducir dado su tono en ocasiones arrogante y por su gran tranquilidad a la hora de escuchar
su veredicto. Sócrates y su concepción de la verdad, su verdad, y esto es algo que irrita notablemente a cualquiera de su alrededor.
Él deseaba ante todo filosofear y cuando fue acusado y supo que tenía que compadecer ante el tribunal, no lo dudo ni un momento y decidió que o
bien le permitían seguir refutando o entonces la vida no tendría sentido ni valor alguno. Mantuvo una actitud de desprecio hacia la muerte en todo
momento, no quería ser absuelto para vivir el resto de sus vidas, escasos, sin ejercitar la mente ni expresar sus conocimientos.
Me impresiona la forma en que Sócrates se comporta durante todo el juicio, de manera impasible, con rectitud moral, sin contradecirse en ningún
momento en sus interrogatorios a Meleto, de sus juegos de palabras con los que conseguir hallar la verdad de labios del adversario y como en
ningún momento trató de conseguir el perdón rebajándose a suplicar su absolución, sin atentar nunca contra sus principios, algo que aún hoy
resulta admirable.
Desde mi punto de vista aún con su sentencia de muerte ganó. Sócrates siempre hizo su voluntad, por lo que fue él quien de una manera u otra
decidió su final, quien se auto proclamó culpable.
Por último solo hacer referencia a lo importante de su muerte dadas las póstumas obras escritas sobre él, y sobre su muerte. De no haberse
producido en tales circunstancias no seriamos capaces de imaginar el valor de dichas obras y escritos de amigos y conocidos. En definitiva, su
muerte fue fruto de cantidad de obras las cuales hoy nos dan una idea de aquel a quién la justicia le fue injusta.
Me despido con una frase de Sócrates la cual deja ver su mencionada anteriormente prepotencia y que sin duda alguna resulta una de mis
favoritas, dice así “se enfadaban conmigo, en lugar de hacerlo consigo mismos”.
Biografía de “Sócrates”
Entre los filósofos más importantes del mundo griego encontramos a Sócrates, el maestro de Platón. Pertenecía a una familia de cierto poder
adquisitivo ya que participó en las batallas de Potidea, Delio y Anfípolis como hoplita, sufragando los importantes gastos que conllevaba el coste del
equipo. Atenas será el lugar donde Sócrates pase toda su vida, interesándose por la educación de los jóvenes y abandonando la política.
Sus dos actuaciones en la política ateniense provocaron un grave peligro para el filósofo, consiguiendo salvarse por la conflictividad que vivía la
ciudad. No ocurrió lo mismo cuando los demócratas le acusaron de impiedad y de pervertir a la juventud, siendo castigado a beber la cicuta que le
produciría la muerte. Por coherencia con su estima de la justicia y su propia conciencia, Sócrates renunció a huir y librarse de la condena. Sócrates
no dejó ningún escrito y lo que sabemos de su obra se debe a terceros, especialmente a Platón pero también a Jenofonte,Aristófanes y Aristóteles.
Se le considera el fundador de la filosofía antropológica, partiendo de la máxima "conócete a ti mismo". Siendo consciente de la propia ignorancia,
gracias a su método inductivo a través de diálogos, intentará alcanzar una verdad universal que sea admitida por todos. De esta manera el ser
humano podrá alcanzar la Virtud a través de sus actos. La Virtud permite obtener la felicidad. El "daimónion" o voz interior se convierte en la única
guía moral.
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Introducción
Sócrates comienza diciendo que no sabe si los atenienses (asamblea general) han sido ya persuadidos por los que lo acusan. Este comienzo es
crucial para establecer el tema de todo el discurso, pues es frecuente que Platón comience sus diálogos socráticos exponiendo la idea general del
texto. En este caso, el diálogo se abre con "¡Ciudadanos atenienses!, Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis
acusadores". Este ignoro, de hecho sugiere que la filosofía expuesta en la Apología va a consistir enteramente en una sincera admisión de
ignorancia, pues todo su conocimiento procede de su no saber nada: "Sólo sé que no sé nada".
Sócrates pide al jurado que no le juzgue por sus habilidades oratorias, sino por la verdad que estas convocan. A su vez, asegura que no va a
utilizar ornamentos retóricos ni frases cuidadosamente preparadas, sino que va a decir en voz alta lo que se le pase por la cabeza, las mismas
palabras que utilizaría en el ágora y en las reuniones, pero a pesar de esto demuestra ser un maestro en retórica, y que no es solo elocuente y
persuasivo, sino que sabe jugar con el jurado. El discurso, que ha puesto a los lectores de su lado durante más de dos milenios, no consigue
ganarle el juicio. Sócrates fue condenado a muerte, y ha sido admirado por su calma aceptación de ello.
La acusación
Los tres hombres en presentar cargos contra Sócrates son:
Anito, hijo de un ateniense prominente, Antemión. Anito aparece en Menón, donde aparece inesperadamente mientras Sócrates y Menón (que está
