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Simbiosis
Licenciatura en Biología
Ciencias de la Tierra I
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Índice
Introducción-----------------------------------------------------------------3
Parasitismo------------------------------------------------------------------3
Mutualismo-------------------------------------------------------------------8
Teoría Endosimbiótica---------------------------------------------------10
Conclusión------------------------------------------------------------------13
Bibliografía------------------------------------------------------------------13
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Introducción
Muchos de nosotros estamos bastante familiarizados con el término simbiosis y lo
usamos indiscriminadamente para describir una relación armoniosamente
beneficiosa y obligada para dos especies, lo cierto es, que el concepto de simbiosis
va más allá que solo eso, si revisamos la literatura actual podremos encontrar
también varias definiciones de esta, desde la que es un sinónimo de mutualismo
hasta la más generalista que nos la define como la simple “vida juntos” de dos o
más especies denominadas simbiontes, esta última es la definición con la que se
estará trabajando en el presente trabajo. Se tratará el proceso de coevolución que
ha traído a nuestros días toda la variedad de organismos pluricelulares eucarióticos
gracias a este tipo de relaciones ecológicas que son mutualismo, comensalismo y
parasitismo, se verá cómo la simbiosis ayuda a la regulación poblacional y como
ciertos tipos negativos de simbiosis pueden transformarse en tipos positivos gracias
a la adaptación y contratadaptación de las especies.
Parasitismo
El parasitismo es como tal una relación simbiótica entre dos organismos que
conviven, en la que uno obtiene nutrientes a expensas del otro. Los parásitos captan
los nutrientes que necesitan del organismo el cual habitan, denominado
hospedador. El parasitismo y la depredación se basan en que un organismo obtiene
sus recursos de otro, pero lo que hace diferente al parasitismo es que el depredador
o en este caso el parásito está altamente desarrollado y adaptado al estilo de vida
del hospedador, de tal forma que puede tomar sus recursos sin causarle la muerte
ya que de ser así agotaría su fuente de recursos, también se presenta el caso en
que los parásitos lleguen a matar a su hospedador pero estos casos especiales
tienen una categoría diferente y se les denomina parasitoides, pero solo se da en
parásitos poco especializados, ya que cuando los parásitos se adaptan al estilo de
vida de un hospedador su propia supervivencia depende de la supervivencia de este
último, es por eso que por lo general un parásito no llega a matar a su hospedador,
o por lo menos no es el fin último de este, aunque sí se da el caso de que la
mayoría de los parásitos logran causarle infecciones secundarias al hospedador o
hacerlo sufrir de atrofiamiento, escualidez o esterilidad.
Podemos decir que los depredadores, los parásitos y los patógenos entran en un
denominador común de interacciones ecológicas denominadas explotación. Aunque
parezca que las diferencias están claras entre estas definiciones hay límites muy
difusos entre ellos y es difícil generalizar, pero dentro de lo que engloba este trabajo
solo se tratará la relación simbiótica dentro de las relaciones de explotación que es
la de parasitismo.
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Existen diferentes tipos de parásitos y de igual forma existen diferentes formas de
clasificarlos, según su tamaño podemos encontrar macroparásitos en los que se
hallan grupos de organismos como las garrapatas, las planarias y las sanguijuelas, y
los microparásitos en los que encontramos virus, bacterias y algunos protozoarios.
Los parásitos ya sean macro o micro tienen en común que toman nutrientes a
expensas de otro organismo el cual habitan, una fuerte carga de parásitos se
denomina infección y, como resultado de una infección se produce una enfermedad,
estas principalmente provocadas por los microparásitos como bacterias o virus
como ya se ha mencionado.
Los hospedadores proporcionan diferentes hábitats para los parásitos y estos a su
vez también se pueden clasificar según la forma de parasitar a su hospedador,
podemos encontrar a los parásitos que habitan sobre sus hospedadores debajo del
pelo o las plumas denominados ectoparásitos como las garrapatas y los
endoparásitos que viven en el interior del hospedador, ya sea el torrente sanguíneo,
el corazón o distintos órganos de este como algunos protoctistas o bacterias. Un
hospedador para un parásito se asemeja mucho a una isla que al final muere y debe
abandonar, cuando esto sucede deben encontrar a un nuevo hospedador al cual
infectar en un estadío que se conoce como “de infección” y se presenta en el estado
larvario de los parásitos. El proceso de transmisión de un hospedador a otro se
puede producir a través de medios directos o indirectos y requiere por parte de los
parásitos que estén altamente adaptados al estilo de vida de su hospedador para
encontrar el momento exacto en el cual propagarse a su siguiente hábitat.
