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Pez , Zan Sy A1 7 LOS ARTISTAS EN DISPUTA CON LOS MARCHANDS* Y LOS CRITICOS DE ARTE Al contrario. de Francia, Jos artistas en Holanda se vieron arrojados desde principios del siglo xvi a la lucha comercial y la inestabilidad. A diferencia de la Francia de Luis XIV o de la Florencia de los Médicis, Holanda no tiene un poder central capaz de fundar una academia para satisfacer su ambicién politica. Holanda es una repiblica burguesa con- traria al fasto, el lujo y los gastos de prestigio. Los artistas ppadecerdn, pero qué importal Un régimen democratico es mejor que una monarquia absoluta. A la ausencia de encargos por parte del Estado se afia- de, para los artistas, la ausencia,de pedidos de la Iglesia. Ni paneles de altar, ni frescos. Estamos en un pais de Re- forma. Esta situacién politica y religiosa, propia de la Ho- Janda del siglo xv, engendra condiciones de trabajo abso- Tutamente andrquicas para los pintores, condiciones que prefiguran en muchos aspectos las que hoy conocemos y so- portamos en el mundo occidental. Y por las mismas razones. Ante Ia falta de pedidos regulares —los de las corpora- ciones o las organizaciones civicas son relativamente raros—, Jos pintores holandeses de la época crean en sus talleres iginariamente la palabra marchand solo tenfa el sentido de comerciante 0 mercader en general, 82 obras no solicitadas. Ese es un fenémeno nuevo que pro- Yoca un desequilibrio entre la oferta y la demanda, amenaza con el riesgo de la superproduccién y baja los precios de las mercaderias, Empleamos estos términos a propésito, porque én esas condiciones de produccién, Ja pintura, se quiera ono, es innegablemente una mercancia sometida a las leyes de la oferta y la demanda. En esta Holanda comerciante, los burgueses no sienten vergiienza de traficar con cuadros como si fuesen cualquier ‘otra mercaderia. No conocen atin Ja nocién italiana de la obra de arte. ‘Los holandeses no solo van a comerciar sino que van a especular con Jos cuadros, ya que disponen de un superivit jnonetario, Le toman el gusto a la especulacién, a pesar de Jos problemas que a veces les acarrea. Prueba de ello es Ja “tulipomanfa”, con toda seguridad la mas extraordinaria historia de la especulacién de todos los tiempos. Hacia 1630 Jos bulbos de flor se negocian como acciones, se los cofiza ‘en la Bolsa cada mes 0 cada tres meses. Un bulbo de tuli- pan puede cambiarse por doce arpendes de tierra.» Todas Jas clases sociales participan en esta fiebre de la especu- Jacién. Y luego, un dia, jel crash! John Evelyn, viajero inglés de paso por Rotterdam, da testimonio, en su diario, de este espiritu de especulacién y de las considerables ganancias obtenidas, aun por gran- Jeros, en la compra y venta de cuadros: “Llegamos al atar- decer a Rotterdam, donde se realizaba la feria anual. Es- taba tan provista de cuadros que me asombré... La razon de esta abundancia y del buen mercado de’ telas esta en Ja demanda del campo, que desea colocar sus fondos; es, en efecto, corriente ver a un granjero disponer de 3.000 6 4.000 libras para la compra de telas. Sus casas estén colmadas de ellas y las revenden en otras ferias con mucha ganancia.” * Esta ambicién de los burgueses y de’los granjeros acomo- dados por adquirir cuadros para ganar dinero, imitar a los que estin colocados més alto en la escala social y, hay que aceptarlo, también para adornar sus casas, es la que provoca dn inflaeion de la pintura. Muy pronto el mercado se en- cuentra saturado y Jos pintores se ven obligados a aceptar ‘precios irrisorios por sus obras. Jan Steen, en el apogeo de su 1 Evelyn, John: Diary; Oxford, E. 8, Beer, 1955, vol. 11, pag. 89. 83 carrera, debe aceptar 27 guldens por tres retratos, e Isaack van Ostade debe entregar a su marchand trece cuadros por la misma suma. Todo ello cuando un buey vale 90 guldens. Los pintores solo tienen una solucién para sobrevivir: en- contrar un segundo oficio. Es lo que van a hacer casi todos. Jan Van Goyen se ocupard de bienes inmobiliarios, Hobbe- ma es recaudador de impuestos, Jan Van Steen serd posa- dero, y Ruisdael cirujano-barbero. Pero algunos de ellos se ocupardn de la venta de sus propias obras o de las de otros (cuadros, dibujos 0 grabados), como Vermeer de Delft, 0 Rembrandt, muy activo en esta ocupacién al comienzo de su carrera mundana. Junto a estos pintores-marchands surge, en los Paises Ba- jos del siglo xvi, una multitud de marchands de cuadros, profesionales. nacidos de la necesidad de los pintores de ubicar sus obras. Estos marchands van a tener una verda- dera influencia sobre el comercio de los cuadros y el com- portamiento de las dos partes: los pintores y el publico. Van a lograr ahondar el abismo entre esas dos partes, aislando al artista y.ser asi, en alguna medida, responsables del famoso divorcio entre el artista y el publico. Como ocurre en nuestros dias, los marchands toman a su cargo a los artistas y a veces les hacen firmar contratos de exclusividad, donde esta estipulado que el artista debe entregar al marchand la totalidad de su produccién. Asi, en 1674 se firma un contrato de un afio entre el marchand Bartholomeus Floquet y el pintor Elias van den Broech; este ultimo recibira una indemnizacién de alojamiento de 39 guldens, sera alimentado y se le pagara un salario anual de 120 guldens. A cambio, van den Broech deberd estar diariamente a disposicién de Floquet para pintarle todos los temas que su fantasfa comercial pueda imaginar. jEsta previsto que si el pintor se ausenta un dfa, o se casa, de- berd pagar al marchand “datios ¢ intereses”! ‘Lo que importa recordar de este contrato es que el mar- chand impone sus temas al pintor. De hecho, le encarg. aquellos que el publico pide y compra en su negocio. A pesar de los esfuerzos de los marchands por manejar asi el mercado, este se deteriora; los pintores que ellos no con- trolan producen demasiado. Hay una saturacién del merca- do interno, y como la exportacién de la pintura holandesa solo ofrece, en ese entonces, posibilidades limitadas, los SS SS

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