visitando Atenas) discuten si la virtud puede ser enseñada. Sócrates argumenta que no, y ofrece como evidencia que muchos buenos atenienses
han tenido hijos inferiores a sus padres, tras lo cual procede a dar nombres, entre ellos Pericles y Tucídides. Anito se ofende, y avisa a Sócrates
que menospreciar ("kakòs légein") a esas personas le traerá problemas algún día. (Menón 94e-95a).
Melito, de los tres el único en hablar durante la defensa de Sócrates. También se lo menciona en otro diálogo,Eutifrón, aunque no aparece . En él
Sócrates dice que Meleto es un joven desconocido de gran nariz aquilina. En la Apología, Melito presenta sus acusaciones, lo que permite a
Sócrates rebatirlas. Sin prestar mucha atención a los cargos que está afirmando, acusa a Sócrates de ateísmo, y de corromper a la juventud
mediante sus enseñanzas.
Licón, del cual poco se sabe; de acuerdo con Sócrates era representante de los oradores.
Los cargos contra Sócrates
Sócrates dice que tiene que rechazar dos tipos de acusaciones diferentes: los viejos cargos de que es un criminal y un curioso que pregunta hasta
al cielo y la tierra, y los más recientes cargos legales de corromper a los jóvenes y de creer en cosas sobrenaturales de su propia invención, en vez
de los dioses de la polis.
Sobre los viejos cargos dice que son el resultado de años de rumores y prejuicio, y por lo tanto no pueden ser respondidos. Sócrates desvirtúa
estos "cargos informales" dándoles una apariencia legal diciendo: "Sócrates comete delito al investigar los fenómenos celeste s y subterráneos,
debido a que, según ellos, convierte el argumento más débil en el más fuerte, instruyendo esto a otros, y sin creer en los dioses, es decir, es ateo".
También dice que estas alegaciones nacieron de la boca de cierto poeta cómico, es decir, Aristófanes.
La apasionada defensa de Sócrates al ser acusado de sofista, no es más que una distracción de las otras, más graves, acusaciones, pues los
sofistas no eran condenados a muerte en Grecia; al contrario, eran frecuentemente buscados por los padres para ser tutores de sus hijos, por lo
que Sócrates dice que no puede ser confundido con un sofista, ya que éstos son sabios (o creen que lo son), y están bien pagados, mientras que él
es pobre (a pesar de ser frecuentemente visto en las mesas de juego), y dice no saber absolutamente nada.
LA OBRA
La Apología se divide en tres partes. La primera para propia defensa de Sócrates, y que contiene las partes más famosas del texto, como el
recuerdo que realiza su amigo Querofonte al Oráculo de Delfos y su refutación a Meleto.
Discurso principal (17a - 35d)
Lo primero que hace Sócrates es acusar al que le acusa, Melito, cuyo nombre significa "aquel al que le importa", de no importarle las cosas que
dice le importan. Mientras interroga a Meleto, dice que nadie corrompería intencionadamente a otro, pues después correría el riesgo de que éste les
dañara en el futuro. Este tema de la corrupción es importante por dos razones: primero pues parece ser la acusación más grave que se le imputa,
el corromper a los jóvenes enseñándoles una versión de ateísmo, y la segunda, porque Sócrates clama que si Meleto está conven cido, debe ser
porque Aristófanes corrompió las mentes de su audiencia, cuando ésta era joven (con su obra Las nubes, escrita 24 años antes).
Así pues Sócrates partió en una "misión divina" para resolver la paradoja (que un hombre ignorante pudiera ser también la persona más sabia de
la ciudad)e intentó demostrar que el dios se equivocaba. Tras esto, proclamándose la voz del oráculo (23e), procede a preguntar sistemáticamente
a los políticos, poetas y artesanos, determinando al final que los primeros son impostores, los segundos no comprendían sus propias obras al igual
que los visionarios y los profetas no comprenden sus visiones, y que los terceros tampoco se libran de ser pretenciosos. Por su parte, él se
pregunta a sí mismo si preferiría ser un impostor, como la gente con la que habla, y de nuevo hablando como la voz del oráculo responde que no,
pues prefiere ser él mismo.
Sócrates comienza diciendo al jurado que sus mentes han sido envenenadas por sus enemigos mientras eran jóvenes e impresionables y que su
reputación de sofista ha sido impuesta por sus enemigos, los cuales son maliciosos y le tienen envidia. Dice, sin embargo, que éstos van a
permanecer en el anonimato, salvo Aristófanes, el poeta cómico. Responde después a la acusación de corromper a los jóvenes argumentando que
el corromperlos de forma deliberada es una idea incoherente. Después explica que todos sus problemas comenzaron con la visita al oráculo, tras lo
cual, recuenta ésta. Querofonte acudió al Oráculo de Delfos para preguntar si había alguien más sabio que Sócrates, a lo que el dios respondió que
no lo había. Cuando Querofonte se lo refirió a Sócrates éste se lo tomó como una adivinanza, pues clamaba no poseer sabiduría grande o pequeña,
