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Una de las primeras ideas de este término se refiere al entramado de elementos y materiales
que constituyen y sostienen un edifico. Otra fuente histórica para la palabra estructura procede
de la anatomía de los seres vivos, en cuanto a la relación de las partes con un todo orgánico. En
línea con ambas tradiciones, la constructiva y la orgánica, la noción de estructura alude en su
sentido más general a un conjunto de relaciones entre elementos dotado en alguna medida de
orden, coherencia y estabilidad. Los componentes clave de las estructuras son (a) las unidades
que las integran -cantidad y características distintivas- y (b) las relaciones que estas mantienen
entre sí -los vínculos que las unen-.
Podemos distinguir la visión cultura y la visión relacional. Ambas visiones comparten algunos
rasgos generales: como en qué consiste una estructura social, y en determinar cuál es el
elemento de la sociedad más estructural en el sentido demás influyente. Y se distinguen por dar
más importancia a unos determinados aspectos o dimensiones de las estructuras sociales frente
a otros. Para quienes comparten la visión cultural, el elemento básico de la estructura social
son las normas, creencias y valores que regulan la acción social. Una tradición sociológica
entiende las estructuras sociales como conjuntos de pautas culturales y normativas que definen
las expectativas de los actores sobre su comportamiento social. El autor de referencia para estas
visiones de la estructura social es Talcott Parsons, el padre del funcionalismo estructural. Para
Parsons, la relación de los actores sociales con sus situaciones, que incluyen a los demás actores,
están siempre medidas y definidas por un sistema de símbolos culturalmente estructurados y
compartidos. Desde el punto de vista relacional, los elementos que componen la estructura
social son las relaciones sociales, que conectan a los individuos, pero también a grupos,
instituciones, organizaciones, comunidades y sociedades. Los antecedentes de esta perspectiva
hay que buscarlos en la obra de Karl Marx, que interpreta la estructura social como un sistema
de relaciones entre posiciones de clase; autores como Simmel, para quien la sociedad existe en
la medida en que los individuos entran en asociación, y en la antropología social británica:
Radcliffe-Brown veía a los seres humanos conectados por una compleja red de relaciones. Una
variante importante de esta segunda gran visión es la perspectiva distributiva, donde una
estructura social es una distribución ordenada o jerarquizada de individuos en diferentes
posiciones sociales. Por ejemplo, según Blau, una estructura social se define por la distribución
de personas. La distribución se refiere simplemente a las cantidades de personas que ocupan
cada posición; a su vez, las posiciones se refieren a los parámetros que sirven como criterios de
diferenciación social, que distinguen a unos grupos o estratos sociales de otros. Los parámetros
estructurales se dividen en dos categorías elementales: (a) parámetros nominales, que dividen
a una sociedad en categorías socio-demográficas, como el sexo, la etnia o la raza, la ocupación
y la confesión religiosa; y (b) parámetros graduados, que sitúan a la gente en un rango ordenado
de posiciones, como la edad, la educación, la renta, el poder, la clase social o el prestigio. De
acuerdo con Blau, las estructuras sociales no solo se refieren a las distribuciones de la población
en distintas posiciones, sino que esas distribuciones afectan también a las relaciones de los
individuos que ocupan esas posiciones y a su interacción social. Desde esta perspectiva, por
ejemplo, se pueden estudiar las pautas de matrimonio interracial de una comunidad y analizar
cómo el grado de homogamia (el emparejamiento dentro de una misma posición social) o
heterogamia (el emparejamiento entre personas que pertenecen a distintas posiciones sociales)
depende del tamaño y la distribución delos grupos que se forman en torno a este parámetro de
la raza. Por ejemplo, la forma en que inmigrantes se emparejan entre sí o se casan unos con
otros en una sociedad que ha recibido fuertes flujos migratorios. En definitiva, la tesis básica es
que las pautas matrimoniales en una sociedad dependen en una medida importante de su
estructura social. Esto es una ilustración de una aplicación típica del análisis sociológico
estructural a comportamientos sociales bien concretos. Pero igualmente podríamos considerar
el caso, que ha ocupado la atención de no pocos sociólogos europeos, de cómo las relaciones y
los conflictos laborales en un determinado país dependen de las características de sus
estructuras de clases.
Vamos a aprovechar aquí las ventajas que nos ofrece la visión relacional para tratar de
entender sociológicamente la desigualdad social y sus fenómenos asociados. En este sentido, si
las estructuras sociales son distribuciones de posiciones sociales en torno a uno más
parámetros, son también distribuciones más o menos desiguales de recursos socialmente
valorados de diferentes tipos. Dicho de otro modo, ocupar una determinada posición en una
estructura social supone disponer de una cantidad de recursos que distingue a esa posición
social de otras. Algo obvio cuando reparamos en el hecho de que los miembros de distintas
clases sociales disponen de cantidades significativamente diferentes de renta y de
riqueza. Ahora bien, ¿por qué se da esa correspondencia entre los parámetros de la estructura
social y los recursos? En realidad, si los parámetros son la base de distinciones sociales es porque
están asociados a cantidades desiguales de recursos socialmente valorados. Sino fuera sí, los
parámetros no servirían como fundamento de las distinciones sociales y no se formarían grupos
sociales sobre la base de esos parámetros. Para comprenderlo hay que darse cuenta de dos
cosas. Primera, en el mundo real los parámetros nominales y los graduados se cruzan entre sí
de manera que la gente pertenece simultáneamente a más de una categoría social. Y segunda,
aunque no siempre son perfectamente coincidentes, las diferencias en un parámetro suelen
estar significativamente relacionadas con las diferencias en otro: por ejemplo, en una sociedad
con un gran componente migratorio sucede que los inmigrantes económicos pertenecen en
mucha mayor medida que los nativos a las clases trabajadoras y en mucha menor a las clases
acomodadas. Esta posible asociación entre parámetros estructurales de distinto tipo
(nominales y graduados) tiene consecuencias de gran importancia. Una de ellas que queremos
destacara hora es que cuando se produce una asociación significativa entre un parámetro
nominal y un parámetro graduado, lo que sucede en muchas estructuras sociales, surgen
también nuevas divisiones estructurales entre grupos sociales jerárquicamente ordenados.
Estas correlaciones dan lugar a parámetros ordinales, una mezcla de parámetros nominales y
graduados. El prestigio ocupacional, que resulta de la combinación de un parámetro nominal -
la ocupación que se ejerce- con dos parámetros graduados -los ingresos que se
obtienen de ella y la cualificación educativa que se requiere para desempeñarla- es un ejemplo
típico de estos parámetros ordinales. Resumiendo, podemos decir que, por una parte, en la
medida en que se pueden entender como distribuciones de posiciones, las estructuras sociales
son también distribuciones de recursos entre las unidades que ocupan esas posiciones. Y, por
otra, que posiciones y recursos no se distribuyen prácticamente nunca de forma uniforme u
homogénea entre los miembros de una sociedad y los grupos que forma. En teoría, los
parámetros nominales (sexo, raza, etnia, etc.) producen diferencias horizontales entre grupos
social eso heterogeneidad social, mientras los parámetros graduados (renta, clase, educación
,etc.) producen diferencias verticales o desigualdad.
3 Desigualdades sociales3.1. Fuentes de desigualdad social
Quizá la respuesta más general que se pueda dar a la pregunta sobre el origen de las
desigualdades sociales resida en el hecho inevitable de la diversidad humana. Las personas
difieren en cuanto a sus habilidades, su talento, su capacidad física, su atractivo su ambición.
Una respuesta nos la ofrece el economista indio Amartya Sen, que dice que si los seres humanos
fueran muy parecidos entre sí, no habría apenas espacio para las desigualdades. Y los diversos
criterios por los que los seres humanos se diferencian unos de otros, constituyen la materia
prima sobre la que se levantan las estructuras sociales y se producen las desigualdades
sociales. Sin embargo, sabemos que no todos los posibles criterios de diferenciación que
distinguen a los seres humanos tienen la misma importancia en las estructuras sociales. La
relevancia estructural de muchos criterios de diferenciación varía característicamente de unas
sociedades a otras y cambia a lo largo de las épocas históricas. Pensemos, por ejemplo, en el
sexo y en lo distinta que es la posición social de las mujeres en las sociedades occidentales
contemporáneas comparada con su condición en las sociedades tradicionales o en las
sociedades musulmanas actuales. Pero entonces, ¿por qué algunos factores de los que nos
distinguen tienen más importancia social que otros? Ya en el siglo XVII, el filósofo Thomas
Hobbes sostuvo en su famosa obra Leviatán que el hombre, cuyo goce consiste en compararse
con otro hombre, nada puede gustar salvo lo eminente. Es decir, cuando valoramos las
diferencias, hacemos una estimación diferencial de las posiciones sociales que surgen de ellas y
decidimos que unas son preferibles, más deseables o simplemente mejores que otras. Los
parámetros estructura les implican juicios de valor sobre las diferencias y desigualdades y hacen
que prefiramos unas posiciones a otras. Por supuesto, esos juicios de valor sobre las posiciones
sociales se aplican igualmente a la cantidad y la calidad de los recursos que llevan asociados. Por
ejemplo, el diferente reconocimiento de que gozan distintas ocupaciones y profesiones en las
sociedades modernas: los médicos tienen un prestigio profesional más alto que los
antropólogos, y tres veces superior al de los camareros. La atribución de estima y valor social es
la fuente de la que en primera instancia surgen las desigualdades sociales, después hay un
segundo proceso derivado del primero, los parámetros, que además de regular las relaciones
sociales, definen posiciones desiguales en la estructura social dotadas de una mayor o menor
cantidad de bienes y servicios valorados. Además, los criterios de distinción social se encuentran
muy a menudo asociados unos a otros en el mundo real, porque quienes obtienen una posición
ventajosa en uno de ellos procuran conseguirla también en los demás. Esa doble
correspondencia hace que ocupar una determinada posición conceda o impida el acceso a un
conjunto de recompensas más amplio que el asociado inicialmente a la posición desigual
original. Por ejemplo, en las sociedades tradicionales donde un hombre puede casarse con más
de una mujer, sólo los hombres que son capaces de mantener económicamente varias mujeres
se casan con varias mujeres, lo que a su vez les otorga no sólo más estima social sino también
más descendencia y por tanto mejores oportunidades de mantener su posición social de
preminencia. La desigualdad material derivada de la riqueza se convierte en este caso en
desigualdad reproductiva y en desigualdad de prestigio. En las sociedades modernas, los
miembros de las clases alta disponen de ingresos altos, que les proporciona adquirir un mayor
nivel educativo, mejores cuidados de salud, y estas recompensas se convierten en otras formas
de desigualdad.
3.2. Cuatro tipos de desigualdades socialmente relevantes
Cuando se define un tipo de sociedad o un gran período histórico por una forma dominante
de estratificación social, se habla de sistema de estratificación social. Pero lo importante ahora
es que, a diferencia de lo que sucede con otras desigualdades como las puramente económicas
que derivan de la renta o los ingresos, las divisiones propias de la estratificación social producen
grupos y categorías sociales distintivos identificables irreconocibles. Un aspecto interesante de
estos grupos sociales desiguales es la relativa estabilidad delas posiciones y divisiones sociales
que los forman, lo que supone algún grado de institucionalización de las desigualdades sociales.
