BARRY J. KEMP
EL ANTIGUO EGIPTO
Anatomia de una civilizacion
Traduccion castellana de
MONICA TUSELL
CRITICA
GRIJALBO MONDADORI
BARCELONAINTRODUCCION
4Cémo deberfamos estudiar la sociedad humana? Lo hemos de decidir no-
sotros, pues no existe un método prescrito con rigor que nos indique los pasos
a seguir. Podemos obrar de manera convencional y reunir una serie de capi-
tulos sobre el marco geografico, la historia de periodo en periodo, la religion,
elarte, la literatura, las instituciones, etc. Esta disposicién satisfard el ansia na-
tural que sentimos por la ldgica y el orden. Creard areas de conocimiento que
no desentonardn con las amplias divisiones por materias de nuestro sistema
educativo, en el que la cultura es una acumulacién de observaciones y juicios
agrupados en torno a un esquema convencional de temas. Sin embargo, si lo
hacemos de este modo y abandonamos en este punto nuestro trabajo, y si la
sociedad que estamos estudiando es muy distinta de la nuestra, tan sélo nos
quedaremos con un repertorio pretencioso de caracteres ex6ticos. Tal vez nos
sintamos complacidos al haber ampliado nuestros conocimientos y puede que
los resultados nos cautiven a un nivel emocional, mds profundo, por su cardc-
ter novedoso. Pero nos expondremos a perder de vista un hecho importante,
algo tan simple y fundamental que incluso parece banal repetirlo.
En el pasado y en el presente, todos, los lectores de este libro asi como
los antiguos egipcios, somos miembros de la misma especie, Homo sapiens,
cuyo cerebro no ha experimentado cambios fisicos desde que nuestra especie
aparecié. Todos compartimos, al igual que cn cl pasado, una conciencia co-
miin y un substrato de conductas inconscientes. Nos seguimos enfrentando a
la misma experiencia bdsica que en el pasado: la de ser un individuo, con una
importancia sin igual, que contempla un mundo que se aleja de la esfera de
la vida cotidiana y abarca una sociedad més amplia, con una cultura y unas
instituciones en comin, y unas sociedades més distantes, «extranjeras», que
quedan fuera de la propia, todo ello enmarcado en el contexto de la tierra y
los cielos, y de las fuerzas de la suerte, la fortuna, el destino, la voluntad de
seres sobrenaturales y ahora, en la edad moderna, de las fuerzas inmutables
de las leyes cientificas. Vivimos y conservamos la cordura gracias a la mane-
ra en que nuestra mente, de entre el incesante raudal de experiencias que se8 EL ANTIGUO EGIPTO
agolpan a nuestro alrededor y fluyen ante nosotros desde que nacemos has-
ta que morimos, selecciona algunas de ellas y nos las estructura en pautas.
Esas pautas y las respuestas que les damos, efimeras de palabra pero mas du-
taderas cuando se transforman en instituciones y monumentos, constituyen
nuestra cultura. La cultura empieza siendo una terapia mental que impide
que la informacién que recogen nuestros sentidos acabe por abrumarnos, y
que clasifica algunos elementos como importantes y a otros como triviales.
A través de clla damos sentido al mundo.
En el siglo xx, la acumulacion de conocimientos nos ha proporcionado
una ventaja inmensa sobre nuestros predecesores en lo que se refiere a la tec-
nologia y a las diversas facultades mentales mediante las cuales podemos ex-
plorar el universo y generar una multiplicidad de imagenes légicas. Pero no
hemos de confundirlo con una mayor inteligencia. Inteligencia no equivale a
conocimientos, sino que es la facultad de dar una configuracién légica a los
conocimientos que se tienen. Dentro del sistema creado por los antiguos
egipcios para afrontar el fenémeno de la conciencia personal —las esferas de
la existencia que se alejan de cada persona—, hemos de suponer que serfan
tan (0 tan poco) inteligentes como nosotros. Este es el mensaje crucial de la
biologia, del hecho de que todos pertenecemos a la misma especie. El pro-
greso no nos ha convertido en seres superiores.
Cuando estudiamos la antigua civilizacion egipcia, estamos claramente
ante el producto de una mentalidad muy distinta de la nuestra. Pero ghasta
qué punto ello se debe a su antigiiedad? ; Hay algo especial en la «mentalidad
primitiva»? ,Refleja una actitud todavia mds diferente de la presente en, pon-
gamos por caso, las religiones y las filosoffas orientales (es decir, del Lejano
Oriente)? No existe ninguna escala sencilla que calcule grados de diferencia
con este tipo de cosas. Las religiones y las filosofias orientales suclen contar
con una literatura mucho més extensa y una forma de presentacién més co-
herente que la antigua religién egipcia, la cual dependia en gran parte de los
simbolos pictdricos para transmitir su mensaje y que se desenvolvié en un
mundo donde, en ausencia de adversarios serios, nadie sintié el imperativo de
elaborar una forma de comunicacidn mds convincente y completa. Nunca fue
necesario persuadir. Pero esto es mAs una cuestién de presentacién que de
contenido. La principal diferencia es hist6rica. Las religiones y las filosoffas
orientales han sobrevivido, y han acabado adaptdndose y ocupando el lugar
que les corresponde en el mundo moderno. De este modo, las personas de
fuera pueden acceder a ellas de forma mas directa, ensefiadas por los apolo-
gistas que han surgido de entre sus filas. Si nos mostramos diligentes y dispo-
nemos de tiempo, podemos aprender el lenguaje que utilizan, vivir entre sus
gentes, absorber la cultura y, en general, introducirnos hasta que seamos ca-
paces de reproducir sus procesos mentales en nuestra propia mente. Y tam-
bién ocurre lo contrario. De hecho, el mundo oriental ha mostrado una mayor
disposicién a penetrar en la mentalidad occidental que a la inversa.