pero también que era contrario a la naturaleza de los dioses el mentir.
Sócrates dice que estas preguntas indiscriminadas le ganaron la reputación de cotilla o curioso, pero a partir de ahí él interpreta su misión en la
vida como la prueba de que la verdadera sabiduría pertenece exclusivamente a los dioses, y que la sabiduría humana tiene poco o ningún valor.
Habiendo refutado los prejuicios, Sócrates comienza a defenderse de los cargos formales de corrupción de los jóvenes y ateísmo.
Procede después a defenderse de la acusación de ateísmo tendiendo una trampa a Meleto hasta que éste se contradice diciendo que Sócrates es un
ateo y que cree en semidioses y espíritus. Sócrates humilla a Meleto preguntando a la corte si éste ha pasado algún test que muestre si sabe
identificar contradicciones lógicas.
En una de las partes más controvertidas de la obra, Sócrates afirma que no ha habido mayor bien para Atenas que su preocupación por sus
compañeros ciudadanos, que la riqueza es una consecuencia de la bondad, y que los dioses no permiten que un hombre bueno sea dañado por uno
peor que él. Clama ser un tábano y el estado un gran caballo perezoso que necesita ser despertado.
Para probar esto, Sócrates recuerda al jurado de su daimon, que él ve como una experiencia sobrenatural. Reconoce que esto hará sospechar a
muchos de que realmente inventa deidades, pero no hace concesiones en este respecto, a pesar de estar al tanto de las sospechas que esto
levantaría. Sócrates proclama no haber sido nunca un profesor, puesto que no ha impartido su conocimiento a otros. Por esta razón no se le puede
hacer culpable de lo que hacen otros ciudadanos. Si ha corrompido a alguien, dice, ¿Por qué no acuden como testigos?, si han sido corrompidos,
¿Por qué no ha intercedido la familia en su beneficio? además muchos de estos familiares acudieron al juicio en defensa de Sócrates.
Para concluir esta parte, Sócrates recuerda a los jurados que no va a recurrir a los trucos comunes de llantos, ni traerá a sus tres hijos para
provocar su compasión. Afirma no temer a la muerte y asegura que no actuará de manera contraria a su deber religioso, por lo que confiará
plenamente en su sólida argumentación y en la verdad para ganarse el veredicto. El jurado, sin embargo, lo encuentra culpable por 281 votos a
275.
Después del veredicto (35e - 38b)
Sócrates propone un castigo alternativo que no le generara popularidad. Como se considera benefactor de Atenas, dice que deberían participarlo en
las comidas del Pritaneo, uno de los edificios que albergaba a miembros de la asamblea. Esto era un honor reservado a atletas y otros ciudadanos
importantes.
Considera después como pena el pago de una multa de una mina de plata (100 dracmas), pues no tenía suficiente dinero para pagar una multa
mayor. El jurado, considerándolo una suma muy pequeña comparada con el castigo propuesto por la acusación, opta por la condena a muerte. Los
amigos de Sócrates, Platón, Critón, Critóbulo y Apolodoro, se disponen a aumentar la suma inicial a 30 minas, pero la asamblea no ve esto como
una alternativa, por lo que se deciden por la pena de muerte bebiendocicuta.
Luego de la sentencia (38c - 42aD)
La alternativa propuesta por Sócrates enfadó al jurado. 360 votaron por la sentencia a muerte, y solo 141 votaron en favor de la multa de 3.000
dracmas. Sócrates, entonces, responde al veredicto, refiriéndose primero a los que votan por su muerte. Afirma que no ha sido la falta de
argumentos por su parte lo que ha dado resultado a su condena, sino su repulsión por rebajarse a las habituales prácticas sentimentalistas que
podían esperarse de cualquiera que se encuentra ante una condena a muerte e insiste, de nuevo, que la cercanía de la muerte n o exime a uno de
seguir el camino de la bondad y la verdad. Profetiza que críticos más jóvenes y severos seguirán sus pasos, sometiéndoles a un examen más
riguroso de sus propias vidas.
Para aquellos que votaron a su favor dice que su "daimon" no quiso detenerle en su discurso pues consideraba que era la forma correcta de actuar.
Como consecuencia, la muerte debe ser una bendición pues, o constituirá la aniquilación (trayendo paz a todas sus preocupaciones) o una
migración a otro lugar en el que conocer las almas de gente tan famosa como Hesíodo y Homero o héroes como Odiseo, con los que puede
continuar su labor de preguntar todo.
Sócrates concluye la Apología diciendo que no guardará rencor contra los que le han acusado y condenado, y en un acto de total confianza les pide
que cuiden de sus tres hijos mientras éstos crecen, asegurándose de que éstos pongan lo bueno por delante de su propio interés.
Al final de todo, Sócrates dice: "Es hora de irse, yo para morir, y vosotros para vivir. Quién de nosotros va a una mejor suerte, nadie lo sabe, solo
los dioses lo saben".
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RESUMEN DE LA OBRA