¿Por qué las personas que nacen en el seno de un determinado estrato social tienen más
probabilidades de seguir perteneciendo a ese estrato y no a otro? La institucionalización de las
desigualdades y divisiones sociales es clara en casos históricos como los de las castas y los
estamentos, en los que aquellas se apoyan en un ordenamiento jurídico que las establece, las
sostiene y las defiende. Pero también en las modernas sociedades de clases, existe algún grado
de institucionalización. Para comprenderlo, hay que darse cuenta de que las posiciones sociales
se heredan hasta cierto punto y, las divisiones sociales persisten con el paso de las generaciones.
Por así decirlo, las posiciones sociales desiguales duran más que las personas que las ocupan y
la herencia es uno de los mecanismos básicos de la reproducción de las desigualdades sociales.
La sociología de la estratificación ha acuñado el término adscripción, es decir, la ubicación de
una persona en una determinada posición social depende de cualidades heredadas, como
origen, sexo o grupo étnico. Por el contrario, se llama logro al mecanismo de ubicación social
que no obedece a características adscritas, sino a lo que una persona puede conseguir por sus
propios medios y que depende de sus méritos. En las sociedades meritocráticas o meritocracias,
basadas en el logro, el talento y el mérito personal tienen mucho más peso en la ubicación social
de una persona que en las sociedades adscriptivas. A lo largo de la historia, las sociedades se
sitúan en algún punto de una escala continua que va de la adscripción al logro. Esto nos lleva a
la movilidad social, que se refiere simplemente a los desplazamientos de individuos y grupos
desde unas posiciones social esa otras. Lógicamente, las sociedades adscriptivas tienden a
impedir o a dificultar la movilidad intergeneracional
Presentaremos las contribuciones a este campo de Karl Marx y Max Weber. Para Karl Marx las
clases no sólo servían para conceptualizar las desigualdades sociales y económicas en el
capitalismo industrial, sino que constituían también un elemento explicativo fundamental de su
visión de la historia humana. De sus escritos podemos afirmar que las clases son grupos
económicos que se sitúan en idéntica relación con los medios de producción o, para ser más
precisos, con la propiedad y el control de dichos medios. En las sociedades capitalistas, las dos
grandes clases son la burguesía y el proletariado. Para Marx las relaciones entre las clases
sociales son necesariamente conflictivas porque son relaciones de explotación. Los capitalistas
venden sus productos por un valor superior al de la retribución de los salarios de sus
trabajadores. Esto significa que el trabajo productivo crea un valor añadido o plusvalía que
constituye el beneficio del que se apropian los capitalistas. Pero esta teoría de las clases no se
circunscribía a la época capitalista, sino que pretendía ser aplicable a toda sociedad humana en
la que hubiera un excedente económico. Que las clases tengan intereses enfrentados es esencial
para comprender el papel que desempeñaban en las ideas de Marx. Marx se propuso ofrecer
una completa visión de la historia humana que se resume en su concepción del
llamado materialismo histórico. La historia de la humanidad no era otra cosa que la historia de
la lucha de clases (El Manifiesto Comunista). La estructura económica condiciona o incluso
determina los procesos de la vida social, política y cultural. Pero desde el punto de vista
científico, no es fácil explicar todos los procesos sociales, políticos o culturales a partir de las
estructuras económicas. Por otro lado, no está claro qué mecanismos hacen posible que las
clases cobren conciencia de sus intereses. Los procesos que hacen una clase consciente de su
explotación y dispuesta a movilizarse para poner fin a esta situación no son
automáticos. Weber entendía que las clases son grupos de individuos que comparten las
mismas oportunidades de vida, las cuales vienen, a su vez, determinadas por el mercado. La
importancia que Marx atribuía a la producción reside para Weber en el intercambio
mercantil. Weber definía las clases en función del acceso diferencial a las recompensas que se
obtienen en el mercado. Las clases son una forma de desigualdad con un claro componente
económico, que incluye también todos aquellos factores que permiten aumentar los beneficios
derivados de las relaciones de mercado como, por ejemplo, la educación y los conocimientos
técnicos. Otra diferencia crucial con el marxismo es que si para Marx el antagonismo de clase
era el motor del cambio social, Weber concedía una importancia histórica variable y contingente
a los conflictos entre clases. Las clases sociales son solo bases posibles parala movilización o el
conflicto; coexisten con otras fuentes de acción y de organización colectiva que no tienen por
qué tener un carácter estrictamente económico. El enfoque weberiano presenta al menos otras
dos dimensiones básicas de la diferenciación social: el estatus y el poder. El estatus se refiere al
prestigio atribuido a determinados grupos y, puede ser un elemento fundamental en la
atribución de recompensas materiales. El poder se refiere a la capacidad de exigir obediencia
ajena. En resumen, la aproximación de Weber al estudio de la estratificación reconoce la
importancia de otras dimensiones distintas de las puramente económicas que sirven para definir
desigualdades sociales.
4.3. Teorías recientes de la estratificación social
Las dos posiciones unidimensionales de Marx y Weber marcaron durante la segunda mitad del
siglo XX gran parte del desarrollo de la sociología de la estratificación. La visión unidimensional
del estatus terminó siendo un rasgo muy característico del funcionalismo sociológico que
dominó en los Estados Unidos en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Para los
funcionalistas, la desigualdad es un instrumento de distribución de recompensas que contribuye
al buen funcionamiento del sistema social. Es un mecanismo inconscientemente desarrollado
por el que las sociedades aseguran que las posiciones más importantes están ocupadas por las
personas más cualificadas. Sostienen que las desigualdades sociales proporcionan una
estructura de incentivos en virtud de la cual los más capacitados ocupan las posiciones más
importantes para la supervivencia del sistema, lo que redunda en beneficio de todos. Así, la
sociedad aparece dividida en estratos que (a) se relacionan entre sí a través de la división
funcional del trabajo; (b) aparecen ordenados en función del prestigio; y (c) en modo alguno
tienen intereses antagónicos, puesto que todos ganan con la supervivencia del sistema; se sitúan
así en las antípodas de la posición marxista. De tal forma que la perspectiva funcionalista justifica
la desigualdad social como un mero producto de las desigualdades personales. En resumen, la
clase como dimensión de la desigualdad social terminó prácticamente por desaparecer en la
sociología funcionalista: el sistema de estratificación de las sociedades contemporáneas se
reducía a un continuum de posiciones en una escala jerárquica de prestigio social y económico
derivado sobre todo del prestigio de las ocupaciones. Contra los teóricos funcionalistas,
Dahrendorf aceptó el argumento marxista de que una sociedad dividida en clases contiene
conflictos internos que pueden generar procesos de cambio social. Sin embargo, para
Dahrendorf son las relaciones de autoridad las que constituyen la esencia de las clases. Y, por
consiguiente, la distribución desigual de la autoridad es la fuente principal de los conflictos
sociales. La sociología británica de la estratificación ha hecho contribuciones de mucha
importancia al análisis de clase. Ya a finales de los años cincuenta el sociólogo británico David
Lockwood vio con claridad la dificultad de hacer encajar el expansivo grupo delos trabajadores
no manuales de bajo nivel y a los empleados de cuello blanco en general en el mapa de clases
marxista. Para resolver el problema propuso distinguir entre situación de mercado (posición
económica), situación de trabajo (constituida por las relaciones en el lugar de trabajo) y situación
de estatus (que hace referencia al prestigio) como elementos definidores de la posición de clase.
La propuesta de Lockwwod recuperaba el carácter multidimensional de la estratificación social
de Weber.
CAPÍTULO II LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL EN LAS SOCIEDADES
HUMANAS: LAHISTORIA DE LA DESIGUALDAD
- El grado de cierre o apertura normativa de sus divisiones. Por ejemplo, si los individuos se
atienen a ciertas reglas, son libres de abandonar su rango presente y entrar en un rango superior
o inferior, pero en otras sociedades esta movilidad vertical puede estar prohibida.- El método
real para ubicar a la gente a partir del estatus o la clase. Varía a lo largo de un continuum que va
desde la adscripción hasta el logro. La adscripción se refiere a una forma de situarse socialmente
que queda fuera del control del individuo. El logro se refiere a una forma de situarse basada en
el mérito del individuo.
Métodos de legitimación:
3) las basadas en el poder militar, político o burocrático. En la mayoría de las sociedades lastres
están presentes e interrelacionadas. Por ejemplo, cuando una persona resulta favorecida con
respecto a un tipo de desigualdad, tiene también ventaja respecto a las demás.- El nivel
comparado de desigualdad en cada tipo de sistema de estratificación. Se basa principalmente
en el grado de desigualdad entre las élites y la gente corriente con respecto a los valores
económicos y de poder.
Representan las primeras formas de organización social. Su economía se basa en los métodos
simples de recolección y caza. Debido a sus métodos primitivos de producción de alimentos y su
estilo de vida nómada, la acumulación de posesiones materiales es, por lo general, imposible.
Pueden tener jefes, líderes respetados, hechiceros que ejercen influencia o poder. Sin embargo,
se limita a su capacidad para realizar funciones valiosas para toda la tribu. La forma
predominante de desigualdad es el estatus u honor. No se ofrecen justificaciones ideológicas
sistemáticas, ni religiosas ni legales para la existencia de las desigualdades de estatus. Y lo que
es más importante aún, como el nivel general de desigualdad es muy bajo, no se necesitan.
2.2. Esclavitud
Se trata de una relación económica -la propiedad de los seres humanos-. A diferencia de la
experiencia estadounidense, la esclavitud no siempre ha sido una condición hereditaria ni un
sistema normativamente cerrado. Así, aunque la esclavitud era a menudo un estatus adscrito,
se podía salir del estatus de esclavo. Solo en una pocas sociedades como la de los Estados Unidos
la casta racial produjo un estatus de esclavo hereditario y más cerrado. En las sociedades
esclavistas los dos medios principales de legitimación eran el legal y el ideológico. El estatus de
esclavo era normalmente una relación de propiedad legal sancionada por la autoridad del
Estado. La justificación ideológica variaba desde las creencias racistas que explicaban las
cualidades inferiores de los esclavos hasta las ideologías no raciales.
