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Antiperonismo en Educación

La llamada Revolución Libertadora (955-1958) ocupó su gestión educativa en desmontar la


organización pedagógica dejada por el peronismo. Sobre todo, la simbología de los textos
escolares. La gestión era un difícil equilibrio entre todos los sectores antiperonistas, cuyo
denominador común era la recuperación del normalismo, que nunca había sido dejado de lado por
el gobierno anterior.

Hubo un rebrote de la escuela activa. El pedagogo espiritualista liberal Juan Mantovani fue
repuesto en su cargo, y tuvo bajo su influencia la formación de la siguiente generación pedagógica,
que se vería enriquecida por el psicoanálisis, y en algunos casos derivaría en el funcionalismo.

La educación desarrollista.

El desarrollismo comienza su gestión en 1958. Incorpora la teoría del “planeamiento” afín a la


teoría del desarrollo. Comienza, la transferencia de escuelas nacionales a algunas provincias.
Promulga el siempre reclamado Estatuto del Docente. Y abre la puerta a la enseñanza privada.

Con el objetivo de formar integralmente recursos humanos para el desarrollo, se reorganiza la


educación orientada a la producción. En 1959 se crea el CONET, que absorve la CNAOP y la DGET
del período justicialista. Se transforma la Universidad Obrera en UTN, quitándole toda presencia
sindical peronista. El sujeto pedagógico deja de ser interpelado desde su “ser obrero”,
abandonando los componentes políticos y culturales su condición social. Como su propósito
estuvo más vinculado a la desperonización que a la educación técnica en si, no logra articular
adecuadamente la relación educación / trabajo.

El CONET unifica las escuelas medias a su cargo bajo la forma de ENET de seis años, divididas en
dos ciclos, al cabo de los cuales se obtiene el título de técnico, e imparten, en un turno el clásico
conocimiento académico, y a contraturno la formación específica en talleres. La concepción del
saber técnico que predomina en el CONET se basa en la “tecnología”, entendida como una
aplicación práctica descendente de conocimiento científico puro, restableciendo la tradicional
jerarquía de saberes. En ese esquema, la educación técnica queda necesariamente subordinada,
relegada a los márgenes del sistema.

Libre, no laica.

El principal debate educativo que afronta Frondizi se origina en torno al dictado de normas que
permitieron, organizaron, financiaron y fortalecieron la educación privada. Se autoriza la creación
de Universidades privadas y se las faculta a expedir títulos habilitantes. Por primera vez se
configura un sistema orgánico privado en todos los niveles. Dentro del sector privado, tienen
mayoría las escuelas religiosas. De modo que a favor de la decisión del gobierno, bajo la consigna
“Libre”, se encolumna la iglesia católica, el liberalismo católico, y un importante número de
jóvenes de sectores medios. En la contraparte, por la educación “Laica” –además de libre- se
encolumnan también sectores multitudinarios, culturalmente vinculados a la escuela pública, y al
reformismo universitario. El frondicismo impone la opción “libre” y la educación privada gana un
lugar, que nunca resignará, dentro del sistema educativo.

Reformismo en la Universidad.

Pese a la proscripción del peronismo y de sus figuras intelectuales, las universidades recuperan su
autonomía. Francisco Romero se hizo cargo de la UBA, y conforma una tendencia junto con otros
intelectuales de prestigio como Norberto Rodríguez Bustamante, Manuel Sadosky, y Gino Germani.
Se restaura el cogobierno y la libertad de cátedra. Se reanuda la producción científica y cultural.
Las banderas de censura al peronismo y florecimiento intelectual corren en paralelo durante
algunos años.

Bastones largos en la noche

El modelo autoritario impuesto por Onganía clausura la experiencia democrática en la educación.


Vuelven a ocupar los más altos puestos ministeriales personajes vinculados a la iglesia católica y a
la tecnocracia. Se interviene la universidad. Como los estudiantes toman los claustros, el gobierno
decide desalojarlos por la fuerza, el 29 de Julio de 1966, conocida como la noche de los bastones
largos. Esto termina con la experiencia reformista universitaria. Docentes e investigadores deben
emigrar. Los desarrollos intelectuales más avanzados que tiene lugar en el país, deben pasar por
institutos y grupos de estudios externos a la Universidad.