Inicia la obra, escrita por Platón, entre el 393 y 389 a.C[1]con la autodefensa que Sócrates se hace ante el pueblo de Atenas, diciendo: "No sé,
atenienses, no sé.."[2]. Estas palabras que serán precisamente, el inicio del final de su vida, constituyen el centro de su filosofía: "sólo sé que no
se nada". Aunque en estas primeras líneas se refiere a que él no sabe cuál es la impresión que ha causado la acusación en las mentes de sus
juzgadores, luego de la lectura de la totalidad de la Apología, queda claro, que ya él lo suponía[3]
La obra se puede dividir en las siguientes partes:
1. Primera parte
a. La introducción
b. La acusación
c. La explicación del porqué se le acusa
d. Su interpretación del Oráculo de Delfos
e. La refutación de los cargos
f. La autoaniquilación: decir la verdad
2. Segunda parte
a. La aceptación
b. El señalamiento de la pena
3. Tercera parte:
a. La profecía
PRIMERA PARTE:
A- LA INTRODUCCIÓN:

Sócrates empieza por dejar en claro que es mentira lo que sus acusadores han dicho de él y que en su defensa, él si se ajustará, como siempre, a
la verdad. Lanza además, una daga con la punta anestesiada a algunos de los atenienses que lo juzgarán, pues cuando les solicita que lo disculpen,
por no defenderse con el lenguaje de los tribunales, pues sólo conoce el lenguaje que acostumbra a usar en las plazas públicas, donde "muchos de
vosotros me habéis oído[4]les está diciendo que de condenarlo, deberían de condenarse ellos también, por haberlo seguido en sus discursos. Deja
la impresión que Sócrates ya intuye el desenlace de este juicio.[5]
Acto seguido, describe cómo será el desarrollo de su defensa:
Responder a las primeras acusaciones falsas.
Responder a sus primeros acusadores
Responder a las acusaciones más recientes.
Hace esta diferencia, porque indica que sus detractores lo acusan desde hace mucho tiempo atrás (él tiene 70 años para ese momento[6]y que
estas acusaciones han calado hondo en las mentes de otros, de tal forma, que tiene en su contra, no solo a quienes lo calumnian desde siempre,
sino además a los que han sido persuadidos y a su vez han persuadido a otros de que Sócrates no cree que haya dioses.