2.3. Casta
En ningún lugar se ha aproximado el sistema de castas tanto al tipo ideal como en la India. En
el sistema de castas hindú se desarrollaron cuatro divisiones principales de castas con la casta de
los sacerdotes y la de los guerreros. Además, había muchas subcastas. Pero una gran cantidad
de personas quedaba literalmente fuera de las castas, los intocables. A diferencia de un sistema
de clases, el extremado cierre normativo especifica que nadie que haya nacido en
una casta determinada puede moverse hacia arriba o hacia abajo en la escala social. Otro
aspecto importante del sistema de castas es su elevado grado de institucionalización y la
aceptación de la rigidez de sus rangos, así como de los derechos y deberes de cada casta. Es un
sistema muy ritualista, lo que significa que se deben observar reglas estrictas en las relaciones
entre castas diferentes. La aceptación relativa de este ritual y de la desigualdad de casta en la
India, ha llevado a algunos a sugerir que el sistema de castas en su sentido más estricto solo ha
existido en la India. Sin embargo, investigaciones históricas recientes indican que el sistema de
castas no siempre fue aceptado por los intocables y que existieron algunos movimientos
religiosos que desafiaron la legitimidad del sistema de castas. ¿Qué es lo que explica esta
extraordinaria aceptación? La mejor respuesta la encontramos en el método de justificación o
legitimación, la religión hindú. La religión hindú incluye la creencia en la reencarnación. Se cree
que los individuos experimentan una reencarnación ascendente o descendente en el sistema de
castas dependiendo del grado en que han respetado sus obligaciones y deberes de casta. Así,
nadie desea renacer como un intocable, y menos aún los propios intocables. El grado de
desigualdad en el sistema de castas hindú ha sido alto (cantidades de riqueza y poder). Pero las
diferencias de poder y económicas no son las formas de desigualdad más importantes. Es la
desigualdad de estatus la que domina. El ordenamiento de las castas constituye, ante todo, una
jerarquía de status, en tanto que las desigualdades de riqueza y poder se derivan de las
desigualdades de estatus. Por ejemplo, fuera de la India, en Japón, desde principios del siglo
XVII, los dirigentes shogun establecieron un sistema muy rígido de castas cerradas para ejercer
un control absoluto ante la amenaza de colonización de Japón por parte de países europeos.
2.4. Estamento
2.5. Clase
Por otra parte, al mismo tiempo, las ciudades atraían a gente que huía de la amenaza que para
la seguridad de la población rural suponían los ejércitos de otras ciudades. A medida que fueron
creciendo los conflictos militares, empezó a arraigar lentamente un nuevo tipo de desigualdad,
la esclavitud .Cuando los métodos de producción de alimentos, avanzaron hasta el punto en el
que una persona podía producir excedente, comenzó a desarrollarse la esclavitud. El factor
definitivo en el desarrollo de la esclavitud fue el poder militar. El poder militar era necesario
tanto para mantener esclavos como para conseguirlos. Y otra forma más de desigualdad
merece mención. Lenski señala que el estatus de la mujer era probablemente peor en la mayoría
de las tribus agrícolas. Por una razón: con el desarrollo de la agricultura simple y siendo la caza
mucho menos importante, había más trabajos que podían realizar las mujeres al tiempo que
criaban a sus hijos. En las Américas estas condiciones surgieron más tarde, hace alrededor de
3000 años. Lo que es importante advertir sobre estas primeras ciudades americanas es que una
amplia investigación arqueológica ha descubierto que existían formas de desigualdad más o
menos similares a las de las primeras ciudades en otras partes del mundo.
Empezaron a existir hace alrededor de 5000 años en lugares como Egipto y China, siendo el
Imperio Romano uno de los más poderosos. Había muchas diferencias entre los imperios
antiguos. Pero también es posible encontrar diferencias dentro de cada uno de ellos debido a
que, por lo general, tuvieron una larga existencia. En cuanto a las diferencias internas, los
imperios romano y egipcio, por ejemplo, experimentaron períodos iniciales de menor
desigualdad y cierta democracia, sobre todo Roma. Sin embargo, todas estas sociedades
padecían un estado de guerra crónico y la esclavitud solía ser muy importante para sus
economías. Encontramos también características comunes. Solían tener gobiernos centralizados
con élites políticas y religiosas dirigentes que disponían de un amplio control político y
económico. Los imperios tenían poblaciones numerosas y un vasto territorio. Había una
compleja división del trabajo, con artesanos y mercaderes a tiempo completo, además de
religiosos, militares y agricultores. Durante este período las sociedades humanas alcanzaron un
nivel alto de desigualdad. En la cima se situaba una pequeña clase dirigente. La propiedad
pertenecía al soberano, quien podía comprar, con sus propiedades y el excedente de
producción, la lealtad de los funcionarios que trabajaban para mantener este sistema de gran
desigualdad. Si bien la mayoría de las desigualdades de riqueza y poder eran hereditarias, existía,
al menos, la posibilidad de movilidad social. Aunque la mayor parte de las masas vivía en el nivel
de subsistencia o muy cerca de él. Solo un pequeño grupo disponía de un poco de tierra o un
oficio cualificado, por lo que se situaban entre las masas y la clase dominante dentro del sistema
de estratificación.
Con el aumento de las conquistas de los nómadas alrededor del 500 d. de C., sumado a que
estas sociedades entraron en un período en el que el arte, la literatura, la ciencia, la innovación
tecnológica y las instituciones sociales estaban, por lo general, en decadencia, la gente se unió
para protegerse y formar pequeños asentamientos muy semejantes a los de las primeras
sociedades agrícolas. En China, se logró absorber a los invasores nómadas con menos
desorganización social. Y en Oriente Medio, norte de África y España, apareció el Imperio
Islámico, que brindó avances y orden social. Se inició el período clásico de las sociedades
feudales, y con estas nuevas sociedades volvieron a surgir las desigualdades extremas. Antes
del 1200 de. De C. en Europa había, por lo menos, tres modos diferentes de producción agrícola
y tres formas correspondientes de organización social. El modo pastoral sedentario
implicaba sociedades vinculadas por medio del parentesco. En torno al Mediterráneo y el sur de
Alemania predominaba un modo de producción basado en el comercio de pequeñas mercancías.
En otras zonas de Europa predominaba el modo feudal; había un sistema de señoríos, con
terratenientes y arrendatarios. El gran tamaño de las unidades de tierra no variaba con el paso
de los años porque no se subdividía de generación en generación. A resultas de ello, la
producción aumentó bajo el modo feudal y se produjo un mayor excedente debido a los
novedosos avances tecnológicos de la época. Como era más eficaz, el modo feudal se impuso
finalmente en toda Europa. Pero el aumento de riqueza y poder de algunos terratenientes les
permitió dominar a otros terratenientes, lo que generó niveles mayores de desigualdad entre la
nobleza y el pueblo llano, dando lugar a la aparición de los Estados modernos. Veamos por qué
se desarrollaron esos Estados en el momento y en el lugar en que lo hicieron. La clave del
argumento está en las revueltas campesinas que se desarrolló en las zonas feudales de Europa
donde la nobleza experimentó las amenazas a sus privilegios, y donde una acomodada clase
comercial comenzó a desafiar el poder y la riqueza de la nobleza. Tenemos los tres principales
estados o divisiones de este tipo de sociedades. En el primer estado está el alto clero y en el
segundo, la nobleza. Aunque la Iglesia y la nobleza solían coexistir en una relación en cierto
modo difícil, tendían a cooperar para fortalecer y reforzar su posición por encima del tercer
estado (o los campesinos).La clase de los sacerdotes era extremadamente rica, recibían gran
parte del excedente que producían las clases trabajadores de la tierra. En la Inglaterra del siglo
XIV, por ejemplo, la Iglesia poseía cerca de un tercio de la tierra. El clero estaba en sí mismo muy
estratificado, clasificados en alto y bajo clero. El alto clero solía ser reclutado entre los nobles o
la clase gobernante y disfrutaba de un estilo de vida similar al de aquellos. El bajo clero era
reclutado entre el pueblo llano, de modo que los párrocos no vivían mucho mejor que
los plebeyos. Además, con el párroco se podía contar para hacer seguir los mandatos de la
jerarquía de la Iglesia y asegurarse de que el pueblo llano los acatara. El núcleo principal de la
riqueza y el poder se encontraba en la nobleza. A pesar de su reducido tamaño, poseía la mayor
parte de la riqueza.
Hacia el siglo XVI arraigó en Europa un nuevo sistema industrial de producción que llegaría a
cambiar la naturaleza de la sociedad quizá con mayor rapidez que nunca ,provocando el conflicto
entre tres actores principales:
2) la élite política cuya posición dependía de la enorme burocracia estatal que se creó
inicialmente para proteger los intereses de la nobleza; y
3) una clase nueva y cada vez más poderosa de comerciantes que dependía del nuevo sistema
industrial de producción.
El pueblo llano representó el papel de peones, personas que debido a su miseria se amotinaban
o contribuían por otros medios a la crisis nacional representada por los tres actores principales
que perseguían orientarla en su propio beneficio. En lugar como China y la India este cambio
se produjo más despacio porque el modo de producción agrícola no era exactamente feudal,
sino asiático. Además, como la propiedad privada de la tierra estaba menos extendida y las élites
políticas dominaban a los nuevos comerciantes urbanos, el poder de esas élites no se vio
desafiado por terratenientes acaudalados ni por una nueva clase de comerciantes. Los Países
Bajos fueron los primeros en convertirse en una nación dominante en el marco de este moderno
sistema mundial debido a que fueron los primeros en realizar una revolución burguesa que en
la década de 1560 abatió el viejo Estado. En Inglaterra el cambio de poder de la
nobleza terrateniente a la nueva clase de comerciantes fue un proceso más bien gradual, porque
la nobleza de Inglaterra era más débil. En otras naciones como Francia la vieja nobleza tuvo
más fuerza. El Estado protegió los intereses feudales de la nobleza terrateniente hasta que
la competencia internacional llevó a la crisis económica a niveles extremos, y desembocó en una
revolución violenta. En China y Rusia, la crisis política y económica siguió una línea ligeramente
diferente. Lo que ocurrió fue que a raíz de la revolución violenta surgieron burocracias estatales
autoritarias que condujeron al socialismo de Estado. Se desarrollaron nuevas sociedades
industriales, capitalistas y socialistas, surgieron élites con nuevas bases de poder. Pero a pesar
de sus diferencias, la nueva tecnología industrial y la organización social que surgió impusieron
límites generales al tipo de sistema de estratificación que podía existir.
La historia de las sociedades humanas puede verse como una historia de crecientes
desigualdades. En las sociedades industriales maduras esa tendencia ha cambiado. Pero
también la desigualdad entre las sociedades industriales varía de modo significativo. Sin
embargo, la población general ha logrado finalmente beneficiarse de la revolución asociada al
aumento del rendimiento de los sistemas cada vez más avanzados de producción
económica. Aunque las élites de las sociedades industriales relativamente democráticas hayan
podido perder un poco del poder político dominante del que una vez disfrutaron las élites de
sociedades anteriores, los avances materiales de la población en general no se han producido a
expensas de las élites. En las sociedades industriales el conjunto de las masas ha mejorado en
términos generales, pero también han mejorado las élites. De hecho, puede decirse que en las
sociedades industriales la posición de las élites ha mejorado debido en parte a que la posición
de las masas también lo ha hecho. Hablemos de las sociedades posindustriales. Estas sociedades
tienen menos producción industrial pesada y una economía basada más bien en los servicios e
industrias de alta tecnología. Lo que aún no han llegado a explicar estas teorías de la sociedad
posindustrial es por qué varía la cantidad de desigualdad entre unas y otras de estas sociedades:
dado que en algunas sociedades posindustriales como los Estados Unidos, la numerosa
población que se encuentra en los estratos más bajos es cada vez más incapaz de ascender a
puestos de trabajo más cualificados que requieren más formación, el cambio posindustrial ha
generado diferencias mayores entre estas naciones con respecto a sus niveles de desigualdad.
