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El caso de Phineas Gage

 Por César Tomé


 19MAY2014

Se llamaba Phineas P. Gage, era barrenero en Cavendish, Vermont, y trabajaba en la


construcción del ferrocarril Rutland & Burlington Railroad, y murió el 21 de mayo
de 1860 cerca de San Francisco, más o menos 12 años después del día en que debió
morir y se salvó. El suceso le convirtió en un hombre famoso y, después de su muerte
verdadera, en un caso esencial para el desarrollo del conocimiento de nuestro
cerebro. Tenía que haber muerto el 13 de septiembre de 1848 en su trabajo de
barrenero. Tenía entonces 25 años.
Aquel día, estaba Gage colocando un barreno. Primero, hizo con una barra de hierro
un agujero estrecho y profundo en la roca. Después, rellenó el agujero con pólvora,
un detonador y arena. Y, finalmente, apretó y compactó la carga con la barra de
hierro. Entonces, inesperadamente, a las 16.30 horas, la carga explotó, quizá porque
olvidó, no se sabe con certeza, poner la arena. La barra de hierro salió disparada y
alcanzó a Gage, de abajo arriba, entrando por el pómulo izquierdo, por debajo del
ojo, y saliendo por el centro de la cabeza, más atrás de la frente, al inicio de la
cabellera. La barra medía 1.10 metros, tenía 3.2 centímetros de diámetro y pesaba
casi 6 kilos. Después de la explosión y manchada de “sangre y cerebro”, la barra
terminó a unos 30 metros del lugar del accidente. Y Gage no murió.

El Doctor John Martyn Harlow curó a Gage de su herida y le trató durante unas
semanas hasta que se recuperó y pudo regresar junto a su familia en el cercano New
Hampshire. Sin embargo, aunque físicamente parecía recuperado, su carácter había
cambiado, no se reincorporó a su trabajo y sus compañeros decían que “nunca más
fue Gage”. En los años siguientes realizó varios trabajos manuales, fue conductor de
diligencias, viajó por Nueva Inglaterra e, incluso, vivió y trabajó varios años en
Valparaíso, en Chile. En todos sus desplazamientos siempre le acompañó la barra de
hierro que había cambiado su vida y, a veces, se exhibía con ella.
Por fin regresó con su familia, su madre y su hermana, que por entonces vivían en
San Francisco. Allí murió el 21 de mayo de 1860, casi 12 años después del accidente.
Años más tarde, el Dr. Harlow, aquel médico que le curó en Cavendish, Vermont, se
enteró de su muerte y pidió permiso a la hermana para exhumar el cadáver y
recuperar el cráneo. También encontró la barra de hierro y ambos, cráneo y barra,
los depositó en el Museo de la Facultad de Medicina de Harvard después de dar
varias conferencias y publicar varios folletos explicando la herida y sus
consecuencias. Son estas conferencias, que unían herida y cambios en el carácter, las
que hicieron famoso a Phineas Gage, después de muerto.

Hace unos años, en 1994, fue el neurólogo portugués Antonio Damasio el que
recuperó a Phineas Gage, su herida y sus cambios de carácter. Al año siguiente lo
incluyó, con gran extensión e importancia, en su libro Descarte’s Error. Damasio
planteó las primeras conclusiones sobre las áreas dañadas del cerebro de Gage y su
relación con su extraordinario cambio de carácter.

Pero fueron John Darrell Van Horn y su grupo, de la Universidad de California en


Los Angeles, quienes retomaron este asunto y, con los más modernos métodos de
análisis de imagen, nos contaron el daño que la barra de hierro hizo en el cerebro de
Phineas Gage.

Pocos minutos después de la explosión y de extraerle la barra de la cabeza, Gage


hablaba, andaba casi sin apoyo y subió a un carro que le trasladó a la consulta del
médico, a algo más de un kilómetro. Como ya he contado, curó de sus heridas aunque
no recuperó la visión del ojo izquierdo. Pero, como decía, lo que llamó la atención
fue su cambio en el carácter. Aunque todos, familia y compañeros, notaron en
cambio, hay pocos datos confirmados de su naturaleza, extensión y duración. Se
habló más de todo esto cuando ya había muerto. Los cambios debían ser sutiles pero
evidentes para familia y amigos, pues fue capaz de seguir con su vida y encontró
trabajo cuando lo buscó.