B- LA ACUSACIÓN
Menciona a sus acusadores: Melito, Anito y Licón, que representan a los poetas, artífices y políticos y a los oradores, respectivamente. Luego, lee
su acusación: "Sócrates es culpable de tratar de penetrar, con curiosidad impía, los secretos de la tierra y del cielo, de hacer de una mala una
buena causa y de enseñar a otros cosas semejantes."[7] Más adelante leerá: "Sócrates es culpable de corromper a los jóvenes, de no reconocer a
los dioses del Estado y de introducir nuevas divinidades.[8]"

C- LA EXPLICACIÓN DEL PORQUÉ SE LE ACUSA


Sócrates, dialogando con sus juzgadores, en un franco monólogo, les dice, como hablando en voz alta: ¿De donde vienen esas calumnias que se
han difundido contra ti? Y responde: viene de cierta sabiduría que hay en mí, aunque mas adelante dice que no la tiene. Explica que Cherefón, su
amigo de la infancia, un día fue a Delfos, preguntó al oráculo si había en el mundo un hombre más sabio que Sócrates y la Pita respondió que no.

Sócrates intenta comprender el significado del oráculo y busca a hombres sabios: poetas, políticos, oradores y artífices para corroborar que si
existen hombres más sabios que él, sin embargo, se percata que, a los ojos de casi todos, estos pasaban por sabios sin serlo. Intentó convencerlos
de tal error y esto le generó el odio de muchos. Es evidente que hace 2300 años, así como hoy, conducirse de esta forma, es asegurarse el
desprecio de los otros y una forma de suicidarse.
Esto, que ha sido el origen del odio que le tienen, y que, pienso, le valió una fama de arrogante, aunque él se perciba muy humilde, será lo que a
la postre, posiblemente, termine siendo la causa de su condena, pues está confirmando con sus propias palabras, lo que de boca en boca se
transmitido y entre los 500 que lo juzgan, sin lugar a dudas, habrán habido: poetas, políticos y artífices.
Termina reafirmando: "Por esto es por lo que se me odia, por decir la verdad[9]

D- SU INTERPRETACIÓN DEL ORÁCULO DE DELFOS


Termina entonces por decir lo que quiso decir el Oráculo: "Mortales, el más sabio de vosotros es aquél que, a ejemplo de Sócrates, reconoce que
nada es su sabiduría."[10] Sin embargo su humildad de reconocer que nada sabe, pienso, es, precisamente, la leña que hace encienda la hoguera
del odio hacia él.
E- LA REFUTACIÓN DE LOS CARGOS

Ante las acusaciones, ya transcritas arriba, Sócrates se defiende atacando a sus difamadores. Acusa a Melito de mentiroso[11]de petulante y de
insolente[12]Y lo confronta. Le refuta sus alegatos y los aniquila con sus preguntas. Primeramente le cuestiona ¿quién es la persona capaz de
hacer mejores a los jóvenes? A lo que Melito contesta, las leyes. Le vuelve a plantear la pregunta y contesta Los Jueces (Jueces y Leyes están en
absoluta concordancia).
En mi criterio, la respuesta de Melito es muy efectiva para acorralar a Sócrates, pues si este niega lo que dice Melito, estará diciendo que los 500
jueces (que lo están juzgando) y las leyes creadas por los mismos atenienses, son incapaces de hacer más virtuosos a los jóvenes, ergo, serán sus
corruptores. Si por el contrario, acepta, como cierto, que esos 500 jueces son todos capaces de hacer mejor a los jóvenes, estaría aceptando que,
por su envestidura de jueces, son hombres sabios y virtuosos, lo cual, a todas luces no es así. Sócrates sabía que Melito nunca contestaría la
respuesta que él quería: el filósofo. Al final, la pregunta de Sócrates termina interpretándose como: ¿Quién es la única persona capaz de hacer
peor a los jóvenes? Y para Melito sólo tiene una respuesta: Sócrates.
Así las cosas, Sócrates descalifica la respuesta de Melito, pero por supuesto, termina con ello de echar unas gotas más de cicuta a la copa que
tendrá que beber.
En vista que está siendo acusado de corromper a los jóvenes, pregunta: ¿Qué cosa es mejor para ti, vivir entre gentes de bien o entre malvados?
¿No es verdad que los malos hacen siempre mal a los que están cerca de ellos y los buenos hacen siempre algún bien a los que con ellos viven?
¿Habrá, pues alguien que quiera recibir algún daño de aquellos con quienes trata, más bien que ser favorecido? ¿Cuándo me acusas de corromper
a la juventud y de volverla peor, dices que la corrompo intencionalmente o sin quererlo? Melito responde: intencionalmente.
Ahora Sócrates, descarga su furia contra Melito, haciendo ver que si él corrompiera a la juventud, de manera intencional, se estaría exponiendo a
que ellos mismos lo dañaran luego y por lo tanto, se estaría dañando a sí mismo. Algo así como el refrán que dice: Cría cuervos y te sacarán los
ojos. En mi criterio, pareciera que Sócrates, sí crió cuervos. los mismos cuervos que lo escuchaban en sus disertaciones, fueron quienes le llenaron
la copa de cicuta[13]
Por último Sócrates demuestra que la acusación de que no cree en los dioses es falsa, pues hace que Melito acepte que Sócrates sí cree en los
Demones, como hijos de los dioses, y si cree en estos, no puede ser que no crea en los dioses.