Algunas de las razones de esta inversión de la tendencia histórica hacia una creciente
desigualdad son:
1. La complejidad de la tecnología de las máquinas y de las organizaciones. Las élites se han visto
a sí mismas ignorantes de gran parte de esta tecnología, lo que conduce a que ningún individuo
pueda gobernar por sí solo la gran empresa industrial, de manera que las élites han tenido que
hacer concesiones en su autoridad en beneficio de la eficiencia.
2. Conceder a las clases bajas más excedente económico ha elevado la productividad. Además,
si los salaros se mantuvieran en el nivel de subsistencia no habría mercado para el aumento de
los bienes industriales. Sería muy difícil que las élites consiguieran aumentar sus beneficios.
3. Cuando se tiene una renta de varios millones de dólares, el siguiente millón aporta poco valor.
Las élites están dispuestas a hacer ciertas concesiones económica, reduciendo los peligros de la
revolución y granjeándoles algún grado de respeto de parte de las clases bajas.
4. También es importante, en especial para las clases bajas, la reducida tasa de crecimiento
demográfico de las sociedades industriales. Así, cuando la producción crece y la población se
mantiene estable, hay mucho más para dividir entre las élites y las masas.
5. El sistema industrial requiere por doquier mucho más conocimiento y cualificación. Una clase
pobre e ignorante de campesinos no sería útil en la sociedad industrial de hoy.
6. La difusión de una ideología más igualitaria y de los sistemas democráticos. Para asegurarse
el apoyo de las mas en aquellas revoluciones, fue necesario hacer concesiones políticas
democráticas.
7. Con el creciente conflicto internacional y el desarrollo de la guerra total, las élites no pueden
permitirse perder la lealtad de la población. Ya hemos visto que la población de a pie del Imperio
Romano opuso poca o ninguna resistencia a los invasores nómadas. Antelas desigualdades y la
explotaciones extremas, el Imperio Romano había perdido la lealtad del pueblo. Hay que hacer
concesiones para que las sociedades industriales sobrevivan en el mundo de los crecientes
conflictos internacionales.
La perspectiva teórica descubrió que el nivel de desigualdad en una sociedad dada guarda
relación con:
1) el nivel de la tecnología, y
2) la cantidad de bienes excedentes que produce esa sociedad. Estos dos factores suelen estar
interrelacionados.
Con un nivel tecnológico bajo, nadie tendrá el poder de dominar los recursos de la sociedad.
Habrá un nivel general de igualdad. A medida que avanza la tecnología y se produce más
excedente, las élites, liberadas de la producción cotidiana, encontrarán los medios para dominar
el excedente de bienes, lo que les dará poder sobre los demás así como una porción mayor de
ese excedente. Por lo general, el nivel de desigualdad aumenta con el avance tecnológico. Hay
que plantear una cuestión adicional sobre la perspectiva de Lenski. No existe una única
trayectoria de evolución social que hayan seguido, o vayan a seguir, todas las sociedades Existe
solo una tendencia muy general hacia sociedades más complejas y tecnológicamente más
avanzadas. Pero a lo largo de su recorrido, y debido a sus peculiares entornos culturales, sociales
o físicos, algunas sociedades cambian (o avanzan), mientras otras no lo hacen. El bosquejo
histórico que acabamos de presentar ofrece una visión general del modo en que la desigualdad
se convirtió en un aspecto perdurable de la mayoría de las sociedades humanas. Con él podemos
entender el conflicto que suele estar detrás de los sistemas de estratificación social. De hecho,
la existencia de la desigualdad y el conflicto por los recursos escasos es lo que hace necesaria la
estratificación social. Sin un sistema de estratificación social existiría un conflicto abierto y una
perpetua agresión por la distribución de los recursos escasos. Sin embargo, una vez que se ha
establecido firmemente un sistema de estratificación social, “tiene lugar solo una ligera disputa
por la distribución de los recursos. La disputa ya ha tenido lugar y se ha consolidado, al menos
durante algún tiempo”.
Desde finales de los años sesenta y primeros setenta, autores como Alain Touraine y Daniel
Bell vienen sosteniendo que el mundo contemporáneo está experimentando la transición a un
nuevo orden social que denominan sociedad posindustrial. El rasgo básico es la creciente
expansión del sector de los servicios a costa de la industria. El predominio del sector de los
servicios en las sociedades posindustriales se corresponde con el ascenso social de los cuadros
técnicos y los profesionales, que basan su posición preeminente en el control del conocimiento
científico y de los medios de información en general. La información se ha convertido en la
principal fuerza productiva y, por ende, la posesión de conocimientos representa un papel
equivalente al de la posesión de propiedades en la sociedad industrial. En las sociedades
posindustriales democráticas, la meritocracia es el principal mecanismo de asignación de
ventajas socioeconómicas, y en la medida en que la educación se hace obligatoria y se
generaliza, las ventajas no son heredadas. El orden de estratificación coincide en amplia medida
con las cualificaciones educativas. Pero tal vez lo más decisivo es la aparición de un nueva clase,
que dispone del conocimiento científico que controlan la cultura, cuya base económica es el
capital cultural. Hay quien apunta hacia la aparición de una sociedad en la que, a resultas del
declive dela producción industrial, el trabajo será un bien escaso objeto de la más cruda
competencia. Otra visión pesimista sugiere la aparición de una infraclase compuesta de los que
solo consiguen integrarse en el mercado secundario de trabajo (exiguas remuneraciones, poca
estabilidad), o directamente de quienes no consiguen ningún empleo. Como dice Wright,
“mientras la clase obrera es rutinariamente explotada por su fuerza de trabajo, la infraclase
generalmente no posee ninguna fuerza de trabajo que valga la pena explotar. Ante el reto que
representaban estos cambios estructurales, la sociología ha formulado dos respuestas
contrarias. Mientras la sociología de la estratificación ha reaccionado ajustando tanto su versión
teórica de las clases como los esquemas empleados para identificar, observar y analizar las
clases, ha habido otra vertiente teórica -representada por célebres autores como el alemán
Ulrich Beck o el polaco Zygmunt Bauman-. Beck defiende la idea de que hoy vivimos en
la segunda modernidad: se está creando un nuevo tipo de capitalismo, de economía, política y
derecho, de sociedad y vida personal. Bajo la influencia de la globalización, las instituciones que
han marcado la sociedad industrial, han cambiado de manera profunda. Este cambio radical es
más patente, con la pérdida de importancia del modelo de familia convencional y el cambio del
papel social de la mujer. A nivel micro, esto se puede observar en el proceso de
la individualización. Este concepto ya fue descrito por Georg Fimmen, un contemporáneo de
Max Weber, quien se refería sobre todo al debilitamiento de la familia extensa que acompañaba
a la industrialización y la urbanización, la pérdida de lazos tradicionales significaba a la vez una
mayor autonomía del individuo. Para Beck, esta tendencia hacia la individualización conlleva la
disolución de todas barreras sociales y un giro hacia un estilo de vida reflexivo. El sujeto
individualizado se ve obligado a encontrar su propio estilo de vida y a definirse activamente ante
la sociedad. La individualización también implica que, mientras las etapas de la vida en la
sociedad industrial seguían unas pautas claramente estandarizadas, las biografías de hoy en día
se han vuelto más diversas y menos lineales. De este modo, mientras las biografías de las
personas estaban antes muy marcadas por su clase social, hoy le corresponde a cada uno marcar
su propio camino. La obra de Beck ha atraído todo tipo de críticas desde la sociología. Por un
lado, hay varios estudios que muestran que la pertenencia a una clase u otra sigue teniendo un
impacto muy fuerte sobre las oportunidades vitales de las personas. Además, Beck no contesta
a la pregunta de si la antigua estructura social ha sido sustituida por otra forma de estratificación
social, o si, más bien, nos acercamos a una modernidad líquida sin regularidades.
El origen de la moderna teoría de clases se encuentra en la obra de Karl Marx. Para Marx, las
clases se definían en relación con los medios de producción. En el capitalismo hay básicamente
dos clases: los capitalistas y el proletariado. Como los capitalistas poseen los medios de
producción se pueden apropiar de la plusvalía del proceso de producción y, explotan a los
proletarios que sólo poseen su mano de obra. Por ello, los intereses materiales de capitalistas y
trabajadores son diametralmente opuestos. Marx pretendía deducir de la dinámica de la lucha
de clases el curso mismo de la historia universal. Al igual que Marx, Max Weber entendió que
los miembros de una clase compartían intereses comunes que les diferenciaban de los
miembros de otras clases, pero no veía muy probable que este hecho llevara a los obreros a
luchar contra los capitalistas. Pero para Weber lo que define las clases es el acceso desigual
a recursos escasos y socialmente valorados, siendo determinante: la distribución de la
propiedad y la riqueza, y la posición en el mercado, muy marcada por la formación. Weber
identificó cuatro clases sociales: los obreros (que no tienen ni propiedad ni formación); la
pequeña burguesía (que se caracterizan por tener propiedad pero poca educación); los técnicos,
funcionarios y otros empleados de cuello blanco (quienes tienen una formación específica, pero
no poseen propiedad); y la burguesía (cuyos miembros son privilegiados tanto en cuanto a sus
propiedades como a su educación).
2) las escalas de prestigio ocupacional, que reflejan la valoración subjetiva de las diferentes
ocupaciones; y
3) los esquemas ocupaciones teóricos de clase construidos a partir de los enfoques clásicos
weberiano y marxista. Aunque son más frecuentes los estudios basados en Weber, también
sigue existiendo el análisis de clase en clave neomarxista. Concretamente, Erik Olin Wright, al
igual que Marx, distinguió tres posiciones de clase en el capitalismo contemporáneo que
responden al control del capital monetario, el capital físico y la fuerza de trabajo, que distingue
entre: la burguesía, que domina el proceso de producción y compra la fuerza de trabajo de otros;
la pequeña burguesía (trabajadores autónomos); que solo ejerce control sobre sus propios
medios de producción, el proletariado, cuyos miembros ni siquiera controlan su propia fuerza
de trabajo, que deben vender a la burguesía. Ahora bien, esta teorización de Wright permitía
advertir la situación de determina dos grupos sociales que no encajaban, como directivos, que
no son propietarios pero controlan los medios de producción. Y, además, Wright fue criticado
porque introducía como dimensión relevante de la posición de clases el control de la fuerza de
trabajo, queda lugar a relaciones de autoridad. Por eso Wright construyó un segundo esquema
de clases basándose en el economista Roemer. Wright distingue cuatro tipos de bienes -fuerza
de trabajo, bienes de producción, bienes de organización y bienes de cualificación-. En el nuevo
esquema las relaciones sociales de autoridad pueden considerarse distintas de los bienes de
organización. Los grupos que en el primer intento de Wright aparecían en situaciones
paradójicas o contradictorias se identifican ahora por su posesión de bienes de organización y
credenciales de cualificación. (Ver cuadro página 85).
