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Para ser ilustrativa esta explicación recurro el cuento popular de “los seis ciegos y
el elefante”, que expresa claramente lo que quiero transmitir, en cuanto, que nuestra
verdad es solo la porción de realidad que percibimos.
En la Antigüedad, vivían seis hombres ciegos que pasaban las horas compitiendo
entre ellos para ver quién era el más sabio. Exponían sus saberes y luego
decidían entre todos quién era el más convincente.
El más decidido, se abalanzó sobre el elefante con gran ilusión por tocarlo. Sin
embargo, las prisas hicieron tropezar y caer de bruces contra el costado del animal. “El
elefante –exclamó– es como una pared de barro secada al sol”.
El segundo avanzó con más precaución. Con las manos extendidas fue a dar con
los colmillos. “¡Sin duda la forma de este animal es como la de una lanza!”
Entonces avanzó el tercer ciego justo cuando el elefante se giró hacía él. El ciego
agarró la trompa y la resiguió de arriba a abajo, notando su forma y movimiento.
“Escuchad, este elefante es como una larga serpiente”.
Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con
la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos. El sabio agarró la cola y la
resiguió con las manos. No tuvo dudas, “Es igual a una vieja cuerda” exclamo.
El sexto sabio que era el más viejo, se encaminó hacia el animal con lentitud,
encorvado, apoyándose en un bastón. De tan doblado que estaba por la edad, pasó
por debajo de la barriga del elefante y tropezó con una de sus gruesas
patas. “¡Escuchad! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante
tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera”… Todos habían
experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera y creían que los demás
estaban equivocados.
Creo que no hay mucho que decir sobre lo que quiero expresar sobre tener un
pensamiento orgánico.
Competían entre ellos para ver quién era el más sabio. Este es un de los
problemas, cada uno de nosotros no somos sabio de la verdad y solo
vemos una parte de realidad que experimentamos pero ciegos para ver la
totalidad de la misma. La experiencia de los demás son también válidas y
debemos incorporarlas y relacionarlas.
Otro aspecto que resalto es que discutían no poniéndose de acuerdo. Otro
problema, como vemos, en nuestra vida cotidiana y a través de los medios.
Discusiones defendiendo posturas partidarias, opciones ideológicas o
pertenencias cultural y religiosa, entre otras. Nuestra opción partidaria (de modo
fanática) nos parte y nos hace ver la realidad desde un punto de vista:
empoderando lo bueno y mitigando lo malo. El diálogo que exige fundamentar
lo que expreso pero que lleva, a la misma vez, saber escuchar a los demás con
respeto y sin prejuicios. Si tenemos opciones partidarias, ideológicas o
religiosas son válidas pero no deben coartar la libertad y la motivación de buscar
la verdad que es compleja y que la construimos con los conocimientos y la
experiencia vivida de todos.
La realidad es compleja y está conformado por muchos hechos que
pueden, a veces, ser contrarios pero no contradictorios. Cada uno de
nosotros encontramos o descubrimos una serie de hilos conductores de una
realidad pero si sabemos analizar en ese entramado a través de un verdadero
dialogo podemos, entre todos, descubrir el entretejido de esa realidad compleja
que analizamos.
¿Cuándo hay error en nuestras afirmaciones? El error es como la nada ¡No
existe! (no me refiero a la mentira que es de tipo ético) Pongo el ejemplo de un
profesor que tuve hace muchos años cuando decía que el error es como “los
agujeros de un queso”. Nosotros no vemos el agujero sino la falta de queso en
ese lugar (la nada). Quizás sea un ejemplo risueño pero ilustrativo. Cuando
alguien afirma algo que está viciado de error en realidad no se equivoca por lo
que afirmar sino por lo que no afirma u omite. Y de aquí la importancia del
pensamiento orgánico. La mente solo afirma cosas verdaderas pero omite
muchos otras realidades que deben tenerse en cuenta. Todas juntas,
interrelacionadas, conforma esa realidad. Si solo tomo un aspecto, lo que solo
experimento, lo que me conviene o lo que conozco parcializo la realidad y es
donde se produce el error.
Esto no es fácil de discernir y vale la frase antes citada: “Distinguir sin separar
para unir sin confundir”.
Pensar de modo orgánico e integral nos facilita ver lo uno de lo otro o lo uno y lo
otro.
Diálogo socrático.