F- LA AUTOANIQUILACIÓN
Siendo que Sócrates sabe las razones del odio que se le profesa y que intuye cuál será el desenlace de ese juicio, le vuelve a abrir la llave al
dispensador de cicuta, cuando luego de terminar el interrogatorio, en su discurso le dice a los 500 jueces: "De todas maneras, hagáis caso de Anito
o no hagáis, me absolváis o me condenéis, nunca jamás obraré de otro modo, así tenga que sufrir mil muertes.[14]"
Para concluir, Sócrates recuerda al jurado que no va a recurrir a trucos de llantos, ni traerá a sus hijos a provocar compasión. Afirma no temer a la
muerte y asegura que no actuará de manera contraria a su deber religioso, por lo que confiará plenamente en su sólida argumentación y en la
verdad para ganarse el veredicto. El jurado, sin embargo, lo encuentra culpable por 281 votos a 220[15]

SEGUNDA PARTE

LA ACEPTACIÓN
Sin extrañarse, Sócrates acepta la condena, sin embargo, dice que esperaba ser condenado por más votos en su contra y no por una diferencia de
tan solo 30.
En la época, nos dicen Meabe y Ascárate (pag 54, nota 26): "Cuando un acusado era declarado culpable y el acusador pedía contra él la pena
de muerte, la ley permitía al acusado condenarse a sí mismo a una de estas tres penas: prisión perpetua, multa o destierro. La ley había
establecido esta disposición para que los jueces no tuvieran ningún escrúpulo de condenar a un hombre que, condenándose a sí mismo, se
declarara culpable por confesión propia. No cayó Sócrates en el lazo; no se condenó en manera ninguna, por lo que dice Jenofonte, ni permitió a
sus amigos que lo hiciera: que esto era reconocer la culpa. De manera que Sócrates reclama su inocencia, y por obedecer a la ley, se señala a sí
mismo una recompensa en lugar de un castigo."

EL SEÑALAMIENTO DE LA PENA
Sócrates, tenía derecho a formular una contrapropuesta a la pena que se le impuso[16](la pena de muerte), por lo que propone lo siguiente:
Ofrece comida gratuita en el Pritaneo, lo que "era un honor reservado a atletas y otros ciudadanos importantes."[17] Descarta el destierro y
considera una multa de 30 minas, que es lo que sus amigos pueden pagar, pero el jurado no aceptará por considerarlo una suma muy pequeña
comparada con el castigo impuesto. La pena de muerte es impuesta.
TERCERA PARTE

A- LA PROFECÍA
Profetiza a los que lo condenaron que serán castigados, que tendrán un gran número de censores a quienes él (Sócrates) contenía, quienes serán
tanto más severos cuanto que son más jóvenes. Les dice que matando gente para que no les censuren sus malas vidas, no es una forma honesta
de desembarazarse de los censores. Es mejor esforzarse en ser más virtuoso.
Se dirige luego a los que lo absolvieron y los llama: Jueces, y les dice que no deben temer a la muerte, que la muerte no es un mal, sino un bien.
Luego se despide para siempre de ellos.

RESUMEN DEL LIBRO "APOLOGÍA DE SÓCRATES"

La apología puede dividirse en tres partes, cada una de las que tiene su objeto.

