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LA IMPORTANCIA DE LEER, EL VALOR DE EDUCAR…

“Uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”.

Sería difícil encontrar una frase que pudiera describir con mayor precisión la importancia de la
lectura: Leer educa y, gracias a ello, desarrolla la personalidad y ayuda a construir el carácter.

Porque la lectura transciende cualquier valor instrumental, debemos considerar que su


aprendizaje y uso van más allá de la simple decodificación alfabética, puesto que es el recurso
necesario para operar con símbolos, para encontrarnos con los que están lejos y cerca; para
pensar, organizar y planear; para saber lo que sentimos y aprender en igualdad de condiciones
durante el resto de la vida; para saber quiénes somos, quienes son los otros, para inventar
historias, en fin para crear y cambiar el mundo.

Porque leer, además de ser una actividad intima que conduce a la satisfacción y enriquecimiento
personal, hace posible, en palabras del gran pedagogo brasileño paulo freire, poder entender el
mundo, interpretar la realidad y, gracias a ello, contribuir a su transformación y cambio.

Los educadores somos conscientes de que leer y escribir bien abre la gran ventana que da acceso
al conocimiento, al desarrollo de la personalidad y a la socialización de nuestros estudiantes; así
como que un buen nivel de competencia lectora de las pocas cosas que realmente pueden hacer
cambiar la vida de las personas y ofrecer muchas y más variadas oportunidades para todos.

Como ejemplo de ello, podemos recordar lo que dice el premio Nobel iberoamericano Mario
Vargas Llosa cuando afirma que lo más importante que le paso en la vida fue aprender a leer y
escribir, afirmación a la que añade una hermosa evocación: “… recuerdo con nitidez como esa
magia de traducir palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras
del tiempo y el espacio; La lectura convertiría el sueño en vida y la vida en sueño, y ponía al
alcance del pedacito de hombre que era yo, el universo de la literatura”.

En conclusión, para lograr la mejora de la educación y conseguir el desarrollo integral de nuestros


estudiantes, convirtamos a nuestras escuelas en activas comunidades de lectores.

“Estoy convencido de que viene un mundo duro. Complejo y difícil. Un territorio hostil donde de
nuevo, como en otros momentos de la historia, el ser humano va a necesitar enormes recursos
intelectuales para mantener la serenidad y la lucidez. Y también estoy convencido de que para
afrontar los desafíos de ese mundo que ya nos llama a la puerta no basta el buenísimo estúpido
que los adultos hemos organizado, llevamos mucho tiempo organizando, como mecanismo de
diversión y de educación de nuestros hijos. Todo eso se ira al diablo al primer embate de realidad.

Una realidad que siempre ha estado ahí, en las fronteras del horror, y que desde hace más de
medio siglo el ser humano se ha empeñado en olvidar y en negar”.

“En ese mundo que viene, que está ahí, que siempre estuvo pero que ahora en los confortables
hogares se percibe más, quienes hoy son niños necesitaran armas defensivas, recursos
intelectuales y consuelo analgésico. Con maestros, hombres buenos, que los guíen por un
territorio de la vida”.

Por todo eso necesitamos hombres buenos, hombres y mujeres con el patriotismo cultural al que
acabo de referirme. Un patriotismo que nada tiene que ver con fronteras o razas. Un patriotismo
noble que busca hacer mejores a nuestros hijos y nietos, en el que la literatura, la lectura, siguen
siendo herramientas educativas eficaces e imprescindibles. La lectura, los libros, que permitirán a
nuestros hijos y nuestros nietos, en tiempos revueltos de mudanza,

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