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Publicidad
La publicidad no se limita a los anuncios de las revistas o la televisión; hoy en día incide en
el envase (su forma, tamaño, color), en su colocación en las tiendas, en su precio e,
incluso, en los componentes del mismo producto, en este mismo orden entra a ser
necesario un análisis psicológico del consumidor o el target al que va dirigido.
Otros la conciben tan antigua como la aparición del comercio. Y es que muchas
comunidades de la antigüedad (griegos, sirios, fenicios, cretenses) se valían de pregoneros
para anunciar los productos y mercancías que comercializaban. Así, los pregoneros se
convirtieron en el medio más común de anuncio público durante muchos siglos en
diferentes países europeos.
Poco a poco en los Estados Unidos este interés por la estética (vinculada al arte) de los
mensajes fue disminuyendo y se comenzó a utilizar la fotografía realista, en tanto era más
barata y a su vez, más creíble, pues resulta una producción simbólica que refleja la
realidad. De esta manera comienza a tener un gran peso el criterio argumentativo de los
mensajes, postulado que ha prevalecido en la publicidad desde 1940.
Con el tiempo, fueron dejando de ser importantes para los motivacionistas los conceptos
estéticos y argumentativos de los mensajes para conseguir la eficacia de la comunicación
de masas, con el fin de otorgarle un papel significativo a la motivación que subyace en
ellos.
Todos los soportes técnicos y mediadores antes mencionados: cartel, anuncio, imprenta,
fotografía, prensa escrita, además del teléfono, el cine, la radio y la televisión, junto con
los postulados psicológicos comerciales que han regido la publicidad, sustentan toda
su historia y a la vez constituyen el sistema publicitario.