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Existen también parásitos que necesitan a otros organismos para poder continuar
con su ciclo vital.
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que los mosquitos transmiten más del 50 por ciento de los aproximadamente 102
arbovirus que producen enfermedades como el dengue y la fiebre amarilla.
Hasta ahora solo se ha descrito un mundo idílico para los parásitos en el que los
hospedadores no hacen más que aceptarlos sin más, estos últimos presentan varios
mecanismos de defensa contra los parásitos. Así como la coevolución de
depredadores y presas dio origen a la adaptación de mecanismos de defensa por
las especies de presa, las especies hospedadoras también presentan una serie de
adaptaciones que sirven para minimizar el impacto de los parásitos. Algunas de
estas adaptaciones se enfocan a en mecanismos que reducen la probabilidad de
contraer una infección parasitaria y la otra apunta a combatir una infección
parasitaria una vez producida. Algunos mecanismos de defensa pueden ser
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conductuales, como en el caso de los ciervos que buscan lugares densos y en
sombra para evitar a la mosca del ciervo que son habituales en los lugares abiertos.
De producirse una infección la primera línea defensiva que presentan es la
inflamación, que es provocada por la liberación de histaminas en células dañadas,
esta inflamación producida por las histaminas logra una mayor irrigación sanguínea
en la zona afectada, lo que trae más oxígeno y glóbulos blancos para atacar
cualquier agente dañino que pueda ser identificado.
La segunda línea de defensa es el sistema inmune. Cuando un objeto extraño como
un virus o una bacteria, denominado antígeno (generador de anticuerpos) entra en
el torrente sanguíneo, induce una respuesta inmune. Los glóbulos blancos llamados
linfocitos (porque se producen en las glándulas linfáticas) generan anticuerpos que
están dirigidos a los antígenos presentes en la superficie del parásito o liberados en
el hospedador ayudando a contrarrestar los efectos. Los anticuerpos no solo son
costosos de producir a nivel energético, sino que también pueden ser dañinos para
el hospedador mismo. Por fortuna la respuesta inmune no siempre está dirigida a
erradicar el agente extraño por completo, sino a mitigar la alimentación, los
movimientos y la reproducción del parásito a un nivel tolerable por el organismo.
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Mutualismo
El mutualismo es la relación interespecífica que con mayor frecuencia se usa como
sinónimo de simbiosis. Esta se basa en que dos o más especies se benefician
mutuamente, los mejores ejemplos de mutualismo los tenemos con las asociaciones
de bacterias u hongos en las raíces del 90% de las plantas y las relaciones entre
insectos polinizadores y plantas que son claramente benéficos para ambos y hasta
cierto punto la interacción es tan fuerte que no se puede discernir entre un
organismo y otro. Una relación mutualista no necesariamente tiene que ser
simbiótica, ya que existen mutualismos simbióticos o mutualismo asimbióticos, en el
primer caso la relación es forzosa ya que al menos un organismo se vuelve
totalmente dependiente del otro obligándolos a vivir juntos todo su ciclo de vida.
Mientras que en los mutualismos asimbióticos si bien son en algunos casos vitales
para uno de los organismos no es necesario que estos estén juntos, saliéndose un
poco de la definición de simbiosis, casos de esto pueden presentarse por ejemplo
en la polinización en la que un insecto visita solo una vez una planta y pueden no
volver a interactuar en toda su vida pero ese insecto le proporcionará un servicio de
dispersión y reproducción a la planta mientras que esta última le otorgará alimento.
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para la producción de proteínas que se encargan de mediar todos sus procesos
metabólicos, las plantas necesitan la ayuda de bacterias que se encuentran en el
suelo o formando nódulos dentro de sus mismas raíces, el trabajo que realizan las
bacterias es de fijación, en el que transforman el nitrógeno molecular en su forma
orgánica como nitratos, nitritos y amonio.
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Teoría endosimbiótica
Antes de empezar a describir la hipótesis de la endosimbiosiss es importante dejar
en claro las diferencias entre los principales tipos de células que se conocen hoy en
día. Estas se dividen en células procariotas y células eucariotas, se cree que las
primeras son más primitivas (pero no por esto menos complejas) ya que sus
estructuras pueden parecer más simples, este tipo de células no presenta una
compartimentalización interna de sus funciones en vesículas o membranas lipídicas
como sí lo hacen las células eucariontes, tampoco presentan su material genético
en dentro de una membrana y de una forma organizada y superempaquetada en
octámeros proteicos, sino que se encuentra en una zona un poco difusa de la célula
llamada nucleoide y su material genético se encuentra por lo general en forma de
anillo.