El Dr. Harlow y algunos otros expertos que le examinaron, hablan de que “Pienso
que este caso es enormemente interesante para cualquier fisiólogo preparado y
para cualquier intelectual filósofo”. Otro declaró que Gage “pronto recuperará las
facultades de cuerpo y mente… ahora que con considerables perturbaciones en su
función”. Harlow escribió que el equilibrio entre las facultades intelectuales y las
inclinaciones animales se había roto. Gage era ahora caprichoso, irreverente,
indulgente con la blasfemia, irrespetuoso con los compañeros, impaciente ante la
frustración o con la oposición a sus deseos, a veces obstinado, otras veces indeciso o
vacilante, siempre haciendo planes que, ante el menor problema, se dejan de lado y
se sustituyen por otros. Un niño en lo intelectual y un hombre en las pasiones
animales, así lo describe el Dr. Harlow.

Antes del accidente, Gage, aunque no había ido a la escuela, era un trabajador hábil,
especializado, rápido, con una mente equilibrada, enérgico y perseverante. Su
conducta cambió tras el accidente quizá por los daños que la barra de hierro hizo en
su cerebro. Pero nos queda una duda ya que el trabajo de Harlow es posterior a la
muerte de Gage.

Pero el cráneo sigue en el Museo de la Facultad de Medicina de Harvard y se puede


examinar con las técnicas modernas. En realidad, el cráneo original no se puede
utilizar pues está deteriorado por los años y su estado es muy frágil. Pero existe una
buena copia escaneada el 12 de junio de 2001 en la Facultad de Medicina de Harvard
por Peter Ratiu, que sirvió de base para un breve estudio de los daños que la barra
hizo en el cerebro de Gage. Pero en esta última década se han desarrollado software
muy potente de análisis de imagen en el sistema nervioso central y, en concreto, en
el cerebro y John Darrell Van Horn y su grupo quisieron aplicarlo a las imágenes
obtenidas por Ratiu. Preguntaron en el Museo de Harvard y, asombrosamente,
habían desaparecido de los archivos. Cuando se catalogaron las imágenes, se
depositaron en el lugar equivocado. Tardaron 10 años en aparecer y, por fin, Darrell
Van Horn pudo utilizarlas.

Reconstruyó el trayecto de la barra de hierro por el cerebro de Phineas Gage y,


después, repitió la trayectoria por el cerebro escaneado de personas sanas y normales
de parecida edad y físico con Gage. Así pudo localizar las zonas dañadas. En principio
y es lo más evidente, la barra destruye zonas del hemisferio cerebral izquierdo y no
afecta al hemisferio derecho. Aproximadamente, el 4% de la corteza del lóbulo
frontal izquierdo es atravesada por la barra. Y, además, en su paso por el cerebro y
salida por la parte superior de la cabeza, la barra afecta al 10% de la sustancia blanca.
Es la capa más interna del cerebro y contiene fibras, no cuerpos de neuronas, que
conectan unas zonas del cerebro con otras. Los autores sugieren que algunas zonas
del cerebro, que no están afectadas directamente por la barra, pueden fallar porque
ha desaparecido su conexión con el resto por esa destrucción de sustancia blanca.

Heridas como esta, en accidentes ocurridos en nuestros días, han alterado conductas
en relación con el ánimo, la memoria, la planificación o las relaciones sociales. Y hay
daños similares en la sustancia blanca en algunas demencias o en el Alzheimer.

Ya ven, aquellos cambios de conducta de Phineas Gage después de su accidente, y


que tanto impresionaron a la clase médica de finales del siglo XIX, todavía siguen
interesando en la actualidad. Quizá Phineas Gage, o por lo menos su cráneo, todavía
no han muerto del todo.

Referencias:

Damasio, H., T. Grabowski, R. Frank, A.M. Galaburda & A.R. Damasio. 1994. The
return of Phineas gage: Clues about the brain from the skull of a famous patient.
Science 264: 1102-1105.

Damasio, A.R. 1995. Descarte’s Error: Emotion, reason, and the human brain. Avon
Books. New York.

Darrell Van Horn, J. y 5 cols. 2012. Mapping connectivity damage in the case of
Phineas Gage. PLoS ONE 7: e37454

Ratiu, P. y 4 cols. 2004. The tale of Phineas Gage, digitally remastered. Journal of
Neurotrauma 21: 637-643.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular


de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es
autor de La biología estupenda.

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Interesante esta historia me impacto mucho no tenia conocimiento de ella y como
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