La EseC se forma agrupando ocupaciones que, por sus características (estatus de empleo, tipo
de contrato, etc.), mantienen una posición similar en el mercado de trabajo. Una vez
establecidas las diez categorías básicas, la clasificación permite ulteriores agrupaciones, más
sintéticas, que reducen el número de clases. Respecto a anteriores esquemas de clases, la EseC
tiene más capacidad comparativa, yes apropiada para hacer comparaciones
internacionales. El cambio estructural ha hecho necesario ajustar su aparato analítico para
poder reflejarlas transformaciones sociales y económicas que se han ido produciendo a un ritmo
cada vez más acelerado en las sociedades posindustriales. Por ejemplo, hoy en día existen
nuevas ocupaciones que antes no existían, mientras otras ocupaciones pierden importancia o
incluso desaparecen totalmente. Por otro lado, algunos ajustes del aparato analítico también
han servido para reconciliar el análisis de clase con la crítica de la teoría feminista,
argumentando que el esquema de Goldthorpe representaba una perspectiva masculina de la
sociedad. Conviene subrayar que el esquema clasificatorio que estamos utilizando no identifica
específicamente como media, alta o baja, a ninguna de las clases que lo componen. De hecho,
el término clases medias puede que tenga más utilidad en el análisis de las desigualdades
económicas.
Dado el declive que sufre el sector secundario industrial, han perdido protagonismo los
trabajos manuales al darse el paso a una economía de servicios. En cuanto a la oferta de mano
de obra, cabría esperar una mejora generalizada del perfil, porque la expansión educativa
mejoró el nivel de formación. Pero existe otra hipótesis que afirma que el cambio tecnológico y
la informatización, sobre todo, han mermado la demanda de personal administrativo. En
cambio, muchos trabajos que no requieren más que un nivel de formación básico, como el de
camarero, peluquero, chofer o personal de limpieza, no son fácilmente sustituibles. Las dos
hipótesis implican consecuencias muy diferentes parala evolución de las clases medias y la clase
trabajadora tradicional. Mientras la primera predice un crecimiento de las clases medias a costa
de las clases bajas, la segunda apunta a una polarización de la estructura de clases y a la
consecuente pérdida de puestos de trabajo en la zona media de la distribución. La clase que
más peso ha perdido entre los hombres españoles son los autónomos y pequeños propietarios.
Esta tendencia está muy ligada al declive de la agricultura. El porcentaje de los trabajos manuales
cualificados solo se ha reducido marginalmente en España. La clase de trabajadores no
cualificados se ha mantenido constante. Entre los hombres, la clase que más ha crecido en
tamaño en España desde 1995 es la de los directivos y profesionales. La tendencia
predominante entre los hombres es, por lo tanto, la de una mejora(upgrading) general de la
estructura de clases. En cuanto a las mujeres, las variaciones siguen básicamente la misma
dirección que entre los hombres, pero son algo más pronunciadas. En resumen, entre las
mujeres también ha tenido lugar una apreciable mejora del perfil ocupacional.
En la práctica, el punto de partida más habitual para describir una distribución suele serla curva
de Lorenz. Para representar gráficamente las cantidades acumuladas de un recurso en manos
de distintas proporciones acumuladas de la población. Cuanto más se separe la curva de
Lorenz de la diagonal más desigualmente distribuida está la renta. En una situación hipotética
de extrema desigualdad en la que una sola familia o individuo posee todos los recursos de la
sociedad, la curva de Lorenz sería totalmente horizontal siguiendo el eje de las x hasta que, al
llegar al 100% (último individuo),trazaríamos una línea vertical. Si tenemos una distribución
ordenada de menor a mayor, llamamos cuantil de orden p, estando p entre 0 y 1, al valor de la
variable que deja por debajo de sí una proporción p de los casos. La comparación del
porcentaje de la renta (u otro recurso) total que está en manos de un cuantil determinado es un
instrumento sencillo pero poderoso. Cuanto mayor la razón entre estos cuantiles, mayor
también la desigualdad. Las comparaciones más frecuentemente utilizadas en la literatura
empírica son P90/P50, P50/P10, P90/P10 oP80/P20. Se entiende que estas razones de
percentiles ofrecen información sobre la parte alta de la distribución, la parte baja y los
extremos, respectivamente. Una razón entre P90y P50 de 5,2 nos estaría indicando que
el percentil 90 de nuestra distribución tiene ingresos 5,2 veces superiores a los ingresos
del percentil 50. Pasemos a continuación a describir las medidas sintéticas o medidas resumen.
Tal vez la más extensamente utilizada en la literatura sobre desigualdad económica sea el índice
de Gini, para calcularla simplemente se compara la renta de cada individuo de la distribución
con la de cada una de las demás rentas y la suma total de estas comparaciones se divide entre
el tamaño de la distribución y la renta media total. La medida resultante se encuentra acotada
entre los valores 0 y 1. El valor 0 corresponde a una distribución perfectamente igualitaria (todas
las unidades reciben la misma proporción del recurso) mientras el valor 1 describe una
distribución completamente desigual (todo el recurso se encuentra en manos de un solo
individuo).
Podemos diferenciar tres tipos de desigualdad dependiendo del nivel de análisis que se tome.
En primer lugar podemos referirnos a la desigualdad en los países. En segundo lugar podemos
hacer referencia a la desigualdad entre países. En tercer lugar podemos hablar de la desigualdad
global, es decir, de la desigualdad de un recurso en el mundo siendo la unidad de análisis todos
los individuos, familias u hogares del mundo, y las trataríamos como si pertenecieran a un único
país.
¿Es posible comparar el PIB per cápita de países y momentos históricos diferentes? Loes si se
utiliza una medida, la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA), que incorpore las diferencias en los
niveles de precios de una cesta de productos de los distintos países e nel presente y que
descuente los niveles de crecimiento del pasado para determinar el valor del PIB
retrospectivo. Siempre han existido países más ricos que otros, pero a partir de la revolución
industrial las diferencias de riqueza se vuelven muy evidentes, unos prosperan
significativamente y otros quedan rezagados. Según Milanovic (2012), hay cuatro resultados
incontestables del análisis de la desigualdad entre países a lo largo del tiempo. El primero es que
las desigualdades son considerablemente superiores en la actualidad a las del siglo XIX y la
mayor parte del XX. Alrededor de 1820, Gran Bretaña y Países Bajos, los países más ricos del
mundo, eran solo tres veces más ricos que China y la India, los dos más poblados y que figuran
entre los más pobres del mundo. Hoy en día, la ratio entre Gran Bretaña (que ya no es el país
más rico del mundo) y China (a pesar de su espectacular crecimiento económico de los últimos
treinta años) es ahora de seis a uno. El segundo consiste en que la desigualdad entre países del
mundo es hoy en día tan elevada que la mayor parte de la desigualdad global se explica de hecho
por la nacionalidad de los individuos. El tercero alude a que, si no se tiene en cuenta el tamaño
de los países, la desigualdad entre estos no ha dejado de crecer, salvo en el período de
entreguerras. Y el cuarto se refiere a que, si, por el contrario, se pondera la renta de los países
según su población, el éxito económico de India y China en los últimos treinta años, al converger
con los países más ricos, ha hecho que la desigualdad global se reduzca en ese período más
reciente. Una de las cuestiones más debatidas en la literatura actual es el efecto de la
globalización sobre la convergencia de rentas entre los países del mundo. El economista Sala i
Martín menciona que el nivel de globalización de estos factores es, todavía hoy en día, limitado:
los conflictos migratorios son una muestra de los impedimentos a la movilidad de las personas;
los países ricos han conseguido, a través del establecimiento de aranceles, evitar la competencia
que para sus productos supone la entrada en los mercados internacionales de la producción
agrícola o textil de los países pobres; algunos países pobres impiden al capital extranjero
instalarse en sus límites territoriales, etc. El efecto de la globalización predice que
habrá movimientos de capital de los países ricos a los pobres. Pero si en la última parte del siglo
XX solamente un 5% de todos los flujos de capital se invertían en países pobres, en 1913, justo
antes de la Primera Guerra Mundial, este porcentaje era del 25%. La segunda ola globalizadora,
por lo tanto, no ha conseguido promover el flujo de capital en el sentido que la teoría de la
globalización esperaba. A esto se le conoce como la paradoja de Lucas (ver texto de economía).
La obtención de datos adecuados es mucho más exigente que en cualquiera de los otros dos
tipos de desigualdad. Es preciso conocer el PIB per cápita o algún indicador similar sobre el nivel
de vida medio para todos los países. Requiere el uso de encuestas en las que se recojan ingresos
y/o gastos de individuos, familias u hogares representativos del conjunto de la población
mundial. Según datos ofrecidos por Milanovic, entre 1988-2005: 1) el 10% más rico (el decil
superior) poseía el 56% de la renta global, mientras que el 10% más pobre (el decil inferior)
solamente recibía el 0,7%; 2) la renta media en manos del decil más rico era unas ochenta veces
superior a la renta media del decil más pobre; 3) la comparación entre las rentas de los más ricos
y los más pobres produce resultados aún más desiguales a medida que nos fijamos en tramos
superior e inferior cada vez más extremos. La desigualdad global durante el período citado fue
muy elevada. La cuestión que no genera tanto consenso es la tendencia de esta desigualdad
mundial o global. Por una parte, la desigualdad dentro de un buen número de países ha tendido
a aumentar en ese período. Por otra, la renta media de las naciones del mundo no ha tendido a
converger porque los países ricos, en media, han crecido a mayor ritmo que los países pobres.
El resultado de estas dos tendencias parecería ser necesariamente un aumento dela desigualdad
global, pero hay un tercer elemento sumamente importante que ha tenido un efecto igualador:
los países pobres que están creciendo a mayor ritmo, la India y China, son además los más
poblados, es decir, acumulan una parte significativa de la población mundial. Aunque estos dos
países aún son relativamente pobres, su rápido crecimiento unido al tamaño de sus poblaciones,
que hace que estos países pesen más en el cálculo dela desigualdad global, con lo que han
contribuido a hacer que el mundo, si lo consideráramos como un solo país, sea ahora más igual
que hace unas décadas.
Desde los años ochenta cada vez es más frecuente que estos análisis se acompañen de
indicadores sobre la privación multidimensional, que puede definirse como la falta de acceso a
bienes y servicios que son considerados necesarios por la sociedad (aunque no sean de primera
necesidad). Por ejemplo, condiciones de habitabilidad de la vivienda, ausencia de agua
corriente, si el barrio tiene problemas de inseguridad, dieta variada y saludable, gastos
corrientes del hogar, gastos imprevistos. La visión de la pobreza como la imposibilidad de
realizar el potencial vital, inspiró la adopción por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) del índice de desarrollo humano (IDH) para medir la pobreza de desarrollo
humano en distintos países del mundo. El índice incorpora tres dimensiones, -salud, educación
y nivel de vida-, que se concretan en cuatro indicadores: la esperanza de vida al nacer como
indicador de salud, los años de escolarización previstos para niños y niñas en edad escolar como
indicadores de educación, y el Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita (usando $PPA)como
indicador del nivel de vida. Por último, merece la pena mencionar el enfoque de la pobreza
subjetiva que se basa en el uso de las opiniones de los propios individuos y hogares sobre su
situación en relación con la de la sociedad en la que se incluyen, a partir de los resultados
obtenidos en encuestas de opinión.
En primer lugar, la tasa de pobreza media en la Unión Europea se encuentra en torno al16%.