En la primera parte , la que precede a la deliberación de los jueces sobre la inocencia o la culpabilidad del acusado, Sócrates responde en general
a todos los adversarios que le han ocasionado su manera de vivir lejos de los negocios públicos y sus conversaciones de todos los días en las
plazas, en las encrucijadas y en los paseos de Atenas. Sócrates, se decía, es un hombre peligroso, que intenta penetrar los misterios del cielo y de
la tierra, que tiene la maña de hacer buena la peor causa, y que enseña públicamente el secreto. Sócrates responde que jamás se ha mezclado en
las cosas divinas; que su enseñanza no era como la de los sofistas que exigían un salario, si bien sobre este último punto no había acusación. En
fin, en apoyo de esta enseñanza popular, esforzándose en hacer ver a los unos su falsa ciencia, y a los otros su ignorancia, invoca una misión
sagrada recibida del dios de Delfos. ¿Era este el camino de congraciarse, teniendo en frente los resentimientos profundos que hacía mucho tiempo
había excitado su punzante ironía? No; toda esta justificación, que elude los cargos más bien que los rechaza , sólo podía servir para aumentar la
desconfianza de los jueces, prevenidos ya en su contra. Así es que su verdadero valor y su interés aparecen por entero en la consecuencia moral,
que Sócrates procura deducir con tanta profundidad como ironía. Dice que Platón ha conversado sucesivamente con los poetas , con los políticos ,
con los artistas y con los oradores; es decir, con los hombres que pasan por los más hábiles y los más sabios de todos; y como ha visto en los unos
y en los otros, en medio de su exagerada pretensión a una sabiduría y a una habilidad universales, igual incapacidad para justificarlos hasta en el
dominio limitado de su respectivo arte, declara que a sus ojos la sabiduría humana es bien poca cosa, o más bien que no es nada si no se inspira
en la única verdadera sabiduría, que reside en Dios, y que sólo se revela al hombre por las luces de la razón.

Pero los enemigos de Sócrates no se contentaron con acusaciones generales, y formularon, por boca de Melito, estas dos acusac iones concretas:
primero, que corrompía a los jóvenes; segundo, que no creía en los dioses del Estado y que los sustituía con extravagancias demoníacas. Estos dos
cargos se llamaban y apoyaban el uno al otro , porque tenían por fundamento común el crimen de ultraje á la religión.

Sobre el primer punto , Sócrates responde solamente que por su interés personal no era fácil que corrompiera a los jóvenes, porque los hombres
deben esperar más mal que bien de aquellos á quienes dañan. Su defensa sobre el segundo punto no es más categórica. Porque, en lugar de
probar á Melito que cree en los dioses del Estado, Sócrates cambia los términos de la acusación, y prueba que cree en los dioses, puesto que hace
profesión de creer en los demonios, hijos de los dioses. ¿Pero estos dioses son los de la república? Sobre esto nada dice.

Su arenga toma de repente un carácter de elevación y fuerza, cuando invocando su amor profundo á la verdad y la energía de su fe en la misión
de que se cree encargado, revela, delante dé los jueces, el secreto de toda su vida. Si no ha vivido como los demás atenienses; si no ha ejercido
las funciones públicas, no ha sido por capricho Platón, ni por misantropía. Obedecía resueltamente la voluntad de un Dios, que desde su juventud le
estrechaba a consagrarse a la educación moral de sus conciudadanos. Así es que contra sus intereses más caros, se ha visto , aunque
voluntariamente, convertido en instrumento dócil de la Divinidad. ¿Y no preveía las luchas y los odios que debía causarle semejante misión? Sí;
pero estaba resuelto á sacrificar en su obsequio hasta la vida. Esta confianza admirable , que enlaza y domina el debate, hace ver claramente que
Sócrates cuidaba menos del resultado de su causa que del triunfo de sus doctrinas morales.