Afín con una mirada excluyente del desarrollo industrial concentrado, la dirección de la educación
técnica es pensada nuevamente en términos economicistas. Pero a diferencia de la mirada
desarrollista, no hay mirada integral de largo plazo. El individuo es pensado como “capital
humano”, cuya formación necesaria se mide solo en función de un cálculo costo-beneficio. Bajo
esta mirada, y retomando el antecedente de la reforma Saavedra Lamas, en 1968 se implementa
una nueva reforma educativa, de corta duración, en la que se intenta incorporar una escuela
intermedia para niños de 11 a 14 años. Además, se institucionaliza legalmente la educación
privada.

Alternativas populares.

Por fuera del sistema educativo, tienen lugar experiencias educacionales alternativas, vinculada a
la iglesia, y al progresismo, que van a converger en la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, y
hacia fines de los 60 darán lugar a la Teología de La liberación, de corte revolucionario. Para esta
concepción, el conocimiento que detenta la cultura tradicional, académica, es un medio de
opresión sobre los sectores populares. La educación, para ser liberadora, no debe reproducir la
cultura oficial, sino entrar en un diálogo con los saberes populares, problematizando su situación
de subordinación social, de modo tal que en ese intercambio los dominados tomen conciencia de
las causas de su situación, y aprendan la cultura como una acción de rebelión política contra el
orden capitalista dependiente.

En este período cobra madurez la concepción cultural y pedagógica de la izquierda peronista,


cuyos principales exponentes son Jauretche y Hernández Arregui, con su crítica a la “colonización
pedagógica”. Acusan a Germani y al funcionalismo de utilizar modelos incompatibles con la
complejidad de la sociedad argentina. Se burlan de Mantovani, al que endilgan confundir la
defensa de la educación humanista con la defensa de la facultad de filosofía y letras. Piensan que
los profesores secundarios y universitarios tienen sus “cabezas apolilladas” por haber olvidado la
cuestión nacional. Plantea Jauretche:

“Así, en la Argentina, el establecimiento de una verdadera cultura lleva necesariamente a combatir


la cultura ordenada por la dependencia colonial … Solo con la victoria en esa contienda evitaremos
que bajo la apariencia de los valores universales se sigan introduciendo como tales los valores
relativos … cuya apariencia de universalidad surge exclusivamente del poder de expansión
universal que les dan los centros donde nacen con la irradiación que surge de su carácter
metropolitano. Tomar como absolutos esos valores relativos es un defecto que está en la génesis
de nuestra `intelligentzia´y de ahí su colonialismo” (Jauretche, 1992)

A comienzos de los 70, algunas innovaciones del régimen dan lugar a la apertura en “Cátedras
Nacionales” en la Universidad.

En 1973 de crea la CTRA, en la que convergen distintas expresiones del gremialismo docente, bajo
una nueva visión del educador: no es ya un apostol de la civilización, sino un “trabajador de la
educación” que compartiendo su destino de clase con los demás trabajadores argentinos, tiene un
compromiso primario con la lucha cultural por la liberación.

Educación Popular para la Liberación.

El tercer gobierno peronista tuvo una primera etapa, en materia educativa, caracterizada como
una “pedagogía nacionalista popular liberadora”. Bajo la dirección del Ministro Jorge Taiana, tiene
lugar una lucha entre la derecha peronista y lo sectores de izquierda. Dentro del ala progresista se
desenvuelven nuevas experiencias de comunicación social, educación agraria, Política universitaria,
y sobre todo, educación de adultos. En este último área se impulsa una campaña masiva de
alfabetización denominada CREAR (Campaña de Reactivación Educativa). En la universidad de
Buenos Aires es designado interventor Rodolfo Puiggrós que impulsa una renovación de los
métodos de enseñanza aprendizaje y de los contenidos científicos, orientados hacia un proyecto
de liberación nacional, apoyado activamente por la juventud peronista, la izquierda y sectores
radicales y progresistas.

Pero este ciclo se cierra con la intervención a las Universidades dispuesta por Isabel Perón en 1974.
El Golpe Autoritario se adelanta en Educación.

La dictadura en la educación , no espera a 1976. Comienza cuando en 1974 Isabel Perón designa a
Ivanissevich en el Ministerio de Educación y a Ottalagano en la UBA. Comienzan desde allí una
labor represiva de “limpieza ideológica” que adelanta lo que va a ser el país bajo la dictadura. Se
cierran establecimientos. Se remueven profesores. Se reimplantan las corrientes más retrógradas.
Y se usan los establecimientos educativos como un campo más de la llamada “guerra
antisubversiva”. El terrorismo de estado ya está instalado en la educación, durante la presidencia
de Isabel Perón. Es el inicio de la guerra a la educación pública.

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