Hay países como Suecia, Alemania o Francia con tasas por debajo de esa media y otros como
Reino Unido o España que presentan tasas superiores a la media. En los últimos cinco o seis
años, la pobreza ha tendido a aumentar en todos los países. En segundo lugar, hay factores que
sistemáticamente se asocian con un mayor riesgo de pobreza:
2) las personas con edades superiores a los 65 años presentan un mayor riesgo de pobreza.
3) la composición del hogar es un factor muy relevante que potencia o inhibe el riesgo de
pobreza. Dependiendo del país, entre una quinta y una tercera parte de los individuos que vivían
en hogares de un solo adulto con hijos dependientes a su cargo se encontraban en situación de
pobreza. Los hogares con dos adultos menores de 65 años presentan tasas de pobreza muy
inferiores a la media y, salvo en el caso español, no han tendido a aumentar en los últimos años.
4) Tener un nivel educativo por debajo de secundaria hace que la tasa de pobreza aumente de
manera clara.
Por una parte, podemos afirmar que pobreza absoluta y desigualdad son independientes. Por
otra parte, la relación entre pobreza relativa y desigualdad es evidente en la medida en que
el umbral de pobreza por definición está construido con respecto a la media o la mediana de la
distribución. Normalmente, un aumento de la desigualdad va acompañado de un aumento de
la pobreza, pero tal asociación depende de la manera exacta en la que cambia la distribución de
la renta. Sin embargo, el sentido de la asociación no está determinado de antemano. En todo
caso, lo que debe quedar claro es que la pobreza relativa es más un indicador de desigualdad
que de incapacidad para cubrir necesidades básicas.
En términos generales podemos decir que las teorías de la movilidad social se han desarrollado
como parte de las grandes aproximaciones a la estratificación en las sociedades industriales.
Alimentado en las últimas décadas de una corriente de investigación sistemática a medida que
aumentaba la disponibilidad de datos, progresaban las técnicas estadísticas y se multiplicaba la
capacidad de procesar electrónicamente la información acopiada. Como han señalado Erikson
y Goldthorpe, las diferentes concepciones de la sociedad industrial incluyen una particular visión
de la movilidad social. La concepción liberal dela sociedad industrial, sostiene
(a) que la sociedad industrial supone un decisivo aumento de las tasas de movilidad social
respecto a lo que ocurría en las sociedades preindustirales
(b) ;(b) que en las sociedades industriales predomina la movilidad ascendente sobre la
descendente;
(c) (c) que las oportunidades de movilidad tienden a igualarse para todos los orígenes
sociales; y
(d) (d) que tanto las tasas de movilidad como el grado de igualdad de oportunidades
tienden a aumentar con el tiempo a medida que crece el desarrollo económico y avanza
la modernización social, debido a tres tipos: El primer tipo son los efectos
estructurales: la innovación tecnológica y la continua diferenciación de ocupaciones;
exigen mano de obra cada vez más cualificada, lo que potencia los desplazamientos
intergeneracionales hacia posiciones más ventajosas. En segundo lugar se dan los
efectos procesuales: los procesos de selección social meritocráticos, se convierten en el
mecanismo de selección preferido allí donde se ha generalizado el acceso a la educación
formal. En tercer lugar, los efectos de composición: como los procesos de logro
predominan en segmentos sociales y económicos más dinámicos, a costa de los que se
encuentran en decadencia, aumenta la fluidez social. Esta visión de la sociedad
industrial constituye un importante ingrediente del complejo ideológico del “modo de
vida americano” o, “el sueño americano”, de acuerdo con el cual el trabajo duro, la
aplicación y la constancia constituyen las llaves del éxito social. Ante esta visión liberal,
la reacción del marxismo académico fue notablemente débil. Consistió en defender una
visión en la que lo esencial era la reproducción de las posiciones de clase. Por ejemplo,
los estadounidenses Bowles y Gintis propusieron la llamada teoría de la
correspondencia, cuyo objetivo era mostrar cómo las similitudes entre las relaciones
sociales en el sistema educativo y las relaciones sociales en el sistema productivo
contribuían a reproducir las desigualdades del capitalismo. También dentro de esta
corriente podemos destacar la del norteamericano Harry Braverman, quien avanzó la
teoría de la descualificación creciente de la mano de obra en el capitalismo avanzado,
que insistía en la degradación y rutinización del trabajo. Pero los resultados procedentes
de censos y grandes encuestas han desmentido la teoría de la descualificación.
(b) esa amplia variación es un producto sobre todo de los efectos estructurales, porque los
efectos de la fluidez son mucho más estables. Esto significa que en estas sociedades el
cambio en las pautas de movilidad se debe, en lo fundamental, a factores exógenos a la
propia movilidad social. El cambio en las pautas de movilidad social obedece sobre todo al
conjunto de factores de diverso tipo -demográficos, económicos, políticos, etc.- que
determinan el cambio de las estructuras de clase en los distintos países.
A través del análisis de la movilidad de clase (por sociólogos europeos) y el análisis del logro
de estatus (por sociólogos estadounidenses). Cada una de esas dos perspectivas se mueve en
un contexto conceptual distinto para definir, observar y medir. Se refiere, en primer lugar, a la
definición de las posiciones desde la que se produce la movilidad. La cuestión pertinente aquí es
desde dónde y hasta dónde se produce la movilidad. El análisis de los desplazamientos desde
unas a otras clases. Lo que interesa es la movilidad de individuos entre clases que se identifican
por sus posiciones en los mercados de trabajo. El analista de la movilidad de clase supone que
el cambio de una clase a otra implica de alguna manera que todo el sistema de relaciones
sociales asociado a la pertenencia a la clase se transforma con ese movimiento. En cambio, a
quien estudia el logro de estatus le interesa sobre todo el movimiento de los individuos, en
función del prestigio, el estatus socioeconómico o los ingresos. La jerarquía social favorita de los
sociólogos que estudian el logro de estatus es el prestigio ocupacional. Como el prestigio de
cada ocupación es conocido, se pueden medir fácilmente las diferencias entre, por ejemplo, los
padres y sus hijos con solo conocer los empleos que desempeñan. En la práctica, analizar en qué
medida las ocupaciones que desempeñan las personas suponen una ganancia o una pérdida de
prestigio, frente a la movilidad de clase, lo que el logro de estatus analiza es el cambio de
posición en una escala de prestigio ocupacional. La perspectiva sociológica del logro de estatus
es muy apropiada para analizar los factores que determinan el éxito o el fracaso individual ayuda
a responder preguntas sobre los factores que explican quién prospera y quién no en la estructura
ocupacional. Preguntas como: ¿cómo influye la educación o la ocupación de los padres en la
ocupación que consiguen sus hijos?, ¿qué factores distinguen a los hijos de un determinado
origen social que prosperan de los que no lo consiguen El modelo de Blau y Duncan subrayaba
principalmente el papel de la educación y la ocupación de los padres, así como de la educación
y la primera ocupación de los hijos, en el prestigio ocupacional que éstos conseguían. Otro
modelo de logro de estatus -el modelo de Wisconsin-, propuso tomar en consideración algunos
elementos psicológicos y psicosociológicos. Este nuevo modelo incluyó las aspiraciones
educativas y laborales de los hijos y las influencias que estos recibían de sus grupos de
referencia, además de la capacidad mental y el rendimiento académico. Lo que más interesa a
los economistas no es el prestigio ocupacional, sino los ingresos. Consiste en estimar los ingresos
de los padres y de los hijos, y el grado de correlación. Un alto grado de correlación equivale a un
grado bajo de movilidad intergeneracional y, un nivel bajo de correlación indica un grado alto
de movilidad. Un enfoque alternativo consiste en observar los ingresos de los hermanos. Por
último, la perspectiva el logro de estatus ha recibido críticas. En opinión de los críticos, los
modelos de logro de estatus, al buscar las características individuales que determinan el éxito o
el fracaso profesional, dejando a un lado otros factores y procesos estructurales que pueden ser
decisivos para entender cómo la gente cambia de posición social. Por ejemplo, los recursos que
se heredan de la familia de origen (ingresos, prestigio profesional de los padres),
transformaciones sectoriales de la economía que hacen que la agricultura pierda terreno frente
a la industria o que éstos se contraigan ante la expansión del sector de los servicios.
Las tablas de movilidad presentan la clase de origen en las filas y la clase de llegada o destino
en las columnas. En el caso de la movilidad intra generacional, se registran las clases de origen
y de destino de las mismas personas en dos momentos distintos de su vida. En el caso de la
movilidad intergeneracional, se define como clase de origen la delos padres y como clase de
destino la de los individuos seleccionados. (Consultar tabla página 171) Es importante advertir
que cuando analizamos la movilidad intergeneracional estas distribuciones marginales no se
corresponden exactamente con la estructura de clases en dos momentos precisos del tiempo.
¿Por qué? Primero, porque en una tabla de movilidad intergeneracional no aparecen todos los
miembros de la generación de los padres: algunos de ellos no tuvieron hijos y otros los pudieron
haber perdido. Segundo, como los padres a los que se refieren los datos de una tabla de este
tipo son individuos de diferentes edades, su distribución de clase no se corresponde con la
estructura de clases en un único momento del tiempo. Y tercero, las personas de las que se mide
su clase de destino incluyen tanto a ocupados como a antiguos ocupados, que corresponde a su
última ocupación antes de jubilarse o de perder el empleo, y suelen excluir a los ocupados más
jóvenes (para evitar inferir la posición de clase que acompañan a los comienzos de las carreras
laborales).
Distinguiremos tres tipos de tasas de movilidad a las que llamamos tasas absolutas de
movilidad. Se denomina tasa total de movilidad a la proporción de casos que cambian deposición
entre dos momentos del tiempo, es decir, el porcentaje de individuos cuyo origen no coincide
con su destino y que se encuentran situados fuera de las celdas que componen la diagonal
principal de la tabla. Pero gracias a la clasificación cruzada de origen y destino, con los datos de
una tabla de movilidad se pueden calcular también otros dos tipos de tasas absolutas: las tasas
de salida (la proporción de miembros de un determinado origen que se mueven a un destino
dado) y las tasas de llegada (la proporción de miembros de una posición de destino que
proceden de un determinado origen).
Indica que las posibilidades de alcanzar la clase de servicio en lugar de la clase de los
trabajadores no cualificados son diez veces más altas para los hijos de la clase de servicio. Esto
es lo que nos permite dar el paso de la movilidad absoluta a la movilidad relativa y poder hablar
así de la fluidez social. La diferencia entre movilidad absoluta y relativa es que mientras la
movilidad absoluta refleja el cambio en la estructura de clases, la movilidad relativa se refiere al
grado de apertura o fluidez social de la estructura. En términos generales, la movilidad absoluta
es más relevante en lo que se refiere a las condiciones de vida de las personas, mientras la
relativa es más interesante en términos analíticos. Sin embargo, la movilidad absoluta tiene una
importancia mucho mayor, porque las ocupaciones y las transformaciones por la
industrialización y la tercerización se reflejan inmediatamente en la movilidad absoluta, pero no
necesariamente en la relativa. Los individuos experimentan personal e inmediatamente la
movilidad absoluta. Es más determinante para el bienestar social y un reflejo del cambio
económico de un país y de la transformación de su estructura de clases. No obstante, la
movilidad relativa también ha merecido nuestra atención aquí porque siendo una medida de la
fluidez sociales también un mejor reflejo de la igualdad o desigualdad de oportunidades de llegar
a los destinos preferidos.