Se cree que los primeros organismos que empezaron a habitar la tierra fueron
protistas primitivos, como las amebas gigantes, que viven en el mar o en charcas,
estos organismos nunca forman partes duras y cuando mueren sus cuerpos se
desintegran por completo, es por esto que las posibilidades de formar fósiles de
estos primeros seres primitivos sea en extremo difícil, por esto las principales
pruebas y evidencias de las características de los primeros protistas provienen de
los actuales protistas. Muchos de los rasgos de este grupo apoyan la hipótesis de
que a partir de estos surgieron las células eucarióticas.
Debido a la dificultad de la fosilización de dichos organismos es difícil establecer un
punto en la historia de la tierra en el que pudieron formarse, aun así se tiene un
estimado de los límites temporales en los cuales pudo haberse presentado su
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aparición y estos límites van desde menos de dos mil millones de años a más de
700 millones de años.
Algunas hipótesis sugieren que las células eucariontes diferenciaron sus orgánulos
a partir del núcleo, según este punto de vista, las células desarrollaron primero
membranas internas, algunas de las cuales, empaquetaron el DNA y el RNA de la
ceular formando el núcleo. A continuación, algunos de estos genes escaparon del
núcleo y quedarían envueltos por otras membranas intracelulares y, con el tiempo,
dichos genes formarían los orgánulos de las células eucarióticas, mitocondrias y
plástidos. Si bien esta hipótesis explicaría la formación de varios orgánulos pero no
se responde a la pregunta de por qué el DNA, el material genético de los orgánulos
es diferente del DNA del núcleo celular. El primero no está combinado con proteínas
formando cromosomas, como el DNA nuclear y de hecho es mucho más parecido al
DNA bacteriano que al DNA del núcleo.
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cree que en la historia primitiva de las células se presentaron 3 incorporaciones de
bacterias simbiontes dentro de otras, la primera fue la que dio origen al movimiento
de las células por medio de flagelos el cual se dio por la unión de una arquea
termoacidófila con una bacteria nadadora o espiroqueta, también con esto pudo
haberse dado origen a la membrana nuclear la cual le daba mayor estabilidad al
material genético. Las arqueas a pesar de ser un filo diferente que el de las
bacterias, recientes estudios filogenéticos han demostrado que las arqueas están
más relacionadas con las células eucariotas que las bacterias.
Hoy en día esta teoría está parcialmente aceptada, hay puntos en los que se ha
encontrado a favor y otros cuantos en contra, la evidencia más clara es que tanto la
mitocondria como el cloroplasto tienen su propio DNA bicatenario dentro de ellos,
así como una doble membrana que se explica mediante la fagocitosis, además de
presentar también sus propios ribosomas sintetizadores de proteínas 70s, un tipo de
ribosomas solamente encontrado en células bacterianas.
Aunque se tengan muchas evidencias de que el origen de las células eucariontes
pudo haber sido este nunca se podrá conocer con total certeza su origen debido a
que no se puede dar explicación a otros orgánulos como el aparato de golgi y los
retículos endoplasmáticos.
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Conclusión
Como ya vimos la simbiosis es un término que abarca una gran cantidad de ideas y
conceptos, de interacciones biológicas que tienen en común una cosa; la vida
juntos de algunos organismos. Vivir juntos no siempre significa llevarse bien o que
las relaciones sean beneficiosas, se vio que algunas de estas relaciones llegan a
ser perjudiciales y otras tantas son benéficas para ambos organismos. También
vimos que una relación perjudicial para un organismo no siempre tiene que ser así,
algunos organismos en su constante lucha por contrarrestar los efectos negativos
tiende a admitir dentro de sí a otro organismo que en algún momento le causó algún
daño, pero que poco a poco se fue adaptando a su presencia y llegando hasta
conseguir beneficios de este convirtiéndose así de un parasitismo en un inicio hasta
convertirse en un mutualismo simbiótico o inclusive llegan a formar parte de un
mismo organismo, como se cree que sucedió en el origen de las células eucariotas,
en el que hoy en día ambos organismos que alguna vez estuvieron separados hoy
viven en una sintonía tan perfecta que uno no existe sin el otro.
Bibliografía
● Lansing M. Prescott, John P. Harley, Donald A. Klein. (1999).
Microbiología. Aravaca (Madrid): McGraw-Hill.
● Lynn Margulis. (2001). Early life. Boston, Massachusetts: Revente.
● Ramón Margalef. (1995). Ecología. Barcelona: Omega..
● Tomas M. Smith Y Robert Leo Smith. (2007). Ecología. 6.a edición. Madrid:
Pearson
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