En este último discurso, que le es permitido, sólo ve la ocasión de dar una suprema enseñanza, la más brillante y eficaz de todas. Se nota, sin
embargo, una gran oscuridad sobre la naturaleza de ese demonio familiar, que Sócrates invoca tantas veces. ¿Era en él la luz de la conciencia,
singularmente fortalecida y aclarada por la meditación y por una especie de exaltación mística? No hay dificultad en creerlo. Pero también hay
materia para suponer, fundándose en algunos pasajes del Timeo y del Banquete, que Sócrates admitía, como todos los antiguos, la existencia de
seres intermedios entre Dios y el hombre , cuya inmensa distancia llenan mediante la diferencia de naturaleza, y ejercen en un ministerio análogo
al de los ángeles en la teología cristiana. Los griegos los llamaban demonios, es decir, seres divinos. ¿Y era alguno de estos genios el que se hacia
escuchar por Sócrates? Piénsese de esto lo que se quiera, la duda no desvirtúa en nada el efecto moral de las páginas más originales de la
Apología.

En la segunda parte, comprendida entre la primera decisión de los jueces y su deliberación sobre la aplicación de la pena, Sócrates, reconocido
culpable, declara sin turbarse que se somete á su condenación. Pero su firmeza parece convertirse en una especie de orgullo, que Platón, debió
herir á los jueces, cuando rehusando ejercitar el derecho que le daba la ley para fijar por sí mismo la pena, se cree digno de ser alimentado en el
Pritáneo a expensas del Estado, que era la mayor recompensa que en Atenas se dispensaba á un ciudadano. Moralmente tuvo razón; pero bajo el
punto de vista de la defensa, no puede negarse que esta actitud altanera debió aumentar el número de los votos que le condenaron á muerte.
Este era indudablemente el voto secreto del acusado, puesto que en la última parte de la Apología, una vez pronunciada la pena, dejó ver una
alegría que no era figurada. Su demonio familiar le había advertido el resultado que daría el procedimiento, inspirándole la idea de no defenderse,
y su muerte era a sus ojos la suprema sanción de sus doctrinas y el último acto necesario de su destino. Así es que la idea que desde aquel acto le
preocupó más, fue probar que miraba la muerte como un bien. De dos cosas, una: ó la muerte es un anonadamiento absoluto, y entonces es una
ventaja escapar por la insensibilidad a todos los males de la vida , ó es el tránsito de un lugar á otro, y en este caso ¿no es la mayor felicidad verse
trasportado a la mansión de los justos? Esta despedida de la vida, llena de serenidad y de esperanza, deja tranquilo el pensamiento sobre la
creencia consoladora y sublime de la inmortalidad; creencia que una boca pagana jamás había reconocido hasta entonces con palabras tan
terminantes. Ella implica ciertamente la distinción absoluta del alma y del cuerpo y la espiritualidad del alma.

Aquí se ve que la Apología de Sócrates, si bien está escrita en la forma ordinaria de las defensas forenses , en el fondo es menos política que
filosófica, y Platón no la ha sometido tanto al examen de los ciudadanos de Atenas, como a la de los filósofos y moralistas de todos los países. Si su
objeto principal hubiera sido justificar civilmente la Platón, conducta de su maestro, su defensa sería pobre , porque no consiguió probar, ni la
falsedad de las acusaciones intentadas contra Sócrates, ni su inocencia ante las leyes atenienses. ¿Sócrates había atacado realmente la religión y
las instituciones religiosas de Atenas? Esta es la cuestión.

Siendo la religión, como las leyes mismas , una parte esencial de la constitución, el atacarla, sea valiéndose de la ironía, ó por medio de una
polémica franca , era un crimen de Estado. Además, no sólo era un derecho, sino que era un deber en todo ciudadano acusar y .perseguir
públicamente ante los tribunales al autor de tales ataques. Y es preciso confesar, que el hombre que en el Eutifrón se burla de los dioses del
Olimpo; que califica de cuentos insensatos las tradiciones mitológicas y de tráfico ridículo las ceremonias del culto ; el hombre que se pone en
guerra abierta con el politeísmo, no podía sustraerse a la acusación de impiedad. He aquí por qué Platón le defiende mal. Pero, a decir verdad ,
importa poco a sus ojos , y quizá entraba en su plan, sacrificar la defensa legal á fin de probar la superioridad moral de su maestro sobre los
hombres de su tiempo, por la profunda incompatibilidad de sus creencias con las de éstos. Sócrates no hubiera aparecido como un gran filósofo, si
hubiera sido absuelto. Entre otros caracteres, ¿ su originalidad no consiste en haber creído en un solo Dios en pleno politeísmo? ¿Y no consiste su
grandeza en haberlo dicho, y en haber muerto por haberse atrevido a decirlo ?

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