El análisis más importante sobre la movilidad de clase en España lo ha realizado Julio Carabaña.
Este análisis de la movilidad cubre un amplio período de tiempo que se extiende a lo largo del
siglo pasado. España se parece durante la primera parte del siglo XX a otros países que
empezaron a industrializarse tarde, y que tienen asimismo una baja tasa de movilidad
descendente. Sin embargo, para que los españoles nacidos después de la Guerra Civil, España
se termina pareciendo más a otros países como Suecia y EEUU, donde también prevalecen los
desplazamientos desde los orígenes de las clases obreras. El análisis de Carabaña lo lleva a
formular una hipótesis modificada sobre la relación entre la industrialización y la movilidad total.
La industrialización lleva consigo un aumento de la movilidad total que se basa en la expansión
de las clases altas de destino. Sin embargo, a medida que avanza la desagrarización también
cambia la distribución marginal de los orígenes. El efecto de movilidad de la modernización se
ve disminuido a largo plazo por su propio impacto en la estructura de clases, porque cada vez
contiene menos posiciones bajas en la generación de los padres. Lo mismo se podría argumentar
sobre el siguiente paso a la sociedad posindustrial: una vez que ya no quedan muchos individuos
que tenían padres obreros, las tasas de movilidad ascendente bajan. En cuanto a la movilidad
relativa o fluidez social, los hallazgos de Carabaña concuerdan en gran medida con la hipótesis
de una constancia o invarianza de la fluidez social a lo largo del tiempo. Los datos para España
se ajustan a un patrón común descrito por el llamado modelo nuclear como el que se observó
en el proyecto CASMIN para otros países.
Después del proyecto CASMIN, el siguiente gran proyecto comparado del análisis dela
movilidad en Europa fue dirigido por el sociólogo británico Richard Breen. El principal objetivo
siguió siendo el de testar la hipótesis liberal y la llamada hipótesis FJH. Pero mientras en CASMIN
esta tarea se afrontó utilizando una sola base de datos por país, el proyecto de Breen utilizó
hasta 117 encuestas procedentes de 11 países diferentes. Además, CASMIN se apoyaba en datos
entre finales de los años sesenta y mediados delos años setenta, y el nuevo proyecto cubre el
período entre 1970 y 2000. Breen constató que los resultados del proyecto contradicen tanto
la hipótesis de FJH original como la hipótesis modificada de Erikson y Goldthorpe. De hecho, lo
que este equipo descubrió es que sí existen diferencias significativas en cuanto a la fluidez social,
tanto entre países como a lo largo de la historia de cada país. Ahora bien, el rechazo de la
hipótesis liberal sobre los efectos de la industrialización en la movilidad es más rotundo aún si
cabe, ya que las pautas de fluidez no muestran ninguna relación con el nivel de desarrollo
económico. Hay indicios de que la intervención del Estado en un contexto(pos)socialista o
socialdemócrata puede hacer aumentar la fluidez social, pero los ejemplos de Israel o los Estados
Unidos de América demuestran que ese no es el único camino posible. Lo que estos análisis
recientes dejan claro es una cierta convergencia de las estructuras de clases de estos países,
todos los cuales terminan aproximándose en mayor o menor medida al modelo de la sociedad
posindustrial. Además, sugieren que la tendencia que la sociología de la estratificación social ha
mostrado en las últimas décadas a prestar mucha más atención a las medidas de fluidez social
que a las tasas absolutas de movilidad quizá haya sido un camino equivocado. Su propuesta a
este respecto consiste en fijarse con mucho más detalle en cómo el ciclo económico cambia el
tejido productivo y la composición de las clases.
En primer lugar, ¿qué relación hay entre igualdad, desigualdad y movilidad? Imaginemos una
distribución de recursos (la renta, por ejemplo) con un cierto grado de desigualdad cuya forma
no cambiara con el paso del tiempo. Consideremos ahora dos supuestos. En el primero, las
mismas personas permanecen exactamente en las mismas posiciones. En el segundo supuesto,
aunque la forma de la distribución no cambia, sí lo hacen los individuos que componen esas
posiciones. En la terminología que hemos presentado antes, toda la movilidad a lo largo del
período sería movilidad neta o circulatoria y el grado de formación de estas clases de renta sería
nulo. Lo que esto significa es que para evaluar el impacto de la desigualdad no basta con
examinar la forma de la estructura, sino que es imprescindible precisar cuántos individuos
circulan por ella o cambian de posición. La desigualdad, en suma, es inseparable de la
movilidad. En segundo lugar, en todas las sociedades modernas la movilidad social se ha
convertido en una cuestión de interés político. Implica que la gente obtiene sus recompensas de
acuerdo con sus propios méritos y no debido a ventajas o privilegios heredados. Una sociedad
más móvil es también una sociedad más abierta: una sociedad animada por un grado suficiente
de dinamismo interno ofrece a sus miembros la oportunidad de promocionarse y mejorar su
posición social de origen. Así, para los economistas, el peso de los factores adscriptivos y las
barreras a la movilidad facilitan una asignación ineficiente del talento. El resultado de esta mala
asignación del talento es una menor productividad. Para los economistas, por tanto, la movilidad
es un indicador del grado de eficiencia de una sociedad. Por otra, la movilidad social entronca
directamente con los valores centrales de las democracias liberales y la posible justificación de
las desigualdades: de acuerdo con esos valores, en una sociedad perfectamente móvil las
desigualdades observables estarían legitimadas al atribuirse a diferencias individuales de talento
y capacidad. Pero hay que determinar con precisión la naturaleza de las desigualdades
observables: si se han heredado por medio de algún proceso adscriptivo y por tanto son
repudiables, o si se han conseguido en virtud del logro personal y por tanto son aceptables. En
resumen, la evidencia de altas tasas de movilidad puede utilizarse para argumentar que existe y
funciona una auténtica meritocracia.
Ocupar una determinada posición en una estructura social supone disponer de una cantidad
de recursos socialmente valorados que distingue a esa posición social de otras.
Si las clases se definen por las relaciones sociales que se establecen en los mercados de trabajo
y las unidades productivas. El mercado de trabajo es así la matriz social básica dela que nacen
las clases.
3) las perspectivas de promoción profesional. Para ilustrar esto examinaremos las asociaciones
que se producen entre clase social y renta, clase social y desempleo y clase social y jubilación.
La propuesta teórica sociológica más relación da con el análisis de las diferentes retribuciones
monetarias que reciben las clases sociales quizá sea la teoría del cierre social. El cierre social
tiene lugar cuando determinados grupos intentan tener el monopolio de las ventajas y
maximizar las recompensas asociadas a una posición, manteniendo al resto de grupos al margen.
La socióloga estadounidense Kim Weeden señaló la existencia de varios mecanismos que lo
explican. Al margen de la propiedad privada y de los mecanismos informales como las redes
sociales, los requisitos en forma de certificados académicos específicos que se requieren para el
acceso a gran parte de las ocupaciones son quizá los más evidentes; otras ocupaciones utilizan
mecanismos como la representación en asociaciones o la afiliación sindical. Otro estudio
realizado en el Reino Unido en los años setenta y al final de los años noventa, analiza la
estabilidad económica y la relación entre edad y renta, mostrando la evidencia de diferencias
clasistas: son las rentas de las clases trabajadores las más sujetas a una potencial inestabilidad
económica, puesto que para las clases trabajadoras, una cantidad mayor de trabajo realizado se
corresponde con una mayor retribución. Mientras en las ocupaciones de la clase de servicio
disfruta de una mayor autonomía, propia de un tipo de intercambio más difuso (la llamada
relación de servicio). También es de señalarla renta permanente, obtenida a lo largo del ciclo
vital. Al principio de la vida laboral, hasta aproximadamente los 25 años de edad, las distintas
clases se encuentran en unos niveles de ingresos relativamente similares: hasta ese momento,
los profesionales y directivos jóvenes tienen ingresos solamente algo superiores a los
trabajadores manuales y no aumentan a un ritmo demasiado diferente. Las diferencias no se
encuentran, por lo tanto, en el punto de partida sino en cómo evolucionan con la edad: si nos
fijamos en ambos extremos, las curvas para la clase trabajadora se muestran muy estables
(prácticamente planas) muy temprano en su vida, mientras que las curvas para la clase de
servicio no cesan de aumentar hasta una fase del ciclo vital muy tardía.
El desempleo no afecta por igual a todas las clases sociales. Analizamos los datos en un estudio
comparativo entre Austria, Francia y Gran Bretaña con España. Separando datos entre hombres
y mujeres. Entre los hombres españoles las tasas más elevadas se encuentran entre los
trabajadores manuales cualificados y los trabajadores no cualificados. Mucho más baja entre los
directivos y profesionales de nivel alto y bajo. También es baja entre los autónomos y pequeños
propietarios, quienes muchas veces pueden adaptarse a los períodos de poca actividad
económica reduciendo sus horas de trabajo. Pero las tasas de desempleo del Reino Unido,
Austria y Dinamarca, entre unas clases y otras son apreciablemente más pequeñas. Las tasas de
desempleo de los trabajadores no cualificados en España es 6,5 veces más alta que la de los
directivos y profesionales de nivel alto, esa misma razón se sitúa en 5 en Austria, 3,8 en el Reino
Unido y tan solo 3,5en Dinamarca. Por lo tanto, las desigualdades de clase son más acentuadas
en España. La situación entre las mujeres es semejante. Los datos analizados reflejan la
enorme segmentación que existe en el mercado laboral español. Esta es una de las
características de los países del sur de Europa. Los mercados de trabajo de estos países se
encuentran segmentados entre un sector de trabajadores que disfrutan de un alto grado
de seguridad laboral y otro compuesto de trabajadores precarios que en períodos de crisis caen
fácilmente en el desempleo. Dos conclusiones se derivan de este análisis. En primer lugar, entre
las distintas clases:
las clases trabajadoras experimentan una incidencia del desempleo claramente mayor. Por
tanto, una forma de entender las mayores tasas de desempleo españolas en relación con las de
otros países europeos es a partir de su estructura de clases, que en España sigue reflejando una
mayor proporción de trabajos no cualificados. En segundo lugar, en España se observan
marcadas diferencias de género en cuanto a la participación en el mercado laboral y riesgo de
desempleo.
El origen de esa asociación es bastante obvio: diferentes sectores sociales pugnan por situar a
sus hijos en las mejores condiciones posibles respecto de los bienes socialmente valorados que
a la larga van a determinar sus oportunidades vitales. La educación es, sin ningún género de
dudas, uno de esos bienes socialmente valorados que amplía de forma muy notable el rango de
las oportunidades vitales. La inversión en educación se convierte en una de las principales
estrategias de las familias. Puesto que históricamente la educación formal ha sido un bien
escaso, ha sido también un recurso por el que competían las distintas clases sociales. Distintos
enfoques y teorías han pretendido explicar los mecanismos que producen los contrastados
diferenciales clasistas de logro educativo en las sociedades avanzadas. Es una fuerte asociación
entre el logro educativo y la procedencia social y una desigual distribución de los títulos
educativos entre las distintas clases.
El caso español ilustra muy bien dicha asociación a lo largo de gran parte del siglo XX. Las
distribuciones del nivel de estudios y clase de origen no son independientes. Dicho en otros
términos, en España, y para la población nacida entre 1920 y 1966, la clase de origen ha
producido una distribución de las titulaciones académicas que tiene una clara relación con la
clase de origen. Los hijos pertenecientes a la clase de servicio han tenido veinte veces más
probabilidades de conseguir un título universitario que los hijos de los obreros del campo. La
excepción, ya conocida a esta pauta, son los hijos de padres pertenecientes a la pequeña
burguesía del campo, que muestran un promedio de años de estudio y un porcentaje de
universitarios inferiores a los de los hijos de los trabajadores urbanos (aunque superiores a los
de los obreros del campo). Se puede suponer, además, que la superioridad educativa les ha
resultado a esos estratos necesaria para mantener su ventajosa posición social. Por otra parte,
durante la segunda mitad del siglo XX los sistemas de enseñanza se han desarrollado de forma
espectacular, los recursos públicos han tendido a incrementarse. La pregunta es entonces,
¿cómo ha influido esa enorme expansión educativa en la desigualdad de oportunidades
educativas? La investigación desarrollada sobre todo en los Estados Unidos apuntó a una
disminución gradual pero sostenida de la misma a medida que los procesos de industrialización
y modernización se desarrollaban y los sistemas educativos se expandían. La educación se iba
convirtiendo en un factor de logro basado en el mérito y el talento personal y, por ende, en un
criterio no adscriptivo de estratificación social. Contra esta visión optimista de las sociedades
industriales, la investigación comparada sobre las pautas de variación de las desigualdades
educativas realizada a principio de los años noventa por Shavit y Blossfeld, propusieron la
llamada tesis de la persistencia de la desigualdad. Por otra parte, hay pruebas concluyentes de
que en España la reducción delas desigualdades clasistas de oportunidades educativas ha sido
inequívoca.
El estudio sobre migraciones ha mostrado que los inmigrantes no se distribuyen por igual en
el mercado de trabajo de destino, lo que da lugar al fenómeno de la concentración étnica: los
inmigrantes tienden a ocupar nichos laborales diferentes en función de sus orígenes. El
funcionamiento de sus propias redes sociales o el escaso tiempo de permanencia en el país de
destino llevan a los inmigrantes a ocuparse ampliamente en los empleos que se sitúan en la
parte más baja de la estructura ocupacional. Incluso cuando esos factores se controlan en los
modelos estadísticos, las oportunidades laborales de los inmigrantes económicos aparecen
lastradas por lo que se suele llamar la penalización étnica. El resultado es su masiva
concentración en empleos mal pagados y con pocas perspectivas de promoción laboral y, en
consecuencia, su incorporación a las clases menos favorecidas del país de destino. En general
los inmigrantes desempeñan trabajos de calidad netamente inferior a los delos españoles y, en
consecuencia, forman parte de las clases menos ventajosas. Por eso, el fenómeno de la
inmigración no ha sido neutral para la distribución de las clases en España, sino que ha hecho
aumentar las clases trabajadoras que se sitúan en los peldaños más bajos del sistema de
estratificación. Un estudio ha mostrado que los inmigrantes procedentes de países ricos tienen
más presencia que los españoles en el sector de los servicios de alto nivel, estos inmigrantes
procedentes de países desarrollados se concentran en los sectores económicos de alta
productividad que exigen profesionales en puestos de trabajo de gran calidad en términos de
cualificación, ingresos y prestigio. En cambio, el resto de los inmigrantes se concentran más que
los ocupados nativos en la agricultura, la construcción y los servicios personales. Estos
inmigrantes de los países desarrollados aventajan relativamente a los españoles en las
ocupaciones de directivos y gerentes, técnicos y profesionales científicos; los igualan en las
ocupaciones de empleados administrativos y trabajadores de los servicios; y presentan déficit
acusados entre operadores, ocupaciones elementales y trabajadores del sector agrícola. Por
contra, el resto de los europeos (del Este), los africanos y los latinoamericanos se caracterizan,
en cambio, por situarse desproporcionadamente respecto a los españoles en las ocupaciones de
menor calidad. Estas diferentes pautas de inserción ocupacional sugieren que, tal y como
predice la teoría, nativos e inmigrantes ocupan en la sociedad anfitriona una posición de clase
muy distinta, y sugieren tanto una presencia desmedida en las clases trabajadores como una
ausencia en las clases más favorecidas asimismo desproporcionada en relación con la dela
población nativa.
Hay dos cuestiones sobre las que giran los debates del llamado voto de clase o clasista: la
cuantificación del efecto y las explicaciones del voto clasista. En primer lugar, conviene
determinar la fuerza de la asociación entre ambas variables, es decir, cuánto afecta la clase social
al voto y cómo ha ido variando su peso a lo largo del tiempo. Alfrod agrupó todas las ocupaciones
en dos categorías, trabajadores manuales y no manuales, y todas las opciones políticas en otras
dos, izquierda y resto de opciones, para estudiar la evolución del voto clasista en Gran Bretaña,
Canadá, el Reino Unido y Australia, llegando a la conclusión de que el voto de clase había perdido
fuerza entre los años cincuenta-sesenta y los ochenta del siglo pasado. Los trabajos más
recientes incorporan esquemas de clase más completos, mayor cantidad y variedad de opciones
políticas, y ofrecen resultados en parte diferentes: si bien parece cierto que el voto de clase
parece haberse debilitado en algunos países al utilizar la distinción dicotómica entre la izquierda
y el resto, cuando se incorporan todas las opciones disponibles no se puede afirmar, salvo para
los países escandinavos, que en las democracias occidentales el voto de clase haya perdido
fuerza. Sobre la evolución del voto de clase en España, no existe una tendencia clara hacia un
debilitamiento de la relación entre clase y voto global. Entre1986 y 2000, los trabajadores
manuales, sean cualificados o no cualificados, tienden a apoyar al PSOE; el rechazo a este partido
por parte de la clase de servicio es, además, notable. A pesar de la tendencia general en las
elecciones de 1996 y 2000 a un mayor apoyo al PP, todos los trabajadores manuales mantenían
un nivel de voto a este partido notablemente inferior a la media, mientras los propietarios y la
clase de servicio de nivel alto tendieron a apoyarlo en proporción muy superior al electorado en
general. El voto a IU contó con apoyos (tal vez sorprendentemente) interclasistas, desde la clase
de servicio de nivel bajo hasta los trabajadores manuales no cualificados, y con un rechazo claro
delos pequeños empresarios y autónomos. Es importante comprender las explicaciones que se
encuentran detrás de dicha asociación entre clase y voto. Por un lado, tenemos explicaciones
basadas en la identificación ideológica y/o partidista de los ciudadanos. Los votantes adquieren
su afinidad partidista en el seno de la socialización familiar y la mantienen de manera
notablemente estable en el tiempo. Por otro lado, se encuentran las explicaciones basadas en
los intereses económicos, que no es exclusiva de la sociología. Se argumenta que la relación
entre clase y voto tiene lugar porque los ciudadanos tratan de optimizar sus intereses de clase,
que son fundamentalmente económicos. Este tipo de explicaciones también se relaciona de
manera clara con el teorema del votante mediano propuesto desde la economía política. Esta
teoría postula que el votante mediano (decisivo en la competición electoral), cuyos ingresos se
encuentran por debajo de la media, tenderá a favorecer las políticas que implican un cierto nivel
de redistribución. Los partidos políticos tienen en cuenta esta preferencia del votante mediano
y la incorporan a sus cálculos electorales. Estos dos grandes tipos de explicaciones no dan
cuenta de por qué ha podido perder peso el voto de clase o clasista.
2) el conflicto basado en las clases se ha visto desplazado por nuevas divisiones sociales como el
género, la raza y la etnia;
3) los mayores niveles formativos de los ciudadanos hacen que estos puedan, en cada vez mayor
medida, tomar sus decisiones políticas;
4) los valores pos materialistas están desplazando a la tradicional división ideológica entre
izquierda y derecha a la hora de tomar las decisiones de voto; y
5) dado que la clase trabajadora supone un porcentaje menor que en el pasado del electorado,
los partidos de izquierda han tenido que moderar sus programas para intentar captar a las clases
medias.
5.2. Estatus y consumo cultural
Los analistas del consumo cultural se han apoyado fundamentalmente en tres tipos de
propuestas teóricas. En primer lugar, la teoría de la homología (Bourdieu), defiende que la
correspondencia entre ambos procesos de estratificación, socioeconómica y cultural, es muy
estrecha. En su célebre libro La distinción, expuso cómo los gustos e intereses individuales
tendían a estar determinados por la posición socioeconómica. A través de la socialización,
distinta para cada clase, se forman determinados gustos y preferencia, que se internalizan hasta
que llegan a ser una segunda naturaleza de las personas. Además, al igual que en el terreno
económico, en el ámbito cultural existe competencia y conflicto. Las clases dominantes hacen
gala de unos hábitos cultivado y movilizan su capital cultural, además del económico, para
mantener su posición privilegiada presentando sus gustos como los más legítimos y
distinguidos. En segundo lugar, las tesis de la individualización representadas, por ejemplo, por
Ulrich Beck, afirman que el aumento general del nivel de vida, la creciente movilidad social y
geográfica, la intensificación del género, la etnia, la clase social, han dejado de constituir
elementos que definan la acción social y los estilos que se definen ahora por una gran libertad
de elección individual. En ter lugar, en contra de los postulados de la teoría de la homología,
las clases altas no solo no despreciaban las manifestaciones populares de consumo sino que las
consumían, incluso en mayor medida que las clases trabajadoras. Las clases favorecidas
consumirían, de acuerdo con esta propuesta, más cultura en general y de una mayor variedad
de tipos, incluyendo los más populares, que los estratos menos favorecidos de la
población. Sobre consumo cultural, Joahn Goldthorpe y Tak Wing Chan, en un artículo del
año2007, resumían sus diversos análisis sobre el consumo de actividades culturales en Inglaterra
(una sociedad tradicionalmente considerada como una de las más clasistas). Sus resultados
muestran que el consumo de cultura en aquel país no se encuentra ordenado siguiendo
estrictamente el espejo de la estructura social. La fuente de diferenciación se halla más bien
entre los consumidores omnívoros, es decir, de todo tipo de productos culturales, que se
encuentran fundamentalmente en las posiciones sociales más favorecidas, y los consumidores
unívoros, que únicamente se nutren de productos populares. En cuanto a la segunda cuestión
que puebla la literatura actual sobre las desigualdades sociales en la participación cultural, se
desprenden más o menos directamente de la obra de Max Weber, que apuntan a que el estatus
puede ser más apropiado que la clase para analizar los estilos de vida, el análisis empírico
reciente ha permitido comparar la capacidad explicativa de los distintos indicadores disponibles.
La evidencia empírica indica que son el estatus -más que la clase social- y el nivel educativo los
factores que en mayor medida logran dar cuenta de las diferencias en el consumo de cultura.